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Posmodernidad y Dolor

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Page 1: Revista Electrónica D-Mentes Virtuales febrero 2015
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“Nunca sacudí mi sombra”, Andrés Ordaz.http://andresjaos.wix.com/artistaplastico

http://andresjaos.wix.com/artistaplastico#!obras-/c1uc5

“En un universo donde el éxito consiste en ganar tiempo, pensar no tiene más que un solo defecto, pero incorregible: hacer

perder el tiempo”.

Jean-Francois Lyotard.

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Kilómetro 8.5 Carretera a Matehuala Soledad de Graciano Sánchez, San Luis Potosí.

Teléfonos: 01 (444) 100-92-50 y 831-20-23

@CPDENPClínica Psiquiátrica Dr. EverardoNeumann Peña

www.wix.com/psiquiatriaslp/clinicapsiquiatrica

CONTACTO CARTA EDITORIAL

ecordamos aquellas generaciones, a las precedentes de la era digital, de las sociedades informatizadas, de las conductas y normas en masa no con el sentido cultural y antropológico que permitieron a la humanidad extenderse y dominar la vida sobre la tierra, sino en un sentido mecánico, donde el caos, la desigualdad social, la mo-nopolización y capitalización dominan el existir de las mentes frá-giles que no creen en un futuro más allá del avance tecnológico.

No por condición racial, sino por muestra de trascendencia y de hechos sociales, muchos pensaban que el mundo se acaba-ría cuando fuera gobernado por un presidente de color negro y por un Papa latinoamericano. Hoy en día estas personas nos han permito dar cuenta de lo tanto que ha cambiado nuestro en-torno, nuestra Fe y nuestra idealización de lo que es el humano.

En pleno siglo XXI, los cambios climáticos aberrantes y de-vastadores y los actos opresores y denigrantes por parte de las autoridades, de los sistemas corruptos y explotadores parecen ser opacados en el interés social ante el avance jubiloso de la tecnolo-gía: objeto precioso de la posmodernidad. El Hombre va perdien-do gradualmente la Fe en un Dios, que por correspondencia ética lo vinculaba a la responsabilidad y el cuidado de la vida del otro. El vínculo social de nuestra sociedad se va difuminando cada vez más, pasando de la civilización social a la postura egodistó-nica del ahora y del “yo puedo”, cambiando así el orden social en una espiral regresiva de odio y agresividad contra sí mismos.

En la presentación de este segundo número se trata de dar cuenta, a través de la apreciación literaria, artística, filosófica, aca-démica y sarcástica, del dolor producido por las condiciones pos-modernas de la sociedad, que sin duda alguna generan avances tecnológicos e informativos. En un panorama donde la inteligen-cia artificial va dictando la forma de vivir a sus nuevos aparatos a control remoto, el Homo Sapiens, sufrir y dolerse de algo está re-gulado y sancionado por las nuevas prácticas en el terreno “PSI”.

R

DIRECTORIO

DIRECCIÓN GENERALDra. Elía del Carmen Echeverría Carrera

Dra. Sarah Antonieta Navarro Sánchez

C. Arturo Flores ArriagaC. Karen Cerecer

C. Francisco Javier Fuentes Villanueva

Dr. Luis Manuel Marentes Zapata

Psic. Emma Lourdes Cerecer Ortiz Psic. Salvador Ramos Rodríguez

L.C.C. César Armando Fuentes GonzálezIng. Elect. César Alejandro Gámez Vázquez

COORDINACIÓN CIENTÍFICA

COORDINACIÓNCULTURAL

EDICIÓN Y REDACCIÓN

DIFUSIÓN

ILUSTRADORES

DISEÑO GRÁFICO

Page 4: Revista Electrónica D-Mentes Virtuales febrero 2015

Dra. Elia del Carmen Echeverría CarreraDirectora de la Clínica Psiquiátrica

Dr. Everardo Neumann Peña

n la actualidad la vida nos ofrece un sinnúmero de opciones para disfrutar de ella o si se quiere ver desde otro punto de vista, de fomentar una vida hedonista, en donde lo primordial es gozar y satisfacer las demandas físicas o psíquicas a través del placer y por lo tanto evitar en la medi-da de lo posible el dolor. Lo anterior colo-ca al ser humano en una posición primitiva y con pocas posibilidades de transformar-se, evolucionar y por ende de trascender.

El dolor como sustantivo o calificativo ha estado presente a lo largo de la historia, ya que es inherente al desarrollo filogené-tico y biológico de la raza humana. Tam-bién ha sido el medio para el desarrollo de grandes obras de artes visuales, literatura y música; además de haber contribuido

en el campo científico y tecnológico.

E Aceptar la presencia del dolor nos brinda la oportunidad como médicos de prevenir situaciones que pueden poner en riesgo la vida, desde un abordaje psico-lógico debiera contribuir al desarrollo de las personas en las diferentes etapas de la vida y desde el punto de vista religioso, espiritual o filosófico le da sentido al sufri-

miento personal o colectivo.

Con lo anterior, quiero subrayar que las manifestaciones del dolor son múlti-ples, que está presente en la vida cotidiana y por lo tanto su intervención y enfoque se torna multidisciplinario y es con esta di-versidad que el lector dará cuenta de los trabajos aquí realizados y con los cuales ampliará su conceptualización y óptica del

dolor en estos tiempos postmodernos.

Posmodernidad y Dolor

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ÍNDICE

1. Lo Intersubjetvio del Dolor Gabino Antonio Gutiérrez Ríos........................................................................................10

2. La «Melancolía» en El Quijote, Hamlet y Freud Edgar Alberto Sánchez Hernández.................................................................................16

3. Modernidad y Postmodernidad en Clave Filosófica Ricardo Leal Aradillas..........................................................................................................20

4. Calidad de Vida en el Paciente Quemado Huguette Hinojosa-Moreno, Mario Aurelio Martínez Jiménez...........................28

5. Antrophos Salvador Ramos Rodríguez................................................................................................32

6. Lo Primitivo de la Posmodernidad Emma Lourdes Cerecer Ortiz............................................................................................36

7. Pasión por la Postmodernidad Luis Manuel Sánchez Leija..................................................................................................39

8. La Selfie Luis Marentes.........................................................................................................................40

9. Los Pedazos de Carne no Hablan Tamina Orce............................................................................................................................41

10. Noche de Brujas Gonzalo Martínez Espiricueta.........................................................................................44

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Lo Intersubjetivo del DolorP. Psicología Clínica: Gabino Antonio Gutiérrez Ríos.

Asesora: Karina Oviedo Caro.Universidad Tangamanga Plantel Saucito.

[email protected]

“Si tú tienes, sin embargo un amigo que sufre, sé para su sufrimiento un lugar de descanso, más, por así decirlo, un lecho

duro, un lecho de campaña: así es como más útil le serás”.

F. Nietzsche.

El espejo que se ve de una persona a otra es algo intacto, algo que es aparentemente efímero, pero la verdad es que es algo que ha existido desde siempre, algo que nos han quitado, que las cosas diarias nos impiden sentir, que tene-mos miedo a esa sensación: el

dolor.

“ “

manera de introducción y para comprensión de los lectores, el presen-te ensayo tiene la finalidad de plantear y responder algunas de las necesida-des observadas en mi experiencia clínica respecto al trato humano hacia los pa-cientes con dolor psíquico profundo, que es percibido por parte del perso-nal de salud mental que en él interviene.

Este trabajo se fundamenta en los es-critos de Nietzsche “Así hablo Zaratustra” cuyo objetivo se centra en la humanización, trasformación y abordaje del ser humano como un ente independiente. Partiendo de esta perspectiva, se desarrollan las siguien-tes ideas, que pueden apoyar el trato hacia las personas que presentan algún tipo de sufrimiento psíquico. El espejo que se ve de una persona a otra es algo intacto, algo que es aparentemente efímero, pero la verdad es que es algo que ha existido des-de siempre, algo que nos han quitado, que las cosas diarias nos impiden sentir, que tenemos miedo a esa sensación: el dolor.

Las tres metamorfosis planteadas por Nietzsche se me hacen parecidas a la transformación del dolor en el ser huma-no, o bien lo tomaré para describir cómo es que se forma esta idea que en lo per-sonal me ha servido para entender este sentimiento escondido, pues bien “indi-caré las tres transformaciones del espíri-tu: el espíritu se convierte primero en un camello, el camello se vuelve león, y fi-nalmente el león se vuelve niño” (Nietzs-che, 2003, p. 21). El camello es sin duda un animal dócil y lento que esconde en sí algo, eso que nosotros escondemos, y tie-ne en sí un verbo de consigna obligada.

A

Comenzaré de aquí para hablar acer-ca del dolor, especialmente del dolor en el trauma psíquico.

Retomando la idea del camello, este nos sirve como soporte del trauma vivido, aquel que se repite indefinidamente, cual carga pesada a lo largo del desierto. Algu-nos autores apuntan que existe cierto dolor que es recurrente y con fuerte carga emo-cional a lo largo del tiempo que nace de la infancia por el pobre desarrollo o cum-plimiento de las necesidades emocionales (amor, cariño, cuidado, etc.), esto en tér-mino de procesos relacionales que tienen como objetivo fortalecer la funcionalidad yoica del individuo y crear en sí mismos confianza y seguridad (Coderch, 2013). Si este proceso ocurrido no es cubierto con sostén emocional, es decir un hom-bro cálido más que una mirada insipiente y desinteresada, una persona fácilmen-te se desintegrará en profunda soledad.

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Arturo Flores

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La siguiente idea es que el ser humano logre dicha transformación hacia el león, ese momento en el que se puede aceptar o dejar el dolor psíquico, esa transforma-ción que se trastoca cuando nuestra piel siente celos de que miremos a nuestros huesos. Sin embargo, pocos son los que lo logran, en este aspecto los que tienen un diagnóstico claramente clasificado, como bien dice Nietzsche (2003) “muy pocos son independientes: este es un privilegio de los fuertes” (p. 42). Refiriéndome aquí a la independencia de sentir dolor en el tiempo y momento indicado, cual intensi-dad rebase los límites de lo que se permite sentir. Solo en este momento ocurren dos cosas importantes: una trasformación y un diagnóstico psiquiátrico. Pero simple-mente esta última idea me causa incomo-didad, cosquilleo y algo de nausea, pues ¿cuál sería nuestra obra para con los que sufren? ¿Tenemos acaso que ignorar su estancia en el estado de profundidad en el que se encuentran? O bien, pondría en cuestión la descripción que cita Foucault de Sournia (2014) de que la observación es de la misma manera como se observa a los astros o a un experimento de labo-ratorio (p. 19). Esta última descripción in-cluso me aterroriza, pues adentrándonos al campo de la salud mental veríamos de manera epidérmica a nuestros pacientes que navegan sobre mares que muchas de las veces vemos con ojos pequeños, dete-niendo el proceso de metamorfosis descri-to y tomado para la explicación del dolor.

