ruiz, jc manuscrito enacción y coaching
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Coaching desde el modelo de la enacciónTRANSCRIPT
“La perspectiva enactiva en el Coaching Relacional”.
Juan Cristóbal Ruiz D.
Introducción.
El Coaching Relacional lo entenderemos desde un nivel epistémico, como una relación
humana donde dos o más personas buscan generar desde esta interacción una dialéctica; una
modalidad de aprendizaje global, que trasciende al nivel teórico-técnico, propio de la
ortodoxia formativa que prima hoy en día tanto en el ámbito académico, como en el ámbito de
las organizaciones. En esta visión se busca un nivel de experiencias que proponen un dominio
global de capacidades, orientadas al devenir y desarrollo que tiene una determinada persona
dentro de su marco de relaciones posibles. Así también, se busca el valor personal de cada
subjetividad en la organización, entendiéndola como ser autónomo y creativo.
Desde este punto, las nuevas organizaciones humanas deben responder a un ambiente
muy diferente al cual eran funcionales los modelos jerárquicos, mecanicistas y tecnocráticos
en la organización, pues hoy por hoy, el entretejido relacional que favorecen los sistemas
comunicacionales y la nube de información, que ya son una realidad compleja basada en las
“redes virtuales” de trabajo, generan escenarios socio-económicos mucho más dinámicos,
abiertos y complejos, que engloban a todas las economías del mundo (Monge, 2005).
En este sentido, orientados hacia al desarrollo de la individualidad de cada persona
dentro de una organización y en su rol relacional, se propone como un marco orientador el
concepto de Enacción, como un modelo dinámico y dialéctico de entender el cómo las
personas se constituyen en su calidad de actuantes en un medio siempre cambiante, desde el
cual “traen a la mano” mundos posibles de significado personal e interpersonal (Varela, 1996;
Varela, 1988).
Este acto es constitutivo del modo de vivir de cada persona, y del conocer como
proceso general (Varela, 2000), y en particular para este análisis, en su modo relacional dentro
de las organizaciones que constituyen el vivir humano.
Sin embargo, en una organización cuyo modelo es jerárquico y cuyo modo de
funcionamiento es mecánico, se ha reducido el “nivel personal” de colaboración a un nivel de
“pieza o engranaje”, es decir, a un operario alienado en su puesto de trabajo, reduciendo su
potencial de participación, y su visión creativa de su “mundo” en la organización. Por lo tanto,
no se ha aprovechado esta condición propia del nivel personal en las organizaciones humanas
(IAE, sin año). Cuando planteamos que no se ha aprovechado, no se entienda que no existen
instancias donde esto pueda surgir espontáneamente, pero su explotación no ha sido
sistemáticamente elaborada (CITAS).
El análisis que sigue lo realizaremos en tres niveles que nos parecen significativos
desde el paradigma de la Enacción, propuesta originalmente por Francisco Varela como un
modelo explicativo general de los sistemas cognitivos, para explicar el comportamiento de los
animales, humanos y sistemas cognitivos artificiales (Varela, 2000; Varela, 1985). Así estamos
plasmando un enfoque meta-teórico de las Ciencias Cognitivas al ámbito concreto de las
relaciones humanas entorno a una organización de personas (instituciones, empresas,
universidades, o cualquier otra clase de ellas).
Comenzamos este análisis con la reflexión de que el cambio paradigmático que está
ocurriendo hace unos 30 años al interior de la ciencia (Varela, 2000; Varela, 1988), se comienza
a plasmar hoy en el concreto vivir de las personas que conviven en las diferentes
organizaciones en las que realizan su vivir, y que configuran el funcionamiento de nuestra
sociedad. Así, los modelos que desde las Ciencias Cognitivas pueden surgir, comienzan a
encontrar su utilidad para afrontar el cambio adaptativo que deben tener las organizaciones
del presente y futuro en este nuevo medio social, en nuestra época denominada por algunos
“la era de la información” (Monge, 2005).
Culturalmente hemos sido condicionados a pensar desde un modelo racionalista
(Varela, 1996), que se refleja en fenómenos como la educación y formación profesional, y que
finalmente se aprecia en las instituciones, empresas y demás organizaciones humanas. Nuestra
cultura occidental ha dado un valor central a lo abstracto, esto es, las ideas puras, los
“esquemas limpios” de las variables contextuales e históricas en donde se constituyen. De este
mismo principio surge una primacía por la razón y la lógica. A nivel organizacional, esto se
refleja en los modelos de planificación estratégica, que siguen un esquema tecnocrático e
ingenieril depurado desde el conocimiento teórico y carente de la encarnación contextual en la
cual dicha organización existe, opera y se relaciona con otras organizaciones en el medio
social. Así ocurre la institucionalización de modelos rígidos, que se reflejan en estrategias, en
técnica jerárquicamente establecidas, propuestas desde la perspectiva del experto.
Pensamos que esta reflexión desde las ciencias cognitivas hacia el dominio concreto
del vivir humano en el marco organizacional trae consigo una nueva perspectiva de la persona
y la organización y su mutua interdependencia.
Primer Nivel: La persona, su autonomía y la auto-organización.
1. El sí-mismo personal
- ¿Qué es un sí-mismo? Niveles del sí-mismo en la vida.
Cuando hablamos de “sí-mismo” la tendencia natural de nuestro pensamiento es
atribuirlo a la identidad personal, una categoría narrativa y descriptiva que alguien hace
cuando se refiere a su persona. Vamos a ver que el concepto de sí-mismo desde la perspectiva
de Varela (2000), es mucho más profunda y responde a un mecanismo básico en los sistemas
vivos. Pensamos que comprender esta perspectiva amplia es importante para este análisis
pues brinda el piso de todo el argumento posterior y su aplicación pragmática en el Coaching
Relacional.
Cuando hablamos de sí-mismo hacemos referencia a un proceso básico de auto-
organización esencial a todos los organismos vivos, y cuya encarnación se manifiesta en
diferentes niveles.
Es importante a este nivel, entender que este proceso de auto-organización en cada
nivel de encarnación es un Emergente. De acuerdo al enfoque planteado por Varela (2000) la
Emergencia se refiere a que “cada componente opera solamente en su entorno local, pero
debido a la estructura de red del sistema completo, existe una cooperación global que emerge
espontáneamente cuando los estados de todos los componentes participantes alcanzan un
estado mutuamente satisfactorio, sin necesidad de una unidad de procesamiento central que
guíe la operación completa” (p.193). Así, desde un entorno local surge un proceso global que
no es independiente de las interacciones locales pero que tampoco es reducible a ellas, y que
tiene un status ontológico diferente, en tanto conlleva la creación de un individuo, o de una
unidad cognitiva distinta.
De esta forma, desde esta perspectiva, la cognición y por lo tanto, la forma de
interactuar con el mundo, es enactivamente emergente, es decir, no tiene un modo de
existencia concebido por su materialidad o sustancialidad (como en un modelo heredado de la
física), sino que es “fruto de acoplamientos dinámicos, los que incluyen a cada uno de los
componentes locales, pero que no es reducible a ninguna interacción en particular. Por lo
tanto, es como decir que está, pero no está ahí” (Varela, 2000, p. 245).
Este proceso de auto-organización tiene una evolución “fractal”1 desde el nivel más
básico de la identidad de los sistemas vivos, y avanza hacia el “nivel personal” que es nuestro
interés en este análisis.
Cuando hablamos de auto-organización en el nivel más mínimo de la vida, (p.ej. las
células, las bacterias), nos estamos refiriendo a un tipo de sistemas, que en su dinámica
operacional, (1) son capaces de constituir los mismos elementos componiendo la red de
procesos que lo definen, y en consecuencia, (2) auto-definirse o limitarse como entidad
discreta en el espacio-tiempo (Maturana y Varela, 1986). Esta es la definición más básica según
los autores, para discriminar a un sistema vivo de un sistema no-vivo.
Un segundo nivel, de este proceso de auto-organización es cuando pasamos del nivel
celular al nivel pluricelular, y desarrollamos un “cuerpo”. Este nivel lo vamos a llamar corporal-
somático, donde nuestros órganos, tejidos, sistemas de órganos se organizan y auto-regulan
por la función definida por la red inmunitaria (Varela y Cohen, 1989).
