rum 100. buenas noches, señor usigli

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98 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO No me esperaba encontrar a Rodolfo Usigli entrando en el teatro Xola donde se pre- sentaba (noviembre de 1968) mi primera obra de teatro. Jamás lo había visto en per- sona pero lo admiraba, más que por sus dra mas y comedias —nunca las consideré suficientemente logradas— por su radical defensa de la dramaturgia mexicana y por los epílogos que añadía a sus obras ya im- presas, siempre lúcidos, convincentes, es- critos con brillantez académica. Llegó con su esposa Argentina y yo lo vi de espaldas, escondiéndome. Cuando terminó la función me hice presente y me dio un abrazo cálido mien- tras decía: —Yo soy aristotélico y usted pinta para brechtiano, no coincidimos. Pero está bien, para empezar está bien. Luego fuimos en mi ópel a tomar unos whiskys en un restorán-bar que él frecuen- tó durante mucho tiempo: el Noche y Día, a espaldas del hotel Hilton. Era bueno para la plática y el chisme don Rodolfo. Desbordaba resentimiento contra sus estudiantes traidores —Carba- llido, Magaña, Ibargüengoitia—, odiaba a Salvador Novo de quien no pronunciaba su nombre —le decía el Cronista— y ni por asomo se dirigía a su esposa, como si ella fuera invisible. Al terminar la cháchara, sin haber pi - cado más que jamón serrano y quesitos, lo llevé a la casa donde se hospedaba provi- sionalmente, en Las Lomas. Prometió estar atento a lo que yo escribiera pero nunca vol - vió a asistir a una obra mía. En 1972, Usigli recibió el Premio Na - cional de Literatura de manos del presiden- te Echeverría. Ese mismo año publicó en Joaquín Mortiz la que sería su última crea - ción teatral: ¡Buenos días, señor presidente! Expresamente apoyada en La vida es sueño de Calderón, la obra —que nunca se representó que yo sepa— desarrollaba un tema que lo obsesionó durante años: el con- flicto entre la vejez y la juventud, la insur- gencia juvenil que en el 68 caló su ánimo y ahora descalificaba utilizando a su prota- gonista Harmodio como imagen del mítico Segismundo. En parodias, hablaba el autor de prepotencia juvenil, de ansia demole- dora contra el mundo de los mayores, de tenaz rebeldía. Así al menos leí la obra a pocos días de publicada. Me molestó. No sólo por la tesis que parecía impugnar el movimiento tritura- do en Tlatelolco, sino por lo engorrosa que era, por su fatuidad poética, por su ino- portuno mensaje intelectual. Estaba ya muy lejos Usigli de El gesti- culador, de Corona de sombra, de Un día de éstos. En el Diorama de la cultura de Excélsior —que coordinaba entonces Pedro Álvarez del Villar— escribí una crítica sobre ¡Bue- nos días, señor presidente! Fui duro, violen- to, y la encabecé con un título que aludía al declive, para mí evidente, del dramatur- go mexicano por antonomasia: ¡Buenas no- ches, señor Usigli! Álvarez del Villar se escandalizó con el título y con el texto. —Eres injusto —me dijo—. Por lo me- nos ponle otra cabeza. Ésa es una grosería. Le di la razón y le pedí que él mismo la cambiara: Análisis y examen de ¡Buenos días, señor presidente! Aunque la frase corregía el gargajo pe- riodístico, no suavizaba la intransigencia de la nota. Un par de días más tarde recibí una tar- jeta manuscrita de Rodolfo Usigli. Pensé que me insultaría —yo ya estaba un poco arrepentido—, pero su misiva era de una elegancia que me sorprendió. Decía: Amigo Vicente Leñero: Me habría gustado encontrar en su exce- lente artículo de hoy alguna consideración en torno a mi toma de conciencia dramática en el Análisis y Examen de ¡Buenos días…! En to- do caso sus puntos de vista y sus reservas lógi- cas son del mayor interés por venir de usted especialmente. Acepte con un agradecimiento efusivo mis votos por su personal éxito. Lo abraza Rodolfo Usigli Conservo esa tarjeta como un caro re- cuerdo. No conozco a ningún escritor mal- tratado por un crítico que haya respondi- do con tal nobleza a los improperios de su detractor. Lo que sea de cada quien ¡Buenas noches, señor Usigli! Vicente Leñero

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Vicente Leñero

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Page 1: RUM 100. Buenas noches, señor Usigli

