Cuando volví a verlo ya había pasado mu-cho tiempo. Seguía tensando su cabellolacio hacia el parietal izquierdo, pero ya notraía ensartado en la boca el habano con queapestaba su oficina de Te l e v i c e n t ro, en ave-nida Chapultepec. Con él trabajé en aquelentonces convirtiendo novelas clásicas ent e l e t e a t ros de cinco capítulos que dirigía Fe r-nando Wagner: La dama de las picas, Cr i m e ny castigo, El príncipe idiota… Ese príncipeidiota que nada tenía que ver —murmura-ba socarronamente el maestro Wagner du-rante las grabaciones en el estudio Q— conEmilito, el here d e ro absoluto de don Em i l i oAzcárraga Vidaurreta.

—Jo jo —reía Wagner—, el príncipeidiota.

Por diferencias precisamente con Emi-lito, Luis de Llano abandonó el consorciot e l e v i s i vo durante muchos años. Ahora ha-bía vuelto, ya viejo, luego de restaurar he-ridas y resanar malos entendidos. Le diero nuna arrinconada oficina en Televisa Sa nÁngel donde planteaba una telenovela ins-pirada en Casi el paraíso de Luis Spota y laresucitación de los teleteatros.

Ahí fui a visitarlo, a recordar tiemposidos, a charlar con quien fue motor impor-tante del crecimiento de Te l e v i c e n t ro, luegoconvertido en la arrogante Televisa.

Sonó el teléfono, Luis de Llano levantóla bocina. Lo necesitaban con urgencia enuno de los foros y me pidió acompañarlo.

Mientras surcábamos la serpiente de pa-sillos, corre d o res y patios de los estudios deSan Ángel, Luis de Llano me propuso re g re-sar a trabajar con él para adaptar algunasobras de Usigli, muerto quince años antes:La familia cena en casa, Medio tono y El niñoy la niebla. Quería grabarlas como un home-naje a quien fue el padre del teatro mexi-cano moderno, decía. Po rque ya nadie seacuerda de él, porque los idiotas que tra-

bajan aquí no tienen la menor idea de quiénfue Rodolfo Usigli.

— C l a ro que saben de Usigli —re p l i q u é .—Para nada —dijo Luis de Llano—.

Son tan ignorantes que da vergüenza. Teasombrarías de su incultura.

—Pero tratándose de Usigli…—¿Quieres que te lo demuestre?Hacia nosotros avanzaba un joven tra-

jeado, de corbata amarilla, jefe del depar-tamento literario de Televisa… o algo así,lo identificó Luis de Llano.

Ágil, sonriente, el trajeado interru m p í asu recorrido saludando a trabajadores de losforos, deteniéndose a intercambiar frasescon algún actor, dando un besito de cache-te a una actriz. Estuvo a punto de pasar delargo, agitando la mano.

—Buenas, don Luis.Luis de Llano lo obligó a detenerse.—Oye, Pepe, ¿no has visto por aquí a

Rodolfo Usigli?—¿A quién?—A Rodolfo Usigli. ¿No sabes si ya

llegó?—Creo que estaba en el estudio tres,

don Luis —dijo el trajeado presumiendode eficiente—. Si lo veo le voy a decir queusted lo anda buscando.

—Gracias, Pepe.Mientras el trajeado se alejaba, Luis de

Llano giró la cabeza para sonreírme.—¿Lo ves?

REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 103

Lo que sea de cada quienLuis de Llano en busca de Usigli

Vicente Leñero

Mientras surcábamos la serpiente de pasillos, corredores y patios de los estudios de San Ángel,

Luis de Llano me propuso regresar a trabajar con élpara adaptar algunas obras de Usigli.

Rodolfo Usigli