san agustín - la predestinacion

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  • 8/7/2019 San Agustn - la predestinacion

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    San Agustn:DE LA PREDESTINACIN DE LOS SANTOS

    INDICE

    CAPTULO 1: RESPONDE AGUSTN A LAS CARTAS DE PRSPERO E HILARIOCAPTULO II: EL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBIN UN DON DE DIOSCAPTULO III: CONFIESA AGUSTN SU ANTIGUO ERROR ACERCA DE LA GRACIA CAPTULO IV: TODO LO HEMOS RECIBIDO DE DIOSCAPTULO V: LA GRACIA DIVINA ES LA QUE DA VENTAJA A LOS BUENOS SOBRE LOS MALOSCAPTULO VI: LOS CAMINOS DE DIOS SON INESCRUTABLESCAPTULO VII: LA FE, FUNDAMENTO DEL EDIFICIO ESPIRITUALCAPTULO VIII: LA ENSEANZA DEL PADRE ES OCULTSIMACAPTULO IX: REIVINDIA AGUSTN SU DOCTRINA DEFENDIDA EN OTRO TIEMPOCAPTULO X: DIFERENCIA ENTRE LA PREDESTINACIN Y LA GRACIACAPTULO XI: ESTABILIDAD DE LAS PROMESAS DIVINASCAPTULO XII: QUE NADIE ES JUSTIFICADO EN VIRTUD DE LOS MERITOS FUTUROSCAPTULO XIII: EL BAUTISMO NO ES EFECTO DE LA PRESCIENCIA DE LOS MERITOS FUTUROSCAPTULO XIV: LOS PELAGIANOS, CONDENADOS POR LA ESCRITURA Y LA TRADICIN

    CAPTULO XV: JESUCRISTO, EJEMPLAR PERFECTO DE LA PREDESTINACINCAPTULO XVI: DOBLE VOCACIN DIVINACAPTULO XVII: LA VOCACIN PROPIA DE LOS ELEGIDOSCAPTULO XVIII: DIOS NOS ESCOGI PARA QUE FUERAMOS SANTOS E INMACULADOSCAPTULO XIX: EL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBIN OBRA DE DIOSCAPTULO XX: DIOS DISPONE Y CONVIERTE LAS VOLUNTADES HUMANAS PARA EL REINO DE LOSCIELOS Y LA VIDA ETERNACAPTULO XXI: CONCLUSIN

    ***CAPTULO 1RESPONDE AGUSTN A LAS CARTASDE PRSPERO E HILARIO1. Yo s que el Apstol dijo en su Epstola a los Filipenses: A m no me es molesto el escribiros lasmismas cosas, y para vosotros es seguro. [1] No obstante, escribiendo sobre el mismo asunto a los Glatas,juzgando haberlos instruido ya suficientemente y cuanto le pareca necesario, por el ministerio de supalabra, les dice: De aqu en adelante nadie me cause molestias; [2] o como se lee en otros cdices: Nadieme sea importuno.Pero yo, aunque confieso que me desagrada el que no se crea lo que se asegura en tantos y tan patenteslugares de las divinas letras acerca de la gracia de Diosla cual no es gracia s se nos da conforme anuestros mritos, sin embargo, no acierto a encarecer cunto estimo vuestra solicitud, carsimos hijosPrspero e Hilario, y esa vuestra caridad fraterna, por la cual con tanto celo deseis que no sigan en suerror los que de aquella manera piensan que, despus de los numerosos libros y epstolas mas en que hetratado acerca de esta cuestin, an me peds que escriba ms acerca de ella; y siendo tanto lo que por todoesto os estimo, no osar afirmar que os estimo cuanto debo. Por eso he tomado la resolucin de escribiros

    nuevamente, para exponer, no porque lo necesitis vosotros, sino por mediacin vuestra, lo que ya creahaber expuesto suficientemente.

    2. Habiendo, pues, considerado con la debida reflexin vuestras cartas, me parece entender que estoshermanos con quienes ejercitis tan piadosa solicitud deben ser tratados del modo que trat el Apstol aaquellos a quienes dijo: Si otra cosa sents, esto tambin os lo revelar Dios, [3] a fin de que no aceptencomo mxima aquel apotegma potico que dice: Confe cada uno en s mismo, y no incurran por l en elanatema que se dijo no potica, sino profticamente: Maldito sea el hombre que confa en otro hombre. [4]Porque, ciertamente, an estn stos a ciegas acerca del misterio de la predestinacin de los santos. Pero si

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    es verdad que piensan de otro modo acerca de ella, Dios se lo dar a conocer mientras caminan por elconocimiento de la fe, a que ya han llegado. Por eso, despus de decir el Apstol: Si otra cosa sents, estotambin os lo revelar Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos unamisma cosa.Porque ya esos hermanos nuestros, hacia quienes se muestra tan solcita vuestra piadosa caridad, hanllegado a creer, con la Iglesia de Cristo, que todo el gnero humano nace sujeto a la culpa del primer Adn,de la que nadie puede libertarse si no es por la justicia del segundo Adn. Y ta mbin creen y confiesan que

    las voluntades humanas son prevenidas por la gracia divina, concediendo que nadie por su propio esfuerzose basta para comenzar o consumar ninguna obra buena. Permaneciendo, por tanto, firmes en la creenciade estas verdades que han llegado a confesar, estn ya muy distantes del error de los pelagianos. Y as, sicaminaren en ellas e hicieren oracin a aquel que da el don del entendimiento, aunque acerca de lapredestinacin piensen de otra suerte, Dios los iluminar tambin acerca de esta verdad. Pero no por esodejemos nosotros de ejercitar tambin con ellos el afecto de nuestra caridad y el ministerio de nuestraenseanza, conforme nos lo conceda aquel a quien hemos pedido que nos inspire decirles en este escrito loque para ellos fuere ms til y conveniente. Pues quin podra saber que no quiere Dios realizar en elloseste bien por medio de nuestro ministerio, por el cual les servimos en la libre caridad de Cristo? ***CAPTULO IIEL PRINCIPIO DE LA FE ES TAMBINUN DON DE DIOS3. Demostraremos, pues, primeramente, que la fe, por la que somos cristianos, es un don de Dios; y loprobaremos, a ser posible, con mayor brevedad de la que hemos empleado en tantos otros y tan abultadosvolmenes. Pero, ante todo, juzgo que debo responder a todos aquellos que afirman que los testimoniosque he aducido acerca de este misterio solamente tienen valor para probar que la fe procede de nosotros yque nicamente el aumento de ella es debido a Dios; como si no fuese El quien nos da la fe, sino que staes aumentada por El en nosotros en virtud de algn mrito que empez por nosotros. Mas si la fe, con queempezamos a creer, no se debe a la gracia de Dios, sino que ms bien esta gracia se nos aade para quecreamos ms plena y perfectamente, por lo cual primero ofrecemos nosotros a Dios el principio de nuestrafe, para que nos retribuya El luego lo que de ella nos falta o cualquiera otra gracia de las que por medio de lafe pedimos, tal doctrina no difiere en nada de la proposicin que el mismo Pelagio se vio obligado aretractar en el concilio de Palestina, conforme lo testifican sus mismas actas, cuando dijo que la gracia deDios nos es dada segn nuestros mritos.4. Mas por qu no hemos de escuchar nosotros contra esta doctrina aquellas palabras del Apstol:O quin le dio a l primero, para que le fuese recompensado? Porque de l, y por l, y para l son todaslas cosas. [1] Porque de quin, sino de El, puede proceder el mismo principio de la fe? Pues no se debedecir que de El proceden todas las dems cosas, exceptuada solamente sta; sino que de l, y por l, y paral son todas las cosas. Quin dir que el que ya ha empezado a creer no tiene ningn mrito de parte deaquel en quien cree? De ah resultara que al que de esta manera previamente merece, todas las demsgracias se le aadiran como una retribucin divina, y, por lo tanto, la gracia de Dios nos sera concedidasegn nuestros mritos; mas para que tal proposicin no fuese condenada, la conden ya el mismo Pelagio.Quien quiera, pues, evitar el error de esta doctrina reprobable, entienda con toda verdad el dicho delApstol: Porque a vosotros os es concedido a causa de cristo, no slo que creis en l, sino tambin quepadezcis por l. [2] Ambas cosas son un don de Dios, pues tanto la una como la otra se asegura que nosson dadas. Porque no dice el Apstol a fin de que creis en El ms plena y perfectamente, sino para que

    creis en El. Ni dice de s mismo que alcanz la misericordia para ser ms creyente, sino para s er creyente;porque saba que l no haba dado a Dios primero el principio de su fe y despus le haba retribuido Dioscon el aumento de ella, sino que el mismo Dios que le hizo apstol le haba hecho antes creyente. Consignados estn tambin por escrito los comienzos de su vida de creyente, cuya historia es famossimapor su lectura en toda la Iglesia. Porque estando an l apartado de la fe, que pretenda destruir, siendoacrrimo enemigo de ella, de repente fue convertido a esta misma fe por una gracia p oderossima; fueconvertido por aquel que deba realizar tan estupendo prodigio, conforme a lo que haba dicho el profeta:No volvers a darnos vida para que tu pueblo en ti se regocije?; [3] para que no slo el que no quera creerse hiciera creyente, querindolo l mismo, sino tambin para que el mismo perseguidor padecierapersecucin por la defensa de aquella fe que antes l mismo persegua. Porque, ciertamente, le fue dado porCristo no solamente el creer en l, sino tambin el padecer por l.

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    5. Y as, recomendando aquella gracia que no es dada en virtud de algn mrito anterior, sino que esella la causa de todos los buenos mritos, dice: No que seamos competentes por nosotros mismos parapensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia viene de Dios. [4] Fijen aqu suatencin y ponderen debidamente estas palabras los que piensan que procede de nosotros el principio de lafe, y de Dios solamente el aumento de ella.

    Pues quin no ve que primero es pensar que creer? Nadie, en efecto, cree si antes no piensa que se debecreer. Y aunque a veces el pensamiento precede de una manera tan instantnea y vertiginosa a la voluntadde creer, y sta le sigue tan rpidamente que parece que ambas cosas son simultneas, no obstante, espreciso que todo lo que se cree se crea despus de haberlo pensado. Y eso aunque el mismo acto de fe nosea otra cosa que el pensar con el asentimiento de la voluntad. Porque no todo el que piensa cree, comoquiera que muchos piensan y, sin embargo, no creen. Pero todo el que cree, piensa; piensa creyendo y creepensando.Luego si nosotros, por lo que respecta a la religin y a la piedad de la cual habla el Apstol, no somoscapaces de pensar cosa alguna como de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios,cierto es absolutamente que no somos tampoco capaces de creer cosa alguna como de nosotros mismos,no siendo esto posible si no es por medio del pensamiento; sino que nuestra competencia, aun para elcomienzo de la fe, proviene de Dios. Por tanto, as como nadie se basta a s mismo para comenzar oconsumar cualquiera obra buenalo cual admiten ya estos hermanos, como lo manifiestan vuestrosescritos, as resulta que nuestra capacidad, tanto en el principio como en el perfeccionamiento de toda

    obra buena, proviene de Dios; del mismo modo, nadie se basta a s mismo para el comienzo yperfeccionamiento en la fe, sino que nuestra competencia proviene de Dios. Porque la fe, si lo que se creeno se piensa, es nula y porque no somos capaces de pensar cosa alguna como de nosotros mismos, sinoque nuestra suficiencia proviene de Dios.

