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REVISTA NDM.54 7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . AÑO BE 11 CUESTIÓN RELIGIOSA EN ALEMANIA. Dosiombres extraordinarios han poderosamente influiden el movimiento religioso de nuestros dias con soirana influencia. El uno es sabio, y el otro ora- dor; ejno versado en las ideas, y el otro en los sen- timieiss; el uno erudito hasta resumir la ciencia eelesiáiea con una profundidad propia de los pri- mos dítores españoles en el siglo XVI, y el otro ar lista apunto de repetir en sus paiabras los ecos de la eloceneia de Fenelon; ambos á dos, lumbreras de la Iglda y ornamentos de su tiempo, aunque tuviera el umdemasiada pesadez, y el otro demasiada lige- reza n sus obras. Su conversión ha traido nuevos elemotos democráticos á la conciencia de este siglo. Protstanilo contra la absoluta autoridad en el len- guají de los tribunos, han derramado gérmenes de libertad que no desaparecerán. Volviendo el pensa- miento á los primitivos tiempos de la iglesia, al ré- gimen de discutirlo todo en las Asambleas, y de nom- brar á todos los representantes de alguna autoridad en pública elección, han demostrado que el cristia- nismo es y será siempre, á despecho de los que han querido convertirle en imperial y cesáreo, una reli- gión esencialmente democrática. Uno de estos hom- bres se llama el doctor Dcellinger, y el otro se Huma el Padre, Jacinto. Era el doctor Doellinger estimadísimo en Roma. Sus obras magistrales sobre Historia eclesiástica me- recían esta profunda estimación. Un poco sobrecar- gadas de noticias y datos, como la mayor parte de los escritos alemanes, algunas veces pasan por sus páginas de bronce relámpagos de verdadera elocuen- cia. Pero el título principal que tenía á la estimación de la Curia Romana, era su ardiente libro apologético del poder temporal de los Papas. Es verdad que en este libro usaba de algunos extraños argumentos, nuncios fieles de su radicalismo religioso, como el de- fender la autoridad política del Pontífice á fin de lle- gar á la separación de la Iglesia y el Estado; pero no se curaban de esto en Roma, y admitían el libro como oro, sin mirar la aligación de otros metales que en sí mismo llevaba. Al libro sobre la autoridad política de los Papas unió otro libro de la superioridad reli- giosa, intelectual y moral de la Iglesia católica sobre todas las Iglesias. Era un tratado dividido en dos partes-, como en dos partes había dividido sus discur- sos sobre el poder temporal de los Papas. En la pri- TOMO I V . mera trazaba el estado de todas las Iglesias cris- tianas separadas de Roma, y las creia á todas ó decadentes, ó disueltas, ó ajenas al sentido evan- gélico, por haberse apartado del sentido romano. En la segunda insistía sobre la doble necesidad de mantener el poder espiritual y el poder temporal de los Pontífices, aunque rejuvenecido y afianzado en las reformas políticas. Para Doellinger las sectas pro- testantes cada dia se apartaban más de la fe y de la esperanza. Uno de sus teólogos decía que el cato- licismo es la Iglesia de San Pedro; que el protestan- tismo la Iglesia de San Pablo, y que ahora se necesi- taba una Iglesia por la idea y por el amor sobre estas dos Iglesias, ó sea la Igldsia de San Juan. Otros de- cían que la Iglesia griega había sido la Iglesia meta- física cristiana; la Iglesia romana había sido la Iglesia canónica y juríiüea; la Iglesia protestante, la Iglesia moral; y que se necesitaba una cuarta Iglesia, en la cual todas las otras se resumieran y se reconciliaran. Muchos creían que el genero humano está decadente, abatido; sus ideas religiosas en eclipse; sus ideas mo- rales en caos; y había que aguardar una nueva Pen- tecostés, una aparición nueva del espíritu divino que despertara al mundo, por milagrosa invocación, del sueño de todos los placeres que lo aletargan y lo em- brutecen. En estas esperanzas apocalípticas, en estas teorías que tanto tienen de leyendas, encontraba el sabio alemán la demostración de cómo se pierde la conciencia humana cuando abandona el polo inmóvil de la autoridad divina, y cómo necesitan todas las iglesias, si no quieren disolverse, tornar al seno de la Iglesia única, que guarda en depósito la revelación cristiana. Pero no se le ocultaban á Doellinger las di- ficultades de esta reconciliación. El libro, no en su segunda parte, pero sí en su primera, mereció los elogios de todos los prelados, como la demostración más elevada y más clara de la grande superioridad de la Iglesia católica sobre todas las Iglesias disidentes. Hallábase rodeado, pues, Doellinger de los home- najes universales del mundo católico, cuando Roma convocó el Concilio. Sus dos ideas de la separación entre la Iglesia y el Estado, de reforma en el poder político de los Papas, anunciaban que en la gran controversia se afiliaría á los enemigos de todo ab- solutismo. Efectivamente, así que la Asamblea fuó convocada, apareció un libro anónimo contra las pretensiones del Papa, contra el programa jesuítico del Concilio; libro que fue atribuido al sabio Doe- llinger, como único capaz de escribirlo tan elevado 1

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REVISTAN D M . 5 4 7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . AÑO

BE 11 CUESTIÓN RELIGIOSA EN ALEMANIA.

Dosiombres extraordinarios han poderosamenteinfluiden el movimiento religioso de nuestros diascon soirana influencia. El uno es sabio, y el otro ora-dor; ejno versado en las ideas, y el otro en los sen-timieiss; el uno erudito hasta resumir la cienciaeelesiáiea con una profundidad propia de los pri-mos dítores españoles en el siglo XVI, y el otro arlista apunto de repetir en sus paiabras los ecos dela eloceneia de Fenelon; ambos á dos, lumbreras dela Iglda y ornamentos de su tiempo, aunque tuvierael umdemasiada pesadez, y el otro demasiada lige-reza n sus obras. Su conversión ha traido nuevoselemotos democráticos á la conciencia de este siglo.Protstanilo contra la absoluta autoridad en el len-guají de los tribunos, han derramado gérmenes delibertad que no desaparecerán. Volviendo el pensa-miento á los primitivos tiempos de la iglesia, al ré-gimen de discutirlo todo en las Asambleas, y de nom-brar á todos los representantes de alguna autoridaden pública elección, han demostrado que el cristia-nismo es y será siempre, á despecho de los que hanquerido convertirle en imperial y cesáreo, una reli-gión esencialmente democrática. Uno de estos hom-bres se llama el doctor Dcellinger, y el otro se Humael Padre, Jacinto.

Era el doctor Doellinger estimadísimo en Roma.Sus obras magistrales sobre Historia eclesiástica me-

recían esta profunda estimación. Un poco sobrecar-gadas de noticias y datos, como la mayor parte delos escritos alemanes, algunas veces pasan por suspáginas de bronce relámpagos de verdadera elocuen-cia. Pero el título principal que tenía á la estimaciónde la Curia Romana, era su ardiente libro apologéticodel poder temporal de los Papas. Es verdad que eneste libro usaba de algunos extraños argumentos,nuncios fieles de su radicalismo religioso, como el de-fender la autoridad política del Pontífice á fin de lle-gar á la separación de la Iglesia y el Estado; pero nose curaban de esto en Roma, y admitían el libro comooro, sin mirar la aligación de otros metales que en símismo llevaba. Al libro sobre la autoridad política delos Papas unió otro libro de la superioridad reli-giosa, intelectual y moral de la Iglesia católica sobretodas las Iglesias. Era un tratado dividido en dospartes-, como en dos partes había dividido sus discur-sos sobre el poder temporal de los Papas. En la pri-

TOMO IV.

mera trazaba el estado de todas las Iglesias cris-tianas separadas de Roma, y las creia á todas ódecadentes, ó disueltas, ó ajenas al sentido evan-gélico, por haberse apartado del sentido romano.En la segunda insistía sobre la doble necesidad demantener el poder espiritual y el poder temporal delos Pontífices, aunque rejuvenecido y afianzado enlas reformas políticas. Para Doellinger las sectas pro-testantes cada dia se apartaban más de la fe y dela esperanza. Uno de sus teólogos decía que el cato-licismo es la Iglesia de San Pedro; que el protestan-tismo la Iglesia de San Pablo, y que ahora se necesi-taba una Iglesia por la idea y por el amor sobre estasdos Iglesias, ó sea la Igldsia de San Juan. Otros de-cían que la Iglesia griega había sido la Iglesia meta-física cristiana; la Iglesia romana había sido la Iglesiacanónica y juríiüea; la Iglesia protestante, la Iglesiamoral; y que se necesitaba una cuarta Iglesia, en lacual todas las otras se resumieran y se reconciliaran.Muchos creían que el genero humano está decadente,abatido; sus ideas religiosas en eclipse; sus ideas mo-rales en caos; y había que aguardar una nueva Pen-tecostés, una aparición nueva del espíritu divino quedespertara al mundo, por milagrosa invocación, delsueño de todos los placeres que lo aletargan y lo em-brutecen. En estas esperanzas apocalípticas, en estasteorías que tanto tienen de leyendas, encontraba elsabio alemán la demostración de cómo se pierde laconciencia humana cuando abandona el polo inmóvilde la autoridad divina, y cómo necesitan todas lasiglesias, si no quieren disolverse, tornar al seno de laIglesia única, que guarda en depósito la revelacióncristiana. Pero no se le ocultaban á Doellinger las di-ficultades de esta reconciliación. El libro, no en susegunda parte, pero sí en su primera, mereció loselogios de todos los prelados, como la demostraciónmás elevada y más clara de la grande superioridad dela Iglesia católica sobre todas las Iglesias disidentes.

Hallábase rodeado, pues, Doellinger de los home-najes universales del mundo católico, cuando Romaconvocó el Concilio. Sus dos ideas de la separaciónentre la Iglesia y el Estado, de reforma en el poderpolítico de los Papas, anunciaban que en la grancontroversia se afiliaría á los enemigos de todo ab-solutismo. Efectivamente, así que la Asamblea fuóconvocada, apareció un libro anónimo contra laspretensiones del Papa, contra el programa jesuíticodel Concilio; libro que fue atribuido al sabio Doe-llinger, como único capaz de escribirlo tan elevado

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REVISTA EUROPEA. 7 DE MABZO DE 1 8 7 5 . N.° 54

y tan profundo. Toda la ciencia eclesiástica dio sustesoros contra el nuevo dogma. La supremacía con-tinua del Papa fue señalada como una otra continuade política maquiavélica y de falsificaciones históricas.El escándalo que este libro levantó en unos, y el en-tusiasmo que levantó en otros de los combatientes,probaba lo profundo do su idea, lo intencionado desu propósito, lo ardiente de su carácter batallador ypolémico.

Los Papas, según él, no habían jamás podido reca-bar el dogma de la Infalibilidad. Los Concilios de Ba-silca y de Constanza se lo negaron rotundamente.Sólo algunas palabras de Santo Tomás habían plan-teado en el siglo XIII las premisas y algunas com-placencias del Cardenal Cayetano, deducido en el si-glo XVI las conclusiones favorables á un poder tanomnímodo y absoluto. El mismo Torquemada decía,que un P¡ipa no puede ser hereje, porque en el mo-mento de abrazar la herejía deja de ser Papa. Cayeta-no, y sólo Cayetano desirvió de esta suerte á Diospor servir al Papa.

La idea no había nacido con vigor. Al poco tiempode proclamada en nombre de la Curia Romana, sube altrono de Roma Adriano VI, antiguo catedrático enLovaina, el cual mantuvo en sus magnas obras teoló-gicas la opinión contrariarla del Cardenal Cayetano,cuyas ideas se hubieran ahogado y perdido como tantasotros extravagancias, á no venir, con el advenimientode la Reforma, una grande reacción religiosa al mundomoderno, reacción señalada por el Concilio de Trento.

A pesar de la antigua oposición del Tostado, grandeobispo y fecundísimo escritor español; á pesar de lasdeclaraciones terminantes del teólogo Escobar y delos informes sobre la Curia Romana de Melchor Cano;Roma y sus Pontífices, con el engreimiento que lesdaba el poder de España y la sumisión de Enrique IVde Francia, sustentaban la infalibilidad, apoyados enlos jesuítas y en los ultramontanos que les daban laesperanza de recabar para siempre, entre los dogmasfundamentales del catolicismo ese extraño dogma,propio de los últimos tiempos del romano Imperio. Ycomo la naturaleza humana es así, los Papas escucha-ban desde su trono con arrobamiento las voces confu-sas de los jesuítas, diciéndoles que el universo tienesólo un alma, la cual quiere, piensa y siente por él, yque osla alma es el Papa.

Doollünger sostenía que la infalibilidad sólo puederesidir en la Iglesia; que es un funesto don para losPapas, espuestos en alturas tan eminentes á caer der-ri.b idos por el vértigo en el orgullo de Luzbel ó enel pecado de Adán. Y de antemano, como quiera queal Concilio le faltaba la condición primera exigida portodos los teólogos, la libertad en sus deliberaciones,protestaba de todos sus acuerdos y decía al mundocon los ojos puestos en la conciencia y la mano puestaen el corazón, que ninguno de sus acuerdos, ninguno,

podía obligar á los creyentes en Cristo y en su divinaIglesia.

En los tiempos de pura y verdadera fe; cuando laconciencia, cansada del Dios-naturaleza conteniáo enel paganismo, se convertía al Dios-espíritu de )oscristianos; en aquellos tiempos, en que la idea estabamás inmaculada y el combate y el martirio más re-cientes, apenas hay huellas de esa autoridad supremaque luego se atribuyeron los Pontífices en nombre dela ciudad de los Césares, la más fiel entre todas lasciudades á los antiguos dioses.

En el año 316, un obispo de Roma fuó declaradohereje. En 680, otro convencido de herejía ante unSínodo. En 431, el Concilio de Caiedonia rechazó laspretensiones del Papa León I, encaminadas á recabaruna autoridad más alta que la autoridad de los obisposy una superior jurisdicción sobre sus derechos. Enpleno siglo XIII, cuando comenzaba la decadencia dela fe y renacía la autoridad do la razón, como paraorganizar la vida religiosa fuertemente, y contra loscombates de los siglos venideros, se formuló, sostuvoy divulgó el dogma de la autoridad pontificia. LaIglesia se organizaba mecánicamente en la sociedad ála misma hora, a! momento mismo en que se desor-ganizaba espiritualmente en las conciencias. Le faltabala fe y acudía á la fuerza; se le escapaba el espírituhumano y constituía la autoridad.

A esta constitución del Catolicismo habían contri-buido en primera línea Gregorio VII en el siglo XI;Inocencio III en el mismo siglo XIII. Pero los títuloshistóricos por ellos invocados, eran completamentefalsos. Falsas las decretales de Isidoro Mercator; falsala donación de Constantino el Grande; estos dos polosde la autoridad temporal y de la autoridad espiritual.Todo se inventó en la colección de Isidoro; decretosde-los primeros Papas nunca dados, sentencias de losprimeros padres nunca escritas, cánones de los prime-ros sínodos nunca promulgados ni aun propuestos.Después de nueve siglos de Cristianismo, se tejió todoeste código de falsedades, con las cuales doraba Ni-colás I su tiara. Los obispos romanos pretendían contan fabulosas historias acreditar la santidad de Roma,cuando por su Senado, por sus Césares, por sus pre-tores, por las glorias de sus héroes, de su3 artistas,de todos sus anales, Roma ha sido, es y será una ciu-dad esencialmente clásica y pagana.

•La Iglesia ha sido la obra de Cristo y los apóstoles;la monarquía en la Iglesia la obra de las falsificado.nes canónicas; el absolutismo en esa monarquía laobra de San Ignacio de Loyola y de los jesuítas. LosPadres de la Iglesia griega nada dicen de la autoridadsuprema del Papa; nada tampoco los Padres de laIglesia latina. San Agustín, que escribió tanto, quefuó como la Enciclopedia, como el resumen de toda lateología anterior al siglo V, calla profundamente sobrela superior jurisdicción de la Iglesia romana. El areo-

N.° 54 E. CASTELAR. LA CUESTIÓN HF.LIGIOSA EN ALEMANIA.

pagita Dionisio trata en aquellos siglos de la gerar-quía y no trata del centro de esa gerarquía, del jefe detodas esas grandes dignidades; no traía del Papa. SanIsidoro resume su siglo como San Agustin ha resumidoel suyo; lo resume con esa fe ciega en los dogmas,con esa obediencia severa á la disciplina, con ese apa-sionamiento exaltadísimo, que verdaderamente consti-tuyen las bases de nuestro carácter nacional. Losvarios representantes de la gerarquía están señaladosen sus obras con minuciosidad y con paciencia; Obis-pos en cuatro grados, Patriarcas, Arzobispos, Metro-politanos, y no menciona el primero y más alto; nomenciona al Papa; prueba evidentísima de que noexistía. La superioridad del Papa es obra de falsifica-ción gigantesca, que comienza en la primera mitad delsiglo IX y que se prosigue sin ninguna interrupción,agravándose por todo extremo en tiempo de los do-minicanos. Su infalibilidad es obra de otra serie desofismas que desaguan todos, como los rios en el mar,en los senos del Concilio Vaticano.

Si el Papa es toda la Iglesia; si su autoridad es comola autoridad misma de Cristo; si su palabra la revela-ción permanente; si su persona la imagen de Dios,casi única en el mundo; si él resume toda la vida delCristianismo; si puede plagiar la frase de Luis XIV:«El Estado soy yo»; ¿dónde está la infalibilidad, dónde,en esas épocas tremendas de guerras entre los obis-pos, de cismas entre las Iglesias, de tres ó cuatroCónclaves, de varios Papas que cada cual se creo y seimagina el jefe visible de la cristiandad? Miremos lahistoria, los tiempos de aquel Papa español que exco-mulgaba al mundo entero desde su fuerte castillo dePeñíscola. Este ejemplo, entre muchos, basta por sísolo á demostrar que el dogma de la Infalibilidad esuno de los mayores, de los más graves peligros quepuede correr la Iglesia. Veamos:

La fuerza de Pedro de Luna, el carácter tenaz lehabían traido hasta el respeto de sus enemigos. Grego-rio XII, J?apa,romano, ofrecjó al Papa de Avignon.. unaconcordia. Disponíase á abdicar si abdicaba Pedro deLuna también. Este convino en tal acto, pero á con-dición de que Gregorio XII fuese el primero que abdi-case. Cuando se hallaban los dos Pontífices empeña-dos en tales tratos, el rey Ladislao se apoderó deRoma con pretexto de restaurar el Imperio romano.¡Ahí El Imperio romano, que no había podido serrestaurado, ni por los emperadores bárbaros asombra-dos de sus ruinas y atraídos por el prestigio de suautoridad, ni por Cario Magno que creía haberlo re-sucitado con sus conquistas, ni por los Papas que seimaginaban poseerlo bajo la tiara, ni por los em-peradores alemanes que llevaban fastuosamente sunombre.

Gregorio XII se creyó fuerte porque poseía una es-pada, cuando en realidad necesitaba una idea. Segurode que su abdicación sería pasajera, creó nuevos car-

denales destinados á devolverle seguidamente la tiaraen las nuevos elecciones. Pero el genio de la discordiapenetró en el Vaticano, y parecía haberse erigido allí,en el centro de la autoridad, en las regiones do lapaz moral, un trono sangriento. Los antiguos cardena-nales de Roma, heridos por la profusión y prodigali-dad con que las altas dignidades eclesiásticas eranrepartidas, se apartaron de Gregorio XII y convocaronsúbitamente un Concilio general para salvar la Igle-sia. Pedro de Luna extremó bajo la amenaza del Con-cilio las violencias de su carácter, y blandió con másfuerzas los rayos de su autoridad. Así como el nom-bramiento de nuevos cardenales había separado elSacro-Colegio romano de Gregorio XII, las bula3 vio-lentísimas, donde la cólera tronaba, separó al Sacro-Colegio aviñonense de Benedicto XIII. El Papa deRoma citó un. Concilio; el Papa de Avignon citó otro.La Iglesia de Cristo se había dividido en dos cuerpos.Pero estos dos cuerpos se hallaban decapitados ro-dando en distintas direcciones sus cabezas.

En situación tan por extremo angustiosa, la voz delos cardenales, reunidos en apariencia do Concilio,debía resonar con más poder que la voz de los Papas.Un movimiento espontáneo hacia las asambleas, notá-base en el seno de la Iglesia. Todos creían que sólouna libre reunión de sus miembros podía salvar elpueblo de Cristo. Eran aquellos tiempos los tiemposde las asambleas feudales, de las maravillosas Cortescastellanas, de los Parlamentos en Aragón y en Fran-cia, de los Estados en Inglaterra, de las Dietas enAlemania. La Iglesia se había hecho parlamentaria.Siempre, en lodos tiempos, cuando un organismosocial se siente tocado de espíritu revolucionario;cuando conoce la necesidad de una reforma, invocaseguidamente una asamblea, á la cual se agarran comolas nubes á las montañas, los vapores de las grandes¡días que relampaguean brillantemente en estas tem-pestades del espíritu. Veintidós cardenales, cuatropatriarcas, ochenta y siete abades,, doscientos repre-sentantes- do otras abadías, veinteseis "arzobispos,ochenta obispos y diputados de las Universidades deParis, Tolosa, Angers, Orleans, Montpeller, Bolonia,Florencia, Praga, Colonia y Oxford se congregaban.La Iglesia se reunía, no como en Nicea, para buscarun nuevo espíritu que fuera su vida, sino para procu-rarse la fuerza que nace de la organización. Pisa fuela ciudad donde se reunió este Concilio, que los dosPapas, cada uno desde la sedo volcada á sus pies, conigual violencia anatematizaban. Gregorio sostenía quesólo en el Papa estaba la autoridad para convocar losConcilios, y en ausencia del Pontífice, por hallarsevacante la Iglesia, sólo en el Emperador. El Papa deRoma no había convocado el Concilio; tampoco elPapa de Avignon; tampoco el Emperador; por consi-guiente era nulo, radicalmente nulo, sin autoridad denadie, sin derecho para nada; compuesto exclusiva-

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mente de rebeldes. Aquel Concilio, no debía llamarseuna asamblea eclesiástica, sino un conciliábulo deconspiradores contra Dios y su Iglesia.

El Concilio de Pisa desoyó los anatemas del Papa doRoma. La verdad es que la unidad, el timbre que laIglesia Católica ha ostentado siempre con más orgu-llo, se perdía en los tempestuosos oleajes de aquellarevolución, en los laberintos de aquella anarquía, enel caos de aquel desorden, sobre el cual á cada mi-nuto se espesaban más siniestras sombras. Así es queel Concilio no solamente desoyó los anatemas deRoma, sino que depuso á los dos Papas, á Gregorio XIIy á Benedicto XIII; al Papa de la ciudad Eterna y alPapa de Avignon, declarándolos rebeldes y contuma-ces en rebeldía.

Había entonces un arzobispo, que pasara días muyamargos, llegando hasta mendigar de puerta enpuarta el ppn de cada dia, en la isla de Creta. EraPedro Philargus, que á la sazón se asentaba en la sitasilla de Milán. Elegido por el Concilio de Pisa tomóel nombre de Alejandro V, y no pudiendo entrar enRoma se refugió en Pistoja. Sucedía esto por los añosde 1409. Por tan extraña manera, comenzaba el siglodecimoquinto. Los reunidos para cerrar el abismo delcisma, lo habían agrandado. Tres Papas tronaban desde tres Sedes sobre el mundo desgarrado, arrojandocada una de sus manos rayos contra sus enemigos, ytinieblas sobre tod,¡s las conciencias. Gregorio XII erael Papa de Roma, sostenido por el rey de Ñapóles;Alejando V era el Papa de Pistoja, sostenido por elConcilio de Pisa; y Benedicto XIII, ó sea Pedro deLuna, era el de Avignon, el que mantenía su autori-dad con el imperio principalmente de su carácter.

Habiendo muerto Alejandro, fue elegido Papa Bal-tasar de Couza, con el nombre de Juan XXIII. Másafortunado que su predecesor, entró en Roma, gracias¡i las armas de los florentinos. El inconstante Ladislaode Ñapóles empezó por protegerle y concluyó por ex-pulsarle. Bolonia fue el refugio de este heredero deltercer Pontífice. El imperio debía reclamar «hora másque nunca su tutela sobre la Iglesia. El emperadorSegismundo reclamó la celebración de un Conci-lio general que reuniese las voluntades dispersas, yque representase el espíritu universal en la Iglesia.JuanXXlH escogió la ciudad de Constanza, esa ciudadmaravillosamente establecida entre Alemania, Fran-cia é Italia, al pié de los Alpes, á la cuna del gran riode las irrupciones, del Rhin; rodeada de bosques sa-grai los para el pensamiento humano; mirándose en suceleste lago más claro en verdad que la conciencia,en aquel tiempo de perturbaciones, de anarquía mo-ral, de espirituales combates, de espantosa desorga-nización para la Iglesia.

Hespues de muchas dudas y de muchas vacilaciones,Juan XXIII se puso en camino. Sombríos presenti-mientos le sobrecogían á cada paso que daba hacia

adelante. Parecíale que en él se hablan perdido la an-tigua dignidad y el antiguo poderío de la Iglesia. Eljefe espiritual del mundo cedía al emperador, á sueterno enemigo. El monarca moral de la más alta so-ciedad que han visto los siglos, abdicaba su autoridadá los pies de una Asamblea tumultuosa, tal vez com-puesta de sus enemigos, llena de doctores más aptospara los estudios de la erudición que para los desve-los del gobierno; llena también de soñadores, queideando fantásticamente sueños de felicidad humana,podían llevar la Iglesia, tan una en sus dogmas y tanperseverante en su moral, á los horizontes caligino-sos de una herejía, que fuera, sino su muerte, por-que en la conciencia del Papa la Iglesia es inmortal,su debilidad para mucho tiempo, su debilidad ¡ah!debilidad también del espíritu humano, eclipse de laconciencia en el mundo.

A cada momento quería renunciar á la idea del Con-cilio. No hay autoridad que no pugne por romper todolímite, y mucho más una autoridad que penetra en loinfinito, que se pierde en los espacios celestes. LosReyes y los Papas de aquel tiempo tenían bufonespara que les recordasen con sus gracias las miseriasde la vida humana en medio de las grandezas de suspoderes divinos. El bufón de Juan XXIII, cuando pa-saban por Trento, le recordó un refrán muy parecido alpopular nuestro de: «Quien va á Sevilla pierde su si-lla,» y que podría traducirse de esta manera: «Quienva á Trento pierde su asiento.» En uno de aquellosdesfiladeros del Tyrol rodaron por los abismos losequipajes del Papa. «¡Diablo! exclamó Juan XXIII,ya estoy abajo; mejor hiciera quedándome en Bolonia.»Cuando descubrió desie lejos Constanza, exclamósonriendo: «Ya veo la trampa donde cazan á loszorros.»

Sin embargo, el Concilio tenía un brillo inusitado;era una grande, una respetable Asamblea. En él seveían hombres como Gerson, que habían llenado consu palabra y con su idea todo el siglo XIV, y quellegaban con una merecida fama de sabiduría y deelocuencia al dintel de eáte perturbado siglo XV.Tres patriarcas, veintidós cardenales, veinte arzobis-pos, noventa y dos obispos, ciento ochenta abades,los diputados de las más célebres Universidades delmundo, el emperador de Alemania, el duque Fede-rico de Austria, el elector de Sajonia, el elector Pa-latino, el duque de Baviera, que con sus numerosasservidumbres, sus respectivas cortes, sus acompaña-mientos, sus soldados, formaban un ejército de cientocincuenta mil extranjeros, forzados en gran parte áacampar fuera de la ciudad, que circundaban nubesde feriantes, gitanos, titiriteros, juglares, cómicos,decidores de buenaventura, farsantes, bufones y cor-tesanos. Baste decir que sólo de juglares y cómicoshabía, según la cuenta de un contemporáneo, más detrescientos cuarenta y seis.

