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RESEÑA DE LIBROS
REYES CANO, ROGELIO Y VILA VILAR, ENRIQUETA (EDS.), El mundo de las Academias: del ayer al hoy. Actas del Congreso Internacional celebrado con motivo del CCL aniversario de la fundación de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras (1751-2001), entre los días 20 y 23 de noviembre de 2001. Sevilla, Real Academia Sevillana de Buenas Letras, Universidad de Sevilla, Fundación Aparejadores de Sevilla, 2003. 288 págs.
Espléndidamente editado, con el patrocinio de la Universidad, la Fundación de Aparejadores y la propia Academia, a comienzos de este año 2004 ha salido el presente tomo que recoge los discursos y las ponencias del Congreso Internad.anal, en el que hubo numerosos congresistas y especialistas en la materia.
El volumen, de magnífica presentación, cuidada impresión y ajustadas fotografías -incluida la de la hermosa cubierta, que muestra el patio principal de la casa de los Pinelos, sede de la Corporación-, no decae en su interés en ningún momento, menos aún cuando da cuenta de la presencia de S. M. la Reina Doña Sofía en una de las sesiones del Congreso. Se reproducen los tres oportunos discursos pronunciados por el Director de Buenas Letras, Excmo. Sr. D. Rogelio Reyes, las conferencias de los distintos ponentes españoles y extranjeros, desarrolladas du- · rante cuatro días sucesivos, y la Mesa Redonda de conclusión, celebrada en el Paraninfo de la Universidad.
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En las primeras páginas del libro, se recoge el Comité de Honor, cuya presidencia correspondió a S.M. El Rey y cuyos miembros fueron el Presidente de la Junta de Andalucía, el Alcalde de la ciudad y el Rector de la Universidad de Sevilla. Además figuran los componentes de la comisión organizadora, los Excmos. Sres. D. Rogelio Reyes, D. Francisco Aguilar Piñal, D. Jacobo Cortines, Dña. Enriqueta Vila y D. Manuel González Jiménez, el Secretario D. Pedro Rueda y los responsables de la Secretaría y la Administración.
Tras el índice, tenemos el segundo de los discursos, destinado a saludar a la Reina. Don Rogelio Reyes, como Director de la Academia, le manifiesta su gratitud por la visita a la sede de la Corporación y la asistencia a una de las sesiones. Las palabras ponen de relieve el interés de la Corona por la cultura y por la Academia en cuanto institución con proyección sobre Andalucía y España. Asimismo, comunica a Dña. Sofía que los estudiosos participantes en el Congreso han aplicado y aplican su conocimiento del pasado sobre los problemas actuales de la sociedad, con la intención de iluminar e indicar vías de solución y mejora. La asistencia de la Soberana marca un hito en la historia de Buenas Letras, que nunca olvidará el gesto regio y mantendrá siempre la más respetuosa gratitud.
A continuación, vienen las palabras inaugurales del Congreso, pronunciadas por el mismo Director. Se trata de un discurso programático que delimita, desde el primer momento, el ámbito que se desea abarcar. No es otro que el papel histórico que han jugado las Academias, del cual se extraen las líneas directrices que las mismas han de impulsar en adelante. En otro momento, las Academias fueron un instrumento de transformación del Antiguo Régimen mediante el impulso científico. Tal empresa de progresismo auténtico estuvo y está sujeta al rigor metodológico. Buenas Letras de Sevilla, a pesar de la precariedad de medios, es uno de los núcleos españoles de conocimiento que impulsa la investigación. Como prueba está Jo realizado en el CCL aniversario de su fundación. La Academia ha reunido un buen número de investigadores internacionales, de los más solventes, que, en sus ponencias, informan de sus descubrimientos sobre las instituciones del siglo XVIII. Estos investigadores van a facilitar unos resultados, los que aparecen en el libro, por los que merecen reconocimiento. Además de agradecerles su contribución, en el discurso también se muestra gratitud por la ayuda de los pode-
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res públicos e iniciativas privadas. Buenas Letras seguirá apostando por el trabajo serio y sosegado, sacando virtualidades a su patrimonio, posibilitando la creación de un banco de datos de las hablas andaluzas y publicaciones de un diccionario de autores sevillanos, además de aplicar en su territorio los modelos de trabajo de las Academias de ámbito nacional.
El último de los discursos, al que ahora nos referimos pero que figura al final del volumen, cierra las actas del Congreso. Lo ponemos aquí porque guarda estrecha relación con los anteriores. Con estas palabras de clausura, pronunciadas al término de la brillante Mesa Redonda con que acabó el Congreso, D. Rogelio Reyes subrayó la dimensión de futuro que acababan de perfilar los últimos ponentes. El debate conclusivo evidenció que las Academias, ante todo, son centros de investigadores de los distintos campos del saber. En tal panorama encaja lo que Buenas Letras ha sido en sus siglos de existencia. El Director, una vez más, agradeció, a cuantos habían contribuido al éxito del Congreso, el alto nivel alcanzado en las aportaciones teóricas. Finalmente, agradeció al Rector de la Universidad, presente en el acto, la acogida prestada a los congresistas, subrayando la voluntad de hermanamiento con la Academia.
