roger bartra- la imaginación antropológica

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  • 8/13/2019 Roger Bartra- la imaginacin antropolgica

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    ENCONTRES I SEMBLANCESQ

    ENCUENTROS Y SEMBLANZAS

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    Roger Bartra (Mxico, DF, 1942), hijo de los escritores catalanes exiliados

    Agust Bartra i Anna Muri, conspicuos integrantes de la llamada generaci de la dispora , es uno de los ms reputados antroplogos de la hora presente.Doctor en Sociologa por la Sorbona de Pars, mster en Ciencias Antropolgicapor la Universidad Nacional Autnoma de Mxico y etnlogo especializadoen Antropologa Social, Bartra ha desarrollado una amplia tarea de estudio einvestigacin en Mxico, Estados Unidos y Venezuela, y as mismo ha publicado, entre muchos otros, los siguientes libros: La sangre y la tinta. Ensayos sobre la condicin postmexicana (1999 ), El Siglo de Oro de la melancola. Textos espaoles y novohispanos sobre las enfermedades del alma (1998),El salvaje arti-

    ficial (1997),El salvaje en el espejo(1992),La jaula de la melancola (1987), y Las redes imaginarias del poder poltico(1981; edicin en cataln:Les xarxes imaginries del poder poltic , 1985). Ha colaborado en publicaciones comoQuimera , Fractal , Etctera , Vuelta , LAven , La Jornada Semanal , Transculture ,Telos , Letra Internacional , Anlisi , Leviatn, Nexos , Nous Horitzons , Historia y Sociedad , Latin American Perspectivesy, entre otras ms,Revista Mexicana de Sociologa . En 1967 firm con Paul Leduc el guin de la pelculaEtnocidio:notas sobre el mezquital.Ha sido, adems, director de publicaciones comoLa Jornada Semanal , El Machetee Historia y sociedad , y tambin ha pronunciadonumerosas conferencias en Amrica Latina, Estados Unidos y Europa.

    Roger Bartra, que el otoo pasado residi en Barcelona como profesor invi-tado por la Universitat Pompeu Fabra, y que regresar muy prximamente ala ciudad con motivo de la invitacin que le ha cursado la Universitat Autnomade Barcelona, ha desarrollado una obra amplia, diversa y muy original, caracterizada por una fecunda aunque muy poco habitual conciliacin del rigorpropio de las ciencias sociales con los numerosos beneficios que stas puederecibir de manos de la sensibilidad y la cultura humansticas.

    Comoquiera que Roger Bartra ha hecho relevantes contribuciones a la com-prensin del modo en que la imaginacin narrativa atraviesa los compor-tamientos polticos y sociales contemporneos, A NLISI. Q UADERNS DECOMUNICACI ICULTURA ha juzgado de gran inters incitarle a reflexionar envoz alta acerca del tema sobre el que versa este nmero monogrfico.

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    La revista Anlisi. Quaderns de comunicaci i cultura , que dedic monogr-ficamente su nmero anterior a la relacin entre mito y cultura meditica,ha querido en esta ocasin abordar, tambin de modo monogrfico, un asun-to distinto aunque estrechamente relacionado con aqul: el nexo, a nuestro

    juicio ntimo, entre narratividad y comunicacin. El equipo de redaccin dela revista considera que este vnculo indiscutible permite suscitar adems,de modo ms general, una reflexin polifnica sobre el papel crucial que la narracin, en sus muy diversas manifestaciones, ejerce en los diferentes mbi-tos de la cultura humana.

    Esta entrevista, pues, va a versar acerca de la relevancia de lo que algu-nos autores han dado en llamar paradigma narrativo , entendida como la consciencia, muy extendida en las ltimas dcadas, sobre la funcin centralque la narracin juega en los modos en que los seres humanos construyensu memoria, su presente y su futuro. A qu se debe, a su juicio, el relieve

    que el relato ha adquirido en la consciencia crtica contempornea? A m me parece que ha ocurrido una crisis importante de las tradiciones liga-das al funcionalismo y estructuralismo, no slo en la antropologa sino en el con junto de las ciencias sociales. Creo que el espacio dominado por las teoraestructuralistas ha llegado a un cierto lmite y que, por ello, estamos presen-ciando un retorno a la literatura. Quiero decir, a la narracin, a la narrativi-dad. Es el redescubrimiento de que la historia no se puede reducir a redes, deque la problemtica cultural no se puede dominar completamente a partir del

    estudio de las estructuras y de que, por lo tanto, nos queda el espacio de lanarracin, de la narrativa, de la historia de cuyo fluir nos tenemos que hacercargo, de las formas...