El paroxismo que muchas veces se lle-ga a tener, nos convierte en hombres que buscan la transformación de uno u otro modo, pero no es menester propio de los profesionales de la salud mental que-brantar la voluntad de vida mostrada in-tersubjetivamente. Schopenhauer (2009) menciona “cuando ha logrado recorrer todos los grados de la creciente angustia, cuando después de una resistencia supre-ma, llega a tocar el abismo de la deses-peración, el hombre vuelve a entrar súbi-tamente en sí mismo, se conoce, conoce el mundo, se trasforma su alma, se eleva por encima de sí misma y de todo sufri-miento” (p. 58). El punto a tomar es que el dolor siempre o casi siempre llega sin avisar; sin embargo, creo que nosotros mismos buscamos esa transformación, excepto en los casos de dolores traumáti-cos exógenos que es aquí donde nosotros como seres humanos debemos sentir no subjetivamente, sino intersubjetivamente. Me gustaría hacer mención de la diferen-ciación del dolor y el sufrimiento, no antes de dejar en claro que en ambos términos se tiene consigo una relación contextual no completada, retomando aquí puntos descritos por Descartes: res cogitans y res extensa, (sustancia pensante, sustancia extensa). El dolor viene a ser un material vivido y guardado en la sustancia extensa (cuerpo) que se manifiesta por medio de dolores somáticos como ansiedades, an-gustias o dolores físicos. Menciona Ávila (2011) “el dolor mental humano es un dolor en silencio, que como el dolor animal que lo afronta a través de la inmovilización de sus miembros o la inhibición de la acción, el dolor mental es una mensajero mudo de la muerte psíquica” (p. 131). Este dolor hu-mano o dolor mental, como lo describe Fle-ming (2005), es una frontera entre el soma y la psique, esto que se habla pero no con voz, es decir: “la danza conductual y mú-sica somática” (McLaughlin, 1992, p. 151).

El dolor viene a ser un ma-terial vivido y guardado en la sustancia extensa (cuerpo) que se manifiesta por medio de dolores somáticos como ansiedades, angustias o dolo-

res físicos.

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El sufrimiento es bien la resonancia de dicha emocionalidad que es percibida por medio de nuestras capacidades hu-manas, dichas que hemos perdido, como hago mención al inicio del texto, pues podemos ver el dolor, pero no podemos entrar en este océano intersubjetivo del sufrimiento. El sufrimiento es entonces un último paso al duelo, el dolor es sos-tenido como la confrontación con la he-rida narcisista del no cumplimiento de los deseos, o bien la privación o pérdida del objeto de amor (Ávila, 2011, p. 136); mientras que el sufrimiento es un acom-pañamiento social donde busca liberarse, así como se libera el dolor plasmado en sufrimiento en las notas musicales o en lo bello de las pinturas o poemas, ese dolor de la mano que escribe a medio corazón y el remitente derrama lágrimas silenciosas.

Stolorow (2007) menciona que lo que está destrozado y la oscuridad pueden ser sostenidas durante mucho tiempo (temporalidad), no en soledad, sino en contextos relacionales de profunda sin-tonía y entendimiento emocional (p. 78).

Hasta este punto hemos cubierto la transformación del león, esa búsqueda y ruptura de las reglas universales que des-criben cuándo y cómo sentir, que nos aíslan de lo social y los médicos de la salud men-tal muchas veces detienen con cargas me-dicamentosas y sirven como obstrucción del torrente a la transformación humana.

Un bello aforismo descrito por Nietzs-che (2003) puede abrir la mente para con este tema:

¿Quién eres, viajero? Te veo hacer tu camino sin desdén, sin amor, con una mirada indescifra-ble; húmedo y triste como la sonda que, desde las más profundas simas, vuelve insatisfecha a la luz. ¿Qué buscabas en esas profundidades? Tu pecho no suspira; tus labios disimulan su asco; tus manos se aferran torpemente a las cosas. ¿Quién eres? ¿Qué has hecho? Descansa aquí: este lugar brinda hospitalidad a todos. ¡Recupe-ra tus fuerzas! Seas quien seas, ¿Qué te agrada-ría? ¿Qué te ayudaría a recuperarte? No tienes más que decírmelo. Te ofrezco cuanto tengo.

¿Que qué necesito para recuperarme? ¡Qué curioso eres! ¿Qué has dicho? Dame, te lo rue-go…

¿Qué? ¿Qué? ¡Dilo!

¡Otra máscara! ¡Dame una segunda masca-ra! (p. 224. Aforismo 278)

Aquí ponemos a prueba la capacidad del médico de la salud mental para con sus pacientes. Este aforismo abre puertas a un pensamiento concreto de que es lo que estamos haciendo ahora con el dolor. ¿Es-tamos llevándolos a la transformación hu-mana? ¿Cuántas máscaras se ponen frente al que sufre?

Me permito describir una historia que en mi joven experiencia en el trabajo clí-nico me ha llevado a pensar infinidad de cosas, pues me ha consternado el simple hecho de como en este tipo de situaciones imposibilita el paso al sufrimiento huma-no, a ese sufrimiento que cura y reconfor-ta, que se tiene intersubjetivamente y que permanece oculto entre el paciente y el profesional de la salud mental.

Obra: “La Despedida” 1958 Autor: Remedios Varo

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Se trata de una mujer que derivado de un trauma psíquico profundo (me refiero aquí a la temporalidad del trauma) que en el proceso de duelo debido a la pérdida de un ser querido se le prohibió el sufrimiento (el llorar, el hombro) teniendo un insonda-ble encapsulamiento de ese dolor dentro de su cuerpo, dando como resultado difí-ciles dolores mentales, que se manifiestan como medios masoquistas con altas dosis de ansiedad y manifestaciones conductua-les, cefaleas y algunos síntomas somáticos de intenso dolor. Durante las sesiones de apoyo y seguimiento se hablaba con ella la necesidad de escucha y de sostén man-teniendo hacía ella una actitud acogedora, pues me interesaba ayudarle. De acuerdo a Leo Stone (1981) “ese ‘amor’ implícito en la empatía, escuchar e intentar enten-der con una dedicación no seductora a la tarea, el sentido de plena aceptación, res-peto y, a veces, el sencillo fenómeno de la pura paciencia confiable, puede tener un lugar igual o casi igual en importancia a las puras habilidades interpretativas” (p. 114).

Durante una de las sesiones manifesta-ba una ansiedad creciente, a lo cual me co-mentaba: “cuando ocurrió el suceso no tuve tiempo para sufrir, para llorar con alguien, estaba prohibido llorar” sic. pac. En este espacio sentía una profunda sensación de resguardo, sus ojos querían experimentar el sufrimiento guardado pero se manifestaba con dolor, yo veía en sus ojos unas ganas inmensas de llorar pero por obvias razones no salía de sus ojos ese sufrimiento, fue en este momento cuando comprendí qué era lo que necesitaba. Después, ella se dio cuenta de que sus manifestaciones con-ductuales eran un camino para completar lo prohibido, su sudoración a veces exce-siva de manos era una “música somática”.

En estos momentos recordé las pala-bras de Joan Coderch que dijo a un pa-ciente: “Tu sufrimiento es un dolor hu-mano, y por esto cuando las campanas doblan por ti, también doblan por mí”.

Fue aquí cuando comprendí que lo que pasaba era un diálogo humano, intersub-jetivo y cálido en el que ella me trataba de decir algo, algo que callaba su voz pero lo decía su cuerpo. Ese día le hice mención de las palabras dichas por Coderch, adecuán-dolas a su caso, y se produjo un cambio muy notorio en su rostro, mencionando: “¿entonces no estoy loca?” sic. pac. Esto me produjo algo de desconcierto, pues ¿quién le dijo tal cosa? O bien, ¿quién la hizo sentir así? Respondí claro a su pre-gunta, con tacto humano, notando que su ansiedad iba disminuyendo gradualmente mientras hablaba. Esa sesión terminó y se-guí pensando en el transcurso de la jorna-da en el fuerte dolor que ha de sentir al no poder experimentar esa evolución al sufri-miento; pensaba que si no se le brindaba ese espacio de sintonía seguiría con dichas manifestaciones.

El día siguiente acudí a sesión, en la cual lo primero que comentó fue que la noche anterior por fin había podido llorar: “lloré por mucho tiempo, no me importó nada, no me dio pena, sentí mucha calma, ya no tenía la necesidad de hacerme daño ni tenía ansiedad…” sic. pac. Cuando me dijo esto vi en ella una suavidad, solo que sus ojos miraban a otro lado: “lloré mucho, las enfermeras me llevaron con ellas y le hablaron al doctor; él llegó y me inyectó algo para calmarme… me quedé dormida” sic. pac. Esto de cierto modo me produjo la sensación de inconformidad y la nota-ba en ella, pues, lo mismo que su familia en el momento del suceso, se le impidió el sufrimiento, de igual manera se había ma-nifestado en el momento de administrarle el medicamento, se le impidió sufrir. La se-sión de ese día terminó con un comenta-rio muy exacto: “los medicamentos no me sanarán el alma” sic. pac. Esto realmente fue un grito de su gran dolor y sufrimiento guardado.

Este pequeño relato de dos sesiones abrió mis ojos de manera abrumante.

No podía creer lo que ante ella pa-saba, no podía cree el gran esfuerzo que hacía para poder salir de esa soledad y buscar un hombro cálido quien le apoyara.

CONCLUSIÓN:

Ahora completando el proceso de las tres metamorfosis, habiendo relatado mi experiencia clínica me surge la duda si no-sotros como servidores de salud mental apoyamos a que nuestros pacientes ten-gan una metamorfosis, una tercera trans-formación descrita por Nietzsche (2013) “el niño” pues, como bien dice: “el niño es la santa afirmación del sí. En el juego de crear, hermanos, se necesita expresar el santo sí, pues el espíritu quiere ahora hacer su propia voluntad, y al retirarse del mundo, conquistar su propio mundo” (p. 22). A partir de esto podemos plantearnos si tenemos la capacidad de estar en sin-tonía con nuestros pacientes, o creemos egodistónicamente que ese paroxismo es efímero, que no tiene una raíz ni un fin. El dolor es una alucinación, algo que existe solo en la realidad del paciente. Se habla aquí de un dolor posmoderno que limita, que no se siente humanamente.

REFERENCIAS.

Ávila Espada, A. (2011). Dolor y sufri-miento Psíquicos. Clínica e Investigación Relacional, 5 (1): 129-145.

Coderch de Sans, Joan. (2013). Los trau-matismos emocionales en la infancia y ado-lescencia y la necesidad de amor. Clínica e Investigación Relacional, 7 (2): 338-347.

Fleming, M. (2005). The mental pain of the psychoanalyst: A personal view. Int. Fo-rum Psychoanal., 14, 69-75.

Foucault, M. (2014). El nacimiento de la clínica. Ed. Siglo veintiuno.

Nietzsche, F. (2003). Más allá del bien y del mal. Ed. Edimat.

Nietzsche, F. (2013). Así habló Zaratus-tra. Ed. Tomo.