    6. Se ha de evitar, pues, oh hermanos amados del Seor! , que el hombre se engra contra Dios,afirmando que es capaz de obrar por s mismo lo que ha sido una promesa divina. Por Ventura no le fueprometida a Abrahn la fe de los Gentiles, lo cual crey l plenamente, dando gloria a Dios, que es poderosopara obrar todo lo que ha prometido? El, por tanto, que es poderoso para cumplir todo lo que promete, obratambin la fe de los Gentiles. Por consiguiente, si Dios es el autor de nuestra fe obrando en nuestr oscorazones por modo maravilloso para que creamos, acaso se ha de temer que no sea bastante poderosopara obrar la fe totalmente, de suerte que el hombre se arrogue de su parte el comienzo de la fe paramerecer solamente el aumento de ella de parte de Dios?

    Tened muy en cuenta que si alguna cosa se obra en nosotros de tal manera que la gracia de Dios nos seadada por nuestros mritos, tal gracia ya no sera gracia. Pues en tal concepto, lo que se da no se dagratuitamente, sino que se retribuye como una cosa debida, ya que al que cree le es debido el que Dios leaumente la fe, y de este modo la fe aumentada no es ms que un salario de la fe comenzada. No se advierte,cuando tal cosa se afirma, que esa donacin no se imputa a los que creen como una gracia, sino como unadeuda.Mas si el hombre puede adquirir lo que no tena, de tal suerte que puede aumentar tambin lo que adquiri,no alcanzo a comprender por qu no se ha de atribuir al hombre todo el mrito de la fe sino porque no esposible tergiversar los evidentsimos testimonios divinos, segn los cuales est patente que la fe, en la cualtiene su principio la piedad, es un don de Dios; como lo declara el testimonio en que se dice que Dios harepartido a cada cual la medida de la fe. [5] Y aquel otro: Paz sea a los hermanos y amor con fe de DiosPadre y del Seor Jesucristo. [6] Y as otros semejantes. No queriendo, pues, por otra parte, oponerse a tanevidentes testimonios y queriendo, por otra, adjudicarse a s propio el mrito de creer, trata el homb re deconciliarse con Dios atribuyndose a s mismo una parte de la fe y dejando la otra para Dios; pero taninsolentemente, que se adjudica a s mismo la primera, concediendo a Dios la segunda, y as en lo queafirma ser de ambos, se coloca a s mismo en primer lugar, y a Dios en segundo trmino.

    ***CAPTULO IIICONFIESA AGUSTN SU ANTIGUO ERROR ACERCA DE LA GRACIA

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    7. No senta as aquel humilde y piadoso Doctorme refiero al muy bienaventurado San Ciprianocuando deca: En ninguna cosa debemos gloriamos, porque ninguna cosa es nuestra. Para demostracinde lo cual aleg el testimonio del Apstol, que dice: Qu tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste,por qu te gloras como si no lo recibido? [1] Por cuyo testimonio singularmente yo mis mo me persuad delerror en que me encontraba, semejante al de estos hermanos, juzgando que la fe, por la cual creemos enDios, no era un don divino, sino que proceda de nosotros, como una conquista nuestra mediante la cual

    alcanzbamos los dems dones divinos por los que vivimos sobria, recta y piadosamente en este mundo.No consideraba que la fe fuera prevenida por la gracia, de suerte que por sta nos fuese otorgado todo loque convenientemente pedimos, sino en cuanto que no podramos creer sin la predicacin previa de laverdad; mas en cuanto al asentimiento o creencia en ella, una vez anunciado el Evangelio, juzgaba yo queera obra nuestra y mrito que proceda de nosotros. Este error mo est bastante manifiesto en algunosopsculos que escrib antes de mi episcopado. Entre los cuales se halla el que citis vosotros en vuestrascartas, en la cual hice una exposicin de algunas sentencias de la Epstola a los Romanos.Pero habiendo revisado ltimamente todos mis escritos para retractarme de mis errores, y haciendo estaretractacin, de cuya obra ya tena concluidos los dos volmenes, cuando yo recib vuestros escritos msextensos, al censurar aquel opsculo en el primero de dichos volmenes, he aqu el modo en que meexpres: Y disputando tambin sobre lo que Dios podra elegir en el que an no haba nacido, al cual dijoque servira el mayor, y del mismo modo, qu podra reprobar en el mayor, cuando tampoco haba naci doalos cuales hace referencia, aunque escrito mucho ms tarde, este testimonio de un profeta: A Jacob am,mas a Esa aborrec [2], llegu en mis razonamientos hasta afirmar lo siguiente: No eligi Dios, por tanto,

    las obras que El mismo haba de realizar en cada uno segn su presciencia, sino la fe, de modo queconociendo por su presciencia al que haba de creer, a ste escogi, al cual donara su Santo Espritu paraque por medio de las buenas obras consiguiese la vida eterna.An no haba yo inquirido con toda diligencia ni averiguado en qu consiste la eleccin de la gracia, de lacual dice el Apstol: As tambin aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia. [3] Lacual ciertamente no sera gracia si le precediera algn mrito; pues lo que se da no como gracia, sino comodeuda, ms bien que donacin es retribucin de algn merecimiento. Por consiguiente, lo que dije acontinuacin: Pues dice el mismo Apstol Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo, [4] siendoas que nunca se ha dicho: Dios cree todas las cosas en todos, y lo que despus aad: Luego lo quecreemos es mrito nuestro, mas el obrar bien es de aquel que da el Espritu Santo a los que creen, deninguna manera lo hubiera yo dicho si ya entonces hubiera sabido que tambin la fe es uno de los dones deDios que nos son dados por el Espritu Santo. Ambas cosas las realizamos nosotros por el consentimientodel libre albedro; y ambas cosas, no obstante, nos son dadas tambin por el Espritu de fe y de caridad .Pues no solamente la caridad, sino, como est escrito, amor con fe de Dios Padre y del Seor Jesucristo. [5]Tambin lo que afirm poco ms adelante: que nuestro es el creer y el querer, mas de Dios el dar a los quecreen y quieren el poder obrar bien por el Espritu Santo, por quien la caridad ha sido derramada ennuestros corazones; esto ciertamente es verdadero; pero, segn la misma norma, ambas cosas provienende Dios, porque El dispone la voluntad, y ambas cosas son nuestras, porque no se realizan sin nuestroconsentimiento. Y as lo que tambin dije despus: Que ni el querer podemos, si no somos llamados; ycuando, despus de ser llamados, hubiremos dado nuestro consentimiento, aun entonces, no bastanuestro querer ni nuestro caminar si Dios no concede sus auxilios a los que caminan, conducindolos adonde los llama; y lo que aad finalmente: Est manifiesto, por tanto, que no del que quiere ni del quecorre, sino de Dios, que tiene misericordia, proviene el que podamos obrar bien; todo esto esabsolutamente verdadero.Mas acerca de la vocacin o llamamiento, que es conforme al designio divino, disert con mucha brevedad.Porque no es tal el llamamiento que se hace de todos, sino solamente el de los elegidos. De aqu lo queafirm poco despus: As como en los que Dios elige no son las obras, sino la fe, el principio del mrito,para que por el don de Dios se pueda obrar el bien, as en los que condena, la incredulidad y la impiedadson el principio del merecimiento del castigo, para que este mismo castigo sea causa de que ejecuten el

    mal. Mucha verdad dije en todo esto; pero que el mismo merecimiento de la fe fuese tambin un don deDios, esto ni lo dije ni juzgu por entonces que deba investigarse.Tambin asegur en otro lugar: El hace obrar el bien a aquel de quien tiene misericordia y abandona en elmal a aquel a quien resiste. Pero tanto aquella misericordia se atribuye al mrito precedente de la fe comoeste endurecimiento a la precedente iniquidad. Lo cual es indudablemente verdadero. Pero an debainvestigarse si tambin el merecimiento de la fe proviene de la misericordia de Dios, esto es, si estamisericordia se verifica en el hombre porque cree o cree por que se efecta antes en l esta misericordia.Pues leemos lo que nos dice el Apstol: He alcanzado misericordia del Seor para ser fiel; [6] no diceporque era fiel. Al que es fiel se concede, por tanto, esta misericordia, pero tambin se le concede para quesea fiel. Y as, con toda exactitud afirm en otro lugar del mismo libro : Porque si no es por las obras, sino

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    por la misericordia de Dios, como somos llamados a la fe y por la que se nos concede a los creyentes elobrar bien, tal misericordia no debe rehusarse a los mismos Gentiles, si bien es cierto que no apliqu alltoda mi diligencia para estudiar cmo se verifica ese llamamiento en conformidad con los designios deDios.***CAPTULO IVTODO LO HEMOS RECIBIDO DE DIOS8. Ya veis lo que en aquel tiempo pensaba acerca de la fe y de las buenas obras, aunque mi esfuerzo sediriga a recomendar la gracia de Dios. La misma doctrina veo que profesan ahora esos hermanos nuestros,quienes, habindose interesado por la lectura de mis libros, no se han interesado tanto en sacar de ellosconmigo el fruto conveniente. Porque, si lo hubiesen procurado, hubieran hallado resuelta esta cuestin,conforme a la verdad de las divinas Escrituras, en el primero de los dos libros que, en el comienzo de miepiscopado, dediqu a la feliz memoria de Simpliciano, obispo de Miln y sucesor de Sa n Ambrosio. A noser que, por caso, no los hayan visto; si as es, procurad que lleguen a sus manos para que los conozcan.Del primero de estos libros he hablado primeramente en el segundo de las Retractaciones, donde meexpreso de la siguiente forma: De los libros que compuse siendo ya obispo, los dos primeros, que tratan

    acerca de diversas cuestiones, estn dedicados a Simpliciano, prelado de la Iglesia milanense, en cuya sedesucedi al muy bienaventurado San Ambrosio. Dos de cuyas cuestiones, tomadas de la Epstola del apstolSan Pablo a los Romanos, las coment en el primer libro. La primera de ellas trata sobre lo que escribi elApstol: Qu diremos, pues? La ley es pecado? En ninguna manera, hasta donde dice: Quin melibertar de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo Seor nuestro. [1] Sobre cuyacuestin estas palabras del Apstol: La ley es espiritual, mas yo soy carnal, [2] y las restantes, en que sedeclara la lucha de la carne contra el espritu, las expuse como si aun se tratara del hombre constituido bajoel yugo de la ley y no libertado por la gracia. Pues fue mucho ms tarde cuando comprend que talespalabras pudieran tambin referirsey con mayor probabilidadal hombre espiritual.