    En los ltimos decenios, singularmente a partir de los aos setenta, ha idoaumentando la consciencia acerca del papel esencial que la narracin juega en la constitucin de la historia colectiva, por un lado, y en la de la misma identidad invididual, por otro. A esta nueva consciencia han contribuido tantolas ciencias sociales la sociologa, la antropologa, la historiografa como las

    humanidades la psicologa, la teora literaria, la hermenutica filosfica,etctera. Le parece que este papel del relato est siendo sobrevalorado, queeste nfasis posmoderno en lo narrativo es quiz excesivo? O cree ms bienque, justamente, tal hincapi atina a sealar un hecho que durante muchotiempo ha sido dejado de lado por la racionalidad cientfica dominante?Me parece que es bsicamente atinado. No estoy del todo seguro de que seanlas tradiciones filosficas posmodernas las que han exaltado la narrativa. Noestoy tan seguro. Han fragmentado los espacios tradicionales o cohesionadoeso que llaman metadiscursos Con ello puede ser que hayan permitidodar paso a la narracin, a la narratividad, pero no me parece percibir en Lyotardy en otros una invitacin a ello. Me parece que ocurre un poco a pesar de esosautores.

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    Lyotard, en concreto, habla de la crisis de los grandes metarrelatosS, lo que pasa es que por ello entiende las grandes teoras. No s si esto implica, claro, el retorno implcito a los pequeos relatos. Creo que estamos frente una cosa bastante ms compleja. Con el nfasis en la problemtica ligada a la

    identidades, se ha hecho cada vez ms evidente que esas identidades no estcongeladas. Y aunque la tentacin fundamentalista es muy fuerte para unaactitud esencialista, las identidades estn dadas, bsicamente no cambian, loque de hecho se redescubre es lo que ya haba descubierto Locke: que las identidades de los individuos, y tambin las colectivas, fluyen y cambian constantemente; y ese fluir es el que se tiene que apreciar desde otras perspectivas. Aqes donde hay una coincidencia entre el narrar y la fluencia de las identidades

    No obstante, si se acepta que la identidad tanto la individual como la

    colectiva se construye narrativamente, entonces surgen varias preguntasde calado: dnde quedan los grandes valores rectores de esa identidad (por ejemplo, cuando se fundamenta el concepto de nacin en su idea esencial)?Dnde encontrar referentes slidos? No es cierto acaso que el reconoci-miento de que la identidad es, en buena medida, un constructo narrativonos sume en el vrtigo de no saber a ciencia cierta qu somos, ni como indi-

    viduos ni como colectivos?Claro, es el vrtigo de sentirnos encerrados en un fragmento que se puedenarrar pero que est perdido en un espacio completamente relativista dondeno hay seguridades. Creo que se es un escollo tan peligroso como el contrario, que es el fundamentalista me refiero, antes que nada, al fundamenta-lismo occidental, que propugna verdades prcticamente eternas, descubiertaspor la cultura europea, etctera. Esta actitud fundamentalista es bastante peli-grosa, porque ha bloqueado la pluralidad. Pero en el otro extremo pasa lomismo. Tambin llegamos a esta angustia por no tener ningn referente. Y,en el fondo, lo que estamos diciendo es lo mismo pero en pequeo, es decir: quel nico referente est en nuestra tribu y, en ltima instancia, en nuestro ego,y que es ah donde hay que buscar. Ese vrtigo puede ser una invitacin a

    explorar los castillos interiores, descubrir lo mstico; o a buscar sus equivalentes relativistas y multiculturales. Reafirmar la propia identidad como nicoreferente de la bsqueda implica, por tanto, una nueva forma de excluir alotro, aunque sea desde un pequeo fragmentito marginal.

    En qu medida tal conciencia sobre la importancia de la narracin tienepujanza hoy en la antropologa, en la sociologa, en las ciencias sociales engeneral? Se trata de una aportacin marginal, complementaria de los mto-dos ms tradicionales, o cree que est llegando al epicentro de las ciencias

    sociales? Yo creo que cada ciencia social ofrece un caso distinto. Creo que hay cienciasociales muy reacias a esto. As ocurre con la economa, por ejemplo, que h

