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30 Revista del Ministerio de Fomento

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También monumental

Centenario de la estación neomudéjar de Toledo

Estacion de Toledo.qxp__Maquetación 1 30/7/19 9:22 Página 30

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En junio de 1858, recién inaugurada la conexiónferroviaria entre Madrid y Toledo mediante elenlace de Castillejo, el escritor Pedro Antonio deAlarcón, que se contó entre sus primeros viajeros,anticipó en una de sus magníficas crónicas lasoportunidades que se cernían para cuantos aúnno habían saboreado los múltiples tesorosartísticos de la ciudad: «El ferrocarril de Castillejoa Toledo acaba de ser inaugurado, lo cual significaen sustancia que la vetusta ciudad imperial se en-cuentra ya a las puertas de Madrid. De esperar

es, por consiguiente, que, pues tan rápido, cómodoy barato resulta hoy el viaje, todos los amantes dela belleza artística y de las glorias patrias vayan sinpérdida de tiempo a admirar con sus propios ojosaquel museo de maravillas».

Llega el tren

Pedro Antonio de Alarcón se apeó entonces en unaestación austera y funcional, un edificio de planta

La estación de Toledo, paradigma del estilo neomudéjar, ha alcanzado ya loscien años de edad. Declarada Bien de Interés Cultural con la categoría demonumento en 1991, el vistoso edificio proyectado por Narciso Clavería hasabido resistir el paso del tiempo y convertirse en la mejor puerta de entradaa la ciudad.

uJunto a estas líneas,la estación de Toledoen una imagen captadapor su arquitecto,Narciso Clavería.



rectangular del que solo sobresalía la únicareferencia de su cuerpo principal a dos alturas, encuyo piso superior se alojaban los jefes de estación.Considerada de primer orden, fue construida con-forme a los cánones de la mayoría de otros modelosen serie, sin apenas más detalles distintivos que losrótulos grabados con el nombre de la ciudad y queindicaban la llegada a su destino a los viajeros mo-mentos antes de desembarcar. El edificio se levantójunto a la llamada Huerta del Rey, en el Paseo dela Rosa, frente a la puerta de Alcántara, salida dela ciudad hacia el camino de La Mancha. El pro-yecto y la dirección de obras corrieron a cargo delingeniero Eusebio Page. En su construcción se uti-lizaron algunos sillares procedentes del demolidoconvento de San Agustín, señalado por la desa-mortización de Mendizábal.

La nueva conexión, promovida por el marqués deSalamanca e inaugurada con toda pompa por lareina Isabel II, dejaba Toledo a «solo» tres horasde viaje de Madrid, una insignificancia frente a las

jornadas de doce horas que invertían los serviciosregulares de diligencias. Pedro Antonio de Alarcóntuvo, pues, tiempo de disfrutar de algunas de lasriquezas monumentales de la ciudad y de la inter-pretación por la tarde, en el órgano de la catedral,de la «Marcha fúnebre en la muerte de un héroe»,de Beethoven, a cargo de su amigo el músico Ma-riano Vázquez: «el canto de gloria y de muerte queexhalaba el órgano, ¿caía sobre tantas sepulturas,sobre tanta grandeza desvanecida, sobre tanta so-berbia humillada, como un sufragio o como unanatema?… ¡No sé!».

El tren, con su impersonal estación emplazada aorillas del Tajo, deparó una nueva ventana de opor-tunidades para una declinante ciudad atrapada enlos maravillosos tesoros de un pasado glorioso, peropor entonces ya algo relegada de las rutas con másproyección hacia el futuro. Siguiendo los pasos deAlarcón, más artistas y escritores nacionales y ex-tranjeros comenzaron a llegar a la imperial ciudada bordo del tren. Desde Pérez Galdós y Emilia

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uComienzo delos trabajos delnuevo edificiohacia 1912. Alfondo aún se

aprecia la antiguaestación.


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Pardo Bazán a Unamuno, Baroja y Azorín o HansChristian Andersen y Edmundo de Amicis.