    La segunda cuestin de este primer libro comprende desde aquel pasaje donde dice: Y no slo esto, sinotambin cuando Rebeca concibi de uno, de Isaac nuestro padre, [3] hasta donde dice: Si el Seor de losejrcitos no nos hubiera dejado descendencia, como Sodoma habramos venido a ser, y a Gomorraseramos semejantes. Para resolver esta cuestin se ha trabajado, en efecto, por el triunfo del libre albedrode la voluntad humana; pero es indudable que venci la gracia de Dios. Y no poda llegarse a otra

    conclusin, entendiendo bien lo que con toda verdad y evidencia afirma el Apstol: Porque quin tedistingue? o qu tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lo hubierasrecibido? [4] declarando lo cual, el mrtir Cipriano lo expres cabalmente con este mismo ttulo, diciendo:En ninguna cosa debemos gloriamos, porque ninguna cosa es nuestra. Ved aqu por qu dije ms arribaque principalmente por este testimonio del Apstol me haba convencido yo mismo acerca de esta materia,sobre la cual pensaba de manera tan distinta, inspirndome el Seor la solucin cuando, como he dicho,escriba al obispo Simpliciano. Porque este testimonio del Apstol, en que, para refrenar la soberbia delhombre, se dice: qu tienes que no hayas recibido? no permite a ningn creyente decir: Yo tengo fe y nola he recibido de nadie. Pues con estas palabras del Apstol sera totalmente abatida la hinchazn desemejante respuesta. Ni tampoco le es lcito a nadie decir: Aunque no tenga la fe perfecta o total, tengo, noobstante, el principio de ella, por el cual primeramente cre en Jesucristo Porque tambin aqu le serrespondido: o qu tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lohubieras recibido?

    ***CAPTULO VLA GRACIA DIVINA ES LA QUE DA VENTAJA A LOS BUENOSSOBRE LOS MALOS9. Mas lo que esos hermanos piensan, esto es, que acerca de la fe inicial no puede decirse: qutienes que no hayas recibido?, porque esta fe se conserva an en la misma naturaleza, que se nos dio sana

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    y perfecta en el paraso, aunque ahora est viciada, no tiene valor alguno para lo que pretenden demostrar,si se considera la razn por la que habla el Apstol. Porque trataba l de que nadie se gloriase en el hombre,pues haban surgido algunas reyertas entre los cristianos de Corinto, de suerte que algunos decan: Yo soyde Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo [1]; de aqu que l interviniera y viniese a decir:Sino que lo necio del mundo escogi Dios, para avergonzar a los sabios; y lo dbil del mundo escogi Dios,para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogi Dios, y lo que no es, paradeshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. [2] Donde claramente aparece la intencin

    del Apstol contra la humana soberbia, a fin de que nadie se glore en el hombre ni, por ende, en s mismo.Finalmente, despus de decir: a fin de que nadie se jacte en su presencia, para demostrar en lo que debegloriarse el hombre, aadi a continuacin: Mas por l estis vosotros en Cristo Jess, el cual nos ha sidohecho por Dios sabidura, justificacin, santificacin y redencin. De aqu es que luego lleve su intentohasta decir con severa reprensin: Porque an sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos,contiendas y disensiones, no sois carnales, y andis como hombres? Porque diciendo el uno: Yociertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, no sois carnales? Qu, pues, es Pablo, y qu esApolos? Servidores por medio de los cuales habis credo; y eso segn lo que a cada uno concedi elSeor. Yo plant, Apolos reg; pero el crecimiento lo ha dado Dios. As que ni el que planta es algo, ni elque riega, sino Dios, que da el crecimiento. [3] Veis aqu cmo el Apstol no prete nde otra cosa sino que sehumille el hombre y sea glorificado Dios solamente. Y cuando habla de lo que se planta y de lo que se riega,no dice que el que planta y el que riega sean algo, sino quien da el crecimiento, que es Dios, y hasta lomismo que el uno planta y el otro riega no se lo atribuye a ellos, sino al Seor, diciendo: Yo plant, Apolosreg; pero el crecimiento lo ha dado Dios.Por eso, insistiendo en el mismo propsito, lleg a decir: As que, ninguno se glore en los hombres. [4] Yaantes haba dicho: El que se glora, glorese en el Seor. [5] Despus de cuyas palabras y de otras que conellas se relacionan, a este mismo fin se dirige su intencin, diciendo: Pero esto, hermanos, lo he presentadocomo ejemplo en m y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendis a no pensar ms delo que est escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcis unos contra otros. Porque quin tedistingue? o qu tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, por qu te gloras como si no lo hubierasrecibido? [6]

    10. Ahora bien: sera del todo absurdoa lo que yo entiendosuponer que en este clarsimo propsitodel Apstol, por el que se combate la humana soberbia, a fin de que nadie se glore en el hombre, sino en elSeor, se insinan los dones divinos meramente naturales, bien se entienda aquella naturaleza cabal yperfecta que fue dada al hombre en su primitivo estado o bien cualquier otro vestigio de esta naturalezaviciada. Pues por ventura se juzgan ms aventajados los hombres unos a otros por estos dones nativos,que a todos son comunes? Ya antes, aqu haba dicho el Apstol: Porque quin te distingue?; y luegoaadi: o qu tienes que no hayas recibido? Podra, en efecto, algn hombre hinchado decir contra otro:Me da ventaja mi fe, Me da ventaja mi justicia; o cualquiera otra cosa semejante. Pero saliendo el santoDoctor al paso de tan hinchados pensamientos, qu es lo que t tienesdiceque no lo hayas recibido?Y de quin lo has recibido sino de aquel que te da ventaja sobre el otro, a quien no concedi el don que a tite ha concedido? Si, pues, todo lo que tienesaadelo has recibido, de qu te jactas como si no lohubieras recibido? Acaso, pregunto, pretende el Apstol otra cosa sino que quien se glora, se glore en elSeor? Mas nada tan opuesto a este propsito como el gloriarse alguno de sus mritos, como si se loshubiera granjeado l a s mismo y no la gracia de Dios; aquella gracia digopor la que los buenosaventajan a los malos, no la gracia natural, que es comn a buenos y malos.Adjudquese, enhorabuena, a la naturaleza esa gracia, por la cual somos animales racionales y que nos daventaja sobre los brutos; y adjudquese tambin a la naturaleza esa gracia, por la cual los tipos hermosos seaventajan a los deformes; los hombres de agudo entendimiento, a los de entendimiento tardo, y as otrascualidades semejantes; mas aquel que era recriminado por el Apstol no se engrea ciertamente contraningn irracional ni contra otro hombre por causa de alguna gracia natural que en l pudiera existir, aunque

    fuese de nfimo valor; sino que se hinchaba vanamente, no atribuyendo a Dios alguno de los donespertenecientes a la vida santa, siendo entonces cuando mereci escuchar esta reprensin: Porque quin tedistingue? o qu tienes que no hayas recibido?Y aunque sea un don de la naturaleza el poder tener la fe, acaso lo es tambin el tenerla? Porque no es detodos la fe, [7] siendo as que es propio de todos el poder tenerla. Porque no dice el Apstol: Qu cosapuedes t tener que no hayas recibido el poder tenerla?, sino que dice: qu tienes que no hayasrecibido? Por tanto, el poder tener la fe, como el poder tener la caridad, es propio de la naturaleza delhombre; mas el tener la fe, del mismo modo que el te ner la caridad, slo es propio de la gracia en los quecreen. Y as, la naturaleza, en la que nos fue dada la capacidad de tener la fe, no da ventaja a un hombresobre otro, mas la fe da ventaja al creyente sobre el incrdulo. Y por eso, cuando se dice: q uin te

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    distingue? o qu tienes que no hayas recibido?, quin osar decir: Yo tengo la fe por mis propiosmritos y no la he recibido de nadie? ste tal contradira por completo a esta verdad evidentsima, noporque el creer o el no creer no pertenezca al albedro de la voluntad humana, sino porque la voluntadhumana es preparada por el Seor en los elegidos. Y, por tanto, a la esfera de la fe, que reside en lavoluntad, corresponde tambin lo que dice el Apstol: Porque quin te distingue? o qu tienes que nohayas recibido?***CAPITULO VILOS CAMINOS DE DIOSSON INESCRUTABLES11. Muchos son los que oyen la voz de la verdad, pero unos la creen y otros la contradicen. Luegounos quieren creer, mas los otros no quieren. Quin es el que esto ignora? Quin el que lo puedenegar? Pero como el Seor es quien prepara la voluntad en los unos y en los otros no, debe distinguirsemuy bien qu es lo que proviene de su misericordia y qu de su justicia. He aqu que dice el Apstol: Lo quebuscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos s lo han alcanzado, y los dems fueronendurecidos; como est escrito: Dios les dio espritu de estupor, ojos con que no vean y odos con que no

    oigan, hasta el da de hoy. David dice tambin: Sea vuelto su convite en trampa y en red, en tropezadero yen retribucin; sean oscurecidos sus ojos para que no vean, y agbiales la espalda para. [1]He aqu patentes la misericordia y el juicio de Dios; la misericordia en la eleccin, que logr alcanzar lajusticia; el juicio, en cambio, en los que fueron endurecidos en su ceguera. Y no obstante, aquellos, porquequisieron, creyeron; stos, porque no quisieron, no creyeron. La misericordia y la justicia se han verificadoen las mismas voluntades. Esta eleccin es, pues, obra de la gracia, no ciertamente de los propios mritos.Ya antes el Apstol haba dicho: As tambin en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia.Y si por gracia ya no es por obras; de otra manera la gracia ya no es gracia. [2] Gratuitam ente, por tanto, hanconseguido la eleccin los que la han conseguido, no precediendo ningn mrito de ellos, de suerte quedieran antes alguna cosa por la que les fuese retribuida; gratuitamente los hizo salvos. Los otros, encambio, que se endurecieron en su ceguera lo que all mismo no se oculta, fueron reprobados en castigode su contumacia. Todas las sendas de Jehov son misericordia y verdad. [3] Pero inescrutables suscaminos. [4] Por tanto, inescrutables son tambin la misericordia, por la cual gra tuitamente salva, y laverdad, por la que justamente condena.***CAPTULO VIILA FE, FUNDAMENTODEL EDIFICIO ESPIRITUAL12. Pero por ventura nos argirn: El Apstol hace distincin entre la fe y las obras, pues afirma quela gracia no procede de las obras, pero no dice que no proceda de la fe. As es en verdad; pero el mismoJesucristo asegura que la fe es tambin obra de Dios, y nos la exige para obrar meritoriamente. Le dijeron,pues, los Judos: Entonces le dijeron: Qu debemos hacer para poner en prctica las obras de Dios?

    Respondi Jess y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creis en el que l ha enviado. [1] De esta maneradistingue el apstol la fe de las obras, as como se distinguen los dos reinos de los Hebreos, el de Jud y elde Israel, a pesar de que Jud es Israel. Del mismo modo, por la fe asegura que se justifica el hombre y nopor las obras, porque aqulla es la que se nos da primeramente, y por medio de ella alcanzamos los demsdones, que son principalmente las buenas obras, por las cuales vivimos justamente. Porque dice tambin elapstol: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; [2]esto es, y lo que dije: por medio de la fe, no es por vosotros, porque la fe es tambi n un don de Dios. Nopor obras, para que nadie se glore.Porque suele decirse: Tal hombre mereci creer, porque era un varn justo aun antes de que creyere.Como puede decirse de Cornelio, cuyas limosnas fueron aceptadas y sus oraciones odas antes de quecreyera en Cristo; sin embargo, no sin alguna fe daba limosna y haca su oracin. Porque cmo poda

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    invocar a aquel en quien no haba credo? Mas si hubiera podido salvarse sin la fe de Cristo, no le hubierasido enviado como pedagogo, para instruirle, el apstol Pedro, puesto que si Jehov no edificare la casa,en vano trabajan los que la edifican. [3]Y he aqu lo que se nos arguye a nosotros: La fedicenes obra nuestra, y de Dios todo lo dems queatae a las obras de la justicia, como si al edif icio de la justicia no perteneciera la fe; como si al edificio dir mejorno perteneciera el fundamento. Mas si, ante todo y principalmente, el fundamento pertenece aledificio, en vano trabaja predicando el que edifica la fe si el Seor no la edifica inte riormente en el alma por

    medio de su misericordia. Luego se debe concluir que cuantas obras realiz Cornelio antes de creer,cuando crey y despus de creer, todo ello se ha de atribuir a Dios, a fin de que nadie se glore.

