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Revista de la Fundación del Español Urgente Año II • N.º 5 • Octubre-diciembe del 2006 • www.fundeu.es Hacia un lenguaje no sexista Hacia un lenguaje no sexista

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Revista de la Fundación del Español UrgenteAño II • N.º 5 • Octubre-diciembe del 2006 • www.fundeu.es

Hacia un lenguaje no sexistaHacia un lenguaje no sexista

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SUMARIO

• Tribuna abierta 2Los mil y un nombres para bautizar a Alándalus

Carlos Varona

• Firma invitada 3Tres pinceladas etimológicas en torno al origen del españolísimo flamenco

Fernando A. Navarro

• La entrevista 6Pilar García Mouton,directora del Instituto de la Lengua Española (CSIC)

• En el recuerdo 9Manuel Alvar

Francisco Moreno

• Con permiso 11Las otras funciones del masculino

Mercedes Bengoechea

Palabras que discriminanSusana Guerrero Salazar

Mujer que sabe latín... (El sexismo en el lenguaje)Inés Izquierdo Miller

La herramienta y el mensajeLucía Martínez Odriozola

Las palabras y la cuestión de géneroSilvia Pazos

• Recomendaciones 22

• Noticias 24

Octubre-diciembre del 2006

DirecciónJoaquín Müller-Thyssen Bergareche

Consejo editorialJoaquín Müller-Thyssen BergarecheAlberto Gómez FontFrancisco Muñoz Guerrero

Editor jefeFrancisco Muñoz Guerrero

Equipo de la FundéuVictoria AlcázarJavier BezosJuan Manuel GonzálezPilar González de SusoMagaly ChamorroFederico RomeroFernando de ValenzuelaPilar Vicho

DocumentaciónMaría Callejo

Unidad de publicidad y patrocinioJaime Garcimartí[email protected]

EditaFundación del Español Urgente-FundéuC/ Espronceda n.º 3228003 Madrid (España)Tel.: 91 346 74 40Fax: 91 346 76 [email protected]

Fotografías: Agencia Efe

Depósito legal: M-44166-2005

es una publicaciónpatrocinada por El Corte Ingléspara la Fundación del EspañolUrgente.

La Fundéu no se identifica necesariamentecon los artículos firmados, que representan

la opinión de sus autores.

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Tribuna abierta

Inmerso en la organización de un pequeño congreso que por título lleva «Alándalus como Pro-yecto», y al cabo de la larga andadura de su planeamiento, caí en la cuenta de que la propiatoponimia del asunto a debate es escrita por los participantes de muy diferentes maneras, y

por extensión, lo es también en la propia lengua castellana. Este hecho me llevó a efectuar un rápido son-deo entre filólogos y arabistas conocidos, el cual se reveló fuente viva de sorpresas, pues aun entre losespecialistas que cotidianamente tutean al término, en lo absoluto existe acuerdo sobre la grafía de estahistórica región hispanoárabe, que casi durante ocho siglos ocupó buena parte de la península y el nortedel actual Marruecos. De entre los consultados, aunque solo sea por pura estadística, parecen tener pre-ferencia las toponimias Al Ándalus y Alándalus, pero igual de capacitados están quienes defienden Al-An-dalus y Alandalús, al Andalus y Al-Ándalus, o por qué no, al-Ándalus, el Andalus, Alandalus, o simplementeÁndalus. El asunto se hace más complicado aún, pues algunos de quienes escriben sin tilde el nombre,reconocen que al pronunciar la palabra la hacen esdrújula, o cargándola en la última vocal no la pronun-cian como aguda.

Sin necesidad de citar nombres, entre los actuales o pasados arabistas españoles se cuentan fer-vientes defensores de todas estas opciones, y argumentan sus particulares razones, que aquí sería largode exponer. Personalmente, y de entrada, sea cual fuera la opción que tomemos, soy partidario de supri-mir el guión, pues parece grave el reconocer que como si fuera extranjero ese territorio, hayamos de trans-cribir su denominación, sin duda para nuestra cultura tan decisiva... ¡y que no está aún de una forma cla-ra castellanizada! En efecto, mientras que el gentilicio «andalusí» sí parece suficientemente aquilatado, elnombre genérico no lo está, y en artículos y libros que giran sobre este eje son sorprendentes los circun-loquios, para no decantarse en el inclemente mar de la duda, por una grafía u otra.

Cierto es que la literatura clásica castellana se refiere de otras maneras, más locales (ciudades, pue-blos, etc.) a esta región, que mucho después de la expulsión árabe y judía conocemos reducidamentecomo Andalucía, y en nuestra lengua no cuenta con una tradición secular, como sucede con otros topóni-mos. Resulta evidente, sin embargo, que lo que conocemos como la Andalucía actual no designa ni geo-gráfica ni conceptualmente «Alándalus», por eso nunca podríamos llamar sino muy matizadamente anda-lusí a lo andaluz, ni a la inversa.

El consultar las obras de referencia, como el DRAE o el Diccionario panhispánico de dudas, sin dudade gran utilidad, tampoco resuelve de forma clara el dilema planteado, pues mientras que aparece en elprimero como Ándalus, en el segundo también se reconoce la autoridad de al-Ándalus. El contar en la Realcon un arabista, como lo hubo durante tantos años, sería a este particular de gran utilidad, dado que noen balde, en la obra básica de la casa subsisten unas dos mil palabras de origen árabe, y tal vez no fue-ra una mala idea el que en la toma de decisiones lexicográficas alguien sepa algo de una cultura que tanconsustancial y formativa fue de la nuestra.

Pasada la primera sorpresa en la pequeña búsqueda expuesta, me parece, por otra parte revelado-ra, esta paradójica ausencia de una voz acrisolada, lo que testimonia una pura realidad de desconoci-miento, quizá de ambigüedad y lejanía respecto del bulbo de nuestra propia cultura, afortunadamente com-puesta de muchas raíces y elementos heterogéneos.

El asunto, por cierto a debatir en el mencionado foro, no es tanto sobre el «Alándalus» histórico, yamás o menos presente en cientos o miles de artículos, libros y enciclopedias, sino el intentar deslindar loque de aquel supuesto paradigma de convivencia de las tres culturas devino mito o fue realidad, y de loque de su aporte resulta válido para el futuro y el presente de este nuevo «Alándalus», en que por la glo-balización y la emigración se ha convertido, esta vez por fortuna sin invasiones ni expulsiones, la penín-sula Ibérica.

Los mil y un nombres para bautizar a Alándalus

Carlos VaronaArabista, director del Instituto Cervantes en Ammán (Jordania)

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Tribuna abierta

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Firma invitada

La

La etimología, disciplina que estudia el origen de las palabras, nos depara en ocasionessorpresas turbadoras. Es fácil adivinar, por supuesto, que corrección y corrector compar-ten un origen común. Pero, ¿quién hubiera dicho lo mismo de pirata y perito? ¿O de higo

e hígado?Quien haya leído mi libro Parentescos insólitos del lenguaje (Madrid: Del Prado, 2002) sabrá ya,

a buen seguro, de mi fascinación por las parejas de palabras que son gráfica y fonéticamente muy se-mejantes —consecuencia lógica de un mismo origen etimológico—, pero que en la actualidad se usanentre nosotros con muy distinto significado. Es el caso, para que el lector me entienda, de insólitosemparejamientos como boticario y boutique, braga y embrague, cátedra y cadera, cósmico y cosmé-tico, cristianismo y cretinismo, eslavo y esclavo, estafa y estafeta, general y degenerado, presbiciay presbiterio, o sorteo y sortija; todos ellos esconden tras de sí, a poco que uno se moleste en ras-trearlas y traerlas a la luz, historias curiosísi-mas, dignas de un soberbio culebrón etimoló-gico, que diría una buena amiga mía. El casoextremo vendría dado por las palabras que,bajo idéntica forma exterior, sin ningún cambiográfico ni fonético, tienen hoy en nuestra len-gua dos significados completamente diferen-tes. ¿No resulta curioso que el atlas pueda serun libro de mapas y, al mismo tiempo, la pri-mera vértebra cervical? ¿Que empecinarsefuera inicialmente mancharse la cara y untarsede pecina, pero hoy, sobre todo, obstinarse oencapricharse con algo? ¿Que llamemos pu-pila a la hetaira de un prostíbulo y pupila tam-bién a la niña del ojo? ¿O quinta al grupo demozos que hacía la mili a la vez y quinta tam-bién a una finca en el campo?

Y donde acabo de escribir dos significa-dos completamente diferentes bien podría ha-ber escrito tres o más, como es el caso del po-lisémico vocablo que hoy habrá de ocuparnos:flamenco, que se cuenta entre los españolis-mos más internacionales. Polisémico, porqueflamenco es el natural de Flandes, así como eldialecto holandés hablado en Bélgica; flamen-co es asimismo una preciosa ave rosada yzancuda que podemos contemplar en cual-quier parque zoológico que se precie; y fla-menco también, por último, el agitanado can-

Tres pinceladas etimológicas en torno al origen del españolísimo flamenco

Fernando A. NavarroMédico, traductor y terminólogo

Fernando A. Navarro

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te andaluz conocido hoy en todo el mundo como uno de los elementos más característicos de lo típi-ca y genuinamente español.

¿Cómo es posible que una misma palabra, flamenco, haya podido adoptar en español significa-dos tan distintos? Esta cuestión ha venido ocupando desde antiguo a los estudiosos del lenguaje, quehan aventurado para explicar tal arcano las hipótesis más dispares. Todas ellas parecen coincidir, noobstante, en dos aspectos esenciales: a) que todas las acepciones de flamenco comparten un origenetimológico común, y b) que esta casticísima palabra flamenco nos llegó al español desde una len-gua germánica, el holandés, que es el idioma hablado en Flandes.

UNO

A partir del holandés Vlaming1 (natural de Vlaanderen o Flandes), en español está documentado yaen el siglo XIV —pero sobre todo a partir del siglo XVI, cuando Flandes fue española— el uso de flamencopara referirse a los naturales de Flandes; gentilicio en todo equiparable a sus equivalentes en otras len-guas: francés (flamand), portugués (flamengo), alemán (Flämisch) o inglés (Fleming). Este último gentili-cio, reconvertido ya en apellido,2 lo han llevado con orgullo personajes de la talla de los británicos Ale-xander Fleming, descubridor de la penicilina, e Ian Fleming, padre literario de James Bond, o lasestadounidenses Renée Fleming, soprano, y Rhonda Fleming, actriz cinematográfica.

DOS

Tan antiguo como el gentilicio parece ser el uso de flamenco para llamar en español al Phoenicopte-rus roseus de los ornitólogos, de patas extraordinariamente largas y precioso color rosado.

A los ojos de un pueblo de tez morena, como el nuestro, está claro que una de las características másllamativas de los europeos septentrionales es el color sonrosado de su piel, como bien puede comprobar-se en verano en cualquier playa mediterránea, donde los griegos, italianos, españoles y norteafricanos depiel bronceada contrastan con los alemanes, ingleses, suecos y holandeses tan coloradotes. No tienenada de extrañar, pues, que los españoles medievales dieran en llamar flamencos a unas aves de rosadoplumaje, por su indudable semejanza con la tez colorada de los flamencos venidos de Flandes. Esta hi-pótesis etimológica no está plenamente demostrada,3 pero sí la creo probable, por múltiples razones.

Primero, porque en provenzal aparece también documentado desde antiguo el término flamenc parareferirse a esta ave.