Las ponencias, según las Actas que recoge este volumen, se ordenan en cuatro secciones: "Las Academias en la Europa de la Ilustración", "Las Academias en el mundo hispánico", "La Real Academia Sevillana de Buenas Letras y su proyección en la vida cultural española" y "Presente y futuro d~ las Academias" (Mesa Redonda).
En la primera sección, el libro recoge la ponencia de D. José Luis Camellas sobre "El espíritu de las Academias en el siglo XVIII". Remontándose a los paseos de Platón por el jardín de Academos, llega al xvm, siglo académico por excelencia debido al afán por compartir el saber cuando yacían las Universidades en declive. Como las tertulias, las Academias salvaron la inquietud por razonar y respetar todas las opiniones. Este siglo tuvo fe en el progreso, forjándose corporaciones tan prestigiosas como la Academia Francesa, la Royal Society y la Española de la Lengua, modelos en todo el continente, que siguieron las huellas de los novatores y renovadores humanistas. Más de cien Academias hubo en España en el XVill y,· desde entonces, gozan de merecido prestigio las nacionales de la Historia, Bellas Artes, Medicina y Jurisprudencia. No remedaron a
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las extranjeras, sino que promovieron la cultura española y, aunque obedecieron a impulsos particulares con dominio de nobles y clérigos, y luego de burgueses ilustrados, después han estado ocupadas por personalidades de las respectivas ciencias. La voluntad de progreso es el mejor impulso del espíritu académico, por lo que puede ser la mejor aportación de las Academia en el siglo XXI.
La segunda ponencia, del Dr. Fran9ois López, versó sobre la "Academia Francesa". Los cambios profundos de la literatura francesa tuvieron lugar con el clasicismo del XVII, con la protección de los literatos por parte de Richelieu. El cardenal puso bajo la protección de Luis Xill una corporación que era informal y así nació la Academia en 1634. Muchos togados se lanzaron a la conquista de la corte y el teatro consagró su éxito en el servicio del monarca del poderoso Estado-nación. Esta ambición, combinada con el deseo de pureza en el idioma según el uso de la corte, hizo más armoniosa la lengua francesa, con la elaboración del Diccionario de la Academia, la Gramática y la Poética. El prestigio de los académicos los convirtió en miembros de la primera institución nacional. La Revolución Francesa vio en la Academia la encamación del Antiguo Régimen, pero no la disolvió porque sus oradores pertenecían a ella. Así la corporación sobrevivió a la monarquía y desempeña el papel de continuador cultural.
La ponencia del Dr. Mauricio Fabbri trató de "Las Academias italianas del siglo XVID: entre tradición y modernidad". Partiendo de los círculos humanistas amparados por los mecenas, ve su evolución en el XVI hacia las Academias que, en el XVII, eran más de dos mil en Italia, degenerando hacia solemnidades vacías. Pero unas pocas de prestigio se salvaron de la corrupción, como la Crusca, de Florencia, creadora del diccionario de la lengua toscana, la del Cimento, también florentina, distinguida en física, la de los Lincei, de Roma, centrada en las matemáticas, y la también romana Arcadia, dedicada a la poesía. En el XVIII sobresalió la de Bellas Artes de San Lucas. En este siglo sobresalieron las de música y la de ciencias de Bolonia, que Marsili situó en la vanguardia. Por entonces, el español Juan Andrés impulsó la ciencia italiana, desterrando los embaucadores como Cagliostro e impulsando la Sociedad de los Cuarenta, célebre en matemáticas en toda Europa. Los jesuitas expulsados de España impulsaron las Academias, cambiaron el gusto, aceleraron el conocimiento científico y
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dieron a los italianos conciencia de pueblo único. Así resurgió el país, inspirado en la Constitución de Cádiz.
"Las Academias en el Reino Unido e Irlanda" fue el tema del Dr. R. Brian Tate. En el Reino Unido, la Royal Society no es propiamente una Academia. En el XVIII se discutió el nombre y se llegó a la conclusión de que las Academias no eran propias del carácter enérgico de los ingleses. Hasta 1902 no aparece la Academia Británica, organismo no estatal pero sostenido con fondos públicos, que hoy cuenta con dieciocho secciones y un presupuesto de treinta y cuatro millones de libras. Casi todos los académicos son profesores de las Universidades de Oxford, Cambridge y Londres. En l 999 se ha creado la Academia de Ciencias Sociales. No se debe olvidar la Real Sociedad de Edimburgo, de 1783, que hoy cuenta con 1200 académicos. La Real Academia de Irlanda data de 1785 y tuvo su apogeo en el XIX con la dedicación a las matemáticas y a los estudios de antigüedades celtas. Hoy cuenta con 355 miembros elegidos con criterio científico.
Cerró esta sección la ponencia en portugués del Dr. Humberto Baquero: "As Academias en Portugal". En 1720 se fundó la importante y duradera Academia de la Historia Portuguesa, que dispuso de la riqueza traída del Brasil y contó con el apoyo real de Juan V. Éste escogió académicos entre el clero y la nobleza y mandó que se archivaran los documentos manejados por la Academia. Participaban personalidades no residentes en Lisboa, que aportaban documentos de todo el país, revisados en las sesiones celebradas en el palacio de la Casa de Braganza. El rey José l , a finales del siglo XVill, apoyó la Academia e impulsó los estudios históricos, cosa de la que no se ocupó el Marqués de Pombal. La reina Doña María apoyó la Academia de las Ciencias, en la que brillaron desde el XVIII botánicos, filólogos y retóricos, y procuró la modernización de Portugal. La Academia de la Historia, restaurada en 1937, florece hoy con nueva y pujante actividad.
