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Santiago Calero Flores En la ruta correcta Un retrato del taller de Bicicletas “Adella Edwards

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Santiago Calero Flores

En la ruta correctaUn retrato del taller de Bicicletas “Adella Edwards”

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Idea original, concepto, producción, edición, diseño y montajeSantiago Calero Flores

Con el apoyo de:James Cook University, AustraliaTroEco, action for sustainabilityBicycle Users Group (James Cook University)JCU Students Association

ImpresiónBlurb

En la ruta correcta, Un retrato del taller de bicicletas “Adella Edwards” es una publicación académida. Se autoriza la copia, difusión y distribución del la totalidad o sus partes con la autorización de su autor.

James Cook University, JCU Bicycle Users Group, JCU Students Association, Adella Edwards, Adam Connell, Josh MacIntyre, Tom Bayliss-Hack, Saul González Murcia, David Coley, Timo Lethola, Lucía Lasso, Rebecca Tuma, Andhika Pri-ma, Ramiro Salvador, Alfonso Moreno, Gabriela Page-Jones, Nicolás Younes, Mónica Sánchez Escuer

En la ruta correctaUn retrato del taller de Bicicletas “Adella Edwards”

Reconocimientos

Un proyecto realizado para la Fundación Pedro Meyer en el marco del Diplomado en Fotonarrativa

y Nuevos Medios, convocatoria 2014

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¿Cómo convencer a alguien de que la bicicleta es la mejor alternativa de transporte que podría escoger? ¿Cómo decirle que abandone el asiento de su automóvil para mover su cuerpo sobre dos ruedas? ¿Se puede persuadir a un grupo de seres humanos para que llene las calles y aveni-das del mundo con la silenciosa presencia de la bicicleta? Las respuestas podrían ser múltiples, pero siento que no hay discurso capaz de realizar semejante tarea y que la única respuesta pro-viene del testimonio que puedan ofrecer aquellos que ya han tomado esa opción.

Este libro quiere ser ese testimonio y al mismo tiempo ofrecer tributo a quienes piensan, pro-pician y construyen nuevos modos de responder a los problemas ambientales, de movilidad y convivencia que acosan a las ciudades. No se puede obligar a nadie a cambiar la aparente comodidad de un coche para montar una bicicleta; pero se pueden activar las condiciones nece-sarias para que, en una escala determinada, más y más personas sientan confianza y motivación para hacerlo. Esta es la militancia más efectiva, la más auténtica.

Este libro es también el resultado de una experiencia vivida en primera persona. Es el producto de un contacto cercano con la bicicleta como recurso cotidiano, como herramienta básica de movilidad y como objeto de trabajo.

La bicicleta desafía nuestros esquemas mentales. Nos invita a realizar una profunda autocrítica sobre la manera en que ocupamos un lugar del espacio público y también modifica nuestra mirada a ese territorio de convivencia social, donde reina un darvinismo insostenible, en el que únicamente aquellos con fuerza suficiente para imponer las reglas, ejercen su poder en el espa-cio común, aunque esa ilusión de victoria no sea otra cosa que la más contundente derrota del sentido común y la sensatez.

¡Pues entonces, adelante, sube a tu bicicleta! Tus huellas sobre el asfalto, hoy, serán las de dos ruedas. Te sentirás vivo y te alegrará saber que aunque todo se ve diferente, es un día cualquiera: la oficina que está esperando, la taza de café, el sillón sobre el que existes ocho horas al día. Pero, hoy, eres tú quien ya no se sentirá igual.

Bienvenidos y bienvenidas.

¿Porqué una bicicleta?

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Junto a la biblioteca, en el límite de un pequeño bosque de eucaliptos al que de vez en cuando concurren tímidos wallabys*, está el taller de bicicletas. Es un edificio construido con bloques y estructura metálica, portezuela electrónica y piso de cemento. Además del taller, en su interior existe un parqueadero con capacidad para alrededor de 50 bicicletas y casilleros para los usuarios.

