sandokán por emilio salgari · ya hacía bastantes horas que había caído la noche, una noche...

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Sandokán Por Emilio Salgari

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  • Sandokán

    Por

    EmilioSalgari

  • 1.Elasaltoala«kotta»

    Un relámpago cegador, que dejó ver durante unos instantes las nubestempestuosas empujadas por un viento furiosísimo, iluminó la bahía deMalludu, una de las más amplias ensenadas que se abren en la costaseptentrional de Borneo, más allá del canal de Banguey. Siguió un truenoespantoso que duró bastantes segundos y que semejó el estallido de veintecañones.

    Los altísimos pombo de enormes naranjas, las espléndidas arengassaccharifera,losupasdejugovenenoso,lasgigantescashojasdelosbananosyde las palmas denticuladas se doblegaron y luego se contorsionaronfuriosamentebajounaráfagaterriblequeseadentróconímpetuirresistibleenlainmensaselva.

    Yahacíabastanteshorasquehabíacaído lanoche,unanocheoscurísimaque solamente iluminaban de vez en cuando, a intervalos larguísimos, losrelámpagos.

    Parecía como si estuviera a punto de estallar uno de esos formidablesciclones,tantemidosportodoslosisleñosdelasgrandestierrasdelaSonda,ysinembargoalgunoshombres,indiferentesalafuriadelviento,delostruenosy de los inminentes aguaceros, velaban bajo las tenebrosas selvas quecircundaban toda la profunda ensenada de Malludu. Cuando un relámpagorasgaba las tinieblas se divisaban sombras humanas alzarse enmedio de losmatorralesyalargarsusmiradasbajoaquellaluz,ycuandoeltruenocesabaensufragorenmediodelasnubestempestuosasseoíanpalabrasenlaselva:

    —¿Nadatodavía?

    —¡No!

    —¿QuéhaceSambigliong?

    —Nohavuelto.

    —¿Lohabránmatado?

    —Noeshombrequesedejeatrapar.¡Unviejomalayocomoél…!

    —ElTigredeMalasiaseimpacientará.

    — ¿Por qué? ¡Bien sabe que tarde o temprano apresará a ese perro deNasumbata…!Ydespués,¡fíatedelosdayakosdetierra!¡Sonmásvilesquelosnegros!

    Unavozimperiosadominóaquelcharloteo.

  • —¡Silencio!¡Cubridlasllavesdevuestrascarabinas!

    Otro vivísimo relámpago desgarró en aquel momento las tinieblas,haciendocentellearporalgunosinstantes,pordebajodelasgigantescashojas,loscañonesdenumerosascarabinasyelespléndidoacerodelosparangydeloskampilangpendientesdelacinturadeaquelloshombresemboscados.

    Enaquelmomentounaráfagafuriosaazotólaselva,torciendonosólolasramas,sinoinclusolostroncosdelgadosyelásticosdelaspalmas,yhaciendodanzardesordenadamente las lianas rotangy los larguísimosnepentes,cuyasflores,enformadevaso,habíansidoyaarrancadas.

    Comenzabaallover;peronocaíansimplesgotas.Eranauténticoschorrosdeagua,loscuales,alcaersobrelashojas,originabanunfragorsemejantealdelgranizogrueso.

    Derepente,enmediodelformidableruidodelatempestad,sedejóoírunavozseca:

    —¡Aquíestoy,TigredeMalasia!

    Unviejomalayoderostrobastantearrugado,quevestíaunsimplesarongdealgodónrojo,elcual,ciñéndoleloscostados,descendíahastalasrodillas,yque empuñaba una espléndida carabina india con la culata taraceada conlaminillas de plata y de nácar, había surgido de improviso de un espesomatorral.

    —¡Sambigliong!—exclamaronvariasvoces—.¡Porfin…!

    Otro hombre se adelantó desde un grupo de troncos de pimenterossilvestres.

    Eraunmagníficotipodeborneano,deunoscincuentaaños,conelrostrobastantebronceado,ojosnegrísimosytodavíallenosdefuego.

    Subarbaysuscabellos,quellevabalargos,apenaseranentrecanos.

    Vestíacomounrajamalayooindio:casacadesedaazulconbordadosdeplata,abiertapordelantedemodoquemostrabaunacamisadesedablanca;amplios calzones, ala turca, ceñidos a los costados por una alta faja deterciopelo negro con flecos de oro; botas altas de tafilete rojo con la puntaretorcida.Teníaensumanounacarabinainglesadedoscañonesyenlafajallevaba dos pistolas y una corta cimitarra en cuya empuñadura brillaba undiamantetangrandecomounaavellana.

    —Yaerahoradequellegases,Sambigliong—dijo,mientrassearreglabaelturbantedeseda,paraqueelvientonoseloarrebatase.

    —Laselvaesmuytupidaantenosotros.TigredeMalasia—respondióelviejo malayo—, y he tenido que avanzar con extrema prudencia. Sabes,

  • patrón, que ante la kotta de los dayakos hay siempre fosos sembrados conpuntasdeflechaenvenenadasconelupas.

    —¿Cuántosfososhasatravesado?

    —Tres,patrón.

    —¿Hasvistocentinelasenlasempalizadasdelakotta?

    —Solamentedos.

    —¿Cuántoshombrescreesquealbergueelpoblado?

    —Nomásdedoscientos.

    —¿Hasvistoalgunapiezadeartillería?

    —Sí,unmirim.

    —Esoscañonesdelatónvalenpoco—observóelTigredeMalasiatrasunbrevesilencio—.Nosotrosyalosconocemos,¿verdad,Sambigliong?

    —Ypodemosdecirtambiénquelasespingardassoninfinitamentemejores—dijoelviejomalayo.

    —Esperemos a que pase el huracán y después comenzaremos el ataque.¡Ay siNasumbata logra escapársenos y llegar junto al raja deKin-Ballu!Yademás desearía tenerlo en mis manos antes de que lleguen aquí Yáñez yTremal-Naik.

    —¿Llegaránpronto?

    —Nodebendeestarlejos—respondióSandokán—.Tomaveintehombresyveaemboscartedetrásdelakotta.Atrápalosatodos,porqueestoysegurodequeNasumbataseráelprimeroenecharacorrer.

    —¿Cuándocomenzaráselataque,patrón?

    —Másprontodeloquecrees.Mepreocupaunacosa…

    —¿Elmirim?

    —No, los fosos —respondió el Tigre de Malasia—. Mis cincuentahombresestándescalzosysiponenunpiesobreunaflechaenvenenadanadielossalvará.Elupasnoperdona,ylosdayakosdelaselvalousanyaunabusandeél.

    —Hazconstruirpuentesvolantes,patrón.

    Sandokán,oseaelTigredeMalasia,comolo llamabanlosbornéanosdelascostasoccidentalesdelainmensaisla,hizoungestocomoparadecir:«Enesoyahepensadoyo;notepreocupes».

    Luegoañadió:

  • —Atupuesto,viejoSambigliong:respetasóloalasmujeresyalosniños.Veatomartusveintehombresydéjameporahoratranquilo.Esperemosaqueceseestalluvia.

    Ledirigióungestodedespedidayvolvióaintroducirseentrelosespesosmatorrales,que,afortunadamente,estabanprotegidosporungrupodebananoscuyashojasnoteníanmenosdecuatrometrosdelongitudporunoymediodeanchura.

    En vez de calmarse, el huracán aumentaba espantosamente. Vivísimosrelámpagossealternabancontruenosformidablesyaguaceros.

    De vez en cuando una ráfaga, con una fuerza inaudita, que parecía quelevantaselasaguasdelabahíadeMalludu,seabatíaconmilsilbidossobrelaselva,conaullidoshorribles,desgajando ramasy troncosyenmarañando lasespesasredesderotangydecalamus.

    Losmalayospermanecíaninmóviles,absolutamenteimpasiblesbajoaqueldiluvio.Sóloteníanunapreocupación,queeralademantenerbiencubiertaslasllavesdesuscarabinasbajoelsarongdoblado,afindequenosemojasenlascápsulas.

    Transcurrióotramediahoradurantelacual losrelámpagos, los truenosylas ráfagas continuaron sin interrupción, llevando el desorden a la selva,cuando compareció otro hombre, que se precipitó hacia el lugar donde sehabíarefugiadoelTigredeMalasia.

    —PatrónSandokán—dijo—,memandaSambigliong.

    —¿Estánensuspuestosloshombres?

    —Sí, patrón. Se han emboscado formando una cadena tras la kotta y teaseguroquenopasaránadie.

    —Noeranecesarioquemeavisase—respondióSandokán,el formidablejefedelospiratasdeMompracem.

    —Perovengoadarteotranoticia.

    —Habla,Sapagar.

    —Entre los truenoshemosoídounadetonaciónquenospareceoriginadaporalgúncañón.

    Sandokánsehabíalevantadopresurosamente,presadeunavivaagitación.

    —¿Dedóndeproveníaesedisparo?¿Delakotta?

    —No,patrón;delabahía.

    —¿Habrá sidoasaltadanuestra chalupa?Meparecería imposibleenuna

  • nochecomoésta.

    —Eltirodebedehabersedisparadomuylejos,patrón.

    —¿HabránllegadoyaYáñezyTremal-Naikyconesedisparohanqueridoavisarnos?

    —Nosabríadecírtelo.TigredeMalasia—respondióSapagar.

    Sandokánreflexionóunmomentoyluegodijo:

    —Llévate contigo dos hombres, no más, ya que mi columna estáquedándose bastante débil; acércate a la playa y embárcate en la chalupa.Deja,sinembargo,lospraosanclados.

    —¿Yluego,patrón?

    —Explora la bahía y, si ves un yate detenido en cualquier lugar, ven enseguidaaavisarme.Yoyaestaréparaentoncesdentrode lakotta.Veteynopierdastiempo.

    Luego,mientraselmalayosalíacorriendo,empuñólacimitarraygritó:

    —¡Adelante,tigresdeMompracem!¡Sambigliongnosesperatraslakotta!

    Treinta hombresmedio desnudos, armados de carabinas y de kriss, esosterriblespuñales;dehojaondulada,deuna longituddemásdeunpieyquesuelen tener la punta envenenada; y de parang, los pesadísimos sables queacabanenformaacanaladayquedeunsologolpedecapitaninclusoauntoro,habíansalidodelosmatorralesysehabíandispuestoendosfilas.

    —¿Estáncargadasvuestrascarabinas?—preguntóSandokán.

    —Sí,jefe.

    —¿Estándispuestoslospuentesvolantesparalosfosos?—Sí,jefe.

    —Adelante y tened cuidado dónde ponéis los pies. Sambigliong me haavisadodequehayflechasenvenenadasdisimuladasalrededordelakotta.

    Los treinta hombres se pusieron en marcha, en el mayor silencio,precedidosporsujefe.

    Continuabatronandoylosrelámpagosnohabíancesadotodavía.Peronollovía.

    Peseatodo,elvientodevezencuandoseadentrababajolainmensaselvavirgen, ululando siniestramente y arrancando hojas, frutas y ramas. Lapequeñacolumnaavanzóduranteunosdiezminutos,deslizándoseconcautelaentretroncoytronco,cuandolavozdeljefesehizooír.

    —¡Alto!¡Lakottaestáantenosotros!¡Listosparaelasalto!

  • A la luz vivísima de un relámpago había aparecido el poblado a unadistanciadeapenasdoscientospasos.

    LosdayakosquehabitanlosgrandesbosquesdeBorneonoconstruyensuspobladossencillamente,comohacenlosmalayosylosjavaneses.

    Comoquieraquesiempreestánenguerraconunauotratribuocontralosnegros del interior, porque no tienen otra preocupación que engrosar sucoleccióndecráneoshumanos,abrenenmediodelaespesaselvauncalveromásomenosamplioy, construidas las cabañas, se apresuranaproveerlodefuertes empalizadas, que generalmente tienen una altura de tres o cuatrometros.

    Parahacermásdifícileslassorpresas,excavantambiéndoseinclusotresprofundos fosos dentro de los cuales acumulan masas de ramas espinosas,obstáculos casi insuperables para gente que no ha tenido jamás el hábito dellevarcalzado.

    Además,enalgunaszonasdetierraplantanpuntasdeflechaenvenenadascon el jugo del upas. Tales fortalezas, puesto que pueden llamarseverdaderamenteasí,noson,porconsiguiente,fácilesdeexpugnar.

    Con todo, los malayos que estaban a punto de asaltar el poblado eranhombresqueconocíanmuybienlaskottasborneanas;porello,antelaordenlanzadaporelTigredeMalasia,adelantaronochopuentesvolantes,formadospor ligeras tablas, con los que atravesar sin riesgo las zonas peligrosassembradasdeaquellasterriblesflechasenvenenadas.

    —Cuando levantéis los puentes observad atentamente el terreno —dijoSandokán—.¿Tenéislosbambúesparalaescalada?

    —Sí,capitán.

    —¡Entonces,adelante!

