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SAL Y LUZ DEL MUNDO Sobre la Misión Cristiana de los Laicos Equipo Teyocoyani

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SAL Y LUZ DEL MUNDO

Sobre la Misión Cristiana de los Laicos

Equipo Teyocoyani

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SAL Y LUZ DEL MUNDO

Sobre la Misión Cristiana de los Laicos

Equipo TeyocoyaniAcción Ecuménica para la Capacitacióny Reflexión Teológica.De la Rotonda de Metrocentro 150 mts. abajoTeléfono 2278-6438 E-mail: [email protected]

Este folleto ha sido elaborado en equipo por Mireida Quintero, Guillermo Munguía, Lilliam Sandoval y José Argüello.Diagramación: Elida HerreraDibujo: Manuel A. Ramírez Torres

Con licencia eclesiástica de Mons. Bernardo Hombach

Impreso en Ediciones Graphic Print, S.A.1ra. edición 1500 ejemplares, septiembre 2002

2da. edición 800 ejemplares, mayo 2003 3ra. edición 1000 ejemplares julio 2004

4ta. edición 1000 ejemplares diciembre 2006 5ta. edición 4000 ejemplares febrero 2007 6ta. edición 1000 ejemplares febrero 2012

Managua, Nicaragua

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Diócesis de Juigalpa Curia Espiscopal

PRESENTACIÓN

La palabra laico aparece por primera vez en la Carta Clementina del año 95, designando al cristiano que no es sacerdote ni religioso: desde entonces tiene ese sabor negativo de alguien a quien le falta algo. Recientemente, el Concilio Vaticano II resaltó la importancia de los fieles laicos en el mundo. Sin embargo, durante toda la historia del cristianismo los fieles entendieron que el encargo de Cristo de ir al mundo entero y enseñar a todos los pueblos, valía para todos los creyentes.

El Papa Juan Pablo II insiste: «La formación de los fieles laicos tiene como objeto fundamental el descubrimiento, cada vez más claro, de la propia vocación y la disponibilidad siempre mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia misión» (Ch.L. 58) Con el folleto SAL Y LUZ DEL MUNDO, Sobre la Misión Cristiana de los Laicos, el Equipo Teyocoyani nos presta una valiosa ayuda para cumplir con esta tarea de formar a nuestros fieles, de manera que descubran su propia vocación y aprendan a cumplirla. En ocho capítulos, paso a paso y con buena pedagogía, se guía a los fieles hacia esta meta.

En este librito se insiste en la responsabilidad propia de los laicos en el trabajo pastoral. Ellos no están ahí para tapar el hueco cuando faltan los sacerdotes, sino que han sido llamados por Cristo a raíz de su

bautismo y confirmación. En mis visitas pastorales me convenzo cada vez más de la gran importancia que tiene el trabajo de nuestros fieles laicos en las parroquias y me pregunto: ¿qué sería de nuestras parroquias sin su colaboración?

No tenemos que caer por eso en la trampa de “clericalizar” a nues-tros apóstoles laicos; “su vocación propia es buscar el Reino de Dios en las realidades temporales, ordenándolas según Dios”(LG 31). Participar en las diferentes áreas de este mundo, evangelizando las organizaciones civiles, la educación, la salud, el deporte y la política, ese es el terreno propio adonde Dios llama a los laicos. ¿Cuánta corrupción menos habría y cuánto más progreso para nuestro pobre pueblo, si tuviéramos más cristianos comprometidos en estos campos de la sociedad?

Para que nuestros fieles realicen su tarea en la Iglesia y en el Mundo, hace falta un doble aprendizaje: iluminar a los laicos con la Palabra de Dios, fortificándolos en las virtudes cristianas, y preparar a nuestros sacerdotes, para que confíen en los laicos y les den el lugar que les corresponde en el cumplimiento de su misión.

Pido al Señor que, por intercesión de la Madre de Dios, bendiga esta obra y nos conceda que, con fe y entusiasmo, fieles y sacerdotes, como un solo Pueblo de Dios, aceptemos el reto de evangelizar este nuestro mundo.

Mons. Bernardo HombachObispo de Juigalpa

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1. LA VOCACIÓN LAICAL

¿Qué les llama la atención de este dibujo?¿Quién es para usted un laico? ¿Qué nos iguala y qué nos diferencia en la Iglesia?

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La vocación es la llamada de parte de Dios para una misión determinada. Dios toma la iniciativa de elegir a alguien para una tarea concreta. En el Antiguo Testamento encontramos muchos ejemplos. Veamos algunos:

Con Jesús la vocación adquiere una nueva dimensión, como llamada a seguirle para realizar la gran misión de hacer presente su Reino de amor y de justicia.

Lc 19, 1-10. Comparemos: Mt 4, 18-22; 8, 18-22; 9, 9-13; 9, 35 - 10,4; 19, 16-24.

PROFUNDIZACIÓN

Todos los cristianos (varones y mujeres) estamos llamados a participar en la misión y en la vida de la Iglesia por nuestro bautismo y el don del Espíritu Santo. Desde esa base común podemos ejercer responsabilidades dentro de nuestras comunidades y dar testimonio de Cristo en el mundo.

El bautismo y la confirmación son la base de la dignidad cristiana y de las exigencias universales de apostolado. La Iglesia entera tiene la misión de ordenar todas las cosas hacia Cristo. “Toda la actividad del Cuerpo místico, dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la Igle-sia lo ejerce por todos sus miembros, aunque de diversas maneras”. “La vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación al apostolado”

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Moisés, Moisés...

Sal de tu tierra y de la casa de tu Padre

Gedeón, vete y libraa Israel de losMadianitas

El Señor me arrancóde mi ganado y memandó a profetizara Israel.

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(AL 2). Los laicos están pues unidos a Cristo que es cabeza de la Iglesia y se insertan por el bautismo en su cuerpo místico. Todo el cuerpo crece según la operación propia de cada uno de sus miembros (Ef 4,16). Hay en la iglesia pluralidad de ministerios, pero unidad de misión (1 Co 12, 12-31).

El Concilio Vaticano II señala dos aspectos del apostolado laical: el primero consiste en santificar a la humanidad a través del anuncio del Evangelio, y el segundo en perfeccionar y llenar de espíritu evangélico todo el orden temporal, o sea, todo el mundo del trabajo, de la econo-mía, de la política y de la cultura. “Y como lo propio del estado laical es vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, Dios llama a los laicos a que, con el fervor del espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a la manera de fermento” (AL 2). “El apostolado se ejercita en la fe, en la esperanza y en la caridad que el Espíritu Santo difunde en el corazón de todos los hijos de la Iglesia” (AL 3). “Cristo, enviado por el Padre, es la fuente y origen de todo el apostolado de la Iglesia. Es, por ello, evidente que la fecundidad del apostolado laical depende de la unión vital de los laicos con Cristo” (AL 4; Jn 15, 5).

El laico (varón y mujer) debe sentirse por tanto miembro activo y de pleno derecho en la Iglesia. Y por eso debe ejercer su apostolado. No porque se lo conceda la jerarquía, sino porque la llamada al apostolado brota esencialmente de su misma vocación cristiana.

El laico debe expresar su voz y hacer valer su parecer ante la misma jerarquía y en la comunidad cristiana (LG 37; AL¿ 10). Hay cosas en la iglesia que nadie las hará mejor que los laicos (AL 13).

La misión de los laicos es una misión abierta a todos los campos de la vida: lo familiar, lo laboral, lo económico, lo político, social y cultural; misión que coincide con la misión general de la Iglesia de procurar construir el

Reino de Dios en medio del mundo, como lugar donde hacen historia las personas y Dios se manifiesta. Tal misión se llevará a cabo tal y como Jesús la encomendó a sus discípulos.

La Iglesia local no estará verdaderamente formada mientras no se forme un laicado propiamente dicho. Como nos lo recuerdan las Escrituras: “Ustedes también son piedras vivas con las que se construye el Templo espiritual (1 Pe 2, 5; 2, 9-10). Y el mismo Señor nos lo inculca: “Ustedes son la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro; ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol, sino para ponerlo en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre también su luz ante la gente, para que vean el bien que hacen y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los Cielos ” (Mt 5, 13-16).

Los laicos no forman un grupo secundario en la Iglesia, en principio son incluso el grupo más importante, pues forman la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. Ser cristiano laico es la forma más común y habitual de ser cristiano. No se puede por eso hablar de Iglesia sin pensar en los laicos.

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El Concilio Vaticano II define al laico como un cristiano que por su bau-tismo ha sido incorporado al Pueblo de Dios y que participa de la función sacerdotal, real y profética de Cristo, y de la misión global de la Iglesia orientada a construir el Reino de Dios. “Los laicos, consagrados a Cris-to y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir los frutos más abundantes del Espíritu. En efecto, todas sus obras, oraciones, tareas apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre en la cele-bración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera, también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta sana, consagran el mundo mismo a Dios” (LG 34)

Ser laico no significa por tanto ser un cristiano de segunda clase frente a sacerdotes, religiosas y obispos; lo que caracteriza al laico es simple-mente que vive en medio de las realidades temporales y dedicado a ellas. Es Jesús mismo quien envía a sus discípulos al mundo (Jn 17, 18). El campo privilegiado de la acción de los laicos es el mundo, adonde Dios los envía para ordenar en él todas las cosas según Cristo.

Los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla hicieron un balance crítico sobre la presencia de los laicos en nuestras sociedades y en la Iglesia (P 823-5), que conserva aún su actualidad. Concluyeron que, si bien hay mucha presencia laical en el campo del apoyo pastoral, los ser-vicios de formación brindados hasta ahora a los laicos en la Iglesia han sido deficientes. Por otra parte constataron que actualmente estamos viviendo cambios, en tanto que estamos pasando del mundo del barrio o la parroquia, a relaciones más bien centradas en lo laboral o cultural. “En el espacio de “construcción de la sociedad” (obreros, campesinos, empresarios, técnicos, políticos, etc.) la presencia laical es muy débil; casi total la ausencia en el espacio de creación y difusión cultural (inte-lectuales, artistas, educadores, estudiantes y comunicadores sociales)”.

Por otro lado señalan que hay aún muchos laicos y movimientos laicales que no asumen todavía la dimensión social de su compromiso cristia-no, ya sea por aferrarse a sus propios intereses económicos, o por no comprender (o no querer aceptar) suficientemente la enseñanza de la Iglesia en este campo. También existen laicos y movimientos laicales que por exagerada politización de su compromiso, vacían su apostolado de esenciales dimensiones evangelizadoras.

Si algunos movimientos laicales pecan por excesiva dependencia de las iniciativas de la jerarquía, otros más bien porque exageran tanto su independencia, que se desprenden de la comunidad eclesial.

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2. EL APOSTOLADO EN LA FAMILIA

¿Que vemos en los siguientes dibujos?Compare los dibujos que están a la par y observe la diferencia.¿En que medida la familia es un campo donde podemos vivir nuestra fe cristiana?