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    entrado en un camino que para aplicar un trmino econmico yo dira que es de rendimientos decrecientes, pero que a fin de cuentas es una cienciaaltamente matematizada y formalizada, y desde luego bastante impermeable ala narrativa, a pesar de las aperturas que ah se perciben. Y en el otro extremo tendramos a la antropologa, posiblemente la ms abierta a la narrativa de todas laciencias sociales. Eso se percibe en tradiciones antropolgicas actuales que redecubren la importancia de los smbolos. Yo he hablado incluso de una especiede retorno a la antropologa que utilizaba lo que Gellner ha llamado despecti-vamente el mtodo de la urraca, consistente en picar aqu y all, en recopiladatos de manera desordenada y descontextualizada. Claro, como es el contextolo que da la estructura, en esa descontextualizacin se perdan cosas importantes, y en eso los funcionalistas y positivistas tenan razn. Pero, en cambio, postivistas y funcionalistas tiraban a la basura la narracin, la maravillosa narracique haba, por ejemplo, en Frazer, en su obraLa rama dorada . O los impor-tantes argumentos de los evolucionistas, que fueron tirados a la basura demasiadrpidamente por las implicaciones incluso racistas que llegaron a tener. Perocreo que es necesario un retorno. Todos esos son caminos que nos llevan a lapeculiaridades narrativas que conlleva la antropologa decimonnica. Yo espero que podamos regresar a eso sin incurrir en sus antiguos defectos.

    Podra explicar con ms detalle la naturaleza de esos defectos de lavieja antropologa?

    Los principales defectos son dos, me parece. Primero, el de haberse encerraden un evolucionismo un poco darwiniano en el fondo, que pensaba en cami-nos evolutivos ms o menos unidireccionales, unilineales, acumulativos, quiban de lo peor a lo mejor, de lo inferior a lo superior, etctera. Hoy sabemosque la evolucin no consiste en absoluto en esto. El otro defecto es el de habedescontextualizado, es decir, haber tomado datos de distintos mbitos culturalesy haberlos sacado de su contexto. Tal mana comparativa llev a unos excesotremendos.

    En esta emergencia del llamado paradigma narrativo que estamos intentantodescribir pueden observase, creo, distintos momentos y aportaciones: as,por ejemplo, la de la antropologa, disciplina que ha cultivado abundante-mente el relato como mtodo de conocimiento cualitativo de la vida coti-diana; la del psicoanlisis, con su caracterstico nfasis en la importancia delrelato personal; la de la historiografa y la sociologa, algunas de cuyas corrien-tes han vindicado la historia de vida y los denominados mtodos cualitati-vos Con todo, a pesar del relieve que a lo largo del siglo XX han idoadquiriendo, algunos autores opinan que tales mtodos cualitativos no hanllegado a afectar el centro de la investigacin social dominada todava, enel fondo, por el positivismo, el funcionalismo y el estructuralismo, sino a lo sumo su periferia. Cul es su parecer al respecto?

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    Eso ha sido as en la historia de la antropologa, de Malinowski hasta la fechaEfectivamente, tales mtodos dominantes han llegado a marginar todo ese tipode antropologa que desde los orgenes primaba la narracin. El nfasis en el estudio de las redes, de las estructuras y de las funciones ha ido en detrimento dela capacidad de la antropologa para descubrir nuevos espacios, nuevos mundos. Entre otras cosas porque esas estructuras que supuestamente se descubran eran muchas veces las mismas que tenan en la cabeza los antroplogooccidentales y que redescubran en Brasil, digamos. As le sucedi a Levi-Straua quien se le ha criticado con toda la razn porque se tom mucho trabajopara ir a buscar entre los nantikuara lo que cruzando elboulevard Saint-Michelpoda haber encontrado.

    En un artculo publicado recientemente en la revista Claves de razn prc-tica, usted aluda a la clebre polmica que en los aos sesenta entablaronClaude Levi-Strauss y Paul Ricoeur, mximos representantes de los para-digmas estructuralista, en el primer caso, y hermenutico, en el segundo.Cmo afect esa colisin entre estructuralismo y hermenutica a la consi-deracin del papel de la narracin en la historia y la cultura?No habra que identificar el enfoque hermenutico y la narrativa, porquetambin hay una hermenutica bastante estructuralista en cierto sentido.Hay estructuralistas bastante dados a la narracin, como el propio Levi-Strauss. A m lo que me parece ms interesante de ese planteamiento es si e

