SALOMÓN

E L A N I L L O D E L R E Y S A L O M Ó N

El anillo del Rey Salomón (mejor conocido en árabe como el Khatim Sulaymani خاتم _ سليمان) es mencionado en un cuento de origen judío en donde se narra que esta argolla dotó al Rey Salomón de diversos poderes como: potestad sobre los demonios y la habilidad para comunicarse con los animales. El cuento surge debido a la gran sabiduría de Salomón, la cual según esta historia está relacionada con su anillo, por lo que su supuesto diseño ha llegado a ser considerado como un amuleto o talismán. Sin embargo no hay que olvidar que la sabiduría de este Rey provino de Dios. La leyenda del anillo de Salomón fue desarrollada por escritores medievales árabes, quienes relataron que el anillo fue creado por Dios para que así el Rey tuviera la sabiduría para gobernar a su pueblo.

Conformado por 2 triángulos entrelazados, que forman una estrella de 6 puntas mejor conocida como la"Estrella de David". Este símbolo es considerado un amuleto vinculado sobre todo con la sabiduría.

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L U N E S E L S U E Ñ O D E S A L O M Ó N ( 1 R E Y E S 3 , 5 - 1 4 )

L E EL E E C O M P R E N D I E N D O

"Pídeme lo que deseas". Así comienza Dios su diálogo con Salomón. ¿Te imaginas? Dios te dice: pídeme lo que quieras, sin límites. Esta fue la oferta de Dios al joven rey. Por su cabeza pasarían palacios, lujos, riquezas, mujeres, poder, victorias, gloria. Al final, el rey se decide: “concede a tu siervo un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir el bien del mal. Y Dios le concedió "un corazón sabio e inteligente" y además todo lo que no había pedido. No fue mala la elección: ¡Sabiduría de Dios! La sabiduría de Dios es la ayuda para lograr todo cuanto pueda uno necesitar. Es luz para tomar la decisión apropiada en cada situación de nuestra vida. Con ella, alcanzarás a elegir bien en la vida. Sin ella echarás a perder cualquier oportunidad. ¿Qué le sueles pedir a Dios en tu oración? Lee despacio el texto.

M E D I T A E N T U C O R A Z Ó N

"Pídeme un deseo". Pedir un deseo, suena tan bien que casi es irreal. Sin embargo seduce el hecho de pedir. Despierta nuestro "yo" de repente y se pone a fantasear con lujos, bienes, amores… Dios le hace pedir un deseo a Salomón. ¿Será que Dios vive en nuestros deseos humanos más verdaderos? "Has actuado con gran benevolencia…". Es la respuesta primera de Salomón, que reconoce cómo Dios ha estado siempre al lado de su padre David y de su Pueblo. En su bondad, lo ha elegido también a él como rey. Salomón aparece como un joven rey, sensato, pues reconocer la bondad de Dios es mirar en profundidad la propia historia y la de su familia. ¿Sueles reconocer tú la benevolencia que Dios tiene contigo? "Concede a tu siervo un corazón atento para juzgar y discernir". Este fue el deseo de Salomón. ¿Cómo es posible preferir esto a la paz en el reino o victorias sobre el enemigo? Este rey quiere algo mayor: "la inteligencia de Dios". No son las cosas las que nos hacen mejores, ni los deseos cortoplacistas, sino la capacidad de entender y elegir sabiamente. Y esto es un don de Dios.

O R A

En presencia de Dios, ora con sencillez. Haz una oración de petición, según tu necesidad. Pide a Dios "Sabiduría de corazón", para entender el bien y el mal y poder orientarte sabiamente en la vida. Luego, puedes acabar, rezando esta oración de Salomón por él y su Pueblo: https://www.youtube.com/watch?v=ut_OslioSf8

L E E

M A R T E S C O N O C E R A D I O S Y P E R M A N E C E R E N É L ( 1 J U A N 2 , 3 - 6 )

L E EDejando hoy de lado la historia de Salomón, esta noche te ofrecemos para la oración un texto de la primera carta de San Juan, que te ayudará a entender el fin último de nuestro discernimiento: "Conocer a Dios y permanecer en Él". Todo lo demás en nuestra vida se supedita a esto. En esta carta hay tres principios: ▪ Dios es luz ▪ Dios es Padre que nos ama como a hijos ▪ Dios es amor. El fragmento de hoy nos ofrece el principio fundamental para nuestra vida cristiana: conocer a Dios y permanecer en Él. El verbo "conocer" tiene un rico significado en lengua semita y es equivalente a “amar”. Conocer a Dios que es amor, implica amarlo y acogerlo. Por eso que no es posible decir "Yo lo conozco" y "no guardar sus mandamientos". ¿Se puede ser creyente de palabra, sin acoger a Dios y a los hermanos en la propia vida; sin amarlos? Lee con calma el texto.