McLaughlin, J. (1992), Non-verbal be-haviors in che analytic situation: the search for meaning in non-verbal cues. In: When the Body Speaks: Psychological Meanings in Kinetic Clues. Eds. S. Kramer and S. Akhtar. Northvale, NJ: Jason Aronson, pp. 131-16.

Schopenhauer, A. (2009). Los dolores del mundo. Ed. Sol90.

Stone, L. (1981), Notes en the nonin-terpretive elements in the psychoanalytic situation and process. J. Amen Psychoanal. Assn., 29: 89-11.

Stolorow, R. D. (2013). Trasladores, Re-peticiones eternas y la Fenomenología de la Temporalidad Traumática. Clínica e In-vestigación Relacional, 7 (1): 75-78.

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Hamlet vive sumergido en un mundo sin sentido, perso-naje que encarna la tristeza, la melancolía que le permite dar sentido a ese sinsentido

que es su vida.

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La «Melancolía» en El Quijote, Hamlet y Freud

Edgar Alberto Sánchez Herná[email protected]

«Sedet aeternumque sedebitInfelix theseus»

Virgilio ensar en la «melancolía», es pensarse en uno mismo como objeto de la pérdi-da, la abominación que causa el ser. Las diferentes aproximaciones ubicadas en las obras de Cervantes, Shakespeare y Freud, indican esa melancolía «como una forma de amor desgraciado» (Barta, 2011). Una forma en la cual el ser humano es confi-nado a sufrir; estableciendo en un primer orden las obras, El Quijote y Hamlet, como el nacimiento de la novela, o de la literatu-ra moderna, siendo precursores de las «ar-tes del lenguaje», obras que proponen la utilización del lenguaje como una medida para la demostración de la «melancolía».

Es decir, una búsqueda por la confirma-ción o ejemplificación de la verdad, donde concluyan formulaciones de la obra litera-ria, a través de pasajes cargados de ma-lestar y dolor provocado por eso que se ha perdido. El Quijote y Hamlet desenca-denan ese dolor ante la pérdida del objeto amado, inventado en el caso del Quijote.

«Árboles, yerbas y plantasque en aqueste sitio estáistan altos, verdes y tantos

si de mi mal no os holgáis,escuchad mis quejas santas.

Mi dolor no os alboroteaunque más terrible sea,pues por pagaros escoteaquí lloró don quijoteausencias de dulcinea

del toboso»(Cervantes, 2004, 251)

Esa pérdida imaginada, provocada por Dulcinea, El Quijote es la historia de la melancolía, del personaje melancólico. Alonso y Fernández nos indica: esa me-lancolía imaginaria, «(Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancó-lico se muera de risa…), que podría hacer-nos creer que El Quijote, es “un antídoto de la melancolía”» (2005, pg. 31), debido a esta concepción El Quijote es remitido a la búsqueda de una melancolía imaginada, siendo en la melancolía la respuesta a su sufrimiento.

El Quijote, busca imitar la melancolía como una forma de vida, donde el inge-nio de vivir entre el mundo antiguo y lo moderno; la «Melancolía católica» es el supuesto del enfrentamiento a la toma de decisiones, a la tensión del libre albedrío, concepciones propuestas en la España del siglo XVI. Encontramos en la obra del Qui-jote esta decisión de posicionarse entre Roldan «Orlando furioso», Ariosto o Ama-dis, personaje que se sume en la tristeza ante la pérdida del objeto amado, quijote toma la decisión de pertenecer Amadis.

Sin embargo, en la obra Hamlet, la melancolía es definida por la pérdida real, pérdida del objeto amado.

« ¿Quién es el que da a sus penas idioma tan enfático, el que así invoca en su aflic-ción a las estrellas errantes, haciéndolas

detenerse admiradas a oírle?...Yo soy Ha-mlet, príncipe de Dinamarca»

(Shakespeare, 2001, 117).

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Aristóteles menciona a la melancolía como un rasgo temperamental característico de los hombres excepcionales (peritoi), de «...todos los que han sobresalido en la filoso-fía, la política, la poesía o las

artes».

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Hamlet vive sumergido en un mundo sin sentido, personaje que encarna la tris-teza, la melancolía que le permite dar sen-tido a ese sinsentido que es su vida. Hijo de un rey asesinado, también llamado Ha-mlet, asesinado por Claudio, amante de su madre.

Ante este sentido, Hamlet realiza dife-rentes configuraciones, como lo es la visita del fantasma de su padre, que le revela la traición de su tío y de su madre.La obra de Hamlet, puede considerarse como una tragedia, una serie de enve-nenamientos, asesinatos y locura. Rogert Barta nos dice: «es una melancolía real, una manera de responder, ante un mun-do que carece de sentido» (Barta, 2011). Es conocido que Shakespeare se informó sobre el tratado sobre la melancolía de Ti-mothy Bright, y tomó el proceso de la an-gustia del pecado original.

La melancolía ha sido objeto de nu-merosas investigaciones, encontramos en los estudios realizados por Robert Burton, en La Anatomía de la Melancolía, ensayo (1621-1624), un estudio detallado de la melancolía a través de la historia, siendo una forma de rendirle culto, un templo de la melancolía.

Establecer diferencias en la forma de con-cebir la melancolía, es contrastar la cultura protestante en Inglaterra y la cultura cató-lica de España del siglo XVII. Es decir, una producción por la salida del hombre del paraíso «por ejemplo, así la entiende Hil-degarda de Bingen, en el s. XII», identifica-da con enfermedad y pecado, una tristeza excesiva e impaciente ante Dios.

La melancolía se transforma en algo po-sitivo gracias a un factor fundamental: la reactualización del concepto aristotélico de melancolía, contenido en los «Proble-mata XXX». Aristóteles menciona a la me-lancolía como un rasgo temperamental ca-racterístico de los hombres excepcionales (peritoi), de «...todos los que han sobresa-lido en la filosofía, la política, la poesía o las artes».

Estableciendo como rasgo significativo la melancolía:

«...como se elevan las sibilas y los adivinos y cuantos están inspirados por los dioses.”

(loc. cit.) Y todas las personas melancólicas reciben a causa de su condición natural

“grandes regalos» (Higuera, 2013, pg. 5).

El concepto de melancolía, como veía-mos al principio, liga la inmanencia de la obra, lo que en ella se cuenta, con el es-pacio exterior de los acontecimientos his-tóricos. Pero también es lo que vincula esa interioridad de la obra con el espacio de discurso que ella hace históricamente po-sible. La melancolía, se reúne aquello a lo que responde Cervantes y Shakespeare, su respuesta original.

Sin embargo, a principios del siglo XX. Freud en su ensayo Duelo y melancolía (1915), propone a la melancolía como ese sentimiento general de inhibición produ-cido por una pérdida, la de un ser amado o la de una abstracción lo equivalente. Es-tableciendo diferencia entre lo que ocurre en el duelo, «en la melancolía no se sabe bien qué se ha perdido, de manera que, además, se es incapaz de sustituir el objeto amoroso por otro» (Higuera, 2013, pg. 2).

De tal forma los estados melancólicos se ven perturbados por el amor propio, empobreciendo el yo hasta incluso el ex-tremo de la autodisolución. Freud Afirma:

«...la pérdida, causa de la melancolía, es conocida al enfermo, el cual sabe a quién

ha perdido, pero no lo que con él ha perdi-do. De este modo nos veríamos impulsados a relacionar la melancolía con una pérdida

de objeto sustraída a la conciencia, dife-renciándose así del duelo, en el cual nada de lo que respecta a la pérdida es incons-ciente. [...]... la inhibición melancólica nos produce una impresión enigmática, pues

no podemos averiguar qué es lo que absor-be por completo al enfermo» (1973, 2092-

3, trad. de López-Ballesteros)

Por tanto es posible plantear diferentes concepciones de la melancolía, entre lo imaginario y lo real, esa perdida por el ob-jeto perdido, buscando sin encontrar, sien-do una fuente de descontento y amargura; sin embargo, también puede ser una res-puesta al origen del mundo. La melancolía es considerada como un templo al yo, a la individualidad, algo que nos resguarde del inevitable dolor.

BIBLIOGRAFÍA.

Alonso-Fernández, F. (2005): El Quijote y su laberinto vital, Barcelona, Anthropos.

Bartra, R. (2001): Cultura y melancolía. Las enfermedades del alma en la España del siglo de oro, Barcelona, Anagrama.

Cervantes, M. (1998): El ingenioso hi-dalgo Don Quijote de la Mancha, Barcelo-na, Instituto Cervantes / Editorial Crítica.

Freud, S. (1973): Obras completas, Ma-drid, Biblioteca Nueva, vol. II (trad. Balles-teros).

Higuera Espín, J. (2013). El Quijote y la melancolía. ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura, Vol. 189-760, marzo-abril 2013, a015 | ISSN-L: 0210-1963, obtenido: http://dx.doi.org/10.3989/arbor.2013.760n200

Shakespeare, W. (2001). Hamlet, Méxi-co, Ediciones Leyenda.

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René Descartes 1596 - 1650

Modernidad y postmodernidad en clave filosófica

Ricardo Leal [email protected]

El mismo Lyotard señala que “[…] en tanto que la ciencia no se reduce a enunciar regularida-des útiles y busca lo verdadero, debe legitimar sus reglas del juego. Es entonces cuando man-tiene sobre su propio estatuto un discurso de legitimación […]”

(Lyotard, 2004, p.9).

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n el campo de la filosofía la “con-dición postmoderna”, como tema, tiene orígenes humildes, demasiado humildes. Dicho tema irrumpe en un informe sobre el saber en las sociedades más desarrolla-das solicitado por el presidente del Conseil des Universités del gobierno de Quebec y a cargo del filósofo Jean-François Lyotard, es decir en un documento destinado a la burocracia. (Lyotard, 2004, p.11). En dicho texto Lyotard señala que ha decidido lla-mar “postmoderna” a la condición del sa-ber en las sociedades más desarrolladas y que dicho término está en uso en América en el campo de la sociología y de la crítica (Lyotard, 2004, p.9) aunque no se aclara a que crítica se refiere queda claro que no se habla de la teoría crítica pues esta es típicamente moderna incluso cuando trata temas postmodernos.

Tenemos entonces que Lyotard im-porta un término usado en América por algunos en el área de la sociología y de la crítica (presumiblemente crítica literaria y de temas estéticos y culturales) para abor-dar temas entorno al saber en sociedades desarrollas.

Tenemos de entrada que eso de post-moderno tiene que ver con el saber y que se distingue de la modernidad. Así lo que se entienda por postmodernidad debe empezar por aclarar en qué consiste la condición del saber en la modernidad. El mismo Lyotard señala que “[…] en tan-to que la ciencia no se reduce a enunciar regularidades útiles y busca lo verdadero, debe legitimar sus reglas del juego. Es en-tonces cuando mantiene sobre su propio estatuto un discurso de legitimación […]” (Lyotard, 2004, p.9). Al discurso de legiti-mación que trata sobre las reglas del jue-go de la ciencia y el conocimiento Lyotard lo llama “metarrelato”: “Así, por ejemplo, la regla del consenso entre el destinador y el destinatario de un enunciado con valor de verdad será considerada aceptable si se inscribe en la perspectiva de una unani-midad posible de los espíritus razonantes […]”(Lyotard, 2004, p.9).

