reseña de eaglenton sobre la critica

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  • 8/17/2019 Reseña de Eaglenton Sobre La Critica

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    RESEÑA DEL LIBRO LA FUNCIÓN DE LA CRÍTICA DEL ESCRITOR INGLÉSTERRY EAGLETON, CAPÍTULOS I Y II

    PROFESOR

    DR. JAIME ALEJANDRO RODRÍGUEZDOCTOR EN FILOLOGÍA

    UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA (UNED), MADRID,ESPAÑA

    WILLIAM MARÍN OSORIO MAGÍSTER EN LITERATURA HISPANOAMERICANA

    INSTITUTO CARO Y CUERVOFORMACIÓN ESPECIALIZADA EN DOCENCIA EN HISTORIA Y CULTURA ENAMÉRICA LATINA, UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE, SEVILLA, ESPAÑA

    UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA FACULTAD DE BELLAS ARTES Y HUMANIDADES 

    DOCTORADO EN LITERATURA 

    PEREIRA 2014 

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    La función de la crítica.  Terry Eagleton. Traductor Fernando Inglés Bonilla.

    Barcelona: Paidós Ibérica, 1999. 143 p.

    La primera parte del libro  La función de la crítica (1999) de Terry Eagleton, está

    compuesto de un  Prefacio y dos capítulos. En el  Prefacio, el autor escribe un texto

    sobre la crisis de la crítica como institución, crisis que no solo es patrimonio del pasado,

    sino también del mundo contemporáneo. Es un texto agudo y bien escrito, en donde el

    autor inglés intenta comprender, en ese contexto, el papel del crítico, el propósito de sus

    estudios, el destinatario de sus mensajes y qué funciones tiene el acto crítico en la

    sociedad. Sin embargo, como manifiesta el autor, la función del crítico tendrá solidez y

    credibilidad “siempre y cuando la institución crítica no se vea como algo problemático”

    (1999, 9). Lo que lleva a Eagleton a plantear como tesis de su estudio “que hoy en día

    la crítica carece de toda función social sustantiva” ( 9). En este sentido, surge el asunto

    de la crítica en una disyuntiva claramente definida: o es un tema propio de la industria

    literaria o un tema que concierne solo a las academias. Para demostrar esto, Eagleton

    realiza un recorrido por la institución de la crítica en la Inglaterra de principios del siglo

    XVIII. El autor plantea entonces, en estos términos, frente al concepto de esfera

     pública elaborado por Jürgen Habermas:

    (...) me interesa más destacar algunos aspectos del concepto, de forma flexible yoportunista, para verter luz sobre una historia particular. Huelga decir que esteanálisis histórico no es en modo alguno desinteresado políticamente: esta historia laanalizo como una forma de suscitar la cuestión de cuáles son las funciones socialessustantivas que la crítica podría realizar una vez más en nuestra propia época, más

    allá de su función crucial de mantener desde dentro del mundo académico una críticade la cultura de la clase dirigente. (10).

    En el primer y segundo capítulos, Terry Eagleton, vuelve sobre el concepto de esfera

     pública de Habermas, para establecer dónde y por qué surge la crítica moderna europea.

    Lo interesante de este juicio del autor inglés es que, siguiendo a Habermas, ubica la

    crítica en un espacio diferente al académico tradicional, por cuanto el ejercicio de la

    crítica, su capacidad crítica, enunciativa y discursiva se encuentra entronizada en

    espacios abiertos en donde circulan libremente las opiniones sociales constituyéndose

    en fuerzas deliberativas poderosas políticamente. A este respecto Eagleton señala:

    La crítica europea moderna nació de la lucha contra el Estado absolutista. Durantelos siglos XVII y XVIII, la burguesía europea comienza a forjarse dentro de ese

