ruiz domenec - hartog

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  • 8/12/2019 Ruiz Domenec - Hartog

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    Toda la obra del historiador francs FranoisHartog gira en torno a un tema recientementedesvelado por l mismo y que haba constituidouna especie de referente oculto a lo largo de sutrabajo en los ltimos treinta aos:el rgimen dehistoricidad de las civilizaciones del pasado.Al-rededor de esta idea ha elaborado una slida in-

    vestigacin sobre la Grecia de la Antigedad cl-sica, delineando con maestra los textos de lospoetas, dramaturgos, historiadores y gegrafos,cuyos puntos de vista sirvieron para elaboraruna visin del mundo que ha llegado a nuestrosdas a travs de los principios humanistas e ilus-trados presentes en la formacin intelectual deleuropeo.

    Le miroir dHrodote es, de todos sus libros, elms denso en propuestas de mtodo y en moti-

    vos de renovacin de la lectura de los textos na-rrativos de la Antigedad. Un libro sobrio en susprimeros momentos pero que sin embargo sedespliega con inusitada fuerza en el momento enque decide seguir la representacin del mun-do que permiten lasHistorias de Herdoto, don-de, tomando distancia de los prejuicios anidadosen las comunidades agrcolas de la Hlade, se re-memoran el esplendor de los lidios, el inquietan-te mundo de los medas, los enigmas de los egip-

    cios, o los motivos de la legitimidad de las gue-rras griegas contra los persas,unas guerras en de-fensa propia, a favor de la libertad y de las leyesen contra de un rey dspota,y por lo mismo de lasuperioridad moral griega sobre el modo de vidairan. Pero la verdadera ambicin de Hartog noestaba en estos objetivos de Herdoto: toda su

    investigacin converge en una sola direccin,procedimientos de anlisis y observaciones demtodo gravitan en torno a una preocupacincentral: la concepcin del mundo del otro,es de-cir, las formas de valorar la vida de los pueblos es-citas, diferentes a la de los griegos, pero quizcomplementarias, en el sentido de que en el Me-diterrneo la pluralidad puede entenderse comoun fenmeno de civilizacin.

    Vincular la etnologa y la mitologa compara-

    da de la religin griega con la historia fue desdeese momento el programa de trabajo de Hartog.En la base de ese proyecto estaban las sugestio-nes provocadas por la lectura de los trabajos deNuma Denis Fustel de Coulanges a travs de lostristes trpicos de Claude Levi-Strauss y delos hallazgos de Michel Foucault sobre el or-den del discurso en la construccin de la historia.

    La ciudad antigua de Fustel (publicada en 1864)es una especie de vuelta al mundo mediterrneo

    Jos Enrique Ruiz-Domnec. Historiador, Universitat Autnoma de Barcelona

    Franois Hartog ante

    el MediterrneoToda la obra de Franois Hartog gira en torno al rgimen de historicidad de las civilizacionesdel pasado,con una slida investigacin sobre la Grecia de la Antigedad clsica.En esteartculo recorremos los trabajos del historiador francs,que observa el presente mientrasla memoria se configura como agente de futuro, ya que las riberas mediterrneas han sidotestigos supervivientes de una situacin lmite a lo largo de la historia.

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    de la Antigedad en busca de los orgenes de laciudad como una respuesta religiosa al descubri-miento de la muerte, un modo de cuestionar laidea de Rousseau del contrato social y que le per-

    miti afrontar entre otras cosas un estudio de lar-ga duracin sobre las instituciones sociales delMediterrneo. Un tema que Hartog observa des-de la mirada de Herdoto interesndose sobretodo en la dimensin de la alteridad y del mundode la frontera, donde aparecen diseados algu-nos problemas de ulteriores trabajos suyos.

