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UD I LOS SIGNOS DE LA NUEVA ALIANZA A partir del siglo XII hallamos lo que podemos llamar ya “Tratado de los sacramentos en general o en común”. Los sacramentos son ACCIONES: a) aparentemente comunes, ordinarias b) significativas simbólicas, es decir, son símbolos o signos simbólicos c) que consisten en gestos con cosas o, simplemente, en meros gestos d) a los que necesariamente acompañan palabras e) que por ser simbólicas, consisten en un doble hacer “simultáneo”, “paralelo”: el hacer visible del ministro y el hacer invisible del Ministro (Cristo) f) en las que, por ser simbólicas, el hacer visible y el hacer invisible son análogos, se parecen g) en las cuales a través de la acción visible el actuante invisible (Cristo) alcanza, encuentra, agracia a alguien h) simbólicas, instituidas, no inventadas, por Cristo i) simbólicas, explícitamente afirmadas en el Nuevo Testamento j) simbólicas esenciales, precedidas y seguidas de otras acciones simbólicas secundarias k) que se realizan en el marco de la Celebración Eclesial T-1 I Sacramento . “Sacramento” significa etimológicamente la acción que se realiza mediante un medio o instrumento para hacer sagrado algo o a alguien; en efecto, sacramentum está compuesto del verbo “sacrare” (= la acción para hacer sagrado) y la terminación “mentum”, con el sentido de “medio para obtener cierto fin”. . En la Biblia, el término latino SACRAMENTUM traduce la palabra griega mysterion, que significa el plan salvífico de Dios, su

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Page 1: Sacramento s

UD I LOS SIGNOS DE LA NUEVA ALIANZA

A partir del siglo XII hallamos lo que podemos llamar ya “Tratado de los sacramentos en general o en común”. Los sacramentos son ACCIONES:

a) aparentemente comunes, ordinarias

b) significativas simbólicas, es decir, son símbolos o signos simbólicos

c) que consisten en gestos con cosas o, simplemente, en meros gestos

d) a los que necesariamente acompañan palabras

e) que por ser simbólicas, consisten en un doble hacer “simultáneo”, “paralelo”: el hacer visible del ministro y el hacer invisible del Ministro (Cristo)

f) en las que, por ser simbólicas, el hacer visible y el hacer invisible son análogos, se parecen

g) en las cuales a través de la acción visible el actuante invisible (Cristo) alcanza, encuentra, agracia a alguien

h) simbólicas, instituidas, no inventadas, por Cristo

i) simbólicas, explícitamente afirmadas en el Nuevo Testamento

j) simbólicas esenciales, precedidas y seguidas de otras acciones simbólicas secundarias

k) que se realizan en el marco de la Celebración Eclesial

T-1

I Sacramento

. “Sacramento” significa etimológicamente la acción que se realiza mediante un medio o instrumento para hacer sagrado algo o a alguien; en efecto, sacramentum está compuesto del verbo “sacrare” (= la acción para hacer sagrado) y la terminación “mentum”, con el sentido de “medio para obtener cierto fin”.

. En la Biblia, el término latino SACRAMENTUM traduce la palabra griega mysterion, que significa el plan salvífico de Dios, su propósito de salvar al hombre. San Pablo, en Ef 3, 3-12 se define a sí mismo como ministro del misterio de Cristo: dar a conocer el misterio que estaba oculto a las precedentes generaciones, pero que ha sido revelado ahora por medio del Espíritu (cf. 1 Co 2, 7-10; para el Antiguo Testamento cf. Dan 2, 18-19). Cristo mismo, nacido, muerto y resucitado, y su misión, es el primer y gran “sacramento” de salvación.

“Grande es el misterio que veneramos; se manifestó como hombre; lo rehabilitó el Espíritu; se apareció a los mensajeros; se proclamó a las naciones; creyó en Él el mundo; fue exaltado a la gloria” (1 Tim 3,16)

En los dos primeros siglos las acciones simbólicas que se celebran, no tienen denominación genérica alguna; hasta finales del siglo III no comienzan a llamarse “mysteria”= “misterios”. Sin

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duda porque -aunque en las celebraciones cristianas se cumple la definición paulina de “misterio”- los cristianos no querían usar este nombre para evitar que sus símbolos se confundieran con los símbolos paganos de las religiones llamadas “mistéricas”.

Cuando en Occidente, a finales del siglo IV, se traduce la Biblia del griego al latín, en las nuevas versiones de la Biblia, la palabra griega “mysterion” se latiniza: “Mysterium” (en plural: “mysteria”); pero en las versiones latinas del norte de África se traduce “mysterion” por “sacramentum”.

II Símbolo, memorial y rito

. El símbolo sacramental es fundamentalmente un signo; es decir, la unión de un significante y un significado. El símbolo sacramental será pues, la unión de 2 significantes: uno visible (agua, pan) y otro invisible (Cristo “Agua”, “Pan”).

. La unión de ambos significantes se funda en la analogía o semejanza entre ambos. El significante invisible se hace realmente presente en el significante visible de modo que aquel transparece en éste (epifanía) y es recognoscible (por la fe)

. Pero el símbolo sacramental no es algo inerte, sino acción: acción simbólica. Es, pues, la unión de una acción visible (la acción del ministro visible de introducir en agua a alguien y sacarlo del agua) y de una acción invisible (la acción del ministro invisible, Cristo, de meter a alguien en el “agua” del acontecimiento de sí mismo, de su vida, del momento culminante de su vida (muerte-sepultura), para sacarlo consigo mismo (resurrección). Son, pues, dos acciones, análogas, semejantes, una visible y otra invisible, que significan lo mismo: vida; pero a distinto nivel: vivificación perecedera (en la acción visible); vivificación imperecedera (en la acción invisible).

Pero en el símbolo sacramental el significante invisible, Cristo, su vida salvífica, se hace presente en el significante visible, el ministro que actúa, no sólo intencionalmente en razón de la semejanza entre ambas acciones, sino realmente, de modo que podemos decir que el significante invisible, Cristo, transparece y en cierto modo se hace visible en el significante visible, el ministro que actúa.

Esta presencia real (transparencia, epifanía) del significante invisible, Cristo, en los símbolos sacramentales, es posible gracias a la decisión soberana del mismo Cristo; decisión, que Él ha condicionado a la conmemoración –memorial-, que hagamos de Él, de su persona, de su vida, realizando la acción significante visible, por Él instituida.

. El MEMORIAL sacramental es la evocación que se hace en la celebración sacramental, no meramente mental, sino con palabras y con gestos –cosas-, de la persona de Cristo, del acontecimiento de su vida salvífica, de modo que el evocado, conmemorado, se hace real, aun que invisiblemente presente en la acción visible del símbolo sacramental.

Pero, dado que el “evocado”, el acontecimiento salvífico de la vida de Cristo, existe para siempre y es el futuro, la evocación del pasado es simultáneamente evocación del futuro. Dicho de otro modo, la evocación del pasado incluye la súplica eficaz del futuro, que se anticipa.

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El memorial tiene lugar en el conjunto de la celebración sacramental; y su expresión más precisa en la plegaria mayor (memorial-epíclesis) de cada uno de los Sacramentos.

El memorial es, por tanto, el soporte del símbolo sacramental. No había presencia real del significante invisible, Cristo, en el significante visible, si no fuera por la evocación-súplica, como condición, puesta por el mismo Cristo: “Haced esto en conmemoración mía”.

. El rito es la misma acción simbólica sacramental, considerada en su dimensión social (eclesial). Es la acción simbólica, propia de un grupo religioso, Iglesia, en la cual el grupo religioso, Iglesia, se expresa; expresa su creencia, fe: una sola creencia (Fe) en todos los tiempos y lugares. Entonces el rito por su naturaleza es repetitivo, tiene que ser repetido (“cuantas veces hagáis esto…”) y, por tanto, tiene que ser fijo, fijado. En el caso de las acciones simbólicas (ritos) sacramentales, lo esencial de las mismas ha sido fijado (“haced esto…”) por Cristo, que las ha instituido; y no hay autoridad humana (eclesial), que pueda alterarlo.

Salvo lo esencial de cada sacramento, todo aquello que en las acciones simbólicas sacramentales ha sido fijado (instituido) por la Iglesia, por la autoridad competente de la Iglesia, ésta puede cambiarlo.

…Por misterios entendemos también los diversos momentos de la vida salvífica de Cristo, la encarnación, el nacimiento, la pasión, la resurrección… (Imposible enumerarlos todos aquí).

En los Misterios, Sacramentos, símbolo, memorial y rito celebramos los Misterios, de Cristo

III Cristo, sacramento de Dios Si sacramento significa revelación y don de la salvación de Dios en y a través de una forma externa y visible, Cristo con su encarnación es el primer gran sacramento: “El sacramento de Dios no es otro que Cristo” (San Agustín); “Cristo es para nosotros, en su humanidad, el sacramento de Dios” (H. de Lubac).

“Y nosotros hemos contemplado su gloria (doxa), gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14); cf. Jn 1,4.19s; 8,12

“Jesucristo, Verbo eterno hecho carne, hombre enviado a los hombres, habla de las palabras de Dios y consuma la obra saludable que el Padre le encomienda llevar a cabo. Por eso él mismo, ver al cual es ver al Padre, por toda la presencia y manifestación de sí mismo, por sus palabras y obras, signos y milagros, pero señaladamente por su muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos, y, finalmente, por el envío del Espíritu Santo, acaba y completa y con testimonio divino confirma la revelación de que Dios está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y resucitarnos para la vida eterna” (DV 4).

IV. La Iglesia, sacramento de Jesucristo En ella se hace presente “todos los días y hasta el fin del mundo” (Mt 28,20) Cristo glorioso. Animada y sostenida por el Espíritu Santo, extiende y comunica a todas las generaciones y a todos los pueblos la salvación realizada por su Esposo y Señor. Ella es aquí en la tierra el sacramento de Jesucristo, así como Jesucristo es para nosotros, en su humanidad divinizada, el sacramento de Dios.

“El constituyó a su Cuerpo que es la Iglesia, como Sacramento Universal de Salvación” (LG 1 y 48).

Jn 14,6; Col 1.15.

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La Iglesia sólo existe para ponernos en relación con Cristo y su misión (LG 48).

Por eso la Iglesia no es sólo signo visible de salvación, sino también “sacramento” del Cristo glorioso. Como sacramento de Cristo resucitado, tiene la misión de hacer presente la salvación realizada por Cristo mediante el anuncio de la palabra, los sacramentos y el testimonio.

V. Los sacramentos de Cristo y de la Iglesia Los sacramentos de la nueva alianza son “sacramentos de Cristo y de la Iglesia”

. Jn 19,30. Así “lo que era visible en nuestro Salvador ha pasado a los sacramentos” (san León Magno). Heb 9,26.

. En los sacramentos de la Iglesia es el Espíritu Santo el que realiza en nosotros lo que se consumó en Cristo (AG 4).

A partir de Pentecostés, el Espíritu actúa en cada uno de nosotros, en todos los niveles de la vida eclesial y de la vida de cada creyente. SC 10. Aquí “la virtud del Espíritu Santo obra en nosotros mediante los signos sacramentales” (LG 50). LG 12

San Basilio escribe a este propósito, en su tratado sobre el Espíritu Santo:

“El Espíritu es el que realiza la reintegración en el paraíso, la entrada en el reino de los cielos, la vuelta a la adopción filial. Él es el que otorga el santo atrevimiento de llamar a Dios Padre, de participar en la gracia de Cristo, de ser llamados hijos de la luz, de tener parte en la gloria eterna; en una palabra, de ser en este mundo y en el futuro…”.

Cf SC 59

. Si es cierto que sin la Iglesia no hay sacramentos, lo es igualmente que sin sacramentos no habría Iglesia. A través de los sacramentos la Iglesia es engendrada y santificada, crece, se robustece, se perfecciona, se purifica y realiza su misión.

Las diversas dimensiones del símbolo sacramental

. Destaca entre todas ellas, la dimensión cristológica pascual.

. la dimensión pneumatológica,

. la dimensión eclesiológica.

. la dimensión escatológica.

Podríamos considerar otras dimensiones: la dimensión trinitaria (en primer lugar), la dimensión ética y la dimensión antropológica. Todas estas dimensiones podemos verificarlas, en lo que se refiere a cada uno de los siete sacramentos, tanto en la teología bíblica como en la teología patrística. Y, sobre todo, en el conjunto ritual de cada Sacramento.

VI. Los sacramentos son signos de fe Según el Concilio Vaticano II (SC 59), los sacramentos:

. expresan la fe de la Iglesia.

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. expresan la fe del sujeto que los recibe: la suponen; cf Mt 16,15; He 8,37s.

. nutren y robustecen la fe del creyente. Mc 9,24. Sin la fe, en lugar de santo, el signo se vuelve mágico, es decir, en un intento de apoderarse del poder divino y dominarlo para fines propios (cf. el episodio de Simón el mago en He 8, 19-25, y el de Cafarnaún en Jn 6, 26-28).

VII. Los Sacramentos son signos de la gracia. Esta gracia y don es, pues, única (= gracia santificante), aunque cada sacramento la confiere según su modo propio (= gracia sacramental).

En cuanto signos, los sacramentos poseen su profundidad tridimensional:

. son anamnesis y memorial de la pascua de Cristo (recolitur memoria);

. son epíclesis y actuación, porque colman el alma de gracia (mens impletur gratia);

. son anticipo y prenda de la gloria futura (pignus gloriae futurae nobis datur).

VIII. Materia y forma de los sacramentos

. Ya San Agustín decía “Quita la palabra, y ¿qué es el agua, sino simple agua? Se une la palabra al elemento, y se convierte en sacramento”. En el lenguaje de los escolásticos se habla también de “materia” (la cosa) y “forma” (la palabra).

. La palabra siempre es necesaria para entender el sentido de las acciones simbólicas, porque, si bien es cierto que los símbolos expresan más satisfactoriamente las vivencias (experiencias, sentimientos, aspiraciones profundas) que la palabra, sin embargo, los símbolos son ambiguos y necesitan de la palabra para romper la ambigüedad.

. los símbolos sacramentales son símbolos “historizados”.

. Por “materia” se entiende la acción-gesto simbólico principal, esencial, en la que se hace uso de algo (agua, pan, óleo); y por forma se entiende las palabras (sacramentales), que acompañan a la acción-gesto principal. Pero el término “materia”, en los sacramentos, en los que no se usa elemento material, resulta inadecuado, y entonces se dirá “a modo de materia”. Así en los sacramentos, en los que el símbolo principal consiste en mero gesto.

La denominación, sin duda ingeniosa, de “materia y forma”, tomada de la teoría filosófica hilemórfica (materia-forma) de Aristóteles, para designar la estructura del símbolo principal o esencial de los sacramentos, hizo fortuna desde el medioevo hasta nuestros días en la teología sacramental y en la catequesis. Pero ha tenido el inconveniente de fijar la atención solamente en el símbolo principal o esencial, de cada sacramento, sin tener en cuenta los símbolos, no menos importantes, aunque secundarios, que preceden y siguen al Símbolo principal. Y entonces se ha producido un reduccionismo y empobrecimiento de la comprensión teológica y de la vivencia celebrativa de los Sacramentos.

SC 7

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TEMA 2 LA EFICACIA DE LOS SACRAMENTOS

“La Iglesia realiza la función de santificar de modo peculiar mediante la sagrada liturgia” (CIC 834); “en ella, los signos sensibles, significan y, del modo que les es propio, realizan la santificación del hombre “ (SC 7)

I. Cristo, autor-institutor de los Sacramentos

LG 21

. Cristo instituye explícitamente o implícitamente los siete sacramentos

La reforma protestante negó la realidad sacramental de la Iglesia: de los siete sacramentos sólo conservó –como meros signos- el bautismo y la cena, estimando los demás como de imple institución eclesiástica. El concilio de Trento condenó estas afirmaciones, con las siguientes palabras: “Si alguno afirma que los Sacramentos de la nueva alianza no fueron instituidos por Cristo Jesús Señor Nuestro, o que son más o menos de siete… sea anatema”.

La Biblia es explícita acerca de la institución por Jesús de algunos sacramentos: el bautismo (Mt 28, 19; Mc 16,15; Jn 3,4), la eucaristía (Lc 22,19; 1 Cor 11,26) y la penitencia (Jn 20-23). Pero, de hecho, también los otros sacramentos hay que atribuirlos a Cristo, ya que los apóstoles se consideraron sólo ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios (1 Cor 4,1).

La confirmación (He 8,7; 19,6), la unción (Sant 5,14), el matrimonio (Ef 5,25; Mt 19, 3-9) y el orden (2 Tim 1,6; 2,2; pero ya en Lc 22,19 haced esto…).

Es preciso tener en cuenta que los siete sacramentos están explícitamente mencionados en el Nuevo Testamento.

. La potestad de la Iglesia sobre los Sacramentos

Los sacramentos puede decirse que constan de una parte inmutable (de institución divina) y de partes susceptibles de cambio, que en el decurso del tiempo pueden e incluso deben variar (SC 21). En este ámbito ritual mudable es donde la Iglesia ha intervenido siempre, con el proceso llamado de inculturación, para regular la disciplina sacramental (CIC 841).

Podemos distinguir en cada sacramento tres estratos: el de las religiones no cristianas, el del judaísmo y el de la fe cristiana.

Los siete símbolos-ritos, instituidos por Cristo, son símbolos-ritos vigentes en la religión judaica; más aún, enraizados en la religiosidad universal. Recordemos a este propósito cómo Jesús, al instituir la eucaristía, prescinde de los alimentos particulares judaicos de la cena pascual y asume solamente los dos elementos básicos propios de la cultura ampliamente extendida por el Mediterráneo: el pan y el vino.

II. Necesidad de los sacramentos

Los sacramentos constituyen los medios ordinarios, principales y, por lo tanto, necesarios, para recibir la gracia divina. “Sin los sacramentos de la Iglesia no se entra en la vida que es la

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verdadera vida” (San Agustín). En el nº 7 del decreto Ad gentes se afirma: puesto que “no hay salvación en ningún otro (He 4, 12), es necesario que todos se conviertan a Él después de haberle conocido a través de la predicación de la Iglesia, y a Él y a la Iglesia, que es su Cuerpo, se incorporen a través del bautismo”.

Ellos son los instrumentos ordinarios de la gracia, que santifica, transforma y deifica al hombre. Ellos son también los medios por los cuales toda verdadera justificación “si no existe, comienza; si existe, se aumenta; si se ha perdido, se recupera” (Concilio de Trento). Con el bautismo comienza la gracia; con la penitencia se recupera; con todos los demás sacramentos se aumenta. Siguiendo a Santo Tomás, el concilio de Trento dividirá en tres clases los sacramentos: sacramentos de iniciación (bautismo, confirmación y eucaristía); sacramentos medicinales (penitencia y unción) y sacramentos sociales (orden y matrimonio):

III. Eficacia de los sacramentos

En el lenguaje de la teología escolástica se dice que los sacramentos obran ex opere operato.

Los sacramentos actúan de este modo siempre que no se pongan obstáculos; por eso requieren también el ex opere operantis, o sea, la cooperación del que los recibe.