El tercer nivel de auto-organización surge con el problema adaptativo principal de
estos animales pluricelulares, que fue el hecho de que su modo de vida se basó en el
movimiento, es decir, de la coordinación del movimiento de toda la estructura corporal con la
sensorialidad de un medio ambiente ahora muy cambiante. De este modo un grupo de células
comienzan a especializarse en relacionar las superficies sensoriales con las superficies
motoras, de manera circular, y se desarrolla el sistema nervioso. Este tercer nivel es de un
interés particular para el presente análisis pues constituye la dinámica básica en la que se
sustenta el si-mismo personal. Vamos a profundizarlo en los siguientes apartados.
El sistema nervioso es una red compleja de interacciones celulares que permiten
coordinar la actividad sensorial con el movimiento del sujeto. Básicamente es un sistema que
1 Un fractal es un objeto semigeométrico cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a
diferentes escalas. El término fue propuesto por el matemático Benoît Mandelbrot en 1975 y deriva del Latín fractus, que significa quebrado o fracturado.
constantemente está aprendiendo, asociando la ocurrencia sensorial de cada movimiento, con
la actividad motriz del organismo, su modo de desplegarse en el medio ambiente.
Es importante entender que la característica de esta dinámica de auto-organizacional
es su cierre operacional, es decir, su circularidad y autorreferencia. En el nivel de la integración
nerviosa, esto quiere decir que un sujeto, dotado de un sistema nervioso, no está
representando o interpretando los atributos de un medio ambiente pre-existente, sino que de
la propia dinámica crea su “mundo”, desde la perspectiva que le brinda su moverse en el
medio. Esto último no quiere decir que el sujeto “construye su mundo” de manera arbitraria o
antojadiza, sino que el “mundo” del sujeto es su modo de relacionarse con un medio, por lo
tanto, depende de su perspectiva, desde su operar en dicho medio y su historia de
interacciones.
El sistema nervioso no puede “representar” el medio, como una máquina fotográfica
toma una fotografías de un lugar, sino que hace surgir un “mundo” de significados en su
dinámica operacional, cuyas características estarán determinadas por las restricciones
recíprocas entre las acciones del organismo y su respectivo acoplamiento a los aspectos de
dicho medio. Desde esta relación surge el “mundo” para el sujeto. Ahondaremos en esta
perspectiva cuando hablemos de enacción, más abajo.
El sí-mismo como persona tiene esta misma característica de auto-organización, de
auto-referencia y de circularidad. Dado que el sistema nervioso crea un mundo de significados,
estos significados tienen una cierta recurrencia, en particular en las relaciones sociales. Así
emerge del lenguaje como aspecto recurrente de relaciones con otros seres humanos, y el sí-
mismo personal está siempre en perspectiva a la interacción con otros. Desarrollaremos más
este punto en el siguiente apartado.
- La Emergencia del nivel personal.
Como veníamos diciendo, el nivel personal es un emergente basado en las
interacciones recurrentes que una persona tiene con su medio social, interacciones que
llamaremos de ahora en adelante, relaciones lingüísticas.
El lenguaje entendido desde esta perspectiva, no es simplemente un sistema de
símbolos, esto tan solo constituye su nivel recursivo. Definir al lenguaje como un sistema de
símbolos sería mirar la punta del iceberg. En términos mucho más básicos, el lenguaje
constituye un tipo de acoplamientos dinámicos entre dos o más sistemas cognitivos que
resulta en la coordinación de sus acciones en patrones que tendrán una cierta recurrencia.
Cuando esa recurrencia es explicita emerge el símbolo, pero su significado está siempre
supeditado al contexto situacional y concreto de las acciones que le dieron origen.
Además es importante destacar que esta perspectiva del lenguaje surge en el nivel
intersubjetivo, como un modo de co-identificación entre las personas relacionadas,
identificación que involucra tanto el nivel emocional, como los demás procesos cognitivos. A
este nivel de identificación Varela (2000) lo denomina Empatía, tema al que dedicamos un
apartado.
Así el lenguaje no es un sustantivo, sino un proceso constante que cobra sentido en los
actos lingüísticos, en las relaciones de sí-mismos personales en su dinámica interaccional.
Entonces el sí-mismo personal surge cuando un sistema cognitivo presenta este tipo de
relaciones como sus relaciones más recurrentes.
Una vez que el lenguaje se instala en el modo de vida del ser humano, este se puede
transformar en narrativa del modo en que los esquemas cognitivos autorreferentes de cada
persona (correlatos sensorio-motrices), constituyen una historia coherente y se transforman
en auto-referencia. Por lo tanto, este “yo” personal tan “amado” por nosotros, se construye y
se transforma, y podríamos decir, está siempre “enlazado” con la interacción social de la
persona.
Entonces cuando hablamos de sí-mismo como persona, no estamos haciendo
referencia a una estructura estable dentro del sujeto. La cualidad de este “yo” personal es
justamente el constituirse históricamente, y ser-para-los otros. Es un nivel de autorreferencia,
que solo tiene sentido en las relaciones sociales. Este es un punto clave, pues si este yo tuviera
una existencia real y fuera una constante, sería imposible un cambio efectivo o un desarrollo o
crecimiento personal, por tanto, esta empresa de generar un tipo de Coaching Relacional
carecería de sentido.
Este “yo” es una unidad que le debe su estabilidad a la constancia y recurrencia del
modo de vida del sujeto. Su meta-estabilidad dinámica se basa: (1) en el acoplamiento de un
sistema cognitivo arrojado en un medio, desde donde surge el “mundo cognitivo” del sujeto en
los patrones sensorio-motores propios del cierre operacional del SN; y (2) en la recurrencia de
interacciones sociales, donde estos patrones toman una recursividad que permite la
emergencia de las categorías y símbolos propias de nuestro lenguaje humano.
- Micro-identidades y Micro-mundos, la naturaleza fragmentaria de la
experiencia.
En nuestra perspectiva de nuestro “yo” personal, la experiencia parece bastante
continua, como un flujo constante de experiencias a las que podemos hacer referencia en el
nivel narrativo (declarativo) del lenguaje. Sin embargo, en algunas experiencias podemos
percibir la fragmentariedad de la experiencia, y lo ilusorio de esta continuidad.
Cuando analizamos este sí-mismo personal, nos podemos dar cuenta cuan
dependiente es de los contextos en los q ue la persona se realiza. Por ejemplo, piénsese en un
estudiante que trabaja. Cuando sale de su casa, se despide de sus padres, y en esa relación
“presentifica” o “trae a la mano” un sí-mismo personal perfectamente adaptado a la relación
de hijo, en referencia a sus padres. Luego, cuando llega a la universidad, y se encuentra con
sus compañeros trae a la mano, otro sí-mismo articulado a la relación con sus pares, de igual
forma cuando entra en su trabajo trae a la mano un sí-mismo de subordinado frente a la figura
de su patrón, etc. Cada uno de estos sí-mismos son disposiciones a la acción distintas que
poseen una transparencia en los entornos en los cuales se manifiestan.
Lo interesante de la dinámica de los sí-mismos personales, está justamente en los
quiebres de la experiencia, donde la persona debe decidir con qué identidad va a disponerse
frente a un contexto. Es esta decisión la que constituye el conocimiento enactivamente
incorporado al sujeto, su sentido común.
Entonces este si-mismo personal, no es una unidad, sino un conjunto de disposiciones
a la acción, que Varela llama “micro-identidades”. Estas micro-identidades están en perfecta
coherencia con micro-mundos. Podríamos decir que se co-constituyen en la historia de la
persona. Desde esta perspectiva, la identidad del sujeto es pragmática, y se acopla a la
dinámica situacional donde la persona se desenvuelve.
En este sentido, el “Yo” o identidad personal es mucho más flexible de lo que
pensarían otros enfoques en psicología, en los cuales se ha planteado una teoría de la
personalidad, asumiéndola en su substancialidad e inmutabilidad.
En el Coaching relacional, se tiene presente esta perspectiva de la persona y se busca
facilitar contextos donde la persona desenvuelva posibilidades del sí-mismos personal frente a
situaciones donde la persona actúa de manera rígida o condicionada. Se aspira a flexibilizar los
marcos de referencia culturalmente adquiridos con el fin de fortalecer la perspectiva de
primera-persona, desenvolviendo los recursos personales y la fluidez en la experiencia,
analizar los quiebres y desarrollar el sentido común.
