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Originally published in the U.S.A. by HarperSanFrancisco under the title:Streams of Living Water: Celebrating the Great Traditions of Christian Faith

Copyright © 2010 by Richard J. Foster, L.L.C.All rights reserved.

Impreso en Colombia / Printed in Colombia

Foster, RichardRíos de agua viva. - 1a ed. - Buenos Aires : Peniel, 2010.

416 p. ; 23x15 cm. Traducido por: Karin Förster HandleyISBN 10: 987-557-233-0ISBN 13: 978-987-557-233-11. Vida Cristiana. I. Karin Förster Handley, trad. II. TítuloCDD 248.5

©2010 Editorial PenielTodos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida en ninguna forma sin el permiso escrito de Editorial Peniel.

Las citas bíblicas fueron tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, a menos que se indique lo contrario. © Sociedad Bíblica Internacional.

Diseño de cubierta e interior:Arte Peniel • [email protected]

Editorial PenielBoedo 25

Buenos Aires, C1206AAAArgentina

Tel. 54-11 4981-6178 / 6034e-mail: [email protected]

www.peniel.com

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Contenido

Agradecimientos........................................................... ix

Prólogo....................................................................... 11

Introducción............................................................... 15

Capítulo.1

Imitatio: el divino paradigma ..............................................................................17

Capítulo.2

La tradición contemplativa: descubrir la vida de oración ....................................37

Capítulo.3

La tradición de la santidad: descubrir la vida virtuosa ........................................71

Capítulo.4

La tradición carismática: descubrir la vida de poder en el Espíritu Santo .........107

Capítulo.5

La tradición de la justicia social: descubrir la vida de compasión .....................141

Capítulo.6

La tradición evangélica: descubrir la vida centrada en la Palabra .....................187

Capítulo.7

La tradición de la encarnación: descubrir la vida sacramental ..........................233

Palabras.finales..........................................................269

Apéndice.A

Momentos de inflexión en la historia de la Iglesia ............................................271

Apéndice.B.

Figuras notables y momentos importantes en la historia de la Iglesia ..............299

Notas.........................................................................375

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Prólogo

“odIo.lA.relIgIóN.organizada. Todo eso lo he dejado atrás”.“Siento desprecio por la iglesia como institución. No necesito institu-

ciones ni quiero depender de ellas”.“No creo en las comunidades de adoración. Soy lo suficientemente fuerte

como para adorar por mi cuenta”.“No me gusta la religión para nada. Es un invento de los hipócritas y egoís-

tas, con el fin de obtener beneficios para sí”.“De todos modos, soy muy espiritual”.Oirá cosas como estas en la cafetería de las grandes librerías. O en los pro-

gramas de televisión, de labios de celebridades que hablan sobre ellas mismas. Lo universitarios asisten en masa a los cursos de estudio sobre las religiones, pero evitan la capilla y buscan por ellos mismos el sentido de la vida, o comul-gan con el espíritu en algún bosque, o se conectan con la energía del universo o con los ángeles.

Ayudarle a ser muy espiritual –y esta vez el “muy” no lleva énfasis algu-no– es un objetivo que Richard Foster se ha propuesto en Ríos de agua viva. Sin embargo, cada una de las páginas de este libro muestra que Richard no busca lo mismo que los autores de los éxitos de librería que encontrará en los estantes de la sección “Espiritual-Oculto-Metafísico-Holístico-Alternativo-Antiguo-Nueva Era”. Si bien en muchas páginas tanto él como otros usan las mismas palabras solo por coincidencia –Espíritu, espiritual y espiritualidad–, uno y otros buscan transmitir algo muy distinto.

Piense en esa espiritualidad autoadquirida y autoproclamada como en vapor: finas partículas casi invisibles, sin forma y difíciles de asir. Quien haga alarde de poseerlo podrá escapar de las críticas o del juicio. Pero es claro que, con la clientela que lo cree y lo compra, usted no podrá formar congregacio-nes por el simple hecho de que sostienen que la comunidad como cuerpo concreto es algo despreciable. La espiritualidad que Foster presenta, y a la que nos alienta, es concreta, palpable, con raíces, busca formar un cuerpo, asequible para todo quien la quiera evaluar, rechazar o mejorar.

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R í o s D e aG ua v i va

¿Cuáles son las diferencias entre ambos tipos de espiritualidad? Hay mu-chas, claro. Pero en el centro mismo, está el hecho de que la primera no tiene un punto de anclaje, y la segunda sí lo tiene. La que carece de anclaje inventa la realidad a medida que avanza, cambia de rumbo, se aleja por momentos y nos deja a la deriva. Pero la que se funda en un punto de anclaje tiene un puerto, un ancla, un hogar de donde uno parte hacia las tormentas para poder atravesarlas y al que uno regresa para poder recuperar las fuerzas.