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    régimen represivo un espacio discursivo diferenciado, un espacio de juicio racional

    y de crítica ilustrada ajeno a los brutales ucases de una política autoritaria.Suspendida entre el Estado y la sociedad civil, esta «esfera pública» burguesa,

    como la ha denominado Jürgen Habermas, engloba diversas instituciones sociales – clubes, periódicos, cafés, gacetas- en las que se agrupan individuos particulares para realizar un intercambio libre e igualitario de discursos razonables,

    unificándose así en un cuerpo relativamente coherente cuyas deliberaciones puedenasumir la forma de una poderosa fuerza política. Una opinión pública educada e

    informada está inmunizada contra los dictados de la autocracia; se presume quedentro del espacio transparente de la esfera pública ya no son el poder social, el privilegio o la tradición los que confieren a los individuos el derecho a hablar y a juzgar, sino su mayor o menor capacidad para constituirse en sujetos discursivosque coparticipen en un consenso de razón universal. (11)

    Al dar la espalda a la autoridad aristocrática, la crítica, en ese espacio transparente, será

    la expresión del buen juicio y de la razón lógica y no se fundará filosóficamente en la

    autoridad.

    Durante la  Ilustración,  la crítica  ya no va a legitimar a la sociedad cortesana de los

    salones aristocráticos. Para Peter Hohendahl en su libro The lnstitution of Criticism 

    (1982), esto se hace especialmente evidente porque es en esta época cuando la actividad

    crítica no se puede separar de la institución de la esfera pública, por cuanto como señala

    el autor:

    Todo juicio está destinado a un público; la comunicación con el lector es parte

    sustancial del sistema. Mediante esta relación con el  público lector, la reflexióncrítica pierde su carácter privado. La crítica se abre al debate, intenta convencer,

    invita a la contradicción. Pasa a formar parte del intercambio público de opiniones.Visto históricamente, el concepto moderno de crítica literaria va íntimamente

    ligado al ascenso de la esfera pública liberal y burguesa que se produjo a

     principios del siglo XVIII. La literatura sirvió al movimiento de emancipación de

    la clase media como medio para cobrar autoestima y articular sus demandas

    humanas frente al Estado absolutista y a una sociedad jerarquizada. (Citado por

    Eagleton,12).

    Para Eagleton, el concepto de esfera pública burguesa que surge al amparo del

    absolutismo político, va a ser determinante para comprender a partir del siglo XVIII el

     proceso de constitución del concepto de crítica  emancipado del orden autoritario del

    estado burgués aristocrático.  La crítica se funda como burla satírica y como corrección

    moral de ese orden político. El interés de Eagleton es entonces por revelarnos la

    dimensión del papel histórico de la esfera pública  en la consolidación del debate

     político entre las clases medias, lo que significaba regular el diálogo y también estrechar

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    lazos, a pesar de la crítica a las instituciones, de una burguesía comercial o clase

    mercantil emergente con las clases superiores (nobleza y aristocracia inglesas que tenían

    en común el gusto cultural), clases que estaban unidas con la clase mercantil por

    intereses económicos.

    Eagleton entonces nos prepara para entender el significado de publicaciones como The

    Tatler, de Steele, y The Spectator, de Addison, en la constitución de la llamada esfera

     pública, una nueva formación discursiva en la Inglaterra después de la Restauración.

    ¿Qué representaban realmente estas publicaciones en el orden moral, político,

    económico y cultural? Estas revistas modelaron el gusto, el lenguaje, la norma y la

    conducta de la burguesía comercial, la nobleza y la aristocracia. A diferencia de la

    nobleza y la aristocracia francesas que no sentían que tenían ese rasgo común en lo

    económico con la clase burguesa emergente, en Inglaterra estas clases se unen en una

    relación más estrecha entre lo económico, político y cultural. Para Eagleton “El rasgo

    distintivo de la esfera pública inglesa es su carácter consensual: The Tatler y The

    Spectator son los catalizadores de la creación de un nuevo bloque dirigente en la

    sociedad inglesa, que cultivaron a la clase mercantil y ennoblecieron a la disoluta

    aristocracia.” (13).

    Siguiendo estas ideas, Eagleton nos presenta en su texto, diversas opiniones - A. J.

    Beljame, Q. D. Leavis, Sir Roger de Coverley, Sir Andrew Preeport- en torno al

    significado del club Spectator como defensor de la prosperidad económica y del

    mercado, que buscó igualmente hacer una apertura a todas las clases, la corte y el

    conjunto de la sociedad en torno a la literatura como formadora de opinión, enseñando a

     pensar y a consolidar, igualmente, ideas sobre el arte y la vida. Su ideal fue entonces la

    enseñanza de la literatura y la estética con el propósito de unificar el mundo inglés

    desde la cultura. Y el crítico fue el principal protagonista en este proceso histórico.

