revista europea. - · pdf filetejer la historia de la inacabable dinastía de los...

32
REVISTA EUROPEA. NDM. 161 25 DE MARZO DE 1877. AÑO IV. LOS POEMAS CABALLERESCOS Y LOS LIBROS DE CABALLERÍAS. i. Un bibliógrafo sin rival, y crítico sagaz, y dili- gente, que honraba en otros dias la Universidad de Madrid, el ilustre orientalista D. Pascual de Ga- yangos, en el inolvidable Discurso preliminar con que enriqueció la edición del Amadis de Gaula y de las Sergas de Esplandian, propuso se dividieran los libros de Caballerías en tres grupos, á imitación de loS ciclos en que se divide la poesía caballeresca, es decir, en grupo Bretón, grupo Cariovingio y grupo Greco-Asiático. Entendía el ilustre profesor que era y continuaría siendo muy empeñada la discusión entre los partidarios del origen oriental ó europeo de la Caballería, añidiendo que, aparte del espíritu guerrero y de los hábitos y costumbres que allí se pintan, y aun de los materiales históricos de que se sirven los poetas, convenía fijar la aten- ción en los recursos poéticos empleados por los autores de los libros de Caballerías. «La sola y única «cuestión que aún queda en pié, decía el Sr. Ga- «yangos, es la de averiguar cuál sea el origen de «esas ficciones sorprendentes y maravillosas, de »esos monstruos y dragones, de esos sabios encan- tadores y maléficas hadas, que constituyen, por de- «cirlo así, la maquinaria de los libros de Caba- llería.» En 1887 la cuestión estaba en pié, según tan res- petable autoridad, y me acosa el deseo de averiguar si ha dado algún paso la crítica literaria desde aquella fecha á la de hoy, en el estudio y examen de un tema literario que se enlaza íntimamente con la historia de la vida religiosa y poética de la Edad Media. El estudio abarca y comprende diferentes extre- mos. Se trata de averiguar el origen de los poemas caballerescos, dejando á un lado la en mi sentir ociosa cuestión, sobre el origen de la Caballería; se inquiere la ley que preside á la creación de los poe- mas, y se pregunta además sobre el origen del ma- ravilloso en el ciclo greco-asiático, concediendo que el de los ciclos bretón y carlo-vingio sea celta, es- candinavo ó germano, y, por último, interesa á las letras castellanas ilustrar las fuentes a que pudieron TOMO IX. acudir el autor del Amadis de Gaula, y que sirvieron á Ordofiez de Montalvo y Feliciano de Silva para tejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de la Edad Media? Creo que no. Nada más contrario á la verdad histórica que los pobres sistemas abstractos y ex- clusivos que imagina la preocupación erudita, filo- sófica ó religiosa, para explicar los hechos. Apenas la crítica se salva de un escollo y consigue vencer una preocupación religiosa ó erudita, cae bajo la obsesión de otra que le oscurece la verdad. El tejido se tupe por la sucesión de estas aberraciones de mil maneras y por innumerables causas. No se había desarraigado aún la preponderancia clásica del siglo último, y cayó la crítica en el romanticismo ger- mano, enalteciendo la originalidad pasmosa y sin- gular de la Edad Media. No sin laboriosísimas tareas se consiguió demostrar que no era la Edad Media como la aparición de un pueblo primitivo, original y espontáneo, y ya el semitismo arábigo triunfaba en Liceos y Academias, y como siempre, intereses y exaltaciones políticas, hijas de los sucesos y pro- yectos del dia, aconsejaron en pro de sus respecti- vas tesis á latinistas y germanos, ó partidarios del eslavismo, como decidieron á ultramontanos y libe- rales á buscar en el campo de la historia tesis para enaltecer ó deprimir sus razas predilectas ó la civilizaron católicat el problema pasaba de unas á otras oscuridades, sin dar paso en su esclareci- miento. No es ese el oficio de la crítica. Ministro de la ver- dad, y nada más que de la verdad, el crítico no cuida ni de los intereses religiosos, étnicos ó polí- ticos, ni atiende á lo que puedan exigir convenien- cias y razones de Estado. Discierne lo verdadero de lo falso, lo bello de lo feo, sin cuidar de si favore- cen ó contrarían sus juicios al dogma ó á la nacio- nalidad, al partido ó á la escuela en que le colocan sus creencias, su nacimiento ó sus aficiones. El crítico no aboga, no alega; sino que juzga y de- cide, y para el fallo no hay más interés y motivo, que el soberano de la justicia, que es siempre la verdad. El estudio délas preocupaciones, critica ensaya- da por Thery yMichiels, pasma; porque en ninguna otra ocupación del espíritu son más visibles las infi- nitas series de preocupaciones y sofismas que pue- 23

Upload: dotruc

Post on 14-Feb-2018

214 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

Page 1: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

REVISTA EUROPEA.NDM. 161 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . AÑO IV.

LOS POEMAS CABALLERESCOS

Y

LOS LIBROS DE CABALLERÍAS.

i.

Un bibliógrafo sin rival, y crítico sagaz, y dili-gente, que honraba en otros dias la Universidad deMadrid, el ilustre orientalista D. Pascual de Ga-yangos, en el inolvidable Discurso preliminar conque enriqueció la edición del Amadis de Gaula y delas Sergas de Esplandian, propuso se dividieran loslibros de Caballerías en tres grupos, á imitación deloS ciclos en que se divide la poesía caballeresca,es decir, en grupo Bretón, grupo Cariovingio ygrupo Greco-Asiático. Entendía el ilustre profesorque era y continuaría siendo muy empeñada ladiscusión entre los partidarios del origen oriental óeuropeo de la Caballería, añidiendo que, apartedel espíritu guerrero y de los hábitos y costumbresque allí se pintan, y aun de los materiales históricosde que se sirven los poetas, convenía fijar la aten-ción en los recursos poéticos empleados por losautores de los libros de Caballerías. «La sola y única«cuestión que aún queda en pié, decía el Sr. Ga-«yangos, es la de averiguar cuál sea el origen de«esas ficciones sorprendentes y maravillosas, de»esos monstruos y dragones, de esos sabios encan-tadores y maléficas hadas, que constituyen, por de-«cirlo así, la maquinaria de los libros de Caba-llería.»

En 1887 la cuestión estaba en pié, según tan res-petable autoridad, y me acosa el deseo de averiguarsi ha dado algún paso la crítica literaria desdeaquella fecha á la de hoy, en el estudio y examende un tema literario que se enlaza íntimamente conla historia de la vida religiosa y poética de la EdadMedia.

El estudio abarca y comprende diferentes extre-mos. Se trata de averiguar el origen de los poemascaballerescos, dejando á un lado la en mi sentirociosa cuestión, sobre el origen de la Caballería; seinquiere la ley que preside á la creación de los poe-mas, y se pregunta además sobre el origen del ma-ravilloso en el ciclo greco-asiático, concediendo queel de los ciclos bretón y carlo-vingio sea celta, es-candinavo ó germano, y, por último, interesa á lasletras castellanas ilustrar las fuentes a que pudieron

TOMO IX.

acudir el autor del Amadis de Gaula, y que sirvieroná Ordofiez de Montalvo y Feliciano de Silva paratejer la historia de la inacabable dinastía de losAmadises.

¿Se han tenido presentes todos los datos que lahistoria puso en juego en la cultura de la EdadMedia? Creo que no. Nada más contrario á la verdadhistórica que los pobres sistemas abstractos y ex-clusivos que imagina la preocupación erudita, filo-sófica ó religiosa, para explicar los hechos. Apenasla crítica se salva de un escollo y consigue venceruna preocupación religiosa ó erudita, cae bajo laobsesión de otra que le oscurece la verdad. El tejidose tupe por la sucesión de estas aberraciones demil maneras y por innumerables causas. No se habíadesarraigado aún la preponderancia clásica del sigloúltimo, y cayó la crítica en el romanticismo ger-mano, enalteciendo la originalidad pasmosa y sin-gular de la Edad Media. No sin laboriosísimas tareasse consiguió demostrar que no era la Edad Mediacomo la aparición de un pueblo primitivo, originaly espontáneo, y ya el semitismo arábigo triunfabaen Liceos y Academias, y como siempre, intereses yexaltaciones políticas, hijas de los sucesos y pro-yectos del dia, aconsejaron en pro de sus respecti-vas tesis á latinistas y germanos, ó partidarios deleslavismo, como decidieron á ultramontanos y libe-rales á buscar en el campo de la historia tesis paraenaltecer ó deprimir sus razas predilectas ó lacivilizaron católicat el problema pasaba de unasá otras oscuridades, sin dar paso en su esclareci-miento.

No es ese el oficio de la crítica. Ministro de la ver-dad, y nada más que de la verdad, el crítico nocuida ni de los intereses religiosos, étnicos ó polí-ticos, ni atiende á lo que puedan exigir convenien-cias y razones de Estado. Discierne lo verdadero delo falso, lo bello de lo feo, sin cuidar de si favore-cen ó contrarían sus juicios al dogma ó á la nacio-nalidad, al partido ó á la escuela en que le colocansus creencias, su nacimiento ó sus aficiones. Elcrítico no aboga, no alega; sino que juzga y de-cide, y para el fallo no hay más interés y motivo,que el soberano de la justicia, que es siempre laverdad.

El estudio délas preocupaciones, critica ensaya-da por Thery yMichiels, pasma; porque en ningunaotra ocupación del espíritu son más visibles las infi-nitas series de preocupaciones y sofismas que pue-

23

Page 2: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

354 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N." 161

den enseñorearse del entendimiento. Las creencias,las pasiones, la educación, los impulsos más noblesy generosos, como las exigencias, no pocas vecesimperiosas, de la política, y aun del trato de gentes,tejen tan enmarañada red, que apenas la luz la tras-pasa. Sólo así se explican los extravíos de la crí-tica; pero el caso advierte la necesidad de quedomine un espíritu sano en estas tareas, y que aljuzgar desoigamos toda sugestión, por noble queaparezca y por generosa ó conveniente que se crea,desasiéndonos de los amores y odios que la reli-gión, la nacionalidad ó las opiniones políticas nosinspiren. El-empeño no es hacedero; pero es la con-dición necesaria é indispensable para juzgar.

II.

¿Los libros de Caballerías, como los poemas ca-ballerescos, son de origen germano ó latino? Laidealidad que enaltece y sublima á los héroes delos poemas caballerescos, y ennoblece después á losdescendientes de Amadis de Gaula, ¿es fruto de lacivilización occidental, latina, céltica ó germa-na? El maravilloso que avalora esos poemas, ¿estambién creación de los pueblos cristianos de Occi-dente?

No es de escaso interés el asunto. La idealidad ylo maravilloso en la epopeya, en la leyenda, en elcanto de gesta, ó en el popular libro de Caballerías,como en todas las apariciones artísticas, refleja enlas edades pasadas el estado de la conciencia reli-giosa, y nos permite adivinar la concepción popu-lar del mundo, y de las leyes de la vida, y sus desti-nos, que corría como buena, ó por lo menos, lasenseñanzas eruditas que se retratan en aquellasconcepciones, delatan las influencias religiosas ófilosóficas que se infiltraron en la existencia de lospueblos. #

Siempre, y en toda la historia, la fantasía popu-lar, al crear lo maravilloso, reviste de forma suscreencias ó sus conjeturas sobre la naturaleza delmundo y sobre la condición de la vida humana,y paso á paso, las creaciones de ascetas, gnósticos,kabalistas, magos, místicos, alquimistas, juglares,troveras, trovadores y poetas, cantores de portentosy milagros, narradores y novelistas, refieren las an-gustias y las esperanzas, los desvarios y ios ensueñoscon que han atormentado ó consolado su existencialas generaciones pasadas, mostrando la ineludibleinfluencia de la fantasía y del arte en la vida his-tórica.

Cuando no se sabe se imagina, y cuando se sabesie imagina también, y estas imaginaciones son desumo interés para el historiador y para el crítico;porque á manera de claves explican la buena ó malafortuna de las ideas, el crecimiento ó la decaden-cia de las teorías y de los dogmas, según halagan ó

contradicen el mundo imaginado por la actividadeterna de la fantasía popular.

Los poemas que constituyen el ciclo Carlovingio,á contar desde la famosa Canción de Roland, creceny se desarrollan en el seno de la civilización occi-dental y viven con savia cristiana. El punto no esdudoso. El libro de Antar, en su redacción conoci-da, según el testimonio árabe de Ibn-abir-Ocaibyya,pertenece al siglo XII. Las antologías ó los cancio-neros de el Mofaddliat, el Hamaca, el Diván de losHodleilitas y el Kifcab-aghani, no explican el caso,porque aun cuando se suponga data el segundo delsiglo IX y aun del VIH el primero, su carácter líricoy erudito impide toda conexión con los poemascarlovingios. Los árabes no influyeron en la poesíacarlovingia, y su origen se encuentra sin duda al-guna en las- cantinelas que preparan su apari-ción.

Pero el paso y tránsito desde la cantinela alpoema primitivo, al cantar de gesta, al román, ¿esfruto espontáneo de lo que podíamos llamar cre-cimiento natural de las formas y concepciones ar-tísticas, ó se debe á una influencia que presentatipos, moldes y ejemplares en los que se vacía lamateria épica, para que surja la canción, el poema,6 el román 6 libro? Igual problema se esconde enla historia de los poemas del ciclo Bretón. La tras-formacion de los cantos primitivos de los bardos yrapsodas en poemas, ¿es un efecto, natural, ó esdebido á la imitación de poemas conocidos por losjuglares de péñola y por los troveras?

Y cuenta que al ser más extenso el campo, másamplio el molde y más rico y vistoso el horizonte,era necesario llenar el lienzo con las apariciones,con los prodigios, con accidentes y peripecias,y de consiguiente, en este momento crítico de lahistoria de la poesía caballeresca se origina lo quellamaba maquinaria el Sr. Gayangos.

La historia literaria de la decadencia greco-latinaen Occidente deja mucho que desear aún en losdias que corren. Los más de nuestros eruditosé historiadores de la primera mitad del siglo, cor-rieron tras la seductora teoría de la nativa origina-lidad de las jóvenes nacionalidades y ennegrecieronel cuadro de la decadencia y exageraron las nieblasy oscuridades de los primeros siglos de la EdadMedia. No es cierto: la historia no se interrumpe;prosigue siempre.

Muy verdad que comparados los siglos que vandesde el II al VI de nuestra era, eh su valor estéticono consienten paralelo ni cotejo con el de Periclesy Augusto; pero lo que interesa al conocimiento dela cultura moderna no es la inferioridad artísticaque nadie desconoce, sino la permanencia y conti-nuación de los estudios literarios y filosóficos en Ita-lia, Francia y España, y en este punto no es menos

Page 3: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

F. P. CANALEJAS.—'LOS POEMAS CABALLERESCOS. 355

temeraria la contradicción. Los bárbaros que seasentaron en las provincias occidentales, los ostro-godos como los visigodos, los vándalos como lossuevos y los francos, con verdadera solicitud con-servaron las tradiciones y escuelas greco-latinas, yla historia literaria continúa, si bien cumpliendo lanecesaria evolución que provocaban la marcha delos tiempos y la influencia de nuevas ideas. No sepierde, ni. se borra, ni cae en olvido la tradicióngreco-romana en los seis primeros siglos de nues-tra era cristiana. La poesía latino-oclesiástica loatestigua, y C. Vecio Aquilino, y Aurelio Prudencio,Orencio, Draconcio, Iuvenco, lo mismo que Salvianoy Sidonio Apolinar, continuaban la historia de lapoesía latina, acudiendo en consulta y en busca demodelos y lecciones á los grandes hombres de la li-teratura clásica. Si Teodorico II se deleitaba en lalectuta de Virgilio y Horacio y la civilización siguelos caminos que le señalan los obispos hispano-latinos después de la conversión de Recaredo, y loslibros de Leandro, Isidoro, Braulio y las famosasescuelas de las basílicas y monasterios, y los himnoslitúrgicos y populares, se amoldan á la tradiciónclásica para conservar la cultura antigua, aún enEspaña como en Francia en los siglos Vil y VIH, lacrítica no puede ver en la literatura latino-eclesiás-tica, sino una evolución lenta, muy lenta, del arteantiguo, pero nada más que una evolución.

No sólo en el juicio general de la cultura occiden-tal durante los siglos VI al IX la erudición pone enclaro que se mantuvo la tradición greco-latina, sinoque aun el himno, que es la creación más originalde la poesía nueva, desde San Ambrosio y San Hila-rio de Poitiers hasta el siglo IX, se escribe correcta-mente—como dice el eruditísimo Mr. L. Gaulier—en los metros más populares de la antigüedad clási-ca, respetándose en la mayor parte de los casoshasta la medida. Sólo en los siglos X y Xlla asonan-cia que se había iniciado en la edad anterior, domi-na, y el isocronismo de las sílabas, combinado conla asonancia, prepara el advenimiento de las nuevasmétricas, hecho interesantísimo que acredita hastaqué punto vivía y resonaba aún en las escuelaseclesiásticas la tradición clásica.

Sigúese de estos hechos, que es pura ficción esecorte de la historia en el siglo V que han enseñadohistoriadores de nota, y ensueño y nada más queensueño, la condición de pueblo originario y primi-tivo en que se consideró á las nacionalidades deOccidente después de las irrupciones del siglo V. LaIglesia greco-latina conservó con singular cuidadola tradición clásica, y la edad latino-eelesiástica enOccidente y la bizantina en Oriente, fueron nuevosperíodos de la cultura tradicional, no negaciones nilamentables olvidos de la gloriosa literatura de grie-gos y romanos.

No pretendo desconocer la originalidad de lanueva civilización. El error rayaría en lo absurdo.La vida moderna expresó en la esfera artísticacuanto palpitaba en su seno, pero lo hizo en las for-mas diminutas y fragmentarias que consentía elestado embrionario de las lenguas populares en elsiglo X; mas aun en esta expresión de la vida mo-derna debe distinguir la crítica los datos y elemen-tos que la tradición antigua procura á las creenciasy supersticiones populares, por medio de usos,prácticas y costumbres que se perpetuaron y lo queengendra la imitación de obras erudito-popularesdebidas á la literatura latino-eelesiástica ó á la bi-zantina, para que las tradiciones, las leyendas ora-les, las cantinelas, revistieran formas más ampliasy verdaderamente artísticas.

La tradición clásica greco-latina en la Edad Mediano influye quizá directamente, pero influye de unmodo decisivo, gracias á la literatura que llena lossiglos que van desde el I al XI, y cunde por las másapartadas regiones diseminando recuerdos y memo-rias de los períodos clásicos' Entre la tradición clá-sica y erudita de gramáticos y escoliastas, y las nue-vas apariciones de la musa lírica ó épica, hay quecolocar la influencia erudito-popular de las literatu-ras greco-latinas de la primera época de la Edad Me-dia, que presiden como verbo ordenador, si no comoverbo creador, á las creaciones con que se ufananlas modernas, de la misma manera que la Ínfimalatinidad y el griego bizantino sirven para modelarla palabra griega ó latina, que ha de figurar despuésen el léxico de las lenguas vulgares.

Claro es que estudiando el origen de los libros deCaballerías, ni Luciano, ni Petronio, niDion, ni lasBabilónicas de Jamblico el Sirio, ni Jenofonte áeÉfeso,_ni Tacio; ni aun en tiempos posteriores Cha-riton ó Teodoro Pródromo, dan señales ni procurangérmenes para el arte caballeresco, como no danasunto los argumentos ni los poemas épicos de laedad clásica, homérica ó virgiliana; pero no mejoracon esto la tesis de los partidarios de la originali-dad de los pueblos modernos, porque olvidan, altejer la histeria, la literatura erudito-popular y cris-liana, muy principalmente la greco-oriental, quesiempre fue maestra y directora por el rango quele daba su gloriosa ascendencia. La literatura latino-eelesiástica no tiene carácter distinto de la litera-tura latina. Si en la edad clásica, en inspiración yen metros, en ideas y estilos siguió paso á paso lalatina los caminos de la griega, acontece lo mismoen la época de la decadencia, y en el griego se en-cuentran los modelos y los gérmenes de las máspreciadas producciones de la literatura latino-eele-siástica.

En mi opinión, sigue á la edad clásica, que termi-na en los poetas del imperio romano, una edad que

Page 4: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

356 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

se extiende desde el siglo I al XII, y que es eruditay popular, clásica y cristiana, edad extensa y encuyo seno se trasforman, no se olvidan, todos, ab-solutamente todos los elementos de la civilizaciónantigua, y que puede estimarse como lastimosadecadencia mirada desde el siglo de Augusto ócomo fecunda é inspirada germinación de ideascontemplada desde los siglos de oro de las litera-turas occidentales; pero que en uno y en otro caso,á manera de caos, contiene todo lo que fue y todolo que será en los tiempos venideros. En esa edadbusca hoy la crítica los orígenes de las lenguas,de los metros, de las rimas, de los ideales artísticosde todo género, que después imperan y triunfan enla historia del arte. No es una noche, es un cre-púsculo vespertino ó de la mañana; pero crepúsculoen que se combinan los últimos rayos de la civiliza-ción antigua con los indecisos y trémulos resplan-dores de la cristiana.

Pero este hecho, puesto en claro por la erudiciónmoderna, es estéril, si no se fija con severa exac-titud el carácter de ese largo período de la historiadel arte que no obedece á la pura inspiración delarte antiguo; ni es hijo tampoco de la crjstiana, sinoque una y otra viven en dulce consorcio y marida-je. No expresa esa edad una ascética y original ins-piración cristiana, sino que imita y sigue la lecciónclásica. No se contenta con imitar á los artistasgreco-latinos, sino que recibe, vistiéndolas con ga-las clásicas, las inspiraciones de los nuevos tiem-pos. No es puramente latina, sino que es griega ála par y griega-bizantina, de manera que desde elPonto á Cádiz y desde Escocia al Danubio, mantie-ne una hermandad literaria bajo los auspicios delas instituciones cristianas que permite la rápidadifusión de teorías y ejemplos, procedimientos ygustos con mil acomodamientos y retoques exi-gidos por los accidentes de las historias particu-lares.