La segunda sección consta de seis ponencias. La primera, de D. Manuel Olivencia, sobre "Las Academias y el Derecho", remonta estas instituciones jurídicas al siglo xvm, cuando la abogacía era la profesión liberal por excelencia, al tiempo del desprestigio de la Universidad. Entonces eran continuas las tensiones entre Derecho Romano y Derecho Real, entre teoría y práctica, y se lamentaba la falta
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de preparación para el ejercicio profesional. Con Carlos III las Academias jurídicas poseen sentido práctico y la demanda de abogados trae una proliferación y exceso que obliga a limitar el número de académicos. En el XIX, las Academias se vinculan a los colegios de abogados y, para lograr la licenciatura, es obligatorio asistir a las Academias. Así se supera la rivalidad entre Academia y Universidad, y lo memorístico da paso a la argumentación. En el XX, se da independencia, colaboración y complementariedad, como es el caso de la Universidad hispalense y la Academia Sevillana de Legislación, que sólo data de 1990.
La ponencia de D. Carlos Seco Serrano estuvo dedicada a "Las Academias y la Historia". La Academia de la Historia, desde 1738, ha realizado una enorme labor. Desde sus comienzos se pro- · puso crear el Diccionario histórico-crítico de España y en él sigue avanzando, de forma que ya está preparado el primer tomo. Siempre ha tratado de desterrar las fábulas y ajustar la cronología, coleccionando medallas, libros, monumentos para su gabinete de antigüedades, base de los museos arqueológicos. Uno de sus objetivos es el de cronista de Indias, publicando muchos documentos del siglo XV y siguientes. Con la desamortización de Mendizábal, recibió muchos códices de los conventos y luego ha tenido muchas donaciones de archivos de nobles y políticos, de forma que, para escribir la historia patria, es imprescindible estudiar los fondos de la Academia. Ésta organiza conferencias, exposiciones, centenarios y congresos con las academias americanas. Hoy es uno de los focos de investigación más importantes de España.
"Las Academias y la Lengua", ponencia que D. Víctor García de la Concha expuso en presencia de la Reina, recordó la Crusca y la Academia Francesa como antecedentes de la Academia Española, en la tarea principal de formación del Diccionario, el DRAE, que no es un mausoleo porque incorpora vulgarismos, provincialismos y neologismos, al tiempo que ha publicado el Diccionario de Autoridades, la Ortografía y Ja Gramática.
La Academia ha cuidado los nexos americanos, desde los tiempos de Andrés Bello, primer correspondiente transoceánico, de forma que las naciones hennanas han comprendido que la lengua es el mejor pallimonio común, unificando criterios en su evolución. Lázaro Carreter logró sustanciosos medios del gobierno espa-
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ñol para actualizar las tareas lingüísticas, con la Fundación pro Real Academia, impulsando el banco de datos y la informatización del fichero, así como convenios con Microsoft e IBM para computar las novedades léxicas. Hoy existe una voluntad panhispánica y el Director de la Española preside la asociación internacional de Academias de la Lengua. Ésta es un imperio compartido por veinte naciones.
D. José Luis Peset disertó sobre "Las Academias y la Ciencia". Desde los novatores, los académicos son científicos preocupados por publicaciones precisas. Las Academias ilustradas fueron ámbitos de libertad y diálogo con interés por la ciencia moderna y la experimentación, en busca de saber~s útiles en geografía, historia, química, matemáticas y navegación. Fue importante el interés por la medicina de la primera Academia de Sevilla. La Academia Médica Matritense se volcó en los experimentos, disecciones, anatomía, la farmacia en relación con el Jardín Botánico y en sus sesiones se trataba de meteorología, epidemias, construcción de hospitales y adquisición de libros científicos. Las Academias ilustradas abrieron nuevos aprendizajes y formas de comunicación, desterrando los discursos inútiles y apoyando la experimentación que aún no había asumido la Universidad.
El Dr. León Carlos Álvarez trató de "Las Sociedades Económicas de Amigos del País: la madeja del entusiasmo y el imaginario". No es desprestigiarlas decir que fueron voluntaristas y poco prácticas, pero no tuvieron la originalidad que se les atribuye. Su pretensión de lograr la felicidad nacional fue muy imaginaria porque la felicidad colectiva no existe, dados los intereses contradictorios de los distintos segmentos sociales. Su entusiasmo ilustrado por la bondad natural del hombre, dañada por la ignorancia y el absolutismo, les llevó a pensar que los males podían vencerse con la capacidad de los sabios y el poder propulsor de la élite que ostentaba el liderazgo del progreso. Tal enfoque encierra la falacia de no ver la distancia entre realidad y utopía, produciendo fracasos. Así pues, su valor es relativo, aunque no se niega el acierto de determinados proyectos ilustrados y algunas de sus realizaciones.