L E E C O M P R E N D I E N D O

M E D I T A E N T U C O R A Z Ó N

Llegar a plenitud este es el objetivo final. Ser personas plenas significa ser como Dios nos creó y nos imagina: libres, felices, justos y buenos. ¿No te gustaría llegar a plenitud? El amor nos hace llegar a la plenitud "Quien guarda su palabra es porque el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud". La oración tiene la capacidad de vincularnos al amor de Dios. No es el mucho pensar ni siquiera el desear ser bueno, lo que te llevará a serlo. La oración te liga a Dios de manera real y efectiva. Debe llevarte a vivir en congruencia entre lo que dices creer y los actos que haces. ¿Reconoces en ti el dinamismo del amor a Dios y a los demás? ¿Reconoces aún lo mucho que te falta para que el amor llegue a plenitud en ti? Caminar como Jesús La prueba definitiva es "Caminar como él caminó". Acercarte al evangelio es el mejor modo de identificarte con Jesús para pensar y vivir con su estilo. No olvides que el pobre, el excluido son la causa de Jesús. Imagínate una hora viviendo como Jesús. Haz de ello tu oración.

O R A

Después del ejercicio de visualización, puedes acabar rezando el salmo 1. Es una alabanza del hombre justo, que camina según la ley del Señor. Hazlo despacio, ratificando tu voluntad de seguir siempre la voluntad de Dios, aunque sea difícil hacerlo.

SALMO 1: EL CAMINO DEL HOMBRE JUSTO

¡Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni en la senda de los pecadores se detiene,

ni en el banco de los burlones se sienta, sino que se complace en la ley de Yahveh,

y su ley susurra día y noche! Es como un árbol plantado junto a corrientes de agua,

que da a su tiempo el fruto, y jamás se agostan sus ramas; todo lo que hace sale bien. ¡No así los impíos, no así!

Son como paja que se lleva el viento. Por eso, no resistirán en el Juicio los impíos,

ni los pecadores en la comunidad de los justos. Porque Yahveh conoce el camino de los justos,

pero el camino de los impíos se pierde.

La palabra del Papa Francisco

M I É R C O L E S E L J U I C I O D E S A L O M Ó N ( 1 R E Y E S 3 , 1 6 - 2 8 )

L E EVolvemos a la historia de Salomón para comprender la importancia de los "criterios" a la hora de discernir. Lee el texto despacio, fijándote en los detalles. Dos mujeres en disputa, por un niño. Ambas dicen ser la madre legítima del mismo. La suerte de las dos mujeres, que eran compañeras, había sido idéntica: habían dado a luz recientemente. Una noche, una de ellas se había encontrado al niño muerto mientras dormía, y lo había suplantado por el niño de la compañera. Ahora llegan a Salomón pidiendo justicia. Es una situación compleja y además altamente emotiva. ¿De cuál de las dos mujeres será el niño? ¿Qué criterio aplicar? ¿Cómo conocer la verdad en ausencia de testigos? Es la palabra de una contra la otra. Salomón apela al sentimiento materno (el criterio del amor y del vínculo esencial), y deja que sea éste el que hable. Ante el ademán de partir por la mitad al niño, la verdadera madre suplica que se lo entreguen a la otra mujer. La falsa madre por su parte, se alegra por la decisión. Al final, el buen criterio de Salomón hace justicia y le entrega el niño a su legítima madre. El ejercicio de discernimiento ha salido bien, dado que el sentimiento de amor de la verdadera madre prefería ver a su hijo lejos de ella antes que verlo muerto. La sabiduría busca la verdad y la alcanza por caminos justos, sin coacción ni mentiras.