    “Se podría aducir, pues, que en Inglaterra la crítica moderna nació irónicamente del

    consenso político”  (14), señala Eagleton, explicando de este modo la ironía de la

     Ilustración que de un modo u otro reconciliaba la crítica  con un mundo férreo

     políticamente, que definía lo que era aceptable decir. La ironía de la crítica  de la

    ilustración se explica porque, por una parte, hace resistencia al absolutismo y, por otra parte, defiende las normas de la razón universal, es correctora, conservadora,

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    reformadora de todo aquello que se desvíe de su modelo de discurso, reprimiendo lo que

    sea transgresor.

     La esfera pública burguesa de principios del siglo XVIII en Inglaterra, es una serie de

    centros discursivos entrelazados, advierte Eagleton al estudiar este concepto a partir de

    Habermas. Nos recuerda Eagleton que The Tatler y  The Spectator   tuvieron una

    resonancia importante en la obra de Samuel Richardson, obra que circuló entre amigos y

    corresponsales y que fue objeto de múltiples interpretaciones en una especie de

    comunicación hermenéutica. También la publicación por suscripción de Pope que

    concitaba a los lectores a participar colectivamente del proceso de la escritura, son

    ejemplos que trae Eagleton para revelarnos lo que estaba ocurriendo en la Inglaterra del

    siglo XVIII a propósito de la consolidación de una comunidad hermenéutica de lectores

     – aristócratas, banqueros, actores, damas- y un atisbo de formación de la crítica.

    Eagleton anuncia entonces que la llamada esfera pública  entra en un proceso de

    desintegración en la historia de la crítica  inglesa, a partir de dos factores: el primer

    factor, lo económico, las fuerzas del mercado condicionan los productos literarios; y el

    gusto como el refinamiento dejan de ser el resultado de un producto civilizado y del

    debate razonado. La esfera pública sufre el impacto de los intereses económicos del

    mercado. El segundo factor, lo político. Los intereses políticos de los miembros de la

    esfera pública. El interés político, por ejemplo, del hacendado.

    Y frente a este proceso lleno de contradicciones, deviene la esfera pública clásica que

    ve y traza las divisiones sociales y sus límites, reorganizando discursivamente el poder

    social, lo que genera las divisiones sociales entre quienes utilizan la argumentación y su

     poder y quienes no lo hacen; el discurso cultural y el poder social están íntimamente

    asociados, pero, de acuerdo con Hohendahl, los privilegios sociales desaparecían como

    categorías en la intimidad del encuentro en las sociedades y clubes privados para que se

     produjera el diálogo entre iguales. De este modo, “Los juicios artísticos y autoritarios y

    aristocráticos se sustituyeron por un discurso entre profanos cultos” (Hohendahl citado

     por Eagleton, 15,16). De tal modo que se constituye una nueva formación cultural,

    frente a la tradicional estructura del poder de la sociedad inglesa. El café como espacio

     para el diálogo y el comentario crítico en condiciones de igualdad sin las distincionesque imponían las categorías sociales, era el lugar privilegiado en la Londres

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    dieciochesca, en el que se reunían los escritores, con diversos representantes de la

    sociedad – artistas, nobles, comerciantes, mecenas, hacendados, políticos, médicos-, con

    quienes se empezó a formar una opinión pública, por medio del intercambio de

    opiniones, formando así sociedades literarias.

    Señala Courthope, biógrafo de Addison, que éste fue el “principal arquitecto de la

    opinión pública del siglo XVIII”. Otro tanto destaca Beljame cuando señala que con el

    club, el café, la formación de opinión pública y las sociedades literarias, se establece un

    nuevo orden en el mundo de la cultura inglesa de la época, por cuanto hay una mayor

    diseminación de la cultura, uniendo a todas las clases de la sociedad, eliminando de

     paso las categorías de corte-ciudad, metrópoli-provincia, puritanismo-caballero, “todos

    los ingleses eran ya lectores” (Beljame citado por Eagleton, 16). Aunque Eagleton

    interviene en este aspecto, explicando que quizás es un poco exagerado Beljame en su

    discurso frente a Addison, porque el tiraje de The Spectator era solo de tres mil

    ejemplares frente a una población de cinco millones y medio de personas. Pero también

    estaba la referencia al bajo número de personas que podían adquirir libros, que en la

    época se medían en decenas de miles y teniendo en cuenta una alta población inglesa de

    analfabetas o semianalfabetas.