IV. El ministro de los sacramentos

VALIDEZ.- las cualidades requeridas en el ministro son: la idoneidad (estar en posesión de la necesaria potestad –generalmente la ordenación y la misión canónica por parte del Obispo-; la intención de hacer lo que hace la Iglesia –porque no es un autómata sino una persona llamada a insertarse en la voluntad salvífica de Cristo y de la Iglesia-. Para la validez de la administración de los sacramentos no es necesaria de suyo la fe y la santidad del ministro: “Los sacramentos son por sí mismos cosas santas, independientemente de los hombres” (Optato de Milevi).

LICITUD.- para la licitud se requiere en el ministro la fe, la santidad y la comunión con la Iglesia. Los ministros no pueden negar los sacramentos a quienes los pidan oportunamente y estén bien dispuestos (CIC 843).

Las cualidades requeridas en el sujeto que recibe los sacramentos son: para recibirlos válidamente, la fe y la intención (explícita o, al menos, implícita): “El que te creó sin ti, no puede salvarte sin ti”. (San Agustín); para recibirlos dignamente se requiere la fe, la intención, la conversión y el estado de gracia; a propósito de la Eucaristía, San Pablo recuerda que, antes de recibirla, cada uno se examine a sí mismo para no comer y beber su propia condenación (1 Cor 11, 27-29). Los pastores tienen el deber de preparar convenientemente, con la debida evangelización y formación catequética, a los que piden los sacramentos (CIC 843).

V. Los efectos de los sacramentos

Los sacramentos confieren ante todo la gracia santificante o habitual, común a todos los sacramentos, que es la íntima comunión de vida con Cristo y, con ello, la participación en su naturaleza divina (cf. 2 Pe 1,4). El concilio de Trento ha dicho que en los sacramentos se da toda gracia. Si no existe, se nos da en el bautismo (es la llamada “gracia primera”); si existe, se nos aumenta; si ha sido perdida, nos es restituida (es llamada “gracia segunda” en los otros sacramentos).

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Además los sacramentos nos otorgan la “gracia sacramental”, que es propia y específica de cada sacramento.

El carácter sacramental y sus cualidades

Tres de los siete sacramentos (bautismo, confirmación y orden) producen en quienes los reciben un carácter: una relación indeleble con Cristo y con la Iglesia (cf 2Cor 1, 21-22; Ef 1.13: CIC 845), “el signáculo del Espíritu Santo, indeleble por todos los siglos” (Cirilo de Jerusalén). El carácter es un signo:

- Configurativo: imprime los mismos rasgos del Verbo encarnado, su misma imagen- Distintivo: distingue de todos los demás al que lo recibe- Dispositivo: dispone a la gracia- Deputativo: destina al culto, a la caridad, a la misión- Exigente: requiere la gracia y el deber de cumplir las obligaciones recibidas mediante el

carácter sacramental.

UD 2 EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

Los símbolos-ritos secundarios, unos son postbautismales (unción con el crisma, apertura de sentidos, investidura de blanco, entrega del cirio encendido en la llama del cirio pascual…); otros, son prebautismales (unción con el óleo en el pecho y en la espalda…); otros, son símbolo-rito catecumenales (los exorcismos y los escrutinios, con imposiciones de mano y exsuflación en el rostro…). Estos últimos tienen lugar durante las semanas precedentes al bautismo.

A partir del Concilio Vaticano II son 3 los rituales del bautismo vigentes: el ritual del bautismo de Adultos, el ritual del bautismo de niños en edad catequética (incluido en el anterior) y el ritual del bautismo de niños.

T-1 HISTORIA DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

I. El nombre de bautismo. El término bautismo (del griego bapto, bautizo) significa primeramente sumergir.

2Re 5,14 Ez 36, 22-29.

En la comunidad de Qumrán, lo mismo que en las sectas bautistas judías, se practicaba un baño ritual (como en algunas religiones paganas), signo además de una iniciación en la vida de una comunidad.

En el NT el término bapto se encuentra sólo 4 veces (Lc 16,24; Ap 19,13; y dos veces en Jn 13,26) exclusivamente con el significado de sumergir. Más frecuente es el uso de baptizo para indicar tanto el bautismo de Juan como bautismo cristiano. El sustantivo baptismos se encuentra sólo en Mc 7,4 y en Heb 9,10.

II. La historia del bautismo

1) El bautismo en la era apostólica

Los apóstoles bautizan.-

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Secundando la orden del Señor (Mt 28,19), los apóstoles administran el bautismo “en el nombre de Cristo” (He 2,38 y 8, 12.38) como signo de fe en la obra realizada por Cristo (Rom 6,4). Pedro se lo anuncia a los judíos (He 2,41), a los samaritanos (He 8,12-13) y a los paganos (He 10, 1-33).

- El bautismo en el nombre de Jesucristo y en el de la Trinidad.

La expresión literal “ser bautizado en el nombre de Jesús Cristo” no fue nunca una fórmula sacramental declarativa.

Según algunos códices, el etíope, bautizado por Felipe, confiesa su fe, respondiendo a la pregunta “¿Crees que Jesús es el Hijo de Dios?”

La expresión “Bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, tal como aparece en Mt 28,19 y en el documento de finales del siglo I, la Didajé, cap. VII, 1 y 2 no es todavía una fórmula ritual declarativa.

Confesión de fe bautismal de la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma, de comienzos del siglo III (“¿Crees en Dios Padre Todopoderoso?...¿Crees en Cristo Jesús, Hijo de Dios, que nació, por el Espíritu Santo, de la Virgen María, y que fue crucificado bajo Poncio Pilato, murió y resucitó al tercer día vivo entre los muertos?...¿Crees en el Espíritu Santo en la unidad de la Santa Iglesia?”).

2) El bautismo en el curso de los siglos.

Ya en tiempo de Justino (+ 167) se habla de un tiempo de preparación e instrucción con miras al bautismo (= iniciación cristiana). Con Tertuliano en Cartago, y Clemente de Alejandría encontramos un catecumenado de 3 años. El siglo IV es la gran época del catecumenado, dividido en dos fases: los AUDIENTES (tiempo de la instrucción y catequesis) y los ELEGIDOS (los que se preparan a la próxima iniciación). A principios del siglo IV (hacia el año 500) se simplifica el catecumenado; los candidatos al bautismo son ahora habitualmente niños. Se añade el rito de la entrega de los 4 evangelios (en lugar del Padre Nuestro y del Credo).

En los siglos IX-X, el bautismo no está ya ligado a la Pascua o a Pentecostés; los ritos del catecumenado (unciones, exorcismos, inscripción del nombre, elección…) no se suprimen, pero se reducen y concentran en la misma ceremonia del bautismo; se añade la entrega del vestido blanco; en el siglo XI, la del cirio. En el siglo XIV, el bautismo por inmersión en sustitución por el de infusión. La reforma tridentina hace normativo el ritual del bautismo de los niños.

El Vaticano II restablece tanto el bautismo de los adultos (1962), como el catecumenado (SC 64) y el rito de la iniciación cristiana de los adultos (1972).

Rom 6,1 y ss

La inmersión-emersión iba acompañada de la palabra (“con el baño del agua y la palabra” – Ef 5-26)

Los samaritanos son bautizados por Felipe “en el nombre del Señor Jesús” (Hch 8,16); a Pablo, convertido, le dice Ananías “Levántate, bautízate y borra tus pecados, invocándole a Él” (Hch s 22,16); lo mismo se nos da a entender en los casos del bautismo de Lidia en Filipos y del carcelero, también en Filipos (Hch 16).

Otro indicio RITUAL BAUTISMAL, sin que podamos asegurar su vigencia en la Iglesia apostólica es:

LA UNCIÓN.- II Cor 1,21-22: “Sello”, Ef 1,13; 4.30…

Un siglo después, quizá antes, ciertamente existe la unción postbautismal.

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Cabe preguntarse también si el revestimiento del bautizado al salir del agua bautismal era considerado simbólicamente como “revestirse de Cristo” (Gal 3,27).

T-2 TEOLOGÍA DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

I. El símbolo sacramental del Bautismo

A) El símbolo bautismal

b) el memorial del sacramento del bautismo

c) el rito bautismal

II. Las dimensiones del símbolo sacramental del bautismo

a) Dimensión pascual.

+ al pecado y resurrección a la vida nueva.

b) Dimensión pneumática o espiritual

c) dimensión escatológica

d) dimensión eclesial (Iglesia-templo-cuerpo)

Incorporados a la Iglesia: Pueblo Sacerdotal, Real y Profético.

1Pe2,9 que cita a Ex 19,5-6.

Con la LG puede decirse: “Convertidos en hijos de Dios por la regeneración, los bautizados están obligados a profesar delante de los hombres la fe que por medio de la Iglesia han recibido de Dios”.

e) Dimensión trinitaria

La realidad sacramental producida por la triple inmersión e invocación trinitaria la expresa acertadamente San Ireneo: “Cuando hemos sido regenerados con el bautismo en el nombre de estas 3 personas, en este 2º nacimiento somos enriquecidos con bienes existentes en Dios Padre mediante su Hijo con el Espíritu Santo. Los bautizados reciben el Espíritu de Dios; Éste les da el Verbo, o sea al Hijo. Y el Hijo los acepta y ofrece al Padre; y el Padre les comunica su incorruptibilidad”.

La realidad trinitaria del bautismo hace de nosotros:

a) En relación al Padre: hijos adoptivos de Dios (Gál 4,5-7), nuevas criaturas (2Cor5,17), partícipes de la naturaleza divina (2Pe 1,4);

b) en relación al Hijo: bautizados en Cristo y revestidos de Él (Gál 4,27), inmersos en su muerte (Romanos 6,3-5; Col 2,12) para resucitar con Él a nueva vida (Rom 8,11), bautizados en su nombre pertenecemos ya a Él (He 2,38) como miembros suyos (1 Cor6,15; 12,27).

c) en relación al Espíritu Santo: nos convertimos en templo suyo (1Cor6,19) y, por lo mismo en renacidos y renovados por el agua y el Espíritu (Tit 3,5), pertenecemos al Espíritu de Cristo (1Cor12,13)…

III. El carácter bautismal

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Incorporados a Cristo y configurados con Él (Rom 8,29), recibimos un signo indeleble (=carácter) de pertenencia a Cristo y a la Iglesia. El sello bautismal en el Espíritu nos capacita para el culto sacerdotal y nos sella para el día de la redención (Ef 4,30; Ap 7,3-4). La Iglesia invita a orar por “los que nos han precedido en el signo de la fe y duermen en el sueño de la paz” (Canon romano).

Rom 6,3-11; Col 2,13

“Los bautizados son consagrados como casa (templo) espiritual y sacerdocio sagrado por la regeneración y la unción del Espíritu Santo (bautismo), para que ofrezcan, a través de las obras propias del cristiano, sacrificios espirituales…” (LG10).

“La comunidad sacerdotal actualiza su carácter sagrado…por medio de los sacramentos y de las virtudes. El bautismo incorpora a los creyentes a la Iglesia y por el carácter sacramental, al culto cristiano. Por su nuevo nacimiento como hijos de Dios están obligados a confesar delante de los hombres la fe, que recibieron de Dios por medio de la Iglesia…” (LG 11).

IV El bautismo cristiano. Los 3 estratos del símbolo bautismal.

Hinduismo (los baños sagrados en el Ganges)

NO es símbolo relevante en el judaísmo, v.gr. los baños simbólicos, rituales, de los monjes de Qumran; pero son baños repetitivos, frecuentes, en los que el individuo se baña a sí mismo.

El único precedente del bautismo cristiano es el bautismo de Juan, de quien Jesús indudablemente lo tomó.

a) el bautismo de Jesús en el Jordán.

¿Qué sentido tuvo para Jesús su bautismo en el Jordán? La respuesta nos la da el mismo Cristo, cuando llama “bautismo” al acontecimiento de su pasión-muerte-sepultura-resurrección: “con 1 bautismo tengo que ser bautizado y qué angustia hasta que se cumpla” (Lc 12,50); “Estáis dispuestos a ser bautizados con el bautismo, con que Yo me voy a bautizar” (Mc 10.38).

b) el bautismo instituido por Cristo.

El Señor asumió el símbolo-rito bautismal practicado por Juan en el Jordán, como símbolo-rito de iniciación cristiana. La institución consistió en asumir el rito en su originalidad: símbolo-rito irrepetible; símbolo-rito, en el que el bautizando no se bautiza a sí mismo, sino es bautizado por otro.

T- 3 LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

I. El símbolo-rito principal

a) Confesión de fe y baño bautismal

- San Ambrosio: “Cuando te sumerges, recibes la semejanza de la muerte y de la sepultura, recibes el sacramento de la cruz”.

- Cirilo de Jerusalén:

“Desciendes al agua, llevando contigo los pecados, pero la invocación de la gracia pone un sello en el alma…Desciendes muerto por los pecados, y subes vivificado en la justicia. Luego si te has convertido en una misma planta con Él por la conformidad con la muerte del Salvador, serás también digno de su

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resurrección…Tú desciendes al agua y eres allí en cierto modo sepultado como lo fue Él en la piedra y luego resurges de nuevo, caminando en una vida nueva” (Catequesis Mistagógica III, 12).

“En aquel mismo instante muertes y naces, el agua saludable ha sido para ti sepulcro y madre” (Ca. Mis. II,4).

- San León Magno:

“Por la virtud de aquel mismo Espíritu por el que Cristo nace del seno de una virgen madre, del seno de la Iglesia nace el cristiano” (Sermón 29,1)

b) La plegaria de bendición del agua bautismal

Tres son las fórmulas, que se usan para la bendición de la fuente bautismal. Véase la más significativa.Memorial (evocación)

“Oh Dios, que realizas en tus sacramentos

obras admirables con tu poder invisible

y de diversos modos te has servido de tu criatura, el agua,

para significar la gracia del bautismo.

Oh Dios, cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo,

se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces

concibieran el poder de santificar.

Oh Dios que incluso en las aguas torrenciales del diluvio

prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad,

de modo que una misma agua

pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.

Oh Dios, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo

a los hijos de Abraham, para que el Pueblo,

liberado de la esclavitud del Faraón,

fuera imagen de la familia de los bautizados.

Oh Dios, cuyo Hijo, al ser bautizado en las aguas del Jordá

fue ungido por el Espíritu Santo;

colgado en la cruz;

vertió de su costado agua junto con la sangre;

y después de su Resurrección mandó a sus Apóstoles:

“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándoles

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en el Nombre del Padre y el Hijo y del Espíritu Santo”.

Epíclesis (invocación)

“Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella

la fuente del bautismo: Que esta agua reciba,

por el Espíritu Santo, la gracia de tu Unigénito,

para que el hombre, creado a tu imagen

y limpio en el bautismo, muera al hombre viejo y resucite,

como niño, a nueva vida, por el agua y el Espíritu.

Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo,

por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente,

para que los sepultados con Cristo en su muerte,

por el bautismo, resuciten con Él a la vida.

Por Jesucristo Nuestro Señor”.

II. Los símbolos-ritos bautismales secundarios

a) La unción con el santo crisma.

Esta unción se hace en la parte superior de la cabeza para diferenciarla de la unción con el mismo santo crisma en la frente en el sacramento de la confirmación. Ya en el AT se consagraba con el aceite a los reyes (1 Sam 9,16), a los profetas (1 Re 19,16) y al sumo sacerdote (Ex 28,41). Cristo es el Ungido (Mesías) por excelencia (Mt 16,16; He 10,38); todo bautizado se convierte en un ungido, en un consagrado por el sello del Espíritu (2 Cor 1,21; 1 Jn 2,20.27).

He aquí la fórmula ritual, que acompaña al gesto de la unción: “Dios Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que te ha librado del pecado y te ha dado la vida nueva, por el agua y el Espíritu Santo, te consagre con el crisma de la salvación, para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey”.

Esta unción es exclusiva del rito romano. Los demás ritos de la Iglesia universal no conocen otra unción con el santo crisma que la del sacramento de la confirmación.

b) Otros símbolos-ritos secundarios bautismales.

- La imposición del vestido blanco (Ritual del bautismo de niños).

“Eres ya nueva criatura y has sido revestido de Cristo. Ayudado por la palabra y el ejemplo de los tuyos, consérvala sin mancha para la vida eterna”.

- Entrega del cirio encendido en la llama del cirio pascual. En el caso del bautismo de niños.

“A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz. Y, perseverando en la fe, pueda salir con todos los santos al encuentro del Señor”.

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- El símbolo-rito de apertura de oídos y boca (Effeta). Mc 7,30-37.

“El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo escuchar su palabra y proclamar la fe para alabanza y gloria de Dios Padre”.

En el ritual del bautismo de niños, después de los ritos postbautismales precedentes, sigue la oración del Padre Nuestro, la oración de los bautizados…

El rito de entrada a la entrada de la Iglesia consiste en un diálogo del ministro que bautiza con los padres y padrinos…A continuación el bautizando recibe la señal de la cruz en la frente, como signo de acogida y pertenencia.

El rito de despedida consiste en una bendición sobre los padres y sobre todos los presentes.

III. La tipología del bautismo

Tanto en el AT como en el NT encontramos TYPOS (anuncios proféticos) del bautismo (Anti-typo o realidad anunciada).

El Diluvio (cf. 1Pe 3,20).

Y el “paso” (Pascua) de los israelitas a través de las aguas del Mar Rojo (cf 1Cor 10,2)

El Éxodo (Gn 1). El Jordán. Naamán (II Re 5)

Ez 36,24ss.

La piscina de Beresda: Juan 5,1ss.

El bautismo de Jesús

T-4 CUESTIONES TEOLÓGICAS REFERENTES AL BAUTISMO

I. El bautismo en las iglesias cristianas, separadas de la Iglesia católica

Por el bautismo entramos en la única Iglesia de Cristo, no obstante, las divisiones

LG 15, UR 3, Cánon 869

II. El bautismo de los niños

a) Una práctica inmemorial

Desde los orígenes la Iglesia bautiza a los niños

El libro de los Hechos de los apóstoles se habla del bautismo de toda una casa (He 16,15.33; 18,8). En tiempos de Orígenes (185-284) y de Agustín (354-430), la práctica de bautizar a los niños se consideraba una tradición recibida de los apóstoles. Para Ireneo (+202) es obvia la presencia de niños, que son bautizados junto con adolescentes, jóvenes y ancianos. Hipólito (235), en la Tradición apostólica, ofrece ya un ritual en el que está previsto el bautismo de los niños: “Bautiza en primer lugar a los niños”. Y San Cipriano (200-258) de Cartago afirma que “no se puede negar la misericordia y la gracia de Dios a ningún hombre que viene a la existencia”.

b) La enseñanza del magisterio

La Iglesia justifica el bautismo de los niños.

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A finales del siglo IV, a fin de oponerse a la herejía pelagiana, pontífices y concilios intervinieron para condenar “a los que niegan que se deba bautizar a los niños apenas salidos del seno materno”; según la doctrina católica, “también los más pequeños, que no han podido cometer personalmente ningún pecado, son verdaderamente bautizados para la remisión de los pecados, a fin de que mediante la regeneración sea purificado en ellos que han recibido del nacimiento” (Concilio de Cartago, 418).