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Firma invitada

1 Pronunciado, claro está, con la característica v germánica, que suena más o menos como nuestra f.2 Es bien sabido que los gentilicios constituyen —junto a los afijos de filiación, las designaciones profesionales

y los motes alusivos a alguna característica llamativa del aludido— una de las principales fuentes de apellidos. Pién-sese, por ejemplo, para el caso concreto del español, en apellidos como el del escritor picaresco Mateo Alemán, el se-leccionador de fútbol Luis Aragonés, el pintor Fernando Gallego, el trovador provenzal Arnaldo Catalán, el arquitectoBartomeu Soriano, el futbolista chileno Iván Zamorano o, sin necesidad de irnos tan lejos, el de quien esto firma.

3 Para algunos etimólogos, el flamenco, con su plumaje color de fuego, habría tomado su nombre del latín flam-ma (‘llama, lengua de fuego’). Ya Sebastián de Covarrubias planteaba esta posibilidad en su Tesoro de la lengua cas-tellana o española (1611), donde dice: «Flamenco es cierta especie de ave que se cría cerca de las lagunas, que tie-ne el pecho y los encuentros de las alas coloradas, y por ser encendidos y flámeos se llamaron flamencos, o porquela casta dellos se traxo de Flandes».

De ser ello cierto, el flamenco aviar sería entonces pariente, desde el punto de vista etimológico, no solo de nues-tras llamas ígneas, lanzallamas y llamaradas, sino también de muchos otros vocablos afines que transmiten de unmodo u otro la idea de fuego, de calor o de acaloramiento, como es el caso de flamante, flamear, inflamación, infla-mable, antinflamatorio, soflama y oriflama. Así como, a través del francés flamber (‘flamear’), de los culinarios flambeados; a través del portugués chama (‘llama’), de vocablos como chamuscar, chamusquina y chamizo; a través del la-tín flagrare (‘flamear’), de vocablos como flagrante, deflagración y conflagración; y a través del griego (phlegma, ‘infla-mación o mucosidad’), de vocablos como flema, flemón y flemático. Vamos, lo que se dice, ciertamente, una familia nu-merosa y variopinta donde las haya.

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Segundo, porque en todas las lenguas es frecuente el desplazamiento semántico de los gentiliciospara designar alguna característica física o psíquica de todo un pueblo o grupo étnico. En el caso de Flan-des, el francés antiguo flandrin (‘flamenco’, como derivado directo de Flandre, que es el nombre francésde Flandes) comenzó rápidamente a usarse en Francia, ya en la segunda mitad del siglo XV, con el senti-do de hombre alto, desgarbado, simple y torpón, que ha llegado incluso hasta nuestros días en la expre-sión grand flandrin.

Y tercero, sobre todo, porque en las lenguas peninsulares he encontrado documentado desde muyantiguo el uso de flamenco para designar el cutis rosado. El caso más antiguo que tengo registrado seremonta nada menos que al último tercio del siglo XIII, en una crónica catalanoaragonesa. En el Llibredel rei En Pere d’Aragó e dels seus antecessors passats (1283-1288), en efecto, Bernat Desclot des-cribe al rey aragonés Jaime I el Conquistador como de cara «vermella e flamenca».4 No es de extrañar,pues, que también en el romance castellano fuera habitual desde esa época el uso de flamenco parareferirse a una persona de tez encarnada, así como, según puede comprobarse en textos antiguos, amodo de piropo para las mujeres de buenas carnes y cutis terso y bien coloreado, por contraste con lasde pálida tez.

TRES

Más dificultades que en los dos casos anteriores ha planteado a los etimólogos el origen de flamen-co aplicado al cante agitanado.

Algunos opinan que flamenco pudo ser un apodo burlesco e insultante originado en el odio de los es-pañoles hacia los flamencos que en tiempos del emperador Carlos I disfrutaron de numerosos cargos pú-blicos en la corte y se daban la gran vida sin tener que trabajar. Una vez establecido su uso como insulto,se aplicaría después a los gitanos.

Para otros, basándose en el hecho histórico de que los gitanos llegaron a España a finales del sigloXV procedentes de Alemania, y dado que en aquella época muchos españoles tendían a confundir Flan-des con Alemania, es posible que a los gitanos comenzaran a llamarlos flamencos.

Ninguna de estas dos hipótesis goza de aceptación en la actualidad; más que nada, porque la acep-ción andaluza de flamenco en el sentido de ‘agitanado’ o ‘achulado’ no está documentada hasta épocasmucho más recientes, probablemente no antes del siglo XIX. En la actualidad, dos son las explicacionesque gozan de mayor aceptación:

a) Unos párrafos más arriba, he comentado ya que flamenca se usó desde antiguo como calificativopara las mujeres de buenas carnes y cutis coloreado. No parece descabellado, pues, aceptar un despla-zamiento semántico en Andalucía para aplicar el calificativo flamenca a las mujeres de buena presencia,airosas, garbosas, de aspecto provocativo y agitanado. De ahí a llamar flamenco al canto agitanado nohay ya más que un pequeño paso.

b) Los andaluces son, es bien sabido, un pueblo muy dado al modo de expresión que los filólogosllaman antífrasis; es decir, a expresar una idea utilizando para ello precisamente la contraria. Dicen, porejemplo, «¡Anda que es coja la niña!» para referirse a una muchacha que se mueve con garbo, o «Anto-ñito no tiene ojos» para destacar que el niño tiene unos ojazos como dos soles. Si, como hemos visto ya,flamenco lleva usándose en español más de seiscientos años en referencia a la persona de tez rosada,tampoco resultaría extraño que los andaluces lo hubieran usado en sentido antifrástico para referirse a losgitanos, morenos morenazos donde los haya.

Con lo que se cierra nuestro viaje etimológico desde los tercios de Flandes hasta la muñeca flamen-ca, pasando por el zanquilargo y sonrosado flamenco.

5

Firma invitada

4 El pasaje completo dice así: «[Jaume I] era major que altre hom un palm, e era ben format, e complit de tots sosmembres, que ell havia molt gran cara e vermella e flamenca, e·l nas llong e ben dret, e gran boca e ben feita, e gransdents, belles e blanques que semblaven perles, e·ls ulls negres, e bells cabells rossos semblant de fil d’aur, e grans es-patlles, e llong cors e delgat, e·ls braços grossos e ben feits, e belles mans e llongs dits, e les cuixes grosses per llurmesura, e los peus llongs e ben feits, e gint calçants».

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La entrevista

Doctora en Filología Románica, directora del Ins-tituto de la Lengua Española del Consejo Supe-rior de Investigaciones Científicas y profesora deeste organismo, Pilar García Mouton ha centradosu actividad investigadora y docente en asuntosrelativos a la dialectología y a la geografía lin-güística, y fruto destacado de este trabajo hansido sus libros Lenguas y dialectos de España(1994) y Cómo hablan las mujeres (1999). En suúltima obra, Así hablan las mujeres (2003), haprofundizado en los aspectos más relevantes deluso actual de la lengua española en relación conla situación social y cultural de la mujer en nues-tro país, alrededor de las curiosidades y tópicosdel empleo femenino del lenguaje. En torno aeste uso, y sus diferentes facetas, e incluso deri-vaciones sexistas, conversamos hoy con ella.

Desde el ámbito de la investigación y estudiode nuestra lengua, ¿cómo se percibe el se-xismo en el lenguaje? Yo estudio cómo hablan las mujeres y en qué sediferencian estas de los hombres respecto al usodel lenguaje. El lenguaje sexista es el que discri-mina a la mujer por su contenido o por su forma,e implica diferentes maneras de pensar entre

hombres y mujeres. Un ejemplo de ese usopeculiar de la lengua se produce, por ejemplo,cuando las mujeres no reclaman los femeninoscorrespondientes para denominar a sus profesio-nes, es decir, cuando alguna de ellas afirma «soymedico», o «soy abogado», o «soy ingenieroagrónomo» por pensar que los masculinos tienenmás prestigio. De esa manera, una parte de lasmujeres mantiene ciertos estereotipos sociales.Por suerte, este es un asunto que está cambian-do mucho. Se ha dado una tradición consciente oinconscientemente sexista en el uso del lenguajey podemos recordar en este sentido cómo nuncahemos dejado de hablar del «hombre prehistóri-co», dando una imagen unilateral de la historiadel mundo a pesar de que en las pinturas rupes-tres se advierte a hombres y mujeres haciendo lomismo, desarrollando las misma tareas. De otrolado, en mi libro Cómo hablan las mujeres reco-gía ejemplos tomados de la prensa que hoy yaserían imposibles, frases que empezaban indi-cando «la presidente de» o «la abogado de».Donde primero y más rápidamente cambió estasituación fue en al ámbito académico, y dondeparece más lenta esa transformación ha sido enel campo empresarial. Quizá en la universidad

hay bastante menos fosilización oreticencia respecto a esta cuestión.

¿Se advierte un abandono gene-ral de los elementos sexistas enel lenguaje, o por el contrario hayalgunos de ellos que tienen visosde persistir?En el caso de los hombres, estos yatienen mucho cuidado de no caer enun lenguaje sexista cuando hablanen público o con las mujeres. Tal vezperciben una gran y positiva presiónsocial dentro de lo que se considerapolíticamente correcto. Es quizá enel terreno político donde ese cambioha llamado más la atención. Todossabemos que la duplicación de tér-

Juan Manuel González

Pilar García Mouton,directora del Instituto de la Lengua Española (CSIC)

Pilar García Mouton

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minos de género en frases políticas, como «com-pañeros y compañeras», aumenta en épocaselectorales. Esa duplicidad, sin embargo, no esnatural. Los especialistas proponen que se bus-quen denominaciones que engloben tanto a hom-bres como a mujeres, pero no parece fácil. Aun-que no pasaría nada por usar en ese territorio yen esos casos el plural masculino inclusivo, com-pañeros, pues sirve dentro del uso de una lenguarománica como la nuestra.

En ocasiones esa duplicación parece ago-biante y más bien artificial…La duplicación es una de las soluciones propues-tas para remediar el olvido de la mujer en los plu-rales. Se llama así a esa cita doble, reiterativa yun poco infantil que de vez en cuando se asoma,sobre todo al discurso de los políticos, cuando di-cen, por ejemplo, «catalanes y catalanas», «an-daluces y andaluzas», etc. Si bien en algunos ca-sos la duplicación puede ser pertinente, escurioso observar cómo la duplicación resurge confuerza inusitada cada vezque va a haber elecciones,sin duda porque los aseso-res de imagen de los políti-cos creen, o saben por ex-periencia, que incluir en losdiscursos y en los progra-mas electorales el pluralfemenino junto al masculi-no es rentable en resultados electorales. En vezdel histórico «españoles» que encabezaba cier-tos discursos de hace más de treinta años, ahorase oye «españoles y españolas», «madrileños ymadrileñas».