La espiritualidad así fundada ha dado lugar a tradiciones textuales y a comunidades cuya vida gira en torno a estas. Quienes se identifiquen con esta espiritualidad podrán venir de diferentes tradiciones religiosas y pasarán sus vidas estudiando el Corán o los Upanishads, o viviendo en conexión con comunidades que derivan de la Torá. En el caso que nos ocupa, los textos y las comunidades son cristianos, con raíces en La Biblia y en especial en Je-sucristo. Foster no es mezquino con respecto a las otras, pero es este el lugar que él conoce y defiende, sin ninguna opción en el asunto, porque ha sido llamado a hacerlo.

Richard Foster no habla de lugares o puntos de anclaje. La metáfora que utiliza son los “ríos”, cuya fuente es Jesucristo. Hay autores franceses que acu-ñaron un término maravilloso para ello: ressourcement. La palabra significa volver a la fuente, al origen del río, para remojarse y empaparse allí, y salir renovados. Con el objeto de hacerlo, en este caso, Foster nos pide que, en cada capítulo, visitemos a algunos cristianos clásicos que pueden servir como paradigmas. Luego nos lleva a visitar a personas de Las Escrituras. En cada capítulo, también habrá alguien de nuestra época para asegurarnos de que la fuente sigue dando origen a ríos en los que podemos bañarnos y cuyas aguas podemos beber.

Foster no es el maestro. Observo que a menudo nos presenta secuencias: “primero”, “segundo”, “tercero” (y a veces más que eso) para ayudarnos a encontrar nuestro propio camino a las disciplinas de la fe y con el fin de que recordemos cómo llegar allí. Si bien los pasos por orden pueden parecer proce-sos fríos y abstractos, cuando Foster nos habla de las personas que representan a cada una de esas tradiciones, todo se vuelve cálido y claro. Y vemos el río del que nos habla en cada oportunidad.

Y qué diferentes son estas personas. Creo que algunas de las que no tienen un ancla espiritual, y esto es un elogio, suelen ser más aventureras e imagina-tivas que muchos cristianos sólidos y afirmados, pero rechazan la fe porque la ven aburrida, sosa. Es que los santos y héroes cristianos parecen pasados

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Prólogo

de moda, y pierden vigencia ante los encuentros personales con el gurú de la semana, el shaman de la temporada, el canalizador de estos últimos años.

¿Sosa? ¿Aburrida? Desde el comienzo Foster nos dice y nos muestra que la fe no es nada de eso, al llevarnos hasta el desierto con el loco Antonio y mostrarnos que a fin de cuentas no estaba tan loco el monje. Foster es ecumé-nico. Sus ríos fluyen lado a lado. Por aquí está William Seymour, un hombre de color y fundador pentecostal, que es rechazado aun por los pioneros pente-costales de raza blanca. Y por allí está Phoebe Palmer, que no es un personaje “tradicional” en el tipo de historia de la Iglesia que empecé a enseñar hace ya cuatro décadas. Pero allí está ella, junto a importantes figuras literarias, már-tires y fundadores.

Al pedirnos que aprendamos de esta variedad de personalidades que tal vez nos haga preguntarnos cómo logra Foster ver que sus corrientes de in-fluencia fluyen lado a lado, necesitaremos templanza. No es fácil encontrar que todos los paradigmas pueden congeniar. Pero sí es probable que los lec-tores terminen aprendiendo más de quienes han sido marginados porque no “encajaban”, que de los que surgen como hechos a medida para condecirse con nuestras ideas preconcebidas.

Foster pertenece a un grupo pequeño, aunque espero cada vez más gran-de, de personas como Kathleen Norris y Nancy Mairs, y antes que ellas, Henri Nouwen y otros más. Es un grupo de gente que nos llama a ser más pacientes que esos lectores de los libros de “espiritualidad” que encontramos en las grandes librerías. Quiere que no solo elijamos, sino que permitamos que lo que leemos nos juzgue, siempre teniendo en mente la posibilidad de que cambiaremos y que permitiremos esos cambios en nosotros. Cuan-do algunos de los que han rechazado a la comunidad cristiana empiezan a apartarse de la gente “espiritual”, porque ahora esta gente empieza a verse aburrida y sosa, y cuando empiezan a buscar ríos de agua viva, creo que encontrarán a Foster y, tras sus historias y lecciones, la fuente que congenia y perdura. Al anclarnos a tal fuente, no tenemos que buscar refugio de los vientos que hinchen nuestras velas. Por el contrario, tendremos que conocer dónde están los faros, el puerto al que podremos regresar para un retiro que nos dé nuevas fuerzas antes de volver a salir a navegar por el tumultuoso mar del mundo.

