reseña el inconciente óptico y el segundo obturados
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8/16/2019 reseña el Inconciente óptico y el segundo obturados
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El inconsciente óptico y el segundo Obturador.
La fotografía en la era de su computerización
Relatoría
José Luís Brea inicia su escrito haciendo una comparación entre pintura y fotografía
basado en el pensamiento de los autores Barthes y Baudelaire. Sin embargo, el autor
anota que este esquema interpretativo de las prácticas fotográficas es miope y
conservador; propone “seguir la huella de la tensión mutua que fotografía y pintura se
ejercen desde su origen, - para poder percibir que la fotografía es, todavía, un
potencial no colmado de trastorno radical del orden de la representación.” Que además
en la actualidad va ligada a los cambios tecnológicos.
Para sustentar su postura acoge el pensamiento y la mirada Benjamiana, y desde este
punto, el autor hace los siguientes señalamientos en cuanto a la fotografía:
1.Capacidad de desarrollo de un lenguaje y una narrativa propios de suparticularidad técnica.
2.Convertirse en un instrumento crítico de la representación vanguardista
gracias al hecho de constituirse como una forma de “reproducción mecánica”
que amenaza el pensamiento “aurático” de la obra de arte como pieza única,
desplazando los límites del arte fuera de los límites del ritual de culto en el que
se le había tenido durante siglos.
3.“La fotografía convierte al arte en cosa de este mundo”
4.En el orden de la recepción social hay un cambio en la distribución del
conocimiento artístico: su “democratización” y ampliación de las audiencias.
Señala dos peligros que esta democratización acarrea: por un lado, la
canalización de la experiencia artística; por el otro, el desplazamiento de laproducción artística a la industria de masas, obligándola a responder a
intereses diferentes a los del arte (Baudelaire).
5.Otro desplazamiento que el autor señala se refiere a que gracias al modo de
producción de la imagen, permite que la obra acontezca en el lugar de su
recepción, gracias a su cualidad ontológica.
A partir de este último punto, el autor se apoya para desarrollar la segunda parte del
texto, parte de las influencias que ha ejercido la fotografía en el arte desde su
aparición: el Arte Conceptual y la Desmaterialización de la obra; la Fotomemoria en el
caso de registro de la Obra – Performance o el Arte Postconceptual, y el
Fotoconceptualismo. Apunta a que la crítica que ejerce el arte se hace entonces desdela distribución (por ejemplo Internet) y no a partir del desarrollo de “paletas gráficas”
que sólo permiten en términos del autor un “campante y paupérrimo “neoacuarelismo
electrónico”” que es el modo actual de experimentar con las nuevas tecnologías.
Esta transformación del arte a partir de lo que los medios de producción le permiten,
afecta de manera directa los postulados ontológicos y gnoseológicos en los que se
prefigura el arte; la fotografía que no se deja someter al campo de la representación, al
campo de la mimesis, revoca el orden de la representación presupuesto por una
metafísica de la presencia. Su ontología, su ser repetible no “re – presenta”, tan sólo
acontece; la fotografía entonces, no sólo es lenguaje en sí mismo, sino también huella,
rastro de acontecimiento que es precisamente a aquello a lo que resiste el lenguaje.
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La posibilidad que tiene la fotografía, resalta el autor, es posible gracias a ese ojo
óptico – químico (humano – maquínico) que es capaz de percibir el acontecimiento, de
capturar el tiempo ahora, de resistir el orden de la representación, que es lo que
Walter Benjamín describía como “inconsciente” óptico “consciencia”, “esta capacidad
de la cámara, del ojo técnico, para aprehender en su inconsciencia lo que al ojo
consciente, educado en el dominio de la representación, le resulta inaprensible: elregistro mismo de la diferencia, del acontecimiento”, de lo particular, de ese
sentimiento melancólico que es la fugacidad del ser, haciéndose complice de lo que ya
no existe, de lo que deja de estar, de lo que deja de permanecer; salvo, en lo que la
memoria oscura, la mente humana, retiene. (Ejemplo: mis fotos antes de la cirugía, el
recuerdo de lo que fui y ya no soy).
El autor traslada este concepto ontológico al uso que de ella se hace cuando se
emplean nuevas tecnologías; resalta el desarrollo de un nuevo nivel de procedimientos
enunciativos que combinan las potencias de la apropiación y el montaje. La fotografía
ahora toma a la realidad como readymade, toma el segmento fragmentado espacio –
temporal, y gracias a la posibilidad que ofrece el montaje, “el artista se agencia lacapacidad de dotar a la imagen producida de un “sentido otro”, […] no se trata de
“representar” la supuesta realidad, sino de poner en escena segmentos enunciativos
que arrojen un aduda sobre el orden de la representación establecida”. La fotografía,
entonces, produce “imágenes críticas” del mundo, elabora imágenes capaces de
develar, de poner en manifiesto todo aquello que la representación mantiene oculta. La
fotografía deja de ser un proceso óptico – químico de carácter analógico, para
convertirse en uno óptico – electro – gráfico de carácter digital: en un segundo
obturador – el computador - que permite introducir justamente, un
dimensionamiento cinemática de la imagen, un tiempo interno del relato, un tiempo
expandido de lectura, introduciendo el relato como propio tiempo de la imagen, como
tiempo expandido de narración, que es en donde radica todo su potencial crítico.