    Sin embargo, frente al poder que empieza a obtener la esfera pública, no parece, en

     palabras del crítico inglés Terry Eagleton, siguiendo a Foley, Timothy P., que la cultura

     pueda llegar a todos en un proceso de diseminación en diferentes direcciones como

    señalaba Beljame a propósito de Addison, porque:

     No parece que el espacio emulsivo de la esfera pública fuese más allá de los clérigos ylos cirujanos y llegase a incluir a los trabajadores agrícolas ni a la servidumbredoméstica, a pesar de la aseveración a todas luces exagerada de Defoe: «Encontrarás poquísimos cafés en esta opulenta ciudad (Londres) donde no haya un mecánicoanalfabeto comentando las más materiales ocurrencias y juzgando las acciones de losmás grandes de Europa, y raro será el colmado donde no te encuentres a un calderero,a un zapatero o a un mozo de cuerda criticando los discursos de Su Majestad o losescritos de los hombres más célebres del momento”. (17).

    Pero, nos recuerda Eagleton, a propósito de Beljame que lo que está en juego realmente

    en el intercambio de discursos cultos entre sujetos racionales es la consolidación de un

    nuevo bloque de poder en el nivel del signo. Lo que significa que, siguiendo a JohnClarke, “La defensa de la buena literatura en el mundo, está subordinada a los fines de

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    la religión y la virtud, pero también a los de la buena política y el gobierno civil. ”

    (Citado por Eagleton, 17). “La promoción del buen gusto en las composiciones

     poéticas”, escribió Thomas Cooke nos recuerda Eagleton, “es asimismo la promoción

    de las buenas maneras. Nada puede interesar más a un Estado que el apoyo a los buenos

    escritores”.

    Eagleton concluye su discurso afirmando que el mercado verdaderamente libre es el del

    discurso cultural dentro de ciertas regulaciones normativas. Y el papel del crítico es

    entonces el de administrar esas normas rechazando la anarquía y el absolutismo. La

    identidad discursiva se construye en el acto de habla de la conversación culta. De este

    modo, la esfera pública  resuelve las contradicciones de la sociedad mercantil,

    transformando los derechos de una igualdad abstracta a una igualdad real en el discurso,

    formando sujetos argumentativos, enunciativos y propositivos para la transformación de

    la sociedad mercantil burguesa. Porque lo que está en juego, señala Eagleton, en la

    esfera pública,  no es el poder, sino la razón, la búsqueda de la verdad, no el

    autoritarismo. Hay, pues, en la esfera pública,  una separación entre política y

    conocimiento, que es la esencia de su discurso.

    Las revistas en el siglo XVIII tenían una influencia educativa importante en la

    formación de opinión pública, de ahí entonces que The Tatler y The Spectator, fueron

    en su momento avances significativos frente a otras publicaciones que se centraban

    excesivamente en obras eruditas, en resúmenes y extractos más que en críticas

    argumentales. The Tatler , por ejemplo, tuvo la genial y audaz idea de tener como

     propósito elevar el gusto artístico y literario de los lectores. Sin embargo, como señala

    Eagleton, Steele era más impresionista sin fundamentos teóricos, mientras que Addison

    era más analítico y a quien le interesaba más el efecto psicológico de las obras de arte.

    Eagleton concluye que la crítica literaria todavía en este momento no es un discurso

    autónomo. Lo que hacen en esencia estas revistas es un trabajo humanístico ético unido

    a la reflexión cultural, moral, religiosa y de la vida cotidiana.  La crítica todavía no es

    literaria, es cultural. El crítico es visto más como un estratega cultural que como

    experto literario. Pues como hemos visto , la crítica  se focalizaba más en la reflexión

    sobre las buenas maneras, la pureza del lenguaje, el vestido, el amor conyugal, etc. El

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    crítico como comentarista social. El crítico como  flaneur o bricoleur,  deambulando

    entre los más diversos paisajes sociales; es decir, el crítico como juez.