    antroplogo que ha desarrollado una metodologa para observar a los otros,puede utilizarla tambin para observar su propia cultura. La hermenuticaes una invitacin a explorar el campo cultural propio. Ahora, esa explora-cin puede tener un carcter un poco narrativo, como han demostrado los quese han dedicado desde la perspectiva hermenutica a hacer estudios sobre lBiblia: estudios textuales que son bastante poco narrativos. As que a m loque me parece es que el antroplogo debe aceptar la posibilidad de examinaren tanto que antroplogo, la propia cultura. Ah tiene que haber un juegode espejos, muy complicado, en el que debe examinar lo propio como si lfuese otro, a sabiendas de que nunca va a poder ser otro. Y por eso en miensayo hago referencia al mito de Ulises cuando decide escuchar las vocede las otras, que son las sirenas, y no hacer lo tradicional, que era taparsecompletamente los odos con cera. Pero, por si acaso, atado al mstil de su propia cultura, porque sabe que si no queda atado a su cultura, eso otro que vaa escuchar lo va a atraer y va a dejar de ser l mismo, va a morir. De ahpues, este preguntarse para qu sirve el antroplogo: si despus de viajahacia lo otro, va a regresar a Itaca, su casa, su cultura, tal como haba salidoo no. Ese viaje es un viaje narrativo, al fin y al cabo; es estar jugando con emito, es pensar quenarracinsignifica viajar, para regresar al lugar dedonde se sali. Entonces el problema es: qu agrega esa narracin, ese viajpara qu sirve tanto trabajo de viajar, de narrar si vamos a regresar a nues-tro punto de partida.

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    Nos ofrece la narracin una suerte de trasunto integrador, una representa-cin holstica de la experiencia? No es cierto que su importancia reside en quees capaz de reunir los cabos sueltos de la experiencia individual y colectiva?Ofrece la narracin, a fin de cuentas, un tipo de conocimiento distinto alque nos brinda el conocimiento cientfico que es ms abstracto, lgico y analtico, un conocimiento cualitativo nico acerca de la experiencia delos seres humanos?Lo intenta, lo que pasa es que hay narraciones y narraciones. La narracin emuy similar al mito. El mito, efectivamente, es un intento por mediar, porcontestar preguntas fundamentales. La narracin tiene el mismo problema queel mito: proporciona claves para ser interpretada. Por lo tanto, en s misma nolibra los secretos sino que invita a una descodificacin. Ahora, ese trabajo de decodificacin, a su vez, puede traer al enemigo a casa de nuevo, es decir, aestructuralista que va a descodificar de acuerdo con claves estructurales. O noo es un hermeneuta que va a emprender un viaje dentro de un viaje. Y as sucesivamente. Entonces, claro, hay un vrtigo all, el mismo que presiente Ulisey que le lleva a atarse al cabo mayor de la barca porque, si no, sabe que noregresar a casa.

    Esa de Ulises atado al mstil es, por cierto, una magnfica imagen alegri-ca. En sus libros y de modo muy especial en Las Redes imaginarias del

    poder poltico, El salvaje en el espejo y El savaje artificial usted procede de

    un modo inslito y muy sugerente: trae al trabajo antropolgico referenciasalegricas y literarias capaces de iluminar la indagacin en curso. Esa aten-cin a la imaginacin y al imaginario tambin presente, por ejemplo, enlos textos de Cornelius Castoriadis acerca de la constitucin imaginaria dela sociedad parece revelar un propsito de rebatir el cientifismo positivis-ta y una vindicacin del papel crucial que la imaginacin ejerce en la confi-guracin de la realidad social. De acuerdo con tal idea, sostener que la realidad humana es en buena medida imaginada, imaginativa e imaginaria es comodecir que es, en buena medida, narrativa. El imaginario colectivo se forma como macrorrelato nico y ms o menos homogneo o es, ms bien, un haz de muchos relatos yuxtapuestos pero no fundidos?

    Yo creo que s. Creo que se es el importante planteamiento de una aproxi-macin narrativa a la parte imaginada e imaginaria de la realidad, que no sepuede reducir a estructuras de ninguna naturaleza o si se hace, se pierdemucho. Lo ha hecho Levi-Strauss con el estructuralismo y ha intentado encap-sularlo en un sistema binario construido en el interior del espritu humano.Lo ha hecho Jung al abordar el inconsciente colectivo. Son diferentes enfo-ques, distintos modos de capturar ese fluir libre que los espacios imaginariosimplican. Esto no quiere decir que no tengan reglas, que no haya reglas de juego. Se trata de un juego, pero es un juego contradictorio. Por eso yo creoque debemos reivindicar la irona como un mtodo de investigacin social y

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    cultural (y no solamente como lo que es). La irona, como explicaban losromnticos, es una de las mejores formas que tenemos para enfrentarnos a unmundo que es incoherente, que est lleno de contradicciones que no van adejar de serlo por el hecho de aproximarnos a ellas, de paradojas. Entoncesla irona es necesaria para entender y aproximarnos a ese mundo. La irona eun importante recurso literario, narrativo, un recurso fundamental que con-siste en hablar de algo diciendo justamente lo contrario. Por tanto, invitandoa una descodificacin, pero narrndola, contndola...

    una decodificacin irnica y tambin relativizadora acerca de la posibili-dad de un conocimiento pleno, no?Evidentemente. En este sentido la irona es una aceptacin de esas trgicascontradicciones que no vamos a resolver pero que de todas maneras tenemosque entender.