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Leamos las siguientes opiniones:

⇒ ¡La verdad es que hay cosas mucho más importantes que la familia; no sé por que tanta insistencia en esto!

⇒ Yo me ocupo de mi marido y de mis hijos, pero mi apostolado lo vivo en la Iglesia.

⇒ En realidad yo quisiera dedicar más tiempo al apostolado, pero cuidar a mi abuelita me quita mucho tiempo.

⇒ Todo el trabajo de la finca para alimentar a mi familia me impide ser delegado, ¡es una lastima! Pues yo quisiera tener más tiem-po para Cristo, pero mis nietos quedaron sin padre y tengo que apoyarlos.

¿Ha oído usted opiniones parecidas a estas? ¿Qué piensa de lo que opina la gente?

EXPERIENCIAS DE VIDA

Don José y doña Julia

Don Jos y doña Julia son una pareja de ancianos que llevan ya muchos años de casados; ellos procrearon cuatro hijos y ahora viven con algunos familiares. No hay fin de semana en que no reciban la visita de sus hijos y nietos. Esta pareja irradia felicidad a los vecinos; es bien lindo verlos todas las tardes salir al corredor de su casa a esperar que anochezca, mientras don José lee algo a doña Julia, y ella le escucha. Ellos llevan años viviendo en ese lugar y al igual que cuidaron a su familia, también cuidan a la naturaleza. Son personas muy creyentes y año con año celebran la Purísima con sus vecinos y familiares. Es muy linda la ternura y el amor con que viven estos dos ancianos.

Comentemos la historia de don José y doña Julia.¿Qué piensa usted: habrán ellos realizado en su vida familiar algún apostolado? ¿De qué manera?

EL APOSTOLADO CONYUGAL

Siempre fue deber de los esposos, pero hoy constituye la parte más importante de su apostolado, manifestar y demostrar con su vida la permanencia y santidad del vínculo matrimonial.

Las familias cristianas dan al mundo testimonio valiosísimo de Cristo cuando ajustan toda su vida al Evangelio y dan ejemplo de matrimonio cristiano.

Concilio Vaticano II (AL 11)

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♦ colaborar en la dirección de las escuelas

♦ asistir a los jóvenes con consejos y ayudas económicas

♦ ayudar a los novios a prepararse mejor para el matrimonio

♦ colaborar en la catequesis

♦ sostener a los esposos y a las familias que están en peligro material o moral

♦ proveer a los ancianos no sólo de lo indispensable, sino también de los justos beneficios del desarrollo económico.

CONCILIO VATICANO II (AL 11)

Cuando don Juan quedó abandonado

Don Juan vivía en Managua y fue completamente abandonado por su familia; estando enfermo de cirrosis, le dio un poder a su compañera para que le retirara su pensión, pero poco tiempo después, ella se fue con otro hombre y no le entregó más su dinero. Don Juan vivía en su propia casa, junto con su hija y un entenado que había criado desde chiquito. Al agravarse su estado de salud, el entenado lo corrió de la casa a él y a su hija, y los vecinos decidieron entonces acogerlo, mientras avisaban al resto de su familia. Nadie quiso hacerse cargo de él, con excepción de una sobrina suya que se lo llevó a su casa y lo cuidó hasta su muerte. Los demás familiares la criticaron por hacerse cargo de él, pero ella sintió la alegría de haberlo ayudado hasta su último momento.

Comentemos la historia de don Juan:¿Ven ustedes lo que hizo su sobrina simplemente como una buena obra o también como una forma de apostolado familiar? ¿Por qué?

EL APOSTOLADO FAMILIAR

Entre las diferentes obras del apostolado familiar pueden mencionarse las siguientes:

♦ adoptar como hijos a niños abandonados

♦ acoger con benignidad a los forasteros

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PROFUNDIZACIÓN

Tenemos a veces la idea de que nosotros sólo podemos vivir nuestro apostolado cuando nos dedicamos a las actividades de la Iglesia, tales como la catequesis, la animación de las comunidades y demás ministe-rios. En realidad el apostolado laical se puede vivir también hacia dentro de la propia familia, ya que ésta es una iglesia doméstica. El espacio familiar es un campo privilegiado para testimoniar y vivir nuestra fe.

La marca que dejan los padres en sus hijos es imborrable. “Los padres, dice el Concilio Vaticano II, son para sus hijos los primeros predicadores y educadores de la fe; los forman con su palabra y ejemplo para la vida cristiana y apostólica” (AL 11) Un padre y una madre cristiana tienen por eso como primera obligación procurar inculcar en sus hijos los valores cristianos, para que éstos al crecer y hacerse adultos, asuman sus res-ponsabilidades ciudadanas y se empeñen en trabajar por el bien común. Una familia cristiana no puede quedarse encerrada en sí misma, mirando sólo el bienestar de sus propios miembros, tiene que atender también el bienestar de la sociedad entera. Eso es una forma de apostolado familiar.

También los hijos (varones y mujeres) tienen responsabilidades hacia sus padres: de respetarles, amarles y apoyarles en las tareas familiares; asimismo de corresponder a sus esfuerzos, formándose y estudiando con disciplina y dedicación. Cuando los padres envejecen, es muy importante para ellos contar con el apoyo material y humano de sus hijos.

El apostolado de los esposos se cumple santificando su matrimonio y dando testimonio de la fidelidad de su unión. Un amor fiel requiere renun-cia y sacrificio, perseverancia y capacidad de renovar constantemente el amor. El amor se renueva cuando la pareja se nutre en el amor de Cristo.

La meta de una familia cristiana es convertirse en un santuario doméstico, donde se experimente el amor de Cristo entre sus miembros. Este amor ha de concretarse en actitudes de respeto, justicia, fidelidad y responsa-bilidad, por ejemplo hacia familiares enfermos o ancianos, pero también hacia los propios niños, o en la relación entre varones y mujeres, ya sean cónyuges o hermanos entre sí.

Las actitudes de lealtad, cariño, responsabilidad y respeto pueden vi-virse en el seno de la familia aunque no haya fe cristiana, por tratarse de actitudes humanas fundamentales. Sin embargo, para una persona creyente, estos valores se viven en referencia a Jesucristo y se convierten en una forma de apostolado.

La familia cristiana puede también vivir su apostolado hacia fuera de sí misma: en su relación con las demás familias, ejerciendo la solidaridad en situaciones difíciles, y en la manera de acoger a otras personas. Los gestos de apoyo mutuo y hasta la misma hospitalidad brindada a per-sonas extrañas adquieren también un carácter de apostolado familiar.

Es importante para la familia cristiana procurar los medios que le ayuden a mantenerse en el camino del Reino de Dios: acudiendo a misa o a la celebración de la Palabra, a las reuniones de la comunidad, a las cate-quesis para bautizos, y cultivar la oración y meditación de la Palabra de Dios. Hay en tantas familias problemas de maltratos, violencia, desinte-gración familiar, de manera que es importante que las familias cristianas en su convivencia reflejen la presencia de Jesús en su vida, como signo de que el Reino de Dios se está dando entre nosotros.

El Reino de Dios, la cruz y resurrección de Jesucristo atraviesan toda nues-tra vida familiar. Asumiendo los sacrificios y enfrentando las situaciones dolorosas que inevitablemente acarrea toda vida familiar (tales como en-fermedades, muertes, viudez, problemas económicos), nos asemejamos

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más a Cristo, despojándonos de nuestro propio egoísmo y haciéndonos más capaces de amar verdaderamente. En la experiencia del amor com-partido, la familia cristiana experimenta la presencia de Cristo resucitado.

3. EL APOSTOLADO EN LA COMUNIDAD CRISTIANA

¿Qué nos llama la atención de estos dibujos?¿En qué nos recuerdan nuestras propias comunidades?

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1. Comenten en grupo lo que hemos reflexionado en este capí-tulo: ¿qué les llama más la atención y por qué?

2. ¿Descubre novedades para su propia vida? ¿Cuáles con-cretamente?

3. ¿Qué campos de apostolado descubrimos en nuestras pro-pias familias?

4. ¿De qué manera podemos desde nuestras familias aportar al bien común?

Señor, ayúdanos a amarte cada día más En los miembros de nuestra propia familia: Como esposos, padres, hijos, hermanos y hermanas, Nietos, abuelos y parientes. Que seamos capaces de ser testigos de tu Reino Comprometiéndonos como familias Al servicio de la justicia, el perdón y la fraternidad. Que descubramos a la familia humana Más allá de nuestra propia familia, Pues todos somos hijos e hijas tuyas, Nuestro Padre común.

Meditemos: 1 Jn 4, 7-16; Heb 10, 23-25; Sal 144, 12-15; Sal 132; Ef 5, 25-33; Rt 1, 15-18; Cant 8,6; Lc 15,11-32; Dt 6, 4-9; Ef 6, 4; Fil 4, 4-9; 1 Tim 5, 4; Eclo 3,5; Mt 5, 21-23.

ORACIÓN

REFLEXIONEMOS

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PROFUNDIZACIÓN

Otro campo del apostolado laical es la comunidad cristiana. Gracias a la participación activa de miles de cristianos del pueblo sencillo, las pequeñas comunidades del campo y la ciudad están logrando crecer y fortalecerse.

En lugares remotos de Nicaragua, donde la presencia sacerdotal es escasa, centenares de comunidades mantienen su ritmo de celebracio-nes, catequesis y reflexión bíblica, gracias a laicos (varones y mujeres) comprometidos en la pastoral.

Juan Pablo II ha expresado su reconocimiento a estos delegados y catequistas, diciendo que son ellos quienes han mantenido viva la fe del pueblo, y recomendó ofrecerles una formación teológica y pastoral permanente.

Los laicos que ejercen cargos de responsabilidad en las comunidades, están conscientes de su contribución a la misión de la Iglesia; han reci-bido el impacto de la evangelización y ahora ellos mismos se han vuelto evangelizadores.

Su apostolado lo ejercen a través de los ministerios laicales: en las co-munidades hay celebradores de la Palabra, catequistas de sacramentos, músicos y lectores, responsables del aseo y adorno de las capillas, pro-motores de salud, animadores de mujeres y jóvenes...Con estos servicios las comunidades se fortalecen y procuran vivir el Evangelio; a través de ellos, los laicos testimonian mutuamente su fe, anuncian la Palabra y rea-lizan esos mil pequeños gestos de amor que demanda la evangelización.

