republicanismo y sociedad burguesa. fernando inciarte

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Política

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    REPUBLICANISMO Y SOCIEDAD BURGUESA

    [En Inciarte, F., Liberalismo y republicanismo. Ensayos de filosofa poltica. Eunsa, Pamplona, 2001]

    En mi poca no se asusten; en los aos treinta la distincin entre republicanos y monrquicos era tan tajante como superficial desde el punto de vista de las ideas polticas. Los primeros eran religiosos catlicos, los segundos no; stos eran liberales, aqullos no. Lo contrario, en todo caso, es verdad. Si no es que se les distingua por la forma del sombrero. En este caso, mejor era hablar, como Gil Robles, de la accidentalidad de las formas de gobierno. Con esto lo que se quera decir es que repblica y monarqua eran compatibles con cualquier rgimen poltico, que su oposicin era superficial e innecesaria, que se puede ser liberal y monrquico tanto como autoritario y republicano. Por rgimen poltico se entenda aqu, a su vez, algo bien superficial: el que a la cabeza hubiera un rey o un presidente. Y, en efecto, eso es completamente alea-torio. La monarqua no tiene por qu ser hereditaria, y un presidente con fuerte poder es ms monrquico que un rey constitucional.

    Todo esto no corresponde a la terminologa clsica, para la que hay una incompatibilidad de principio entre monarqua y repblica.

    Recuerdo que por aquel entonces como ven lo de los aos treinta es verdad le, pero ya en los cuarenta, en El Vicario de Wakefield un prrafo que empez a dar luz sobre los trminos exactos del problema. Deca ms o menos as: yo prefiero la monarqua a la repblica; en aqulla slo manda uno, con lo cual est tan lejos de uno mismo que no se puede ocupar de ti y te deja en paz, mientras que en la repblica los que mandan son tantos que no te los puedes quitar de encima. La monarqua, pues,

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    como la garanta de la libertad y la repblica como forma de opresin. Se trataba, en una palabra, justamente de lo contrario a lo que, en mi poca, uno oa por todas partes; de lo contrario, por ejemplo, al fervor callejero con que se recibi la noticia de la abdicacin de Alfonso XIII y la pro-clamacin de la repblica el 14 de abril del 31.

    La paradoja slo se explica por un giro completo, por una revolucin en la acepcin de la palabra libertad. Si por libertad se entiende la libertad privada, es decir, burguesa, entonces el principio monrquico es el garante de la libertad, pero si por libertad se entiende no la del burgus, sino la del ciudadano, o sea la libertad pblica o poltica, entonces su garante es el principio republicano. El vicario, o el personaje de que trataba en la novela, se estaba refiriendo a la libertad privada; las masas callejeras del 31 con razn o sin ella a la pblica. El primero era un burgus, parti-dario de la ideologa de corte y perteneciente as al court party, los otros dicho anacrnicamente al country party. De esto pronto ms.

    Libertad significa en un caso la posibilidad de participar en la cosa pblica, en la res publica; en el otro, posibilidad de dedicarse a sus pro-pios quehaceres. En este sentido, la sociedad burguesa propiamente dicha tiene que abogar por el principio monrquico y su prototipo clsico (no cronolgico) es aquella a la que se diriga el bien llamado rey burgus, Luis Felipe de Orlens, con su famoso enriquecos!

    Si quisiramos buscar su contrapartida clsica republicana, la podra-mos encontrar en el senador romano Catn con su terca oposicin a Csar, cuando ste amenazaba con sus ejrcitos, y con la clientela que su fastuoso tren de vida le deparaba, la autoridad aristocrtica del senado. Hamilton, el nico revolucionario americano con palabras y obras ms de burgus que de republicano deca con razn: "Catn era el tory, Csar el whig de su tiempo... Catn muri por la repblica, Cesar la destruy", razn de ms para Hamilton, amante del xito por encima de la virtus republicana, para, si no despreciar, s menospreciar a Catn. Y es, en efecto, la oposicin entre la repblica y el imperio romano la que ha dado desde siempre el modelo para esos dos tipos de rgimen poltico.