N.° 54 E. CASTELAB. LA CUESTIÓN RELIGIOSA EN ALEMANIA.

Tres asuntos principales debía tratar este Concilio:1.°, la herejía de Juan Hus; 2.°, la reforma de la ca-beza de la Iglesia; 3.°, la reforma de los miembros dela Iglesia; es decir, el Concilio iba á tocar por la here-jía a todo el dogma, y por la organización eclesiásticaá toda la disciplina. Fue dividido en cuatro grandesporciones; italiana, alemana, francesa ó inglesa. A pe-sar de esta división en las fuerzas eclesiásticas, elmundo occidental todo entero descansaba • ún á lasombra de una sola creencia. Se decidió que, en vezde votarse por individuos, se votaría por naciones, locual daba á cada una la misma influencia. Confiriósetambién el derecho de votar á sacerdotes célebrespor su saber, grandes lumbreras de todas las con-ciencias.

La primera cuestión, la más grave y la más urgenteera la de tratar dónde estaba y quién tenía la autori-dad pontificia. Decidió el Concilio que abdicaran lostres jefes de la Cristiandad. Esta decisión hirió en elfondo el alma del Papa, que había convocado el Con-cilio, para que reconociera y proclamara su propia au-toridad. Pero la voz de tantos sacerdotes, la presenciade tantos príncipes, el poder de tantas naciones, ledecidieron á prometer una abdicación que estaba de-cidido á no cumplir. Su voluntad se veía clara en to-dos sus actos, á posar de que apareciese tambiénclara la sumisión en todas sus palabras. El Concilio nose fiaba del Papa y le celaba sigilosamente. El Jefe dela Cristiandad se había convertido en el prisionero delos pueblos.

Dábase cierto dia, á orillas del espléndido lago, unade esas fiestas que tan características eran de la EdadMedia. Invitaba Fedjrico de Austria á los miembrosdel Concilio á un torneo. Estas fiestas eran por ex-tremo populares; llamaban por extremo la atenciónpública. Las músicas que sonaban; las muchedumbresque gritaban; las damas del torneo qu'j lucían susgracias y sus espléndidos trajes; los caballeros en cu-yas armaduras se reflejaba la luz; los heraldos vesti-dos con sus áureos ropones; los graciosos pajes, losguerreros caballos, las banderolas de mil matices, lasarmas de diversos temples, los escudos con sus mo-les; la galantería y el arle, la habilidad en el comba-te, el ardor de la lucha, el premio para el victorioso;todo esto cautivaba á los pueblos de la Edad Media,y en tales términos, que á un torneo iban los habi-tantes de comarcas enteras, y mucho más, por con-secuencia, si se trataba, como en aquella ocasión, deun torneo, al cual asistían, con los príncipes más ilus-tres, .'os obispos de la cristiandad.

Aprovechando la distracción de la ciudad, comple-tamente ocupada en la fiesta, Juan XXIII huyó. Dis-frazóse de postillón, montó arrojadamente en los ca-ballos de un coche de camino, y se escapó á galopeyendo á parar á la ciudad, en cuyas cercanías elRhinse rompe en maravillosa catarata, á Schaffhoussen.

Cuando el torneo se acabó, entrada ya la noche,advirtieron la fuga del Papa. La consternación fuegrands en el pueblo, la sorpresa en los eclesiásticos,la ir:i en los príncipes. El Papa, que había entrado enConstanza como un Dios, huía de Constanza como unbandolero. El Concilio no sabía qué decisión tomar;ausente el mismo que lo había reunido; en pugna conel Papa, el cual ahondaba aún mascón su conducta elcisma que :1 Concilio creía cegar.

Pero entonces, el venjrable Gerson, á quien se haatribuido la Imitación de Jesucristo, ese Testamentode ia Edad Media, tomó la palabra. El espíritu de lostribunos inspiraba al grande orador, que á su vez di-fundía por el Concilio el espíritu do las Asambleas de-liberantes y dotaba á la conciencia de un poder supe-rior á todos los poderes. Así dijo que la Iglesia toda íes superior al Papa, y que la Iglesia toda estaba re-unida en el Concilio, y que la Iglesia toda reunida nonecesitaba de la presencia de su jefe, porque en laIglesia está perpetuamente Cristo.

¿Qué hubiera sido del mundo religioso moderno, dela Iglesia católica universal, si en aquel momento nohubiera existido la fe vivísima en este dogma salva-dor de la superioridad del mundo cristiano sobre sujefe? ¿Qué hubiera sido, si cada Papa dijera que en supersona, y sólo en su persona, estaba toda, la Iglesia?Pues dias semejantes pueden venir á la historia, y cri-sis iguales asaltar al Pontificado. Pió IX, en verdad,no será eterno, como es infalible. Los jesuítas hanpodido eximirlo del error, nero no podrán eximirlo dela muerte. Caerá, como ricos y pobres, como jóvenesy viejos en la común fosa, donde van desapareciendolas generaciones ahogadas por el oleaje de! tiempo. Ycomo las pasiones se encuentran hoy en la exaltaciónmás grande, y la fe á su vez en la decadencia mástriste, puede acaecer que los sucesos ocurran de ma-nera que tengamos dos Papas, uno elegido bajo la in-fluencia de Alemania ó Italia, llamado á vencer lasgrandes dificultades y á calmar los ánimos exaltado?, yotro elegido por los ultramontanos. Y estos dos Papaspueden perseguirse, excomulgarse mutuamente, comose persiguieron, como se excomulgaron allá en losliempos de menos pasiones y de más creencias. Y comohoy los católicos liberales no creen que los jesuítas ysus adherentes sean cristianos, y los jesuítas no creenque los liberales sean católicos, un cisma espantosopuede venir, y vendrá á desgarrar más profundamentelas entrañas do la Iglesia. Y como sólo América admiteá la verdad el principio de separación radical entre laIglesia y el Estado, pues Io3 demás pueblos se ingie-ren con la autoridad de sus gobiernos en Ia3 esferas delas creencias, quedará á merced de gobiernos cismá-ticos, como el de Rusia, ó de gobiernos heréticos,como el de Inglaterra, ó de gobiernos liberales, comocasi todos los gobiernos de los pueblos civilizados elresolver un cisma, cuyas raíces penetran hasta lasen-

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troñss de la Iglesia, y pueden causarle indefectible-mente la muerte. El gobierno personal es funesto. Laimpotencia de Enrique IV, la debilidad nerviosa deCarlos II, la sangre voluptuosísima de Luis XV, eltemperamento desordenado de Nerón, pueden traer almundo las desgracias más irreparables. Y los Papasestán sujetos á los mismos achaques, á los mismos,que el resto de los mortales. Inocencio X confesabaque, ocupada toda su vida en materias canónicas, noconocí« ni una jota de las materias dogmáticas; Gre-gorio XVI creía que, por ser Papa, nada le estaba re-servada y secreto en la naturaleza ni en el espíritu,en la sociedad ni en la historia, sabiendo de eco-nomía más que los economistas, y de ferro-carrilesmás que los ingenieros, por obra y gracia del Es-píritu Santo; Inocencio X dejaba que gobernase laconciencia humana, la Iglesia universal, su cupiday ambiciosa cuñada; creía Alejandro Vil que erapecado mortal no enriquecer á sus sobrinos y pa-rientes, ya que habían tenido la dicha de contarcon un Papa de su sangre; y á este tenor pisaban elsolio pontificio hombres de todas las procedencias co-nocidas y sujetos á todas las humanas locuras. Loshabía entre ellos, en gran número, sabios, virtuosos,piadosísimos. Pero así como en el gobierno del mundoviirnos desechando las monarquías absolutas por noespoliemos á que el sucesor de un rey tan grande comoCarlos III sea un rey tan chico como Carlos IV, en elgobierno de la Iglesia debe caer la monarquía perso-nal y entrar la plena democracia, entrar el gobiernode los Concilios.

lié aquí las principales teorías de Doellinger contrala constitución de la Iglesia ideada por los jesuítas.El dio á los que participaban de sus sentimientosel nombre de católicos viejos, como llamaban nues-tros padres á los creyentes de fe y de peso. Parecíaal pronto por este nombre que iban á dejar la Iglesiadonde la encontraron, es decir, en el punto y hora enque antes de la infalibilidad estaba. Mas no; por unado esas reacciones naturales en las humanas crisis, elcanónigo de Munich volvió ios ojos á la primitiva Igle-sia, á los tiempos evangélicos, al dogma puro, á ladisciplina sencilla, á la organización democrática, álas costumbres republicanas. Había en el sacerdociomuchos que convenían con sus ideas; pero que lo con-juraban á mantenerlas con vigor durante el debate, yá someterse en caso de ser vencidos, con resignacióná las soluciones del Vaticano. Drallinger sostenía queel nuevo dogma era incompatible con toda Iglesia yjuraba no aceptarlo, aunque triunfase en el Concilio.Los grandes teólogos, enemigos del ciego ultramonta-nismo jesuítico, no podrán jamás comprender el aisla-miento y la soledad en que se encuentran. Apelan á larazón, á la historia, y en esa esfera dan de manos áboca con los filósofos, que alabando los esfuerzos em-pleados por armonizar la teología con la ciencia,

dudan de su éxito y perseveran en predicar la moralindependiente. Dirígense á las almas piadosas, á lasque creen, y oran, y esperan, y hacen do la religiónasunto de toda su vida, para conjurarlas contra elPapa y los jesuítas, para moverlas á sacudir esa magia,para penetrarlas de los peligros que corren sus máscaras creencias y de los remedios que exige el moder-no indiferentismo; y esas almas sensibles, tiernas,místicas, que componen el fondo religioso de la con-ciencia católica; que envían aún el incienso de sus ora-ciones al cielo; que son como notas del órgano, perdi-das entre el chirrido de las máquinas, como ángelesque cruzan por nuestros horizontes sin haber dejadoni una pluma de sus alas en nuestros hierros ni recibi-do un átomo del carbón que empolva á nuestro siglo;apártanse de todos esos razonamientos como de tenta-ciones diabólicas, y van á prosternarse, cruzadas lasmanos y estáticos los ojos, al pié del Vaticano, embe-lleciéndolo como el santuario de Dios. Demasiadocreyente para los racionalistas, demasiado racionalistapara los creyentes; tal aparece Doellinger á los ojos delmundo en esta grave y suprema crisis de nuestra his-toria.

Su único auxilio ha consistido en la fuerza que hanpuesto los gobiernos alemanes á servicio de los ca-tólicos viejos. Pero ¿qué puede la fuerza contra la con-ciencia? Nada pudo Diocleciano contra los nazarenos,á pesar de sus hogueras; nada Juliano á pesar de sugenio; el brazo de Felipe II llegaba hasta los Andes, yno podía llegar hasta la conciencia del último bateleroholandés que abrazaba el protestantismo; las cuestio-nes de religión jamás se resolverán por la fuerza.Doellinger es demasiado conocedor de la naturalezahumana y de las cuestiones religiosas para no com-prenderlo perfectamente, y para no proclamarlo converdadera sinceridad. Visitábalo últimamente un cor-responsal inglés, y le abría el canónigo su corazón. De-cíale que la obra de regenerar el Cristianismo es lenta,dificultosísima, y que en esta obra los gobiernos ale-manes le habían hecho muchísimo daño con ánimo deprestarle muchos servicios. Y en efecto, esos obisposarrancados de sus palacios, conducidos á la cárcel, pre-sos á los ojos de los fieles, exaltados con la aureola delmartirio, sostenidos por un pueblo que los sigue de ro-dillas á su prisión, alentados por las más hermosas yaristocráticas damas de la Alemania católica, que pu-blican protestas comparando á Bismarck con Pilatos,con Judas, con Barrabás, con Caifas, con Nerón, yluego se presentan armadas de su delicadeza y de suhermosura ante los tribunales, y se resignan á pasarde sus palacios, nidos de amores, á las cárceles, asien-to de miserias; todas estas dramáticas escenas sólosirven para dar al desacreditado ultramontanismo losvisos y los espejismos de una verdadera leyenda. Doe-llinger espera que á la muerte del Papa estallará lacrisis en el seno del Catolicismo. En efecto, entonces

N.° 54 E. CASTELAR. LA CUESTIÓN RELIGIOSA EN ALEMANIA.

ya no existirá este Pió IX, que ha pasado por tañías

crisis y tantos graves sucesos; que ha sido destrona-do, restaurado y vuelto á destronar; que ha luchadoá brazo partido con el espíritu de su siglo,"después dehaber soplado en las cenizas sobre él amontonadaspor la reacción á principios de su pontificado; que havisto reunido un Concilio y sumiso el episcopado,como jamás lo fuera á ningún otro Papa; que ha es-tado de pié sobre su trono, aguardando como Bonifa-cio VIH el bofetón de Nogaret, y ha sentido bambo-learse el Vaticano ai trueno del cañón; que ha luchadopor los polacos contra el emperador de Rusia, por loscatólicos alemanes con el emperador de Alemania, porlos principios ultramontanos con el emperador Napo-león, hasta cuando el emperador Napoleón era su úl-timo arrimo y su última esperanza; que ha vividoen el solio pontificio como no ha vivido ningún otroPapa, sobrepujando la edad misma de San Pedro; quetiene en su frente la aureola prestada por la supersti-cio.i, y á sus pies sometida y silenciosa toda la Igle-sia. Y en la esperanza de esta crisis trabaja Doellin-ger para el porvenir. Su obra no es una obra tan ale-mana como la obra de Lutero. En el fraile sajón habiael odio á Roma y á sus Césares. En el canónigo bávarohay amor de erudito, si se quiere, amor un poco in-fecundo, pero amor sincero á la primitiva Iglesia cris-tiana. De todos modos su idea queda ahi como unrescoldo que producirá en su sazón oportuna vorazincendio. El Concilio Vaticano creyó unir al mundocristiano proclamando el dogma de la infalibilidad, ylo ha desunido en irreconciliable cisma y entre nume-rosos cismáticos.

Las reuniones de estos nuevos cismáticos son fre-cuentes; los trabajos grandes; los esfuerzos muchos,pero escasos los resultados. En una de sus sesioneslian querido ver qué creencias comunes tienen las va-rias sectas cristianas, y reunirías y condensarlas enuna sola religión. El proyecto, como idea, es huma-nitario y sublimo, digno de loa por inspirarse en puroideal religioso, y por responder á las necesidades delespíritu moderno. Pero no creáis que pueda llegar ásoluciones prácticas. La mayoría de los creyentes seinspira en una fe ciega; se forma en una educaciónestrecha; tiene la intolerancia extrema del sectario, yda precio subidísimo en el símbolo de sus dogmas álo que elimina resueltamente ó relega á secundariaimportancia el pensador, el filósofo. El culto á María,que no admitirán jamás los severos calvinistas, espara el católico de fe viva el culto de los cultos; elque brilla sobro todas las ceremonias; el que recoge ytempla y dulcifica la luz sobrado viva de la divinidad;el que habla con más elocuencia al sentimiento; elque da á la religión sus dulces melodias y su entra-ñable ternura. María, idealizada por ¡os poetas, escul-pida en la mente por los pinceles de Fra Angélico, deRafael, de Murillo, y por los buriles de Berrugdete,

de Alonso Cano, de Miguel Ángel; María bendecida en

los goces y en las tribulaciones de la vida; al pió dela cuna en Belén, como la imagen de la esperanza; alpió de la cruz en el Gólgota, como la imagen del do-lor; virgen y madre á un mismo tiempo; cantada enesas poéticas letanías por los coros inmensos del pue-blo que forman como el arco iris donde •brillan todoslos matices del amor purísimo; invocada en las lar-gas noches de invierno en que la leyenda recuerdasu parto milagroso, su revelación á los pastores, laestrella de la mañana que brilla sobre su frente, losreyes del Asia postrados de hinojos á sus plantas;invocada en la primavera que reúne á todas las jó-venes al pié de sus altares, con ofrendas de floresy cánticos de esperanza; invocada en el otoño, enel opimo Setiembre, cuando los frutos maduran yso prepara la recolección de una gran parte de lacosecha y se celebran las fiestas más ruidosas, lasnovenas más concurridas, las. procesiones y las rome-rías más célebres; siempre adorada, siempre, de lasmujeres, porque corresponde á su delicadeza y á suternura, porque representa su misterio más santo ymás querido, la maternidad; y de los hombres, porqueidealiza la única luz de sus tinieblas, la única espe-ranza de sus tristezas, el ideal femenino, la santa ma-dre, la esposa idolatrada, las tiernas hijas; María,pues, quedará perenne en el corazón de los puebloscatólicos, en el corazón, sobre todo, de los pueblosmeridionales, en los latinos, en los helenos, aun des-pués del naufragio de todos los demás dogmas.

El filósofo predica sus ideas absolutas fuera de todogénero de condiciones y de toda limitación, allá en laesfera de la abstracta conciencia, pero luego viene larealidad con su.; sombras y la naturaleza con su ricavariedad á oponer á esas ideas, ó una limitación, ó unatrasformacion en la práctica. Es el cristianismo la re-ligión de la unidad, un Dios en el cielo, una iglesia enla^ierra, un símbolo de la fe para todos los creyen-tes, un H £ I á la cabeza de todos los obispos; y luegoviene la i^lidad histórica con su imperio incontrasta-ble, viene la naturaleza con sus leyes fatales á reco-ger aquella idea y urdirla á su manera, como la má-quina recoge en sus dientes, en sus cilindros, lamateria que se le arroja; y nace la Iglesia romanacon sus dos caracteres de cesarista y de jurídica,como el antiguo imperio; y nace la Iglesia gírega, enque el patriarca se somete al emperador, y el ladometafísico predomina sobre el lado canónico, á la ma-nera que en la antigua Bizancio; y nace la Iglesiaalemana con su carácter individualista y su odio áRoma, como las antiguas tribus germánicas; y nacela Iglesia anglicana, término medio entre la tradicióny la raza gerárquica disciplinaria, sacando hasta delseno de las libertades más anárquicas, autoridad, go-bierno, disciplina, como la aristocracia inglesa; y nacela Iglesia calvinista, austera, igualitaria, democrática,

KKVISTA EUKUFÜA.- •I DE MAKZU DK 1 O Í O . 1N. O *

republicana como la Suiza, de donde brota, y comolos Estados Unidos, donde desagua; y llevan los es-pañoles tn intolerante ortodoxia á América, y ellos,implacables con la herejía de la razón, con la here-jía de Constantino y de Cazalla, transigen con la he-rejía de la ignorancia, con la mezcla de los ritosindios á las prácticas cristianas; y se propaga el cris-tianismo por el Asia, y en las tribus do origen indo-europeo los santos predominan casi sobre Dios, por-que estos pueblos han sido los eternos paganos de lahistoria, y en los pueblos semitas el culto de Dioseclipsa todos los santos, porque estos pueblos pareceque llev:in el Jehová del Sinaí, el Alá de la Meca,eternamente en su conciencia; demostración evidentí-sima de cómo la naturaleza se impone con su rica yelerna variedad á las ideas.

Por eso yo dudo mucho que pueda el plan deDcullinger, el plan de refundir todas las Iglesias enuna sola Iglesia, alcanzar éxito ninguno en este pe-ríodo sembrado de dificultades y de obstáculos. Senecesitaría preparar muy de antemano esta revoluciónque sólo madurará á fuerza de siglos. Se necesitaríareunir en torno suyo profetas, precursores, graiidesartistas encargados de difundirla por los milagros delarte, grandes apóstoles decididos al martirio cada diamas difícil en esta sociedad embuida de la toleranciareligiosa. Y nuestro tiempo es un tiempo de ciencia yno de fe, cuando solamente la fe exaltada puede fundarlas religiones eternas.

EMILIO CASTELAR.

LA AGRICULTURA MODERNA.

i.TEORÍA MINERAL.

La Agricultura, ó sea la ciencia de cultivÉWodos cam-pos, no ha podido ser considerada como W cienciahasta hace pocos afios, en que la química, la física ylas ciencias naturales han podido prestarle su concur-so. Antes se creía que la tierra era un manantial ina-gotable de materias fertilizantes y que constantementehabía de suministrar el alimento necesario para laconservación de la especie humana. Hoy se sabe portodos los agricultores, que la tierra no puede producirtodos los años cosechas abundantes si no se le de-Viielvien los elementos que cada planta ha sacado delsuelo, y sin esta restitución, las tierras tardan pocoen perder su fertilidad.

La Química, una de las ciencias que más auxilio haprestado á la Agricultura, nos ha demostrado que to-das las plantas que se cultivan, para alimento delhombre y de los animales, están compuestas de dosclases de sustancias: la 1.a llamada materia orgánica,

y la 2." materia inorgánica. La cantidad de materiaorgánica contenida en los vegetales, varía de 96 á 97centésimas, siendo únicamente el 3 ó 4 por 100 elpeso de la materia mineral.

La materia orgánica de las plantas alimenticias estácompuesta, aunque en proporciones variables, de oxi-geno, hidrógeno, carbono y ázoe. Estos elementos sonsuministrados á las plantas por el ácido carbónico,por el gas amoniaco y por el agua.

La mayor parte de los fisiólogos admiten hoy quelas plantas asimilan el ázoe del amoniaco y del ácidonítrico que se encuentra en el aire, en el agua delluvia y en el suelo: en concepto de algunos agricul-tores, los productos azoados, contenidos en los oríge-nes naturales, no son suficientes para suministrar entodos los casos el alimento amoniacal que deben asi-milar las plantas; por esta razón, opinan que haynecesidad de agregar en algunos cultivos, y princi-palmente en tierras pobres en materias azoadas, estecuerpo, ya en estado de sal amoniacal, ya en forma demateria orgánica azoada, que es susceptible de tras-formarse en amoniaco.

Hay otros agricultores que creen que el ázoe ele-mental, que se encuentra en tan glande proporción enel aire, se asimila igualmente; y por último, hay quiencree que unas plantas toman para su alimentación elázoe del aire y otras del suelo.

Como se ve, los químicos y los fisiólogos no estánde acuerdo sobre este punto de la ciencia agronómica,y como tiene una gran importancia, es preciso tra-tarle con toda extensión en un artículo especial con-sagrado á este estudio, en el que emitiremos nuestraopinión, basada en nuestras propias experiencias.

La materia mineral que asimilan las plantas estáformada, aunque en proporciones variables, de losácidos fosfórico, sulfúrico y silícico, y de las basespotasa, cal, magnesia, óxido de hierro, y en algunasplantas, principalmente en las marinas, se enauentratambién la sosa y el cloruro de sodio.

Los elementos gaseosos, juntamente con las mate-rias minerales, sirven por la influencia de los fenóme-nos vitales para desarrollar la planta, y por esta razónse llaman alimentos. Los elementos gaseosos sonabsorbidos por las hojas, y las materias fijas por lasraíces: el ácido carbónico y el amoniaco que se des-arrolla en el suelo por la descomposición de las ma-terias orgánicas, pueden igualmente ser absorbidospor las raíces.

De lo dicho anteriormente se deduce, que para quela tierra sea fértil, ha de contener todos los elemen-tos que necesita asimilar la planta, y éstos debenencontrarse en perfecto estado de asimilación.

La experiencia nos enseña que las tierras, aun lasmás fértiles, dejan de dar cosechas abundantes enaños sucesivos, cuando no se les agregan los alimen-tos que han tomado del suelo, ó lo que es lo mismo:

JN." S * L. M . UTUK. 'L,A AUUlLüLlunA

para que las tierras conserven su fertilidad constante-mente, ss indispensable devolverles los elementos quehan perdido en las cosechas anteriores.

El abono más natural y el empleado desde ¡os tiem-pos más remotos, es el estiércol de cuadra: contienetodos los elementos que necesitan asimilar las plantas,y en buen estado de preparación y agregado en canti-dad suficiente para la devolución completa de todo loque la planta ha tomado del suelo en cultivos anterio-res, produce cosechas abundantes que dejan al labra-dor una utilidad que le remunera ampliamente de susgastos y del trabajo que ha empleado,

El estiércol, como todo el mundo sabe, está for-mado de la paja que ha servido de lecho ó cama enlas cuadras, de restos de vegetales y de animales, yde excrementos sólidos y líquidos. La materia mine-ral que contienen los vegetales y ha sido ingerida enel estómago de los animales, es arrojada en formade excrementos, sin que sensiblemmte haya habidopérdidas. La materia combustible, ó sea la materiaorgánica del estiércol y de los excrementos sólidos ylíquidos, vuelven á la atmósfera en forma de gasespara servir de alimento á una nueva planta.

Si estudiamos ahora la parte del estiércol que sirvede alimento á las plantas, veremos que está formadade los principios fijos, ó sean los fosfatos y sulfatos decal y de magnesia, las sales do potasa y on especial elsilicato. Estas sustancias, en general, son insolubles, yen este estado no pueden servir de alimento; perotodos estos principios se disuelven por medio del ácidocarbónico que se forma en el suelo al descomponersela materia orgánica.

Esta teoría, como se ve, es antagónica con la quehabía existido por espacio de muchos siglos: la teoríaantigua suponía que las plantas absorbían los princi-pios ternarios y cuaternarios de las materias orgánicasque se agregaban como abono, y que en el interior dela planta, se desdoblaban para producir los principiosternarios ó cuaternarios de cada vegetal. SegúnLiebig, la materia orgánica no se asimila, sino que sedescompone antes de ser asimilada, y los productos desu descomposición, el amoniaco y el ácido carbónico,disuelven los principios minerales q'ue han de servirde alimento á la planta.

Hó aquí el papel importante que desempeña la ma-teria orgánica del estiércol: produce ácido carbónicoen suficiente cantidad para hacer solubles los fosfatosde cal y de magnesia que se encuentran en el estiércolal estado insoluble, así como opera la descomposicióndel silicato de potasa, dando lugar á la sílice hidra-tada y al carbonato potásico, cuerpos perfectamenteasimilables: produce también amoniaco en estado decarbonato que sirve de alimento á la planta.

La materia orgánica en el estiércol debe hallarseen el mayor estado de descomposición posible, es de-cir, en estado de mantillo: el resto de la materia orgá-

nica que aún queda por descomponer, produce ácidocarbónico, y el residuo carbonoso se encuentra encondiciones de combinarse con el oxígeno y producirnuevas cantidades de ácido carbónico c.ue sirvan paraverificar la disolución de los fosfatos y silicatos.

Además produce otros efectos que vamos ligera -mente á apuntar. Este residuo carbonoso, por su granestado de división y por su gran porosidad, posee enalto grado la propiedad de absorber los gases: ab-sorbe en primer lugar el amoniaco que resulta de ladescomposición cié la materia orgánica y el que se en-cuentra en el aire, y lleva en disolución el agua delluvia; en segundo lugar, absorbe cierta cantidad deoxígeno, de ázoe y de ácido carbónico; el calor desar-rollado en esta condensación, favorece notablemente lavegetación: el carbón en este estado se combina con eloxígeno y da lugar á ácido carbónico, y los gases quetenía condensados, al desprenderse, se encuentran encondiciones especiales para ser asimilados por lasraíces y producir notables beneficios en la vida delas plantas.

La materia orgánica produce grandes resultadoscuando se descompone rápidamente en ácido carbó-nico y amoniaco, es decir, en elementos fertilizantes;pero no los produce tan rápidos cuando su descompo-sición es lenta, como sucede con el estiércol. La rapi-dez de los efectos del guano es debida á que la materiaorgánica se descompone con prontitud. En efecto, elguano contiene cierta cantidad de urea que, como essabido, se desdobla casi instantáneamente en presen-cia del aire y del agua, en carbonato amónico.