    Los puentes, quemedían cuatrometros de longitud por dos de anchura,fueronemplazadossobreelterrenoylostreintamalayos,yaseguros,graciasaaquelmodo ingeniosoderebasarelúltimo tramoy llegarsinningúnpeligrohastalosfosos,comenzaronsuavanceenelsilenciomásprofundo.

    Había cesado el huracán. En las regiones ecuatoriales las tempestadesestallanconinauditaviolencia,perosondebrevísimaduración.

    El agua que derraman sobre la tierra en aquellas dos o tres horas esincalculabley¡aysinoocurrieseasí!Si loshuracanesfuesenmuyraros, lasselvasnopodríanresistirelgrancalorytodoardería.

    Solamente el viento continuaba ululando bajo los grandes árboles,cubriendoasí losdébiles rumoresproducidospor losmalayos en su avance.

  • Unavez que la columnahabía pasadoy se había examinado atentamente elterreno,lostreintahombresllevabanmásadelantelospuentes,yaqueteníannecesidaddeellosparacruzarlosfosos.

    La zona que podía esconder las flechas fue atravesada así sin que loscentinelas,vigilantesenlasempalizadasdelakotta,sepercatasendenada.

    Ante los malayos se presentó el primer foso, bastante profundo, de unaanchura de tres metros y lleno de ramas espinosas. ¡Ay si los asaltanteshubieran tenido que atravesarlo con los pies desnudos! Ciertamente queningunohabríalogradollegaralasempalizadas.Ydetrásdeaquélhabíaotrosdos.

    — ¡Adelante los puentes!—Mandó el Tigre deMalasia, que ni por unmomentoapartabalosojosdelaempalizada—.Nohagáisruido.

    Enaquelmismomomentoseoyóunavozmuyagudaquegritaba:

    —¡Alarma!

    Unodeloscentinelasquevigilabanjuntoa laempalizadadebíadehaberoído el rumor producido por el primer puente lanzado a través del foso yllamabaalosguerrerosdayakosparaladefensa.

    —No os mováis —dijo en seguida Sandokán—. Cuerpo a tierra ymanteneosdispuestosparahacerunadescarga.

    Los malayos, acostumbrados a las guerras de emboscada, obedecieronrápidamentetendiéndosesobrelospuentes.

    Dentrodelpobladoseoíaahombresgritaryseveíancentellearfuegos.

    Poco después bastantes hombres, armados con cerbatanas y parang,aparecieronenloaltodelasempalizadas,empuñandoantorchasensusmanos.

    Secruzabanpreguntasyrespuestas.

    —¿Dóndeestán?

    —Escondidosenlaselva.

    —¿Notehasconfundido?

    —Heoídocaeralgoenelfoso.

    —¿Nohabrásidounbabirusaoalgúncerdosalvaje?

    —¿Ounmaias?

    —Nohevistoningúngorila.

    —¿Estácargadoelmirim?

    —Sí.

  • —Hacedundisparo.

    Algunoshombreshabíanacudidohaciaunángulodelakotta,dondesurgíaunpequeñocobertizodestinado seguramente aproteger lapequeñapiezadeartillería.

    —No hagáis nada —susurró Sandokán a los hombres más cercanos—.Pasadlaorden.

    Transcurrieron algunos instantes y luego un relámpago desgarró lastinieblasseguidoporunadetonaciónbastantefuertequerepercutiólargamentebajolaselva.

    Elmirimhabíahechofuego.

    Lo habían disparado al azar, más con la esperanza de espantar a losasaltantes quede alcanzarlos, porque losmalayos, protegidospor la lóbregasombra proyectada por las gigantescas hojas de las palmas, eran totalmenteinvisibles.

    Elmirimdisparótresveces,lanzandosubaladedosotreslibras,atravésdelaselva,adiversasalturas;luegosesuspendióelfuego,quenohabíadadoningúnresultadoapreciable.

    Sandokán,dándosecuentadequelosdayakosdelakottanoteníanningúndeseo de desperdiciar sus municiones, que, muy probablemente, no eranabundantes,hizolanzaratravésdelprimerfosodospuentes.

    —¡Pasad!—mandóamediavoz.

    Una docena de malayos atravesaron el foso, llevándose con ellos otroscuatropuentesvolantes.

    Elmirim tronópor cuarta vez y su bala no se perdió, pues partió por lamitadaunmalayodelaretaguardia.

    Gritosterriblesresonabansobrelasempalizadas:

    —¡Yavienen…!¡Atacad!¡Empuñadloskampilang!

    — ¡Y nosotros también! —Gritó Sandokán—. ¡Fuego la retaguardia!¡Adelantelospuentes!

    Una formidable descarga demosquetería respondió a la orden.Mientraslos malayos de vanguardia arrojaban rápidamente los puentes volantes, elgruesohabíaabiertofuegoendirecciónalapiezadeartillería,paraobligaralossirvientesaabandonarla.

    Lascarabinasindias,armasóptimasporsuprecisión,notardaronenhacerestragosentrelosartilleros.

  • Sobre las empalizadas se agrupaba un buen número de guerreros delpoblado gritando espantosamente y lanzando, con sus cerbatanas, nubes dedardos.

    Sandokán,queestabasiempreenvanguardia,atravesórápidamentelostresfosos,cubiertospor lospuentesvolantes,yseadelantóhastasituarsebajo laempalizada.

    —¿Estádispuestalamecha?—preguntóaloshombresqueloseguían.

    —Sí,capitán.

    —Situad aquí el petardo. Esta pared demadera se derrumbará como uncastillodenaipes.Mientrasunodesushombresavanzabacorriendocontralostroncos que formaban la empalizada, Sandokán alzó la carabina y, viendopasar adoshombresque llevabanantorchas encendidas, los fulminóconunmagníficodisparodoble.

    Realizadoesto,mientras la retaguardiacontinuabadisparandoparaponeren fuga a los guerreros, quienes no cesaban de lanzar flechas envenenadas,volvióapasarlospuentes,seguidoinmediatamenteporlavanguardia,afindenocorrerelpeligrodesaltarjuntoconlaempalizada.

    Losdayakos,aunqueblancodelascarabinasdelosmalayos,sedefendíancon furor, disparando de vez en cuando algún tiro de mirim y algúnarcabuzazo.

    Los salvajes habitantes de los bosques bornéanos son valerosísimos ydesprecianlamuerte.

    Nisiquieraelcañónlosespanta,puesestánhabituadosaembarcarenpraoscosteros,loscualessiemprellevan,sinopiezasdeartilleríadegruesocalibre,porlomenosgrandesespingardas.

    Sandokánysusmalayos,unavezvueltosatrásporlospuentes,sehabíanmetido nuevamente en la espesa selva en espera de que se produjera laexplosión.

    Losdayakos,creyendoqueaquellosmisteriososenemigos,espantadosporlaacogidaquehabíantenido,sehabíandecididoabatirseenretirada,habíancesadodelanzarflechasydedispararelmirim.

    —Jefe —dijo aproximándose a Sandokán un viejo malayo, de aspectoferoz,queempuñabafieramenteunpesadísimoparang—,¿creesquecederálaempalizada?Losdayakosempleantablasdetekayyasabesloresistentequeesestamadera.

    —Elpetardoderrumbará los tablonesy las traviesasalmismotiempo—respondióelTigredeMalasia.

  • —¿EstaráNasumbatadentrodelakotta?

    —Yaveráscómodentrodeunashorasestaráenmismanos.Advierteamishombres que se precipiten rápidamente al asalto apenas sobrevenga laexplosión.AunqueciertamenteSambigliongestá listoparaimpedirelpasoalosfugitivos.Ah,meolvidabadeunacosa.¿Tienenantorchasmishombres?

    —Sí,jefe.

    —¿Biensecas?

    —Asíloespero.

    —Que las enciendan y prendan en seguida fuego a las cabañas.—Serásobedecido.

    Enaquelinstanteseoyóunestallidoviolentísimoyunallamaradaseelevóenlabasedelaempalizada.

    Elpetardohabía estallado con inauditaviolencia, destrozando tablonesytraviesasylanzandoporlosairesatresocuatroguerrerosdayakos.

    LavozdeSandokántronóinmediatamente:

    —¡Alataque,tigresdeMompracem!

    Losmalayosselanzaronatravésdelospuentes,derrumbandoconímpetuirresistible la empalizada desvencijada por la explosión, y se precipitarondentro de la kotta empuñando los parang y los kampilang, al tiempo quegritabanavozencuello:

    —¡Rendíos!

    Dos docenas de guerreros dayakos intentaron detenerlos,mientras de lascabañas salían, corriendo y gritando, mujeres y muchachos, tratando deescapar por las puertas opuestas o de ponerse a salvo en la selva quecircundabalapequeñafortaleza.

    Todos aquellos dayakos eran magníficos tipos, de alta estatura, tezamarillenta, adornados con brazaletes de latón y cobre y armados conkampilangdeaceronatural,unmetalquesóloseencuentraenBorneo.

    Parasudefensasolamentellevabangrandesescudosdepieldebúfaloodebabirusa.

    Perosenecesitabamásqueesoparadetenera los tigresdeMompracem,lospiratasmásformidablesdelmardelaSonda.

    Se trabó un feroz combate a golpes de kampilang y de parang,mientrasalgunos malayos, provistos de teas, prendían fuego a las cabañas yadesalojadasdemujeresyniños.

  • Sandokán,viendoquelosfuertesguerrerosresistíantenazmentelosasaltosincesantes de sus hombres, llamó a la retaguardia, ocupada en retirar lospuentes,yconunospocosdisparosdecarabinadecidióasufavorlasuertedelalucha.

    Aunquelosdayakoshabíanrecibidorefuerzosdeotrosguerreros,cedieronelcampoysedieronalafugaprecipitadaentrelascabañasardiendo.

    Losmalayosnosepreocuparondeperseguirlos,sabiendoqueSambiglionglosesperabaenelbordede laselvaconunfuertedestacamentode tigresdeMompracem.

    —Registrad las cabañas que aún no han sido incendiadas —mandóSandokán,quienprocedíacautamentemanteniendoenaltosucarabina—.Encualquier lugar sacaremos de su cubil a ese perro de Nasumbata. Si haescapado,caeráenmanosdeSambigliong.

    Losmalayossehabíanprecipitadoporlascallesdelafortalezailuminadaporlasllamasysehabíanpuestoaregistrarfebrilmentelasviviendas.

    De vez en cuando disparaban algún tiro de fusil contra los dayakos,quienes,probablementedándosecuentadelaemboscadaquelosesperabaenlaselva,habíanocupadolaempalizadaopuesta,lanzandonubesdeflechasconsuscerbatanas.

    Derepenteresonóungrito:

    —¡Ahíestá!¡Huye!

    —¿Quién?—preguntaronvarios.

    —¡Nasumbata…!

    —¡Aél!¡Aél!¡Atrapadlo!

    —¡Yvivo!—tronólavozdelTigredeMalasia.

    Un hombre que vestía un simple padjon, o sea una especie de sayo dealgodón que desde la cintura le llegaba hasta los pies, había saltado de unacabaña, empuñandounagranpistolade larguísimocañónyunkrissdehojaondulada.

    Ágil comoun tigre, habíapasadoante losmalayosdevanguardia con lavelocidaddeunaflecha,intentandoalcanzarunadelaspuertasdelakottaparaponerseasalvoenelbosque.

    Sandokánlohabíavisto.

    —¡Quietostodos!—gritó—.Esehombreesmío.

    Alzó su espléndida carabina de dos cañones. El fugitivo continuaba

  • corriendo a través de la plaza central de la kotta, saltando a derecha y aizquierdaparanoofreceralosmalayosunblancoseguro.

    Resonóuntirodefusilyelhombrecayó,llevándoseunamanoalapiernaizquierda.

    ElTigredeMalasiahabíahechofuego.

    Losmalayosestabanapuntodeprecipitarsesobreelherido,perosu jefelosdetuvorápidamenteconungestoenérgico.

    —Vosotrosocupaosdelosdayakos—dijo—.Nohanabandonadotodavíael poblado y podrían volver para el desquite. Dejadme amí despachar esteasunto.

    En efecto, los defensores de la kotta, seguros de que en la selva lesesperaban otros enemigos, se habían reunido en la empalizada de poniente,que estaba provista de una especie de pequeños puentes, y parecía que sepreparabanparadisputardesesperadamenteelpasoalosprimerosasaltantes.

    Sandokán se acercó al herido manteniendo empuñada la carabina,dispuesto a fulminarlo con un segundo disparo en el caso de que opusieraresistencia.

    —Arrojalapistolayelkampilang—ledijo—.Ahoraestásenmismanosynotevolverásaescapar.

    El dayako continuaba en tierra, estrechando conunamano la piernaquedebíadehabersidodestrozadaporlabala.

    AlaintimacióndeSandokánrespondióconungritodefuror,yluegoalzólagranpistola.

    — ¡Arrójala!—Repitió el jefe de los malayos—. Aún puedes salvar lapiel.

