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Representaciones Sociales del agua en un contexto de conflicto socioambiental por exploración minera - corregimiento de Palocabildo Jericó-Antioquia Juan Camilo Isaza López Universidad Nacional de Colombia Facultad de Minas Departamento de Geociencias y Medio Ambiente Medellín, Colombia 2016

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Representaciones Sociales del agua en un contexto de

conflicto socioambiental por exploración minera -

corregimiento de Palocabildo Jericó-Antioquia

Juan Camilo Isaza López

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Minas

Departamento de Geociencias y Medio Ambiente

Medellín, Colombia

2016

Representaciones Sociales del agua en un contexto de

conflicto socioambiental por exploración minera -

corregimiento de Palocabildo Jericó-Antioquia

Juan Camilo Isaza López

Tesis o trabajo de investigación presentado como requisito parcial para optar al

título de:

Magister en Medio Ambiente y Desarrollo

Directora

MSc. Aura Luz Ruiz Arango

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Minas

Departamento de Geociencias y Medio Ambiente

Medellín, Colombia

2016

A mi familia

…por su infinito amor y paciencia.

Agradecimientos

A la profesora Aura Ruiz, directora de tesis, por su ayuda, conocimientos,

experiencia y orientación ofrecida. A Porfirio Garcés Garcés, guardián del

territorio, líder y sentipensante del corregimiento de Palocabildo, por su amistad

brindada y sabiduría puesta al servicio de la vida. A Fernando Jaramillo por su

colaboración y ejemplo decidido en defensa de la naturaleza, la cultura y el

territorio de Jericó.

A la comunidad campesina de Palocabildo y habitantes del municipio de Jericó y

del Suroeste que decididamente defienden sus aguas y su territorio y compartieron

sus experiencias, en general a todas las personas que brindaron la información y

el apoyo necesario para el desarrollo de esta investigación.

RESUMEN

Con el auge de la gran minería extractiva en Colombia y en general en América

Latina, caracterizada por la ocupación y reconfiguración de territorios y

ecosistemas, han surgido desde las localidades una serie de conflictos

socioambientales con alcances regionales, como es el caso del Proyecto

Quebradona llevado a cabo por AngloGold Ashanti, en el corregimiento de

Palocabildo - municipio de Jericó - Suroeste antioqueño. Desde la

conceptualización de la ecología política, la teoría de la representación social en

su enfoque procesual, y a partir de un trabajo etnográfico soportado en métodos

cualitativos, se analiza desde la perspectiva de los campesinos y actores del

casco urbano declarados en oposición a las exploraciones mineras las

representaciones sociales del agua que emergen en el conflicto, y de cómo el

agua se convierte en un dispositivo político que permite la movilización y acciones

colectivas en defensa del territorio, la cultura y el medio ambiente. El agua

afectada por las exploraciones y explotaciones mineras no solo emerge como

motivo de disputa por su apropiación material, sino que adquiere un profundo

sentido, simbólico-discursivo; es decir, el agua en el conflicto socioambiental no

solo se determina por nociones de disponibilidad en cantidad y calidad, –escasez,

contaminación y usos diferentes, sino que se erige como representación social

que expresa el choque entre formas distintas de nombrarla, valorarla y

representarla.

En este estudio de caso, se demuestra que en la disputa con la compañía minera

las narrativas por la preocupación en torno a la vulnerabilidad hídrica esgrimidas

por los pobladores locales en resistencia al proyecto minero, es enmarcada en

términos de una relación discursiva entre agua-vida y territorio; el agua en el

conflicto deja de ser solamente un recurso físico-natural y se convierte en un

elemento “socionatural”, un recurso simbólico vital, en una eficaz herramienta

política.

Palabras claves: agua, vida, territorio, representaciones sociales, conflictos

socioambientales, minería, extractivismo.

6

TABLA DE CONTENIDO

Resumen

Lista de Cuadros, Tablas, Figuras, Fotos y Mapas…………….………………...10

Introducción……………………………………………………………………………..12

CAPÍTULO 1. El agua para la vida versus el agua para la mina………………15

1.1 La Ecología Política como marco interpretativo……....……………………..…..16

1.2 La minería como dispositivo de poder…………………………………….………19

1.3 Modernidad y Colonialidad: “dos caras de una misma moneda”……………...21

1.4 “La persistente colonialidad de la naturaleza latinoamericana”…………..……25

1.5 El extractivismo crónico de América Latina………………………………………28

1.6 El nuevo auge minero en el contexto neoliberal en América Latina…………...32

1.7 El auge de la minería extractivista en Colombia…………………………………37

1.8 La proliferación de proyectos mineros en la subregión del Suroeste

antioqueño: la configuración de un nuevo cuerpo territorial mineralizado…...……45

1.9 El impacto en las aguas por exploración y explotación minera………………..49

1.10 El Proyecto minero Quebradona…………………………………………………53

1.11 Caracterización socioambiental de la zona de estudio: subregión del Suroeste

antioqueño………………………………………………………………………………..56

1.11.1 El municipio de Jericó…………………………………………………………59

1.11.2 El corregimiento de Palocabildo……………………..………………………62

7

1.11.3 Zonas de vida del municipio…………………………………….……………62

1.11.4 El sistema hidrográfico de Jericó………………….……….………………..64

1.11.5 Actividades económicas y productivas…………….…….….………………64

1.11.6 Jericó un “Municipio Verde”…….………….………………………………...67

CAPÍTULO 2. Estrategia Teórica……………………………………………………70

2.1 Cuerpos y Territorios en procesos de expropiación por mega-minería….……71

2.2 La “mineralización” de los cuerpos y las emociones……………………………75

2.3 El poder y la resistencia social desde el sentir, el hacer y el decir……………79

2.4 Los Conflictos Socioambientales…………………………………………….…….84

2.5 Conflictividad y Territorialidades en disputa por actividad minera………….…90

2.6 El Giro Ecoterritorial: ideas movilizadoras que recorren las luchas

socioambientales en América Latina……………………………………………….….94

2.7 El Ciclo Hidrosocial y los Paisajes Hídricos: las aguas fluyen en dirección al

poder y el capital………………………………………………………………………....97

CAPÍTULO 3. Estrategia Metodológica…………………………………………..102

3.1 La teoría de las Representaciones Sociales………………………………...….103

3.1.1 Enfoque Procesual……………………………………………………………...108

La objetivación………………………………………………………………….109

El Anclaje………………………………………………………………………..110

8

3.2 La Teoría Fundamentada como estrategia metodológica complementaria para

el análisis de las Representaciones Sociales………………………………….……111

CAPÍTULO 4. El Agua es lo Que Hacemos y Decimos de Ella…………….…117

4.1 Suroeste de Antioquia Territorio Sagrado Para la Vida: las amenazas son

regionales, la resistencia y la defensa también……………………………………..117

4.1.2 Cinturón Occidental Ambiental – COA…………………………….…..…….120

4.2 La disputa por el agua, los actores y sus estrategias: en Jericó dicen NO a la

Imposición de la minería………………………………………………………….……124

4.3 Los impactos de la “Responsabilidad Social” de AngloGold Ashanti…….…..128

4.4 El Inicio de las perforaciones mecánicas en el corregimiento de Palocabildo133

4.5 El Agua, origen de la discordia…………………………………………………..138

4.6 El control hegemónico de un “Ciclo hidrosocial” y la construcción de un

“Paisaje hídrico” en el corregimiento de Palocabildo por AngloGold Ashanti……146

4.7 Clasificación y Análisis de los Actores del Conflicto Socioambiental……...…149

GENERADORES……………………………………………………………….151

RECEPTORES…………………………………………………………………154

INICIADORES…………………………………………………………………..160

REGULADORES…………………………………………………………….…161

4.7.1 Tabla de Síntesis de Actores, Roles, Intereses y Alianzas……………...163

4.8 La Construcción Conjunta de la Representación del Agua…………………...168

4.9 “Agua SI minería NO”…………………………………………………………......171

4. 10 La Justicia Hídrica…………………………………………………………….…175

9

4.11 Agua, Territorio, Poder e Identidad…………………………………………....177

Agua……………………………………………………………………………..178

Territorio………………………………………………………………………....183

Poder…………………………………………………………………………….187

Identidad……………………………………………………….………………..189

4.12 “Si a la vida, al agua, al territorio”…………………………..…………………..191

4.13 Asumir que el agua es la vida……………………………………………….….198

4.14 La politización del agua………………………………………………………….200

Consideraciones Finales……………………………………………….……………203

Bibliografía…………………………….……………………………………………….206

10

Lista de Cuadros, Tablas, Figuras, Fotos y Mapas

Cuadro No 1. Ejemplos de tipos de extracción y destino de recursos naturales....29

Cuadro No 2. Tabla de clasificación de la minería en fase exploratoria…………...43

Cuadro No 3. Clasificación de los títulos mineros que se encuentran en etapa de

explotación…………………………………………………………………….………....44

Cuadro No 4. Tipos de actores en el conflicto Socioambiental……………………150

Tabla No 1. Actores Generadores del Conflicto Socioambiental en Jericó

Palocabildo, Posición frente al conflicto; Intereses; Roles; Alianzas existentes...164

Tabla No 2. Actores Receptores del Conflicto Socioambiental en Jericó

Palocabildo, Posición frente al conflicto; Intereses; Roles; Alianzas existentes...167

Tabla No 3. Actores Reguladores del Conflicto Socioambiental en Jericó

Palocabildo, Posición frente al conflicto; Intereses; Roles; Alianzas existentes...168

Figura No 1. Esquema simplificado de redes globales de procesamiento y

consumo; se representa un país (sombreado) donde existe un enclave

extractivo…………………………………………………………………………………31

Figura No 2. Ilustración del “Cinturón de Oro del Cauca Medio”, que hace parte del

denominado “Cinturón de Oro de Colombia”…………………………………………46

Figura No 3. Localización de Jericó en el departamento de Antioquia………….…59

Mapa No 1. Títulos y solicitudes mineras en Colombia a diciembre 2010………..42

Mapa No 2. Títulos mineros otorgados en la subregión del Suroeste antioqueño al

año 2012…………………………………………………………………………………47

Mapa No 3. Títulos mineros de AngloGold Ashanti en el municipio de Jericó al año

2012………………………………………………………………………………………49

11

Mapa No 4. Subregión del Suroeste y localización en el departamento de

Antioquia…………………………………………………………………………………57

Mapa No 5. División Político Administrativa de Jericó, Corregimiento de

Palocabildo……………………………………………………………………………….60

Mapa No 6. Distribución de las unidades de Paisaje del municipio de Jericó…….61

Foto No 1. Movilización 8 de febrero 2014 municipio de Támesis………………..123

Foto No 2. “Obsequios” de la responsabilidad social empresarial suministrados

por AngloGold Ashanti a los estudiantes de Palocabildo, dos cuadernos, doce

colores, un lápiz y un bolígrafo……………………………………………………..…132

Foto No 3. Movilización 24 de enero 2014 - Finca El Chaquiro - Corregimiento de

Palocabildo, Jericó……………………………………………………………………..135

Foto No 4. Predio el Chaquiro (Reforestadora Rincco S.A.), lugar en donde se

instaló una plataforma de perforación………………………………………………..136

Foto No 5. Predio El Poleal, corregimiento de Palocabildo………………………137

Foto No 6. Afluente de la quebrada el Poleal……………………………………….139

Foto No 7. Afluente de la quebrada el Poleal…………………………………….…139

Foto No 8. Parte alta, Parque Natural las Dantas; parte baja, Hacienda la

Aurora……………………………………………………………………………………141

Foto No 9. Parte alta del corregimiento de Palocabildo (Parque Natural las Dantas

y Hacienda la Aurora)……………………………………………………………….…142

Foto No 10. Casa de Jericó con las banderas “No a la minería, Si al agua”…..174

Foto No 11. Momentos previos a una movilización en Jericó……..………………192

12

INTRODUCCIÓN

Es importante explorar y reflexionar sobre las consecuencias que para el

continente latinoamericano y en el devenir histórico de sus Estados-nación, ha

significado en términos políticos, económicos, culturales, sociales y ambientales el

modelo de desarrollo basado en la renta generada de la extracción y exportación

de naturaleza o recursos naturales. A partir de los aportes críticos realizados por el

grupo Modernidad/Colonialidad, ligado a los enfoques de la Ecología Política, se

da cuenta del rol que cumple América Latina en el comercio mundial como

permanente proveedor de materia prima y energía hacia los centros hegemónicos

de poder, y se indaga sobre los efectos e implicaciones expropiatorias que para

los ecosistemas, territorios, cuerpos y poblacionales tiene el reciente auge de

mega-proyectos mineros.

La implementación del modelo extractivo minero en el caso particular de Colombia

promovido por los últimos gobiernos nacionales, ha desembocado en una masiva

titulación para proyectos de exploración y explotación de minerales en gran parte

de la geografía nacional. El privilegio y promoción de actividades extractivas como

son la mega-minería de oro y asociados, por sobre otro tipo de actividades

productivas como las labores agropecuarias desempeñadas por poblaciones

campesinas, e incluso sobre los derechos fundamentales y colectivos de otros

colombianos, ha convertido a los proyectos mineros en una actividad generadora

de conflictos y disputas territoriales, culturales y ambientales en varias regiones

del país, afectando municipios y localidades enteras (Toro, Roa, Fierro; 2012), tal

como ocurre en Jericó y algunos otros municipios de la subregión del Suroeste,

del departamento de Antioquia.

La llegada de la minería a poblaciones y territorios que han sido de tradición y

vocación agropecuaria, suele ser vista desde los grupos y habitantes como una

actividad económica foránea e impuesta que se inserta en el territorio, sobre las

aguas, ecosistemas, relieve, prácticas culturales y seres humanos; estos

proyectos operan en el marco de relaciones de poder asimétricas, bajo una lógica

de extracción en la que lo único importante es la obtención del recurso mineral en

13

función de la revalorización, acumulación y concentración de riqueza y capital, sin

importar los impactos ecológicos y las afectaciones que en los modos de vida

locales se puedan generar (Machado, 2014; Svampa, 2012).

En el corregimiento de Palocabildo, municipio de Jericó, subregión del Suroeste

antioqueño, la apertura formal de la fase exploratoria para oro y asociados con el

Proyecto Quebradona, ha generado en gran parte de la población local

incertidumbre y malestar por los impactos sociales y ambientales ocasionados,

concretamente en lo que tiene que ver con la disminución y contaminación de las

aguas superficiales y subterráneas del territorio.