Por estas razones no se debe agregar á la tierra lassustancias orgánicas que tardan mucho en verificar sudescomposición: esta verdad no la ignoran hoy losagricultores prácticos, porque la experiencia les haenseñado que el estiércol fresco no produce resulta-dos en el primer año, y sin embargo da cosechasabundantes al año siguiente; así es que prefierensiempre emplear el estiércol en completo estado dedescomposición, es decir, cuando la materia orgánicapor su fermentación ha quedado convertida, en sumayor parte, en materia inorgánica, ósea materia mi-neral.

Yo he visto con alguna frecuencia tierras que con-tenían gran cantidad de materia orgánica, en dondelas cosechas eran tan escasas que apenas cubrían losgastos del cultivo; estas mismas tierras, casi estériles,sin agregarles más que una cierta cantidad de calviva, se convertían en tierras fértiles, puesto que da-ban cosechas abundantes. El efecto producido por lacal, es, como se sabe, acelerar la descomposición délamateria orgánica y suministrar el ácido carbónico y elamoniaco que han de hacer asimilables los alimentosque necesitan las plantas. En vez de emplear la cal,otros labradores tienen la costumbre de quemar latierra después de preparada en pequeños montones.

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Como se ve, siempre la experiencia, de acuerdo conla leoría, nos enseña que a materia orgánica no sirvede alimento alas plantas, y que su única misión es dedescomponerse para producir los compuestos inorgá-nicos que, ya como disolventes, ya como alimentos,son indispensables á la vida vegetal.

Liebig, el químico y ei fisiólogo que ha estudiado conmás detenimiento los fenómenos que se verifican enln asimilación de las plantas, ha observado que eloxígeno lo toman los vegetales del agua; el hidrógenodel amoniaco y del agua; el carbono del ácido carbó-nico, y el ázoe ó nitrógeno del amoniaco y ácido ní-trico; es decir, que los orígenes que suministran á lasplantas el oxigeno, el hidrógeno, el carbono y el ázoe,que combinados entre sí producen la materia orgánicade los vegetales, proceden del agua, del ácido carbó-nico y del amoniaco, y todos estos cuerpos están clasi-ficados y se estudian en todas las obras de química,entre los pertenecientes al reino inorgánico ó mineral,lió aquí justificada la teoría mineral, explicada prime-ramente por el sabio químico alemán: esta teoríafue al principio combatida por muchos agricultores;poro al fin, como todas las teorías que tienen porkise la ciencia y por comprobación la experiencia,ha concluido por ser admitida por todos los agró-nomos.

La teoría mineral del célebre Liebig ha producidouna revolución en la Agricultura; hoy se fabricangrandes cantidades de abonos que contienen todoslos principios que sirven de alimento á las plantas.Inglaterra tiene hoy numerosas fábricas, en las quese preparan muchos millares de toneladas de abonosartificiales, con los que consigue aumentar considera-blemente la producción de sus tierras, hasta el puntoque este país, donde no se recolectaba trigo suficientepara sus necesidades, con la extensión dada á estecultivo ha centuplicado sus cosechas, siendo hoy co-inun que las tierras que antes no daban más que 10por uno, hoy den 30 y hasta 40 por uno.

Alemania, Francia, Rusia, Austria, Italia y hastaPortugal, es decir, todos los países de Europa sepreocupan hoy vivamente de la preparación de abonosartificiales basados en la teoría de Liebig; y nosotrospodríamos citar varias fábricas que no hace muchosaños preparaban 100.000 kilogramos, y hoy elaborando 30 á 40 millones, es decir, que la producción haaumentado en una escala asombrosa. Con este au-mento de producción se ha conseguido: 1.", abonarmejor las tierras, y 2.°, poner en cultivo tierras queantes no se cultivaban por falta de abonos.

En la producción de abonos de todos los países deEuropa no hemos citado á nuestro país, y no ha sidopor olvido: el que escribe estas líneas forma parte deuna Compañía que tiene establecida una fábrica deabonos artificiales, y no le parece conveniente, en unartículo puramente científico, que se pudiera creer

por algunos que trataba de elogiar los productos desu fábrica.

Muchos agricultores que combaten aún la teoría mi-neral, se fundan en que la mayor parte de los abonosmás usados están formados, en su mayoría, de ma-teria orgánica. En esto hay una falta de inteligencia,que conviene aclarar: ni Liebig, ni ninguno de lospartidarios de esta teoría, suponen que los abonoshan de estar formados exclusivamente de materiasminerales; lo que esta teoría quiere decir es, que,cualquiera que sea el abono, aunque su origen seaorgánico, la planta no se alimenta más que de sus-tancias minerales, y que la materia orgánica de lasplantas no se asimila, sino que se descompone enácido carbónico y amoniaco, y estas sustancias sonminerales, es decir, se estudian en la química mineral.

Los partidarios de la teoría antigua siguen opo-niéndose á la teoría mineral, porque el ácido carbó-nico y el amoniaco, que tanto favorece el desarrollode las plantas, proceden del reino orgánico, es decir,de la descomposición de las materias orgánicas. Aquíya es cuestión de palabras: poco importa que el ácidocarbónico y el amoniaco procedan de uno ú otro reino;lo que únicamente ha querido consignar Liebig esque la materia orgánica no se asimila, y silos produc-tos de su descomposición; si llama á estas sustanciasminerales, es porque así está consignado en todos lostratados de química.

Nosotros no diríamos nunca que el agua es unamateria orgánica porque ¡se halla contenida en el zumode la caña, así como en todas las plantas; no diremostampoco que el carbono es una materia orgánica aun-que lo obtengamos de la descomposición de un ve-getal ó de una materia de origen animal: nosotrosdiremos siempre que las cenizas son sustancias mi-nerales, aunque procedan de la descomposición de unvegetal ó de un animal; nosotros afirmaremos siempreque el carbonato y el fosfato de cal son sustancias mi-nerales, por más que puedan obtenerse de los huesosde los animales: nos parece que no tiene el menorfundamento la opinión de algunos de querer colocarel amoniaco y el ácido carbónico entre las sustanciasorgánicas por la sola razón de que se obtienen de ladescomposición de una materia vegetal ó animal.

La teoría mineral tiene más importancia que unasimple cuestión de nombre: Liebig observó que entodos los países la producción agrícola iba disminu-yendo porque no se devuelven á la tierra todos loselementos que pierde en cada cosecha, y que conti-nuando así por algún tiempo más, los campos llega-rían á quedar estériles.

Liebig comprendió que los campos iban perdiendosu fertilidad, porque el estiércol y lodos los restos devegetales y animales que se agregan á la tierra enforma de abonos, no son suficientes para devolverlelos principios que ésta pierde en cada año, y por esta

N.° 54 L. M. IITOB. LA AGRICULTURA MODERNA.

razón empezó á dar á conocer los importantes estu- idios que había hecho. Las Cartas de la Agriculturamoderna, las Leyes naturales de la Agricultura y otrostrabajos importantes sobre la asimilación de las plan-tas, publicados por este sabio, serán siempre un mo-numento de gloria, y la humanidad no podrá nuncaagradecer bastante el beneficio inmenso que le ha pro-porcionado este hombre inmortal.

Liebig observó que todas las plantas necesitabanasimilar el ácido fosfórico en mayor proporción quepodía suministrarlo el estiércol y aconsejó ol empleode los huesos y de los fosfatos naturales, la fosforita,los copiolilos, la esparraguina y demás minerales fos-fatados. Estos fosfatos, tratados por el ácido sulfúrico,se hacen solubles, y por lo tanto asimilables. Hó aquíun gran servicio prestado por la teoría mineral: con elempleo de los estiércoles y con estos abonos, que po-demos llamar minerales, formados por los fosfatos so-lubles y sales de potasa y de magnesia, se puede acu-dir á todas las necesidades de la Agricultura.

He dicho que el estiércol no es suficiente para de-volver la fertilidad á los campos, y como este puntoes de gran importancia para la Agricultura, voy ádemostrarlo.

Las plantas, y fijémonos en los cereales, se compo-nen de grano y paja, y tanto uno como otras, se ali-mentan de la tierra tomando Je ella los alimentosque le son indispensables; la paja vuelve á la tierraen forma de estiércol, y con ella todas las sustanciasque ha tomado; pero el grano, el fruto y las demássustancias vegetales que sirven de alimento al hom-bre, no vuelven á la tierra en forma de abono; así,pues, suponiendo que la paja y todos los restos devegetales no se emplean más que para formar abo-nos, resultará que la restitución no será completa.En efecto, suponiendo 100 las partes de materia mi-neral que la planta ha tomado de la tierra, de las cua-les 50 próximamente se ha asimilado la paja y lasotras SO el grano, devolviendo en forma de abono so-lamente la paja, resultará que de 100 partes que elsuelo ha perdido, se le devuelven únicamente SO; re-pitamos esta exacción por espacio de algunos años, yveremos con toda evidencia que las tierras llegarán áperder 3u fertilidad.

Las consideraciones anteriores las hemos hechoen la suposición de que todos los restos de vegetalesse aprovechen en forma de estiércol para abonar lastierras; pero desgraciadamente no sucede así: en elcultivo del arroz no se aprovecha la paja; en la cañade azúcar no se utiliza casi nunca el bagazo; nosotrossolamente hemos visto algún agricultor en Málaga quelo emplea en forma de abono; en el cultivo de la vidno se aprovechan las cenizas del sarmiento, que en ge-neral se aplican á otros usos; tampoco se devuelvená la tierra las heces del vino, que contienen cantida-des notables de potasa.

Los fabricantes de azúcar de cañg y de vino piensanque la tierra es un manantial inagotable de potasa, yasí se explica que no les llama la atención la extrac-ción de éste y de los demás productos que sacan delsuelo sin preocuparse déla devolución; dia llegará enque lloren con lágrimas de sangre los perjuicios queles ha de ocasionar un cultivo tan expoliador.

Muchos labradores creen todavía que las carnes deanimales muertos, la palomina, los trapos de lana yotros restos de animales son por si solos un excelenteabono, y esta opinión, errónea y perjudicial en nuestroconcepto, la sostienen aún hoy algunos agricultores.

Vamos á examinar detenidamente si los abonos deorigen animal producen por sí solos un resultado fa-vorablu en la vegetación, ó lo que es lo mismo, sicontienen los principios que sirven de alimento á lasplantas para que se realice la condición que la cienciaconsidera indispensable: la devolución al suelo detodas las sustancias que pierde en cada cosecha.

Examinemos en primer lugar la composición de lacarne desecada: según los diversos análisis practicados,la cantidad de cenizas que contienen 100 kilogramosde carne desecada, puede calcularse, por término me-dio, en un 4 por 100. Estas cenizas están formadas defosfatos alcalinos, fosfatos de cal y magnesia y otrassales alcalinas.

Supongamos ahora que empleamos este abono enel cultivo de los cereales: una hectárea de tierra debuena calidad debe producir entre grano y paja, portérmino medio, S.OOO kilos, y calculando igualmenteen un 4 por 100 el peso de la ceniza, ó sea de lasmaterias minerales que esta planta ha tomado delsuelo, resultan 200 kilos; es decir, que para que latierra conserve su fertilidad, la carne desecada que seagregue debe tener 200 kilos de sustancias minerales;luego necesitaremos agregar S.OOO kilos de carno,que á 60 reales los 100 kilos, costaría 3.000 reales elabanar una hectárea de tierra para este cultivo.

Tenemos la seguridad de que nuestros lectores, alver el coste que tiene por hectárea el abono animalque contenga los principios fijos que han de servir paraalimentar la planta, dirán, y con razón, que esto esun absurdo, que el importe del abono vale más que lacosecha recogida.

Las personas que han usado este abono orgánico,han empleado solamente la décima parte; esto es,800 kilos por hectárea; y claro es que las sales mine-rales que contiene serán igualmente la décima parte;pero como la planta, si ha de tener vida, necesita asi-milar todas las sales minerales que exige su constitu-ción, ha de tomar de la tierra la cantidad que no su-ministre el abono: en otros términos, el suelo debeproporcionar á la planta las nueve décimas partes delas sustancias minerales.

Nosotros sabemos bien que estos abonos producenresultado en las buenas tierras en el primer año y al-

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gunas veces en el segundo; pero á todas luces es evi-dente que este cultivo tan expoliador produce la ruinade los labradores. En efecto, la materia orgánica sedescompone, dando lugar á amoniaco, que sirve de ali-mento á la planta, y ácido carbónico, que disuelve losfosfatos y silicatos de potasa del terreno: el vegetalvive, se desarrolla y da en el primer año una cosechaabundante; pero ha sido á expensas de la tierra, la queempobreciéndose por esta exacción, no tardará en que-dar esquilmada en los años sucesivos.

En algunas ocasiones he oído quejarse amargamen-te á algunos labradores del estado en que habían que-dado sus tierras por haber empleado la carne deseca-da, trapos de lana y otros restos animales, siguiendo elconsejo que les habían dado; por esta razón he lamen-lado y lamentaré siempre los artículos científicos enque se exageran los resultados de abonar los campos,empleando solamente esta clase de abonos orgánicos.

No se crea por esto que condeno en absoluto elempico de la materia orgánica; ya he dicho en otrasocasiones que se deben aprovechar todos los restos devegetales y de animales; pero satisfaciendo siempre ála condición esencial de la Agricultura; es decir, agre-gando además las sustancias minerales que requieracada cultivo p:.ra que el suelo contenga todos los ele-mentos minerales que asimila la planta; y para que nopierda su fertilidad es indispensable ir devolviendocada año los principios fijos que pierde en las cosechasanteriores.

Aconséjese en buen hora á los labradores el aprove-chamiento de todos los restos del reino orgánico; perodígaseles al mismo tiempo que la cantidad de cuerposfijos que contienen éstos, no son suficientes para elalimento de las plantas, y que es preciso para con-servar la fertilidad á la tierra agregarle al mismotiempo la cantidad de sustancias minerales que re-quiere cada cultivo; y de esta manera se evita quealgunos, por ignorancia y dando crédito á personas áquienes juzgan competentes, vean convertidas sus tier-ras en eriales; yo no me cansaré de repetir que losabonos incompletos, es decir, los que no contienentodos los elementos necesarios para la nutrición de lasplantas, producen á la larga el esquilmo de la tierra.

Entre los abonos inorgánicos, uno de los que másso emplean es el nitrato de sosa, y con recordar queesta base no es un elemento indispensable para la ma-yor piarte de los vegetales, se ve claramente que nocontiene ningún principio asimilable; sin embargo, elnitratio de sosa produce buenos resultados en algunoscultivos, y necesitamos explicar la causa de ello.

Hay terrenos que contienen grandes cantidades defosfatos de cal y de magnesia, de sílice soluble,de salesde poHasa,es decir,que reúnen todos los elementos quenecesiite asimilar la planta, poro en su mayor parteson irasolubles ó están en un estado tal de agregación,que mo son asimilables; en este caso estas tierras pro-

ducen cosechas escasas; pero si se les incorpora unasust&ncia como elnitrato desosa.que tiene la propiedadde disolver los fosfatos de cal y de magnesia, la tierraadquiere la propiedad de dar cosechas abundantes.

Como se ve, el nitrato de sosa ha producido elmismo efecto que la materia orgánica, es decir, ladisolución del fosfato de cal; y este resultado se con-sigue más fácilmente y aun con más economía pormedio del superfosfato de cal.

En efecto, una tonelada de nitrato de sosa vale enLondres hoy de 16 á 17 libras esterlinas, es de-cir, 1.600 reales próximamente, y una tonelada desuperfosfato de cal puede adquirirse hoy en Madridá 720 reales, ó lo que es lo mismo, el superfosfato decal vale para el agricultor español menos de la mitaddel nitrato de sosa.

Veamos ahora sus efectos: 100 kilos de superfosfatode cal contienen de 28 á 30 kilos de fosfatos solubles,mientras que 100 kilos de nitrato de sosa apenas pue-den poseer 4 kilos de fosfatos en estado soluble; estasconsideraciones prueban de un modo concluyente queel empleo del nitrato de sosa en la Agricultura es unode los mayores absurdos.

No necesito hacer observar, que empleando elnitrato de sosa, como abono, la planta ha tomado delsuelo todas las sustancias que ha necesitado para sunutrición, y que continuando así, no lardará mucho enquedar la tierra esquilmada.

El guano es también un abono incompleto: las ex-periencias hechas en algunos cultivos han dado exce-lente resultado, y por esta razón los labradores, queno ven más que el efecto inmediato, lo prefieren ácualquier otro abono; no se preocupan del porvenir;no tratan de saber si contiene todos los elementos quela planta necesita para su alimentación, y, á nuestrojuicio, no tardarán mucho en conocer el esquilmoque forzosamente ha de producir en sus tierras.

Esta verdad es para nosotros tan evidente, que bas-tan las ligeras consideraciones que vamos á exponerpara que todo labrador, que medite un poco, las com-prenda sin dificultad alguna.

El verdadero guano del Perú, comprobado por re-petidos análisis, contiene de 66 á 67 por 100 de mate-rias volátiles, incluyendo el agua y el amoniaco, y 33á 34 por 100 de materias fijas, ó sean sales minerales.Ya he indicado la manera de obrar la materia orgánicaen toda clase de abonos.

Examinaré ahora la composición de sales minera-les, ó sean los principios fijos que quedan después dela incineración.

Según el doctor Mayen, 100 partes de cenizas deguano contienen:

Potasa l,56á 2,03Cal 34 » á 37 »Magnesia 2 » á 2,SOAcido fosfórico 40 » á 41 »

N.° 54 L. M. UTOR. LA AGRICULTURA MODERNA.

Comparando ahora la composición dé las cenizasdel guano con la de las cenizas de algunas plantas,deduzco en seguida que el guano no contiene losprincipios fijos suficientes para el alimento de todaslas plantas.

Cien partes en peso de las cenizas de las plantassiguientes contienen:

Trigo, Habas y guisantes. Colza.

Potasa 30 40 24Cal 4 & 10Magnesia 12 6 10Acido fosfórico 48 36 36

Se ve, pues, que el guano no contiene la cantidadde potasa y de magnesia que el trigo, las habas, losguisantes y la colza requieren para su nutrición.

Si examino igualmente la caña de azúcar, la remo-lacha, la vid, encontraré que la cantidad do potasaque asimilan estas plantas es aún mayor.

Para hacer notar más el esquilmo que produce elguano me voy á permitir algunas consideracionesque evidenciarán más esta cuestión.

Una hectárea de tierra produce, término medio,S.000 kilogramos de trigo (comprendiendo paja y gra-no), y la cantidad de cenizas, suponiendo que es deun 4 por 100, será 200 kilogramos: el 30 por 100 deestas cenizas es 60 kilogramos; de modo, que el abo-no, para que no sea esquilmador, necesita contenerdichos 60 kilogramos de potasa.

Supongamos ahora que se abone una hectárea detierra con 600 kilogramos de guano; estos 600 kilo-gramos dan 200 de cenizas próximamente, y aunquesupongamos que las cenizas contengan el máximum,ó sea el 2 por 100 de potasa, tendremos evidente-mente, que los 600 kilogramos de guano ó los 200 deceniza que resultan, contienen á lo más 4 kilogramosde potasa: la planta, sin embargo, ha necesitado asi-milar 60, luego los 56 que le faltaban al abono lo hasuministrado la tierra; repítase esto por espacio dealgunos años, y se verá que por este camino se va de-recho á la ruina de la Agricultura.

Las consecuencias anteriores son más desastrosaspara el cultivo de la caña, y me fijo en este vegetalporque se produce en algunas provincias de Anda-lucía, y estoy viendo de un modo evidente que, decontinuar así, no tardarán mucho en quedar esquilma-das las tierras, y desaparecerá el cultivo de aquellaimportantísima- planta.

El marjal de tierra en Andalucía produce hoy so-lamente 300 arrobas de caña, y se abonan con uno yhasta con dos quintales de guano: aunque, podríamoshacer el cálculo para esta unidad (el marjal), creomás conveniente referirme, como en el ejemplo ante-rior, á la hectárea y á la producción media de las tier-ras en buen estado.

La cantidad de potasa que contienen las cenizas dela caña de azúcar, producida en una hectárea de tierra,la podemos calcular aproximadamente en 80 kilo-gramos.

Aunque al principio de este cultivo se abonaba lahectárea con 600 kilogramos, hoy se ha aumentadoesta proporción, y algunos labradores llegan á ponerhasta el doble: establezcamos la proporción con 1.200kilogramos (26 quintales castellanos) por hectárea;1.200 kilogramos de guano contienen 400 de cenizas,que corresponden á ocho kilogramos de potasa.

Como la caña de azúcar que se produce en una hec-tárea necesita asimilar 80 kilogramos de potasa y elguano no contiene más que ocho kilogramos, los 72kilogramos restantes los ha de suministrar la tierra.

Parece imposible que estas verdades sean ignora-das por los que más interés tienen en saberlas. Dis-culpamos al labrador que tiene uno ó dos marjales,que vive penosamente, y que sigue siempre el caminode los grandes propietarios que cree más inteligentes;pero no comprendemos que estos grandes agriculto-res no se hayan preocupado de las pérdidas que su-fren con la disminución constante de uno de los ele-mentos más importantes que constituyen la fertilidadde sus tierras. Tampoco comprendemos la apatía delos fabricantes de azúcar, que tienen empeñados suscapitales en esta industria, y que serán en gran parteperdidos el dia que las tierras dejen de producir co-sechas que remuneren los gastos de cultivo; y queeste caso ha de llegar, no lo duden un momento.

Los labradores no deben olvidar que la experienciademuestra que la planta no puede vivir si la tierra nocontiene todos los principios que cada una requiere, yque, en faltando uno sólo, la vida vegetal se hace im-posible, aunque las demás sustancias se hallen en grancantidad.

ifsos elementos que necesita asimilar cada planta sonlos anillos de una cadena que gira alrededor de unarueda: si uno de éstos anillos es débil, la cadena notardará en romperse: el anillo que falte es necesaria-mente el principal, porque sin él la rueda no puede po-nerse en movimiento: la fuerza de la cadena está re-presentada por la fuerza del anillo más débil.

La potencia productora de las tierras que en Anda-lucía se dedican al cultivo de la caña está representadapor la cantidad de potasa que contienen, y como éstase encuentra en tan corta cantidad, la cadena se rompepor la debilidad de este anillo, es decir, por la falta depotasa; por esta razón hemos ya consignado que estecultivo no se salva si no se emplean abonos quecontengan mayor proporción de potasa que tiene elguano.

Los cultivadores de caña en Andalucía saben bien queeste mal se hace sentir de una manera visible. El mar-jal de tierra de primera calidad que al principio delcultivo de la caña producía, empleando un sólo quin-

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tal de guano, hasta 400 arrobas de caña, ahora noproduce 300 empleando dos quintales, y no tardarámucho en que no llegue ni á 200 arrobas, aunque em-pleen tres quintales. Casi todos los labradores opinanque esta disminución de producción reconoce porcausa la mala calidad del guano que hoy se importa;y sin negar su frecuente falsificación, les diremos queeste mal no lo remedian los buenos guanos ni aun losmás superiores; que para devolver la fertilidad á lastierras deben agregar la potasa que la planta ha idoextrayendo en los años que las tienen dedicadas á estecultivo; y mientras no hagan esto, tengan la seguri-dad de que el mal irá creciendo y de que sus tierrasno podrán dedicarse al cultivo du la caña en un plazo,por desgracia, demasiado cercano.

Hemos creido conveniente condenar el empleo delos abonos incompletos y especialmente del guano,porque se emplea casi exclusivamente en algunas pro-vincias en tierras donde se cultiva siempre la mismaplanta, y vemos con hondo pesar que está llamado ádesaparecer este importante cultivo, si los labradoresde Andalucía no se apartan de este camino, que irre-misiblemente los ha de conducir á la ruina de tantoscapitales interesados en la producción do esta planta.

Este articulo se va ya haciendo demasiado extenso,y es forzoso concluir por hoy; pero antes me parececonveniente poner en forma de resumen las conse-cuencias que resultan, y son:

1 .* Que la materia orgánica que contienen los abo-nos no se asimila por las plantas, sino que se descom-pone dando lugar á ácido carbónico y amoniaco.

2.° Que el ácido carbónico, el amoniaco y el agua,son los cuerpos que asimilan las plantas que formanla materia orgánica.

3.° Que las plantas asimilan sus principios fijos dela tierra.

4.° Que los cuerpos que intervienen para la for-mación de la materia orgánica é inorgánica de lasplantas, pertenecen todos al reino mineral.

b.° Que el empleo del estiércol no basta hoy á lasnecesidades de la agricultura.

6.° Que los abonos incompletos producen siempreel esquilmo de la tierra, ó lo que es lo mismo, la rui-na del labrador.

7." Que conforme con lo que la teoría y la prác-tica nos enseña, las tierras fértiles deben contener enperfecto estado de asimilación todos los principios quenecesita asimilar cada planta.

Luis MARÍA UTOR,Director del Conservatorio de Artes y Oficios de Madrid.

MEDIOS QUE TIENE UN ESTADO

PARA REGENERAR SU HACIENDA.

LA LIBERTAD DEL TRABAJO.

I.RECURSOS QUE ENCUENTRAN HOY LOS PUEBLOS EN EL

TRABAJO. EMANCIPACIÓN DE LA INDUSTRIA.

Voy á ocuparme de un problema de economíapolítica, capaz de excitar grande ínteres por supropia importancia y por lo relacionado que estácon la situación actual de nuestra patria. Supon-'dré, como hipótesis, un Estado que se viera obli-gado por necesidad imperiosa á aumentar grandey rápidamente la masa de sus impuestos, á fin deatender á gastos indispensables, muy acrecenta-dos durante una serie de años.

¿Qué principios deben observarse y qué reglasseguirse para atender á las nuevas cargas y parasoportarlas sin que su peso agobie?

Ateniéndonos sólo á los cincuenta ó sesenta úl-timos años, encontramos diferentes veces en lasuperficie de Europa el espectáculo de naciones álas cuales se impone la solución de este problema.Podría citar Francia en 1815, Holanda y Bélgicaen los años que siguieron á 1830, y en épocas másinmediatas Austria é Italia. Podría mencionartambién la gran república americana después dela guerra civil que la ensangrentó desde 1861á 1865.

Las diversas naciones que acabo de mencionarprueban, hasta cierto punto, que no es imposiblela resolución del problema, puesto que han ven-cido honrosamente las dificultades de la crisis ylas han vencido con el concurso de los pueblosy de sus gobernantes. El apresuramiento de lospueblos á prestar su cooperación á los gobiernospara la regeneración de la prosperidad pública,es una disposición felicísima que puede obser-varse en todos los países donde la civilizaciónha penetrado; pero está más desarrollada y tienemayor empuje en las razas que constituyen loque puede llamarse la civilización occidental ócristiana; razas enérgicas que ocupan la Europay que se esparcen por América, donde presentangrandiosa figura, especialmente en la mitad sep-tentrional de este continente.

En las comarcas que se extienden por ambas ri-beras del Atlántico se ha formado, sobre todo áconsecuencia del movimiento que, desde hace si-glos, determinó en Europa la emancipación delas municipalidades, un personal cada .dia másnumeroso y recomendable, que ama el trabajo yla economía, que aprecia la instrucción, á quienes familiar la práctica de las artes útiles, y que

N.° 54 M. CHEVAUER. MEDIOS DE REGENERAR LA HACIENDA. 15

únicamente pide hoy que no le pongan trabas losllamados proteccionistas.