98 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

No me esperaba encontrar a Rodolfo Usiglientrando en el teatro Xola donde se pre-sentaba (noviembre de 1968) mi primeraobra de teatro. Jamás lo había visto en per-sona pero lo admiraba, más que por susdra mas y comedias —nunca las considerésuficientemente logradas— por su radicaldefensa de la dramaturgia mexicana y porlos epílogos que añadía a sus obras ya im -presas, siempre lúcidos, convincentes, es -critos con brillantez académica.Llegó con su esposa Argentina y yo lo

vi de espaldas, escondiéndome.Cuando terminó la función me hice

presente y me dio un abrazo cálido mien-tras decía:—Yo soy aristotélico y usted pinta para

brechtiano, no coincidimos. Pero está bien,para empezar está bien.Luego fuimos en mi ópel a tomar unos

whiskys en un restorán-bar que él frecuen-tó durante mucho tiempo: el Noche y Día,a espaldas del hotel Hilton.Era bueno para la plática y el chisme

don Rodolfo. Desbordaba resentimientocontra sus estudiantes traidores —Carba-llido, Magaña, Ibargüengoitia—, odiaba aSalvador Novo de quien no pronunciabasu nombre —le decía el Cronista— y nipor asomo se dirigía a su esposa, como siella fuera invisible.Al terminar la cháchara, sin haber pi -

cado más que jamón serrano y quesitos, lollevé a la casa donde se hospedaba provi-sionalmente, en Las Lomas. Prometió estaratento a lo que yo escribiera pero nunca vol -vió a asistir a una obra mía.En 1972, Usigli recibió el Premio Na -

cional de Literatura de manos del presiden -te Echeverría. Ese mismo año publicó enJoaquín Mortiz la que sería su última crea -ción teatral: ¡Buenos días, señor presidente!

Expresamente apoyada en La vida essueño de Calderón, la obra —que nunca serepresentó que yo sepa— desarrollaba untema que lo obsesionó durante años: el con -flicto entre la vejez y la juventud, la insur-gencia juvenil que en el 68 caló su ánimoy ahora descalificaba utilizando a su prota-gonista Harmodio como imagen del míticoSegismundo. En parodias, hablaba el autorde prepotencia juvenil, de ansia demole-dora contra el mundo de los mayores, detenaz rebeldía. Así al menos leí la obra apocos días de publicada.Me molestó. No sólo por la tesis que

parecía impugnar el movimiento tritura-do en Tlatelolco, sino por lo engorrosa queera, por su fatuidad poética, por su ino-portuno mensaje intelectual.Estaba ya muy lejos Usigli de El gesti-

culador, de Corona de sombra, de Un día deéstos.

En el Diorama de la cultura de Excélsior—que coordinaba entonces Pedro Álvarezdel Villar— escribí una crítica sobre ¡Bue-nos días, señor presidente! Fui duro, violen-to, y la encabecé con un título que aludíaal declive, para mí evidente, del dramatur-go mexicano por antonomasia: ¡Buenas no -ches, señor Usigli!Álvarez del Villar se escandalizó con el

título y con el texto.—Eres injusto —me dijo—. Por lo me -

nos ponle otra cabeza. Ésa es una grosería.Le di la razón y le pedí que él mismo la

cambiara: Análisis y examen de ¡Buenos días,señor presidente!Aunque la frase corregía el gargajo pe -

riodístico, no suavizaba la intransigenciade la nota.Un par de días más tarde recibí una tar -

jeta manuscrita de Rodolfo Usigli. Penséque me insultaría —yo ya estaba un pocoarrepentido—, pero su misiva era de unaelegancia que me sorprendió. Decía:

Amigo Vicente Leñero:Me habría gustado encontrar en su exce-

lente artículo de hoy alguna consideración entorno a mi toma de conciencia dramática en elAnálisis y Examen de ¡Buenos días…! En to -do caso sus puntos de vista y sus reservas lógi-cas son del mayor interés por venir de ustedespecialmente.

Acepte con un agradecimiento efusivo misvotos por su personal éxito.

Lo abrazaRodolfo UsigliConservo esa tarjeta como un caro re -

cuerdo. No conozco a ningún escritor mal -tratado por un crítico que haya respondi-do con tal nobleza a los improperios de sudetractor.

Lo que sea de cada quien¡Buenas noches, señor Usigli!Vicente Leñero