Cerró esta segunda sección la ponencia de "Las Academias Hispanoame1icanas de la Historia", a cargo de D. Francisco Morales Padrón. Tales corporaciones fijaron la conciencia nacional tras la
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independencia, destacando las de Colombia, Venezuela, México, Bolivia, Santo Domingo, Chile, Puerto Rico, Argentina, Perú, Paraguay y Guatemala, que no acabaron de estar en activo hasta la mitad del siglo XIX. Todas pretenden salvar las fuentes históricas nacionales, mediante archivos, bibliotecas, mone tarios, etc. Las más sólidas son las de Argentina, Colombia y Venezuela. Hoy están coordinadas y han celebrado congresos en La Paz, Madrid, Uruguay, Lisboa, Chile, Caracas y Río de Janeiro. Habiéndose perdido muchos documentos, es preciso insistir en que la memoria de los pueblos se conserva en ellos, que han de ser protegidos.
La tercera sección del Congreso tuvo siete ponencias. La primera, titulada "Minervae Baeticae" corrió a cargo de D. Francisco Aguilar Piñal. Desde sus orígenes, Buenas Letras estuvo ligada a la Academia de la Historia, compartiendo sus académicos. De carácter laico, su lema es moralizante. Su emblema, el olivo, simboliza a Andalucía y mira al futuro sin despreciar las antigüedades. Pretendió siempre hacer trabajo científico, favoreciendo la investigación de colectivos y situándose en la modernidad. Superó la oposición de los frailes y asumió la investigación olvidada por la Universidad, carente de libertad de cátedra por temor a las herejías. En el siglo XVill sus académicos promovieron la renovación pero su esfuerzo ha sido olvidado y no han recibido el reconocimiento merecido.
A ésta siguió la ponencia de la Dra. Cinta Canterla sobre "La ciencia en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras". En Buenas Letras toda la teoría sobre el m agnetismo, la electricidad y las combinaciones químicas tienen en el siglo XVIII corno valedor al doctor Antonio Santaella en repetidas disertaciones experimentalistas. Lo mismo defendió en la Academia de Medicina, la Sociedad Económica y su cátedra universitaria. Estudió la luz, el aire, defendió la existencia de los fluidos calorífico, eléctrico, magnético, lumínico y atmosférico. De las condiciones ambientales se hacía depender el carácter de los pueblos. Así la melancolía estaba relacionada con la falta de luz, etc. Con Santaella y sus partidarios Newton se hacía fuerte y la nueva ciencia recibía un gran impulso.
En la tercera ponencia de la sección, "Las primeras disertaciones de los académicos sevillanos", D. Francisco Sánchez Blanco analizó los primeros temas debatidos en Buenas Letras: el origen de la filosofía mostró que cada filósofo aportó algo valioso; el origen
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del escepticismo y su utilidad para el adelantamiento de la ciencia defendía que esta doctrina era base de progreso. Hubo protestas y se dejaron los temas espinosos. El tema de la historia del Derecho manifestó las arbitrariedades de las leyes basadas en el privilegio. Esto afectaba a algunos prebendados presentes y no se entró en el fondo. El tema de la venida de Santiago a España resultó que tenía consecuencias en los derechos adquiridos por la Iglesia y el regalismo. La selección de temas revela preocupación intelectual y ejercicio de métodos alejados del púlpito y la cátedra. Más adelante, en el reinado de Carlos ID, Buenas Letras decae y el progresismo pasa a otros círculos extraacadémicos.
D. Antonio Garnica trató de "José Blanco White: del mundo académico a la heterodoxia". Blanco pierde la fe por un sermón de 1802, rechazando que el hombre sea sujeto de pecado sometido a penitencia y carente de libertad. No desea servir más a la Iglesia y se va de Sevilla a Madrid, a Cádiz y a Inglaterra, abrazando el anglicanismo. Una segunda crisis tiene en 1829 al votar a favor de la emancipación de los católicos británicos. Es atacado por los anglicanos de Oxford y se va a Dublín corno preceptor del hijo del arzobispo Whately. Otra crisis, de 1835, le lleva a Liverpool al ver perseguidos a los católicos irlandeses. Se hace unitario, congregación antiiglesia, sin clero ni dogmas y promotora de la filantropía. Es tenido por peligroso por los conservadores y los liberales. En la novela Lucía de Bustamante (1839) critica el cinismo de la buena sociedad londinense y se muestra favorable a lo mejor de la España perdida.
La ponencia de D. Francisco López Estrada trató de "La Real Academia Sevillana de Buenas Letras y la literatura del Siglo de Oro". En el XVill, el concepto de "Buenas Letras" era más restrictivo que el de "Bellas Letras". La Academia publicó algunas disertaciones como "Memorias literarias", que renacían las enterradas glorias del siglo dorado. El académico Cortés hace el catálogo de temas a tratar científicamente y con buen gusto: teología, jurisprudencia y medicina y los que se les asocian: botánica, historia, filosofía, oratoria y matemáticas. Todo tenía que ser tratado con buen gusto, leyendo autores del XVI como Ponce de León, Fox Morcillo, Herrera, Nicolás Antonio y otros. El académico Azara recomienda a Garcilaso. En los documentos de la Academia están Calderón, Moreto, Vélez de Guevara, Moliere, Racine y García de la Huerta. El
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empresario Calderi pide que sea Buenas Letras la que controle la moral de las representaciones teatrales.