El Taller nació hace tres años, gracias a la visión y el impulso de Adella Edwards, para brindar servicio de mantenimiento y reparación de bicicletas a los estudiantes de la universidad James Cook y así estimular el uso de este medio de transporte. Desde entonces, cientos de c”aballitos de acero”, ensamblados o reparados allí, se han incorporado al espacio público de la ciudad de Townsville en el norte del estado de Queensland, Australia, donde vivo desde hace un año.

Además, a través del Taller se implementa el programa de rescate y recuperación de bicicletas abandonadas o recibidas como donación, denominado “Flota Verde”, que ha puesto al servicio de la comunidad más de 200 unidades. Las bicicletas de la Flota Verde son una seña distintiva que se multiplica con el paso del tiempo y la huella del trabajo que semana por semana realiza su equipo.

El taller es un espacio amistoso y cercano a la gente. Por él pasan todos los días usuarios con las más diversas necesidades. A veces, un poco de aire en las ruedas o un ligero ajuste de frenos, es todo lo que se necesita para seguir disfrutando de un medio de transporte barato, silencioso y saludable, en una ciudad que como otra cualquiera, está diseñada para privilegiar el uso del automóvil, pero que por fortuna tiene espacios, vías y facilidades adecuadas para procurar una convivencia más o menos armónica.

Múltiples historias confluyen en este lugar. Personas de diversos orígenes, lenguas, perspectivas y visiones se unen en un solo espacio, alrededor de objetivos comunes: proporcionar nuevas oportunidades de mejorar la convivencia en el espacio público, reducir la circulación innecesaria de vehículos contaminantes, profundizar los ciclos de re-uso y reciclaje, motivar a más personas para que decidan disfrutar los beneficios de andar en bicicleta; y brindar servicio y entrenamien-to básico a quienes lo solicitan.

El Taller

* marsupiales propios de Australia y de la isla de Nueva Guinea.

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El Taller de bicicletas representa valores con los que es fácil sentirse identificado. Allí cobra mo-vimiento una respuesta sencilla a los graves problemas que padecen las ciudades. Las bicicletas no requieren grandes espacios, ni emiten ruidos que el oído no pueda soportar. Son cómodas, económicas, fáciles de usar y mantener. A su paso, el aire no se ensucia, pues la energía que las mueve proviene del cuerpo que las ocupa y este se alimenta de lo que la Tierra le provee. Es un invento inteligente en tiempos en que la movilidad aún está secuestrada por el coche mo-torizado y muchos humanos habitan esas cabinas aislantes largas horas del día. Por eso viajo en bicicleta todo el tiempo que puedo: porque en cada vuelta de mis dos ruedas, se que limpio un poco el aire que todos respiramos y eso no tiene precio.

Yo soy uno de los mecánicos del taller. Hace cuatro años soy ciclista urbano y conocía lo mínimo sobre reparación y mantenimiento, pero acepté ser parte del equipo, pues sentía que a través de mi trabajo podría contribuir a liberar la atmósfera de la polución causada por el delirio de los motores. Era el mes de agosto. Yo acababa de cumplir los cuarenta y llevaba apenas unos días en la ciudad. Todavía recuerdo la primera vez que entré: cuando me puse el mandil, me hizo gracia comprobar lo grande que me quedaba y al finalizar aquella primera jornada recordé que no había tenido las manos tan sucias de grasa desde que era un niño y jugaba a desarmarlo todo con las herramientas que mi padre me dejaba.

Pasé por un breve tiempo de entrenamiento y tuve a mi lado a dos buenos amigos: Nicolás You-nes, a quien conocí primero y fue quien me dio la oportunidad de ser parte del Taller; y Josh McIn-tyre, brillante candidato a PHD, cuya paciencia y generosidad me ayudaron a perder el temor del principiante. Al principio como aprendiz y luego como mecánico supervisor, he descubierto poco a poco los secretos, las técnicas, las herramientas y los mecanismos que permiten a una bicicleta funcionar apropiadamente. Y aún me queda mucho por aprender.

Esta es el retrato de un lugar en el mundo que quizá debiera ser imitado en todas partes, una geo-grafía concreta con diversidad de voluntades que configuran su historia y determinan su carácter, un espacio donde es posible repensar la movilidad humana como un territorio propicio para subvertir los valores sociales establecidos, contaminados por el delirio del consumo y el espejismo del estatus.