En el estado actual de las cosas, sólo un pensa-miento domina el espíritu de trabajadores, fabri-cantes, ingenieros y capitalistas que dedican susfondos á una industria: utilizar sus facultades,su saber, su experiencia adquirida ó sus capita-les, en producir honradamente riqueza. Tal es elprograma de su existencia. Teniendo á su dispo-sición estos elementos, la empresa de los gobier-nos es hoy mucho menos difícil que lo ha podidoser en otros tiempos. Los gobiernos no tienen yaque preocuparse ni emplear su actividad, comoen siglos anteriores, en dirigir á fabricantes yobreros, en trazar los reglamentos á que unos yotros tengan que sujetarse en su trabajo, en re-partir el campo industrial entre los diferentesgrupos que se dedican á las diversas profesiones.Su misión consiste, por el contrario, en obrar demodo que sean libres de seguir sus propias ins-piraciones; trabajando, como crean que es másconveniente; en suprimir los obstáculos artificia-les, suscitados por las leyes ú ordenanzas regla-mentarias ó fiscales que encadenan su libertad deacción, les entorpecen en sus investigaciones paramejorar sus procedimientos ó sus productos, óles impidan igualar por la calidad ó baratura deéstos á sus émulos extranjeros.

Ya en los tiempos de Colbert, los industriales,aprisionados por reglamentos á que obligatoria-mente tenían que conformarse, pronunciaban estafrase, inútilmente repetida con insistencia du-rante el reinado de Luis XV: Dejadnos hacer.

En otros tiempos, el Estado en nuestras nacio-nes de Europa, tenía la pretensión de dirigir alpor menor el empleo que los hombres hacían desus facultades. Las sociedades modernas se hanemancipado de esta minuciosa tutela, y los go-biernos, si están bien inspirados, no deben sen-tirlo, porque se han librado con ello de enormescuidados y de una responsabilidad que, en vistade la complicación de las ruedas sociales y de lapesantez del conjunto de la máquina, les obliga-ría necesariamente á sucumbir.

No por ello debe creerse que los gobiernos sehan desinteresado de lo que en la sociedad pasa.Conservan en ella una influencia general, que semanifiesta por su participación, y hasta por suiniciativa, en la obra incesante de la legislacióny por los ejemplos, que deberán ser siempre ex-celentes, de la conducta personal de los jefes delos Estados! Guardianes son ellos del orden pú-blico, que es un bien soberano, y tienen, másque ningún otro, el sagrado depósito de la in-dependencia nacional, bajo cuyo concepto lesincumbe procurar que las fuerzas militares del

Estado estén siempre organizadas de la mejormanera posible.

Correspóndeles también escoger con discerni-miento los numerosos cuerpos de empleados pú-blicos, y están además encargados de las empre-sas especiales, por medio délas cuales contribuyenal adelanto de la civilización y al progreso de laprosperidad pública. De esta suerte, por sí mis-mos ó por medio de poderosas compañías ó so-ciedades, vencen ó evitan obstáculos de distintogénero que los que puedan resultar de leyes anti-cuadas y despóticas; refiérome á los obstácu-los materiales que la naturaleza opone, por laextensión de las distancias, los rios, las cordi-lleras y los mares, al trasporte y cambio de losproductos del suelo ó de los talleres. Para estefin posee la civilización moderna medios de accióneficacísimos, pero frecuentemente dispendiososen las vías de trasporte de todas clases, desdeel camino vecinal hasta el ferro-carril, en lostrabajos de los puertos y en los buques de vapor.

En corto número de Estados la industria pri-vada basta para el establecimiento de medios decomunicación, hasta de los más costosos, comolos ferro-carriles. Inglaterra presenta de ello unejemplo sorprendente; quizá el único que seacompleto; pero, en la mayoría de las naciones, laindustria privada necesita todavía subsidios di-rectos del Estado ó garantías de interés dadas porel Tesoro público para encargarse de estas em-presas, reclamadas en alto grado por la comuni-dad é indispensables para el desarrollo de la ri-queza en la sociedad.

Los gobiernos tienen también que velar porquelas poblaciones reciban la instrucción general,que ensancha la inteligencia, y la instrucciónespacial, que se aplica más directamente al éxitoy al progreso de las artes útiles y de las bellasartes. Casi en todos los pueblos los particularesy las asociaciones ó corporaciones se encargan deuna parte importante de esta obra esencial; perolos gobiernos necesitan también ocuparse de ella,bien para el suministro de fondos, bien para dic-tar reglamentos especiales, bien para fiscalizar elcumplimiento de este deber, y aun para consti-tuir cuerpos de enseñanza que dependan de laautoridad local ó central. Lo que principalmentereclama su solicitud es la instrucción primaria, yen honor de los gobiernos europeos y trasatlán-ticos, puede proclamarse que en nuestros dias nola economizan.

Pero en honra de los pueblos modernos quepertenecen á la misma civilización que nosotros,repetiremos, que si los gobiernos, al realizar losesfuerzos enumerados con objeto de aumentar lariqueza de los pueblos y sus propios recursos,

HÜVJS1A KUHUi'JiA.- UE MAKZU DE I O / O . í\. O*

están seguros del éxito, es porque hay en estospueblos, más particularmente que en los otros, lafirme voluntad de elevarse por el trabajo á ladignidad que confiere determinado bienestar. Eltrabajo es para ellos la manifestación de la vidacivilizada , el signo distintivo de la existenciaque honra más al hombre, la misión asignadapor el Creador á la especie humana.

Esa voluntad que anima á los pueblos no esaspiración quimérica. Puede y debe triunfar, por-que uno de los atributos esenciales de la espe-cie humana consiste en que su poder produc-tivo en el trabajo, en vez de ser estacionario, ex-perimente un aumento cada dia más notable, quepermita á los pueblos el' goce de bienestar, aunpagando grandes contribuciones.

Esto es lo que procuraré demostrar, tanto conel razonamiento, como invocando la autoridad dela experiencia; pero procuremos antes fijar elsentido exacto de estas palabras: el poder produc-tivo del trabajo.

II.

PODER PRODUCTIVO PROGRESIVO DEL TRABAJO

HUMAIiO.

El poder productivo del trabajo del hombrepuede definirse rigurosamente de este modo: paracada ramo de la industria, para cada estableci-miento, el poder productivo se formula y se midepor la cantidad de objetos, de una cualidad deter-minada, que resulta del trabajo medio de una per-sona dedicada al ramo de la industria, duranteun lapso de tiempo convenido, que puede ser undia, pero que en muchos casos conviene más quesea un año. Así, pues, en una fundición, dados deuna parte el número de kilogramos de hierro enbarras de un tamaño determinado que puedeproducir trabajando de continuo, en el intervalode tiempo convenido, y de otro, el número de tra-bajadores que se empleen en ello, bastaría dividirel primero por el segundo. Se obtendrá de estemodo un cociente representante de los kilogramosde hierro, que expresará el poder productivomedio del individuo en la fundición de que setrate.

De igual modo, en una fábrica de hilados de al-godón, suponiendo que se dedica á un solo nú-mero de hilo, la potencia productiva será el co-ciente de una división, en la que el número dekilogramos de esta clase de hilado, obtenido en undia ó en un año, forma el dividendo, y el númerode personas que en ellos se ocupan el divisor.

En un gran establecimiento donde se acumu-lan diferentes clases de trabajos, en vez de la po-tencia media productiva de un hombre, puede

buscarse sucesivamente la de los trabajadores delos diversos talleres que forman el establecimien-to, ó la de cada categoría de obreros.

Por el medio de la contabilidad perfeccionada,que generalmente se adopta hoy, las evaluacionesde este género, son practicables con una aproxi-mación suficiente.

Las relaciones más íntimas existen entre el po-der productivo de una sociedad, definido de estamanera, y su grado de riqueza. Los progresos deluno llevan consigo los del otro. El uno es la cau-sa, el otro el efecto. Decir que el poder produc-tivo de la sociedad aumenta, es como si se di-jera que está en situación de producir, por lamisma cantidad de esfuerzos individuales, mayorcantidad de cada uno de los objetos que res-ponden á las necesidades del hombre. Ahorabien, cuando se llega al fondo de las cosas, prontose reconoce que, á pesar de la costumbre de expre-sarse, como si la riqueza se compusiera de sumasde oro y de plata, la riqueza de una-sociedad con-siste en la abundancia de objetos ó de variadísi-mos servicios, respondiendo á las necesidades delhombre, que resultan del trabajo de sus miem-bros y que éstos cambian entre sí en cada Estadoó con los productos del extranjero. Es ademásevidente que la suma de impuestos que una so-ciedad puede soportar está en razón directa desu riqueza, y por consecuencia en razón de su po-der productivo.

Fijados estos prelimares, investiguemos hasta* qué punto el poder productivo, y por tanto la ri-

queza, pueden aumentar en el seno de una socie-dad donde suponemos que reina amor al trabajo,y que la afición á disipar sólo existe excepcional-mente.

¿Para llegar á una producción.más activa yconsiderable, conviene aumentar las horas de tra-bajo, del modo que cada cual se ocupe en él, porejemplo, dos horas más cada dia? No se necesitanlargas reflexiones para comprender la imposibili-dad de buscar en esta dirección el acrecenta-miento del poder productivo. En la mayoría delos pueblos, la duración actual del dia de trabajoes tal que, bien empleada, absorbe, el esfuerzoque debe pedirse á cada uno. Aumentar lfts horasde trabajo sería exponer á gran número de hom-bres á que agotasen sus fuerzas, llegando al ani-quilamiento ó al embrutecimiento sin provechopara la sociedad.

Pero si en general es preciso renunciar, biensea empleando las prescripciones de la ley, ó bienpor presión moral, á aumento de la duración ha-bitual del dia de trabajo, ¿qué medio queda paraaumentar el efecto útil del trabajo, es decir, elnúmero de objetos producido por cada uno, siendo

1N." 04 M. CHEVAL1ER. LOS MEDIOS DE REGENERAR LA HACIENDA. 17

igual la calidad? ¿No hay algún límite inmuta-ble, puesto cerca de nosotros, que deba fatalmentedetener el acrecentamiento de este efecto útil, ycontra el cual se estrella la ambición del hombreen su trabajo?

III.

LA FUENTE DEL PODER PROGRESIVO PRODUCTIVO ES LA.

RAZÓN HUMANA.—EL HOMBRE Y IOS ANIMALES.

La verdad es que este límite no existe. Elhombre está en posesión de una fuerza virtualque le distingue de los otros seres de la creación,y que le predestina á ser dueño y señor del mun-do. Esta fuerza es su razón ó su inteligencia. Envirtud de este don del Creador, la potencia pro-ductora del hombre puede acrecer, no hasta elinfinito, pero sí en grandes proporciones y seguiruna progresión indefinida.

Puede decirse que los animales que viven connosotros en la tierra trabajan, como el hombre,para vivir. La gran ocupación, la única para nu-merosísimas especies es alimentarse. Cada una deellas se agita y pone sus fuerzas más ó menos enacción para procurarse la subsistencia. Unos,como los grandes carnívoros y las aves de rapiña,buscan su presa, acechando, para coger al paso,los sores que se comerán, después de vencidosen lucha desigual. Los herbívoros buscan ve-getales, relacionados con su organización y laslocalidades donde estos vegetales abundan. Losanimales que necesitan un abrigo, lo buscan y loencuentran en los profundos retiros de los bos-ques, en las cavernas y en las quebraduras de lasrocas. Si son de cuerpo pequeño se refugian en-tre la hojarasca ó los matorrales, ó en el hueco deun árbol ó bajo tierra.

El número de los animales que necesitan cons-truirse por sí mismos un abrigo ó guarida parael curso ordinario de su existencia es muy limi-tado. Algunas especies necesitan, sin embar-go, una habitación preparada con cuidado, porcierto tiempo cada año, á fin de colocar en ella suprogenitura desde su nacimiento. En tal caso seencuentra la innumerable familia de la aves.Construyen á este efecto nidos cuya estructura escon frecuencia notable, y que abandonan cuandolos hijuelos se encuentran en estado de volarpor sí.

Un trabajo de un género particular, y que nece-sita tenaz esfuerzo, se impone para el manteni-miento de su existencia ó para buscar condicio-nes particulares á diversas clases de animales.Tienen al efecto que trasladarse á grandes dis-tancias y en épocas fijas, marcadas por el cambiode estaciones. Las aves y los peces viajeros eatn-

TOMO IV.

bian así regularmente de regiones ó de parajes,atravesando dilatados espacios. De esta suerte,un ave muy conocida en Francia y de la cualgustan mucho los gastrónomos, la codorniz,atraviesa de un vuelo el Mediterráneo de parte áparte.

Los animales están, pues, sometidos, lo mis-mo que el hombre y de diversos modos, á la leydel trabajo para la conservación de su existen-cia, y, en determinados casos, para educar á suprogenitura en el arte de la vida.

Pero los actos de los animales están caracteri-zados por la inmutabilidad. Esta uniformidadpersiste al través de la serie de los siglos. Susprocedimientos, sus métodos, son hoy para cadaespecie lo que serán mañana. Han sido en ciensiglos, lo que serán en cien siglos después denosotros.

Esta fijeza en la existencia y ec la manera déobrar, esta ausencia total de progreso en los ani-males entregados á sí mismos, se observa entodas las especies. Se la encuentra en los mediospor los cuales se procuran su alimento, ó la conser-van cuando tienen el don de la previsión; en aque-llos á que recurren para proporcionarse un abrigo,sea permanente, como es ley en determinadascategorías; sea temporal, como el nido que lospájaros construyen en el momento de la incuva-cion; en el orden y marcha que siguen los querealizan las emigraciones al través de las regio-nes aéreas ó hendiendo el cristal de los mares. Lasindustriosas abejas hacen la miel como en tiem-po de Abraham ó de Adán, y la geometría desus panales es idéntica á la que era entonces.Los hormigueros tienen hoy la misma arquitec-tura que en su origen. El topo horada su galeríasubterránea de la misma manera y de igual di-mensión, y lo mismo degüella el lobo al carnero yel león á la gacela. Los moluscos que horadan lasrocas tienen perpetuamente la misma facultadcon relación á las mismas piedras. Los insectosque roen la madera han tenido siempre estavirtud destructora, tan desagradable para el hom-bre, y la han ejercido siempre en las mismas cir-cunstancias.

La razón consiste en que los animales sólo segobiernan por el instinto, y éste es un guía cuyorayo visual está limitado por un círculo muyestrecho é imposible de traspasar. La razón quesirve al hombre para conducirse, es, por el con-trario, audaz, insaciable por saber, y deseosa deaplicar lo que sabe. Ávida de vencer los obstácu-los, es infatigable en sus tentativas y nunca seduerme después de los mayores éxitos, de modo,que cada adquisición que hace, le sirve de peldañopara llegar á otra.

2

REVISTA EUROPEA.—7 DE MARZO DE ' 1 8 7 5 . N.° 54La razón humana es una fuerza tan grande,

que por ella el hombre ha llegado gradualmenteá dominar toda la creación. Por ella, el hombreen nuestros dias, utilizando las conquistas detiempos anteriores, adquiere en el orden materialun poder cuyo esplendor y grandeza consuelan,hasta cierto punto, al filósofo de las imperfeccio-nes, de los vicios y de los desalientos colectivosó individuales, cuyo aflictivo espectáculo no dejatambién de presentar nuestra especie en el ordenmoral.

Considerado sólo físicamente, el hombre es dé-bil y torpe, comparándolo á gran número de otrosseres de la creación. Mientras se ve reducido ásus propios órganos y privado del concurso quedebe á su inteligencia, de las máquinas, de lasherramientas y de los animales domésticos, queson sus máquinas vivas, hace en la tierra tristey humillante figura. Los diferentes animales hanrecibido de la naturaleza, para el género particu-lar y limitado de actividad que le asignó á cadaespecie, facilidades inherentes á sus órganos,queresiden en los mismos óiganos. Esta forma depoder material ha sido negada al género humano,ó sólo se le ha concedido en pequeña escala, por-que la Providencia quería que el hombre se to-mara el trabajo de buscar en el mundo que le ro-dea, con ayuda de su inteligencia, los medios dereemplazar con inmensa ventaja el favor apa-rente concedido á los animales en los bosques, enlos aires ó en las aguas.

Asi, pues,ciertos animales tienen en su aceradopico un taladro para romper la corteza de los ár-boles y hasta su tejido leñoso; el castor, y losroedores en general, poseen en sus dientes medioseguro para cortar la madera; el elefante, inde-pendientemente del poder que le produce su vo-lumen y sus colmillos, ha recibido la trompa, ór-gano precioso, que es á la vez herramienta yarma; la trompa que excitó la admiración del re-formador Carlos Fourrier, hasta el punto de espe-rar ver enriquecida con ella á la especie humana.Be igual modo los grandes carnívoros tienen gar-ras, con las cuales destrozan, en un abrir y cerrardeojos, á los otros animales, y mandíbulas que tri-turan las osamentas de los más fuertes cuadrúpe-dos. Las aves, los ciervos, los caballos, los perrosy gran número de animales, feroces unos, tímidosotros, están formados de tal suerte, que puedenadquirir cuando les place una velocidad de locomo-ción muy superior á la del hombre, antes de in-ventarse los ferro-carriles. La vista, el oido y elolfato de ciertos animales son de una finura y deuna penetración verdaderamente prodigiosa. Nosigo adelante en la enumeración de las facultadesfísicas que han sido distribuidas á los animales y

residen en su misma organización. Lo dicho bastapara poder asegurar, sin temor de ser desmen-tido, que en el hombre estas facultades tienen dé-bilísima representación. Por ello, en el origen delas sociedades y durante largos siglos, el hombreera tan humilde y tan asustadizo ante las fuer-zas animadas ó inanimadas, desencadenadas con-tra él.

Pero la razón humana era el contrapeso de es-tas aptitudes, de estos talentos, si puede llamár-seles así, concedidos á los animales é introduci-dos en sus mismos órganos, y la razón debíacompensar ampliamente al hombre de la falta ensus miembros, de cualidades que igualen esafuerza que los animales poseen.

IV

ÜE CÓMO EL HOMBRE SE HA ELEVADO POR GRADOS Á UN

GRAN PODER PRODUCTIVO.

Por medio de la razón el hombre ha ido poco ápoco sobreponiéndose y domando sucesivamentecuanto le rodeaba, no sólo los animales, sino losdiversos elementos, convertidos por la antigüedaden dioses dispuestos á encolerizarse y terribles ensus arrebatos, el agua, el aire, el calor, el frió, laelectricidad.

El poder productivo manifestado por el hombreen la agricultura, artes extractivas, manufactu-ras, arte de trasportes, etc., ha llegado á ser su-cesivamente enorme, y en nuestros dias acrecepor instantes.

El trabajo, estimulado y perfeccionado por lainteligencia, es el agente con ayuda del cual semetamorfosea la situación del hombre en la tier-ra. Por igual motivo, una sociedad laboriosa en laque la fatalidad hubiese acumulado cargas ago-biadoras, y que se viera obligada á someterse áuna enorme agravación de impuestos, debe con-fiar en el trabajo, considerándolo como un liber-tador.

No cabe duda alguna respecto á los procedi-mientos por los cuales el hombre se ha emanci-pado sucesivamente de su inferioridad primitiva,convirtiendo en una especie de trono el planetadonde en un principio se ocultaba como pros-cripto, expuesto de continuo á ser presa de losanimales ó de los irritados elementos. Aguijo-neado por la necesidad de vivir y defender suvida, y después por el deseo de mejorarla y deembellecerla, ha ejercitado el hombre la pene-tración da su espíritu para adivinar uno por uno,y fragmento por fragmento, los secretos de la na-turaleza y convertirlos en su provecho. Así ad-quiría paso á paso el conocimiento del reino ani-mal, del reino vegetal y del reino mineral. De

N.° 54- M. CHEVALIER. LOS MEDIOS DE REGENERAR LA HACIENDA. 19

este modo formaba un capital de ideas y de ob-servaciones, empleado en beneficio suyo, de su fa-milia y de sus semejantes. Cultivó plantas útilespara la alimentación ó el vestido; cuidó los árbolesá propósito para adquirir materiales de construc-ción ó herramientas. Domesticó los animales másapropiados para subyugar á los demás. Explotó ylabró las piedras, distinguiendo las que conte-nían metales, y convirtiendo éstos á un estadode pureza cada vez más perfecto. Un númerosiempre creciente de primeras materias sirvieronpara la producción de objetos multiplicados dedia en día, que respondían á las variadísimasnecesidades de la especie humana, y que eranotras tantas nuevas ramas de la riqueza de la so-ciedad.

Uno de los principales hechos, por los cuales seha realizado gradualmente la emancipación de laespecie humana, oprimida en un principio por lanaturaleza, consiste en que el espíritu humano haencontrado auxiliares que han puesto á su servi-cio, en proporciones cada vez mayores, la fuerzafísica de que había sido provisto en tan cortasproporciones.

Fueron éstos primeramente los animales quelogró domesticar, y que según las regiones y losclimas eran: el elefante, el camello, el caballo, elbuey, el asno, el reno, la lama. Seguidamente elespíritu humano, siempre investigador, buscóagentes todavía más económicos en las fuerzasinanimadas, y sin embargo, activas y enérgicas,de la naturaleza. Apropióse primero las que sonmuy aparentes y algunas veces tumultuosas hastael punto de producir devastaciones, como lascorrientes de agua y los vientos. Posteriormentereconoció otras, latentes ó disimuladas, y por de-cirlo así, dormidas para el juicio de un observa-dor poco atento. El espíritu humano las ha apro-vechado en tan grande escala, que apenas haceun siglo de los primeros ensayos, y han adquiridohoy una actividad ilimitada. La que merece ci-tarse en primer término y á la que mejor se apli-can estas palabras, es la fuerza del vapor de agua,tan cómoda por la abundancia casi universal dellíquido que la proporciona.

Después de ella, pero á gran distancia, estánlos vapores de otros líquidos, como el éter y elcloroformo; después los gases que se comprimen ycondensan, hasta el punto á veces de liquidarlos.En este nuevo estado poseen una fuerza de reac-ción de una potencia extraordinaria.

Figuran en el número de estos gases el mismoaire atmosférico, más común todavía que el agua,y que, comprimido, ha hecho ya maravillas, entreotras, la perforación del monte Cenis, y la másimportante que hoy se está ejecutando en el San

Gothardo. La fuerza elástica del aire caliente llegaen estos momentos á la industria y se fundan enella grandes esperanzas. A estas fuerzas de impul-sión se añaden fuerzas explosivas, como la de lapólvora ordinaria, la déla nueva pólvora, muy usa-da ya con el nombre de dinamita, los fulminatos ydiversas otras sustancias , mal disciplinadas to-davía en sus manifestaciones explosibles. El rayo,la electricidad en forma de corrientes se ha con-vertido en uno de nuestros agentes más útiles y.rápidos, trasportando casi instantáneamente lasnoticias y las órdenes á cualquier punto, por dis-tante que esté. La luz, por su parte, nos prestaexcelentes é imprevistos servicios por medio de lafotografía y del grabado, que ella realiza. Se haconseguido, eligiendo acertadamente el combus-tible y el comburente, obtener grados de calor,cuya enunciación hace medio siglo se hubiera te-nido por fabulosa. Ya no hay cuerpo infusible.La barra de 250 kilogramos de platino y de iridio,fundida en algunas horas en el Conservatorio deartes y oficios de Paris por la comisión interna-cional del metro, es, en esto género, sin igual tro-feo. El frió mismo, que se consideraba un ene-migo, promete también ser un bienhechor por lacomodidad que produce, y deque todavía en mu-chos parajes de Europa no se ha sacado todo elpartido posible, para el trasporte á largas distan-cias de artículos que fácilmente se descomponen,y en especial de la carne, que falta en todoslos países de población densa, y que sobra enotras comarcas ricas en pastos y pobres en pobla-ción. Las afinidades químicas, en fin, formanotra categoría de agentes que ejecutan innu-merables cambios, completamente fuera del al-cance de las fuerzas mecánicas. Los reactivos quela química ha proporcionado á la industria, yque ignoraban por completo los antiguos pueblos,están dotados de extraordinaria energía. Uno delos menos modernos, el ácido sulfúrico, que debe-mos á la Edad Media, es por su poder y por labaratura con que se ha logrado fabricarlo uno delos principales recursos de las artes útiles. Estosreactivos crecen sin cesar en número y en pu-reza, haciendo posible la resolución de innume-rables problemas y el éxito de muchísimas ope-raciones.

Después de haber descubierto nue rtts fuerzas yde obligarlas á presentarse á voluntad, quedabala gran dificultad de dominarlas por completo,para hacerlas trabajar en lugar del hombre y enla forma que se creyera conveniente. La ciencia,hija de la razón, ha imaginado poco á poco mul-titud de máquinas ó aparatos para poner en ac-ción, bajo las más variadas formas, cada una delas fuerzas naturales, según las diversas necesida-

20 REVISTA EUROPEA.—"7 DE MARZO DE 4 8 7 5 . N.° 54

des. Para el uso directo del hombre en su trabajo,para que pudiera hacer con sus manos operacio-nes tan numerosas como las que corresponden átodos los animales reunidos, se han fabricado enmadera, en piedra y en toda clase de metales mul-titud de instrumentos, llamados herramientas, ycon ayuda de las cuales la aptitud del hombre,tan limitada cuando sólo podía servirse de susórganos, ha llegado á ser literalmente ilimitada.

Gracias á una invención moderna, que tienederecho á un lugar en el reducido cuadro quepresento, la de las máquinas-herramientas, se haconseguido dar á las máquinas una construcciónmaterialmente irreprochable. También se ha po-dido, al mismo tiempo que se perfeccionaba laregularidad de su marcha y se reducía el precio,darles un grado de potencia que confunde el espí-ritu, y hacerlas tan manejables, que, cuando sequiere se disminuye la potencia de tal modo, quesu esfuerzo sea tenue hasta el punto de aproxi-marse al infinitamente pequeño.

Los progresos de la máquina de vapor desdehace cincuenta años, en el número y variedad desus empleos y en su construcción intrínseca, se-ñalarán época en la historia de la especie humana.En este intervalo el ferro-carril, cuyo verdaderonombre será camino de vapor, se ha perfeccio-nado y multiplicado hasta el punto de ser por sísolo autor de una revolución en el comercio inte-rior y exterior de los pueblos, en la locomociónde los hombres y en la administración de los Es-tados. Los resultados que al mismo tiempo hadado el vapor para la travesía por los mares pue-den citarse como prodigiosos. Nueve dias bastanpara atravesar el Océano entre ambos mundos.

Es, pues, absolutamente cierto que para elejercicio, cada vez más ventajoso, de las artescreadoras de la riqueza, lo cual supone la exten-sión del poder productivo del hombre, el espírituhumano, inagotable en sus medios de investiga-ción, ha llegado, ayudado por la experiencia, áponer á disposición de la sociedad un arsenal deinstrumentos y un ejército de agentes que au-mentan todos los dias. El trabajo del hombre haadquirido una fecundidad que sorprende, sin sermás penoso para nuestra especie, sino, por elcontrario, más fácil y cómodo; porque, gracias ála intervención de todas estas fuerzas que haconvertido en dóciles servidores suyos, está dis-pensado el hombre de violentar su fuerza muscu-lar, y en gran número de casos ni siquiera ejer-citarla, de manera que no es él quien trabaja,sino las fuerzas exteriores por él dominadas, ne-cesitándose sólo su presencia para vigilar lasmáquinas y aparatos y arreglar el uso según lascircunstancias. Gracias á las máquinas y apara-

tos análogos que evitan el impulso procedente delcuerpo, el hombre trabaja tanto más con su aten-ción, cuanto menos con el vigor de sus brazos yde sus caderas, y el fenómeno que se realiza enel seno de nuestras sociedades civilizadas tieneel sorprendente carácter de que el hombre pro-duce tanto más, cuanto menos trabaja con susmiembros.