El Concilio Vaticano II tuvo palabras de aliento y reconocimiento para este tipo de apostolado: Los laicos de verdadero espíritu apostólico, a la ma-

nera de aquellos varones y mujeres que ayudaban a Pablo en el Evangelio (Hch 18, 18.26; Rm 16, 3)...confortan el espíritu de sus pastores como del restante pueblo fiel (1 Co 16, 17-18)...devuelven a la Iglesia a los que quizá andaban alejados; cooperan intensamente en la predicación de la palabra de Dios, sobre todo con la instrucción catequística (AL 10). Es un gran estímulo comprobar que desde el inicio de la Iglesia existieron varones y mujeres que cooperaron con los Apóstoles, tal y como hoy en día lo hacen nuestros delegados y catequistas:

♦En la comunidad de Colosas, Pablo reconocía la labor de Epafrás, quien había comunicado la llama de la fe y comenzado a formar comunidad, incluso antes de su llegada: “Este Evangelio, que va dando frutos y cre-ciendo por todo el mundo, también lo hace entre ustedes desde ese día en que recibieron y conocieron el don de Dios en toda su verdad. Ahora bien, el mismo que se lo enseñó, Epafrás, muy querido compañero nuestro en el servicio de Cristo y, para ustedes, fiel ministro de Cristo, es el que también vino a recordarme el cariño que me tienen en el Espíritu” ( Col 1, 6-8). De él también dice Pablo al final de su carta: “Reciban saludos de su compatriota Epafrás, buen servidor de Cristo Jesús. No deja de luchar por ustedes por medio de sus oraciones, para que sean perfectos y permanezcan firmes en cualquier cosa que Dios les pida. Les aseguro que se preocupa mucho de ustedes, lo mismo que por los de Laodicea y de Hierápolis” (Col 4, 12-13).

♦Al finalizar su carta a los Romanos, Pablo se alarga en agradecimientos a muchos miembros de las comunidades que habían colaborado con él: agradece por ejemplo a Prisca y Aquila, un matrimonio (Hch 18, 2) que había arriesgado su vida por salvar la suya, y en cuya casa se reunía la comunidad (Rm 16, 3-4). Pablo reconoce también la labor evangelizadora de varias mujeres, entre ellas, una de nombre María, “que se afanó tanto por ustedes”, y manda saludes a sus parientes Andrónico y Junía (esta última, mujer), de quienes dice que “son apóstoles notables y se entregaron

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a Cristo antes que yo” (Rm 16, 6-7). San Juan Crisóstomo (350-407 d. C.), obispo mártir del siglo cuarto y quinto, comentando este pasaje, exclama: “Ser un apóstol es algo grande. Pero famosos entre los após-toles –imagínate, qué alabanza más grande es esa. Ellos (Andrónico y Junía) sobresalían por sus obras y su actividad. ¡Qué grande debe haber sido la sabiduría de esta mujer, para que se la haya encontrado digna del título de apóstol” (PG 60, 669-670).

En Rm 16, 9-12, Pablo continúa la lista de cristianos y cristianas que apoyaron su labor fundadora y les expresa de corazón su agradecimien-to: menciona entre otros a un tal Urbano, su “compañero de trabajo”; a Apeles, “que ha sufrido por Cristo”, y a Trifena y Trifosa, “que trabajan en la obra del Señor”.

♦También en la comunidad de Corinto existían cristianos laicos que coor-dinaban la comunidad. Pablo escribe: “Hermanos, una recomendación más. Ustedes saben que Estefanás y los suyos son los primeros que se convirtieron en Acaya y que espontáneamente se pusieron al servicio de los creyentes. Por su parte, acepten ustedes la dirección de tales perso-nas, como de todo el que trabaje y se afane con ellos” ( 1 Co 16, 15-16).

El Apóstol Pablo con sus colaboradores laicos.

Para Pablo, ser discípulo significaba comprometerse de una u otra forma al servicio de la evangelización. Igual sucedía a quienes entraron en con-tacto directo con Jesús: Andrés reclutó a Pedro, Felipe a Natanael (Jn 1, 41-45), la samaritana dio testimonio a sus compatriotas (Jn 4, 28-29.39), las mujeres que acompañaron al Señor, le apoyaron económicamente (Lc 8,1-3), y cuando los discípulos fueron ya muchos, envió Jesús a los 72 a proclamar a los pueblos y comarcas de Palestina la llegada del Reino de Dios (Lc 10, 1-24).

La urgencia del apostolado de los laicos a favor de la evangelización es hoy entre nosotros mucho mayor que nunca, pues la población de Nicaragua está creciendo rápidamente (en pocos años hemos pasado de dos a más de seis millones de habitantes), y hay pocos sacerdotes; además, el empobrecimiento que afecta a miles y miles de familias del campo y la ciudad, rompe el tejido social y familiar, resquebrajando el catolicismo popular, que sufre el embate de las sectas y los medios de comunicación, y se debilita a causa del desarraigo que acarrean las migraciones a la ciudad. Se aplican a nosotros las palabras del Concilio: en muchas regiones en que los sacerdotes son muy escasos...la Iglesia, sin la colaboración de los seglares, apenas podría estar presente y tra-bajar. La urgencia de este apostolado es hoy mucho mayor.

Los Padres del Concilio también señalan que el apostolado no consiste en dar solamente testimonio de vida: El verdadero apóstol busca oca-siones para anunciar a Cristo con la palabra, ya a los no creyentes, para llevarlos a la fe; ya a los fieles, para instruirlos, confirmarlos y estimularlos a mayor fervor de vida: la caridad de Cristo nos apremia (2 Co 5, 14 ). En el corazón de todos deben resonar aquellas palabras del Apóstol: ¡Ay de mí si no evangelizare! ( 1 Co 9, 16) (AL 6).

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1. Comente espontáneamente esta lectura: ¿qué opina de lo que aquí se dice? ¿Qué sentimientos les inspira?2. Haga como si el apóstol Pablo escribiera a una de sus propias comunidades y reconociera el compromiso y los servicios presta- dos por personas concretas que ustedes conocen (según el modelo de Rm 16, 1-16); mencione sus nombres y lo que hayan hecho al servicio de la evangelización.

Conviene evitar los siguientes peligros en el ejercicio de los ministerios laicales:

♦ La tendencia a la clericalización de los laicos o la de reducir el compro-miso laical a aquellos que reciben ministerios, dejando de lado la misión fundamental del laico, que es su inserción en las realidades temporales y en las responsabilidades familiares

♦ El ejercicio de ministerios por parte de unos laicos no puede disminuir la participación activa de los demás (P 815, 817)

El Segundo Concilio Provincial de Nicaragua señala:

♦ La mayoría de los laicos carecen de formación profunda doctrinal para asumir con mayor responsabilidad su inserción como miembros vivos de la Iglesia.

♦ Sin embargo es notorio que siempre ha habido laicos que se han dedicado a la labor pastoral en colaboración con sus Pastores, organizando diversas formas de apostolado.

♦ Se ha ignorado la existencia de los ministerios desempeñados por los laicos, y ha faltado en nuestras Diócesis la promoción de los mismos (418, 420, 426).

Advertencias de Puebla

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REFLEXIONEMOS

El testimonio de Cristina

Cristina tiene alrededor de 25 años y desde su nacimiento padece parálisis de brazos y piernas y tiene dificultades para hablar. Sin embargo, como laica comprometida, ella decidió participar en la campaña de evangeli-zación de su parroquia, haciendo visitas casa por casa, con apoyo de una señora amiga que le acompaña. Un día llegó ella en su silla de ruedas a una casa y en cuanto la divisó el dueño, le pidió que esperara, volviendo al ratito con un billete de diez córdobas: Perdonáme, le dijo, porque ahora no tengo más. Pero ella le replicó: No señor, ¡la paz de Cristo esté con usted! Yo he venido a traerle una buena noticia: ¡Cristo ha resucitado y le perdona sus pecados! El dueño de la casa, profundamente avergonzado, pidió discul-pas por ofrecerle dinero y exclamó: ¡Yo que estoy bueno y sano nunca he anunciado la Palabra y vos en cambio venís a anunciármela a mí desde tu silla de ruedas! Su esposa, que había salido a ver qué pasaba, se echó a llorar y prometió que desde ahora comenzaría a ir de nuevo a misa.

EXPERIENCIA DE VIDA

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Te damos gracias Señor por tantos laicos y laicas Que con su testimonio de vida y compromiso cristiano Han fortalecido la vida de la Iglesia.

Te damos gracias por la presencia de tu Espíritu Entre nosotros, que nos empuja Para abrir nuevos caminos de evangelización;

A mantener la esperanza y la fePara ser capaces de crear una sociedadEn la que todos podamos realizarnos y vivir como hijos tuyos.

Te damos gracias por quedarte en medio de nosotrosPara ser nuestra fuerza, nuestra luz;Por darnos vida y vida en abundancia.

4. EL TRABAJO COMO APOSTOLADO

¿Qué trabajos hacemos, tanto los varones como las mujeres?

¿Qué sentido tiene para nosotros y nosotras la tarea que realizamos?

¿Cómo nos sentimos con nuestro trabajo? ¿Qué sentimos al realizarlo?

¿Creemos que con nuestro trabajo estamos haciendo algo por Dios?

ORACIÓN

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¿QUÉ SE PENSABA DEL TRABAJO ANTES DEL CONCILIO?

• Durante muchos siglos la Iglesia ha estado marcada por una espirituali- dad monástica, de los monjes medievales.

Pero...¿qué es una espiritualidad monástica?

• Aquella que pensaba que lo único que santifica al ser humano es la oración y la contemplación. Se consideraba que el mundo era malo y que había que despreciarlo y apartarse de él.

¿QUÉ NOS DICE EL CONCILIO VATICANO II SOBRE EL TRABAJO?

• Con el Concilio comenzó a surgir en la Iglesia una nueva forma de pensar. Ya no se vio el trabajo simplemente como una necesidad hu- mana para poder vivir y comer, sino como respuesta a la voluntad de Dios y por eso como un medio de santificación.

• El trabajo no es una maldición, como se ha interpretado por Gén 3,19. Al contrario: Dios nos hizo a su imagen y semejanza y puso en el corazón del ser humano la necesidad de ser creador.

• Por el trabajo transformamos la naturaleza, nos humanizamos y trans- formamos a nosotros mismos. El trabajo es una forma de realización personal y nos da dignidad en vez de disminuirla (Gén 2, 2-3).

• Trabajar es colaborar con Dios, ayudar a terminar la creación y poner- la al servicio del ser humano (GS 35).

• Trabajar es colaborar con Cristo en la obra redentora; por eso el traba- jo agrada a Dios y es una forma de cumplir su voluntad (GS 67).

• El cristiano, por su bautismo, participa del sacerdocio de Cristo, de forma que puede convertir toda su vida en un sacrificio agradable a Dios (LG 39).

• La espiritualidad conciliar nos invita a amar apasionadamente las co- sas, la tierra y su historia, porque en todo ello palpita la presencia de Dios y se juegan los intereses del Reino (GS 37; GS 39).

¿Pero qué ha pasado con el trabajo en realidad?