    En relacin con esta funcin esencial de la imaginacin y del imaginario enla vida individual y colectiva, parece necesario, quiz, aclarar un equvocomuy frecuente, segn el cual la imaginacin viene a ser algo as como unmero reflejo o reverberacin de lo actuado y vivido, que segn esa extendi-da tesis constituye la autntica realidad. Parece indiscutible, no obstante,que la imaginacin inspira la accin por venir, configura el futuro posible.

    Y que, al actuar as, resulta ser no una mera segregacin o epifenmeno de la vida real, sino uno de sus constituyentes bsicos. Aplicando esta reflexin almbito de la constitucin de lo poltico, que usted ha estudiado prdiga-mente, se dira que el modo en que las sociedades se representan narrati-

    vamente la vida colectiva, el modo en que codifican la accin social y poltica como relato, es, en definitiva, una manera de prescribir un sentido, una orien-tacin a la accin pasada y a la accin por venir. Le parece que sta es una idea descabellada?No, no, yo creo que hay mucho de eso y que por tal razn nos enfrentamos aesa crisis de los metarrelatos de que hablaba Lyotard; una crisis de las grandeteoras, de las explicaciones positivistas tradicionales que plantea la necesidade abrir caminos mediante la narracin. Y la idea de que la narracin es unviaje implica que debe cubrir un camino que, aunque no est establecido pre-viamente, debe ser abordado mediante alternativas, soluciones, direccionesEn Mjico esto ocurre incluso en los segmentos ms radicales de la polticacomo es el caso de los neozapatistas, cuyo comandante ha inventado una seride historias y narraciones que intentan justamente escapar de la trampa mao-sta; esa es su manera de salir. El problema tambin me sirve de ejemplo ede los nuevos zapatistas es que en esa nueva narratividad es fcil hacer vesiones cursis de la realidad, y apegarse no a las ideas sino a los sentimientoComo los grandes relatos, los grandes discursos ideolgicos fracasaron, entonces se apela a los sentimientos y se produce una narratividad que yo llamo

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    kitsch. se es uno de los peligros de estas nuevas formas de sustituir las ideologapor la narratividad.

    Desde los aos ochenta se ha venido hablando del fin de los grandes relatos,

    de las ideologas cimentadoras de la modernidad. Se ha hablado, incluso, delfin de los mitos en el sentido fuerte de la palabra no meramente entendi-dos como meros dolos de masas, a la manera de Madonna, James Dean,Michael Jordan o Maradona. Todo indica, sin embargo, que esta afirmacintan extendida y ufana contiene una trampa oculta: han desaparecido o per-dido vigencia, s, algunos de los grandes metarrelatos caractersticos de la modernidad, pero para ser engullidos, subsumidos por una suerte de megarre-lato que pretender ser hegemnico. Un megarrelato unmime, unsono y unvoco erigido en torno a dos latras bsicas: la latra de la tcnica y la latra del mercado. Est de acuerdo con esta afirmacin?

    Desde luego. Si los grandes relatos se han derrumbado es un poco como decirque se han derrumbado las ideas y que ahora toca volver a lo fundamental,que son los sentimientos. Y sa es una posibilidad palpable porque el espacipoltico y econmico, las estructuras de mercado ya estn ah; y es como si shubiese acabado la historia y no hubiera nada que discutir. Que en la izquierdatambin se acepte esto y se sustituya una cultura de las ideas, una cultura delas quejas y de los quejidos, es muy grave porque implica aceptar ese discurshegemnico que nos dice: ya se acabaron las ideas, ya tenemos un espacio estblecido que no va a cambiar. Vayamos hacia el mundo de los sentimientos ohacia el hiperespacio: el espacio de la velocidad, de la comunicacin, de la aglmeracin de informacin...

    Todo indica que la acumulacin de informacin y la persecucin de la velo-cidad son mitos centrales de nuestro tiempo, en el sentido fuerte de la pala-bra. En su opinin, cabe hablar de la emergencia de una cultura ya no tcnica o tecnoflica puesto que todas las culturas son, por definicin, tcnicas y tecnoflicas sino abiertamente tecnoltrica?