De esta manera aquellos discursos que legitimen sus reglas del juego apelando a un metarrelato serán modernos. En oposi-ción a esto Lyotard señala como caracterís-tica de la condición postmoderna el hecho de que no se pueda ya recurrir a ningún metarrelato para legitimar las reglas del juego, en efecto eso del ‘fin de los meta-rrelatos’ es el eslogan de la postmoder-nidad. La aclaración del sentido de dicha sentencia es la tarea que nos proponemos en este texto.

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Cabe señalar aquí que cuando Lyotard habla de saber y de legitimación de las re-glas del juego de lo que se trata es de acla-rar en qué consiste que algo sea verdadero y no de que cosas sean verdaderas, pues las cosas se consideran verdaderas cuan-do cumplen todo aquello en que consiste que algo sea verdadero, la cuestión aquí es en qué consiste la validez de lo válido, en qué consiste la verdad de las cosas ver-daderas, qué nos legitima a llamar a algo verdadero. Esta distinción entre la verdad y las cosas verdaderas (entre la luz y lo ilu-minado) si bien no siempre se hace explí-cita (Lyotard si lo hace) es el tema de la filosofía de Platón hasta hoy, de hecho es la característica distintiva de todo aquello que pertenece al género filosofía. De aquí en adelante suponemos esta distinción ya que sin ella no se entiende nada. Tenemos entonces que en la medida en que la “con-dición postmoderna” tiene que ver con el saber también tiene que ver con eso de la filosofía y que al ser postmoderna y preci-samente por serlo no es moderna lo que implica que para saber qué es eso de la postmodernidad debemos primero saber que es la modernidad.

En Filosofía la modernidad empieza con Descartes. Para Descartes la cuestión de la validez, de la verdad tiene lugar en el enunciado. Para entender porque la cues-tión de la validez del enunciado es carac-terística de lo que empieza con Descartes cabe recordar que la filosofía griega hasta Aristóteles no parte de dicha cuestión sino que termina en ella. En la filosofía griega verdad se dice aletheia, una palabra com-puesta por el verbo lethein (ocultar) y la partícula privativa a- con lo que para los griegos la verdad es un desocultamiento, para desocultar algo ese algo tiene que estar primero ahí, ese estar primero ahí en griego se dice hupokeímenon. Ahora eso que está ya ahí está ahí de alguna manera, se presenta como algo, la manera en que algo se presenta se dice en griego katego-roúmenon. Tenemos entonces que algo se muestra de alguna manera, algo se mues-tra como algo, mostrarse, manifestarse se dice en griego apophaínein.

Dicha palabra griega es retomada por Aristóteles para caracterizar cierto tipo de decir, cierto tipo de enunciados, que él lla-ma logos apofantikós, y que comprenden aquellos juicios que afirman algo, son los juicios apofánticos (el adjetivo griego so-brevive en el género filosofía y tiene un uso técnico aunque en Grecia era palabra común). Tenemos entonces que sólo los enunciados que afirman algo pueden ser verdaderos o falsos y pueden serlo pre-cisamente porque en dichos enunciados comparece el ente al que se refieren. Es ca-racterístico del enunciado el que siempre se diga algo de algo y ese decir de algo es susceptible de ser verdadero en la medida en que guarda o interpreta la manifesta-ción de algo como algo. (Cfr. Heidegger, 2004, Marzoa 1994, 1995). Es en este sen-tido que eso de la validez y la verdad es di-ferente en Grecia, se parte de la interpreta-ción del ente en su mostrarse y se constata que todo ente siempre se muestra como algo, el enunciado es entonces la inter-pretación de dicho mostrarse. Se parte de la verdad como manifestación de la cosa, como su desocultación y se termina en el enunciado apofántico como el registro de dicho mostrarse, se va de la cosa al enun-ciado. “La proposición no es aquello en lo que la verdad se hace posible por vez pri-mera, sino al revés, la proposición sólo es posible en la verdad, en la medida en que se ha visto el fenómeno que los griegos designaban como verdad y que Aristóte-les captó conceptualmente con nitidez por primera vez.

La proposición no es el lugar de la ver-dad, sino que la verdad es el lugar de la proposición.” (Heidegger, 2004, p.113) La situación con Descartes es otra, ya no se parte de la cosa sino del enunciado, el lu-gar de la verdad es el enunciado y es des-de ahí arranca su pensamiento, es aquí donde la palabra griega hupokeímenon pasa a ser subiectum, es decir el sujeto del enunciado susceptible de predicados, del sujeto se dice algo. Descartes parte enton-ces del resultado de Aristóteles, del decir algo de algo, de predicar algo de un suje-to. Aquello que ahora hay que interpretar es el enunciado y no la cosa.

La verdad para Descartes es certeza ab-soluta, es decir que Descartes sólo acep-ta como verdadero aquello de lo que es imposible dudar, esta imposibilidad radi-ca para Descartes en la cosa misma que se juzga y no en algún acto de conciencia, ciertamente Descartes señala que al estar frente al papel y junto al fuego no puede dudar de ello pero admite que podría ser que estuviera soñando. Queda claro con esto que si bien no puedo dudar que es-toy viendo este papel puesto que lo estoy viendo sí puede acontecer que esté soñan-do o alucinando por lo que dicho conoci-miento no constituye una certeza.

En cambio, hay certeza cuando los con-tenidos de la cosa misma son los que im-piden dudar de ella, es decir que la cosa no es pensable con otros contenidos y que la alternativa es impensable. (Marzoa 1994) Descartes señala que la certeza es característica del conocimiento matemáti-co, para ilustrar esto brevísimamente con-sideremos el problema de la construcción de un triángulo obtusángulo (en espacio euclidiano) el adjetivo obtusángulo nos dice que el triángulo que se busca tiene dos ángulos obtusos, es decir iguales o mayores a 90 grados, pero 90 más 90 es 180 lo cual nos lleva a una contradicción ya que no importa cómo se intente hacerlo no se podrá construir nunca un triángulo con dos de sus ángulos sumando 180 ya que todo triángulo tiene tres ángulos la suma de los cuales es siempre 180. Esto es, el triángulo obtusángulo no es construible, es impensable, a esto se refiere Descartes con eso de que cuando hay certeza la al-ternativa es impensable.

En este sentido una cosa es verdadera para Descartes en la medida en que puede ser construida y dicha construcción para él es siempre un proceder que tiene lugar en la mente, que tiene lugar en la conciencia, ésta es siempre supuesta como lugar de toda construcción, de todo proceder de la razón y en tanto está siempre ya allí como locus de la verdad y de todo proceder es un subiectum, es sujeto, la conciencia pasa a ocupar el lugar que para los griegos ocu-paba el hupokeímenon.

Este proceder de la razón es también radicalmente diferente del proceder aris-totélico (el silogismo) entre otros. El proce-der silogístico va de lo universal a lo parti-cular en donde la premisa mayor contiene en su extensión a la menor, así, por ejem-plo, en el silogismo ‘Todos los hombres son mortales / Sócrates es hombre/ por lo tanto Sócrates es mortal’ se nota con claridad que el conjunto hombres contie-ne como elemento a Sócrates así en tanto que elemento de dicho conjunto compar-te todas las características de los elemen-tos del conjunto ya que el cumplimiento de dichas características es precisamente la condición que decide que elementos entran al conjunto o no, es decir, tales ca-racterísticas definen al conjunto. En este sentido un silogismo es un juicio analítico en el sentido de Kant ya que el predicado está contenido en el sujeto, por ejemplo cuando alguien dice un soltero es alguien no casado, el predicado no casado no nos dice nada nuevo del sujeto pues este ya lo supone como su determinación.

En cambio el proceder que Descartes conceptualiza nítidamente es sintético, en el sentido de Kant, un juicio sintético es aquel en el que el predicado contiene in-formación, determinaciones que no están contenidas en el sujeto, por ejemplo, ‘cuer-po pesado’, el predicado pesado no forma parte de las notas del concepto cuerpo, para saber que un cuerpo pesa se necesita recurrir a la experiencia y no al mero análi-sis del concepto de cuerpo.

En este sentido una cosa es verdadera para Descartes en la medida en que puede ser cons-truida y dicha construcción para él es siempre un proceder que tiene lugar en la mente, que tie-ne lugar en la conciencia, ésta es siempre supuesta como lugar de toda construcción, de todo pro-

ceder de la razón.

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Así, Descartes parte de lo particular y llega a lo general. Volviendo a nuestro triangulo, para saber que la suma de sus ángulos internos es 180 grados se nece-sita realizar una construcción que haga evidente dicha propiedad, y al ser esta construcción realizable para todo trian-gulo imaginable se concluye que dicha propiedad vale para todo triángulo y no se llega a tal conclusión sin realizar dicha construcción. (Marzoa 1994, Foucault 1968 pp. 63-82). Así pues a partir de Descartes la verdad tiene que ver con una manera de proceder de la razón incluso cuando dicha manera de proceder se pone en cuestión, como sucede con los empiristas, como Hume, puesto que al criticar dicha manera de proceder como locus de la verdad se orientan por el mismo problema y no por el análisis griego de la cosa, es decir están en el mismo horizonte que Descartes ya que el tema es el mismo aunque las opi-niones y respuestas sean diversas.

A partir de aquí la razón así entendida se erige en tribunal y toda legitimación y pretensión de validez debe subordinarse a ella. Para ejemplificar brevemente el al-cance y sentido de esta afirmación consi-deremos la relación entre libertad y razón en Kant. Cuando la voluntad se somete a los deseos se está sometiendo a fines que no escogimos libremente sino que son dados, ya que se puede hacer lo que se quiere pero no se puede querer lo que uno quiere, lo deseos son un faktum algo que ya está ahí cuando miramos, por otro lado la voluntad es libre cuando se somete a la razón, es decir que se da su propia ley y sus propios fines de acuerdo a la razón.

La razón es autónoma en el sentido que no está condicionada materialmente ni por los deseo ni por condiciones empí-ricas, en este sentido la voluntad para ser libre debe de estar libre de cualquier con-dicionamiento, es decir debe ser autóno-ma. A partir de aquí los acuerdos para ser libres deben ser racionales y si son racio-nales son libres, así, por ejemplo en Hob-bes el contrato social se basa en el acuerdo basado en la razón de ceder derechos para evitar la guerra de todos contra todos.