En los conflictos socioambientales suscitados por actividades extractivas como la

gran minería, los problemas asociados al agua en términos de disponibilidad en

cantidad, calidad -contaminación, escasez- y apropiación suelen ser un asunto

generalizado, convirtiéndose en un motivo fundamental de movilización y protesta

social (Roa, 2012; Fierro, 2012). Esta investigación en el corregimiento de

Palocabildo - municipio de Jericó, se desenvuelve en el marco de una disputa

territorial por exploración minera, con el denominado Proyecto Quebradona,

llevado a cabo por la empresa transnacional AngloGold Ashanti, y en el cual se

ponen de presente las complejas relaciones asimétricas de poder que atraviesan

el agua y el territorio. Para la mayoría de la población campesina y del casco

urbano, las actividades exploratorias desarrolladas por el Proyecto Quebradona

pone de manifiesto la disponibilidad, acceso, calidad y privatización del agua en el

territorio. En este orden de ideas, el objetivo de esta investigación es analizar las

representaciones sociales que construye la población local en torno al agua -cómo

la simbolizan, enuncian y la defienden- y de qué manera éstas representaciones

inciden y orientan la defensa territorial, la identidad cultural y la conservación

ambiental entre la población local declarada en resistencia al proyecto minero.

Para ello se identificaron y registraron los principales actores (generadores,

receptores, iniciadores y reguladores), las principales estrategias de resistencia

que ha empleado la población y los grupos locales movilizados en el conflicto; los

mecanismos utilizados por la compañía AngloGold Ashanti para legitimar la

14

minería; así como aquellos sitios del territorio que los campesinos valoran y

defienden por los beneficios hídricos que proveen y que dicen están siendo

amenazados por las actividades de exploración minera. Para la recolección de los

datos se partió de un trabajo etnográfico soportado en métodos cualitativos,

mientras que para la clasificación de la información y construcción de las

representaciones sociales del agua, –en su enfoque procesual–, se recurrió a la

técnica de análisis de la Teoría Fundamentada, con la intención de describir desde

la perspectiva de los actores locales en oposición a la minería, las categorías y

elementos más representativos en los discursos y narrativas alrededor del agua.

La defensa del agua para algunos de los pobladores locales en el corregimiento

de Palocabildo y el municipio de Jericó se convierte en un elemento natural y

cultural que facilita la articulación y movilización social. La preocupación centrada

en la escasez y contaminación del recurso hídrico entre habitantes campesinos y

del casco urbano, es enmarcada en términos de una relación discursiva entre

agua y vida, además de la mención al agua como elemento nodal del territorio. La

valoración y asociación del agua con la vida que reivindica la población local

movilizada, se convierte en el detonante del conflicto y en un eficaz recurso

simbólico-material y herramienta política de lucha, que propicia la defensa del

territorio, la salud comunitaria, la autonomía alimentaria, la conservación de la

naturaleza y la reivindicación de unos modos de vida asociada a una dinámica

campesina y cafetera.

15

CAPÍTULO 1. El agua para la vida versus el agua para la mina

Las poblacionales campesinas cuya principal actividad económica de subsistencia

es la agricultura son altamente dependientes de las condiciones ambientales de

los ecosistemas y de los recursos naturales que les son disponibles,

fundamentalmente el agua, pues la disponibilidad y contaminación de las fuentes

de agua afecta diferentes renglones socioeconómicos locales propios de una vida

rural, como son las actividades agro-pecuarias, y para el abastecimiento y

consumo humano. La literatura académica existente señala que la industria minera

para poder realizar la extracción y procesamiento de minerales (como el oro)

requiere de la utilización y contaminación de grandes volúmenes de agua, ello

implica que se genere un estrés hídrico en términos de calidad, cantidad y acceso

en los territorios donde la actividad minera se lleva a cabo (Moran 2009; Fierro

2012). En los conflictos socioambientales por mega-minería la defensa del agua

suele convertirse en el principal elemento de unificación y movilización social, en

estos contextos de conflictividad el agua se erige como un recurso en disputa, no

solo material sino también simbólica (Roa, 2012, Budds 2012).

En el corregimiento de Palocabildo - municipio de Jericó, subregión del Suroeste

antioqueño se desarrolla por parte de la empresa AngloGold Ashanti el

denominado “Proyecto Quebradona”. El desarrollo de este proyecto, actualmente

en fase de exploración minera para oro y asociados, ha generado un malestar

entre gran parte de la comunidad jericoana, principalmente por la afectación

causada en las aguas superficiales y subterráneas. Los impactos sociales y

ambientales que se han originado, al igual que la disparidad de narrativas y

representaciones entorno al agua y el territorio, además de las relaciones

asimétricas de poder que operan entre pobladores y la empresa multinacional,

hacen del Proyecto Quebradona un paradigmático caso sobre la forma cómo se

imponen y direccionan desde unos centros hegemónicos de poder global hasta un

nivel nacional y local, unas estrategias político-económicas que tienen como

propósito la extracción y exportación de los recursos minerales, con profundas

consecuencias ambientales y socio-territoriales.

16

Con el propósito de contextualizar el denominado Proyecto Quebradona el cual se

enmarca en un acelerado desarrollo (regional y nacional) de proyectos para

exploración y explotación minera; se alude a continuación a los impactos de la

minería sobre el agua y se esbozan las condiciones históricas, sociales, políticas,

económicas y culturales que rodean el fenómeno de la mega-minería, las

relaciones desiguales de poder global que la determinan y la manera específica

como ha operado la extracción y exportación de recursos naturales en América

Latina, cuyos impactos sociales y ambientales afectan notoriamente el ámbito

nacional (Colombia), regional (Antioquia-Suroeste) y local (Jericó y corregimiento

de Palocabildo). Para dar cuenta de las relaciones coloniales de poder que son

impuestas desde lo global por sobre lo local, –en un proyecto minero como

Quebradona– se apela al enfoque de la Ecología Política y a la ilustración teórica

de conceptos tales como la Colonialidad/Modernidad, el neoliberalismo y el

extractivismo, temas que serán desarrollados en los numerales siguientes.

1.1 La Ecología Política como marco interpretativo

La Ecología Política se ha ido configurando en su perspectiva académica como un

campo de confluencia y de retroalimentación mutua entre diferentes ciencias

(Palacio, 2006). Como campo de estudio, la Ecología Política tiene su origen en la

Geografía Humana y la Antropología Social; una serie de trabajos producidos por

geógrafos, que estudiaron temas ecológicos (como erosión de suelos,

deforestación, uso del agua, etc.), fueron llegando a la conclusión de que no era

posible entender estos problemas si no se incluían dimensiones analíticas

propiamente políticas (Alimonda, 2011).

En el análisis de las causas de los conflictos y problemas ambientales la Ecología

Política de manera consciente y crítica, orienta los distintos discursos y las

diferentes epistemologías utilizadas, haciendo énfasis en las situaciones tanto

sociales como ambientales de los conflictos, en el rol respecto al papel del Estado

y sus instituciones, en el Mercado y las fuerzas económicas globales, así como en

17

la comprensión de los conflictos socioambientales en términos de los propios

recursos, el conocimiento acerca de ellos y su significado (Boelens, Damonte;

Seemann; 2014:9).

Al examinar las relaciones entre las transformaciones o cambios ambientales y la

sociedad humana así como de los problemas y conflictos socioambientales

derivados, la Ecología Política como un conjunto de orientaciones teórico-

conceptuales, se erige en un esfuerzo colectivo por comprender la interacción

profunda de las dimensiones biológicas, culturales, económicas, políticas,

geográficas y simbólicas en la relación de las comunidades con su hábitat

(Sabogal, 2013).

Una línea decisiva en dar forma a la Ecología Política actual se ha configurado

desde el estudio de la relación entre conflictos socioambientales y relaciones de

poder. De hecho, la Ecología Política estudia precisamente las relaciones de

poder que se configuran alrededor de los llamados recursos naturales, tales como:

las posibilidades de acceso, los usos, el usufructo, la apropiación, valoración y

significación de los mismos, teniendo en cuenta la dimensión local, nacional e

internacional (Sabogal, 2013). En este sentido el objetivo de la Ecología Política,

como campo de estudio, es analizar los conflictos socioambientales y cómo el

poder político incide en ellos. La premisa general de la Ecología Política es que los

problemas ecológicos no se pueden reducir exclusivamente a la acción de factores

técnicos o de gestión, sino que están vinculados a un contexto político y social que

necesita, para ser examinado, de una teorización que explique la relación

compleja entre sociedad, política, economía y naturaleza (Boelens; et al., 2014).

Para Palacio (2006) la Ecología Política:

“Es un campo de discusión inter y transdisciplinario que reflexiona y discute las

relaciones de poder en torno de la naturaleza, en términos de su fabricación social,

apropiación y control por parte de diferentes agentes socio-políticos, no sólo en

cuanto a los asuntos materiales, sino a su construcción imaginaria y simbólica

(Palacio, 2006:11).

18

La Ecología Política interroga así por el “metabolismo” complejo entre naturaleza y

sociedad, enfocando las relaciones de poder, tanto materiales como discursivas,

que están detrás de los procesos de cambio socio-ambiental. Los procesos de

cambio socio-ambiental, según la Ecología Política, están inexorablemente

relacionados con procesos político-económicos (Johnston; et al., 2000:590), de

esta manera, la Ecología Política da más atención a los roles de diferentes actores

sociales en relación a cambios socioambientales, cuestionando quien explota los

recursos, bajo qué tipo de régimen, con qué discursos y con qué efectos socio-

ecológicos. Por ello, la Ecología Política no sólo estudia los procesos de

apropiación material de la naturaleza, como lo hace la economía política, sino

también sus representaciones, es decir, la construcción ideológica o simbólica que

atañe la misma (Sabbatella, 2013; Robbins, 2004).

La politización de la ecología es concebida como la expresión de las luchas de

poder y las estrategias materiales y simbólicas para la reapropiación de la

naturaleza, por ello, tanto la propiedad, el control y la significación de los recursos

como las políticas que transforman su funcionamiento, entendidas como formas de

apropiación de la naturaleza, se constituyen como tema central de la Ecología

Política. Desde este marco teórico se critican además los análisis reduccionistas:

apolíticos, ahistóricos o puramente técnicos que caracterizan muchas de las

disciplinas científicas y corrientes políticas sobre la naturaleza y el ambiente

(Boelens; et al., 2014).

En esta investigación se escoge el enfoque teórico de la Ecología Política como

una valiosa herramienta para abordar el análisis y la interpretación de los

conflictos socioambientales ocasionados por el desarrollo de mega-minera en

territorios de comunidades rurales, ya que a partir de este marco de análisis se

puede develar la matriz de relaciones de poder que se instaura en los conflictos

socioambientales y que permiten por parte de algunos actores –por sobre otros–

proceder al acceso de los recursos naturales (naturaleza), a la toma de decisiones

sobre su utilización y a la exclusión de su disponibilidad. Como marco de

interpretación la Ecología Política permite entrelazar los distintos niveles (globales

19

y locales) y entender cómo las dinámicas de la economía global y la geopolítica-

mundial, se relacionan con los impactos ocasionados y los conflictos

socioambientales motivados por la minería extractiva en América Latina,

Colombia, el departamento de Antioquia, subregión del Suroeste antioqueño,

municipio de Jericó - corregimiento y veredas de Palocabildo, el cual es el tema de

la presente investigación.

1.2 La minería como dispositivo de poder

La actividad minera ha posibilitado alcanzar increíbles avances tecnológicos y

científicos, no solamente en la exploración terrestre, marítima y espacial, sino que

ha demostrado la inmensa utilidad que tiene en la aplicación de diferentes campos

como la alimentación, la aeronáutica y la medicina, entre otros. Sin embargo,

también es sabido que cualquier avance científico-tecnológico se traduce a su vez

en una mayor demanda de recursos minero-energéticos a nivel global, lo que

significa inexorablemente una mayor apertura de frentes de explotación y

extracción en diferentes regiones del planeta.

Como fenómeno económico contemporáneo, “la minería” está sujeta al conjunto

de definiciones económico-políticas y culturales que conforman la plataforma

naturalizada del “estilo de vida moderno”. Desde las construcciones prácticas más

inmediatas, la vida moderna supone y está basada en un uso creciente e intensivo

de minerales; una genealogía del orden mundial actual no podría prescindir del

papel que en ese proceso desempeñó y desempeña la extracción, transformación

y uso de ciertos elementos minerales (Machado, 2011).

“Como forma de vida y de autoconciencia (Marshall Berman, 2004), la Modernidad

es enteramente una vivencia mineral: el paisaje y la vida cotidiana de la condición

moderna están habitados hasta la saturación de medios de poder y signos de

distinción que provienen de la minería, ciertamente, “madre de industrias”. El

automóvil, la telefonía móvil, las computadoras personales, y la interminable lista

de invenciones tecnológicas y aparatos digitales que, a diario, se suman al mundo

20

de las experiencias vitales, hacen sociológicamente impensable la vida y el mundo

sin la presencia de estos objetos” (Machado, 2011:143).

La minería como “madre de industrias” además de posibilitar un poderío industrial

militar ha participado en la aparición de ese complejo mundo de la fascinación por

la tecnología, el mundo del consumo y el confort sofisticado que hoy se “goza” y/o

“desea” (según el caso). Sin embargo, del otro lado el avance de la minería

moderna también ha sido protagonista de una violencia multifacética, del

subdesarrollo, golpes de estado, guerras civiles y entre países, tierra arrasada y

cuerpos degradados que hacen de la moderna minería, una rara mezcla entre

goce y horror, entre enriquecimientos súbitos y masacres crónicas (Machado,

2011).

Con frecuencia, la minería a gran escala, fundada en la aplicación de una alta

tecnología, es presentada por los promotores de la misma, como símbolo de la

modernidad, como sinónimo de desarrollo y del progreso. Son muchas las

acciones, los códigos y las palabras clave que se movilizan, a veces

inconscientemente, para ir creando la imagen de una “minería moderna” asociada

a nuevas tecnologías. No obstante, independientemente de los adelantos

tecnológicos, en el método actual de extracción de recursos naturales siguen

existiendo enormes asimetrías de poder que históricamente han caracterizado las

relaciones entre grupos étnicos; entre elites y campesinos; entre compañías

transnacionales y autoridades locales; y entre los países considerados

“periféricos” y los países considerados “hegemónicos”. Por lo que persiste en la

lógica actual del desarrollo minero, una dominación de la naturaleza y una vieja

dinámica en la cual unos actores en posición dominante dicen saber –y de hecho

deciden– sobre lo que es “mejor” para la vida de otros actores, considerados como

primitivos o atrasados (Bebbington, 2008a).