Citaré aquí algunas cifras que demuestrenaproximadamente cuál ha sido, durante interva-los de tiempo bien medidos la progresión del po-der productivo del hombre, definida, como acabode hacerlo, en alguna de las principales indus-trias.

Si se CQmpara lo que es hoy esta fuerza pro-ductiva en el arte de moler el grano, y lo que eraen la época del sitio de Troya, aprovechando al-gunos datos que encontramos en la Odisea, se veque el aumento es, por lo menos, de uno á cientocincuenta; es decir, que para lo que se necesita-ban ciento cincuenta personas basta hoy una, sinhablar de la superioridad del producto, que esgrandísima.

En la industria del hierro, el acrecentamientodesde hace seiscientos años está expresado por elnúmero 30.

En el hilado de algodón, de un siglo á estaparte, el poder productivo ha aumentado en laproporción de uno á trescientos ó cuatrocientos.

En algunas operaciones especiales de la indus-tria el resultado es aún mayor. En la Exposiciónuniversal de Paris de 1867 había una nueva má-quina de hacer punto de media, con la cual untrabajador hace diariamente seis mil veces másmallas que el más hábil, antes de que se hubieseninventado estas máquinas, y la invención no esantigua.

Estos ejemplos, fáciles de multiplicar, pruebanquo no es aventurado anunciar que el poder pro-ductivo del hombre puede adquirir acrecenta-mientos indefinidos.

V.

LA LIBERTAD DEL TRABAJO ESTÁ DESTINADA Á HACER

UNA REVOLUCIÓN FAVORABLE Á LA MULTIPLICACIÓN

DE LAS RIQUEZAS.

Debo ocuparme ahora de la acción de una fuerzaque corresponde esencialmente al orden moral, yque tiende hoy dia á desarrollar el poder produc-tivo del hombre y de la sociedad en proporcionestales, que podría predecirse la desaparición de lamiseria, si todos los hombres consintiesen en serperseverantes en el trabajo, previsores y econó-micos, y si, por la educación que reciben y por laque se dan, adquiriesen alguna iniciativa.

N.° 54 M. CHEVAL1ER. LOS MEDIOS DE REGENERAR LA HACIENDA. %\

Esta fuerza reside en la libertad del trabajo,acerca de la cual no rae cansaré de llamar laatención. Consiste en que cada cual tenga la li-bertad de ejercer la profesión que le convenga, depracticarla en las proporciones que quiera, ysegún los procedimientos que juzgue mejores;empleando las materias, máquinas y herramien-tas que crea más ventajosas y procurándo-selas libremente donde le plazca, dentro ó fuerade su patria. La libertad del trabajo sería muyincompleta si á la libertad de profesiones, com-prendida como acabo de decir, no se añadiese lalibertad de transacciones y de convenios que pue-den hacer los hombres entre sí.

No debe suponerse, sin embargo, que cuandola economía política recomienda la libertad deltrabajo propone inaugurar un sistema desorde-nado, en el cual nadie reconozca freno ni regla;en el que sea posible burlar la buena fe, enga-ñando al comprador sobre la naturaleza, cantidady cualidad de la mercancía; donde sea legítimousurpar la marca ó contraseña de las casas cono-cidas por su lealtad y habilidad; donde fabrican-tes sin pudor ni conciencia sean Ubres para ex-poner la vida de sus trabajadores y hacer in-habitables ciudades enteras, por las emanacionesnauseabundas ó deletéreas de sns fábricas ó porla amenaza de explosiones; donde la astucia y eldolo presida en los contratos y donde los hom-bres se asocien especialmente para engañar y ex-plotar á sus semejantes.

La libertad del trabajo de que se trata, no vaencaminada á autorizar estas prácticas contra-rias á la probidad ó á la humanidad; se acomodaperfectamente á las leyes que castigan los fraudescomerciales. Acepta sin dificultad las ordenan-zas que, para los casos de oficios insalubresincómodos ó peligrosos para los trabajadores ópara los vecinos, prescriben precauciones seve-ras y hasta su alejamiento de los centros depoblación. La libertad del trabajo es el antago-nista resuelto de los reglamentos, por los cua-les, bajo pretexto de asegurar la bondad de lafabricación, se fija el modo de hacerla, se deter-minan las materias que han de emplearse en ellay la manera de emplearlas, reglamentos tan nu-merosos y funestos en toda Europa hasta fines delsiglo XVIII. Condena las restricciones á que hasido costumbre someter por tan largo tiempo elespíritu de asociación, encadenando así una delas mayores fuerzas de la especie humana. Salvolos casos de industrias incómodas, insalubres,malsanas ó explosivas, la libertad del trabajoexcluye lo que pertenece al sistema preventivo yreconoce únicamente el empleo dul sistema re-prensivo.

Si es cierto, como lo creemos demostrado, queel poder del trabajo del hombre para la creaciónde la riqueza procede de su inteligencia, de lafuerza de su espíritu, infinitamente más que dela de su cuerpo, la consecuencia necesaria consis-te en que, para estar colocado en las condicionesmás favorables á la producción el individuo y lasociedad, es preciso que la inteligencia del hombrese encuentre en las circunstancias que mejor leconvienen para ejercitarse, hacer descubrimien-tos, experimentarlos á su gusto y aplicarlos. Es-tas circunstancias se resumen en una palabraúnica, la libertad; y en la esfera de las artes,creadoras de las riqueza en particular, una granlatitud de acción ofrece apenas algunos inconve-nientes posibles, al lado de las ventajas más con-siderables y más ciertas.

Debe, pues, considerarse y tratarse la libertaddel trabajo como una emulación saludable, sinocomo una necesidad absoluta para que el engran-decimiento del poder productivo siga su curso yesté en proporción de las necesidades de la so-ciedad.

De aquí se deduce que, para aumentar la ri-queza de la sociedad, para ponerla en situaciónde resistir á cargas calamitosas ó para acrecer laprosperidad de un pueblo que esté ya en buenasituación, nada puede invocarse mejor que la li-bertad del trabajo; dándole en las leyes y en lapráctica administrativa el mayor espacio. La li-bertad del trabajo es un talismán al alcance detoda sociedad que tenga la firme voluntad deacrecentar sus recursos.

En 1776, Francia, donde el trabajo estaba delargo tiempo atrás reglamentado hasta la servi-dumbre, tuvo la felicidad de ver á uno de sushomares de Estado tomar la iniciativa de la re-volución pacífica, que hubiera consistido en esta-blecer gradualmente la libertad del trabajo, parahacerla tan completa como era posible en aqueltiempo.

Pero el rey Luis XVI, que primero había sos-tenido á este ministro ilustre en sus tentativasdfl reforma, cometió la debilidad de abandonarle,y el pueblo francés, cual si hubiera tenido em-peño en justiflcar la censura de ligereza dirigidaal carácter nacional, presenció sin indignación ladesgracia de este hombre superior.

La Asamblea constituyente de 1789 proclamóde nuevo el principio de la libertad del trabajo;pero es un hecho, debido á diversas causas, encuya exposición no debo entrar ahora, que no po-seemos aún, en 1874, la libertad del trabajo, talcomo Turgot la concebía y la quería, y tal como,si el rey y el pueclo le hubiesen permanecido ñe-les, en vez de destituirle, como innovador peli-

REVISTA EUROPEA.—7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.°54groso, la hubiera dado á nuestra patria antesde 1789.

Otra nación nos sustituyó en el designio tannoble como útil de conferir al trabajo el beneficiode la mayor libertad posible; esta nación fue In-glaterra. La fecha de esta empresa puede en ri-gor fijarse en 1820, que es la de la célebre peti-ción redactada por Tomás Tooke y dirigida algobierno y al Parlamento por gran número decasas de la Cité de Londres. Pero la metamor-fosis no se verificó en grande escala hasta la en-trada en el poder de Roberto Peel, en Noviembrede 1841, inspirado por los grandes ciudadanos dela Liga de Manchester. Desde aquel dia Ingla-terra es cada vez mejor modelo de pueblos civili-zados por el liberalismo de sus leyes, en cuantoconcierne al ejercicio productivo de las faculta-des humanas, ó, en otros términos, por su res-peto (podría decir su culto), á la libertad del tra-bajo.

La época en que vivimos la recomendará lahistoria por la extensión que en ella habrá reci-bido la libertad del trabajo, en su acepción máslata, es decir, con toda la variedad que puede te-Der en sus aplicaciones, porque basta que unanación haya enarbolado públicamente este prin-cipio y se esfuerce de continuo en sacar el mejorpartido de él, para que las otras estén obligadasá hacer lo mismo, bajo pena de decaer relativa-mente en riqueza, y por tanto en poder. Ahorabien, desde hace un tercio de siglo, Inglaterradesempeña este papel con perseverancia y conincomparable éxito para la prosperidad de todaslas clases y para la Hacienda nacional. El niñoha venido al mundo y está fuerte y vigoroso; ne-cesariamente crecerá.

En 1846 adoptó Inglaterra oficialmente lo quellama el free trade, expresión que algunas per-sonas en Francia traducirían de buen gradohoy todavía por la única libertad de cambios in-ternacionales, traducción que ha sido exacta unmomento, pero que hoy es errónea. En la actua-lidad en el ánimo de todos los ingleses de las cla-ses gobernantes, e\free trade tiene un sentidomucho más lato. La libertad de cambios in-ternacionales sólo es un caso particular del freetrade, tal y como lo comprenden y practican losingleses. El free irade es el libre ejercicio delas facultades del hombre en sus relaciones di-rectas ó indirectas con la producción de la ri-queza. Es la libertad del trabajo en su mayor ex-tensión.

Este es el sitio natural de una breve narraciónde lo que ha realizado Inglaterra en favor de lalibertad del trabajo y de ios buenos afectos quede ella han resultado, más especialmente desde la

reforma recomendada por los grandes ciudadanosde la Liga de Manchester, y ejecutada por Ro-berto Peel. Dicha narración será el término de mi

VI.HISTORIA DE LA LIBERTAD DEL TRABAJO EN INGLA-

TERRA EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS.

Hasta 1830, el movimiento que se verificaba eneste sentido, era sumamente lento y poco signifi-cativo. El partido tory, dueño del poder, teniaantipatía á las reformas. El partido opuesto, elde los whigs, que triunfó por la consecuencia dela revolución francesa de 1830, dedicó su principalesfuerzo á las reformas políticas y especialmenteá la ley electoral. No fue sin embargo indiferenteá las reformas económicas. Sus jefes eran hom-bres ilustrados, generosos, sinceramente liberales,y la libertad del trabajo les debe bastante, puesellos hicieron una reforma humanitaria que esgrande homenaje á dicha libertad, la aboliciónde la esclavitud de los negros en las coloniasbritánicas. Pero la libertad del trabajo sólo gozóeste beneficio fuera del territorio del Reino Unidoy en las lejanas posesiones que tenía en las regio-nes equinociales. También fue un servicio á lacausa de la libertad la grande innovación que hi-cieron en el comercio con la China, cuyo porvenirpodía ya preverse. Este comercio, hasta entoncesreservado por monopolio á la Compañía de lasIndias, fue abierto á todos los subditos ingleses.Otro reconocimiento del principio de la libertad deltrabajo, y de considerables efectos, fue la nuevalegislación sobre los Bancos especiales á Ingla-terra propiamente dicha y al país de Gales, esdecir, á la parte más importante del Reino Unidopor su población y 'su riqueza. El régimen deestas instituciones de crédito era bastante im-perfecto, por lo que dominaba en ellas el espíritude monopolio. La nueva legislación, votada en1833 con motivo de la renovación de la carta delBarico de Inglaterra, ha dado nacimiento á laspoderosas sociedades de bancos por acciones(joint-stock banks) de las que las principa-les residen en el mismo Londres, que carecíahasta entonces de estos establecimientos, y quehoy, por la extensión de sus operaciones, ypor los servicios, que prestan, causan la admira-ción de teóricos y de prácticos, y distribuyen di-videndos superiores á la previsión de los op-timistas (1).

(1) Estos establecimientos, cuya influencia es tan útil, deben suorigen á un homenaje, probablemente platónico en la mente de los quele tributaron, al principio de la libertad del trabajo. El homenaje con-aislia en algunas palabras insertas en la ley de 1855 sobre el Banco de

N.°54 M. CHEVAL1ER.—LOS MEDIOS DE REGENERAR LA HACIENDA.

Bajo el gobierno de los whigs, la industria pri-vada multiplicó los caminos de hierro, sin subven-ción ni garantía de interés por parte del gobierno.Este fue un grado más de libertad, ó á lo menosde facilidad para la industria agrícola y manu-facturera, y para el comercio. Importa tambiénnotar que la legislación inglesa de ferro-carri-les se acomoda, en cuanto es posible, al prin-cipio de la libertad del trabajo. En vez de incur •rir en los errores antiliberales que han predo-minado en algunos Estados, donde se adoptó elsistema del monopolio y de los territorios reser-vados como feudos á cada compañía, el Parla-mento tomó por brújula, aun antes de los whigs,la concurrencia que se confunde con el principiode la libertad del trabajo, y ha continuado im-perturbablemente ñel a esta línea de conducta.

Por ello fue votada en 1873 la ley de 21 deAgosto destinada á hacer, en interés del público,más afectiva que nunca la concurrencia entre lasdiferentes compañías. Para conseguir y conservareste resultado apetecible, el legislador ha hechoen estas circunstancias un esfuerzo supremo. Lamisma ley asegura á los particulares, respecto álas compañías, una protección que no encuentranfuera de Inglaterra.

Gracias á esta buena tradición constantementemantenida, la revolución debida á los ferro-carriles en el sistema de trasportes para laspersonas y para las mercancías, ha sido másfecunda en Inglaterra que en ninguna otra parte,porque la concurrencia provoca la perfección, y elmonopolio favorece necesariamente la rutina. Laconcurrencia mantiene siempre despiertos á losindustriales, el monopolio les adormece.

Al gobierno de los whigs en aquella época, dé-bese también una bienhechora tras^ormacion delservicio de correos, pues en 1839 empezó el pennypostage recomendado con infatigable perseveranciapor un administrador eminente, Mr. RowlandHill. El efecto de la reforma consistió en bajarsúbitamente á un penique el franqueo de la cartasencilla de 14 gramos, en toda la extensión de lasislas Británicas, franqueo antes muy elevadocuando la distancia era grande. Esta reforma con-tribuía á facilitar las transacciones.

Pero el partido whigs no tuvo bastante perspi-cacia y vigor para ejecutar una reforma comercialfelicísima y oportuna. Había dejado intacto elsistema de aduanas, lleno de disposiciones añejas

Inglaterra. Poquísimas personas en el Parlamento y fuera de él sospe-chaban lo que podrían producir. Lord Althoi'p, canciller entonces delEchiquier que habla sido el promovedor de esta ley, fue, después que sevoto, uno de los adversarios obstinados de Mr. Gilbart, cuando éstequiso hacer funcionar el Banco de Londres y Westminster, practicandola nuevj ley.

y bárbaras, dejándose dominar de un sentimientode pusilanimidad, cuando algunos amigos le acon-sejaron intentar con mano firme la inauguraciónde la libertad de comercio internacional.

Debilidad inexplicable, pues desde 1820, elcomercio de la Cité de Londres había firmado lapetición de Tomás Tooke. Huskiston en 1825había comenzado á allanar el terreno por la abo-lición de cierto número de prohibiciones, y Man-chester no cesaba de agitarse para que se aban-donara el sistema proteccionista. Una legislaciónrestrictiva, que llegaba hasta la prohibición, ale-jaba gran número de productos extranjeros, aunde aquellos en que la industria inglesa sobresalíamás. Estaba prohibido bajo severas penas expor-tar máquinas y herramientas, que las fábricas in-glesas hubieran podido enviar con gran ventajaal continente; pero se prefería que los talleres deconstrucción tuvieran poco que trabajar á unareforma cuyo efecto pudiera ser que otros pueblosigualasen á Inglaterra en la perfección y baraturade los objetos manufacturados.

El sistema aduanero del Reino Unido subleva-ba á las clases populares é indignaba á sus ami-gos por sus disposiciones relativas á la importa-ción de cereales, combinadas para aumentar larenta de los propietarios, encareciendo la sub-sistencia de las poblaciones. Para colmo de injus-ticia estaba prohibida la importación de la carneviva. El gabinete whig conocía perfectamenteque, poseyendo Inglaterra medios de producciónmás poderosos que otros pueblos, no podía uti-lizarlos ampliamente, hasta que en la prácticageneral de los Estados no se admitiese, en más óen ménog, la libertad de cambios.

Poi medio de sus agentes y de sus diplomáti-cos más ilustrados presentaba las ventajas á losojos de los pueblos civilizados (1). Pero se negaba áver, que habiendo adquirido Inglaterra manifiestasuperioridad en las artes manufactureras, le cor-respondía dar la prueba de su convicción, apli-cando á sí misma, por medio de vigorosa ini-ciativa, la nueva política comercial, cuya exce-lencia ponderaba.

Mientras que el gobierno whig permanecía inac-tivo y estéril, el comercio nacional detenía sudesarrollo. Las fábricas y talleres no estaban muyconcurridos, y los trabajadores sufrían y se que-

(1) Desde los primeros años de la monarquía de Julio, el gobierno

inglés había enviado al coHtinentc, y especialmente á Francia, dos jóve-

nes distinguidos para propagar y acreditar la idea de la libertad comer-

cial. El Dr. Jhon Bowing, que desempeñó después cargos importantes,

y Mr. Jorge Villiers, que después fue lord Clarendon. En 1840 llegó a

Paris Mr. Porter, del Bourd of Tiade, persona ilustradísima que tenia

á su cargo la tentativa de negociar un tratado de comercio. Los aconte-

cimientos políticos ocurridos en Oriente en el mUmo ano, pusieron

brusco fin & su misión.

REVISTA EUROPEA. 7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 54

jaban, acusando principalmente á la legislaciónsobre los cereales que les impedía aprovecharsedel bajo precio de los granos del continente y deAmérica. Su disgusto era grande. El impuesto noproducía lo que se había esperado, porque, siendolos negocios difíciles, el consumo era inferior álas apreciaciones que de él se habían hecho. Lospresupuestos estaban en déficit. La opinión pú-blica tan favorable á los whigs en tiempo de lordGrey, se volvió contra ellos, y en Noviembre de1841 entraron los torys en el poder, teniendo á sufrente á Roberto Peel.

Con la resolución propia en tiempos difícilesde los hombres de Estado dignos de tal nombre,conoció Roberto Peel que era preciso tomar ungran partido, y que los cambios que estaban porrealizar para mejorar la situación general delpaís, consistían en hacer el trabajo más fácil ymás libre. Encontró preparado el terreno por losanimosos ligueros de Manchester, los RicardosCoobden, los John Brightysus dignos amigos. Du"rante las cuatro legislaturas consecutivas de 1842á 1845 reformó profundamente la tarifa de Adua-nas en el sentido de liberalizarla, sin pronunciar lafrase de libertad de comercio internacional. Esta-bleció la libre entrada de las primeras materias, ysuprimió las prohibiciones de importación y ex-portación, dejando por tanto introducir el ganadoextranjero y salir las máquinas inglesas. Res-pecto á los cereales, á causa de las preocupacio-nes arraigadas en su propio partido, esperó unaocasión que debía presentarse más ó menos pron-to, la de una mala cosecha. Finalmente, al abrirseIK. legislatura de 1846, siendo las circunstanciaspropicias al pensamiento que alimentaba, declarósus nuevas opiniones en el mismo discurso de lacorona, anunciando sin ambajes que se había con-vertido al gran principio de la libertad de comer-cio, y proponiendo entrar á velas desplegadas enel nuevo régimen, quitando los derechos de im-portación á los cereales extranjeros (1).

La proposición de Pee! ocasionó una lucha vi-vísima. Lo más fuerte de la pelea fue en el ter-reno de los cereales. Era claro que, si Peel conse-guía la victoria en este punto, la alcanzaría entodos los demás, porque los propietarios terrate-nientes querrían que los manufactureros partici-pasen de su suerte, sufriendo las consecuenciasde la libertad de cambios exteriores; y era desdeluego evidente que los manufactureros ó fabri-cantes no opondrían ninguna resistencia, puestoque la Liga de Manchester los había afiliado á lareducción y aun á la supresión de los derechos

(1) Se dejó el módico derecho de un shilling por quarter, ó sea 43

céntimos por hectolitro. Este derecho fue abolido después.

de Aduanas, destinado» á protegerlos. Tuvo quesufrir Peel las injurias y calumnias á que no te-mieron rebajarse elocuentes oradores de su propiopartido político; pero le dio la razón una granmayoría, y se aprobó la libre entrada de cereales.Al mismo tiempo se suprimieron los derechos so-bre gran cantidad de productos manufacturados,y se rebajaron respecto de otros. Estas profundasmodificaciones tuvieron, como las que había he-cho Roberto Peel en los años precedentes, el ca-rácter de una completa espontaneidad por partede Inglaterra. No se pidió ninguna reciprocidadá las naciones cuyos productos se acogían tan li-beralmente, demostrándoles así la plena fe quetenían en la eficacia del nuevo sistema comercialpara la prosperidad de las naciones que se loapropiasen.

Hé aquí cómo la libertad de comercio interna-cional llegó á ser el eje de la política comercial deInglaterra. Sus aplicaciones se han ido exten-diendo cada dia más para emancipar al trabajo dela servidumbre que le paralizaba, aun en los ca-sos que no tenían relación con el comercio ex-tranjero. De este modo el free trade, que en unprincipio significaba sólo la franquicia del comer-cio exterior, ha venido á ser después la libertaddel trabajo en general, el ejercicio, tan libre comoes posible, de las diversas profesiones, y la liber-tad de las transacciones.

Tal era el impulso dado por Roberto Peel, deacuerdo con los ligueros de Manchester, que pocotiempo después, los ministros á quienes Peel ha-bía cedido el poder, no temieron atacar el mono-polio creado en favor de la marina mercante in-glesa por el acta de navegación de Cronrwell.Hasta entonces esta acta se había reputado pa-lladium del poder británico. Hasta el mismo AdánSmith, tan ardiente partidario de free trade, sehabía inclinado ante el acta de navegación, reco-nociendo que la exclusión que ella pronunciabacontra la ingerencia de pabellones extranjeros enel comercio de Inglaterra, era de salvación públi-ca, y debía ser mantenida. El Parlamento votópor gran mayoría el MU que derogó el acta de na-vegación, y admitió los pabellones extranjeros átomar parte en el comercio de la Gran Bretaña,bajo pié de completa igualdad con el pabellón na-cional, hasta para el cabotaje. Por esta reformatodas las desigualdades que se pretendía eranprotectoras de la marina mercante, y que en rea-lidad eran contrarias al interés de los fabrican-tes, de los comerciantes y del consumidor en ge-neral, desaparecieron completamente.

El duque de Wellington que, á pesar de suavanzada edad tomaba parte en las deliberacionesde la Cámara de los Pares con una inmensa au-

N.° 54 M. CHEVALIER. LOS MEDIOS DE REGENERAR LA HACIENDA.

toridad, cuando lord John Russell, jefe del gabine-te, propuso en 1849 abolir el acta de navegación,se conmovió profundamente, no obstante de habersido colega de Roberto Peel en 1846, cuando éstehabía presentado el bilí para abolir la legislaciónde cereales; pero la corriente tuvo más fuerzaque él.

Nunca recibieron un mentís más absoluto laspredicciones de los proteccionistas, como en elasunto á que se refería este bul. Habían anuncia-do que la marina comercial inglesa perecería, ylejos de ello, el régimen de la libertad de pabe-llones ha sido su más poderoso estimulante,yendo de progreso en progreso, renovando pocoá poco su material y ganando terreno á propor-ción de sus esfuerzos. En la actualidad desafiatoda concurrencia, y su efectivo es igual al delas demás marinas del mundo reunidas.

Los ministros que se han sucedido en el poder,desde hace unos treinta años, han sido fie-Íes con-tinuadores de Peel, compitiendo en aplicacionesincesantes del free trade, entendido como la liber'tad al trabajo en general. He citado á lord Rusell,y sería grande injusticia no mencionar tambiéná Mr. Gladstone, que, guiado por este espíritu, harealizado sucesivamente gran número de refor-mas durante muchos años.

La opinión pública en Inglaterra es hoy com-pletamente favorable al free trade, en la acepciónque le hemos dado.

El fenómeno económico, imponente por susresultados, que se manifiesta con esplendidez enInglaterra desde la entrada de Roberto Peel en elpoder, en Noviembre de 1841, es ante todo y so-bre todo el desarrollo de la libertad del trabajo, yel perfeccionamiento incesante de todas las in-dustrias por el aguijón de esta libertad, y graciasá las facilidades que procura. Todo agricultor óminero, manufacturero ó comerciante, ó empre-sario de trasportes por tierra ó mar, ha tenidodesde entonces cada vez más libre su camino, yha podido importar las primeras materias ó lasmáquinas, instrumentos y herramientas que usa,ó los artículos definitivamente fabricados queofrece al consumidor en cualquier punto del globodonde se encuentre, sin tener que pagar ningúnderecho de importación cuando lo saca del extran-jero. Emplea para importarlos en el suelo inglésel buque que le place, estando completamente asi-milado el pabellón extranjero al nacional. Lo quehabía de restrictivo ó de reglamentario en la legis-lación respecto á diversas industrias, ha sido abo-lido ó reducido. Cada productor sigue los procedi-mientos que quiere, sin tener que sujetarse á lasconveniencias de los agentes del fisco, porque yano existe ninguna industria reglamentaria; cuan-

TOMO IV.

tas sufrían esta servidumbre, y eran numerosashace cincuenta años (1), han sido emancipadas,exceptuándose tan sólo la fabricación de la cervezay de los licores. Esta última industria permaneceráasí indefinidamente, porque los espíritus son con-siderados como una materia esencialmente impo-nible y como base de una gran renta pública cuyacobranza exige particular vigilancia (2).

El progreso intrínseco de las industrias combi-nándose con facilidad cada dia mayor por los cam-bios, tanto en el interior como en el exterior delpaís, multiplica, por la baja de precios, los consu-mos y transacciones, y por medio de unas y otrasaumenta las rentas públicas.

El progreso industrial y comercial no está pro-vocado sólo por la concurrencia, tanto interiorcomo exterior, que es efecto directo de la libertaddel trabajo, y además extraordinariamente activa;lo está también por el perfeccionamiento ince-sante de las principales ruedas de una buena or-ganización de la producción, á saber: los mediosde comunicación, las instituciones de crédito y lainstrucción pública. Los tres grandes instrumen-tos que emplean los hombres para comunicarseentre si, los ferro-carriles, el correo y el telégra-fo, aumentan anualmente su extensión en Ingla-terra, y no hablaremos de canales y de carreteras,que siempre son útiles, y de la vía marítima, fre-cuentada por vapores cada dia más perfectos,cuyo número crece incesantemente, aumentandoen las mismas proporciones las facilidades conce-didas al trabajo. El servicio de correos, reformadocon tanto acierto por la iniciativa de sir RowlandHiü, ha sido todavía mejorado para el público,disminuyendo el importe del franqueo, no sóloparalas cartas, sino también para los efectos. Encuarit$> al telégrafo, además de los numerosos hi-los que surcan en todas direcciones las islas bri-tánicas, Inglaterra se encontrará dentro de pocotiempo en comunicación directa con todos lospuntos del globo que tienen alguna actividad co-mercial. Los nuevos Bancos (Joint-stoch banks)amoldados al de Londres y Westminster que en1813 organizó Mr. Gilbart venciendo multitudde obstáculos, ensanchan de continuo sus opera-ciones.