El Sr. Gayangos, al estudiar los libros de Caballe-rías, abría camino diciendo ciclo greco-oriental, envez de ciclo ó grupo clásico, ó greco-romano. Nosignifica, en mi sentir, greco-oriental lo mismo quegreco-romano, así como lo greco-oriental es dis-tinto de lo oriental. El orientalismo se divide endos grandes corrientes, la semítica y la indo-euro-pea. A esta última, sin duda alguna, se refiere elconcepto de greco-oriental empleado por el ilus-tre académico, y no á la semítica representadapor el hebraísmo y el islamismo, en sugenuina, des-nuda y pura generación histórica.

Descartada la civilización arábiga de lo quetomo de la cultura griega y de las tradiciones re-ligiosas y filosóficas del Asia, y visto el desenvol-vimiento del Koran según el genio de las razassemíticas, no presenta elementos ni caracteres fe-

cundos y llamados por ley natural á larga vida.Si la tuvo el islamismo fue porque el mahometis-mo semítico, por las fases y vicisitudes de su exis-tencia conquistadora y aventurera, vistió diversosropajes, pidiendo á las razas conquistadas filósofos,poetas, artes y ciencias, y estas razas, principal-mente en la Siria, en toda el Asia menor, en laPersia y en la India, seguían la rica y abundosainspiración de la vida indo-europea, hasta el puntoque el mahometismo en la India ó el mahometis-mo en Persia aparece, según ha demostrado Gar-cin de Tassy, como una faz teológica no sólo dis-tinta, sino opuesta á la semítica.

El orientalismo que crea é influye después de lasconquistas de los califas en el Asia menor, estable-ce durante cinco siglos, hasta el XI, una comunica-ción viva y frecuentísima entre persas, indos y se-mitas, con las razas que dependían más ó riónosdirectamente del imperio bizantino, y constituye unnúcleo fecundísimo, que sirvió grandemente parala civilización y cultura de los occidentales. Latradición literaria, religiosa y filosófica creada ycrecida en las orillas asiáticas del Mediterráneo,y en todos los países que se extienden desde Bi-zancio al Indo, no es la escueta y fria tradición se-mítica. Es la suma más ó monos confusa de lastradiciones antiguas, de las religiones orientalesindo-persas, de las sectas gnósticas y cristianas, delos cultos caldeos y de las elucubraciones neo-platónicas y judaicas. Los filósofos árabes no perte-necen en su inmensa mayoría á la raza semítica, nise muestran celosos partidarios del Koran; los poe-tas se reclutan del mismo modo entre las razasvencidas, y las sectas religiosas del islamismo reco-gen las más de las enseñanzas de los gnósticos, delos monofisitas, de los nestorianos, de los neo-platónicos, ó de los místicos que recordaban las en-señanzas budistas ó pérsicas.

Si se designa esta civilización con el nombre decivilización árabe, se incurre en manifiesta inexac-titud, y si se sostiene que lo maravilloso de los li-bros de Caballería se debe á la poesía árabe, se caeen evidente error. El severo monoteísmo semíticono consiente las creaciones y las metamorfosis, laexplosión de lo sobrenatural y maravilloso, quecampea en aquellos libros. Sóíb una conciencia en-riquecida por las creaciones fantásticas de neo-alejandrinos y llena aún de las resonancias de lafilosofía vedanta y de la poesía panteística de lasrazas indoslánicas, persas y sirias, podía dar vidaá las mudanzas y sorprendentes trasformacionesque refieren los libros de Caballería. No es tan se-vero el monoteísmo cristiano de Occidente y pue-bla de encantos el universo; pero la forma invaria-ble de este maravilloso es la aparición inmediata delo Divino, la significación de la voluntad de Dios,

Page 5: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 161 F. P. CANALEJAS. LOS POEMAS CABALLERESCOS. 357

por medio de mensajeros y milagros, y tampoco seavenía este maravilloso místico á las exigencias delos libros de andanzas y aventuras.

Al comprender, por lo tanto, en la edad quesoextiende desde el siglo I al XI el elemento griego-biasmtino, comprendo la influencia oriental indo-europea, que deja huellas imborrables en la histo-ria del imperio en Constantinopla, y que por estecamino llega á la civilización occidental saturándolaenérgicamente durante la Edad Media de las con-cepciones é idealismos orientales.

Ni se puede ni se debe estudiar la historia á lamanera del anatómico que diserta sobre miembrosaislados é independientes del tronco, sino á la ma-nera del fisiólogo, relacionando funciones y activi-dades en un conjunto animado por vida inextingui-ble. Todos en uno, y en cada uno la influencia pró-xima ó remota de todos los demás, van en la historialos pueblos de Oriente y Occidente en la Edad Media,y de no atender á esta mancomunidad y relación dela historia se siguen los logogrifos, los misterios ylas sorpresas de los estudios eruditos.

III.

Desconocida la singular riqueza de elementosque atesoraba la civilización de la Edad Media, res-tringida por los más á un latinismo eclesiástico re-fractario á toda influencia, se alcanza por qué laerudición en la materia de que tratamos no encon-traba ni podía encontrar datos para sostener elorigen greco-latino de los libros de Caballería. Laerudición tradicional no suministraba de origengreco-latino más que las novelas ya juzgadas deChariton y Teodoro Pródromo, los fragmentos de lahistoria de Amores de Aristandro y Oallistea, en-trado el siglo XII; las de Dictys y Dares y los recuer-dos de los ciclos homéricos y mitológicos relativos áRoma la grant, que era el símbolo de la antigüedadentera, que se traslucen en los cantos de los jugla-res y troveras y en las gestas de Julio César ó LeRomán, de Eneas.

Muy cierto que la tradición greco-latina no mueroó se olvida en los siglos medios, y ya nadie ignora,gracias á los afanes de Michelant, Frosmann, Talbot,Joly y Meyer, que los juglares cantaban á Príamo yá Píramo, áHéctor y Helena, á Ulíses y Aquíles, comoá Hércules y Jason, Narciso ó ícaro, Hero y Lean-dro. Le Román de Troie, publicado por M. Jolyen 1870, escrito en 1160, refiriendo la guerra Iro-yana vulgarizó esta enseñanza entre los doctos.¿Pero las fuentes eran puras? Al dar sucinta y ligeranoticiade esta publicación, expuse mi extrañeza porlas profundas alteraciones que se advertían de latradición poética de Hornero, y los amores de Po-lixena y Aquíles, y la desenvoltura amorosa de He-cuba y Briseida, me inclinaban á la sospecha de que

alguna influencia intermedia había alterado la pu-reza de líneas dé la creación homérica (1). No mevencía la consideración de que los poemas caballe-rescos ó los cantares de gesta, pudieron influir enaquellas trasformaciones, sujetándose el poeta á lostipos y maneras más en boga en el siglo XII ó XIII;pero mi sospecha acerca de la existencia de otrasfuentes literarias, á más de las reseñadas, no ad-quiría la plenitud necesaria para convertirse enopinión.

Hoy no es lícita la duda. El elemento ó la influen-cia desconocida en todos estos estudios sobre élorigen do la poesía caballeresca, es el bizantínismo,injustamente menospreciado y desatendido por lacrítica mederna, como si desde el siglo V Bizanciono hubiera sido á los ojos de los pueblos de Occiden-te la heredera de Roma, la ciudad de Constantino,después de Justiniano, el Imperio, en una palabra,que pretendieron emular y oscurecen desde Teodo-rieo hasta Carlo-Magno todos los reyes bárbaros,y como si Constantinopla no hubiera sido el centrode los Basilios y Gregorios, y su lengua la famosa ysagrada, á los ojos de los doctos, que contenía lashomilías de los SS. PP. y los libros de Porfirio, y elfalso Dionisio el Areopagita, tan importantes en lahistoria de los siglos IX, X, XI y XII.

La influencia bizantina en el Occidente de Europaes un hecho de la mayor importancia. La lenguagriega en los monasterios de Irlanda, Escocia yFrancia se cultivó con esmero y con solicitud, y nose abandona este estudio en los siglos siguienteshasta el XIII, de manera que existía el lazo moral éintelectual que permite estimar como eficaz y acti-va la influencia bizantina en el Occidente. El estudiodel griego llegó á ser muy general en los dias deCarlo-^jagno. Escoto-Erigena traducía las obras delfalso Dionisio bajo el reinado de Carlos el Calvo.Otro Caiiovingio disputaba al Emperador bizantinosobre la denominación de irpcoto(m¡ji6otSXoc y la deSaaiXsuí, y llamaba á Compiegne Carlópolis, y Alfaá un monasterio fundado en la Borgoña. La diplomá-tica nos enseña, con la autoridad de Mabillon, quelos obispos al firmar añadían palabras griegas á susnombres; como helenistas se aplaude á EckkartíleSaint-Gal!, á Remí de Auxerre, y Notker, que diser-taba sobre los Comentarios á las escrituras sagradasde Orígenes; y en el siglo XI, un arzobispo do Saler-no, Alfano, traducía el tratado de Nemesio, sobre lanaturaleza humana; y en el siguiente, Juan Burgun-dio, de Pisa, las Homilías de San Juan Crisóstomo ySan Gregorio, y el libro de la Fe católica, de SanJuan Damasceno.

A veces estos recuerdos iban aún más allá. Re-cordemos que en el siglo Vil Fredegario el Escolás-

(1) Boletín Revista de la Universidad.—Tomo I.

Page 6: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

358 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO 0E 4 8 7 7 . N.° 161tico enseñaba que los francos descendían de Fran-cion, hijo de Príamo, que después de la ruina deTroya fundó en Germania el poder de los francos, yañadamos que esta tradición se perpetúa en loscronistas posteriores, y se encuentra así en lasCartas del rey Dagoberto como en los libros dePaulo el Diácono.

De otro lado, la historia política y la mercantilde las costas de Levante, desde el siglo V al X, deMarsella y de Arles mismo, nos da testimonio de losnumerosos establecimientos que los griegos de Bi-zancio mantuvieron durante los siglos VIII, IX y Xen aquellos puntos, y el ilustre Fauriel y los filólo-gos modernos historiando los orígenes, acusan laexistencia de un importante elemento griego entodas las lenguas y dialectos del Mediodía de laFrancia, cuyas fuentes son colonias antiguas y lasde los griegos de Bizancio.

Muy de nuestros dias, no más que del siglo últi-mo, es el juicio de desestima y menosprecio conque se infama á la mal conocida historia bizantina.Algunas frases de Montesquieu, repetidas porGibbon, y la indignación ortodoxa de De Maestrecontra la patria de las herejías del cristianismo, sir-vieron de antecedente y motivo á este juicio; y porlas pasiones de los tiempos, á su vez, con el intentode mostrar las deletéreas consecuencias de la su-premacía teocrática y los funestos efectos de losestudios teológicos, recogieron las censuras losescritores liberales, como el gárrulo Laurent. Sinembargo, la Iglesia griega es la creadora del dogmacristiano. Es insignificante el número de los obisposoccidentales en los concilios de Nicea y Calcedonia.Si Constantinopla hubiera caido al empuje de losárabes, como cayeron los do Occidente, el maho-metismo se hubiera enseñoreado de la Europa cen-tral, que acosada por el Sur y por el Oriente, hu-biera visto borrarse de dia en dia las fronteras delEbro y del Danubio. Bizancio resistió hasta el si-glo XV y la cristiandad se salvó por el esfuerzo ad-mirable de un imperio, á quien se moteja de indignoy corrompido. — El bárbaro empuje de las másformidables de las erupciones del islamismo asiá-tico se estrelló ante los- muros de Constantinopla,y los bizantinos, desde el conde Bonifacio Narses yBelisario hasta los últimos momentos del imperio,contribuyeron eficazmente á mantener la vacilantellama de la cultura y de la vida artística de Occi-dente.

Si los más obstinados en el encono contra la ci-vilización bizantina considerada como la viva ynunca apagada representación del mundo antiguo ycomo el foco de donde parten, durante los siglosmedios, las vislumbres y claridades que activan elprogreso intelectual que se declara en el Renaci-miento, hora es ya de estimar esta influencia en el

studio de la poesía y de las artes occidentales,uidando de no poner en olvido que viste la civili-

zación bizantina caracteres muy singulares desde lacaída del imperio de Occidente hasta Justiniano, ymás originales aún desde Justiniano hasta el si-glo XII.

Si gustaron de los estudios teológicos y metafísi-cos, hasta el punto de estimar el interés científicoó teológico como único y soberano; si las luchas demonofísitas, nestorianos, iconoclastas ó iconóla-tras trascendieron á la vida política, el caso serepite en Occidente una y otra y varias veces, én lamisma época, y siempre la decisión y entusiasmopor la ¡dea entre priscilianistas, arríanos, gnósti-cos, pelagianos y aun albigenses y valdenses, fue-ron tenidos en Occidente como rasgo de virilidad yfirmeza entusiasta y ardiente en las creencias. ¿Porqué no extender este juicio á las guerras religiosasdel imperio bizantino?

La febril actividad teológico-filosóflca de los bi-zantinos, censurada por positivistas y ultramonta-nos, colorea la civilización bizantina de tintas inte-resantes y curiosas, formando un conjunto confuso,pero rico y abundante, como si se repitiera en lahistoria el caso do Alejandría. Alejandrina es, en surasgo primordial, la cultura bizantina, y en su senose reproducen con motivo de una y otra herejía ypor tan incesante discutir, las más altas y grandio-sas inspiraciones que han cruzado por el pensa-miento humano, en el seno de las religiones delOriente y bajo el fecundo soplo del monoteísmo se-mítico y de las sectas y herejías neo-platónicas ycristianas de los diez primeros siglos de nuestraera. Bizancio se creía á la vez la heredera de Ate-nas y la sucesora de Roma. Blasonaba de habercumplido á la par el testamento de Alejandro Mag-no, fundiendo en vasto imperio Asia y Europa. Re-cibía las tradiciones ó influencias de las razas- lifique dominaba política ó religiosamente; y la flaque-za de su poder, ó los caracteres de su política, laarrastraban á concesiones y alianzas en lo espiritualy en lo civil, muy semejantes á las que cumple enestos dias en Asia la civilización rusa.

De aquí su importancia en la historia filosófica yliteraria de la Europa, no sólo en la Edad Media,sino después de la caida de Constantinopla, en quecortes, universidades y escuelas se disputaban lahonra de escuchar y aplaudir á los fugitivos bizan-tinos.

Bajo el peso del desdén con que la erudiciónmoderna humillaba la tradición bizantina, hasta elpunto de tomarse en mala parte y en son de escar-nio los calificativos de bizantino y bizantina, no erallano que el debate entre arabistas y latinistas ógermanos, sobre el origen de los libros de Caballe-ría, cesara por el reconocimiento de un hecho

Page 7: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.* 161 F. LOKHER. LOS GERMANOS EN CANARIAS. 359cierto é indudable que abriera senda y señalara ca-mino. Se ahondaba en la tradición céltica, se traíaná cuento las mitologías escandinavas, se volvía á lapoesía bélica de.los árabes; pero si bien, como siem-pre acontece en la historia, todo esto dejaba huellay huella visible en la maquinaria de los libros deCaballería, no daba la solución apetecida. Decíabien el Sr. Gayangos, en 1857 la cuestión quedabaen pié. — ¿Sucede lo mismo en 1877?

F. DE PAULA CANALEJAS,de la Academia Española.

(Continuará.)

LOS GERMANOS EN LAS ISLAS CANARIAS,

VII.*Los ancianos de Canarias manifestaban un ver-

dadero sentimiento de postración y de tristezacuando decían á los Españoles: «Nuestros antepa-sados nos han dicho: Dios nos ha puesto en estas Is-las y nos ha abandonado en ellas.» Hasta qué puntoparecían abandonados lo demuestra el estado desus ideas religiosas. No hay ejemplo en la historiade que un pueblo una vez convertido al Cristianis-mo haya retrocedido más tarde al culto pagano.Los Guanches, sin embargo, nos ofre jen ese ejem-plo, dado que fuesen descendientes de los antiguosVándalos.

Tal vez hayan concurrido dos causas á producireste fenómeno. El Cristianismo y cierto grado decivilización existían en África entre los Vándalos,pero sólo en las grandes poblaciones, mientras queen los campos, entre los aldeanos y en las clasesínfimas del pueblo, si bien se introdujo el culto re-ligioso externo, la convicción cristiana y el senti-miento íntimo de esta religión no había penetradoenteramente. En los 900 años próximamente en quevivieron apartados de todo centro de civilización,la doctrina y los auxilios de la Iglesia debieron ne-cesariamente ir desapareciendo á sus ojos, y osprobable que á los que fueron expulsados del reinode los Vándalos, sólo los acompañasen alguno queotro sacerdote, pero ningún prelado, siendo de ad-vertir que precisamente á los principales y á losmás ilustrados del pueblo fue á los que expulsaronBelisario y los que le sucedieron en el mando. Lafalta de prelados apostólicos hacía imposible la or-denación de sacerdotes, y una vez muertos los úl-timos ministros del culto, ¿quién había de predicary enseñar la religión cristiana á aquellos pueblos?

Si estas conjeturas son exactas (y no caben otrasen el caso presente), debió de formarse una nueva

* Véanse los números 159 y N50, páginas 289 y 321.

especie de religión, volviendo el paganismo germá-nico á pesar de una manera sorda y sombría sobreel ánimo de aquellas gentes, borrando poco á pocolos últimos vestigios de la noción evangélica. Lasideas fundamentales en que coinciden las dos creen-cias se generalizaron entre las* masas, y en cuantoá las demás se conservó una mezcla confusa derestos y recuerdos de ambas. La idea de la Reden-ción, de los Sacramentos, de la Misa, habia desapa-recido totalmente. Al penetrar de nuevo el Cristia-nismo en las Islas, sus naturales no manifestaronninguna oposición, antes, por el contrario, acepta-ron de buen grado las ideas y los usos de la nuevareligión, llevándose á" cabo la conversión con lamayor facilidad, y como si los conversos al abrazarla doctrina del Evangelio renovasen un antiguo co-nocimiento. Sólo de los habitantes de Fuerteventu-ra refieren los capellanes Bontier y Leverrier, quepersistían en su antigua idolatría; pero esto suce-dió únicamente en los primeros años de la con-quista.

La base de la idea religiosa entre los Guanchesera la existencia de un Dios Creador y Conservadordel Universo, Padre de todos, que vive en las altu-ras, en la inmensa y majestuosa bóveda celeste he-cha á imagen suya. Entre los nombres~que daban áDios, encontramos los de Irma, Man é Idal, quesuelen entrar también en la composición de~ nom-bres de personas; y en la isla de Lanzarote, al piéde una montaña que llaman Torns, se enseña unsepulcro gigantesco, en el cual dicen está enter-rado Mahan (Man).

Por lo demás, no se encuentra en ninguna de lasIslas Canarias nada que revele haber existido enellas el politeísmo, y si de la más pequeña de to-das, la del Hierro, se refiere que las mujeres ha-bían Stedo culto á una divinidad de su sexo que lla-maban Morayba ó Moneyba, tal vez era esto un vagorecuerdo de la madre de Cristo; cosa singular, yque debe sorprendernos tanto como la veneracióny.el entusiasmo con que los Guanches de Galdaracogieron á la imagen de la Virgen Santísima quelas olas del mar condujeron hasta la costa.

El principio del Mal figura en la teología cristia-na de una manera más importante que en la de losantiguos Germanos. También los Guanches creíanen un Espíritu maligno que residía, según ellos, enla cúspide del Pico de Tenerife, y todavía en el úl-timo siglo se precipitaban desde aquella immensaaltura del volcan y en medio de grandes terremotos,tinieblas y relámpagos, torrentes devastadores defuego y lava, y el que subisra allí por primera vez ycontemplase la boca de aquel abismo encendido,desde cuyo fondo se elevaban columnas de vaporazufrado, convendría desde luego con los isleñosen reconocer como residencia misteriosa del genio

Page 8: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

360 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DB 1 8 7 7 .

maléfico la cima del volcan. Es notable tambiénque creyesen en la aparición frecuente del diablo,bajo la forma de un perro rabioso, creencia que re-cuerda el fantasma del Ogro que tanto temían losGermanos.

En cuanto á lugares destinados al culto religioso,los había de dos clases: pequeñas capillas, ó sitiosdescubiertos que se distinguían por algún objetoelevado que se colocaba en el centro, bien fuera unárbol corpulento ó una roca aislada, bien una peque-ña torre de piedra construida artísticamente. EnFuerteventura había algunos templos de forma cir-cular cercados con un doble muro. En la Gran Cana-ria estaban colocados en lo alto de las rocas; perotambién aquí tenía cada población su lugar destina-do para las grandes reuniones religiosas, el cualtenía como distintivo un gran peñasco. En la Palmala mayor parte de los cantones ó distritos levantabanen tales sitios altas pirámides fabricadas con piedramenuda y suelta. En la Isla del Hierro, servían parael objeto dos peñascos, y el pueblo creía, á lo menosasí lo decían los Españoles, que el Dios de la loca-lidad tomaba asiento en el pico de la peña, mientrassus adoradores se congregaban alrededor de esta.

Cuentan que los habitantes de Lanzarote, paraimplorar á la Divinidad, subían á lo más alto dela montaña, y desde allí elevaban las manos al cie-lo. Las empinadas rocas ó las pirámides hechas depiedras que indicaban los lugares sagrados, lleva-ban el nombre del Dios y por ellos juraban, sin quejamás aconteciera que faltasen á esta clase de jura-mento. En ninguna de las islas conocieron las imá-genes, y lo que se refiere de dos pueblos en dondehabían sido halladas algunas de ellas, es poco dignode crédito, tanto por el origen del dato, como porel completo silencio que acerca del suceso guardanlos escritores mejor enterados. Parece más bienque estos lugares religiosos fuesen como un restode los recuerdos del cristianismo; por lo demás, laidea religiosa volvió á prevalecer tal como la des-cribía Tácito en las siguientes palabras: «No encer-rar á los Dioses dentro de las paredes del templo,ni representarlos bajo formas humanas por no con-siderarlo propio de la grandeza divina.» Consagra-ban los bosques y las selvas, y daban el nombre deDioses á aquellos seros misteriosos que eran losúnicos que tenían en veneración.