    Le miroir dHrodote es un libro escritoen la dcada de los setenta, cuando Pars

    era realmente el centro del debatehistoriogrfico en el Collge de France

    Le miroir dHrodote es un libro escrito en ladcada de los setenta, cuando Pars era realmen-te el centro del debate historiogrfico en el Coll-ge de France con Foucault,Aron,Veyne, Dumzilo Duby, y se public en 1980, gracias al apoyo deMichel de Certeau,Marcel Detienne,Jacques Re-

    vel, Jean-Pierre Vernant y Pierre Vidal-Naquet.Volvi a publicarse en 1991 con un nuevo prlo-go titulado Le vieil Hrodote, donde reconoceque sus objetivos coinciden con la bsqueda delas formas del discurso histrico llevadas a ca-bo por Hayden White;por fin, despus de ser ci-tada y comentada por especialistas de todos loscampos de la historia, y de convertirse en unapieza bsica en la renovacin del conocimientodel significado de los brbaros en la historia co-mo puede seguirse en los notables estudios deEdith Hall y Carlos Garca Gual, volvi a apare-cer en el ao 2001 en la coleccin Folio de Ga-llimard.La mejor prueba sin duda de que el librose haba convertido en un clsico, al menos en losambientes de alta cultura.

    EnMmoire dUlysse Hartog vuelve al estudiode la alteridad y de la frontera como el elementodinamizador de la civilizacin mediterrnea enla Antigedad; lo que busca en este brillante

    ensayo no es slo la memoria de una civilizacinancestral que encontr su definicin en los aossesenta a travs del filmZorba el Griego, protago-nizado por Anthony Quinn e Irene Papas; quiere

    saber por qu el Mediterrneo es un espacio defrontera, el secreto de ese comportamiento a lolargo de los siglos y su efecto comunicativo en losescritores griegos,helensticos y romanos, sin de-

    jar de lado el inters por los secretos del mundoque parecen vincularse al viaje de iniciacin aEgipto: desde Herdoto a Champollion pasandopor Platn (el Timeo), Hermes Trismegisto, Heca-teo de Abdera, Diodoro Sculo, Marsilio Ficino,Isaac Casaubon, Bossuet, el abad Rollin, Vivan

    Denont, Karl Otfried Mller o Martin Bernal. Nopor azar Hartog sita sus reflexiones bajo la som-bra de Ulises,un viajero por voluntad de los dio-ses que le conducen a los confines del mundoconocido para que convierta el viaje de regreso asu casa en una metfora absoluta del valor de lacivilizacin mediterrnea.Y en taca, su isla, sutesoro, quiere conocer la sustancia ltima de esasimgenes que son la nica realidad que el hom-bre tiene tras haber recorrido la vida. Recuerdos

    y desafos, sueos y propuestas amorosas, sacrifi-cios y diversiones.El fondo fatalista de la civilizacin mediterr-

    nea es el punto de partida de su necesidad deabrirse a los otros, de viajar, parece pensar Har-tog, y a ello dedica excelentes pginas donde sedemuestra que la alta erudicin es una forma decompromiso intelectual con la sociedad actual, laprueba de que el talento est al servicio de unmundo que se resiste a caer en brazos de la irres-ponsable vulgaridad de los agentes sociales. Losrefinados anlisis y los juiciosos comentarios so-bre obras que apenas tienen relieve en modernosprogramas educativos muestran sin embargo laeficacia que en todo tiempo, y lugar, tiene el co-nocimiento de los procedimientos intelectualesde los clsicos en la formacin del ciudadano.Puede decirse que no hay pgina que no reclameesa necesidad,motivo por el que fue rechazada latraduccin de este libro por una conocida edito-

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    rial barcelonesa, aunque el lector espaol puederecurrir a la realizada por el Fondo de CulturaEconmica de Mxico.

    Desde luego, no slo en el anlisis de los tex-

    tos busca Hartog la clave de la forma de ser delMediterrneo:el trasfondo social de los valles y lamanera de percibir el mundo de las pequeas pro-piedades agrcolas desarrollan tambin su propiosistema de representacin y por ello mismo sontema de anlisis en este libro con el fin de ofrecerun panorama completo del mundo Mediterrneoen la Antigedad. La figura de Alejandro Magnono poda faltar en esta bsqueda, quizs por suaura de visionario, por haber intentado la crea-

    cin de una civilizacin mixta, por su decididoapoyo a la fraternidad y a la unidad del gnerohumano. Pero identificar la vida con una expe-riencia tan diferente a la de su entorno es, paraHartog, uno de tantos sueos sin fundamentoque aparecen en la cultura mediterrnea,creado-res de mitos,y que forjan una sensacin de que lahistoria nunca puede ser cambiada por la volun-tad de un titn, incluso llamndose AlejandroMagno. La carga emotiva de este hallazgo desa-

    credita los objetivos de la sociedad helenstica yabre el camino a Roma. Las observaciones de losviajeros a Roma,encabezados por Polibio, consti-tuyen un desquite del hombre de cultura sobrelos sinsabores de la vida y animan las pginas l-timas de este decisivo libro en las que aparecenlos diversos planos de conocimiento en los queHartog despliega sus slidas investigaciones so-bre el Mediterrneo.