Gracias á cuidadosa y continua vigilancia, yá las cantidades, cada vez más considerables, quedan el Estado ó las localidades, la instrucciónpública se propaga y mejora. La gran ley sobre

(1) Principalmente los vidrios y cristales, el pape), laft telas pinta-

das, el jabón, loa ladrillos y el cultivo del lúpulo.

(2) En una obra notable de Mr. Cliffe Leslie, titulada Financial

fíeform é inserta en el último volumen publicado por el Ccbden Club

(1871-1872), se Indica con sagacidad y precisión hasta dónde puede y

debe llegar la aplicación de la libertad del trabajo.

8

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este asunto que votó el Parlamento en 1870 es,bajo muchos puntos de vista, una obra maestra.Mucho antes el Museo de Kensington había sidofundado y recibía del Estado grandes favores.El Museo de Kensington es, al mismo tiempo quemuseo industrial, escuela donde los jóvenes delas clases trabajadoras, y aun de familias acomo-dadas, reciben, gracias á las colecciones de ejem-plares y de modelos, lecciones que les instruyenpara la práctica razonada de las artes industria-les y de las bellas artes.

Hace medio siglo, todo lo que corresponde á laenseñanza de las bellas artes estaba muy descui-dado en Inglaterra. Cuando se querían tener bue-nos dibujos, de los que son necesarios á las fábri-cas de tejidos, y particularmente de las telaspintadas, era preciso encargarlos al extranjero.Esta enseñanza está hoy perfectamente organi-zada en la Gran Bretaña.

VII.

LIBERTAD CONCEDIDA AL ESPÍaiTÜ DE ASOCIACIÓN.—

EJEMPLO ESPECIAL DE LAS «TRADE's UNIONS».

Entre las numerosas aplicaciones que los hom-bres de Estado ingleses han dado al free írade,considerado como sinónimo de libertad completadel trabajo, y comprendiendo en esta acepción, nosólo la libertad de profesiones, sino también la detransacciones, hay pocas tan notables como lasque se relacionan á la asociación, considerada bajodiversos aspectos.

En este punto la legislación inglesa ha sido,hasta hace poco tiempo, muy restrictiva. En lassociedades comerciales la responsabilidad de to-dos los miembros era ilimitada. Sólo por un actadel Parlamento incorporant, la sociedad podía limi-tarse la responsabilidad á una suma determinada,como, por ejemplo, el importe de las acciones ópartes que cada cual poseyera. Las atribucionesde las sociedades estaban rigurosamente deter-minadas y limitadas.

Dicho estado de cosas se ha trasformado porcompleto, y hoy se puede, gracias á las leyes vo-tadas desde las reformas de Roberto Peel, y comoextensión de esta reforma, crear á voluntad so-ciedades que se llaman de responsabilidad limi-tada y que tienen extensas atribuciones. Lascondiciones y formalidades para fundarlas sonsencillas y fáciles.

Las sociedades para uso particular de las po-blaciones obreras estaban también muy circuns-critas en sus atribuciones y muy limitadas en sumarcha. También se les han dado grandes facili-dades para su desarrollo , quitándoles muchastrabas. Las sociedades de préstamo, las que tie-

nen por objeto la previsión, como las sociedadesde socorro, ó el ejercicio de ciertos actos de comer-cio, como las sociedades de consumo ó de coope-ración y las que se dedican á construir casas có-modas, higiénicas y baratas, han sido alentadas ysu organización es hoy sumamente fácil. En loscasos en que es posible se les aplica el principiode responsabilidad limitada. Se han votado tam-bién determinaciones que favorecen la propaga-ción del sistema de participación de los trabaja-dores en los beneficios, quitando los obstáculoslegales que hubieran podido comprometer los de-rechos de propiedad de los fabricantes y de susproveedores de fondos.

El liberalismo de las Cámaras y del gobiernobritánico, en materia de asociación, se ha demos-trado del modo más atrevido respecto á las socie-dades de trabajadores, conocidas con el nombrede uniones de los oficios (Trade's Unions), de lasque tanto se habla de diez ó doce años á esta par-te. Parecían, y pudieron ser en su origen, pura ysimplemente sociedades de socorros mutuos; peroel mayor número de ellas son hoy máquinas deguerra que emplean los trabajadores para la su-bida de los salarios, sin escrúpulo alguno sobrelos medios para conseguir su objeto. Las coali-ciones agresivas, las conspiraciones contra lostrabajadores, que se negaban á afiliarse á ellas, ócontra los fabricantes que aceptaban la lucha; losatentados contra la vida de estos pretendidos re-calcitrantes eran actos legítimos en opinión delos muñidores de algunas de estas Uniones. Hubotentativas de asesinato, y en algunos casos pasa-ron de tentativas á hechos; en los años que pre-cedieron á 1860 se cometieron varios de estos crí-menes, y el público no sabía qué pensar sobre susmóviles, cuando en la ciudad de Sheffield, en 1866,fue objeto de audaz atentado un trabajador, cono-cido por su resistencia á los mandatos de las Unio-nes: intentóse volar la casa que ocupaba con sufamilia, y con una impudencia sin igual, el comitédirector de la Union, que había organizado y paga-do el asesinato, hizo publicar que daría una recom-pensa á quien denunciara al autor. El gobierno,participando de la general emoción, nombró unacomisión investigadora que descubrió este miste-rio donde la brutalidad se asociaba á la mayordesfachatez. Al mismo tiempo, los tribunales quesospechaban de dónde procedía el mal, mostrá-ronse rigurosos con las Uniones, creando contraellas una jurisprudencia formidable que las mi-naba en sus cimientos. Habiéndose apropiado elcajero de una de ellas algunos de los fondos quetenía á su cargo, el tribunal del Banco de la Reinaconfirmó la sentencia del tribunal local, que absol-vió al cajero, fundándose en que los Estatutos'de

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la Union eran contrarios á la ley que manda restrin-gir el comercio, no teniendo aquella existencia le-gal ni siendo hábil para poseer. Todas las Unionesseencontraban por regla general en el mismo caso.

Pero en la misma época, y aun anteriormente,el Parlamento adoptaba, de acuerdo con el go-bierno ó á propuesta suya, un conjunto de medi-das destinadas á reconciliar á los trabajadorescon la sociedad y el Estado, contra quienes pro-curaban los agitadores excitarlos, á veces con unéxito que facilitaba su miseria pasajera ó perma-nente. Mostrábase animado de los más laudablessentimientos de humanidad, y resuelto apreciadorde los derechos naturales de las clases pobres,buscando con admirable constancia en las leyeslas prescripciones que en ellas pudiera haberofensivas á los trabajadores, á fin de borrarlas, yen la práctica de la industria, lo que se encontra-ra abusivo ó iniquo respecto á ellos, para abolir-lo. En este trabajo sólo podríamos dar una enu-meración incompleta de los actos legislativos quehan tenido este carácter de benévola equidadpara con los obreros. Desde hace medio siglo(1824) se habían suprimido la mayor parte de lasdisposiciones legislativas que impedían las con-diciones exentas de violencia. Se continúa poreste camino procurando conservar el pequeñohaber que los trabajadores hubieran podido for-mar, de suerte que se trasmitiera de padres áhijos tan íntegramente como fuera posible, pormedio de una ley especial que emancipase de lasexigencias del fisco las pequeñas herencias. Sepuso especial cuidado en propagar el hábito delahorro entre los trabajadores por medio de unaorganización de cajas de ahorros, llevadas á iaperfección, gracias á haber multiplicado los sitiosy los dias de depósito y reducido á una cantidadpequeñísima (10 céntimos) las sumas que podíandepositarse en ellas. Prohibiéronse las prácticas ve-jatorias ó expoliadoras, que la avaricia de algunosfabricantes había puesto en uso. De esta suerte selegisló con perseverancia contra el Truck System,que consistía en pagar una parte de los salariosen efectos valorados en precios exageradamentealtos. En las circunstancias graves en que unacalamidad especial afectaba á una parte notablede las clases obreras, se acudía á su socorro pormedio de suscriciones que ascendían á sumasconsiderables. Ejemplo notable de ello se dio du-rante la crisis llamada el hambre del algodón, queocurrió durante la guerra civil de los EstadosUnidos, cuando el litoral de los Estados del Sur,principales productores de esta primera materia,quedó cerrado al comercio. Todas las clases ricasó acomodadas, aun los mismos fabricantes dehilados que sufrían las consecuencias, rivaliza-

ron en liberalidad para que los trabajadores de laindustria algodonera tuvieran pan. La poblacióntrabajadora se preparaba también á usar, sinpasión ni odio, de las facultades que se la dabany de las que se proyectaban concederla.

Cuando el gobierno tuvo exacto conocimientode la organización de las Uniones, tomó la re-solución grave y atrevida de cesar de tratarlascomo enemigas del orden público, adoptando unsistema diametralmente opuesto, el de colmarlasde buenos procedimientos, en la esperanza deatraerlas así á la razón y de determinarlas áprestar su concurso para la pacificación de laindustria, donde hasta entonces habían sem-brado la discordia. Con este designio reconociólas Uniones y les dio existencia legal con todoslos derechos correspondientes. Se supuso quedesde entonces consentirían en emplear su eficazautoridad para evitar las colisiones y las exage-raciones de toda clase, cuando los trabajadoresreclamaran aumento de salario ó resistieran lasreducciones á que pudieran verse obligados losfabricantes por el estado general del mercado.Con frecuencia la idea de huelga se apodera delánimo de taló cual clase de trabajadores ingleses,é importa entonces prevenir, no sólo los ataquespersonales y los desórdenes de la calle, sino tam-bién la continuación de huelgas que son desas-trosas para todo el mundo. Con este objeto ellegislador inglés, de acuerdo con la opinión pú-blica, había recomendado y legalizado desde 1867el arbitraje en las cuestiones entre trabajadoresy fabricantes. Mr. Mundella y Mr. Kettle demos-traron, cada cual por su lado, con sus actos, elpartido que se podía sacar de este recurso. Tra-tabas"! de convertir las Uniones en auxiliares delas medidas de conciliación y de paz. Las Unionestienen grande influjo para obtener la adhesión delos trabajadores al arbitraje, puesto que en ellasestán afiliados los más revoltosos. Obrando eneste sentido, en vez de ser lo que habían sido, unafuerza perturbadora, convertiríanse en fuerza con-servadora, y aste es el papel que desempeñan des-de hace algunos años, con frecuente buen éxito,y que se espera acepten de un modo general. Noaseguraré el éxito definitivo de la empresa, perosiempre será generoso y bello haberlo intentado.

Esta conducta, respecto al espíritu de asocia-ción, esta tentativa que hace el gobierno para se-parar el elemento útil y progresivo de sociedadestan justamente temidas en un principio, y hacerlesprevalecer sobre el elemento perjudicial, es el necplus ultra del respeto que es posible tener al espí-ritu de asociación para la libertad de las transac-ciones y de los arreglos entre los individuos queforman las clases más numerosas de la sociedad.

BEVISTA EUROPEA.—7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.°54

VIII.

RESULTADOS DE ESTAS REFORMAS PARA LOS PUEBLOS

Y PARA EL TESORO PÚBLICO.

Gracias á este conjunto de esfuerzos y de ges-tiones favorables á la libertad del trabajo, ó des-tinados á hacerla más fácil y más inteligente, laprosperidad de Inglaterra ha tomado un vueloinesperado. Todos los años se bajan las tarifasde los impuestos, y todos los años aumentan lasrentas públicas, extendiéndose el bienestar á lasdiferentes clases de la sociedad. A la hora pre-sente sólo pagan derechos de aduana pocos ar-tículos exóticos que fácilmente se pueden contarcon los dedos; el tabaco, el té, el café, la achico-ria, el cacao y el vino, y en casi todos estos ar-tículos se han ido sucesivamente aminorando. Enlos vinos, por ejemplo, el derecho es hoy la sextaparte de lo que era otras veces, si son poco alco-hólicos como los de Francia. El azúcar se acabade declarar de libre introducción, considerándolaintencionalmente como artículo de primera nece-sidad. Si pagan los licores espirituosos extranje-ros, es porque los producidos en el interior sufrentambién un crecido impuesto. Difícilmente sepuede hacer más en favor de la vida barata.

Hé aquí algunas cifras que demuestran lo quese ha obtenido en punto á resultados fiscales áconsecuencia de ese vasto conjunto de inteligen-tes medidas. A partir de 1839, anualidad quecontamos por haber sido la de la reforma de cor-reos, hasta fin de 1873, las reducciones votadaspor el Parlamento sobre las tarifas establecidasen proveeho del Estado ascienden á 1.812 millo-nes de francos, si se rebajan los aumentos ó lasnievas creaciones de tarifas que ascienden á 1.058millones, queda una reducción neta de 754 millo-nes. Además el producto de los impuestos de1873, por grandes que sean las alteraciones queéstos han sufrido, excede todavía en más 650millones de francos al ingreso de 1839. Añadidosestos 650 millones á los 754 antedichos, el be-neficio realizado por el Tesoro del Estado se elevaá más 1.400 millones.

Prueba irrecusable de que un Estado celoso detener buena Hacienda puede dejarse arrastrar conconfianza por la pendiente de la libertad del tra-bajo. De tal modo se multiplica en gran propor-ción la materia imponible, y ésta puede dar ma-yores productos al fi3co con una tarifa de preciosmuy baja y una lista de impuestos notable-mente corta. De igual modo y por la mismacausa, poniéndose bajo la invocación de la liber-tad del trabajo, es posible atender á las necesida-des de un presupuesto mucho más pesado, porque

entonces, manteniendo los impuestos en ciertogrado de elevación, el Tesoro puede también te-ner un aumento considerable de ingresos.

Después del ejemplo de Inglaterra, que es con-vincente, podría citar el de Suiza, que lo es tam-bién casi en iguales proporciones. Esta nación,económica y laboriosa por la ruptura de sus con-venios militares con diversas monarquías delcontinente, ha tenido que hacerse manufactureray comerciante. Para conseguirlo pronto se hacolocado bajo la égida, del principio de la libertaddel trabajo, sin restricción en favor de las nuevasmanufacturas; desatendiendo así la antigua doc-trina, considerada como axiomática, de que, paraaclimatar la industria manufacturera en un paísdonde no existe, es indispensable la protección dereglamentos restrictivos y de un sistema adua-nero más ó menos prohibitivo. El éxito de Suizaha sido brillante, llegando á ser una potencia in-dustrial importantísima, que desafía la concur-rencia de las demás.

Esta es la conclusión práctica de la libertad deltrabajo , á cuyo principio pueden acudir todoslos pueblos que por una necesidad inexorable tie-nen que aumentar su presupuesto de ingresos.

MIGUEL CHEVALIER,

Miembro del Instituto de Francia.

ANTIGÜEDADES AVARAS DE HUNGRÍA.

DISCURSO PRONUNCIADO KN LA ACADEMIA DE CIENCIAS

» E PEST POR FRANZ PULSZKY.

La Academia de Ciencias húngara de Pestllama la atención en el extranjero sólo de tarde entarde, sin duda porque sus sesiones se celebran enlengua magyar y es muy común laopinion, en ver-dad discutible, de que sólo merece aprecio aquelloque se habla ó escribe en alguno de los principa-les idiomas cultos. Es indudable quede este modolas grandes naciones civilizadas educan á las pe-queñas, puesto que éstas conocen bien lo queaquellas imaginan y piensan, pero no á la inversa.Sin embargo, la afirmación de que pueda prescin-dirse de los trabajos intelectuales de los peque-ños sin notable pérdida, encierra un exclusivismode la peor especie. Llévanos á esta consideraciónel discurso sobre los descubrimientos avaros pro-nunciado recientemente en la Academia de Cien-cias húngara, por el Sr. Pulszky (D. Francisco),cuyo trabajo estimamos tan instructivo y notable,que nos apresuramos á publicarlo extractado enlos mismos términos que lo hace el Lhyd dePest.

N.°54 F. PULSZKY. ANTIGÜEDADES AVARAS DE HUNGRÍA. 29Difícilmente habrá un país en Europa, dice el

orador, donde las tareas del arqueólogo sean máspenosas y complicadas que en Hungría á causade que este país jamás estuvo habitado por unanación homogénea. La mayor parte de los anti-guos pueblos conquistadores, no hicieron másque atravesar por él. Su dominación allí duró pocotiempo. La que más se prolongó fue la de los ro-manos que, en el trascurso de tres siglos y medio,fundaron ciudades y establecieron colonias. Peroestas colonias á su vez, allegaban sus habitantesentre los soldados veteranos de las legiones ycohortes, reelutados en todo el mundo roma-no. En la Pannomia jamás existió una legiónpropiamente italiana, sino batavos, lusitanos, itu-rios, etc., por consiguiente, aun los monumentosde la época romana llevan el sello del barba-rigmo, y sólo alguno que otro rasgo recuerda lostipos clásicos. Pero los pueblos posteriores hanborrado uno tras otro sus respectivas huellas, ydestruido uno tras otro monumento. Sólo lastumbas han conservado de vez en cuando aque-llos testimonios del arte dedicados al difunto ensu féretro ó en su urna.

En Hungría, según los datos que hasta hoy co-nocemos, aparece el hombre por primera vez enla edad de piedra más moderna. Sus utensiliosestán hechos de huesos, sus armas de piedrapulimentada, á semejanza de las que se encuen-tran entre los restos de los zampeados en loslagos suizos, entre los despojos de cocina en Scan-dinavia y en las marismas italianas. Cierta-mente que en el condado de Raaber hay flechas ypuntas de lanza de jaspe, en Ungh y Zemplinno pocas de obsidiana (ágata negra de Islandia), yde la ribera del Theisz, condado de Heveser, cono-cemos un hermoso cuchillo de pedernal, cuyosobjetos no están pulimentados; pero utensiliosanálogos de pedernal son referidos también enotras partes, en Italia por ejemplo, á la época dela piedra pulimentada, que ha recibido este nom-bre porque la mayor parte de los instrumentos yarmas, hechos de piedra, menos dura que el pe-dernal y la obsidiana, están pulimentados. Lasmencionadas puntas de lanza sin pulimentar di-fieren, por lo demás, extraordinariamente de lasgroseras y toscas armas de piedra de los primiti-vos habitantes en las cavernas de Francia éInglaterra. En las cavernas húngaras no se haencontrado hasta ahora huella alguna cierta delhombre perteneciente á los períodos anteglacial,glacial y de los animales prehistóricos. A lo queparece, éste no llegó á propagarse sino en Franciaó Inglaterra. En la Alemania oriental y en lospaíses scandinavos no ha podido ser observadohasta el presente. Es cierto que también se ha

hablado de dos ó tres descubrimientos de estaespecie en Hungría, pero no está suficientementecomprobado que sean huesos de animales primi-tivos partidos por la mano del hombre. Aun lamisma época de la piedra pulimentada, difícil-mente hubo de prolongarse aquí mucho tiempo.Por todas partes vemos ya las formas más deli-cadas y la transición á la época del bronce. Aésta, sin embargo, es probable que preceda enla Hungría superior una época del cobre, puestoque, particularmente en la falda del Tátra y enlos alrededores del Mátra, se presentan muchosobjetos de cobre puro sin inezcla de ningún otrometal, en su mayor parte azadas de minero yotros instrumentos del laboreo de minas, lo cualapenas puede comprenderse en razón á que dondese encontró el cobre nativo, naturalmente hubo deemplearse antes que el bronce, más difícil de fun-dir y que necesita estar aleado con otros metales.Por lo demás, la época del bronce en Hungría haproducido modelos tan elegantes como en los paí-ses scandinavos, y las espadas húngaras en formade hoja de flor de lis compiten en belleza con lasque los artistas griegos ponían en mano de loshéroes homéricos, distinguiéndose también, porsu empuñadura, de las espadas de la vecina Ale-mania, pertenecientes á la misma época.

Cuándo haya empezado en Hungría la épocadel bronce, no es posible determinarlo; tampocoes seguro su término, ni la transición á la épocadel hierro. El período histórico que casi en todaspartes coincide con la época del hierro, se abreaquí, como es sabido, en tiempo del EmperadorAugusto, cuando Tiberio, después de una guerrade ocho años, derrota al príncipe pannomio Ba-tho, víe conduce prisionero á Roma y forma uñaprovincia romana del país situado de la otraparte del Danubio. Permítasenos mencionar aquíincidentalmente, que el más precioso de los ca-mafeos del tiempo de Augusto, el famoso gewmaaugustalis de Viena, se refiere á la victoria deTiberio en la Pannomia, y uno de los dos prisio-neros visibles en la parte inferior representa alpríncipe Batho. El principio de la época delhierro en Hungría, sin embargo, se remonta pro-bablemente á unos trescientos años antes; puestoque en las excavaciones, practicadas á lo largo dela ribera del Danubio, se encuentran con frecuen-cia monedas de plata que indudablemente sonimitaciones bárbaras de los tetradrakmas del reyFilipo de Macedonia; pertecen, por consiguiente,al tiempo de este rey, y dan testimonio del con-tacto de esta comarca con la civilización griega.Sabemos, por otra parte, que el Imperio de Ale-jandro Magno se extendió hasta el Danubio. Elcomercio reunió seguramente á los habitantes de

30 REVISTA EUROPEA.—7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.°54ambas orillas del Danubio, y llevó la civilizaciónal interior del país. También se han encontradoen Neograd monedas bárbaras de plata, cuyo pesodifiere del de la moneda romana y se aproximaal de las griegas, correspondiendo, por tanto, áuna época anterior á la conquista romana. Perola. acuñación de la moneda demuestra un gradotal do civilización, que nunca puede preceder ála época del hierro, indicando además relacionescon pueblos civilizados. Pasamos por alto que enTransilvania fueron descubiertos, bajo tierra, elsiglo pasado, una multitud de monedas del reyLysimaco, y en el año último gran número detetradrakinas de plata con la isla de Thasos gra-bada. Ambos descubrimientos atestiguan un ac-tivo comercio y frecuente trato entre Grecia yHungría, que ciertamente supone el uso anteriorde utensilios de hierro, así como el conocimientodel valor de la moneda de plata.

A la dominación romana en Pannomia puso tér-mino la emigración de los pueblos desde el mo-mento en que este país se convirtió en aquellagran vía militar que los bárbaros atravesaban,tan pronto desde el Oriente, como del Nor-oeste, para caer sobre los Estados meridionales.Los más famosos entre estos pueblos bárbarosfueron los godos, los herulos, los gepidas, loshunnos, los longobardos y los avaros. Bn susexcursiones todos hicieron alto en Hungría du-rante algún tiempo; pero estados no llegaron áfundar aquí sino los hunnos y los avaros, sóloellos han considerado como su patria el valle delDanubio central. Los hunnos, á la verdad, deja-ron tras sí un gran nombre en la historia; pero laduración de su imperio fue más breve que la delde los avaros. Estos estuvieron en posesión deHungría durante dos siglos y medio por lo me-nos, y para nosotros son tanto más interesantes,cuanto que, si bien derrotados por Cario Magno,ni fueron completamente exterminados, ni aunexpulsados del país. Sabido es que los ejércitosde Carlos saquearon únicamente el territorio si -tuado de la parte allá del Danubio, y que carga-dos de botín, tuvieron que emprender despuésla retirada. Los avaros, aunque pueblo ven-cido y quebrantado, pudieron, sin embargo, pro-longar su residencia en Hungría, y, sólo dosgeneraciones más tarde, reunirse á los ejércitosde Arpad, por más que las crónicas guarden si-lencio acerca de esto. Cualquiera, pues, que endefinitiva haya podido ser su suerte, es induda-ble que su dominación duró más que la de todoslos demás pueblos que, después del romano, lesprecedieron en este suelo. No será, pues, aven-turado el sostener que la mayor parte de los mo-numentos descubiertos en Hungría y reconocidos

como testimonio de la emigración de los pueblos,proceden de la época de los avaros. Como, sinembargo, apenas tenemos noticia alguna acercadel grado de cultura que alcanzó este pueblo, ylos escritores contemporáneos nada dicen sobre eltipo de sus armas, vestido y adornos, salta á lavista la grande atención que merecen aquellosdescubrimientos de varios objetos, con los cualesse han encontrado al mismo tiempo monedas deoro, que permiten determinar hasta cierto pantola época á que aquellos corresponden. Absolutacertidumbre no suministran seguramente lasmonedas, puesto que puede suceder, y sucede enefecto, que muchas monedas antiguas se encuen-tren en tesoros más modernos. Sin embargo,cuando entre objetos de análogo tipo se presentanen diversos lugares monedas antiguas de unamisma época, entonces la más severa crítica nopuede rechazar la consecuencia de que dichos ob-jetos proceden próximamente de la misma épocaque aquellas. Y si además objetos semejantes seencuentran también sin monedas, entonces sólola identidad del estilo bastará para caracterizar-los, como pertenecientes á la misma época.

De aquí procede la alta importancia que, comopunto de partida y guía para nuestras investiga-ciones históricas, tienen los descubrimientos he-chos en que también se han encontrado monedas.Por desgracia, estos son raros en Hungría, y enel Museo de Pest únicamente los seis siguientesestán suficientemente comprobados:

1. El Osztropataker, con una moneda de oro deHerennia Struscilla, del año 249.

2. El K%n-Agotaer, con una moneda de oro deJustiniano I. Este gran emperador reinó desde527 á 563.

3. El Sanct-Andreer, con el cual se encontra-ron dos monedas de oro; una de Justino I,—518á 527, y otra de Phokas,—602 á 610.

i. El Ozoraer, con una moneda de oro deConstantino Pogonato, 668.

5. El Veréber, con los denares de plata del reyitaliano Berengario, de fines del siglo décimo.

6. El Qalgoczer, con monedas de plata de unGalifa de Oriente, también del siglo diez.

Entre los seis mencionados descubrimientos demonedas, tenemos, pues, dos húngaros del tiem-po de los Duques; tres de la época en que losavaros poseían la Hungría; uno de ellos sola-mente se refiere á los bárbaros anónimos, y deéstos no tratamos en la presente ocasión. Antesbien dirigimos nuestra atención á los que alcan-zaron la época comprendida entre Justiniano I yfines del siglo VII, ó sea á la época correspon-diente á los avaros. Con esto, de ningún modopretendemos sostener que todos ellos sean testi-

N.°54 J. PÜLSZKY. ANTIGÜEDADES AVARAS DE HUNGRÍA. 31

monios de los avaros, puesto que los tesoros deéstos pudieron ser en su mayor parte tesoros ro-bados y de origen extraño. Con el primer descu-brimiento, el Osztropataker, por ejemplo, que áfines del siglo último pasó al Museo de antigüe-dades de "Viena, se encontró una copa de plata,que puede ser referida, cuando menos, á la épocade Augusto, y un broche (flbulh) romano, de oro,del siglo tercero, con la inscripción latina: UtereFélix. Orígenes bárbaros revelan aquellos monu-mentos únicamente, en los cuales es notorio queel primitivo objeto artístico se ha trasformado sininteligencia para otro destino, ó en que la materianoble, por ejemplo, el oro, está fundida en unaforma maciza y pesada. El hombre culto que uti-liza para el trabajo metales preciosos cuida mu-cho de economizar este material de gran valor, yúnicamente lo emplea en obras delicadas. Elbárbaro, por el contrario, que obtiene el oro porbotin del enemigo, ó lo recibe como exacciones,no comprende su valor artístico y lo empleacomo adorno siempre en su forma más maciza,llevándolo sobre su cuerpo, porque como en sutienda de campaña carece de armario para guar-darlo, lo custodia llevándolo consigo. Bárbarospodemos llamar, finalmente, á aquellos monu-mentos en que los motivos de la ornamentacióndifieren por completo de los usuales entre los pue-blos cultos, y en que lo tosco del trabajo de-muestra que el artífice no está muy familiarizadocon las tradiciones de su arte.