VIII.

Pocas son las noticias que tenemos acerca de laspersonas que ejercían el sacerdocio y de las atri-buciones inherentes á tan importante cargo. Sesalbe, sin embargo, que entre los Guanches, el pa-dre era el sacerdote dentro de su propia familia,mas para los actos públicos religiosos relacionadoscoi} el pueblo en general había en Cananas, y sin

duda alguna en las demás islas, un alto funcionariode tantísima importancia, que se consideraba aligual de los Príncipes, llamado el Faycan, el cualrecibía el juramento, presidía los juicios y los es-pectáculos públicos, tenía jurisdicción voluntariay contenciosa en todos los asuntos, y era, por últi-mo, el que dirigía y ordenaba el servicio religiosoen las grandes solemnidades. Así, pues, la idea delsacerdocio, tal como se concibe en la Iglesia cris-tiana, no existía entre los antiguos Canarios, y porlo mismo, es más digno de notarse que aparezcaen una institución de otra clase. Había en Canariasdiferentes casas en donde vivían en comunidad jó-venes sacerdotisas, y estos establecimientos seconsideraban tan dignos de veneración, que goza-ban del derecho de asilo, y los criminales que lo-graban refugiarse en uno de ellos, se libraban dela acción de los tribunales. Las jóvenes vestían,como las sacerdotisas de los Germanos, largas tú-nicas blancas, y disfrutaban de altísimo respeto porparte del pueblo, que las ofrecía voluntarias ofren-das. Sus funciones estaban reducidas á llevar enlas procesiones públicas los vasos sagrados, á ce-lebrar el sacrificio, y á ofrecer diariamente en eltemplo la leche que suministraban las cabras que secustodiaban con este objeto en determinados pun-tos. Las sacerdotisas permanecían solteras mientrasvivían en el establecimiento, y sólo la directora po-día ser viuda. Educábanse también en esta especiede claustros las hijas de los nobles, pero debían vol-ver al seno de sus familias cumplida la edad deveinte años si querían casarse. Un escritor describeuno de estos establecimientos situado en el barran-co de Valeron, y dice: «La entrada es un grandearco, al que sigue un largo salón, y á uno y otrolado se ven en perfecta simetría ciertas celdillas óaposentos colocados unos sobre otros, cada cualcon su ventana al barranco. Están en la misma en-trada dos torreones, á los cuales se sube por den-tro.» Otra de las funciones que estaban á cargo delas jóvenes sacerdotisas era la de rociar con agua álos recien nacidos, inmediatamente que eran dadosá luz; acto religioso que probablemente iría acompa-ñado de ceremonias especiales, y que, según refie-re un historiador conocido, producía cierta afinidadespiritual, pues la Sacerdotisa ó Harimagada quehabía administrado esta especie do bautismo á unniño, no podía en ningún caso contraer matrimoniocon el padre de este, aun cuando hubiera salido delclaustro. Es posible que semejante costumbre fueseotra tradición del bautismo cristiano, así como lavida intelectual de aquellas doncellas sería un re-cuerdo de las monjas y diaconisas. Estas últimasexistían en número considerable en los primerossiglos de la Iglesia, especialmente en la Iglesiaafricana; eran solteras ó viudas, y tenían el encargo

Page 9: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 161 F. LOEHER.—LOS GERMANOS EN CANAK1AS. 361

de asistir al bautismo de las mujeres, instruirlasparticularmente y prepararlas para abrazar el cris-tianismo, visitar á los enfermos, á los presos y 4 losafligidos, y hacer guardar la debida composturadentro y delante de la iglesia á los concurrentes desu sexo.

Es probable que al establecimiento y duración deestas órdenes religiosas de mujeres, contribuyesende consuno las costumbres germanas y cristianas,pues los Germanos tenían la creencia de que en elnoble corazón de la mujer se albergaba un senti-miento de pureza y santidad agradable á la Divini-dad, por lo que les parecía á propósito para el ejer-cicio del sacerdocio. Los Guanches llamaban á estassacerdotisas por antonomasia las Vírgenes, maga-das, ó, como hari quiere decir muchedumbre ó pue-blo, y estas jóvenes salían del círculo de sus fami-lias y pertenecían al pueblo, se las llamaba tambiénharimagadas, como si dijéramos corporación ócuerpo de doncellas, voz compuesta, muy semejanteá la del antiguo alemán heriknecht, que significaejército de soldados.

IX.

Las primeras noticias de Edrisio están do acuerdocon las de los demás aventureros árabes que dicenhaber encontrado en las costas de aquellas aparta-das islas «hombres de elevada estatura, de colorrosado y trigueño, con pelo liso, y mujeres de ex-traordinaria belleza.» En todas las relaciones pos-teriores se dice asimismo que eran los Guanchesuna raza hermosa, de esbelta talla y de medianacorpulencia, dotada de gran fuerza muscular y deuna fisonomía franca y simpática. En las momiasque se descubren cada dia es notable la sólidaconstitución del cuerpo, y en muchas de ellas se veaún el color rubio y hasta rojo del cabello. Loscuatro primeros habitantes de Canarias que vinieroná Europa en el año de 1341 llevaban el pelo tanlargo que les llegaba ala cintura, y su color doradocorrespondía con el azul más ó menos claro de losojos; pero, no obstante, se encontraban también entodas las islas individuos de pelo y de ojos negros,si bien no era muy común. La barba era fuerte ypoblada, y el pelo ni crespo ni lacio; el color de supiel sonrosado y blanco, y en algunos más moreno,como sucede de ordinario en la Europa central; yprueba de que el color oscuro era cosa extraor-dinaria, es que á un principe de la isla de la Palmase le dio el sobrenombre de Azuqmhe el Moreno.La expresión del semblante, llena de atracción,reflejaba vivamente y con rapidez todos los senti-mientos interiores, y esto debía ser tanto más cho-cante para los Españoles, cuanto que en sus pro-pias fisonomías, como en las de los Árabes, hay unligero rastro de la rigidez y de la tristeza que los

otros pueblos llevan impreso en las suyas de unamanera menos perceptible. La delicadeza y la ani-mación de las facciones contribuía no poco, segúnparece, á los atractivos de las hijas del país, encuya descripción se recordará que decía Procopioque las Vándalas eran más bellas que ningunasotras mujeres del mundo.

La conformación de la cabeza, el largo del brazoy de la pierna y todo el armazón de las momiasque se sacan de los enterramientos de Teneriferecuerdan la conformación del.cuerpo de los Ger-manos. «Mirad ahí á nuestros compatriotas de Tu-ringia,» decía un personaje de este último país álas personas que le acompañaban á visitar las mo-mias de los Guanches en el Museo de Lisboa. Elcráneo de éstos, sobre todo, se ha sometido á unexamen minucioso, y de él resulta que la parte su-perior es semicircular, la frente elevada y ancha,no inclinada hacia atrás, sino más bien saliente,los maxilares moderadamente pronunciados, losdientes perpendiculares, y la mandíbula inferiorbien conformada. El ángulo agudo que forma lanariz con la frente resulta también muy pronuncia-do. Si se comparan los cráneos de los Guanchescon el de los Berberiscos ó el de los Árabes, resul-tan los primeros, en su mayor parte» superiores,más perfecta y más considerablemente desenvueltosque los otros, en especial más sobresaliente el án-gulo mencionado éntrela nariz y la frente, Tambiénes notable el mayor espacio del hueco del cráneo.Las medidas de Wetcker colocan el cráneo de losGuanches á la par del de los Borgoñones y Litua-nios, ó inmediatos á los Suecos y Holandeses. En lastablas de Barnard Davis se equiparan los Guanchescon los Anglo-Sajones, y después de éstos con losSuecos é Islandeses.

EnJ$e los cráneos de los Guanches no puede des-conocerse que existe una diferencia, que creemosha sido Berthelot el primero en notar. Los menostienen la parte superior más convexa y menos pro-nunciado el ángulo de la nariz, y en el mayor nú-mero este ángulo es más agudo, la frente más an-cha y más fuerte, de manera que la cara se aproxi-ma más al cuadrado, y aun hoy dia sucede que no esraro encontrar Canarios cuyas cabezas y rostrospresentan las formas características, bien de lospueblos de la Baja-Sajonia, bien de los Berberiscos.Sabido es que con frecuencia los rasgos ñsonómi-cos de los antepasados, después de algunas genera-ciones, suelen reproducirse en algún individuo dela familia. Ambos fenómenos encuentran explicaciónmuy fácil, admitiendo que en las islas Canarias seha verificado una mezcla entre Berberiscos y Ger-manos. •

Los Guanches vivían en la época de la Conquistarepartidos en pequeños territorios ó distritos, cada

Page 10: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

362 HEVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DB 1 8 7 7 . N.° 161

uno de los cuales tenía su Rey cantonal hereditarioy su Dieta. Sólo de la pequeña isla de Hierro sedice que tuvo otras veces un príncipe único, quedisfrutaba de gran veneración. La de Gomera, porol contrario, aunque más pequeña, volvió á divi-dirse después de la muerte del rey Arnalgiiiche encuatro Estados., y en la Palma se encontraban nadamenos que doce, pues á la muerte de Gumidafe yde Antidamaná, que habían sometido toda la isla,habiéndosela vuelto á dividir entre sus dos nietos,se dispuso que cada, uno delegase seis nobles parael gobierno superior del país. Tenerife estuvo tam-bién reducida á un solo Estado bajo Tinerfe elGrande; pero (\ su muerte repartiéronse la isla susnueve hijos, conservando cada uno su parte, aun-que quedando como feudatarios del hermano queera mayor en edad y en poderío; sólo que teniendoel Gran Tinerfe, además de los nueve hijos legíti-mos, otro llamado Avakuío, habido en una concu-bina, pareció injusto que éste quedase sin partici-pación en la herencia, así que obtuvo un pequeñoseñorío; pero no se le dio el nombre de Menecy, esdecir, Príncipe, como á los otros, sino el de AcM-mencey, 6 hijo de Principe.

Estos pequeños Estados se encontraban casisiempre en desavenencia y guerra, siendo el motivoconstante la cuestión de límites en los terrenos depastos, pues cada distrito ó cantón velaba celosa-mente sobre sus fronteras. En Lanzarote y en Fuer-tcventura fueron tan prudentes, que dividieron laisla por medio de una muralla que iba de una costaá la otra. Esta muralla existía aún después que lalengua de los Guanches había desaparecido, perono consiguió impedir que ambos reinos luchasenrudamente dentro de sus respectivas islas. Además,fuera de las cuestiones de límites, la ociosidad, lacodicia y la rapacidad de los magnates eran causade que las hostilidades se renovasen cada dia, dadoque era siempre fácil encontrar un pretexto. Tanpronto era una cuestión do herencia, tan pronto elrobo de ganados, y en ocasiones, una ofensa ver-dadera ó supuesta. Indudablemente, desde la épocade los reyezuelos de distrito se han conservadohasta hoy en Cananas grandes odios y rivalidadesde todo género entre las Islas, y en cada una deellas entre sus diferentes distritos, y es de caráctertan especial este sentimiento de aversión, que sólopuede atribuirse su origen á causas meramente his-tóricas.

En un pueblo tan acostumbrado á la guerra, elmanejo de las armas era cosa natural; las armasconstituían una distinción y un adorno entre loshombres libres, y ninguno solía salir sin llevar al-gún arma, ó por lo menos un bastón de gruesa em-puñadura. Ordinariamente usaban la pica ó la lanzalarga, hecha de excelente madera muy curada que

se encontraba en los bosques de las islas, de ochoó diez pies de largo, y cuya punta endurecían alfuego ó la formaban con un cuerno aguzado, y delas cuales he visto yo todavía muchas en manos delos labriegos en el campo. En la guerra, sin embar-go, era el arma principal la lanza corta, de unastres varas de largo, y las había de diversas clases,más cortas y más largas, con la punta en forma dearpón, ó simplemente lisa; algunas tenían en la em-puñadura dos nudos á la distancia conveniente paracolocar entre ellos la mano y asegurarla mejor. Usá-banlas como arrojadizas ó como punzantes, perocon tanta destreza, que'jamás erraban el objeto quese proponían. Esta era aquella sangrienta y vence-dora Framea de que nos habla Tácito. Otra de lasarmas era el hacha de piedra, especie de maza conun agudo corte de pedernal, que con un cuchillo dela misma piedra completaba el armamento del hom-bre de guerra. Los Guanches poseían todavía otraarma terrible, que era la piedra arrojada con sólo lamano ó con la honda. Un par de piedras hacían milañicos la rodela de un soldado, y eran tan certerosen el tiro, que partían las ramas más elevadas deun árbol, arrojando con sus fuerzas gigantescas laspiedras á una distancia increíble. Como armas de-fensivas, valíanse de la misma lanza, con la cualparaban ó desviaban el golpe de tajo ó de punta, óse servían del brazo izquierdo, que presentaban en-vuelto en la capa.

Cuando los Guanches entraron en guerra ó entrato con los Europeos, nada apreciaban tanto comoel hierro, que aprendieron inmediatamente á traba-jar con toda perfección; también arrebataron á losEspañoles muchas armas europeas en el campo debatalla, y éstas, naturalmente, teníanlas en muy altaestima, y de las que hacían un uso conveniente. Conincreíble habilidad cambiaron el antiguo armamen-to, modificándolo conforme al de los conquistado-res, especialmente los arcos y las flechas para me-jor resistir las fuerzas enemigas. Comprendieron almismo tiempo la ventaja del escudo, y los hicieronde la corteza de drago, que era sumamente á propó-sito para esto, y lo que es más sorprendente, seencontró á un Príncipe que llevaba ya en su escudo,cómo empresa, cuarteles pintados de encarnado yblanco.

Conocían las fortificaciones y trincheras, y éstaseran tan escarpadas y estaban construidas con tantamaña y solidez, que era muy difícil el tomarlas. Porlas ruinas de estas obras de fortificación como porlos fragmentos de la muralla que dividía la isla deFuerteventura, ha podido admirarse la destreza conque sabían los Guanches emplear grandes materia-les en la construcción de sus obras.

Comenzaban el ataque lanzando piedras con lamano y con las hondas. Cruzaban el aire los dardos

Page 11: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 161 F . LOEHER. LOS GERMANOS EN CANARIASj 3 6 3

y las flechas, hasta que en medio de una enormegritería venían todos á las manos. Cada cual hacíafrente á un enemigo, y aunque esta lucha individualera sangrienta, tan pronto como el adversario caia,por estar herido ó por entregarse prisionero, seconsideraba indecoroso inferirles ningún daño, yaun cuando fuesen extranjeros se les trataba bien,se les curaban las heridas y se cuidaba de elloshasta que se hacía un canje. A retaguardia de la lí-nea de combate se colocaban las mujeres, las cualesllevaban víveres á los combatientes, sacaban á losheridos del campo de batalla y daban sepultura álos muertos. Nadie las defendía, porque nadie lasestorbaba en su piadosa ocupación, pues las muje-res y los hijos del enemigo estaban, como tambiénlos edificios destinados al culto de la divinidad, bajola salvaguardia de esta noble costumbre. Deshon-rado habría quedado para siempre aquel que hubie-re osado poner la mano sobre mujeres ó niños, ósobre ancianos inermes. ¿Quién no recuerda, á pro-pósito de esto, el pasaje en que Tácito hablando delas batallas de los Germanos, dice: «En las inmedia-ciones están las prendas del amor; por allí se oyenlos lamentos de las mujeres; más allá los gemidosde los niños; estos son para cada uno los testigosmás santos, las panegiristas más grandes de sushechos, A las madres, á las esposas las llevan susheridos, y estas no temen contar sus heridas y apli-car sobre ellas sus labios cariñosos.»

No hay, sin embargo, vestigios de privilegiosconcretos. La Administración pública, así como elPoder judicial, estaban concentrados en la Dieta,esto es, en la Asamblea de los hombres libres y desus delegados, aunque también tomaban asiento enella los nobles al lado del Príncipe; cuando estefaltaba á su deber, se constituían en sus acusado-res y jueces ante el pueblo.

Antes de que un joven tuviese asiento y voto enla Asamblea debía hacerse hombre, como si dijé-ramos, armarse caballero, y en la Gran Canaria ha-cíase esto con grandes ceremonias de la manera si-guiente: Cuando un joven se consideraba con larobustez necesaria para llevar armas y desempeñarel servicio militar, dejábase crecer el pelo hasta loshombros y se presentaba al Faycan, á quien cor-respondía formar el proceso como gran juez, y dis-poner las ceremonias religiosas como gran sacer-dote. A este le decía: Soy hijo de Fulano y deseoque se me haga hombre de armas; el Faycan pasa-ba á la residencia del solicitante y convocaba á losnobles y hombres libres que tenían allí su domici-lio, les presentaba el joven y les daba cuenta de supretensión, diciéndoles después: «A vosotros, todoslos que me escucháis, os conjuro que me digáis laverdad en nombre de Dios, y denunciéis si habéisvisto á este que está en vuestra presencia, hijo de

Fulano, entrar en algún corral y ordeñar y degollarpor su propia mano á alguna cabra, prepararse lacomida, hurtar alguna res, ó si sabéis que en tiem-po de paz haya robado ó se haya conducido traido-ra é indignamente de palabra ó de obra, especial-mente contra las mujeres.» Si á cada una de estaspreguntas contestaban los concurrentes negativa-mente, acercábase el Faycan al joven candidato yle cortaba el cabello más abajo de las orejas y leentregaba el Mugado, la lanza (en lengua godamagath), y le declaraba noble. Esta investidura,para hablar como Tácito, era para ellos la toga vi-ril, el primer honor concedido á la juventud; antesde haberla concedido se consideraba al individuocomo miembro de la familia; después pasaba á ser-lo del Estado. Pero si había quien lo acusase enaquella especie de interrogatorio y se probaba elhecho denunciado, se le cortaba al recipiendariotodo el cabello y era declarado para siempre villa-no, quedándole desde entonces el nombre de tras-quilado.

Los Reyes de tan pequeñas comarcas no podíanejercer grande autoridad, teniendo á su lado á lanobleza de sangre real y á los domas nobles. Ver-dad es que los Guanches no tuvieron jamás idea deuna monarquía absoluta.

No contribuían con ninguna clase de impuesto alsostenimiento del Príncipe, el cual tenía que acudirá los gastos de su casa con sus propios bienes. Ladignidad Real era hereditaria y se trasmitía á las máselevadas familias del país, y tanto atendían ala pure-za de la raza, que en Tenerife el Príncipe tenia ne-cesariamente que casarse con mujer de su mismacondición, y en caso de no encontrar mujer se hacíauna excepciony se le permitía que tomase como es-posa á su propia hermana. A su muerte era deposi-tado s»cadáver en la caverna sepulcral en dondeestaban sepultados sus predecesoresy parientes. Lacorona la heredaba uno de los hijos del Rey ó parien-te más próximo por la línea de varones, y á falta deestos se elegía al más capaz ó al que más cariñoprofesaba el pueblo.

Al acto de tomar posesión del trono precedía lacoronación y proclamación del nuevo Rey, que secelebraban con grandes fiestas públicas. El Reyprestaba juramento ante el pueblo reunido, y jurabapor los huesos de sus antepasados ser un buen Reypara sus subditos, después de lo cual lo prestabaná su vez los nobles y lo besaban estos la mano dere-cha y la izquierda los hombres del estado llano. Lasreuniones de la Dieta se celebraban periódicamentey en dias fijados de una vez para siempre. Se la lla-maba á esta Asamblea, así como al sitio en donde sereunía, en unas islas Tagoror, en otras Tabo'r y Sa-bor. Cada Príncipe tenía cerca de su corte el tribu-nal que consistía en un grande espacio en que habís*

Page 12: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

364 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

colocadas en semicírculo varias filas de bancos cua-drados de piedra: el del Rey estaba en el centro yera algo más elevado, y á arabos lados otros másbajos. Estos bancos de piedra se encuentran tam-bién en la entrada de algunas grutas. Sin la consul-la y aprobación de los magnates ó de las personasnombradas como asesores, no podía el Príncipeadoptar ninguna resolución definitiva. El número deestos consejeros era por lo menos el de seis, demodo que con el Rey formaban siete; en otros puntosparece deducirse del número de bancos de piedra,que era el de doce. Todos tomaban asiento por or-den de antigüedad, y los demás nobles se coloca-ban alrededor do estos y formaba el auditorio. ElFaycan ó un heraldo estaban encargados de mante-ner el orden.•

Ante el Togoror ó Tribunal de justicia se ventila-ban así los asuntos civiles como los criminales, y áusanza de nuestros antiguos Códigos suavo y sajón,tomaban allí asiento los jueces y sus asesores paraoir las demandas y contestaciones de los litigantes ypronunciar la sentencia. Acerca de la legislación delos antiguos Canarios sólo nos han quedado datos in-completos y esparcidos en otros documentos. En laisla de la Palma no se castigaba el robo de ganadoscuando se hacía públicamente, pues todo hombretenía por indecoroso quejarse ante el juez de unaofensa que se le hubiese inferido, y era la costum-bre, en semejante caso, reunir á sus deudos y pa-rientes y declararse en hostilidad contra el agresor.Cuando éste reconocía el daño causado, se trasla-daban todos juntos á otro distrito á fin de arreglarmás sosegadamente la reconciliación é indemniza-ción de perjuicios. En esta íntima unión entre loseonsaguíneos se reconoce desde luego el antiguoderecho practicado entre los Germanos.

En Fuerteventura no se castigaba el homicidiocuando el autor, después, se entiende, de habersedeclarado en hostilidad con su adversario, entrabaen la casa de éste públicamente por la puerta; perosi lo hacía de una manera alevosa, introduciéndosefurtivamente por el tejado ó por brecha abierta enla pared, era condenado á muerte. En Tenerife setenía por ofensa penetrar en casa ajena sin consen-timiento del dueño, pues el respeto al domicilioexigía antes de eairar silbar ó cantar á la puerta,hasta que saliera alguno y diera el permiso paraentrar.