Un caso especialmente controvertido es el delos términos poeta y poetisa…El término poeta es un caso aparte. Con su mas-culino acabado en -a por su origen, se ha con-vertido en una palabra de doble género a efectosreales, ya que muchas mujeres que escriben po-esía no quieren que las llamen poetisas, que esel femenino plural tradicional, sino poetas. Locierto es que poeta se empleó también para el fe-menino en Nebrija, Cervantes y Lope de Vega,pero no solo por eso deberíamos considerarlocomo un caso diferente al de la mujer que prefie-re decir que es ingeniero. A pesar de que Dáma-so Alonso pensara, desde un punto de vista lin-güístico, que había que rehabilitar poetisa comofemenino, postura que también defiende ValentínGarcía Yebra, era consciente de que poetisa no

gustaba a las mujeres, porque durante demasia-do tiempo se había empleado para referirse a lasseñoritas que se entretenían haciendo unascuantas rimas, la mayor parte de las veces peno-sas. Es sabido que Unamuno empleó el masculi-no plural poetisos para ridiculizar a los malos poetas, insistiendo en la carga negativa del feme-nino. Eso y el hecho de que poeta acabe en -a, loque sin duda lo hace más aceptable que si fuerapoeto, unido a su uso militante por parte de laspropias autoras, explica que la Real Academia,en la actual redacción de su diccionario, presen-te como común el género al indicar que poeta esla ‘persona que compone obras poéticas y estádotada de las facultades necesarias para compo-nerlas’. Sin embargo, en los últimos años se em-piezan a oír algunas voces de mujeres feministas,como Ana Rosetti y otras, que se llaman a sí mis-mas poetisas. Mantienen que, como ocurre enotros casos, lo que hay que rehabilitar es el fe-menino, dándole contenido y reivindicando lasbuenas poetisas que ha habido y que hay, en vez

de evitar una palabra comopoetisa solo porque su usoanterior la haya estigmati-zado. Las palabras, sobretodo si están bien hechas ycumplen una función, tie-nen derecho a dignificar sucontenido.

¿Hay aspectos sexistas inherentes a nuestrolenguaje?Hay palabras que tienen usos que se consideransexistas, pero las palabras en sí no son sexistas,existen por el hecho de que se emplean. Habrá quecambiar su uso cuando sean antiguas y no corres-pondan a la sociedad. Sin embargo, sí habría quecambiar la forma de definir las palabras, pues en al-gunos diccionarios se advierte una mirada sexista,masculina y de gente mayor, cuando cualquierapuede observar que la sociedad es joven y no deun solo sexo. En este sentido, todas las palabrasrecogidas en los diccionarios y relacionadas con lasexualidad masculina están definidas y vistas conuna óptica masculina. Frente a ello, la gente cultahoy ya no es sexista a sabiendas en el uso del len-guaje, pues hay una sanción social fuerte, y creoque en este aspecto se ha avanzado bastante.

¿Afecta el sexismo en el lenguaje tanto alhombre como a la mujer?Sí. El sexismo lingüístico se puede apoyar tantoen el hombre como en la mujer. Por ello, cual-

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La entrevista

«El lenguaje sexista se apoya tanto en el hombre

como en la mujer»

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quier forma sexista del lenguaje puede venir deuno o de otra. Frente al sexismo en el lenguaje,algunos hombres dedicados al estudio de la len-gua, como Álvaro García Messeger, han tratadode difundir un uso del lenguaje no sexista. Eneste sentido ha habido ya claros avances, y porejemplo hoy podemos hablar de una mujer pú-blica sin connotaciones sexistas, o decir que unamujer es alcaldesa sin que sea la esposa de unalcalde. Aquí conviene recordar que la lengua noes sexista, lo es la sociedad. Por ello, no se pue-de cambiar la lengua por decreto, ni siquieraporque haga referencia a la mujer de una formamucho menos respetuosa que al hombre, pero síse puede apoyar el cambio positivo de la socie-dad, y naturalmente también el de la lengua.Siempre hay que tener en cuenta que segúnvaya dejando la sociedad de tener ingredientessexistas, la lengua irá transformándose en igualsentido.

¿Cuáles son las líneas esenciales que siguenlos estudios acerca del sexismo en el len-guaje?Existe una línea básica de investigación sobreel sexismo lingüístico, pero la mayoría de lostrabajos en esa línea están hechos desde posi-ciones feministas y a partir de guías de lengua-je no sexista elaboradas por feministas ameri-canas. Lo que sí se estudia más ampliamente yde manera más flexible es el distinto comporta-miento de hombres y mujeres a la hora de ha-blar. Aquí se ha observado, entre otras cosas,cómo las diferentes formas de usar el turno depalabra crea conflictos entre hombres y muje-res. La mujer suele acabar las frases de quienestá hablando, y eso se interpreta mal por elhombre. Y si un hombre está hablando y otrointerviene es para quitarle el turno de palabra,lo cual resulta agresivo. Tales comportamientosse registran de manera muy frecuente en lacultura occidental. Sin embargo, conviene noolvidar que los niños y las niñas hablan igualdurante su infancia, y solo luego adoptan unmodelo masculino o femenino a causa de lapresión social.

En algún momento se ha hablado de una lite-ratura, incluso de un lenguaje escrito, de ca-racterísticas femeninas, más simple y más ac-cesible en principio a los lectores…Respecto al lenguaje escrito se dice a veces quehay un estilo pretendidamente fácil y propio de lamujer. Hasta hace poco se ha creído incluso en

algunos círculos docentes y literarios que si al-guien quería aprender una lengua era mejor queleyera literatura femenina. Pero, evidentemente,eso es un error.

Antes nos ha dicho que el sexismo en el len-guaje puede afectar tanto al hombre como a lamujer. ¿No resulta paradójico que la mujertambién caiga en el sexismo a la hora de ha-blar o escribir una lengua? Existe el peligro de que las mujeres copien lo ne-gativo de los hombres. Ese peligro fue mayor enlas primeras etapas del feminismo. A veces perju-dica a las mujeres el no saber diferenciar las es-trategias lingüísticas femeninas y masculinas. Hahabido incluso una época en la que las feministasnorteamericanas trataron de reeducar a las muje-res para que usasen un lenguaje pretendidamen-te aséptico, que acababa por ser masculino. Enese camino se perdería lo bueno del lenguaje fe-menino. Por otra parte, si las mujeres son dema-siado femeninas pueden parecer poco fiables, ysi son muy determinadas pueden parecer duras einvasoras. Lo ideal, el término medio, es unacuestión de tiempo y conllevará una nivelación.En realidad, muchas formas diferentes de hablarentre hombres y mujeres son solo culturales, ysegún se equilibre lo cultural esas diferenciasdesaparecerán.

¿Cuál es la situación actual del lenguaje se-xista y sus derivaciones en nuestros mediosde comunicación? En los medios de comunicación han mejoradolas cosas en cuanto a un menor uso del lengua-je sexista, pero todavía hay miradas masculinasen esta cuestión. Esa tendencia al sexismo seobserva especialmente en la información local,en la redacción de pies de fotos y en la informa-ción cultural. Tal tendencia sexista remite de ma-nera muy evidente en la información política y enla información internacional. Se observa que lassecciones de los medios de información que diri-gen mujeres cultivan paradójicamente un len-guaje más machista que otras secciones dirigi-das por hombres, perpetuando los esquemassexistas en el lenguaje, y suelen mostrar unaconfusión entre contenidos femeninos y estereo-tipos lingüísticos. A pesar de todo, y en líneas ge-nerales, la prensa está haciendo un esfuerzoenorme frente al sexismo en el lenguaje, y estoes muy importante pues, en definitiva, son losmedios de comunicación los que marcan la pau-ta de uso de la lengua.

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La entrevista

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En el recuerdo

Ro

Manuel AlvarFrancisco MorenoUniversidad de Alcalá

Recuerdo que el lunes era un mal díapara reunirse con Manuel Alvar.«Esta tarde no puedo — decía—; ten-

go Agencia Efe.» Y es que Alvar formó parte des-de 1981 del Consejo Asesor del Departamento deEspañol Urgente de la Agencia y a él dedicó lastardes de un sinfín de lunes en una actividad queparecía entusiasmarle. Por aquella época, laspuertas de su despacho siempre estaban abier-tas para sus discípulos, salvo en dos circunstan-cias: cuando viajaba a América y cuando teníaAgencia Efe. En el primer caso, la vuelta podíademorarse varias semanas; en el segundo, sim-plemente había que esperar al martes.

Manuel Alvar fue un lingüista de los que élllamaba «puros», que se diferencian de los lin-güistas «aplicados» en su manera de observar yentender la realidad lingüística: los primeros alle-gan datos, los analizan, los describen y prescri-ben; los aplicados buscan soluciones lingüísticasa nuevas necesidades, en contextos específicoso desacostumbrados. Pero Alvar sabía muy bienque los caminos de unos y otros a menudo coin-ciden y el paisaje del periodismo es idóneo parael cruce de perspectivas. Por eso dedicó muchaatención a los medios de comunicación, interesa-do por su uso de la lengua y por su trayectoriacomo fenómeno social, y fue de los que antes ymás insistentemente habló de su trascendenciacomo modelo lingüístico, frente al limitado alcan-ce de la escuela, la universidad o la Academia.Los medios de comunicación social eran, a susojos, una poderosa herramienta de planificaciónlingüística.

El contacto entre lingüistas y periodistasconduce al planteamiento de dos cuestiones que,casi cada día, se formulan con candor primigenio:dónde se habla el mejor español y cómo hablanlos periodistas. Alvar lidió en decenas de ocasio-nes con estas preguntas y respondía siempre enla misma línea: el mejor español se habla dondehay hablantes que conocen y aman su lengua,sea en España, sea en México o en Colombia; lalengua de los periodistas no es mejor ni peor quela de los médicos, los abogados o los profesoresde lengua, porque los hay que la manejan primo-

rosamente y los hay abonados al solecismo o lavulgaridad. Frente a los que no se cansan de pre-gonar lo mal que hablan y escriben los periodis-tas, Alvar utilizaba un tono exculpatorio y aboga-ba por una buena formación de los profesionales,materia lingüística incluida.

Pero, ¿por qué Alvar respondía a estascuestiones en términos tan contemporizadores?La razón es simple. Cuanto más se conoce la re-alidad de la lengua, en todas sus manifestacionesy variedades —históricas, geográficas y socia-les—, de mayor relatividad se impregnan los jui-cios de los especialistas. En ocasiones, las sim-plificaciones son injustas; otras veces sonsencillamente imposibles. Los límites entre lobueno y lo menos bueno en materia de uso lin-güístico no son tan nítidos como suele creerse,sobre todo cuando se conocen de primera manolas formas de hablar, los giros, el léxico y la foné-tica de todos los rincones del mapa hispánico. Al-

Manuel Alvar

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var ha sido el mejor conocedor de la lengua es-pañola en todos sus dialectos y en todas sus ha-blas, porque sus saberes los adquirió de boca delos mismos hablantes. «El que lee mucho y andamucho ve mucho y sabe mucho», se dice en elQuijote, y nadie anduvo más que Alvar tras laspalabras del español y nadie supo más de ellas.

Porque, si la obra de Alvar demuestra periciaen campos tan variados como la historia de lalengua, la literatura medieval o la crítica literaria,es en la dialectología donde su aportación dejade ser ingente para convertirse en insuperable.Manuel Alvar fue el mejor estudioso de las hablasaragonesas y riojanas, el primero y el único enpresentar un panorama completo de las hablasandaluzas, el responsable de dar a lashablas canarias la importancia quemerecen en el concierto lingüísticohispánico. Pero, además, cruzó elAtlántico y transmitió sus conocimien-tos de geografía lingüística para la ela-boración del atlas de Colombia ypergeñó, con Antonio Quilis, el monu-mental proyecto del Atlas Lingüísticode Hispanoamérica, para el que élmismo se encargó de reunir los mate-riales del sur de los Estados Unidos,de México, Venezuela, la RepúblicaDominicana, Paraguay, Argentina,Uruguay y Chile. La dimensión de laempresa es sobrecogedora. Junto alos atlas lingüísticos, Alvar publicó es-tudios en los que las variedades so-ciolingüísticas del español quedabanal descubierto. Y también en esto fuepionero, con su clarividente libro sobre

los niveles socioculturales del habla de Las Pal-mas. Más tarde llegarían su Manual de dialecto-logía hispánica, aún vigente en los estudios uni-versitarios, y tantos trabajos ejemplares.