    Para Eagleton, el acto de la crítica  plantea un problema ideológico. Y se hace una

     pregunta esencial: ¿cómo se puede criticar sin caer en el sectarismo? La función crítica

     pone en crisis no solo a la esfera pública sino también al propio crítico. A este respecto

    escribe Hohendahl:

    (...) todo el mundo tiene una capacidad básica de juicio, aunque las circunstancias

    individuales pueden hacer que cada persona desarrolle esa capacidad en distinta

    medida. Esto supone que todos estamos llamados a participar en la crítica; que no

    es privilegio de una cierta clase social o de un círculo profesional. Por tanto el

    crítico, incluso el profesional, es un mero portavoz del público en general y

    formula ideas que se le podrían ocurrir a cualquiera. Su tarea especial frente al

     público consiste en ordenar el debate general.

    La crítica moderna surge empíricamente como compromiso con el texto social en los

     primeros instantes de la Inglaterra burguesa, pero Eagleton va más allá en su intento por

    otorgarle un papel y una función a la crítica en nuestro tiempo. Señala que el crítico

    como mediador y depositario de discursos que recibe pero no inventa, no es en esencia

    un intelectual, es un observador con agudeza de su entorno y comunica esa visión, lo

    que aprende de ese mundo con argumentos, con enunciaciones. Los clubes, los cafés en

    la Inglaterra del siglo XVIII, eran espacios para el intercambio cultural, político y

    económico, eran núcleos financieros, donde también se hacían negocios, eran núcleos

    de especulaciones, ambivalentemente culturales. Espacios donde se observaban

    cofraternidades entre políticos y autores. Tanto Addison como Steele eran funcionarios públicos, por ello era natural que desde sus revistas alentaran esa relación entre la clase

     política y la clase literaria. El proyecto cultural que representan The Tatler y The

    Spectator   responde y se sostiene por sus estrechos vínculos con el poder político.

    Proyecto cultural necesario en la escena inglesa: moralidad, urbanismo y corrección.

    Finalmente, el gran aporte de Terry Eagleton en su libro  La función de la crítica (1999), 

    frente a la definición de la crítica  en nuestro tiempo, es situar el surgimiento del

    concepto a partir del siglo XVIII en la Inglaterra de la sociedad burguesa, la nobleza y

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    la aristocracia, y definir la idea de esfera pública como el espacio material y simbólico

    de la consolidación de una idea de crítica y de críticos. Ideas que Eagleton cuestiona a

     partir de la fundación del papel del crítico asociado con la capacidad de argumentación

    y deliberación desde la perspectiva del discurso como acto de habla, discurso autónomo

    frente a los intereses materiales y simbólicos de la sociedad.

    LÍNEAS DE DISCUSIÓN:

    1. ¿Cómo es la crítica y la función del crítico de nuestro tiempo?

    2.  La crítica literaria como formación discursiva, como acto de habla.

    3. Si la crítica de Terry Eagleton a la esfera pública  está fundada en los nexos

    existentes entonces entre la clase política y la clase literaria, ¿cómo podríamos definir

    hoy la crítica  frente a las industrias culturales y frente al Estado y su Ministerio de

    Cultura?

    4. Sobre los índices de lectura en Colombia, sobre los nuevos analfabetismos digitales.

    ¿Cómo podríamos construir una definición de crítica  no académica frente a los altos

    índices de analfabetismo en Colombia y a los bajos niveles de lectura?

    5. Sobre la formación de la crítica y la consolidación de espacios organizados para la

    crítica:  los cafés literarios, las revistas, las sociedades literarias. ¿Cómo funcionan

    estos espacios en nuestro tiempo y cuál es su valor simbólico cultural?

    6. ¿Cómo lograr que la cultura literaria llegue a todos y no sea solo un espacio para

    unos privilegiados, para una élite de la sociedad?

    7. ¿Todos podemos participar en el proceso de formación de la crítica o es solo un

    espacio para los académicos?