• Por el egoísmo humano, el trabajo es duro y hasta nos hace perder nuestra dignidad humana (Am 8, 4-6; 5,11). La dureza del trabajo se agrava con la explotación y la injusticia.

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PROFUNDIZACIÓN

El trabajo llena las horas de nuestros días. Ahí nos realizamos en el servicio a la familia y la comunidad. Pero por otro lado vemos que este es un campo lleno de grandes injusticias y explotación, en que no se toma en cuenta la dignidad de las personas, sino únicamente intereses económicos personales.

El plan de Dios es que el trabajo nos dignifique. La creación no está aún terminada, sino que Dios nos ha dado a los seres humanos responsa-bilidad sobre ella, para continuar y perfeccionar su obra creadora. El trabajo es un bien del ser humano, un bien de su humanidad, porque mediante él no solo transformamos la naturaleza, adaptándola a nuestras propias necesidades, sino que nos realizamos a nosotros mismos como personas y en un cierto sentido nos hacemos más humanos a través del esfuerzo y la creatividad.

Como cristianas y cristianos laicos estamos llamados a hacer cada día lo que hacemos con amor, entrega, sinceridad, honestidad y calidad, para que nuestro trabajo se impregne del espíritu evangélico, tal y como nos lo recuerda el apóstol Pablo: “Así que hermanos, sea que coman, sea que beban, o cualquier otra cosa que hagan, háganlo todo para gloria de Dios...” (1 Cor 10,31-33). “Mientras es tiempo, hagamos el bien a todos, y especialmente a nuestros hermanos en la fe” (Gál 6,10,17) (LG 36). Esta capacidad de hacer las cosas con cariño, con fe y esfuerzo, nos viene de Dios y debemos formarnos incesantemente para que cada día podamos servir mejor a nuestros hermanos y hermanas.

En el campo del trabajo no bastan las buenas intenciones, sino que las personas deben capacitarse para dominar lo mejor posible aquella tarea

que realizan: el educador, la educación; el agricultor, la agricultura; el médico, el cuidado de la salud; la madre y el padre, la educación de sus hijos...Y así en todo lo demás. Como cristianos tenemos la responsabi-lidad (y el derecho) de estudiar y formarnos lo mejor posible, para que nuestra contribución a la sociedad sea de calidad.

“Los laicos integrados a Cristo por el bautismo, están llamados a construir el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Contribuyen a la santificación del mundo desde adentro, a modo de fermento” (LG 31).

“Los laicos tienen una espiritualidad propia, que les brota de su bautismo y del sacerdocio común. Toda su vida: trabajo, descanso, vida conyugal y familiar... se convierte en sacrificio espiritual agradable a Dios” (LG 34). Es en este mismo sentido que el trabajo se vive como apostolado, ya sea por los bienes y oportunidades que genera para otros, ya por el testimonio de dedicación y honestidad que damos al realizarlo, o por el espíritu que ponemos en él. Como cristianas y cristianos laicos, queremos contribuir a la realización del reino de Dios por medio de nuestro trabajo diario. “Se

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trata de impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu del evangelio. Dios quiere que el mundo se transforme en una nueva creación, ya desde ahora en germen, y plenamente el último día (AL 5).

Sin embargo, contemplamos hoy la realidad social, política y económi-ca de nuestro país a la luz de la palabra de Dios, descubrimos en ellas muchas situaciones de pecado. Y como cristianos y cristianas debemos contribuir a transformar esas situaciones. Cada quien debe por eso preguntarse: ¿a qué estoy contribuyendo con mi trabajo? ¿Al servicio de qué causa consagro mis esfuerzos? ¿Apoyo con mi trabajo situaciones de injusticia? ¿Qué criterios me guían a la hora de escoger un trabajo?

Una gran mayoría de nuestro pueblo ni siquiera tiene la posibilidad de elegir su trabajo: o están en el desempleo y se ven obligados a emigrar, o procuran apenas ganarse el pan de cada día de la mejor manera posible, sobreviviendo. Este trabajo de sobrevivencia limita sus posibilidades de participación social y tal es la situación en que se encuentran miles de familias campesinas y de los barrios más pobres de las ciudades. Se impone la pregunta: ¿cómo ser laicas y laicos cristianos en esa situación? Pese a todas las dificultades y a las limitaciones que acarrea la pobreza, como cristianos y cristianas nos movemos en campos donde podemos poner en práctica nuestra propia fe cristiana, ya que vivimos en relación con nuestra familia, con la comunidad cristiana, con la gente de nuestra comunidad local y sus respectivas organizaciones, y con la naturaleza...Más allá de esos campos de vida y acción estamos también ligados a la vida política y económica del país a través del comercio y las actividades políticas. En estos espacios de vida personal y comunitaria, estamos llamados a vivir nuestra fe cristiana con mística de compromiso, evitan-do que entre los mismos pobres se ejerza la explotación y la injusticia.

EXPERIENCIAS DE VIDA

Cocinando con amor

Les voy a contar una historia: en una familia llegó la hora del desayuno y cuando todos se sentaron a la mesa como de costumbre, la mamá les sirvió la comida. De pronto una de sus hijas exclamó: ¡uhmm! ¡qué rico, mamá! ¿Qué le echó a estos frijolitos para que le quedaran tan ricos? La señora respondió: ¿a que no sabés el secreto? ¡Mientras los cocinaba, pensaba en ustedes y les puse mucho amor!

Descubriendo el sentido de lo que hacemos

En una parroquia se decidió ampliar el templo parroquial. Con mucho entusiasmo se inició la construcción. Un visitante que observaba a los obreros trabajando, preguntó a uno de ellos: ¿Qué está haciendo usted? y él le contestó con aspecto cansado: “Yo estoy acarreando piedras” . Siguió caminando y le hizo a otro de sus compañeros la misma pregunta; éste, muy animado, le respondió con orgullo:”Yo me siento muy contento de poder trabajar en la construcción de nuestro nuevo templo parroquial”. El visitante observó que ambos realizaban el mismo trabajo de acarrear piedras, pero mientras uno no se fijaba más que en la tarea que hacía, el otro era capaz de captar su sentido y de hacerlo con entusiasmo.

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Destruyendo la confianza

Cuando llegó el tiempo de la cosecha y el precio de los granos bajó, un misionero, para ayudar a los campesinos, decidió comprarles el grano a un precio más alto que el del mercado, con intención de revendérselos luego más barato para la siembra, cuando el grano escaseara y el precio subiera. Resulta que a la hora de almacenar el grano, descubrió que en varios sacos había granos en mal estado y hasta piedras.

Un médico bueno

Juan Carlos era un joven del barrio El Coyolar, de León; con mucho sacrificio de su madre y dedicación de su parte, logró coronar sus estu-dios de medicina. Una vez que fue médico, atendía a sus pacientes del Hospital con gran esmero y cuidado. Conseguía medicinas para los más pobres y hacía su trabajo consciente de que en sus manos tenía la vida de la gente. Sus pacientes se sentían reconfortados por la atención humana que les brindaba.

Ejemplos bíblicos

“Aquila ejercía su profesión manual; la vendedora de púrpura, al frente de un taller; otro era guardia de una cárcel; otro centurión, como Corne-lio; otro enfermo, como Timoteo; otro, Onésimo, era esclavo y fugitivo, y sin embargo nada de eso fue obstáculo para ninguno, y todos brillaron por su santidad: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, esclavos y libres, soldados y paisanos” (San Juan Crisóstomo)

¿Vivimos nuestro trabajo diario con espíritu de fe, sabiendo que a través de él colaboramos con Dios? ¿Vemos los intereses del Rei-no que están en juego en nuestras tareas?

¿A qué se debe que la vida cristiana se ha centrado sobre todo en la oración y en la intimidad personal, dejando a un lado el valor santificador del trabajo, del esfuerzo humano y del compromiso con el mundo?

¿Dónde debemos construir el Reino de Dios: tan solo en el tem-plo o también en la calle, en la familia, en el trabajo?

¿Qué sentido tienen nuestras tareas diarias: cuidar a los niños, cocinar, lavar, planchar; cultivar la tierra, cosechar, negociar, ense-ñar, estudiar...?

REFLEXIONEMOS:

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Oración

Ayúdanos Señor a incorporar nuestro trabajo diario a nuestra oración y a nuestra espiritualidad.

Ayúdanos a amar nuestro trabajo, para que como seres huma-nos creados a la imagen y semejanza de Dios, nos sintamos colaboradores y protagonistas en la construcción del Reino.

Ayúdanos a dar ejemplo de responsabilidad, honestidad y entusiasmo en el trabajo que realizamos.

Ten presente, Señor, a tantos hombres y mujeres que son privados del derecho fundamental a tener un trabajo digno, que les dé para vivir y les permita realizarse como personas. Te pedimos por tantos desempleados.

Ayúdanos Señor a mantener la esperanza y a trabajar por la justicia, para que un día se hagan realidad las palabras del profeta Isaías:

“Harán sus casas y vivirán en ellas,Plantaran viñas y comerán sus frutos.

Ya no edificarán para que otro vaya a vivir,Ni plantarán para alimentar a otro.

Los de mi pueblo tendrán vida tan larga como la de los árboles Y mis elegidos vivirán de lo que hayan cultivado con sus manos.No trabajaran inútilmente ni tendrán hijos destinados a la matanza,Pues ellos y sus descendientes serán una raza bendita de Yavé”.

Is 65, 21-23

Anexo para el estudio personal:El trabajo en la Biblia.

Gen 2,15: “Yahvé tomó el hombre y lo puso en el jardín del edén, para que lo cultivara y lo cuidara”. Yahvé encarga al ser humano cultivar y cuidar el jardín del Edén. El trabajo por tanto, no es una maldición a causa del pecado, sino una tarea creadora que enriquece y da sentido a nuestra vida. Es parte del plan de Dios para nosotros y ocasión de servirle desarrollando su creación. Como tal, es también un acto de apostolado.

Rm 12,11: “En el cumplimiento del deber, no sean flojos”. La Biblia alaba a quienes realizan sus trabajos con responsabilidad y cumplen a cabalidad con sus deberes. Pone ante nuestros ojos ejemplos que nos iluminan, como el de la mujer diligente (Prov. 31,13-29), o el del campesino Isaac, que cultiva con empeño su tierra y es bendecido por Dios (Gn 26,12), o el de Ana, mujer de Tobías, que en el exilio cose y teje para mantener a su familia (Tob.2,11), o el de Rut, que enfrenta con valentía las calamidades de su viudez y decide man-tener a su suegra, yendo a recoger espigas en el campo de Booz (Rut 1,22; 2,13), o el del apóstol Pablo, que se afana fabricando tiendas de campaña con sus propias manos para no ser carga de nadie (Hech 18,3; 1Tes 2,9; 2Tes 3,8). En la parábola de los talentos (Mt 25,14-30) Jesús compara a Dios con un hacendado exigente que pide cuentas a su siervos; a los que han sido em-prendedores en sus trabajos, los alaba y recompensa, mientras que reprende fuertemente al siervo flojo: “servidor malo y flojo, tu sabias que cosecho donde no he sembrado....” Al haragán y al flojo, el libro de los Proverbios pone como ejemplo la laboriosidad de las hormigas (Prov. 6,6-10), y se burla del agricultor indolente que por no trabajar se hunde en la miseria (Prov. 24,30-34). Por tan-to, el trabajo bien hecho, el trabajo hecho a conciencia, la dedicación laboral, son valores que la Biblia exalta. Quien así trabaja, transforma su trabajo en un apostolado, por la ejemplaridad con que lo realiza.