Santiago Calero FloresPhotographer, Designer

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Nada se compara con el simple placer de un paseo en bicicleta.*

* John F. Kennedy

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Una misiónEs una mañana de diciembre en la Universidad James Cook. Dos hombres recorren el campus en busca de bicicletas abandonadas que serán llevadas un taller que está junto a la biblioteca. Allí serán reparadas para que alguien más las pueda usar. Algunas están gravemente dañadas y de ellas se recuperarán las partes que aún tengan utilidad. De otras, apenas queda la estructura. Por fortuna, la mayoría pueden ser recuperadas una vez que se arreglen los frenos rotos o las llantas desinfladas y, cuando de comienzo el nuevo semestre, volverán a ser parte del espacio público y la vida de Townsville.

Cada vez que una de estas bicicletas es recuperada, se abre un ciclo virtuoso de sostenibilidad ambiental en la que se incluye el cuidado del aire, de la economía y de la salud física y mental. Cuando los mecánicos del taller de bicicletas dedican su tiempo a reconstruirlas, cada una de ellas se convierte en una nueva oportunidad para que los estudiantes puedan incorporar a su vida diaria valiosos minutos de saludable ejercicio. O para que la combustión de un motor deje de ensuciar el aire. Quizá una de estas bicicletas haga que uno de nosotros descubra un nuevo paisaje que nunca olvidará o se sienta más vivo tan solo por sentir la brisa acariciar su piel.

Por eso, estos dos hombres están ahí, trabajando silenciosamente bajo el sol de mediodía. Abriendo una ventana para que otros vean todo lo que se puede descubrir cuando se anda en bicicleta.

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Herramientas. Una buena herramienta se adapta a tu mano de forma natural. Está construida sóli-damente y es capaz de soportar la presión que requieren ciertas tareas: tornillos oxidados, ejes impo-sibles o manubrios como rocas. Poco a poco, su uso diario las convierte en camaradas, compañeras; y un día es posible descubrir que una de ellas se ha convertido en tu favorita. Aquí están algunas de ellas, las básicas, aquellas sin las que no sería posible un día de trabajo en el taller de bicicletas.

Partes y Piezas. Ellas habitan en cajas negras, donde esperan su turno para ser usadas. Muchas han estado allí por meses, otras, acaban de llegar. Hubo un tiempo en que brillaban orgullosas, en-sambladas a una bicicleta nueva, detrás de algún escaparate. Ahora, esperan silenciosas y humildes, transformadas por el implacable Tiempo en un montón de fierros herrumbrosos, cables mutilados, resortes, tornillos y tuercas envueltas en polvo y grasa, que esperan volver a brillar calles, cada vez que mi mano revuelve las cajas negras y busca alguna que aún tenga utilidad.

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Un nuevo semestre está a punto de comenzar en la Universidad James Cook. En el Taller, muchas bicicletas requieren atención y, hasta la fecha de apertura, deberán estar listas para que los estudiantes vengan a por ellas. Este año nuevas manos trabajarán y es necesario entrenarlas. Saul González-Murcia, de El Salvador, estudiante del master en Biología, es el nuevo mecánico y mientras recibe sus primeras tareas, aprende junto a Josh McIntyre lo que hace falta para llevar a cabo su misión. Suerte!

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El nuevo semestre inicia y la Universidad da la bienvenida a los estudiantes internacionales. Ha llegado el momento: se abren las puertas del Taller de Bicicletas para que los recién llegados adquieran la suya. Será un día agitado, pero al final, estaremos felices de entregar al espacio público de esta ciudad más de 60 unidades. Ellas son parte de la Flota Verde, un proyecto impulsado por Josh McIntyre y TropEco para el que hemos trabajado desde hace algo más de un mes y que recupera bicicletas abandonadas o en mal estado y las vende a los estudiantes que las necesitan. Que sus nuevos dueños las cuiden y las usen. Suerte, Caballitos de Acero.

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Cycle tracks will abound in Utopia*

* H. G. Wells* H.G. Wells

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