No se ha reconocido suficientemente, sinembargo, la amplitud y trascendencia de la visiónque Manuel Alvar presentaba del mundo hispáni-co. Porque Alvar fue impulsor e ideólogo del pa-radigma del panhispanismo, un paradigma quehoy sirve de bandera identitaria a la única políticalingüística del español que se propugna como tal,la de las academias de la lengua. Bien cierto esque el ámbito de tal política es el de la llamada«planificación del corpus» y no el de la «planifi-cación del estatus», pero viene a ser fundamen-tal que las instituciones académicas asuman laimportancia de su función en el terreno de la po-lítica y no adopten la posición de Robert Hall de«dejar la lengua en paz». Alvar no quiso dejar sulengua en paz.

Recuerdo que el maestro hablaba en sus cla-ses de la perspectiva panhispánica, como la quehoy inunda los títulos de los proyectos académi-cos, así como numerosas actividades de institucio-nes como la Agencia Efe o el Instituto Cervantes.Nada resulta más empobrecedor que contemplarla «hispanofonía» desde la altura del propio cam-panario; nada más pequeño que el deleite en elmodismo de la aldea. Cuando Alvar llegaba a cla-se los martes por la mañana, tras su sesión de laAgencia Efe, venía reafirmado en la idea de que lapolítica lingüística del español o la hacemos entretodos o no servirá para nada ni para nadie.

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En el recuerdo

Manuel Alvar durante la clausura del seminario«El neologísmo» necesario, organizado, por la AgenciaEfe y el Gobierno de La Rioja en San Millán de laCogolla (1991)

Manuel Alvar durante su intervención en los actos celebradosen la RAE con motivo del centenario del nacimiento de Juan Ramón Jiménez (1981)

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Con permiso

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Las otras funciones del masculinoMercedes BengoecheaFilóloga, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá e integrante de NOMBRA (Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer)

La Real Academia Española recomendóel pasado mes de febrero a la comisióndel Parlamento andaluz encargada de

velar por la eliminación del lenguaje sexista norealizar desdoblamientos del tipo ‘el diputado o ladiputada’. Para la RAE el uso genérico del mas-culino «tiene que ver simplemente con el princi-pio básico de la economía lingüística».

El problema es que la mayor parte de lossignos verbales poseen la capacidad de servirpara más de una función. Las reglas del génerogramatical no son ajenas a esta multifuncionali-dad del signo lingüístico; y, siendo la economíauna de las funciones del masculino genérico,ciertamente no es esta la única que tiene enco-mendada. Son precisamente las otras funcioneslas que nos llevan a mostrar cautela en la aplica-ción de la regla que indica denominar ineludible-mente ‘diputados’ a ‘diputadas y diputados’.

1. La primera de esas otras funciones delmasculino genérico es la ya reconocida invisibili-zación de las mujeres. Una de las pruebas deque esta se cuenta entre las funciones del mas-culino la proporciona el celo del márquetin políti-co y empresarial en romper la regla del masculi-no genérico y nombrar expresamente enfemenino cuando el objetivo es vender sus pro-ductos a mujeres. Las investigaciones empíricasproporcionan pruebas suficientes de que la utili-zación de masculinos genéricos como los france-ses para referirse a mujeres y a hombres deFrancia tiene consecuencias negativas en la for-ma de percibir (e ignorar) a las francesas. El últi-mo estudio sobre esta cuestión lo proporcionaJuan Cuesta, miembro del Instituto Oficial de Ra-dio Televisión Española y profesor en una facul-tad de Ciencias de la Información, quien el pasa-do curso presentó a su alumnado como primeratarea la redacción de una noticia sobre «El primerdía en la universidad de un alumno de periodis-mo». Sus estudiantes, treinta alumnas y diezalumnos, escribieron sobre un joven varón queiniciaba la carrera de periodismo, sin que nadiede la clase imaginara que la frase podía referirsea una joven.

2. Un segundo efecto/función del masculinogenérico es convertir en androcéntricos no sololos idiomas, sino el propio pensamiento formula-do con ellos. En un periódico nacional, un analis-ta experto en Europa del Este instaba hace pocoa ‘los lectores’ a agarrarse los machos, mientrasun profesor de pensamiento político se dirigía ‘allector’ como señor mío. Tras la devastación delKatrina, y dado que el planeta se está calentan-do muy deprisa, alguien proponía en otra colum-na: «Nuestros líderes culturales, políticos y eco-nómicos deberían sustituir la chaqueta y lacorbata por algo como la chilaba, tan cómoda yfresquita». En ninguno de estos casos los colum-nistas recordaron que entre ‘los lectores’ o entre‘nuestros líderes’ existían mujeres que ni lleva-ban corbata, ni podían agarrarse los machos, niresponder al tratamiento de ‘señor’.

3. Una tercera consecuencia/función deluso del masculino para hablar de mujeres y hom-bres es la de reforzar las relaciones de identidady semejanza masculinas. Cuando hablamos detodos, los españoles, los ciudadanos... para losvarones la identificación se produce de forma in-mediata y la mutua identificación suscita el des-arrollo de vínculos de semejanza. El uso del mas-culino como género universal abre la llavesimbólica a los pactos entre varones, de funestatrascendencia para las mujeres.

4. Sin embargo, el masculino genérico dejaa las mujeres en la zozobra de la incertidumbrede su inclusión. Imagino, por ejemplo, la dudaque pudo suscitar en mujeres dedicadas a la po-lítica una columna de Elvira Lindo del pasado ju-lio, quien denunciaba irónicamente cómo «el po-lítico, fuera de sus tribunas parlamentarias,quiere hacerse humano, y no siempre lo consi-gue», porque «el lado humano de los políticossiempre tiene un punto impostado», que se per-cibe más en verano, cuando «los políticos noestán por la labor de desaparecer del foco deatención». Hasta ahí podían pensar que genera-lizaba sobre mujeres y varones con dedicación ala política... pero, como la supuesta impostura senotaba, según la escritora, en su forma de llevar

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en verano por los pueblos de España el polo y elbermudas (atuendo que pocas mujeres visten), yen la forma en que acuden a cualquier foco públi-co, «plaza en la que ellos torean con gran éxito»,se despertaría en ellas un asomo de alegría porsi pudieran quedar libres de la crítica. Alegría quese desvanecería al leer la única frase en femeni-no que les dedicaba Lindo: «La mujer política lotiene más fácil, dado que su actitud ante la ropacruza las estaciones de forma más imaginativa».¡Albricias, al menos, solo a ellos se les puedepercibir como impostores!, pensarían aliviadaslas políticas que leyesen la columna, en eseconstante ejercicio de creernos incluidas/creer-nos excluidas que debemos practicar las mujeresdesde que entramos en contacto con el masculi-no genérico.

5. Existe aún una quinta función del mascu-lino, sutil, pero tremendamente efectiva: consti-tuirse en mecanismo de naturalización del dere-cho masculino a ocupar en propiedad casiexclusiva el espacio simbólico que denota la et-nia, nacionalidad, profesión o religión. No es aje-na a esta función la redacción empleada en elDiccionario de la Real Academia (2001) en defini-ciones referidas a antropónimos religiosos, a títu-los profesionales o a gentilicios que denoten pa-tria, nación y etnia, donde se adscribe a losvarones pertenecientes a esas colectividades re-ligiosas, profesionales, nacionales o étnicas elnombre del grupo (judíos, abogados, indios, indí-genas…), reservando para las mujeres del grupouna denominación subordinada, en atención pri-mordial a su sexo (mujeres judías, mujeres abo-gadas, mujeres indias, mujeres indígenas), comopuede comprobarse en los ejemplos siguientes:

chador. m. Velo con que las mujeres mu-sulmanas se cubren la cabeza y parte del rostro.

almuédano. m. Musulmán que desde el al-minar convoca en voz alta al pueblo para queacuda a la oración. (Nótese que solo puede serun hombre).

morabito. m. Musulmán que profesa ciertoestado religioso parecido en su forma exterior alde los anacoretas o ermitaños cristianos. (Nóte-se que solo puede ser hombre).

muecín. m. Musulmán que convoca desde elalminar. (Nótese que sólo puede ser hombre).

La principal función del masculino musul-mán y de la aposición las mujeres musulmanasno es comunicativa, puesto que el Diccionario dela RAE no hace mención al sexo masculino enentradas en las que podría haber sido necesarioespecificar ‘varón’ junto a ‘musulmán’, mientras

que la frase ‘las musulmanas’ habría bastadopara dar la información requerida. En este segun-do caso, donde es reiterativo escribir las mujeresmusulmanas, el tan cacareado principio de eco-nomía lingüística se ha soslayado para dar pasoa otra función del masculino: la asignación sim-bólica al varón del nombre del grupo.

Indicaba el informe de la RAE al Parlamentoandaluz que antes mencionaba yo que en el usogenérico del masculino «no debe verse intencióndiscriminatoria alguna». Posiblemente sea asícuando se trata de hablantes individuales, pero lafilosofía del lenguaje nos ha revelado la íntimaconexión entre ideología, lenguaje y poder. No esposible ignorar en pleno siglo XXI estudios comolos de Beauvoir o Muraro, desde el feminismo, ode Foucault, Gramsci, Althusser, Volosinov oBourdieu, desde el posestructuralismo y el neo-marxismo. Ahora ya no podemos dejar de reco-nocer que durante siglos se han aceptado reali-dades económicas, jurídicas, familiares,religiosas, mitológicas y lingüísticas sexistas por-que esas realidades gozaban de consonancia ca-bal entre sí.

De ahí que en los párrafos previos haya yoidentificado la función lingüística con su efecto oconsecuencia sociocultural. Ni gramática ni usolingüístico han caído del cielo o se han formadoen una atmósfera aséptica etérea, sin conexióncon la sociedad que usa esa lengua. Muy al con-trario. Mientras la sociedad aceptaba como ‘natu-ral’ la preponderancia y mayor relevancia del va-rón, todas las combinaciones de pares depalabras formados por un femenino y un mascu-lino hicieron preceder el hombre a la mujer: hom-bres y mujeres, marido y mujer, padre y madre,hermano y hermana... (a excepción de los corte-ses, y, por tanto, ’antinaturales’, damas y caballe-ros). Mientras se hacía de lo masculino el origende la cultura —hasta la Biblia nos decía que lasmujeres provenían de una costilla de Adán—, encabal correspondencia simbólica, en el colegioaprendimos que las voces femeninas derivabande las masculinas, algo más que discutible enmultitud de ocasiones. Mientras se invisibilizaba alas mujeres, ignorándose sus necesidades y des-preciando sus contribuciones a la cultura, el len-guaje hacía concordar masculino y femenino enel género gramatical masculino, al que se reves-tía de universalidad y neutralidad, permitiendo asíesconder la existencia femenina.

El masculino genérico ha ido adquiriendoprogresivamente a lo largo de siglos todas las fun-ciones anteriormente descritas hasta constituirse

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Con permiso

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en el ladrillo simbólico con el que en nuestra men-te —eminentemente lingüística— se construía ynaturalizaba una sociedad patriarcal y sexista. Esmuy de lamentar que la RAE no solo muestre re-

nuencia al reconocimiento de las otras funcionesdel masculino, sino que con alguna de sus formasde redactar contribuya al mantenimiento de algu-nas de sus más tristes consecuencias.