- La encarnación del presente vivido.
Entendiendo la constitución del sí-mismo personal en las relaciones lingüísticas y su
fragmentariedad situacional, en la co-constitución de micro-identidades y micro-mundos, nos
queda solamente por reflexionar la calidad concreta y encarnada que tiene este modo
dinámico de identidad personal.
Experienciamos nuestros momentos presentes, siempre desde la perspectiva de
nuestra corporalidad. En este sentido toda cognición, emoción, acción, siempre las vivimos de
manera encarnada. Es esta corporalidad la que nos da la perspectiva, y es en esta corporalidad
en movimiento en la que se están constantemente co-determinando nuestras identidades y
nuestros mundos.
Es importante entender esta corporalidad también desde su constitución momentánea
con el mundo, la significación que un sujeto hace emerger desde su perspectiva. Este nivel
momentáneo nos permite entender que cualquier disposición corporal a la acción y el mundo
se constituye en esta momentaniedad.
Sin embargo, no debe entenderse el momento como las unidades temporales que
utiliza la física, un tiempo lineal desprovisto de un significado en la perspectiva de una
primera-persona. El momento presente constituye una red, un flujo de experiencia que
mantiene presentificados elementos relevantes de percepciones pasadas, en conjunto con un
tono emocional (dinámica retencional), y una orientación hacia el futuro (propensión).
Para Varela resulta relevante el análisis del presente vivido, pues este analiza la
constitución de un flujo temporal basado en tres escalas relevantes tanto para el operar del
sistema nervioso como para la experiencia vivida. Así basándose en los trabajos de Husserl
(1927), propuso una primera escala temporal de constitución instantánea la escala 1/10 (de
segundo) que responde a la escala en que se dan los procesos bio-eléctricos entre las neuronas
que se preparan para la integración a gran escala. En este tiempo aparecen los potenciales
evocados propios de la perturbación que genera una estimulación (potenciales endógenos).
Después tenemos la escala 1 (segundo), que es el tiempo necesario para la integración a gran
escala a la base de la senso-percepción, la constitución de asambleas neuronales a gran escala
y su decaída en un fenómeno discreto. Finalmente viene el tiempo de la experiencia
fenomenológica, cuya escala es 10 (segundos), este es el tiempo de la experiencia
naturalmente vivenciada y experienciada en primera-persona, y constituye una malla donde
existe un flujo de lo que aparece como relevante, un desvanecimiento relativo, una retención
de aquel material que aun se mantiene en el foco del presente y una dinámica pretencional,
que avanza hacia el futuro.
Es esta red la que constituye la experiencia del presente vivido desde la perspectiva de
nuestro cuerpo-en-movimiento, que trae a la mano aquello que es relevante, dejando atrás
aquello que pasa de ser relevante a ser contexto y pasado (Para entender mejor esta
perspectiva encarnada de la cognición véase, Merleau-Ponty, 1946).
2. Aspectos enactivos de la encarnación del sí-mismo personal.
En este apartado trataremos los distintos aspectos de esta encarnación del nivel
personal. El desglose es solamente didáctico, pues en la emergencia del si-mismo personal
todos los puntos tratados más abajo como apartados, son un conjunto, un estado global de la
persona en interrelación con su medio y sus relaciones inter-subjetivas.
- Emociones y Autorregulación.
A pesar de que en los escritos de Varela no se encuentra un tratado muy profundo
acerca de las emociones, entendemos que en su perspectiva de la cognición, como concepto
amplio, se incorporan los estados emocionales o disposiciones a la acción.
En la perspectiva de Varela (2000), una emoción sería justamente la disposición
corporal a la acción, la perspectiva encarnada frente a una determinada situación. Entonces lo
emocional lo entendemos como la dimensión corporal, pre-cognitiva, desde la cual el sujeto se
dispone corporalmente ante un contexto situacional. De hecho, es impresionante como un
estado emocional dispone lo que se percibe, aquello que es relevante de la situación. Por lo
tanto, esta dimensión encarnada, es un aspecto fundamental de la enacción, que trae a la
mano lo relevante del medio en función de cómo el sujeto se dispone corporalmente frente a
dicho medio.
Así el nivel emocional estaría a la base de su concepto de “sentido común”, en
contraposición a una decisión lógica que toman los computadores o un sistemas de
inteligencia artificial, los organismos vivos en cambio, cognoscentes en el amplio sentido de la
palabra, utilizan su perspectiva, su disposición históricamente generada para tomar la decisión
y modificar su percepción-acción.
De esta forma los patrones disposicionales son aprendizajes de la experiencia, y se
pueden modificar también en determinadas experiencias. Este es uno de los avances más
interesantes del autor, pues utilizó múltiples prácticas para cultivar estados globales que
permitieran un desarrollo personal en esta perspectiva.
Destacamos su marcado interés por el cultivo de esta experiencia personal, y su
práctica activa del Budismo Mahayana. Desde esta práctica el autor logra encarnar muchos de
los conceptos de su teoría. El budismo Mahayana o del gran vehículo es una comunidad
filosófica cuyos aportes principales son una metodología en primera-persona para lograr el
bienestar y el “despertar” y una epistemología radical planteada desde la experiencia
meditativa, donde se discute el estatus de la realidad como vacuidad, de la objetividad, de la
percepción, la conciencia y de los demás aspectos de la vida psíquica. Por eso Varela atribuía a
la practica budista la calidad de una ciencia, más que una filosofía o religión.
La meditación actúa como una experiencia particular donde se puede calmar el flujo
habitual de la experiencia, llevándola nuevamente a su centro, a un nivel reflexivo, desde
donde se puede vivenciar la experiencia de la experiencia. Esta experiencia especial es un nivel
donde se pueden auto-regular los diferentes aspectos de la experiencia, por ejemplo, el nivel
emocional, las acciones que habitualmente realizamos en una determinada situación, el flujo
de pensamientos, etc.
Experiencias de este tipo, en lo que Varela llama Conciencia-plena, se comienzan a
llevar a cabo en muchos contextos, en especial en la educación. Claramente, en los programas
educacionales tradicionales se aprecia una carencia de la formación de la persona, en este
nivel de auto-regulación. A los niños no se les enseña a lidiar con sus estados emocionales, y
este aspecto no es desarrollado sistemáticamente en la educación. Hoy existen experiencias
vanguardistas en las que se han implementado metodologías en primera-persona en la escuela
primaria. Una de estas experiencias consistía en que dentro de la sala de clases, los niños
tuvieran un “rincón de la calma”, donde podían ir libremente cuando se sintieran mal,
cansados, estresados, irritados o tristes. Allí podían en primer lugar, salir de la experiencia
cognitiva de la clase, podían relajarse, conectarse con ellos mismos y desenvolver un estado
emocional más positivo para regresar a la actividad. En una oportunidad la profesora vio que
un niño llegó en la mañana inmediatamente al rincón de la calma, y una vez que salió, le
preguntó – he visto que haz llegado al rincón de la calma, ¿puedo saber cómo te sientes? – el
niño respondió – si profesora, es que estoy muy preocupado porque mi abuela se encuentra
muy enferma.
Este ámbito entrega la posibilidad de hacer explicito lo emocional, da un espacio de
transición para la regulación emocional de la sala de clases, y un espacio de contacto emotivo
del profesor y los alumnos y entre ellos, generando un espacio de comprensión mutua y de
empatía.
Modelos similares son emulables en cualquier contexto organizacional. Lo clave es
establecer un dominio explícito para la regulación emocional, brindar un espacio para la
transición de los estados emocionales y generar este espacio en el dominio inter-personal,
brindando un contacto empático entre las personas que se relacionan en torno a un trabajo, a
una tarea, y que conforman la organización, el grupo de trabajo, etc.
- La enacción en la cognición.
Desde una perspectiva de las Ciencias Cognitivas, Francisco Varela (1990) proporciona
una mirada complementaria a la propuesta por Buber (1923), Yo-Tú, en la dialógica relacional
intersubjetiva de un sistema con el mundo y su co - construcción.