Esta doctrina fue reafirmada y defendida en la Edad Media. El concilio de Trento (1546) reitera las intervenciones del magisterio precedente, declarando contra los anabaptistas que “nadie puede ser justificado sin el bautismo de regeneración o el deseo de recibirlo”.

c) Bautismo y acto de fe en el bautismo de los niños.

Son bautizados en y con la fe de la Iglesia

- San Agustín: “Los niños son presentados para recibir la gracia espiritual, no tanto por quienes los llevan en brazos (aunque también por ellos si son buenos fieles), cuanto por la sociedad universal de los santos y de los fieles…Es la Iglesia, madre de los santos, la que actúa toda ella, pues toda ella engendra a todos y a cada uno”.

- Juan Diácono: “Deben ser salvados por la profesión de fe ajena los que han sido condenados por el error ajeno”.

III. Bautismo y libertad (en el bautismo de los niños)

El bautismo de los niños no atenta contra su libertad personal.

Para los padres cristianos, también el bautismo es un acto de amor y el acceso a la verdadera libertad (Jn 8,36; Rom 6, 17-22).

La Iglesia no puede olvidar que si amamos es porque Él nos ha amado primero (1 Jn 4, 10.19); ni puede olvidar tampoco que “Dios nos ha salvado no en virtud de las obras de justicia que hemos realizado, sino por su misericordia mediante el bautismo de regeneración y de renovación en el Espíritu Santo” (Tit 3,5).

Disposiciones de la Iglesia sobre el bautismo de los niños

- CIC 867: Los padres cuiden de hacer bautizar a sus hijos dentro de las primeras semanas; si hay peligro de muerte, bautíceselos sin demora;

- CIC 868: Para bautizar lícitamente a un niño se requiere: el consentimiento de al menos uno de los padres; que haya esperanza fundada de que será educado en la fe católica (de lo contrario se ha de diferir, explicándoselo a los padres); en peligro de muerte es bautizado lícitamente incluso en contra de la voluntad de los padres;

- CIC 870: Bautícese también a los niños expósitos;

- CIC 871: Bautícese, si están vivos, también los fetos abortivos.

IV. ¿Necesidad del bautismo?

Santo Tomás (S. Th., q.68) dice: “todos están obligados al bautismo, sin el cual no sería posible conseguir la salvación”. ¿Es posible, entonces, salvarse sin bautismo? Responde: sí, indudablemente. ¿Cómo es eso posible? Él habla de tres formas de bautismo: el bautismo de sangre (sanguinis): Jesús es bautizado en su sangre, en su muerte (Mc 10,38; Lc 12,50). Lo mismo vale para los mártires, asimilados a la muerte de Cristo (véase Esteban en He 8,55-60). Hay luego un bautismo de agua (fluminis) por la virtud del Espíritu, que realiza una nueva generación; finalmente un bautismo de deseo (flaminis) para los que, sin culpa suya, no están bautizados pero adoran a Dios y viven según su conciencia (Rom 2, 10-15).

GS 22: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, divina”.

¿Qué es de los niños muertos sin bautismo?El limbo aparece por primera vez en Guillermo de Auxerre (1230), el cual afirma que los niños muertos sin bautismo permanecen en el limbo.

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DIMENSIÓN CRISTOLÓGICA PASCUAL DEL BAUTISMO

Juan 3, 1-8. Rom 6,3-5. 1 Cor 6,11. 1 Cor 10,1-2. Col 2, 11-13 (cf Rom 6). Ef 5, 25-27. 1 Pe, 3, 18-22

La dimensión pascual del bautismo aparece también en los relatos de bautizos en los Hechos de los apóstoles: en la secuencia anuncio del mensaje o kerigma, centrado en el misterio pascual + confesión de fe + bautizo.

ANUNCIO DEL MISTERIO PASCUAL

CONFESIÓN DE FE BAUTISMO

Pentecostés Hechos 2, 14-37 2, 38-39 2,41

Samaritanos Hechos 8, 4-8 8,12 8,12

Etíope Hechos 8, 30-35 8, 36-(37) 8,38

Cornelio Hechos 10, 34-44 10, 45 10, 48

Lidia Hechos 16,14 16,14 16,15

Carcelero Hechos 16,35

Hechos 22, 12-15

16,31

22,16

16,33

22,15

b) LA DIMENSIÓN PNEUMÁTICA DEL BAUTISMO EN EL NT

Jn 3, 3-8 (¡el binomio! A que nos hemos referido). Hechos 2, 38 y 10, 44-48. 1 Cor 10, 1-2 (la “nube” símbolo del Espíritu). 1 Cor 12, 12-14. Rom 5, 1-5 (al final: alusión velada al bautismo). Tito 3, 5-7

C) LA DIMENSIÓN ESCATOLÓGICA DEL BAUTISMO EN EL NT

Efesios 5, 25-30. Apocalipsis, c.7

D) LA DIMENSIÓN ECLESIAL DEL BAUTISMO EN EL NT

He 2, 41 (42 y ss) (La Iglesia crece por el bautismo); 1 Cor 12, 12-13 (Iglesia-cuerpo); Gál 3, 25-29 (Himno cristiano); Ef 5, 25-27 (Iglesia esposa)

CIC, 2ª Parte, 2ª Sección, Cap. I, Art. I-VI: el bautismo

EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

Aparece tan unido al sacramento del Bautismo que en Oriente siempre y en Occidente hasta el siglo V se celebra dentro de la celebración del bautismo. Así lo consideran los Santos Padres en sus catequesis y así aparece en los más antiguos rituales del bautismo (La Tradición Apostólica de Hipólito de Roma – finales del siglo II, la Didascalia de los Apóstoles – del siglo III, Las Constituciones Apostólicas- siglo IV).

Hch 1,4; 2, 38 y 10,44

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HISTORIA

En Occidente a partir de los siglos V-VI, se rompió la unidad de administración de los 3 sacramentos de iniciación.

Según la concepción de la teología escolástica, la materia del sacramento de la confirmación es el santo crisma, aceite de oliva mezclado con bálsamo y consagrado por el obispo…

Pablo VI precisó y estableció que en adelante en la Iglesia latina “el sacramento de la confirmación se confiere mediante la unción del crisma en la frente, que se hace con la imposición de la mano, y mediante las palabras: recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.

A la forma precedente se ha preferido la actual, al menos por 3 motivos: por ser más antigua y venerable, pues en cierto modo se remonta a la oración pronunciada por Pedro y Juan por la iniciación de los bautizados en Samaria (cf He 8,15-17); por ser común también al rito bizantino, finalmente, y sobre todo, porque con esta forma se expresa claramente el don del mismo Espíritu Santo y se recuerda su efusión el día de Pentecostés (cf He 2,1-4.38).

El hecho de acentuar la unción con el crisma no reduce, obviamente, la importancia de la imposición de las manos, la cual, si no pertenece a la esencia del rito sacramental, ha de tenerse en gran estima porque se requiere para la integridad del rito mismo y favorece una mejor comprensión del sacramento.

Indicios rituales del sacramento de la confirmación en el Nuevo Testamento

La confirmación en Samaria y en Éfeso.- Tenemos indicios rituales del sacramento de la confirmación en Hechos 8, 14-17 y 19, 5-6. En ambos casos, el gesto (acción simbólica sacramental) junto con la oración que lo acompaña.

Hch 2,38

La “confirmación” de Jesús en el Jordán

La “confirmación de los apóstoles en Pentecostés”.- decimos acontecimiento-rito de Pentecostés, porque es muy probable que la “bendición” de Jesús (imponiendo sus manos sobre los discípulos) – Lc24-50-51- tenga relación con la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés…

Hipólito de Roma nos describe, en su ritual la Tradición Apostólica, la celebración del bautismo y la confirmación y nos dice que el obispo vierte en su mano del oleo “de Acción de gracias” (bendecido por él) e imponiendo la mano (impregnada) sobre la cabeza del recién bautizado, dice: “yo te unjo con el óleo santo, en el nombre del Padre Omnipotente y de Jesucristo y del Espíritu Santo”. Hipólito de Roma es oriundo de Palestina y presume conocer y transmitir fielmente la “tradición recibida de los Apóstoles”.

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Por otra parte, san Pablo, refiriéndose al bautismo, habla de “unción”, “sello”.

La confirmación, entre bautismo y eucaristía

Siguiendo las indicaciones dadas por la Constitución Litúrgica SACROSANCTUM CONCILIUM, la cual pedía que apareciese más claramente la íntima conexión el sacramento de la confirmación con todo el ciclo de la iniciación cristiana (SC 71), esa unidad y continuidad ha quedado bien expresada en la introducción general al ritual de la confirmación.

En el ritual del bautismo de niños, ya al final de la celebración, advierte a todos la unidad del bautismo con los otros 2 sacramentos de la iniciación cristiana.

Los confirmandos, antes de recibir el sacramento, renuevan las promesas y la confesión de fe bautismales.

En la plegaria, que acompaña al gesto de la imposición de las manos, se dice: “Dios Padre…que regeneraste por el agua y el Espíritu Santo a estos siervos tuyos…” Y lo mismo, en la monición-invitación a la plegaria precedente: “Pidamos…que derrame el Espíritu Santo sobre estos hijos de adopción, que renacieron ya a la vida eterna por el bautismo”.

Dentro de la plegaria eucarística hay un inciso de oración por los recién confirmados: “Ayuda a tus hijos N. y N., que hoy has confirmado, marcándoles con el sello del Espíritu Santo, custodia en ellos el don de tu amor”.

Esta unidad o correlación entre los 3 sacramentos está puesta de relieve en los Santos Padres:

Tertuliano.- “Es lavada la carne para que el alma sea liberada de toda mancha; es ungida la carne, para que el alma sea consagrada; es marcada la carne, para que también el alma sea robustecida; la carne es ensombrecida por la imposición de las manos, para que también el alma sea iluminada por el Espíritu; la carne se alimenta del cuerpo y de la sangre de Cristo, para que también el alma se nutra abundantemente de Dios”.

También en Oriente, un autor laico, Nicolás Cabasilas, habla de la unidad y continuidad entre los 3 sacramentos de iniciación desarrollando la analogía entre vida natural y vida sobrenatural: “Gracias a los sacramentos de iniciación, que anuncian la muerte y resurrección de Cristo, somos regenerados a la vida sobrenatural, nos desarrollamos y nos unimos de modo maravilloso a nuestro Salvador; el bautismo nos permite ser y subsistir en Cristo; la confirmación perfecciona al neófito comunicándole las energías para esta vida; la eucaristía prolonga esta vida, la hace crecer prósperamente, la conserva y la mantiene en las fuerzas adquiridas. En resumen; vivimos por este pan, somos fortalecidos por esta unción, después de haber recibido el ser en esta inmersión” (La vida en Cristo).

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NATURALEZA DEL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

I El símbolo sacramental principal

a) El símbolo principal consiste en la unión de 2 realidades (acciones) significantes. 1 visible y otra invisible.

b) El memorial del sacramento de la confirmación.-

La plegaria de bendición consagratoria del santo crisma es evocación súplica, en el marco de la alabanza, de la salvación de Dios en Cristo en clave de óleo. Aunque el santo crisma se utiliza también en otras celebraciones, el contenido de la plegaria se refiere al sacramento de la confirmación.

c) El rito sacramental

II Jesucristo y el Espíritu Santo

- En la encarnación

- En el Jordán Jesús, en el Espíritu, recibe la investidura real y mesiánica. Cf Jn 1,32.33; Is 11,2…

- En su ministerio mesiánico. Cf Mt 12,18; He 1,2

- En su Pasión gloriosa. Hb 9,14

Jn 19,34 se ha de leer a la luz de Jn 7,37-39 y 1Jn 5,6-8

Rom 1,4; 1 Cor 15,45

El binomio Cristo- Espíritu Santo en la Iglesia: Jn 14,15ss y 16,5 y ss.

III Dimensiones del símbolo sacramental de la confirmación

a) Dimensión cristológica-pascual

b) Dimensión pneumática o espiritual

c) Dimensión eclesial.- todo bautizado-confirmado es corresponsable de la solicitud pastoral de la Iglesia (función real);…y sobre todo la profética.

d) Dimensión escatológica

IV. El fundamento bíblico del sacramento de la confirmación

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Hechos 8, 15-17. Cf. He 10,44

Hechos 19, 5-7. Cf AG 36 y 1 Pe 2, 5.9

LG 11

V. Tipología del sacramento de la confirmación en el Antiguo Testamento

El binomio agua-espíritu en el AT

Gn 1,1; 2,4; 8,8;

1 Cor 10, 1-6

Jos 4,24

Ez 36, 24-28. Joel 2, 26-30

VI Los efectos de la confirmación

LG 11: “Por el sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo y de esta forma se obligan con mayor compromiso a difundir y defender la fe con su palabra y sus obras como verdaderos testigos de Cristo”.

a) Enriquecidos con una fuerza especial. He 2,2; Jn 6,63

b) Vinculados más estrechamente a la Iglesia

c) Para difundir y defender la fe como verdaderos testigos de Cristo: cf Lc 4, 18-19.

VII El carácter del sacramento de la confirmación

Imprime en el alma un sello espiritual e indeleble, el “carácter”. Cf Lc 24, 48-49 y LG 12

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

Ya en el antiguo Israel las 3 grandes funciones del pueblo eran consagradas con la unción: los reyes (1 Sam 10,1), los sacerdotes (Ex 28,41), y a veces también los profetas (1 Re 19,16).

2 Cor 2,15

La celebración de la confirmación según el ritual vigente

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a) El símbolo-rito principal del sacramento de la confirmación consiste en la unción con el santo crisma en la frente, unción, que se hace con la imposición de las manos y las palabras (fórmula sacramental), que acompañan: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.

El crisma consiste en el óleo, al que se mezclan sustancias aromáticas (bálsamo), llamado en Occidente “crisma”. Y el mismo óleo con una mezcla más rica en sustancias aromáticas, denominado “mirrón” en Oriente.

La unción se hace en la frente para diferenciar (en Occidente) de la otra unción con el mismo santo crisma al recién bautizado en la cúspide de la cabeza. En el ritual vigente esta unción con el crisma se suprime, cuando el bautizado adulto, inmediatamente después del bautismo es confirmado.

La imposición de la mano se confunde con el gesto de la unción en la frente, en forma de cruz (signación).

Las palabras (fórmula sacramental) que acompañan son una de las fórmulas más antiguas, usada en la Iglesia bizantina. La fórmula fue fijada por el papa Pablo VI en su Constitución Divinae Consortis Naturae, el año 1971, con ocasión de la promulgación del Nuevo ritual de la confirmación a instancias de la SC. La fórmula es esta: Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo

.

b) La plegaria (mayor) de bendición (consagración) del crisma.

El santo crisma, a diferencia del óleo de los catecúmenos y del óleo de los enfermos, sólo puede ser bendecido (consagrado) por el obispo en la misa crismal (En Oriente la bendición-consagración del mirrón se reserva a los Patriarcas). Los otros 2 óleos, bendecidos tambien en la misa crismal, pueden ser bendecidos fuera de la misma crismal por los presbíteros.

El santo crisma se usa en diversos sacramentos: en el bautismo; en el sacramento del orden espiscopal. Pero estas unciones son acciones simbólicas, ritos, secundarios.

“Señor Dios, autor de todo crecimiento y de todo progreso espiritual: Recibe complacido la acción de gracias, que gozosamente, por nuestro medio, te dirige la Iglesia”.

El memorial:

Al principio del mundo tú mandaste que de la tierra brotaran árboles, que dieran fruto, y entre ellos el olivo, que ahora nos suministra el aceite, con que hemos preparado el santo crisma.

Ya David, en los tiempos antiguos, previendo con espíritu profético, los sacramentos, que tu amor instituiría a favor de los hombres, nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo en señal de alegría. También cuando en los días del diluvio las aguas purificaron de pecado la tierra, una

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paloma, signo de la gracia futura, anunció, con un ramo de olivo, la restauración de la paz entre los hombres.

Y en los últimos tiempos el símbolo de la unción alcanza su plenitud: después que el agua bautismal lava los pecados, el óleo santo consagra nuestros cuerpos y de la paz y alegría a nuestros rostros.

Por eso, Señor, tú mandaste a tu siervo Moisés que, tras purificar en el agua a tu siervo Aarón, lo consagrase sacerdote con la unción de este óleo.

Todavía alcanzó la unción mayor grandeza, cuando tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, después de ser bautizado por Juan en el Jordán, recibió el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó tu voz, declarando que Él era tu Hijo, el Amado, en quien te complacías plenamente.

De este modo se hizo manifiesto que David ya hablaba de Cristo, cuando dijo: El Señor, tu Dios te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros

LA IMPOSICIÓN DE LAS MANOS

EPÍCLESIS (SÚPLICA)

A la vista de tus maravillas te pedimos, Señor, que te dignes santificar con tu Bendición este óleo y que con la cooperación de Cristo tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma, infundas en él la fuerza del Espíritu Santo, con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires, y hagas que este crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana para todos los que van a ser renovados por el baño espiritual del bautismo; haz que los consagrados por esta unción, libres del pecado, en que nacieron, y convertidos en templos de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa; que fieles al sentido de la unción, vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas, y que este óleo sea para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo crisma de salvación, les haga partícipes de la vida eterna y herederos de la gloria celestial. Por Jesucristo Nuestro Señor.

c) Los símbolos-ritos secundarios de la confirmación

A la imposición de la mano al ungir en la frente, precede la imposición de las manos sobre los confirmandos. En todos los sacramentos existe el gesto de la imposición de las manos, como símbolo-rito secundario, excepto en el sacramento del Orden, en el que el gesto de la imposición de las manos es el símbolo principal esencial.

El gesto de la imposición de las manos es frecuente, usual, en el Antiguo Testamento y también en las celebraciones judaicas en el templo y en las sinagogas.

El mismo Cristo hace uso de este gesto en diversas ocasiones, v.gr. cuando bendice a los niños, sobre los enfermos, sobre los apóstoles en el momento de separarse de ellos en la ascensión.

“Dios Todopoderoso, Padre de Nuestro Señor Jesucristo,

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que regeneraste por el agua y el Espíritu Santo a estos siervos tuyos

y los libraste del pecado; escucha nuestra oración y envía sobre ellos

el Espíritu Santo paráclito; llénalos

de espíritu de sabiduría e inteligencia;

de espíritu de consejo y fortaleza;

de espíritu de ciencia y de piedad

y cólmalos del espíritu de tu santo temor”.

Tanto el símbolo-rito principal como el símbolo-rito secundario de la imposición de las manos del obispo vienen precedidos por la renovación de las promesas bautismales.

El ministro de la confirmación

El ministro originario es el obispo (LG 26).

El párroco u otro sacerdote debe dar la confirmación a un bautizado que no la ha recibido y que se encuentra en peligro de muerte, aunque sea un niño pequeño (Código, can. 891; 883,3).

La confirmación en las iglesias cristianas, separadas de la Iglesia católica

Las iglesias protestantes no la consideran un sacramento.

CIC, 2ª PARTE, 2ª SECCIÓN. CAPÍTULO Iº

EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

ASPECTO HISTÓRICO

I Los nombres

a) En el Nuevo Testamento

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- LA FRACCIÓN DEL PAN

Hch 2,42 y 46; 20, 7 y 11.