La violación ó el ultraje hecho á una mujer se pe-naba de una manera especial y con penas muy se-veras. La ley disponía que el que se encontrara enla vía pública ó en sitio despoblado á una mujer, nodebía dirigirla la palabra ni mirarla fijamente, sinodetenerse hasta que aquella hubiese pasado y aguar-dar á que le dirigiera la palabra antes de decirlanada. También entre los Germanos se consideraba

punible cualquiera ofensa contra el sentimiento delpudor, tan natural en la mujer, si esta no daba mo-tivo para ello. En sus antiguas leyes populares secastigaba al que estrechaba la mano de una mujercontra la voluntad de ésta, subiendo de grado lapena si la tocaba el hombro, y mucho más si conimpudencia la ponía la mano en el seno.

El antiguo uso germánico de comprar á la esposatampoco era desconocido en las islas Canarias. Enla del Hierro, el que deseaba contraer matrimonioofrecía un presente de ganados al padre de la no-via. El casamiento era lícito entre los parientes,pero no entre el hijo y su madre ni entre hermanos.Los divorcios eran frecuentes y lícitos por ambaspartes, sobre todo cuando era estéril la mujer; perosi había habido prole, esta correspondía sólo á lamadre y no tenían los hijos derecho á heredar losbienes del padre. La prueba conocida con el nom-bre de juicio de Dios era frecuente y se verificabacasi siempre por medio de una lucha, pues §egunla manera de pensar de los Germanos, en toda acu-sación iba envuelta una provocación al combate.

Este tenía lugar en el mismo sitio en donde sereunía la Asamblea. El tribunal acordaba de ante-mano las condiciones, y el presidente las anunciabaal público. Convocábase á todo el pueblo, inclusoá los jóvenes, y colocados dentro de la plaza en unextenso círculo, se daba lugar de preferencia á losparientes y deudos de los combatientes. Estos últi-mos debían situarse de manera que la concurrenciapudiera ver sus actos y movimientos más insigni-ficantes, pues todo debía ejecutarse con la más es-tricta lealtad. A los dos extremos de la plaza habíauna losa de piedra, como de media vara de ancho,colocada enfrente de cada uno de los protagonistas,sobre la que debían subir al empezar la lucha.

Después de despojarse del escudo, poníanse unaespecie de faja por la cintura y se ceñían la frentecon una cosa parecida á un turbante de color. Dadala señal por el Faycan, subíanse sobre la losa quetenían delante y comenzaban á cruzar el espaciolas piedras hábil y vigorosamente lanzadas por cadauno de los combatientes contra su adversario, y cu-yos golpes procuraban evitar esquivando el cuerpocon suma agilidad, aunque sin mover un solo pié,pues no les era permitido hacerlo mientras esta-ban sobre la losa y hasta que hubiesen disparadolas tres piedras que debía arrojar cada uno. Enton-ces empuñaban con la mano izquierda una daga óespada corta, sumamente cortante, y con la derechala maza, y arremetiéndose con ímpetu, combatíanhasta que uno de los dos declaraba agotadas sus fuer-zas, con lo que se retiraba acompañado de sus ami-gos para reponerlas, bebiendo y aun tomando ali-mento por breves instantes, pasados los cuales,volvían á atacarse de nuevo, hasta que caía alguno

Page 13: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 161 J . M. PIERNAS. VOCABULARIO DE LA ECONOMÍA. 365

gravemente herido y daba el Juez del Campo la vozde alto, ante la cual debía suspenderse instantánea-mente el combate. Si durante éste se le rompía áuno el arma que tenía en la mano, debía permane-cer inmóvil el contrario. Cuando ninguno había que-dado vencedor, se consideraba esta circunstanciacomo juicio pronunciado por la divinidad, y se pro-curaba reconciliarlos. Estos combates, como se ve,se asemejan á lo que hallamos en las más antiguasdescripciones y estatutos del Juicio de Dios.

Respecto á las leyes penales, eran estas muy dis-tintas en cada isla. En la Gran Canaria seguían elprincipio de la ley del Talion, y decían que sangrepor sangre, ojo por ojo y diente por diente. En ladel Hierro, se castigaba el primer hurto con la pér-dida de un ojo, y se imponía la pérdida del otro encaso de reincidencia. En la Gran Canaria y en Fuer-teventura, el que estaba convicto de homicidio eracondenado á muerte. En Tenerife no podía el tribu-nal imponer la última pena, porque se creía «quesólo Dios podía quitar la vida que él sólo habíaotorgado.» Limitábanse, pues, á hacer tender bocaabajo al delincuente en el mismo tribunal, y el Reyentregaba al verdugo el cetro, con el cual le apli-caba éste el número de golpes á que había sidocondenado por los jueces. En esta iíila, así como enla de la Palma, en donde se observaban fielmentelas antiguas leyes, para los casos de homicidio es-taba en uso la costumbre del Código germánico, yconforme á ella, el Rey confiscaba al delincuentesus ganados y sus bienes, y los entregaba á los pa-rientes de la víctima y decretaba contra el homicidala pena de destierro perpetuo, pero poniéndole sinembargo bajo la protección de su autoridad, desuerte que ninguno de los consanguíneos del muer-to pudiera reclamar contra él.

Si se consulla la antigua legislación de los Guan-ches de los siglos XVI y XVII, no podrá menos deverse que todas aquellas leyes tienen, como funda-mento evidente, el derecho público y común de losantiguos Germanos. Los religiosos españoles nopudieron hacer esta observación, ni encontrarla enobras extranjeras, pues á la sazón no existía toda-vía ninguna en que se tratase de las antigüedadesdel derecho germánico. Espinosa y Abreu no te-nían idea de que los Guanches fuesen de origengermánico, y aunque tuvieran ya en otro tiempo enaquellas islas noticias de la obra de Tácito, y hu-biera penetrado ya en los claustros de los conven-tos españoles, es lo cierto que en ninguna obra dela época hay una sola cita, ni la menor referenciaen que se nombre al célebre historiador romano.

FRANZ VON LOEIIKR.

(Die Allgemeine Zeitung.)(Concluirá.)

VOCABULARIO DE LA ECONOMÍA,La Economía lucha, en mayor escala que otras

ciencias, con los obstáculos que halla siempre laexpresión material de las ideas.

Los fenómenos económicos son primitivos, anti-guos como el hombre, y han recibido del uso eo-mun denominaciones arbitrarias; la ciencia es mo-derna, y procurando ante todo la claridad, se haformado empleando esos términos vulgares, sincuidar de la precisión y el rigor de su lenguaje. Deaquí, la confusión que en ella reina, el que los eco-nomistas discutan á menudo, larga y acalorada-mente, para convenir al cabo en que la cuestión erade palabras, y el ver que en las diferentes obras deun mismo escritor, y aun en distintos capítulos deun solo libro, se da á las voces acepciones muy di-versas.

Es verdad que algunas de esas discordancias ar-rancan del fondo de la doctrina y provienen de quela ciencia no está constituida definitivamente; perohay otras que son de mera forma, y que con granventaja pueden orillarse á poca costa.

Las cuestiones de nomenclatura han solido tra-tarse en Economía con aplicación á puntos concre-tos, y se han resuelto sin atender á la unidad de laciencia, ni á la relación en que cada término ha dehallarse con los demás; y nosotros nos proponemos,como uno de los objetos de este trabajo, dedicar áesas cuestiones una particular atención, y ofrecerun sistema que, por imperfecto que sea, tendrá lacualidad de ser completo y podrá servir de punto departida para todas las rectificaciones convenientes.

Para conseguir ese fin, es indispensable fundarseen un concepto determinado acerca de la Economíay de su^pbjeto, y esto nos pone en el caso de inten-tar la satisfacción de otra necesidad de mayor inte-rés y trascendencia. Las nuevas doctrinas, que hanvenido á cambiarla base y la dirección de la cien-cia económica, y ganan más terreno cada dia, ape-nas están más que iniciadas entre nosotros conun sentido muy general, y es urgente desenvolver-las, sacar sus consecuencias y rehacer, tomándolascomo criterio, los principios do la Economía. :

No sintiéndonos con fuerzas bastantes para acome-ter tal empresa en toda su extensión, nos limitamosá tratar de los conceptos principales de la cienciasin descender á grandes desarrollos ni aplicacio-nes, y hemos adoptado en la exposición el ordenalfabético, porque además de ser la forma más ade-cuada para el primero de los dos objetos á que aspi-ramos, nos permite descartar la cuestión hartograve del método, que hubiera aumentado las difi-cultades hasta hacerlas insuperables para nosotros.

La idea no es nueva, porque ya J. B. Say, el dis-

Page 14: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

366 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

creto propagador de las teorías de Adam Smith,escribió un trabajo de iguales condiciones bajo eltítulo de Epitome de los principios fundamentalesde la Economía política, y aun reconociendo la ver-dad de los cargos que pueden dirigirse á nuestroplan, creemos que en cierto modo se compensancon las ventajas de presentar la doctrina de suerteque sea fácilmente consultada sobre un punto cual-quiera, y de ser a propósito como preparación paramás amplios estudios, y como resumen para fijarsus resultados. Además cuidaremos de indicar, si-guiendo el ejemplo del mismo Say, el orden en quepuede hacerse una lectura metódica.

Las atenciones de la enseñanza son las que prin-cipalmente nos excitan á publicar este trabajo.Carecemos de un libro que se acomode á nuestramanera de concebir la ciencia, y tratamos de ven-cer, en parte al menos, ese gran inconveniente,facilitando el trabajo y el aprovechamiento de losalumnos, dándoles á conocer por este medio locapital de nuestro pensamiento.

Veremos con mucho gusto cómo, al enmendarnuestros yerros, los maestros de la ciencia favore-cen sus progresos; pero tenga presente la críticaque llamamos Ensayo á este trabajo que, como tal,y aun muy imperfecto, le consideremos realmente,y juzgúenos con la benevolencia que merece unbuen deseo.

ACTIVIDAD ECONÓMICA.

Consiste en la facultad que el hombre tiene deobrar sobre las cosas de la Naturaleza para aplicar-las á la satisfacción de sus necesidades, y se mani-fiesta por todo el orden de los esfuerzos y trabajosdedicados á conseguir ese objeto.

La actividad es una sola, como es uno el fin delhombre, y sólo podemos establecer en ella clases ydistinciones, calificándola de moral, científica, eco-nómica, etc., después de haber descompuesto eltotal destino humano en otros tantos aspectos dife-rentes. Esta consideración es importantísima, por-que nos muestra el error de los que pretenden quelos actos económicos se hallan fuera de las leyesgenerales de la actividad y regidos por un princi-pio exclusivo, como la utilidad, el interés, etc. Laactividad económica, como dirigida á un fin parti-cular, ha de acomodarse en su aplicación á las con-diciones de éste, pero la diferencia ó variedad de sudesarrollo no toca ni altera lo que es fundamentaly se refiere al motivo y criterio de toda conductahumana.

Está, pues, subordinada á la razón la actividadeconómica, tiene como móvil legítimo la idea delbien absoluto, aplicado al orden de los bienes ma-teriales, y quedan como principios secundarios losque suelen presentarse como primeros ó únicos enesa esfera.

AGENTES NATURALES.

Bajo esta denominación, aunque algo impropia,aceptada generalmente, se comprenden aquellascosas de la Naturaleza, útiles para el hombre, sobrolas que recae la acción del trabajo económico.

No todo lo que existe favorece la vida humana,pues entre los objetos que nos rodean, hay algunosque nos son contrarios, que nos causan daño y aunproducen nuestra muerte. Estos objetos no puedenser considerados como agentes naturales, pero tam-poco entran en esa categoría todas las cosas quesirven para nuestras necesidades.

La Naturaleza nos presta medios de dos clases:unos que se llaman continuos, en íntima comunica-ción con nuestro organismo y que utilizamos sinesfuerzo alguno de la actividad; tales son el aire, laluz, el calórico; y otros que se dicen discretos, se-parados de la necesidad, que han de ser aplicados áella por nosotros mismos, como sucede con los mi-nerales, las plantas y la mayor parte de los seresdel mundo físico.

Los medios discretos, esos cuya utilidad calificanalgunos de onerosa, porque exige como condiciónel empleo del trabajo, son los que constituyen enEconomía los agentes naturales. Sin embargo, tam-bién los medios continuos ó de utilidad gratuitapasan á ser discretos, y agentes naturales, por lotanto, cuando los aplicamos á algún servicio queellos no prestan espontáneamente: el aire usadocomo motor en el molino y el barco, ó para venti-lar una mina, la luz para la fotografía, se encuentranen este caso.

Atendiendo á esa distinta índole de los agentesnaturales, suelen dividirse por los economistas enapropiables é inapropiables. Los unos, en efecto—la tierra, las minas, los animales, etc.,—no sólo sonsusceptibles de propiedad, sino que esta es condi-ción necesaria para su aprovechamiento; mientrasque los otros—el mar, la electricidad, etc.—re-chazan todo dominio ó aplicación exclusiva, quesería inútil por otra parte, ya que existen en canti-dad ilimitada y pueden satisfacer á la par todas lasnecesidades.

Los agentes naturales son el primero de los ele-mentos productivos, y la base sobre que operanel trabajo y el capital para conseguir la formaciónde la riqueza.

AHORRO.

Es una forma del consumo de la riqueza, queconsiste en no aplicar á la satisfacción de las nece-sidades actuales más que una parte del beneficio óretribución obtenida en la industria, destinando elresto á aumentar los medios de que se dispone paranuevas producciones.

La consideración del porvenir, privilegio del hom-bre sobre todos los demás seres finitos, es el funda-

Page 15: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

J. M. PIERNAS.—VOCABULARIO DE LA ECONOMÍA. 367

mentó de la virtud del ahorro, que equivale en elorden económico á las de la sobriedad y la pru-dencia.

El ahorro es el verdadero instrumento del pro-greso de los bienes materiales, porque constituye

' el único origen del capital. Por más activa y eficazque sea la industria, la riqueza permanecerá esta-cionaria si los productos se consumen á medida quese forman. De aquí el gran interés que tiene todo loque estimula el ahorro, y en especial los estableci-mientos—Cajas, Bancos, Montes de Piedad, etc.—dedicados á favorecerle.

ALQUILER.

Proponen algunos economistas esta palabra parasignificar en general la retribución fija de los capi-tales, ó sea el tanto que estos reciben en préstamo;pero otros escritores quieren que signifique única-mente esa retribución cuando corresponde á uncapital de los que se llaman fijos.

Dado que el uso distingue, y la distinción es natu-ral, entre las retribuciones del capital Jijo y las delcirculante, parece lo más lógico adoptar una deno-minación genérica, que debe ser la de ínteres, paradesignar el precio satisfecho por el uso del capital,bajo cualquiera de sus formas, aplicando luego lade alquiler ó arriendo para los capitales fijos-tierras,, máquinas, etc.,—y la de rédito, para los ca-pitales circulantes—dinero, materias primeras, etc.

En este sentido el alquiler ó arriendo no es másque una especie del interés y se rige por los prin-cipios generales que determinan la retribución fijade los capitales. (V. ínteres.)

AMORTIZACIÓN.

Esta palabra tiene diversas acepciones económi-cas. Llámase así á un procedimiento que consisteen reintegrar, por medio de entregas parciales ycomunmente periódicas, un capital empleado en laindustria ó recibido á préstamo; y se llama tambiénprima de amortización ó amortización sencillamenteá cada uno de los tantos ó sumas dedicados á esoobjeto. Es de notar, según esto, la impropiedad quese comete al decir amortización de capitales, cuandolo que se extingue y muere, no es un capital, sinoal contrario una deuda. Por último, amortizaciónsignifica el estado de la propiedad que ha sido adju-dicada perpetuamente á dueños determinados, áquienes se priva al mismo tiempo de la facultad deenajenarla.

Como medio para la formación de capitales, laamortización tiene la gran ventaja de que permiteutilizar la poderosísima fuerza del interés compues-to que pueden ir devengando las sumas acumuladassucesivamente; pero sólo es un recurso eficazcuando descansa sobre un largo trascurso de tiempoy una colocación productiva. El cálculo determinaen cada caso, ya la cantidad anual, ya ei tiempo

ó el interés que son precisos para conseguir uncierto capital.

En toda industria figura como uno de los gastosde producción el necesario para reembolsar loscapitales invertidos, así es que tomando en cuentala duración probable del capital y el número deproductos que con él pueden obtenerse, se incluyeen el precio de cada uno de estos la amortizacióncorrespondiente.

Ha querido aplicarse al pago de las deudas pú-blicas la amortización por el interés compuesto;pero los resultados no correspondieron á las gran-des esperanzas fundadas en esta idea, por falta deuna de las condiciones que antes indicamos. Creye-ron los gobiernos que podían disfrutar los benefi-cios de ese sistema y crearon para lograrlo lasllamadas Cajas de amortización. Al contraer unempréstito se señalaba una cantidad anual fija, el1 por 100 generalmente, y se entregaba á la Caja,que lo invertía en títulos, aprovechando las oscila-ciones del mercado; cobraba luego el interés deestos títulos, y debía emplearle, juntamente con ladotación anual, en la adquisición de otros nuevos,hasta poseerlos todos. Así en un empréstito de 100millones al S por 100, se señalaban 6 millones anua-les en el presupuesto para dar uno á la Caja deamortización, y al cabo del primer año ya no exis-tían más que 99 millones en manos de los acreedo-res; al terminar el segundo año la Caja habia reci-bido, además del millón correspondiente, el interésde los títulos que adquirió en el primero y que con-tinuaba pagándose como si se hallaran en circula-ción, y lo empleaba todo en otros títulos; en eltercer año tenía el millón fijo más los intereses delos dos-anteriores, y de esta suerte, con el 4 por100 anual y el interés do los intereses, en un pe-riodo de treinta y seis años,—es decir, con 36 mi-llones aparentemente,—la Caja debía adquirir todoslos títulos del empréstito extinguiendo la deuda.

Matemáticamente ese procedimiento es indiscu-'tibie; pero bajo el punto de vista económico elerror estaba en que el Estado quería especular con-sigo mismo, abonándose supuestos intereses, ymultiplicar sus recursos colocándolos improducti-vamente, y la ilusión consistía en que seguían pa-gándose los cupones de títulos realmente amorti-zados, porque se hallaban en poder de la Caja, re-sultando de todo ello, que la deuda no se extinguíahasta que se sacaba su importe céntimo á céntimodel presupuesto, sin ahorro ni ventaja alguna. Poreso las Cajas de amortización fueron totalmentedesechadas, y no ha quedado de ellas más recuerdoque el aumento que recibió la deuda de las nacio-nes por la falsa idea de que podría reembolsarsefácilmente.—No hay más que un medio para formarcapitales, la producción, y es inútil pretender que

Page 16: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

368 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N." 161

aquellos se multipliquen allí donde esta no existe.La extinción de la deuda pública, su amortizacióngradual y sucesiva es una necesidad imperiosa delos gobiernos; pero la única manera de conseguirlaes con los sobrantes de un presupuesto bien esta-blecido.

Respecto de la propiedad, la amortización es unestado contrario á sus más esenciales condiciones.La circulación es la vida de la propiedad, y conrazón se llama amortizada, muerta, á aquella quese petrifica y se sustrae á los cambios que necesi-ta para cumplir con su fin. La propiedad es un me-dio para ciertas necesidades humanas, y si estasvarían á cada paso, es indispensable que aquellapueda seguir esas alteraciones: cuando la propie-dad se inmoviliza, ya no es posible la relación y elacuerdo de ambos términos. Prueba de la verdadde estas afirmaciones son los graves males de to-das clases que ha producido la amortización y losobstáculos que especialmente ha opuesto al des-envolvimiento de la riqueza.

ARTE ECONÓMICO.

Siendo en general el arte un modo ó forma de laactividad, la actividad reflexiva, que obra partiendodel conocimiento, de un fin en todas sus relacio-nes, de la naturaleza de los medios que á él con-ducen y de la manera de aplicarlos, el arte econó-mico será la acción sobre los bienes materiales,acomodado á las leyes de este orden y ejecutadoen vista de ellas.—No consiste el arte en un con-junto de reglas que sirven para hacer alguna cosa,sino en la realización de esos preceptos, como ar-tista no es el que conoce ó formula reglas, sino elque las practica y obedece.

Es, por lo tanto, ociosa la discusión que todavíasostienen algunos escritores acerca de los límitesque separan la ciencia de la economía y el arteeconómico y de la misión que compete á cada uno.La ciencia se refiere al conocimiento; el arte á laejecución, á la vida: ambos tienen, pues, el mismoasunto, y comprenden todo el fenómeno económi-co, aunque en relación distinta. La economía abar-ca los principios, las reglas y los hechos todos desu esfera, en cuanto son investigados rectamentey expuestos con sistema; y en el arte económicoentran también como objeto esos mismos princi-pios, reglas y hechos, en cuanto son realizados ycumplidos.

ASOCIACIÓN ECONÓMICA.

La sociabilidad es algo más que una tendenciaque nos lleva á buscar el concurso de los otroshombres, porque el vínculo que nos une á ellos essuperior ala voluntad. La unidad de nuestro fin yla igualdad de los medios con que contamos paralograrle, dan el carácter de común á la obra huma-na, y nos permiten afirmar que somos no sólo

sociables, sino socios unos de otros por la ley de lamisma naturaleza, eficazmente sancionada con lasolidaridad, que hace á todos responsables de losactos de cada uno. Por eso hay asociaciones natu-rales, exigidas, ya por una necesidad física, comoes la familia, ya por una necesidad racional, comoson el municipio, la nación y la humanidad, euyaexistencia es condición indispensable para el cum-plimiento de nuestro verdadero destino.