    S, aunque esa tecnolatra que ahora adopta la forma de Internet, de los orde-nadores, no es slo caracterstica de esta poca, sino de la entera modernidadSiempre tenemos la sensacin de que se acelera algo, de que se va ms rpid Aunque esto quiz tambin suceda en el siglo XIX , con la aparicin de la mqui-na de vapor y de los telares mecnicos. Resulta muy difcil precisar el modoen que el incremento de la velocidad afecta a nuestra poca en relacin conotros momentos de la modernidad.

    Aunque parece claro que en el siglo XIX la revolucin tcnica vinculada a la industria estaba acompaada de grandes relatos: el del progreso, el de la revo-lucin, el de la reforma social...

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    Yo creo que la vida contempornea est trufada de mitos, de narrativas, y no solamente de esquemas ideolgicos. Creo tambin que sigue operando el mito delprogreso, aunque unos y otros renieguen de l. Todo eso sigue vivo. Creo quese est construyendo un mito acerca de este hombre informatizado, esta especie de robot, de mquina ciberntica con autonoma, que en cierta manera esla continuacin del mito de Frankenstein.

    Del moderno Prometeo, segn reza el ttulo de la novela de Mary W. Shelley.

    Del moderno Prometeo. Con esa intencin trgica del ser creado con buenasintenciones, aunque despus las circunstancias estropean la cosa. Yo creo queste tipo de ideas se mantienen. El universo de la literatura de ciencia-ficcinque es complejsimo y muy variado, me parece que est lleno de mitos queacompaan esta tecnolatra: mitos que previenen sobre los males de la tcnicamitos que exaltan sus bondades. Es muy interesante, a ese respecto, el caso dlos cmics, donde se expresan todos esos mitos, tanto en los pensados paranios como en los dirigidos a los adultos. Es muy interesante explorar el significado de todas esas ofertas de mitos. Incluso uno puede comprar catlogosde lo que llaman es una marca registrada los superhroes. Si uno loexamina con atencin se presentan en cartas, cromos, se trata de un cat-logo de seres mitolgicos en gran medida calcados a veces muy grotescamente de los hroes medievales y griegos, sobre todo aprovechando todaesas reas de la periferia griega, como los brbaros. Podemos citar, por ejemplo, a Conan, que es una especie de medievalizacin mezclada con mitos esctas e ingredientes hipermodernos... Creo que el nuestro es un mundo en elque, lejos de estarnos alejando de la mitologa, nos estamos sumergiendo cadvez ms en ella.

    Y de sus palabras se infiere, me parece, que la cultura meditica juega a travs de la televisin, el cmic, el cine, la publicidad, la prensa, Internetun papel muy importante en ese resurgir del mito.

    Claro, porque es el vehculo que ha amplificado enormemente esos espacios. Lcultura meditica no es buena portadora de estructuras y funciones. Es, encambio, muy buena portadora y amplificadora de relatos, y ah encontramosuna explosin de narratividad mitolgica impresionante. No nos olvidemosde mencionar los videojuegos, que son un mundo extraordinariamente com-plejo que es necesario entender como una nueva mitologa una mitologaque haba sido rechazada por ser imperialista, y que desde luego lo es. Es algparecido a los mitos de Superman o de Tarzn, grandes mitos imperialistasque tienen un xito extraordinario.

    Adems de esos mitos explcitamente presentes en el campo de la ficcinmeditica en el cmic, en el cine, en los videojuegos, algunos autores

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    gos espacios, de motivos literarios mitolgicos que tienen per se un extraordi-nario valor. Como si hubiera habido una especie debig bang original de mitosy temas literarios que por su valor intrnseco estn destinados a durar, si noeternamente, s durante siglos o milenios. Parece que sa es una explicacindemasiado banal, es un poco pensar en trminos teleolgicos. Creo, en cambioque hay un conjunto fascinante de articulaciones en diferentes momentos quehan permitido que motivos muy antiguos vayan siendo, por as decirlo, refun-cionalizados, adaptados a nuevas circunstancias, completamente cambiadoen cuanto a su funcin pero muy similares y a veces idnticos en su formaEso produce el vrtigo de ver motivos que son antiqusimos. Yo he exploradoel del hombre salvaje, que a lo largo de milenios permanece aparentementecasi intacto y, al mismo tiempo, ejecutando papeles y funciones muy, muydiferentes. Entender estos puntos de articulacin, esos momentos de tenta-cin me parece fundamental, porque es lo nos puede explicar por qu en lasociedad moderna hay tantas cosas de la antigedad.Esto que decimos es una obsesin renacentista. Los hombres delRenacimiento vivan obsesionados por los mitos paganos, y se daban cuentade que su espacio moderno, que era la cristiandad, estaba lleno de mitos paga-nos. Y ellos tuvieron el valor de aceptarlos y explorarlos. Estaban viviendo el prblema de la tradicin, que la tradicin no haba desaparecido, y por eso lavaloraron. Y ellos decidieron que esas tradiciones, esos mitos antiguos debade ser valiosos porque escondan algn secreto, tenan alguna clave y haba qudescodificarlos; porque seguramente los antiguos haban descubierto algo inte