    —Nomedejarásconvida—respondióelheridorechinandolosdientes.

    —Dependerádelasrespuestasquemedes.

    Eldayakodudóunmomentoyluegolanzólejoselarma.Sandokánextrajodelcinturónunsilbatodeoroylanzóunanotaestridente.

    Acudierontresocuatromalayosqueestabansaqueandolascabañasquesehabíanlibradodelincendio.

    —Atad a este hombre; vendadle la pierna herida lomejor que podáis ytransportadloalaviviendadeljefedelpoblado.

    Cargótranquilamentelacarabinaysedirigióhacialaempalizadaocupadaporlosdefensoresdelakotta.

  • Los malayos habían comenzado a disparar de nuevo, decididos adesalojarlosoaobligarlosalarendición.

    También desde la otra parte del círculo los hombres de Sambigliongdisparabandevezencuandoalgúntiro.

    —¡Arrojadlasarmasyosprometolavida!—gritóeljefedelosmalayosalos vencidos—. Si no os rendís prenderé fuego a la kotta y os fusilaré delprimeroalúltimo.EselTigredeMalasiaquienoshabla.

    Aloíraquelnombre,popularísimoyalmismotiempobastantetemidoentodas las costas del Borneo septentrional, los dayakos dejaron caer loskampilang,lascerbatanasyloskriss.

    —¡Hacedprisionerosaesoshombres!—dijoSandokánalosmalayos—.¡Aydelquelestoqueunsolocabello!DejadlibresalasmujeresylosniñosyllamadaSambigliongysutropa.

    Tomó la carabina con su mano derecha, empuñándola como si fuese aemprenderunacarrera,peroenlugardeellosedirigióalaprimitivaviviendadel jefe de la kotta. Interiormente se prometió arreglar todas sus cuentaspendientesconeldesalmadoNasumbata.

    2.Lospiratasdayakos

    La cabañadel jefe de la kotta estaba situada en la plaza, completamenteaisladadelasdemás,ysolamentediferíadeellasporsuamplitudysualtura.Comotodaslasviviendasdelospueblossalvajes,teníaformacónicayestabaformada por ramasmás omenos estrechamente entrelazadas y cubiertas dehojas de banano y de palma, dispuestas en capas de modo que impidieranpasarlalluvia.

    El interior consistía enuna solahabitación circular, conpiso cubiertodebellasesteraspintadastoscamente.

    Elmobiliarioerasencillísimo:vasijasdeterracota,caparazonesdetortugasmarinasydoslechosformadosporcapasdehojassuperpuestas.

    Había, sin embargo, una especiedepalco, apoyado contra la pared, bienprovistodecráneoshumanos:elmuseodelatribu.

    Losdayakosdel interiorsontodosgrandescazadoresdecabezas, inclusoobligatoriamente,porqueningúnjovenguerreropuedecasarsesinregalarporlomenosunpardecráneoshumanosasujovenconsorte.

    Bastaconquelacoleccióndelatribuseaumenteconotropardecabezas.

  • Nadieinvestigacómoselashaprocuradoeljovenguerrero.

    Nasumbata yacía sobre una capa de hojas, vigilado por cuatromalayos,conlosbrazosatadosalaespaldaylapiernadestrozadaenvueltaenunpedazodepadjon.

    Eraunhombredeunos treintaaños,deformaságilesyalmismotiempovigorosas,conlapielcasiamarillentaylasfaccionesfinasybellísimas,yaquelosdayakossonloshombresmásguaposdetodaslasislasdeMalasia.

    AlverentraraSandokántuvounsobresaltoyporsusojosnegrísimospasócomounrelámpagodeterror.

    —Ahora hablaremos nosotros dos, amigo—dijo el jefe de los malayossentándoseenunrollodeesterasyponiéndoselacarabinaentrelaspiernas—.Ciertamente que tú no esperabas verme tan pronto. ¿Por qué has desertado,despuésdehabervenidoalaisladeGayaasuplicarmequeteenrolaseenmisbandas?

    —Porquequeríavolveramisgrandesbosquesyverdenuevoamitribu—respondióelherido.

    —¡Mientes!—GritóSandokán—.Entuprecipitadafugatehasolvidadoentucabañaunahojadepalmaenlaquesehabíantrazadounossignosqueundayakoadictoamíhalogradodescifrar.

    Nasumbatahizounamuecaysufrióunestremecimientonervioso.

    —Una hoja… —balbuceó luego mirando al Tigre de Malasia conturbación.

    — ¿Cuánto te ha prometido el raja del lago para venir a espiar mismovimientosysorprendermisdesignios?

    —¿Elrajadellago?—balbucióelherido.

    —Sí,eldellagodeKin-Ballu,elrajablancoquedesdehacetantosañossesientasinquenadieleestorbeeneltronodemispadresyquequizácreíaqueyohabíarenunciadoparasiempreavengarlasmuertesdemipadre,mimadre,mishermanosymishermanas.Siesemiserableaventurero,fugitivodenoséquépenitenciaríainglesa,nohubiesesublevadoconnoséquéartesdiabólicasa los dayakos del lago contrami viejo padre, yo no habría llegado a ser elformidable pirata de Mompracem que todos conocen; ¿me comprendes,Nasumbata?

    — ¿Y has esperado tanto? —Preguntó el prisionero—. Yo era unmuchachocuandotufamiliafueexterminadaporaquelaventurero.

    —Noteníafuerzassuficientes.

  • —YsinembargotehasconvertidoenelterrordelosmaresdeMalasiayhas hecho temblar incluso al sultán deVarauni. ¿No has vencido también aJamesBrooke,elpoderosorajadeSarawak?

    —¿Cómolosabes?

    —Allagollegabaalgunanoticiadetusgrandesempresas.

    —Llevadas por los espías de aquel miserable, situados a lo largo de lacosta e incluso en Labuan, ¿no es verdad?—Dijo Sandokán—. Sé quemehacíavigilarestrechamenteyquizáfueélquienmeazuzócontralosinglesesparaqueyoperdiesemiisla.

    —Nolosé.TigredeMalasia—respondióNasumbata,cuya frentese ibaensombreciendo.

    —¿Cuántotehapagadoeseinfameporespiarme?

    —Estásequivocado,señor.

    —Esinútilquecontinúesnegando.Aquellahojatehatraicionado.Enellase señalabanelnúmerodemishombresydemisbarcosyhabía tambiénelnombredeYáñez.Debesdehaberescuchadoalgunanochelasconversacionesqueteníaconmislugartenientes,yalaprimeraocasiónhashuidoparaavisaralrajablanco.

    —Notienesningunapruebadequeseayoquiengrabaraaquellossignosenlahojadepalma.

    —Losdayakosdemarylosmalayosnousanesesistema;ydelosdayakosdel interior sólo estabas tú en mis bandas… —respondió Sandokán—. Yademás,misviejostigresdeMompracemmesondemasiadofielesparaurdirtaltraición.Túhasvistocontuspropiosojoscuántomeadoran:paraellossoyunadivinidadguerreraynounhombre.

    El herido hizo una segunda mueca, pero en seguida repuso con vozbastantefirme:

    —Yonosénada:comotehedicho,señor,hedejadolaisladeGayaporqueexperimentaba ya desde hacía tiempo la nostalgia de mi pueblo. Soy undayakodelinteriorynodemar,yamomisgrandesbosquesymicabaña.Encuantoalahoja,puedehabersidograbadaporcualquierotro.¿Cómopuedessaberquehesidoyo?

    —¿Dóndeseencuentratupoblado?—preguntóSandokán.

    —Lejos,muylejos,enmediodelasgrandesselvasqueseextiendenmásalládelgranlago.

    —¡Entonces,túconoceselcaminoquellevaaKin-Ballu!

  • —Nohaycaminos.

    —Yalosé;perotúpodríasguiarnosatravésdelosbosquesyconducirnosallago.

    El herido le miró con los ojos entornados y luego, tras un instante desilencio,añadió:

    —Sí,simecuro,perosóloteguiaréatiyaunpequeñodestacamento.

    —¿Porqué?—indagóSandokán.

    —Los grandes bosques son posesión de las tribus de los kaidangan, lascuales son lasmás numerosas y lasmás feroces que se encuentran hacia elnorte.Siavanzasesconungrandestacamento,difícilmentepodríasescaparasusataquesytucabezairíaahacercompañíaamuchasotras.

    —Esonoescuestióntuya.Jamáshetemidoaloscortadoresdecabezas.

    —Yomepreocupodelamíaynotengoningúndeseodeperderla.

    —Eresastutocomounverdaderosalvaje—dijoSandokán—.Confíasenengañarmey enmanejarme como a un títere, pero te equivocas demedio amedio,amigo.Reanudaremosestaconversaciónmástarde.

    Sevolvióhacialoscuatromalayosylesdijo:

    —Entablilladlapiernadeestehombre;luegoleconstruiréisunaliteraylotransportaréisalacosta.

    EstabaapuntodesalircuandoentróSapagar,unodesuslugartenientes,elmismoquehabíamandadoalabahíadeMalluduparaqueintentasesaberdequépartehabíanllegadoaquelloslejanoscañonazos.

    —¿Asaltannuestraflotilla?—lepreguntóSandokán.

    —No, patrón: la chalupa de vapor y los praos no están amenazados pornadieynuestrastripulacionesvigilanalolargodelacosta.

    —¿Quiénhadisparado,pues,aquelcañonazo?

    —Hemosoídodosmás,jefe,ymeparecequeveníandefrentealabahía.He explorado un par de millas, aunque el agua estaba muy agitada yzarandeabafuriosamentealagranchalupa,ynohevistoningúnfanalhaciaelnorte.

    —Y, sin embargo, tengo la esperanza de que aquellos disparos sean delyate de Yáñez —respondió Sandokán, que se había quedado pensativo—.¡Bueno! Dentro de una hora apuntará el alba y veremos qué sucede en ladesembocadura de la bahía. Avisa a Sambigliong que permanezca aquí conveintehombres,guardandoalosprisioneros;reúnealosotrosypongámonos

  • enseguidaenmarchahacialacosta.Estoyimpacienteporllegarallí.

    El lugarteniente partió corriendo,mientras los cuatromalayos construíanunacamillaconbambúesyramasentrelazadasparatransportaralherido.

    Sandokánextrajodesuampliafajaunariquísimapipaadornadadeperlasy pequeñas esmeraldas, la llenó de tabaco y la encendió con un tizón quetodavíallameabaanteunacabañaenruinas.

    ApenashabíaaspiradocincooseisbocanadasdehumocuandoreaparecióSapagarconduciendoadosdocenasdehombres.

    —Estamoslistos,jefe—dijoalTigredeMalasia.

    — ¿Ha colocado centinelas Sambigliong? Esta kotta puede ser muypreciosaparanosotros.

    —Todosestánensuspuestos.

    —Rodeadlacamilladelheridoyvigiladquenoseescape.Estebandido,incluso con una pierna rota, podría jugarnos una mala pasada. ¡Vamos, enmarcha!

    Lapequeñacolumnasalióporlabrechaabiertaporelpetardoyseadentróenlaselvatenebrosa,apretandoelpaso.

    CuatrohombrescaminabananteSandokán,quiennohabíaapagadolapipaparaseñalarelcaminoyevitarcualquiersorpresaporpartedeloshabitantesdelaselva.

    El camino fue recorrido rápidamente y sinmalos encuentros. Sólo algúnanimal surgió ante la vanguardia desapareciendo rápidamente entre losmatorrales,algúntigre,algunapanteranegraoquizásalgúninocuobabirusa.

    Comenzaban entonces a disiparse las tinieblas cuando Sandokán y sushombresllegaronaunapequeñacalaqueseabríaenelextremomeridionaldelavastabahíadeMalludu.

    Ancladoscercadelaplayahabíaunagranbarcazadevapordedoscientasomástoneladas(armadaconunaametralladorasituadaaproa,sobreunpernogiratorio, para batir diferentes puntos del horizonte, y con dos grandísimasespingardascolocadasababoryestribordelaruedadeltimón)ycuatropraosde guerra, con puentes y arboladuras inmensos, armados de mirim ylarguísimasespingardas.

    Sandokán produjo con su silbato de oro una nota larguísima y casi enseguidaunmalayo,quevigilabaabordodelabarcaza,saltóatierra.

    —¿Hasoídootroscañonazos?—lepreguntóelTigredeMalasiacontonopreocupado.

  • —Sólocuatro.

    —¿Cuándo?

    —Hacedoshoras.

    —¿Luegonada?

    —No,jefe.

    —¿Dequédirecciónveníanlasdetonaciones?

    —Delnortedelabahía.

    —¿Ynohasvistonada?—Absolutamentenada.

    —¿Estáatodapresiónlamáquinadelabarcaza?

    —Siempre,jefe.

    —¡Abordo!—GritóSandokán,volviéndosehaciasushombres—.Vamosaverquiénhadisparadoesoscañonazos.

    Comounrelámpagolosmalayossaltaronalconvésdelagranchalupa,yaocupadaporunadocenadehombressalidospresurosamenteporlasescotillasdeproaypopa.