Ef. 4,28: “Que el que robaba, ya no robe, sino que se fatigue trabajando con sus manos en algo útil y tenga algo que compartir con los necesitados”. Esto es interesante: no basta dejar de robar, hay que estar dispuestos a compartir los

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frutos del propio trabajo con los necesitados. Así nos lo recomienda el apóstol Pablo en el libro de Hechos, citando unas palabras de Jesús que no recogieron los evangelios: “En todo les he enseñado que es así como se debe trabajar, a fin de tener también para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús que dijo: Hay mayor felicidad en dar que en recibir” (Hch 20, 35). Estas palabras del Señor chocan a nuestra sensibilidad egoísta, pero son el fruto de un corazón lleno de santidad. El santo Papa Juan XXIII asimiló ese espíritu generoso y desprendido de Jesús y acostumbraba decir: “Dar es mi fiesta”.. Toda la Biblia, de principio a fin, está atravesada por el pensamiento de que es mejor compartir con los necesitados que atesorar oro (Tob 12,28). El sentido bíblico de la limosna no es de ninguna manera dar desde arriba lo que sobra (Mc 12,44), sino compartir los propios bienes con quienes carecen incluso de lo necesario (2 Co 8,9 y 13-15), para restablecer la justicia. Por eso la enseñanza durante los primeros siglos de la iglesia, fue que el cristiano y la cristiana tan solo tienen derecho a retener los bienes necesarios para vivir (“Aquellas cosas sin las que no es posible vivir” , aclara san Basilio el Gran-de), mientras que los bienes superfluos pertenecen por derecho divino a los necesitados; retener esos bienes era considerado robo. Decía San Agustín: “los bienes superfluos de los ricos son necesarios a los pobres. Posees lo ajeno cuando posees lo superfluos”. Y añade San Basilio: “¿Y cual es la gran misericordia? La que da no solamente lo superfluo, sino también de lo escaso”. Los Papas Juan XXIII y Pablo VI han vuelto a retomar con fuerza esa antigua enseñanza: lo superfluo, dice el Papa Juan, se mide con relación a la necesidad del otro (Radiomensaje del 11-IX-1962) y en su encíclica sobre el desarrollo de los pueblos escribe Pablo VI: “no hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo necesario” (PP 23). El ideal es un orden social donde al que tenga mucho, no le sobre, y al que tenga poco no le falte; que cada uno tenga lo necesario para su consumo, como procuraron hacer los israelitas con el maná (Ex 16,17-18).

Este planteamiento cristiano contempla el trabajo como una actividad sin un fin egoísta: no se trata de acumular riquezas, sino de sastisfacer honestamente nuestras propias necesidades y las de nuestras familias (1 Jn 3,17), y de com-partir además los frutos de nuestro esfuerzo con los necesitados, realizando así un acto de justicia que transforma el trabajo del cristiano en un apostolado.

5. PARTICIPACIÓN CIUDADANA:El apostolado político y social de los laicos

Veamos el ejemplo de Julián

♦Julián es padre de familia

♦Cada domingo participa en la celebración de la Palabra de su comunidad

♦Julián es además responsable de un proyecto comunitario de riego

♦Y participa también como concejal en la Alcaldía

¿En qué espacios sociales participa Julián?Y usted, ¿en qué espacios sociales está participando?

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Espacios abiertos para nuestra participación son:• La familia• La comunidad cristiana• El campo del trabajo y la producción económica• La acción social• La acción política• La vida cultural

¿Podria darnos ejemplos de iniciativas de participación en algunos de estos campos?

EXPERIENCIAS DE VIDA

La iniciativa de don Carlos

Don Carlos ha observado que en su pueblo abundan las moscas. Ellas provocan diarrea y muchas enfermedades, especialmente a los niños. Ante esa plaga, él decidió no quedarse con los brazos cruzados. Barrio por barrio visitó a las personas capaces de motivar a las demás y organizaron una gran acción comunal, eliminando basureros y criaderos de moscas. Don Carlos propuso una fumigación que no dañara el medio ambiente y promovió el aseo en la cría de animales domésticos; su iniciativa tuvo mucho éxito.

Un alcalde que todos recuerdan

Juigalpa tuvo una vez un alcalde que todos recuerdan. En su niñez había sido lustrador y cuando llegó a la alcaldía, fue honrado en el manejo de los fondos públicos y realizó muchas obras de progreso que transformaron a la ciudad: pavimentó calles, llevó el agua potable y la luz eléctrica a los barrios pobres, construyó parques y embelleció la ciudad. En el par-que central construyó un kiosko para los lustradores, de manera que no tuvieran que hacer su trabajo bajo el sol, como le había tocado hacerlo a él en su infancia. Además, como político, se esmeró en gobernar no sólo para los de su partido, sino en beneficio de toda la población.

Una mujer que organizó a su comunidad

Doña Juanita es la responsable de una de las cooperativas que se están formando en el departamento de León. Ella siempre ha sido una señora muy participativa, con ganas de sacar adelante a su comunidad. Con mucho esfuerzo ha venido motivando a la gente para que descubran el valor de la organización. De hecho, un organismo, al ver su interés, les ha dado apoyo económico. Hace cuatro años comenzaron sembrando cinco plantas de plátanos por familia. Ahora no sólo siembran plátanos, sino que tienen una granja de cerdo, un gallinero y leche para sus hijos. Además, han crecido en compañerismo y luchan por salir adelante todos juntos. Cada vez que se reúnen comentan: ¡Esto no lo hubiéramos logrado sin organización!

¿Qué les parecen estas historias? Coméntelas en grupo...¿En qué espacios de participación se mueve cada uno de uno de éstos personajes? ¿Por qué?¿Piensa usted que para un creyente acciones como éstas se con-vierten en auténticas obras de apostolado? Explique sus razones...

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¿Está usted de acuerdo con don Casimiro?

¡Para mí lo espiritual y lo material son como el agua y el fuego! ¡Ay del que las mezcle!

¿Conoce usted en su comunidad gente que piensa como don Casimiro? ¿Qué consecuencias trae esta manera de entender la fe? ¿Podría dar ejemplos?

1. ¿Hemos participado en alguna organización comunitaria, más allá de las tareas y responsabilidades pastorales? Por ejemplo, en el sector productivo, social o político...2. ¿Qué hemos aprendido allí? 3. ¿Qué retos descubrimos en este campo de las organizaciones de base? ¿Las consideramos necesarias? ¿Por qué?4. ¿Qué resistencias tiene la gente para formar parte de tales organi- zaciones o para crear nuevas?5. ¿Considera usted que un cristiano debe participar en iniciativas de la comunidad para dar respuesta a sus problemas? ¿Por qué?

REFLEXIONEMOS:

¿Cómo podríamos romper el aisla-miento y hacer que la gente participe en la solución de sus problemas?

Muchas cosas no son posibles por falta de organización. La gente aislada es fácil de manejar y dominar, pero en la unión está la fuerza de los pequeños.

Actualmente la idea de organización ha perdido atractivo y credibilidad. Estamos desunidos y nos falta participación ciudadana: existe democra-cia para votar, pero el poder está concentrado en pocas manos y hay pasividad en la población. Las grandes mayorías siguen privadas de los servicios más básicos de salud, vivienda, educación, agua potable y luz eléctrica. En barrios marginales de pueblos y ciudades se multiplican la violencia y el robo, mientras la juventud del campo y la ciudad emigra buscando fuentes de trabajo, porque carece de oportunidades. El campe-sinado tampoco cuenta con créditos bancarios ni estímulos comerciales para aumentar su producción agrícola.

Ante esta situación tan dura, resulta fácil caer en el desaliento y dedicarse exclusivamente a sobrevivir. Para muchos de nosotros resulta además difícil ligar la fe cristiana al compromiso político y social, porque pensa-mos que la fe tan sólo tiene que ver con “lo espiritual”, y nos inclinamos a dejar de lado como cristianos esta dramática situación en que vivimos.

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PROFUNDIZACIÓN

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El mismo término política inspira con frecuencia desconfianza, porque lo asociamos con acciones orientadas a movilizar a la población para obtener su voto y ganar el poder, y luego de obtenido, las promesas no se cumplen. Pero la política tiene un sentido más amplio y noble: su verdadera meta es promover el bien común. “La fe cristiana no desprecia la actividad política; por el contrario, la valoriza y la tiene en alta estima” (Puebla 514).

En consecuencia, habría que recuperar el verdadero sentido de la par-ticipación ciudadana. Ciertamente, en las comunidades hay disposición a apoyar a algún enfermo, visitar a los presos, hacer una comida en Navidad para los niños de la calle o dar apoyo en casos de catástrofes, pero esas acciones, aunque de por sí son buenas, no son todavía lo que propiamente llamamos participación ciudadana. Para que ésta se de, es necesaria una acción organizada, sostenida, que dé frutos a mediano y largo plazo y combata las causas mismas de los problemas y no sólo sus síntomas. La participación ciudadana apunta a resolver problemas que aquejan a grandes grupos de la población, y para lograrlo se sirve de la organización, ya sea a nivel local, comunal o nacional.

Como ciudadanos tenemos que actuar en los espacios a nuestro alcan-ce, ejerciendo allí nuestro derecho a participar, influyendo en la toma de decisiones y actuando organizadamente para promover el bien común.

La fe en sí misma no ofrece automáticamente solución a los problemas que nos rodean (desempleo, falta de educación, escuelas y viviendas; acumulación de tierras y de capitales que generan exclusión social), pero la fe es una fuerza y una luz para la acción. Es la fe la que nos motiva a la solidaridad y al compromiso por la justicia social.

El compromiso social puede realizarse dentro de las organizaciones parroquiales, pero hay también otros espacios donde los laicos pueden

y deben ejercer su compromiso, tales como organizaciones de barrio, asociaciones comunales, cooperativas, proyectos de desarrollos, insti-tuciones, sindicatos, movimientos, partidos políticos...Es desde todos éstos espacios o campos de acción que hay que procurar edificar una sociedad en la que haya más justicia y oportunidades para todos y todas.