Varela (1990), sostiene la necesidad de un tránsito desde la primacía de los símbolos -
como unidad de análisis fundamental de la relación del sistema mental con el mundo exterior-,
hacia la concepción por él propuesta de enacción, que proviene del verbo inglés to enact, que
significa "poner en ejecución", pero también "representar" o "actuar" en el sentido que se le
da al trabajo del actor (Ojeda, 2001, p. 290), con la cual desea enfatizar “que la cognición no es
la representación de un mundo pre-dado por una mente pre-dada, sino más bien la puesta en
obra de un mundo y una mente a partir de una historia de la variedad de acciones que un ser
realiza en el mundo”.
Varela (2000) señala que la principal habilidad de toda cognición viviente es proponer
los temas relevantes que han de abordarse en cada momento de nuestras vidas y que son
activados o traídos a un primer plano desde un contexto, resultando relevante lo que nuestro
sentido común determina como tal. Sentido común que surge de la acumulación de
experiencia a partir de un gran número de casos.
En palabras de Varela (1990): “El mundo no es algo que nos haya sido entregado; es
algo que emerge a partir de cómo nos movemos, tocamos, respiramos y comemos. Esto es lo
que denomino cognición como enacción, ya que la acción connota producir por medio de una
manipulación concreta.”. Es decir, se hacen mundos en lugar de reflejarlos (Varela, 2000).
“Esta preocupación fundamental de la posición enactiva se opone al planteamiento de que la
percepción es fundamentalmente un registro de información ambiental existente para re-
construir fidedignamente un aspecto del mundo físico. En la perspectiva de la percepción-
como-acción, la realidad no es algo dado. Es dependiente del que percibe, no porque éste
construye el mundo en forma antojadiza, sino porque lo que cuenta como mundo relevante es
inseparable de la estructura del que percibe”. (Varela, 1995, pag. 8).
Así, en la propuesta de Varela (1990), es posible dar un paso desde la representación
de un mundo pre-dado, hacia la creación de un mundo basado en las experiencias previas que
la persona realiza en el mundo. Así, “la distinción forma/ significado a nivel simbólico
desaparece, y reaparece con una vestimenta diferente: el observador proporciona la
correspondencia entre el estado global del sistema y el mundo al que se supone maneja”
(Varela, 2000, p. 199). Esto permite la toma de conciencia y el empoderamiento necesario de
desarrollar en conjunto con el Coachee, para transitar desde una relación Yo-Ello con su
entorno –por ejemplo, la organización en la que desempeña su rol- hacia una relación Yo-Tú,
con la emergencia del sentido (común) en la cultura en la que se desenvuelve, en la historia
que comprende a ambos.
- Know-how vs Know-what.
Desde la perspectiva enactiva, hay que distinguir entre dos formas de conocimiento. El
Know-how y el Know-what.
El know-What, o “saber qué”, constituyen todos los conocimientos obtenidos
teóricamente o de segunda mano, es decir, sin mediar experiencia directa. Este tipo de
conocimientos solo es posible por la recursividad del lenguaje, que permite la abstracción
conceptual y la transmisión de conceptos en las relaciones interpersonales. Este es el tipo de
conocimientos que culturalmente le conferimos el más alto valor, y en la experiencia educativa
de una persona, constituyen el tipo de experiencias más populares.
En contraparte, existe la otra gama de conocimientos que estamos adquiriendo en
nuestra vida cotidiana, como caminar, comer, abordar buses, andar en bicicleta, etc. Estos
conocimientos son Know-How, o “saber hacer”. La característica fundamental de esta gama de
conocimientos es que surgen necesariamente de la experiencia de un sistema cognitivo con su
mundo, generando un modo de ser coherente frente a una situación concreta. Constituyen la
experiencia encarnada de una persona.
Pensamos que en la perspectiva del Coaching Relacional, es importante lograr un
equilibrio entre estos dos tipos de experiencias de conocimiento. Por un lado, es importante la
debida comprensión teórica de los fundamentos del modelo, pero es fundamental su
encarnación en la experiencia del coachee. El modo en que el proceso de formación del
coachee debe incorporar los tipos de experiencias que permitirán su praxis en el dominio de
relaciones que se definen en el proceso de coaching relacional.
En este sentido, la formación del coachee en la perspectiva del Coaching Relacional no
constituye una formación fría en un modelo de manual, sino en una gama sistemática de
experiencias que el coachee debe incorporar a través de una praxis activa de dichas
experiencias.
- Conciencia.
La conciencia de si-mismo y del mundo que tiene una persona es el nivel que ha
mostrado mayor interés para la ciencia, pues es allí, en ese “espacio de trabajo global”, donde
la persona vive, existe, comparte sus experiencias, y puede traer a la mano las diferentes
perspectivas frente a un contexto o situación. Es en ese dominio consciente donde la persona
situada puede proyectarse en el dominio espacio-temporal, favoreciendo entre otros ámbitos,
la planificación de la acción. (VIRTUALIDAD Santibáñez).
En el nivel de la conciencia, se resuelven los problemas, se toman las decisiones. Es
importante distinguir que algunos aspectos en la toma de la decisión responden al sentido
común, que es un aspecto no del todo consciente, pues el sentido común responde a los
correlatos sensorio-motrices, que son el dominio cognitivo más amplio, y no siempre se traen
a la mano a la esfera consciente de la persona.
Sin embargo, el por qué se desarrolla una conciencia, su funcionalidad y evolución, son
aun uno de los problemas más complejo y de difícil abordaje en las ciencias cognitivas.
Lo que rescatamos aquí del autor, es su foco en la perspectiva de la conciencia, como
un dominio existencial dinámico, que se puede cultivar en la experiencia.
- Metodologías en primera-persona: un camino al desarrollo del sí-
mismo personal.
Es importante hacer una distinción entre quien puede reconocer la perspectiva
enactiva, versus quien conoce y encarna esta perspectiva desde la experiencia personal. A
pesar de que el lector pueda reconocer el cambio de perspectiva, pueda estar de acuerdo con
la enacción, y pueda volverse un experto teórico en esta perspectiva, aun necesita el know-
how, experiencias sistemáticas desde donde estos postulados surgen, es decir, desde una
metodología en primera-persona.
Para Varela (2000), es importante el desarrollo de diferentes metodologías en primera-
persona para conocer y desenvolver el aspecto consciente de la experiencia vivida, y
enriquecer dicha experiencia desde un nivel reflexivo.
Pensamos que estas metodologías son de importancia radical en un programa como el
que se propone aquí, pues en el Coaching Relacional son importantes las experiencias de auto-
regulación, así como encarnar la experiencia de la experiencia.
A continuación presentamos la metodología Fenomenológica como la perspectiva
occidental de la primera-persona en la ciencia. El método se denomina Reducción
Fenomenológica (RF). No se debe entender por reducción una tendencia reduccionista, en este
caso se está usando el término reducción en su sentido fenomenológico.
La Reducción Fenomenológica (RF)
La reducción fenomenológica es un progreso hacia un contacto más íntimo con la
experiencia, proceso que debe ser debidamente entrenado para poder constituirse en un
modo habitual de disponerse frente a la experiencia. Partimos con una actitud intencional, que
es el primer paso para dar cambio a la experiencia habitual (Varela, 2000).
- Actitud: poner entre parentesis: suspender, reencaminar el flujo de
pensamientos hacia su fuente, reflexión.
Este reencaminar el flujo habitual de pensamientos, tiene que ver con un
pensar intencional, una búsqueda del origen de este flujo, desde donde proviene, y
dejar fluir el pensamiento, pero reencaminar el foco de la experiencia al ocurrir
inmediato en el presente vivido.
- Intuición: intimidad, evidencia inmediata, variaciones imaginarias, el
Ajá! De la experiencia, que añade nueva evidencia.
El ejercer la intuición es un ejercicio que connota novedades ante la
experiencia que a simple vista parecía más de lo mismo. Esto permite añadir nuevas
evidencias, y encontrar nuevas variaciones, donde todo parecía ser constante.
- Invariantes: inscripciones comunicables, intersubjetividad.
A pesar de que algunas cosas varían dentro de la experiencia fenomenológica
del presente vivido, encontramos aspectos de la experiencia que aparecen como
“invariantes”, aspectos que podemos tomar registro verbal, y por lo tanto, podemos
comunicar socialmente. Si no fuera posible establecer estas identidades, la experiencia
fenomenológica no tendría utilidad metodológica, pues el hecho de que sea
comunicable permite generar los “datos” que produce esta metodología.