    Por lo dems, la incompatibilidad de monarquismo y republicanismo vale, en general, slo en el sentido de los tipos ideales maxweberianos. Para poner slo un ejemplo: Suiza es el caso tpico de republicanismo desde que se segreg del Imperio de un imperio, por cierto, ms bien republicano hasta nuestros das; pero la austeridad republicana que la caracterizaba en tiempos ms prximos a Guillermo Tell que los nuestros

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    apenas tiene algo que ver con la riqueza propiamente burguesa de bourgeois ms que de citoyens que la caracteriza hoy da.

    Sin embargo, el fusil en el armario y las continuas votaciones canto-nales son por exigua que sea la participacin en estas ltimas las dos caractersticas primordiales del republicanismo clsico: la milicia cvica en oposicin al ejrcito permanente, por una parte, y la decisin poltica en la asamblea pblica, sea sta senado, sea asamblea de la plebe, por otra. Si en sus tiempos de mayor penuria, los suizos constituan el ejemplo tpico de soldados mercenarios, lo eran slo fuera de la confederacin. A ttulo de curiosidad aadir que para Tocqueville la constitucin suiza de su tiempo era el paradigma del espritu antidemocrtico. Esto, ms que subrayar la distancia que puede existir entre tipo ideal y realidad concreta, principio y aplicacin, nos puede servir aqu para indicar el aspecto aristocrtico del genuino republicanismo. Tan republicanos eran los fron-distas derrotados por Luis XIV, como los comuneros por Carlos V, o, sin llegar a esos extremos subversivos, tan republicano era el aristcrata Fnelon como cualquier frondista o comunero, a diferencia de Bossuet, tpico representante de la pujante burguesa bajo el amparo del Rey Sol en el primer Estado-nacin moderno y bajo el amparo tambin de la iglesia galicana.

    No por casualidad, Fnelon se consideraba a s mismo miembro no de esa iglesia sino de la germnica, es decir de un imperio ni racional ni absolutista. El Sacro Imperio era, en efecto, de entraa republicana. En l no haba separacin de principio entre Estado y sociedad, intereses parti-culares y generales. En cambio, los Estados nacionales, absolutistas y burgueses, surgen por oposicin no slo a ese imperio de caractersticas hasta cierto punto republicanas sino tambin a la sociedad. Y al fundarse en consecuencia sobre el principio de soberana, desconocido en el Sacro Imperio, los Estados nacionales se arrogan una facultad bsicamente legislativa, a diferencia del emperador cristiano que no era ms que apli-cador de leyes naturales, es decir, juez, aparte, por supuesto, de ser tam-bin factor supremo de orden y de unidad. El Sacro Imperio se rega por la sociedad de la que constitua su mera forma de organizacin, mientras que el Estado nacional burgus, en todo caso, modela l mismo a la sociedad.

    De especial importancia para la dicotoma republicanismo-sociedad burguesa aparte por ejemplo de la tensin entre la Castilla monrquica y el Aragn republicano tan trgicamente sufrida por el Conde Duque de Olivares en su lucha contra la Francia de Richelieu es sobre todo la

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    oposicin, a la que ya alud, entre corte y aldea o campo, court y country, a partir de Antonio de Guevara con su famosa Alabanza de aldea y vitu-perio de corte, en la Inglaterra de la Edad Moderna.

    La dinasta de Hannover todava hoy da all reinante se ali con la burguesa en un alarde de riqueza comercial y brillantez cultural de la que la msica de Haendel puede dar una buena idea acstica. La oposicin aristo-democrtica de la Inglaterra tradicional de los tories, a pesar de considerarse a s misma jacobita, era ms bien jacobina, por lo menos por lo que el destronado Jacobo II hubiera podido tener de absolutista. Es la oposicin del country party contra una corte que con sus recursos manipula, real o supuestamente, al parlamento a travs de los whigs, no de los old sino de los nuevos whigs partidarios de la guerra de los siete aos y con ello de un ejrcito permanente, no republicano. El burgus puede seguir enriquecindose en casa a expensas de la guerra.