Somos los laicos a quienes toca ejercer las responsabilidades políticas y sociales y decidir según nuestra conciencia cristiana qué partidos u organizaciones apoyar y promover. Esta decisión de conciencia debe de-jarse iluminar por el Evangelio. Sin embargo, a veces, personas de buena voluntad llegan a conclusiones diferentes en su manera de ver y juzgar una situación, y eligen soluciones políticas distintas para resolverlas. En tales casos, como exhorta el Concilio Vaticano II, “a nadie le es lícito invocar a su manera la autoridad de la Iglesia en su favor exclusivo” (GS 43). Por lo tanto, es necesario aprender a convivir con las diferencias y procurar la concordia a través del diálogo y el respeto mutuo.

¿Qué hago?

Cuando nos comprometemos en alguna organización social o política, debemos siempre preguntarnos por el fin que ésta persigue: ¿favorece ella con su acción valores evangélicos tales como la honestidad y la justi-cia social? ¿O nos estamos dejando manipular, para apoyar intereses de líderes corruptos? ¿Tomamos nuestras decisiones políticas simplemente por resentimiento, sin analizar a fondo las cosas?

Como cristianos, debemos promover aquellas organizaciones o parti-dos (o apoyar aquellos líderes) que actúen con honradez y honestidad, que procuren el desarrollo del país y beneficien a las grandes mayorías empobrecidas.42 43

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El Concilio Vaticano II exhorta a los católicos a “cooperar con todas las personas de buena voluntad para promover cuanto hay de verdadero, de justo, de santo, de amable (Fil 4,8)” (AL 14). También exhorta el Con-cilio a los laicos: “hagan valer el peso de su opinión, para que el poder político se ejerza con justicia y las leyes respondan a los preceptos de la moral y al bien común. Lo católicos preparados en los asuntos públi-cos y firmes, como es debido, en la fe y en la doctrina cristiana, no se nieguen a desempeñar cargos públicos, ya que con ellos, dignamente ejercidos, pueden servir al bien común y preparar al mismo tiempo los caminos del Evangelio (AL 14)”.

La acción social y política de los laicos tiene carácter de apostolado. El apostolado de los laicos (sean varones o mujeres), incluye: las buenas obras, hechas con espíritu evangélico; el anuncio de Cristo con la palabra y la vida, y también el compromiso político y social por el bien común. “La misión de la Iglesia no es sólo ofrecer a la humanidad el mensaje y la gracia de Cristo, sino también impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico. Los seglares, por tanto, al realizar esta misión de la Iglesia, ejercen su propio apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo”. (AL 5) “El apostolado laical ha de rea-lizarse ...en todas las circunstancias y por toda la vida, sobre todo en la profesional y social” (AL 30) .

El Concilio también hace esta grave advertencia: “El cristiano que descui-da sus obligaciones temporales falta a sus obligaciones con el prójimo y con Dios mismo, y pone en peligro su salvación eterna” (GS 43).

Para meditar: Mt 5, 13-16; Mt 7, 21-23; Mt 7, 15-19; Mt 10, 16.24-28 Mt 15, 29-31; Mt 24, 45-51; Mt 24, 14-30; Mt 25, 31-46 ; Lc 9, 49-50.

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN CRISÓSTOMO, obispo y mártir de los siglos IV y V

He aquí la regla más perfecta del cristianismo, su definición precisa, su resumen: buscar lo que puede ser útil a la comu-nidad...Nada nos hace mejores imitadores de Cristo como el preocuparnos de los demás.

Nada tan vano como un cristiano que no se aplica a salvar a los otros. No pongas de pretexto tu pobreza: la que echó dos moneditas en el tesoro se levantaría contra ti, y también Pedro, que decía: “No tengo oro ni plata”; y Pablo, que era tan pobre que pasaba hambre con frecuencia. No pongas de pretexto tu sencillez, porque también ellos eran sencillos y gente del pueblo. No pongas de pretexto tu ignorancia, porque también ellos eran gente de pocas letras...Estás en-fermo, Timoteo también...Cualquiera puede ser útil al prójimo si de verdad quiere hacer lo que puede.

Sobre aquel que, llevando una vida irreprochable, entierra el talento recibido y permanece sin utilidad para los demás, yo pregunto: ¿cómo tal persona puede ser cristiana? Si la levadura no fermenta la masa, ¿es de verdad levadura? No

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digas: me es imposible mover a los otros, porque si tú eres cristiano es imposible que no los muevas... Esto forma parte de la esencia misma del cristiano...Sería tan contradictorio decir que un cristiano no puede ser útil a los demás como negar al sol la posibilidad de dar luz.

Yo no puedo creer en la salvación de nadie que no trabaje para la salvación del prójimo.

Señor: atravesamos situaciones de injusticia, Desorganización y desaliento; Con frecuencia perdemos la esperanza Y pensamos que bien poco podemos hacer. Te pedimos que nos concedas la fuerza de tu Espíritu Para enfrentar estas dificultades Con espíritu evangélico, Y para impulsarnos A ser constructores de tu Reino, Asumiendo nuestros compromisos sociales y políticos. Amén.

6. LA AMISTAD COMO APOSTOLADO

EXPERIENCIA DE VIDA

El despertar de Pablo

En el Barrio San Martín de Juigalpa vivían dos amigos, Carlos y Pablo. Por circunstancias de la vida, Pablo creció alejado de la Iglesia y de toda religión, mientras que Carlos frecuentaba su comunidad cristiana y participaba de sus actividades; pero eso no impedía que fueran buenos amigos. Siempre que se encontraban, pasaban largos ratos compartiendo de sus vidas y platicando largamente.

ORACION

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Un día se le enfermó su hijo a Pablo, a tal punto que parecía que iba a morir; con mucha angustia buscó a su amigo y le dijo: “No sé rezar, no sé nada de Dios”, y le pidió que rezaran juntos por su hijo. Desde aquel día, Pablo pidió una Biblia a Carlos y comenzó a buscar a Dios; cuando no entendía algo, acudía a su amigo para que le ayudara a entender mejor el mensaje bíblico.

¿Qué le parece la amistad entre Carlos y Pablo?¿Se convirtió su amistad en motivo de apostolado? ¿De qué forma?¿Conoce usted historias parecidas, en que a través de la amistad se contagia la fe? Compártalas con su grupo.

PROFUNDIZACIÓN

Si hasta ahora hemos visto la vida del laico (varón y mujer) en los dife-rentes espacios en que se desarrolla, es hora de contemplarla desde la relación de amistad que surge cuando los laicos interactúan con otras personas en el estudio, el trabajo, la vida familiar y el compromiso social y político. En una sociedad orientada al tener, el poder y el placer, es importante reflexionar sobre lo grande que es tener amigos y amigas, con

quienes poder compartir no sólo lo que se tiene, sino sobre todo lo que se es: sentimientos, aspiraciones, ideas y proyectos. Y esto no desde una relación de poder, de “Yo mando y me vas a obedecer; yo soy el jefe y vos el empleado”, sino en una relación entre iguales; no con una actitud de placer egoísta, sino de gratuidad, de buscar comprender al otro, que a su vez me complementa, me anima, me enriquece y ayuda a salir adelante en tantas cosas de la vida.

La amistad puede convertirse en campo privilegiado del apostolado lai-cal, pues la cercanía entre dos personas permite comunicar lo que nos mueve en profundidad. En este campo se obra “por contagio” –lo que se es, impacta al otro aún sin quererlo. No se trata por tanto de transformar la relación de amistad, que es espontánea, en ocasión de hacer propa-ganda para nuestra fe; no, se trata simplemente de ser lo que somos en la presencia de nuestras amistades. Como dice el Concilio Vaticano II, “la forma peculiar del apostolado individual es el testimonio de toda la vida laical que fluye de la fe, de la esperanza y de la caridad” (AL 16). Es en este mismo sentido que el Concilio señala que “los jóvenes de-ben convertirse en los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes, ejerciendo el apostolado personal entre sus propios compañeros” y que “también los niños tienen su propia apostolado. Según su capacidad, son testigos vivientes de Cristo entre sus compañeros” (AL 12).

Por supuesto que el testimonio de vida se completa necesariamente con el testimonio de la palabra, en la medida en que, dentro de la amistad, compartimos con sencillez la importancia que Cristo y su mensaje tienen para nosotros. “Es aquí donde se complementa el testimonio de vida con el testimonio de la palabra. En el campo del trabajo, de la profesión, del estudio, de la vecindad, del descanso o de la convivencia. Son los laicos los más aptos para ayudar a sus hermanos “ (AL 13).

Meditemos: Ecc 6,14-17; Jn 1, 39; Jn 15, 14-15; Mc 6, 30-31; Gal 6, 2.

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SER APÓSTOL, ¿POR QUÉ MEDIO?

Por la bondad, la ternura,el afecto fraterno,el ejemplo de la virtud,por la humildad y la dulzurasiempre tan atrayentes y cristianas.

Con unos, sin decirles jamásuna palabra de Dios ni de la religión,siendo paciente como Dios es paciente,siendo bueno como Dios es bueno,siendo un hermano tierno y suplicante.Con otros, hablando de Diosen la medida en que lo pueden soportar.

Sobre todo, ver en todo humanoa un hermano...ver en todo humano un hijo de Dios,un humano rescatado por la sangre de Jesús...Echar fuera de nosotrosel espíritu militante...Qué distancia hayentre la manera de obrar y de hablar de Jesúsy el espíritu militantede los que no son cristianoso malos cristianos,y ven enemigosque hay que combatir.

Hno Carlos de Foucauld

EL APOSTOLADO DE LA AMISTAD

Ustedes (los laicos), si quieren, pueden hacerse más bien unos a otros de lo que podemos nosotros (sacerdotes y obispos). Tienen más frecuentes ocasiones de con-versar, conocen mejor sus asuntos, no ignoran los defectos de cada quién, tienen entre ustedes más libertad, más caridad, más familiaridad...Pueden, mejor de lo que lo haríamos nosotros, corregirse y alentarse mutuamente...De esta manera harán más fácil su tarea, viniendo en nuestra ayuda, prestándonos su apoyo en todas las cosas, dividiéndonos así el trabajo como compañeros, cumpliendo mutuamente su salvación mientras que cada cual logra la suya propia.

San Juan Crisóstomo

SOBRE LA AMISTAD

Basta la alegría de estar juntos, uno al lado del otro. Delante del amigo, sabemos que no estamos solos. Y alegría mayor no puede existir.

¿Qué es una fiesta? Una fiesta es el encuentro de un amigo.

Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano.

Un amigo o una amiga es una persona con la que yo puedo ser sincero: ante él puedo pensar en voz alta.

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7. DESCANSO Y RECREACIÓNObserve y comente estos dibujos:¿Qué le llama la atención en la forma de divertirse?

¿Cómo nos divertimos nosotros mismos en nuestros tiempos libres? Compartamos experiencias...

EXPERIENCIA DE VIDA

La iniciativa de Prudencio

En El Chilamate la vida de la comunidad transcurría entre el trabajo del campo, los quehaceres del hogar, las clases de los muchachos y diferentes actividades que se desarrollaban en la comunidad. Los fines de semana la gente buscaba cómo divertirse y acudía a la cantina.