La siguiente ponencia, ya en la recta final del Congreso y como punto álgido del mismo, fue expuesta por D. Rogelio Reyes sobre "Bécquer y la poesía académica de la Sevilla del siglo XIX: el magisterio de Albe1to Lista". La enseñanza de Lista sobre Bécquer permite a la Academia ufanarse de haber contribuido a alumbrar el mayor poeta español del XIX. Ese magisterio es visible en los poemas juveniles del autor de las Rimas, anteriores a 1859. Hay un nexo entre la estética de la Segunda Escuela Sevillana dieciochesca y el romanticismo becqueiiano. En Bécquer se ha insistido demasiado en la influencia germánica y del cante flamenco y no se ha visto lo suficiente el influjo estructural con materia culta inculcado en el colegio de Lista. Los modelos de poesía breve y natural ya están siendo vistos por la crítica en las seguidillas de Lista, donde a veces se produce una relación directa. El popularismo culto de las Rimas ya está presente en su poesía juvenil, acompañado de elementos ilustrados y clasicistas. Los trece poemas juveniles de Gustavo detectan el influjo de sus maestros sevillanos. En ellos, la elegía, el amor y la naturaleza evolucionan hacia lo musical misterioso con una carga de tradición culta y aire popular, dándose una armonía de naturaleza y hombre con el gusto por la ni.ebla. Las piezas más significativas son la "Oda a la muerte de Lista", los dos sonetos, la "Danza de la ninfa" y el poema a la coronación de Quintana, donde son evidentes sus deudas estéticas de signo ilustrado, procedentes de la herencia sevillana.
El Dr. Jacobo Cortines, último ponente de la sección, trató de "La Real Academia Sevillana de Buenas Letras y la poesía sevillana del siglo XX". Aunque los modernistas atacaron a las Academias, en Sevilla los jóvenes de la revista Bética (Buendía, Izquierdo, Cortines Murube) se mostraron respetuosos con Buenas Letras, más erudita que poética, gracias a Más y Prat, Lasso de la Vega, Hazañas, Rodríguez Marín y Amante Laffón. La Academia aceptó a representantes de la corriente modernista, como los Machado, correspondientes en Madrid. Cansinos también fue correspondiente. Más despegados fueron los ultraístas Garfias, del Vando y Adhano del Valle, críticos con el académico Montoto. El grupo de Mediodía, con Romero Murube, fue aceptado por la Academia que, tras la guerra del 36, nombró académicos de honor a
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Manuel Halcón, Juan Sierra y Aleixandre. De la generación del 36, Rafael Montesinos es correspondiente en Madrid. De los taifas del cincuenta y tantos, es académico Aquilino Duque, y de los años sesenta Joaquín Caro Romero. Posteriormente, otros autores y profesores juegan un gran papel en Buenas Letras, como Manuel Ferrand, Antonio Burgos, López Estrada, Juan Collantes de Terán, Rogelio Reyes y Jacobo Cortines.
La cuarta y última sección del libro contiene la Mesa Redonda que cerró el Congreso, con el título "Presente y futuro de las Academias". Para esta obra no se ha podido contar con las intervenciones de D. Rafael Manzano y D. Domingo Ynduráin. Tampoco estas Actas recogen las palabras inaugurales del Director de la Academia de la Historia, D. Gonzalo Anes. Sí se recogen otras tres intervenciones de la Mesa Redonda. La de Dña. Enriqueta Vila, que reflexionó sobre el Instituto de España que acoge a Buenas Letras, cuyos activos son sus recursos humanos que investigan, la biblioteca de 16.000 volúmenes y las sesiones públicas con intervenciones de autores actuales. El pasivo es la falta de medios, pero hay indicios de mejora para el futuro. D. Antonio González-Meneses, de la Academia de Medicina de Sevilla, cincuenta años más antigua que Buenas Letras, insistió en que tal Corporación es un referente ético para la sociedad y su principal tarea es colaborar con la Justicia, mediante peritos que le son continuamente solicitados ante las reclamaciones contra los médicos. Finalmente, el libro recoge la intervención de D. Pedro Luis Serrera, de la Academia Sevillana de Legislación y Jurisprudencia, que disertó sobre el Instituto de Academias de Andalucía, al que pertenecen todas las de las ocho provincias. La de Jurisprudencia realiza un importante asesoramiento al legislador que evacua múltiples consultas legales.
De esta forma, terminó el Congreso y concluye el tomo que reseñamos, dedicado a las Academias y que aporta las más que interesantes Actas. Sin ninguna duda, este encuentro internacional alcanzó muy notable altura y aquí nos ofrece, a nuestro parecer, una materia que nos merece un balance altamente positivo. Las brillantes intervenciones y ponencias han marcado un hito en la historia de Buenas Letras y de las corporaciones hermanas, hijas de la Ilustración. Ante estas instituciones se abre un futuro muy prometedor.
José Matfas Gil González
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GONZÁLEZ, PAULINO, Y REYES, ROGELIO, Los papeles perdidos de Isaac del Vando Real Academia de Buenas Letras-Fundación El Monte, Sevilla, 2003.
Basta leer el subtítulo de la esta edición para hacemos una idea de su contenido: "Documentos inéditos de un apóstol del ultraísmo", y efectivamente éstos serán el motivo principal del libro.