Lc 24,30 y 35

- LA CENA DEL SEÑOR

I Co 11,20; cf 1 Co 10, 21-22

- LA EUCARISTÍA (ACCIÓN DE GRACIAS)

Col 3,17.

b) Posteriormente:

- SANTA MISA: (desde el siglo IV) por el uso de “enviar” (lat: mittere) a los catecúmenos después de la liturgia de la Palabra, y luego, al acabar la misa, a todos los fieles a la “misión”.

Otras denominaciones: “Los Misterios”, “La Divina Liturgia”.

II Indicios rituales de la eucaristía en el Nuevo Testamento

a) Hch 2, 42-47

a) “Escuchar la enseñanza de los apóstoles”- Haggadah cristiana o catequesis u homilía

b) “La fracción del pan y en las oraciones”

c) “Comían juntos, alabando a Dios”

d) “Partían el pan por las casas”

b) He 20, 7-11

La misa de Tróade

c) Los relatos de la institución de la eucaristía:

Mt 26, 26-30; Mc 14, 22-26; Lc 22, 15-22 y 1 Co 11, 23-26

He aquí el esquema de la cena pascual judía:

1. Se toma la primera copa (como aperitivo)

2. Sentados a la mesa, se pone sobre ella un trozo grande de pan y se llena la segunda copa.

3. La Haggadah: a base de citas bíblicas y su respectivo comentario. Termina esta sección (celebración de la palabra) con una importante monición (expresión del memorial de la pascua) y el canto de salmos con sus correspondientes acciones sálmicas.

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4. Se bendice la segunda copa y se pasa a los comensales.

5. Lavatorio de las manos.

6. Se bendice el trozo grande de pan y se parte en trozos pequeños, dándoselos a los comensales.

7. Además del pan y del vino, ingredientes básicos de la cena, se toman otros alimentos rituales: el cordero, lechugas amargas, el haroset (mermelada)

8. Se llena la tercera copa y se pone sobre la mesa. Canto de salmos.

9. Se bendice la tercera copa y se pasa a los comensales. La bendición solemne de la tercera copa es el momento culminante de la celebración de la cena (Pascual) judaica. Esta copa es la que el apóstol designa con la expresión judía usual como “el cáliz de la bendición, que bendecimos”.

10. Canto de salmos e himnos (“Cantaron los salmos y salieron para el monte de los Olivos” – Mc 14, 26; Mt 26,30).

Mt 14, 22-26 Mt 26, 26-30 Lc 22, 15-22 I Co 11, 24-26

Mientras comían tomó el pan (6), dijo la bendición. Lo partió (6) y se lo dio diciendo: Tomad y comed. Esto es mi cuerpo.

Tomó la copa (8). Dijo la acción de gracias. Se la dio y bebieron de ella diciendo: Esto es mi sangre la de la Alianza que va a ser derramada por todos. Mt 26, 26-30.

Mientras comían tomó el pan (6), dijo la bendición. Lo partió (6) y se lo dio diciendo: Tomad y comed. Esto es mi cuerpo.

Tomó la copa (8). Dijo la acción de gracias. Se la dio diciendo. Bebed todos de ella. Esto es mi sangre la de la Alianza que va a ser derramada por todos para el perdón de los pecados. Lc 22, 15-22.

Nunca más comeré esta Pascua, hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios. Tomó la copa, dio gracias y dijo: tomadla…beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios (4).

Tomó el pan (6). Dijo la acción de gracias. Lo partió (6), se lo dio diciendo:

Esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA. DESPUÉS DE CENAR LO MISMO HIZO CON LA COPA (8) diciendo:

Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre que va a ser derramada por vosotros.

Tomó el pan (6). Dijo la acción de gracias. Lo partió (6) diciendo: Esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros. HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA. DESPUÉS DE CENAR LO MISMO HIZO CON LA COPA (8) diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi Sangre. Cada vez que bebáis de ella, hacedlo en conmemoración mía.

1 Co 11, 17-37

Didajé (capítulo IX y X)

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III Síntesis histórica de la celebración de la eucaristía a partir del siglo II

DIDAJÉ

HIPÓLITO DE ROMA

SAN JUSTINO

La plegaria eucarística aparece ya plenamente desarrollada a partir del siglo III. El texto más antiguo, que poseemos es el que nos transcribe Hipólito de Roma en su Tradición Apostólica. La conocemos bien, porque es una de las 4 plegarias eucarísticas –la II, que la Iglesia occidental viene usando desde la reforma litúrgica posconciliar, si bien revisada, con añadidos y supresiones oportunas.

San Justino (siglo II), en su descripción de la misa, no nos da el texto de la plegaria eucarística, pero en su Diálogo con el judío Trifón, hablando de la eucaristía, nos da, en síntesis, algunos contenidos de la plegaria eucarística. Dice:

“La ofrenda de flor de harina, que se mandaba era figura del pan de la eucaristía, que Nuestro Señor Jesucristo mandó ofrecer en memoria de la pasión, que Él padeció por todos los hombres, que purifican sus almas de toda maldad, a fin de que, juntamente demos gracias a Dios –la plegaria eucarística- por haber creado el mundo y cuanto en él hay por amor al hombre, por habernos librado de la maldad en que nacimos y haber destruido…a los principados y potestades por medio de aquel, que según su designio nació pasible”.

ESTRUCTURA DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA.-

En los siglos IV y V la plegaria eucarística se desarrolla en grandes composiciones literarias, cuyo contenido, común a todas ellas, es el siguiente.1. Memorial-evocación de Cristo, de su vida salvífica también de su prehistoria en el Antiguo Testamento.

2. Recitación del relato de la institución de la eucaristía (composición literaria a base de los 4 relatos del Nuevo Testamento)

3. Anámnesis: Evocación o repetición evocadora del momento culminante del memorial precedente, que consiste en el misterio pascual en sentido estricto (muerte-resurrección…). Por eso la Anámnesis comienza, articulándose con lo que precede: “Así pues…” o bien “Por eso,…”.

4. La Ofrenda es literariamente la conclusión de la anamnesis. El dinamismo es el siguiente: “Recordando…te ofrecemos”.

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5. Y a continuación, la Epíclesis: invocación al Padre, para que envía el don del Espíritu Santo sobre los dones, los comulgantes; memorial y epíclesis son antecedente y consecuente.

-súplica (prolongación de la epíclesis)…

Excepto en la plegaria eucarística de la Iglesia romana y de la primitiva Iglesia copta o alejandrina, la epíclesis es, a la vez, epíclesis de consagración de los dones y de comunión (de petición para los comulgantes). Sólo en la Iglesia romana y en la primitiva iglesia copta hay 2 epíclesis: la de consagración, antes del relato de la institución, y la de comunión, después del mismo.

El cántico “cordero de Dios” se introdujo tempranamente para acompañar la acción de la fracción. Posteriormente se introdujo, por razones prácticas, el pan previamente fraccionado (las formas pequeñas) y el rito de la fracción perdió su relieve, que con la reforma posconciliar se pretende recuperar.

La comunión, con las 2 especies, en todas las Iglesias está vigente, excepto en la Iglesia Romana, que abandonó el uso del cáliz, en la alta Edad Media, también por razones prácticas. A partir de la reforma posconciliar se pretende también recuperar al menos en determinadas celebraciones y circunstancias.

El Padre Nuestro está situado en unas liturgias eucarísticas, antes de la fracción del pan; en otras, después.

Tanto en las liturgias orientales como en las occidentales (Hispana y Gálica, hace siglos suprimidas) existe una oración (bendición u oración de inclinación de la cabeza), en la que el celebrante que preside pide el perdón para los comulgantes arrepentidos de sus pecados; son fórmulas de absolución, con las que se expresaba la dimensión penitencial, perdonadora de los pecados, que tiene el sacramento de la eucaristía. Esta plegaria introducida tardíamente en la celebración eucarística fue la respuesta de la Iglesia a la necesidad urgente de muchos penitentes, a quienes les eran moralmente imposible el acceso al sacramento de la penitencia, tal como se celebraba en la Iglesia en aquellos siglos (prácticamente durante el primer milenio). Este rito penitencial (bendición de los comulgantes) dejó de tener razón de ser, cuando se facilitó y generalizó la práctica del sacramento de la penitencia, a partir del siglo XI.

El gesto-rito de darse la paz, heredado de la Iglesia apostólica, en unas liturgias está situado antes de comenzar la plegaria eucarística; en otra, como la nuestra, inmediatamente antes de comulgar.

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LA REFORMA DE LA MISA DEL CONCILIO VATICANO II

- Se ha revalorizado la lectura de la palabra de Dios, ampliando considerablemente el leccionario bíblico.

- El enriquecimiento del misal con textos oracionales antiguos y de nueva composición. Entre éstos sobresalen las 3 nuevas plegarias eucarísticas: II, III y IV.

II.- Es, casi en su totalidad, la plegaria eucarística de la Tradición Apostólica de Hipólito de Roma.

III.- Se aprecia, en el fondo, el esquema de la antigua Liturgia eucarística Copta o Alejandrina (plegaria eucarística –llamada- de San Marcos); pero recoge también expresiones de la plegaria eucarística en uso de la Iglesia Caldea y de la antigua liturgia eucarística Hispana.

IV.- Sigue muy de cerca la estructura de las plegarias eucarísticas de la antigua liturgia de Jerusalén, de Siria Occidental, de Bizancio; sigue muy de cerca las plegarias eucarísticas de San Basilio y de San Juan Crisóstomo, actualmente en uso en la mayor parte de la Iglesia Oriental.

IV. Los 3 estratos del sacramento de la eucaristía

Lo que aquel pan significaba está expresado en la monición del que preside al poner el pan sobre la mesa antes de comenzar la Haggadah: “Este es el pan de miseria (de aflicción), que comieron nuestros padres en Egipto. El que tenga hambre que venga a comer con nosotros…”

SC 47: “Nuestro Salvador, en la última cena, la noche que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz, confiando así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: Sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad (San Agustín), banquete pascual, en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria venidera”.

TEOLOGÍA DE LA EUCARISTÍA

I El símbolo principal

El memorial se expresa en la plegaria eucarística

II Las dimensiones del símbolo sacramental de la eucaristía

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a) La dimensión cristológica pascual

1. Lc 22,19; 1 Co 11,24

Mt 26,28; Mc 14,24; Lc 22,20; 1 Co 11,25

2. 1 Co 10,3

3. Jn 13,1

Carácter sacrificial de la dimensión cristológica pascual de la eucaristía

Datos históricos.- La eucaristía es sacrificio porque es el memorial del “sacrificio”.

En el Nuevo Testamento no aparece el término sacrificio aplicado a la eucaristía. Sí se afirma veladamente que la eucaristía es (memorial del) sacrificio:

Lc 22,19 y 1 Co 11,24. Cf Is 53,10 y 12.

Mc 14,24; Mt 26,28; Lc 22,20; 1 Co 11,25. Cf Ex 24,8

I Co 10, 21-22

Jn 6,51

Durante la era Patrística (ya en la Didajé) se dirá que la eucaristía es sacrificio y también que es el memorial del sacrificio…

2 parecen ser las razones:

1. Los cristianos son acusados por judíos y paganos de no tener sacrificios (cruentos…). Para unos y otros era inconcebible una religión sin sacrificios.

2. Mal 1, 10-11.14.

La categoría sacrificio es consecuencia de la categoría ofrenda. Ofrenda (ofrecimiento, oblación oblatola) deriva de ofrecer (obferre: llevar hacia arriba, levantar, elevar) téngase en cuenta el gesto expresivo de la elevación de dones.

Cf Salmo 40.

Una vida (de Cristo) vivida así: elevándola-entregándola, es una vida:

Sacrificio, sacrificada = hecha sagrada (sacrificar = hacer sagrado; santificar = hacer santo).

La Iglesia conoce-cree por revelación y denomina con 3 adjetivos: real, verdadera y substancial.

Arameo “He aquí mi cuerpo; he aquí mi sangre”

Cf 1Co 10,14 y ss

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San Justino (mediados del siglo II) afirma: “Hemos aprendido que el alimento consagrado con una súplica al Logos (la plegaria Eucarística), que procede de ´`El (el Padre) y con Acción de Gracias (la plegaria Eucarística) es la Carne y la sangre de nuestro Jesús hecho hombre, con cuyo alimento se nutre nuestra carne y nuestra sangre, mediante la transformación (de nosotros en el alimento recibido)” (Apología 1ª, 66,2 – Padres Apostólicos griegos, BAC).

…San Gregorio de Nisa: “El pan, santificado por el Logos de Dios, se ha cambiado en el cuerpo del Logos Divino” (oratio Magna Catequética).

San Juan Crisóstomo nos dirá que se da una transmutación del pan en el cuerpo de Cristo: “Nosotros los sacerdotes tenemos la dignidad de servidores (ministros), pero es Él (Cristo) quien santifica y transmuta”. (Comentarios del Evangelio de San Mateo 82,5).

Las expresiones usuales son las siguientes:

“Envía tu Espíritu…para que haga del pan el cuerpo de Cristo…”

“Envía tu Espíritu, para que manifieste que este pan es el cuerpo de Cristo…”

En las epíclesis de consagración de las plegarias del Misal Romano:

“Bendice esta ofrenda…para que sea cuerpo y sangre de tu Hijo Amado”…(Plegaria Eucarística I-Canon Romano).

“Santifica estos dones (ofrenda) por el Espíritu Santo…de manera que sean cuerpo y sangre…” (Plegaria Eucarística II, III y IV).

Con ocasión de la herejía de Berenger de Tours que afirmaba la presencia de Cristo en el pan, a través del pan, sin que el pan sufriera mutación alguna, se acuñó felizmente el término transubstanciación (derivado del verbo transubstanciar). El término comienza a ser usado por los teólogos en el siglo XI. Su uso se generaliza al ser introducido en el decreto (Cap I) del Concilio Laternanense IV en 1215.

El concilio de Trento también lo usa, encareciéndolo, en la sesión XIII, canon 2 sobre la eucaristía.

b) La dimensión pneumática.

1Co 10, 1-5. Cf. 1 Co 12,13

c) La dimensión eclesial

1 Co 10, 16-17

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“Te pedimos envíes tu Santo Espíritu a la oblación de tu Iglesia Santa, congregándola en la unidad” (plegaria eucarística de la Tradición Apostólica de San Hipólito). Otras plegarias eucarísticas orientales recogen la cita paulina en su literalidad: “Que descienda tu Espíritu Santo sobre nosotros…de modo que seamos un solo cuerpo y Espíritu” (plegaria eucarística de San Basilio). Y este mismo es el efecto que se pide en las epíclesis de comunión de las 3 nuevas plegarias eucarísticas, vigentes en la Iglesia romana:

“Que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del cuerpo y sangre de Cristo” (Plegaria Eucarística II).

“Que, fortalecidos con el cuerpo y la sangre de tu Hijo…formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu” (Plegaria Eucarística III).

La reprimenda del apóstol a los fieles de Corinto (1Co 11, 17-30) por su falta de sentido eclesial supone la conciencia viva, que el apóstol tiene de la dimensión eclesial de la eucaristía.

d) La dimensión escatológica

Cfr Mc 14,25; Lc 22, 16.18

Lc 12, 35-38

Jn 6, 51-58

Mt 26, 29 y 11

Cf Ap 1,4; 22,20; 1 Co 16,22

Cf Tit 2, 13

1 Co 13,12; 1 Jn 3,2

Es el alimento de la Iglesia peregrine (LG 8) hacia los cielos nuevos y la tierra nueva (2 Pe 3,13); es la prenda y el antídoto de la inmortalidad y de la resurrección. (Jn 6,40.44.50-51) por el don de Espíritu derramado en nuestros corazones (Ef 1, 13-14; 2Co 1,22; 5,5); nos asocia a la liturgia celeste (LG 50); es principio de la restauración cósmica (LG 48; GD 38)

III Tipología del sacramento de la eucaristía

“El maná y el agua de la roca”.

“ El pan del paso”. Cf Ex 12,33

El pan de Elías.- 1Re 19, 6-8

“Los sacrificios cruentos de comunión”. La ofrenda de Melquisedec

“Los panes de la proposición. El carbón encendido de la visión de Isaías”

Rut, 10/05/07,
Ex 16, 15-18. El mismo Cristo lo considera “tipo” de la eucaristía (Jn 6)
Rut, 10/05/07,
colocados diariamente junto al altar del incienso, en el templo de Jerusalén
Rut, 10/05/07,
1 Co 10, 1-5. Cf Ex 17, 1-7
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Los milagros sobre el pan. Las comidas de Jesús

IV Los efectos de la eucaristía

1. La vida eterna (cf Jn 6) y el perdón de los pecados (cf Mt 26,28). Ambos efectos aparecen de modo relevante en la epíclesis de comunión de las plegarias eucarísticas orientales. También aparecen en casi todas las plegarias eucarísticas de la liturgia eucarística hispana (recientemente restaurada).

2. La unidad en el cuerpo de Cristo. Cf 1 Co 10, 16-17.

3. Además de estos 3 efectos fundamentales, en las plegarias eucarísticas y particularmente en las oraciones sobre las ofrendas y para después de comulgar de la liturgia eucarística romana, aparecen otros efectos entre los que sobresale el de la curación.

a) El pan es signo del cuerpo partido para otorgar el don de la vida (1 Co 10, 16-17; 11,24; Jn 6,51), el signo de la unidad de la dispersión (cf Didajé 9; Sc 47; Jn 17,21), o signo de la edificación de la Iglesia (Redemptor hominis 20; Dominicae cenae 4), el signo de la comunión (Jn 6, 56-57), el signo de la novedad y liberación (Ex 12, 8.11.34.39; 1 Co 5,7), el alimento del peregrino (Ex 16,4-8; Ap 2,17; Jn 6,33.54.57.58; CIC 924-927…); símbolo del hambre y de la sed de justicia (Jn 6,35), de la voluntad del Padre que está en los cielos (Jn 4,42); por desgracia, fue también signo de traición (Mc 14, 18-20).

b) El vino es signo de la sangre derramada en sacrificio por el perdón de los pecados (Mt 26,28; Jn 1,19); signo del “vino nuevo” (Mc 2,22; Jn 2,10), que prepara el banquete escatológico de los tiempos mesiánicos (Mt 26,29; Is 25, 6-10); signo de amistada (Cant 1,4); signo del gozo mesiánico (Si 10,19; Jn 2,10); pero sobre todo es signo que recuerda el sacrificio de Cristo, fuente de salvación y de gozo eterno (1Co 11,25).

La eucaristía en cuanto banquete de comunión fraterna (GS 38) exige acogida (Rom 15,7) y hospitalidad (Rom 12,13).

V Necesidad de la eucaristía y condiciones para recibirla dignamente

Jn 6,53

1 Co 11, 27-29

CIC 916

Mt 8,8

El ayuno (CIC 919)

Page 33: Sacramento s

CIC 920; SC 55

Bajo las 2 especies: para mayor verdad del signo IGMR 240.

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA

La plegaria eucarística II, con su prefacio propio (que puede cambiare por otros prefacios):

“En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación,

darte gracias, Padre Santo, siempre y en todo lugar,

por Jesucristo tu Hijo amado.

Por Él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas,

Tú nos lo enviaste, para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo

y nacido de María la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor.

El, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte

y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz

y así adquirió para ti un Pueblo Santo…

Por eso, con los ángeles y los santos, cantamos tu gloria, diciendo:

Santo, Santo, Santo…

Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad.

Santifica estos dones con la efusión del Espíritu Santo,

de manera que sean para nosotros cuerpo y sangre de Jesucristo nuestro señor.

El cual, cuando iba a ser entregado a su pasión voluntariamente aceptada,

Tomó pan, dándote gracias, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:

Tomad y comed, todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros.

Page 34: Sacramento s

Del mismo modo acabada la cena tomó el cáliz

y dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:

Tomad y bebed, todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva

y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los

pecados. Haced esto en conmemoración mía.

Este es el sacramento (el Misterio) de nuestra Fe.

Anunciamos tu muerte…

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el Memorial

de la muerte y resurrección de tu Hijo,

te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación

y te damos gracias, porque nos haces dignos de servirte en tu presencia.

Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos partici-

pamos del cuerpo y sangre de Cristo.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, extendida por toda la tierra y con el Papa N., con nuestro

obispo N. y todos los pastores, que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad.

Acuérdate también de nuestros hermanos, que durmieron con la esperanza de la resurrec-

ción, y de todos los que han muerto en tu misericordia: admítelos a contemplar la luz de tu

rostro.

Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo

Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tus alabanzas.

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Por Cristo, con Él y en Él, a Ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo,

todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos”.

Queremos llamar también la atención sobre la plegaria eucarística I (canon romano), durante siglos (desde el siglo III) la única plegaria eucarística en uso, en la Liturgia Romana.

0- Memorial de Cristo (en el marco de la alabanza).

1- Petición por la Iglesia, el Papa, obispos, oferentes.

2- Memento de vivos

3- Memoria de Santos

4- Petición de aceptación de la Ofrenda.

5- Epíclesis de Consagración.

6- Relato de la Institución

Anámnesis

Ofrenda

5- Epíclesis de Comunión.

4- Petición de aceptación de la Ofrenda.

3- Memoria de santos.

2- Memento de difuntos.

1- Petición por asamblea celebrante.

0- Doxología final.

El rito romano se caracteriza también por las 3 oraciones presidenciales, propias de cada formulario de misa, que reciben el nombre de oración colecta, oración sobre las ofrendas y oración después de la comunión.

Tanto el momento de la preparación de los dones de pan y de vino sobre la mesa-altar, como la oración del padrenuestro o el momento de la comunión, van acompañados (precedidos o seguidos de fórmulas oracionales, introducidas tardíamente para fomentar la piedad de los fieles y, sobre todo, poner más de relieve los momentos esenciales del símbolo-rito sacramental de la eucaristía.

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Los esposos cristianos sellan su alianza matrimonial con la sangre de la nueva y eterna alianza en el banquete de bodas de Cristo con su Iglesia.

APÉNDICE DE TEXTOS

1) Monición que pronuncia el que preside la cena pascual judaica (al terminar la Haggadah o Liturgia de la Palabra)

“Durante todos los siglos cada uno de nosotros tiene el deber de considerarse como si él mismo hubiera salido de Egipto, como está escrito: Darás esta explicación a tu hijo “en este sentido el eterno ha actuado en mi favor, cando yo salí de Egipto”, pues no son solamente nuestros antepasados, a quienes el Señor, bendito sea, ha liberado, sino también a nosotros nos ha liberado con ellos, como está escrito “nos hizo salir a nosotros de allí para conducirnos hasta aquí, para darnos la tierra, que Él había prometido a nuestros padres”.

He aquí por qué nosotros tenemos el deber de dar gracias, cantar, alabar, glorificar, exaltar, bendecir, magnificar, al que ha hecho por nuestros padres y por nosotros estas maravillas. Él nos ha conducido de la esclavitud a la libertad, de la tristeza al gozo, del duelo a la fiesta, de las tinieblas a la luz. Cantemos en su honor un cántico nuevo.”

(A continuación se canta el salmo 103 con su oración conclusiva, se bendice la 2ª copa, se parte el pan…y comienza la cena).

2) Plegaria eucarística del cap. X de la Didajé.

“Después de saciaros daréis gracias así” (la plegaria eucarística). (Ha precedido una comida fraterna, a la usanza judaica). Todos o casi todos son judeo-cristianos en Siria. Se ha bendecido primero una copa y luego el pan, que se han repartido. Terminada la comida se advierte que –en la eucaristía, que sigue a continuación- “nadie coma ni beba, sino los bautizados en el nombre del Señor (Jesús), pues acerca de ello (la eucaristía) dijo el Señor “no déis lo Santo a los perros”. Los que no pueden participar en la eucaristía serían los que se preparan para recibir el bautismo, que no obstante había participado en el ágape fraternal. Terminada la cena, el que preside se colocaría junto a la mesa-altar, sobre la que se han puesto pan y vino, y pronuncia la plegaria).

“Te damos gracias, Padre Santo, por tu santo nombre,

que hiciste morar en nuestros corazones,

y por el conocimiento, la fe y la inmortalidad,

que nos diste a conocer por Jesús, tu servidor.

A Ti sea la gloria por los siglos.

Tú, Señor omnipotente, creaste todas las cosas

por causa de tu nombre.

Y diste a los hombres comida y bebida para su disfrute;

pero a nosotros nos ha hecho gracia de comida y bebida espiritual

y de vida eterna por tu siervo.

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Ante todo, te damos gracias, porque eres poderoso.

A ti sea la gloria por los siglos.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia, para librarla de todo mal

y hacerla perfecta en tu amor, y reúnela de los cuatro vientos,

santifícala en tu Reino, que has preparado.

Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos.”

A continuación hay aclamaciones (¿):

“Venga la gracia y pase este mundo. Hosanna al Dios de David”

Y se añade esta monición: “El que sea santo, que se acerque. El que no lo sea, que haga penitencia” “Que se acerque”.

3) Liturgia eucarística en la tradición apostólica de Hipólito

“Los que han recibido el bautismo a partir de ese momento oran juntamente con los fieles (La Oración de los Fieles). Terminada la oración, se dan la paz (Nº 20)”.

La oblación (el pan y el vino) será presentada por los diáconos al obispo y éste dará gracias sobre el pan para que sea el símbolo del cuerpo de Cristo, y sobre el vino mezclado con agua para que sea la imagen de la Sangre, que ha sido derramada por todos los que creen en Él. (Nº 20).

El obispo, imponiendo las manos, junto con el presbiterio, dice la acción de gracias (la plegaria eucarística) (Nº 4)

Cuando el obispo ha hecho la fracción del pan, presenta a cada uno un trozo, diciendo: El pan del cielo en Cristo Jesús. El que lo recibe responde “Amén”. Si no hay suficientes presbíteros, los diáconos servirán (a los comulgantes) los tres cálices, pero manteniendo el orden, a saber: primero, el que tiene el agua, segundo, el que tiene la leche, y tercero el que tiene el vino. (Nº 20)…El cáliz del agua significa el “bautismo” interior; el cáliz con leche (y miel) evoca la bebida paradisíaca en la nueva tierra prometida. Ambas copas desaparecieron pronto.

El domingo el obispo dará la comunión al pueblo, mientras los diáconos hacen la fracción; también los presbíteros hacen la fracción; concluida ésta, los diáconos llevan la eucaristía al sacerdote; éste comulga y luego la distribuye al pueblo (Nº 22).

Una vez bendecido el cáliz, lo reciben en el nombre de Dios como el símbolo de la sangre de Cristo. Procura que no se derrame nada…Eres responsable de la sangre, como el que desprecia el precio, con el que ha sido rescatado. (Nº 38).

Cada cual tendrá cuidado de que ningún infiel pruebe la eucaristía, ni tampoco ratón o animal alguno; procurará que nada se caiga o se pierda. Pues es el Cuerpo de Cristo, que ha de ser comido por los creyentes y no puede ser despreciado (nº 37)”

4) La descripción de la eucaristía de san Justino, mártir

San Justino describe la eucaristía, como se celebraba en Roma, a mediados del siglo II, en su Apología I, dirigida al Emperador Marco Aurelio.

Rut, 10/05/07,
Hipólito procede de Oriente.
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“El día llamado del sol se reúnen todos en un lugar, los que habitan en la ciudad y los que viven en el campo y, según conviene, se leen los recuerdos de los apóstoles y los escritos de los profetas, según el tiempo lo permite. Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga de amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan admirables.”

Después nos levantamos todos a la vez y recitamos preces. Y a continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias, se trae pan, vino y agua. Y el que preside pronuncia con todas sus fuerzas preces y acciones de gracias. Y el pueblo responde “Amén”.

Tras de lo cual se distribuyen los dones, sobre los que se ha pronunciado la acción de gracias. Comulgan todos y los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes.” (Nº 67).

En el Nº 65 explicita algunos de estos puntos: “Terminadas las oraciones (la oración de los fieles), nos damos mutuamente el ósculo de paz. Luego al que preside se le presenta pan y un vaso con vino y agua. Y, tomándolos él, tributa alabanzas al Padre del universo, por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo y pronuncia una larga acción de gracias por habernos concedido estos dones, que de Él proceden. Y, cuando ha terminado, todo el pueblo aclama “Amén”. Y los que entre nosotros se llaman ministros o diáconos dan a cada uno parte del pan y del vino y el agua, sobre los que se dijo la acción de gracias, y se los llevan a los ausentes.

Y este alimento se llama entre nosotros “eucaristía”.

No tomamos estas cosas como pan común y bebida ordinaria…sino que, en virtud de la oración al Verbo, que de Dios procede, es la carne y la sangre de aquel mismo Jesús encarnado…”

5) Dimensión cristológica pascual de la eucaristía –textos patrísticos.

Por medio de las figuras (las apariencias o accidentes sacramentales del pan y del vino) es preciso que veamos a Cristo, que es conducido ahora a la pasión y que en otro momento se extiende por nosotros en el altar para ser inmolado. Cuando, en efecto, la oblación, que va a ser presentada, (sale en los vasos sagrados, en las patenas y en los cálices, la procesión interior, según rito oriental) es preciso que pienses que sale Cristo nuestro Señor conducido a la pasión…- Teodoro de Mopsuestia, siglo V.

Quiso el Señor que las almas, redimidas con su preciosa sangre, fueran siempre santificadas por la imagen (sacramental) de su propia pasión. Y por eso manda a sus discípulos, a quienes constituyó primeros sacerdotes de su Iglesia, que celebran perpetuamente estos misterios de la vida eterna… con lo cual todos los fieles, teniendo cada día ante los ojos los misterios, como ejemplar (accidentes sacramentales) de la pasión de Cristo, y llevándolos en las manos y recibiéndolos en la boca y el pecho, mantengamos imborrable la memoria de nuestra redención… San Gaudencio de Brescia, siglo V.

6) Dimensión cristológica pascual en clave sacrificial

Del mismo modo que Cristo, que se ofrece en muchas partes de la tierra, es un solo cuerpo y no muchos cuerpos, así también es uno el sacrificio. Nuestro pontífice es aquél, que ofreció la hostia, que nos purifica. Y ahora ofrecemos también aquella misma hostia, que entonces fue ofrecida y que jamás se consumirá; esto se hace en memoria de lo que entonces sucedió (“Haced esto en conmemoración mía”). No hacemos otro sacrificio, como lo hacía entonces el pontífice, sino que siempre ofrecemos el mismo, o mejor, hacemos conmemoración del Sacrificio… San Juan Crisóstomo, siglo IV.

La sangre de este sacrificio (el de Cristo) se prometía antes de la venida de Cristo en la semejanza de las víctimas (sacrificios rituales del A.T.); en la pasión de Cristo, Cristo se ofrecía en la verdad misma; después de la ascensión de Cristo, se celebra en el sacramento del recuerdo… San Agustín, siglo V.

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Así que, habiéndonos exhortado el apóstol a que ofrezcamos en holocausto nuestros cuerpos como hostia viva, como un sacrificio espiritual…Este es el sacrificio de los cristianos, formando nosotros, muchos en número, un solo cuerpo en Jesucristo. Lo cual frecuenta la Iglesia en el augusto sacramento del altar, que usan los fieles, en el cual se les muestra que en la oblación y sacrificio, que ofrece, ella misma se ofrece. San Agustín, siglo V.

7) En el concilio IV de Letrán (a. 1215), en el Cap. I de su declaración sobre cuestiones de fe, usó la Iglesia por vez primera el término “transubstanciación” en un documento conciliar:

Y una sola es la Iglesia universal de los fieles, fuera de la cual nadie absolutamente se salva, y en ella el mismo sacerdote es sacrificio, Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre se contiene verdaderamente en el sacramento del altar bajo las especies de pan y vino, después de transustanciados, por virtud divina, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre, a fin de que, para acabar el misterio de la unidad, recibamos nosotros de lo suyo lo que Él recibió de lo nuestro. Y este sacramento nadie ciertamente puede realizarlo sino el sacerdote que hubiere sido debidamente ordenado, según las llaves de la Iglesia, que el mismo Jesucristo concedió a los Apóstoles y a sus sucesores (cfr. Denzinger.)

8) El concilio de Trento usa también el término de transubstanciación, encareciéndolo, en el decreto sobre la eucaristía, sesión XII (a. 1551 en el Cap. 4 y en el Canon 2):Can.2. Si alguno dijere que en el sacramento de la eucaristía permanece la sustancia de pan y de vino juntamente con el cuerpo y la sangre de nuestro Señor Jesucristo, y negare aquella maravillosa y singular conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo y de toda la sustancia del vino en la sangre, permaneciendo sólo las especies de pan y vino; conversión que la Iglesia Católica aptísimamente llama transubstanciación, sea anatema (cf. 877) (cfr. Denzinger).

9) Dimensión pneumática de la eucaristía

Si no hubiera Espíritu Santo, no habría en la Iglesia pastores y doctores, porque también a éstos los forma el Espíritu Santo… Si no estuviera el Espíritu Santo en este nuestro común doctor y padre, cuando ha subido a esta sagrada tribuna y os ha dado a todos la paz, no la hubiérais respondido “Y también con tu Espíritu”…Con esta voz…le respondéis también, cuando asiste a este sagrado altar, cuando va a ofrecer el tremendo sacrificio; no toca él la ofrenda hasta haber pedido para vosotros la agracia del Señor y haberle respondido vosotros “Y con tu Espíritu”, recordándoos a vosotros mismos con esta respuesta, que allí no obra nada el que está presente y que no es cosa humana la oblación, sino que la gracia del Espíritu Santo, que con su presencia todo lo penetra, es el que lleva a cabo el místico sacrificio. Porque aunque sea hombre el que allí asiste, Dios es quien obra por su medio. No atiendas, pues, a la naturaleza del hombre visible, sino a la gracia del invisible. No es humana ninguna de las cosas que se obran este sagrado recinto. Si no asistiera con su presencia el Espíritu Santo, no permanecería la Iglesia… San Juan Crisóstomo, siglo IV.

10) Dimensión eclesial de la eucaristía

Lo que ven los ojos tiene apariencias corporales; pero encierra una gracia espiritual.

Si queréis entender lo que es el cuerpo de Cristo, escuchad al Apóstol:…”Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros”. Si, pues, vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo, lo que está sobre la mesa es un misterio (Símbolo, sacramento) de vosotros mismos; y lo que recibís es vuestro misterio. Vosotros mismos lo refrendáis al responder “Amén”. Se os dice “El cuerpo de Cristo”. Y vosotros respondéis “Amén”= así es. Sed, pues, miembros de Cristo para responder con verdad “Amén”.

¿Y por qué en (bajo las apariencias de) el pan?

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No ponemos nada de nuestra parte; que lo diga el apóstol, que, hablando de este sacramento, escribe: “Aunque somos muchos, somos un solo pan, un solo cuerpo”. Entended y regocijáos. Oh Unidad, verdad y piedad! Oh Caridad! Un solo pan! ¿Qué pan es éste? Un solo cuerpo. San Agustín siglo V.

11) Dimensión escatológica de la eucaristía

Dice el bienaventurado apóstol “Siempre que coméis de este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él vuelva. Manifiesta el apóstol que el Señor al venir del cielo, hará aparecer la vida futura y nos hará resucitar a todos. Y así seremos inmortales en nuestro cuerpo e inmutables en nuestra alma, y necesariamente cesará el uso de símbolos y de figuras (tipos). Ya que, estando en la realidad misma, no tendremos necesidad de signos y figuras, que evoquen el recuerdo de lo que va a tener lugar. Teodoro de Mopsuestia, siglo V.

12) Eucaristía y perdón de los pecados (dimensión sacrificial expiatoria de la eucaristía)

En los doce panes de las doce tribus de Israel parece que se hace la conmemoración delante del Señor…en memoria de las doce tribus, como una oración y súplica por cada una de ellas. Pero esta intercesión es muy pequeña y débil. Pues cuán poco aprovecha para aplacar a Dios, si hay que considerar en el pan los frutos de cada tribu y en los frutos las obras. Pero estas cosas se refieren a la grandeza del misterio (de la eucaristía). Hallarás que esta conmemoración tiene un efecto de inmensa propiciación. Si vuelves a aquel pan, que bajó del cielo y da la vida al mundo; a aquel pan de la proposición, que propuso Dios, más propicio por la fe en su sangre; y si miras a aquella conmemoración, de la cual dice el Señor “Haced esto en conmemoración mía”, encontrarás que ésta sea la única conmemoración, que hace que Dios sea propicio a los hombres. Orígenes, siglo III.

El ascua, que santificó los labios de Isaías (Cfr Visión de Isaías, 6,6 y ss) soy Yo, que acercándome ahora a vosotros en el pan, os he santificado. La tenaza, que vio el profeta, con la que se cogía el ascua del altar, me figuraba a mí en el gran sacramento. La profecía precedió al hecho; a mí me veía Isaías, como me véis vosotros ahora, que extiendo mi mano y acerco a vuestros labios el pan vivo. La tenaza es mi diestra; Yo estoy en lugar del Serafín; el ascua es mi Cuerpo; todos vosotros sois Isaías; el altar es esta mesa; el templo este cenáculo. El Señor soy Yo. He aquí cumplida la profecía. San Efrén siglo IV.

Del mismo modo que un Serafín se acercó, purificó y quitó todos los pecados del Profeta (Cfr Isaías 6,6 y ss), así también nosotros debemos pensar que en la Comunión de los Santos Misterios nos son totalmente borrados, si nos arrepentimos, sufrimos y tenemos comunión en nuestro corazón a causa de nuestros pecados. Teodoro de Mopsuestia, siglo V.

CIC, La eucaristía, 2ª Parte, 2ª Sección, Capítulo I, Artículo 3.

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Cf 2 Cor 5,18

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN

I Los nombres, que recibe este sacramento

Sacramento de la conversión

Sacramento de la penitencia

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Sacramento de la confesión

Sacramento del perdón

Sacramento de la reconciliación

La penitencia integra en sí los elementos de la conversión y de la confesión, mientras que la reconciliación recuerda el perdón y la plena restitución en la vida de la gracia.

II Indicios rituales del sacramento de la penitencia en el N.T.

1. En 1 Co 5, 1.5 y en II Corintios 2, 3-10 tenemos respectivamente la primera y segunda fases de indicios rituales del sacramento de la penitencia. Las dos fases consisten en a) –la imposición de una satisfacción penitencial y b) –la reconciliación.