    ***CAPTULO VIIILA ENSEANZA DEL PADREES OCULTSIMA13. Por eso el mismo Jesucristo, nico Maestro y Seor de todos, despus de haber dicho lo que antesrecord: Esta es la obra de Dios, que creis en el que l ha enviado, aadi en el mismo discurso: Mas os hedicho que aunque me habis visto (obrar milagros), no creis. Todo lo que el padre me da,. [1] Qu quieredecir vendr a m sino creern en m? Mas el que esto se efecte es el Padre quien lo concede. Y as dicepoco ms adelante: No murmuris entre vosotros. Ninguno puede venir a m, si el Padre que me envi no letrajere; y yo le resucitar en el da postrero. Escrito est en los profetas: Y sern todos enseados porDios. As que todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene a m. [2] Qu significa todo aquel queoy al Padre, y aprendi de l, viene a m sino que ninguno hay que escuche al Padre y aprenda sudoctrina que no venga a m? Porque si cualquiera que ha escuchado al Padre y aprendido su doctrinaviene, luego el que no viene no ha escuchado al Padre ni aprendido su doctrina. Porque si le hubieseescuchado y la hubiera aprendido, vendra. Pues ninguno le escuch y aprendi de El que no viniese, sinoquecomo dice la misma Verdadtodo significa todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene.Ciertamente est muy lejos de los sentidos corporales esta disciplina o escuela en que el Padre ensea y esescuchado para que se venga al Hijo. All est, adems, el mismo Hijo, puesto que es su Verbo, por quien deesta manera ensea; lo cual no hace por medio de los odos del cuerpo, sino del alma. Y est tambin alljuntamente el Espritu del Padre y del Hijo, pues este mismo Espritu no deja tampoco de ensear ni enseaseparadamente. Porque sabemos que son inseparables las obras de la Trinidad. El es, en verdad, el Espritu

    Santo, de quien dice el Apstol: teniendo el mismo Espritu de fe. [3] Pero se atribuye principalmente alPadre esta enseanza, porque de l es engendrado el Unignito y de l procede el Espritu Santo; mas seraprolijo dilucidar esto aqu ms ampliamente, y creo, por otra parte, que habr llegado ya a vuestras manosmi obra en quince libros acerca de la Santsima Trinidad.Muy lejos estrepitode los sentidos corporales esta escuela, en la que Dios ensea y es escuchado.Nosotros vemos que muchos vienen al Hijo, puesto que vemos que muchos creen en Jesucristo, pero novemos cmo ni dnde hayan escuchado al Padre y aprendido de l. Esta es, ciertamente, una graciasecretsima; pero que tal gracia existe, quin lo podr poner en dud a? Esta gracia, en efecto, queocultamente es infundida por la divina liberalidad en los corazones humanos no hay corazn, por duro quesea, que la rechace. Pues en tanto es concedida en cuanto que destruye, ante todo, la pertinacia delcorazn. Por eso, cuando el Padre ensea y es escuchado interiormente para que se venga al Hijo, destruyeel corazn lapdeo y le convierte en compasivo y tierno, conforme lo prometi por la predicacin del profeta.[4] As es ciertamente cmo forma a los hijos de la promesa y labra los vasos de misericordia, que preparpara gloria suya.

    14. Por qu, pues, no ensea a todos para que vengan a Jesucristo sino porque a los que ensea, porsu misericordia les ensea, y a los que no ensea, por su justicia no les ensea? As , pues, de quien quiere,tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. [5] Pero se compadece, prodigando beneficios, yendurece, como retribucin de los vicios, O si, por ventura, estas palabras, como algunos han querido msbien interpretar, se refiriesen solamente a aquel con quien habla el Apstol, dicindole: Pero me dirs...,para que se entendiese que era l quien haba dicho: De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y alque quiere endurecer, endurece, del mismo modo que lo que sigue, a saber: Por qu, pues, inculpa?Porque quin ha resistido a su voluntad?, acaso a esto respondi el Apstol: OH hombre! , falso es lo

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    que has dicho? No, sino que respondi: Mas antes, oh hombre, quin eres t, para que alterques conDios? Dir el vaso de barro al que lo form: Por qu me has hecho as? O no tiene potestad el alfarerosobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso de honra y otro para deshonra? [6] , con lo dems quesigue y que vosotros conocis perfectamente.No obstante, el Padre ensea en cierto modo a todos para que vengan a su Hijo. Pues no est escritovanamente en los profetas: Y todos sern enseados por Dios. [7] Y despus de haber aducido estetestimonio, se aade seguidamente: As que, todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene a m. [8]

    Porque as como de un maestro que ensea solo en una ciudad decimos con entera verdad: Este es el queensea aqu a todos, no porque todos vengan a aprender con l, sino porque ninguno de los que allaprenden aprende si no es de l, del mismo modo, con toda razn decimos que Dios ensea a todos quevengan a Jesucristo no porque todos vengan, sino porque nadie puede venir de otra manera.Mas en cuanto al porqu no ensea Dios a todos, nos declar ya el Apstol lo que le pareci suficiente:porque queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soport con mucha paciencia los vasos de irapreparados para destruccin, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostr para con los vasosde misericordia que l prepar de antemano para gloria. [9] Por eso, la palabra de la cruz es locura a los quese pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. [10] Y estos solos son todos alos que Dios ensea para que vengan a Cristo, estos solos los que quiere que se hagan salvos y que venganal conocimiento de la verdad. Pues si hubiera querido ensear tambin, para que viniesen a Cristo, a todosaquellos otros que tienen por insensatez la predicacin de la cruz, sin duda alguna que ellos ta mbinvendran. Porque no puede engaarse ni engaar el que dice: todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l,viene a m. Ni pensar, por consiguiente, que deje de venir alguno que haya escuchado al Padre y aprendidosu doctrina.

    15. Y por qupreguntanno ensea a todos? Si decimos que aquellos a quienes no ensea noquieren aprender, se nos replicar: Cmo se cumple entonces lo que se dice en el Salmo: No volvers adarnos vida para que tu pueblo en ti se regocije? O si es que Dios no da el querer a los que no quieren,con qu fin, segn el precepto del mismo Seor, ora la Iglesia por sus perseguidores? Pues as tambin leplugo a San Cipriano interpretar lo que decimos en el padrenuestro: Hgase tu voluntad, como en el cielo,as tambin en la tierra; [11] es decir, as como se cumple tu voluntad en aquellos que ya han credo, y queson como el cielo, as tambin se haga en aquellos que no creen, por lo cual son todava tierra. Pues porqu pedimos por los que no quieren creer sino para que Dios obre en ellos el querer?Acerca de los Judos, dice claramente el Apstol: Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazn, y mioracin a Dios por Israel, es para salvacin. [12] Qu es lo que pide por los que no creen sino que crean?Pues no de otro modo pueden conseguir la salvacin. Por tanto, si la fe de los que oran es la que disponepara la gracia de Dios, cmo la fe de aquellos por quienes se pide que crean podra prevenir a dichagracia? Cuando lo que se pide por ellos es precisamente esto: que les sea concedida la fe que no tienen.Por eso, cuando se predica el Evangelio, unos creen y otros no creen; porque los que creen, cuando suenanexteriormente las palabras del predicador, escuchan interiormente la voz del Padre y aprenden de l; maslos que no creen, aunque oyen exteriormente, no escuchan ni aprenden interiormente; es decir , a unos seles concede el creer y a los otros no se les concede. Ningunodicepuede venir a m si el Padre, que meenvi, no le trajere. [13] Lo cual ms claramente se dice despus. Porque hablando un poco ms adelante dedar a comer su carne y a beber su sangre, y como algunos de sus discpulos dijesen: Dura es esta palabra;quin la puede oir? Sabiendo Jess en s mismo que sus discpulos murmuraban de esto, les dijo: Estoos ofende? [14] Y poco despus aade: Las palabras que yo os he hablado son espritu y son vida. Perohay algunos de vosotros que no creen. Porque Jess sabaagrega a continuacin el evangelistadesdeel principio quienes eran los que no crean, y quien le haba de entregar. Y dijo: por eso os he dicho queninguno puede venir a m, si no le fuere dado del Padre. Luego ser atrado por el Padre, escucharle yaprender de l para venir a Cristo no es otra cosa que recibir del Padre el don de la f e para creer en Cristo. Yas, el que dijo: Ninguno puede venir a m, si el Padre que me envi no le trajere, no distingui a los que

    escuchaban de los que no escuchaban, sino a los que crean de los que no crean.

    16. Por consiguiente, tanto la fe inicial como la consumada o perfecta son un don de Dios. Y as, quienno quiera contradecir a los evidentsimos testimonios de las divinas letras, de ninguna manera puede dudarque este don es concedido a unos y negado a otros. Mas por qu no se concede a todos, es cuestin que nodebe inquietar a quien cree que por un solo hombre incurrieron todos en una condenacinindiscutiblemente justsima; de suerte que ninguna acusacin contra Dios sera justa aun cuando ningunofuera libertado. As consta cun inmensa es la gracia de que sean libertados muchsimos; y qu es lo que astos se les debera, ellos mismos lo pueden reconocer en los que no son libertados; a fin de que quien se

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    glora, no se glore en sus propios mritos, viendo que stos de por s son iguales a los de los mismoscondenados, sino que se glore en el Seor.Mas por qu salva a uno con preferencia a otro? Insondables son los juicios de Dios e inescrutables suscaminos! Mejor nos ser escuchar y decir aqu la palabra del Apstol: Mas antes, oh h ombre, quin eres t,para que alterques con Dios?, [15] que no lo que nosotros solemos asegurar como si supiramos lo quequiso que permaneciese oculto el que no pudo querer ninguna cosa injusta.