- Formación: estabilidad, pragmática. Aprendizaje del método, cultivo.
Este cuarto paso tiene que ver con el entrenamiento del “ojo
fenomenológico”. Como cualquier habilidad, la capacidad del ver fenomenológico es
algo que se entrena. Lo natural es un flujo constante de pensamiento que se debe a
experiencias previas con fenómenos similares. Lo novedoso es tomar una actitud
intencional para suspender estos flujos y abrirnos al ver. En el caso de la terapia, es el
ver al paciente, suspendiendo nuestros juicios y contenidos que automáticamente nos
aparecen a la conciencia al hacer la exploración.
La Práctica Meditativa. Despertando la conciencia abierta.
En la práctica meditativa existen diferentes variantes, pero principalmente se trata de
movilizar la conciencia, el foco de la atención desde su estado habitual hacia un objeto
intencional (a pesar de que existen meditaciones que no son centradas en objeto, siempre
existe un espacio en el cual se posa la conciencia).
A través de una postura, o de un tipo especial de respiración se comienza a modificar
el estado global del meditador y con ello comienza a vivir una experiencia especial. Se trata
generalmente de salir del plano habitual del flujo de pensamientos, posando la conciencia
sobre un objeto que sirva para des-centrarse del plano habitual del flujo mental.
De este modo, con la práctica el meditador logra dominar su conciencia y posarla en el
objeto en el que desea meditar (respiración, pensamiento, un buda, un mantra, etc.) En la
medida que aumenta su entrenamiento puede auto-regular sus estados mentales (globales:
incluyendo tanto los proceso subjetivos como las emociones), e incluso modificar su
experiencia corporal, hasta llegar a modificar su funcionamiento psicofisiológico. Puede
comenzar a observar su propia realidad de otro modo, generando una comprensión global,
observando los cambios, desapegándose de los objetos del mundo y conociendo su realidad
última.
El maestro Zen Taisen Deshimarú expone en su libro… que la meditación tiene tres
pilares fundamentales:
1) La Postura corporal. La postura de la meditación debe garantizar la
consecusión de los estados mentales que se pretenden producir. La postura del zazen, o
meditación sentada, es una de las mejores posturas, pues los canales energéticos están
todos en perfecta conexión y se beneficia mucho el estado meditativo. Eso no quiere decir
que uno no pueda meditar en otras posturas.
2) La respiración. Es sabido que la respiración como única función fisiológica que
es deliberadamente controlable volitivamente, es un puente entre nuestro mundo
consciente y nuestro mundo emocional. Existen numerosas técnicas, desde las más
antiguas prácticas yogui (CITA: Ciencia Yogui de la Respiración), hasta técnicas basadas en
la psicobiología (alba emoting, S. Bloch) que se basan en la respiración para producir una
modulación emocional. La respiración es clave en la meditación pues establece la
disposición corporal en el acto de meditar. La primera cosa que debemos dominar y
conocer es nuestro respirar, y el respirar de la meditación.
3) La conciencia: el maestro Taisen, plantea que si no se han dominado los dos
pilares anteriores es imposible dominar la conciencia. Es un camino en el que el
practicante debe evolucionar y desarrollar una disciplina.
El meditador va alcanzando niveles de conciencia diferentes, lo que puede ser
registrado concretamente en estudios neurofisiológicos con EEG. Se vuelve tan experto en los
diferentes estados meditativos que es capaz de modificar su estado en cosa de unos segundos.
Pensamos que el entrenamiento en prácticas meditativas es importante en este
programa de Coaching Relacional, pues a través de ella tanto el coach como el coachee
pueden reconocer sus estados internos, pueden modular estos estados y auto-regularse en
diferentes situaciones conflictivas. Se logra también una perspectiva más global en las
diferentes situaciones, pudiendo ponerse en el lugar de otras personas, visualizando las
posibilidades que el contexto ofrece, abriendo a la creación de otros “mundos” posibles, y
mejorando las relaciones inter-personales, favoreciendo un mejor clima dentro de la
organización.
Es importante definir un espacio para la meditación en el trabajo. Es interesante
también que esta práctica se puede realizar de manera solitaria y colectiva. El compartir las
experiencias meditativas es parte de esta práctica en el contexto budista.
Segundo Nivel: Las relaciones humanas en la organización como nivel inter-subjetivo
dialéctico de “creación” de mundos posibles.
Desde la comprensión de lo que constituye un sí-mismo personal, surge el segundo
nivel de nuestro análisis, que es como las personas interaccionan, se relacionan y “crean
mundos” intersubjetivos. Aclaramos que en la obra de Varela este tópico quedó en desarrollo,
puesto que se refiere a este ámbito en escritos muy acotados. Sin embargo, gran parte de lo
que haremos abajo sigue el camino reflexivo del autor en torno a la integración inter-personal
de la naturaleza humana.
1. Intersubjetividad y Empatía.
Un concepto importante en lo que el autor señala como primer punto para entender el
nivel de integración interpersonal es el concepto de intersubjetividad. Varela (2000), señala
que tradicionalmente se cree que la mente del otro es impenetrable y que cualquier violación
es mejor evitar. Esta perspectiva, contrariando lo que se creía (o se cree) señala que la
individualidad y la intersubjetividad no se oponen, sino que son necesariamente
complementarias, es decir, “las fronteras entre el yo y el otro no están claramente delimitadas,
y que ser un “yo” y constituir un “tú” son efectos concomitantes” (Varela, 2000).
Asimismo, respecto a la intersubjetividad se señala que “es a través del cuerpo del otro
que establezco un vínculo con el otro, primero como organismo semejante al mío, pero
también percibido como presencia encarnada, lugar y medio de un campo experiencial. Esta
doble dimensión del cuerpo (orgánico/vivido) es un aspecto esencial de la empatía, el camino
real para acceder a la vida social consciente, más allá de la simple interacción, como
intersubjetividad fundamental” (p. 251). Por lo tanto, en términos de Varela (2000): “la
cognición es generativamente enactiva, una codeterminación Yo-Otro” (p.251).
Respecto a la empatía Varela (2000) señala, de acuerdo con el apartado anterior, que
es fundamental para la intersubjetividad y por lo tanto, ligado a la génesis de la cognición. Así,
de acuerdo a investigaciones (Varela, 2000, p. 249) la génesis de la mente es un fenómeno
afectivo-empático.
En estudios realizados en primates superiores se concluyó que lo importante no es la
controversia lenguaje/no lenguaje, sino más bien “la capacidad sumamente desarrollada para
interpretar la mente del otro. Se trata de un tipo especial de inteligencia relacionada con la
habilidad para reconocer estados mentales como los deseos, intenciones y creencias a partir
de la presencia corporal del otro: rostro, postura y sonido” (p.250).
A su vez, Varela (2000) señala que existe un vínculo directo entre el afecto y la
empatía: “El afecto es una dinámica pre-reflexiva de autoconstitución del self, un autoafecto
en sentido literal. El afecto es primordial, en el sentido de yo soy afectado o conmovido antes
de que surja un “Yo” que conoce” (p. 251). Y distingue tres niveles en el afecto: “El primer
nivel está constituido por las emociones: el estar conciente de una tonalidad emocional que es
constitutiva del presente vivo. El segundo es el afecto, una disposición propia de una secuencia
coherente de acciones encarnadas más largas. Finalmente, el estado anímico, el nivel de la
narración descriptiva a lo largo de una gran extensión de tiempo (varios días o semanas)”
(Varela, 2000).
2. La ética de la acción.
Otro aspecto importante que implica el vivir inmerso en sociedad, y gozar de
relaciones yo-tu es el dominio ético que se genera en la interacción con otros.
A este respecto cabe nuevamente la reflexión de que los autores que publican textos
acerca de la ética ponen el valor en el acto deliberado de juzgar un acto como bueno o malo.
Entonces lo ético, desde la perspectiva más clásica de Aristoteles (Etica a Nicomaco) y hacia los
escolásticos (San Agustín, Santo Tomás de Aquino), e incluso los actuales filósofos que discuten
acerca de la ética, es para ellos un problema de la razón, de un agente mental que puede
decidir entre un juicio o cualquier otro acto (Varela, 1996).