    La oposicin entre esas dos Inglaterras puede seguirse todava, por ejemplo, en la violenta diatriba de Chesterton contra la influencia neoger-mnica en Gran Bretaa publicada en plena primera Guerra Mundial bajo el ttulo Los crmenes de Inglaterra. Si se lee el panfleto se descubre que esos crmenes son los inspirados por el rgimen de Hannover, o sea germanos, bien entendido que los gelfos hannoverianos nada tienen que ver con el Sacro Imperio Romano Germnico, por ejemplo gibelino, y s mucho con la Francia de la noblesse de robe (de toga) y no d'pe (de espada) de Richelieu y Luis XIV.

    Las dos actitudes republicana y de sociedad burguesa se pueden ver mezcladas y distinguidas en la vida y en la obra del terico que, desde la cada del Imperio Romano, ms lcidamente reflexion sobre sus correspondientes principios. Me refiero a Maquiavelo.

    Las circunstancias accidentales, la fortuna en una de sus vueltas o revoluciones que le oblig, a Maquiavelo, a intentar medrar y escribir El Prncipe dedicado a un Medicis, hacen con frecuencia olvidar su ntido republicanismo tal y como se refleja sobre todo en sus comentarios a las primeras dcadas de Tito Livio y cmo pas despus a inspirar a travs de la ideologa de la country las revoluciones tanto norteamericana como, pocos aos despus, francesa.

    Si de algo era partidario el Maquiavelo florentino, lo era de la austera, catoniana, repblica de Savonarola. Y si algo le tiene que reprochar a ste, es slo el haber desestimado la necesidad de defenderse con las armas en la mano dejando al margen el afn de lucro, es decir, con una milicia

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    cvica. Y entre las muchas cosas que tiene que reprochar a los Medicis es que su munificencia artstica y su refinamiento cultural tuvieran que ser pagados, necesariamente, con la compra de mercenarios y, as, en defini-tiva con la venta de Florencia y de toda Italia a las potencias extranjeras, Francia y Espaa.

    Ese es el Maquiavelo que, a travs, sobre todo, de la Oceania de James Harrington, ms contribuy a implantar en la constitucin nortea-mericana los principios de la Roma republicana en contraposicin al presidencialismo monrquico-imperial de aquella Federacin. Que bajo el amparo de ste la sociedad burguesa ha adquirido precisamente en los Estados Unidos un auge sin precedentes con una legislacin cada vez ms favorable al acopio de propiedad privada, es bien sabido. Hamilton se ha impuesto a la larga contra el republicanismo, incluso, contra el fede-ralismo moderado (o sea, en el fondo, contra el centralismo moderado) de su colega Madison en la campaa publicstica conocida bajo el nombre de El Federalista.

    Esto no quiere decir, sin embargo, que el republicanismo no siga jugando un papel todava hoy importante en la vida de esta nacin. La existencia de un Senado al que cada estado enva dos miembros inde-pendientemente del nmero de votantes lo demuestra claramente. Y lo mismo el contrabalance de ese procedimiento aristocrtico-republicano por obra del republicanismo democrtico de la Cmara de representantes elegidos en los estados quasi-confederados segn un procedimiento ms conforme con el espritu de la mxima "un hombre un voto".

    Por otra parte, los Estados Unidos, no estn tan lejos como Europa del hroe romano Cincinatus (no en balde el nombre de la ciudad all) que dejaba su arado para guerrear y lo volva a tomar cuando la res publica ya no le necesitaba. Los polticos en Estados Unidos son menos profesionales que en Europa, no constituyen, por decir as, un ejrcito civil permanente, cambian ms frecuentemente sus ocupaciones profesionales por la poltica, y viceversa que aqu, son, en una palabra, ms republicanos. En este sentido, los polticos que, sin aludir a nadie, cambian la poltica por el bufete y al revs son tambin ms republicanos que los que no tienen bufete a que volver. Por paradjico que parezca, estos ltimos son ms burgueses, hacen de la poltica su profesin, es decir, su inters propio. Esto, por supuesto, va en contra de la virtus maquiaveliana, pero no nece-sariamente de la virtud moral.