    La necesidad de precisar los diferentes apo-yos en los que precisamente descansan esas in-vestigaciones ha llevado a Franois Hartog areunir sus principales artculos de opinin meto-dolgica en un importante libro tituladoRgimes

    dHistoricit. Prsentisme et expriences du temps, yen l podemos distinguir por los menos tres ni-

    veles en los que ha desarrollado (y desarrolla) sutrabajo: nivel de la memoria, nivel de la historia,nivel de la historiografa (la historia de la histo-ria). Hecho crucial de su posicin es que en estos

    tres niveles rigen un orden de las cosas que l de-nomina rgimen de historicidad, es decir, la mo-dalidad de conciencia de s misma de una comu-nidad humana.El lector erudito es el que conoce(o reconoce, segn los casos) el ritmo de la socie-dad, y justamente de ese trabajo procede el prin-cipio de la diferencia sobre una identidad co-mn.Ulises no ha ledo a San Agustn,una fraseque slo tiene sentido desde la historia, al acep-tar el principio de su cronologa que los antepa-sados no pueden comprender a sus descendien-tes,pero s a la inversa: los hijos deben reconocera los antepasados.Memoria como vehculo de unreconocimiento social y como creadora de im-genes. La historia revolucionaria y la antihistoriamtico-ritual tienen en este libro la misma cara,

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    hablan con la misma voz. Una voz que emerge co-mo una queja ante la dificultad de comprender elrgimen de historicidad en el que vivimos tras lafractura de 1989 (fractura es la traduccin de

    brche, que a su vez lo es degap: un homenaje aHanna Arendt). El presente omnipresente, elpresentismo, es la categora que mejor parece de-finir el comienzo del siglo xxi. Estamos en las an-tpodas de cualquier historicismo, esas formas depensar el pasado desde la fra y objetiva distanciaque antes se calificaba de cientfica cuando he-mos visto que quizs es meramente burocrti-ca. Pero slo en la vibracin del momento pre-sente Hartog habla en sentido estricto.

    Una vez ms mirar el futuro es mirar losemblemas de la patria, una lengua, un

    patrimonio cultural, un gesto social, unaforma de ser

    Para analizar los diferentes regmenes de his-toricidad, Hartog recurre a la antropologa deMarshall Sahlins sealando que otros tiempos,

    otras costumbres, tambin son otras historias. Elpunto de sutura entre el lector trasladado a lasFidji para fijar el sentido de esas islas de la his-toria y el rescate de la tradicin libresca que unea Homero y Tucdides con San Agustn es el prin-cipal objetivo de su trabajo. El Mediterrneo seconcibe tambin como una isla de la historia,pero esa isla se transforma con el tiempo en lanica tierra conocida. Hartog sabe bien cmomanejar la paradoja de que la identidad griega nose abriera al principio bblico de que la vida esuna promesa,de ah que su expresin Ulises noha ledo a San Agustn tambin adquiere una di-mensin gnoseolgica, pues significa que todaesa cultura ha vivido de espaldas a los procesosde elaboracin de la Biblia durante siglos hasta elao 100 d. C., donde parece que configuraron uncanon religioso. Y eso le conduce a afrontar laruptura de todas las rupturas, ese momento quesirve de final de una larga poca y el comienzo de

    otra apenas reconocible, llena de interrogantes,yque no logra despegar. Ese momento lo sita enel paso del mundo clsico francs a la poca pos-terior a la Revolucin, y lo sigue a travs de un

    testigo excepcional,Chateaubriand.El viajero Chateaubriand que vuelve a su tie-rra despus de la revolucin y de las guerras re-gistra imgenes de futuro y no de pasado, si-guiendo un hilo invisible de sugerencias quetermina en los historiadores que tambin regre-san a su casa tras los desastres de la SegundaGuerra Mundial (aunque desde luego algunos nolo hicieron, asesinados por la polica poltica co-mo Marc Bloch, o muertos en las trincheras). Pa-

