revista ache (suplemento) 3

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Revista de cine y literatura hecha en Ecuador.

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Como no tengo refe-

rencias puedo leer virgen, ca-

rente de prejuicios y sin necesidad de colorear los trazos negativos para evitar futuras enemistades, algo demasiado típico en la crítica española, donde todo el mundo se cubre las espaldas. En todas partes se cuecen habas, no lo dudo. Por eso recibir un tex-to lejano para diseccionar-lo es algo apasionan-te. Mi des-

conocimien-to absoluto de su autora me impulsó a buscar cone-xiones entre los relatos que componen Matrios-kas. A priori uno observa la estruc-tura del volumen y se da cuenta de la escasa presen-cia de cuentos largos, lo que me lleva a pen-sar en torno a la variedad, presente en mucha nue-va narrati-va, entre lo breve y lo extendi-do. Como si mezclan-do ambas facetas se logra-ra dar un ritmo que atrapara con más facilidad al lec-tor. Un lector al cual, además,

hay que con-vencer con otro factor que la escritora ecua-toriana cumple a rajatabla: una cierta unidad temática.

¿Cuál es? Durante mi lectura buscaba simi-litudes y pensé en una joven narradora espa-ñola, Marina Perezagua, quien en su ópera prima, Criaturas abisales, hil-vanaba las varias tramas

del conjunto median-te elementos

inesperados –exógenos o internos– que hacían tomar con-ciencia de su propio cuerpo a los personajes. En los relatos de Ribadeneira, por su parte, la cla-ve es la mutación como constante. Esta puede ser entendida desde una cotidia-nidad simbólica, como sucede en ‘El gato con un plato en to-das las casas del barrio’, o bien desde un esquema que alude a una cierta me-tafísica de los objetos, como en el primer re-lato, don-de un niño se pregun-ta por un puente. En el segun-do, ‘La constela-ción de la clepsi-dra’, una especie de confirma-ción, la construc-

ción de

castillos de naipes

cada vez más complejos, se transforma en metáfora de la inevitable y efímera super-vivencia de lo que nos rodea, pues pequeñas minucias signi-ficantes alteran el panorama sin que nosotros, tristes peones del baile, poco o nada podamos hacer para alterar las coordenadas del mapa.La inteligen-

cia de la narra-dora se manifiesta en su habilidad al desgranar a cuentagotas las piezas que configuran su mosaico de meta-morfosis. En ‘Ma-trioskas’, volvamos a este duro y brillan-te cuento, el olvido se erige en pi-lar de lo

efí-mero. Una vez que algo pasa ya no vuelve, como en ‘Velorio II’. No decir adiós es tam-bién una evo-lución, una promesa de de-cepción y una esperanza de seguir hacia adelante.

Cualquier ac-ción implica un

hilo de cam-bio y aquí lo percibimos desde distin-tos formatos que van desde los ya mencio-nados micros, que no buscan el ingenio reso-lutivo de este género, has-ta minúscu-las obras de teatro. Se aprecia una vo-luntad de plasmar muchas facetas de la metamor-fosis, como en ‘La memo-ria está

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela RibadeneiraJordi Corominas

ago-tada.

Elimine algu-nos mensajes’, donde de lo virtual se plan-tea acceder a lo real, lugar don-de muchas veces las personas, por muy enamoradas que estén, ni siquiera se miran a los ojos.El cuadro y sus pie-

zas suelen partir a la caza de ironías y equívo-cos que circulan por una prosa cuidada, que en sus retazos finales insinúa una conclusión de rena-cimiento, como el ave fénix preparada para resurgir de sus legen-darias cenizas.

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Como no tengo refe-

rencias puedo leer virgen, ca-

rente de prejuicios y sin necesidad de colorear los trazos negativos para evitar futuras enemistades, algo demasiado típico en la crítica española, donde todo el mundo se cubre las espaldas. En todas partes se cuecen habas, no lo dudo. Por eso recibir un tex-to lejano para diseccionar-lo es algo apasionan-te. Mi des-

conocimien-to absoluto de su autora me impulsó a buscar cone-xiones entre los relatos que componen Matrios-kas. A priori uno observa la estruc-tura del volumen y se da cuenta de la escasa presen-cia de cuentos largos, lo que me lleva a pen-sar en torno a la variedad, presente en mucha nue-va narrati-va, entre lo breve y lo extendi-do. Como si mezclan-do ambas facetas se logra-ra dar un ritmo que atrapara con más facilidad al lec-tor. Un lector al cual, además,

hay que con-vencer con otro factor que la escritora ecua-toriana cumple a rajatabla: una cierta unidad temática.

¿Cuál es? Durante mi lectura buscaba simi-litudes y pensé en una joven narradora espa-ñola, Marina Perezagua, quien en su ópera prima, Criaturas abisales, hil-vanaba las varias tramas

del conjunto median-te elementos

inesperados –exógenos o internos– que hacían tomar con-ciencia de su propio cuerpo a los personajes. En los relatos de Ribadeneira, por su parte, la cla-ve es la mutación como constante. Esta puede ser entendida desde una cotidia-nidad simbólica, como sucede en ‘El gato con un plato en to-das las casas del barrio’, o bien desde un esquema que alude a una cierta me-tafísica de los objetos, como en el primer re-lato, don-de un niño se pregun-ta por un puente. En el segun-do, ‘La constela-ción de la clepsi-dra’, una especie de confirma-ción, la construc-

ción de

castillos de naipes

cada vez más complejos, se transforma en metáfora de la inevitable y efímera super-vivencia de lo que nos rodea, pues pequeñas minucias signi-ficantes alteran el panorama sin que nosotros, tristes peones del baile, poco o nada podamos hacer para alterar las coordenadas del mapa.La inteligen-

cia de la narra-dora se manifiesta en su habilidad al desgranar a cuentagotas las piezas que configuran su mosaico de meta-morfosis. En ‘Ma-trioskas’, volvamos a este duro y brillan-te cuento, el olvido se erige en pi-lar de lo

efí-mero. Una vez que algo pasa ya no vuelve, como en ‘Velorio II’. No decir adiós es tam-bién una evo-lución, una promesa de de-cepción y una esperanza de seguir hacia adelante.

Cualquier ac-ción implica un

hilo de cam-bio y aquí lo percibimos desde distin-tos formatos que van desde los ya mencio-nados micros, que no buscan el ingenio reso-lutivo de este género, has-ta minúscu-las obras de teatro. Se aprecia una vo-luntad de plasmar muchas facetas de la metamor-fosis, como en ‘La memo-ria está

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela Ribadeneira

La mutación silenciosaSobre Matrioskas de Marcela RibadeneiraJordi Corominas

ago-tada.

Elimine algu-nos mensajes’, donde de lo virtual se plan-tea acceder a lo real, lugar don-de muchas veces las personas, por muy enamoradas que estén, ni siquiera se miran a los ojos.El cuadro y sus pie-

zas suelen partir a la caza de ironías y equívo-cos que circulan por una prosa cuidada, que en sus retazos finales insinúa una conclusión de rena-cimiento, como el ave fénix preparada para resurgir de sus legen-darias cenizas.