Entre aquellos tres descubrimientos con mone-das de la época de los avaros, hubiéramos decla-rado á primera vista como tal el Kun-Agoiaer,aun cuando no hubiera sido encontrado en él lamoneda de Justiniano, que fácilmente pudo venirá parar á un tesoro posterior, y al ser encontradoen él, sólo demostraría que dicho tesoro no pudoser ocultado antes de la época de este emperador.

Pasa ahora el sabio orador á hacer una brevereseña característica de cada uno de los objetosprincipales que constituyen los seis descubrimien-tos antes mencionados.

En el Km-Agotaer encontramos un monumentoindudable del arte bizantino, láminas de oro es-trechas, largas y delgadas, para uso decorativo,que muestran la misma estructura técnica queuna parte del tesoro Osztropataher, las figuras es-tán grabadas también con un cuño en la láminade oro. El motivo es en la línea superior la pesca,y en la inferior una cacería. Un león empinándosey un cazador arrodillado que con su lanza detieneá la fiera forman un grupo de estilo correcto quese repite siempre en toda la longitud de la lámi-na. Con arte semejante están representadas esce-nas báquicas sobre una plancha circular con una

inscripción explicativa. Junto á una figura demujer encontramos, perfectamente legible aún,la palabra XAPIO, y sobre otra de hombre AION(YOOO). El bárbaro, no obstante, cortó sin con-sideración la lámina sobre estas figuras; hizo deella dos broches de tres puntas, en cada una de lasmismas perforó tres agujeros, y engarzó tres fal-sas piedras verdes. Aquí está indudablemente lamano de los bárbaros. Lo mismo exactamenteindican varias piezas de oro análogas, en formade disco, con un adorno sencillo, diferente delque vemos en las obras bizantinas, además deotros muchos broches de plata. Estos últimos es-tán en realidad hechos de cobre y guarnecidos óchapeados con una gruesa lámina de plata; yexaminando á fondo las piezas de oro, encontra-mos también que en su origen estuvieron cubier-tas de cobre, el cual, sin embargo, tan comple-tamente ha consumido el cardenillo, que sólo enalgún punto que otro son perceptibles aún lashuellas de ello. Un broche de plata en forma decruz, da indicio del uso de este objeto; pues ensu reverso se encuentra todavía un resto de laantigua correa á que sirvió de adorno. Fueronusados, por tanto, dichos objetos de plata y orocomo adorno de las correas y especialmente enlos extremos de éstas, á las cuales iban sujetospor medio de aquel clavito que está soldado ensu reverso. Son además interesantes en el hallaz-go Kun-Agotaer varias vasijas de plata de pocafina aleación y algunos brazaletes, de los cualesuno en sus dos extremos es de forma de embudo.

En el descubrimiento Sanct-Andreer se encon-traron también dos brazaletes en forma de em-budo, por lo cual tiene grandes relaciones de ana-logííScon el Kun-Agotaer. Dicho hallazgo, en quehabía monedas de oro de Justino y Phokas, estácaracterizado por dos toscos pendientes de oro enforma de pirámide triangular, incrustados de per-las de oro. Pendientes análogos han sido encon-trados con frecuencia en Hungría. El Museo dePest, además de los del Saint-Andreer, posee otroscuatro. Posee también el delicado modelo filigra-na bizantino de este tosco objeto de adorno. Essabido, por otra parte, que pendientes de igualforma se fabrican todavía hoy en Italia. El mo-tivo del adorno es bizantino puro, pero, por lo gro-sero de los detalles y por la magnitud, correspon-de, de acuerdo con el testimonio de las monedasde oro del Sanct-Andreer, á la época avara. Agu-jas de oro para el cabello, de gusto parecido, ador-nadas frecuentemente con labores de filigrana,están trabajadas por el mismo estilo que estospendientes, y corresponden igualmente á la mis-ma época.

Lo más notable, sin embargo, del hallazgo

REVISTA EUROPEA.—7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 54

Sanct-Andreer son dos estribos, encontrados conlos pendientes de oro, y que por lo tanto han desuponerse del siglo VI ó VII. Ni los griegos, nilos romanos conocieron los estribos. El Skpes eraun trozo de madera cruzado al extremo de lalanza, en el cual ponía el pié el caballero parapoder saltar más fácilmente sobre el caballo.Pero como, sin estribos, era imposible la carreraen columnas cerradas, de aquí el que la caballe-ría de los tiempos clásicos jamás diera cargaseu el combate. El estribo y la herradura trasfor-maron la antigua táctica y estrategia militar.Después, y hasta el descubrimiento de la pólvora,la caballería decidió en la mayor parte de las ve-ces del éxito de las batallas. Y, sin embargo, aúnpermanece ignorada la época en que se verificóaquel importante descubrimiento. Ni en los mo-numentos ni en los escritos de los romanos encon-tramos huella alguna de él. Tampoco vemos es-tribo alguno en el relieve sassanida del antiguoKtesiphon. Hasta ahora los más antiguos son losdel Sanct-Andreer. De pasada advierto aquí quecon el descubrimiento Veréber, correspondiente ála época de los duques magyares, y con las mone-das de Berengario, se encontraron también estri-bos, que eran los más antiguos conocidos antes delos del Sanct-Andreer.

El tesoro Ozoraer, con monedas de ConstantinoPogonato, tiene estrecha conexión con el K%n-Agotaer, ya por las vasijas de plata aleada conmetal menos noble, ya por los numerosos cabosde oro para correas, idénticos casi á los de éste,si bien todos ellos son un siglo más modernos.Contiene además este rico descubrimiento mu-chos objetos de adorno que nos dan á conocer unarte especial. Broches, sortijas, agujas para elcabello, hebillas de oro, en cuyos objetos se ha-llan engarzados en tablillas de oro, ya granates,ya pedazos de vidrio ó de cristal rojo encarnado.Estos pedazos de cristal se han desprendido casitodos de la tablilla de oro; de vez en cuando seencuentra todavía alguno adherido á ella. En di-chos objetos puede distinguirse el granate delcristal, en que la piedra está siempre algo con-vexa y el cristal pulimentado en línea recta. Estesistema muestra el rico tesoro Bakoder, en cuyoscollares son también visibles, así los granatescomo los pedazos de cristal. En Bizancio no en-contramos este sistema, que, sin embargo, no esuna especialidad de Hungría, sino que se extiendeá toda la Europa occidental y caracteriza la se-gunda mitad del período de la emigración de lospueblos. Los franceses lo llaman estilo merovin-gio, porque en la tumba del rey Chilperico se en-contraron adornos de esta especie, en particularabejas, en razón á que este insecto era conside-

rado como el símbolo de los reyes francos. Pare-cido, aunque no idéntico estilo , encontramos enAlemania, particularmente en los broches deplata. En Hungría se hallan también nébulas deoro, así como grandes y magníficos broches deplata, y en e! descubrimiento Esoemoerer abejasenteramente iguales á las de la tumba de Chil-perico. Sin embargo, el gran hallazgo, verdaderotesoro de príncipe, es el de Petrossa, en Ruma-nía, que muestra magníficas vasijas de oro concristales y granates. De este género, por último,es el tesoro de la reina longobarda Theodolinda,en Monza, que igualmente fue formado en el si-glo VI.

Por lo tanto no debe ser considerado este artecomo de la exclusiva propiedad de una nacióndeterminada. Estaba extendido desde el Océanohasta, el Mar Negro. Ignoramos dónde nació; perofuera donde fuese, es lo cierto que coincidió con laépoca de los francos, longobardos y avaros. BajoCario Magno se presentan otras formas y otroestilo.

Fuera de los mencionados , no conocemos otromonumento más auténtico de la época de losavaros. Encuéntranse, sin embargo, en muchoslugares de Hungría cabos de bronce para correas,entre ellos algunos con adornos de relieve, cala-dos, los más con figuras de animales de un estilo

.correcto, mientras que en los cabos de oro paracorreas no se han encontrado hasta ahora dichasfiguras de animales. Probablemente correspondentambién éstos á la época de los avaros. Al menos,por hoy, no nos es posible asegurar otra cosa res-pecto de su antigüedad. Tenemos que esperarhasta que cualquier otro nuevo descubrimientonos permita, ya por las monedas, ya por el estilodélos adornos de oro, fijar la época á que corres-ponden aquellos numerosos objetos de bronce.Al presente sólo podemos afirmar que procedende un período de la época de la emigración de lospueblos en que había cesado completamente latradición del arte romano, lo cual indica que setrata de la época de los avaros.

El ingenioso Federico Schlegel observó encierta ocasión que un solo monumento dejadopor cualquier nación muerta, bastaba para queuna persona docta pudiera formar el más segurojuicio sobre el grado de civilización que aquellaalcanzó. Procuremos, pues, interrogando á lospocos monumentos que nos dejaron los avaros,determinar el grado de cultura de estos antiguoshabitantes de Hungría. Los estribos de la tumbaSanct-Andrer indican que nos las habernos conun pueblo de jinetes, en el cual el caballo sigueá su señor hasta el mismo sepulcro, como entrelos antiguos magyares, según testimonio del

N.°54 W. F0NV1ELLE.—LA ISLA TRISTAN ACUÑA. 33

Anonymus, Thonuzoba, queriendo convertirse alcristianismo, se hizo enterrar con su caballo,conforme al uso primitivo. Aún es más dig-no de notar que estos estribos son los más an-tiguos hasta hoy conocidos, circunstancia queexplica la fortuna militar de los avaros, cuyos es-cuadrones ponían espanto en las ricas y densa-mente pobladas fortalezas y ciudades del imperio.Si en efecto fueron ellos los primeros que intro-dujeron en Europa el uso de los estribos, hayque reconocerles como los grandes innovadoresdel arte de la guerra, y con ellos se inaugura laEdad Media, en la cual, apartándose de la tácticagriega y romana, se decide la suerte de las bata-llas por medio de la caballería. Esta es en rea-lidad la época de la caballería, que duró hasta lainvención de la pólvora, y particularmente delfusil y de la caja que le hizo manejable. El es-tribo y la herradura abren la era de la caballería;el fusil y la bayoneta la era moderna.

La era de la caballería, siempre y en todas par-tes, fue una época de bandolerismo. La ventajaque el jinete lleva al peón, á la cual únicamenteel fusil y la bayoneta pone término, fue explota-da, como era natural, y por lo tanto, aun cuandolos historiador s guardasen silencio, las leyes dela lógica nos darían á conocer que los avaros fue-ron bandoleros. Así lo demuestran aquellos ador-nos de oro encontrados en sus sepulcros. Y estonos indica al mismo tiempo su amor á la osten-tación, puesto que no economizaban cubrir susvestidos con sus tesoros, á fin de que todos vie-ran su riqueza. Este lujo, por otra parte, no esbárbaro puro. En los sepulcros de los avaros nose han encontrado hasta ahora aquellos macizosy pesados brazaletes de oro que se presentan enHungría, en otros muchos descubrimientos. Enlos descubrimientos avaros el oro y la plata noestán sino en la superficie, cubriendo el cobre óel bronce. Tampoco sus vasijas de lujo están fa-

'bricadasde plata pura, sino de una especie demetal blanco (Potin), que puede ser comparado ála plata de China de nuestra época, mezcla demetales innobles que se hace pasar como plata.Todo esto denota ya civilización, pero una civili-zación menguante, tal como la que podía pres-tarles el decaído imperio bizantino. Con todo, losavaros no tomaron de éste sino aquellas artesmás ricas que sirven para el lujo. Su cultura y suciencia política no se elevó bastante para que lle-gasen á acuñar moneda. Se sirvieron exclusiva-mente del dinero bizantino, mientras que, pue-blos bárbaros que algunos siglos antes que elloshabitaron nuestro país á lo largo del Danubio,habían ya acuñado, como sabemos por las mo-nedas que llevan nombres célticos de los reyes

históricamente desconocidos, Ajuntamarus, Bia-tio, Nonno, las cuales, como es sabido, eran imi-taciones délas monedas délos reyes deMacedonia.

Entre los avaros florecieron, sin embargo, lasartes de forja y joyería. Pudiéramos todavía aña-dir á éstas las artes de talabartería y sastrería.Sin embargo, todos estos oficios eran ejercidospor prisioneros y bizantinos. Sus respectivasobras no siempre indican modelos y motivos bi-zantinos, á pesar de lo cual no llegó á desarro-llarse entre ellos un estilo propio. Los adornosbizantinos eran, á la verdad frecuentemente imi-tados, pero de un modo mucho más grosero queel original. Los más bellos, sin embargo, sonaquellos cuyo estilo proviene de alguna de lasotras naciones bárbaras, y en los cuales están en-garzados en tablillas de oro ó plata, granates ópedazos de cristal rojo.

Considerada, pues, en su conjunto la civiliza-ción de los avaros, se halla en un grado muy in-ferior turánico, lo cual, por otra parte, es muynatural, puesto que nunca llegaron á mezclarseni con las vecinas naciones, sometidas á »« po-der, ni con los subditos de la raza aria, que vi-vían entre ellos; y la experiencia demuestra quelos pueblos turánicos sólo se elevaron á mayoraltura cuando no se separaron de los extraños,especialmente de la influencia ariana. No es pocagloria para el rey Esteban la previsión con quereconoció este principio y favoreció la inmigra-ción de italianos y alemanes. La sangre magyarfue rejuvenecida por medio de esta incesanteadopción é inmigración hasta el punto de que,aparte del idioma y de la indolencia, apenas le haquedado un rasgo del carácter turánico. Así, elSr. í*ulszky termina diciendo, y ningún rectopensador ha de censurarle por ello, que reco-mienda á la actual generación como deber prefe-rente el vigilar que las olas de la influencia ex-tranjera no destruyan la propiedad y pureza dellenguaje, para que no compre las bendiciones dela civilización á costa de la muerte de su nacio-nalidad.

Das Ausland.

EL ESTADO MAS PEQUEÑO DEL MUNDO.

LA ISLA TRISTAN DE ACUÑA.

El terrible naufragio del buque Cospatrick, in-cendiado en alta mar, ha llamado la atención pú-blica acerca del lejano punto del globo que sedenomina Isla Tristan de Acuña, y la ha lla-mado por un error de trasmisión telegráfica. ElTimes de Londres comprendió al principio que el

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siniestro se había verificado á lo ? 33° de latitudaustral y 14° de longitud occidental, y debíaleerse en el despacho 14" de longitud oriental.

El horrible drama de que tanto se han ocupadolos periódicos, verificóse al Sur del Océano de laIndia, en vez de ser al Sur del Atlántico; pero ácausa del referido engaño, se proyectó enviar unbuque á la isla Tristan de Acuña en busca de losinfelices náufragos que sobreviviesen.

Aunque se ha renunciado á este proyecto inú-til, la citada isla ha sido objeto de informes inte-resantísimos que referiremos brevemente.

La superficie de la isla es próximamente igualá la que hoy tiene París; pero en el centro de estasuperficie tan limitada hay un cono montañosode 3.000 metros de altura. La base de esta admi-rable pirámide está bañada por el Océano mástempestuoso del mundo, y su altura traspasa lasregiones que habitan ordinariamente las nubes.

Con facilidad se comprende lo extrañamentepintorescos que serán los paisajes de una co-marca así constituida. Este inmenso pilón deazúcar está cortado por multitud de inmensosbarrancos, y las pendientes son tan empinadas,que no se puede pensar en utilizarlas para el cul-tivo. Aumentadas por las tempestades, y for-mando continuas cascadas, bajan de las elevadascimas multitud de torrentes.

Sólo puede utilizarse realmente una superficiede trescientas hectáreas, situadas, como fácil-mente se comprende, á orillas del mar; sin em-bargo, el clima es tan templado y la tierra vege-tal tan abundante, que los habitantes han podidocultivar en la isla, en cantidad considerable, le-gumbres que llevaban á vender al Cabo de Buena-Ksperanza, á causa de los siguientes sucesos:

La isla Tristan de Acuña fue descubierta en1506 por los navegantes portugueses que dobla-ban el Cabo de Bueña-Esperanza, como tambiénsus dos anejas, la isla con justicia llamada Inac-cesible, y la isla del Ruiseñor. La isla de Acuña,la tercera del archipiélago que tomó el nombredel célebre navegante portugués, estaba comple-tamente desierta, y sólo había en ella pájaros yvacas marinas.

Poco tiempo después de proclamar los Estados-Unidos su independencia, un americano llamadoJuan Lampert, tuvo la idea de establecerse enella. Declaróse rey del archipiélago, y S. M., conuna docena de malos subditos que forreaban supueblo, se dedicó á cazar vacas marinas para ven-der el aceite á sus vecinos del Norte. La empresacomercial prosperó, pero la dinastía no hechoprofundas raíces, y la isla hubiese vuelto á que-dar desierta, de no haber sido aprisionado Napo-león Bonaparte en Santa Elena.

Temiendo constantemente el almirantazgo bri-tánico alguna tentativa de fuga, juzgó oportunoocupar militarmente algunos puntos, y con espe-cialidad la isla Acuña. Construyóse en ella unaespecie de fuerte, y enviaron á él una guarniciónal mando de un sargento llamado Glass.

Aficionóse el sargento á la posición excepcio-nal que debía á las consecuencias de los grandesacontecimientos de Europa. Cuando el almiran-tazgo se decidió á evacuar la isla, Glass se negóá partir, resolviendo reinar en Tristan de Acuñapor su cuenta. Algunos soldados de la guarniciónimitaron su conducta, y, como los fundadores dela antigua Roma, fueron á buscar mujeres á casade sus vecinos. Verdad es que, en vez de robarSabinas, se limitaron á comprar algunas Venushotentotes que, en aquella época, no se vendíancaras.

Cuando el capitán Durham, del almirantazgoinglés, visitó en 1853 el archipiélago para hacerel mapa, todavía reinaba Glass. El número desus subditos había aumentado, gracias á su ac-ción personal, tanto como á la excelencia de sugobierno, porque el último censo demostraba quede los 85 subditos, 15 pertenecían á su familia, sumujer, siete hijos y ocho hijas.

Alarmando á la Sociedad de Misiones de Lon-dres el porvenir de aquella pequeña comunidad,que vivía bajo el régimen patriarcal, envió áTristan de Acuña un ministro, que construyóuna capilla y se dedicó á la instrucción de losniños. Cuando el capitán Durham visitó la isla,todo el mundo sabía allí leer y escribir, el inglésera el idioma generalmente adoptado, y parecíaque se estaba en una pequeña colonia inglesa.

Glass, que parecía ser un buen hombre, figu-raba allí un Júpiter en medio de incesantes tem-pestades. Este reino, moralmente tranquilo, po-seía su marina, pues algunos barcos pescadores,que navegaban sin pabellón, conducían legumbresal Cabo, y á veces salían á recibir á los raros bu-ques extraviados por aquellos parajes para ofre-cerles comestibles frescos.

Muerto Glass, poco tiempo después de la visitadel capitán Durham, algunos habitantes deserta-ron de su nueva patria. No hay corte en el mundodonde el veré sacrwm no se haga sentir. El co-mercio con el Cabo quedó casi interrumpido; perohace algunos años un buque inglés tuvo ocasiónde visitar á estos nuevos Robinsones. Saltó átierra la tripulación, y encontró que sólo queda-ban 35 habitantes.

Estos colonos habían elegido por rey un habi-tante que no pertenecía á la familia de Glass, yacaso el nuevo monarca, cuya suerte hubiera en-vidiado César en el caso de verse reducido á ser

S4 L. VIDART. EL ULTIMO LIBRO DEL CONDE DE MOLTKE. 35

el segundo en Roma, reine todavía sobre un pue-blo feliz, aunque su nombre haya sido omitidoen el almanaque de Gotha, ni conste ningunanotificación oficial de su advenimiento al trono.El censo de sus Estados se podía hacer fácil-mente, porque no había más que cinco casas;pero sólo un individuo estaba descontento de susuerte, un bello joven moreno, que esperaba emi-grar muy pronto, y esta determinación se com-prende, sabiendo que la única muchacha casaderaque había en el pueblo era hermana suya. Todaslas mujeres eran negras, pero agraciadas y bieneducadas, pues casi todas sabían tocar el harmo-nium y el piano.

Tales son los detalles que hemos podido reunirdel más pequeño Estado del mundo, donde toda-vía no han penetrado las pasiones políticas ycuyo principio es tan curioso.

W . DE FONVIEILE.

EL ULTIMO LIBRO DEL CONDE DE MOLTKE,

La supresión gubernativa de El Correo Militar,que tuvo efecto poco después del famoso dia 3 deEnero del corriente año (1), ha producido la pu-blicación de una Biblioteca, en la cual han apare-cido ya varias obras notables, pertenecientes á laciencia y al arte de la guerra. Entre estas obras,merece singularísima mención la que lleva portítulo El ejército alemán, que ha sido escrita porel célebre conde de Moltke, y puesta en castellanopor el comandante de infantería D. Arturo Co-tarelo.

Comienza el libro del ilustre general prusianoexplicando la organización del ejéroito alemán; deese ejército, donde el servicio militar obligatorio,sin sustitución personal, ni redención por metá-lico, produce la verdadera igualdad ante la ley, yal propio tiempo dignifica al soldado, haciendoque formen en la misma fila el hijo del pobre jor-nalero y el noble descendiente de la aristocraciamás antigua y más envanecida de la modernaEuropa.

Dice el conde de Moltke, que el ejército activo(lo que en España llamamos ejército permanente)es la, escuela militar de la nación, y al leer estas

(1) La fecha de este artículo (20 de Diciembre de 1874) explica ia

frase que aquf se usa. Después de la restauración de la monarquía, se ha

dado permiso para que vuelva á publicarse El Correo Militar, pero, á

pesar de esto, parece que también continuará publicándose la Biblioteca

a que en este articulo nos referimos. El director de esta Biblioteca, don

Melchor Pardo, que lo es también de El Correo, prestará un verdadero

servicio al ejército en que asi suceda; pues la instrucción profesional, y

sólo la initruccion profesional, es lo que puede salvar á nuestras insti-

tuciones militares de su total ruina y descrédito.

palabras experimentamos un sentimiento de ín-tima satisfacción , mezclada con alguna ligeracontrariedad en las aspiraciones de nuestro amorpropio. En nuestro folleto titulado La instrucciónmilitar obligatoria, cuya primera edición vio la luzpública en Agosto del pasado año (1873), había-mos sostenido la conveniencia de sustituir lo quehoy se llama ejército permanente con una verda-dera escuela militar déla nación, que había deformarse de lo que nosotros llamábamos base pro-fesional del ejército, y del ejército en, instrucción.Cuando escribimos nuestro folleto no conocíamosel libro del general Moltke, cuya traducción se hapublicado algunos meses después, y creímos quenuestra idea era nueva; pero hemos tenido queconvencernos de lo contrario, si bien adquiriendoen cambio mayor certeza de su verdad, por ha-llarla confirmada en la autorizadísima palabradel jefe superior del cuerpo de estado mayor pru-siano.

La organización de la reserva, que como es sa-bido, se divide en landwelir y landslurm; la de loscuerpos de estado mayor, artillería ó ingenieros;la del arma de caballería; la del Ministerio de laGuerra; en suma, todo lo que constituye el Estadomilitar de la confederación alemana se halla ex-plicado por el general Moltke con esa sobriedadde palabras y esa riqueza de pensamiento, que esla forma propia de los grandes escritores didác-ticos.

Pero el libro de que nos ocupamos no es sola-,mente una exposición del organismo del ejércitoalemán, es algo más, es mucho más que esto; esun notabilísimo tratado de arte militar, donde sehallan resumidos los principios de estrategia y detácticáque han guiado á la victoria en la guerrade 1870 á las huestes germánicas. Bajo este puntode vista, la obra del conde de Moltke presenta unestudio histórico-didáctico de sumo interés ygrandísima aplicación práctica.

El capítulo VIII y el ix, titulados respectiva-mente: Algunas observaciones sobre la importanciatáctica de las tres armas, y Las plazas fuertes, en-cierran en sus páginas la suma y compendio detodo lo que hoy se piensa y se sabe acerca de losmás debatidos problemas de arte y aun de cien-cia militar. La importancia relativa que conservael arma de caballería, aun después del perfeccio-namiento de las armas de fuego portátiles y delas piezas de artillería; la superioridad de la ofen-siva sobre la defensiva; los medios para llevar ácabo el ataque de posiciones atrincheradas; la ne-cesidad del exquisito celo en el servicio de segu-ridad; la importancia de las plazas,fuertes, cami-nos de hierro y telégrafos; la sustitución quepuede hacerse de las plazas fuertes por ciudades

REVISTA EUROPEA. 7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 54

abiertas que se hallen rodeadas de obras de for-tificación permanente, situadas entre sí á distan-cias oportunas para poder auxiliarse; la compara-ción entre los campos atrincherados y las plazasde guerra; en suma, todas las cuestiones que hoyse debaten entre los escritores científico-militares,se hallan tratadas por el general Moltke con talconcisión y fuerza de raciocinio, que parece quesus opiniones se imponen á la inteligencia dellector de su libro y se trasforman en axiomas deinnegable evidencia.

Lo dicho hasta aquí basta para indicar el ser-vicio que ha prestado el comandante D. ArturoCotarelo, dando á conocer en nuestra patria elúltimo libro del conde de Moltke. Su traducciónse distingue por la exactitud con que se procuraformular en castellano los pensamientos que apa-recen en el original, lo cual es á veces harto difí-cil ; pues la lengua de Cervantes, formada porpoetas y oradores, más se presta á expresar losarrebatos de la fantasía apasionada, que á encer-rarse en los términos precisos que requieren losconceptos científicos.

Una palabra para concluir. El libro que llevapor titulo: El ejército alemán, debiera ser leidopor todos los militares que deseen conocer la doc-trina más moderna y más acreditada acerca delarte y de la ciencia de la guerra.

Sevilla 20 de Diciembre de 1874.

Luis VIDART.

BOLETÍN DE LAS ASOCIACIONES CIENTÍFICAS.

Ateneo científico y literario.

CIENCIA PREHISTÓRICA.9." LECCIÓN.—2 MARZO.

ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE.

PRIMERA EDAD, PALEOLÍTICA.

Expuesta en la sesión anterior la índole especial de!a ciencia prehistórica y las principales divisiones queen el espacio de tiempo que abarca debe admitirse,estamos ya en el caso de proceder á la descripción detodas ellas. Para facilitar estudio tan importante, sen-tando al propio-tiempo bases fijas que sirvan de normaal que en sus secretos desee iniciarse, adoptaremos elmétodo empleado en las ciencias naturales, que con-siste en tomar, como punto de partida, para determi-nar cada una de las épocas, ciertos signos ó señales quellamaremos caracteres: el i.°, deducido del yacimien-to ó lugar y circunstancias en que se encuentran losobjetos, se designa con el nombre de geológico; el 2.°,que es el paleontológico, tiene por objeto indicar losrestos de los animales y plantas que en estado fósilacompañan á los huesos humanos y á los vestigios desu industria; al 3.°, llamaremos antropológico porocuparse en el examen de los restos humanos que, ennúmero más ó menos considerable, se encuentran en-

tre los materiales que representan las últimas y paranosotros más importantes páginas de la terrestre his-toria. Por último, el carácter arqueológico so fundaen la índole especial de los testimonios que la activi-dad humana dejó en esos mismos estratos terrestres.Antes, empero, de marcar la índole especial de todosestos rasgos ó señales aplicables á cada una de lasépocas en que dijimos debía dividirse lo prehistórico,conviene, para la debida claridad, que expongamos enbreves frases el verdadero modo de interpretar la sig-nificación que debe darse á cada uno de estos carac-teres considerados en general.

