resumen de berger y luckmann

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Berger, P. y Luckmann, T. (1966). La construcción social de la realidad . Buenos Aires: Amorrortu En el siguiente libro de Berger y Luckman, encontramos una descripción minuciosa del proceso dialectico de creación, internalización y legitimación de las instituciones humanas. Los autores empiezan con el reconocimiento de la externalización como un proceso propio del ser humano en donde este busca externalizar o dirigir su acción al exterior. Ante la falta de delimitaciones biológicas para llevar a cabo su acción, surge la necesidad de la repetición sistemática o habituación para no tener que reflexionar cada acto. Este es tipificado o etiquetado por el propio actor y los otros que observan y predicen sus regularidades. Cuando estas acciones habitualizadas empiezan a adquirir un peso objetivo propio de un objeto podemos hablar de objetivación. Es una institución si es que la tipificación de estas acciones objetivizadas se da entre actores que adquieren una función en su realización, tipificándose también. Los actos humanos empiezan a aparecer como ordenes naturales e inalterables. Este proceso se da con mayor claridad cuando es transmitido a un actor que no fue parte de la creación, es decir, que no tiene un recuerdo histórico o biográfico del sentido de la institución. Por medio de la socialización ellos internalizan el conocimiento (como funciona) y valores (es bueno que funcione) de la institución para que se legitime en ellos. El factor más crucial para los autores en este proceso es el lenguaje como transmisor de sentidos. Es inevitable que este proceso de institucionalización esté exento de problemas ya que las instituciones con el paso del tiempo se divorcian de su relevancia originaria. Para evitar la desviación de los cursos de acción se tienen mecanismos de control social. Se busca que el contenido original prime sobre nuevas definiciones. Así, mientras más institucionalizado está un orden social, más controlado se vuelve. Para los autores surge la duda de su los órdenes institucionales tienden en sí mismos a la cohesión. Ellos responden que hay una necesidad humana de cohesionar las acciones institucionalizadas aisladas y concebirlas como parte de un universo subjetivamente significado. Esto es articulado socialmente, es un constructo social, no una tendencia natural a la articulación. Por otro lado, los autores hacen énfasis en el proceso de sedimentación en donde unas experiencias específicas quedan estereotipadas en el recuerdo como entidades reconocibles y

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Resumen de Berger y Luckmann

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Berger, P. y Luckmann, T. (1966). La construcción social de la realidad. Buenos Aires: Amorrortu

En el siguiente libro de Berger y Luckman, encontramos una descripción minuciosa del proceso dialectico de creación, internalización y legitimación de las instituciones humanas.

Los autores empiezan con el reconocimiento de la externalización como un proceso propio del ser humano en donde este busca externalizar o dirigir su acción al exterior. Ante la falta de delimitaciones biológicas para llevar a cabo su acción, surge la necesidad de la repetición sistemática o habituación para no tener que reflexionar cada acto. Este es tipificado o etiquetado por el propio actor y los otros que observan y predicen sus regularidades. Cuando estas acciones habitualizadas empiezan a adquirir un peso objetivo propio de un objeto podemos hablar de objetivación. Es una institución si es que la tipificación de estas acciones objetivizadas se da entre actores que adquieren una función en su realización, tipificándose también. Los actos humanos empiezan a aparecer como ordenes naturales e inalterables. Este proceso se da con mayor claridad cuando es transmitido a un actor que no fue parte de la creación, es decir, que no tiene un recuerdo histórico o biográfico del sentido de la institución. Por medio de la socialización ellos internalizan el conocimiento (como funciona) y valores (es bueno que funcione) de la institución para que se legitime en ellos. El factor más crucial para los autores en este proceso es el lenguaje como transmisor de sentidos.Es inevitable que este proceso de institucionalización esté exento de problemas ya que las instituciones con el paso del tiempo se divorcian de su relevancia originaria. Para evitar la desviación de los cursos de acción se tienen mecanismos de control social. Se busca que el contenido original prime sobre nuevas definiciones. Así, mientras más institucionalizado está un orden social, más controlado se vuelve. Para los autores surge la duda de su los órdenes institucionales tienden en sí mismos a la cohesión. Ellos responden que hay una necesidad humana de cohesionar las acciones institucionalizadas aisladas y concebirlas como parte de un universo subjetivamente significado. Esto es articulado socialmente, es un constructo social, no una tendencia natural a la articulación. Por otro lado, los autores hacen énfasis en el proceso de sedimentación en donde unas experiencias específicas quedan estereotipadas en el recuerdo como entidades reconocibles y memorables de forma permanente para las personas, que pueden darle un sentido a su biografía alrededor de estas. Se da una sedimentación intersubjetiva cuando varios individuos comparten una biografía y experiencias comunes que incorporan a un depósito común. El ser humano se identifica con estas experiencias sedimentadas y se le asigna un comportamiento tipificado objetivado socialmente o rol. Los autores se identifican a ellos y a otros en función de estos roles, que son las que permiten que las instituciones se encarnen en la experiencia individual por medio de su práctica. Las instituciones se dan en la vida de los actores por medio de sus roles. Finalmente, los autores hacen énfasis en un último punto crucial: ¿Cómo se legitiman las instituciones a los otros? ¿Cómo se objetiviza el significado ya objetivado a los nuevos y disidentes? La legitimación permite que las objetivaciones iniciales lleguen a estar disponibles para los que las reciben por medio de la integración de significados para su asimilación y aceptación. Para esto, es importante que los roles dentro de una institución o una persona con diferentes roles tengan una coherencia conjunta para que los actores puedan interpretar los hechos de su biografía en estos. La legitimación tiene dos elementos que deben ser traspasados: el cognoscitivo (el conocimiento de cómo son las cosas) y el normativo (los valores o porque está bien que las cosas sean así). Esto puede