    ***CAPTULO IXREIVINDIA AGUSTN SU DOCTRINA DEFENDIDAEN OTRO TIEMPO17. Respecto a lo que me recordis que yo escrib en mi opsculo contra Porfirio, intitulado Sobre eltiempo de la religin cristiana, lo dije precisamente con el propsito de omitir all una ms diligente ytrabajosa discusin acerca de la gracia, aunque sin dejar de indicar su verdadera significacin, porque noquera exponer en aquella obra lo que podra exponer en otras circunstancias o ser expuesto por otrosescritores. Y as, respondiendo a esta cuestin, que se me haba propuesto: Por qu Jesucristo vino almundo despus de pasados tantos siglos?, afirm entonces entre otras cosas: Por tanto, ya que no seobjeta contra Cristo el que no todos los hombres sigan su doctrinapues ellos mismos comprenden que

    tampoco se argira legtimamente de esta manera contra la sabidura de los filsofos ni contra la revelacinde sus dioses; mas qu podrn responderme, si, dejando a salvo la profundidad de la sabidura y cienciade Dios, en la que tal vez se oculta algn otro designio ms secreto, y sin perjuicio, no obstante, de otrascausas, que pueden investigar los sabios, yo les dijere aqu solamente, en gracia a la brevedad en lapresente cuestin, que Jesucristo entonces quiso y se dign manifestarse a los hombres y predicarles sudoctrina cuando saba y donde saba quines eran los que haban de creer en El? Pues en todos aquellostiempos y lugares en que no fue predicado el Evangelio conoca por su presciencia que, respecto a lapredicacin de su doctrina, haban de ser los hombres como en los das de su presencia corporal en la tierralo fueron, no ciertamente todos, pero s muchos, que no quisieron creer en El, a pesar de haberle vistoresucitar los muertos, y como vemos tambin que son ahora muchos, quienes, a pesar de cumplirse contanta evidencia las predicciones de los profetas, no quieren creer an, prefiriendo con refinada maliciaresistir a Dios antes que ceder a la divina autoridad, tan cerca y tan evidente, tan sublime y tansublimemente manifestada cuanto el corto y dbil entendimiento humano debera con ms razn rendirse ala verdad divina. Qu tiene, pues, de extrao que Cristo. no quisiera manifestarse ni ser predicado en los

    primitivos tiempos del mundo, conociendo como conoca por su presciencia que todo el orbe de la tierraestaba habitado por tantos infieles, que ni por las predicaciones ni por los milagros haban de creer en El?Ni tiene nada de increble que todos los hombres fueran entonces tan incrdulos, cuando nosotros mismosnos asombramos de ver que lo han sido y lo siguen siendo igualmente desde la venida de Cristo hastanuestros das.No obstante, desde el principio del gnero humano, unas veces de una manera ms oculta y otras msclara, segn que fue divinamente previsto conforme a la conveniencia de los tiempos, nunca dej Dios deenviar sus profetas ni faltaron en el mundo quienes creyeran en El; as desde Abrahn hasta Moiss, y tantoen el pueblo israelita, que por singular y misterioso designio de Dios fue un pueblo proftico, como entre losdems pueblos Gentiles aun antes de que Jesucristo se manifestase al mundo en carne mortal. Y puestoque en los libros sagrados de los Hebreos se hace mencin de algunos, ya desde los tiempos de Abrahn,que no eran de su familia ni del pueblo de Israel o de alguna sociedad agregada al pueblo israeltico, loscuales, sin embargo, llegaron a participar de este misterio de la fe en Cristo; siendo esto as, por qu nohemos de creer tambin que aqu y all, entre los dems pueblos infieles, hubo asimismo otros creyentes,

    aunque no se hallen recordados en aquellos libros?

    As, pues, el poder salvfico de esta religin, por la cual solamente, siendo ella la nica verdadera, sepromete verazmente la verdadera salud, no falt jams a nadie que fuese digno de ser salvo; y si a alguno lefalt, fue por no ser digno. Y desde la primera de las generaciones humanas hasta la ltima serperpetuamente predicada, a unos para su recompensa, a otros para su justa condenacin. Y por eso,aquellos a quienes de ninguna manera les ha sido predicada los previ Dios en su presciencia que nohaban de creer; y a quienes, no habiendo de creer, les ha sido, sin embargo, predicada, para su ejemplo loha sido; mas aquellos a quienes les es predicada porque habrn de creer son los que Dios dispone para elreino de los cielos y para la compaa de sus santos ngeles.

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    18. Acaso juzgis que todo esto que he afirmado sobre la presciencia de Jesucristo, sin perjuicio delos ocultos designios de Dios ni de otras causas, lo he querido afirmar porque me pareciese suficiente paraconvencer a los incrdulos, que me haban propuesto esta cuestin? Puede haber algo ms verdadero quela presciencia de Jesucristo sobre quines habran de creer, cundo y en qu lugares?Pero si, despus de haberles sido predicado Jesucristo, habran de conseguir la fe por s mismos o habrande recibirla como un don de Dios; es decir, si los que han de creer solamente son objeto de la presciencia

    divina o tambin de la divina predestinacin, esto no juzgu necesario inquirirlo ni declararlo entonces. Portanto, aquello que afirm: que entonces quiso Dios manifestarse a los hombres y que les fuese predicadasu doctrina cuando saba y donde saba que haban de creer en El, podra tambin entenderse as:Entonces quiso Jesucristo manifestarse a los hombres y que les fuese predicada su doctrina, cuandosaba y donde saba quines haban sido los elegidos en El antes de la creacin del mundo.Pero como estas afirmaciones hubieran despertado la curiosidad del lector para investigar doctrinas quehoy por la censura del error pelagiano es preciso discutir con ms erudicin y ms trabajo, me pareci queentonces era suficiente afirmar lo dicho con la mayor brevedad, dejando a salvo, como ya indiqu, la altezade la sabidura y de la ciencia de Dios, y sin perjuicio de otras causas, acerca de las cuales juzgu que serams oportuno discutir en otras circunstancias.***

    CAPTULO XDIFERENCIA ENTRE LA PREDESTINACINY LA GRACIA19. Del mismo modo, cuando afirm que la virtud salvfica de esta religin no ha faltado a nadie quefuese digno de ella y que no ha sido digno aquel a quien ha faltado, si se discute o investiga el porqu cadauno es digno, no faltan quienes afirmen que por la voluntad humana; mas nosotros sostenemos que por lagracia o predestinacin divina. Ahora bien: entre la gracia y la predestinacin existe nicamente estadiferencia: que la predestinacin es una preparacin para la gracia, y la gracia es ya la donacin efectiva dela predestinacin.Y as lo que dice el Apstol: No por obras, para que nadie se glore. Porque somos hechura suya, creadosen Cristo Jess para buenas obras, [1] significa la gracia; mas lo que sigue: las cuales Dios prepar deantemano para que anduvisemos en ellas, significa la predestinacin, la cual no puede darse sin la

    presciencia por ms que la presciencia s que puede existir sin la predestinacin.Por la predestinacin tuvo Dios presciencia de las cosas que l haba de hacer, por lo cual fue dicho: El hizolo que deba ser hecho. [2] Mas la presciencia puede ser tambin acerca de aquellas cosas que Dios nohace, como es el pecado, de cualquier especie que sea; y aunque hay algunos pecados que son castigo deotros pecados, por lo cual fue dicho: Dios los entreg a una mente reprobada, para hacer cosas que noconvienen, [3] en esto no hay pecado de parte de Dios, sino justo juicio. Por tanto, la predestinacin divina,que consiste en obrar el bien, es, como he dicho, una preparacin para la grac ia; mas la gracia es efecto dela misma predestinacin. Por eso, cuando prometi Dios a Abrahn la fe de muchos pueblos en sudescendencia, diciendo: Te he puesto por padre de muchas gentes, [4] por lo cual dice el Apstol: Por tanto,es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia, [5] no leprometi esto en, virtud de nuestra voluntad, sino en virtud de su predestinacin.Prometi, pues, no lo que los hombres, sino lo que l mismo haba de realizar. Porque s i los hombrespractican obras buenas en lo que se refiere al culto divino, de Dios proviene el que ellos cumplan lo que lesha mandado, y no de ellos el que l cumpla lo que ha prometido; de otra suerte, provendra de la capacidad

    humana, y no del poder divino, el que se cumpliesen las divinas promesas, y as lo que fue prometido porDios sera retribuido por los hombres a Abrahn. Pero no fue as como crey Abrahn, sino que se fortalecien fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era tambin poderoso para hacer todo lo quehaba prometido. No dice el apstol predecir ni dice prever, porque tambin es poderoso para predeciry prever las acciones de las dems cosas, sino que dice que era tambin poderoso para hacer, y, porconsiguiente, no las obras extraas, sino las propias.

    20. Ahora bien: por ventura prometi Dios a Abrahn en su descendencia solamente las obras buenasde los pueblos Gentiles, de modo que prometiese as lo que l hace, y no le prometi, en cambio, la fe, cual

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    si sta fuera obra de los hombres, de suerte que para prometer lo que l hace tuvo presciencia de la fe quedeba ser obra del hombre? No es ciertamente tal lo que dice el Apstol, sino que Dios prometi a Abrahnhijos que seguiran las huellas de su fe; esto lo afirma clarsimamente.Pero si slo prometi Dios las obras y no la fe de los Gentiles, como quiera que no pueden existir lasbuenas obras si no es por la feporque el justo por la fe vivir, [6] y todo lo que no proviene de fe, especado, [7] y sin fe es imposible agradar a Dios [8], resultar que el cumplimiento de lo que Dios haprometido depende del poder del hombre. Pues si el hombre, sin la gracia de Dios, no hace lo que le

    pertenece segn su naturaleza, tampoco podr Dios hacer lo que corresponde a la gracia divina; es decir,que si el hombre no tiene la fe de por s, no cumplir Dios lo que ha prometido, a fin de que las obras de lajusticia sean dadas por Dios. Y, por consiguiente, el que Dios pueda cumplir sus promesas no depender yade Dios, sino del poder del hombre.Mas si la verdad y la piedad no son obstculo para la fe, debemos creer, como Abrahn, que Dios espoderoso para cumplir lo que ha prometido. Porque prometi Dios a Abrahn hijos, que no podran serlo sintener la fe; luego es Dios quien concede tambin la fe.

    ***CAPTULO XIESTABILIDAD DE LAS PROMESAS DIVINAS21. Pero cuando el mismo Apstol dice: Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que lapromesa sea firme, confieso que me causa indescriptible admiracin el que haya hombres que prefieranapoyar toda su confianza en su debilidad a fijarla en la inconmovible firmeza de la promesa divina. Masyodir alguienno estoy seguro de la voluntad de Dios acerca de m. Y eso, quin? Ni siquiera tmismo ests seguro de tu propia voluntad, y no temes lo que est escrito: El que piensa estar firme, mireque no caiga? [1] Si, pues, ambas voluntades son inciertas, por qu no apoya el hombre en la ms fuerte, yno en la ms dbil, su fe, su esperanza y su caridad?