Esas asociaciones naturales son otros tantos cen-tros de relaciones y vida económica. En la fami-lia se verifican actos de producción y consumo dela riqueza, en ella se forman los trabajadores y seacumulan los ahorros, que engendran el capital, yde aquí que tengan gran interés económico todaslos cuestiones relativas al régimen de los bienes enel matrimonio, á las sucesiones, etc. El municipio,á su vez, da origen á necesidades comunes y re-quiere un sistema de prestaciones que sirva paraatenderlos; y la nación de igual manera, aunque enescala mayor, reviste de un carácter peculiar loshechos económicos, impone también gastos colec-tivos y emplea para satisfacerlos la contribución yel crédito público. La asociacipn humanidad, aun-que no constituida de una manera perfecta, se anun-cia ya en lo económico por algunos actos interna-cionales, como los tratados de comercio y las expo-siciones industriales.

Además de las sociedades totales, 6 que abrazanen conjunto los fines de la vida, cada uno de estosparticularmente da lugar á una nueva asociacióngeneral, formada con todos los esfuerzos y los me-dios dedicados á cumplirle. La religión, la mora-lidad, la ciencia, el derecho y del mismo modo laindustria, deben constituir grandes círculos, dentrode los cuales se organice la actividad á ellos con-sagrada; el movimiento para esa construcción noestá más que iniciado todavía; pero su término serála consecuencia del progreso. El fundamento y lasventajas de estas asociaciones consisten en generalen que nuestras facultades adquieren una gran po-tencia unidas á otras semejantes; y bajo el puntode vista económico, en que la multiplicidad de lasnecesidades humanas no permite que sean aten-didas por el solo esfuerzo propio. Si cada hombrehubiese de adquirir por sí mismo todos los mediosmateriales que le son precisos, su existencia seríamuy penosa en cuanto al trabajo y muy miserableen cuanto á satisfacciones, mientras que dedicán-dose cada cual á una sola industria, á aquella cuyosagentes naturales están á su alcance y para la quetiene más aptitud,—división del trabajo,—consegui-rá cierta clase de productos en mayor cantidad delo que necesita y podrá ofrecer el sobrante,—cam-bio,—á otro productor que se encuentro en el mis-mo caso respecto de un artículo diferente. De este

Page 17: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.'ÍGI 1. M. PIEBNAS. VOCABULARIO DE LA ECONOMÍA. 369

modo cada uno trabaja para los demás, recibiendode ellos servicios equivalentes, y se establece unapositiva comunidad de intereses.—El orden econó-mico es, sin duda, el que se halla más adelantado enla formación de un organismo especial, porque lasindustrias tienden á engranar unas con otras y elcomercio mantiene y normaliza frecuentes relacio-nes entre todas ellas; pero aun falta muchísimopara que llegue á establecerse una verdadera coope-ración en que no haya esfuerzos aislados y pura-mente arbitrarios, que resultan, unas veces estéri-les por lo excesivos, y otras insuficientes para suobjeto por no guardar el lugar ni la proporción áque debieran acomodarse.

Las sociedades voluntarias ó creadas por el ex-preso consentimiento de los que entran á formar-las, se proponen la consecución de un fin concreto yespecial. Los elementos necesarios para estableceruna industria suelen no hallarse en manos de unasola persona, y entonces se reúnen mediante elacuerdo de sus poseedores; esto puede tenor lugarde dos maneras distintas, y por eso son dos las for-mas de la asociación productiva voluntaria: la em-presa y la sociedad propiamente dicha. En la empre-sa, una persona ó entidad colectiva acepta toda laresponsabilidad del negocio y satisface con una re-tribución fija los servicios del capital y del trabajoajeno, cuyo concurso utiliza; y en la sociedad, to-dos los que intervienen en la producción, ya seancapitalistas ó trabajadores, participan de las ganan-cias ó de las pérdidas á que dé lugar aquella. Lassociedades industriales son de tres clases: colecti-vas, anónimas y comanditarias: on las primeras, elsocio compromete todo su haber; en las anónimas,que se constituyen por acciones, sólo se arriesga elcapital aportado, y en las comanditarias, que tienenun carácter mixto, hay socios colectivos que llevanla dirección, y otros, los comanditarios, que sóloparticipan de las ganancias y de las pérdidas enproporción á sus aportaciones.

Entre el gran número de las aplicaciones á queha dado lugar en la vida económica el fecundo prin-cipio de la asociación, hemos do tratar aqui, por sucarácter de generalidad y su importancia, de las so-ciedades cooperativas, llamadas así con escasa pro-piedad, ya que la cooperación no es un principiopeculiar suyo, sino la base y el objeto de toda clasede asociaciones. Son las sociedades cooperativasreuniones de trabajadores que se constituyen enempresarios de alguna industria, obteniendo el ca-pital necesario para ello por medio del ahorro y lascotizaciones individuales, ó del crédito que lograninspirar con su capacidad productiva. La creaciónde estas asociaciones, que tienden á convertir alobrero en capitalista y á reemplazar el salario conel dividendo, ha sido por algunos ensalzada sin re-

TOMO IX.

serva, y mirada por otros con cierta desconfianza;pero es lo cierto que esas instituciones, cuyo esta-blecimiento tropieza con no pequeñas dificultades,pueden producir bienes grandísimos» no deben cau-sar temor alguno, porque, en vez de fomentar, de-tienen las manifestaciones verdaderamente temi-bles del socialismo, y merecen el aplauso de loshombres de buena voluntad. No son las sociedadescooperativas panacea y universal remedio de losmales económicos; hay industrias que resisten suaplicación, unas por la índole de sus operaciones,y otras por la cuantía de los elementos que necesi-tan: la situación precaria de los trabajadores, hacepara ellos muy difícil la acumulación del capital yla obtenida del crédito, y su escasa cultura oponeun obstáculo no menos considerable para la existen-cia de relaciones que han de fundarse, ante todo,en el convencimiento y la discreción; pero esos in-convenientes no son invencibles, los hechos prue-ban que pueden dominarse, y la prosperidad conse-guida por los obreros asociados en Alemania éInglaterra, permiten confiaren el porvenir de lassociedades cooperativas y alimentar la esperanzade que contribuirán poderosamente á la soluciónde interesantísimas cuestiones sociales y econó-micas.

Más prácticas, y mucho más generalizadas por lomismo, que esas asociaciones de producción de queacabamos de ocuparnos, son otras dos clases desociedades cooperativas encaminadas al mismo fin,que se llaman de crédito y de consumo. Las de cré-dito, denominadas también Bancos populares, seproponen facilitar al trabajador la adquisición decapitales, garantizando con la responsabilidad co-lectiva la solvencia de cada uno de los socios; y lasde consumo tienen por objeto adquirir directamentede los productores los artículos de subsistencia paravenderlos á los asociarlos sin el recargo que impo-nen los intermediarios. Bajo esta última forma seestableció la famosa asociación de los tejedores deRochdale, que en el espacio de treinta años ha ele-vado su capital desde algunos centenares á muchosmillones de francos.

AVARICIA.

Es un vicio que consiste en restringir violenta-mente el consumo, no aplicando á la satisfacción delas necesidades la riqueza disponible, y conserván-dola por el mero placer de poseerla. La avaricia,efecto de una aberración que convierte en fin de laactividad lo que es solamente un medio, es sínto-ma de degradación moral y un obstáculo que de-tiene el progreso de la riqueza, porque arrebata ála circulación y la industria una porción de capitalque debía alimentarlas.

BALANZA DE COMERCIO.

Llámase de esta suerte á la comparación entre el24

Page 18: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

370 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

valor de los productos que se exportan y el de losque se importan en un país determinado, hecho pormedio de las noticias que suministran las Aduanas.

Sostenía la escuela mercantil, y hay quien creetodavía, que la diferencia entre las importaciones ylas exportaciones se salda necesariamente en metá-lico, y que la balanza es por tanto favorable cuandoarroja un guarismo de exportación mayor que elque resulta para las importaciones, siendo desfavo-rable si sucede lo contrario; pero habiéndose de-mostrado que los productos se cambian por produc-tos, y que la riqueza de una nación no depende dela abundancia del dinero, los datos de la balanzahan de apreciarse ya de muy diversa manera.

El exceso de la importación no acusa una pérdi-da, ni siquiera una disminución de numerario parael país en que se verifica, y antes bien, puede signi-ficar la ganancia que éste obtiene por su comercioexterior.—El comerciante que extrayendo de sunación mercaderías por un valor como cuatro, lograimportar de retorno productos que valen seis, nodirá que ha perdido la diferencia de dos, sino queen ella consiste precisamente el beneficio de la ope-ración que ha ejecutado.

La balanza de comercio es un trabajo estadísticodigno de mucha atención y que ofrece interesantesnoticias para apreciar la situación económica delas naciones; pero es necesario tener en cuentaque sus datos son muy falibles y nada dicen por sísolos. En primer lugar, la balanza no comprendetodo el movimiento mercantil, porque no figuran enella operaciones tan importantes como la entrada ysalida del numerario, de los valores y documentosde crédito, los giros internacionales, el contraban-do, etc.; y por otra parte, aun en aquellas opera-ciones de que toma razón, sus números no dan tam-poco verdadera idea de los resultados del tráfico,porque el valor de los artículos declarado en laaduana, suponiendo que sea exacto en aquel mo-mento, es todavía muy distinto del precio que con-siguen en el mercado á donde se dirigen.

BANCO.

Es un centro en que afluyen' por una parte loscapitales en busca de colocación, y á donde acuden,por otra, los que desean recibirlos á préstamo. Son,pues, los Bancos intermediarios para el crédito, ydescansan en la confianza que inspiran á los capi-talistas.

Esa función que los Bancos ejercen puede serdesempeñada por un particular, por una sociedad ópor una institución de carácter público creada porlos gobiernos ó favorecida por ellos con subven-ciones y privilegios. Cuanto más amplia sea la basey mayor el núcleo de capitales sobre que se fundeun Banco, tanto más extenso será el círculo de susoperaciones, más completos los servicios que preste

y más considerables los beneficios que realice; peroténgase en cuenta que su misión y su naturaleza sonpuramente económicas, que constituye una indus-tria igual á todas las otras, y que no hay razón al-guna para exigir que mantengan los Bancos unarelación especial y más ó menos íntima con la auto-ridad del Estado ; al contrario, toda restricciónpuesta á la facultad de croarlos, es un ataque á lalibre acción del trabajo, un obstáculo para el des-arrollo del crédito y la prosperidad de la riqueza; ysi se llega hasta el punto de conceder el monopolioá una de esas instituciones, entóneos se la vicia porcompleto, y se renuncia á una de las condicionesmás precisas de la vida económica, que es la exis-tencia del crédito y el movimiento que imprime ála circulación de los capitales. Así como el créditono se impone, tampoco es posible, sin cometer unainjusticia, negar el derecho que tienen á hacer usode ese elemento de producción aquellos que le dis-frutan. Sólo la libertad de los Bancos puede conse-guir que estos establecimientos funcionen en elnúmero y con las condiciones propias de las nece-sidades que satisfacen.

Aunque la organización de los Bancos es por ex-tremo variable, se clasifican, atendiendo alas formasgenerales del crédito, en Bancos de crédito personaly de crédito real, según que operan sobre simplespromesas de pago, ó mediando la garantía de cosasmateriales. Los primeros son los llamados Bancosmercantiles, y los segundos se dividen en Bancos depréstamos sobre prendas y Bancos hipotecarios, con-forme á la naturaleza mueble ó inmueble de la ga-rantía que exigen, subdividiéndose todavía estosúltimos en Bancos industriales, que contratan conlas empresas fabriles, de obras públicas, etc., yBancos agrícolas, que facilitan capitales sobre lapropiedad de la tierra.

Los Bancos mercantiles, denominados también deemisión y descuento, poique estas son sus principa-les operaciones, ejercen una grande influencia en elmovimiento general de la circulación y prestan alcomercio los auxilios del capital por los medios si-guientes: admiten depósitos de capitales, abren cuen-tas corrientes, hacen el giro, conceden préstamossobre valores y efectos públicos, practican el des-cuento de letras, pagarés y títulos de crédito seme-jantes, y emiten billetes de circulación. Esta últimaoperación es la más importante de todas, porque de-termina el verdadero carácter de los Bancos mer-cantiles: en virtud de ella, esas instituciones no selimitan á ser mediadores entre el comercio y loscapitales, sino que hacen uso del crédito por símismas. El billete de Banco es un pagaré á la vistay al portador, cuyas condiciones le hacen preferi-ble á la moneda en los cambios, y que permane-ciendo largo tiempo en la circulación sin presen-

Page 19: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

J . M. PIERNAS. VOCABUUBIO DE LA ECONOMÍA. 371

tarse al cobro, se convierte para los establecimien-tos que le emiten en un documento á plazo, que lesproporciona un anticipo y multiplica sus fondos.

Los Bancos de préstamos sobre prendas, llamadoscomunmente Montes de Piedad, en razón de su orí-gen caritativo, anticipan pequeñas sumas sobre bie-nes muebles, que conservan en su poder como garan-tía del reembolso, y forman su capital recibiendo im-posiciones directamente ó enlazándose con una Cajade Ahorros.

Los Bancos industriales dedican sus recursos ásubvencionar las grandes explotaciones, como losferro-carriles, las minas, etc., y á operar con el cré-dito público. Emiten unos documentos al portadorde vencimiento fijo é interés semestral, que en ge-neral se llaman obligaciones, y suelen tener comogarantía, además de la responsabilidad del Banco, lade alguna operación determinada.

Los Bancos agrícolas contratan préstamos sobrela propiedad territorial, y emiten con su garantíaobligaciones hipotecarias que devengan interés yson reembolsables á largo plazo.

BARATURA.

Consiste en el bajo precio de los productos y esresultado de su abundancia.

Habitualmente se gradúa el precio por la canti-dad de moneda que representa, y se llama barato álo que cuesta poco dinero; sin embargo, esa medi-da es inexacta, porque hallándose sujeta la monedaá las mismas alteraciones de precio que todas lasdemás cosas, puede convertirse lo que se llama ba-ratura del producto en la carestía del numerario.Para afirmar que un artículo está realmente barato,es necesario compararle con todos los oíros, con unbuen número al menos, y ver que se cambia por ellosen cantidades relativamente mayores, ó lo que es lomismo, que para obtener el producto de que se tratabasta con una pequeña cantidad de los restantes.

Barato es lo que se adquiere fácilmente; y comoel definitivo precio de todos los bienes y satisfac-ciones está en el trabajo necesario para alcanzar-los, á 61 debemos referirnos en primer término paramedir á los demás, llamando barato á lo que exigeun pequeño esfuerzo, si ha de ser obtenido directa-mente, ó un corto sacrificio de riqueza, si se ha delograr por cambio. En este sentido, todo progresoeconómico disminuye el precio de los productos ytiende á la baratura, que es la abundancia y el bien-estar.

BENEFICIO.

Es aquella parte del valor del producto que ex-cede á los gastos hechos para obtenerle, ó sea loque, valiéndose de un nombre compuesto, llamanalgunos producto liquido.

La importancia del beneficio depende de su rela-ción con los gastos, de suerte que en una industria

que haya empleado trabajo y capital como 100, unbeneficio de 10 será mayor que otro de 20 si haexigido un gasto como 300.—El productor tiene dosmaneras de elevar el beneficio: aumentando el va-lor de los productos sin que los gastos crezcan, ydisminuyendo los gastos sin que se altere el resul-tado de la producción.—(V. Producto.)

BOLSA.

Se da este nombre á un local donde diariamentey en horas determinadas se reúnen los comercian-tes y corredores para celebrar los contratos, liqui-dar sus cuentas y enterarse de los precios corrien-tes, y al que concurren también con igual objetolas personas que se ocupan en la negociación de losque se dicen fondos públicos—títulos de la deuda,valores de Sociedades, etc.,—y los agentes llama-dos particularmente á intervenir en esta clase deoperaciones.

CAMBIO.

Consiste en el trueque ó permuta de las cosas; peroademás de esa acepción general, que es tambiénpropia del lenguaje económico, tiene en este la pa-labra cambio otras significaciones especiales: lla-man comercio de cambio, ó cambio sencillamente, alque se hace por medio del giro de cantidades; ycambio también se dice el precio de los giros.—Apropósito de un billete de Banco, el cambio quieredecir su conversión en numerario, y tratándose demonedas, su equivalencia en las de otra especie óclase.—Tiene el cambio carácter económico, euan->do las dos cosas trocadas ó alguna de ellas perte-nece al orden de los bienes materiales.

El cambio es un hecho fundamental é importantí-simo en la esfera de la economía, tanto que algunoshan querido sintetizar en él el objeto de esta cien-cia: la mayor parte de los productos se forman parael cambio, y apenas hay concurso á que no precedaese hecho.

Ei cambio supone la reciprocidad, la mutua satis-facción y provecho de las dos partes que en él serelacionan, y se funda en la existencia de algo queles es común, en la unidad de nuestra naturaleza,que permite al hombre trabajar para sus semejan-tes y conseguir e! fin propio por medio de esfuerzoajeno. Con el cambio se hace efeetivo el principiode la asociación económica, y se consigue la coope-ración de todos los esfuerzos y la armonía de losintereses, porque cada productor pone al serviciode los demás los resultados de su industria y recibeá su vez los de otros que no podría ejercer por simismo.

No es exacto decir que el cambio es una conse-cuencia de la división del trabajo: ambos hechostienen el mismo fundamento é igual objeto, nacende la misma raíz y crecen juntos, porque si el cam-bio necesita la división del trabajo, esta dependo

Page 20: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

372 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

del cambio como de una condición indispensable yse acomoda á su desarrollo.

El cambio es una continuación de las operacionesproductivas, y aumenta por lo tanto el valor y la ri-queza. El producto no tiene toda la utilidad, no estácompleto económicamente hasta que se halla encontacto con la necesidad á cuya satisfacción debeaplicarse, y el cambio que le toma de la industria yle lleva á manos del consumidor en el lugar, en elmomento y en la cantidad que este desea, da al pro-ducto condiciones de utilidad y de valor que antesno tenía. El producto es más útil y vale más para elque le adquiere que para aquel que le enajena; deotro modo no podría exp'icarse que ganaran en elcambio las dos partes que le verifican; ganan, por-que se reparten ese aumento de valor que es con-secuencia del trueque.

El ejercicio del cambio da lugar á una industriaespecial, que es la llamada comercio, y á la existen-cia de clases, instituciones y medios dedicados áfacilitarle.

Tres son las combinaciones que pueden darse enel cambio: de cosas por cosas, de servicios por ser-vicios y de cosas por servicios.

Por razón de sus formas generales, el cambio esde tres clases también: permuta ó cambio directo,que consiste en el trueque de dos productos quepueden aplicarse directamente á las necesidades;compra-venta ó cambio indirecto, cuando una de lascosas que se truecan es un producto que sirve es-pecialmente para ese objeto—la moneda;—y prés-tamo ó cambio de futuro, en el que una de las par-tes entrega de presente y la otra se compromete ásatisfacer dentro de cierto plazo un valor equiva-lente, ó sea el cambio de productos por promesas.—crédito.

CAPITAL.

Entre las varias acepciones que tiene esta pala-bra en el lenguaje común, es, sin duda, la que hadado lugar á su significación económica la que de-riva del préstamo á interés en el que se llama capi-tal ó principal, aquello que se da á réditos, es decir,lo que sirve para obtener cierto beneficio ó aumen-to de riqueza.

Este es el concepto del capital, que después dealguna ligera controversia, prevalece en la econo-mía, y así se dice que es el producto destinado á•ana nueva producción. El capital supone una prime-ra operación productiva en que se forma, y una se-gunda producción en que se aplica; el trabajo creael producto y le convierte en capital, haciendo quese reproduzca; por eso, según algunos, viene áserel capital una acumulación del trabajo, ó trabajoanticipado.

No consiste, pues, el capital económico en estasó aquellas cosas, sino que representa la idea de

cierto empleo ó destino que pueden recibir todos:el dinero, el trigo, el árbol arrancado de la tierra,todos los productos, sin distinción alguna, seráncapital ó dejarán de serlo según que se dediquen ánuevas producciones ó se consuman de un modoimproductivo. De aquí que el capital reviste formastan variadas como múltiples con los resultados ycombinaciones á que la industria puede dar lugar;se clasifican aquellos, sin embargo, por razón deloíicio que el capital desempeña, de la manera si-guiente: provisiones, todo lo que sirve para la sub-sistencia del trabajador mientras se dedica á elabo-rar el nuevo producto; materias primeras, aquellasque, siendo resultado de un trabajo anterior, cons-tituyen la base de alguna industria,—el trigo en laproducción de la harina, la harina respecto de lapanadería;—materias auxiliares, lasque se empleanó consumen para modificar las que llamamos prime-ras, tales como el combustible, etc.; tierras culti-vadas y construcciones industriales, comprendién-dose bajo esta forma del capital todas las alteracio-nes hechas en el sucio, que le preparan para lasaplicaciones del trabajo agrícola, para la fabrica-ción y el cambio, como la roturación, los edificios,las vías de comunicación, etc.; máquinas, con to-dos los instrumentos que auxilian la acción de nues-tras facultades físicas; el dinero es forma del capi-tal, aunque no interviene directamente en la pro-ducción, en cuanto por su medio pueden obtenersetodas las cosas en que el capital consiste; lo estambién el derecho á los servicios, es decir, las deu-das y obligaciones contraidas á nuestro favor, por-que representan un valor cambiable y susceptible deaplicación productiva, y, finalmente, el crédito, quesirve, como el dinero, para adquirir el capital bajotodas sus otras formas.

El capital, como hijo del trabajo, es un auxiliar ycompañero • inseparable en la tarea económica, ysus funciones consisten en hacer más eficaz y monospenoso el esfuerzo humano, multiplicando los pro-ductos, perfeccionándolos y reduciendo su coste.

Divídense los capitales en fijos y circulantes,porque mientras unos resisten varias producciones,como las máquinas, los edificios, etc., otros encuanto son aplicados desaparecen ó se incorporanal nuevo producto, como las materias primeras ylas auxiliares.

Distinguen también algunos economistas los ca-pitales materiales y los inmateriales, haciendo con-sistir estos últimos en las facultades y condicionespersonales del trabajador, en su educación, su mo-ralidad, su cultura, etc.; pero esto no es más queuna consecuencia de la doctrina examinada enotra parte (1), que considera al hombre como ob-

(1) V. Economía.