2. Mateo 18, 15-20- De forma más o menos velada tenemos aquí también un ejemplo de praxis del Sacramento de la Penitencia.

III Resumen histórico de la celebración del sacramento de la penitencia

El sacramento de la penitencia se ha celebrado, en el curso de los siglos, en tres formas distintas sucesivas

a) La penitencia antigua o pública o canónica (siglos I-V). La disciplina penitencial estaba regulada en los cánones de concilios regionales.

b) La penitencia tarifada o tasada (siglo V-XI). Se llama así, porque la satisfacción penitencial, que el confesor imponía al penitente estaba tasada según el número y la gravedad de los pecados y conforme con la tarifa, que constaba en los Libros penitenciales, que el confesor tenía que manejar.

c) La confesión (siglos XI…). Se llama así, porque, a diferencia de las dos formas anteriores, lo que prima, no es la satisfacción penitencial, sino la confesión oral de los pecados.

En las tres formas de sacramento de la penitencia se mantienen los cuatro contenidos esenciales o integrantes del sacramento de la penitencia: la contricción, la confesión oral de los pecados, la satisfacción penitencial y la absolución.

I La penitencia antigua o canónica

Se trata de pecados “graviora” (los más graves), “maiora” (los más grandes), “capitalia” (capitales), que se concentran en torno a estos tres: adulterio, homicidio, idolatría.

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La penitencia “fundamental” consiste en la separación de la comunidad cristiana (excomunión, excomunicación), que lleva consigo la privación de sacramento de la eucaristía. Forman un grupo aparte; son el “ordo” (orden) de penitentes. Llevan un atuendo característico, propio de penitentes. La satisfacción penitencial consiste en ayunos, mortificaciones corporales, obras especiales de misericordia.

Después del tiempo necesario para verificar su conversión, los penitentes son reconciliados por el obispo (u otro sacerdote).

En los últimos siglos, en los que estuvo vigente, los penitentes, que habían de ser reconciliados el Jueves Santo se preparaban intensamente durante la Cuaresma.

La Reconciliación consistía en la plegaria mayor absolutoria, pronunciada por el obispo.

En el transcurso de los siglos la penitencia, siempre muy rigurosa, se fue endureciendo cada vez más, además de su irrepetibilidad. El rigor llegó a tal extremo que los penitentes absueltos tenían que seguir haciendo vida de penitentes, absteniéndose de relaciones sexuales y del ejercicio de cualquier cargo o profesión pública.

La vida monacal a perpetuidad equivalía a entrar en el orden de penitentes.

2. La penitencia tasada, tarifada o arancelada

La introducen en el continente (algunas regiones de Europa occidental) los monjes de las Islas Británicas, cuando vienen a evangelizar a los pueblos bárbaros. El origen de esta penitencia está –parece ser- en el monacato oriental.

La satisfacción penitencial suele consistir en ayunos. Cumplida ésta, el penitente deberá volver para recibir la absolución. La satisfacción penitencial impuesta no era menos gravosa que la de la forma anterior. Y ocurrirá que:

a) Se impone la reducción de penitencias por otras más breves e intensas,

b) Se permutan penitencias por estipendios de Misas,

c) Algunos pagan u obligan a otros, para que cumplan la penitencia por ellos.

Por otra parte muchos se consideraban absueltos una vez cumplida la penitencia impuesta (v.gr. peregrinar a Santiago) y ya no volvían a recibir la absolución.

En este clima de relajación la satisfacción penitencial se fue abreviando y aligerando, hasta derivar en la nueva forma de este sacramento.

3. La confesión

Las Iglesias orientales celebran el sacramento de la penitencia, como la Iglesia católica, desde algún tiempo anterior al siglo XI.

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Las Iglesias protestantes no niegan el sacramento de la penitencia, pues su Institución por Cristo está clara en la Sagrada Escritura (Jn 22, 21.22), aunque algunos interpretaban el texto bíblico como referido al bautismo. Pero la confesión entre ellos pronto cayó en desuso, no obstante las exhortaciones de Lutero. Sin embargo nunca aceptaron la satisfacción penitencial, por entenderla como pretensión humana ofensiva a los méritos de Cristo, según el principio de la justificación por la sola fe.

A partir de la reforma litúrgica del concilio Vaticano II están vigentes en la Iglesia tres formas de celebración de la penitencia:

a) con un solo penitente;

b) con varios penitentes con confesión y absolución individual;

c) con muchos penitentes con absolución general y confesión individual diferida.

IV. La institución del sacramento de la penitencia

Mt 18, 18

Jn 20, 21.22. El concilio de Trento declaró que estas palabras de Cristo se refieren ciertamente al sacramento de la penitencia (su institución), contra la opinión de los reformadores, según la cual Cristo se referiría únicamente a la predicación del evangelio y al bautismo, para el perdón de los pecados.

NATURALEZA DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

I El símbolo sacramental.

Los actos del penitente son actos sacramentales. También pertenecen a la esencia del sacramento –dirá santo Tomás de Aquino- o a la integridad del sacramento –dirá el concilio de Trento- los tres actos del penitente: contricción, confesión y satisfacción.

Por tanto, este sacramento se realiza entre dos ministros visibles: el ministro visible sacerdote (obispo, presbítero) y el penitente, que coopera con sus actos penitenciales a la realización-recepción del sacramento.

Tanto en el sacerdote (ministro visible) como en el penitente (también ministro visible) se hace presente Cristo (ministro invisible); Cristo es quien absuelve (perdona, reconcilia, reincorpora a su cuerpo al penitente).

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El memorial de Cristo, de su Pascua, expresado en la fórmula de la absolución.

Rito sacramental no coincide exactamente, en cuanto a su duración, con la acción simbólica de la penitencia.

El rito penitencial sacramental consistiría en la confesión de los pecados, la expresión de la contricción, la imposición-recepción de la satisfacción penitencial a cumplir y la absolución. Mientras que la acción sacramental de la penitencia consistiría además en la contricción, que tenga el penitente antes de iniciar la confesión y en el cumplimiento de la satisfacción penitencial después de la absolución. Es decir, el símbolo sacramental de la penitencia desborda el momento ritual o la celebración en un antes y un después, que tienen duración indefinida.

II Las diversas dimensiones del símbolo sacramental de la penitencia

1. La dimensión cristológica pascual.

En 1 Cor 5, 5-6: La imposición de la satisfacción penitencial se hace en nombre (persona) de Cristo: “Respecto al que ha hecho eso (el pecado de incesto) reunidos vosotros –y yo en espíritu- en nombre de nuestro Señor Jesús, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregad a ése a Satanás (separarle –excomulgarle de la comunidad)”. Con estas palabras y con las que leemos en el relato de la absolución: II Cor 2,10: “A quien algo perdonáis, yo también, pues si algo he perdonado, por medio de vosotros ha sido, se expresa la acción sacramental en persona de Cristo…”

En 1 Cor 5,6 aparece claramente la dimensión pascual de la satisfacción penitencial: el penitente “al ser entregado a Satanás (sigue diciendo el apóstol) “humanamente quedará destrozado (para perdición de la carne), pero la persona se salvará (a fin de que el espíritu sea salvo) el día del Señor”.

Implícitamente aparece también la dimensión pascual en las palabras de la institución de este sacramento: “A quienes perdonéis los pecados…” pronunciadas por el señor Jesús resucitado.

2. Dimensión pneumática.

Aparece explícitamente expresada en el N.T., en las palabras de la institución del sacramento de la penitencia. Inmediatamente antes de conferir el Señor a los apóstoles la potestad de perdonar los pecados, les comunica el don del Espíritu Santo simbolizado en “el aliento, que exhala sobre ellos”. (“Recibid el Espíritu Santo”) para el perdón de los pecados.

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3. Dimensión eclesial. Reconciliación con Dios en Cristo por la Iglesia

Esta dimensión eclesial del sacramento de la penitencia queda patente en las dos fases del ejercicio del sacramento de la penitencia: en I Cor 5,5 y ss. Y en II Cor 2, 3-10. Aunque sea el ministro de la comunidad eclesial el que impone la satisfacción penitencial y absuelve, toda la comunidad, según se deduce de las palabras del apóstol, está implicada en el proceso penitencial. Y lo mismo observamos en Mt 18, 15-20, aunque sean los dirigentes de la comunidad-Iglesia los que “oran” “atando” y “desatando”, en presencia (en persona) de Cristo.

4. Dimensión escatológica.

En 1 Cor 5,6 aparece, junto con la dimensión pascual, la dimensión escatológica: (se refiere el apóstol a la satisfacción penitencial, que debe cumplir el penitente y concluye, diciendo) “pero la persona se salvará el día del Señor, que se anticipa, no sólo en el momento de la absolución, sino previamente en la contricción-satisfacción del penitente.

III Los actos sacramentales del penitente

a) LA CONTRICCIÓN. La Biblia expresa estos actos con el término “metánoia”, que significa el cambio íntimo y radical de la persona, por el cual se vuelve a pensar, juzgar y ordenar la vida según el espíritu del evangelio, movido por la santidad y la bondad de Dios.

Se habla de contricción perfecta cuando proviene del amor de Dios amado sobre todas las cosas; perdona los pecados veniales, e incluso los mortales, si comprende la firme resolución de recurrir, apenas sea posible, a la confesión sacramental (CIC 1.452)

Se habla de contricción imperfecta cuando nace de la consideración de la fealdad del pecado, del temor a la condenación eterna o del miedo a las penas; ella sola no obtiene el perdón de los pecados graves, pero dispone a recibirlo en el sacramento de la penitencia.

b) LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS.

c) LA SATISFACCIÓN. Cf Lc 3,8

IV La contricción y la absolución sacramental.

La contricción perdona el pecado; la absolución, las penas merecidas por los pecados. La contricción perdona el pecado y la pena eterna merecida por el pecado (mortal); la absolución, las penas temporales (en parte). La contricción nos reconcilia con Dios; la absolución nos reconcilia con la Iglesia.

Santo Tomás de Aquino parece apuntar la solución: el perdón de los pecados, otorgado por la contricción, dimana, como de su fuente, de la absolución sacramental, que el penitente recibirá posteriormente. Dicho de otro modo, la absolución sacramental tiene efecto retroactivo; el penitente

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recibe el perdón de sus pecados en el antes de su absolución, siempre que mantenga el propósito de recibirla. Sólo así se garantiza la unión moral entre los actos del penitente (sacramentales) y el acto de la absolución sacramental del ministro visible, el sacerdote.

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

- La forma B –celebración con varios penitentes, con confesión y absolución individuales- es la forma preferible.- precedidas de fórmulas-ritos expresivas de la contricción: la oración de los fieles, la oración del Padrenuestro. La confesión oral sacramental va también precedida de la recitación en común de la plegaria “Yo confieso” (la confesión general). Al conjunto ritual sacramental de la penitencia le precede la liturgia de la Palabra.

- La forma A –celebración con un solo penitente.- también en esta forma está prevista un mínimo de liturgia de la palabra: una lectura breve. De este modo se salva el principio de la reforma conciliar: No debe haber sacramento, sin Palabra bíblica, que le preceda.

- La forma C –prevista para celebraciones en circunstancias extraordinarias: urgencia o falta de tiempo, o bien, duración excesiva por penuria de confesores y elevado número de penitentes.- Consiste en la absolución general, previa monición para recitar todos juntos un acto de contricción y previa advertencia del propósito de confesión oral cuando sea posible. La satisfacción penitencial deberá ser impuesta por el confesor al que se haga la confesión de los pecados. La fórmula sacramental de la absolución –en la forma C- consiste en tres miembros, con su respectiva aclamación Amén. El contenido es el mismo de la fórmula de la absolución individual.

La absolución sacramental consiste en la fórmula-plegaria sacramental, acompañada del gesto de la imposición de las manos sobre la cabeza del penitente.

El gesto de la imposición de las manos, la reforma litúrgica del concilio Vaticano II lo ha restaurado debidamente.

Esta fórmula sólo puede realizarse en casos excepcionales y con autorización del Obispo.

La fórmula sacramental de la absolución es ésta:

Dios Padre misericordiosos, que reconcilió consigo

al mundo por la muerte y resurrección de su Hijo

y que derramó el Espíritu Santo para el perdón de los pecados,

te conceda por el ministerio de la Iglesia el perdón y la paz.

Y yo te absuelvo de tus pecados

en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

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La confesión oral de los pecados es parte integrante del símbolo principal, esencial, de este sacramento. No puede, por tanto, ser omitida, ni siquiera en la forma C, en la que la confesión –como debe advertirse- se difiere para otro momento.

1 Co 12,26: “Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él”). Restablece y consolida la comunión de los santos (LG 48-50).

1 Cor 5, 1-5 (Primera Fase)

II Cor 2, 3-10 (Segunda Fase)

La plegaria de la absolución sacramental consta de 2 partes: el memorial y la súplica (Epíclesis).

CIC, 2ª Parte, 2ª Sección, Capítulo 2º, Artículos IV al XI.

SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

Mc 16,18

Con el fin de hacer más patente y claro el significado del sacramento de la unción de los enfermos, la constitución sobre la liturgia ofrecía tres indicaciones:

- lo que hasta ahora se ha llamado extremaunción, debía especificarse mejor con el nombre de unción de los enfermos, pues no es solamente el sacramento de los que se encuentran al final de la vida, sino que es oportuno recibirlo ya cuando el fiel se encuentra debilitado físicamente o por ancianidad (SC 73);

- además de los ritos de la unción de los enfermos y del viático, establecer también un rito continuado, en el que se confiera la unción al enfermo después de la confesión y antes del viático (SC 74);

- el número de las unciones ha de revisarse teniendo en cuenta las diversas situaciones, y las oraciones que acompañan al rito de la unción de los enfermos han de adaptarse de modo que respondan a las diversas condiciones de los enfermos que reciben el sacramento (SC 75).

Pablo VI, el 30 de noviembre de 1972, con la constitución apostólica Sacram unctionem infirmorum, establecía la nueva fórmula sacramental de la unción, y aprobaba el nuevo rito.

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I Indicios rituales en el NT

En la Carta de Santiago 5, 14-15 leemos la promulgación de este sacramento:

“¿Alguno de vosotros está enfermo?...” –Se trata de enfermedad seria, grave, que impide al enfermo asistir a la reunión eclesial.

“…que mande llamar a los presbíteros de la iglesia” –La expresión en plural (“presbíteros= colegio presbiteral del obispo) no quiere decir que tengan que acudir todos, ni siquiera varios. Uno es suficiente. Sin embargo, las iglesias de Oriente entendieron el texto literalmente. En manera alguna se excluye al obispo.

“…y ellos oren sobre él…” -Entiéndase: imponiendo las manos sobre él.

“…ungiéndole con óleo…”

“…en el Nombre del Señor”

“Y la oración de la Fe…”

A continuación se expresan dos efectos producidos por este sacramento:

“La oración de la Fe salvará al enfermo y el Señor le reanimará (levantará, aliviará,…) y, si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”.

“…ungían con aceite a muchos enfermos…” (Mc 6,13)

II Resumen histórico

Las primeras noticias, que tenemos de este sacramento, son plegarias de bendición del óleo de los enfermos. En algunas de ellas se recoge o se alude al texto de la carta de Santiago 5, 14-15; en otras se pide la curación de diversas enfermedades, que se enumeran; no suele hacerse mención del efecto del perdón de los pecados. Se pide por los enfermos, que serán ungidos con el óleo, que se bendice; también por los que lo beban, o se lo lleven a casa para ungirse con él ellos mismos. Evidentemente sólo puede ser considerado sacramento la unción hecha por el ministro sacerdote (obispo o presbítero).

No se dice en qué partes del cuerpo se hacían las unciones; se supone que en las partes dolientes del cuerpo. Ignoramos las palabras sacramentales, que acompañarían las unciones (“la oración de la fe”). El texto de la carta de Santiago se refiere, no a las palabras sacramentales, que acompañan a las unciones, sino a la plegaria de bendición del óleo.

Los escasos, breves, comentarios patrísticos insisten en la curación. Algunos Padres se refieren también (en sus comentarios al texto de Santiago) al efecto del perdón de los pecados, sin aclaraciones.

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A partir de la reforma (disciplinar, litúrgica) eclesial de la época de Carlomagno se acentúa la tendencia a retrasar la recepción de este sacramento al momento próximo de la muerte.

Los reformadores niegan la sacramentalidad de la S. unción

Trento: la afirmación como sacramento, no sólo de moribundos, sino de enfermos.- Persiste, sin embargo, el acusado carácter penitencial de este sacramento. Desde la alta Edad Media: las unciones se hacen, no en las partes dolientes del cuerpo, sino en los sentidos corporales, considerados como “ventanas”, a través de las cuales somos solicitados al pecado. Y la fórmula sacramental, que prevalece, entre otras, se refiere exclusivamente al efecto del perdón: “Por esta Santa unción y por su bondadosa misericordia te perdone Dios lo que hayas pecado con la vista,…el oído…”

En la reforma litúrgica, ordenada por el concilio Vaticano II, se instaura el equilibrio entre los dos efectos principales del sacramento. Se insiste en la denominación “sacramento de la unción de los enfermos”, más apropiada que la de extremaunción. Se reforma el ritual, de modo que las oraciones se adaptan a las diversas situaciones (enfermos graves, moribundos, ancianos…) Las unciones se reducen a dos y se impone una nueva fórmula sacramental, que recoge acertadamente el sentido del sacramento.

NATURALEZA DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

El símbolo principal

El memorial sacramental O MEMORIAL de Cristo en la unción expresado en la plegaria de bendición del óleo.

El rito sacramental

Las DIMENSIONES del símbolo sacramental de la unción de los enfermos

- Dim cristológica pascual

- Dim pneumática

- Dim eclesial

- Dim escatológica

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LOS efectos del sacramento de la Unción de los enfermos

Son dos los efectos indicados en el texto de la carta de Santiago 5, 13-15:

1. “…la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor le reanimará (aliviará, levantará)”;

2. “Y si tiene pecados, se le perdonarán”

Curación corporal y psíquica.- Por tanto¸el efecto, que siempre se produce es “la salvación”. Entiéndase, por supuesto, la salvación radical, fundamental, efecto de los siete sacramentos. Pero, teniendo en cuenta el contexto, se trata de la salvación del enfermo, que incluya la curación de la enfermedad, total o parcialmente, en mayor o menor grado, como se da a entender en las palabras explicativas: “el Señor le reanimará (aliviará, levantará)”. Se trata de curación, sanación, del hombre en su cuerpo y en su espíritu. Esta curación, efecto del sacramento de la unción de los enfermos (y también del sacramento de la eucaristía- no lo olvidemos), es efecto cognoscible –como todos los efectos sacramentales- en la fe, desde la fe; pero, no obstante, puede hacerse sensible, llegar a ser experimentable en mayor o menor grado (el Señor puede conceder al enfermo la salud corporal), si le conviene a su bien espiritual.

El otro efecto del perdón de los pecados o de fortalecimiento en la lucha contra el pecado o contra la debilidad o labilidad, consecuencias del pecado original y de los pecados personales (las reliquias o secuelas del pecado) hay que entenderlo dentro del efecto “salvación-curación radical: desde la raíz de todo mal, de toda enfermedad, que es el pecado”.