Prudencio, el coordinador de la comunidad, estaba preocupado por esta situación. Un día, meditando a la sombra de un palo de mango y conver-sando con don Ceferino, exclamó: ¿Por qué no impulsamos el deporte? Había un campo libre que bien podía acondicionarse; tan solo era necesario organizarse para conseguir pelotas, guantes, y todo lo que se necesita para jugar. Pero, ¿de dónde sacar el dinero? La verdad es que podía hacerse una media manzana de huerto o rifar un torete... Quedaron en seguir pensando la cosa y un buen día decidieron: “Los pensamientos que no se convierten en obras son malos pensamientos”. Y pusieron manos a la obra. Invitaron a toda la gente de la comunidad y con los que llegaron, se organizaron; así formaron un equipo de béisbol para los varones y un equipo de bolibol para las mujeres; y para los mayores hicieron table-ros para jugar a las damas. La gente aprendió a jugar y pasaban ratos muy alegres. Cada quien tenía en qué divertirse; poco a poco se fueron agregando más personas de la comunidad y ya no sólo jugaban, sino que incluso se organizaron para celebrar el día de las madres, el día del padre, el día del niño, la Purísima, la Navidad y otras celebraciones. Todo fue tan bonito que hasta la cantina tuvo que cerrar, porque la gente quería divertirse sanamente en la comunidad.

¿Qué nos llama la atención de esta historia? ¿Qué podemos hacer no-sotros en la comunidad para aprovechar los tiempos libres?

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PROFUNDIZACIÓN

Nuestro pueblo, a pesar de tantas adversidades, aprovecha todo mo-mento para celebrar, compartir, reírse y gozar. Quizás sea ésta una ca-racterística que compartimos con otros pueblos, razas y culturas, pero sería bueno preguntarnos: ¿qué celebramos?¿por qué compartimos?¿de qué nos reímos?¿por qué gozamos?

El pueblo de la Biblia también celebraba; en el libro del Deuteronomio (Dt 16, 9-16) vemos que tenía momentos de alegría, fiesta y recreación, recordando la liberación de la esclavitud de Egipto; celebraban lo bien que les había ido en la cosecha y festejaban la bendición de Dios. El objetivo de estas fiestas era que el pueblo tuviera momentos de descanso en medio del trabajo y también momentos de gozo: “Te alegrarás en la presencia del Señor” (Dt 16, 11).

Hoy también nosotros de vez en cuando debemos hacer un alto en el camino para dar lugar al merecido descanso, para alegrarnos y vivir momentos felices. Pero, ¿cómo hacer para divertirnos sanamente?

En nuestra Nicaragua es muy común pensar que sólo se puede lograr la diversión por medio del licor, los juegos de ruleta, los gallos, etc. La gente se divierte poniéndose en contra de la verdadera alegría, pues éstas cosas lo que en verdad traen es pérdida de dinero, de paz y de alegría. ¡Qué triste es cuando, por ejemplo, una celebración del día de las madres termina con un pleito entre hermanos!

Existen otras formas sanas de celebrar: ¡qué alegría se siente cuando se comparte un nacatamal o un vigorón con un vaso de chicha en un cumpleaños o en alguna convivencia! Compartir la comida es un gesto de bondad y de amistad; también Jesús de Nazaret compartió muchas

veces las comidas con sus discípulos, anticipando la Eucaristía, que es la gran fiesta de los cristianos.

Todos y todas tenemos derecho a la recreación, pero haciendo de ello un momento sano y gratificante, en vez de un acto destructivo y de falsa alegría.

Una forma sencilla de recreación consiste en compartir nuestras experien-cias cotidianas: por ejemplo, cuando platicamos de la vida, los trabajos y nuestras propias experiencias en diferentes campos. Compartir lo que somos y hacemos nos enriquece y nos enseña; los grandes pueblos se formaron transmitiendo sus propias experiencias de abuelos a nietos y de padres a hijos, y todo esto es también una manera de recrearse sanamente.

Otro punto que merece ser reflexionado es el de la recreación en la fami-lia; para los que vivimos en el campo quizás resulte difícil, pero debemos buscar algunas formas: por ejemplo, jugar con los niños y las niñas, lle-varlos a bañarse al río, participar de las convivencias de la comunidad, celebrar los cumpleaños. Para los de la ciudad quizás haya más opor-tunidades, aunque la situación económica nos limite; pero entre otras cosas, podemos salir a pasear o caminar juntos, ir a comer un helado o ver una buena película; salir a comer alguna vez en familia o participar

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juntos en las celebraciones de nuestra comunidad. Estas son algunas formas sanas de cultivar la alegría y de compartir el amor en la familia.

El evangelio de Marcos relata que los apóstoles se reunieron con Jesús y tras contarle todo lo que habían hecho y enseñado, él les dijo:”Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco” (Mc 6,30-31).

También Jesús se cansaba (Jn 4,6), pues él y sus discípulos no tenían tiempo ni para comer (Mc 6,32); Jesús es consciente de esta experiencia de cansancio (Mc 4,38) y sugiere por eso a sus discípulos tomar momen-tos de descanso, para recuperar fuerzas y compartir momentos de gozo y alegría. En la cena de Betania, Jesús se sentó a la mesa junto con sus amigos Lázaro, Marta y María (Jn 12, 1-2), y en varias ocasiones invitó a sus discípulos a estar con él como amigos (Jn 1, 38-39; Jn 15, 15).

Los cristianos también tenemos que aprender a descansar sanamente, sin que el descanso se vuelva un tiempo vacío o mal empleado. El tiempo de descanso nos permite admirar la creación de Dios: los árboles, los ríos, las montañas...y sobre todo saborear la cercanía de otros seres humanos a quienes amamos. En este sentido, es imposible no elevar a Dios en nuestro descanso una oración de gratitud o abrir nuestro corazón a su presencia. El descanso es también un tiempo privilegiado para cultivar los valores de la amistad y del amor.

Cuando Yahvé concluyó el cielo y la tierra, al séptimo día descansó y vio que todo lo que había hecho era bueno. Cultivemos también nosotros un sentido de gratitud hacia el mundo y la naturaleza, que nos provee de tanta belleza con sus cantos, sus colores y olores, sus mil y una ma-ravillas que nos hacen la vida más bonita y agradable. Seamos también sus amigos y tratémosla con agradecimiento y bondad.

Que no falte en nuestro descanso un tiempo para el Señor, ya sea un momento de oración personal o de asistencia a las diferentes formas de alabar y agradecer comunitariamente al Señor, a través de las celebra-ciones de la Palabra o la Eucaristía.

Meditemos: Mc 6, 30-32; Mt 11,28 ; Mt 6,31-34; Lc 10,38-39.

HAY QUIENES OPINAN QUE:

Jugar es pecadoIr a una fiesta o bailar es maloConversar, platicar con los amigos es perder el tiempoIr a canchas de deportes o centros recreativos es malo

¿Qué piensa usted? ¿Ha oído cosas parecidas?

ORACIÓN

Gracias Señor por darnos la capacidad de alegrarnosY de convertir en fiesta los momentos de descanso. Gracias por las personas con las que compartimos Esos lindos momentos de recreación y amistad;Te pedimos que todos podamos disfrutarDe ellos sin ofenderte.

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8. LA ESPIRITUALIDAD LAICALHemos visto que la vida cristiana de los laicos (varones y mujeres) se desarrolla en:♦ la familia ♦ el trabajo ♦ la comunidad cristiana ♦ el compromiso político y social ♦ la amistad ♦ el descanso y la recreación

En todos estos campos de vida y acción se desarrolla nuestra manera de vivir y encarnar la fe cristiana.

¿Qué novedades hemos descubierto hasta ahora?

¿Qué nos llamó más la atención sobre la manera de abordar estos temas?

¿A quién considera usted una persona espiritual? ¿Qué la caracterizaría?

Meditemos estos pasajes del Nuevo Testamento

Y descubramos en ellos lo que debería caracterizar nuestra propia es-piritualidad:

♦ Pablo nos dice: “Les ruego, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que se entreguen ustedes mismos como sacrificio vivo y santo que agrada a Dios: ese es nuestro culto espiritual. No sigan la corriente del mundo en que vivimos, más bien transfórmense por la renovación de su mente. Así sabrán ver cual es la volun-tad de Dios, lo que es bueno, lo que agrada, lo que es perfecto” (Rm 12,1-2).

♦ En el Evangelio de Juan leemos: “No te pido que los saques del mundo, pero sí que los defiendas del Maligno...Así como tu me enviaste al mundo, así yo también los envío al mundo, y por ellos voy al sacrifico que me hace santo, para que ellos sean verdaderamente santos” (Jn 17, 15-18)

“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su hijo único, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo, sino que por él ha de salvarse el mundo” (Jn 3, 16-17).

“Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12)

♦ En el Evangelio de Mateo leemos: “Ustedes son la sal de la tierra....Ustedes son la luz del mundo. Alumbre también su luz ante la gente, para que vean el bien que hacen y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los Cielos” (Mt 5, 13.14.16)

Tarea: a la luz de éstos textos, elaboremos en grupo lo que consideraría-mos las características más importantes de nuestra espiritualidad laical.

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¿Qué hay que entender por espiritualidad?

Mucha gente todavía cree que “lo espiritual” es lo opuesto a lo material (al cuerpo, a la materia, a los compromisos históricos y políticos) y por tanto, persona espiritual sería aquella que se desentiende de su realidad concreta, para entregarse a devocio-nes desencarnadas, evadiendo sus responsabilidades sociales y políticas.

¿Conoce usted personas que piensen y actúen así?

Por espiritualidad debemos entender más bien aquello que mue-ve y alienta a una persona en lo más profundo de su ser, lo que la inspira y motiva; lo que le da sentido y pasión a su vida; su ideal y sus aspiraciones más profundas; lo que la hace irradiar y contagiar.

Pero hay diferentes “espíritus” y debemos discernirlos (1 Jn 4, 1; 1 Tes 5, 20-22). Un cristiano (varón o mujer) será aquel o aquella que aspire a vivir según el modelo de Jesús (1 Jn 2, 6; Flp 1,21), imitando sus actitudes, su manera de ver las cosas y personas, persiguiendo su misma causa (el Reino de Dios). Sin seguimiento de Jesús no hay espiritualidad cristiana verdadera; dicho seguimiento ha de concretarse en las circunstancias de la vida de cada persona.

Sin embargo, debemos reconocer que existen también otras espi-ritualidades muy valiosas que no se inspiran en Jesús. Grandes religiones del mundo como el Budismo, el Judaísmo, el Hinduísmo

y el Islam transmiten a sus fieles altos ideales de compasión y hu-manidad, y hay personas que, sin profesar ningún credo religioso, viven con rectitud, animadas por ideales de servicio y compromiso con los demás; de ellas podemos decir con justicia que poseen espiritualidad.