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interpretarse según diferentes niveles de legitimación que varían en complejidad. El incipiente, en donde se transmiten objetivaciones lingüísticas de la experiencia humana: “así son las cosas”; las teorías rudimentarias que se relacionan con acciones concretas, con justificaciones pragmáticas. Son proverbios, refranes, máximas; las teorías explicitas o puras en donde un sector exclusivo se encarga de legitimar por medio de cuerpo de conocimiento diferenciado. Estos ofrecen marcos de referencia amplios. Trasciende la aplicación pragmática y se vuelve abstracta. Finalmente están los universos simbólicos, que son los marcos de referencia asumidos que se asumen como un todo simbólico. Son cuerpos de tradición teórica que integran zonas de significado diferente que se integran en un alto grado. Toda la experiencia humana es interpretada con estos marcos. Por supuesto que también son inestables y necesitan de mecanismos conceptuales de legitimación que mantengan el orden que estos sostienen, como la terapia a un actor individual o la aniquilación o desconocimiento de la validez de otras teorías que vayan en contra del universo simbólico.

Meléndez, C. (2012). La soledad de la política. Transformaciones estructurales, intermediación política y conflictos sociales en el Perú (2000-2012). Lima: Aerolíneas editoriales

En el siguiente texto de Meléndez encontramos una explicación a los nuevos clivajes sociales que abren un nuevo rumbo en la política peruana a finales de la primera década del siglo XXI en el Perú: los conflictos sociales violentos en el interior del país. La confluencia de tres factores: las transformaciones económicas-estructurales (presencia masiva de capital en zonas rurales, ampliación de las desigualdades); reformas institucionales (descentralización política, reformas participativas y activación política a nivel nacional) e históricos (dificultad del asentamiento estatal) lleva a una coyuntura critica o circunstancia en donde la historia se hace plástica y moldeable: la activación económica y política del nivel local desborda la institucionalidad y la intermediación política, lo cual lleva a los altos grados de conflictividad hasta ahora vigentes. No obstante, la interpretación puramente estructural no es suficiente para entender esto. Meléndez propone vincular dos perspectivas teóricas que interpretan los procesos peruanos: la estructural y la agencia. La visión estructural hace énfasis en el determinismo económico (migración interna) y su impacto en otras esferas; la estructural histórica explica la debilidad estatal como un lastre histórico de la dependencia de las periferias sobre el centro, o una herencia colonial; y la institucionalista explica la debilidad estatal en función de la ineficiencia de las instituciones para las transacciones económicas y legales. Estos deben ser integrados entre sí como factores que confluyen para crear un escenario de partidos políticos debilitados y actores u operadores con dificultad para intermediar demandas de las nuevas tensiones. Además se debe incluir el aporte de la agencia política que enfatiza en los actores y sus incentivos, pero sin dejar de tomar en cuenta las causas estructurales. La respuesta teórica de Meléndez es la doble brecha de intermediación política: La brecha vertical que no permite la conexión de lo local, provincial, regional y nacional ya que los vínculos de representación no existen. La brecha horizontal que explica la separación de las arenas políticas y sociales. Los líderes sociales (de los comités de lucha, frentes de defensa y otras organizaciones efímeras) no pueden llevar sus demandas al Estado y este no puede responder a la dinámica social. Así se entiende la forma de representación

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política y estrategias de intermediación existentes, que no tienen otra consecuencia lógica que los conflictos sociales violentos y atomizados. La doble brecha expresa la falla del sistema político y el origen del aislamiento político de los operadores. Entre los ejemplos que utiliza el libro para comprobar la propuesta teórica, explicaremos el caso del Moqueguazo (2008) y el Baguazo (2009). El Moqueguazo consistió en una demanda de redistribución justa del canon minero de parte de los moqueguanos El canón sostenía las grandes y a veces innecesarias obras públicas que dan empleo a muchos pobladores campesinos. Estas demandas son representadas por el Frente de defensa de Moquegua, organizado por un operador regional Zenón Cuevas. Tenía lazos comunicantes entre las dirigencias sociales en vez de verdaderas bases. Era más proclive a la negociación y a los acuerdos. La población quiere radicalizarse y esto sobrepasa sus capacidades. Ellos terminan secuestrando policías y el no asiste. Por otro lado este Javier Marca que es un dirigente a nivel local con capacidad de movilización. Apoya las medidas radicales y tiene representación entre las bases. Esto demuestra que aunque parecía un movimiento regional sólido, los métodos para conseguir los objetivos e intereses en consenso varían según el dirigente. Hay una dificultad para agregar intereses del ámbito local hacia el provincial. Finalmente no se forman vínculos sólidos para seguir con los acuerdos o ir más allá. El Baguazo consistió en una movilización por la legislación condescendiente con los inversionistas para adquirir terrenos con fines de explotación petrolera que termino en una masacre. La dirigencia nacional de AIESEP, que funciona a nivel nacional agrupación federaciones regionales como ORPIAN cuya jurisdicción esta Bagua, llama a un paro nacional. Los nativos movilizados se sorprenden al enterarse que ORPIAN ya había acordado con las autoridades del gobierno central y no aparecen en la movilización. Ante el vacío dirigencial llaman a Manuin, líder basado en el respeto a su persona con capacidad de organización, que paradójicamente estaba en contra de la protesta. Finalmente ellos deciden firmar un acuerdo para desalojar, compromiso que iba en contra de directivas de AIDESEP y ORPIAN que insistían en las medidas de lucha. Ellos tienen un nivel mediático nacional amplio y una articulación de lo nacional con lo regional, pero en términos locales no pueden controlar a sus seguidores.