En la introducción (pp. 9-17) se nos acerca a la figura humana y a la significación literaria de Isaac del V ando ( 1890-1963 ). Se nos presenta como "un 'raro', uno de esos extravagantes personajes de ribetes bohemios", de una salud mental inestable y vaivenes económicos y literarios. Los prologuistas reconocen que a la vez que fue curioso personaje, con "más de pintoresco oficiante y animador de audaces aventuras estéticas que de literato de altos vuelos", es uno de los escritores asociados "con toda razón a la modernidad estética de las primeras décadas del siglo", y esto por alentar proyectos vanguardistas como las revistas Grecia (cincuenta números entre 1918 y 1920) y Tableros (1921-1922), que, junto con Ultra, fueron órganos difusores del ultraísmo en España. En la revista Grecia colaboraron importantes escritores de la vanguardia, españoles y extranjeros, desde Gómez de la Serna o Gerardo Diego a Marinetti, Breton, Borges o Huidobro, y su influencia posterior en el grupo sevillano impulsor de la revista Mediodía ha sido destacada por la crítica. Nuestro poeta tuvo el privilegio de la amistad y correspondencia literaria y epistolar con Jorge L. Borges, Cansinos-Asséns, Adriano del Valle, Guillermo de Torre, Pedro Garfias, etc., como puede verse en los documentos que se aportan en este libro, reencontrados en 2002 por los familiares y donados a la Academia de Buenas Letras de Sevilla .
El capítulo "Perfil biográfico" (pp. 19-39) recorre las vicisitudes vitales de Isaac del Vando (puede complementarse con la lectura del retrato que le dedica Ramón Carande en su Galería de raros, de 1982). Lo que más nos ha llamado la atención en el aspecto personal es su quebradiza salud mental (con intentos de suicidio ·incluso), mientras que en el aspecto literario destacan sus aventuras primeras en torno a las revistas citadas, adornadas con las ya tópicas excentricidades (si su gran amigo Adriano del
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Valle "puso un huevo" en el Ateneo, Isaac del Vando quería bañarse en la playa con armadura medieval). Poco tiene esto que ver, más allá de la anécdota y del sentido vanguardista contextual, con su calidad literaria, en la que ahora nos centramos.
Su obra poética ofrece un solo libro, La sombrilla japonesa, editado en 1924, "libro de desigual factura", como lo definen Paulino González y Rogelio Reyes, influido por los aspectos variados del vanguardismo y hasta de la poesía popular andaluza, combinación nada rara en otros autores de su entorno como Adriano del Valle o Rafael Porlán, o, con más renombre, García Lorca y Alberti. Este libro de poemas fue bien recibido (Femando Pessoa lo acogió y en Hispanoamérica fue apreciado Isaac del Vando). Pero la gloria de su autor parecía más unida a su papel como propulsor de Grecia, revista de la que existe una edición facsímil reciente (1998) al cuidado de José María Barrera. No obstante, La sombrilla japonesa ha tenido la oportunidad de una reedición en 1980, dentro de la colección del grupo Dendrónoma de Sevilla. Entonces se editaron 650 ejemplares en una cuidadísima edición a cargo del librero y escritor Padilla. En ese momento, la obra de Isaac del Vando fue recuperada, casi descubierta, en opinión del crítico Emilio Miró en las páginas de la revista Ínsula en 1982. Un año antes, en otra reseña, se lamentaba Jorge Urrutia de que la obra no tuviera un oportuno prólogo "para aclarar lo que de ultraísta pueda tener el libro". «Luna llena» es el poema que reproducían en el tríptico que sirvió de presentación de la obra en Córdoba (20-XI-1980). El poema está dedicado a Ramón Gómez de la Serna:
Devuélvele sus globos a los niños. Redoma de estrellas de colores. Espejo de bolsillo para los pensadores. Bandeja de oro para las Salomé ultraístas. Sudario blanco para los enamorados de la Muerte. Tamboril alegre de la Virgen del Rocío. Gargantilla de perlas para las novias tristes. Sombrilla de seda de equilibrista japonesa. ( ... )
Los documentos que González y Reyes han recuperado y reproducido (pp. 41-160) tienen la variedad y la riqueza de todo
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lo inédito e interesante. Se dividen en fotografías, textos varios del poeta, cartas y postales a Isaac del Vando, certificaciones y documentos complementarios, viajes a América, otros documentos y varios. Todo un mundo personal y literario de un hombre y poeta signado por la vanguardia y el desequilibrio. Avatares vitales y experiencias literarias en las que la amistad o la desazón se alternan, en las que la ilusión y el decaimiento se reparten por igual. Documentos nunca fríos, pues están llenos de vida, y tienen en muchos casos un interés especial para conocer las relaciones literarias de principios de siglo. Con una bibliografía y un índice onomástico imprescindibles y utilísimos se cierra esta edición que nos ha acercado con sencillez y objetividad a la figura de un peculiar personaje literario de principios del siglo XX. La vanguardia sevillana y española está desde ahora en deuda con Paulina González y Rogelio Reyes por esta aportación tan esmerada y competente.
CUENCA TORIBIO, JOSÉ MANUEL.
José Cenizo Jiménez, Universidad de Sevilla
Catolicismo social v político en la España contemporánea (1870-2000). Unión Editorial, Madrid, 2003.
Pergeñado a partir de un estado de la cuestión exhaustivo y desde el análisis de la producción historiográfica más actual, lo primero que llama la atención al lector del último libro del prolífico catedrático cordobés es la magnitud del empeño realizado: una visión panorámica y revisionista del impacto del catolicismo social y político español desde el último tercio del siglo XIX.