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

La unción y las palabras sacramentales

El momento culminante –la acción simbólica principal, esencial- es la unción con el óleo de los enfermos en la frente (el rostro) y en las manos del enfermo, mientras se pronuncia la fórmula sacramental:

“Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia

te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo

R/ Amén.

Para que, libre de tus pecados,

te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad.

R/ Amén.”

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La plegaria de bendición del óleo de los enfermos

Las palabras de la unción, en forma de plegaria, recogen literalmente el texto de la carta de Santiago.

Moralmente unida con la unción, está la plegaria mayor de este sacramento, la plegaria de bendición del óleo de los enfermos, que pronuncia el obispo en la misa crismal, cuya estructura consiste en memorial y epíclesis.

“Señor Dios, Padre de todo consuelo, que has querido

sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo;

escucha con amor la oración de nuestra fe

y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Paráclito sobre este óleo.

Tú, que has hecho que el leño verde del olivo

produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo,

enriquece con tu bendición este óleo,

para que cuantos sean ungidos con él

sientan en su cuerpo y alma tu divina protección

y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que, por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros

óleo santo en nombre de Jesucristo nuestro Señor,

que vive y reina por los siglos de los siglos.”

Los Ritos secundarios

En caso de necesidad, el sacerdote, que unja al enfermo, puede recitarla para bendecir el óleo sacramental.

En todo caso, el sacerdote, que unge debe recitar una plegaria análoga, en la que se recoge el contenido de la plegaria mayor, excepto la súplica de bendición del óleo.

Al símbolo principal de la unción precede el gesto-bíblico, usado por Cristo de la imposición de las manos sobre la cabeza del enfermo, como conclusión de las preces (oración de los fieles), llamada letanía, con la que a su vez se concluye la liturgia de la palabra.

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Inmediatamente después de la unción, el sacerdote que unge insiste en la oración por el enfermo; oración, según fórmulas distintas, que responden a situaciones diversas de los enfermos.

La celebración se introduce con una monición o plegaria, que recoge el texto de la carta de Santiago y con el rito penitencial (o bien el sacramento de la penitencia).

La celebración concluye con la recitación en común del Padrenuestro (que se reza o canta en todas las celebraciones sacramentales) y la bendición final sobre el enfermo.

Mc cap. 4, 5 y 6

Mat cap. 8

Lc cap 13

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

De los siete sacramentos de la Iglesia, dos están destinados al servicio de la comunidad: confieren una misión particular en la Iglesia y sirven para la edificación del pueblo de Dios; son: el sacramento del orden, destinado a la santificación del pueblo de Dios, y el sacramento del matrimonio, destinado a la santificación de la unión esponsal entre el hombre y la mujer.

El matrimonio no es una institución puramente humana; se puede decir con razón que Dios mismo es el autor del matrimonio (GS 48)

Gen 2, 24. Su relación de amor hace de ellos “una sola carne”; por eso este vínculo sagrado no depende del arbitrio humano, sino del autor del matrimonio, que quiso dotarlo de múltiples bienes y fines. Jesús mismo recordará que “desde el principio” (Mt 19,6) el amor del hombre y la mujer fue bendecido por Dios como una realidad “muy buena “ (Gen 1,31), destinada a la misión de crecer, multiplicarse y dominar la tierra. Después de haberlos creado a su imagen y semejanza (Gen 1,27), el Dios amor los asocia así como procreadores de todo nuevo ser humano.

Por desgracia, este vínculo no siempre es fiel al ideal establecido por el Creador; se ve amenazado por el espíritu de dominio, por los celos, por la infidelidad, por la división. La separación de Dios ocasiona inevitablemente la ruptura consigo mismo, con el prójimo y con el mundo. El pecado introduce un desorden en la capacidad de amar y en el modo de expresar el amor.

Os 2, 21-22; Dt 28, 15-18. Las verdaderas nupcias serán las del tiempo mesiánico (Jer 31, 21-22. 31-34).

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HISTORIA DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

I Resumen histórico de la praxis y la doctrina de este sacramento

La Iglesia del N.T. tiene conciencia de la elevación del matrimonio, celebrado, según los usos judíos o de otras culturas, a la dignidad de sacramento. Testigo de ellos, san Pablo, en Ef 5, 22-23. A comienzos del siglo II San Ignacio de Antioquía en su carta al obispo Policarpo de Esmirna, da testimonio de la persuasión de la Iglesia sobre la sacramentalidad del matrimonio entre cristianos, diciendo: “Conviene que celebren su casamiento con conocimiento (aprobación) del obispo, a fin de que el matrimonio sea conforme al Señor…” (carta a Pol. 5,2).

El matrimonio se celebra en la casa de la novia; preside el padre de la novia. Asiste la comunidad cristiana con el obispo. La celebración consiste en la expresión oral (y por escrito), ante testigos, del consentimiento mutuo de los esposos (prometidos): de los que en un tiempo precedente se comprometieron a llegar a la boda, con la entrega de los anillos (o el anillo) y los regalos (arras); este momento del desposorio (promesa) con el tiempo quedará integrado en la celebración de la boda. La expresión oral del consentimiento mutuo va acompañada del gesto de la unión de las manos: la “prónuba” (madrina) pone la mano de la novia en manos del novio; posteriormente los novios se darán mutuamente la mano.

“Los cristianos se casan como todo el mundo” –dice Diogneto (Padres Apostólicos, BAC, p.850). Pero a partir del siglo IV tenemos testimonio de una celebración en la Iglesia, posterior a la boda, que consiste en la plegaria de bendición (de evocación y de súplica) para los nuevos esposos, pronunciada antes de la comunión eucarística.

Otros ritos, heredados de las culturas ambientes: la velación (el velo, con que se cubre a la esposa y posteriormente también al esposo, sobre los hombros) y –en Oriente- la coronación de los esposos. Dos ritos llamativos y sin embargo secundarios, dada su escasa significación matrimonial.

En la Alta Edad Media, dado el peligro, que corren las instituciones matrimonial y familiar (uniones clandestinas, ilegítimas…) la Iglesia asume la responsabilidad litúrgica y jurídica del sacramento del Matrimonio.

Se celebra “ante la Iglesia” (ante la puerta de la Iglesia); preside el obispo o su delegado.

En la Alta Edad Media la Iglesia asume la responsabilidad del matrimonio entre bautizados y en todas sus dimensiones.

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El concilio de Trento defenderá el derecho de la Iglesia a asistir a los matrimonios entre bautizados y legislar sobre ellos, así como también a la sacramentalidad del matrimonio, contra la enseñanza de los reformadores. El Concilio de Trento establecerá la necesidad de la asistencia del obispo o del párroco (o sus delegados) al matrimonio celebrado entre bautizados so pena de invalidez. También requiere la presencia al menos de dos testigos.

Ni los teólogos medievales ni el concilio de Trento abordaron el problema del ministro de este sacramento; hoy –podemos decir-, es sentencia común entre los teólogos, que los ministros visibles de este sacramento son los esposos que se casan; el sacerdote (o diácono) asistente es mero testigo cualificado, si bien en el momento de la plegaria-bendición por los esposos –momento importante de la celebración- asume su condición de ministro visible en este sacramento. Sin embargo Pío XII en su encíclica “Mystici Corporis” afirma: “Los cónyuges son mutuamente, uno para el otro, ministros de gracia”.

El concilio Vaticano II ha reformado el ritual de la celebración de la boda, manteniendo el principio de legitimidad de usos y costumbres locales, que la Iglesia siempre ha respetado, salvaguardando la esencia del consentimiento matrimonial y la necesaria presencia, asistencia, del ministro testigo cualificado.

La Iglesia desde sus orígenes, ha tenido conciencia de la sacramentalidad del matrimonio, celebrado entre bautizados (los dos o uno de los cónyuges). Durante los primeros siglos, el matrimonio cristiano fue celebrado aparentemente como el matrimonio de los no cristianos (liturgia familiar, según usos y legislación romana…), salvo la autorización del obispo como representante de la Iglesia local y la bendición de los esposos en la celebración eucarística posterior.

Posteriormente, la Iglesia asume la responsabilidad de salvaguardar la institución matrimonial, cuando se encontraba en grave peligro. A partir de este momento la Iglesia desarrolla su legislación sobre el matrimonio y el ritual de la celebración del matrimonio.

EL SÍMBOLO PRINCIPAL Y ESENCIAL DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

I Naturaleza de este sacramento

El símbolo principal esencial: la mutua entrega-aceptación con palabras de presente y el gesto de la unión de las manos.

La unión de dos significantes: de dos acciones, de dos personas ministros, que, en razón de su semejanza, significan (hacen, dan) lo mismo, pero a distinto nivel. Los dos significantes se entienden uno visible y otro invisible.

Los significantes (ministros) visibles en el sacramento del matrimonio, son él y ella, que se casan, en el momento de expresar su compromiso matrimonial: su mutua entrega-aceptación oralmente con palabras de presente. Este compromiso matrimonial, expresado según diversas fórmulas sacramentales, va acompañado de la unión de las manos. El gesto de la unión de las

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manos, vigente en el judaísmo y en otras culturas, ha conservado su vigencia en la celebración del sacramento del matrimonio en Oriente y en Occidente. Y es preciso advertir, que, no obstante haber pasado más o menos desapercibido, es el gesto más idóneo para expresar la mutua entrega-aceptación de los esposos. Evidentemente el gesto de la unión de las manos es más expresivo que las palabras que lo acompañan, si bien tiene el inconveniente de la ambigüedad.

La unión de las manos: la unión de los esposos

El gesto de la unión de las manos es un gesto sustitutivo del gesto-acción (simbólica) máximo expresivo de la unión (coito) conyugal, que por su naturaleza requiere intimidad y, por tanto, está rodeado del pudor, que impide sea realizado públicamente, ritualmente.

Cristo, el Esposo de la Iglesia, ministro invisible de este sacramento

El significante (ministro) invisible del sacramento del matrimonio entre cristianos es Cristo “el Esposo” de la Iglesia (la humanidad entera llamada a ser Iglesia) “la esposa” de Cristo. El desposorio-matrimonio de Cristo con la Iglesia se realizó de modo inefable en el misterio de la encarnación del Hijo de Dios hecho hombre (“carne”). La humanidad individual de Cristo, es representativa de toda la humanidad. En la “carne” asumida por el Hijo de Dios adquiere plenitud de sentido la expresión “serán los dos una sola carne”. Este inefable matrimonio tuvo su expresión definitiva en la entrega por amor de Jesucristo hasta la muerte de cruz, hasta la resurrección, como admirablemente lo expresa el apóstol San Pablo en Ef 5, 22-23. Este desposorio-matrimonio de Cristo con su Iglesia se representa, se actualiza, en la celebración del sacramento del matrimonio tantas cuantas veces se pone el signo sacramental, de modo que los esposos cristianos sean imagen viviente, durante toda su vida matrimonial, de la relación amorosa de Cristo y de su Iglesia.

Todo matrimonio, en cuanto institución en el orden de la creación, es preciso decir que es también “sacramento” (en sentido lato) de la comunión misteriosa de Dios con la humanidad. Ya los profetas del A.T. ilustran la comunión de Dios-con-nosotros bajo la imagen de las nupcias. Dios es como un esposo amante, celoso, de su pueblo, la esposa, que cae una y otra vez en la idolatría, yéndose tras otros dioses (“adulterio”). Pero con la llegada del Mesías el inefable matrimonio de Dios con su nuevo pueblo será el prototipo de las nupcias cristianas.

La presencia actuosa del significante invisible en el significante visible es posible gracias al memorial.

El memorial del matrimonio de Cristo con la Iglesia se expresa principalmente en la plegaria de bendición por los esposos.

El memorial tiene su expresión más alta en la plegaria mayor, la plegaria de bendición, de evocación y de súplica, por los esposos; plegaria, situada en el momento inmediato anterior a

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la comunión eucarística y, por tanto, separada ritualmente de la acción simbólica principal, esencial, del sacramento del Matrimonio, con la cual la plegaria por los esposos está moralmente unida.

El rito del sacramento del Matrimonio

II Las dimensiones del símbolo principal del sacramento del Matrimonio

- La dimensión cristológica pascual.

Cristo ama a su Iglesia y se entregó por ella.

La dimensión cristológica pascual, por ser la dimensión principal, entra necesariamente en la definción del símbolo principal de cada sacramento. En Efesios, 5, 31-33 el apóstol afirma claramente que la unión de los cónyuges cristianos es “misterio” (sacramento, símbolo) de la unión de Cristo con su Iglesia: “…abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”.

Efesios 5, 22-33: “Cristo amó a la Iglesia y se entregó (a la muerte) por (a favor de, en provecho de) ella (resurrección). De la dimensión pascual deriva la dimensión ética, como bien lo dice el apóstol en Efesios, 5, 25-33: “Así (como ama Cristo) deben también amar los maridos a sus mujeres, como a cuerpos suyos que son (como a su propio cuerpo)”.

- Dimensión pneumática. Cristo se entregó por ella…para purificarla y consagrarla

La dimensión pneumática está también expresada en el texto paulino, que estamos analizando: Cristo se entregó por la Iglesia “…para consagrarla…radiante, sin mancha ni arruga, ni nada semejante…santa e inmaculada…” Purificación, santificación, glorificación…son atributos de la actividad del Espíritu Santo. Actividad purificadora, santificadora, de la que participan los esposos por el sacramento, que celebran-reciben.

La acción del Espíritu Santo está afirmada solemnemente en la plegaria de bendición de los esposos, en el momento principal de la epíclesis, junto con el gesto epiclético de la imposición de las manos.

- Dimensión eclesial.

La Iglesia, esposa de Cristo, está también simbolizada, juntamente con Cristo, el esposo, en la unión matrimonial de los dos esposos (cfr. Efesios 5, 25-33). Pero hay más, la Iglesia se realiza, crece, en, por, el sacramento del Matrimonio. La Iglesia (comunidad, comunidades) consiste en las familias cristianas. Y del mismo modo que damos a la Iglesia el título de familia –la gran familia de los hijos de Dios-, así también damos a las familias cristianas el título de Iglesia –la pequeña iglesia, la eclesiola-, porque en el seno de la familia cristiana se cumplen funciones eclesiales, tales como la transmisión de la fe-vivencia cristiana. Además existe una a modo de ósmosis entre la Iglesia y la familia; ambas, la Iglesia y la familia, están abiertas mutuamente, recíprocamente.

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- Dimensión escatológica. Las Bodas eternas.

El sacramento del Matrimonio, como todos los sacramentos, es provisional. El sacramento del Matrimonio –los matrimonios cristianos- culminarán en el gran significante invisible: la comunión de la humanidad glorificada con Dios en Cristo, bajo la imagen de las bodas eternas de Dios en Cristo –“el Cordero”- y del “Banquete de bodas” celestial. Esta situación novísima, definitiva (en la que ya no es necesario el símbolo), se anticipa en la celebración gozosa del sacramento del Matrimonio y en la vida de comunión de los esposos cristianos.

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

La expresión sacramental de la mutua entrega-aceptación.

El momento culminante de la celebración (la acción simbólica principal, esencial) consiste en el rito de la mutua entrega-aceptación de los esposos, con el gesto de la unión de las manos y las palabras sacramentales, que se dicen:

Yo N. te recibo a ti N. como esposo/a y me entrego a ti

y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad,

en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.

El ministro que preside confirma el consentimiento mutuo, como testigo cualificado.

La plegaria mayor, de bendición por los esposos

Que se reza posteriormente, es, no obstante, elemento integrante del momento culminante de la celebración del matrimonio. He aquí una de sus fórmulas:

Oh Dios, que con tu poder creaste todo de la nada

y desde el comienzo de la creación hiciste al hombre a tu imagen

y le diste la ayuda inseparable de la mujer, de modo que

ya no fuesen dos, sino una sola carne, enseñándonos que nunca

será lícito separar lo que quisiste que fuera una sola cosa.

Oh Dios, que consagraste la alianza matrimonial con un gran Misterio

y has querido prefigurar en el matrimonio la unión de Cristo con la Iglesia.

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Oh Dios, que unes la mujer al varón y otorgas a esta unión,

establecida desde el principio, la única bendición, que no fue abolida

ni por la pena del pecado original ni por el castigo del diluvio.

Mira con bondad a estos hijos tuyos, que, unidos en matrimonio,

piden ser fortalecidos con tu bendición; envía sobre ellos

la gracia del Espíritu Santo, para que tu amor, derramado

en sus corazones, los haga permanecer fieles en la alianza conyugal.

Abunde en tu hija N. el don del amor y de la paz e imite los ejemplos

de las santas mujeres, cuyas alabanzas proclama la Escritura.

Confíe en ella el corazón de su esposo, teniéndola por copartícipe

y coheredera de una misma gracia y una misma vida,

la respete y ame siempre, como Cristo ama a su Iglesia.

Y ahora, Señor, te pedimos también que estos hijos tuyos

permanezcan en la fe y amen tus preceptos; que, unidos en matrimonio,

sean ejemplo por la integridad de sus costumbres; y fortalecidos

con el poder del evangelio, manifiesten a todos el testimonio de Cristo;

(que su unión sea fecunda, sean padres de probada virtud,

vean ambos a los hijos de sus hijos) y después de una feliz ancianidad,

lleguen a la vida de los bienaventurados en el reino celestial.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Los símbolos-ritos secundarios: anillos y arras

La mutua imposición de los anillos “en señal de mi amor y fidelidad a ti”. Y la mutua entrega de las arras “como signo de los bienes, que vamos a compartir”. El anillo subraya la fidelidad conyugal. Las arras: los

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bienes, que van a compartirse, son como la extensión de las personas; compartir la vida en común, compartir los bienes.

El examen o escrutinio

Precede, como en el sacramento del orden un examen o escrutinio de la intención de los esposos, expresada públicamente (ante la Iglesia), sobre cuestiones fundamentales: la libertad, el amor, la educación en la fe de los hijos. La celebración del sacramento del Matrimonio viene precedida de la liturgia de la palabra y culmina, previa oración de los fieles, con la liturgia eucarística.

La comunión eucarística de los esposos tiene una significación especial. Participan anticipadamente en el banquete celestial de las bodas del cordero (Cristo) con su esposa la Iglesia, a las que ellos simbolizan por el sacramento del Matrimonio. Participan en el cáliz de la sangre del Señor: sangre de la alianza nueva y eterna, la alianza de Cristo con la Iglesia, que ellos han sellado en sí mismos y hacen visible con sus anillos (alianzas).

II. Características del matrimonio cristiano

a) La unidad y la indisolubilidad

El amor conyugal comprende una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona; aspira a una unidad profundamente personal; unidad que, por encima de la unión en una sola carne, forma también un solo corazón y una sola alma “de modo que ya no son dos, sino una sola carne” (Mt 19,6; Gén 2,24).

La unidad del matrimonio confirmada por el Señor se manifiesta de manera patente también en la igual dignidad personal del hombre y de la mujer, que debe ser reconocida en el amor mutuo y pleno (GS 49).