    —¡Adelante,máquinas!—mandóeljefedelostigresdeMompracem.

    Resonóunsilbidoagudoylabarcazasehizoalamarconunavelocidaddecatorceoquincenudos,dirigiéndosehaciaelnorte.

    Enaquelprecisomomentoaparecíaelsol,lanzandosusrayosporencimade las inmensasselvasqueseextendíanpor todas lascostasorientalesde lavastísimabahía.

    Lasavesmarinasalzabansuvueloengrannúmero,volandosobreaguascentelleantes de reflejos de color de púrpura, y grandes tiburones saltabanmostrando sus formidables colas y sus enormes bocas, siempre abiertas yerizadasdefilasdedientesterribles.

    Sandokánsehabíaapoyadoen laametralladora,que,comohemosdicho,seencontrabaenelcastillodeproa,yalargabasumiradahaciaelnorteconlaesperanzadedescubrirlanavequehabíadisparadodurantelanocheaquelloscañonazos.

    Había vuelto a encender su espléndido chibouk, pero no fumaba con suacostumbradacalma.Parecíaqueaspirabarabiosamenteelhumo.

    Sapagar,sulugarteniente,estabacercadeélmasticandounanuezdearecayescupiendodevezencuandoungranchorrodesalivaroja.

    Todoslosdemásestaban,porelcontrario,apoyadosenlasbordasdebabor

  • yestribor,conlascarabinashaciaelmar,comosiesperasenserasaltadosdeunmomentoaotro.

    Apenas había transcurrido un cuarto de hora cuando una detonaciónretumbóhacialaentradadelabahía,seguidainmediatamenteporunnutridofuegodefusilería.

    Sandokánhabíadepositadoelchiboukencimadelpequeñocabrestante.

    —¿Eséseelcañónquedecías?—preguntóaSapagar.

    —Sí,jefe—respondióellugarteniente.

    —¿Aquédistanciacreesquelohandisparado?

    —Aunamediadocenademillas.

    Sandokánsemojóconunpocodesalivaelpulgardelamanoderechaylolevantó.

    —Viento de poniente —dijo luego—. Apostaría mi cimitarra contra unkrissaquesecombateenlabahíadeKudat.¿Nohabránasaltadolosdayakosdetierraalosdayakosdemarparaabastecersusmuseosdecabezashumanas?Allí estaré yo también, queridos, y la ametralladora os calentará bien lasespaldas. Querido Sapagar, haz cargar las espingardas con media libra declavos.Nomatan,peroponenenfuga.

    Luego,volviéndosealtimonel,gritó:

    —¡Barraabarlovento!¡DerechosalabahíadeKudat!

    Otro cañonazo resonó en aquel instante seguido por una descarga defusiles.

    —¡Parecequeelasuntoesserio!—DijoSandokánaSapagar—.Nosonsimplesseñales.Allísecombateyfieramente.¿NohabránasaltadoaYáñezyTremal-Naik?¡Pormildiablos…!¡Aydeellos!

    —Deberíanhaberllegado.

    —Asícreo.

    —ConlosindiosdelAssam.

    —Yáñezno llegarásolo.Unraja tienemillaresymillaresdeguerrerosyestoysegurodequetraeráunrefuerzoconsiderable…¡Otrocañonazo!

    —Yotradescarga,jefe.

    —¡Maquinista,alimentalascalderas:tengoprisa!

    Estaordenera completamente inútil, porque losmaquinistasy fogoneroscompetíanenarrojarpaladasdecarbónaloshornos.

  • La barcaza se deslizaba como una golondrina marina, brincando yresoplando.Unbramido sonoro sacudía sus costadosybajo lapopa el aguarebullíaespumeante,atormentadaporlosgolpesprecipitadosdelahélice.

    —¡Todosasuspuestosdecombate!—gritóSandokánenelmomentoenque retumbaba otro cañonazo. Se subió al cabrestante para dominar con sumiradaunespaciomásvastoyoteóatentamentehaciaelnorte,allídondeseabríalabahíadeKudat.

    —¿Nada,patrón?—preguntóSapagarluegodeunosinstantes.

    —Me parece divisar humo—respondió el Tigre de Malasia—. Hay unpromontorioquemeimpideverloquesucedealotrolado.

    —¿Ypraos?

    —Ninguno,porahora.Veatraermemicarabina.Tambiényoquierohaceralgúndisparo.

    Durante otros quince minutos la barcaza continuó su furiosa carrera,resoplandoyvomitandoporsuchimeneainmensasnubesdehumonegrísimo;luegosedejóoírlavozdeSandokán:

    —¡Maquinista, disminuye lamarcha!Y tú, timonel, vigila: hay escollosantenosotros.Doshombresalsondeo:¡listos!

    LabarcazahabíallegadocasialladodeunaltopromontorioqueimpedíadivisarlaentradadelapequeñabahíadeKudat.

    Justamentedetrásdeaquelaltoacantiladotronabaelcañónyresonabanlasdescargas de mosquetería. Ciertamente, a corta distancia se estabacombatiendo.

    — ¡A la ametralladora, Sapagar! —Tronó el Tigre de Malasia—. ¡Seishombresalasespingardasynoahorréislosclavos!

    Armólacarabinaylaapuntóhaciaelpromontorio.

    Los disparos se sucedían unos a otros, alternándose con violentísimasdescargasdefusilería.Devezencuandoseoíantambiéndetonacionessecas,queparecíanproducidasporgruesasespingardasopormirim.

    —Se trata de un auténtico ataque contra algún buque encallado —dijoSandokánaSapagar—.Hayarmasmodernasyarmasantiguasquecombatenjuntas.¿Quiénesseránlosasaltados?

    — ¿Se habrán enfrentado dos tribus de piratas? —Preguntó ellugarteniente—.Yasabesqueson frecuentes loscombatesentre losdayakosdemar.

    Sandokánsacudiólacabeza.

  • —No —dijo luego—, están en juego armas indias o por lo menoseuropeas.Sédistinguirmuybienundisparodemirimodeespingardadeundisparodeunaauténticapieza,yasítambiénladetonacióndeunacarabinadela de un viejo arcabuz… ¿Dónde se habrán metido que no se dejan vertodavía?

    —Veohumo,señor.

    —¿Dónde?

    —Salededetrásdelpromontorio—respondióSapagar.

    Enaquelmomentoseoyerongritosespantosos.Parecíaquecentenaresycentenares de hombres se animasen recíprocamente a intentar un osadoabordaje.

    —Sondayakos—dijoSandokán—.¡Ah,bribones!¡Oslastendréisqueverconnosotros!

    La barcaza bordeaba en aquelmomento el promontorio, lengua de tierrabastanteelevada,cubiertadepalmasinmensasyqueteníaanteellaunnúmeroinfinitodeagudosescollos,peligrosísimosparacualquierembarcación.

    Los cañonazos aumentaron rápidamente y era furioso el estruendo de lafusilería.

    LostigresdeMompracemolfateabanávidamenteelolordelapólvorayacadadescargaseestremecían.

    El instinto feroz y guerrero de la razamalaya se despertaba con todo supoderío.

    Sediríaqueporsusrostrospasabanenaquelmomentoestremecimientosterribles.

    La barcaza, que navegaba lentamente para no chocar contra aquellamultitud de escollos, dobló finalmente el promontorio y se presentó ante laentradadelabahía.

    En aquelmomento se libraba una terrible batalla cerca de aquel espacioabierto,aponientedelavastísimaensenadadeMalludu.

    Próximo a un islote estaba detenido un magnífico yate aparejado comogoleta,deundesplazamientodedoscientasotrescientastoneladas,ydesdesupuenteunaveintenadehombresdisparabandesesperadamentecontraquinceoveintepraosquelohabíanrodeado.

    De los puentes de los pequeños y velocísimos veleros se alzaban gritosespantosos y grupos de hombres, casi desnudos, armados de parang,kampilang y grandes mosquetones, se agitaban ferozmente intentando por

  • todoslosmediossubiralabordaje.

    Los hombres del yate se defendían desesperadamente, alternandocañonazosconfuribundasdescargasdemosquetería.

    En medio de ellos, tieso en el pequeño puente de mando, un hombreblanco,degranestatura,conunaespesabarbaentrecana,vestidoconuntrajemedioeuropeoymedioindio,conungranturbanteenlacabeza,disparabadevez en cuando sus largas pistolasmanteniendo entre sus labios un cigarrilloapagado.

    Parecíacomosiseencontrase,envezdeenmediodeuncombate,enunadivertidísimafiesta.

    Sandokán,queenseguidalohabíavisto,gritóavozencuello.

    —¡Yáñez!¡Mihermanitoblanco!¡TigresdeMompracem,alataque!¡Alataque!

    Lospraosdayakos,habiéndosepercatadoenseguidadelapresenciadelabarcazadevapor,enlugardehuir,habíanformadorápidamentedosescuadrasparahacerfrentealdobleenemigo.

    LossieteuochomásgrandessehabíanestrechadoalrededordelyatedeYáñez, lanzando sobre la cubierta de éste nubes de flechas y disparandoalgunos tiros de arcabuz; los otros se habían hecho a la vela corriendo alencuentrodelabarcaza.

    — ¡Hazhablar a la ametralladora!—OrdenóSandokán—.Rápidos a lasespingardas.

    Una serie de detonaciones rompió el aire, apagadas BXX seguida porgritosespantosos.Elterribleinstrumentodedestruccióncomenzabasutrabajofulminandoalospequeñosvelerosysustripulaciones.

    Los tigres de Mompracem hacían el fuego aún más mortífero con suscarabinas.

    Se había trabado la batalla con gran impulso por ambas partes, porqueparecíaquelosdayakosestabanresueltosallegaralabordaje,segurosdequeunavezsobreelpuentellevaríanlasdeganar,yaqueerantresocuatrovecesmásnumerosos.

    Pero teníanenfrentea losdoscampeonesmásformidablesde lapirateríamalaya, que habían tomado parte en centenares de combates, a cuál mássangriento.

    Elyatey labarcazaoponíanuna resistenciamaravillosaycondescargastremendas mantenían alejados a los asaltantes, impidiéndoles llegar alabordaje.

  • Tres veces los praos se lanzaron con gran ímpetu contra la barcaza,desafiando lametralla y los tiros de espingarda y carabinas de los tigres, yotrastantasvecessevieronobligadosaretroceder.

    Viendo ante sí un espacio libre, Sandokán decidió intentar a su vez elataqueparaunirsealyate.

    —¡Atodamáquina!—mandó—.¡Destrozadloquesepongadelante!

    Labarcazatomóimpulsoyavanzóenmediodelospequeñosveleros,loscualesestabanbatiéndoseen retirada, rechazadosporel fuego infernalde laametralladoraylasdosespingardas.

    Noobstante, uno de losmayores, con numerosa tripulación, no tardó envolveralacargaintentandocortarelpasoalabarcaza.

    —¡Másvelocidad!—gritóSandokán.

    Lagranchalupadevapor,cuyocascoeradehierro,embistiófuriosamentealveleroyledestrozóelcostadoderecho.

    Sinembargo,nodecayóelánimodelosdayakoseintentaronarracimarseen las bordas de la barcaza para saltar al abordaje, pero la ametralladorafulminóasieteuochocasiaquemarropa.

    Losotros,viendoacudiralosmalayosarmadosdeparang,searrojaronalagua,mientraselpraosevolcabaquedandoconlaquillaalaireyhundiendosuinmensaarboladura.

    Elcamino,porlomenosenaquelmomento,estabalibre.

    La barcaza se deslizó como una flecha entre los restantes veleros,disparando a babor y estribor, y se detuvo cerca del yate, el cual estabaencalladoenelextremodeunpequeñobancodearena.

    El hombre blanco que vestía un traje medio indio y medio europeo seinclinó sobre la barandilla del pequeño puente de mando, imitado por otrohombre vestido completamente de indio y que tenía la piel bronceada conalgunatonalidadamarillenta.

    —¡Buenosdías,Sandokán!—gritaronalunísono,mientras sushombresnocesabandehacerfuego.

    — ¡Buenos días, Yáñez! ¡Salud, amigo Tremal-Naik! —Respondió elTigredeMalasia—.¿Estáisancladosoencallados?

    —Encallados—aclaróYáñez—.No te preocupes por ello, lamarea altanospondráaflote.

    —Cuentoconmibarcazaymeseráfácilvolverosaponerencondiciones.¿Necesitáisayudaabordo?

  • —Noporahora,hermanito.

    —Ahora unamos nuestras fuerzas para desembarazarnos de estosbandoleros.Lesdaremosuna lecciónque recordarándurantemucho tiempo.Estad atentos a no dejarlos subir a bordo. Si ponen los pies en cubierta,seremosnosotroslosquepasaremosunmalrato.

    Aunque habían experimentado gravísimas bajas y tenían más de unaembarcación malparada, los dayakos volvían a la carga, más furiosos quenunca,resueltosaacabartodoconungolpedesesperado.