L E E C O M P R E N D I E N D O

M E D I T A E N T U C O R A Z Ó N

El discernimiento tiene mucho de sabiduría y de arte. Entra en juego la honestidad por llegar a la verdad, pero también el entendimiento del corazón humano con sus luces y sombras. Este caso es buena prueba de ello. A la hora de discernir en la propia vida o ayudar a los demás a hacerlo, nos pueden ayudar maestros como Ignacio de Loyola. El desarrolla toda una sabiduría del discernimiento en sus Ejercicios Espirituales. Aquí unos principios básicos para discernir adecuadamente:

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O R A

Cómo tomar decisiones difíciles con la ayuda de Dios: otra variante para discernir:

Fíjate en alguna decisión que estás pensando tomar o en alguna que ya hayas tomado. Ponla delante de tu mirada y de la de Dios. Calma tu espíritu y vívela con paz. Luego ofrécela a Dios. Date unos minutos para hacerlo. Luego ora con gran confianza en Dios. Si te sirve puedes emplear esta oración guiada:

J U E V E S E L D I S C E R N I M I E N T O C R I S T I A N O ( 1 C O R . 2 , 1 2 - 1 6 )

L E ELos creyentes hoy nos solemos ver confundidos. Vivimos un mundo en donde todo parece estar confuso; el mismo bien está en entredicho y nos parece que es acertado elegir desde la propia conveniencia, el gusto o la oportunidad personal. La primera carta a los Corintios delata un problema grave entre los cristianos de aquella comunidad: la división entre ellos. Esto derivaba en bandos, en rencillas mutuas y en desavenencias, muy lejano al espíritu del evangelio. Pablo insiste en esta carta en el valor de la unidad y para ello, les insta a juzgar según el espíritu de Dios, dejando de lado el espíritu del mundo. Desde esta clave puedes leer el texto que se propone. Advierte estos matices en tu lectura:

L E E C O M P R E N D I E N D O

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M E D I T A E N T U C O R A Z Ó N

Ayer proponíamos unas claves para el discernimiento cristiano. Hoy, de forma contraria, ponemos ante la mirada, el modo de juzgar que tiene el "mundo" (principio contrario al Espíritu) para tener punto de comparación y de juicio. Hoy está muy extendida una forma de realización personal, llamada "Auto-realización". Consiste en hacerse uno mismo, de manera autónoma, sin referencia a Dios y a los demás. Para ello, circula en el mercado un montón de libros y cursos denominados de "Auto-ayuda". Esta manera de hacerse uno mismo, sin referencias a los demás y a Dios, se caracteriza por:

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O R A

Pon delante de ti y de Dios a la gente con la compartes vida, trabajo, proyectos. Mira sus rostros y aprecia lo que te aportan o han aportado en tu vida: pon palabras, incluso escríbelo. Agradece a Dios tus límites, la necesidad que tienes de los demás para ser tú mismo. Pide por ellos y por ti. Vivir en comunidad, en Iglesia es "dependencia sana", encuentro de hermanos, búsqueda en común, sentirse Iglesia con todos los creyentes en Jesús, actuales, pasados y venideros. Siéntete en comunión con todos ellos. Acaba rezando.

V I E R N E S D I S C E R N I R L A L L A M A D A D E L S E Ñ O R ( L U C A S 4 , 1 4 - 2 1 )

L E EPara concluir la semana, una incursión en el discernimiento vocacional de la propia vida. Jesús en la sinagoga de su pueblo: Nazaret. Es el inicio de su ministerio público, y se nos dice que volvió desde el desierto "con la fuerza del Espíritu". Solo con esa fuerza se puede anunciar a Dios y alentar el desaliento de los hombres y mujeres de cualquier tiempo. Acude Jesús a la sinagoga y se dispone a leer el texto sagrado. Le dan a leer a Isaías y se siente identificado con la misión del profeta; no en vano Jesús es el "Profeta". "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido". "Me ha enviado a evangelizar (a dar noticias de salvación) a los pobres…" "Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír" Solo el Espíritu confiere una identidad fuerte como la de Jesús. Sólo el Espíritu nos habilita para hablar y vivir como enviados de Dios. ¡Puede ser una petición habitual para nosotros! Sentirse apóstoles del Padre en los tiempos que vivimos (ausencia de Dios, desprestigio social…) es toda una gracia del Espíritu.

L E E C O M P R E N D I E N D O

M E D I T A E N T U C O R A Z Ó N

En esta ocasión extraemos unos párrafos de la convocatoria del Papa de las Jornada mundial de oración por las vocaciones del año 2018. Léelas.