Con permiso

In

Palabras que discriminanSusana Guerrero SalazarDoctora en Filosofía y Letras. Profesora titular de la Universidad de Málaga

Iniciado el segundo milenio, las muje-res hemos conquistado muchos es-pacios; sin embargo, uno de los más

importantes se nos está resistiendo: el lenguaje.Cierto que muchos términos de profesiones y ofi-cios en femenino han engrosado el diccionarioacadémico y, aún más, el Diccionario panhispá-nico de dudas; no obstante, nos sorprende la re-sistencia y las críticas que muchas de estas fe-minizaciones han comportado cuando hoy día,sin duda debido al efecto difusor de los mediosde comunicación, asistimos a la consolidación denumerosos neologismos innecesarios.

La lengua, reflejo del bagaje cultural de lasociedad en la que está inmersa, es un vehículoimprescindible para medir la desigualdad entrelos sexos, sobre todo en el nivel léxico. A travésmuchos neologismos se consolidan estereotiposmuy sexistas. Basta recordar la fecunda familiasurgida en torno al término maría (marujona, ma-rujil, marujear, maripuri, maripili, telemarujeo…),que nos remite a una mujer inculta, chismosa yadicta a los programas del corazón. Curiosamen-te nuestro idioma no ha creado los correspon-dientes masculinos. Este vacío léxico resulta en-gañoso, pues nos puede llevar a pensar que noexisten varones incultos, chismosos y adictos alos programas rosa.

La discriminación sexual se transparentatambién en los denominados duales aparentes, esdecir, aquellas palabras que cambian de significa-do según al sexo al que se apliquen (zorro/zorra,verdulero/verdulera…). La mera inversión del gé-nero gramatical puede dotar a la palabra de efec-tos disfemísticos. Así, términos como fulano, cual-quier, individuo, tipo, etc., no poseen un sentidonegativo; sin embargo, sus correspondientes for-

mas femeninas sí, pues se utilizan para nombrar alas prostitutas (fulana, cualquiera, individua,tipa…). Esta riqueza léxica de nuestra lengua parael denominado «oficio más antiguo del mundo»crea no pocos problemas, pues hace que muchosvocablos queden ocupados con acepciones peyo-rativas que dificultan el empleo de estas palabrasen otro sentido. Es el caso de mujer pública, re-gistrado en el diccionario académico como ‘prosti-tuta’, significado que hace falta desterrar, pues,afortunadamente, cada vez con más frecuencia,las mujeres ocupamos cargos de responsabilidady somos «públicas» en el mismo sentido que loshombres. Los medios de comunicación deben darcuenta de ello sin complejos. Al usar valientemen-te esta forma como demanda la nueva realidad so-cial, contribuirán a que el sentido de ‘ramera’ des-aparezca y se consolide el de ‘mujer que tienepresencia e influjo en la vida social’.

Un dual aparente muy curioso es el par se-ñorito/señorita, pues mientras la forma masculinadesigna al amo respecto al criado o al joven aco-modado y ocioso, el vocablo señorita tiene usosdiferentes que nada tienen que ver con su co-rrespondiente masculino. Por un lado, es un tra-tamiento de cortesía con que se llama a la mujeren determinadas profesiones (maestras, depen-dientas, secretarias, etc.). Por otro, es una fór-mula de tratamiento —en teoría en desuso— quepresenta a la mujer aludiendo a su situación desoltería (para diferenciarla del estado de señora,es decir, casada o dependiente de un varón). Porúltimo, se utiliza como eufemismo para encubrirla profesión de prostituta o comportamientos cer-canos (señoritas de compañía, señoritas de la lí-nea caliente…). Este uso no está registrado en eldiccionario académico, pero se está extendiendo

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con rapidez, sin duda potenciado por los mediosde comunicación.

Relacionado con los eufemismos, llama tam-bién la atención cómo muchos comportamientosagresores e indignos hacia la mujer se designancon palabras que maquillan la realidad. Destacanasí voces como ablación, que se utiliza por ‘muti-lación’; alternar por ‘ir de prostitutas’; forzar por‘violar’. Algo similar ocurre con los términos eufe-místicos padrino, protector y majo, que, por muycontradictorio que parezca, se usan para aludir alproxeneta.

A través del léxico se puede juzgar tambiénde distinto modo un mismo comportamiento se-gún el sexo que lo realice. Con frecuencia, cuan-do lo lleva a cabo un hombre se encubre con untérmino eufemístico positivo; cuando lo realizauna mujer se emplean términos disfemísticos einsultantes. Muchos neologismos revelan de estemodo la mentalidad sexista de nuestra sociedad.Por ejemplo, a la que mantiene relaciones conhombres casados se la llama rompehogares,arruinahogares o robamaridos, mientras que alhombre que hace lo mismo con el sexo contrariose le llama alegraesposas.

Y aún más, algunas palabras están tan liga-das a estereotipos de género que se emplean,

aunque se refieran al sexo masculino, en su for-ma femenina. De este modo, si queremos insultara un varón, el efecto será mayor si lo hacemos enfemenino. Es sin duda más denigrante para él ca-talogarlo de puerca, guarra o cerda que con suscorrespondientes masculinos (puerco, guarro ocerdo).

Todo esto no es más que una muestra de loimportante que es tanto lo que no se nombracomo lo que se nombra y, por supuesto, el modoen el que somos nombradas. Las mujeres recla-mamos un tratamiento igualitario a través del len-guaje porque no puede ser que una sociedadque aspira a la igualdad global olvide la discrimi-nación a través de la palabra, principal herra-mienta de comunicación que tenemos los sereshumanos y por medio de la cual gestionamos elmundo.

No olvidemos que solo el uso de las formasfemeninas de modo simétrico a como usamoslas masculinas, es decir, en los mismos contex-tos y con el mismo valor, conseguirá desterrar elcarácter despectivo o inferior que la comunidadhablante asigna a determinadas palabras cuan-do se refieren a las mujeres. El papel de los me-dios de comunicación en este sentido es impres-cindible.

Con permiso

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Mujer que sabe latín... (El sexismo en el lenguaje)Inés Izquierdo MillerAsesora lingüística del diario La Prensa (Nicaragua)

Para nadie es un secreto que las mu-jeres hemos recorrido un tortuoso ca-mino para poder sentarnos de tú a tú

con los hombres en el palco de la vida. Obstácu-los ha habido con una abundancia extraordinaria.Nadie ha tenido tantos impedimentos en su des-arrollo como nosotras. Han sido nuestro talento ysensibilidad los que han facilitado arribar a lameta soñada: igualdad.

Aunque nos negaron el acceso a la universi-dad, eso no impidió que desde la antigüedad mu-chas mujeres se destacaran por su inteligencia,como Hipatia, nacida cerca del año 370 despuésde Cristo y que fue la primera mujer matemática,

o Ada Augusta Lovelace (1815), hija del poeta in-glés lord Byron, que desarrolló instrucciones parauna versión temprana de la computadora.

Sin embargo, no podíamos estudiar en lasuniversidades. Nuestros abuelos decían: «Mujerque sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin».Y amparados en este refrán nos cerraban laspuertas al conocimiento. Sin ir muy lejos, en Mé-xico, la Facultad de Medicina, cuyo origen es de1578, durante más de 250 años no tuvo ningunamujer inscrita como alumna. No fue hasta la se-gunda mitad del siglo XIX que la Escuela de Me-dicina cobija a las pocas mujeres que incursionanen las áreas de la salud.

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La lucha por el derecho al voto se inicia des-de 1700 con la inglesa Mary Wollstone Craft, ymás tarde en Francia, en 1789, Olympe Gougesexigió la eliminación de esta forma de discrimina-ción. La respuesta fue que las mujeres debíanhonrar a su naturaleza: la maternidad, pues notenían ni lógica ni fuerza para elegir.

En nuestros días la incorporación de la mu-jer a todas las esferas de la vida ha generadonuevas batallas para enmendar la invisibilidad ala que hemos estado sometidas durante años. Deahí que surgieran ciertos «inventos» en el planodel lenguaje escrito para crear formas inclusivas,donde se transparentaran tanto los hombrescomo las mujeres. En ese contexto aparece comola estrella del momento el símbolo arroba [@].

No podemos negar que la arroba se puso demoda. La arrobamanía irrumpió desde la Internet.Nunca antes nos había preocupado tanto que estesímbolo matemático no apareciera en los teclados,entonces se convirtió en una intrusa, porque paratranquilidad de conciencia de quienes luchan porlos derechos de la mujer comenzar a escribir pro-fesor@s, se convirtió en una pequeña batalla ga-nada al enemigo hombre, pues ya no se cobijabanbajo el manto machista de profesores para incluirtanto a los hombres como a las mujeres.

Entonces el grito se escuchó en el cielo ymás allá. Y estoy convencida que no fue por ra-zones sexistas o sociales sino por la lógica cien-tífica del estudio de la lengua.

Para entender la arrobamanía debemos via-jar hacia el año 1991, cuando Ray Tomlinson, cre-ador del sistema de correo electrónico, lo usócomo una fórmula para separar el identificativo deusuario con el del servidor y lo puso en su prime-ra dirección porque el signo estaba casi inutiliza-do ya que desde el siglo XX su uso decayó y talvez no fue suprimido porque era difícil escribiralgo parecido con otra tecla o combinación de ca-racteres. Así permaneció en las máquinas de es-cribir, como una rareza tradicional y llegó a los te-clados de las computadoras.

Aunque la arroba como tal aparece en 1884,en la 12.ª edición del Diccionario de la lenguacastellana, de la Real Academia Española, irrum-pió desde antes, en el Diccionario de Autoridadesde 1726, donde dice que proviene del árabe «re-bea», una medida de peso que significa la cuartaparte de un quintal, veinticinco libras.

Como el clamor contra la pobre @ en su la-bor de reivindicación social de las mujeres fue tancriticado, al final la Internet ganó la batalla y seapropió de ella. Entonces aparecieron otras solu-

ciones, esta vez maridadas con las repeticionesinnecesarias.

Comenzó la letanía de niños y niñas, traba-jadores y trabajadoras. Cada vez los textos se hi-cieron más largos y repetitivos y claro está, másaburridos. Es que luce tan mal esa reiteración,que según manifiestan los que la emplean, espara rescatar la presencia de las mujeres en elidioma.

Sin embargo hay instituciones que reco-miendan, en vez de esa reiteración simplista,usar formas más englobadoras que incluyan tan-to a los hombres como a las mujeres. En vez dedecir «los hombres y mujeres del mundo» diga-mos «el género humano» o «la humanidad», envez de «niños y niñas» digamos «la niñez». Creoque es más elegante y cumple el objetivo de noexaltar la figura masculina e invisibilizar a la fe-menina.

En una ocasión me llegó un mensaje don-de la Asociación Hispanoamericana de Mujeresse quejaba del carácter machista de la lenguacastellana. Algunos ejemplos casi chistosos nospusieron a pensar un poco en el asunto; si malno recuerdo, entre otros ejemplos mencionabanéstos:

zorro: espadachín, justicierozorra: putaperro: mejor amigo del hombre.perra: putaaventurero: osado, valiente, arriesgado,hombre de mundoaventurera: putacualquier: fulanito, mengano, zutanocualquiera: putahombre público: personaje prominentemujer pública: putaAl revisar el diccionario la cosa no es así

exactamente, porque un cualquiera o una cual-quiera es una persona de poca importancia o in-digna de consideración, y la acepción de prosti-tuta no está registrada. Lo mismo sucede concallejero, perro, etc. La RAE recoge los usoscuando están arraigados y recomienda que den-tro de lo socialmente posible se favorezca el usode formas femeninas para los nombres de profe-sión o actividades ejercidas por mujeres.

No hay necesidad de inventar disparatesidiomáticos, conozco algunos machistas que sepasan la vida usando la arroba. Al final de cuen-tas hemos aprendido latín, logrado buenos mari-dos y un buen fin, a pesar de la inocente arroba.