    Al principio fue un duelo de tiros de espingarda, de ametralladora y decañón,porqueelyatellevabadospequeñaspiezascolocadasababoryestribordelatoldilla.

    Enunsegundotiempo,losdayakos,quenoteníannadaqueganar,yaqueposeíanmalasarmasdefuego,comenzaronaformarunalíneadecercoparacoger en medio a las dos embarcaciones enemigas y acabar con sustripulacionesagolpesdekampilang.

    — ¡Yáñez! —Gritó Sandokán, que no había abandonado la barcaza,aunqueteníaardientesdeseosdeabrazarasusdosamigos—.Despejalapartede babor; lo defenderé yo del abordaje desdemi lado. ¿Quieres algún buencañonero?Tengodesobra.

    —Tengo a Kammamuri en las piezas. Figúrate que he hecho de él migeneraldeartillería…

    —¡Ah!,¿telohastraídocontigo?

    —NopodríavivirlejosdeTremal-Naik.

    —Mientrascharlamossenosechanencima,¡cuidado!

    —¡Estostambiéngritancomoocas!

    —Hagámoslescallar,Yáñez.

    — ¡Fuego de andanada, Kammamuri! ¡Suéltales un tiro doble! ¡Eh,vosotros,mojadunpocoloscañonesdevuestrascarabinasuosquemaréislosdedos!

    Yáñez había subido de nuevo al pequeño puente de mando, seguido deTremal-Naik,ysehabíapuestoamirar tranquilamente lospraos,quehabíancomenzadoyaaestrecharelcerco.

    Labarcazayelyatehabíanreanudadolainfernalmúsicaconuncrescendoformidable.

    Cuandolaametralladoraylasespingardascallaban,eranlascarabinasdelosmalayosydelosindioslasqueentrabanenjuegoynodejabantiempoa

  • losdayakospararecuperarse.

    De vez en cuando algún mástil de los praos se derrumbaba con granestruendo,aplastandolasbordasygolpeandoolisiandoanopocoshombres,obien se precipitaban sobre la cubierta velas y aparejos, sepultando a loscombatientes.

    Enormesnubesdehumoenvolvíanalabarcazayalyate,amenazandoconasfixiara losmalayose indios;yenmediodeaquellasnubesestallabanportodaspartesrelámpagosysalíanenformidablesdetonaciones.

    Sinembargo,losdayakosnocesabanelcerco,comonocesabantampocodehacertronarsusespingardas.

    Estabanyaapuntodeabordar labarcaza, lacual, comoeramásbajadeborda,seprestabamejorparaunabordaje,cuandoseoyeronalgunosdisparosretumbarjustamenteapopadelospequeñosveleros.

    — ¡Eh, Sandokán!, ¿quién nos trae refuerzos? —gritó Yáñez, quedisparabaconunamagníficacarabinadedoscañones.

    —¿Novesnadatú,queestásmásalto?—preguntóelTigredeMalasia.

    —Elhumomeloimpide.

    —¡Sapagar!

    —¡Patrón!

    —Quesuspendanunmomentoelfuego.

    —Perotenemosalosdayakosencima,patrón.

    —Déjalos que se acerquen. ¡No ganarán nada! Quieren probar nuestrosparangyselosharemoscatar.

    —¡Deteneos!—GritóSapagar—.¡Empuñadlossables!¡Atacamos!

    Después saltó sobre el cabrestante de proa, atravesando el humo que elvientodispersabalentamente.

    — ¡Nuestros praos!—exclamó unmomento después—.Cañonean a losdayakosporlaespalda.

    —¡Reanudadlamúsica!—TronóYáñez,quelohabíaoído—.¡Cubriddeclavosyplomoaesacanalla!

    Sereanudóelfuegoconmayorfuria.

    Un prao dayako intentó abordar a la barcaza por la proa, lanzando susveintehombresalabordaje.

    Sandokánselanzócontralosasaltantescomounverdaderotigre,seguido

  • por una docena de sus hombres, y les cerró el paso.Bastaron unos cuantosgolpesdeparangy algúnpistoletazoparadecidir a losdayakos abatirse enretirada.

    En el mismo instante dos mástiles del prao caían a través del puente,abatidospordoscañonazosdisparadosdesdeelyate.

    Aquello fue la señal de una derrota completa. Los pequeños veleros, engran parte maltrechos, rompieron el cerco, viraron más que de prisa y,aprovechandolabrisaseptentrional,sealejaronhaciaponiente,saludadosporunaúltimaandanadadisparadadesdelabarcaza.

    3.Elretornoalacosta

    Labatallahabíaduradomásdeunahora,connotablespérdidasporambaspartesygranderrochedemuniciones.

    Pero la peor parte le había correspondido a la flotilla de los dayakos, lacual había perdido dos embarcaciones y había resultado con cuatro o cincocompletamentedestrozadas.

    Tambiénhabíancaídomuchospiratas,yseveíanmuchoscuerposhumanosflotar alrededor de los pecios, en espera de que los tiburones, siemprenumerosísimosenlasaguasdeMalasia,acudieranadevorarlos.

    Mientras los tigres deMompracem se apresuraban a lanzar al agua susmuertosyacurarasusheridos,Sandokánhabíasubidorápidamentealpuentedelyate,dondeYáñezyTremal-Naikloesperabanansiosamente.

    Aquellos tres hombres formidables, que tantas audaces empresas habíanllevadoacabojuntosenBorneoyenlaIndia,seabrazaronafectuosamente.

    —Nocreíapoderverostanpronto,queridosamigos—expresóelTigredeMalasia.

    —Y nosotros no esperábamos encontrarte aquí —respondió Yáñez—.¿Oísteis,pues,nuestroscañonazos?

    —Meavisaronalrededordemedianochedequesehacíafuego.¿Cuántohadurado,endefinitiva,elataque?

    —No ha comenzado hasta el alba —informó Yáñez—. Pero habíamoshechofuegorepetidasvecesdurantelanocheparamanteneralejadosalgunospraossospechosos.Túyasabescómoconozcoaestospiratascosteros.

    —¿YSurama?

  • —Gobierna tranquilamente su Assam, adorada por el pueblo y por losgrandes.Haexperimentadoungrandisgustocuandoyo,príncipeconsorte,hepartido; pero como tú la has ayudado a conquistar el trono, yo no podíapermanecer sordo a tu llamada y te traigo cuarenta guerreros assamés es,elegidosentrelosmejores.Valentantocomotusmalayos.

    —Deellorespondoyo—dijoTremal-Naikriendo—;yo,quesoyministrodelaguerraygeneralísimodelastropas.

    —Mientras yo soy, señor Sandokán, generalísimo de toda la artilleríaassamesa—declaróunavozalegredetrásdeellos.

    — ¡Ah, Kammamuri!—exclamó Sandokán estrechando la mano al fielmaharatadeTremal-Naik—.Dondevatupatrónestástúsiempre.

    —Los terribles acontecimientos de la jungla negra nos han unido parasiempre.TigredeMalasia—respondióelmaharata.

    — ¡Ah!… Explícame una cosa —requirió en aquel momento Yáñez,volviendoaencendersucigarrillo—.NoshabíasdadocitaenlaisladeGaya.¿Porquénohasesperadonuestrallegada?Afortunadamentehabíastomadolaprecaucióndedejarinstruccionesmuyclarasparanosotros.

    —Porque han ocurrido algunas cosas que podrían comprometer lareconquistadeltronodemispadres—respondióSandokán—.Yavolveremosahablardeellomástarde.Porelmomentoocupémonosdenuestroyate,quenotieneintencióndemoverse.Pero,¿yDarma?¿YsirMoreland?

    —MihijaseencuentraenColniboconsumarido—dijoTremal-Naik—.HanprometidoveniravernosalacortedeAssam;¿verdad,Yáñez?

    —Yesedíaprenderéfuegoamitrono—replicóelportugués,riendo.

    —¿Teaburre,pues?—preguntóSandokán.

    —SinoamaseaSurama,volveríaaquíydejaríaconmuchogustoAssamya todos los assameses. No somos hombres nosotros para llevar una vidatranquila.Hemosenvejecidoentrelosgritosdeguerradelosmalayosydelosdayakosyelhumodelaartillería,yañorosiempreMompracem.

    —¡Calla,hermanito!—dijoSandokánconvozquebrada—.¡Calla!

    Se había pintado una viva emoción en su rostro varonil y apretaba lospuños,mientrassufrenteseensombrecía.

    —¡Mompracem!—Continuóluegoconuncalladosollozo—.Novuelvasaabrirlaheridaquesiempresangra.Pero,¡quiénsabesiundíanovolveréapensartambiénenmiisla!Bueno,nohablemosmás:éstenoeselmomento.

    Dicho esto, se pasó dos o tres veces la mano por la frente, como para

  • apartarrecuerdoslejanosybastantedesagradables,yluegoseinclinósobrelabordadebaborygritó:

    —Sapagar,¿estáatodapresiónlamáquina?

    —Sí,patrón.

    —Prepara una maroma, la más gruesa que tengamos. Ve rápido: losdayakos podrían volver con refuerzos y nos hemos quedado casi sinmuniciones.

    —Enseguida,patrón.

    EntoncesvolvioseaYáñez:

    —¿Hashechosondarelagua?

    —Nohaymásquetrespies.Essolamentelaproalaqueestáencallada;lapopaflota.

    —¿Cuándohabéisencallado?

    —Unahoraantesdemedianoche.

    —¿Hascambiadodelugarellastre?

    —Hehechollevarporlomenostresquintalesaproa.

    —¿Subelamarea?

    —Desdehaceunpardehoras.

    —Meparece,enefecto,queelcascoexperimentaalgúnestremecimiento.Ahoraveremos—dijoSandokán—.Temoqueesosmalditosdayakossehagandenuevoalamar.Esosbribonesseresignandifícilmentealasderrotasysonexcesivamentevengativos.Probemos.

    Descendió rápidamente por la escala y saltó a la barcaza, la cual seestremecíapoderosamentebajolosgolpesprecipitadosdelosémbolosydelahélice.

    Searrojóunasólidamaromadesdelatoldadelyatequefueaseguradaenlapopade labarcaza; luego lamáquina sepusoa resoplar fuertementey latraccióncomenzó,alprincipiolentamenteyluegocongranímpetu.

    Desde lo alto del puenteYáñez observaba la operación en compañía deTremal-NaikydeKammamuri.

    Lamaromasehabíatensadoextraordinariamente,peroelyateresistíaalatracción de la barcaza, aunque sus hombres habían desplegado las doscangrejasparaayudaralintentodedesembarrancarlo.

    De repente se elevóungritode la tripulaciónde labarcaza.Lamáquina

  • estabaapuntodevencerlaresistenciadelasarenas.

    Se vio al yate al principio inclinarse ligeramente a estribor, y despuésdeslizarsedulcementeporelmar.Ya flotabaperfectamenteypodíavolveranavegarconsusvelas.

    —¿Tienesvíasdeaguaaproa,Yáñez?—gritóSandokán.

    —Ninguna —respondió el portugués—. Antes de que me asaltasen losdayakosyahabíahechovisitarlasentina.

    —Haz virar y sígueme sin retrasos. Veo allí, hacia la playa, reunirsealgunospraos.

    —Ahora no nos alcanzarán—afirmóYáñez—.Mi yate es un velero deprimeraclasequepuededesafiaracualquierembarcación,malayaodayaka.

    Continuaba soplandouna ligerabrisadelnorte, suficienteparaunveleroquellevabacangrejasyescandalosamuygrandes.

    Enpocosinstanteselyatehizociabogayreanudósuruta,escoltadoapocadistanciaporlabarcazadevaporylosdospraosmalayos.

    Sandokán se había puesto a observar junto con Sapagar. Algo debía desuceder en los pueblos dayakos alineados en la costa y casi a mediassepultadosporunasoberbiavegetación.

    Se oían gritos agudísimos estallar de vez en cuando, enmedio de uno uotrogrupodecabañas,yseoían también tirosdearcabuzquedebíandeserseñales.

    En una profunda hendidura de la costa se veía navegar lentamente otrospraos,haciendoextrañasevoluciones;noeranlosquehabíansidoderrotadospocoantes,porquenoveníandeponiente.

    —¡Enelfondodetodoestoestálamanodeesemalditoinglés!—AfirmóSandokán—. Hemos sido traicionados, querido Sapagar, a pesar de lasprecauciones que habíamos tomadopara guardar nuestro secreto.EstoymásquesegurodequeaestashorasenKin-Balluseconocenuestroavance.

    —YsinembargohemoscapturadoaNasumbata—observóelmalayo.

    —Quizáhemosllegadodemasiadotarde.Antesdequepodamosllegarallago tendremos que pasarlomuymal. Pero somos bastante numerosos y nonosfaltannilasarmasnilasmuniciones.Asusdayakosdetierraopondremosnuestros dayakos de mar de Tiga y nuestros malayos en compañía de losguerrerosdeYáñez…

    Sesentósobrelaespingardadebabor,sacósuchibouk,lollenóy,despuésdehaberloencendido,sepusoafumarplácidamente.