    resante y lo haban codificado en un mito que haba que entender en clavecristiana. Creo que la sociedad moderna sigue con este tipo de juegos: viejomitos son lanzados a la poblacin, a los espacios pblicos como una invitacin a descodificarlos, con la sugerencia de que estn ah para ensearnos algque, como no es evidente, hay que buscarlo. En ese proceso dialctico se tejeformas modernas y posmodernas de relaciones sociales que me parecen fascnantes y que nos permiten descubrir al menos algunas de las tendencias deeste fin de milenio.

    Con el fin de explicar esa pervivencia de figuraciones narrativas usted ha estudiado con gran perspicacia y erudicin la del salvaje suelen invocarsedos hiptesis: la primera es la muy evidente de la transmisin, del contacto

    y la influencia culturales; la segunda mucho ms problemtica y no obs-tante necesaria para explicar tantas coincidencias entre culturas muy distin-tas y muy distantes, es la hiptesis de la llamada generacin espontnea.Tiene esta segunda explicacin alguna plausibilidad, en su opinin? Yo no la acepto, pero en cambio me parece que ha tenido la gran virtudpor eso no me gusta que se tire a la basura fcilmente de sealar un pro-blema que desde perspectivas distintas, funcionalistas y positivistas generamente, se ha rechazado: el problema de la continuidad de valores culturalesde mitos y rasgos culturales a lo largo de siglos y de milenios. se es un problem

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    real al que hay que enfrentarse. Creo que la solucin de buscar un arquetipoescondido en el inconsciente colectivo no nos lleva demasiado lejos. Pero eproblema est ah y no lo hemos resuelto. Yo prefiero adoptar una perspectivaevolucionista. Los bilogos se enfrentan a un tema similar: hay elementos deestructuras biolgicas que son permanentes. Por qu son permanentes? Porqullevan un mensaje gentico que por su valor ha logrado perdurar, o porque estinscrito en algn metadiscurso de la vida? No: ellos, desde la perspectiva evolucionista, lo explican por esa peculiaridad que ofrecen los mecanismos deseleccin natural, que de una manera azarosa han permitido esa continuidad.Es decir, que si en la evolucin de las especies estamos donde estamos no eporque estuviese ya prediseado. Podra haber sido completamente de otramanera y que la continuidad slo la podamos vera posteriori

    mediante un relato con el que reconstruimos a posteriori lo ya aconteci-do para prestarle un sentido

    Claro. Hay continuidad, por eso estamos aqu. La especie humana existe, peroen realidad, si se examina con cuidado, no hay nada, ningn punto de la evo-lucin que indique que sta era la direccin y que no podamos haber ido haciaotros lados. Entonces, los evolucionistas tratan de explicar, en cada momen-to, el encadenamiento, qu es lo que provoc que hubiese esa continuidad,que ocurriese lo que ocurri, cuando en realidad se ofrecan diversas alternativa

    Pero puede objetarse que al menos cierto evolucionismo es teleolgico, ya que viene a afirmar que hemos llegado aqu porque as tena que ser.

    El evolucionismo antiguo era teleolgico porque pintaba unas lneas de progresoPero el evolucionismo moderno es antiteleolgico, estamos aqu por meracasualidad, porque hay lo que ellos llaman un algoritmo, que desemboc enesto pero poda haber desembocado en otra cosa. El mundo que conocemosya sucedi, pero no est inscrito en ningn lugar que la evolucin tuviese queconducir hacia el hombre. En eso hay una gran polmica entre los que se dedican a los problemas de la investigacin de la mente, del cerebro y usan emodelo ciberntico para entender el funcionamiento de la consciencia y losfilsofos que no comparten esta postura. Hay mucho debate ah.