Este supuesto de atribuir toda decisión y legitimación a la razón supone aparte su unidad, es decir que no puede haber, o que se busca eliminar contradicciones dentro de la razón. Así por ejemplo Marx supo-ne que puede haber una armonía entre los imperativos económicos basados en la li-bertad y los requerimientos basados es en los derechos que buscan la igualdad. Que la razón sea el fundamento último y que esto suponga su unidad implica suponer una armonía entre las diferentes esferas de la actividad humana, en ética por ejemplo queda supuesta la compaginación de la felicidad, con la verdad, y la bondad por ejemplo, se supone de entrada que no en-tran en conflicto. Esta confianza en la uni-dad de la razón como garantía operativa y como ideal regulador encuentra en Haber-mas su elaboración más sofisticada. Si para Kant y Descartes la validez, la legitimación está garantizada por el proce-der de la razón en la conciencia, el sujeto; para Habermas dicha garantía tiene lugar en el diálogo, el lugar de la verdad es el diálogo mismo y queda garantizada por el proceder del diálogo racional. Es decir la razón está encarnada en el diálogo y no en el sujeto o la conciencia. De acuerdo con Habermas el conocimiento y en general todo aquello que requiera acuerdos está siempre mediado por el diálogo.

En este sentido una cosa es verdadera para Descartes en la medida en que puede ser cons-truida y dicha construcción para él es siempre un proceder que tiene lugar en la mente, que tie-ne lugar en la conciencia, ésta es siempre supuesta como lugar de toda construcción, de todo pro-

ceder de la razón.

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Los participantes del diálogo deben justificar sus puntos de vista en torno al problema que se trate sin presuponer nin-gún contenido vinculante, dicho conteni-do es la meta del diálogo pero nunca su punto de partida, dicha justificación debe llevarse a cabo cumpliendo ciertas reglas que toda argumentación racional supone, es decir aquellas a las que accedería todo sujeto racional en tanto que racional, y el consenso alcanzado y aceptado por todos los participantes constituirá el contenido normativo. Así la garantía de validez, de legitimidad está en el procedimiento del diálogo de acuerdo a reglas. Esta postura supone la posibilidad del consenso como ideal regulativo, es decir aquellos conteni-dos en los que estarían de acuerdo sujetos racionales en tanto que racionales, supone además que toda crítica, toda objeción al-guna pretensión de validez implica la po-sibilidad de acuerdo, es decir implica un lugar de verdad desde el cual hacer una crítica. (Habermas, 1987, pp.367-432).

Lo que caracteriza entonces a la mo-dernidad es el supuesto de que todo pro-blema puede ser resuelto racionalmente y que las soluciones de estos problemas son compatibles entre sí, es decir que existe un continuum de racionalidad. Dicho su-puesto en la forma en que lo acabamos de expresar es aquello en lo que consiste un metarrelato en el sentido de que dicho continuum de racionalidad (el hecho de que todas las soluciones sean compatibles entre sí) es un relato que trata sobre y reúne otros relatos, por eso el ‘meta’ en metarre-lato. En este sentido la caracterización de la postmodernidad como el fin de los me-tarrelatos implica que dicho continuum de racionalidad es imposible, es decir que no hay una racionalidad única a la cual apelar, implica que la razón no es ningún tribunal externo al mundo frente al cual se pueda apelar, en otras palabras que no existe un punto de vista de dios, es decir absoluta-mente objetivo desde el cual legitimar y validar juicios. La distinción entre la verdad y lo verdadero, entre la validez y lo válido se borra. Esto es no hay manera de decidir si un enunciado refleja al mundo como es o sólo la manera en que el mundo es visto.

En este sentido no existe un punto de vista que unifique todos los puntos de vis-ta y exprese la unidad de los problemas y sus soluciones ya que dicho punto de vis-ta sería uno entre muchos otros. Podemos tomar el caso de Foucault para quien todo sistema de reglas y todo fundamento es en última instancia resultado de configu-raciones discursivas, y de luchas de poder implícitas en la manera misma en que el conocimiento se construye, para él todo lo que se esgrime como verdadero no es más que el resultado de una configuración de la posibles relaciones entre sujeto y objeto sin que haya una que goce de un estatuto privilegiado (Foucault 1968, 2013). Lyotard describe la imposibilidad de un continuum de racionalidad recurriendo al concepto de juego de lenguaje de Wittgenstein (2004), y señala que no existe ni puede haber un juego de lenguaje que reúna y armonice todos los juegos de lenguaje, sino que cada juego de lenguaje tienes sus propias reglas y dichos juegos son incompatibles entre sí. (Lyotard, 2004, pp.25-29).

Si no hay un continuum de racionali-dad nos encontramos con racionalidades diversas cada una con su propia lógica re-nunciando a la posibilidad de la compati-bilidad de dichas racionalidades.

Se vuelve imposible apelar a un mode-lo único de racionalidad y se cuenta ahora sólo con racionalidades diferenciadas fun-cionalmente, (Luhmann 2007) sin garan-tía de que por ejemplo exista un armonía preestablecida entre la racionalidad jurídi-ca orientada al establecimiento de un sala-rio mínimo que garantice la satisfacción de las necesidades de un trabajador para que lleve una vida digna y la racionalidad eco-nómica que establece un límite al salario mínimo no en vistas de lo necesario para una vida digna sino apuntando al límite a partir del cual su aumento detonaría infla-ción poniendo en juego la estabilidad del conjunto del sistema social.

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Así la sociedad debe tratar de resolver su problemas sin recurrir una razón única, la tarea de la postmodernidad radica en redescribir los problemas filosóficos so-ciológicos etc. Tomando en cuenta la no reductibilidad entre las diferentes raciona-lidades, entre los diferentes juegos de len-guaje, tal redescripción debe dar cuenta de la complejidad de la sociedad. Es claro que es una tarea que está por hacer pues los discursos así llamados postmodernos son hasta ahora meros diagnósticos y sín-tomas del tránsito de lo moderno a lo no-moderno o postmoderno. Es una situación que aún hay que asumir.

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Calidad de Vida en el Paciente Quemado

Primera ParteHuguette Hinojosa-Moreno, Mario Aurelio Martínez Jiménez.

Servicio de Quemados, Hospital Central Dr. Ignacio Morones Prieto. San Luis Potosí, San Luis Potosí.

Introducción.

l tratamiento de las quemaduras ex-tensas (>30%) ha mejorado en los últimos treinta años, con un cuidado más estrecho de la reanimación hídrica, un tratamiento más integral del síndrome de la respues-ta inflamatoria sistémica, con cuidados de las heridas en forma temprana y más op-ciones de cobertura con el desarrollo de la ingeniería tisular. Así que en la actualidad el manejo se extiende más allá de lograr una mayor supervivencia, ahora se enfoca en recuperar la función óptima atendiendo primordialmente el aspecto psicosocial.

Los sobrevivientes a las quemaduras experimentan una serie de agresiones traumáticas al cuerpo, la mente y la estruc-tura de su red social que supone desafíos extraordinarios para su capacidad de re-cuperación psicológica. Anteriormente los datos empíricos apuntaban que las secue-las a largo plazo de las lesiones por que-maduras lograban una calidad de vida sa-tisfactoria y que la mayoría eran personas bien adaptadas y no manifestaban proble-mas graves de conducta. Sin embargo, la medicina basada en evidencia nos mues-tra que el 30% de los pacientes quemados pueden llegar a mostrar dificultades psico-lógicas sociales, por lo que se justifica la formación de equipos multidisciplinarios en todas las unidades de atención, con tratamientos tempranos en la primera se-mana de hospitalización.

Tratamiento psiquiátrico.

Se sugiere que el tratamiento tenga una organización tipo vertical con relación a la calidad de vida y la función del pa-ciente, conociendo los aspectos fisiológi-cos, anatómicos, cognitivos, psicológicos y sociales, abordando secuencialmente su situación previa al ingreso, el momento de la crisis del ingreso, el ingreso a los cuida-dos intensivos, la recuperación en el hos-pital, la reintegración social y laboral y el seguimiento de rehabilitación tras el alta. En esta última etapa el papel principal del psicoterapeuta es consultar a los cuidado-res acerca de los aspectos sociales y psico-lógicos, ya que deben de ser considerados como parte del plan de tratamiento.

Los sobrevivientes a las que-maduras experimentan una se-rie de agresiones traumáticas al cuerpo, la mente y la estructu-ra de su red social que supone desafíos extraordinarios para su capacidad de recuperación psi-

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Patrón longitudinal de la recuperación psicológica.

Los resultados del tratamiento psiquiá-trico se producen a lo largo de cada pe-riodo de evolución del paciente, con una asociación directa de la recuperación físi-ca, y con un patrón relativamente predeci-ble y constante, lo que permite preparar al paciente para afrontar las siguientes fases.

Apoyo en la etapa aguda.

El personal debe permitir que la fami-lia conserve la esperanza, mientras ésta se prepara de manera gradual y sutil con declaraciones honestas en las que se con-templa inclusive a la muerte como la evo-lución y que así sea posible aceptarla. La primera tarea del psicoterapeuta consis-te en apoyar y reforzar todos los puntos fuertes de afrontamiento que manifieste la familia a pesar de que la mayoría de las familias niega la posibilidad de secuelas graves, amputaciones o muerte, y aparen-temente no quieran escuchar los pronósti-cos no deseados.

Situación previa al ingreso.

Se debe de realizar una historia del estilo de vida del paciente antes de la lesión, in-cluirse acontecimientos estresantes ante-riores y sus estrategias de afrontamiento, su posición en la familia, factores de riesgo y puntos fuertes psicosociales y económi-cos, todo esto suele ser útil para establecer un plan de tratamiento. Así mismo, se debe identificar enfermedades físicas, abuso de sustancias, enfermedades psiquiátricas y problemas de conducta, ya que existe una línea estrecha entre el antecedente psi-quiátrico y las complicaciones que se de-sarrollan después de las quemaduras así como una peor calidad de vida después

del alta hospitalaria.

Crisis del ingreso.

Desde el momento del ingreso todos los pacientes sufren de dolor y de ansiedad a consecuencias de la quemadura, así como miedo, confusión, choque psicológico y sensación de muerte inminente. Es impor-tante saber que mientras se realiza un tra-tamiento de reanimación hídrica hay que tratar también la crisis psicológica estable-ciendo una relación terapéutica con el ob-jetivo de disminuir la ansiedad ayudándole a concentrarse en las prioridades inmedia-tas y garantizándole que se encuentra en manos de un equipo experto en el manejo de las quemaduras que le proporcionará la mejor atención.

Fase de cuidados intensivos.

Esta fase abarca desde el ingreso al hos-pital hasta que las heridas están cerradas, por lo que el paciente se enfrenta a aseos quirúrgicos con sedación o con anestesia general, hasta que se prepara la herida para poderse cubrir con injertos, por lo que es muy importante el aspecto nutri-cional para evitar la inmunosupresión con riesgo de infección de tejidos blandos y vías aéreas. Lamentablemente los pacien-tes presentan disminución del apetito, con pérdidas ponderales hasta más del 10%, acompañado de una mala actitud a conti-nuar con el tratamiento, y alteraciones de la calidad del sueño.

Fase de recuperación dentro del hospi-tal.

