rum 40. lagrimitas de maría félix

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Vicente Leñero

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Page 1: RUM 40. Lagrimitas de María Félix

Alex me tiene mucha paciencia. Yo soy unamujer difícil; tengo mi carácter, mi genio.Ah sí, qué difíciles somos las mujeres y quédifícil debe ser para el hombre aguantarnuestros malos ratos. Pero yo también letengo paciencia a él, no crean que no. Po rejemplo, me molesta el olor del puro, mep a rece una pestilencia, y lo más fácil seríaponerle mala cara; pero yo me digo: Ma r í a ,es mejor que lo fume aquí en su casa a quevaya a fumarlo a otra parte. Claro. ¿No ten-go razón?

Así hablaba María Félix en 1966, en suscincuenta y dos años de edad. Vestía pan-talones ceñidos a sus nalgas y batía de unlado a otro su copiosa cabellera.

La escuchábamos arrobados Jorge deAngeli, Ernesto Spota y yo. Habíamos idoa su casa de Sh a k e s p e a re, en Polanco, a con-c e rtar un re p o rtaje para la revista C l a u d i a .No se trataba de hacerle una entrevista sinode fotografiar su casa: mostrar a los lec-tores dónde y cómo vivía la Doña: sus ha-

b itaciones, sus muebles, sus cuadros, susobjetos queridos.

A María Félix le encantó el proyecto ydio el visto bueno para que nuestro fotó-grafo Alex Klein —tocayo de su marido—i n vadiera su territorio privado con cámarasy lámparas durante dos mañanas. Yo meencargaría solamente de redactar los piesde foto.

Entrando y saliendo a intervalos por losc u a rtos, de aquí para allá, la Doña se hizop resente en las dos sesiones. Reina, su ad-ministradora, nos vigilaba estricta.

—Cuidado con este cojín. No vayan amaltratar la mesa. Por favor no toquen lasporcelanas.

Me asombré de los cuadros que re p re-sentaban por todas partes a la famosa:R i vera, Leonor Fini, Sofía Bassi, Carring-ton, Lepri, Chávez Marión. Pe ro me sor-p rendí sobre todo, en su recámara pala-ciega, de la cabecera que le diseñó DiegoR i vera, su platónico enamorado. Ba r ro c apor sus volutas y sus re t o rcimientos, costo-sa por el dispendio de aquella mole macizade pura plata, cursi sin lugar a dudas, la talcabecera constituía el mejor ejemplo deltalento desperdiciado por el capricho deuna mujer.

Tr a b a j a ron duro Alex Klein y su asisten-te mientras yo tomaba notas en mi libre t i t ay conversaba con la Félix.

No quería que concluyéramos las se-siones —me dijo— sin fotografiar su últi-ma adquisición: una cajonera del siglo X I X

recién llegada de París. El mueble ocuparíaun sitio de privilegio en su b o u d o i r p e roaún no estaba a punto del flashazo. Fa l t a b aque el ebanista responsable de los mueblesde la actriz terminara de adosar, al semblan-te de los cajones, una docena de porc e l a n a sde Me i s s e n .

La Doña pensó que el ebanista con-cluiría su tarea antes de la segunda sesiónfotográfica, pero la precisión obligó a unretraso y el mueble no estaría terminado—dijo el ebanista— hasta la semana si-g u i e n t e .

Tanto era el interés de María Félix por-que su mueble figurara en el reportaje, queaceptamos sin remilgos una nueva sesión.

Y ahí estuvimos otra vez en la casa deShakespeare, siete días después. Mientrasel fotógrafo de Claudia d e s p e rd i c i a b arollos buscando ángulos insólitos para fa-vo recer al pinche mueble, reparé en el sem-blante de María, atenta a los disparos dela cámara.

—¿Verdad que es precioso?—Precioso, María.—No sabe lo que me costó convencer

a su dueño de que me lo vendiera. Unaherencia de familia. Un tesoro para él.

—Ya me imagino.— Pe ro qué cree. Ayer llegó de Eu ro p a

Alex, mi marido, y se lo enseñé. No sabíanada, era una sorpresa. Lo vio por prime-ra vez .

—Y le encantó.—¡No! Le pareció un mamotreto.—No me diga.— Un capricho absurdo, un despilfarro ,

un mamotre t o. Ya no sé cuántas cosas horri-bles dijo de mi cajonera. El caso es que nospeleamos y se salió de la casa hecho unafuria. Hacía mucho tiempo que él y yo noteníamos una diferencia y ahora la tuvimos,horrible horrible, por mi cajonera precio-sa... ¿Ve rdad que es pre c i o s a ?

— Preciosa, señora —dije, sorpre n d i d oaún por la insólita confidencia.

Y fue entonces, al girar la cabeza, cuan-do vi escurrir por el make-up de las mejillasde María Félix un hilito de lágrimas.

Lo que sea de cada quienLagrimitas de María FélixVicente Leñero

100 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

María Félix