    Se ha introducido una cierta explicacin evolucionista de varias formas:una muy grotesca, que es esta idea de losmemes , consistente en trasladar a la cultura esa idea segn la cual la gallina es la manera que tiene un huevo deproducir otro huevo. Es decir, la idea de que hay una informacin gentica que requiere de ciertos vehculos, en este caso los diferentes individuos, parpermenecer activa.

    El meme sera, entonces, algo as como el correlato mental y cultural del gen,una especie de gen de la memoria

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    Gen de la memoria, s. Y los que postulan esta teora estn planteando que eel gen, elmeme en este caso, el elemento fundamental, y no su portador.Entonces, todo este enfoque evolucionista se ha trasladado a la cultura de unamanera bastante grotesca, pero de todas formas interesante. Son problemasderivados, justamente, de tratar de entender los procesos culturales de unaforma no teleolgica, y de hacerlo sin rehuir el problema de la continuidad.Porque, claro, la manera ms fcil de escapar a la explicacin teleolgica edecir que no hay continuidad. Pero s que la hay.

    Y, claro, resulta que la bsqueda de la continuidad es una de las claves de la narrativa, siempre empeada en establecer vnculos de causalidad, conti-nuidad e inteligibilidad entre los fenmenos, incluso all donde no est claroque tales nexos existan.

    S, desde luego. Y podramos hasta cierto punto aadir que las formas antina-rrativas de literatura han fracasado o han llegado a un callejn sin salida, pereso es otra historia. Como se sabe, los minimalistas y otros vanguardistas trataron de destruir toda conexin narrativa.

    Y no es cierto acaso que esa urdimbre narrativa latente afecta adems dea los relatos de ficcin y a aqullos de funcin veridicente, como hemos

    visto tambin a las explicaciones historiogrficas y sociolgicas, por cien-tficas que stas se pretendan? Esa urdimbre narrativa bsica es perceptible,por ejemplo, en el modo en que el marxismo y otras corrientes historiogr-ficas explican la historia, o en la manera desiderativa como las colectividadesllamadas nacionales imaginan su pasado y proyectan su futuro, etctera.

    No hay que olvidar que el marxismo tiene un componente romntico impor-tante. Marx tambin era un romntico y, en este sentido, el marxismo est pre-ado de narrativa: muchos de sus anlisis econmicos parecen un cuento, elcuento de la plusvala, y ello no nos dice que esta explicacin sea mentira parnada, sino simplemente que no deja de ser un relato que, en cuanto tal,tiene una lgica narrativa y hasta incluye elementos de tipo mtico, como elfetiche. Esto es lo que no est reconocido: que hay un fantasma en el meca-nismo donde se transmite el valor.

    Mitos narrativos que laten bajo la piel de la teora socialClaro.

    Desde hace bastantes aos, usted ha mostrado gran inters por estudiar figu-ras que considera marginales dentro de esa especie de dramatis personae narrativo integrado en el imaginario colectivo: el terrorista, la prostituta, elcriminal... Qu relieve cultural cabe adjudicar a tales figuras marginales?

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    La narracin, la aproximacin literaria a estos personajes marginales, los santifica extraordinariamente, los eleva a la categora de hroes o antihroes. Desdun punto de vista cuasi estadstico-funcional cerrado son marginales por suimportancia, pero desde el momento en que entran en el espacio imaginario quelos relatos literarios traman adquieren gran relevancia.

    E inspiran la accin. Y entonces inspiran la accin, claro. Si tienen un efecto legitimador, eso seencarna en estructuras de poder bien precisas materiales, pesadas, institu-cionales, que cambian los procesos sociales mismos y que, con frecuencia, solas que se encargan de estimular esos elementos marginales para que parezcams grandes de lo que realmente son. Aqu, en Espaa, sucede algo similarcon ETA.

    Desde su condicin de antroplogo, qu podra aportar, a su juicio, la mira-da antropolgica a la comprensin de la comunicacin meditica de nues-tro tiempo? Yo creo que tiene el inters de reintroducir la cultura en la reflexin, ya que lcultura es la materia con la que trabajamos los antroplogos; esa sustancia indefinible que cuando nos acercamos a ella se esfuma, pero que nos permite detodas maneras observar los flujos, los procesos, las estructuras, las institucio

    nes desde un ngulo diferente. Y yo creo que el mundo informatizado, quepareciera ser un mundo hostil a ese tipo de enfoques, es en realidad un retopara los antroplogos. El antroplogo suea con descubrir una tribu primiti-va o salvaje desconocida, o territorios no explorados Pues ah tiene uno, lotiene tan cerca, tan alrededor que a menudo no lo ve. Un territorio repleto dedetalles, mecanismos y procesos simblicos.

    Albert Chilln

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