¿Conoce usted alguna de esas personas? ¿Qué le ha llamado la atención de su forma de ser y de vivir?

¿Cuáles son las actitudes de Jesús que definen su espiritualidad?

Encarnación: El Verbo, la Palabra de Dios hecha carne que es Jesucristo, se rebajó hasta nuestra propia condición de criatura (Flp 2, 6-8); como Hijo de Dios se metió en nuestra historia humana y la asumió con sus conflictos, sufrimientos e incertidumbres, pero también con sus gozos y alegrías. Jesús, igual que todos nosotros (varones y mujeres), pasa por momentos de duda y clarificación, en que tiene que orar, evaluar, buscar su camino...Su vida fue un proceso de crecimiento y discernimiento de la voluntad del Padre, para cumplirla cada día (Jn 6, 38; Jn 4, 34; lc 22, 42; Hb 10, 5-7).

Servicio fiel: “El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mc 10, 45). Toda la vida de Jesús fue un prolonga-do servicio a los pobres, enfermos y personas menospreciadas por razones morales. Su humilde gesto de lavar los pies a sus discípulos (tarea reservada a los esclavos), nos da un ejemplo a seguir: “Yo soy el Maestro y el Señor, sin embargo, estoy en medio de ustedes como quien sirve...¿Entendieron lo que yo hice? ...Háganlo ustedes también” (Jn 13, 12-17). Y esta actitud

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la mantuvo Jesús con fidelidad y perseverancia, aún en medio de incomprensiones y persecuciones. Por eso él es llamado “el testigo fiel” (Ap 1,5).

Misericordia: Jesús fue una persona compasiva y solidaria, que se conmovía ante el sufrimiento ajeno: llora ante el dolor de Marta y María por la muerte de su hermano Lázaro (Jn 11, 33-6); se estremece ante las multitudes abandonadas “como ovejas sin pastor” (Mc 6, 34); da de comer a los hambrientos, sana a los enfermos, libera a los endemoniados, perdona a los pecadores, resucita a los muertos. Tiene una sensibilidad especial para con los niños, las mujeres y los extranjeros, que en aquella cultura y sociedad eran menospreciados...Se identifica con las personas excluidas y marginadas (leprosos, pecadores públicos). En su inolvidable parábola del buen samaritano nos exhorta a realizar gestos como el de aquel hombre compasivo en nuestra vida dia-ria (Lc 10, 25-37). La misericordia de Jesús lo lleva también a la denuncia firme de situaciones de opresión religiosa y social (Mt 23, 1-39; Lc 11, 37-47; 16, 19-31; Lc 6, 24-26).

Apertura y comunicación: Jesús vivió en comunión con el Padre a través de la oración y en comunión con las demás personas, sobre todo con los pobres y débiles (Jn 10,30; Mt 25,40).

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¿Qué sería lo propio de una espiritualidad laical?

Vivir el seguimiento de Jesús dentro de las circunstancias ordi-narias de la vida: en la familia y el matrimonio; el trabajo; la co-munidad cristiana; el compromiso social y político; la amistad y la recreación.

El laico (varón y mujer) debe aprender a discernir la voluntad

de Dios en lo cotidiano y mundano, allí donde estemos y en lo que hagamos. En algunos casos es evidente la elección entre el bien y el mal: sabemos que no hay que robar, matar, ni difamar a nadie...Los mandamientos de la ley de Dios nos guían en tales casos. Lo difícil es discernir la voluntad de Dios cuando se nos presentan dos cosas buenas entre las cuales hay que elegir: ¿cuál sería entonces el mayor bien? ¿Qué me pide a mí Dios en este momento particular de mi vida?. “Solamente con la luz de la fe y con la meditación de la palabra divina puede uno conocer siempre y en todo lugar a Dios, en quien vivimos, nos movemos y existimos (Hch 17,28); buscar su voluntad en todos los aconte-cimientos, contemplar a Cristo en todas las personas, parientes y extrañas, y juzgar con rectitud sobre el verdadero sentido y valor de las realidades temporales, tanto en si mismas como en orden al fin del ser humano” (AL 4).

No se trata de dedicarle a Dios algunos momentos de nuestra vida, sino de convertirla toda entera en un acto de entrega a Dios, poniéndolo siempre a El como meta y objetivo de todas nuestras acciones. Urge tomar conciencia de que nuestra santificación real como laicos está ante todo en nuestra vida diaria profesional, laboral, familiar, conyugal, de descanso... Desde una visión de fe, hay que superar la vieja idea de que esas son realidades profanas, o sea, ajenas a nuestra relación con Dios.

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Pobreza y libertad: Jesús nació pobre, de una familia trabajado-ra, vivió como pobre entre los pobres e hizo suyos sus dolores y aspiraciones. “Los zorros tienen madrigueras y las aves del cielo tienen sus nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde descansar la cabeza” (Lc 9, 58). Por su misma pobreza fue un hombre libre: libre ante los poderes civiles y religiosos, ante el propio pueblo y ante la muerte. “Nadie me quita la vida, sino que la doy” (Jn 10,18).

Conflictividad: Por estas actitudes anteriores, Jesús se convirtió

en “señal de contradicción” (Lc 2, 34) y se le miró como loco, en-demoniado, subversivo y maldito. A su vida se le puso precio. Para matarlo se aliaron el alto clero sacerdotal y el imperio romano.

Fortaleza en el Espíritu: pese a su muerte y sus sufrimientos, él nos alienta: “No teman: yo vencí al mundo” (Jn 16,33). “Yo estaré con ustedes hasta el final” (Mt 28,20). Jesús mostró una fuerza inquebrantable, capaz de asumir el trago amargo de la crucifixión. Su resurrección se convirtió para nosotros en victoria definitiva sobre el pecado y la muerte y en fundamento de nuestra esperanza.

Tarea: asignar tres actitudes de la espiritualidad de Jesús por grupo y que busquen un símbolo respectivo para cada una de ellas.

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Modelo perfecto de espiritualidad laical es María, “la cual, mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás, llena de preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida con su Hijo y cooperó de modo especialísimo a la obra del Salvador. Hónrenla todos con suma devoción y encomienden su vida apostólica a la solicitud materna de María” (AS 4) Los laicos debemos crecer intensamente en nuestra unión con Cristo en medio de las preocupaciones familiares y ta-reas cotidianas, realizándolas según la voluntad de Dios. Esto es lo propio de la espiritualidad laical.

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Según los documentos de Puebla, la espiritualidad laical tiene las siguientes dimensiones esenciales:♦ “Que el laico no huya de las realidades temporales para buscar a Dios, sino persevere, presente y activo, en medio de ellas y a allí encuentre al Señor; ♦ Que el laico dé a su presencia y actividad una inspiración de fe y un sentido de caridad cristiana.♦ Que por la luz de la fe, descubra en esa realidad la presencia del Señor. Que en medio de su misión, a menudo conflictiva y llena de tensiones para su fe, busque renovar su identidad cristiana en el contacto con la palabra de Dios, en la intimidad con el Señor por la eucaristía, en los sacramentos y en la oración”. (Puebla 797 ; 798)

Los laicos, según el Concilio Vaticano II, tienen comotarea: Impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu

evangélico.

Restaurar con espíritu de concordia el orden temporal y perfeccio-narlo sin cesar.

Sanear las estructuras y condiciones del mundo, para que no provoquen al pecado y se vuelvan más bien conformes con las normas de la justicia, y favorezcan, en vez de impedir, la práctica de los valores cristianos (LG 36).

Entregarse generosamente y por entero a promover el Reinado de Dios, liberándose de la esclavitud de las riquezas (Mt 13, 44-46).

“Son innumerables las ocasiones que tienen los laicos para ejercer el apostolado de la evangelización y de la santificación. El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espíritu sobrenatural tienen eficacia para atraer a las personas hacia la fe y hacia Dios: Lo avisa el Señor: Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres, para que, viendo vuestras obras, glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5,16)” (AL 30 )

“El apostolado laical ha de realizarse en todas las circunstancias y por toda la vida, sobre todo en la profesional y social” (AL 30). “Busquen en la luz de la Fe los motivos más elevados de obrar en la vida familiar, profesional, cultural y social, y los manifiesten a los demás, aprovechando las ocasiones” ( AL 16)

A los laicos se nos encomienda aclarar los principios cristianos, difundirlos y aplicarlos certeramente a los problemas de hoy.

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CONTENIDO

1. La vocación laical .......................................................................1

2. El apostolado en la familia ........................................................8

3. El apostolado laical en la comunidad cristiana .....................17 4. El trabajo como apostolado.....................................................25

5. Participación ciudadana:.........................................................37 El apostolado político y social de los laicos

6. La amistad como apostolado ...................................................47

7. El descanso y la recreación ......................................................52

8. La espiritualidad laical. ...........................................................58

1. ¿Qué nuevas luces llevamos para vivir nuestra fe cristiana como laicos y laicas?2. Lo que hemos reflexionado y aprendido en este curso, ¿nos ayudará acaso a vivir nuestras tareas de cada día como formas de apostolado laical? ¿Cómo?3. ¿Qué retos nos plantea esta nueva visión de la espiritualidad laical?

REFLEXIONEMOS

Explicación de abreviaturas

AL ....... Concilio Vaticano II, Decreto sobre el Apostolado de los Laicos.

Ch. L Exhortación apostólica de Juan Pablo II sobre la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y el mundo.

LG Concilio Vaticano II, Constitución “Luz de los Pueblos”, sobre la Iglesia (Lumen Gentium).

GS Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral “Alegría y Esperanza” (Gaudium et Spes).

P ......... Documentos de la Conferencia Episcopal de Puebla (1979).

PG ...... Patrología Griega.

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Ustedes son la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se le puede devolver el sabor? Ya no sirve para nada sino para echarla a la basura o para que la pise la gente. Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder una ciudad edificada sobre un cerro; ni se enciende un candil para meterlo debajo del perol, sino para ponerlo en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Alumbre también su luz ante la gente, para que vean el bien que hacen y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los Cielos (Mt 5, 13-16).

Palabras del Papa a los Laicos

Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso.

La palabra y la vida de cada cristiano pueden y deben hacer resonar este anuncio: ¡Dios te ama, Cristo ha venido por ti; para ti Cristo es «el Camino, la Verdad, y la Vida!» (Jn 14,6).

Los fieles laicos deben promover una labor educativa que llegue a todas partes, destinada a derrotar la imperante cultura del egoísmo, del odio, de la venganza y de la enemistad, y a desarrollar a todos los niveles la cultura de la solidaridad. Efectivamente, tal solidaridad es camino hacia la paz y, a la vez, hacia el desarrollo.

Juan Pablo IISobre la vocación y misión de los laicos, No.3, 34 y 42.