Paradójicamente esta es la fase más com-pleja, ya las herida de los pacientes están con injertos integrados, pasando de proli-feración a maduración, apareciendo pruri-to hasta en más del 80% de los pacientes, a causa de regeneración nerviosa con ma-nifestaciones de dolor neuropático, que se manifiesta en prácticamente todo el día y no se retira hasta que culmina el proceso de cicatrización en uno a dos años.

En esta fase los pacientes están empe-zando a comprender la limitación que le provoca las lesiones y toma conciencia de que el cambio en su estilo de vida puede ser para siempre, por lo que incrementa la ansiedad. También regresa el dolor en el uso de prendas y la realización de ejer-cicios de rehabilitación para aminorar las secuelas funcionales. La identidad del pa-ciente desaparece como tal y adopta una nueva que tiene que incorporarse en pri-mer lugar a su ámbito familiar, aparecien-do la ira, el temor y la confusión. En este momento será frecuente encontrar labili-dad emocional, regresión cognitiva y con-ductual. Es típico que el comportamiento colérico de los pacientes lo descarguen sobre el personal del hospital o cuidador que ellos consideren más seguro o confia-ble, y es muy probable que esto se consi-dere como un acto de desagradecimiento, esto corresponde a la incertidumbre por falta de control lo que lleva a pensamien-tos de falta de aceptación y pérdida del apoyo brindado, llegando a causarles de-presión o ideas suicidas. El tratamiento en esta fase tiene el objetivo de realizar ex-periencias de control, alcance de metas y sentimientos de recompensa en medio de intervenciones difíciles.

Fase de reintegración.

En los días previos al alta deben de pre-venirse la aparición de los síntomas de es-trés postraumático, trastornos del sueño, irritabilidad y temor al reanudar la activi-dad sexual.

El principal objetivo de esta fase es lo-grar una reintegración a la vida en el ho-gar. Sin embargo, tanto el paciente como los familiares tienen miedo al rechazo por los cambios en sus capacidades, aspecto, y la preocupación sobre el rol que ocupa-rá en su familia. Se le debe de capacitar al paciente en la forma que deben de reac-cionar a experiencias incómodas, las limi-taciones de sus cicatrices.

Fase de rehabilitación tras el alta.

Está descrito que el síndrome de res-puesta inflamatoria en un paciente con quemaduras extensas dura dos años, por lo que en este periodo hay seguimiento estrecho, con tratamientos establecidos. Además, al terminar la fase de maduración el paciente es candidato a cirugías recons-tructivas que pueden ser en dos o tres ac-tos quirúrgicos.

Las manifestaciones más frecuentes son los trastornos del sueño, depresión, insatisfacción de la imagen corporal, sufri-miento agudo y postraumático. Existe una estrecha relación entre la extensión de la quemadura y la alteración psicológica. Los sobrevivientes a las quemaduras sueles su-frir estigmatización de las personas que se encuentran a su alrededor por conductas como miradas, intimidaciones, indiferen-cia, o muestras de compasión por sus cica-trices, lo cual los lleva a conductas de baja autoestima, aislamiento social o violación de su intimidad.

La identidad del paciente des-aparece como tal y adopta una nueva que tiene que incorporar-se en primer lugar a su ámbito

familiar.

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Existe una estrecha relación entre la extensión de la quema-dura y la alteración psicológica. Los sobrevivientes a las quema-duras sueles sufrir estigmatiza-ción de las personas que se en-

cuentran a su alrededor .

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La evaluaciones de la calidad de vida, en general, se conforma como un con-cepto multifactorial en la cual se valora el grado de salud, satisfacción, función y bienestar físico y conductual, que pueda desempeñar un funcionamiento social y de roles, así como percepción personal de salud. La mayoría de los supervivientes a 2 años parecen haberse adaptado adecua-damente y encontrarse dentro de pará-metros aceptables para una persona sana psicológicamente. Refiriéndose a que las alteraciones que más secuelas pueden lle-gar a tener son la alteración de la imagen corporal llevando esto en consecuencia a una calidad de vida psicosocial relaciona-dos al sufrimiento y a la adaptación de las lesiones.como una peor calidad de vida después del alta hospitalaria.

Bibliografía.

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Antrophos

1 s interesante observar y analizar los fenómenos sociales que ocurren en Méxi-co, pues las condiciones que lo entraman, hacen de ello una cuestión muy peculiar. Siendo un país demasiado grande, con re-cursos materiales y humanos suficientes para ser primermundista, ocupa uno de los peores lugares en educación, desarro-llo social, respeto a los derechos humanos, atención a la salud y la seguridad.

“Paraíso de los narcos, lugar de corrupción, el que no tranza no avanza”.

Lo cierto es que a quién le importa la etiqueta que nos pongan encima, a quién le importan las desapariciones forzadas de jóvenes estudiantes, a quién le importa enseñar a pensar a los chamacos, a quién le importa pensar que desde la coloniza-ción española sólo hayamos cambiado de inquisidores y no de situación social, a quién le importa que usted que está leyen-do estás líneas se ponga a pensar más allá de lo que lo han acostumbrado.

Seguro que le importa a muchos, más a aquéllos que han vivido en carne propia alguno o la mayoría de estos hechos. Pero ¿qué hacer con estos sucesos?

Salvador Ramos Rodrí[email protected]

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¿Necesitan alguna atención debido al sufrimiento que de ello se deriva? Ati-nadamente respondería que sí, lamenta-blemente y con crecientes, el servicio de atención a problemas de salud mental y fenómenos sociales, que junto a la condi-ción posmoderna que vive la humanidad, hacen difícil la atención de la singularidad en la sociedad, hacen difícil la subjetiviza-ción en el mar de la objetividad.

Es innegable que el trabajo de abor-daje clínico corresponde a profesionales como los psiquiatras, los psicólogos, los psicoanalistas, los trabajadores sociales, en cuanto a la praxis clínica en el contexto y época, y no a medidas políticas y económi-cas basadas en un sistema de producción posmoderno y neoliberalista, que produce condiciones sociales deplorables.

A manera de ficción, sin dejar de ser una posibilidad. Hay que pensar que la inseguridad, la violencia, las muertes, la corrupción, la pobreza, la desigualdad, la humillación, la burla y el tono sarcástico, son el escenario de los consultorios, de innumerables “trabajadores de la salud mental” que, o bien se convertirán en una herramienta del progreso utilarista para sofocar estas problemáticas o tendrá la conciencia suficiente para sensibilizarse a estos fenómenos, de no ser así se corre el riesgo de dejar –so pretexto de que algún día lo fuera- ser un método de interven-ción terapéutica, para convertirse en una dialéctica de manipulación social por parte del poder.

México, D.F. Octubre 1968

2 Procesos de subjetivización en el mar de la objetividad:

Los problemas sociales presentados en los últimos meses en México, tienen un im-pacto directo en los consultorios, desper-tando una sensibilidad y preocupación por lo que estamos viviendo y lo que viene una y otra vez. Pareciera que esto no tiene sali-da y que la situación es cada vez peor.

En este sentido, hay diferentes polari-dades. Por un lado, la que pretende incluir la cuestión política en todo tipo de saber, y, por otro lado, la que trata de dar respuesta de una manera clásica, a través de la gené-tica, de la morfología, la fisiología. Incluso está también la polarización de romper con los diagnósticos y métodos tradicionales de la medicina, y, por otra parte, reforzar estos trabajos. En mi opinión, en el campo “psi”, hay una polarización en donde cada vez se ve que en la parte de lo público, y refirién-dose a las políticas de salud, se va polari-zando y haciendo evidente la concepción de que hay una población que está enferma y a la que hay que curar física o mentalmen-te. Por otro lado hay una estructura que se queja y lo manifiesta, replanteando las estrategias en políticas de salud, y cuál es el sentido del hombre en sociedad, de ver cuáles son las posibilidades en México, en su sociedad, a partir de su propio sello y de su singularidad.

En la actualidad, el psicoanálisis ¿de qué manera se inserta en estas prácticas clínicas y políticas?

En México hay una historia interesante del psicoanálisis, principalmente por la ri-gidez y verticalidad con que se han dirigido las sociedades psicoanalíticas. Después de que se rompe con estos modelos hegemó-nicos, de influencia norteamericana princi-palmente, surgen otras formas de pensar la relación con otros saberes y con la sociedad. Dichas relaciones surgen a partir de las mi-graciones en los años 70’s de psicoanalistas de Chile y Argentina principalmente, lo cual despierta conciencias. Por otro lado está la generación que se va formando transferen-cialmente con otro tipo de lectura diferente del psicoanálisis. Lo cual ha evolucionado y creado sus propias formas de formación y de difusión de psicoanálisis. En México, hay diferentes matices de psicoanálisis, están desde los ortodoxos tradicionales hasta los que se consideran transgresores.

En la actualidad, hay que plantearse los síntomas en su relación con las produc-ciones sociales del sufrimiento, las cuales apuntan a una transformación del ideal, de la enfermedad y la expectativa de la cura que, como mencionaba, evidentemente se palpa la cuestión política.

La sociedad se ha transformado increí-blemente. Nosotros debemos de tener otro tipo de criterios y conceptos para dar cuen-ta de estos procesos sociales, en donde hay sujetos que quedan al margen desde que nacen y sujetos que nunca pueden llegar a estar en una sociedad. Por lo cual se crean ficciones de ficciones, las cuales están sos-tenidas por nada, en donde lo que provo-can es una relación muy particular con el cuerpo, con esos cuerpos etéreos que no se sostienen, con una angustia que se refleja de tal manera que se intenta capturar por diagnósticos tradicionales.

Convendría ver qué lugar y qué valor se le da al diagnóstico en la actualidad. En estos momentos hay muchos replantea-mientos de esa clínica. En el psicoanálisis, se trata de replantear constantemente esa relación del inconsciente, de esas transfor-maciones dialécticas. Si bien, no podemos pensar que el inconsciente de Freud es ese que escuchaba en su época y que no ha pa-sado nada y que sigue estando exactamen-te igual, se ha transformado y da nuevas respuestas y formas de síntomas.

Hay una gama de trasformaciones y po-sibilidades que nos abre la clínica, sin tratar de diagnosticar, de atenerse a los criterios clásicos, pues los síntomas y diagnósticos cambian. Entonces, en vez de pensar en los diagnósticos, pensamos en los procesos psí-quicos que están presentes, que esos proce-sos psíquicos pueden dar formas sintomáti-cas que no precisamente corresponden a un trastorno o enfermedad, sino que son for-mas transitorias. Es prescindible trabajar los procesos psíquicos que dan forma a ciertos síntomas que son aparentemente iguales, pero si se revisa los procesos psíquicos en que se fundamentan, son diferentes.

¿Cuál sería la diferencia de una política de la salud que va dirigida a una población y que tiene estandarizadas sus respuestas para todo tipo de preguntas?

No se ven preguntas, se ven respues-tas. Cuando nosotros esto lo convertimos en preguntas y se les da lugar, se va descu-briendo que cada quien tiene su forma de preguntar y dar respuesta. Es en ese pun-to donde viene a insertarse el trabajo del psicoanálisis. Entonces, por eso es tan difícil que en esta polaridad entre el psicoanálisis como un refuerzo de políticas de la salud que van a la estandarización.