    ra Chateaubriand y los que le siguieron en lossiguientes ciento cincuenta aos, el futuro tenaun nombre: la nacin. Eran patriotas en buscade un rgimen de historicidad propio (francs,alemn,ingls,italiano).Los signos de esas histo-rias nacionales son a veces lugares de la memoriade las respectivas naciones: monumentos a loscados en las guerras, galera de personajes ilus-tres (en su mayor parte generales, polticos y po-etas que cantan a la patria), como tambin refe-

    rencias inestimables ante el empuje de cualquieralternativa supranacional. El retorno incesantede esas imgenes empuja a los hombres a mante-ner viva la memoria ante la inclinacin histricaa favor del olvido. El gran juego del presente una

    vez ms,en el punto de mira de Hartog, la memo-ria se transfigura como agente de futuro. Quizs

    ya no la nacin, pero s en cambio la patria. Re-clamo al patriotismo. Una vez ms mirar el futuroes mirar los emblemas de la patria, una lengua,un patrimonio cultural, un gesto social, una for-ma de ser. Es eso verdaderamente lo que nosespera tras la fractura de 1989? Nadie puede sa-berlo con seguridad, porque lo que ha guiado alespritu de progreso desde 1789 hasta ayer mis-mo era un oscuro abandonarse al vrtigo de laguerra: guerras napolenicas, guerra de Crimea,guerra franco-prusiana, Primera Guerra Mun-dial, guerra civil espaola, Segunda Guerra Mun-dial, guerra de Corea, guerras palestino-israeles,

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    guerra de Vietnam, guerra de Kosovo, guerra delGolfo, guerra de Irak.Y es intil buscar una razna todo ello. El ao pasado sin ir ms lejos se pro-testaba por ese vrtigo, y este ao vuelven una vez

    ms los mpetus patriticos al mundo.Queda el presentismo del presente del quehabla Hartog: situar en el futuro el exacto valordel 11 de septiembre de 2001. Un suceso del pa-sado inmediato que condiciona el futuro lejano:qu leer para llegar a comprenderlo? O mejoran, en el espritu de este gran historiador,adnde viajar para encontrar los testigos nece-sarios para el rescate del pasado? Servir un

    viaje por el Mediterrneo? Intentmoslo. En sus

    riberas podemos encontrar el testigo como su-perviviente de una situacin lmite, es decir, eltestigo que logra subsistir ms all del aconteci-miento, el que habla de un mundo ya perdidopero con cuyo testimonio se puede recuperarsu tono o su fisonoma. Pero cmo integrar eltestimonio personal en la historia que, por defi-nicin, debe ser un examen lcido de la existen-cia humana. Cmo unir dos elementos tan he-terogneos, el del testigo y el del historiador?

    Esto exige una autntica hermenutica del dis-curso. A l se encamina Hartog en su conferen-cia en la Universidad Iberoamericana de la ciu-dad de Mxico, y que ms tarde publicara larevista Historia y Grafa. Es una propuesta osa-da, pues se asienta en la paradoja anunciada por

    Reinhart Koselleck hace algunos aos: La his-toria la escriben los vencedores, pero slo porun tiempo, pues a largo plazo las ganancias his-tricas de conocimiento provienen de los venci-

    dos. Si esto es as, que todo lo parece indicarsegn Hartog, estaramos ante la necesidad deinvocar a los vencidos, los nicos que para com-prender un suceso deben tomar en cuenta a am-bos lados. En ese sentido, puede ratificarse suopinin y su pregunta: Una historia de los testi-gos y de las vctimas, podra satisfacer esta exi-gencia que lleva consigo la viejsima palabrahistoria? El Mediterrneo es un buen observato-rio para dirimir esta importante cuestin. Insis-

    tir en ello.

    Obras de Franois Hartog

    Mmoire dUlysse. Rcits sur la frontire en Grce

    ancienne, Pars,Gallimard, 1996. Le miroir dHrodote.Essai sur la reprsentation de

    lautre, Pars, Gallimard, 2001. LeXIXeSicle et lHistoire. Le cas Fustel de Coulan-

    ges, Pars,Seuil, 2001. El testigo y el historiador, Historia y Grafa,Universidad Iberoamericana de Mxico, n 18,2002.

    Rgimes dHistoricit. Prsentisme et expriences

    du temps, Pars,Seuil, 2003.