La nueva estación

No obstante, las autoridades locales y los propiostoledanos siempre aspiraron a que la llegada deltren solo fuera un primer paso al que seguiríanotras inversiones de más calado, como por ejemplola prolongación de la línea hasta Talavera, Extre-madura y Lisboa. Pero lo cierto es que transcurriómás de medio siglo y nada alteró la fisonomía deaquel emplazamiento ferroviario salvo los estragospropios del paso de los años. Los tinglados contiguosdestinados a almacenes y maquinaria comenzarona desvencijarse, y también en el edificio principal hi-cieron su aparición las primeras grietas y otros des-perfectos. Los ediles y la prensa local pusieronentonces el punto de mira de sus reivindicaciones enla demanda de una nueva estación más acorde conel carácter monumental de la ciudad. Y en sus re-

clamaciones, según refieren algunos testimonios dela época, contaron con un aliado de excepción: elpropio monarca Alfonso XIII, viajero frecuente a laciudad, bien para hacer entrega de los despachos alos nuevos oficiales graduados en la Academia deInfantería, bien como anfitrión de representantesde otras cortes europeas o de mandatarios de otrospaíses.

Al parecer, en una de esas visitas, el rey aprovechóque en su séquito se hallaban tanto altos represen-tantes de la corporación toledana como de la com-pañía de Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Ali-cante (MZA) para trasladarles su opinión de que elviejo edificio de viajeros no estaba muy en sintoníani con los tiempos ni el empaque artístico de la ciu-dad. Fuera sugerencia real o previsión de la com-pañía, en 1912 esta adquirió nuevos terrenos y alpoco dieron comienzo las primeras labores parala construcción de un nuevo edificio contiguo alde la vieja estación, que se mantuvo en pie hastala finalización de las obras.

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uTrabajos deconstrucción dela torre del reloj.



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uVista de latorre del relojtras los trabajosde restauraciónefectuados hacedos años.

Ineco


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Para la nueva estación, la MZA confió en uno desus arquitectos de plantilla, Narciso Clavería y Pa-lacios, representante de la escuela ecléctica madri-leña, seguidor de las corrientes historicistas y enespecial del neomudéjar, puesto de moda enEspaña en las últimas décadas del XIX a raíz de larevalorización por los románticos de los tesoros ar-tísticos de La Alhambra y otras joyas de la arqui-tectura árabe. Clavería tuvo como maestro a JuanBautista Lázaro de Toledo, estudioso y experto enla restauración de monumentos como las catedralesde León y Toledo o las murallas de Ávila, con elque trabajó, antes de ingresar en la MZA, en pro-yectos de nueva planta como la iglesia de La Mi-lagrosa y el colegio de San Diego y San Nicolás,ambos en Madrid.

Consciente de las expectativas y exigencias queplanteaba el proyecto, Clavería buscó inspiraciónen el rico patrimonio monumental de la ciudad yse decantó finalmente por un edificio de fuertes re-miniscencias mudéjares, con el referente cercanodel convento de Santa Isabel –antiguo palacio delrey don Pedro– al que él mismo se refirió como suprincipal influencia. La abundancia en la ciudadde consumados maestros en las distintas artes de-corativas –forja, vidrio, cerámica, ebanistería– queiba a exigir el ambicioso proyecto debió alentartambién a Clavería para no andar parco en cuantoa exigencias formales ni de ejecución. Como apa-rejador, la MZA contrató al francés Edoaurd Hour-dillé, que se había labrado un sólido prestigio alfrente de la construcción del madrileño hotelPalace. En la dirección de las obras participó tam-bién otro de los ingenieros más destacados de lacompañía, Ramón Peironcely.

Inicio de obras

Hacia 1912 se iniciaron los primeros trabajos conlas modificaciones de algunas vías, y en 1913 seentregó ya un primer anticipo con el llamado pa-bellón de retretes, un pequeño edificio algoapartado de lo que debía ser el principal, cuyosprimeros cimientos comenzaron a levantarse alaño siguiente.

Para el edificio principal Clavería proyectó unagran nave de tres cuerpos. El central, de más vo-lumen, acentúa su relieve con cinco grandes vanosenmarcando las cinco puertas de referencia paraacceso/salida de viajeros, y sobre ellas se alzanotros cinco grandes ventanales o tragaluces con al-fices lobulados para enmarcar unas magníficas vi-

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drieras de hechuras catedralicias. Está flanqueadopor otros dos cuerpos laterales, de dos plantas ytambién con otras cinco puertas para serviciosauxiliares –facturación de equipajes, mercancías,cantina etc.–; sobre ellas, como ocurre en el cuerpoprincipal, se levantan otros tantos ventanales convanos adintelados. Adosados a los laterales, a modode remate y para dar más empaque al conjunto, sedisponen otros dos pequeños cuerpos transversalescon sendos portones, dos esbeltos ventanales en laplanta superior y, sobre ellos un pequeño rosetón;finalmente, ocultando la cubierta, una crestería desiete pináculos y acabado piramidal hace recrecersu porte distintivo.

