saltos bañados de polémica
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Artículo sobre una peligrosa actividad que se ha convertido en una tradición en Salobreña: saltar desde el peñónTRANSCRIPT
COSTA4 Sábado 06.08.11IDEAL
El Ayuntamiento aclaraque la ordenanza deplayas no contemplani la prohibición ni lasanción por tirarsedesde el Peñón:: MARILA BAUTISTASALOBREÑA. Cada pueblo cuen-ta con sus costumbres, sus tradicio-nes, seguidas, en mayor o menormedida, por todos sus vecinos. EnSalobreña, desde que a sus habitan-tes les alcanza la memoria, los máspequeños, y otros que no lo son tan-to, han saltado desde el peñón. Elfamoso salto del peñón parece unaaventura que va en detrimento con-forme pasan los años del saltador.Pero guste o no, siempre ha estadoahí.
La información vertida en estosúltimos días por un medio de co-municación nacional ha levantadola expectación de los salobreñeros.«Me ha dicho mi madre que ahoravan a multar por saltar desde el pe-ñón», dice un chaval a su compa-ñero mientras se aproximan paradarse otra zambullida desde las ro-cas. Eso es lo que ha llegado a oídosde los vecinos del municipio, parasu sorpresa a través de un medio
que nada tiene que ver con la loca-lidad.
Sin embargo, a quien verdadera-mente ha pillado de improvisto hasido al propio Ayuntamiento. Des-de el Consistorio han desmentidola información difundida. «La or-denanza de playas de Salobreña nocontempla ni la prohibición ni lasanción por tirarse del Peñón»apuntan desde el área de RégimenInterior del Ayuntamiento. Aleganque la causa es el hecho de que, has-ta el momento, no ha habido inci-dencias representativas que les lle-ven a una imposición urgente desanciones, «pero queremos regularla situación», puntualizan. «Si ve-mos que es necesario lo haremos,pero no es una prioridad».
Hasta entonces, el Ayuntamien-to no se queda de brazos cruzados:«estamos trabajando en un plan deconvergencia a nivel andaluz conla Protección Civil, la Guardia Ci-vil y la Policía Local».
La noticia no ha tardado en lle-gar a oídos de todos. Pese a ello, lasubida al peñón sigue llena de gen-te, por un lado turistas que decidenaventurarse por una zona un pocomás pedregosa después de tanta are-na, pero que no van más allá de loque sus chanclas les permiten. Porotro lado están los autóctonos, cha-
vales que se han entrenado desdela más tierna infancia para escalarpor las rocas sin sufrir el más míni-mo rasguño.
El miedo ya se ha hecho huecoentre los habituales de ese ‘depor-te’ de riesgo, y se hace notar. Loschavales se muestran huidizos y es-quivan cualquier pregunta, o direc-tamente cortan con un contunden-te «no te voy a decir nada» o «nosoy de aquí», cuando es más queevidente viendo la agilidad que tie-nen la mayoría para moverse porlas rocas como pez en el agua.
Opinión divididaLa información ha dividido la opi-nión del pueblo en dos grandes gru-pos, los seguidores y los detracto-res, que parecen ir directamente re-lacionados con la edad de quien opi-na. El grupo de detractores de quese establezca una sanción ante estaacción tan temeraria se han respal-dado en el silencio, asustados antela posibilidad de que ellos sean lasprimeras víctimas de esta regula-ción.
También los hay que, por el con-trario, se muestran a favor de dichareforma debido a la peligrosidad deestos tradicionales saltos. «Los ni-ños se han criado saltando, lo hanhecho desde pequeños y lo segui-
rán haciendo. Yo mismo lo he he-cho», afirma un camarero de lazona. «Con los años te vas dandocuenta del riesgo que corres, perocon esa edad no eres consciente»,apunta. «Es muy peligroso, ayermismo sobre las cuatro de la tardepasó por aquí un chaval que se ha-bía hecho una brecha en la frente.Pero esos van, se curan y vuelvena subir, y lo van a seguir haciendo».
Un organismo que sufre las con-secuencias de los saltos en la puer-ta de su casa, como quien dice, esProtección Civil. Con un puesto aescasos 100 metros de la zona desalto, son el perfecto lugar de auxi-lio para los que resultan heridos.
«El último chico que vino lo traíanotros dos cogido por los hombros,porque las piernas no le reacciona-ban y lo tuvimos que llevar al Cen-tro de Salud», declaran desde Pro-tección Civil. «No suelen venir mu-chos heridos por los saltos, sobretodo viene gente a quejarse preci-samente de que están saltando».
¿Solución o amenaza?Son muchos salobreñeros los quese cuestionan si realmente seránefectivas las sanciones, si de ver-dad lo van a hacer o si se ha dichosimplemente para meter miedo en-tre los más jóvenes. «Siempre haestado prohibido, pero van a ver simeten miedo porque el dinero due-le más», afirma un vecino de lazona. Pero no están seguros de esto,y ante la posibilidad de que a losmás pequeños el tema del dinerono les afecte porque son sus padreslos que lo ponen de su bolsillo,asienten en silencio como dicien-do «eso lo sabemos todos, pero nohay otro remedio».
«Si viene la policía dejarán de sal-tar durante 30 ó 40 minutos, perono van a estar así siempre. Cuandose vayan, volverán a subir», afirmaun lugareño. «Los más pequeñosno atienden a advertencias». La de-sobediencia de los niños parece serla idea más generalizada ante la po-sibilidad de que realmente lleguea establecerse dicha sanción y esque ¿cómo va a resultar fácil arran-car de un pueblo una tradición quetienen arraigada desde que les al-canza la memoria?
El salto desde el peñón es una rutina diaria para los niños y jóvenes. :: JAVIER MARTÍN
Saltos bañados de polémicaLos vecinos de Salobreña, alertados ante los rumores de multas
«Los niños se han criadosaltando, lo han hechodesde muy pequeños ylo seguirán haciendo»
«Siempre ha estadoprohibido; van a ver simeten miedo porque eldinero duele más»