Cuando pienso en nuestra lengua matername la represento como una augusta dama que

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Con permiso

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flamea aún con dignidad su estandarte, pese alos destrozos que tenga. Esta representación tie-ne que ver con el deterioro que a diario se come-te con el idioma español en múltiples ámbitos queabarcan no solo la cotidianidad en el hogar, la pa-rada de buses o el mercado sino las aulas de cla-ses, las instituciones del Estado y los medios decomunicación.

Especialmente los medios de comunicacióndeben tener mucho cuidado a la hora de utilizarlos términos que se ponen de moda. La arroba,por ejemplo, se ha convertido en una suerte detransexual, un comodín que quieren imponer al-

gunos. Es como los salones de belleza unisex,con la vital diferencia que al final no sabemos sinos cortó el cabello un cuarto de hombre o 25 li-bras de mujer.

Siempre he pensado que así como los árbo-les para verse hermosos necesitan una buenapoda, abono y control de plagas, de ese mismomodo nuestro idioma necesita buenos jardinerosque sepan dónde y cómo podar, cómo injertar ysobre todo destruir las plagas. Solo de esa ma-nera podremos seguir disfrutando de ese hermo-so tronco donde nos cobijamos todos los hispa-nos: la lengua española.

Con permiso

«Sn

La herramienta y el mensajeLucía Martínez OdriozolaPeriodista, profesora de Periodismo de la Univesidad del País Vasco

«Se incurre en sexismo lingüísti-co cuando se emplean voca-blos (sexismo léxico) o se

construyen oraciones (sexismo sintáctico) que,debido a la forma escogida por el hablante y no aotra razón, resultan discriminatorias por razón desexo»1: es la definición que Álvaro García Mese-guer nos dio hace ya una docena de años. Noobstante, el sexismo no solamente se manifiestamediante las palabras que utilizamos; a vecesnos lo encontramos muy crudo en la sociedad.Para ello basta con observar las fotos que losdiarios publican inmediatamente después de ce-lebrado cualquier encuentro internacional de po-líticos. Las mujeres suelen escasear.

Como entusiasta periodista y profesora defuturos periodistas, abogo por un periodismo quesea preciso tanto en el contenido como en laforma, en los datos y en el lenguaje que utiliza-mos para ello. En realidad, sostengo que el pe-riodista debe tener la firme vocación de que sutexto no pueda ser interpretado sino en un únicosentido, en aquel que narra la realidad. Por esarazón es tan importante que elija con precisiónlas palabras, que no se conforme con la primerafrase que se le viene a las teclas, sino que la tra-baje y rastree la idea o la expresión exacta delos hechos.

No quisiera parecer exageradamente opti-mista, pero basta un repaso a las hemerotecaspara comprobar de qué manera ha mejorado laimagen que los medios de comunicación dan dela mujer. Las formas burdas de expresión y aquelrecurrir a la mujer para adornar una página hancomenzado a escasear aunque todavía podemos

1 GARCÍA MESEGUER, Álvaro: ¿Es sexista la len-gua española? Una investigación sobre el género gra-matical. Paidós. Barcelona, 1994. Pág. 24.

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llevarnos grandes sobresaltos. Veamosalgunos titulares de esta primavera:

«Johansson, a la cabeza en el ran-king de las más sexys2»

«Desintoxicación amorosa. Lamodelo Kate Moss ha dejado a su no-vio, un díscolo rockero, por un jovende buena familia y 11 años más joven»

«Stone seduce a los 48»Son tres ejemplos de sexismo. De

Johansson se destacan sus cualidadesintelectuales y en el caso de Moss y Sto-ne se sube al titular la edad del novio o dela propia actriz. Si los protagonistas hu-bieran sido varones, la edad acaso no ha-bría tenido interés ni para ser tratada enel texto. El tercero de los titulares produ-ce una irritación mayor, porque es másque probable que nunca encontremos suequivalente en varón. Por ejemplo:«Sean Connery seduce a los 78».

Hoy las cosas han cambiado y elmachismo o ha desaparecido, o es másvelado. Y en ocasiones son ellas las queincurren en un sexismo igual de inacepta-ble que el de ellos3.

Généricos

Especial cuidado se debe tener cuando sepretende hacer uso del masculino genérico. Vea-mos un titular: «Hallan en Cataluña resto de unancestro común del orangután, el gorila, el chim-pancé y el hombre» (Imagen 1). Francamente noes motivo de orgullo estar incluido en esa rela-ción. En ella hombre tiene el valor de ser huma-no aunque hay mujeres que no se sienten en ab-soluto identificadas cuando se usa el términomasculino para designar a los dos sexos.

En ocasiones, cuando el periodista opta porel uso del genérico para referirse a un colectivoen que están incluidas mujeres, puede valersedel subtítulo para especificar o introducir el dato

en las primeras líneas del texto: «Dos montañe-ros resultan heridos en el Pirineo. Ella, vitoriana,sufre…».

Otro ejemplo: «Los adolescentes que vivencon parejas gays son iguales que los demás». Laprimera impresión de quien lo lee es que se tratade hijos que conviven con su padre y su pareja,ambos homosexuales. Sin embargo, el texto con-creta: «Esta es la conclusión de un estudio reali-zado con 88 adolescentes tipo en EE. UU. (44 vi-ven con parejas de mujeres y 44 con parejasheterosexuales)». Ah, o sea que ninguno de losadolescentes viven en exclusiva con varones. ElDiccionario panhispánico de dudas4 señala quegay como adjetivo significa ‘homosexual’ y, comosustantivo masculino, ‘hombre homosexual’. Esprevisible que este término, como sinónimo dehomosexual, se imponga, incluso aunque no vi-niera avalado por su presencia en el DPD: encuestiones de lengua se impone lo breve; conmás razón, pues, en los diarios, que están obli-gados a ahorrar caracteres en los titulares. Decualquier forma, si alguien me pidiera mi opinión,cuando en el colectivo estén incluidas las lesbia-

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Con permiso

2 El DPD propone ranquin y sexi.3 Ángela Vallvey, en un artículo publicado en Mu-

jer hoy el 16 de octubre del 2005 y titulado «Ellos no li-gan», vertía opiniones que habrían levantado ampollassi la firma hubiera sido de hombre. Cuando Julia Oteroentrevistó en televisión a Javier Bardem, el crítico tele-visivo de La Vanguardia destacó su actitud cercana alligoteo. 4 DPD en adelante.

Imagen II

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No

nas, me resistiré a usar gay como sinónimo dehomosexual.

Además, se puede escribir alguna necedad(Imagen 2): «…insta al Gobierno a que flexibilice losrequisitos elegidos para que los padres puedan dis-frutar del permiso de maternidad5». El permiso de

maternidad es una categoría legal para la que se es-tablecen requisitos. Pero la frase chirría, como chi-rriaba en su momento esta otra (Imagen 3): «1.728bodas entre cubanos y españoles el año pasado». Enaquel momento —1999— el matrimonio entre perso-nas del mismo sexo era impensable. Pero cuadrar untitular a una columna con la exigencia de ofrecer da-tos es una tarea en ocasiones bastante difícil.

Como ya he dicho, yo estoy por la precisióny quien escribe en un diario ha de comportarsecomo lo hace el legislador cabal y responsable;ha de precisar porque donde pone hombre mu-chas personas entendemos hombre, no hombrey mujer.

Buscamos la precisión en los datos y en laforma de expresarnos, pero somos periodistas.Tenemos una herramienta y un objetivo: la herra-mienta es el lenguaje; el objetivo, lograr que noslean, arrastrar a los lectores desde la primerahasta la última línea. Si los perdemos antes, si nologramos que nos lean, es indiferente que nues-tro texto haya sido trabajado de acuerdo con prin-cipios sublimes, porque ese a quien deseamoshacer llegar nuestro mensaje ni siquiera nos lee.

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Con permiso

Las palabras y la cuestión de género1

Silvia PazosProfesora de Redacción Periodística y coordinadora de la revista El Monitor de la Educación del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de Argentina

Noventa hombres y una mujer es-taban atentos. Un hombre y no-venta mujeres estaban atentos.

Son oraciones correctas, ni se piensa en cuestio-narlas. Se han naturalizado, como años atrás queMaría González se casara y pasara a llamarseMaría González de García no parecía extrañar anadie. Afortunadamente, este de posesivo vadesapareciendo, y también las parejas están op-

tando por que estos hijos, por ejemplo, se llamenLuna García González y Martín García González,con lo cual el apellido materno también quede in-

«Mi educación, mi cultura y la visión de la sociedad tal como era, todo me convencíade que las mujeres pertenecían a una casta inferior». (Simone de Beauvoir, Memorias deuna joven formal, Sudamericana, Buenos Aires, 1972).

1 Las definiciones fueron extraídas del Diccionario dela lengua española, Real Academia Española, EspasaCalpe, Madrid, 2001; y del sitio www.rae.es, con las ac-tualizaciones y enmiendas que se están preparandopara la próxima edición en papel.

5 La cursiva es mía.

Imagen III

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cluido en el hijo que ambos concibieron. Pero,como se puede observar, siempre lo masculinoprima sobre lo femenino. Esa es la regla. Lo mas-culino protege, abarca, absorbe lo femenino. Laconsecuencia: la mujer se vuelve invisible.

Al respecto podría citarse una opinión verti-da hace unos años por la ya fallecida doctoraOfelia Kovacci, que fuera presidenta de la Acade-mia Argentina de Letras: «El diccionario no estáen contra de las mujeres sino que recoge la for-ma de pensar de una época. Para hablar del pa-dre y de la madre, se dice los padres; y el rey y lareina se engloban en los reyes, pero solo porqueel masculino es gramaticalmente el término ex-tensivo». La cuestión es qué se pierde cuando seusa ese masculino plural omnicomprensivo. Unaopción es hablar de género, porque ya se sabequé le ha tocado a ella en la distribución, cuandose hacía foco en el sexo. La perspectiva de gé-nero es una construcción cultural, un modo decrear una realidad y un modo de percibir el mun-do, una visión más abarcadora que intenta anali-zar otros conceptos. «Si la mujer durante añosfue caracterizada por las culturas como personadébil, histérica o inferior, nunca podríamos esca-par de ese destino ni rebelarnos, porque habríasido impuesto por el mandato de la Naturaleza:se nace, luego no hay reclamo. Esa es la trampa,porque la Naturaleza solo marca la anatomía, noel modo de ser de un sujeto humano que respon-de a las exigencias históricas, a las costumbres,la política y la economía de las distintas épocas.Por eso, actualmente, no se habla de sexo feme-nino sino de género», afirma Eva Giberti2.

Excluida y vinculada a lo peyorativo

Si hasta en la Declaración de los Derechosdel Hombre y del Ciudadano, la mujer ha queda-do afuera. El uso de la expresión ‘el hombre’como sinónimo de humanidad es toda una mues-tra. Ella no se ve, no se menciona. Permanece re-legada al ámbito doméstico, como reina del ho-gar, feliz y cantando porque está fregando unaasadera, tal como se la ve en estos días en una

publicidad de la televisión. Pero estos estereoti-pos y preconceptos se hallan en el Diccionario dela Real Academia3. Así, por ejemplo, se encuen-tran adjetivos, sustantivos y expresiones con di-ferente valor semántico, según se refieran a mu-jeres o a hombres. ‘Hijo/a de su padre’: Denota lasemejanza del hijo en las inclinaciones, cualida-des o figura del padre. Pero ‘hijo/a de su madre’significa ‘bastardo’ o ‘hijo de puta’. Esta última ex-presión, con el significado de ‘mala persona’, noposee equivalente en el mundo de los hombres.