  • Yáñez,enlapopadesuyate,fumabasueternocigarrillo,sinpreocuparse,según parecía, de los dayakos que durante la noche le habían dado tantoquehacer.

    A mediodía la barcaza y el yate llegaban al fondeadero situado en elextremomeridionaldelabahíadeMalludu.

    Echadaslasanclasybotadaslaschalupas,lastripulacionesdesembarcaronante una docena de cabañas construidas como mejor se había podido, conramasyhojasdebananosypalmas.

    Sandokán,Yáñez,Tremal-NaikyKammamurimarcharonaocuparlamásamplia, que estaba guardada por un destacamento de malayosformidablementearmados.

    Enelinterior,echadoenunmontóndehojassecas,estabaNasumbata,conlasmanosatadasylapiernaheridacuidadosamentevendada.

    —¿Quiénesestehombre?—preguntóYáñez,observándoloconextremaatención.

    —ElquemehatraicionadoymehaobligadoazarpardeTigasinesperartullegada—respondióSandokán.

    —¡Cómo!¿Haytraidoresentretushombres?

    —NoesunodelosviejostigresdeMompracem.

    —Enefecto,nolohabíavistojamás.

    —Comamosahora;despuésnosocuparemosdeestehombre.

    Enmediodelacabañasehabíaextendidounabellísimaesteraalegrementemulticolor, formada por hojuelas y fibras de rotang, y alrededor de ellaalgunoscojinesdesedaroja.

    SandokándiounapalmadaySapagarcomparecióinmediatamente,seguidopor algunos malayos, que llevaban soberbios pescados asados, galletas ybotellas.

    —Os ofrezco todo lo que en este momento poseo —dijo el Tigre deMalasia—.Estamosescasosdevíveres.

    —Y nosotros no menos que tú—dijo Tremal-Naik—. Nuestro viaje haduradomásdeloquecreíamos.LaIndianoestápróximaaBorneo.

    —¿OshabéisembarcadoenCalcuta?

    —Sí, Sandokán—respondió Yáñez—, y, aunque la travesía no ha sidotempestuosa,sinembargohaduradomucho.

    —¿Dóndehabéiscompradoelyate?

  • —EnRangoon,paranosuscitarsospechasentrelasautoridadesinglesas.

    —Hagamos honor a la comida. Si no es variada, por lo menos esabundante.

    Enunospocosminutosdevoraronlosmanjares,copiosamenteregadosconexcelentesbotellasquesehabíandesembarcadodelyate.

    Estabanencendiendo laspipasycigarrilloscuandoentróSambigliong,elviejo tigredeMompracem, saludadoalegrementeporYáñez,Tremal-NaikyKammamuri.

    — ¿Qué novedades hay?—preguntó Sandokán, que de repente se habíasentidoinquieto.

    —Durantevuestraausenciahanocurridocosasquenologroexplicarme.

    — ¿Te han comido una media docena de hombres? —interrogó Yáñezbromeando—.Yasabesque losdayakosdel interior, ademásdeser terriblescoleccionistas de cabezas humanas, tampoco desdeñan un bistec de susenemigos.

    —Mis malayos no han visto todavía ningún antropófago —respondióSambigliong.

    —Explícatemejor,pues—dijoSandokán.

    —En la selva que se extiende por detrás de la kotta hemos oído, por lomenostresveces,unredobleprolongado.SiestuvieratodavíaenlaIndia,diríaqueeranpersonasquetocabanalgúnenormehauk.

    — ¿Es eso todo?—preguntó Yáñez—. Podrías mandar a esos músicosalgunabotellaparaquerecuperenunpocolasfuerzas.

    —Hayalgomás,señorYáñez.

    —¿Hasvistoaldiablo?

    —Nobromees,hermano—ledijoSandokán—.No sabemos todavíaquésorpresanospreparaeseperroaventureroquedesdehacequinceañossesientaeneltronodemisantepasados.Continúa,viejoSambigliong.

    —Hacia el alba, cuando mis hombres, después de haber dispuestobastantescentinelasenlasempalizadasdelakotta,sepreparabanparareposarun poco, pareció como si un huracán violentísimo se desencadenase en laselva.Seoíanfragoresespantosos,queparecíanproducidosporelprecipitarsedeunnúmeroinfinitodeplantas,mientrasentrelasespesasredesdelosrotangylosnepentesbrillabanlucesfugaces.

    —¿Estabacalmadoeltiempo?

  • —Muy calmado, patrón; había cesado completamente la tempestad y nohabíaunanubeenelcielo.

    —¿Hasoídoalgúntirodefusil?—preguntóTremal-Naik.

    —Ninguno.

    —¿Ygritoshumanos?—indagóSandokán.

    —Tampoco.

    —Eraunaserenatadenuevaclase—dijoYáñezvolviendoaencenderuncigarrilloyllenándoseunvaso.

    — ¿Han permanecido tranquilos los prisioneros? —volvió a preguntarSandokándespuésdeunbrevesilencio.

    —No se han movido. He probado a interrogarles y todos me hanrespondidoquenohanoídonada.

    —Llévateotrosveintehombres,hazdesembarcarunpardeespingardasdenuestrospraosyretornaalakotta—dijoelTigredeMalasia—.Esapequeñaperosólidafortalezanosesabsolutamentenecesaria.

    —¿Yquéhedehacerdelosprisioneros?

    —Por ahora vigilarlos estrechamente y cuidar de que no huya ninguno,aunqueyaestoysegurodequeelrajadeKin-Balluestáenteradodetodo.Yahora volvamos a chuparnos deNasumbata.Creo,Kammamuri, que tendrásquetrabajar.Siemprehassidofamosoportuformadeobligaralosprisionerosahablar.

    —¡Noseríaunmaharata!—respondióelindioconunasonrisacruel.

    —NoshasdadobastantespruebasenlaIndiadetuvalentía—dijoYáñez—.Deellopodríadeciralgoaquelpobreministroassamésqueraptamos.

    — ¿Cómo has podido conocer túmis proyectos, que no eran conocidosparalamayorpartedemishombres?

    —Una noche escuché tu conversación—confesó Nasumbata—. EstabasconSambigliongySapagar.

    —¡Espíacanalla!—murmuróYáñez.

    — ¿Has tenido el suficiente tiempo para advertir al raja? —preguntóSandokán.

    Nasumbatatuvounaligeravacilación,peroluego,viendoquelosojosdelTigredeMalasiasehacíanamenazadores,nolopensómás.

    —Hemandadouncorreo—confesó.

  • —¿Alraja?

    —Sí,señor.

    —¿Conquéencargo?

    —Coneldeavisarledetullegadaytudesembarco.

    —¿Porquénohaspartidohaciaellago?

    —Queríavigilartusmovimientos.

    —¿Creesqueel rajadel lagoha tomado lasmedidaspara impedirme latravesíadelasgrandesselvas?

    —Ciertamente;ynosésilograrásverlasorillasdellago.

    — ¡De eso respondemos nosotros plenamente! —Aseguró Yáñez—.Hemosderribadootrostronosynoseráciertamenteesehombreelquedetenganuestramarcha.¿Conocestúelcamino?

    —Sí,señor.

    —¿Cuántonecesitaráestehombreparacurarse?—preguntóaSandokán.

    —Laheridanoesgrave.Yademás,siesnecesario,loharemostransportar.

    —Seguidme, amigos —invitó Yáñez—. Hay algunas cosas que estehombredebeignorarporahora.

    Vaciaronotrabotella,volvierona encenderpipasycigarrillosy salieron,mientrasdosmalayosentrabanparavigilarestrechamentealprisionero.

    Enlaplayalosmalayosylosassamesesindiosestabandesembarcandolospocos víveres que habían quedado en la bodega del yate y armaban lasinmensasvelasdelospraos,lascangrejasylasescandalosas.

    Sólolabarcazaestabatodavíaconlasmáquinasapresión,comosituviesedeunmomentoaotroquehacersealamar.

    —Subamos al yate —dijo Yáñez—. Por lo menos nadie sabrá lo queproyectemos.

    —¿Dequiéndesconfías?—inquirióSandokán.

    — ¡Nunca se sabe…!Desde queme he convertido en príncipe consortedudodetodoydetodos.

    Subieronaunachalupayllegaronalyate,queseencontrabaancladoasóloveintebrazasdelaplaya,porqueenaquellugarelaguaeramuyprofunda.

    Atravesando el puente, descendieron a las cámaras donde había unbellísimosalón,conlasparedescubiertasdesedaazulydosampliasventanasqueseabríanenelespejodepopa,ababoryestribordeltimón.

  • Alrededorhabíapequeñosdivanesdeterciopeloazulyenmediounamesatallada,contaraceademarfilyplata.

    Del techopendíaunabellísima lámparadebronce,deestilo indio,cuyoscandelabros estaban formados por trompas de elefante entrelazadas conauténticobuengusto.

    Un indio de alta estatura, bastante moreno, más bien delgado, con ojosmuy negros y ardientes y el rostro encuadrado por una barba negra yligeramente encrespada, completamente envuelto en un amplio dootèe depercalina floreada, se mantenía en pie en el extremo del salón, como siesperasealgunaorden.

    —Puedesirte,Sidar—ledijoYáñez,saludándoleconungestodelamano—.Porelmomentonotenecesitamos.

    —¿Quiénesesehombre?—lepreguntóSandokán,cuandoelindiohubotraspasadolapuerta.

    —Nuestromayordomoo,mejordicho,nuestrochitmudgar.

    —¿Deconfianza?

    —Porcompleto.

    SehabíansentadoalrededordeNasumbataycontinuabanfumando.

    Eldesgraciadohabíapermanecido silencioso, aunque lohabíaoído todo,ya que la lengua malaya, que ya hablaban también corrientemente Tremal-NaikyKammamuri,leeratanfamiliarcomoladayaka.

    Sinembargo,susojos,inquietos,sehabíanfijadoconciertaangustiaenelTigredeMalasia.

    — ¿Estás dispuesto a confesar?—le preguntó Sandokán—. Te adviertoque hay un hombre que de todas formas te hará hablar y que venceráfácilmentetuobstinación.

    —Loquesabíayalohedicho,señor—respondióeldayako—.Hedejadotuislaporqueerapresadeldeseopoderosodevolveravermipobladoyamiscompatriotasdelinterior.

    —Yamelohasdicho,perotampocoahorasoytantontocomoparacreerte.Es muy diferente lo que queremos saber, a menos que quieras probar losmordiscos del fuego o del acero, o estallar con el vientre lleno de agua. Siquieres,tedejamoselegir.

    —Comoves,miamigoSandokánesgeneroso—dijoYáñezirónicamente—.Vamos,sueltalalenguaantesdequeperdamoslapaciencia.

    —Nohevistojamásalrajadellago—declaróelherido—.Oslojuropor

  • todaslasdivinidadesdelaselva.

    —Entonceshabrásvistoaalgúnmensajerosuyo—insinuóSandokán.

    —No;tampoco.

    —Kammamuri,estehombrenoquieresoltarlalengua.Lodejamosentusmanos.

    —Patrón —observó el maharata volviéndose hacia Tremal-Naik—, ¿teacuerdas de Manciadi, aquel a quien hicimos gritar en la jungla negra?Tampoco él quería decidirse a hablar, pero ¡cómo gritaba cuando el fuegoenrojecíasuspies!

    —Hazloquequieras—respondióelindio.

    Elmaharataagarróalheridopor losbrazos, loarrastróaunángulode lacabañaylecubriólospiesconhojassecas.

    — ¿Qué haces? —preguntó el desgraciado, que hacía esfuerzosprodigiososparaahogareldolorquelecausabalaherida.

    — ¡Te quemo las piernas!—Respondió fríamente elmaharata—.Así tuheridasecicatrizarámáspronto.

    Había ya encendido un fósforo y se preparaba para prender fuego a lashojas,cuandoeldayakoconungritoloretuvo.

    —¡No!¡No!—exclamó—.Medestrozaríasparatodalavida.

    —¿Hablarás,pues?—lepreguntóSandokán.

    —Sí,señor.

    —¿Yloconfesarástodo?

    —Todo.

    — ¿Es, pues, el raja del lago quien te ha pagado para traicionar missecretos?

    —Nopuedonegarlo.

    —Kammamuri, dale un vaso de ginebra para que recobre un poco lasfuerzas.

    Elmaharataarrojóelfósforoysedispusoaobedecer.

    CuandoNasumbatahubovaciadoelvaso,hizoque loapoyarancontra laparedde lacabaña,mientrasSandokánysuscompañerosvolvíana rodearloparanoperderunasolapalabradesuconfesión.

  • 4.Latraicióndel«chitmudgar»

    Nasumbata semantuvo unmomento en silencio, quizás todavía un pocodudoso entre hablar claro o buscar algún nuevo engaño; luego se decidió,temiendoqueKammamuripusieseenacciónlaamenaza.