Para Machado (2011) no se puede explicar el desarrollo habido en materia de la

industria minera, sin aludir a la incidencia determinante que en esto ha jugado el

proceso histórico-geográfico de conformación del sistema de dominación

propiamente moderno; la condición irremisiblemente colonial del mundo moderno

21

suele pasar usualmente desapercibida en el vertiginoso ritmo de la vida cotidiana

del presente; para el autor una comprensión científica de la minería moderna no

puede omitir la profunda imbricación existente entre su “desarrollo” y la particular

confección semiótico-política que de la “realidad” operó la episteme moderna-

colonial-capitalista (Machado, 2011).

El desarrollo minero en el ámbito mundial, finalmente plasmado en el reparto

imperial del mundo, ha sido no sólo un dispositivo de poder determinante en la

subyugación y sometimiento de los territorios y poblaciones colonizadas, sino

también, una fuente fundamental de provisión de bienes y servicios ambientales

que ha subsidiado el expansionismo consumista de los llamados “países

desarrollados”, (Machado, 2010). Probablemente más que cualquier otra actividad,

la evolución histórica de la minería se halla intrínsecamente ligada a la

emergencia, constitución y circunstancias políticas del colonialismo/colonialidad,

contracara recurrentemente negada del orden moderno. El desarrollo histórico de

la minería moderna emerge, a la vez, como producto y como medio de producción

clave del sistema de relaciones de poder que conforman y caracterizan al mundo

moderno. Por tanto, la minería contemporánea a gran escala participa de forma

protagónica de la condición y carácter colonial del mundo; la producción del

mundo moderno/colonial tiene en el auge y desarrollo sucesivo de la “minería” un

capítulo clave de su concreción histórica (Machado, 2011).

1.3 Modernidad y Colonialidad: “dos caras de una misma moneda”

Ha existido una retórica dominante o interpretación de los sentidos de la historia y

de la evolución de las sociedades mundiales que atribuye a algunos pueblos

europeos (principalmente Francia, Inglaterra y Holanda) el carácter instituyente de

la modernidad, entendida ésta como la introducción de un orden basado en los

constructos de la razón, el individuo, el conocimiento experto y los mecanismos

administrativos ligados al Estado. Desde las narrativas hegemónicas por

diferentes razones que incluyen frecuentemente la incapacidad biofísica de las

22

poblaciones no-europeas para superar los condicionamientos naturales, el resto

de la humanidad no fue capaz de alcanzar un nivel de experiencia civilizatoria y su

“destino natural” fue ser guiados y conducidos por los pueblos civilizados, esto es,

Europa (Alimonda, 2011).

A partir de los estudios realizados en el programa de investigación

Modernidad/Colonialidad (M/C), un colectivo de pensamiento sobre América Latina

con un enfoque decolonial, el cual se organiza a partir de una crítica de base

histórico-cultural y epistemológica de la modernidad e integrado por autores como

Quijano, Dussel, Mignolo y Walsh entre otros, se cuestiona desde allí las grandes

narrativas interpretativas eurocéntricas haciendo una lectura de-constructiva de la

visión hegemónica y tradicional de la misma. Aun cuando no se niegan las

potencialidades emancipatorias que la modernidad podría contener, no se

desconoce la significación de la constitución del hecho colonial como fenómeno

fundante de toda la experiencia histórica de la modernidad, el postulado base del

grupo es que “la colonialidad es constitutiva de la modernidad, y no derivativa”

(Pachón, 2008; Alimonda, 2011).

Modernidad y Colonialidad son dimensiones interrelacionadas de una misma

realidad, el trauma colonial es el reverso negado y oculto de la modernidad. Para

este grupo de teóricos el descubrimiento de América es un determinante

constitutivo de la modernidad, la originaria conquista y colonización del continente

americano (su naturaleza y culturas) constituye, en rigor, el capítulo fundacional

del orden colonial moderno; el punto de partida de la economía-mundo capitalista

(Machado, 2010). Es de señalar que esta empresa no se habría podido consumar,

en la magnitud que se hizo, sin el doloroso aporte “complementario” de la

esclavización de poblaciones africanas. Desde este enfoque la cuna de los

orígenes de la modernidad no es la Europa del Norte vinculada a la Reforma

protestante, a los tratados de paz de Westfalia, la Ilustración o a la Revolución

Francesa, sino que el fundamento de la modernidad se explica en la empresa

colonial ibérica, la híper-acumulación originaria de capital que permitieron las

23

conquistas y la apropiación de la biodiversidad natural de los trópicos (Coronil,

2000, en Alimonda, 2011:23).

Para Dussel (2005), la modernidad, si bien su posibilidad se dio en las ciudades

europeas, es una experiencia mundial, no local, en el sentido de que se constituyó

gracias a las redes marítimas y comerciales desde 1492. Sólo a partir de esta

fecha Europa ubica las otras culturas como su periferia (Dussel, 2005, en Pachón,

2008:19). Desde los discursos y narrativas hegemónicas globales la modernidad

(predominio de la razón y las instituciones estatales) constituye un paradigma

lineal de evolución histórica, instituyendo nociones de “procesos civilizatorios”,

“progreso” o “desarrollo”, autoconsiderados como una experiencia única

patrimonio de algunos pueblos europeos –Francia, Inglaterra y Holanda–. No

obstante, el proyecto moderno implicó siempre el ejercicio de un biopoder1 sobre

la naturaleza, entendido como poder sobre los espacios físico-geográficos, los

suelos y los subsuelos, la flora y fauna, el aprovechamiento de las condiciones

climáticas, pero también poder sobre los cuerpos y poblaciones humanas

subalternizados por la dominación. La modernidad, desde una supuesta

superioridad europea, se asentó en la acumulación originaria de una racionalidad

capitalista, apropiándose de la biodiversidad natural y aniquilando gran parte de la

diversidad biocultural del continente americano (Alimonda, 2011).

La colonialidad para Quijano (2007) es uno de los elementos constitutivos y

específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de

una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de

dicho patrón de poder, y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones,

1 Michael Foucault en “Defender la sociedad. Curso en el Collage de France (1975-1976)”, diserta sobre una

tecnología de poder que denomina la biopolítica. La biopolítica surgida a finales del siglo XVIII, es una tecnología de gobierno que mediante el biopoder intenta regular procesos vitales de la población tales como natalidad, fecundidad, longevidad, enfermedad, mortalidad, y que procura optimizar unas condiciones (sanitarias, económicas, urbanas, laborales, familiares, policiales, etc.) que permitan a las personas tener una vida productiva al servicio del capital. En otras palabras, la biopolítica es una tecnología de gobierno que “hace vivir” a aquellos grupos poblacionales que mejor se adaptan al perfil de producción necesitado por el Estado capitalista y en cambio, “deja morir” a los que no sirven para fomentar el trabajo productivo, el desarrollo económico y la modernización. Foucault intenta pensar cómo la biopolítica buscaba favorecer la emergencia de un tipo deseado de población (como prototipo de normalidad) a contraluz y mediante la exclusión violenta de su “otredad”; declarando como “enemigos” de la sociedad a todas aquellas “razas” que no se ajusten a la norma poblacional deseada. (Castro, 2007).

24

materiales y subjetivas, de la existencia cotidiana y a la escala social (Quijano,

2007:93).

“Según Quijano para poder llevar a cabo la empresa de la colonización y poder

establecer el paradigma de la superioridad europea, fue necesario crear ciertos

dispositivos epistemológicos de dominación como, por ejemplo, el concepto de

raza, esta noción permitió dominar a pueblos enteros situándolos en una posición

de inferioridad dado su fenotipo y sus características biológicas y culturales; Este

criterio también permitió crear una organización social y determinar nuevos roles

en la sociedad” (Quijano, 2008; en Sierra”, 2014:170).

Pero además del nuevo patrón de poder mundial fundado en la idea de raza

expuesto por Quijano (2007), es decir, una supuesta diferencia estructura

biológica que determina a los seres humanos ubicándolos a los unos en situación

natural de inferioridad respecto de los otros, y que significó la base de la

clasificación y relaciones de dominación de la población de América y del mundo

después, el control y explotación del trabajo y los objetos de la naturaleza que

inició a partir del siglo XVI en función de las demandas generadas desde distintas

metrópolis y luego en función del capital y del mercado mundial, ha gestado

también en América Latina una incapacidad crónica para establecer por sí misma

la tecnología, el financiamiento, las fuentes de energía, los medios, los métodos y

sobre todo, los propósitos asociados a esa explotación de sus recursos naturales

(Herrera, 1996).

La colonialidad sobrevive y continúa al colonialismo, es decir, a pesar del fin de los

colonialismos modernos como los de América en el siglo XIX, y los de Asia y

África en el siglo XX, la colonialidad aún pervive (Pachón, 2008). Colonialidad no

significa lo mismo que colonialismo, mientras el colonialismo denota una relación

militar, político-jurídica y económica en la cual la soberanía de un pueblo reside en

el poder de otro pueblo o nación –lo que convierte a este último en un imperio–

(Maldonado, 2007), la colonialidad, entre tanto, hace referencia a:

“Un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo, pero que en

vez de estar circunscrito a una relación formal de poder entre dos pueblos o

25

naciones, se refiere, más bien, a la forma como el trabajo, el conocimiento, la

autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí a través del mercado

capitalista mundial y de la idea de raza” (Maldonado, 2007:131).

La colonialidad, como patrón de poder de la modernidad, no sólo está asociada a

formas de dominación o de ejercicio de violencia material, sino también simbólica,

es decir, está afiliada a otras formas de violencia relacionadas con los saberes,

(producción del conocimiento), al lenguaje y como experiencia vivida. Por lo que

no solo se habla de una “colonialidad del poder” sino también de una “colonialidad

del saber” y una “colonialidad del ser” (Maldonado, 2007).

A diferencia de los países europeos donde había un espacio interno por

nacionalizar, las sociedades americanas tenían un espacio por colonizar (Sierra,

2014). De este modo “el proceso de centralización estatal anterior a la formación

de los Estados-nación se presentó en América de manera paralela a la imposición

de la dominación colonial” (Quijano, 2000, en Sierra, 2014:70). A partir del siglo

XVI, modernidad y la colonialidad van de la mano; la colonialidad no acaba con lo

que la historiografía de los países latinoamericanos denomina como “período

colonial”, aunque la descolonización política suscitada por los procesos de

independencia implicó una ruptura con la centralidad del poder colonial europeo; la

colonialidad del poder en los países latinoamericanos persiste de forma local como

una matriz propia de distribución de poder del sistema mundo moderno/colonial. Al

analizar la relación entre modernidad y colonialidad, se puede comprender la

dominación política y económica del continente latinoamericano, de cómo ha sido

considerado o representado desde los centros hegemónicos como un espacio

para la extracción, productora de materias primas y facilitadora de mano de obra.

1.4 “La persistente colonialidad de la naturaleza Latinoamericana”

Con la conquista del continente Americano además del genocidio y la

subalternización de las poblaciones originarias que significaron en gran parte una

pérdida de conocimientos y formas tradicionales de interactuar con la naturaleza,

26

la naturaleza como tal fue subvalorada, afectando su biodiversidad y nutrientes.

Extensas áreas de América Latina y el caribe fueron concebidas por los

colonizadores como plataforma de tierras tropicales incorporadas al espacio

hegemónico europeo, aptas para una producción de gran beneficio, un ejemplo de

ello fue la cobertura vegetal original arrasada para la producción de caña de

azúcar en el nordeste brasileño y algunas islas del caribe (Alimonda, 2011), o la

fenomenal transferencia de nutrientes bajo la forma de nitratos extraídos de las

salitreras en Perú y Chile, que servirían para el desarrollo de la agricultura

moderna de Europa. Sin duda el símbolo de esta cultura de la expoliación ha sido

Potosí, en Bolivia, que a partir del siglo XVI supo alimentar las arcas y contribuir al

temprano desarrollo industrial de Europa (Svampa, 2011).

“La conquista originaria de América no podría explicarse sin considerar el papel

que en tal inconmensurable empresa ejerciera el influjo de los metales preciosos:

la vasta intensidad y complejidad de efectos materiales y simbólicos

desencadenados por la “fiebre del oro”; desde el torrente de pasiones,

sentimientos y fuerzas motivacionales que llevarían a los “conquistadores” a

emprender las más increíbles “misiones”, hasta las inimaginadas implicaciones

económicas, demográficas, ambientales y geopolíticas que provocaría -de uno y

otro lado del orden colonial- la colosal extracción de las riquezas minerales del

“Nuevo Mundo”. (Machado, 2011:141).

La conquista del territorio que históricamente vino a ser conocido “como “América”

(y la de Oceanía unos siglos más tarde), fue el escenario de lo que quizás haya

sido la mayor sucesión de catástrofes ambientales de la historia humana: con la

invasión de personas, de animales, de especies vegetales y de enfermedades que

arrasaron y sometieron a sus poblaciones originarias (Alimonda, 2011:29). Para

muchos autores la cuestión clave para pensar la problemática de la colonialidad

de la naturaleza y del subdesarrollo de las sociedades latinoamericanas, reside

justamente en este trauma original. A partir del descubrimiento del continente

americano la anexión de su naturaleza en condición de inferioridad, solo como un

recurso a ser explotado, acompañó la lógica de lo que Boaventura de Sousa

Santos (2006) llama “los descubrimientos imperiales”. El descubrimiento imperial

27

supone siempre la producción de dispositivos que interioricen y subordinen a lo

descubierto, para así colonizarlo y explotarlo, ya se trate del Oriente, de los

salvajes o de la naturaleza tropical (Santos, 2006). Justamente en el orden

imperial, estaría el origen del actual llamado “Tercer Mundo” (Alimonda, 2011).

“La persistente colonialidad que ha afectado a la naturaleza latinoamericana tanto

como realidad biofísica (su flora, su fauna, sus suelos, sus habitantes, la

biodiversidad de sus ecosistemas) como su configuración territorial (la dinámica

sociocultural que articula significativamente esos ecosistemas y paisajes) aparece

ante el pensamiento hegemónico global y ante las elites dominantes de la región

como un espacio subalterno, que puede ser explotado, arrasado, reconfigurado,

según las necesidades de los regímenes de acumulación vigentes” (Alimonda,

2011:22).

A lo largo de cinco siglos en América Latina y el caribe siempre se ha extraído

recursos naturales a favor de unos centros mundiales de poder donde se acumula

y consume (históricamente Europa y Estados Unidos, hoy también China); se

calcula por ejemplo, con base en datos de los Archivos de la Indias, que entre los

años 1503 y 1660 el saqueo representó una extracción, del orden de unos 185 mil

kilos de oro y unos 16 millones de kilos de plata, solo de metales preciosos

(Delgado, 2010). A diferencia del despojo que significó la conquista militar y el

colonialismo que precedió a la independencia de los países de América Latina y el

caribe, en la actualidad los mecanismos de extracción y transferencia global de

recursos naturales se han afianzado y apuntalado en el tiempo a través de

distintas estrategias de carácter político-económico, lo que ha implicado según

algunos autores una larga historia de desarrollo desigual y combinado, además de

una degradación creciente de la naturaleza latinoamericana y de los pueblos que

en ella hacen su vida (Alimonda, 2011; Delgado, 2010).