El conocimiento de tal punto de anclaje y saber cuáles son estos ríos son cosas que Foster nos enseña que hemos de celebrar, como dice uno de sus libros. Quien lee estas páginas y camina por el sendero que muestran podrá

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R í o s D e aG ua v i va

hacer precisamente eso. Lo invito a aceptar como mentor a un guía confiable, experimentado. Es Richard Foster, que nos presenta los diversos paradigmas y, detrás de estos y de los demás temas, la figura de Jesucristo.

Martin Marty

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Capítulo.1

imitatio: el divino paradigma

“Fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe”.

Hebreos 12 :2

“Debemos imitar la vida de Cristo y sus caminos si hemos de ser verdade-ramente iluminados y liberados de la oscuridad de nuestros corazones. Que sea esto lo más importante que hagamos, entonces, al reflexionar en la vida de Jesucristo y reflejarla”.

Tomás de Kempis

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Puntos de inflexión en la historia de la Iglesia*

Cruzadas

(1096-1291)

Expansión de la misión

ortodoxa oriental (siglo

xIV hasta el presente)

Iglesia protestante 1517

Esfuerzos misioneros

católico-romanos (siglo

xVI hasta el presente)

Explosión misionera

protestante (siglo xVII

hasta el presente)

*Vea Apéndice A, página 271, para un resumen de la historia de la Iglesia.

Iglesia católica 1000 Iglesia ortodoxaromana 1054 oriental

0

Nacimiento, vida, muerte y resurrección de

Jesús de Nazaret (c. 4 a. C.-c. 29 d. C.).

Nacimiento de la Iglesia (siglo I)

Concilios ecuménicos (325-787)

Ascendencia papal (siglo V).

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CuANdo.Jesús.CAmINABA.en esta Tierra, vivía y trabajaba con personas de toda clase y de todo tipo, nos dio el divino paradigma para

conjugar todos los verbos de nuestro vivir. Muchas veces, en el afán de defi-nir algún punto de la doctrina, acudimos solamente a la muerte de Jesús, sin darnos cuenta de que estamos dejando de mirar sus años de vida. Y es una pena que así sea. Si prestamos atención a Jesús en su día a día, vemos claves importantes para el día a día de nuestras vidas.

Jesús vivió en este mundo quebrantado y doloroso, aprendiendo la obe-diencia a través de las cosas que sufrió y siendo tentado en las mismas cosas que nosotros, aunque sin pecado (Hebreos 5:8; 4:15)1.

Somos, por supuesto, reconciliados con Dios por medio de la muerte de Jesús, pero más todavía, somos “salvos” por su vida (Romanos 5:10) –salvos en el sentido de entrar en su tipo de vida eterna, no en algún tipo de paraíso o cielo distante, sino ahora mismo, en medio de nuestro mundo dolido y que-brantado–. Cuando consideramos con atención la forma en que Jesús vivió mientras estuvo entre nosotros hecho carne, aprendemos entonces cómo he-mos de vivir –vivir de verdad–, gracias al poder de Aquel que está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Es así como comenzamos con nuestra propia imitatio Christi, imitación de Cristo, y no en el sentido literal o como un tipo de servidumbre, sino captando el espíritu y el poder en el que Él vivió, aprendiendo a “siguir sus pasos” (1 Pedro 2:21).

En este sentido, podemos hablar entonces de verdad sobre la supremacía de los Evangelios, porque en ellos vemos cómo Jesús vivía y se movía entre los seres humanos, exhibiendo perfecta unidad con la voluntad del Padre. Se nos enseña allí a hacer lo mismo, adoptando la naturaleza de Cristo, te-niendo su misma visión, el amor, la esperanza, los sentimientos y los hábitos de Jesús.

Por este motivo, una de las mejores cosas que podemos hacer los unos por los otros es alentarnos a entrar con regularidad en las narrativas de los Evangelios, ayudarnos mutuamente a entender las percepciones de Jesús con respecto a la vida y sus consejos para el crecimiento, con el fin de aplicarlos constantemente a nuestra experiencia diaria. Las dimensiones de esta tarea

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R í o s D e aG ua v i va

son, por supuesto, infinitas. Para centrarnos en lo que aquí queremos ver, la vida de Jesús en su día a día, tenemos un paradigma claro para nuestro día a día, en especial en lo que se refiere a la vida de Jesús en relación a los diversos ríos de devoción que conforman la estructura de este libro.

oración e intimidadTomemos el caso del río –o tradición– de la contemplación, la corriente de

la vida centrada en la oración. De la vida de Jesús, lo que más nos impacta es su intimidad con el Padre: “… el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el pa-dre, la hace también el hijo” (Juan 5:19). “Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo…” (Juan 5:30). “… Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obra” (Juan 14:10).