Page 21: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 161 G. FREYTAG. LOS ANTEPASADOS. 373

jeto de producción económica, y por eso nos limi-taremos a indicar aquí el contrasentido á que llegaese principio, obligado á declarar que ser erudito,honrado ó religioso, es lo mismo que ser capita-

CARESTÍA.

Es el subido precio de las cosas, y proviene de laescasez.

Como la carestía expresa la relación de un preciocon todos los demás, no es precisamente caro loque cuesta mucho dinero, porque éste puede estarbarato, sino el producto cuya adquisición es difí-cil porque exige un gran esfuerzo y sólo se cambiapor una considerable cantidad de riqueza, sea cual-qaiera aquella con que se compare. —Todo lo quodetiene la producción y paraliza el movimiento dela riqueza es causa de carestía, que equivale áprivación y miseria. (V. Baratura).

CIRCULACIÓN.

Es económicamente el movimiento de la riquezaá que da lugar el cambio.

No consiste la circulación en que los productospasen materialmente de mano en mano, porque nose trata del movimiento de las cosas, sino del mo-vimiento de los valores; los productos pueden mu-dar de lugar y aun ser trasportados á grandes dis-tancias sin que por esto circulen, así como puedencircular rápidamente, si son objeto de muchos yfrecuentes cambios, permaneciendo en el mismositio.—Las cosas circulan, en el sentido económico,cuando mudan de dueño, y se dice que están encirculación con sólo que se hallen dispuestas parael cambio.

Importa mucho que la circulación, encargada dehacer llegar el producto al consumidor y de distri-buir la riqueza por todos los miembros de la so-ciedad, sea rápida, fácil y segura. Los obstáculosque detienen á la riqueza en ese camino ó la obli-gan á hacer un rodeo, alejándola de su fin, causanel estancamiento, la plétora, en unas partes, y laescasez, la privación, en otras, y dan lugar á alte-raciones y males económicos muy semejantes á lasenfermedades que produce cualquier irregularidaden la circulación de la sangre.

COMERCIO.

Es la industria del cambio.El comerciante es un intermediario que relaciona

al productor y al consumidor, evitando, á aquel latarea de dar salida por sí mismo á los productos, yá éste las molestias que necesitaría sufrir para ad-quirirlos directamente. Gran número de artículoshan de consumirse en un lugar diferente de aquelen que se producen, y la mayor parte también tie-nen que ser aplicados en cantidades determina-das: el comercio se encarga de trasportar los unosallí donde hacen falta, y de dividir los otros para

proporcionarlos á la extensión de las necesidadesparticulares. De aquí que las operaciones mercan-tiles son realmente productivas y aumentan el valorde las cosas, dotándolas do condiciones especiales,respecto al lugar y la cantidad, que no reciben dela industria que sirve para formarlas, y que laexistencia del comercio no sea en definitiva másque una aplicación útilísima de la división deltrabajo.

El desarrollo del cambio produce una nueva dis-tinción, y las funciones del comercio se descompo-nen, creando dos industrias diferentes: ya no esuna misma la persona que trata con el productory el consumidor, sino que hay almacenistas ó co-merciantes al por mayor, que adquieren los artícu-los en el punto donde se .obtienen y en grandescantidades, y otros comerciantes al por menor lla-mados mercaderes, tenderos y revendedores, que sesurten de los primeros y cuidan de atender á lasexigencias del consumo. Cuando esas dos clases se-multiplican, todavía aparece un tercer agente, elcorredor, que viene á mediar entre ellas y á facili-tar sus transacciones.

J. M. PIERNAS Y HURTADO.Catedrático de la Universidad de Zaragoza.

(Continuará.)

LOS ANTEPASADOS.

INGQ,

VII. *1NG0 EN LX CORTE DEL REY.

_ (Continuación.)

Esta noche ni venablos, ni los aullidos de los lo-bos del Rey estorbaron el tranquilo sueño de losextranjeros. El Rey mostrábase más cariñoso dedia en dia, y alababa delante do sus cortesanos lahabilidad de los huéspedes para adiestrar los caba-llos en los juegos. Herminio, el joven príncipe, bus-caba frecuentemente á su primo Ingo, y en su apo-sento ejercitábase en el manejo de infantiles armas,tiraba á Rorthario de la cenicienta barba, y le pedíamaravillosos cuentos. Una mañana tuvo Ingo en lacaza ocasión de hacerse aún más agradable al Rey:éste, en el ardor del ejercicio favorito, se habíaadelantado á todos; el caballo tropezó y lanzó aljinete desde lo alto de un risco sobre el heladosuelo: el Rey estuvo indefenso por breve espacio, ytendido bajo las astas de un toro; pero Ingo, con

• Véanse los números 150, 151, 153, 154, 156. 159 y 160;páginas 16, 50, 109, 146, 212, 135 y 339.

Page 22: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

374 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

peligro de su vida, se interpuso entre el Monarca yla fiera, logrando dar muerte á ésta. El Rey se le-vantó cojeando, y dijo:

—Solos estamos, y ninguno de los mios podríavernos; ahora estoy seguro de tus rectas intencio-nes: con quedarte quieto, me hubiera disparado lafiera por los aires á costa de mi vida, y nadie podríahacerte el menor reproche: nadie necesita saberesto, pero basta con que yo lo sepa.

En la comida el Rey, sentado entre Gisela é Ingo,se mostró del mejor humor.

—Contento estoy,—dijo,—de mi buena suerte enla caza, de mi poderío y de este dorado tesoro queestá á nuestra vista: brindo á la salud de Ingo, queha sido un buen camarada en la persecución de losanimales de la montaña. Todos debéis regocijarosconmigo á la vista de las vasijas de plata y de lasáureas copas que cubren la mesa en honor mió yvuestro. Y tú, Ingo, que has visitado tanta corteextranjera,, dime sien alguna has alcanzado ó vermás espléndida vajilla.

—Con gusto alabo tus riquezas, rey Bisino, puescuando el guarda-joyas está repleto, según nuestraopinión, el señor domina con seguridad, temido delos vecinos hostiles y de los subditos díscolos, Dosvirtudes se alaban siempre en los jefes de los pue-blos: saber llenar á tiempo su tesoro, y saber va-ciarlo á tiempo en manos de sus leales, para que nole abandonen en el peligro.

Estas palabras fueron del agrado de los cortesa-nos, que con gestos y á media voz manifestaban suconformidad.

—También los Alemanes,—prosiguió Ingo,—erannación abundante en metales preciosos hasta queel César devastó el país; pero pienso que no hande tardar en recobrarse, pues comprenden el modode hacer botin en la guerra y de allegar riquezascon el tráfico. Así es que viven más á la romanaque el resto de los pueblos de esta parte del Rhin:hasta los labradores habitan casas de piedra, lasmujeres bordan á la aguja abigarrados dibujos enlas telas de los vestidos, y se cultiva el dulce raci-mo en sus extensos viñedos.

—¿Conoces mujeres romanas?—preguntó la Rei-na:—maravillas cuentan nuestros guerreros de subelleza, y eso qua son morenas y tienen oscuroscabellos.

—Vivas son en la conversación y movimientos,sus ojos brillan amorosos; pero no he oido alabarsu recato,—contestó Ingo.

~^¿Has estado también en país de Romanos?—preguntó el Rey con curiosidad.

—Dos años hace que en compañía del joven reyAthanarico penetré en paz en los muros de la im-perial Tréveris; vi altas bóvedas y murallas de pie-dra que pasarían por obra de gigantes. La multitud,

apiñada en las calles, reía; pero los guerreros quemontaban la guardia de las puertas, llevando en susescudos los colores romanos, tenían nuestros ojos,hablaban nuestra lengua y sin razón se alababan deser Romanos.

—Los extranjeros nos dan su sabiduría y nosvenden el oro y el vino; nosotros les prestamos lafuerza de nuestros miembros: ventajoso es el cam-bio para todos,—observó Hadubaldo, á quien dis-gustaba que se menospreciara el servicio de losRomanos.

—Pues, por mi parte, rey Bisino,—dijo Berthario,—tengo en poco la sabiduría de los Romanos, queotros alaban. También yo visité las grandes ciuda-des de piedra, rodeadas de murallas: fue hace tiem-po, cuando mi señor Ingo me envió á Augusta,sobre el Danubio, donde ahora moran los Suabios.Entró con trabajo por la brecha del muro, y vi mu-chas cosas insensatas y desusadas, aun para el hom-bre que más haya viajado. Las casas de los Romanosestán apretadas como carneros azotados por el hu-racán: en ninguna vi espacio, no digo para unagranja, ni siquiera para un estercolero. Alójeme enun verdadero agujero de piedra; paredes y piso eranlisos y relucían pintados de mil colores; los Suabioslo habían cubierto con un techo de paja: os aseguroque por la noche me ahogaba entre las piedras, yescuché con placer el canto de la alondra cuandoamaneció. Había llovido por la noche, y á la luz deldia pude ver en el suelo mojado dos patos, pero nocorpóreos, sino pintados en la piedra: llegúeme alsitio, y á hachazos descubrí una ridicula imitaciónformada de pequeños pedazos de piedra de diferen-tes colores acuñados unos contra otros, y por arri-ba tan pulimentados como un hacha de pedernal:para hacer tales nimiedades emplean el trabajo demuchos hombres largos dias. Parecióme la cosainsensata, y al Suabio que me acompañaba también.

—Tal vez para ellos sea el pato un ave sagradaque no abunde en el país; hay pájaros que habitantodas las regiones, y otros que no,—observó Balda,cortesano de la Reina, que gozaba fama de dis-creto.

—Así creí en un principio; pero mi huésped measeguró que obras como aquella se hacían sólo paratener el gusto de andar sobre ellas.

Los Hombres rieron.—¿No forman nuestros niños osos de barro y hor-

nos de arena, y se entretienen con estas bagatelaslargos dias? Pues los Romanos se habrán vuelto mu-chachos,—dijo Balda.

—Razón tienes; mientras ellos remedaban pájaroscon guijarros, los guerreros suabios plantaban enlos bosques sus ingenios de madera (1). También

(1) Blockhaus. No hemos traducido blocknaus, aunque

Page 23: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.°16Í G, FREYTAG. LOS ANTEPASADOS. 3 7 5

cuando comen se acuestan como recien paridas enla cuarentena.

—Todo cuanto has dicho con motivo de los patoses inexacto y poco juicioso,—dijo "Wolfgang, aquelinquieto guarda del Rey, de mal talante.—Los Ro-manos saben representar con colores y piedras, nosólo pájaros, sino leones y guerreros combatiendo.Cualquier Dios ó héroe pueden figurar tal que pa-rezca vivo, y así lo hacen para honra del artífice ymemoria perpetua del retratado.

—Si ellos saben desgastar las piedras, de nuestraraza son los héroes que ganan batallas para ellos;los Romanos prefieren trabajos de esclavos y nos-otros preferimos mandar en los esclavos. No alaba-ré al soldado que busca el servicio de un esclavo.

—¿Conoces muchos esclavos que sean señores decasi toda la tierra? Su raza es más antigua que lanuestra, y sus tradiciones más gloriosas,—repusoWolfgang.

—Si de eso se han alabado delante de tí, te hanengañado. Si la fama es merecida y las tradicionesverdaderas, se conocerá en el brío que muestren enel combate los que de ellas se glorian. Comparo yola gloria de los Romanos al agua que se desbordasobre un terreno, convirtiéndose pronto en fétidopantano; y la gloria de nuestros héroes á la fuenteque brota en la montaña, y saltando espumosa entrepeñascos, baja á fertilizar el valle.

—Los sabios romanos confian en que su poder hade llegar más alto que nunca ha estado,—objetóIngo á Berthario;—fúndanse en que en tiempo dosus padres nació en el Imperio un nuevo Dios, pren-da segura de victoria.

—Tiempo hace supe cuan misterioso poder supo-nen ellos á su Cristo,—dijo el Rey,—y su fe no esen esto ciega, pues á decir verdad, más victoriasque antes alcanzan ahora. Mucho me han dicho so-bre esto, pero poco ó nada preciso.

—Al parecer tienen pocos Dioses,—aclaró Ber-thario,—ó mejor dicho uno sólo con tres nombres,que son: Padre, Hijo y Uno.

—El tercer nombre de su Dios es Demonio,—rec-tificó Wolfgang;—bien puedo saberlo, pues he vi-vido algún tiempo entre cristianos, y te aseguro,Rey Bisino, que su poder sobrenatural es mayorque otro alguno. Allí aprendí el signo con que ¿sereconocen y una oración que llaman Pater nosler,muy eficaz en la curación de males corporales.

Al decir esto trazó con veneración una cruz sobrela copa en que bebía.

—Pues á pesar de todo, me aferró á mi opinión,—volvió á decir el implacable Vándalo;—dia vendráen que los Romanos, con todas sus ciudades mina-

esta palabra alemana se admite sin alteración en el tecni-cismo militar moderno. Almirante le califica de novísima',cuando la cosa que expresa no es nueva.—N. del T.

das, con su reciente Dios y con su arte para hacerpatos de menudas guijas, conocerán que en otraspartes del mundo nacen hombres más fuertes quehoy labran sus lechos de madera en las soledadesde los bosques.

El Rey, cortando el debate, habló así:—No negareis cuan útil nos es el arte romano;

honor de un Rey es aprovecharse de lo que otrosinventan. Pero tus palabras, héroe Berthario, mesatisfacen, pues cordura muestra el hombre queá todos los usos extranjeros prefiere los de supueblo.

Por fin terminó la comida, y el Rey, mano á manocon Ingo y en vena de expansión, díjole:

—Veo, héroe, que si las hadas del destino liga-ron á tu nacimiento sobrado dolor, te hicieron encambio más de un buen presente, y entre estos elde saber abrirte seguro y pronto camino al corazónde los hombres; por mi parte, escuchando tus dis-cursos y observando tu porte, siento crecer mi in-clinación: sólo una cosa me inquieta. Has vividoalgún tiempo entre los labradores de la montaña,gente díscola, y temo que tu permanencia allí hayaredundado en perjuicio mió.

—Sin motivo sospecha el Rey; difícil será que micuerpo descanse jamás en el hogar del Sr. Ans-waldo.

—¿Tan pronto fin tuvieron juramentos y amistad?—preguntó el Rey satisfecho.—Debo creerte, por in-creible que parezca: cuéntame, si te place, por quéfue la enemistad.

— No se llevaban bien mis hombres con los su-yos,—digo Ingo evitando contestación más cate-górica.

—La cordialidad entre los amos mantiene la con-cordia entre los servidores; no me dices toda laverdad»y mal has de ganar mi confianza.

—Si el Rey quiere graciosamente jurarme sobresu espada que ha de quedar entre los dos el motivodo mi disgusto con Answaldo, la verdad, toda laverdad, le diré; tus sospechas me serían perjudicia-les, pues mi salud pende de tu buena voluntad.

El Rey levantó con presteza la espada, extendióla mano sobre ella y juró.

—Bien está: sabe, pues, oh Rey, que Irmgardala doncella es mi amada, y el padre se irritó con-migo porque la tiene prometida á la familia del hé-roe Sintram.

También esta vez sonrió el Rey con satisfacción,y dijo:

~No tuviste razón, Ingo, en codiciar la hija delPríncipe, por más que tu fama de guerrero seagrande y merecida. ¿Cómo el padre había de darlamano de su heredera á un extranjero sin herencia?Todo su pueblo reprocharía la insensatez de dejarpasar á manos de un extraño la silla señorial de la

Page 24: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

376 REVISTA EUKOPEA. 2 5 DE MABZO DE 1 8 7 7 . N.° 461

tribu de los bosques. Más aún: si el mismo padreen el circulo de testigos te hubiera prometido lahija, yo, el Rey, no sufriría tal cosa, y aprestaría missoldados y pondría en armas mi pueblo para estor-bar el casamiento.

Colérico contempló Ingo al Rey de hito en hito,tanto que este hizo un movimiento hacía la espada.

—Hostiles palabras has dirigido al proscrito. Mu-chos trabajos he pasado en mi errante vida, pero elánimo del hombre se habitúa mal á soportar me-nosprecios: no cuadra á tu magnanimidad irritar elorgullo justo de un desgraciado.

—Mayor es mi afición á tí ahora que antes,—res-pondió el Rey placentero;—pero díme, ¿no te quedala esperanza de aplacar el resentimiento del padre?

—El Príncipe está ligado por un juramento; ade-más, la raza de Sintram es poderosa en aquellosdominios y está emparentada con la Princesa.

El Rey golpeaba su vaso como solía hacer cuandolas cosas iban á medida de su deseo.

—Grato me hubiera sido casar la doncella conuno de mis adictos servidores; no me satisface laalianza con la familia de Sintram, ni que esta entreen posesión de los dominios y tesoros del Príncipe;son gentes de aviesas intenciones; pero mucho peorhubiera sido para mí que con consentimiento delpadre fueras tú el prometido. Pues como el aromade la miel atrae al oso al tronco hueco, así las tro-vas de los cantores llevaría á tu corte todos los pu-ños ansiosos de batallar, Vándalos y demás aventu-reros, y muy pronto, y aun muy á- pesar tuyo, televantarías como un señor Thuringio enemigo na-tural de tu Rey. Reflexiónalo.

Concluyó el Rey en tono persuasivo, y con supropia mano llenó la copa del huésped.

—Rebe, héroe, y recobra la alegria. Enhorabuenaque los lobos aullen en el campo de batalla enloor del festin que tu sable les preparó; pero nopienses en trastornar el sentido á mis buenos mon-tañeses con tus proezas.

—Y tú, Rey, oye también el aviso de este ex-tranjero,—gritó Ingo iracundo:—no pienses en ca-sar á la doncella con hombre alguno mientras mibrazo sostenga una espada. Ya Theodulfo rodóuna vez sobre la nieve, y si por casualidad escapóá la muerte, le he impedido dar la carrera de des-posado: eso y más haré con cualquier otro de tupueblo.

Ahora el Rey reía con tal fuerza, que sus carnestemblaban.

—Cuanto más hablas, con mayor gusto te escu-cho, por grande que sea tu cólera contra mí. Pien-sas como conviene á un héroe aventurero, y co-nozco que cuando llegue el caso te portarás comodices. Vence al padre, asienta á Theodulfo, ese locozancudo, sobre la sangrienta arena, y llévate la

doncella á tu lecho nupcial. Yo te ayudaré de todocorazón para que la cosa salga á tu gusto.

Ingo observaba con desconfianza los gestos delRey, temiendo que su alegría y sus palabras fueranobra del vino; por fin, le dijo:

—No me es dado, señor, comprender el sentidode tus palabras, pues á un tiempo alabas y repro-chas mis intentos. ¿Cómo puede ser que escuchesgustoso proyectos que te parecen insoportables, ycómo has de ayudarme en una empresa que estásdispuesto á impedir aun si de mi lado tuviera lavoluntad del padre?

El Rey Bisino, con insólita dignidad, contestó:—Toma el vaso de nuevo. Todo lo que aumenta

la gloria del hombre te es natural; todo menos lomás difícil: el arte de reinar. Tus pensamientos re-bosan francos de tu boca, y van rectos como ellebrel sobre la pista del venado; pero un Rey nopuede ser sencillo ni en la gracia ni en el castigo;todo ha de pensarlo maduramente, en nadie puededepositar su entera confianza, y ha menester utili-zar á cada hombre en provecho propio. Por eso teconcedo á Irmgarda la doncella, á tí mejor que áotro alguno-, pero, entiéndeme, la doncella, no laherencia ni sus derechos á la sucesión de su padre.

Ingo se aproximó á su interlocutor é inclinó lacabeza como para oh' mejor; el Rey prosiguió:

—Desde que soy Rey, la altivez de los montañe-ses y el poder de su jefe Answaldo son los mayoresobstáculos á mi dominación; mucho tiempo he bus-cado una ocasión de sojuzgarlos, y por eso tu pre-sencia en los bosques me era sospechosa, pues veíaen tí un caudillo temible llegado el caso. De modo,que si hubieras querido establecer tu eiudad deVándalos alrededor de la silla señorial, te hubieratratado como enemigo, por más que otra cosa pi-dieran mis sentimientos personales. ¿Comprendesahora? Pero si como enemigo del padre le robas lahija, como acostumbran á hacer los héroes aqueja-dos de furiosa pasión, la heredera desaparece de lacasa y no tengo que cuidar de que el señorío nopase á manos de familia poderosa y extranjera. ¿Vasentendiendo, Ingo, cabeza dura?

—La doncella ambiciono, no la herencia, por másque me duela que mi mujer pierda sus derechos alcasarse conmigo.

—Eso es cuenta mia,—dijo el Rey con frialdad.—Llévate la mujer á tierra extraña, y á tu lado estaré;pero cuenta con hacer de modo que no me obliguesá mirar el asunto como violación de la paz del rei-no, y haya de proceder como Rey contra tí. Lacuestión es de astucia, y si sale bien me alegraré.

—Pues me concedes esposa, rey Bisino, concé-deme también burgo ó granja donde la oculte á susperseguidores,—exclamó Ingo estrechando con su-plicante ademan las manos del Rey.

Page 25: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 164 R. M. LABRA. LA LEGISLACIÓN PORTUGUESA. 377

Arrugóse la frente de Bisino, pero al cabo la be-nevolencia se dibujó en su rostro y contestó comopesaroso:

—De nuevo mi deber de Rey me impide accederá tus deseos. ¿Cómo puedo ser yo tu mantene-dor en mi mismo pueblo y contra el grito universalque levantará tu acción? Si secretamente puedo, teayudaré, porque de consuno lo reclaman mi afectopara tí y mi utilidad. Vé, pues, de qué modo conconsejo ó recatados tratos puedo favorecerte; sólode mi tesoro no esperes cosa alguna, pues brazale-tes y monedas romanas son todos poco para saciarla codicia de los que en tiempos difíciles consientenen estar ámi lado.