A partir de la sucesiva extracción de metales preciosos iniciado por las coronas

española y portuguesa, hasta las dinámicas económicas contemporáneas de los

ciclos de explotación y exportación de recursos naturales, además de la demanda

de recursos determinada por los avances científico-tecnológico, desde los centros

28

mundiales de poder se ha representado y representa la naturaleza Latinoamérica,

como una gran reserva estratégica de recursos energéticos (petróleo, carbón y

gas) y de minerales como el oro, cobre y plata entre otros, también de las

denominadas Tierras raras, las cuales figuran como materiales claves en la

economía mundial, pues también son fundamento de muchos procesos

productivos vinculados a los micro-conductores, la nanotecnología, la informática y

las telecomunicaciones entre otros (Delgado, 2010).

La extracción y el carácter estratégico de los recursos naturales o minerales en

América Latina no solo han dependido de relaciones históricas de poder (como fue

la conquista del continente), o las dinámicas propias de la economía-mundo-

capitalista, sino que también ha estado determinado por el avance científico-

tecnológico tanto en lo civil como en lo militar. Por ejemplo, no fue hasta la

invención de la energía eléctrica y su popularización que el consumo y demanda

de cobre se intensificó como nunca en la historia humana, al igual que ocurre con

el hierro y aluminio a la par con el avance de los sistemas de transporte, o lo que

significó en términos de procesamiento de recursos naturales, la invención del

automóvil, que requiere de más de 39 tipos de minerales, plástico, caucho,

además de la gasolina para funcionar, es decir, petróleo (Delgado, 2010).

1.5 El extractivismo crónico de América Latina

Es evidente que en la relación naturaleza-cultura han existido a través del tiempo

diversas actividades o modalidades de extracción de recursos naturales realizadas

por distintas sociedades y grupos humanos. Gudynas (2013) define el

extractivismo como un tipo particular de extracción de recursos naturales,

caracterizado por el gran volumen o alta intensidad, donde los recursos naturales

son orientados esencialmente hacia la exportación de materias primas sin

procesar, o con un procesamiento mínimo; se considera que la orientación

exportadora prevalece cuando al menos el 50% del recurso extraído es destinado

al comercio exterior (Gudynas, 2013).

29

Esta definición articula dos miradas, por un lado, una mirada local ya que se

enfoca en la actividad de extraer los recursos naturales que ocurre en territorios

específicos, con sus comunidades afectadas y ecosistemas alterados; y por el

otro, aun cuando no detalla la organización y función de las redes internacionales

que comercializan los recursos naturales, si contiene una dimensión global ya que

reconoce que esa apropiación tiene un destino que se orienta al comercio-exterior

(Gudynas, 2013). Esta definición del extractivismo siempre debe cumplir

simultáneamente tres condiciones: alto volumen y/o intensidad en la extracción;

ser recursos sin procesar o con escaso procesamiento; y un destino mayormente

exportador. No basta que cumpla con una o dos de ellas, sino que deben

encontrarse las tres al mismo tiempo (ver cuadro). Esta definición de extractivismo

no cuestiona todos los tipos de uso minero o agrícola, sino que controvierte una

forma específica de llevarlo adelante (Gudynas, 2013).

Destino

comercial

Volumen / Intensidad de la extracción

Bajo Medio Alto

Local Cultivo campesino de

alimentos para

autoconsumo

Tala de bosque nativo

para obtener leña

Captura de agua

para riego o uso

doméstico

Nacional Fibras vegetales para

cestería, techos, etc.

Frutas y verduras

convencionales para

mercados nacionales

Arenas y gravas

para construcción

Exportación Alimentos orgánicos Flores de

invernadero

EXTRACTIVISMO

Minerales

Hidrocarburos

Monocultivos de

exportación

Cuadro No1. Fuente: (Gudynas, 2013). Cuadro con ejemplos de tipos de extracción

y destino de recursos naturales.

Para Gudynas la simple extracción de un recurso no configura una industria ya

que lo que se exportan son materias primas sin pasar por los procesamientos que

30

son propios de la manufacturación (mercaderías - valor agregado). Es evidente la

diferencia sustancial que existe entre una cantera minera a cielo abierto y una

planta siderúrgica; y también es diferente un pozo petrolero y sus estaciones de

bombeo, de una usina petroquímica. Sin duda que los recursos extraídos,

especialmente minerales como cobre, platino, uranio, hierro o estaño, serán parte

de procesos de industrialización, pero el problema crítico en términos

geoeconómicos y políticos es que esas etapas (modificación y procesos de alta

tecnología), en casi todos los casos, tienen lugar en otros continentes (Gudynas,

2013). En contextos latinoamericanos es común encontrar referencias con

discursos y textos como el siguiente: “La producción de cobre en Perú alcanzaría

un nuevo record de 1.28 millones de toneladas métricas en 2021” (Agencia

Peruana de Noticias, 11 septiembre 2012). Es importante señalar que el cobre,

como otros minerales no se “produce” sino que se extrae lo cual desde todo punto

de vista -económico, social, cultural y sobre todo político-semiótico y sus efectos

de poder no es un dato menor.

El extractivismo es entonces un tipo particular de extracción y apropiación de

recursos naturales; no obstante, existen otras actividades donde también se

remueven grandes volúmenes de suelo con prácticas intensivas de alto impacto

pero que no corresponden a un extractivismo según la definición expuesta. Por

ejemplo, el aprovechamiento intenso de arenas, piedras o gravas (que por lo

general se utiliza a nivel local o dentro de los mercados nacionales) no

corresponde a la definición globalizada de extractivismo (ver cuadro No. 1). Esto

no implica que se ignoren sus impactos socioambientales y menos aún su manejo

(Gudynas, 2013).

El extractivismo incluye actividades que han sido llamadas así desde hace muchos

años, como la minería o hidrocarburos, pero también se deben sumar otros

emprendimientos, tales como los monocultivos de exportación (café, banano,

aceite de palma africana, caña, soya) y ciertas pesquerías ya que en ellos se

exportan materias primas sin procesar o con escaso procesamiento, afectando

tanto los llamados recursos naturales renovables como los no renovables. En la

31

definición propuesta de extractivismo se postula que los elementos extraídos y

exportados cuya fuente de origen es la naturaleza, se les denomina como recursos

naturales, otros términos asociados que también se utilizan para describir estas

actividades y dinámicas extractivas son materias primas o commodities (Gudynas,

2013).

Figura No 1. Fuente: (Gudynas, 2013) Esquema simplificado de redes globales de

procesamiento y consumo; se representa un país (sombreado) donde existe un

enclave extractivo.

Desde el punto de vista de la lógica de acumulación por desposesión (Harvey,

2004), que implica procesos como la mercantilización y privatización de lo

colectivo, público, comunal y estatal en función del gran capital-mundial, el nuevo

consenso de los commodities conlleva a la diversificación y profundización de una

dinámica de despojo de recursos y territorios, al tiempo que genera nuevas formas

de dependencia, dominación y exterminio. Los procesos de acumulación por

desposesión involucran procesos y situaciones de rápida apropiación y usufructo,

de áreas valiosas de ecosistemas y bienes comunes (bosques, suelos, aguas,

32

minerales, etc.), al igual que un alto nivel de destrucción de las condiciones

ambientales y comunitarias (Svampa, 2011). En América Latina la recurrente

colonialidad del poder, la concepción colonial de la naturaleza y la acumulación

por desposesión como un ejercicio de poder expresado en el devenir histórico del

capitalismo, opera y se aplica al extractivismo como una matriz productiva que

determina y caracteriza a la región, ejemplo de ello es la lógica que se imprime

con la explotación y “saqueo” de recursos con la mega-minería.

En este sentido no es casual que gran parte de la literatura crítica de América

Latina considere que el resultado de estos procesos (inyectar al mercado mundial

grandes cantidades de materias primas en beneficio del mercado y sus centros

operativos y de poder) sea la consolidación de un estilo de desarrollo extractivista.

En Colombia por ejemplo más del 99% de la “producción” (extracción) de oro y el

92% de la de carbón son exportados sin generar encadenamientos productivos, lo

cual convierte al país en un exportador neto de materias primas y en un

acumulador de residuos contaminantes (Cabrera; Fierro, 2013).

El extractivismo hace parte del dispositivo de poder colonial. El rol abastecedor

que han tenido históricamente los países latinoamericanos por la vía de

economías extractivas han dejado –y seguirá dejando– más despojo, explotación y

una creciente deuda ecológica (Gudynas, 2009; Machado, 2011, Svampa, 2011).

La proliferación de los megaproyectos extractivos, en particular en torno a la

minería, se ha vuelto uno de los principales factores de presión sobre los

ecosistemas latinoamericanos, sea por contaminación de suelos, aguas y aire,

como por la apertura de áreas naturales, con efectos muy negativos sobre la

biodiversidad, desplazamientos de comunidades y problemas en la salud pública,

además de fuertes transformaciones de territorios y modos de vida locales.

1.6 El nuevo auge minero en el contexto neoliberal en América Latina

El análisis sobre las imbricaciones entre minería, modernidad y colonialismo,

ligado a los enfoques de la ecología política, permiten indagar más en profundidad

33

sobre los factores y condiciones que están en las raíces del más reciente ciclo de

auge minero en el continente latinoamericano. Desde el enfoque de la ecología

política, Machado (2011) hace un análisis de la conexión del auge minero de los

últimos años en los países de América Latina con la experimentación y

consolidación del neoliberalismo, el cual está enmarcado en un esquema de

dominación y acumulación global de relaciones asimétricas de poder, que pone

como eje clave las disputas geopolíticas por el acceso y control sobre los

“recursos naturales”, en el que la matriz productiva de las naciones

latinoamericanas ha estado condicionada por los intereses de las grandes

transnacionales y las organizaciones mundiales de crédito.

Al conectar el auge minero con la geopolítica del neoliberalismo y remontar sus

orígenes a la crisis del régimen de acumulación de posguerra, algunos autores

ponen de relieve como el neoliberalismo puede ser entendido en última instancia

como una profunda reorganización socio-territorial de acumulación a escala global,

destinado a reasegurar a los centros mundiales de consumo, acumulación y

poder, el control, acceso y disposición de los recursos naturales claves para la

reproducción del sistema. Desde esta perspectiva el neoliberalismo constituye, en

realidad, un nuevo proyecto de gubernamentabilidad neocolonial (Machado, 2011).

El llamado “boom minero” que comienza a partir de la década de los 90’ en los

países de América Latina es considerado desde la Ecología Política como

producto resultante de la geopolítica del neoliberalismo. Desde esta visión, tanto el

auge minero como el conjunto de políticas que significaron y permitieron la abrupta

radicación del complejo primario-extractivo-exportador en la región, deben

analizarse como partes y emergentes de la crisis y recomposición del esquema de

dominación y acumulación global ocurrido hacia los setenta (Machado, 2011).

Precisamente fue la década del setenta la que marca la irrupción de la

problemática ambiental en la agenda política mundial.

El extraordinario ciclo de tasas de crecimiento altas y sostenidas verificadas en el

mundo en general durante los “años dorados” de la posguerra (aumento y

expansión de la producción y el consumo), periodo que comprendió desde el fin de

34

la segunda guerra mundial en 1945 hasta el año 1973 con la crisis del petróleo,

involucraron un inusitado incremento de las tasas de explotación de los recursos

naturales, un aumento sustancial de los ritmos de extracción y consumo de bienes

y servicios ambientales, así como una aceleración y producción de desechos

contaminantes (Harvey, 2004). Al mismo tiempo que esto ocurría, se presentaba

un impulso de descolonización formal en África y Asia además de pretensiones de

soberanía asumidas por diversos regímenes nacional-populistas en América

Latina. Esta situación involucró un creciente foco de tensiones en torno al control

sobre las fuentes de energía y bienes primarios estratégicos (Machado 2011:151).

Los conflictos ecológico-distributivos en el eje de la confrontación Norte-Sur

surgidos por las pretensiones de autodeterminación de los pueblos llamados

“periféricos” o del “tercer mundo”, se plasmarían mediante políticas activas

vinculadas a la nacionalización de las reservas petroleras, mineras y de recursos

no renovables en general, así como de otros sectores clave de la economía

(transportes, telecomunicaciones, banca, etc.) y reformas agrarias tendientes a

disminuir la concentración de la propiedad rural. En conjunto, esta escalada de

políticas nacionalistas de control de los recursos naturales por los países

periféricos tuvo una incidencia innegable como desencadenante de la crisis del

régimen de acumulación de posguerra, pues implicó para los principales países

potencia y sus grandes conglomerados empresariales, un abrupto encarecimiento

de materias primas, así como una mayor incertidumbre en los flujos de

abastecimiento (Machado, 2011:154).

En tanto expresión del poder imperial, el neoliberalismo se entiende como una

respuesta de los centros de poder mundial ante los avances relativos logrados por

los países periférico-dependientes en el período de posguerra (1950-1970), en

términos de mayores condiciones de autonomía económica y política (Machado,

2010). En respuesta a la supuesta amenaza de la “escalada nacionalista” de los

países del Sur, se reformularon las políticas neoliberales de liberalización

financiera, comercial y territorial, para permitir así una movilidad espacio-temporal

del capital. Con la reestructuración de los flujos productivos y comerciales se

35

redefinieron nuevas estrategias y modalidades de dominación y poder. La

liberalización generalizada de la economía permitió al gran capital transnacional

un nuevo ciclo de acumulación por desposesión, proceso que ha colocado en el

centro de disputa, la cuestión del territorio y el medio-ambiente (Harvey, 2004;

Svampa, 2011).

Esquemáticamente la geopolítica del neoliberalismo en América Latina inicia con

el ajuste represivo del terrorismo de estado en la década de los años setenta,

sucesivos golpes de estado que impedirían cualquier aspiración transformadora;

seguido de una disciplina económica implementada con los “ajustes estructurales”

durante el estallido de la deuda externa en los ochenta; y se completa finalmente

en los noventa con la mercantilización y la etapa de privatización de lo estatal,

colectivo, público y comunal en función del capital transnacional (Machado,

2011:154).

Desde el punto de vista específico de la cuestión minera un conjunto de reformas

institucionales en la década del 90´ en todos los países latinoamericanos

funcionaron como dispositivos legales para una progresiva privatización encubierta

de la gran minería. Tres fueron los pilares centrales que establecieron las bases

políticas de las reformas en los países latinoamericanos que facilitarían las

condiciones de rentabilidad de los procesos extractivos para las grandes

corporaciones mineras transnacionales: 1) Plena seguridad y estabilidad jurídica

sobre la propiedad de las concesiones mineras; 2) Grandes beneficios fiscales y

comerciales; y 3) Una legislación y sistema de controles ambientales

extremadamente laxos (Machado, 2011).