Para Varela, en cambio desde su posición enactiva, el propio actuar ético se constituye
en el dominio de la inmediatez de los actos que son considerados éticos, coherentes al
dominio del vivir social. En este sentido, los actos éticos son incorporados enactivamente en el
dominio de conductas sociales adquiridas en la dinámica de las relaciones linguisticas con
otros.
El pensar la ética desde su perspectiva enactiva constituye un foco importante en este
programa, pues la ética, entendida como un meta-nivel de regulaciones sociales del
comportamiento y la disposición a la acción está desplegada en cada contexto de interacción al
interior de cualquier organización donde se busque realizar el Coaching Relacional, así como es
menester del propio proceso de Coaching establecer una experticia ética en la perspectiva de
la persona como un agente situado en relación con otros.
La clave aquí es la naturalidad de los actos éticos en el devenir de las experiencias
sociales, y en particular al entrar en una cultura organizacional, la persona incorpora no solo
competencias técnicas, sino que implícitamente incorpora la forma en que las relaciones se
presentan, en el despliegue de todos los actos (éticos) en dicha organización.
Éticamente hablando, en el sentido enactivo, tanto las buenas conductas, como las
malas conductas se incorporan al dominio de una persona por las formas de relación que
ejercen las interacciones recurrentes en la dinámica de una organización, en lo que podríamos
llamar el dominio de la “cultura organizacional” (García y Dolan, 1997).
Es importante que el dominio ético se genere en la naturaleza de las relaciones
sociales entorno a la organización y se explicite en el dominio consciente de las relaciones.
Nuevamente es menester de una organización el generar espacios concretos donde se puedan
traer a la mano los problemas de tipo ético. Solo en estos ámbitos vividos se puede lograr la
transparencia, que brinda la experticia ética de las relaciones humanas. En la medida que estos
espacios explícitos no se den, los problemas éticos se resuelven de manera salvaje dentro de la
organización y no son regulados por los miembros de esta.
3. Know-how ético.
De esta forma entendemos los actos éticos como un Know-how, que requiere de la
experiencia directa en el contexto de la organización a la que una persona pertenece. Un
ejemplo sería un excelente alumno de ingeniería, quien ha aprobado con excelencia todos sus
cursos universitarios, con un dominio ético demostrable en sus actos, y se incorpora a la sub-
gerencia de una organización. Cuando tiene que decidir sobre la selección de un cargo,
observa el criterio que utilizan sus superiores, gente con mucha antigüedad en la organización,
y cuyos criterios no se ajustan al conocimiento, sino a gustos personales, preferencias de
escuela universitaria, amistad, entre otros criterios. El estudiante comienza a incorporar esos
modelos, y puede incluso transformar sus conductas hacia esos mismos criterios, y luego
deviene una explicación racional a los actos: “es sabido que todos funcionan así aquí… que se
puede hacer”.
Es interesante ver como la mayor parte de las veces en cuanto a los actos éticos, el
know-what, o la explicación racional de las acciones se da a posteriori del acto consumado.
Surge como una justificación, que garantiza el “bien” de las acciones. Trabajar sobre juicios
entonces, puede resultar un bonito trabajo intelectual, pero en términos pragmáticos no
aporta relevantemente a la ética.
Para trabajar en el dominio de la ética debemos buscar dominios de acción, y ser
reflexivos en la inmediatez de las acciones para cambiar las praxis dentro de los diferentes
dominios relacionales de la organización, y eso constituye un objetivo fundamental del
Coaching Relacional que lo diferencia de otras formas de Coaching (ontológico) que valoran
más lo discursivo, los juicios, las valoraciones ejercicios de la razón pura.
En tanto know-how el modo de incorporación de las conductas buenas, que responden
a los valores no pueden ser enseñadas a través de un manual, o simplemente de una
declaración de valores dentro de una organización, pues este acto es meramente formal, y
genera conocimientos de tipo know-what.
El modo más natural de la incorporación de los valores de una organización por parte
de las personas es en procesos situacionales, es en los actos concretos donde se toman las
decisiones y se manejan las acciones. En este sentido un acompañamiento Yo-Tu, entre Coach
y Coachee es vital para garantizar estos espacios enactivos de aprendizaje ético. Es en estos
ámbitos de encuentro mutuo donde se deben crear caminos explícitos para generar espacios
interaccionales transparentes, donde se encarnen los valores en las relaciones y en las
acciones colectivas, y exista espacio para su expresión y discusión.
De otra forma, nos encontramos frente unos valores escritos en letra muerta, que más
allá del papel y de su declaración, escasamente se vivencian y encarnan en el devenir de las
relaciones de la organización.
4. La articulación de la persona y su dominio inter-personal: Creación de
mundos sociales.
Desde una orientación fenomenológica, Varela (2000) va a proponer que en tanto
agentes situados, es decir, que siempre estamos desde nuestra perspectiva, tenemos una
conciencia de los fenómenos que se constituye como consecuencia de nuestro modo enactivo
en el mundo, y es una conciencia al que este agente tiene acceso. Por otro lado, está el modo
de acoplamientos entre estos agentes en las dinámicas sociales, en el lenguaje, donde aparece
el sistema social como “condicionante” (co-determinante) de esta conciencia. Esto aparece
como una paradoja, pero se resuelve en la medida que veamos la circularidad creativa que
implica el proceso. La realización de la identidad de este agente cognitivo (persona) le confiere
una conciencia fenomenológica a la que este tiene acceso y puede narrar, y a la cual ningún
otro sistema desde fuera tiene acceso, puesto que es fenomenológica, de relato en primera
persona, si asumimos que cada sistema opera con cierre operacional (opera dentro de sus
propias dinámicas, ve lo que le ocurre en su interacción). Pero, por otro lado, este sistema solo
tiene esa conciencia en la medida que mantiene una particular dinámica sistémica de
relaciones recurrentes con el mundo. Es en este punto, en esta paradoja que se resuelve en
una síntesis dialéctica donde quedan articulados la fenomenología, posición de los sujetos
enactuantes, y la Teoría General de Sistemas (Bertalanffi, 1968) para explicar como estos
sistemas independientes viven sus relaciones comunicacionales de inter-dependencia.
5. Cultivo de la empatía y la afectividad, desarrollo inter-personal.
Queremos cerrar este apartado reflexionando acerca de la importancia que tiene el
cultivo de la empatía y la afectividad al interior de una organización de personas.
En los modelos más tradicionales de organización, donde se veía a las personas como
recursos humanos, probablemente el aspecto afectivo y empático carecía completamente de
sentido. Se miraba a las personas en función de sus acciones en la organización, desde el punto
de vista del interés de la misma en su “mano de obra”. En este ambiente enajenante, las
personas carecen de importancia para la organización.
Hoy, muchas experiencias demuestran la importancia que tiene la afectividad, el
desarrollo de la confianza, la empatía en cuanto a las relaciones humanas, y en particular, en el
ámbito laboral (ver por ejemplo Stern, 1997). Las personas funcionan radicalmente mejor
cuando se las considera íntegramente, cuando se establecen lazos positivos con sus
compañeros de trabajo, y cuando existe un ámbito de auto-realización en el trabajo, que
trasciende a los logros meramente salariales.
Las personas en entornos de estas características desarrollan automotivación, un nivel
de identificación con la organización, sus valores y sus objetivos, así como un empoderamiento
en cuanto a sus funciones.
El ingrediente básico de la vida en sociedad es el afecto, que se desenvuelve desde los
inicios de la ontogenia humana. Existen numerosas evidencias de que el afecto es tan vital en
neonatos como la alimentación. Un estudio de Pitt (Año) mostró el desarrollo neuroanatómico
en niños criados en un asilo, versus niños criados normalmente. Los niños del asilo tenían un
volumen cerebral significativamente menor que los niños normales. Así también mostraban
menor volumen en áreas esenciales del lenguaje, y en las áreas frontales (de la planificación de
la acción).
El cultivo de relaciones afectivas al interior de la organización, no puede sino beneficiar
los canales de producción, la comunicación, el clima y la cultura laboral. Generar espacios para
la expresión de los afectos, para el contacto humano también constituye un objetivo de este
programa de Coaching Relacional. Ejercicios como el psicodrama y la biodanza son ejemplares
para lograr este contacto, fuera del dominio declarativo del lenguaje. En palabras Toro, lograr
silenciar por un momento el cerebro racional para darle flujo al cerebro afectivo, y reeducar
nuestra afectividad a través del contacto, la música y la danza.