—El señor de un pueblo muestra su gracia auxi-liando al oprimido con sus riquezas ó tendiendo so-bre él su escudo protector. ¿Cómo conoceré tu ayudasi ambas cosas me rehusas?—preguntó Ingo des-concertado. ^

—El Rey cerrará los ojos, como hago en este mo-mento: date por satisfecho, héroe.

A su pesar, Ingo no pudo menos de reír de laextraña catadura de su huésped, mientras éste, conlos ojos entornados, no le perdía de vista: la risade Ingo acabó de desarmarle.

—Así me gusta,—dijo;—y ahora fuera penas yhagamos alegre despedida por hoy: con más gustobrindo contigo que con otro alguno; sobre todo,desde que se que el osezno no tiene más cueva quemi castillo. Y voy á pagar tu confianza con otra.Hace muy poco que Tertullus el romano me ha ofre-cido torres y montones si consentía en entregarte alCésar: á decir verdad, cuando llegaste mi intenciónno era muy sana; pero ahora que te conozco talcomo eres, prefiero guardarte para mí.

GUSTAVO FREYTAG.Trad. de la sexta edición alemana,

por GENARO ALAS.

(Continuará.)

LA LEGISLACIÓN PORTUGUESA.

IV.

EL CÓDIGO DE COMERCIO.

En otro lugar he dicho que uno de los puntos quemás enérgicamente solicitaron la atención del cé-lebre marqués de Pombal en el momento de darcierto orden y sistema á su obra de renovación dela sociedad lusitana, fue el de la vida mercantil, paralo que el ilustre ministro de José I estableció que hu-bieran de ser consideradas como suplementarias delas leyes portuguesas en materia comercial las aná-logas á la sazón vigentes en los demás países culto;

de Europa. De este modo lo que en realidad consi-guió fue hacer extensivos á Portugal el nuevo espí-ritu de las leyes europeas y la práctica y jurispruden-cia mercantiles de la época, toda vez que este ordende intereses era el que más había padecido con ladecadencia y el notorio atraso del vecino reino, enotro tiempo tan obligado á mirar con especialísimaatención cuanto afectaba al comercio que de Lisboahabía hecho la feliz sucesora de los mercados ita-lianos. Las leyes y prácticas del consulado de Lis-boa de 4593 no podían bastar á las necesidades delsegundo tercio del siglo XVIII, y en vano sería bus-car reglas oportunas y sombra de sistema en lasirregulares, contradictorias, confusas y revueltasleyes de las compilaciones generales portuguesasdel siglo XVII. Pombal, por tanto, ocurrió felizmenteá las urgencias de su época, secundado á maravillapor la circunstancia de que las necesidades mercan-tiles, de suyo análogas, cuando no idénticas, en to-dos los países, y on cada momento histórico, impo-nen la extensión y generalización de aquellas leyesque en cualquier pueblo ó comarca mejor respondená esas mismas necesidades: circunstancia que ex-plica por una parte la importancia, punto rnénos queuniversal, de nuestro famoso Consulado del Mardel siglo XIII, de nuestras ordenanzas de Bilbaode 1737 y hasta de los célebres Roles de Oleron; ypor otro lado, el alto valor, el valor excepcional quelos «usos y prácticas del comercio universal» tie-nen y han tenido en el derecho mercantil de todaslas naciones y todas las épocas.

Con la inauguración del período novísimo de lavida portuguesa había de venir el pensamiento dehacer un Código mercantil; porque, sobre continuarlas circunstancias de la época de Pombal, se daban,.primero, la complicación de las transacciones y ne-cesidades comerciales, de todo género imposiblesde regularizar por las costumbres de los mercade-res ni la jurisprudencia de los tribunales y, después,la imposición de la codificación particular comoforma del progreso jurídico.

Bajo estas ideas, un docto, el Sr. José FerreiraBorges, tomó sobre sí la ruda empresa de redactarun Código mercantil, el cual hizo en Londres, fe-chándolo en 8 de Junio de 1833, y sometiéndolo alRey D. Pedro 1 para su aprobación, que en efectole fue concedida en 48 de Setiembre del mismoaño, al propio tiempo que el autor de la nueva obralegal recibía la credencial de supremo magistradodel comercio y juez presidente del Tribunal comer-cial de segunda instancia, creado por el art. 4.005del flamante Código.

Ante todo, y conforme vengo haciendo respectode otros cuerpos legales lusitanos, importa dar unaligerísima idea del plan y sistema del Código co-mercial de 4833, que es el vigente en la actualidad,,

Page 26: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

378 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DS 1 8 7 7 . N.° 161

salvas algunas reformas de que hablaré después.Consta el Código de 1.860 artículos divididos en

títulos, secciones, libros y partes. Estas son dos.La primera trata del comercio terrestre; abarcatres libros y 1.286 artículos. La segunda se ocupadel comercio marítimo, en un solo libro y 574 ar-tículos.

Los tres libros de la primera parte se intitulan:1." De las personas del comercio. (Disposiciones ge-nerales.—De los comerciantes y sus especies.—Delas plazas ó bolsas de comercio y los empleadosmercantiles.—De las obligaciones comunes á to-dos los que profesan el comercio) (1).—2." De lasobligaciones comerciales. (De la naturaleza, for-mación y efectos de las obligaciones en general.—Del mutuo.—De los intereses.—Del comodato.—Del depósito.—De la prenda.—De las letras decambio, libranzas, billetes á la orden, cheques yy letras da térra (2).—De las cartas de crédito.—De la compra y venta.—De la permuta.—De la lo-cación.—De las compañías, sociedades y parceríasmercantiles (3).—Del mandato (4), la comisión yla consignación.—De las fianzas.—De los modos (8;de disolver y extinguir las obligaciones mercantilesen general) (6).—3." De las acciones mercantiles yorganización del foro mercantil y de las quiebras.(Délas acciones mercantiles en general.—De la rei-vindicación.—De la acción institutoria.—De las pér-didas y daños por inejecución del contrato.—De laspruebas.—Del poder judicial en materias mercanti-les.—Del supremo magistrado del comercio.—DelTribunal Superior de comercio ó segunda y últimainstancia.—De la competencia del juicio (7) y delas personas que forman el Tribunal ordinario deComercio ó juicio de primera instancia.—Del ordendel juicio en los actos comerciales, recursos y eje-cución.—De las quiebras (8).—De la rehabilitacióndel fallido.—De las moratorias) (9).

La segunda parte comprende un solo libro comohe dicho, y 16 títulos, cuyos epígrafes son los si-guientes: De las embarcaciones.—De la parceríamarítima.—De los dueños partícipes y representan-tes de los barcoí. —Del capitán.—Del contramaes-tre y piloto.—Del sobrecargo.— De los corredoresintérpretes de navio.—Del ajuste y sueldos de losoficiales y gentes de la tripulación, sus derechos

(1) Estos son los epígrafes de los títulos del libro I.(2) Este título (que es el 7.°) está subdivido en nueve

secciones y comprende desde el art. 321 al 439.(3) Son diez y ocho secciones. Artículos 526 al 761 in-

clusives.(4) Son cinco secciones. Artículos T82 al 839.(5) Son cuatro secciones. Artículos 868 al 896.(6) Este libro tiene 15 títulos y 657 artículos.(7) Seis secciones-Artículos 1.029 á 1.070.(8) Siete secciones. Artículos 1.121 al 1.262.(9) Este libro tiene 13 títulos y 389 artículos.

y obligaciones.—De los fletamientos y conocimien-tos (1).—Del daño causado por abarrotamiento.—Delnaufragio, varamientos y fragmentos náufragos.—De las arribadas forzosas. — De los contratos deriesgo.---Délos seguros (2). —Délas averías (3).—De la extinción de las obligaciones en materia decomercio marítimo.

Tal es la parte mecánica del Código lusitano. Porlo que hace á su redacción, hay que notar la prefe-rencia que en aquella obra se da á la forma didácticasobre la preceptiva, así como la afición á consignaren el Código mercantil principios y doctrinas delderecho civil, á reserva de acompañarlas de lasexcepciones propias del orden puramente comer-cial. A capricho elijo. Hé aquí algunos ejemplos:.

Dice el art. 241: «Se llama obligación al vínculolegal por el que alguno está adscripto á dar, haceró pagar una cosa.» Y sigue el art. 242: «Las obliga-ciones que nacen de la ley, resultan de la ley sóloó de la ley en consecuencia de un acto humano. Lasobligaciones que nacen de la ley por un acto hu-mano, resultan de un acto lícito ó de un acto ilíci-to, etc., etc.» Luego sigue el art. 243: «Los pactosy convenciones puramente naturales celebradosentre comerciantes producen obligación y acción.»

En otra parte se lee: «El mutuo, según el derechocivil, es un contrato de préstamo de cosa consis-tente en número, peso y medida, hecho bajo condi-ción de que la cosa prestada sea restituida por elmutuario en el tiempo expresado en la convenciónó marcado en la ley, verificando el pago ó restitu-ción en el mismo género y bondad en que "fuera re-cibido» (art. 272). Y luego dice el Código: «Todocontrato mercantil hecho á crédito, envuelve uncontrato de mutuo. El crédito es un préstamo recí-proco que se hace de hacienda ó dinero sobre lareputación de la probidad y solvabilidad de un nego-ciante. El crédito, por tanto, es un mutuo mercan-til, y en último análisis, el único contrato á quetodas las convenciones mercantiles se pueden refe-rir» (art. 275). Y luego añade: «Para que el mutuosea reputado préstamo mercantil, es necesario:1.", que la cosa ó crédito prestado sea destinado áoperación mercantil; 2.", que, por lo menos, el deu-dor sea comerciante. Faltando cualquiera de estosrequisitos, el mutuo será reputado puramente ci-vil etc., etc,» (art. 276).

En el orden de las instituciones consagradas porel Código de que ahora se trata, ó, mejor dicho, porlo que respecta al fondo de la obra del Dr. FerreiraBorges, exigen cierta atención, así la institución deljurado mercantil, y en general la organización delforo comercial (de que tratan los títulos VI, VII,

(1) Cuatro secciones. Artículos 1.498 al 1.566.(2) Siete secciones. Artículos 1.672 al 1.812.(3) Dos secciones, Artículos 1.813 al 1,854.

Page 27: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

R. M. LABRA. LA LEGISLACIÓN PORTUGUESA. 379

VIH, IX y X del Libro III, parte primera), como ladoctrina de quiebras, por más de que la importanciade entrambas sea con relación al estado generaljurídico de su época, respecto del cual toda la obrasancionada por el Rey 1). Pedro era un grande ypositivo progreso.

Según el arl. 1.004, «el Poder judicial (que asíes llamado), en materias comei'ciales, compónesede un Supremo magistrado, una Audiencia (rela-cao) ó tribunal comercial de segunda y última ins-tancia, y de tribunales de comercio ordinarios ójuicio comercial en primera instancia.» La Audien-cia ó tribunal superior lo forman un juez presidentetogado, cuatro jueces togados, un secretario letra-do, escribanos oficiales, etc., etc. El Tribunal deprimera instancia lo constituyen un juez presidenteletrado, y de cuatro á doce jurados; un secretariobachiller en Derecho, y los dependientes necesa-rios. El Supremo magistrado del comercio es elpresidente del Tribunal superior mercantil, y lecompete la fiscalización de la justicia mercantil entodo el reino, la policía de las plazas comerciales,el conocimento y proposición de reforma de losabusos, la regularizacion de los negocios del Tribu-nal en los casos no previstos por la ley, etc., etc.;entendiéndose directamente con ol Rey por mediodel ministro de Justicia. El cargo de jurado es ho-norario, civil, 'público y forzoso para todos los co-merciantes matriculados y no matriculados de lasplazas mercantiles, todos los cuales, reunidos ex-profeso, eligen anualmente los jueces jurados y lossustitutos que sean necesarios.

De las quiebras y sus incidencias y resultadostratan los títulos XI al XIII, ó sea desde el art. 1.121al 1.286. Dícese quebrado «al comerciante que porvicio propio ó de la fortuna, ó en parte de entram-bos, se halla inhábil para satisfacer sus pagos y aban-dona el comercio.».Para ser constituido y declara-do en estado de quiebra, es absoluntamente precisoque el deudor sea comerciante (1), pues en otro casoes sólo posible el estado de insolvencia. Basta elcese en los pagos para el estado de quiebra, la cualpuede ser casual, culpable ó fraudulenta, segúnproceda de caso fortuito ó fuerza mayor, ó impli-que falta de prudencia, ó sea determinada por actosde inmoralidad notoria ó que motiven fundadas sos-pechas de torcida intención.

La ley (artículos 1.147 al 1.150) detalla los casosde imprudencia, inmoralidad y sospecha, que porregla general son los casos previstos por la leymercantil española (artículos 1.008 al 1.007), la cualcomo es sabido, admite con el carácter de quiebras,á. más de la insolvencia fortuita, culpable y fraudu-

(1) Sobre esto hay que tener en cuenta la ley de 1849(2 de Julio.)

lenta, la suspensión de pagos (1.* clase), y el alza»miento (5.a clase). Bien que nuestra ley en materiade quiebras es mucho más explícila y completa quela lusitana. Baste decir que nuestro Código dedicaá la materia 171 artículos. Y cierto también que noes este el lado menos vulnerable del Código portu-gués, objeto ya de censuras tan enérgicas que hacenimposible su existencia, máxime habida cuenta delos progresos que en otros órdenes de la vida jurí-dica se han heohorecientementeenla nación vecina.

Redactólo en su tiempo Ferreira Borges, aprove-chando la experiencia que le proporcionó su des-tierro en Inglaterra, y teniendo á la vista todos losCódigos mercantiles de su época. Él mismo, en elbien escrito y modesto prefacio del Código de 1833,lo declara aludiendo ala legislación francesa de 1807»la española de 1829, la prusiana, la flamenca, elProyecto de Código italiano, las Ordenanzas deRusia, el Derecho de Escocia, las Disposiciones co-merciales de Inglaterra, amén de los trabajos cien-tíficos de Phoosen, Boucher y Dageville, y las prác-ticas del foro y los tribunales ingleses, francesesy lusitanos. Bien estudiadas 'las cosas, vése que lasinfluencias que más trabajaron sobre el Códigoportugués fueron los usos y prácticas británicosy el Código español del Sr. Sainz de Andino;y esto se explica bien, así por la intimidad deatrás establecida entre Portugal é Inglaterra, cuan-to por el influjo que en el ánimo del Sr. FerreiraBorges había de ejercer su no corta residencia enLondres. Por lo que toca al Código español, bastarárecordar lo que antes he dicho de la universalidadde la leyes mercantiles, con más la circunstanciade que nuestro Código de 1829 fue por muchotiempo la obra más completa en su género, al puntode que el reputado Pardessus pudiera escribir que«era evidente que los Estados que por aquellos diasse hallaban sin legislación comercial ó la tuvieranincompleta, hallarían en el Código español un mo-delo perfecto; y que luego que esta obra llegara aser conocida, podría invocarse ante los tribunalescomo una excelente autoridad doctrinal;» todo loque en efecto ha sucedido.

Ocioso empeño sería (para el fin último de estetrabajo) hacer una comparación más ó menos dete-nida de los dos Códigos mercantiles. Me permitiré,,por tanto, sólo advertir algunas serias diferencias.Nuestro Código, por ejemplo, dista considerable-mente del método del lusitano. Dividíase aquel encinco libros (1) intitulados del modo siguiente: Delos comerciantes y agentes de comercio.—De loscontratos de comercio en general, sus formas yefectos.— Del comercio marítimo y de las quie-bras.—De la administración de justicia en los nego-

(1) Contiene l .m artículos.

Page 28: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

380 REVISTA EUROPEA.*:—25 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

cios mercantiles (1). Esta sencilla indicación dicebien claro dónde está la divergencia respecto delCódigo portugués, divergencia en la cual parécemeque la razón de método y el espíritu científico estánde parte de la Ley española. Algo por el estilo pudie-ra decirse respecto de la doctrina lusitana en puntoá letras de cambio (al protesto sobre todo) y á lasquiebras; pero fuera insistir en un punto de escasautilidad, supuesto que la voz general en el vecinoreino viene pidiendo hace ya bastante tiempo unnuevo Código mercantil que satisfaga las nuevasexigencias del comercio.

El mismo autor de la ley de 1833 explicando al-gunos particulares de que he hecho mención másarriba, preveía la necesidad de una revisión desu obra en no lejana época. El Sr. Ferreira explica-ba el tono y forma dogmáticos de muchos artículosdel Código, diciendo que «la novedad de la materia yaun de la frase para la generalidad de los juriconsul-tos le había obligado á desviarse en la redacción dela regla muy generalmente recomendada de no dardefiniciones en leyes y de evitar doctrinas disposi-tivas más propias de un compendio ó de un tratadoque de una ordenanza, á más de que, debiendo andarel Código en manos de todos los comerciantes, ca-pitanes y maestres de barcos y demás personas em-pleadas en el tráfico, dejarlos sin definiciones seríaabandonarlos á una ignorancia y confusión dañosassiempre á sus intereses particulares y por ahí al in-terés general.» Y en cuanto á incluir doctrinas delorden puramente civil, tuvo presente, ya que el Có-digo mercantil es una legislación de excepción, yaque en la civil lusitana de aquella época existíangraves faltas, cuyo suplemento y corrección eran denecesidad.—Pues bien, los tiempos han corrido;toda la legislación lusitana ha adelantado; se ha he-cho un Código civil verdaderamente modelo; y nosólo se han suplido las faltas antiguas, sino que sehan consignado principios que modifican ó destru-yen los que tuvieron gran boga en 4833 y por tantofueron sancionados en e! Código mercantil. De aquíla urgencia de una revisión de este, de no pensar,como en el Canadá, en suprimirle totalmente, adi-cionando con algunos títulos el Código civil, paraocurrir aciertas excepciones é irregularidades pro-pias de la vida comercial.

Obedeciendo á la ley del tiempo, el legisladorportugués desde 1833 hasta nuestros mismos díasha venido modificando y complementando el Códigodel Sr. Ferreiro por medio de disposiciones parcia-les; todas las que aparecen coleccionadas en la edi-cnon oficial del Código, hecha en Coimbra en 1875.

((1) Este libro hoy no existe. Por el decreto de 6 deDiciembre de 1868 fueron suprimidos los tribunales de co-mercio, é incluidos en la Ley de Enjuiciamiento civil losartículos referentes al Enjuiciamiento mercantil.

Entre esas disposiciones se cuentan las leyes de21 de Mayo y 8 de Noviembre de 1841 sobre losjurados mercantiles, cuyo número se fija en 12 hasta36, suprimiéndose los sustitutos; la de 19 de Di-ciembre de 1843, estableciendo que las revistas delas causas mercantiles se verifiquen en el SupremoTribunal de Justicia, como las de las civiles; la de23 de Abril de 184b, aplicando á los negocios mer-cantiles lo dispuesto en la reforma judicial acercade los arbitros; la de 2 de Julio de 1849, extendien-do todas las disposiciones del Código mercantil so-bre quiebras á los comerciantes no matriculados;la de 11 de Setiembre de 1861, admitiendo con per-sonalidad bastante para litigar ante los tribunalesportugueses á las Sociedades mercantiles autoriza-das del extranjero; la de 9 de Julio de 1863, sobropruebas en el sentido de la simplificación y del jui-cio oral; la de 14 de Junio de 1864, abriendo conciertas condiciones el comercio de cabotaje á losbuques extranjeros; la de 4 de julio del mismo año,estableciendo el Código penal y disciplinar de lamarina mercante portuguesa; la de 22 de Junio de1867, sobre sociedades anónimas, amén de los pre-ceptos del Código civil de 1867 y del decreto de 23de Julio de 1870 que suprimió la Audiencia mercan-til de Lisboa, alterando el procedimiento en lasapelaciones comerciales en el sentido de la unidadde fueros.

Fácilmente se comprende que esto no podía sa-tisfacer la opinión pública, que se había hecho oircon tanta viveza como insistencia sobre la necesi-dad de acometer algo más grave y trascendental.Por esto en 1859 fue nombrada una comisión pararevisar toda la legislación mercantil, cuya comisiónfue disuelta á los nueve años sin que hubiese dadode sí cosa alguna positiva. Sólo el Sr. Diego Forjaz,individuo de aquella junta, confeccionó un proyectode Código, modificado en 1810; y sobre este trabajoy sobre el Código de 1833, comenzó nuevos estu-dios otra comisión nombrada en Junio de 1870, lacual tiene concluidos varios capítulos del nuevoCódigo, restándole sólo por hacer lo relativo á so-ciedades y quiebras. (1)

Raro es el país que en punto á derecho mercan-til hoy se atiene á compilaciones legales de hacemedio siglo. El movimiento reformista que en elprimer tercio del actual produjo los Códigos con-sultados por el Sr. Ferreira Borges, ha impuesto alalegislación francesa de 1808 modificaciones tan sus-tanciales como las de la ley de 1856 sobre Socie-dades en comandita por acciones; la de 1863, sobreSociedades anónimas;- la de Julio de 1867, sobre

(1) Asi lo aflrma el Sr. Julio Vilhena en los artículospublicados en la Revista de la Academia Matritense deJurisprudencia y Legislación, sobre El movimiento jurídi-co en Portugal desdé 1807 hasla 18*75,

Page 29: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 161 A. LEÓN. EL TELÉGRAFO PARLANTE. 381

toda clase de Sociedades; la de Mayo de 1863, so-bre fianza; la de 1865, sobre los cheques; la de Juliode 1856, aboliendo el arbitraje forzoso etsic de cx-teris; prescindiendo de las leyes especiales sobreBolsa, agentes, etc, etc. De 1872 datan numerosasleyes revisando y modificando esencialmente el Có-digo belga de 1807, y á los dos años vuelven sobi'ela legislación de seguros. En 1873, publícanse enAustria varias leyes sobre Sociedades, Bolsas, cor-redores, obligaciones mercantiles y derecho marí-timo. De 1869 (1), data el Código general mercantilde Alemania, que ha sustituido al antiguo prusiano,y que Austria piensa en estos momentos en decla-rar vigente en sus Estados. El Brasil y Méjico lianpublicado, el primero, una revisión del Código, de1850, y el segundo, el proyecto de uno nuevo. Lamisma Inglaterra ha modificado bien recientementesus leyes sobre quiebras, seguros y minas. Encuanto á España, notorio es que los decretos-leyesde 1868 sobre unificación de fueros, Sociedadesanónimas, Compañías mercantiles de toda especie,nacionales y extranjeras, Bancos, instituciones decrédito hipotecario ó territorial, Sociedades mine-ras, seguros y ferro carriles, han inaugurado unnuevo período bajo la inspiración del espíritu másliberal y expansivo de la época. Tales cambios pi-den entre nosotros una revisión total del Códigode 1829; y para ello fue nombrada una comisiónhacia 1870, que llegó á redactar la nueva Compila-ción. Por desdicha, aún no ha visto la luz pública;y en verdad que de ello podemos lamentarnos todoslos sinceros devotos de la gran obra política y so-cial de 1869.