Así como un edredón tiene un diseño recurrente, la oración es un patrón constante en la vida de Jesús. Fue bautizado por Juan “… mientras oraba…” (Lucas 3:21). Al prepararse para escoger a los doce, fue solo a la montaña y “… pasó toda la noche en oración a Dios” (Lucas 6:12). Después de una noche agotadora de sanar a “muchos que padecían de diversas enfermedades” y echar “muchos demonios”, “… cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó (…) se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar” (Marcos 1:34-35). Jesús estaba “oran-do para sí” cuando les preguntó a sus discípulos: “… ¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lucas 9:18-20). Cuando Jesús llevó a Pedro, Santiago y Juan “a una montaña a orar”, fue el momento de la gran experiencia de la transfiguración, y Lucas observa que su rostro se transformó “mientras oraba” (Lucas 9:28-29). Y después de que los discípulos fracasaron en la sanación de un muchacho, Jesús se ocupó del asunto por ellos, explicándoles por qué no habían podido hacerlo: “Esta clase de demonios sólo puede ser expulsada a fuerza de oración…” (Marcos 9:29). El momento en que más se enojó Jesús fue cuando vio cómo la gente había convertido el templo en una cueva de ladrones, en lugar de ha-cer de él la casa de oración (Mateo 21:13). Fue después de que Jesús terminó de orar “en cierto lugar” que los discípulos le pidieron que les enseñara a orar (Lucas 11:1).

Y les enseñó. No solo el ahora famoso Padre Nuestro, que encontramos aquí, sino con enseñanza tras enseñanza. Jesús les enseñó a acudir ante Dios en la mayor intimidad, diciendo: “… Abba, Padre…” (Marcos 14:36). Les dio

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Imitatio: el divino paradigma

parábolas “… para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse” (Lucas 18:1). Les enseñó a sus discípulos a orar “en secreto” y “por quienes los persi-guen”, y “si tienen algo contra alguien, perdónenlo”, a pedir “creyendo, sin abrigar la menor duda de que lo que dice sucederá, lo obtendrá”. E insistió: “Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo”. Y mucho más. (Mateo 6:6; 5:44; Marcos 11:25; 23; Mateo 9:38).

Pero todas estas enseñanzas iban acompañadas de la práctica continua, no solo de la oración en sí misma, sino de intensos momentos a solas con Dios. El Espíritu llevó a Jesús a pasar cuarenta días en el desierto (Mateo 4:1). “Jesús (…) se retiró él solo (…) a un lugar solitario…” al enterarse de que Juan el Bautista, su querido primo y amigo, había sido decapitado (Mateo 14:13). Luego de la increíble experiencia de alimentar a cinco mil personas, Jesús de inmediato “… subió a la montaña para orar a solas…” (Mateo 14:23). Cuando los discípulos estaban exhaustos por las exigencias del ministerio, Jesús les dijo: “… Vengan conmigo ustedes solos a un lugar tranquilo y descansen un poco” (Marcos 6:31). Después de que Jesús sanó a un leproso, Lucas pare-ce describir más una práctica habitual que un incidente aislado, al observar que Jesús “solía (…) retirarse a lugares solitarios para orar” (Lucas 5:16).

Sin duda, de las oraciones registradas, la más intensa e íntima es la oración de Jesús como sumo sacerdote en el Aposento Alto, donde presentó ante el Padre todo lo que su corazón sentía por sus discípulos y también “… por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos” (Juan 17:20). Es claro que toda vez que se hable de la vida de oración de Jesús y de su intimidad con el Padre, se hablará de la obra de santidad en el Getsemaní, donde el sudor de Jesús se vio como grandes gotas de sangre, y su angustia se reflejó en las palabras: “... no me hagas beber este trago amargo…”, seguidas de: “…pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Jesús, quien a menudo se retiraba para estar a solas en lugares agrestes, que vivió y trabajó orando, que oía y hacía solo lo que el Padre decía y hacía, nos muestra la tradición contemplativa en toda su plenitud y rotunda belleza.

Si usted, lector, es como yo, se sentirá movido a buscar una experiencia más plena y rica de lo divino a partir de esta somera revisión de la vida de Jesús en referencia a su amor e intimidad con el Padre. Seguramente, usted también anhela una fe inconmovible, una esperanza que no sepa de límites, un amor eterno. Jesús nos muestra el camino.

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Esperamos que este libro

haya sido de su agrado.

Para información o comentarios,

escríbanos a la dirección

que aparece debajo.

Muchas gracias.

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