Tras el boom minero neoliberal en la década del noventa las élites políticas y

económicas en América Latina han ratificado e intensificado su rol como simple

proveedor de minerales para el “mercado mundial”. “Asistimos con el

neoliberalismo a una nueva inflexión del capital que apunta a la apropiación de la

tierra, el agua, los recursos naturales agotables y la biodiversidad” (Svampa,

2011:190). En los ciclos de transformaciones en las que ha tenido lugar la

recomposición de la estructura colonial del mundo, la reconversión neoliberal del

36

régimen de acumulación global implica y significa la imposición de un nuevo

esquema de gubernamentabilidad colonial y una transformación de las

modalidades y vínculos a través de los cuales el capital opera la apropiación y

disposición diferencial de cuerpos y territorios como objetos de explotación y

medios de acumulación (Machado, 2011:163).

El mundo moderno se apoya y se asienta materialmente sobre el inseparable

desarrollo de la minería y la colonialidad, en la que ambos han sido determinantes

en la trayectoria histórica de América Latina. La región ha despertado desde el

poderío español y portugués, al Imperio británico y de éste a la hegemonía

norteamericana de posguerra, extendida luego bajo la fachada del “mercado

global” y las grandes corporaciones transnacionales, un crónico interés por sus

concentrados minerales (Machado, 2011). En América Latina y el caribe lejos del

tan “ansiado desarrollo y progreso”, cada nuevo auge minero no ha significado

sino la puesta en marcha de una desigual maquinaria extractiva que ha devastado

y despojado ecosistemas, territorios y poblaciones reproduciendo las formas de

dominación en términos “neo coloniales”.

La lógica de extracción de recursos naturales en condiciones inequitativas, esto

es, que implica subalternizar la soberanía nacional de los Estados con la

consecuencia en la apropiación de territorios, el despojo de sus habitantes, la

producción de diversas formas de violencia y la alteración de sus modos de vida,

pone de presente como la mega-minería moderna a gran escala en América

Latina ha tomado la forma de una actividad extractiva-depredadora, operando

como una continuación del legado colonial y perpetuando las estructuras

hegemónicas de poder y control con la división del mundo entre un centro y una

periferia, la cual emergió en los tiempos de la colonia (Sierra, 2014).

Si bien la explotación y exportación de minerales (metales preciosos) –en general

de recursos naturales– no son actividades nuevas en la región, en los últimos

años del siglo XX, y en un contexto de cambio del modelo de acumulación, se ha

intensificado la expansión de proyectos tendientes al control, extracción y

exportación de estos recursos a gran escala (Svampa, 2011), que en el caso de

37

América Latina se expresan en el lugar que ocupan los países en el Atlas Global

de Justicia Ambiental - EJOLT2 . Una plataforma interactiva de mapas que analiza

la trayectoria de más de un millar de conflictos ecológicos y espacios de

resistencia a nivel mundial y en el que Colombia ocupa el segundo puesto en la

lista de conflictos socioambientales (EJOLT, 2014).

1.7 El auge de la minería extractivista en Colombia

La ilusión de los ingresos fáciles de la extracción de la riqueza minera que

entusiasma a la tecnocracia neoliberal, ha llevado a gobiernos como los de

Colombia en las últimas décadas, a omitir casi completamente en sus políticas,

prácticas y discursos del desarrollo, sectores como la industria y la agricultura, a

sabiendas que la evidencia histórica ha demostrado que las actividades como la

manufactura industrial y la agricultura, con amplio potencial para generar

encadenamientos productivos y avance tecnológico, no pueden ser suplantadas

por una actividad de baja generación de empleo y características de enclave como

la minería extractivista. Y más cuando se aduce que el objetivo real que se

persigue, es remontar el atraso y mitigar la pobreza del país (Cancino, 2012).

En varios de los países de América Latina, como Colombia, las compañías

transnacionales mineras extraen en la actualidad materias primas bajo una lógica

propia de los sistemas coloniales del pasado, como es por ejemplo el caso de El

Cerrejón, una de las minas de carbón para exportación a cielo abierto más grande

del mundo ubicada en el departamento de la Guajira; o La Drummond Ltd.,

ubicada en medio del departamento del Cesar dedicada también a la explotación y

comercialización del carbón; o Cerro Matoso S.A. que se sitúa en el departamento

de Córdoba y produce ferroníquel, solo para nombrar algunos ejemplos. Estos 2El Atlas Global de Justicia Ambiental - EJOLT aporta evidencia sobre los desequilibrios estructurales de

poder en la economía global. Ha sido elaborado a través de un proceso colaborativo entre activistas, académicos e investigadores, y es coordinado por el Instituto de Ciencia y Tecnología de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), bajo la dirección del economista Joan Martínez Alier. El Atlas de Justicia Ambiental fue presentado en la Delegación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Bruselas) el 19 de marzo de 2014, como parte del proyecto EJOLT: Environmental Justice Organizations, Liabilities and Trade (Organizaciones de Justicia Ambiental, Pasivos y Comercio) (EJOLT, 2014).

38

enclaves mineros controlados por capitales extranjeros, generan consecuencias

adversas en los planos ambiental, político, económico, cultural y social (Sierra,

2014). Desde finales de la última década del siglo XX y comienzos del siglo XXI,

se han visto en el sector minero colombiano considerables transformaciones

jurídicas y políticas, que se articulan con las estrategias de coerción y hegemonía

del capital corporativo transnacional, la inversión extranjera y las élites político-

económicas que cobran sus beneficios (Idárraga; Muñoz & Vélez, 2010).

Para abonar el camino de hacer de Colombia un país minero, desde 1997 en la

administración Samper (1994-1998), seguido después bajo el gobierno del

presidente Andrés Pastrana (1998-2002), se postularon cambios en las políticas y

las normas mineras que fueron impuestas con la expedición de un nuevo Código

Minero en el año 2001 (Ley 685), que reemplazaría al Código de Minas “Ley 2655

de 1988”. El antiguo Código minero (Ley 2655) promulgado en el año 1988

detallaba por primera vez en el país las modalidades de contratos para la

exploración y explotación de diferentes minerales, sus condiciones operativas y

obligaciones de los titulares. Con este código minero (Ley 2655 de 1988), se

trataba de un Estado que se supone intervenía no sólo en la dirección de la

economía, sino directamente en la actividad minera a través de las empresas

públicas de la época: Mineralco, Ecocarbón, Econíquel, y definía las formas de

participación, con inversiones o no, y con porcentajes sobre las utilidades, las

ventas y las ganancias extraordinarias de las compañías (Pardo, 2013).

El Código de Minas (Ley 2655 de 1988), promulgado antes de la década de 1990´,

no había terminado de decantar cuando otras corrientes de política económica

mundial empezaron a deslegitimar sus fundamentos. En Colombia la intervención

del Estado en la actividad minera empezó a ser severamente cuestionada, lo

mismo que el modelo minero que estaba dirigido acompañar una política de

industrialización nacional y sustitución de importaciones; y por el contrario tomaría

fuerza la liberación y entrega de los recursos naturales al libre juego de las fuerzas

del mercado. Las nuevas corrientes de globalización de las economías a las

cuales se sumaría los países latinoamericanos, marcaron el periodo que antecedió

39

la discusión y aprobación en Colombia del Código de Minas Ley 685 de 2001, que

modificaba el antiguo Código Ley 2655 de 1988, el cual desde la perspectiva de

gremios mineros y grandes empresas, obstaculizaba el libre desarrollo de la

iniciativa privada (Pardo, 2013).

Con la expedición del nuevo Código de Minas Ley 685 de 2001, cuya formulación

estuvo asesorada de forma directa por el gobierno, instituciones y empresas

mineras canadienses3, se abrió el camino para intensificar las operaciones de

exploración y explotación de minerales en Colombia, fundamentalmente porque se

declaró a la minería como una actividad de utilidad pública e interés social

(Rodríguez & Urrea, 2011).

Ya en el periodo de gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) la minería es

definida como eje de la atracción de capitales trasnacionales, no obstante se

multiplicó por diez el área titulada para minería en el territorio continental

colombiano (Fierro, 2012). Con la prioridad de seguir alentando las políticas de

desarrollo minero, en el año 2005 en dicho periodo presidencial se formuló el plan

“Visión 2019: Colombia como un país minero”, cuyo propósito es convertir a

Colombia en uno de los tres países latinoamericanos con mayor inversión

extranjera en minería. Este plan respondió, en parte, al incremento de los precios

de los minerales (commodities) en el año 2001.

Para medir el éxito de la decisión gubernamental de convertir a Colombia en una

potencia minera, los defensores utilizan como principal argumento el incremento

de la Inversión Extranjera Directa (IED) en el sector. De hecho, durante la primera

3 Desde 1996 la Agencia Canadiense para el Desarrollo Internacional –ACDI- apoyó con asistencia técnica al

gobierno colombiano en un proyecto para la reforma de la legislación minera (Mining Watch Canadá y CENSAT, 2009); en 1997 se celebró el convenio entre el Ministerio de Minas y Energía y el Canadian Energy Research Institute (CERI) para asesorar la formulación de políticas y normativa minera en Colombia. La Contraloría General de la República advirtió sobre la inconveniencia de esta relación señalando que si Canadá invertía una cuantía importante de recursos para fortalecer las instituciones del Estado era lógico que éste país esperara obtener algún beneficio de la nueva legislación. Por tal razón concluía que “se presenta por lo menos en la primera etapa del proyecto una importante salida de información geo-científica y ambiental cuyo potencial de conocimiento se pierde para el país” (Contraloría General de la República, 2000 citado por Fierro 2012b: 37)

40

década del siglo XXI, este indicador efectivamente ha tenido un crecimiento

sustancial en Colombia:

En 2002 la IED en minas y canteras (No incluye petróleo), fue de 466 millones de

dólares; en 2006 de 1.783millones; en 2008 de 1.789 millones y en 2009 alcanzó

los 3.094 millones, lo que representa un crecimiento del 73% entre 2006 y 2009.

Por otro lado, las exportaciones de minerales pasaron de 2.821 millones de

dólares en 2002, a 5.208 millones en 2006, y de 6.346 millones en 2007 a 8.153

millones en 2009, es decir, crecieron un 25% en esos años (Rodríguez & Urrea,

2011:4).

Ese mismo entusiasmo minero del entonces presidente Álvaro Uribe ha sido

seguido por el gobierno de Juan Manuel Santos, que con el ánimo de impulsar la

denominada “locomotora minera” como uno de los principales ejes de crecimiento

económico del país, y brindar estabilidad jurídica a las compañías mineras, han

sacado una serie de leyes y decretos que tienen como propósito reducir la

autonomía y autoridad de las entidades territoriales (departamentos, municipios y

resguardos indígenas) para decidir sobre el tema minero en sus territorios (Toro;

et al., 2012; Negrete, 2013).

En Colombia, a propósito del auge de proyectos de mega-minería, se ha suscitado

una álgida discusión acerca de quién tiene la potestad de definir los usos del suelo

y planificar y ordenar el territorio. Para Negrete (2013) muchos de los decretos4

que imponen al país un ordenamiento ambiental y territorial supeditado a los

intereses del sector minero violan la Constitución Política, concretamente frente al

régimen de autonomía de los entes territoriales, además que “desconoce el

4 Decreto 2691 del 23 de Diciembre de 2014: En desarrollo del proceso de autorización de actividades

mineras, reglamenta los mecanismos para acordar con las autoridades territoriales las medidas para la protección del ambiente sano, las cuencas hídricas y la salubridad de la población, otorgando la posibilidad a las entidades territoriales de que puedan solicitar en un corto plazo de tiempo, medidas de protección a través de estudios técnicos y científicos que demuestren los efectos negativos económicos, sociales, culturales o ambientales que pueda ocasionar la minería en sus territorios, estos estudios deben ser financiados por el presupuesto de cada municipio solicitante, para luego el Ministerio de Minas, teniendo en cuenta observaciones de otras autoridades, definir si aprueba la protección. Este procedimiento tal como está condicionado es económicamente imposible de cumplir para la mayoría de los municipios; el decreto se emitió como respuesta a la sentencia (C-123) de la Corte Constitucional que abogaba por la existencia de unas reglas claras para la exploración y explotación minera y sobre todo por mecanismos de acuerdo entre los entes nacionales y locales.

41

derecho fundamental a un ambiente sano y el principio de progresividad que no

permite la expedición de normas regresivas que privilegian a ciertos actores en

detrimento de derechos fundamentales y colectivos ya conquistados”(Negrete,

2013). El gobierno nacional amparado en el Código de Minas que le da el carácter

de utilidad pública y de interés social a la minería, ha establecido por medios de

decretos, que la potestad de establecer zonas excluidas y restringidas para

minería le compete únicamente a las autoridades mineras y ambientales (Decreto

0934 del 9 de mayo de 2013).

Esta situación de tensión entre las competencias de las entidades territoriales y las

autoridades del orden nacional, es decir, el gobierno central en cabeza de los

ministerios de minas y del medio ambiente, cuyos funcionarios desde la capital de

Bogotá ordenan los territorios a nivel departamental y municipal en temas tan

sensibles como la actividad minera, subordina y desconoce el principio de

autonomía territorial, socavando la descentralización administrativa del Estado

reconocida en la Constitución Política, además de ocasionar una incertidumbre

jurídica, problemas de gobernabilidad en todos los niveles y generar una masiva

resistencia social en distintas regiones y localidades del país.

La expansión de la minería en Colombia como “motor de desarrollo” lo ilustra

claramente el mapa construido con fuentes del ministerio colombiano de Medio

Ambiente - MAVDT, Ingeominas, el Instituto Humboldt y la Unidad Administrativa

Especial del Sistema de Parques Nacionales Naturales (ver mapa). Que muestra

el masivo proceso de titulación y de radicación de solicitudes de contratos de

concesión para explotación minera, a diciembre del año 2010 (Fierro, 2011). Y

cuyo gráfico, indica como hay una inusitada ocupación del territorio en función del

interés del sector minero, el cual concentra sus proyectos de exploración y

explotación en la zona andina (cuenca Magdalena-Cauca), justo donde se

encuentra asentada la gran mayoría de la población colombiana.

42

Mapa No 1. Fuente: (Fierro, 2011). Títulos y solicitudes a diciembre 2010 –

Ingeominas.