    22. Nos replicarn: Porque cuando se dice: Si creyeres, sers salvo [2], la una de estas dos cosas senos exige y la otra se nos ofrece. La que se exige est en la potestad del hombre; la que se ofrece, en la deDios. Mas por qu no ambas cosas en la de Dios, lo que se manda y lo que se ofrece? Pues cierto es que aDios se le pide nos conceda lo que manda. Los que ya creen piden que se aumente en ellos la fe, y por los

    que an no creen, pide que les sea concedida y as, tanto en su aumento como en su principio, la fe es undon de Dios. Por eso se dice: Si creyeres, sers salvo; como se dice tambin: Si por el Espritu hacis morirlas obras de la carne, viviris. [3] Y tambin aqu una de estas dos cosas se nos exige y la otra se nosofrece. Si por el Esprituafirma hacis morir las obras de la carne. Por tanto, el que con el Esprituhagamos morir las obras de la carne, se nos exige; mas el que tengamos vida, se nos ofrece.Por ventura podr satisfacer a nadie el decir que la muerte de las obras de la carne en nosotros n o es undon de Dios, porque vemos que esto se nos exige en cambio del premio ofrecido de la vida eterna, si locumpliremos? Lejos de nosotros el pensar que tal respuesta pueda satisfacer a los que ya son partcipes ydefensores de la gracia. Tal es el error condenable de los pelagianos, a quienes hace enmudecer porcompleto el Apstol cuando dice: Porque todos los que son guiados por el Espritu de Dios, stos son hijosde Dios, a fin de que no creyramos que el hacer morir las obras de la carne era por el poder de nuestroespritu y no por el de Dios. De cuyo divino Espritu habl tambin donde dice: Pero todas estas cosas lashace uno y le mismo Espritu, repartiendo a cada uno en particular como l quiere. [4] Por tanto, as como elhacer morir las obras de la carne, aunque sea un don de Dios, no obstante, se nos exige para alcanzar el

    premio prometido de la vida eterna, as tambin la fe es un don de Dios, aunque se nos exija igualmentepara conseguir la eterna salvacin cuando se dice: Si creyeres, sers salvo.Ambas cosas, por consiguiente, nos son preceptuadas y se prueba que son tambin dones de Dios, paraque se entienda que nosotros las obramos y Dios hace que las obremos, como nos lo dice clarsimamentepor el profeta Ezequiel. Pues nada ms claro que aquel lugar en que se dice: Yo har que andis en misestatutos, y guardis mis preceptos, y los pongis por obra. [5] Considerad con la debida atencin estepasaje de la Escritura, y advertiris cmo Dios promete hacer que se cumplan las cosas que l mandacumplir. Y, ciertamente, no pasa all en silencio la Escritura los mritos buenos, sino los malos; parademostrar por medio de aquellos cmo Dios retribuye bienes por males, pues l mismo hace que el hombrepractique despus buenas obras, haciendo que se cumplan sus divinos mandamientos.

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    ***CAPTULO XIIQUE NADIE ES JUSTIFICADO EN VIRTUD DELOS MERITOS FUTUROS23. Toda esta argumentacin, por la que venimos demostrando que la gracia de Dios, obtenida pormedio de nuestro Seor Jesucristo, es verdadera gracia, es decir, que no se nos concede conforme anuestros mritos, aunque est evidentsimamente confirmada con mltiples testimonios de las divinasEscrituras; no obstante, tratndose de los adultos, que ya gozan del uso del libre albedro, tropieza conalgunas dificultades para ser admitida por todos aquellos que, si no es atribuyndose a s mismos algunacosa como propia, la cual puedan ofrecer a Dios primeramente para que les sea retribuida, se considerancoartados en el diligente y celoso ejercicio de los actos de piedad. Mas cuando se trata de los prvulos y delnico Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess, carece totalmente de sentido la afirmacin de quelos mritos preceden a la gracia divina; porque ni aquellos pueden aventajarse unos a otros por ningunaclase de mritos precedentes a la gracia del Libertador, ni este, siendo l tambin hombre, fue constituidoSalvador de los hombres por ningn mrito humano precedente.

    24. Porque quin tendr odos para tolerar el que se diga que los prvulos que mueren bautizados enla niez reciben el bautismo en virtud de la presciencia de sus mritos futuros, y, por tanto, que los quemueren sin ser bautizados en aquella misma edad es por la presciencia de los meritos futuros de sus malasobras, siendo as que no puede Dios recompensar su vida buena ni castigar su vida mala, porque tanto unacomo otra son nulas? El Apstol ha fijado en este punto un lmite, el cuallo dir en los trminos msdiscretosno debe ser traspasado por la temeraria consideracin del hombre. Porque dice as: Porque esnecesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba segn loque haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. [1]Lo que haya hechodice, y noaadi: de lo que habra de hacer.Mas de dnde hayan podido deducir estos hombres la interpretacin de que los mritos futuros, que jamshan de realizarse, en los prvulos sean premiados o castigados, es cosa que ignoro. Y por qu se ha dichoque el hombre ser juzgado segn lo que hubiere hecho viviendo en el cuerpo, siendo as que muchasobras no se realizan por el cuerpo ni por miembro alguno corporal, sino solamente por el alma, y son a

    veces de tanta responsabilidad, que al solo pensamiento de ellas se debe justsimo castigo, como es, por nocitar otros ejemplos, lo que dice el necio en su corazn: No hay Dios? [2] Qu significa, pues, reciba segnlo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sino segn lo que hubiere hecho durante el tiempo quehubiere vivido en el cuerpo, de suerte que por el cuerpo se entienda durante el tiempo del cuerpo?Porque despus de la muerte del cuerpo, nadie estar en el cuerpo si no es por la ltima resurreccin; nopara adquirir ya mrito alguno, sino para recibir por los mritos buenos galardn, o por los malos, penas.Mas durante este tiempo que media entre la sepultura del cuerpo y la resurreccin del mismo, las almas oson atormentadas o descansan en la otra vida, segn lo que hubieren merecido durante su morada en elcuerpo. A este tiempo de la inhabitacin del alma en el cuerpo pertenece tambin lo que los pelagianosniegan, pero la Iglesia de Cristo afirma, es a saber: el pecado original; el cual remitido por la gracia o noremitido por justo juicio de Dios, cuando mueren los nios, o bien por los mritos del bautismo, pasan delmal a gozar de los bienes eternos, o por los mritos del pecado original pasan de los males de esta vida alos de la otra. Tal es la doctrina que la fe catlica ha llegado a conocer y lo que algunos herejes confiesan yasin ninguna oposicin.Pero el que alguno haya de ser juzgado no segn los mritos que haya adquirido viviendo en el cuerpo, sinosegn los mritos que habra de adquirir si en el cuerpo hubiera vivido durante una mayor longevidad, escosa que me llena de admiracin y asombro, y no hallo dnde hayan podido fundar tal opinin hombres que,como se indica en vuestras cartas, son de un notable ingenio; de ninguna manera me atrevera a creerlo sino tuviera por mayor audacia el dudar de vuestra veracidad. Mas confo en el Seor que les habr de asistircon su ayuda, para que, corregidos, vean cuanto antes que los que llaman pecados futuros, si fuera verdadque Dios pudiese por su juicio castigarlos justamente en aquellos que no han recibido el bautismo, tambinlo sera que en los que han sido bautizados podran ser remitidos por la gracia divina. Pues si algunoafirmare que Dios, como juez, slo puede castigar los pecados futuros, no pudiendo, en cambio,perdonarlos como redentor, debe pensar cun grave injuria infiere a Dios y a su gracia: como si Diospudiera tener presciencia del pecado futuro y no tuviera poder para perdonarlo. Si esto es absurdo, mucho

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    ms lo ser el que Dios debiera socorrer con el bautismo, por el cual se borran los pecados, a los pecadoresfuturos que mueren en la niez, si stos hubieran vivido durante ms largo tiempo.

    ***CAPTULO XIIIEL BAUTISMO NO ES EFECTO DE LA PRESCIENCIADE LOS MERITOS FUTUROS25. Por ventura replicarn que a los que hacen penitencia se les perdonan los pecados y, porconsiguiente, que los que mueren en la infancia sin el bautismo es porque Dios prev que, si hubieranvivido ms tiempo, no habran hecho penitencia; mas de los que mueren en aquella edad bautizados, Diostiene previsin de que habran hecho penitencia si hubieran vivido ms tiempo. Si as discurren, debenadvertir y considerar que en los nios que mueren sin el bautismo no se castigara de esa manerasolamente el pecado original, sino tambin los pecados futuros que cada uno hubiera cometido si Dios lehubiera conservado la vida; y, del mismo modo, a los bautizados no se les borrara solamente el pecadooriginal, sino tambin los pecados futuros que hubieran cometido si Dios les hubiera conservado la vida.Pues ciertamente no podran pecar hasta una edad ms avanzada; pero en cuanto a unos, hay previsin deque habran hecho penitencia, y en cuanto a otros, de que no la habran hecho, y, por tanto, de que unos

    habran de salir de esta vida con el bautismo y otros sin el bautismo.Si tal doctrina se atreviesen a sostener los pelagianos, no se esforzaran tanto, despus de negar el pecadooriginal, en buscar para los nios no s qu lugar bienaventurado en la otra vida fuera del reino de Dios,especialsimamente cuando son persuadidos de que no pueden poseer la vida eterna porque no han comidola carne ni bebido la sangre de Cristo y porque, en aquellos en quienes no existe pecado absolutamenteninguno, fuera falso o nulo el bautismo que se diera en remisin de los pecados. Pero dirn tal vez que elpecado original no existe; que los que mueren en la infancia son bautizados o no son bautizados segn laprevisin que Dios tiene de sus mritos futuros si vivieran; que, segn estos mritos futuros, reciben o noreciben los prvulos el cuerpo y sangre de Cristo, sin lo cual no pudieran tener la vida eterna; y, finalmente,que son bautizados con verdadera remisin de los pecados, aunque no hereden ninguno de Adn, porquese les perdonan aquellos de los cuales Dios prev que habran hecho penitencia.As es como resolvern y defendern muy fcilmente su causa, negando la existencia del pecado original,mientras propugnan que no se da la gracia de Dios sino conforme a nuestros mritos. Pero, comosimplemente se comprende tambin, los mritos humanos futuros que jams habrn de realizarse, sin

    ningn gnero de duda, son nulos; por eso, ni los pelagianos han podido ni mucho menos estos hermanoshan debido afirmar tal sentencia. Y as, me es imposible describir co n cunto desagrado sufro que lo quevieron los mismos pelagianos como falssimo y absurdsimo no lo hayan visto estos que, con nosotros ycon la autoridad de la Iglesia catlica, condenan el error de aquellos herejes.

    ***CAPTULO XIVLOS PELAGIANOS, CONDENADOS POR LA ESCRITURAY LA TRADICIN26. San Cipriano escribi un libro sobre La mortalidad, singularmente elogiado por todos o casi todos losamantes de las ciencias eclesisticas; en el cual asegura, en relacin con nuestra causa, que la muert e noslo no es intil, sino que debe considerarse, por el contrario, como beneficiosa para los fieles en la fe,porque los libra de los peligros de esta vida y los coloca definitivamente en la seguridad de no pecar. Masde qu les servira esta seguridad, si son tambin castigados los pecados futuros que no se hancometido? Pero el santo prueba all con muy copiosa y excelente doctrina que en esta vida nunca faltan lospeligros de pecar y que slo stos no persistirn ms all de la muerte. Y es en este l ibro donde alega aqueltestimonio de la Sabidura: Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia. [1] Texto que,aducido tambin por m, lo han rechazado estos hermanos nuestros, segn vosotros me habis dicho, porno estar tomado de un libro cannico; como si, aun dejando aparte la autoridad de este libro, no fuera lacuestin que all t rataba yo de demostrar suficientemente clara.