El carácter geológico,se llama por otro nombre ya-cimiento, palabra que, aunque de uso frecuente, no seencuentra en el Diccionario de la lengua, derivadadel verbo latino jaceo, es, estar echado ó tendido, sig-nifica el acto ó acción de hallarse alguna cosa situadaen algún paraje. Aquí se refiere al horizonte en quese encuentran los huesos humanos, los de mamíferosextinguidos ó emigrados, y los restos de la industria;á la naturaleza de los materiales terrestres que loscontienen, y á la manera especial de hallarse asocia-dos dichos materiales. Dol minucioso examen de todasestas circunstancias podemos fácilmente inferir si elterreno es de sedimento ó de simple acarreo, y si suselementos componentes se hallan en situación nor-mal, ó si han experimentado después alguna altera-ción ó mudanza, sea por mano del hombre con algúnfin determinado, ó por agentes naturales actuando dela superficie al fondo, ó do abajo arriba.

Algunas reflexiones convendrá añadir á lo dichorespecto á lo que significa la palabra sedimento y ladiferencia que lo separa del aluvión, sea moderno óantiguo, ó por otro nombre Diluvium. La sedimenta-ción es la resultante de tres acciones, bastante com-pleja alguna de ellas, á saber: descomposición de losmateriales terrestres, acarreo ó trasporte por lasaguas líquidas, y aposamiento de los mismos en elfondo de los mares ó lagos; si sólo concurren las dosprimeras operaciones, el depósito se Llama de acarreo.La especie de elección ó distribución generalmenteordenada, que las grandes masas de agua determinanen los materiales que de su seno se desprenden, im-prime un sello especial al modo de estar ó colocarse,que se traduce por bancos ó capas bien deslindadas,cuya concordante ó discorde sobreposicion constituyouno de los caracteres más preciosos para determinarcon bastante probabilidad la época relativa de la for-mación de dos terrenos sobrepuestos. Por otra parte,sea como consecuencia del mayor trasporte que di-chos materiales han experimentado, ó efecto, tal vez,de la presión, del calor terrestre y de las muchas yvariadas causas que en las grandes profundidades delOcéano actúan, os lo cierto que los depósitos de se-dimento siempre ofrecen mayor regularidad en sudistribución, y señales claras en las rocas que los re-presentan de una marcha ó proceso más lento, que enlas formaciones aluviales y diluviales. Con efecto, sinque esto sea decir que en los terrenos de sedimentodejen de presentarse también conglomerados y otrosaccidentes que revelan acciones tumultuosas, es detodo punto evidente que la formación dluvial ofreceeste carácter en el más alto grado de desarrollo;no se conoce en toda la historia terrestre un depó-sito que le iguale en este concepto. Cantos rodadosde colosal tamaño á veces, mezclados, á menudo y enciertas comarcas, con otros que se llaman errantes óerráticos por haber sido trasportados por las nievesperpetuas, y con chinas ó guijarros más pequeños,con grava, arena y cieno casi impalpable por ia finura

N.Q 54 J . VILANOVA. ANTIGÜEDAD DEL HOMBRE. 37

de su grano, tales son los materiales que más fre-cuentemente representan á la formación diluvial delterreno cuaternario, la más importante para nues-tro propósito, ya que entre dichos materiales figuranlos preciados dalos de la historia primitiva delhombre.

Un hecho que conviene dejar consignado para eldebido esclarecimiento de la materia, es la especie delocalizacion que, por regla general, se nota en los ma-teriales del Diluvium, semejante en este concepto á laque también caracteriza á los aluviones modernos,distintos de un modo claro y evidente en las diferen-tes cuencas hidrográficas. El territorio de nuestra Pe-nínsula ofrece muchos y notables ejemplos de estalocalizacion, precisamente por efecto de la variadaestructura geológica de su suelo, lo cual hace queen una misma cuenca figuren muchos y muy variadosterrenos, de cuyos materiales alterados ó descom-puestos participa en consecuencia la formación dilu-vial respectiva.

Para completar la idea que del Diluvium debemosformarnos y de la lentitud con que la naturaleza haprocedido en su formación, conviene insistir en lo queya indicamos en la sesión última, á saber: que el pro-ceso de este deposito hubo forzosamente de inter-rumpirse más de una vez, como lo justifica de unamanera que no admite la menor duda, la intercalaciónen las cavernas de los bancos de estalacmiia entre losdepósitos diluviales que contienen los testimonios másauténticos de la existencia del hombre. La índole es-pecial de la formación incrustante en e! interior de lascavernas, no permite ciertamente creer que conti-nuara actuando mientras el fondo estuviera ocupadopor las aguas que depositaban los materiales de tras-porte, pues disuelta la caliza que se desprende de laparte alta en el mismo agente de acarreo, sólo podíaconsolidarse por el desprendimiento del exceso deácido carbónico, cuando aquellas desaparecieron porcualquier causa, ofreciendo de este modo puntos deapoyo para la sucesiva acumulación de las capas quepaulatinamente van sobreponiéndose. Si, pues, poruna parte la formación diluvial ha debido sufrir repe-tidas interrupciones por la intercalación de la estn-lacmita, y por otra, es cosa averiguada que el procesode ésta se distingue por su extremada lentitud, laconsecuencia natural es, que el depósito que á dife-rentes niveles contiene restos del hombre y de su in-dustria, no puede haberse formado en un corto espa-cio de tiempo.

Prescindiendo de estas circunstancias, que forzosa-mente implican un tiempo muy considerable en suformación, si reflexionamos acerca del modo cómo elDiluvium se ha realizado, veremos, juzgando por loque hoy pasa á nuestra vista, que según el tamaño ydisposición más ó menos ordenada ó irregular de susmateriales, así el régimen de las aguas debe habersido más ó menos lento y pausado, ó por el contra-rio, tumultuoso y breve, siempre relativamente ha-blando.

Atendida la importancia que., según lo que llevamosexpuesto, tiene el yacimiento de los materiales huma-nos en el seno de los depósitos diluviales, creo excu-sado insistir en la necesidad de proceder con la mayorcircunspección y escrupulosidad en la exploración delDiluvium, dentro ó fuera de las cavernas, para no con -fundir lo que por su posición inferior es antiguo, conlo más moderno, que necesariamente ha de ocuparhorizontes superiores. En las cavernas, la intercala-ción de las estalacmitas evita afortunadamente seme-jante escollo; pero cuando se trata de depósitos al

aire libre, es de todo punto indispensable tomar lasmayores precauciones posibles.

La Turba es otro de los yacimientos de objetos pre-históricos, que aunque posterior á los depósitos diluvia-les, conviene conocer, pues, además de los restos delhombre y de su industria,suelen encontrarse en su senomateriales que claramente revelan notables cambios cli-matológicos, experimentados en la comarca en que estoshechos se observan. Háse, con efecto, notado que enlos turbales ó turberas do Dinamarca existen troncos deárboles que experimentaron un verdadero principio dedescomposición; pero lo más curioso del caso es que,en e! horizonte más profundo, dichos troncos eran depino silvestre, en otro sobrepuesto pertenecían á laencina, y por último, al haya los del nivel más supe-rior. Ahora bien, no encontrándose espontáneos enaquel país los dos primeros árboles, su sucesiva des-aparición indica claramente que la comarca danesa hapasado por períodos de condiciones climatológicas di-ferentes, lo cual supone un espacio de tiempo bastanteconsiderable, siquiera difícil de fijar con precisión.Esto mismo se ve confirmado por el carácter paleon-tológico del terreno cuaternario, durante el cual, ani-males y plantas vivieron en puntos determinados, delos que unos desaparecieron para siempre, entrandoen la categoría de seres extinguidos ó fósiles, otrosemigraron en busca de condiciones apropiadas, y sólolos más modernos viven hoy en donde habitaban en-tonces.

El carácter antropológico nos dice de una maneracategórica, que desde los horizontes más inferiores hapresentado nuestra especie los rasgos propios máscaracterísticos, sin que hasta el presente sea fácil de-cir, por falta de datos, cuál ha sido la marcha y des-arrollo que han seguido las diferentes razas que hoypueblan la tierra. Se ha creído que las dolicocófalasson las más antiguas y que á ellas siguen las meso ybraquicéfalas, queriendo encontrar ciertos puntos decontacto entre aquellas y las que caracterizan las ra-zas actuales más degradadas, pero faltan datos parasentar afirmaciones tan absolutas, contra las cuales sedeclara uno de los antropólogos más notables de hoy,el célebre doctor Wirchow, de Berlín.

En cuanto al carácter arqueológico, debemos decir,para terrtirhar, que sus representantes, á saber: losutensilios y armas de piedra, de hueso y astas deciervo, la cerámica y densas manifestaciones de la ac-tividad humana, forman una serie, raras veces inter-rumpida, de progresos que revelan un sucesivo des-envolvimiento armónico de las facultades intelectualesdel hombre, y un aumento también gradual de las ne-cesidades, á cuya satisfacción habían aquellos de con-currir. Nótase en este punto un estrecho enlace, queda más fuerza al carácter arqueológico, entre el des-arrollo de la Industria y el yacimiento de sus objetos;y como, por otra parte, también coinciden estos datoscon la índole de la fauna y llora que las acompaña, yaunque no de un modo tan evidente, con la caracte-rística de las diferentes razas humanas; de aquí resultademostrada la necesidad del concurso de todos estoscaracteres, geológico, paleontológico, antropológicoy arqueológico, para ilustrar y comprender bien laciencia nueva, llamada prehistórica.

En la sesión próxima detallaremos todos los rasgosdistintivos del período paleolítico.

JUAN "VILANOVA.

38 REVISTA EUROPEA. 7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 54

Congreso geodésico en Dresde.Además de la Francia, representada por M. Vi-

llarceau y por el que estas líneas escribe, hanconcurrido á este Congreso lasnaciones siguien-tes: Austria, Baviera, España, Hesse-Darsns-tadt, Italia, Prusia, Rumania, Rusia, Sajonia,Suiza y Wurtemberg. Los delegados de Bélgica,Dinamarca, Holanda, Hungría y Noruega, no sehan presentado en el Congreso.

En la primera sesión fue nombrado Presidenteel general Forsch, delegado de Rusia, y vice-presidente el que escribe estas líneas.

Después de las conferencias, que han duradouna semana, el Congreso, conforme á sus estatu-tos, ha procedido al nombramiento de la comisiónpermanente encargada de ejercer los poderes de laasociación europea durante tres años, y resulta-ron elegidos: Oppolzer, Austria; Bauernfeind, Ba-viera; general Ibañez, España; Faye, Francia;general Vecchi, Italia; general Baeyer, Prusia;general Forsch, Rusia; Bruhns, Sajonia; Hirsch,Suiza; los cuales aceptaron á reserva de las rati-ficaciones de sus gobiernos.

Después de cerrado el Congreso se ha consti-tuido la comisión permanente, nombrando Pre-sidente de la misma al general Ibañez, delegadode España. Entonces he pedido que la primera se-sión de la comisión permanente se verifique enParís, y así se ha acordado por unanimidad.

Los resultados administrativos del Congresoson, pues, aparte de la ratificación de los respec-tivos gobiernos, que no ofrece duda alguna, laconstitución de la comisión permanente que sereunirá en Paris dentro de este año, si el gobiernodel mariscal Mac-Mahon le facilita un local con-veniente y digno para ello. La duración de la pri-mera reunión será de ocho á quince dias, y seráninvitados á asistir, á título de consultores, losdemás delegados de todas las potencias.

La recepción que hemos tenido de los miem-bros de la conferencia, de los ministros del go-bierno sajón, y especialmente de SS. MM. el reyy la reina, me hace creer que el gobierno francésse impondrá el deber de pagar ampliamente á losdelegados extranjeros la deuda de reconocimien-to que hemos contraído los representantes deFrancia.

J. FAYE.

Sociedad española de Historia natural.3 FEBRERO.

Abrióse la sesión bajo la presidencia del señorAbeleira, leyéndose y aprobándose el acta de laanterior.

Se leyó en extracto el manuscrito remitido porel Sr. Barceló, que comprende catálogos de losmamíferos y crustáceos marinos y adiciones á losde aves y peces délas Islas Baleares, trabajo quepasó á la Comisión de publicación.

El Sr. Mac-Pherson leyó su Memoria, anun-ciada en la sesión anterior, sobre el origen de laserpentina de la Serranía de Ronda, á que acom-pañaban nueve fotografías de varias rocas de estacomarca, observadas al microscopio.

El Sr. Vilanova pidió y la Sociedad acordó unUQ voto de gracias para el Sr. Mac-Pherson, porser el primero que ha estudiado geológicamentetan interesante región, y por haber introducido en

nuestro país el estudio microscópico de las rocas.El Sr. Vilanova añadió, que se congratulaba dever confirmada por el Sr. Mac-Pherson, con apli-cación á la serpentina, la teoría hidro-termal, deque él es partidario. .

El Sr. Martin de Argenta leyó un trabajo bio-gráfico sobre D. Nemesio de Lallana, que fue re-mitido desde Albacete por D. Saturnino Fernan-dez de Salas.

El Sr. Vilanova dijo, que el mismo dia que ce-lebraba su sesión la Sociedad en el mes de Eneroúltimo, se conmemoraba también el aniversariode uno de sus más entusiastas fundadores, elSr. Paz y Membiela, y que deseaba constase esterecuerdo.

El Sr. Fernandez de Castro se expresó en igua-les términos que el Sr. Vilanova con relación áD. Antonio Luis Anciola; manifestación que elSr. Abeleira hizo extensiva á D. Ramón Ruó. Fi-gueroa.

El Sr. Pérez Arcas presentó una salamandra(Gecko verus) do Filipinas, donde se conoce conel nombre de Chacón, remitida por el ingeniero demontes D. Ramón Jornada y Morera, y notablepor su buen estado de conservación.

El mismo señor leyó un Catálogo de los mus-gos de las Baleares, por D. Joaquin Rodríguez,que pasó á la Comisión de publicación.

El Sr. Llórente mostró un feto de cerdo que po-see el museo teratológico de la Escuela de Vete-rinaria, con la misma monstruosidad que el pre-sentado por el Sr. Argenta en la sesión de Enero.

El Sr. Areitio hizo constar, que cumpliendocon lo que se había propuesto, de estudiar el fó-sil presentado en la sesión de Diciembre por donManuel de Galdo, había adquirido la certidumbrede que es la cubierta dermato-esquelética de unGlyptodon, como desde luego la había acertada-mente calificado el Sr. Vilanova.

El Sr. Bolívar presentó una nota referente a lasespecies de crustáceos A ttúnea, Guerini, Lúeas yQonoplax angulata, Fab. remitidos de Menorca,por el Sr. Cardona; y otra relativa á varios insec-tos de España.

Se admitieron tres socios; se hicieron siete nue-vas propuestas, y se levantó la sesión.

Sociedad real de Londres.EL ÁFRICA CENTRAL.

Sir Rutheford Alcook da lectura de una cartaque ha recibido del teniente coronel Long, oficialde estado mayor al servicio de Egipto, el cual dacuenta de una visita que ha hecho recientementeal rey Mtesa, en las orillas del lago VictoriaNyanza. Salió de Gondokoro el 24 de Abril en-cargado por el coronel Gordon de una miaionamistosa cerca del poderoso rey de Uganda (elrey Mtesa), é iba acompañado de dos soldadosegipcios y de dos criados. El viaje se hizo en cin-cuenta y ocho dias, al cabo de los cuales el coro-nel Long entró en el distrito central de Uganda,que está muy bien cultivado. Este territorio pre-senta el aspecto de una inmensa selva de bana-neros. El rey Mtesa recibió al enviado con demos-traciones amistosas, y dio orden de decapitartreinta de sus subditos en honor de la visita.También dio permiso al coronel Long para quedescendiera por el rio Mürchison y visitara ellago Victoria.

N.° 54 J . N. LOCKYER.—-LA CONSTITUCIÓN QUÍMICA DEL MUNDO. 39

El viaje desde la residencia del rey Mtesa hastael lago sólo duró tres horas en canoas de corte-zas. El coronel Long sondeó las aguas del lago, yencontró una profundidad de 25 á 35 pies. Des-pués de muchas negociaciones y venciendo laoposición de los subditos del rey, el coronel Longobtuvo permiso para regresar á Egipto por elagua, y en su camino encontró á 1,30 grados delatitud un segundo lago ó gran cuenca de unas20 á 25 millas de ancho.

BOLETÍN DE CIENCIAS Y ARTES.

Hemos recibido una noticia altamente satisfac-toria, que se refiere á una de las observaciones delpaso de Venus. La expedición francesa enviadaá la isla de San Pablo, ha tenido un éxito com-pleto. A pesar de las dificultades de instalación,y con un régimen climatérico de los menos favo-rables, se han obtenido de una manera precisa loscontactos interiores y se han sacado numerosasfotografías. Así resulta de un telegrama del capi-tán Mouchez, expedido en Aden el 16 de Febrero álas cinco de la tarde.

Esta noticia no puede relacionarse fácilmentecon la recibida en la Academia de Ciencias de Pa-rió, acerca del casi fracaso de la observación deM. Bouquet de la Grye, pero ha servido por suafirmación terminante para aumentar y fortalecerlas esperanzas de los que esperan grandes resul-tados científicos de la comprobación de los datosde todas las observaciones. Por lo demás, las di-ficultades que haya podido encontrar algún ob-servador, en nada disminuyen el mérito de sustrabajos, ni el reconocimiento que se le debe porsu amor á la ciencia.

En el Eoyal Albert Hall de Londres, se abrirá,en los primeros dias de Abril próximo, una ex-posición artística de pintura, escultura, grabadoy fotografía de todos los países que quieran con-currir á ella. Es una exposición particular, peroque no dejará de ofrecer excelentes resultados.

El gobierno del ducado de Sajonia-Coburgo-Gotha acaba de decretar la combustión de los ca-dáveres. El procedimiento que se ha de empleares tan sencillo y económico, que en diez minutosreducirá á cenizas un cadáver, sin más gasto queun marco, veinte pfennig, ó sea unos seis reales.(Die Leipziger Zeüung.)

La prensa científica inglesa se ocupa de unacuriosa polémica entablada relativamente al crá-neo de Cromwell, que muchas personas creen quees el mismo que se conserva cuidadosamente consu nombre en uno de los museos. Como ciertasrevistas antiguas habían afirmado que el cerebrodel protector pesaba 1 kilogramo, 715 gramos (locual no es auténtico), se ha propuesto hoy poruno de los sostenedores de la polémica, que sevea si el cráneo en cuestión responde á un cere-bro que pesara 1.715, y que esta prueba se hagallenando el cráneo de arena fina para determinar

la capacidad, y teniendo en cuenta la diferenciade pesantez específica de la arena y la de la ma-teria cerebral.

La constitución química del mundo.Sabido es que de los sesenta y cuatro cuerpos

considerados como simples, no hay más que vein-te cuya presencia haya sido demostrada en lacromo-esfera, á causa de la existencia de las rayasoscuras correspondientes. Encuóntranse en estalista: un gas permanente, el hidrógeno; dos meta-les alcalinos, el potasio y el sodio; de los metalesalcalino-terrosos, el calcio, el estroncio, el bario;tres metales de la familia del zinc, el magnesio, elzinc, el cadmio: todos los metales de la familiadel hierro, ei manganeso, el cobalto, el cromo, elhierro, el nickel, el uranio; dos metales de la clasedel estaño, el estaño y el titano, y un metal de laclase del plomo. Los metales de la clase del tuns-teno, del antimonio, de la plata y del oro no estánrepresentados, como tampoco los metaloides, ex-cepto el hidrógeno.

La observación y la teoría me han conducido áadmitir que estos elementos no existen todos á lamisma altura en la atmósfera del sol, sino que losdiversos vapores se elevan á alturas que varíansegún el orden de los pesos atómicos. Así. en pri-mer lugar está el hidrógeno, cuyo peso atómico esuno. Después en el orden siguiente:

El magnesio 12El calcio 20El sodio 23El cromo 26El manganeso 21El hierro 28El nickel 29

Los vapores de los metaloides están más alláde la atmósfera metálica, y los metales noblesconstituyen la sustancia misma del sol. En esteorden debía encontrarse constituida la nebulosasolar cuando la tierra y los astros formaban partede ella, t a consecuencia es, que los grandes pla-netas deben estar principalmente constituidospor la condensación de los metaloides.

Los planetas inferiores deben estar compuestosde elementos metálicos; y esto explicaría el débilpeso específico de los primeros y la gran masa delos segundos.

La composición de la atmósfera espesa de losplanetas inferiores que contienen pocas rayas ab-sorbentes, confirma esta manera de ver. La com-posición de la capa superior de la tierra tambiénestá de acuerdo con estas ideas. La capa superiorestá formada por:

Oxígeno so%.oooSilicio 2SO/i.oooAluminioCalcioMagnesioPotasio 227/ioooSodioHierroCarbónLos demás cuerpos simples- 23/i.ooo

Pero si se tiene en cuenta la parte líquida, lacomposición cambia. Suponiendo á los mares unaprofundidad de dos kilómetros, y tomando la capa

40 REVISTA EUROPEA. 7 DE MARZO DE 1 8 7 5 . N.° 54

sobre este espesor, el hidrógeno entra en una pro-porción más grande, y el oxígeno adquiere unpredominio tal, que se podría decir que caracte-riza ponderalmente nuestro mundo.

J. N0RM4H LOCKYER.

Origen del termómetro centígrado.M. Lafon, director del Observatorio y presidente

de la comisión de meteorología de Lyon, acabade publicar una interesante serie de observacio-nes meteorológicas, á las cuales sigue una impor-tante noticia histórica, de la cual traducimos lassiguientes líneas sobre el origen del termómetro:

El primer termómetro que se vio en Lyon fueenviado en Febrero de 1736 por Duhamel, miem-bro de la academia de Ciencias, al P. Duelos, di-rector del Observatorio que los jesuítas habíanhecho construir encima de la capilla del colegio.Este termómetro había sido construido según losprincipios de Reamur y se empleó durante algúntiempo. Un miembro de la academia de Lyon,llamado Christin, reemplazó el alcohol por mer-curio, como había hecho Fahrenheit en 17¿4, yüesauvage, de MontpelHer, en 1736. Habiendovertido Christin en un tubo terminado por unabola una cantidad de mercurio, cuyo volumen po-día ser representado por 6.600 á la temperaturade la congelación del agua, encontró que ese vo-lumen llegó á 6.700 cuando el tubo estuvo metidoen agua hirviendo. Habiéndose dilatado el mer-curio en cien partes, Christin encontró muy na-tural dividir en cien partes iguales el espaciorecorrido por el mercurio, toda vez que estasnuevas divisiones, más pequeñas que las de Rea-inur, estarían más en armonía con las sensacio-nes causadas por las variaciones de temperatura.Tal fue el origen del termómetro centígrado, queno tardó en generalizarse con el nombre de ter-mómetro de i_.yon. Cuatro años después, en 1746,Cassini, que era el óptico más afamado de Lyon,había ya vendido 700 en Paris y otro tanto enProvenza y en el Delfinado. En Londres tambiénse generalizó bastante, según Deluc.

* *El cometa Winnecke.

Un telegrama recibido en el Observatorio deParis, anuncia que se ha visto por M. Stefan elcometa Winnecke, lo cual constituye un nuevotriunfo para el Observatorio de Marsella, quetambién ha logrado ver el cometa Encke, espe-rado en los primeros días de Febrero. Los astró-nomos se encuentran, pues, al dia en la observa-ción de los cometas periódicos, cuyo número esal presente bastante considerable, y exige que seforme un cuadro detallado de- las fechas de susapariciones. Es la primera vez que se obtiene esteresultado, porque en su penúltima aparición elcometa Winnecke no pudo ser visto.

Los cometas Winnecke y Encke fueron descu-biertos en Marsella: el segundo el 26 de Noviem-bre de 1818, y el primero un año después por elportero de la casa en que se hallaba el pequeñoObservatorio de aquel tiempo. El cometa vVin-neeke ha realizado su período en 2.400 dias pró-ximamente, y el de Encke en 1.210. La inclina-ción del primero es muy parecida á la del segun-do; es decir, poco considerable. La excentricidadde la de Winnecke, sin ser excesiva, es mucho

más grande que la de Encke; no penetra hasta elorbe de Mercurio y parece susceptible de experi-mentar la misma suerte que el cometa Lexell, esdecir, ser arrojado al espacio infinito por un efectosingular de la atracción.

El cometa de 1819 (el tercero de aquel año) hapermanecido hasta 1858 sin reaparecer. Se le ha-bía olvidado enteramente, cuando M. Winnecke,entonces astrónomo en Roma, hizo la observaciónde un cometa, cuyos elementos calculó Encke.Este encontró que eran idénticos á los del de1819, y anunció que el cometa había vuelto siete-veces en aquel intervalo sin haber sido visto niuna sola. Esta parte de su aserto no tardó en serjustificada, porque en 1863 el cometa no reapare-ció, pero sí en 1869 en que lo observó M. Win-necke, entonces astrónomo en Bonn. Su nuevaaparición se esperaba con ansiedad porque toda-vía no había ocurrido vérsele en dos aparicionessucesivas, como ahora se ha efectuado.

El mareo.En un artículo que el doctor Bennet acaba de

publicar en Inglaterra, encontramos algunas ob-servaciones muy importantes sobre el mareo. Es-tas observaciones tienen la sanción de una largaexperiencia del autor, que ha atravesado treinta ócuarenta veces el canal de la Mancha. Según lasopiniones más extendidas, los desórdenes gástri-cos y nerviosos que causan el mareo deben atri-buirse á la sacudida que la ondulación del martrasmite á las visceras y á los humores. De aquíresulta que los órganos del abdomen, impulsadossucesivamente los unos contra los otros, se com-primen, y por poco alimento que contenga el es-tómago, se detiene la digestión y sobrevienen losvómitos. Este efecto dura bastante, y cuando elestómago está vacío se arroja bilis; en efecto, elhígado, menos móvil que las demás visceras, seencuentra peor maltratado y comprimido queellas. La consecuencia práctica que el doctor Ben-net deduce de este hecho es, que la precaución decomer poco antes del embarque para evitar elmareo, conduce á un efecto diametralmenteopuesto. El doctor aconseja, pues, que pasen, porlo menos, cinco horas entre la comida y el em-barque; y que dos horas antes de la partida s;tome una bebida excitante y tónica, como el café,el té, etc., á fin de vaciar bien el estómago y for-tificar el sistema nervioso. Una vez á bordo, sedebe permanecer en reposo completo, acostado ycon la cintura apretada, para preservar á los ór-ganos de las sacudidas expresadas. No se debecomer ni beber antes de concluir las doce horasprimeras de la travesía, es decir, mientras que elestómago no se acostumbre á las ondulaciones.M. Bennet asegura que estas precauciones son in-falibles contra el mareo, al menos en las trave-sías cortas.—(La Nature.)

** *Se ha descubierto recientemente en América,

en el condado de Montgomery (Kentucky), unanueva capa de hulla que es la más rica del mundoentero. El espesor de la vena varía de 12 á 13pies. La hulla extraída pertenece á la clase delas hullas grasas de llama larga, es de calidadsuperior, y no contiene huellas de azufre. Ardemuy bien y deja una hermosa ceniza blanca.