43

En el artículo 21 de la Ley 1753 de 2015, por la cual se expide el Plan Nacional de

Desarrollo 2014-2018 “Todos por un nuevo país” y definido mediante el Decreto

1666 de 20165, se clasifica las actividades mineras en: minería de subsistencia,

pequeña, mediana y grande. Según el decreto 1666 de 2016. “Los títulos mineros

que se encuentren en la etapa de exploración o construcción y montaje se

clasificarán en pequeña, mediana y gran minería con base en el número de

hectáreas otorgadas en el respectivo título minero”. Para este fin el decreto

establece una tabla de clasificación según el número de hectáreas:

CLASIFICACIÓN N° HECTÁREAS

Pequeña Menor o igual a 150

Mediana Mayor a 150 pero menor o igual a 5.000

Grande Mayor a 5.000 pero menor o igual a

10.000

Cuadro No 2. Fuente: (Articulo 21 Ley 1753 de 2015; Decreto 1666 de 2016). Tabla de

clasificación de la minería en fase exploratoria.

Entre tanto el Decreto 1666 de 2016, para la etapa de explotación basa la

clasificación de acuerdo al volumen de producción minera máxima anual y

discrimina el tipo de mineral explotado: carbón, materiales de construcción,

metálicos, no metálicos, metales preciosos, piedras preciosas y semipreciosas,

contemplando por medio de una tabla los máximos de toneladas al año,

considerando si la actividad se desarrolla a cielo abierto o de manera subterránea.

A continuación se muestran en el siguiente cuadro6 los valores correspondientes a

los materiales preciosos (Oro, Plata y Platino).

5 Por el cual se adiciona el Decreto Único Reglamentario del Sector Administrativo de Minas y Energía, 1073

de 2015, relacionado con la clasificación minera. 6 los valores establecidos en el cuadro para minería subterránea corresponden al total de toneladas de

material útil removido, mientras que para minería a cielo abierto corresponde al total de metros cúbicos de material útil y estéril removido).

44

MINERAL

Pequeña

Mediana

Grande

Subterránea Cielo Abierto

Subterránea Cielo Abierto

Subterránea Cielo Abierto

Metales preciosos (Oro, Plata y Platino (Ton/Año) o m3 al año

Hasta 15.000 Ton/Año

Hasta 250.000 m3 al año

> 15.000 hasta 300.000 Ton/Año

> 2.50.000 hasta 1.300.000 m3 al año

> (más de) 300.000 Ton/Año

> (más de)

1.300.000 m3 al año

Cuadro No 3. Fuente: (Decreto 1666 de 2016). Clasificación de los títulos mineros

que se encuentran en etapa de explotación.

La proliferación de actividades extractivas en Colombia como es la minería a gran

escala, la cual tiene como principal función abastecer de materias primas los

centros de poder y el mercado global-capitalista, revalorizar el capital y la

acumulación de agentes económicos multinacionales privados, ha ocasionado en

un contexto neoliberal, no solo una apropiación oligopólica de los recursos

naturales sino también una degradación socioambiental en territorios y

ecosistemas que se manifiesta en diversas localidades y regiones de Colombia,

como es el caso de la subregión del Suroeste antioqueño.

Con la aprobación en el año 2006 del Plan Nacional para el Desarrollo Minero

Visión 2019, se fijó un plan de acción con el propósito de aprovechar las ventajas

comparativas del potencial geológico-minero de la nación, atraer un mayor número

de inversionistas al sector y lograr para el Estado una mayor renta como resultado

de la actividad minera (UPME, 2006). A partir de allí, se amplió de forma

significativa la participación del sector minero en la economía nacional y regiones

que nunca antes o por lo menos en su historia reciente habían sido mineras, de

repente aparecen solicitadas o tituladas con extensas áreas para la exploración y

explotación de minerales.

Este es el caso de la subregión del Suroeste antioqueño (municipio de Jericó y el

corregimiento de Palocabildo). Donde habitantes rurales y urbanos de varios de

los municipios que tradicionalmente se han dedicado a las actividades

45

agropecuarias (café principalmente), desde hace un poco más de una década

vienen siendo testigos del desarrollo de proyectos de exploración minera –sin que

nadie les consultase–, los cuales se han ido consolidando progresivamente en el

territorio, imponiendo nuevos modelos de ocupación y uso territorial. Estos

proyectos extractivos han ocasionado cambios no solo en los usos del suelo, sino

profundas resistencias sociales y transformaciones en las dinámicas culturales,

ambientales y laborales en dicha subregión.

1.8 La proliferación de proyectos mineros en la subregión del Suroeste

antioqueño: la configuración de un nuevo cuerpo territorial mineralizado

Una gran parte de la cordillera central y occidental colombiana es denominada

entre los promotores de la actividad minera, es decir el ministerio de minas y las

compañías mineras, como el “Cinturón de Oro de Colombia” (OCMAL, 2013), en

esta área existe una franja geológica también conocida como “Cinturón de Oro del

Cauca Medio”. Esta zona del “Cinturón de Oro de Cauca Medio” es considerada

como uno de los potenciales auríferos más importantes del país, la cual pertenece

específicamente al flanco oriental de la cordillera occidental, entre las cuencas de

los ríos San Juan y rio Cauca hasta sus confluencias, comprendiendo los límites

de los departamentos de Caldas, Risaralda y Antioquia, en cuya vertiente

geográfica se encuentran municipios como Guática y Quinchía en el departamento

de Risaralda; Río Sucio, Supía, Marmato en el departamento de Caldas; y Jericó,

Caramanta, Valparaíso, Támesis, Jardín, Andes, Pueblo Rico y Tarso en el

Suroeste del departamento de Antioquia (Castro, 2014; OCMAL, 2013).

Con una alta biodiversidad, con topografías quebradas y montañosas que dan

origen a una importante estrella hidrográfica, esta zona lo configuran pequeños

poblados que se conformaron desde finales del siglo XVIII como resultado de la

colonización antioqueña. Actualmente presentan actividades socioeconómicas

similares sustentadas principalmente por una economía campesina ligada a la

producción cafetera (Castro, 2014). Esta zona o franja conocida como “Cinturón

46

de Oro del Cauca Medio”, que incluye los departamentos y municipios

anteriormente mencionados (y un amplia área de la subregión del Suroeste

antioqueño), es una zona geológicamente homogénea con alto potencial y

similitudes para la explotación minera de oro y asociados. Es por ello que la

riqueza mineral de este “cinturón” ha despertado el interés de distintas compañías

nacionales y transnacionales con diversos proyectos exploratorios, que hoy por

hoy se llevan a cabo (OCMAL, 2013).

Figura No 2. Fuente: (Periódico el Mundo, 2012). Ilustración del “Cinturón de Oro

del Cauca Medio”, que hace parte del denominado “Cinturón de Oro de Colombia”

Según datos de la Secretaria de Minas de Antioquia y el Sistema de Información

de Catastro Minero Colombiano a enero del año 2012 el departamento de

47

Antioquia7 tenía vigentes 1.478 títulos concesionados, con un área titulada de

1.091.465 ha equivalente al 17% del área total del departamento, mientras que el

número de solicitudes para titulación era de 1.325 con un área de 3.314.158 ha,

equivalentes al 53% del territorio. Entre tanto, para la subregión del Suroeste

antioqueño en ese mismo año se tenía un número de 336 solicitudes y un

consolidado de 213 títulos otorgados para carbón, oro y arenas silíceas (Secretaria

de Minas, 2012). Si se revisa los mapas de la Secretaria de Minas se observa que

más del 90% del territorio del Suroeste, incluyendo los resguardos indígenas (ver

gráfico), se encuentra titulado o solicitado para minería (González, 2013).

Mapa No 2. Fuente: Dirección de Titulación Minera - Secretaria de Minas

Gobernación de Antioquia (2012). Subregión del Suroeste antioqueño

7 Con base en los datos del Catastro Minero Colombiano efectuado por el Ministerio de Minas y Energía al

mes de julio del año 2012, el porcentaje de área ya titulada en Antioquia para la explotación específicamente de oro, equivale a un 10% del área del departamento, con 615.120 hectáreas, mientras que el porcentaje de área solicitada para explotación de oro, es de 30%, equivalente a 1.927.547 ha (Cabrera; Fierro, 2013).

48

Por ejemplo, en los municipios de Jericó, Jardín, Támesis, Caramanta y

Pueblorrico (pertenecientes a la subregión del Suroeste antioqueño), la Secretaría

de Minas de Antioquia ha entregado 22 autorizaciones o títulos mineros para

adelantar exploraciones en 39.000 ha, casi la mitad del territorio de las cinco

poblaciones que suman 83.000 ha (González, 2013). Entre las empresas

transnacionales que aparecen con títulos vigentes en la subregión del Suroeste

antioqueño se encuentra AngloGold Ashanti AGA (Sudáfrica), Solvista Gold

(Canadá) Continental Gold (Canadá), Tolima Gold (Canadá), Colombian Mines

Corporation (Canadá) y Caramanta Conde Mine (Canadá). La mayoría de los

proyectos de estas empresas las cuales llegaron al Suroeste alrededor del año

2005, se encuentran actualmente en fase exploratoria (COA, 2013).

Esta nueva reconfiguración del territorio que responde a intereses de la economía

y política global pretende hacer de esta subregión del Suroeste Antioqueño un

nuevo enclave minero vinculado a actividades de exportación, desconectado del

espacio socioterritorial que lo rodea, pero integrado mediante grandes corredores

viales hacia Medellín y los puertos de exportación (que actualmente se pretenden

construir en el mar pacífico y el golfo de Urabá). Dicha infraestructura funciona

como arterias por las cuales se moverán energía y materias primas extraídas.

Con la profundización en Colombia de un modelo de desarrollo extractivo-

exportador que intensifica los megaproyectos minero-energéticos y prioriza los

monocultivos, algunos de los municipios del Sureste antioqueño que

históricamente tienen una tradición y vocación agropecuaria diversificada, han

sufrido cambios en las dinámicas sociales y ambientales de sus territorios, como

ocurre con el denominado proyecto Quebradona, desarrollado por la compañía

minera AngloGold Ashanti en el corregimiento de Palocabildo, municipio de Jericó.

Los cuales han redundado en consecuencias negativas como militarización,

desplazamiento de campesinos, amenaza del territorio, pérdida de los recursos

naturales (agua, bosques, fauna) y un aumento en la contribución de las

emisiones de gases efecto invernadero (Idárraga; Muñoz & Vélez, 2010).

49

Mapa No 3. Fuente (Secretaría de Minas, 2012)8. Títulos mineros municipio de Jericó

Antioquia

1.9 El impacto en las aguas por exploración y explotación minera

La minería es una de las actividades claves en la economía de muchos países

latinoamericanos –como es el caso de Colombia–. Los impactos más evidenciados

y directos que genera dicha actividad tienen que ver respecto a la cantidad y

calidad del agua y los conflictos emanados entre los distintos usuarios por la

competencia de garantizar el acceso al vital recurso (pobladores locales vs

empresas mineras). La minería, en la práctica diaria, suele despojar a numerosas

comunidades rurales indígenas y campesinas de sus derechos históricos y

prácticas cotidianas; de sus tierras y su agua –elementos básicos de la

8 Los mapas de titulación minera, se pueden descargar de la página web del Catastro Minero:

www.cmc.gov.co:8080/CmcFrontEnd/consulta/busqueda.cmc

50

subsistencia de dichas poblaciones–. Existe una contradicción estructural entre la

actividad extractiva como es la mega-minería y la actividad agrícola y ganadera

que radica en su dependencia del agua, si bien ambas son economías que

requieren de un uso intensivo del agua, en contraste con las demandas

estacionales de la agricultura, la demanda de agua en la minería es constante,

además de que la actividad de la grande minería transforma radicalmente los

territorios y los cursos del agua, con efectos duraderos por décadas o incluso

siglos (Boelens; et al., 2014).

Las principales afectaciones o impactos que los proyectos mineros (de oro y

asociados) generan para el ciclo hidrológico, según lo han expuesto algunos

estudiosos del tema (Moran 2009; Fierro, 2012; Budds, 2012), refieren a la

contaminación, disponibilidad, escasez, acceso, calidad y privatización del recurso

hídrico, que terminan por convertirse en motivo de disputa y disenso, dado los

diferentes usos y representaciones que se tienen respecto al agua, entre por un

lado comunidades y pobladores locales cuyas practicas económicas giran

alrededor de los sistemas agropecuarios, y de otro, los promotores de la actividad

minera, que son las empresas y algunos gobiernos del orden nacional y local.

Las empresas mineras desde la fase exploratoria requieren grandes volúmenes de

agua, los cuales son solicitadas mediante permisos o concesiones. En la fase

exploratoria, con la instalación de las perforadoras o diamantinas, la relación

agua–perforación es uno de los asuntos más neurálgicos, pues toda perforación

además de afectar los niveles freáticos (aguas subterráneas y superficiales)

requiere de la utilización de caudales de agua para lubricar y refrigerar el sistema

de perforación9 mezclándolos con aceites, petróleo y combustibles diésel. El agua

ya contaminada en ocasiones suele ser arrojada a los mismos cauces (Fierro,

2012).

9 La fractura en las rocas ígneas y metamórficas que contienen el oro y sobre las cuales se ubican los

proyectos mineros, al ser perforadas pueden contaminar las aguas por la liberación de materiales tóxicos como arsénico, plomo, zinc, cadmio, níquel, cobalto, cromo y sulfatos (Fierro, 2012).

51

El drenaje ácido de las minas es uno de los más grandes conflictos ambientales

de la minería en relación con las aguas, pues el efecto que se produce a largo

plazo eleva los niveles de acidez en ríos y humedales, poniendo en riesgo la

producción agrícola, la vida silvestre y la salud humana. Las aguas acidas se

originan cuando los minerales existentes en las minas (por ejemplo, hierro, azufre,

arsénico o mercurio), se exponen a los elementos del ambiente (aire, bacterias y

agua), se oxidan y luego se filtran al subsuelo, contaminando las fuentes hídricas

superficiales y subterráneas. El drenaje ácido no sólo se produce durante la vida

útil de las minas, sino muchas décadas e incluso hasta cientos de años después

de que éstas han sido cerradas (Acosta, 2009; Fierro, 2012).

La minería metalífera contemporánea se basa en el desarrollo de un nuevo

complejo tecnológico que permite la “explotación rentable” de yacimientos de baja

ley (0,4), lo que implica la extracción de minerales remanentes en pequeñas

partículas diseminadas en grandes extensiones de tierra. Los yacimientos que

actualmente se pretende explotar tienen una relación menor en cuanto a la

cantidad de oro por tonelada de roca obtenida. Hoy los codiciados metales se

encuentran disgregados en cantidades mínimas por extensos territorios, de

manera que sólo pueden separarse de la roca en un proceso técnico de gran

minería, ya sea subterránea o a cielo abierto. Esta tecnología extractiva procede

básicamente a la voladura de grandes volúmenes de material rocoso que luego es

triturado y sometido a procesos de lixiviación (Machado; et al., 2011:165;

Rodríguez & Urrea, 2011). –El proceso de lixiviación consiste en separar el

material deseado de la roca utilizando grandes cantidades de agua dulce

combinadas con el uso de reactivos (según se trate de los minerales a extraer),

tales como: ácido sulfúrico, cianuro, soda caustica, óxidos de cobre, entre otros

(Fierro, 2012).