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    Pues quin de entre los cristianos se atrevera a negar que el justo, cuando es arrebatado por la muerte,encuentra en la otra vida su definitivo descanso? Qu hombre de sana fe juzgara lo contrario de quien aslo confesara? De igual modo, si se afirmase que el justo, abandonando la vida santa en que persever porlargo tiempo y muriendo impamente, aunque no hubiera vivido en la impiedad, no digo ya por todo un ao,pero ni siquiera por un solo da; si se afirmaseDigoque este tal habra de incurrir por esto en las penas debidas a los rprobos y que de nada leservira su santidad pretrita, qu cristia no osara contradecir una verdad tan patente? Y si, por lo mismo,

    se nos preguntase si este tal, de haber muerto cuando se hallaba en estado de gracia, habra encontrado sufeliz descanso en la otra vida o incurrido en las penas de los rprobos, dudaramos acaso responder quehabra encontrado su feliz descanso? Pues sta es toda la razn por la cual se ha dicho, sea quien fuerequien lo haya dicho: Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia. Pues esto se afirmatendiendo a los peligros de la vida presente y no a la presciencia de Dios, quien tena previsto lo que habade suceder y no lo que no haba de suceder; es decir, que Dios haba de galardonar al justo con una muerteprematura, para sustraerle a la inseguridad de las tentaciones, no para que pecase el que no haba depermanecer en la tentacin.Acerca de esta vida, tambin se lee en el libro de Job: No est el hombre obligado a trabajar sobre latierra? [2] Mas por qu se concede a algunos el ser libertados de los peligros de esta vida cuando estn enestado de gracia, y, en cambio, otros justos son conservados en los mismos peligros durante una vida msprovecta hasta que llegan a decaer de su estado de santidad? Quin conoci el pensamiento del Seor? Y,no obstante, por esto mismo se deja entender tambin a los justos que, perseverando en la santidad de susbuenas y piadosas costumbres hasta una madura senectud y hasta el ltimo da de su vida, no se debengloriar en sus propios mritos, sino en el Seor; porque quien arrebat al justo en su edad adolescente,para que la malicia no pervirtiese su inteligencia, es el mismo que en cualquier otra edad, por larga que sea,le defiende para que la malicia no trastorne su entendimiento. Mas por qu razn haya conservado Dios enesta vida al justo que al fin haba de sucumbir, y a quien habra podido sacar de ella antes de quesucumbiese, es cosa que pertenece a los justsimos e inescrutables juicios de Dios.

    27. Siendo todo esto verdad, no ha debido ser rechazado este pasaje del libro de la Sabidura, que hamerecido leerse en la Iglesia catlica durante tantos aos con aprobacin de cuantos lo han ledo y serescuchado con la veneracin que se debe a la autoridad divina, desde los obispos hasta los penitentes y loscatecmenos, que eran considerados como los ltimos entre los fieles laicos. Ciertamente, si, teniendo encuenta los expositores de las divinas Escrituras que me han precedido, emprendiese yo ahora una defensade esta doctrina, que con ms estudio y erudicin de lo que se acostumbra me veo obligado a propugnar encontra del nuevo error de los pelagianos, es decir, que la gracia de Dios no nos es dada conforme anuestros mritos, sino que gratuitamente es dada a quien le es dadaporque no es del que quiere ni del quecorre, sino de Dios, que tiene misericordia, y por justo juicio de Dios no es dada a quien no le es dada porque no hay injusticia en Dios; si, valindomerepitode los expositores catlicos de las divinasEscrituras que hasta el presente me han precedido, tomase yo la defensa de esta doctrina, sin duda, estoshermanos a favor de quienes ahora escribo quedaran plenamente satisfechos, pues as me lo habisindicado en vuestras cartas.Pero qu necesidad tenemos de analizar los escritos de aquellos autores que, antes de que naciese estahereja, no se vieron precisados a tratar de resolver esta difcil cuestin? Sin duda que lo hubieran hecho sise hubiesen visto precisados a responder a tales dificultades. De aqu que slo en algunos pasajes de susescritos tocaron esta materia, indicando breve e incidentalmente lo que sentan acerca de la gracia divina,detenindose, en cambio, de propsito en defender aquellas cuestiones que entonces se debatan contralos enemigos de la Iglesia y en la exhortacin de aquellas virtudes por las que se tributa digno culto a Diosvivo y verdadero para conseguir la verdadera y eterna felicidad. Por las frecuentes oraciones se manifestabasencillamente el valor de la gracia divina, pues no pidieran a Dios el que se cumpliesen las cosas que El hamandado si por El no fuese concedido el que se pudieran cumplir.

    28. Pero aun los que desean instruirse con la doctrina de los expositores sagrados deben anteponer astos el mismo libro de la Sabidura, en el cual se lee: Fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera suinteligencia; porque tambin los egregios expositores inmediatos a los tiempos apostlicos le prefirieron y,alegando su testimonio, creyeron alegar un testimonio divino.Consta ciertamente cmo el muy bienaventurado San Cipriano, para ensalzar el beneficio de la muerteprematura, defendi en su disertacin que los que mueren, al salir de esta vida, en que se puede pecar,quedan libres de todo peligro de pecado. Y en el mismo libro dice entre otras cosas: Por qu no has deabrazar t el vivir con Cristo; el estar seguro de las promesas de Cristo; el ser llamado a la compaa de

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    Cristo, y no te has de gozar en verte libre de los lazos del demonio? Y en otro lugar dice: Lo s nios por lamuerte quedan libres de los peligros de la edad lasciva. Y en otro: Por qu no nos apresuramos ycorremos para poder contemplar nuestra patria y saludar a nuestros familiares? Una multitud ingente depadres, hermanos e hijos queridos nos aguarda all; una innumerable y apretada muchedumbre nos espera,segura ya de su inmortalidad y aun solcita de nuestra salvacin.Con estas y otras expresiones semejantes, que brillan con la esplendorossima luz de la fe catlica, nosdemuestra aquel santo doctor que los peligros y tentaciones de pecar no deben dejar de temerse hasta la

    hora de abandonar este cuerpo; nadie despus sufrir ya tales peligros y tentaciones. Y aunque l no loatestiguase, podra acaso algn cristiano abrigar alguna duda acerca de esta verdad? Pues cmo a unhombre cado y que acaba mseramente su vida en tal estado, incurriendo en las penas debidas a los que asmueren; comorepito-a este tal no le fuera sumamente beneficioso el que antes de sucumbir hubiesesido arrebatado por la muerte de este lugar de tentaciones?

    29. Y, por tanto, si no nos mueve la pasin de una disputa demasiado indiscreta, bien puede darse aqupor terminada esta cuestin acerca del que fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia.Ni tampoco, por consiguiente, este libro de la Sabidura, que ha merecido leerse durante tantos aos en laIglesia de Cristo y en el que se lee esta sentencia, debe sufrir un injurioso menosprecio, porque se opone alos que a s mismos se engaan, atribuyndose propios mritos, en contra de la gracia tan evidentementemanifiesta; la cual se descubre de una manera especial en los prvulos, quienes, muriendo bautizados unosy no bautizados otros, revelan con toda claridad la misericordia y el justo juicio de Dios: la misericordia

    ciertamente gratuita y el justo juicio de Dios merecido.Porque si fueran los hombres juzgados por los mritos de su vida futura, que no han podido adquirir desdeel momento en que fueron sorprendidos por la muerte, sino que los hubieran adquirido si viviesen, de nadale aprovechara esto al que fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera su inteligencia; ni de nada lesaprovechara tampoco a aquellos que mueren despus de haber cado en la culpa aunque hubiesen muertoantes. Mas esto ningn cristiano se atrevera a sostenerlo.Por todo lo cual, estos hermanos nuestros, que Juntamente con nosotros impugnan en pro de la Iglesiacatlica el pernicioso error de los pelagianos, no debieran favorecer tanto como lo hacen esta opin inpelagiana, segn la cual piensan que la gracia nos es concedida conforme a nuestros mritos; hasta talpunto, que intentanlo que de ningn modo les es lcitoanular el valor de la sentencia plenamenteverdadera y ya desde antiguo admitida como cristiana: fue arrebatado para que la maldad no pervirtiera suinteligencia, y tratan, en cambio, de establecer lo que juzgaramos no ya digno de ser credo, pero nisiquiera imaginado por nadie, es decir, que todo el que muere debe ser juzgado segn las obras qu e hubierahecho si hubiera vivido ms largo tiempo.Queda, pues, as invenciblemente demostrada nuestra sentencia: que la gracia de Dios no nos es dadaconforme a nuestros mritos, para que los doctos ingenios que contradicen esta verdad se vean en laprecisin de confesar que aquellos errores deben ser rechazados por todos los odos y por todos losentendimientos.

    ***

    CAPTULO XVJESUCRISTO, EJEMPLAR PERFECTO DE LA PREDESTINACIN30. El ms esclarecido ejemplar de la predestinacin y de la gracia es el mismo Salvador del mundo,

    mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jess; porque para llegar a serlo, con qu mritos anterioressuyos, ya de obras, ya de fe, pudo contar la naturaleza humana, que en l reside?Yo ruego que se me responda: Aquella naturaleza humana que en una unidad de persona fue asumida por elVerbo, coeterno al Padre, cmo mereci llegar a ser Hijo unignito de Dios? Precedi algn mrito a estaunin? Qu obr, qu crey o qu exigi previamente para llegar a tan inefable y so berana dignidad? Nofue acaso por la virtud y asuncin del mismo Verbo como aquella humanidad, en cuanto empez a existir,empez a ser Hijo nico de Dios? Por ventura no fue concebido el Hijo nico de Dios por aquella mujer quefue llena de gracia? No naci el Hijo nico de Dios por obra del Espritu Santo y de Mara virgen; no porconcupiscencia de la carne, sino por gracia singular de Dios? Acaso se pudo temer que aquel hombre, porel uso de su libre albedro, llegara a pecar con el transcurso del ti empo? Acaso careca de libre voluntad o

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    no era sta en l tanto mas libre cuanto ms imposible era que estuviese sujeta al pecado? Todos estosdones y gracias singularmente admirables y otras muchas, si con verdad puede decirse que son suyaspropias, las recibi singularmente en aquel hombre esta nuestra naturaleza humana sin que precediesemrito alguno de su parte.

    Responda aqu el hombre, si se atreve, a Dios y dgale: Por qu no soy yo tambin as? Y si llegare aor esta reprensin: Oh hombre, quin eres t, para que alterques con Dios?, [1] ni an as se cohba, sinoexclame con mayor impudencia: Qu es esto que oigo? Que quin eres t?,oh hombre! Pues si soy lo

    que oigo, es decir, hombre, corno lo es tambin aquel de quien ahora hablo, por que no he de ser yo lomismo que l es? Por la gracia de Dios es l lo que es y tan perfecto. Mas por qu es tan diferente lagracia donde es igual la naturaleza? Pues ciertamente para Dios no hay aceptacin de personas. Quin, nodigo ya si es cristiano, pero ni aun siendo demente, podra proferir tales insolencias?