¿Qué hay de la formación de psicólo-gos y de analistas, cuando hay un ¡boom! por el estudio de estas disciplinas?

Cuando en los últimos 10 años se han incrementado las universidades que ofrecen estos estudios, los cuales son formalizados en períodos cortos de cuatrimestres duran-te tres años y medio. Existe la necesidad de trabajar y dialogar a partir de la transdici-plinariedad entre los diferentes saberes, por lo cual estas nuevas formaciones afectan todo este ámbito.

Ha sido un proceso en donde algunas universidades y algunos hospitales han en-trado en la lógica del mercado. Se compran hospitales y escuelas como si se invirtiera en restaurantes, lo cual provoca el enrique-cimiento de algunas personas a costa de la educación, en donde los alumnos que vie-nen desde la prepa tienen una formación terrible, los alumnos que salen de una li-cenciatura apenas saben de lo que les estás hablando, para después pasar, en el mejor de los casos, los que van a ser clínicos estu-dian dos o tres años.

Aquí (San Luis Potosí), uno puede abrir un consultorio aunque haya llevado solo una o dos materias de clínica durante la licenciatura. Es una contradicción, es una falta de presencia, de trabajo, de respon-sabilidad de los colegios de psicólogos, que son prácticamente inoperantes. Es una falta del Estado permitir que estas universidades abaraten la educación.

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Lo Primitivo de laPosmodernidad

Emma Lourdes Cerecer [email protected]

esde la era de las cavernas, la dinámica entre los sujetos se ha visto hechizada por las relaciones de poder, por determinar la existencia de un dominante y un domina-do. Sin que sufriera un cambio esa lógica, el ser humano pasó de “lo primitivo” a “lo posmoderno”. Esta metamorfosis se podría sintetizar en dos imágenes que componen las dos caras de una misma moneda. En uno de los dos lados podemos encon-trar una imagen que alude a la época en la que, ahora, se le considera primitivo al hombre. En ese tiempo, el sujeto utilizaba toscos sonidos guturales para comunicar-se y llevaba un estilo de vida sedentario, en el que tomaba del entorno solamente lo que requería para sobrevivir y, una vez que veía que los recursos comenzaban a ago-tarse, mudaba de lugar. Es decir, el sujeto sabía que él estaba habitando el mundo y que, por lo tanto, no necesitaba más pose-siones que su habilidad para conseguir ali-mento, agua, fuego y lugar para descansar. El hombre era libre de las cosas; vivía bus-cando armonía con el mundo y cuidaba los recursos naturales que de él obtenía pues eran su medio para subsistir.

Mientras que por el otro lado de la moneda, encontramos una impresión de la época actual, catalogada como la era posmoderna pues presume de un finísimo avance tecnológico y científico. En ésta, la primacía de la comunicación es vía virtual, por lo que el sujeto cada vez está menos en contacto con la naturaleza y cada vez más cercano a la ilusión del beneficio de sus posesiones materiales.

La era de la posmodernidad surge en un contexto en donde la naturaleza ha pa-sado de ser algo vital, un medio casi sa-grado para lograr la supervivencia, hasta llegar a la decadente concepción de mera decoración urbana: tener un árbol, un río, un cerro, un bosque son ahora atractivos turísticos con los que se puede comercia-lizar; son meros objetos que se aúnan a la idea que el sujeto tiene de sus pertenen-cias.

Poco a poco, el desarrollo tecnológico que ha contorneado el advenimiento de la posmodernidad ha ido izando su bandera por alcanzar el sueño de colonizar todo lo natural; y en este texto lo natural lo plan-teamos como aquello que nace desde la diferencia, desde lo singular. Esto lo afir-mo, porque la naturaleza está repleta de variaciones: nunca habrá dos árboles exac-tamente iguales, dos ríos idénticos, dos piedras con la misma forma. Y algo pareci-do sucede con el sujeto, es decir, no habrá dos razonamientos idénticos, dos formas de desear semejantes, ni dos experiencias similares de dolor. No serán iguales si na-cen desde la singularidad, es decir, desde lo propio del sujeto.

Una de las cosas más complicadas a las que nos enfrentamos los seres humanos es a la interacción social. Relacionarnos con y en el medio implica estar constantemente en conflicto: los signos, los mensajes, las interpretaciones, las emociones y las ideo-logías corren por las sendas subjetivas que difícilmente pueden ser aprehendidas ín-tegramente; y bueno, no es sorpresa decir que la era de la posmodernidad aumenta esta complicación.

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Es muy lamentable con todos estos cri-terios para estandarizar pruebas y hacer una medición a nivel nacional, en donde los alumnos van perdiendo la capacidad para pensar y hablar, en donde prácticamente en una licenciatura ya nadie hace una tesis, un ensayo o un escrito, en donde solo son unos analfabetas que leen unos párrafos en in-ternet y lo repiten como pericos.

Es realmente lo que está sucediendo en el campo de la educación y después de ahí aplicar pruebas, hacer diagnósticos y salir a reforzar unas políticas de salud que tienen una pobreza increíble en sus fundamen-tos como para atender a la población en el campo de la psicología. Es realmente ver-gonzoso ver como en estas políticas de sa-lud, darse cuenta que quien está en último escalón son precisamente los psicólogos, porque han permitido que se les trate así, y también las políticas de salud invierten muy poco en ello. Esto aunado a los nuevos téc-nicos que van a salir, es preocupante, pues la cosa está muy mal.

¿Y lo transdiciplinar…?

Hay muchas posibilidades, ya que hay muchas personas que están pensando en estas crisis. Es importante que la psicología y el psicoanálisis se abran y mantengan un dialogo con el derecho, con la antropología, con la filosofía, con la literatura.

Es decir, me parece que esta cuestión de crear técnicos acríticos, prácticamente anal-fabetas, que lo que saben es repetir una serie de fórmulas, pero sin poder dar cuen-ta de qué es lo que están diciendo o cuáles son los fundamentos de lo que hacen. Bue-no, pues precisamente a mí me parece que la solución es esta relación con la lectura, con el saber, lo que tradicionalmente era una universidad, un lugar de saber, un lu-gar donde tú ibas a aprender, a leer y a leer a profundidad y hacer ensayos y escribir y difundir tu pensamiento y ponerlo en con-traste y debate con otras formas de pensar ¿dónde está eso ahora en las universidades? Es muy preocupante ver eso.

Me parece que lo fundamental en un alumno es que tenga una formación en diferentes disciplinas, para que vea desde diferentes perspectivas cómo abordar el problema y cómo es el anudamiento y qué beneficios puede traer para el análisis que se haga.

¿Algo más que quiera agregar?Yo creo que uno de los puntos importantes es precisamente la cuestión de la difusión, de nuevos medios de crear esta relación entre universidades, que los alumnos es-tén conscientes del nivel de mediocridad que les están ofreciendo como educación y que esto a ver si bien despierta a alguien que tenga la posibilidad de replantear, pues lo que estamos viendo es que desde aquí abajo lo podemos pensar, pero no se está haciendo nada. Esa es la gran crisis, la gran frustración que estamos viviendo en nuestro país, de que podemos pensar y hablar, pero no hacer, que es privilegio de unos pocos, que no son los más atinados en muchas ocasiones.

Entrevista al Dr. Víctor Javier Novoa CotaSan Luis Potosí, S.L.P. Diciembre 2014

3 Por supuesto que me he conmovido por el hecho de que las masacres continúan en las calles y más aún cuando la gente sigue mirando el televisor y gritando eufóricos ¡Gooooooooool!, olvidando las noticias de hace unos minutos. ¿Qué les pasaba a to-dos? A los de mi generación, a los que de antaño se rebelaban en sus casas, en las escuelas, en la iglesia, a los que abandona-ban todo por cumplir sus sueños. Hoy, son chicos con trabajos medio mal pagados, con la esperanza de llegar a viejos y tener el mundo a sus pies. Hoy, finalmente la ge-neración de la nada, de los intermedios, de la pre-sala del internet, de las devaluacio-nes en los 80’s y 90´s, por fin despierta…, a un mundo con problemas ecológicos y sociales tan grandes como su nariz que no les permite ver el jodido caos. Guerrero, Ayotzinapa, Septiembre

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Esta manipulación de ideas sobre las necesidades, sobre el dolor, sobre la justi-cia, sobre la satisfacción, es una constante búsqueda por el control y el poder de la vida y de los recursos naturales e indivi-duales; pero, es un control efímero, que solamente piensa en satisfacer lo actual, el momento, solamente logra generar un mínimo placer etéreo. Olvida, o no le inte-resa, el daño que provoca; no se respon-sabiliza porque no reconoce que existan consecuencias de sus actos.

Tal vez el problema radica ahí; en que la desventaja de la posmodernidad no es lo que brinda o las puertas que abre, sino en lo que nos quita y en los senderos que bloquea por catalogarlos de “primitivos” u “obsoletos”; y el sujeto se lo cree, entra en esa dinámica vacía del consumismo. Mu-cha gente se alegra al informarse de dis-positivos tecnológicos que fueron diseña-dos para que el cuerpo humano no fuera necesario para realizar actividades como las labores domésticas, el trabajo físico en las industrias, las responsabilidades acadé-micas, el acto sexual… y podríamos seguir. Sí, esta abolición por la naturaleza y lo na-tural ha llevado a que el sujeto crea que no necesita del otro, que tiene las técnicas necesarias para vivir por su cuenta; e inclu-so, que esas técnicas milenarias le ayudan a superar los límites de su propio cuerpo.

No solamente nos bombardean con prototipos sobre cómo se debe vivir, y mo-rir, sino también sobre cómo se debe y no se debe sufrir. La particularidad cada vez se ve más borrada por la posmodernidad; pa-reciera que busca una especie de unicidad, ante la que pueda presentar un catálogo de opciones que respondan o satisfagan alguna necesidad o carencia. Pero todo esto tiene un costo.

El hombre ya no desea, el hombre ya no tiene la libertad de sufrir desde sí, el hom-bre se ha quedado sin posibilidades ya que en la actualidad nada es posible pues todo es certero, todo es una determinación. In-cluso esto es notorio en el trabajo clínico de las disciplinas “psi”. Los efectos que tie-ne la posmodernidad en la vida psíquica de las personas que conforman la socie-dad occidental han causado que prevalez-ca una saturación de vacío que dificulta en gran medida la posibilidad de pensar, de sentir, de crear, de relacionarse y de vivir desde la subjetividad.

La posmodernidad brinda respuestas sin que se hayan formulado las preguntas; le ha quitado al ser humano la posibilidad de colocarse en el estatuto de la pregun-ta. Antes de que el sujeto desee, antes de que pregunte, lo satura y lo aniquila con un bombardeo de respuestas; y ahí regre-samos a la desventaja: el sujeto se apropia de esas respuestas que responden a nada.