RAFAEL M DE LABRA.

LOS NUEVOS INVENTOS.

EL TELÉGRAFO PARLANTE.

Ya hemos anunciado la maravillosa invención delprofesor Bell, que ha conseguido trasmitir los so-nidos de la voz humana por medio del telégrafoeléctrico. Ahora acaba de mejorar su modo de tras-misión, prescindiendo de la batería eléctrica y pro-duciendo la corriente de una manera electro-magné-tica.

El Transcripta de Boston, refiere uno de los ex-perimentos más recientes, verificado con ayuda delnuevo aparato que ha hecho oir á seis millas dedistancia (10 kilómetros), ó sea entre Boston y Mal-den, una conversación celebrada y cantos trasmiti-dos eléctricamente.

(1) Con modificaciones en 1870 sobre Sociedades.

El teléfono, en su forma actual, consiste en unpoderoso imán en cuyos polos están fijadas unasbobinas de alambres aislados. Enfrente de los polpsrodeados de estas bobinas de alambres, está colo-cada una armadura de hoja de lata. Una membranadestinada á hacer converger los sonidos hacia laarmadura, completa la máquina. Sabido es que elmovimiento del acero ó de la hoja de lata enfrentede los polos de un imán crea una corriente eléctricaen los alambres que rodean los polos, y que la du-ración de esta corriente es igual á la del movimien-to del acero ó de la hoja que vibran cerca del¡man. Cuando lavoz humana hace vibrar el diafrag-ma, recorren los alambres que rodean el imánunas ondulaciones eléctricas que responden exacta-mente á las ondulaciones del aire producidas porla voz. Las bobinas están ligadas al alambre tele-gráfico, que puede tener una longitud cualquiera,siempre que el aislamiento sea perfecto. Las ondu-laciones recorren toda la línea, y atravesando lasbobinas de un instrumento de idéntica construc-ción colocado en la estación de llegada, se con-vierten á su vez en ondulaciones del aire por eldiafragma de este instrumento.

Veamos cómo se han hecho los experimentos.Puestos en contacto los teléfonos con la línea te-

legráfica privada de una Compañía de Boston, em-pezó en seguida la conversación. El profesor Bell,que se hallaba en la estación de Boston, suplicó áMr. Watson,que estaba en la de Malden,que hablaraen alta voz para que todos los concurrentes pudie-ran oir simultáneamente los sonidos. El éxito fuetal, que los semblantes de todos revelaron un sen-timiento de profunda sorpresa.

No es indispensable hablar alto para oir y com-prender perfectamente; se pueden distinguir laspalabrls pronunciadas en voz baja, y aun los seseosde la pronunciación. Para confirmar esta aserción,Mr. Watson se puso á conversar con cada uno delos concurrentes, y después de haber demostrado ásatisfacción de todos la eficacia del procedimientoen cuestión, cogió un periódico é informó á la asam-blea de la cotización del oro el dia anterior. Comohabía en la reunión gran número de hombres denegocios, esta noticia produjo profunda sensación,y el teléfono obtuvo un éxito imposible de descri-bir. Trasmitiéronse después diferentes noticias delos periódicos del dia; y siendo general el deseo deconversar de nuevo, Mr. Watson recibió gran nú-mero de preguntas acerca del tiempo que hacía enMalden, de las noticias que tenían de la elecciónpresidencial y de otra porción de asuntos. Mr. Wat-son reconocía la voz de cada uno do los amigos deBoston que le preguntaban, y les contestaba lla-mándolos por sus nombres, y dándoles las noticiasque pedían. Para concluir, una señora de Maldeij en-

Page 30: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

382 REVISTA EUROPEA. 2 5 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.° 161

vio á las personas reunidas en la estación de Bostonuna atenta invitación á una cena, y la contestaciónftté unánime, aceptando todos con agradecimiento.La misma señora pidió desde Malden que se presta-ra atención para oir los sonidos de una música queiba á empezar á tocar, acompañada de canto; y enseguida se oyó una voz dulce y melodiosa que can-taba La última rosa de la primavera con acompa-ñamiento. Grandes aplausos tributados en Bostonresonaron en la estación de Malden, y así terminóel experimento del teléfono, cuya descripción com-pleta esperamos poder publicar en breve.

A. LEÓN.

LA VUELTA AL MUNDO EN 320 DÍAS.

Sabido es que se ha fundado en Paris una Socie-dad para realizar todos los años viajes de estudiosalrededor del mundo, magnífica idea de gran tras-cendencia.

Trátase de crear, para los jóvenes de buenas fa-milias que hayan terminado sus estudios clásicos, uncomplemento de instrucción superior que extiendasus conocimientos en una vía práctica y les dé no-ciones exactas sobre la situación general de losprincipales países del mundo.

La realización de estos viajes formará sus juicios,fortificará sus caracteres, y los preparará á la vidareal por una transición apropiada al movimientoactual de las ideas y de los progresos de la civili-zación.

Los viajes de estudios no corresponden sólo á lajuventud; permiten á todos ver de una manera in-teligente y formal las más importantes comarcasdel globo, en condiciones muy favorables, sin tras-bordos, sin pérdidas de tiempo y sin trabajo.

No creemos que sea necesario insistir, despuésde lo expresado, sobre las ventajas que los grandesviajes ofrecen á la juventud. El proyecto formadopor la Sociedad de los viajes de estudios, ha tenidola. aprobación unánime de la prensa, y el apoyo deinnumerables personas.

El primer viaje está ya organizado; la partidaserá el jueves 31 de Mayo próximo, bajo el mandode M. Biard, teniente de navio, y debemos partici-par á nuestros lectores algunas indicaciones su-cintas sobre el itinerario formado.

Los expedicionarios tocarán en Gibraltar y sedirigirán en seguida al Senegal; desde allí atrave-sarán el Atlántico y visitarán la costa del Brasil,haciendo escala en Rio-Janeiro para dirigirse áBuenos-Aires. Doblarán el cabo de Hornos; seguiránpor el Pacífico, de Sur á Norte, toda la costa de la

América del Sur; se detendrán en Valparaíso y en elCallao, y llegarán á Panamá. En todas las localida-des harán excursiones del mayor interés, durantelas cuales podrán hacerse observaciones é investi-gaciones científicas. De Panamá irá la expedición áSan Francisco, atravesará el Pacífico y visitaráHonolulú y la isla Hawai. Continuará su trayectopasando por Australia para detenerse en Melbourney en Sydney. Desde este punto se trasladará al Ja-pon, por Yokohama y Yeddo; pasará á la China,deteniéndose en Hong-Kong y en Cantón. Despuésbajará la expedición el mar de la China hasta el es-trecho de Malacca, atravesará el golfo de Bengala yvisitará Calcutta y Chandernagor. Rodeará el Indos-tan y se detendrá en Bombay, para ganar después elgolfo de Aden, subir el mar Rojo, llegar á Suez,venir á Italia por el Mediterráneo, y llegar por últimoal punto de partida en Abril de 4878 antes de laapertura de la Exposición Universal.

Todos los viajeros gozarán de los mismos privi-legios; sin embargo, el precio del pasaje varía se-gún el tamaño del camarote y su situación, y segúnque se ocupe por una ó varias personas (20.000francos por una persona que ocupe un camarotesolo, y 46.000 por cada persona de las que quieranun camarote para dos).

¡Cuánta inteligencia revela la imaginación que hapensado en poner en ejecución un programa seme-jante! ¿Qué joven rico ó inteligente no será atraídopor el gran interés de hacer esa inmensa visita átodos los pueblos del mundo? ¡Cuánto daríamos, pornuestra parte, por asociarnos á esa hermosa expe-dición, por recorrer en diez meses y medio esetrayecto de 43.000 leguas marinas, durante el cualse recorrerán, no como simples turistas, sino comohombres que saben ver, estudiar y aprender, yguiados por las lecciones de sabios competentes,las naciones más ricas y más variadas del globo, elBrasil, Chile, el Perú, California, los Estados-Unidos, la Australia, el Japón, la China, el Indostany África! ¡Cuántas impresiones se recogerán duranteel camino! ¡Cuántos recuerdos gratos quedarándespués!

GASTÓN TISSANDIER.

EL TEATRO ESPAÑOL.

Señor Director de la REVISTA EUROPEA.Muy señor mió y de toda mi consideración: Su-

plico á usted la inserción de las presentes líneas ensu acreditado periódico. Se me han dirigido, durantemi ausencia de Madrid, varias alusiones, y,á truequedel señaladísimo favor que estoy seguro de alcan-zar, seré tan breve como pueda, comprendiendocuánto vale el espacio de estas columnas.

Page 31: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

N.° 461 H. M. CRÓNICA DE TEATROS. 383La respuesta de D. José Valero al Sr. Ducazcal, ó

al comisionado del Sr. Ducazcal, se me ha referidopor persona para mí muy digna de crédito; pero siaquel actor eminente, gloria de nuestra escena, de-clara que no es exacta, doy por sentado que no loes, aunque crea que merece serlo. Algunos amigos,por extremo maliciosos, me aseguran que pudieraexplicar la galante negación del Sr. Valero á hechosque yo tenía por ciertísimos, la casual circunstan-cia de haberse presentado al ayuntamiento de Ma-drid, en estos dias y de acuerdo con D. Felipe Du-cazcal, una proposición de dicho Sr. Valero y losSres. Vico y Fernandez (D. Mariano) que deseanrestaurar las glorias del antiguo corral de la Pa-checa, siendo ellos empresarios en la próxima tem-porada. ¥ (aun suponiendo que la tal proposiciónexiste, y yo lo dudo y quiero dudarlo) ¿eso quéprueba? ¿Prueba eso otra cosa que la buena amistadque reina entre los Sres. Ducazcal y Valero? ¡Cómose complace la gente, en este desventurado país, ensacar de quicio las cosas y en dar á todo interpre-taciones falsas y torcidas!

Debo declarar solemnemente que el artículo titu-lado El Teatro Español, que publiqué en esta Re-vista, y del cual tuve por conveniente después hacerun folleto, no es obra del Excmo. Sr. D. José deEchegaray... por la razón sencilla y contundente deque es mió. ¡<¿ué diantre! ¿Tanto han amargado y es-cocido mis verdades, que hasta de cuerpo, hasta devida... ¡hasta de nombre! se me quiere privar?¿Quién me ha metido á mí á decir verdades en épo-ca en que nadie las quiere oir? Este picaro genio,que ha de ser mi perdición, como decía mi abuela,que esté en gloria.

Si el artículo fuese del gran autor dramático, es-taría mejor pensado y mejor escrito. De todos mo-dos, no puedo menos do agradecer el error de losque, al atacar con suposición semejante la sólidafama del inmortal creador de O locura ó santidad,me proporcionan ocasiones de envanecimiento. Losviejos, aún más que los jóvenes muchas veces, vi-vimos de ilusiones, y, lo que es peor, necesitamosvivir de ellas.

Con diferentes ideas de las vertidas á vuela plu-ma y dejándome llevar de ia primera impresión enmi venturoso y desventurado folleto, yo misino nome encuentro conforme ya. Desde un principio heapuntado mi parecer con desconfianza y pedido átodo el mundo sus ideas y sus luces. Vengan enbuen hora las del Sr. Echegaray, que con la luz delsol se ha de ver más claro que con la menguada ymoribunda que despide la pobre lamparilla de miingenio. Yo no creo que los actores deben ganarhoy dia tan poco como Isidoro Maiquez y la RitaLuna. Creo que entre los 4 y los 40 duros, puedohallarse un término medio que permita vivir á losartistas sin matar el arte; creo que los actores.deayer pecaban por carta de monos, y que los de hoyhan sabido enmendar el pecado de sus predecesores.

Conste de paso, que yo no culpo, que yo felicito yhasta envidio á quien acepta un buen contrato librey reiteradamente propuesto por una persona mayorde edad, que no se encuentra falta de juicio ni dedinero. Estén seguros cuantos se consideran aludi-dos pdr unas palabras de mi folleto, que si AlbertoSanabria y Puig encontrase un editor que tuviera elmal gusto de pagarle los folletos á trescientos duros,pongo por caso, publicaría uno cada semana. Ysólo uno para no abusar de hombre tan guapetón yrumboso.

Al pedir al Gobierno una subvención para el Tea-tro Español, no la pedí como bello ideal, sino comoremedio desesperado, y único que á mi se me al-canzaba.

La amputación de un brazo no puede ser el belloideal de un enfermo, y por algún tiempo acaso leprolonga la vida.

El Sr. Roca, que se considera ofendido (creo quela cosa no es para tanto, Sr. D. Miguel) por unasfrases que, después de todo, van á darle ocasiónpara explanar un proyecto que aguardarnos lodos,yo el primero, con vehemente impaciencia, partici-pa de la opinión del Sr. Echegaray. Pues, presénte-me el Sr. Roca como consorcio posible el que yojuzgo inaceptable contubernio del arte y el nego-cio, pruébeseme que en España podemos hacer lomismo que en Francia con menos que en Francia, yno tendrán los enemigos de la subvención partida-rio más decidido que mi humilde persona.

Concluyo, señor director, dando ala prensa todade Madrid mil y mil gracias por unos piropos quecreo y deploro no merecer, mil y mil más a V. porla inserción de estos renglones, y declarando quelos que, según parece, desean hallar las señas de micasa y persuadirse de que, en efecto, soy un ser decarne y hueso, no han hecho para conseguirlo todoni la mitad siquiera de lo que aconseja la más vul-gar y pedestre práctica de las cosas del mundo. Noestoy dispuesto á satisfacer curiosidades pueriles,ni aun quejas injustificadas; he procurado no faltaren mi escrito á la verdad ni á las conveniencias so-ciales (lo cual me ha sido facilísimo), y me he mu-dado á un barrio lejano del centro de Madrid porqueel ruido me molesta y la mucha conversación meataca los nervios.

Soy de usted atento y fino servidor Q. S. M. B.

ALBERTO SANABRIA Y PUIG.

Madrid 14 de Marzo de 18TJ.

CRÓNICA DE TEATROS.

A falta de sucesos teatrales que narrar, porquela semana que hoy termina ha resultado para losespectáculos públicos de menos duración que laque el calendario le marcaba, y en los pocos diasque la autoridad civil le ha concedido de vida se hamostrado poco fecunda en novedades, algunos co-legas se han entretenido en hacer apreciacionesrespecto ala oportunidad ó á la inconveniencia, se-gún la idea á que se subordina el juicio, de resta-blecer la antigua prohibición de que los teatros fun-cionen desde el Viernes de Dolores hasta la Pascuade Resurrección. Nosotros nos abstenemos de cali-ficar la medida; no la consideramos ni inconvenien-te ni oportuna; no vemos en ella ninguna tendenciaespecial; no imaginamos siquiera que pueda atri-buirse al menor deseo de perjudicar á las empresas.Porque, para nosotros, no tiene más carácter que elde un precepto reglamentario, que, no por haberdejado de cumplirse en épocas anormales, deja deestar consignado en una disposición vigente aún(puesto que no ha sido derogada por ninguna otra)y tan justa y acertada como el Decreto sobre tea-tros expedido en Julio de 1852 por el Sr. Beltran deLis. Pero ¡ay! ¿por qué, conservándose memoria en

Page 32: REVISTA EUROPEA. - · PDF filetejer la historia de la inacabable dinastía de los Amadises. ¿Se han tenido presentes todos los datos que la historia puso en juego en la cultura de

384 REVISTA EUROPEA.—25 DE MARZO DE 1 8 7 7 . N.' 161

la esfera gubernamental de tan prudente disposiciónpara atenerse á ella en determinados detalles, nose recuerda también el laudable fin para que sedictó, y en la seguridad de que sería el más eficazremedio para contener la rápida decadencia y talvez, próxima ruina del Teatro español, no se procu-ra cumplirla y hacerla cumplir en su totalidad? ¿Debeconsiderarse en vigor solamente para minuciosida-des, para lo que acaso hace treinta años era la sa-tisfacción de un deseo generalmente manifestado,si no generalmente sentido, pero que hoy, hasta porseveros moralistas, se considera causa contrapro-ducente? ¿Se reconoce ahora monos que en 1852 lainfluencia civilizadora del teatro? ¿Inspira la escenaespañola menos interés á los gobernantes de estaépoca, que el que patentizaron con sus previsorasmedidas los ilustres Sres. Beltran de Lis y Sarto-rius?

¡Pobre idea formaría la posteridad de los que entan importante asunto desdeñasen imprimir la hue-lla de su ilustración!

El teatro Real no ha podido dar más que dos re-presentaciones; una de la ópera de Meyerbeer LosHugonotes, y otra de la de Rossini Otello. Esta últi-ma, á beneficio de la viuda del Sr. Skoczdopole.

En la próxima semana llegará á Madrid con sucompañía la eminente trágica Sra. Pezzana, que,como hemos dicho, va á funcionar en este teatro, yen los primeros dias de Abril dará principio á sustareas.

—En el teatro de Jovellanos se ha puesto en es-cena tres noches la opereta cómica Madama l'Arci-ducca, en cuya ejecución han obtenido nuevostriunfos la simpática artista María Frigerio y el ac-tor cómico Sr. Ficarra.

—En el teatro Español se dispone para el benefi-cio de la apreciable actriz doña Concepción Marinuna obra nueva en tres actos titulada La dama delrey, de la que se tienen buenas noticias.

—En el de Novedades se han ofrecido algunas re-presentaciones más de la comedia de magia La al-moneda del diablo.

—El de la Comedia deja por algún tiempo de es-tar á cargo del Sr. Mario. La nueva empresa que sepropone explotarlo tiene ya formada su compañía,de la cual forman parte las Sras. Alverá de Nestosa,Alvarez Tubau de Hernando, Valverde y Balleste-ros, y los Sres. Morales, Castilla, Alverá y otrosbastante conocidos.

Celebraremos que no menudeen tanto los fraca-sos como hasta ahora hemos tenido ocasión de la-mentar.

En el teatro y circo de Madrid, propiedad delbanquero Sr. Eivas, se han dado ya este año cuatrode los ocho ó nueve conciertos que en todas lasprimaveras dedica al público madrileño la gran So-ciedad que creó Barbieri, y que, lo mismo bajo ladirección de éste, que conducida por las batutas deGaztambide, Oudrid, Monasterio y Vázquez, no hadejado nunca de conservar su merecida importan-cia artística. Delicado de salud el Sr. Monasterio,que tan gratos recuerdos deja en la Sociedad deConciertos y en el público, ha tenido que encargar-se este año de la dirección el maestro Vázquez, ypor cierto que ha merecido y está obteniendo losaplausos del público.

Los que dominados por esa ligereza de juiciostan frecuente hoy, y de que tantas muestras seoyen en los pasillos de los teatros, se entregan ácomparaciones ociosas é injustificadas entre tal ócual director de los conciertos en distintas épocas,no dan pruebas ciertamente de prudencia ni aun dediscreción. Las pequeñas diferencias que pueda ha-ber en la dirección de distintos maestros, no son nipueden ser apreciadas por el público en general,sino en el caso de que uno lo haga bien y otro mal;y como este caso no se ha dado afortunadamente,pues todos los que hasta ahora han estado al frentede la Sociedad han cumplido admirablemente sucometido y han merecido por completo los aplau-sos del público y los plácemes del mundo artístico,de aquí que debamos censurar esa intemperanciacon que algunas personas se entregan á compara-ciones inútiles y á juicios tan ligeros como impre-meditados. Barbieri, Oudrid, Gaztambide, Monaste-rio, Vázquez, cada cual tiene (ó ha tenido, porquedos de ellos no existen ya por desgracia) sus con-diciones personales como artistas, pero todos sonigualmente dignos de los puestos que han ocupado,y el público en general, que no se engaña, así loha demostrado siempre.

Pocas veces se dan en nuestro país casos tan pal-pables de perseverancia como el de la Sociedad deConciertos y el del público que la favorece, lo mis-mo en la primavera que en el verano. Este año, co-mo todos, las personas que están abonadas se hanapresurado á renovar su abono, y conservan susderechos como una nobilísima tradición en las fa-milias; este año, como todos, las pocas localidadesque salen á la venta, por estar abonadas por reven-dedores, se cotizan á precios altos; este año, comotodos, el público llena el anchuroso local y aplaudecon justicia á los profesores de la Sociedad y á losautores de la música tan admirablemente inter-pretada.

Con buen acuerdo dio á conocer la Sociedad ensu tercer concierto una marcha de Wagner, comomuestra de la última obra de este autor, El anillode los Nibelungos; pero si el público ha de formarsu opinión, será preciso tocarla más de una y másde dos veces, y creemos que asi lo hará la So-ciedad.

R. M.

Fotografía sobre talco.Un subteniente de la artillería de reserva del

ejército francés acaba de hacer en Nantes un des-cubrimiento destinado á un gran adelanto en la fo-tografía. El inventor ha encontrado, el medio defijarla fotografía sobre talco, producto mineral quetiene la trasparencia del cristal y que r,o se rompeaun teniendo la finura del papel. Las fotografías, queson inalterables, tienen más de brillante que las fo-tografías esmaltadas, y pintadas por debajo puedenformar las miniaturas más admirables que existen.Los productos que sirven para estas pruebas sonde precios mucho más económicos que todo loconocido hasta ahora.