Si la magnitud del trabajo sorprende, la óptica comparativa regional en algunos de sus capítulos da aquí los mejores frutos. Tan frecuentados , como estamos, de estudios fragmentarios y locales, este libro demuestra que la vía comparativa regional es especialmente fértil, y hasta necesaria, en el momento actual de la historiografía contemporaneista española.
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Los lectores más exigentes, pudieran echar de menos referencias en algún punto más relacionadas con citas comparativas extranjeras del catolicismo occidental. Pero es suficientemente conocido que este mismo autor ya las ha roturado en numerosas obras precedentes y que su inclusión tal vez desbordaría un aparato critico ya de por si ingente en esta obra de compromisos historiográficos cumplidos.
Tras un pórtico introductorio acerca de los antecedentes directos ochocentistas, el plan de trabajo esta dividido en una estructuración dual, temática y cronológica, que articula todo el índice general en tomo a la azarosa articulación de una presencia política de inspiración cristiana y, sobre todo, a la dinámica pero nunca acabada actividad social y sindical del catolicismo español. Sólo a partir del planteamiento de los primeros fracasos del catolicismo político, se ofrece una presentación valorativa de la consolidación del asociacionismo cristiano de finalidad gremial y sindical desde comienzos del XX, glosando el mayor peso rural y detallando su implantación a partir de una división geográfica simple -sureña y norteña- pero efectiva y clarificadora a la par. A continuación se pasa a dibujar la débil línea del sindicalismo católico profesional, el más urbano. Y se culmina tan vasto ensayo con la exposición, ciertamente revisionista, del papel político y sindical del catolicismo sociológico en la II República, el impacto traumático de la guerra del .36, el mundo tan mutilador de la dictadura franquista y la postrera travesía demócrata-cristiana, ya en la Transición.
Toda esta empresa intelectual se ha conciliado en torno a la presencia de dos imperativos: dar cuenta de la diversidad sociológica y asociativa del catolicismo español y retratar las líneas de fuerza que dan a su evolución, en relación al mundo político y social moderno, intelegibilidad histórica.
Ya se ha avanzado que rastreada historiográficamente de manera exhaustiva -y hasta sorprendente para un empeño individual- por el autor de la monografia que se reseña y valorada a la escala de siglo y medio, la historia de esta presencia muestra la importancia del hecho asociativo profesional agrícola a pesar de sus discontinuidades, así como las limitaciones manifiestas de su
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traducción genuinamente política, salvo etapas más avanzadas del XX. En especial, el profesor Cuenca facilita apreciar como una verdadera 'economía social», agrícola y rural, comenzó a afirmarse desde el último tercio del siglo XIX. Dado su peso en la población española, las familias campesinas representaron por ese tiempo -y por largo tiempo entre nosotros- un objetivo político y social considerable. Una auténtica prolificidad de sociedades e institutos se desarrolló, reflejando el arco iris ideológico de entonces, con sus obediencias, sus representaciones respectivas y sus notables oposiciones. El cristianismo social no fue ajeno a estas ambiciones. En no pocas ocasiones representó, siquiera funcional y organizativamente,un aporte mayor. Dicho de otra manera, de la lectura de la obra reseñada se concluye que durante bue- · na parte de nuestra historia contemporánea especialmente el marco campesino estuvo muy influenciado por la apuesta católica en determinadas zonas del espacio peninsular, donde llegó a ser predominante.
Estas valoraciones no dejan de ofrecer originalidad historiográfica. Generalmente se ha presentado la historia de las asociaciones y del marco social surgidas de dos matrices: confesional y de clase, peraltándose en nuestra tradición investigadora el peso del movimiento obrero de talante transformador. En el último de los casos, se trata de una historia relativamente bien conocida y, sobre todo, muy trabajada. Otras dinámicas lo son menos, no habiéndose beneficiado de trabajos comparables, construidos sobre la explotación de archivos y testimonios documentales equiparables. Tal vez por ello son asimismo raros los ensayos de porte nacional sobre la génesis y el desarrollo de los movimientos asociativos, sociales y políticos, imbuidos directa o indirectamente por la corriente del catolicismo. Durante los últimos lustros, con todo, las nuevas orientaciones epistemológicas y la pleamar de la producción historiográfica regional las han enriquecido, implicando una multiplicación y un estallido de puntos de vista. Por ello mismo se hace justo destacar el aporte de obras como ésta que, sin renegar de los aportes teóricos más diversos, privilegian una aproximación general, una perspectiva globalizadora. Con este Catolicismo social y polftico en la Espaíia Contemporánea. José Manuel Cuenca resuelve el desafió con éxito. Muy informado y
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atento a los trabajos más recientes, el ensayo que presenta logra con eficacia resumir y enjuiciar sin compromisos apriorísticos, y sin cortocircuitear.