    —Yaqueahoraestoycompletamenteavuestramerced—dijofinalmente—seréfranco,acondicióndequemeprometáislavida.

    —Corres demasiado, querido —le dijo el Tigre de Malasia—. Podrásobtenercuantopidas,perotansólocuandotengamoslapruebadequenonoshasengañado.Yahoravomitatodoloqueescondesenelsaco.

    —Cuandooshedichoquenoconocíaalrajablancodellagooshementido—dijoNasumbata.

    —Melohabíaimaginado.¿Cuándolohasvisto?

    —Haceunoscincomeses.

    —¿Dónde?

    —Enlasorillasdellago.

    —¿Esyaviejo?

    —Sí, tiene una larga barba gris y la frente bastante arrugada, pero meparecebastanterobusto.

    —¿Esverdadquetienedoshijos?

    —Dosjóvenesdesangremezclada,altosyfuertescomotoros,quetuvodeunaprincesadayakadeLabuk.

    —¿Quéencargotehabíadado?

    —QuemeunieseatienlaisladeGaya,yaquesabíaquehabíasvueltodeunlargoviaje.

    —¿CómoseenteródequeyoymisamigosnoshabíamosembarcadoparalaIndia?

    —Esonolosé—respondióNasumbata.

    —¿Quétemíademí?—preguntóSandokán.

    —Quetúytusmalayosospresentaraisdeimprovisoenlasorillasdellago.

    —Ysin embargodurantemuchos años le hedejado tranquilo, aunque laideadereconquistareltronodemisantepasadosydevengaramispadres,mishermanosymishermanasmehabíaatormentadoconstantementedurantemilargoexilio.

  • —Parece,señor,quenosehabíaengañado,porquetúestásaquíysupongoquenohabrásdesembarcadoenestabahíasóloparacazarmeamí.

    —Entoncespodemoshablar.¿Quéqueríasdecirme?

    —Quería preguntarte si crees que tienes fuerzas suficientes paraconquistartetambiéntúuntrono.

    —¿Cuántoséramoscuandodestronamosal feroz rajadelAssam?Quizámenosqueahora;y,sinembargo,connuestraastucialogramosdaraSuramalacoronaqueesperaba.

    —¿Cuáles,pues,tuproyecto?

    —Atravesarlosgrandesbosques,aunquetuvieraquehacerdoblecamino,llegaralasorillasdellagoysorprenderaesemiserablequetieneconmigounaterribledeudadesangre.

    —¡Ymatarlo,porsupuesto!—dijoTremal-Naik.

    — ¡Ese hombre no podrá esperar de mí gracia ninguna! —respondióSandokánconvozlúgubre.

    —Conozcovagamenteesa tutoría sangrienta—dijoTremal-Naik—.Perome gustaría conocer todos los detalles. Supongo que no partiremos hoymismo.

    —TengonecesidaddeasegurarmesobretododelaneutralidaddelrajadeLabuk,paraponer a cubiertonuestras embarcaciones.Undía a esepequeñopríncipe pirata le hice un servicio y espero que no lo habrá olvidado. Notocaremos tierraantesde tresdías, tambiénporquequieroasegurarmede lasoscurasintencionesdemienemigo.Estoysegurodequeyasehaolidoalgo:elasaltodelosdayakosesunapruebaevidentedeello.

    —Entoncestienestiempodenarrarmetutristehistoria—dijoelindio—.Avecesdeundetalleinsignificantepuedebrotarunagranidea.

    —Yhacerquemodifiquemoselplan—añadióYáñez.

    Sandokánsehabíapuestoenpie,conelceño fruncido,el rostroalteradoporunacóleraterribleylospuñoscerrados.

    Sus ojos espléndidos lanzaban relámpagos y parecía que unestremecimientosacudíatodosucuerpo.

    —¡HeaquíalTigredeMalasiadehacequinceaños!—MurmuróYáñez—. Me parece verlo todavía cuando desde lo alto del acantilado deMompracem lanzaba su desafío al leopardo inglés. El rugido del Tigre deMalasiahacíaentoncestemblaraLabuan.

    Sandokán se había detenido de pronto, golpeando la mesa con su

  • formidablepuño.

    — ¡Haz que me traigan de beber, Yáñez! —Gritó con voz ronca—.¡Necesitoapagarlallamaquemehacearderlasangre!

    Kammamuriselevantóyabriólapuerta.

    —¡Sidar!—llamó—.Botellasycopas.

    El indio, que estaba sentado en el primer escalón de la escalerilla, enespera de órdenes, se alzó prestamente y poco después entraba en el salónllevandoloquelehabíanpedido.

    Kammamuridestapóunabotelladeunlicorcolorrubíyllenócuatrocopasdecristalconarabescosdeoro.

    Sandokán vació de un trago el recipiente que Yáñez le tendía y luegocomenzó:

    —Han transcurrido unos veinte años desde aquella época funesta.DesdehacíadossigloslosSandokán,quepertenecíanaunacastaguerreradellevanteborneano, se asentaban en el trono de Kin-Ballu. Mis antepasados habíanconquistadounvastísimoreinoenelcorazóndelagranisla,agregandotodaslastribusdelosdayakosindependientesdelnorteyasentándoseenelKin,elmás grande y más bello lago que pueda encontrarse aquí. Mi padre, granguerrero también, había extendido sus conquistas hasta elmar y quién sabehastadóndelashabríahechollegarsinlaimprevistaaparicióndeunhombreblanco, raza fatalpara lamalayay tantasotras. ¿Dedóndevenía?Nunca losupe con precisión, pero tengo graves motivos para creerlo algún bandido,algúnevadidodecualquierpenitenciaríainglesa.Sedijoquehabíaarribadoala bahía de Labuk durante una noche de tempestad y que algunos dayakoscosteros,enlugardedecapitarloycolocarsucabezablancaenlaempalizadadesukotta,lehabíandejadoconvida,creyéndoleprobablemente,acausadesutezpálida,ungeniodelmar.Seaverdaderaonoestahistoria,elhechoesque aquel bandido, con no sé qué artes, logró atraerse las simpatías de unagrantribudedayakos,loscualestratabandehacerseindependientes.Unmaldíaestallóunaviolentarevoluciónenlascostasyavanzóamenazadoramenteen dirección a las grandes selvas. Mi padre, advertido de que un hombreblanco ibaa lacabezadenumerosas tribus, levantóunejércitoysepusoencampaña con sus famosos guerreros. Mis tres hermanos y yo leacompañábamos.Lasgrandesselvassevieronensangrentadasmuchasveces.Seluchabaconfurorenlasorillasdelosríosyenmediodelospantanos,conmatanzashorrendasporambaspartes.Sinembargo,elhombreblancoejercíauna extraña influencia sobre nuestros dayakos. Probablemente el oro ingléstenía su parte en aquella rebelión, porque nuestros adversarios estabanarmados con fusiles, que hasta entonces nunca habían poseído, mientras

  • nuestrosguerrerosnoteníanmásquekampilangysumpitan,osea,cerbatanas.No transcurría día sin que desertase o se pasase al enemigo algúndestacamento,fascinadoporlapresenciadeaquelmiserable,ocorrompidoporlaspromesasdearmasdefuegoodericosregalos.Notardaronensucederselasderrotas,apesardelasterriblescargasdirigidaspormipadre,yunanochenosencontramosasediadosenlakottaqueservíadecapital.Catorcedíasduróla resistencia y luego una noche las empalizadas fueron derribadas y losrebeldes se esparcieron por el poblado comenzando unamatanza espantosa.Mipadresehabíaretiradoaunpequeñovallado,juntoconmimadre,misdoshermanas y mis hermanos y un pequeño grupo de guerreros armados conviejos arcabuces. Teníamos cinco cabañas, una de las cuales servía depolvorín, y logramos, antes del asedio, obtener una veintena de libras depólvora del raja de Labuk. Se organizó sólidamente la defensa,mientras entornoanosotroslosrebeldes,ebriosdesangreydematanzas,azuzadosporelhombre blanco, mataban, decapitaban a los habitantes e incendiaban suscabañas.Terminadalamatanza,sevolvieroncontranosotroscreyendoquenosvenceríanfácilmente.Éramospocos,perotodosvalientesyresueltosavendercarasnuestrasvidas.Elprimerasaltofracasó.Acogidosporunfuegoinfernal,losdayakos,pesealasincitacionesypromesasdeaquelbandido,sedieronalafugaydurantevariosdíasnointentaronvolveralaofensiva.Lapresenciademipadre,que tenía famade ser elmás esforzadoguerrerodeKin-Ballu,debía de haber reducido mucho su valor. Durante tres semanas resistimosvalerosamente.Tambiénmimadreymishermanashabíantomadoparteenladefensa,disparandosus fusilescontra losmiserablesque,devezencuando,especialmente por la noche, trataban de incendiar las empalizadas delminúsculofortín.Undíaelhombreblanco,desesperandodeatraparnosporlafuerza, nos mandó un parlamentario para proponer a mi padre que sedividiesenelreino.Estábamosexhaustoscontantavigilia,ylosvíveresylasmunicionescomenzabanaescasear;además,unapartedenuestrosguerreroshabía caído bajo las balas de los adversarios. Se decidió la rendición parasalvar por lo menos a las mujeres, y abrimos las puertas al vencedor paraentablartratosacercadeladivisióndelreino.Elinglésmalditonosinvitóaungranbanqueteyduranteélsellevóacabolahorrendamatanza,Estábamosalospostresdelmismocuandomuchosdeaquellosguerrerosarmadosdekrissse precipitaron sobre nosotros como bestias feroces. Vi a mi padre caerdegollado,luegoamimadre,luegoamishermanosyamishermanas,yvisuscabezas ensangrentadas clavadas en las puntas de las lanzas… ¿Me habéiscomprendido?¿Mehabéiscomprendido?

    Ungritosalvaje,queparecíaelrugidodeunauténticotigremalayo,habíadesgarradoelpechodeSandokán,elformidablepiratadeMalasia,quedurantetantosañoshabíahechotemblarainglesesyholandesesypalidecerinclusoalsultándeVarauni,elmáspoderosodeBorneo.

  • Se había inclinado como una bestia feroz, con los brazos extendidos, elrostroespantosamentealteradoporunodioimposiblededescribiryconojosllameantes.

    Parecíacomosiquisieralanzarsecontraalgunasombraquevagabaanteél.

    —Hermano, ¿qué haces? —dijo Yáñez alzándose rápidamente yponiéndoleunamanoenelhombro.

    Aloíraquellavoz,elpirataselevantóysepasóvariasveceslamanoporlafrente,queestabatotalmenteinundadadesudor.

    — ¡Qué horrible visión!—Murmuró luego con voz ronca—.Me pareceverloantemí…Peroundíaloveré,¡vayasiloveré!Yentonces,¡aydeélyde sushijos!Lomismoque él fue implacable conmipadre,mimadre,mishermanasymishermanos,seráimplacableconélelTigredeMalasia.¡Yáñez,damedebeber!TúrecuerdascuántasnocheshepasadoennuestracabañadeMompracem,ennuestronidodeáguilas,desdecuyacimadominábamostodoelmarquebañabalamalditaLabuan.¿Cuántobebíaaquellasnoches?Eraelrecuerdo de mi familia asesinada que me atormentaba. Han pasado años yaños y yo siempre he permanecido sordo al grito tremendo lanzado pormipadreenelmomentoenqueelkrissdeunmiserabledayakosehundía,pororden de aquel aventurero, en su cuello. Ahora, ¡basta! Antes de que mesorprendalavejezquierovengaramifamilia…¡Ah,lodestrozaréasí…!

    Habíaretiradodelaparedunacarabinaindiaydespuésdeapoyarsucañónenunarodilla,conunesfuerzohercúleolahabíaroto,arrojandolasdospiezasaderechaeizquierdaconviolencia.

    —Cálmate,hermano—repitióYáñezconvozdulce.

    Sandokáncasilearrancódelasmanoslacopaqueletendíaylavaciódeuntrago,comosifueseagua.

    Tremal-Naik y Kammamuri lo miraban sin hablar, profundamenteimpresionadosporlaterriblecóleraquebrotabadelcorazóndelfieropirata.

    —¡Continúa!—leinstóYáñezcuandoleparecióquesehabíacalmadounpoco.