También en estos tiempos inquietos en que vivimos, el misterio de la Encarnación nos recuerda que Dios siempre nos sale al encuentro y es el Dios-con-nosotros, que pasa por los caminos a veces polvorientos de nuestra vida y, conociendo nuestra ardiente nostalgia de amor y felicidad, nos llama a la alegría. Estos tres aspectos —escucha, discernimiento y vida— encuadran también el comienzo de la misión de Jesús, quien, después de los días de oración y de lucha en el desierto, va a su sinagoga de Nazaret, y allí se pone a la escucha de la Palabra, discierne el contenido de la misión que el Padre le ha confiado y anuncia que ha venido a realizarla «hoy» (cf. Lc 4,16-21). Escuchar La llamada del Señor —cabe decir— no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana. Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón. Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu. Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros. También Jesús fue llamado y enviado; para ello tuvo que, en silencio, escuchar y leer la Palabra en la sinagoga y así, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, pudo descubrir plenamente su significado, referido a su propia persona y a la historia del pueblo de Israel.

Esta actitud es hoy cada vez más difícil, inmersos como estamos en una sociedad ruidosa, en el delirio de la abundancia de estímulos y de información que llenan nuestras jornadas. Al ruido exterior, que a veces domina nuestras ciudades y nuestros barrios, corresponde a menudo una dispersión y confusión interior, que no nos permite detenernos, saborear el gusto de la contemplación, reflexionar con serenidad sobre los acontecimientos de nuestra vida y llevar a cabo un fecundo discernimiento, confiados en el diligente designio de Dios para nosotros. Discernir Jesús, leyendo en la sinagoga de Nazaret el pasaje del profeta Isaías, discierne el contenido de la misión para la que fue enviado y lo anuncia a los que esperaban al Mesías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19). Del mismo modo, cada uno de nosotros puede descubrir su propia vocación sólo mediante el discernimiento espiritual, un «proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida. Descubrimos, en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios. Como un viento que levanta el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia. También hoy tenemos mucha necesidad del discernimiento y de la profecía; de superar las tentaciones de la ideología y del fatalismo y descubrir, en la relación con el Señor, los lugares, los instrumentos y las situaciones a través de las cuales él nos llama. Todo cristiano debería desarrollar la capacidad de «leer desde dentro» la vida e intuir hacia dónde y qué es lo que el Señor le pide para ser continuador de su misión. Vivir Por último, Jesús anuncia la novedad del momento presente, que entusiasmará a muchos y endurecerá a otros: el tiempo se ha cumplido y el Mesías anunciado por Isaías es él, ungido para liberar a los prisioneros, devolver la vista a los ciegos y proclamar el amor misericordioso de Dios a toda criatura. Precisamente «hoy —afirma Jesús— se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,20).

La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy! ¡La misión cristiana es para el presente! Y cada uno de nosotros está llamado —a la vida laical, en el matrimonio; a la sacerdotal, en el ministerio ordenado, o a la de especial consagración— a convertirse en testigo del Señor, aquí y ahora. Este «hoy» proclamado por Jesús nos da la seguridad de que Dios, en efecto, sigue «bajando» para salvar a esta humanidad nuestra y hacernos partícipes de su misión. El Señor nos sigue llamando a vivir con él y a seguirlo en una relación de especial cercanía, directamente a su servicio. Y si nos hace entender que nos llama a consagrarnos totalmente a su Reino, no debemos tener miedo. Es hermoso —y es una gracia inmensa— estar consagrados a Dios y al servicio de los hermanos, totalmente y para siempre. El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da. María Santísima, la joven muchacha de periferia que escuchó, acogió y vivió la Palabra de Dios hecha carne, nos proteja y nos acompañe siempre en nuestro camino.

O R A

Imagina la escena leída, y siéntete dentro de ella. Escucha a Jesús proclamar el texto: mira la convicción de sus palabras. Es un hombre entregado en cuerpo y alma a la misión que el Padre le confía. Se siente movido por una fuerza interior, que es la del Espíritu. Ahora, mírate a ti: ¿qué sientes? ¿qué piensas? ¿a qué te ves llamado? ¿Es esta tu misión? ¿Sientes como propia la misión de Jesús? Ora, agradece, pide. Ven Espíritu de Dios sobre mí (Kairoi):

CONSIDERACIONES DE ESTA SEMANA

Date un tiempo para hacer síntesis de esta semana, que hemos centrado en la acogida a Dios y a los hermanos. Puedes tomarte un tiempo y escribirlo.