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    No menos importante para la ideologa republicana que Maquiavelo es Rousseau. En l confluyen de manera ms activa an que en Maquiavelo los rasgos predominantes de los principios antimonrquico y antiburgus del republicanismo, si bien con la ausencia de su componente aristocrtica. En su alma profundamente franciscana (el franciscano y la revolucin!) no falta ni tan siquiera el desprecio por las riquezas de este mundo. Pero lo ms caracterstico es su rechazo radical del principio antirrepublicano de la representacin.

    La misma magnitud de las sociedades actuales, su tamao, hacen evidentemente imposible, incluso en Suiza, un republicanismo puro. La sociedad burguesa trmino acuado por Hegel a partir de la societas civilis medieval y utilizado despus, tambin en un sentido opuesto al de societas civilis por Marx para caracterizar el encuadramiento social del capitalismo se impone inexorablemente cada vez ms aunque no sea sino por el aumento de poblacin. Pero esto no quiere decir que el republicanismo est muerto. A su modo, la huelga general espaola del 14 de diciembre del 87 fue una seal de protesta republicana en un rgimen digamos monrquico dentro de una desenfrenada sociedad burguesa. Las revoluciones, grandes o pequeas, siempre han tenido un cariz repu-blicano. Y curiosamente han representado un giro hacia atrs de la rueda de la fortuna contra la corruzione burguesa en favor de la virt maquia-veliana, o sea, una vuelta a los orgenes ms sencillos de la humanidad y, en especial, del hombre como animal poltico: un ridurre ai principii, como el mismo Maquiavelo deca. En este sentido, tambin el primer impulso de la revolucin luterana y calvinista fue genuinamente repu-blicano contra el lujo renacentista. Slo que la dialctica de la historia ha hecho otro giro de la rueda de la fortuna que de all surgiera la sociedad burguesa ms rica que conoce el mundo.

    Por supuesto, no slo la mayora de los padres fundacionales de la Revolucin americana, tambin por supuesto los de la francesa Robespierre, Saint Just, Marat, etc. eran, lo mismo que Marx (y, a pesar de los hechos, Lenin) fervientes republicanos, lo cual no tiene tanto que ver con el rechazo de un rey (por supuesto, constitucional) como con la lucha por la virtud poltica contra la corrupcin tambin poltica, es decir, contra el espritu de partido en un Estado enajenado a la sociedad.

    Si quisiramos caracterizar con dos palabras la quintaesencia de esas dos actitudes, tendramos que recurrir a los trminos de riqueza y pobreza, ambos tomados en su sentido ms amplio.

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    No es de extraar que Rousseau considerara a las ciencias y a las artes, a la cultura y a la sociedad, no como paradigma del progreso sino como origen, por lo dems inevitable, de la corrupcin del hombre. Si la renovacin de las artes y de las ciencias ha contribuido a la purificacin de las costumbres: al leer ese ttulo todo su primer discurso se le present de golpe como a Mozart sus sinfonas. Sin embargo, ya la misma pregunta del ttulo en el concurso de la Academia de Dijon indica que la respuesta negativa no era nueva. El refinamiento corrompe al enajenar al hombre de sus deberes cvicos y con ello de s mismo como animal poltico. Lo lejos que en nuestros das estamos, en general, de la ideologa republicana, lo muestra la consideracin, por lo dems hoy da corriente, del Estado como un particular ms, como una empresa ms de la sociedad burguesa. Es lo que los nicos republicanos que quedan, es decir, los tradicionalistas, llaman la sinarqua, y lo que los socialistas, como sucesores del libera-lismo del siglo pasado, han entendido muy bien.