Desde esta perspectiva, es precisamente, donde cabe cuestionar la “artisticidad” de la
fotografía, ya que ella misma asume su autodesmantelamiento, al igual que lo ha
hecho históricamente el arte.
A partir de este enunciado, y como tercera y última parte de desarrollo del texto, el
autor retoma la cuestión de pictorialidad de la fotografía, que la técnica permite en
cuestión de montaje. Resalta la restitución de la apariencia orgánica que expresa la
superación contemporánea de la forma – vanguardia: disonancia como por ejemplo, en
el montaje brusco de las “costuras”, de los fragmentos enunciativos que componen el
collage; y es precisamente en este ámbito, en esta comparación, donde vislumbra la
experiencia máxima de tensión entre fotografía y pintura.
El autor expresa que las experiencias “radicales” de pintura y fotografía apuntan en
direcciones radicalmente contrarias y que es preciso arrojarlas mutuamente entre sí,
para hacer ver que sólo en su contraste profundo sirven a una misma causa.
Por un lado, la experiencia radical de la pintura atrae el ojo hacia la estricta superficie
desvaneciendo toda la profundidad de su espacio presentado como espacio de la
representación, debido también a la ruptura progresiva con la figuración y aún con
toda pretensión realista –excepto el Pop- en el marco de las vanguardias artísticas. Por
el otro, la experiencia radical de la fotografía se significa, al contrario, allí donde lo que
desaparece es la superficie, la experiencia táctil a favor de una cierta adquisición de
profundidad desde el relato. Por ello, el autor dice, que pretender que la fotografía sea
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“representación pintura” sería ridículo. Así mismo, apunta a que sería patética
cualquier tentativa de introducir narración en la pintura, ya que ella es puesta en
superficie pura, ocultamiento y negación de toda profundidad. Tomar cualquiera de
estos dos caminos haría que tanto fotografía como pintura se quedaran en un espacio
demasiado conservador: “La fotografía abstracta –para no hablar de los experimentos
de producción de imágenes de síntesis- es un camino tan errado, tan conservador,como la pintura “narrativa”: aquella se queda en jueguecito de laboratorio, ésta en
“comic” pretensioso y relamido.”
“Representar lo irrepresentable, el límite mismo en el que quiebra el orden de la
representación –es entonces la tarea que hoy le cumple al arte. Si el camino elegido
por la pintura para dar testimonio de esa irrevocable clausura de la representación
puede atravesar el hacerse reconocer como pura materialidad muda, a los usos
artículos de la fotografía les corresponde en cambio el hacerse leer como pura
escritura, como mera huella de alguna siempre infijable intensión narrativa –y su
poder de lograrlo depende de la eficacia de un doble dispositivo. En primera instancia,
el del inconsciente óptico, que le permite ver (mostrar que vé) justamente lo invisible,lo ciego de la imagen, todo aquello que se sustrae a la representación –el
acontecimiento, el glorioso despliegue de la diferencia. Inmediatamente, el del segundo
obturador, que le permite introducir en esa instantaneidad precaria y fugaz el tiempo
interno del relato que recarga a la imagen con la fuerza del mito, con el potencial
simbólico que le otorga toda su fuerza para instituir mundos.
Los dos caminos opuestos, el de la fotografía y la pintura, presentan el mismo límite:
el de la ilegibilidad del signo, sea porque una representación orgánica y eficaz del
mundo se ha vuelto imposible, sea por la espeluznante y saturada proliferación de
imágenes, permitiendo aún su inagotabilidad en una u otra lectura, en su infinitud de
interpretación: “El testimonio que su sobria dureza nos entrega nos enseña areconocer que la imagen –en cuanto tal, ya ciega- no lo es del mundo: que en ellas no
se representa el mundo, sino que sólo hace presencia un acontecer. Que ellas no son
sino escritura, rastro perdido de alguna intencionalidad de decir, siempre inagotable y
siempre sin descifrar […] El terrible e irresistible vicio de situar en la pequeña puerta
de lo instantáneo esos pequeños no-lugares en los que justamente, hacer pensable el
advenir y la apertura de “otros mundos posibles”