Una salida a este vacío podría ser un aparente retorno a aquello primitivo que prevalece en nosotros. Un retorno a lo na-tural, al enfrentamiento directo con la dife-rencia, con el entorno, con el mundo. Sería una apuesta por poder colocarnos nueva-mente en el estatuto de la pregunta, para empezar a desechar todas las respuestas con las que nos han bombardeado y con las que nos han manipulado.

¿Qué sucede dentro de una sociedad en donde el impulso científico busca dis-minuir la inconformidad y el sufrimiento en la vida de las personas por medio de pautas o de dictámenes que prometen un constante estado de satisfacción? Es decir, en la posmodernidad se aboga por supri-mir las diferencias, por establecer pautas prácticas y rápidas sobre cómo vivir.

Como ya mencioné, nuestra especie ha vi-vido una serie de metamorfosis dentro de las dinámicas sociales:

Pasamos del dibujo al gruñido, del gruñido a la palabra hablada, de la palabra hablada a la palabra escrita, de la palabra escrita a la letra digitalizada y, finalmente, de la letra digitalizada a los íconos. Hemos observado el pasaje de un signo a otro casi como si fuéramos ajenos al cambio; a pesar de que nos hemos visto afectados por éste. Más que agentes ejecutores, o hablantes, llegamos a parecer los títeres al final de una cuerda, que se comunican y comunican según lo que deseen las manos al otro extremo de la cuerda, que, curiosa-mente, nunca se puede visualizar la identi-dad de quien las manipula.

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Luis Manuel Sánchez [email protected]

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La SelfieLuis Marentes.

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ranz era un tipo taciturno y solitario. Estaba insatisfecho con su existen-cia, por lo que frecuentemente fantaseaba con la idea de morir. Su hermano gemelo Jhon vivía distanciado de él. No tenía más familiares. Desde pe-queños ambos habían sido muy parecidos, tanto física como mentalmente hablando, pues lograban comunicarse con el pensamiento. Tal vez, la única diferencia era la impulsividad de Jhon.

Un día, Franz fue asaltado por uno más de los episodios depresivos que padecía. Pronto su pensamiento fue invadido por terribles ideas de deses-peranza. Incapaz de sobreponerse, comenzó a idear cómo suicidarse. Tenía a la mano una pistola que recientemente había comprado para ese fin. Así que la cargó con una bala, como si fuese a jugar ruleta rusa.

Luego, con su celular se tomó una selfie, que sería la última imagen de él en vida.

Totalmente decidido de lo que iba a hacer, la envió al celular de su her-mano y accionó el gatillo. Después de dos intentos, el sonido del disparo apagó el timbre de su celular que anunciaba un nuevo mensaje. Su herma-no también acababa de morir.

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Los Pedazos de Carne no Hablan

Tamina Orce.

o recuerdo cuándo fue la última vez que logré dormir por la noche, o a cual-quier hora del día. Mi memoria comienza a fallar; los recuerdos se vuelven confusos. Tuve suerte de toparme con aquél anuncio de formato “URGENTE”; lo era para mí. Po-dría haberse tratado de cualquier cosa y lo habría aceptado, pero tuve mucha suerte. Los requisitos eran mínimos, al igual que el salario; pensé que el puesto exigía dema-siado. En otra época de mi vida creo que no lo hubiera considerado como una op-ción de trabajo, creo que no hubiera sido capaz de ultrajar diferentes cuerpos cada noche.

No hubiera podido cortarlos, abrirlos, cerrarlos, jugar con ellos como si jugara con la muerte. Antes no hubiera podido, pero ahora es diferente. De alguna mane-ra, es diferente.

En realidad, mi trabajo se limitaba a prepararlos para el velorio, a disimular los colores y olores que evidenciaban la muer-te. Yo solo debía prologar un poco la pu-trefacción del pedazo de carne; porque lo que estaba sobre mi plancha nunca -¡nun-ca!- fue una persona. Tal vez por eso me era imposible detenerme y soltar el cuchi-llo, las tijeras, las agujas… cada uno de mis juguetes.

No tengo claro cuánto tiempo tra-bajé allí; sin embargo, recuerdo con exacti-tud cada arteria, cada órgano, cada hueso. Pero ustedes me piden que hable de tiem-po y eso no lo recuerdo. Es que sin nom-bres me es confuso recordar. Ese cuerpo, del que quieren saber, lo recibí la semana pasada. Recuerdo que entré al cuarto y cerré la puerta con llave; ordené mis instrumentos para comenzar. Mientras que el filo de mi cuchillo creaba su música sobre la piel pálida, escuché un murmullo y sentí un breve temblor sobre mi mesa de trabajo. Me detuve para con-templarlo, escéptico. Entonces, me habló. ¡El pedazo de carne me habló! Con la voz llena de serenidad me dijo que aún no ha-bía muerto y que yo lo estaba asesinan-do; después abrió los ojos y sus facciones se obscurecieron. Yo, espantado y con las manos ensangrentadas, solté mi cuchillo y retrocedí unos pasos. Temía que se levan-tara, que agarrara mis herramientas para abrirme y cortarme. Quise correr pero mis piernas no reaccionaron. ¡El cuerpo estaba gritando que yo era su asesino! Tapé mi rostro y caí al suelo; después, regresó el silencio, pero no lograba tranquilizarme. Decidí cerrar sus heridas y ocultarlas bajo sus ropas. Me aseguré de que no queda-ran evidencias visibles de lo que le había hecho y realicé mi trabajo. Les juro que yo sólo realicé mi trabajo.

Al salir, me fui directo a casa. Nece-sitaba de la seguridad de mi hogar, pero el recuerdo de su voz hacía tanto eco entre las paredes que tuve que salir de ahí.

Estuve deambulando por las calles de la ciudad; me sentía acechado. La voz aún me perseguía, no me dejaba pensar en algún sitio en el que pudiera recobrar mi tranqui-lidad. Caminaba con cautela, fijándome en cada esquina para no toparme con aquel cuerpo que podría salir caminando desde cualquier lugar. Mis manos estaban tem-blando de nuevo; hacía meses que no me pasaba. Sentí que un sudor frío recorría mi frente. Llegué a una calle cerrada; me había atrapado. Esa voz me dirigió suavemente al cautiverio en donde exigiría su vengan-za. Con los ojos entreabiertos, vi cómo se acercaba a mí la silueta de un ser amorfo. ¡Era él, estoy seguro que era él! Después de eso, todo fue negro.

Cuando me recuperé, ya estaba frente a su tumba. Supe que era la suya porque la voz que me acusaba provenía de ahí, podía escucharlo nítidamente. “Estoy vivo, aún estoy vivo”, me decía. ¡Pero, los pedazos de carne no están vivos! Tenía que com-probarle que estaba muerto. Descubrí que a mi lado había una pala; era igual a la que tenía en mi patio. La utilicé para remover la tierra, aún blanda, y quitarla hasta llegar a una caja de madera tallada, en la que esta-ba él. Sentía el movimiento de cada mús-culo en mi cuerpo. El ataúd estaba sellado, pero la desesperación que sentía por culpa de aquellas acusaciones me impulsó hasta que logré abrirlo. Y, entonces, lo vi.

“¡Está muerto! ¡Está muerto!” grité jubilo-so; y la tranquilidad me invadió de nuevo.

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i honda paciencia me llevó a es-cribir estas líneas, seguro de que algún día alguien las llegaría a leer. Incesantemen-te me surgían diferentes preguntas sin po-der persuadir calma alguna. La noche, se-gura de su misticismo y de su belleza, me provocó tal desenfreno que salí a la calle. Di algunos pasos hasta llegar a la esquina, cuando de pronto recordé aquella vez en que había escrito sobre un tipo que corría por la ciudad, huyendo de los alaridos de feroces bestias. Aunque el terror era súbi-tamente paralizante, su cuerpo no podía detenerse, corría mecánicamente, corría por no sentir el aniquilamiento de sus de-monios a la hora de la inminente muerte.

Al recordarle, palidecí y me inmuté, pero aún así y no sé por qué caprichoso instinto, avancé más en la penumbra de la ciudad, las alcantarillas expulsaban un ex-traño vaho, el cual era atravesado por di-minutas pelusas de agua que poco a poco humedecieron las calles. En el momento en que hubo un corto silencio, se alzó el tamboriteo de mi corazón, moviéndome sin comprender lo que hacía. Seguí recor-dando el texto inicial que me llevó al lugar donde estaba, sólo que ya no era el perso-naje en la hoja de papel, ya no era yo quien escribía, todo cobró realidad a través de mi presencia, lanzándome a la escena si-guiente.

Apresuré la marcha, abandonando la calma que me quedaba en la conciencia; así fue como surgieron los sonidos de las bestias, sus pesadas patas, su respiración acongojada y un bramar que pedía sangre. Sentía que mi cuerpo era un escurridero de sudor, de humores hediondos mezcla-dos con el azufre de las alcantarillas.

Esperaba encontrar algún refugio o la manera de salir de tan inusual aprieto, tal vez el último de mi vida. En pocos segun-dos, me imaginé asistiendo a mi entierro, en donde de seguro se pronunciarían al-gunos versos funestos o palabras guiadas de consuelo. Sería por eso, o por el miedo, que me determinaba a tener la condición de un velocista olímpico. Poco a poco fui ganando distancia entre mis demoniacos perseguidores.

El camino se interrumpió por la gran muralla del panteón municipal que esta-ba a tan sólo unos kilómetros de donde había comenzado. Increíble recorrido que había hecho y más el salto que di para pa-sar al otro lado. Ya una vez entre la segu-ridad de los muertos, me sumergí en una fosa inacabada que esperaba a su nuevo inquilino. Aguardé bastante tiempo con la inocencia de un niño que espera pasar desapercibido. Después de las dos eternas horas, decidí salir y de paso echar un reco-rrido por el lugar. ¿Qué más podría pasar?, me pregunte, al tiempo que admiraba los mausoleos y los adornos que se ceñían so-bre las tumbas. En particular me llamó la atención una de ellas, la cual tenía aún flo-res frescas, en señal de haber ocurrido el entierro hace poco... Intrigado por la rara pertenencia que sentí a ese lugar, moví las flores y la tierra fresca para leer el epitafio:

“A la memoria de nuestro inmejorable hijo que se ha dormido en espera de la resu-rrección. Francisco Gavilán Cruz (1986-2014)”

Después de haber leído esas delicadas líneas comprendí que el inusual viaje ha-bía terminado. Me recosté sobre mi lecho y cerré los ojos esperando sin prisa a ser devorado por el olvido.

Noche de BrujasGonzálo Martínez Espiricueta.

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“Las personas que están fascinadas por la idea del progreso no advierten que todo el camino hacia adelante es al mismo tiem-po un camino hacia el fin y que en las alegres consignas avancemos, adelante, suena la voz lasciva de la muerte que nos

seduce para que nos demos prisa.”

M. Kundera.

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ESTA REVISTA SE TERMINÓ DE EDITAR EL 21 DE FEBRERO DE 2015

SAN LUIS POTOSÍ, S.L.P. MÉXICO