    Este es el momento de precisar un punto apenas aludido al principio: la oposicin entre liberalismo y republicanismo. La oposicin parece contraintuitiva: no slo desde las ideas reinantes en los aos treinta sino, sobre todo, porque, al eliminar en lo posible el Estado y reducirlo a la sociedad, el liberalismo parece coincidir, en efecto, con el republicanismo. Pero esto no es verdad, porque la sociedad a la que el liberalismo revierte no es tanto la sociedad poltica como la econmica, con las leyes del mercado. En l, como en el republicanismo, hay, s, autonoma de todos y no sujecin a un Estado distinto de cada uno. Pero en el liberalismo esa autonoma tiene un carcter particular y no general. El ideal del liberalismo se encuentra ms en el burgus que en el ciudadano. La esencia del burgus reside en la preeminencia de lo particular sobre lo general, lo econmico sobre lo poltico. Slo en este sentido el liberalismo va contra el Estado (tendencialmente absoluto). A lo que en realidad se opone es, ms bien, al primado de la poltica. Y en esto, no es republicano ni lo puede ser.

    En la poca de Franco, tanto ste como Madariaga abogaban por una democracia orgnica: el pueblo elegira los municipios y estas entidades intermedias, a su vez, elegiran las supremas. Pero lo que ambos entendan por esa democracia eran cosas totalmente diferentes. Para decirlo con palabras usuales en la revuelta estudiantil de los aos sesenta y setenta: para Madariaga cada instancia, an la ms baja (el pueblo votante) debera tener un mandato poltico general, para Franco no. En este sentido, valga la paradoja, Franco era ms liberal, y Madariaga ms republicano.

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    Toda la historia poltica de Occidente lo ms tarde desde el surgi-miento de las repblicas noritalianas gibelinas hasta nuestros das est marcada pese a la tendencia predominante en contra del republicanismo por una tensin entre esos dos principios: el de la riqueza con el peligro de corruzione y el de la pobreza con su prurito de virt: la eterna cuestin de la primaca del bien comn o del bien individual. Y as no es de extraar que ambos hayan dejado sus huellas tambin en la literatura social. Para citar slo un ejemplo, el autor de Robinson Crusoe era, en contra del autor de Los viajes de Gulliver, un activo promotor de los principios burgueses antirrepublicanos cuyo smbolo mximo haba sido la creacin del Banco de Inglaterra. Hamilton, por cierto, quiso ya crear un Banco en los Estados Unidos. Contra nada se opona la ideologa opuesta, el country party, con tanto empeo como contra el principio fantasmagrico por especulativo del crdito, que ms all de la sustitucin del intercambio natural por el dinero, hizo dar otro giro ms a la rueda, esta vez elptica, a la rosca de una posible corrupcin. Es la Inglaterra que celebra su triunfo por ahora definitivo de Walpole y que un siglo ms tarde har su aparicin des-lumbrante en la primera exposicin universal de 1851 en Londres: el triunfo de lo artificial sobre lo natural, de las mltiples posibilidades sobre las modestas realidades, pero tambin de la ilusin sobre la realidad misma, el triunfo, por decirlo con una sola palabra, del fetichismo. Fetichismo es fundamentalmente sustitucin: del todo por la parte, de lo real por lo imaginario, del trueque natural por el dinero, del oro por el papel, del pago al contado por el crdito, de la cosa por la imagen, del valor de goce o consumicin por el valor de cambio, del significado por el signo; es tambin el origen de las perversiones investigadas por Freud. Con esto quiero indicar nicamente la importancia del tema fuera del marco de la filosofa poltica.

    Para terminar, cito nicamente tres ejemplos: la modernidad racionalismo y burocratismo es, por centralista, claramente antirre-publicana, mientras que la as llamada postmodernidad es, en todo caso, desenfrenado juego de signos al final sin realidad alguna detrs de ellos. Segundo ejemplo: para el republicano el fundamento de la moral se encuentra en la naturaleza es el derecho natural clsico, para el burgus en la razn derecho natural moderno. En trminos epistemolgicos tercer ejemplo es la discusin sobre si hay un pensamiento sin lenguaje o signo, un pensamiento puro, o no. El pensamiento sin lenguaje no puede ser ms que un pensamiento pobre, lo cual no quiere decir que no sea posible; el pensamiento rico coincide con el lenguaje, no es ms que la

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    interiorizacin de las opiniones que privan en la sociedad burguesa, el principio de la opinin pblica, mximo enemigo de la libertad repu-blicana, es decir, de la independencia poltica.