Tercer Nivel: El cambio en la organización. Entendiendo la organización como un
sistema dinámico.
1. La emergencia del nivel social.
El nivel social, es la quinta manifestación de la auto-organización, según Varela (2000),
compuesto por la totalidad de las multi-individualidades.
En este nivel se conserva el mismo proceso básico de auto-organización y de cierre
operacional, y podríamos plantear que cualquier organización humana es en sí, un sistema
cognitivo con cierre operacional, que evoluciona en el espacio-tiempo produciendo un campo
de interacciones posibles con otros sistemas sociales.
Así las organizaciones de personas también tienen un nivel cognitivo, y un nivel
colectivo de generación de “mundos” posibles.
Aquí debemos analizar la dialéctica que se da entre el nivel de significación intra-
subjetiva, que es el nivel fenomenológico de la experiencia vivida por la persona que está
inmersa en un medio organizacional, y las significaciones compartidas colectivamente en el
entorno social, producido por el nivel inter-personal, propio de las relaciones sociales. Esta
dimensión nuevamente mantiene su característica de ser dialéctica, es decir, las restricciones y
co-determinación entre el mundo para la persona, y el mundo colectivamente compartido.
No podemos saber si el sistema social es una conciencia, pues no tendríamos acceso a
ella. Pero si es un sistema cognitivo, entendiendo la cognición como coordinación de acciones
que guardan coherencia con la dinámica del sistema inmerso en su medio.
Lo importante, y paradójico es que siempre nuestro análisis y nuestro mundo
consciente es intra-personal, sin embargo, se este mundo personal se proyecta y depende de
un nivel de encuentro inter-personal (empatía y lenguaje), para la co-constitución de
“mundos” posibles. Es por esto que el mundo para la persona y el mundo de la organización/es
a las que pertenece son co-determinados mutuamente.
2. Las organizaciones como sistemas emergentes.
Desde la Teoría General de Sistemas (TGS), propuesta por Ludwing Von Bertalanffy
(1968) se dibuja un marco de referencia de las organizaciones como sistemas:
“... la sociología (y presumiblemente la historia) trata de organizaciones
informales, otro adelanto reciente es la teoría de las organizaciones formales, o sea de
estructuras escrupulosamente instituidas, tales como el ejército, la burocracia, las
empresas de negocios, etc. Esta teoría está «enmarcada en una filosofía que acepta la
premisa de que el único modo significativo de estudiar la organización es estudiarla como
sistema», y el análisis de sistemas trata de la «organización como sistemas de variables
mutuamente dependientes...” (Bertalanffy 1968, p.7).
Con estas afirmaciones se establecen los cimientos del estudio de las
organizaciones como sistemas, como bien se señala, las partes están en constante
dinamismo, constituyendo un proceso, y el conjunto de procesos que se desarrollan en un
todo coherente, producto de las dinámicas entre las partes es el sistema.
Tirst & Bamforth (en Juan, 2004) crearon el concepto de los sistemas socio-
técnicos, plantean que los resultados de cualquier unidad organizativa se explican a partir
de la interrelación entre los dos subsistemas organizativos:
a. Subsistema Técnico: compuesto por las condiciones físicas inmediatas,
la dimensión espacio-temporal del proceso productivo, el nivel de especialización y de
automatización, etc.
b. Subsistema Social: compuesto por las individualidades y las relaciones
interpersonales, los roles asignados y los grupos formales a los que pertenecen, la red
de relaciones sociales interna y con otras organizaciones, etc.
Por otra parte, Chiavenato (2000) propone que las organizaciones son un sistema
de actividades, que están coordinadas y tienen la finalidad de lograr un objetivo en común.
Así mismo, señala que existe organización a partir de la interacción de dos o más
personas. Los requerimientos para la existencia de un sistema que sea efectivo son los
siguientes (Zanabria, 2006):
- Que haya personas capaces de comunicarse.
- Estas estén dispuestas a actuar conjuntamente.
- Que deseen obtener un objetivo en común.
Según este mismo autor, las principales características de la complejidad de un
sistema organizacional son las siguientes:
- Complejidad: Referente a la estructura, diferenciación vertical y
horizontal existente entre las organizaciones.
- Anonimato: Referido al énfasis que se hace en las tareas u operaciones
más no en las personas. Lo importante es que la actividad se realice no quien la
ejecuta.
- Rutinas estandarizadas: Procedimientos y canales de comunicación.
- Estructuras personalizadas no oficiales: Propios de la estructura
informal.
- Tendencias a la especialización y la proliferación de funciones: El
objetivo es separar las líneas de autoridad formal de la competencia profesional o
técnica.
- Tamaño: Número de personas y dependencias que conforman la
organización.
Así podemos observar que la tendencia a la complejidad del sistema, según el
autor, es una tendencia a la despersonalización, fenómeno que criticaremos, pues
pensamos desde Varela, que el nivel personal y el nivel organizacional son co-
determinantes.
Si se reduce el nivel personal a las acciones posibles que la persona realiza dentro
de la organización, se está trabajando con un sujeto alienado, cuyo aporte a la
organización es limitado. Además está la conciencia e intencionalidad del sujeto
igualmente alienada.
Una persona alienada no fácilmente entra en coordinación con un objetivo
comunitario dentro de la organización, pues se carece de la co-identificación básica de las
interacciones sociales, donde el sujeto siente pertenencia, un contacto real con otro que
identifica y en cuyo proceso, a su vez confirma su identidad. Esta praxis empática de las
relaciones sociales se ve afectada cuando se trabaja desde el “anonimato” y la
impersonalidad en las organizaciones, y como consecuencia se afecta tanto el éxito y la
efectividad de la organización, así como la realización personal de los miembros.
En este sentido, el Coaching Relacional busca la inter-relación entre la organización
y la persona, y su identificación mutua. Se pretende que el coachee adquiera un
compromiso real, encarnado dentro de la organización, que cada persona sea una
dimensión fractal de la organización, es decir, que la identidad de la organización se refleje
en cada persona de la misma. Que las personas encarnen la cultura, los valores y los
objetivos y se sientan realizadas personalmente dentro de la organización. Esta es la base
de la adaptación de las personas dentro de un marco organizacional y de la organización
como sistema complejo en el nivel social.
Para este propósito se necesita trabajar en la dialéctica inter-personal, y la co-
determinación persona-organización que serán tratados en el siguiente apartado.
3. La inter-relación dialéctica del nivel personal-organizacional.
Pensamos que un punto importante es la relación dialéctica existente entre la persona
y la organización. La identidad de la organización tiene una imagen figurativa que es capaz de
interaccionar con el nivel personas. Se propone que esta identidad emergente de la
organización es constituida por el conjunto de acciones que generan la cultura organizacional.
Dentro de estas acciones existen algunas que son explícitas, que operan dentro del discurso
declarativo de la organización (tareas, deberes, responsabilidades, derechos, respeto mutuo),
y otras que operan implícitamente configurando una parte importante de la cultura
organizacional.
Es importante tener en cuenta que la identidad personal de cada colaborador de una
organización y la identidad de la organización misma, se relacionan dialécticamente en un flujo
espiral que co-determina la forma en que las personas se realizan en el marco organizacional y
la realización de la organización como entidad inter-dependiente.
En esta dinámica encontramos: la emergencia que es el conjunto organizado de
acciones de las personas que son elementos de la organización generan, constituyendo asi la
identidad dinámica de la organización, y la submergencia, que de este nivel identitario de la
organización fluye de bajada, determinando el comportamiento de cada una de las personas
en el marco organizacional (para un análisis en profundidad del concepto de emergencia-
submergencia ver Rodriguez, 2008)
Es importante tener en cuenta este doble-enlace de la organización y las personas para
trabajar desde nuestro modelo de Coaching Relacional, pues la persona siempre es un agente
situado en la organización cuya co-determinación reciproca responde a variables intra-
personales como organizacionales.
Aspectos diferenciadores del Coaching Relacional con otras formas de Coaching
1. El rol del Coach: desde la perspectiva del “Estratega” hacia la
perspectiva del “Sabio”.