A la exuberancia formal de la fachada, conferidafundamentalmente mediante los juegos geométricosobtenidos a partir de los relieves del ladrillo,Clavería sumó otro elemento más: la torre del relojadosada en el flanco oeste, evocadora de los mi-naretes y campanarios de las iglesias mudéjares.El arquitecto despliega en cada uno de sus cinconiveles un nuevo alarde de variedades geométricas,especialmente acentuadas en ventanales yparteluces, y donde las formas ojivales remiten algótico y dotan aún de mayor carga ecléctica al edi-ficio. En el piso superior, por encima del zócaloque aloja el reloj de cuatro esferas, un airoso mi-narete remata la cubierta y confiere más esbelteza esta parte del edificio cuya planta inferior estabadestinada a recepción de autoridades y que añosmás tarde, tras la Guerra Civil, sería acondicionadacomo capilla.

Por último, en la fachada interior, de acceso a lasvías, una sencilla marquesina a dos aguas y apoyadaen columnas de fundición, se extiende por casi todoel margen del andén a fin de proteger de inmediatoa los viajeros de la posible lluvia en su descenso oabordaje de los vagones.

Suntuoso interior

Acorde con la vistosidad de su exterior, Claveríaproyectó unos interiores, si cabe aún más deslum-brantes, para los que contó con el concurso de al-gunos de los mejores artesanos de la ciudad. Eltaller de Julio Pascual, quizá el más reputadomaestro cincelador de esos años, realizó la mayoríade los trabajos de forja y dejó singular testimoniode su buen oficio en las ocho magníficas lámparasque penden de los artesonados del techo del vestí-bulo principal. Los trabajos de azulejería corrierona cargo de Ángel Pedraza, y Cristino Saravilla fue

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uVista de lafachada principal,en la actualidad yhacia 1950.

Ineco


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el artífice de los espejos tallados que engalanaronel salón de autoridades.

Concluidas las obras, que supusieron para la MZA undesembolso ligeramente superior al millón de pesetas,el 24 de abril de 1918 fue la fecha elegida para suinauguración oficial. Aunque la propia compañía ylas autoridades locales intentaron que el rey AlfonsoXIII asistiera al acto, la comparecencia del monarcano fue finalmente posible. Quienes sí descendieronese día en los andenes de la flamante estación fueronotros dos visitantes ilustres: Santiago Ramón y Cajaly Marie Curie, ambos ya galardonados con el PremioNobel (Curie había recibido ya el de Física, en 1903,y el de Química, en 1911), que rendían visita culturala la ciudad en el intervalo del congreso de médicosque se celebraba en Madrid ese año.

La magnificencia del nuevo y anhelado edificiotuvo en general una buena acogida, en especialen los medios locales. Recibió también alguna crí-tica, sobre todo de aquellos que consideraban quelas construcciones ferroviarias debían evitar elinútil ornato y adaptarse con rigurosa sobriedad

a su función. Sin embargo, predominó la admira-ción hacía Clavería y el sentir de que había logradouna obra maestra destinada a perdurar como pa-radigma de estilo y erigirse en armoniosa puertade entrada a la ciudad.

Bibliografía

La estación de Toledo, un monumento ferroviario. J. Fer-nández Ordóñez y Mercedes López. Fundaciónde los Ferrocarriles Españoles, 1986.

La estación de ferrocarril de Toledo cumple un siglo de vida(1919-2019). Rafael de Cerro Malagón, en toledo.es

Toledo desde la ventanilla de un tren. Miguel CortésArrese, en toledo.es

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Con motivo del centenario de la estación, se han pro-gramado por Adif diversos actos conmemorativos comorecitales de música, poesía y representaciones teatralesen la estación. Entre ellos un concierto en el vestíbulo, acargo del coro de la Fundación de los Ferrocarriles Es-pañoles, coincidiendo con la fecha de su inauguración, el24 de abril, un siglo antes. También el Ayuntamiento deToledo, en colaboración con Adif, ha querido participarpromoviendo y organizando, a lo largo de todo el año,diversas exposiciones y actividades con la estación comogran protagonista.

Actos conmemorativos

Redacción Fomento / Fotos: Archivo Histórico del Museo del Ferrocarril

uAndén y marquesinainterior en una imagen de 1914.

uDespachospara la venta debilletes.



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