    —Eraelmáságilytambiénelmásaguerridodemishermanos—reanudósurelatoSandokándespuésdeunalargapausa—.Por instintodesconfiabayhabía advertido a mi padre que se mantuviera en guardia y que no hicieraparticiparenaquelbanquetedesangreamimadreyamishermanas.Cuandovi a los sicarios delmaldito inglés precipitarse, con gritos feroces, hacia lamesa, comprendí en seguida lo que iba a ocurrir.Había llevado conmigo elkampilang y un par de pistolas indias. Viendo caer a mi padre, hice fuegocontrasusasesinos;despuésempuñéelpesadosableymeabrípasoagolpes,

  • conlaesperanzaalmenosdellegaratiempoparasalvaramimadreyamishermanasydegollaral traidor. ¡Erademasiado tarde!Además,antemí teníauna muralla humana erizada de armas. ¿Cómo logré atravesarla y ganar laselva?Nuncalosupe.Peronomedejarontranquilo:todolocontrarioAaquelbandidoleeranecesarialavidadelfuturoTigredeMalasiaparanoverundíasurgiranteélalvengadordelosasesinados.Fueunacarrerafuriosaatravésdela$inmensasselvasdeloeste,puesyohabíapensadoalcanzarlafronteradelsultanatodeBorneo,laúnicaquequedabaabierta,puestoquetodaslasorillasdellagoestabanyaenmanosdelusurpadorytodoelnorteestabacerradoparamí. Viví como los maias, nuestros gigantescos simios de la isla central,realizandoamenudorecorridosaéreosentrelosárbolesdelasinmensasselvaspara hacer perder mis huellas a los cazadores que me seguían sin tregua,alimentándomedefrutasyderaíceseinclusodeserpientes.Tresvecesestuveapuntodecaerenmanosdelosquetanferozmentemeperseguían,comosiyo, en vez de príncipe, fuese una bestia feroz; luego cesó la caza.Probablementecreyeronqueyohabíamuertoagotadoenelfondodelaselva,peroseengañaban.Atraveséelsultanato,descendíhaciaelmarydespuésdehaber llegado a ser el amigo de una turba de malayos, ya dedicados a lapequeñapiratería,despleguéelvuelohaciaMompracem,entoncesdesierta.Elrestoyalosabéis.

    Sandokánsehabíadetenido.Elfuegointensoquemomentosantesbrillabaensusojospocoapocosehabíaapagado.

    Unfuertetemblorsacudíatodavíasusmiembros.

    Vació otra copa y luego, volviéndose hacia Yáñez, le dijo con voz casicalmada:

    —Labarcazaestádispuestaparahacersealamar.¿Creesquelosdayakosquenoshanasaltadoesténatravesándosealasalidadelabahía?

    —Meparecequeyasehanllevadolosuyo,ysisesintieranrealmenteconbastantesfuerzas,yahabríanvenidoaquí.

    —También opino así —dijo Tremal-Naik—. Y, además, tu barcaza,queridoSandokán,puededesafiarenunacarreraacualquierpraoyacualquiergiong. Si los dayakos todavía quieren darnos caza, los haremos correr einclusolostomaremosporblanco.Tusespingardasvalenveintevecesmásquelasdelospiratas.

    —Esmediodía—dijoelTigredeMalasiadespuésdehaberconsultadounmaravillosorelojcolocadoenunaménsuladeébanoribeteadadeoro—.Antesde que se oculte el sol estaremos en la bahía de Labuk.Vamos, amigos; labarcazaestásiempreatodapresión.

    —¿Cuándopodremosestardevuelta?—preguntóYáñez.

  • —Mañanaporlanocheestaremosaquí.

    —¿Nocorreránningúnpeligronuestroshombres?Mehasdichoquehabíamuchosdayakosenlaselva.

    —MientrasSambigliongsemantengaen lakottano tengoningún temor.Está bien fortificada y no se puede tomar por asalto cuando la defiendentreintapiratasdeMompracem.Seguidme:respondodetodo.

    5.Unmuertoqueresucita

    Hacía unos minutos que había partido la barcaza cuando Sidar, elmayordomodeYáñez,despuésdehaberordenadoalatripulacióndelyatequebajaseatierraparaemprenderlaconstruccióndeotrascabañas,descendióalacámara.

    Brillabaunaextrañallamaenlosojosdelindio,mientrassurostrodejabaentreverunaextrañapreocupación.

    Sedetuvounmomentoenelsalón,sebebióunvasitodellicorquehabíaquedado todavía en la botella y luego abrió la puerta de una de las cabinaslaterales, lanzando un silbido agudo, semejante al que lanza la cobra, laterribleserpientedelasjunglasindias,cuandoespresadelacólera.

    Unsilbidoigual,queparecíaprovenirdedebajodelpiso,lerespondióenseguida.

    —No duerme—murmuró Sidar—. Entonces debe de haberlo escuchadotodo.Estomeahorrarálaexplicación.

    Cogióunganchodehierro, lo introdujoenunagujeroyconunpequeñoesfuerzomovióunatabladelpavimento,descubriendounescotillóndemediometrocuadrado.

    —Sahib, puedes salir —dijo entonces el indio—. Finalmente estamossolos.

    —¡Yaerahora!—respondióunavozqueveníadedebajodelpiso—.Yanoaguantabamás.

    —Te creo, Sahib. Ciertamente que un faquir no hubiera podido resistirtantocomotú.

    —Yyonosoyunfaquir.

    Aparecióunacabezayluegouncuerpohumano,yunhombresaltóafueraconunaagilidadmásqueextraordinaria.

  • No era un indio, sino un europeo de alta estatura, piel blanquísima, queresaltabamásaúnacausadeunalargabarbanegrísimaqueleencuadrabaelrostro.

    Teníalasfaccionesregulares,lanarizaquilinayojosnegrosardientes,conciertadurezaycrueldad.

    ComotodosloseuropeosquehabitanlasregionescalurosísimasdelAsiameridional,ibavestidoconunaligerísimafranelablanca.Sinembargo,enlacabeza, en vez de casco colonial demédula de bambú, llevaba un casqueterojo conuna gruesa borla de lana azul, semejante a la que suelen llevar losgriegos.

    Apenas salido de aquella abertura, estiró sus miembros al tiempo queparpadeabavariasvecescomosisuspupilasnopudieranenfrentarsedegolpeconlaintensaluzqueentrabaporlaventanaabierta;luegodijo:

    —He aquí venganzas que cuestan caras. Veintidós días de prisión ysiempreinmersoenlaoscuridad.Solamenteungriegocomoyopuederesistirsemejanteprueba.

    —¿Quépuedoofrecerte,Sahib?—preguntóSidar.

    —BeberíamuyagustounodeesoscafésquesabenprepararenEsmirnayenConstantinopla,perotúnosabesiquieraquées.Tráemecualquier líquidoinfernalquemeentone.Supongoquetupatróntendrábotellas.Unrajajamásseponeenviajesinovaprimeramentebienprovisto.

    —¿Ginebra?

    —¡Vayaporlaginebra!

    El indioabrióunpequeñoarmarioypresentóaleuropeounacopayunabotellacasillena.

    — ¿Adónde han ido?—preguntó, después de haber vaciado un par decopas.

    —AveraciertosultándeLabuk—respondióSidar.

    —¿Quiénes?

    —Parece que sea amigo del hombre terrible que manda a los piratasmalayos.

    —¿Novendránadieamolestarnos?

    —No, porque he mandado a toda la tripulación a tierra he retirado laescala.Estamossolos,Sahib.

    —¿Nohantenidoningunasospechademipresenciaabordodeesteyate?

  • — ¿Cómo, Sahib? Cuando mandaron a Rangoon para comprar estaembarcación te hice preparar secretamente el escondite y nadie ha sabidonada.Podríaspermanecerabordoañosenterosconplenatranquilidad.

    —¡Valienteporvenirmeofreces,chitmudgar!—protestóeleuropeo,queparecía exasperado—. Yo no soy una rata para vivir en el fondo de unabodega.Luego,¿mecreenmuertoenlacortedeAssam?

    —Nadiehavueltoahablardeti.

    —¡Imbéciles!¿Nosehanpreocupadodebuscarmicuerpo?

    —No lo habrían encontrado, porque, apenas te vi caer, aprovechando laconfusiónquereinabaenaquelmomentoenelpalacioteretiréenseguida.

    —¡Estúpidos!Senecesitabaalgomásquedoso tresbalasparamataralvalidodelraja.LosgriegostienenlapieldurayladeTeotokrisesmásduraque la de todos los griegos del archipiélago. ¡Me creenmuerto…!QueridoseñorYáñez,príncipeconsortedeSurama,¡algúndíaosharéverquetodavíaestoyvivo!¡Portodaslasfuriasdelinfierno!Darégolpeporgolpe,yvengaréaaqueldesgraciadoexrajadeAssam,queseextinguelentamentesoñandoconserelesposodeSurama.Cuandoyohayaderribadoaestoshombresseráunjuegoparamíarrebatarel tronoaaquellamujer. ¡Nosaben todavíaquiénesTeotokris el griego…! Sidar, dame un cigarro. Hace veintitrés días que nofumo.Elchitmudgartomódelarmariounacajadelacallenadecigarrillosdedistintas clases y de cigarros. El griego tomó un rokok, un pequeñísimocigarro enrollado en una hoja de nipa, delicioso, y luego se echó en unacómodasilladebambúponiendounapiernasobrelaotra.

    —Ahora hablemos de nuestros asuntos, Sidar —dijo, después de haberlanzadoalairetresocuatrobocanadasdehumoperfumado.

    —Estoyatusórdenes,Sahib—respondióelindio—.¿HasOídoloquehacontadohacepocoelTigredeMalasia?

    —Nosemehaescapadounapalabra—respondióelgriego—.Sediríaqueestoshombressonconquistadoresdetronos.

    —¿Quépiensasdetodoesto?

    —QuejamássemehaofrecidounaocasiónmejorparavengarmedeestosaventurerosysobretododeYáñez.¿Haslogradosaberquiénessuadversario?

    —Mipatrónnotienesecretosparamíyporesonadapuedeescapárseme.Vanmuylejos,porloqueparece,haciaunlagoquesellamaKin-Ballu,queyojamáshabíaoídonombrarantesdeahora.

    —Eresunestúpido,Sidar.BorneonoesnilaIndianiAssam.Tampocoyosé dónde se encuentra, pero, si lo ignoramos nosotros, no será desconocido

  • paralossalvajesquehabitanestaisla.Setratadetropezarconalgunodeellos,conquistarsuconfianzaconregalosodineroyhacermeconducirhastaelrajablanco,elqueestosbribonesquierendestronar,comoaaquelpobreShindia.

    —Yopodríaconseguiratalhombre—dijoSidar.

    —¡Tú!

    —Sí,Sahib.Hesabidoqueestospiratashanhechoprisioneroaundayakoquehabíasidoencargado,porloquehepodidocomprender,deespiarlosporexpresavoluntaddelrajadellago.

    —¿Estássegurodeloquedices?

    —OícómoSandokánlorelatabaamipatrón.

    —¿Hasvistoaesedayako?

    —Sí,Sahib.

    —¿Yquétehaparecido?

    —Meparecemuyavispadoeinteligente.

    —¡Por todas lasfuriasdel infierno!¿Tendré tantasuerte?¿Cómopodríayoveraesehombre?

    —Esmuy sencillo—respondió Sidar—. Cuandomi patrón está ausentesoyyoelquemanda.¿Quiénmeimpidedeciralosmalayosquelovigilanquelotraiganabordodelyateparamayorseguridad?

    —¿YcuandovuelvaYáñez?

    —Yonoestaréciertamenteaquí,patrón.Si túpartes,yo te sigo.Mehasprometido vengar al ex raja deAssam, que fue siempre generoso conmigo:mataalusurpadorymicuerpoymialmaserántuyos,Sahib.

    —¿Quiénvigilaaesehombre?

    —Haydosmalayosenlacabaña—leinformóSidar.

    —Querránsubirtambiénellosabordo.

    —¿Yqué?

    —Nosservirándeestorbo.

    El indio se quitó de una oreja un anillo más bien grueso y tocó unapequeñamuesca,mostrandounagujerito.

    —¡Aquíhaybastanteparaadormeceradiezhombres!—dijo.

    —¿Lograrácomprendernoselprisionero?—preguntóelgriego.

    —Todos los hombres del Tigre de Malasia hablan la lengua inglesa—

  • respondióelindio—.Sieseprisionero,comoheoídocontar,haformadopartedelabandadelospiratas,bienomallacomprenderátambiénél,creoyo.

    —Esunacartapeligrosalaquemeproponesjugar—seinquietóelgriego—.Sepodríaperderdeunsologolpetodalapartida.

    Tomóotrorokok,loencendióydurantealgunosminutosfumóensilencio,frunciendodevezencuandolafrenteyagitandonerviosamentelapiernaqueapoyabasobrelaOtra.

    — ¿Cuándo volverán? —Preguntó de repente al indio, que manteníasiempreanteélunaactitudrespetuosísima.

    —Mañanaporlanoche,Sahib.

    —¿Estássegurodepoderconduciraquíaldayako?

    —Supónquemipatrón,juntoconelTigredeMalasia,mehubierandadoestaordenantesdepartir.¿Quiénlopondríaenduda?

    —Eresastutocomoloslevantinos—dijoelgriego.

    —Noséquiénesson.

    —Noimportaahora.¿Quéhoraes?

    —Sonlastres,Sahib.

    —Veaintentarelgolpe.

    —¿Estásdecidido,Sahib?

    —Sin ese hombre no podría hacer nada, y sin un guía seguro y fiel nologr