En el proceso lixiviación, también llamado de beneficio, surgen los desechos o

relaves que son 50% sólidos y 50% líquidos, en una mezcla de partículas de roca,

químicos de procesamiento y agua contaminada (Moran, 2009). En la minería

moderna estos relaves (mezcla de tierra, minerales, agua y rocas) generalmente

52

son depositados en tanques especiales sellados con material sintéticos. Sin

embargo, los tanques contenedores de los relaves o “diques de colas”, pueden ser

especialmente peligrosos ambiental y socialmente en regiones como las de

Suramérica, pues los tanques de relaves en países andinos frecuentemente sufren

el efecto de fuertes movimientos telúricos, lo cual hace que requieran una

manutención a largo plazo, incluso después del cierre para prevenir tanto fallas

catastróficas de funcionamiento, como filtraciones crónicas (Bebbington, 2008).

La gran minería metalífera requiere pues destruir enormes extensiones de

superficie montañosa, la aplicación de sustancias tóxicas y grandes cantidades de

explosivos, además del uso intensivo de dos insumos claves: agua y energía; a

modo ilustrativo cabe mencionar que un emprendimiento a cielo abierto estándar

requiere mínimamente un metro cúbico de agua por segundo de manera

ininterrumpida desde la puesta en marcha de la explotación hasta su cierre

(Machado; et al., 2011:165). Es importante señalar que en Colombia se produce

principalmente hidroenergía, por lo que la dependencia del negocio minero con el

agua se convierte en un asunto primordial.

Para el hidrogeólogo Robert Moran (2009) otro de los impactos mineros en

relación con el agua se hace manifiesto cuando las diversas etapas de la minería

entran a disputar las fuentes de agua. La privatización por competencia del agua

en las actividades mineras es tan intensiva, que el agua pasa de ser un elemento

vital para convertirse en un insumo extraído exclusivamente para suplir las

diversas necesidades de procesamiento de minerales, supresión de polvos, etc.

Para el autor toda fuente de agua adyacente a las explotaciones mineras termina

siendo desviada para fines extractivos, tales desviaciones son la causa de la

competencia con otros actores locales, principalmente con quienes desarrollan

actividades agropecuarias, y también la causa de graves problemas ambientales y

sociales (Moran, 2009).

En los procesos de gran minería el principal impacto ambiental ocasionado por las

empresas es la privatización del agua ya que no solo se canalizan las fuentes de

agua para la actividad extractiva sino que producto de esta actividad se presenta

53

una alta contaminación de los recursos hídricos, dejando a la población

circundante sin acceso a este vital recurso para el consumo humano ni para las

actividades agropecuarias (Roa & Urrea, 2010). El agua se privatiza no solo través

de la gestión sino por contaminación y/o apropiación, algunos autores sostienen

que existe una forma de privatización del agua mediante la contaminación, forma

que supera la idea de privatizar como la acción de transferir una empresa o

actividad pública -en este caso la prestación del servicio- al sector privado. Pues al

contaminar por acción y decisión propia las fuentes de agua, estos actores se

apropian de facto de un recurso que es de todos, al imposibilitar que otros la

puedan usar (Moreno, 2012).

La característica peculiar del agua como una sustancia que fluye y que por tanto

puede trasportarse a zonas distantes traspasando fronteras sociales y naturales,

implica que la contaminación del recurso hídrico (superficial y subterráneo),

ocasionada por la actividad minera, sea transferida más allá de la mina por cauces

y acuíferos llegando a otras partes fuera de la unidad política-administrativa donde

se pueda encontrar el proyecto, extendiendo así en el tiempo y el espacio, la

magnitud de los impactos (Bebbington; et al., 2008). Para muchos autores, Acosta

2009; Budds, 2012; Moran 2009; Fierro 2012, entre otros, las cuestiones del agua

figuran pues de manera preponderante en todos los conflictos sociambientales por

minería, lo que la convierte en un tema de permanente tensión y disputa.

1.10 El Proyecto minero Quebradona

El proyecto Quebradona, reconocido por el Ministerio de Minas y Energía de

Colombia ubicado en el corregimiento de Palocabildo, municipio de Jericó-

Antioquia es desarrollado por la empresa AngloGold Ashanti (AGA) en riesgo

compartido con la empresa B2Gold; Quebradona se divide en los frentes de La

Mama, La Isla, Isabella, La Sola, Tenedor y Nuevo Chaquiro (Idárraga; Muñoz &

Vélez, 2010). En el año 2008 la empresa B2Gold completó un programa de

13.318.8m de perforación en 43 agujeros, acordando con AGA una exploración

54

sobre la base de 51% AGA y 49% B2Gold, sin embargo B2Gold ha reducido su

participación a un 11,5% al no seguir participando en los gastos de exploración por

lo que la empresa AngloGold Asahnti ha quedado con el 88,5% (AGA, 2014).

En respuesta a un derecho de petición, interpuesto por el Comité Para el Futuro

de Jericó, organización donde convergen todos los actores jericoanos declarados

en oposición a la minería, la Secretaría de minas de Antioquia informó que: “La

sociedad denominada Minera Quebradona Colombia S.A. posee cinco títulos

mineros en jurisdicción del municipio, Así”:

Contrato de concesión 5869 para exploración técnica y explotación económica de

una mina de oro y sus asociados en un área de 1.116 hectáreas... suscrito el 8 de

octubre de 2007. El 17 de julio de 2014 la titular solicita prórroga de dos años más

a la etapa de exploración.

Contrato de concesión 5881... 1.995 hectáreas (Jericó 71%), una mina de metales

preciosos y sus asociados... contrato suscrito el 12 de marzo de 2007... 13 de

febrero de 2014 solicitud de prórroga de dos años más a la etapa de exploración.

Contrato 6318... 287 hectáreas... una mina de oro, plata, platino, zinc, cobre,

molibdeno y sus asociados... contrato suscrito el 8 de octubre de 2007... 6 de

agosto de 2014 solicitud de prórroga de dos años más a la etapa de exploración.

Contrato 6359... 7.702 hectáreas (Jericó 63%)... una mina de oro, plata, platino,

zinc, cobre, molibdeno y sus asociados... contrato suscrito el 8 de octubre de

2007... 9 de mayo de 2013 se aprueba prórroga de dos años más a la etapa de

exploración.

Contrato 7579... 1.597 hectáreas... una mina de metales preciosos y asociados...

contrato suscrito el 8 de octubre de 2007... 17 de julio de 2013 se aprueba

prórroga de dos años más a la etapa de exploración” (Despierta Jericó, 2014:20).

En los títulos de Minera Quebradona Colombia S.A. Nuevo Chaquiro es uno de los

cinco sistemas de pórfido conocidos convirtiéndose en el foco de las actividades

de exploración desde el año 2012. AngloGold Ashanti Limited publicó el 7 de

noviembre 2014 los recursos de depósitos minerales para Nuevo Chaquiro, según

los reportes, es un sistema mineralizado de cobre y oro, la reserva de recursos

minerales para Nuevo Chaquiro reporta la empresa es de 604Mt con una ley

55

promedio de 0,65% de cobre, 0,32 g/t de oro, 4,38 g/t de plata y molibdeno

116ppm, un contenido metálico contenido de cobre 3.95Mt, 6.13Moz oro, plata

85.2Moz y molibdeno 70Kt. (AGA, 2014).

El recurso encontrado tiene perspectivas razonables y realistas para una eventual

extracción económica a través de un método de explotación de operación de

minería subterránea, con instalaciones en superficie para el manejo y tratamiento

de minerales (AGA 2015). Según Ehm Graham vicepresidente ejecutivo de

AngloGold Ashanti “Nuevo Chaquiro es un depósito de alta ley de cobre y oro, que

tiene potencial para ampliarse aún más en profundidad y a lo largo del rumbo

(AGA, 2014. La minería.com).

El depósito de Nuevo Chaquiro se considera de edad Mioceno, la profundidad de

la mineralización respecto a la superficie es del orden de 250-400m. La zona

mineralizada se caracteriza por finos stockworks, diseminaciones y vetillas de

cuarzo, magnetita, pirita, calcopirita y molibdenita. El complejo intrusivo se puede

dividir en un intrusivo oriental en el centro que contiene abundante cobre (Cu) y

oro (Au). La mineralización también contiene cantidades considerables de

subproductos de molibdeno y plata y ha sido probada sobre una superficie de

1400 por 800 metros a una profundidad vertical de 1550m (AGA, 2014).

La empresa tiene su campamento de operaciones en la vereda Quebradona10.

Con una inversión de US$ 13.2MM al año 2014, los reportes de la empresa

anuncian que las perforaciones exploratorias iniciaron en el 2012 y terminaron en

el 2014 (AGA, 2015). Actualmente el proyecto Quebradona se encuentra en

estudio conceptual o avanzado, durante esta fase el objetivo y alcances es evaluar

el valor potencial, establecer un plan para la fase de perfectibilidad, realizar

estudios geotécnicos, hidrogeológicos y metalúrgicos, además de definir y

considerar aspectos tales como volúmenes a remover, producción del yacimiento,

la viabilidad socio ambiental, infraestructura y especificaciones de los equipos a

utilizar (AGA, 2015).

10

En la vereda Quebradona (corregimiento de Palocabildo) compraron La Galilea lo que antes era una finca-hotel.

56

Desde la óptica de las empresas mineras el proceso de extracción de yacimientos

contempla una serie de fases. Inicialmente se hace un reconocimiento de las

áreas a través de un levantamiento cartográfico; a continuación (fase 2) se incluye

el análisis de las muestras de suelo y roca, a la vez que se realiza una

caracterización social de la región; y en la fase tres se realizan las primeras

perforaciones para validar los conceptos geológicos planteados. Si las

perforaciones son geológicamente exitosas, se evalúa la cantidad del metal en

una cantidad determinada de rocas, lo que se conoce técnicamente como

recursos inferidos. La revisión detallada de los núcleos de perforación permite

conocer macroscópicamente el porcentaje de minerales que posee la roca

extraída; finalmente las fases de prefactibilidad con estudios técnicos ambientales

y sociales es seguida de la viabilidad de los escenarios y la construcción de la

infraestructura para la explotación. (Erick H. Pichot 2008).

1.11 Caracterización socioambiental de la zona de estudio: subregión del

Suroeste antioqueño

La subregión del Suroeste antioqueño se encuentra localizado entre la vertiente

oriental de la cordillera Occidental (límite con la selva Chocoana) y la vertiente

occidental de la cordillera Central, que conforman el cañón del río Cauca y la

cuenca del río San Juan. La dinámica física del suroeste se estructura por el curso

del río Cauca el cual recorre toda la región desde el sur en límites con el

departamento de Caldas hasta el norte en el municipio de Betulia en Antioquia.

Dada la conformación montañosa la subregión presenta una gran riqueza hídrica

donde cada uno de sus municipios posee numerosas afluentes que tributan al río

Cauca, siendo el río San Juan el cual atraviesa la cordillera occidental, el principal

de ellos (DAP, 2009).

Según el Departamento Administrativo de Planeación, con una extensión de

6.733Km², la subregión está conformada por 23 municipios: Angelópolis, Amagà,

Titiribí, Fredonia, Venecia, Caramanta, Valparaíso, La Pintada, Santa Bárbara,

57

Támesis, Montebello, Jericó, Tarso, pueblo Rico, Salgar, Concordia, Betulia,

Urrao, Andes, Jardín, Ciudad Bolívar, Hispania y Betania (DAP, 2009). El suroeste

se caracteriza por su gran diversidad natural y cultural, cuenta con 375.422

habitantes (Censo DANE 2010) donde también habita población indígena Embera

Chamí y Embera Katíos los cuales se encuentra establecidos en siete municipios

distribuidos en 8 resguardos (Gobernación de Antioquia, Gerencia Indígena,

2012).

Mapa No 4. Fuente (Sitio oficial de Jericó en Antioquia, Colombia, 2015). Subregión

del Suroeste y localización en el departamento de Antioquia

58

Entre los cultivos que más sobresalen en la subregión están los de café, plátano,

caña panelera, cacao, frijol, yuca y frutales como el mango, la naranja y el

aguacate. La ganadería de carne se ubica en los valles del río Cartama,

Penderisco, Cauca y San Juan; y la ganadería de leche en las zonas altas y frías.

El Suroeste cuenta además con un importante yacimiento de carbón en la

denominada cuenca carbonífera o cuenca del Sinifaná que comprende los

municipios de Amagá, Angelópolis, Titiribí, Venecia y Fredonia (DAP, 2009).

La subregión del Suroeste posee patrimonios en relación a contextos naturales,

históricos, arqueológicos y paisajísticos, además de ecosistemas alto andino,

páramos, bosques de niebla y bosque seco tropical. Se reporta una gran variedad

de aves como el Loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis) y otras especies

amenazadas como el Oso andino (Tremarctos ornatus), el Puma (Puma concolor),

la Nutria (Lontra longicaudis), el Venado (Mazama americana) y el Tigrillo (Felis

spp). (COA, 2013). Esta subregión se caracteriza por ser una de las que más

áreas protegidas tiene declaradas en el departamento, incluyendo algunas

creadas por iniciativa de la sociedad civil; sin incluir la parte de Urrao que está

dentro del Parque Nacional Natural Las Orquídeas, las áreas protegidas en esta

subregión cubren unas 103.335 has, equivalentes a 15,9% del área total del

Suroeste antioqueño (Lota, 2013).

La conformación histórica de la subregión ha girado en relación con la capital de

Antioquia, Medellín como centro económico y político. Si bien la configuración del

Suroeste antioqueño y la cohesión de su espacio territorial, ocurrió antes de la

introducción de la producción cafetera (Vélez, 2002), desde la introducción y

expansión del grano se han generado procesos de integración económica,

desarrollo social y una cohesión e identidad cultural. La producción del café se

convirtió a principios y mediados del siglo XX en un elemento estructurante del

territorio, ya que como principal producto de exportación fue factor de innovación

subregional y organización del espacio rural; en la actualidad es la principal zona

cafetera del departamento (DAP-UNAL, 2007). A pesar de las crisis acumuladas

59

en el cultivo del café este sigue siendo, hoy día, un elemento clave en la

conformación y economía del Suroeste.