La mujer está con frecuencia ligada a lo de-gradante, peyorativo y oscuro. Por eso las brujasson feas y malvadas, y los brujos son hechicerosdotados de poderes mágicos. En el vocablo ‘mu-jer’, afortunadamente la mujer de su casa lleva unelogio, porque otras... Mujer mundana es la pros-tituta. La mujer fatal es harto peligrosa, ya que‘acarrea un fin desgraciado’. Y la pobre mujer esaquella de cortos talentos e intuición. Una mujerpública es una prostituta mientras que hombrepúblico es el que tiene una vida pública conocida,en general como político. Y ni hablar de los órga-nos de ella, que generan furor uterino, por ejem-plo; porque los hombres nunca se exceden en supasión, tan racionales ellos.

En cambio, los hombres poseen pene: órga-no ‘que sirve para miccionar y copular’. Pero pa-rece que esto último lo hacen solos, porque no semenciona una partecita siquiera de la mujer queintervenga en el acto sexual.

Y ama es la dueña de un burdel, sin equiva-lente en amo. Lo mismo sucede con el vocablomoza (por suerte, dice ‘poco usado’): es la mujerque mantiene trato ilícito con alguno; algo quenunca haría un mozo. Y moza de fortuna o mozadel partido significa, lisa y llanamente, prostituta.También acepta el vocablo concubina, pero noconcubino, ¿no hay hombres involucrados?

Verdulera es la mujer descarada y ordinaria.El verdulero, en cambio, solo vende verduras.Sargento es una graduación militar, mientras sar-genta es la mujer corpulenta, hombruna y de dura

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Con permiso

2 Giberti, Eva, Tiempos de Mujer, Sudamericana, Bue-nos Aires, 1990.

3 Es necesario señalar que en el DRAE no solo la mujerrecibe numerosas expresiones discriminatorias. Podría-mos citar: mahomía y judiada (definidas como: acciónmala), y frases como «no somos negros», «sacar lo queel negro del sermón», «engañar a alguien como a un chi-no», etc. Tema que merece una profunda reflexión.

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condición. Genio es masculino: Calderón es ungenio, el genio de la lámpara. No hay genias niídolas. Incluso el vocablo putón se refiere a lamujer de costumbres sexuales muy libres; porqueellos jamás alcanzan tanto descontrol.

Por supuesto, los estereotipos siguen: mas-culino es, según la acepción (3), ‘varonil, enérgi-co’. Pero femenino: ‘débil, endeble’. Y hay más.Masculino: ‘que está dotado de órganos para fe-cundar’. Desde ya, femenino significa que estádotado de órganos para ser fecundado. La mujerpasiva, la Penélope que espera, la Bella Dur-miente tan tonta que, si no llegara un hombre abesarla, seguiría durmiendo por los siglos de lossiglos.

Evitar el uso sexista de la lengua

La misma Unesco, en el folleto «Recomen-daciones para un uso no sexista del lenguaje»4,se refiere a las elecciones posibles para eliminarestas asimetrías. Por ejemplo, hablar de la hu-manidad, los seres humanos, las personas, la es-pecie humana... y no el hombre. También en rela-ción a esto dice: «Las Naciones Unidas hanproclamado los Derechos del Niño, cuando podí-an haber utilizado la fórmula Derechos de la In-fancia, como lo hicieron con el Año Internacionalde la Infancia». En los casos de los profesores ylas profesoras, sugiere nombres colectivos comoel profesorado, el personal docente. Lo mismopara nombrar alumnos y alumnas; se puede re-emplazar por el alumnado.

Un desliz que puede causar asombro esque, incluso en este folleto contra la discrimina-ción, se escape un aspecto importante, dado quelas soluciones propuestas colocan siempre elmasculino adelante: hombres y mujeres (y no mu-jeres y hombres), ancianos y ancianas, alumnosy alumnas. Como dice el Esbozo5: «Por lo gene-ral el hablante tiende a anteponer el elemento

que por cualquier motivo estima como más inte-resante».

Hoy existen juezas, ministras, presiden-tas, vicepresidentas, jefas, gerentas, fiscalas,árbitras, notarias. Y así lo reflejó en el 2001 lavigésima segunda edición del Diccionario de laRAE que, ya se sabe, es lenta en volcar loscambios; porque antes alcaldesa era la mujerdel alcalde (hoy esta acepción figura como usocoloquial). Pero la realidad se impone y mu-chos —no todos— coinciden en que las profe-siones y los cargos que hoy son desempeña-dos por mujeres deben adecuarse al femenino.Claro que, por las dudas, en la definición, eldiccionario aclara: «Úsase también la forma enmasculino para designar el femenino. Ana esgerente». Pero las diferencias continúan. Lasniñas son primero señoritas pero luego, al ca-sarse, se convierten en señoras (de un hom-bre, resulta obvio). En cambio, los niños pasana ser señores y así permanecen hasta el restode sus días. ¿Por qué tendrá que hacerse visi-ble en el tratamiento la presencia o ausenciade un hombre?

La psicopedagoga Alicia Fernández, en Lasexualidad atrapada de la señorita maestra, serefiere al ‘señorita’, nombre que recibe siempre ladocente esté casada o no. También recuerda el tí-tulo de segunda madre, y subraya: «Es madre,entonces, pero madre virgen, porque ser madresoltera no está bien considerado en la escuela».También menciona eso de «los hombres no llo-ran» y el dolor de un varón repleto de lágrimasescondidas, para que le crean que es varón. Ycontinúa: «¿Qué aprenderán los alumnos y lasalumnas junto con la lectoescritura? ¿Atravesadapor qué ideología estará la enseñanza de la es-critura de las palabras? La enseñanza de qué esser varón y de qué es ser mujer no figura en el cu-rrículum de la escuela, pero el ocultamiento, ladesmentida, la omisión de la identidad, entrenana través de lo no dicho».

Desde hace unos años, estos aspectos seestán encarando desde distintas lenguas. Así, enAlemania ya se ha dejado de usar la palabra fräu-lein (señorita), porque no existe el sustantivoequivalente para nombrar al hombre soltero; deesta forma, todas son frau (señora). También, conel fin de eliminar esta asimetría, el Instituto de laMujer de Madrid ha sugerido utilizar la abreviatu-

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Con permiso

4 Texto preparado por el Servicio de Lenguas y Docu-mentos (BPS/LD), UNESCO. Unidad de Coordinaciónde las Actividades relativas a la Mujer, Place de Fonte-noy (sin fecha).5 «Orden de colocación de los elementos oraciona-les», 3.7.3. c). Esbozo de una nueva gramática de lalengua española, Espasa Calpe, Madrid, 1991.

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Con permiso

ra Sa. para evitar la diferencia entre Sra. y Srta. Yen inglés, se ha creado el descriptor Ms, abrevia-tura entre Mrs y Miss.

La solución de la arroba

Cuando hablamos podemos referirnos a losniños y las niñas. Los problemas comienzan conla escritura, ya que resulta un tanto denso leer oescribir «los alumnos y las alumnas, las señorasy los señores, el chico y la chica...» o, en su de-fecto «el/la niño/a, la/el alumna/o...». Como solu-ción, hace algunos años surgió una propuestapara sustituir la última vocal por una arroba, comosigno neutro, con el objeto de formar los pluralesque incluyen los dos géneros: l@s niñ@s. La ideaparece mejor que el uso de la barra o del coordi-nante con los dos sustantivos o adjetivos (ade-más, el símbolo figura en los teclados). Esta arro-ba se utiliza cada vez más en artículos y trabajosque tratan la perspectiva de género. Con estamodalidad, el diario Página 12 publicó —con suedición del 15 de mayo del 2003— el fascículo«Cinco días por los derechos de niños, niñas yadolescentes», financiado por Save the ChildrenSuecia.

La primera persona

Voy a transgredir en este espacio la normaperiodística de la tercera persona, ya que quieroreflexionar acerca de nuestra posición como su-

jeto de la enunciación. Porque hemos aprendidodesde chicas a ser pasivas, a callar, a ser feme-ninas... gracias a esta marca cultural que hemosrecibido «con la leche templada y en cada can-ción» (Serrat dixit). Y con frecuencia las mujeresreproducimos, en el discurso o en la práctica,este modelo que nos han impuesto. La lecciónestá tan bien aprendida que, a veces, debemosmantenernos alertas para no caer en el erróneouso de «uno» en vez de «una», en un constanteejercicio de autoafirmación.

Para romper esos deslizamientos ideológi-cos debemos trabajar y no trivializar estos temas,porque ya nos parece escuchar la voz de algunamujer que rechaza estas propuestas por conside-rarlas absurdas, exageradas o con un despectivo«se ve que no tienen nada que hacer». Quizásesto esté señalando una posición de sometimien-to para ser aceptadas en el ámbito predominan-temente masculino donde se desenvuelven; rea-lizan así alianzas tácitas y para no sentirseafuera, festejan burlas machistas o, lo que espeor, no se solidarizan ni respetan a otras congé-neres. Acerca de estas actitudes, volvemos a ci-tar a Eva Giberti6: «El peor efecto de tal subordi-nación es la posición de tantas mujeres querepiten las ideas masculinas sin darse cuenta deque son pensamientos de otros, de ideas que nofueron pensadas por ellas, ni para ellas, ni te-niendo en cuenta sus necesidades y deseos».Casi olvidando que también ellas son víctimas deeste burka ideológico que nos mantiene encarce-ladas en los lugares subalternos que nos hanasignado.

6 Op. cit.

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Uno de los objetivos de la Fundación del EspañolUrgente es el análisis diario de los medios de co-municación. Resultado de este examen, centradoexclusivamente en los aspectos lingüísticos, sonlas recomendaciones que, entendidas como ad-vertencias encaminadas a proporcionar criteriosde uniformidad idiomática, se difunden mediantelos servicios de la Agencia Efe. Las recomenda-ciones que siguen son algunas de las que se pue-den encontrar en la página web de la Fundéu:www.fundeu.es

actuar, actuaciónLa Fundéu ha observado que es muy frecuente elabuso del verbo actuar y del sustantivo actuaciónpara referirse a casi cualquier acción. Aunque ac-tuar significa, según el Diccionario de la Acade-mia, ‘poner en acción o ejercer actos propios dela naturaleza de una persona o cosa’, el abuso deeste verbo, al igual que ocurre con otros verboscomodín como realizar, denota pobreza del len-guaje en casos donde podría emplearse un verbomás adecuado. Por ejemplo, en lugar de «las ac-tuaciones de la policía», «la buena actuación dela tenista», «la actuación frente a la viruela», «elacusado actuaba así por la droga», «una actua-ción para conocer la situación», «una actuacióndelictiva», «actuará en la Feria de San Isidro» y«actuó con lógica», puede decirse «las interven-ciones de la policía», «el buen juego de la tenis-ta», «las medidas frente a la viruela», «el acusa-do se comportaba así por la droga», «un estudiopara conocer la situación», «una acción delicti-va», «toreará en la Feria de San Isidro» y «obrócon lógica», respectivamente. En ocasiones in-cluso puede suprimirse: «el sospechoso actuó entodo momento guardando la calma» puede reem-plazarse por «el sospechoso guardó la calma entodo momento», y «las actuaciones para mejorarla depuradora» puede sustituirse por «la mejorade la depuradora» o «las obras de mejora de ladepuradora» (este último uso de «actuación» esmuy habitual entre los políticos). Por ello, se re-comienda que no se abuse de actuar y de actua-ción sino que se emplee el verbo apropiado alcontexto.