Lo contrario de estas dos cualidades es:

1ª la poligamia, porque contradice el designio original de Dios y ofende a la igual dignidad personal del hombre y de la mujer, los cuales en el matrimonio se dan con un amor total, y, por lo mismo, único y exclusivo;

2ª el divorcio, porque separa lo que Dios ha unido (Mt 19,6) y contradice aquel carácter definitivo que tiene su fundamento y su fuerza en Jesucristo.

b) La fidelidad

El amor conyugal es también un amor fiel y exclusivo hasta la muerte; así lo entienden los esposos el día de su boda, cuando, libremente y con plena conciencia se comprometen mutuamente.

La fidelidad expresa la constancia en el mantenimiento de la palabra dada. Dios es fiel. Lo opuesto a la fidelidad es el adulterio. Los profetas lo entendieron como una forma de idolatría (Os 2,7), y el Nuevo Testamento lo condena de modo tajante (Mt 5,32; 19,6; Mc 10,11; 1 Cor 6, 9-10). El adulterio es una

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injusticia; una lesión contra el vínculo conyugal, que compromete la unión estable de los padres-esposos y el bien de los hijos.

c) La fecundidad

Es el signo y el fruto del amor conyugal, el testimonio vivo de la plena entrega recíproca de los esposos, la expresión concreta de estar del lado de la vida. El amor conyugal tiende por su misma naturaleza a ser fecundo, ya que el significado unitivo y el procreativo constituyen la unidad del acto conyugal querido por Dios. Los esposos son llamados por especial vocación a ser cooperadores del amor de Dios creador y de Cristo salvador, el cual, a través de ellos, continuamente dilata y enriquece su familia. Siendo un acto de amor plenamente humano, y no simple transporte del instinto y del sentimiento, los esposos deben realizar su deber conyugal con responsabilidad humana y cristiana.

La fecundidad del amor conyugal no se limita, sin embargo, a la meta procreación de los hijos, sino que se prolonga y enriquece con todos aquellos frutos de vida moral, espiritual y sobrenatural que el padre y la madre están llamados a dar a los hijos y, mediante los hijos, a la Iglesia y al mundo. Al engendrar en el amor y por amor una nueva persona, los padres se comprometen a educarla para que lleve una vida plenamente humana y cristiana.

La celebración del sacramento del matrimonio es, entre todas las celebraciones sacramentales, la más susceptible de ser inculturada en las diversas culturas.

Como sacramento destinado al servicio y a la comunión confiere una misión particular en la Iglesia para su edificación. El sacramento del matrimonio está destinado a la santificación de la unión esponsal.

Capítulo I, 2ª Parte de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia y el mundo actual (Gaudium et Spes) sobre la dignidad del matrimonio y la familia cristiana. Números 47-52

CIC, 2ª Parte, 2ª Sección, Capítulo 3º, Art. 7: El sacramento del Matrimonio.

EL SACRAMENTO DEL ORDEN

Mc 3, 13-19; Jn 20-21; les confirió su misma autoridad, y los envió a proclamar el reino de Dios y curar a los enfermos (Lc 9,2); les constituyó “ministros de una alianza nueva” (2 Cor 3,6), “ministros de Dios” (2 Cor 6,4), “servidores de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios” (1 Cor 4,1).

Lc 22, 29-30

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Este sacramento es llamado orden, porque ya en la antigüedad romana se llamaba ordines a las diversas corporaciones civiles.

En la Iglesia existió también desde el principio un ordo de gobierno y de guía pastoral, en el que eran recibidos, mediante una ordinatio, los que eran elegidos para el ministerio de obispos, de presbíteros y de diáconos.

El signo visible y sacramental de esta ordenación y consagración lo constituye la imposición de las manos por parte del obispo junto con una oración consagratoria.

HISTORIA DEL SACRAMENTO DEL ORDEN

Indicios rituales del sacramento del Orden en el Nuevo Testamento

En primer lugar el ministerio de los Doce; y además, “apóstoles” (no incluidos en el número de los doce), “profetas”, “evangelizadores”, “doctores”,…

Tenemos indicios rituales de la ordenación sacramental para este triple ministerio: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.

En Hechos de los apóstoles 6, 1-3 aparece la ordenación de los 7 primeros diáconos. Previamente elegidos, Pedro “les impone las manos, orando”.

En Hechos de los apóstoles 13, 3-4: Pablo y Bernabé, elegidos para la misión a la que el Espíritu Santo les llama (función apostólica, de extender, fundar, la Iglesia, que requiere consagración y potestad espirituales) son “separados” (ordenación episcopal). Los dirigentes de la Iglesia de Antioquía, en una celebración litúrgica en honor del Señor “ayunando y orando les impusieron las manos y los despidieron”. Un siglo después volveremos a encontrar el ayuno ritual antes de la ordenación episcopal en la tradición apostólica de Hipólito de Roma.

1 Timoteo 4,14: “…la gracia, que te fue dada a causa de las profecías (plegaria, pronunciada delante de, en nombre de, Cristo) con la imposición de las manos del colegio de los presbíteros” (el obispo junto con otros obispos; el obispo junto con su presbiterio). No parece que se trata de una ordenación presbiteral, sino episcopal, las denominaciones en el N.T. son fluctuantes.

II Timoteo 1,6 : “…que renueves la gracia de Dios, que está en ti, por la imposición de mis manos” (ordenación)

En los tres casos observamos el esquema de la esencia del sacramento del Orden: imposición de las manos y plegaria (la plegaria de bendición consagratoria).

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II Resumen histórico de la praxis y de la doctrina del sacramento del Orden

A partir del siglo II tenemos testimonios de los tres ministerios permanentes, a los que se accede por el sacramento del Orden: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. Pronto se adopta el término “Ordo” (orden) para designar los tres rangos de ministerios en la Iglesia (LG 28).

Se adopta también el término “sacerdote” para designar al obispo y al presbítero, cuando ya no hay peligro de confundirlos con los sacerdotes judaicos o paganos.

En la tradición apostólica de Hipólito tenemos el primer ritual de ordenación de obispo, presbíteros y diáconos. La ordenación consiste –como ya sabemos- en la imposición de las manos y la plegaria mayor, de bendición, consagratoria. La ordenación del obispo se hace en domingo.

a) Además del obispo ordenante imponen las manos también otros obispos, como signo de agregación al colegio episcopal.

b) Y después de imponer las manos el obispo a los presbíteros, imponen las manos también algunos presbíteros, como signo de incorporación al presbiterio del obispo.

c) A los diáconos les impone las manos sólo el obispo. Pronto se introduce también la imposición del evangeliario sobre los hombros y la cabeza del que es ordenado obispo, durante la plegaria consagratoria. La significación de este antiguo ruto, usual en Oriente y Occidente, no es clara.

Ritos secundarios explicativos

Posteriormente, en la alta Edad Media, el ritual de las ordenaciones se enriquece con nuevos ritos, que explicitan el rico contenido del símbolo-rito principal: La unción, con el santo crisma, de la cabeza del obispo y de las manos del presbítero. Significa la efusión del don del Espíritu Santo, que consagra al ordenando y le comunica el poder de consagrar. Evoca la unción de Aarón (Levítico 8,12), de los sumos sacerdotes, reyes, profetas, del A.T.; y sobre todo, la unción mesiánica de Cristo (“el Espíritu Santo se posó sobre Él”, en el Jordán). La unción explicita el sentido de la imposición de las manos: comunicación del don del Espíritu Santo para la triple función: profética, sacerdotal, regia. El símbolo-rito de la unción, que acentúa la función sacerdotal, con el tiempo adquirió tanto relieve que aparecía como el símbolo-rito principal.

Quizá por esta razón la teología medieval, con visión reduccionista, se centró casi exclusivamente en la función sacerdotal del episcopado y del presbiterado, con menoscabo de las otras dos funciones: profética o magisterial y de dirección de la comunidad). Esta polarización en la función sacerdotal, cultural, sacramental, llega hasta el extremo de poner en

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duda e incluso negar la sacramentalidad del episcopado, pues se advierte que, desde el punto de vista de lo sacramental, lo tiene todo el presbítero, excepto la colación del sacramento del Orden. Se llega a decir que el episcopado es un oficio o cargo superior; que tiene el mismo poder que el presbítero sobre el cuerpo eucarístico de Cristo (orden), aunque mayor poder sobre el cuerpo Místico (jurisdicción).

A esta polarización en lo sacerdotal o sacramental contribuyen también los ritos secundarios, explicativos, introducidos en la alta Edad Media: la entrega del evangeliario, el báculo; la imposición del anillo; la entronización en la sede episcopal en la ordenación de los obispos. La entrega de la patena con el pan y del cáliz con el vino, que se pondrán sobre la mesa-altar para la celebración de la eucaristía en la ordenación de los presbíteros. La entrega del evangeliario en la ordenación de los diáconos.

Los reformadores niegan la sacramentalidad de los ministerios en la Iglesia, pues –dicen- no aparece expresa su institución en boca de Cristo en el Nuevo Testamento. El concilio de Trento definirá la sacramentalidad de los tres órdenes (también del Episcopado), así como también el carácter indeleble de este sacramento.

Pío XII en su constitución apostólica “Sacramentum Ordinis” (1948) declaró que el símbolo esencial del sacramento del Orden es la imposición de las manos junto con la plegaria mayor, consagratoria, que sigue a continuación. Declaró también que los obispos asistentes concelebran con el obispo que preside; deben imponer conjuntamente las manos y recitar las palabras principales de la plegaria.

En los tiempos del concilio Vaticano II se resitúa el ministerio ordenado, no sobre la Iglesia, sino en el interior de la misma, simbolizando así a la Iglesia, servidora en medio del mundo. Y el episcopado vuelve a ser considerado, no como escalón superior al presbiterado, sino como plenitud del ministerio en la Iglesia, del que derivan los otros ministerios. Ambos datos impregnan el contenido del nuevo ritual, salido de la reforma litúrgica posconciliar.

A partir del C. Vat. II (de la doctrina sobre el episcopado contenida en la Ecclesiam suam) en el ritual de órdenes el episcopado se afirma como plenitud del sacerdocio y como sacramento del que derivan los otros dos grados de ministerios permanentes en la Iglesia.

NATURALEZA DEL SACRAMENTO DEL ORDEN

El símbolo sacramental.-

El ministro visible, el Obispo, actúa en persona de Cristo ministro invisible.

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El significante, ministro visible, es el obispo, que impone las manos, orando, sobre el ordenando (obispo, presbítero, diácono). Las imposiciones de manos de los obispos concelebrantes se entienden como signo de agregación al colegio episcopal; las imposiciones de manos de los presbíteros se entienden como signo de agregación al presbiterio del obispo.

El memorial.- Su expresión más clara tiene lugar en la plegaria mayor de este sacramento. Toda la celebración del sacramento del orden es evocadora de Cristo; “Pedro, Juan, ordenan, es Cristo quien ordena”. Pero la expresión más alta del memorial sacramental es la plegaria mayor, plegaria de bendición, consagratoria, en la que evocamos a Cristo pastor, cabeza, en su triple función profética, sacerdotal, regia o diaconal, a partir de la pre-historia de Cristo (los anuncios proféticos de Cristo servidor) y en la que suplicamos que el acontecimiento de Cristo, que permanece eternamente como ministro del santuario en los cielos (Hebreos 8, 1-3) se actualice en los ordenados-ministros de Cristo.

Rito.- Nos referimos aquí al símbolo principal, esencial, del sacramento del orden: la imposición de las manos, orando, que ha sido fijado –como consta en N.T.- por los apóstoles (y por tanto, por Cristo), con vistas a ser repetido en la Iglesia, como signo de reconocimiento de la identidad eclesial.

Dimensiones del símbolo sacramental del orden

- Dimensión cristológica pascual.- El Buen Pastor que da la vida por las ovejas.

He aquí el ministerio capital, pastoral, de Cristo en clave pascual, que se representa (se hace presente) en el ministro ordenado (obispo, presbítero, diácono), en virtud de la ordenación, para que, ejerciendo las funciones ministeriales “en persona de Cristo”, se vaya cumpliendo en su vida ministerial.

- Dimensión pneumática.- La mano, que se impone es símbolo del Espíritu Santo.

- Dimensión eclesial.-

Es Cristo con su Espíritu quien ordena; es la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ordena por la mediación del ministro visible, que la representa y que actúa en persona de la Iglesia.

La Iglesia, que, durante el primer milenio aproximadamente, elegía y presentaba a los ministros, para que fueran ordenados por el obispo, sigue siendo responsable representativamente: informando sobre la idoneidad de sus ministros, orando por ellos y fomentando la vocación al ministerio.

Los ministerios, por otra parte, son de la Iglesia; no, sobre la Iglesia; se ejercen desde dentro de la Iglesia para el servicio (ministerio) de la Iglesia, toda ella servidora (ministra) en medio

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del mundo. Los ministerios –sobre todo los ordenados, permanentes- simbolizan y hacen presente la dimensión ministerial de toda la Iglesia.

Dentro de la dimensión eclesial consideramos:

. La colegialidad episcopal: la dimensión colegial del episcopado. El obispo, por el sacramento del orden, es ordenado: colocado dentro del orden (colegio, cuerpo o corporación) de los obispos, todos ellos, en comunión con su cabeza, el Obispo de Roma, corresponsables del conjunto de las Iglesias particulares (diócesis), que integran la Iglesia Universal. Esta corresponsabilidad de todos los obispos es previa a la responsabilidad de cada obispo sobre su Iglesia local. Por eso, se requiere que sean varios los obispos, que concelebran junto con el obispo que preside.

. El Presbiterio del Obispo: Y también la dimensión colegial del presbiterado. –Los presbíteros son ordenados, colocados, en el orden de los presbíteros. Antes que delegados del obispo en las parroquias y otras actividades pastorales, son el presbiterio del obispo: sus cooperadores (en orden inferior al episcopal) en la triple función ministerial del obispo.

- Dimensión escatológica.-

En la ordenación y en la vida ministerial del ordenado se anticipa la condición gloriosa de los ministros de Cristo y de su Iglesia, perennemente ministros en virtud del carácter sacramental indeleble, que los asemeja a Cristo, el Señor-Servidor, “el Pontífice, que se sentó a la derecha de la Majestad en los cielos, el ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, que erigió el Señor, no el hombre” (Hebreos 8, 1-3).

LA CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO DEL ORDEN

El símbolo-rito esencial principal: la imposición de las manos y la plegaria de bendición consagratoria.

En la plegaria hay unas palabras esenciales, pronunciadas por todos los concelebrantes. Presentamos el texto de la plegaria de ordenación del obispo, vigente desde la reforma posconciliar. Es la misma plegaria del ritual de la tradición apostólica de Hipólito de Roma:

Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,

Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, que tienes

tu trono sobre los cielos y desciendes para mirar a los hombres;

Tú sabes todo antes de que suceda; en tu palabra, que contiene

todo don, has establecido las reglas de la Iglesia:

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elegiste desde el principio un pueblo santo, descendiente de Abraham,

y le diste reyes y sacerdotes, que cuidaran del servicio

de tu Santuario, porque desde el principio

quisiste ser glorificado en tus elegidos.

Infunde ahora sobre este siervo tuyo, que has elegido,

la fuerza, que de Ti procede: el Espíritu de Soberanía, que diste

a tu amado Hijo Jesucristo y Él a su vez comunicó

a los Santos Apóstoles, quienes establecieron la Iglesia

por diversos lugares, como santuario tuyo,

para gloria y alabanza incesante de tu Nombre.

Oh Padre, conocedor de los corazones! concede a este hijo tuyo,

elegido para el Episcopado apacentar tu pueblo santo;

ejercer ante Ti sin reprensión el Sumo Sacerdocio,

servirte día y noche e interceder siempre por el pueblo,

ofreciendo los dones de tu Santa Iglesia.

Que en virtud del Sumo Sacerdocio tenga el poder

de perdonar los pecados según tu voluntad;

Que distribuya los ministerios de la Iglesia, siguiendo tus designios;

ate y desate todo vínculo conforme al poder, que diste a los Apóstoles.

Que te sea grato por la mansedumbre y dulzura de corazón,

ofreciendo su vida en sacrificio por medio de tu Hijo Jesucristo,

por quien recibes la gloria, el poder y el honor,

con el Espíritu Santo, en la Iglesia, ahora y por los siglos de los siglos.”

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Los símbolos-ritos secundarios explicativos

Recogemos aquí las palabras, que acompañan los ritos secundarios de la ordenación episcopal.

Al ungir la cabeza:

Dios, que te ha hecho partícipe del Sumo Sacerdocio de Cristo, derrame sobre ti el bálsamo de la unción

y con sus bendiciones te haga abundar en frutos.

Al entregarle el Evangeliario:

Recibe el Evangelio y anuncia la Palabra de Dios

con deseo de enseñar y con toda paciencia.

Al poner el anillo:

Recibe este anillo, signo de fidelidad,

y permanece fiel a la Iglesia, Esposa Santa de Dios.

Al entregarle el báculo:

Recibe el báculo, signo de Pastor, y cuida de toda tu grey,

porque el Espíritu Santo te ha constituido obispo

para que apacientes la Iglesia de Dios.

Recibe también la mitra y es invitado a sentarse en la sede episcopal, si es ordenado en la Catedral de la que será su diócesis.

En la ordenación de los diáconos, terminada la plegaria mayor, son revestidos con la estola al modo diaconal y con la dalmática.

En la ordenación de los presbíteros, terminada la plegaria mayor, se les pone la estola según el modo presbiteral y la casulla.

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A continuación prosigue la liturgia eucarística, en la que los ordenados obispo o presbíteros concelebran, ocupando un lugar preferente.

Al momento principal de la ordenación precede siempre la letanía de intercesión por los ordenandos, que oran postrados. E inmediatamente antes de la Oración de los fieles los ordenandos son llamados y previo informe sobre ellos (en el caso de la ordenación del obispo, la lectura del mandato apostólico de la Santa Sede para ser ordenado) son amonestados (homilía) e interrogados sobre el ministerio que reciben por el obispo que preside. Ha precedido la liturgia de la palabra.

El sacramento del orden –como afirma la Lumen Gentium- es único, pero se ejerce en tres grados diferentes: El ministerio eclesiástico de institución divina se ejerce en órdenes diversos por los que ya antiguamente son llamados obispos, presbíteros y diáconos”

a) El episcopado.

La naturaleza colegial del orden episcopal se manifiesta por el hecho de que la ordenación está presidida de ordinario al menos por tres obispos, que reciben un mandato especial del obispo de Roma, el Papa (cf CIC 1.013.1.014).

AG 38

b) El presbiterado.

PO 2

c) El diaconado

Es oficio del diácono: administrar solemnemente el bautismo, conservar y distribuir la eucaristía, asistir y bendecir el matrimonio en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Lectura del Evangelio en la Liturgia de la Palabra, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y la oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito exequial; también se dedican a los oficios de caridad y de asistencia (LG 29). El Vaticano II ha restablecido en la Iglesia latina el diaconado como orden propio y permanente de la jerarquía; este diaconado permanente puede ser conferido también a los hombres casados.

Capítulo III de la constitución dogmática sobre la Iglesia (“Lumen Gentium”)

CIC, 2ª Parte (La Celebración del Misterio Cristiano), 2ª Sección (Los Sacramentos de la Iglesia), Cap. III (Los Sacramentos al servicio de la Comunidad), Art. 6, El Sacramento del Orden.