    31. Manifistese ya, pues, a nosotros en el que es nuestro cabeza la misma fuente de la gracia, la cualse derrame por todos sus miembros segn la medida de cada uno. Tal es la gracia, por la cual se hacecristiano el hombre desde el momento en que comienza a creer; la misma por la cual el hombre unido alVerbo, desde el primer momento de su existencia, fue hecho Jesucristo; del mismo Espritu Santo, de quienCristo fue nacido, es ahora el hombre renacido; por el mismo Espritu Santo, por quien se verific que lanaturaleza humana de Cristo estuviera exenta de todo pecado, se nos concede a nosotros ahora la remisinde los pecados. Sin duda, Dios tuvo presciencia de que realizara todas estas cosas. Porque en estoconsiste la predestinacin de los santos, que tan soberanamente resplandece en el Santo de los santos.

    Quin podra negarla de cuantos entienden rectamente los orculos de la verdad? Pues el mismo Seor dela gloria, en cuanto que el Hijo de Dios se hizo hombre, sabemos que fue tambin predestinado. As loproclama el Doctor de los Gentiles en el comienzo de sus Epstolas: Pablo, siervo de Jesucristo, llamado aser apstol, aparatado para el evangelio de Dios, que l haba prometido antes por sus profetas en lassantas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Seor Jesucristo, que era del linaje de Israel segn la carne,que fue declarado Hijo de Dios con poder, segn el Espritu de santidad, por la resurreccin de entre losmuertos. [2] Fue, por tanto, predestinado Jess para que el que deba ser hijo de David segn la carnefuese, no obstante, al mismo tiempo Hijo de Dios poderoso segn el Espritu de santidad, porque naci delEspritu Santo y de Mara virgen.Tal fue aquella singular elevacin del hombre, realizada de manera inefable por el Verbo divino para queJesucristo fuese llamado a la vez verdadera y propiamente Hijo de Dios e Hijo del hombre; Hijo del hombre,porque fue asumido el hombre, e Hijo de Dios, porque el Verbo unignito le asumi en s, pues de otro modono se creera en la Trinidad, sino en una cuaternidad de personas. As fue predestinada aquella humananaturaleza a tan grandiosa, excelsa y sublime dignidad, que no fuera posible una mayor elevacin de ella, deigual manera que la divinidad no pudo descender ni humillarse ms por nosotros que tomando nuestranaturaleza con todas sus debilidades hasta la muerte de cruz. Por tanto, as como ha sido predestinadoaquel hombre singular para que l fuese nuestro cabeza, as tambin hemos sido predestinados otrosmuchos para que fusemos sus miembros.Enmudezcan, pues, aqu los mritos que ya perecieron en Adn y reine por siempre esta gracia de Dios, queya reina por medio de Jesucristo Seor nuestro, nico Hijo de Dios y nico Seor. Y quien encontrare enJesucristo, nuestro cabeza, los mritos que precedieron a su singular generacin, que investigue ennosotros, sus miembros, los mritos precedentes a tan multiplicada regeneracin. Pues no le fue retribuidaa Jesucristo la generacin, sino donada, para que, libre de todo vnculo de pecado, naciese del EsprituSanto y de la Virgen. As tambin el que pudiramos nosotros renacer del agua y del Espritu Santo, no nosfue retribuido por mrito alguno, sino gratuitamente concedido; y si fue la fe la que nos acerc al lavamientode la regeneracin, [3] no por eso hemos de juzgar que antes diramos nosotros a Dios alguna cosa paraque se nos retribuyese por ella aquella regeneracin saludable, pues el mismo que le constituy Jesucristopara que creyramos en l es quien nos da la gracia de creer en l; y el mismo que hizo iniciador yconservador de la fe a Jesucristo es quien obra en nosotros el principio de la fe y el perfeccionamiento de

    ella en Jesucristo, pues de aquel modo es llamado, como sabis, en la Epstola a los Hebreos.

    ***

    CAPTULO XVIDOBLE VOCACIN DIVINA

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    32. Para constituirles miembros de su predestinado Hijo unignito llama Dios a otros muchospredestinados hijos suyos, no con aquella vocacin con que fueron llamados los que no quisieron asistir alas bodasvocacin con que fueron tambin llamados los Judos, para quienes Jesucristo crucificado fueun escndalo, y los Gentiles, para quienes fue una insensatez, sino con aquella otra vocacin quedistingui muy bien el Apstol cuando dijo que l predicaba, tanto a Judos como a Griegos, a Jesucristo,poder y sabidura de Dios. Pues a fin de distinguirlos de los no llamados, dice que predicaba para los

    llamados, [1] teniendo en cuenta que hay una vocacin segura para aquellos que han sido llamados segnel designio de Dios, a los cuales Dios conoci en su presciencia para que se hiciesen conforme a la imagende su Hijo. Significando esta vocacin, dice tambin: No por las obras sino por el que llama, se le dijo: Elmayor servir al menor. [2] Dijo acaso: No por las obras, sino por el que cree? Totalmente negtambin este mrito al hombre para atriburselo todo a Dios. Pues lo que dijo fue: sino por el que llama, nocon una vocacin cualquiera, sino con aquella que da la fe al que cree.

    33. Y a esta misma vocacin se refera tambin cuando dijo que irrevocables son los dones y elllamamiento de Dios. [3] Considerad por un momento lo que all se trataba. Porque habiendo dicho antes: Noquiero, hermanos, que ignoris este misterio, para que no seis arrogantes en cuanto a vosotros mismos:que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; yluego todo Israel ser salvo, como est escrito: Vendr de Sion el Libertado, que apartar de Jacob laimpiedad. Y este ser mi pacto con ellos, cuando yo quite sus pecados. A lo cual aadi seguidamente

    estas palabras, dignas de meditarse con toda atencin: As que en cuanto al evangelio, son enemigos porcausa de vosotros; pero en cuanto a la eleccin, son amados por causa de los padres.Qu significa: En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros, sino que su odio, por el quefue crucificado Jesucristo, ha sido provechoso al Evangelio, como a todos nosotros est patente? Lo cualdemuestra que esto sucede as por una disposicin de Dios, que hasta del mismo mal supo sacar el bien: noque a l le sirvan de algn provecho los que son vasos de ira, sino que, sirvindose l bien de ellos, vienena ser provechosos para los que son vasos de misericordia. Qu cosa, pues, pudo decirse ms claramenteque el haberse dicho: En cuanto al evangelio, son enemigos por causa de vosotros?Est, por tanto, en la potestad de los malos el pecar; mas el que, cuando pecan, su malicia obtenga tal ocual fin, no est en su potestad, sino en la de Dios, que divide las tinieblas y las ordena segn sus fines paraque en lo mismo que ellas obran contra la voluntad de Dios no se cumpla sino la voluntad de Dios.En los Hechos de los Apstoles leemos que, puestos stos en libertad por los Judos, se reunieron con lossuyos, y, habindoles contado cuanto les haban dicho los sacerdotes y los ancianos, todos a una vozclamaron al Seor diciendo: Por qu se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se

    reunieron los reyes de la tierra, y los prncipes se juntaron en uno contra el Seor, y contra su Cristo.Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jess, a quien ungiste, Herodes yPoncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo haba antesdeterminado que sucediera. [4] He aqu cabalmente lo que haba sido dicho: En cuanto al evangelio, sonenemigos por causa de vosotros. Tanto fue, por consiguiente, lo que la mano de Dios y su consejo habanpredestinado que realizasen los judos, cuanto fue necesario al Evangelio en atencin a nosotros.Pero qu significa lo que sigue: Pero en cuanto a la eleccin, son amados por causa de los padres? Porventura aquellos enemigos que perecieron en sus odios y los adversarios de Cristo, que an siguenpereciendo de entre los de aquella nacin, son los mismos elegidos y amados de Dios? No tal; quin, pormuy demente que fuera, afirmara cosa semejante?Pero ambas cosas, aunque contrarias entre s, es decir, el ser enemigos y el ser amados de Dios, aunque nopuedan conciliarse a un mismo tiempo en los mismos hombres, convienen, sin embargo, al mismo puebloJudo y a la misma raza carnal de Israel; en unos para su perdicin y en otros para la bendicin del mismoIsrael.Por tanto, cuando oigamos decir que Israel no logr lo que buscaba o que los dems fueron endurecidosen su ceguera, se han de entender los enemigos acerca de nuestro bien; mas cuando omos: Pero loselegidos lo lograron, deben entenderse los amados en atencin a sus padres, a quienes ciertamente sehicieron estas promesas: A Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. [5] As es como en esteolivo se injerta el olivo silvestre de los pueblos Gentiles. Mas la eleccin a que aqu se refiere debeverificarse, en efecto, segn la gracia y no segn deuda; porque as tambin an en este tiempo ha quedadoun remanente escogido por gracia. [6] Tal fue la eleccin eficazmente conseguida, quedando los demsendurecidos en su ceguera. Segn esta eleccin, fueron elegidos los Israelitas en atencin a sus padres.Porque no fueron los llamados con aquella vocacin acerca de la cual se dijo: Muchos son llamados, [7]sino con aquella otra con que son llamados los escogidos.

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    Por eso tambin aqu, despus de decir: Pero en cuanto a la eleccin, son amados por causa de los padres,aadi seguidamente: porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios; [8] es decir, fijadosestablemente sin mutacin alguna. Todos los que pertenecen a esta vocacin son enseados por Dios, yninguno de ellos puede decir: Yo cre para ser llamado, pues ciertamente le previno la misericordia deDios, siendo llamado de manera que llegase a creer. Porque todos los que son enseados por Dios, vienenal Hijo, quien clarsimamente dice: Todo aquel que oy al Padre, y aprendi de l, viene a m. [9] Ninguno destos perece, porque de cuantos le ha dado el Padre no dejar perder a ninguno. Ninguno, por tanto, si

    viniere del Padre, perecer de ninguna manera; mas si llegare a perecer, no vendra ciertamente del Padre.Por esta razn fue dicho: salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido denosotros, habran permanecido con nosotros. [10]

    ***CAPTULO XVIILA VOCACIN PROPIA DE LOS ELEGIDOS34. Procuremos entender bien esta vocacin, con que son llamados los elegidos; no que sean elegidosporque antes creyeron, sino que son elegidos para que lleguen a creer. El mismo Jesucristo nos declaraesta vocacin cuando dice: No me elegisteis vosotros a m, sino que yo os eleg a vosotros. [1] Porque sihubieran sido elegidos por haber credo ellos antes, entonces le hubieran elegido ellos a l primeramente alcreer en l, para merecer que l les eligiese despus a ellos. Lo cual reprueba absolutamente el que dice:No me elegisteis vosotros a m, sino que yo os eleg a vosotros.Sin duda que ellos le eligieron tambin a l cuando en l creyeron. Pues si dice: No me elegisteis vosotros am, sino que yo os eleg a vosotros, no lo dice por otra razn sino porque no lo eligieron ellos a l para queEl les eligiese a ellos, sino que l les eligi a ellos para que ellos le eligiesen a l; porque les previno con sumisericordia segn su gracia y no segn deuda. Les sac, s, del mundo cuando an viva El en el mundo,pero ya les haba elegido en s mismo antes de la creacin del mundo. Tal es la inconmutable verdad de lapredestinacin y de la gracia. Acaso no es esto lo que dice elApstol: Segn nos escogi en l antes de la fundacin del mundo? [2] Porque si verdaderamente se hadicho que Dios conoci en su pre