Inscribiéndose por lo demás en el sentir renovado que lanza, sobre la religión y su proyección social, una mirada emancipada tanto de lecturas ortodoxas dictadas al compás de los siglos por la Iglesia misma, cuanto de las construidas a partir de miradas más descreídas, el profesor Cuenca adopta una observación generosa pero crítica. Del tipo de la exigible a un verdadero profesional de la Historia. Sus análisis interpretativos, surgidos a partir de un estado de la cuestión apabullante en exahustividad, suelen ofrecer un tono con todo pesimista. El autor constata la esclerosis final de las corrientes mayoritarias del catolicismo social y político en su aplicación práctica, siempre por lo común escasas de continuidad y de verdadero impacto social en el mundo popular. Lamenta la marginación sufrida por el catolicismo sindical más vindicativo e independiente por parte de las propias jerarquías eclesiásticas. Más aún; en sus conclusiones finales los propósitos se toman severos acerca de un sindicalismo y una sensibilidad política que no acabaron de tomar cuerpo sociológico en este espacio de oportunidades perdidas que significó el más reciente mundo contemporáneo para los católicos españoles. La desazón y la mirada desencantada son, en ocasiones, patentes. Cabría preguntarse si la intencionalidad del autor es exorcizar el futuro de la articulación social y política española o sólo mostrar las debilidades e inconsistencias del pasado más reciente, a través de un recorrido crítico que toma en esta ocasión ejemplo a partir de una mirada del catolicismo más directamente relacionado con la «cosa pública» y los problemas sociales. ¿Se avisa o sólo se constata?
Obsesionadas por el mantenimiento del orden social, las corrientes del catolicismo social no siempre profe sarán sintonía con las verdaderas necesidades del mundo del trabajo; pero el celo con el cual atacarán a las veces el problema de la pobreza y las energías que desplegarán en la edificación de un verdadero sindicalismo católico merecen ser evaluadas en su justa importancia. «Coloso con los pies de arcilla», el catolicismo español recibió con dureza los golpes de la sociedad moderna. El moralismo con que se imbuyeron sus representaciones sociales explica asimismo las limi-
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taciones de su reactivo celo renovador. El profesor Cuenca en su libro saluda la implicación final del catolicismo más contemporáneo en el combate a favor de la justicia social, pero deplora las inconsistencias e irregulalidades de su proyecto español.
Podemos medir el camino recorrido por la jerarquía católica misma, si consideramos las novedades ideológicas dispuestas por la enáclica Rerum Novarum, que constituye un paso mayor en esta dirección. Después de haber muy severamente juzgado a los católicos sociales, el Vaticano propuso un texto antiliberal, antisocialista y tradicionalista donde se postulaban abiertamente la noción del justo salario y el estudio de las reformas necesarias. Bemanos dijó de la encíclica de León XIII que «la tierra tembló ese día», al conjuntarse el mensaje evangélico y la nueva percepción de los problemas sociales. El libro del profesor Cuenca constata que esto fue cierto en pai1e, pero que en parte también el catolicismo no supo dar consistencia a ese intento de acomodarse al mundo y a los nuevos valores del trabajo y la democracia.
En fin, este trabajo muestra todo el interés que una investigación sobre el catolicismo en España puede tener para mejor comprender las relaciones en ocasiones tensas, pero a fas veces muy fructíferas, entre religión y modernidad. Nótese asimismo la ambición de estilo que rezuma toda esta obra de porte ensayístico. Un ensayismo cuya elegancia se pone a veces en sintonía con cierta majestuosidad parsimoniosa en la que, asimismo, caben las intrusiones a una expresión más directa, muchas veces presentida a través del eco que dejan ciertas frases y palabras capaces de hacernos regresar, con ferocidad imprevista. al mundo de todos los días. Ese esfuerzo y ese afán literalios merecerían en futuras ediciones la corrección de algunas erratas editoriales (por ejemplo «Rerun Novarum» por «Rerum Novaram» en la página 30 y la nota 1 del capítulo TI; ASV, «Acción Social Popular», por ASP en la 265; elípsis en la 44). Algo más numerosas en ciertas notas a pie de página (por ejemplo notas 30 y 36 del capítulo 1, 1 del II, 118 y 119 del IV) .
Las razones de leer el libro Catolicismo social y político ... son numerosas y hasta urgentes. Sobresalen dos. En primer lugar, es necesario destacar el esfuerzo interpretativo que realiza aquí el contemporaneista sevillano quién, integrando los propósitos de tra-
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bajos precedentes de tipo general y sobre todo los m'ás numerosos de ámbito local hasta ahora escasamente agavillados, consigue firmar un estudio conclusivo y original en no pocos aspectos (por ejemplo ajustando la importancia de las prácticas católicas asociativas en el mundo del trabajo rural, peraltando la participación y la movilización de las mujeres en el seno de sus distintas organizaciones confesionales, revisando el origen sociológico y cultural de la CEDA). En conjunto, este trabajo ilustra mucho de las nuevas y fecundas tendencias en his toria política, social y de la cultura religiosa. Y no pocos esclarecimientos sobre cuestiones apenas documentadas a escala nacional. La segunda razón no por más evidente es menos importante: desconocer el lugar ocupado por el catolicismo en la reciente Historia de España es condenarse a no comprender nada. Sólo cabe felicitarse por la publicación de un libro que habremos de tener a mano obligatoriamente los que nos interesamos por el pasado y el presente español desde no pocos puntos de vista. Porque este estudio representa una llave para abrir el relativo hermetismo historiográfico de instituciones y modelos de participación sociopolíticos similares, que aquí obtienen una valoración inicial y una contextualización histórica que nos ha de ser muy útil, y en muchos casos.
Fernando López Mora Profesor Titular de Historia Contemporánea de la UCO