cayuco y pateraSe precisa que los términos cayuco y patera nodeben utilizarse como sinónimos, pues cada unode ellos tiene un significado diferente y propio. Enlas noticias sobre la inmigración ilegal desde las

costas de Mauritania hacia las islas Canarias hacomenzado a usarse la palabra cayuco como si-nónimo de patera. Así, en una misma información,se dice que los inmigrantes llegaron en un cayucoy que una lancha de la policía remolcó dicha pa-tera hasta el puerto. Ante esa situación de confu-sión de términos, se considera oportuno advertirde que cayuco y patera no son sinónimos, aunqueen ambos casos se trate de embarcaciones. Ca-yuco, en la mayoría de los diccionarios de espa-ñol, es una embarcación india de una pieza usadaen América: ‘Especie de bote angosto, largo y es-trecho más pequeño que la canoa, con el fondoplano y sin quilla, que se gobierna y mueve con unremo ancho conocido como canalete’. Además deese significado, tiene otro en el español habladoen Guinea Ecuatorial y en las islas Canarias, don-de llaman cayuco a una barca grande o barcazaque se emplea en las costas atlánticas de Áfricapara la pesca artesanal y que habitualmente llevaun motor fuera borda. Patera es otro tipo de bar-caza, también usada para la pesca, pero con dis-tinta forma y estructura, y son las embarcacionesgeneralmente usadas por los inmigrantes paracruzar desde Marruecos hacia las costas de Es-paña. A veces, se usa también la voz patera paramencionar a otros tipos de embarcaciones (comolas lanchas Zodiac) usadas por los inmigrantes.Ante esa situación, se recomienda que se distin-gan los nombres de cada una de esas embarca-ciones y no se usen nunca como sinónimos, puesno es lo mismo un cayuco que una patera, comotampoco es lo mismo una patera que una Zodiac.

contraopa y antiopaSe recomienda el uso de las palabras compuestascontraopa y antiopa. A veces, ciertas siglas siguenun proceso de lexicalización que las lleva a trans-formarse en nombres comunes, como ocurrió enlos casos de ovni y sida. Del mismo modo, las si-glas OPA se han convertido en un nombre comúnque se escribe en redonda y con minúsculas: opa.La Fundéu considera necesario advertir tambiénde que al tratarse de un sustantivo común es in-correcta su escritura con mayúscula inicial: la*Opa. De esa nueva palabra, como de cualquierotra en español, se puede formar el plural (opas)y se puede crear un nuevo verbo (opar). Además,es lícito y correcto gramaticalmente formar vocesnuevas con los prefijos contra- y anti-, y por eso laFundéu considera correctas las palabras contrao-pa y antiopa que ya han comenzado a apareceren la prensa especializada en economía.

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Recomendaciones

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diagnosticarLa Fundéu advierte sobre el uso incorrecto delverbo diagnosticar. Según la Real Academia Es-pañola, diagnosticar es ‘determinar (la enferme-dad) que alguien padece a partir de la observa-ción de sus síntomas’. Así pues, lo que sediagnostica es la enfermedad y no la persona,que sería el complemento indirecto, por lo que laFundéu advierte de que son incorrectas frasescomo «se esta trabajando en las muestras de pa-cientes diagnosticados en alguna enfermedad»,«un patólogo retirado fue diagnosticado con elmal de Parkinson» y «el setenta por ciento de losniños diagnosticados de hiperactividad…». Enestos tres casos lo diagnosticado debería ser «al-guna enfermedad», «el mal de Parkinson» y la«hiperactividad», por lo que debería haberse di-cho «se esta trabajando en las muestras de pa-cientes a los que se les ha diagnosticado algunaenfermedad», «a un patólogo retirado se le diag-nosticó el mal de Parkinson» y «al setenta porciento de los niños a los que se les ha diagnosti-cado hiperactividad...». Por ello, la Fundéu re-cuerda que las personas no son diagnosticadas,ya que lo que se diagnostican son las enferme-dades, y recomienda que se evite este participiocon ese sentido.

infectar e infestarSe precisa que los verbos infectar e infestar tie-nen significados diferentes y no deben ser con-fundidos. Infestar hace referencia a una ‘invasiónde macroorganismos parásitos que puede produ-cirse en la parte interior o exterior de un cuerpo’,mientras que una infección es una ‘invasión demicroorganismos patógenos (aquellos que pro-ducen enfermedades) como virus o bacterias’,por lo que sería correcto decir «las pulgas infes-taron al perro» pero «el virus de la gripe aviar hainfectado a millones de aves». Infectar tiene ade-más, en sentido figurado, el significado de ‘co-rromper moralmente a una persona’, por ejem-plo, «el ansia de dinero infecta a todos».También infestar tiene otros significados: ‘Des-trucción de un lugar por actos de bandidaje’ («lospiratas infestaban estas costas»); ‘abundanciainvasiva en un lugar de plantas o animales perju-diciales’ («las cucarachas infestaban la casaabandonada») y ‘exceso de personas o cosas’(«los aficionados infestaban las calles próximasal estadio»). En consecuencia, se recuerda quelos verbos infectar e infestar no significan lo mis-mo y no deben confundirse.

junto a, junto conLa Fundéu recuerda que junto a no equivale ajunto con. Se advierte el uso extendido de lalocución junto a en un sentido para el que loapropiado es emplear junto con en frasescomo, por ejemplo, «El ayuntamiento, junto adiversas organizaciones empresariales, impul-sará la iniciativa» o «Presentó las líneas maes-tras del proyecto junto a todas las críticas queha recibido». El Diccionario de la RAE defineasí estas dos locuciones de la siguiente mane-ra: junto a es ‘cerca de’ pero junto con es ‘encompañía de, en colaboración con’. Junto a tie-ne, por lo tanto, un sentido de proximidad (físi-ca, intelectual o afectiva), y no debe emplearsepara significar colaboración o compañía, encuyo caso la locución adecuada es junto con.La Fundéu recomienda, pues, que se utilicejunto con en los casos en que el sentido seacompañía o colaboración («El ayuntamiento,junto con diversas organizaciones empresaria-les, impulsará la iniciativa» o «Presentó las lí-neas maestras del proyecto junto con todas lascríticas que ha recibido») y se reserve junto apara expresar cercanía («El camión estacionójunto a la puerta»; «Se situó junto a los socia-listas en materia urbanística»).

los PirineosLa Fundéu advierte de la creciente tendencia aeliminar el artículo del nombre de la cordillerafrancoespañola «los Pirineos». Tanto en el len-guaje escrito como en el oral se percibe cada vezmás esa costumbre —«Ha ido a esquiar a Pirine-os», «Organizamos viajes a Pirineos»—, cuandola norma general es que los accidentes geográfi-cos lleven artículo: «el Almanzor», «el Aneto»,«los Andes», «el Ebro», salvo en los casos en losque el nombre genérico —el del accidente geo-gráfico— forma parte del nombre propio, como en«Sierra Morena», «Sierra Madre» o «Picos deEuropa». Por otra parte, el nombre de la cordille-ra es «montes Pirineos» o «los Pirineos» y que elsingular, «el Pirineo», suele reservarse para sec-tores de la cadena, en cuyo caso va acompaña-do de un adjetivo: «el alto Pirineo», «el Pirineoaragonés»...; pero si se alude a los Pirineos engeneral conviene utilizar la forma plural. Se reco-mienda, pues, no omitir el artículo (escribir o de-cir, por ejemplo, «a Pirineos» en lugar de «a losPirineos») ni emplear la forma singular («el Piri-neo») cuando queramos referirnos a la cordillera(«los Pirineos»).

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Recomendaciones

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SEMINARIO DE LA FUNDÉU EN SAN ROQUEEl XXVI Curso de Verano de la Universidad deCádiz en San Roque incluyó este año un semina-rio sobre «Los medios de comunicación y su pa-pel de directores del futuro de la lengua españo-la», organizado por la Fundéu, que se celebró del20 al 22 de julio en el Palacio de los Gobernado-res de la ciudad gaditana.El seminario estuvo dirigido por el doctor Leonar-do Gómez Torrego, profesor e investigador delInstituto de Filología del Consejo Superior de In-vestigaciones Científicas, quien dedicó su inter-vención a hacer un profundo y detallado análisissobre la norma en los medios de comunicación.El secretario general de la Asociación de Acade-mias de la Lengua Española, Humberto LópezMorales, destacó en ponencia que la mayoría delos hablantes de español como lengua maternase encuentran en regiones americanas y que elhabla culta de Hispanoamérica presenta unaasombrosa coincidencia con el habla culta de Es-paña. En cuanto al idioma que emplean los me-dios de comunicación hispanoamericanos, el se-cretario general de la Asociación de Academiasdijo que las investigaciones más rigurosas de-muestran que la riqueza de su léxico es similar ala de muchos escritores de prestigio.El coordinador general de la Fundéu, Alberto Gó-mez Font, subrayó la importancia de los libros deestilo de los medios de comunicación para el fu-turo del español y no dudó en afirmar que son lospaíses del otro lado del Atlántico los que hacenun mejor uso del idioma español.Fernando de Valenzuela, miembro del equipo dela Fundéu, expuso las tareas y los proyectos dela fundación y su empeño por mejorar la calidaddel lenguaje de los medios, ya que, según afirmó,la corrección lingüística y la elegancia del estiloson tan relevantes como la precisión informativa.Susana Guerrero Salazar, profesora de la Univer-sidad de Málaga, dijo que los medios de comuni-cación son una especie de diccionario vivo por elque circulan todas las palabras y destacó su granresponsabilidad en la ruptura del lenguaje sexistay en excluir de una vez las connotaciones peyo-rativas de los términos femeninos.El seminario lo clausuró el presidente de la Aso-ciación Iberoamericana de Periodismo Científico,Manuel Calvo Hernando, quien reflexionó sobreel papel del periodista y concluyó que, al final, re-sulta ser una especie de máquina que está en lavida para recoger lo que hay y contarlo.La encuesta posterior llevada a cabo entre losasistentes al seminario puso de manifiesto un alto

grado de aceptación, ya que la puntuación mediaconcedida al seminario (8,46) y la otorgada a losconferenciantes de la Fundéu (8,31) estuvieronpor encima de la valoración global del curso, quefue de 7,5. Asimismo, más del 90 % de los ma-triculados manifestaron su intención de repetir enpróximas ediciones y sugirieron algunos temasque podrían desarrollarse, tales como los manua-les de estilo para la formación sociolingüística,periodismo para fines específicos y periodismográfico.■

DESPEDIDA DE LAS PRIMERAS BECARIASTras un año de intensa y productiva participaciónen las tareas de nuestro equipo de filólogos, lascuatro primeras becarias de la Fundéu —SusanaArroyo, Marta López, Ana María López e IsabelLorenzo— de las universidades de Alcalá, deCastilla-La Mancha y Complutense, concluyeronen septiembre sus prácticas de posgrado en lafundación. Durante este año han colaborado en muchas delas actividades de la fundación, entre ellas en laactualización del Vademécum de español urgen-te; en la revisión de páginas web, manuales deestilo y publicaciones de entidades y empresasque colaboran con la Fundéu; en la elaboraciónde recomendaciones para los abonados de laAgencia EFE y en la atención de nuestro serviciopermanente de consultas. Contribuyeron tambiénbrillantemente, con sus artículos y análisis, a ha-cer posible la publicación de los primeros núme-ros de esta revista. También participaron en dife-rentes seminarios organizados por la Fundéu, enparticular en el dedicado al lenguaje en los me-dios de comunicación de EE. UU. organizado encolaboración con la Fundación San Millán en lalocalidad riojana de San Millán de la Cogolla, y enel desarrollado en San Roque (Cádiz), en el quepresentaron sendos trabajos.■

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