Es importante rescatar el perfil del Coach en el programa de Coaching Relacional. En
los modelos tradicionales de Coaching se piensa que la figura del coach es la de un experto
estratega que planifica las acciones de sus coachee. Esta experticia se la brinda el
conocimiento teórico-técnico de los diferentes procesos, por ello, un buen coach es quien
tiene conocimiento y experiencia en un determinado ámbito.
Esta lógica del coach es ingenieril, pensando que el conocimiento de determinados
aspectos técnicos y la experiencia en implementación. Pero el coach es una figura impersonal,
cuyo valor lo entregan solamente sus conocimientos teórico-técnicos.
En el modelo de Coaching Relacional se busca rescatar a la persona, y en este sentido,
lo valioso en la formación del Coach son las experiencias de auto-conocimiento. Este
autoconocimiento, un vuelco hacia su vida interior, garantiza un proceso mucho más
integrado, que engloba los conocimientos teórico-técnicos con el desarrollo personal.
En este sentido, este enfoque se centra en el desarrollo personal, el auto-
conocimiento de la persona del coach, para desenvolver una “sabiduría”. La sabiduría solo la
brinda la experiencia directa de conocimiento del sí-mismo.
En un texto de Taisen Dashimarú (1979), encontramos una cita radical en este aspecto,
que fue la iluminación del Maestro Dogen, un reconocido maestro del Budismo Zen:
“Así fue como el Maestro Dogen obtuvo el satori (Iluminación). El monje le dijo: «Joven,
usted ha venido del Japón. Ustedes inteligente y comprende el budismo, pero no comprende la
esencia del Zen. Si no hago esto, si no trabajo aquí y ahora, ¿quién podría hacerlo? Yo no soy
usted, yo no soy los demás. Los demás no son yo. Por eso los demás no pueden experimentarlo.
Si no trabajo, si no lo experimento aquí y ahora, no podré comprenderlo. Si un joven me
ayudara a trabajar, si yo me limitara a mirarle, no podría tener esta experiencia de secar
champiñones. Si yo dijera: Haz esto o aquello. Ponlo aquí o allá, no podría experimentarlo yo
mismo. No podría comprender el acto de este aquí y ahora...» (pag 12).
Queda claro que desde la perspectiva de “yo no soy los demás”, el trabajo de
desarrollo y autoconocimiento lo debe vivir cada persona por sí misma. Es esta experiencia
directa, que le da riqueza vivencial a la experiencia del coach, la que le brinda la calidad de
“sabiduría”. El coach pasa de ser un simple experto técnico a convertirse en un sabio.
Finalmente el coach, en el proceso de Coaching Relacional, debe plasmar espacios para
que el coachee desarrolle esta misma sabiduría experiencial en sus diferentes contextos
situacionales.
2. Desde una ciencia del “insight” hacia una pragmática de la acción.
Desde una visión ontológica, el coaching consiste en un proceso dialógico donde
los logros se valoran en cuanto el coachee adquiere mayor conciencia de su
comportamiento, pensamientos frente a diferentes aspectos de su vivir, en particular
frente a aquellos que comprometen su actividad laboral. En este sentido, se busca hacer
“declarativo” o traer al lenguaje narrativo aquellos aspectos que cursan de manera
inconciente en su praxis.
Desde un enfoque enactivo, el insight o la toma de conciencia, en cuanto a la
posibilidad de relatar un determinado problema, o el origen de este, no tiene una
relevancia primordial. Desde nuestro enfoque la conciencia declarativa de una acción
viene a ser la consecuencia lógica de un cambio en el accionar, pero no tiene relevancia en
el proceso del cambio mismo.
Un ejemplo para ello es el aprender a manejar un automóvil. Cuando una persona
se aproxima al automóvil por primera vez tiene que manejar en su conciencia inmediata
(working memory) un sinnúmero de factores como el volante, los pedales, los espejos, la
calle, la palanca de cambio. Con el curso de muchos intentos, el cuerpo va generando una
coordinación global que permite que la persona aprenda a manejar y destinar sus recursos
conscientes hacia otros aspectos de la experiencia. En este proceso no medió ningún
insght, y la toma de conciencia de declarar el “saber manejar” viene a ser la consecuencia
de un aprendizaje pragmático.
En este sentido, pensamos que un conocimiento basado en el insight puede
constituir un conocimiento carente de encarnación en la pragmática de la acción. Pues
muchos conocimientos teóricos constituyen insight conscientes, pero están des-enlazados
con las acciones concretas del individuo.
Otro ejemplo es el practicante, recién egresado, quien puede tener muchos
conocimientos a nivel teórico-técnico, pero es solo en su práctica profesional donde logra
enlazar sus insight teóricos en la pragmática de la acción, y es solo allí donde el
conocimiento toma su colorido vivencial.
Es por ello que en el modelo de Coaching Relacional se valora el conocimiento
obtenido a través de la pragmática de la acción, y su equilibrado enlace con los insight
teóricos que se puedan traer a la mano en la relación tanto desde la experiencia previa del
coach como la del coachee.
3. La importancia de la experiencia relacional y el diálogo multinivel.
En el modelo de Coaching Relacional se valora la experiencia dialéctica entre el Coach y
el Coachee como espacio real de encuentro mutuo y de transformación. En este sentido, en
este espacio compartido se manifiesta una riqueza en los niveles de interacción.
Un primer nivel, lo constituye la empatía, que garantiza el vínculo emocional-afectivo
entre el coach y el coachee. Esto es fundamental, pues define el encuadre de este espacio en
la confianza y calidez de una relación “yo-tu”.
Este aspecto es diferenciador de otros modelos, en tanto, el nivel empático constituye
el piso para comenzar el proceso de coaching. Se trabaja desde la encarnación de esta mutua
relación, a diferencia de otros modelos más impersonales donde el valor está dado en el
estatus de experticia del coach, los conocimientos teóricos y el logro de ciertos objetivos
propuestos desde un modelo teórico, y por lo tanto, carentes del sentido personal y
situacional.
El establecimiento de la relación dialécticamente encarnada en nuestro modelo es la
base tanto para la planificación de todo el proceso. Es primordial que el proceso tenga sentido
en esta relación para las dos individualidades interrelacionadas.
4. El valor de la persona en el sistema organizacional.
Continuando la línea argumental de todo el presente texto, queda claro el valor que se
le da a la persona en nuestro modelo como agente integral dentro de una organización.
Si dentro de la filosofía o la cultura organizacional se carece del valor de la persona y se
valoran solo las acciones de estas en tanto que recursos humanos, se tiene una mirada
reduccionista, propia de la vieja industria, principios adquiridos de la producción en masa
desde la revolución industrial en adelante.
Hoy nuestro mundo social y la revolución de las comunicaciones, la conectividad y las
comunicaciones, la democratización del conocimiento a través de internet, exige una
preocupación por el desarrollo del nivel personal. Exige a la nueva organización valorar a la
persona y encarnarla a una dinámica relacional en el marco de los objetivos y cultura
organizacional, para garantizar una co-identificación y unas relaciones humanas dentro de la
organización que garanticen el compromiso y el aprovechamiento de la gestión de personas.
5. Ámbitos del lenguaje no explotados.
Cuando se habla de coaching a nivel organizacional se entiende que este se dará en el
ámbito conversacional y dialógico. En nuestro modelo de Coaching Relacional se valoran los
aspectos explícitos e implícitos de esta relación.
Dentro del programa formativo, se plantea formar a los futuros coach en las diferentes
estrategias de comunicación, aspectos de la sugestión, de la comunicación emocional, que se
manifiestan en el sentido implícito.
El emplear sistemáticamente estos recursos in-explorados del lenguaje, que quedan
por debajo de la mesa de la conversación, pensamos es importante para incorporar el nivel
afectivo-emotivo del lenguaje, para favorecer procesos como la motivación, la autonomía, la
expresión asertiva de los afectos, y la autorregulación en ámbitos concretos de la experiencia
del coachee.
En este sentido avanzamos más profundo que los simples ámbitos declarativos del
lenguaje, de los insight, a constituir un modelo pragmático orientado a los comportamientos
efectivos en situaciones encarnadas, comportamientos que incluyen los ámbitos: emotivo-
afectivo, los procesos automatizados del comportamiento, y el manejo voluntario de la acción
y la autorregulación, constituyendo un aprendizaje global basado en la experiencia directa.
Referencias
Deshimarú, Taisen (1979). “La práctica del Zen”. Editorial Kairos, Barcelona.
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