1.11.1 El municipio de Jericó

El municipio de Jericó se encuentra ubicado en las estribaciones de la cordillera

occidental en la subregión del suroeste del departamento de Antioquia, cuenta con

12.065 habitantes y una densidad poblacional de 62.5 hab./km², distribuida el 42%

en el área rural –incluido el corregimiento de Palocabildo– y el 58% en el casco

urbano (Plan de Desarrollo 2012-2015). Su superficie es de 193 km² de los cuales

1.2 km² comprenden el área urbana mientras que los restantes 191.8 km²

corresponden al área rural; su cabecera municipal se encuentra ubicada en las

coordenadas geográficas Latitud norte 5º 47’ 41’’ y Longitud oeste 75º 47’ 06”. La

cabecera municipal se encuentra a una altura de 1.967 m.s.n.m. con una

temperatura promedio de 19,0ºC. Limita al norte con el municipio de Fredonia, al

sur con los municipios de Andes y Jardín, al occidente con los municipios de

Pueblorrico y Tarso y al oriente con el municipio de Támesis. (EOT, 2010).

Figura No 3. Fuente: (Wikipedia, 2015). Localización de Jericó en el departamento

de Antioquia

60

Mapa No 5. Fuente (Sitio oficial de Jericó en Antioquia, Colombia, 2015). División

Político Administrativa de Jericó, Corregimiento de Palocabildo

61

Según información reportada por el Departamento Administrativo Nacional de

Estadísticas – DANE a diciembre de 2015 la población oficial del municipio de

Jericó en la cabecera urbana era de 8.517 habitantes, mientras que la zona rural

3.499 asentados en predios de forma dispersa (Plan de Desarrollo Municipal 2016

– 2019). Jericó está constituido por 31 veredas y un corregimiento llamado

Palocabildo (ver mapa No 5), las veredas son: Buga, Castalia, Cestillala, El

Castillo, El Cauca, El Zacatín, Guacamayal, La Aguada, La Cabaña, La Cascada,

La Estrella, La Fe, La Hermosa, La Leona, La Pista, La Pradera, La Raya, La

Selva, La Sola, La Soledad, La Viña, Los Aguacates, Palenque, Palenquito,

Palocabildo, Palosanto, Quebradona, Río Frío, San Ramón, Vallecitos y Volcán

Colorado. (EOT, 2010).

Mapa No 6. Fuente (IGAC, 2011). Distribución de las unidades de Paisaje del

municipio de Jericó.

El municipio de Jericó presenta un relieve muy escarpado ubicado sobre un

paisaje de montaña y piedemonte (Mapa No 6), la montaña ocupa el 77.96% y el

62

piedemonte el 22.04% del área total del municipio (IGAC, 2011). Cuenta con

variedad de climas debido a sus diferentes alturas sobre el nivel del mar que van

desde 550 en el rio cauca hasta las zonas más elevadas hacia el sur con 2.500

m.s.n.m. donde nace el río Piedras la principal arteria hidrográfica del municipio.

Por tanto en Jericó se encuentra todos los pisos térmicos desde climas cálidos

hasta templados y fríos, al igual que diferentes tipos de actividades productivas y

socio-culturales características de cada clima (EOT, 2010).

1.11.2 El corregimiento de Palocabildo

El corregimiento se encuentra ubicado a 6.5 Km. al oriente del casco urbano y

está conformado por 5 Veredas: La Soledad, La Hermosa, Vallecitos, Palocabildo

y Quebradona (ver mapa 5. división político administrativa de Jericó). Palocabildo

se encuentra habitado por población campesina, se ha destacado históricamente

por su cultura cafetera-campesina aunque en los últimos años han incursionado la

ganadería, el cultivo del Plátano y los cultivos de gulupa y tomate en invernadero.

Es una zona que posee numerosas quebradas y fuentes hídricas además de

diversos atractivos ambientales y paisajísticos como cerros, lagunas, balnearios y

balcones naturales con hermosos paisajes como la panorámica del cañón del rio

Cauca. Los nombres de algunas de su veredas aluden a las características del

corregimiento como la vereda la Hermosa por sus paisajes; la Soledad por la

numerosa presencia del ave (Momotus momota); y V allecitos por la presencia de

pequeños valles y ondulaciones morfológicas del terreno.

1.11.3 Zonas de vida del municipio

El municipio de Jericó posee un régimen de lluvias con patrón de comportamiento

bimodal y según el sistema de clasificación en zonas de vida (IGAC. 2011), se

divide así:

63

Bosque muy húmedo montano bajo (bmh-MB): corresponde al piso térmico

frío, temperatura promedia de 12 a 18°C, es la zona más lluviosa del municipio

con un promedio anual de 2838 a 3211mm, y una faja altimétrica entre 2000 y

2500 m.s.n.m., dentro de esta zona se encuentran las veredas Río Frío, La Selva

y La Raya, también involucra parte de las veredas La Aguada, Volcán Colorado,

La Pradera, La Estrella, Quebradona, Vallecitos y La Soledad. La zona es

montañosa, con topografía ondulada y con presencia de áreas boscosas ricas en

especies forestales nativas; en esta zona de vida se encuentra el nacimiento de

sistemas hídricos de importancia como el río Frío y el río Piedras.

Bosque húmedo premontano (bh-PM): tiene una temperatura de 18°C, con

precipitaciones promedias anuales que oscilan entre 1323 y 2000 mm, se conoce

como la zona templada o cafetera, comprende una faja altimétrica que va desde

los 1920 a los 2000 m.s.n.m. A esta zona pertenecen la cabecera municipal y

algunas veredas como Castalia, El Zacatín, Palosanto, Buga, La Pista, Palenque,

Palenquito, Los Aguacates, Guacamayal y las partes bajas de las veredas La

Pradera, La Estrella y Cestillala. En esta zona de vida se presenta un constante

fenómeno de condensación de nubes, dadas las corrientes cálidas de aire

ascendentes de la cuenca del Cauca y el encuentro con corrientes de aire frío

provenientes de la microcuenca del río Piedras, este fenómeno favorece las

condiciones climáticas de temperatura y humedad para los cultivos agrícolas

principalmente de café, lo que explica la concentración poblacional en esta zona.

Bosque húmedo tropical (bh – T): pertenece al piso térmico cálido, se

caracteriza por una temperatura media superior a 24° C, un promedio anual de

lluvias entre los 1600 y 2500 mm y una franja altitudinal entre los 550 y 1000

m.s.n.m. Toda la zona es recorrida de sur a norte por el rio Cauca y dentro de ella,

se encuentran las veredas Cauca, La Fe, El Castillo y La Cascada. (IGAC –

Corantioquia, 2011).

64

1.11.4 El sistema hidrográfico de Jericó

El sistema hidrográfico del municipio puede dividirse en tres:

Cuenca del Rio Cauca: delimita el territorio por su costado norte, sus principales

afluentes son: el Rio Piedras, y las quebradas La Guamo, la Botero, Patudala,

Cruces, Doradita y La Soberbia.

Cuenca del Rio Piedras: este rio nace en el Cerro de la Pascua, corre de sur a

norte y recoge en su margen izquierdo las aguas de las quebradas: La Sirena,

Santamaría, Marsella, La Viborala, El Cacharrero, La Aguada, La Tolda, La

Chagra, El Roblal, La Elvira, El Zacatín, La Tenería, El Matadero, Valladeras, La

Leona, Las Cañadas de Buga, Palenque y Palosanto.

En su margen derecha recoge las aguas de las quebradas: El Coco, La Miedosa,

Cajones, Santa Ana, Cucarachero, La Selva, La Danta, La Palma, El Edén, El

Jordán, La Estrella, La Cestillala, La Quebradona, Borrachero y Las cañadas

Lourdes, El Paraíso, Don Eliseo, La Yolombala, El Roblal, La Argelia, Volcán

Colorado, La Leona y Chaparrala.

Cuenca del Rio Frío: este rio nace en el Monte Rucio, sus afluentes son: La

Venada, La Mina, La Palma, El Abrevadero, La Judía, La Mica, La Isabela, La

María y el arroyo del Tacón. (EOT, 2010).

1.11.5 Actividades económicas y productivas

En un estudio de suelos realizado por el Instituto Geológico Agustín Codazzi y

Corantioquia (2011) muestra que la zonificación de tierras en Jericó se divide en:

agrícolas, ganaderas, agroforestales, forestales y de restauración-uso sostenible.

El estudio indicó que “en el 53.8% del territorio municipal se pueden llevar a

efectos actividades productivas, mientras que el 46.2% restante debe dedicarse a

acciones encaminadas a proteger, restaurar y aprovechar el medio para las

65

actividades científicas, el turismo ecológico y otras, todas ellas enmarcadas en el

paradigma del desarrollo sostenible” (IGAC, 2011:32).

Jericó sustenta su desarrollo económico sobre las actividades agropecuarias,

comercio y servicios. Como su principal renglón económico se destaca el café

seguido de la ganadería bovina, en un segundo renglón se encuentra la

producción de plátano al igual que otros factores de dinamismo reciente como los

cultivos de fique, tomate de árbol, aguacate y cultivos en condiciones de

invernadero, también hay cultivos de cardamomo vinculados al comercio de

exportación y por supuesto los sembrados de pan coger de los campesinos en sus

veredas (yuca, maíz, frijol etc.). En la actividad de plantaciones forestales

alrededor de 3.400 hectáreas del municipio están cultivadas en especies

madereras para proyectos de producción.

En Jericó persiste un arraigo histórico por la producción cafetera, su bandera se

divide en dos franjas horizontales de igual ancho en los colores gualda y rojo, el

rojo simboliza el color del fruto del cafeto, fuente primordial del desarrollo material

exaltando el mérito del campesino Jericoano (Sitio web oficial). Ha sido la

producción cafetera la que históricamente ha mantenido una estabilidad

económica en el municipio. La tecnificación cafetera, la producción del mismo en

asocio con los cultivos de plátano y banano y más recientemente la producción de

cafés orgánicos, ha permitido, aunque con las dificultades propias del sector,

consolidar un tejido social en torno a la agricultura y los valores de la cultura

cafetera (Despierta Jericó, 2013:9).

En las actividades pecuarias la principal es la ganadería extensiva, en esta se

identifican dos tipos, una dedicada a la producción de carne la cual se sitúa en el

clima cálido en el cañón del rio cauca, esencialmente en haciendas; y la ganadería

de doble propósito (carne, leche y cría de teneros) que se encuentra en tierras con

pendientes fuertes sobre climas templados y fríos (IGAC, 2011).

Se identifican entonces tres zonas productivas diferenciadas en el municipio de

Jericó que corresponden a los tres pisos térmicos, en la zona fría-alta predomina

66

la ganadería extensiva de leche y levante, con poca o ninguna tecnificación, en

esta zona se encuentra también las plantaciones de pinos de la empresa Rinco.

En la zona templada se encuentran dos usos diferenciados: la ganadería extensiva

como parte de la continuación con la anterior zona fría; y las diversas plantaciones

de café, complementado con plátano, aguacate y cardamomo (Plan Desarrollo

2012-2015). En la zona caliente la ganadería extensiva de levante y engorde es la

actividad predominante seguido de algunos cultivos de cítricos y frutales, en esta

zona de haciendas se ubica también proyectos de parcelación como Cauca Viejo y

la Botero y otros en proceso de adjudicación (Plan Desarrollo 2012-2015). Así

mismo, esta zona baja ha ido cambiando su vocación productiva por la de veraneo

(construcción de fincas o complejos vacacionales y recreacionales); lo que ha

ocasionado aún más el desplazamiento de los campesinos de este piso térmico.

En el casco urbano su desarrollo económico se sustenta en las actividades de

comercio y servicios (hoteles, restaurantes, artesanías). En lo referente a la

marroquinería y talabartería, fabricación y comercialización de carrieles y

monturas Jericó se ha destacado históricamente a nivel nacional. Una actividad

que día a día cobra más importancia es el turismo, principalmente el de tipo

religioso, derivado del suceso en el año 2013 de la canonización de la Madre

Laura, sin embargo el municipio siempre había sido reconocido a nivel nacional

por su alta religiosidad, contando históricamente con la presencia de distintas

comunidades religiosas, alberga 17 iglesias y un Museo de Arte Religioso.

Además del turismo religioso se impulsa otros tipos de turismo como el cultural,

cafetero, de aventura y el turismo ecológico. La presencia del museo Arqueológico

y Antropológico (MAJA), de balnearios y cascadas, de miradores naturales, de

senderos ecológicos, parques naturales, el teleférico y sitios para la práctica del

parapente, conjuntamente con el potencial arquitectónico, paisajístico y cultural del

municipio, así como la amabilidad de las gentes, la tranquilidad y seguridad que

sienten los visitantes, lo convierte en un referente turístico de la región del

suroeste antioqueño.

67

1.11.6 Jericó un “Municipio Verde”

Jericó a través de los años ha sido reconocido como un “municipio verde”; dentro

de su Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT, 2010) reporta más de 900

hectáreas dedicadas a la protección del recurso hídrico con plantaciones

forestales protectoras que surten los acueductos veredales y el acueducto

municipal. Dentro de las distintas categorías de suelo de protección tanto en el

sector rural, suburbano y urbano, se ha declarado y destinado zonas y áreas que

por sus características ambientales, geográficas o paisajísticas poseen

restricciones ya sea para urbanizarse, usos intensivos, explotación de recursos

naturales y otros usos contemplados en el Esquema de Ordenamiento Territorrial

– 2010.

En la zona urbana las áreas destinadas a suelo de protección por conservación

de recursos naturales son: El Morro El Salvador, el área de amueblamiento del

sistema del cable aéreo (Teleférico), el área destinada al Jardín Botánico los

Balsos, el Ecoparque Las Rosas y el parque de la planta de tratamiento del

acueducto. (Art. 20, EOT). El relieve del pueblo está confinado por dos cerros

tutelares, el cerro Las Nubes y el Morro El Salvador, los cuales resaltan la

panorámica y el entorno paisajístico del casco urbano.

En la zona rural además de las áreas destinadas a protección de las rondas

hídricas o retiro a fuentes, las cuales comprenden 30 metros a cada lado de las

corrientes de agua y 100 metros alrededor de sus nacimientos, también están las

áreas destinadas a suelo de protección por recursos naturales y ambientales y por

su especial importancia ecológica y paisajística, estas son:

a) Parques naturales o zonas de interés ecológico:

El parque natural del Bosque de Niebla Las Nubes.

El parque natural Las Dantas.

El parque natural Requintadero.

El parque natural Barcelona.

El parque natural El Borrachero.

68

El parque natural el Chagualo.

El parque natural Las Brisas.

El área ubicada en jurisdicción de Jericó y que pertenece al DMI Distrito de

Manejo Integrado de los Recursos Naturales Renovables, denominada

Cuchilla Jardín-Támesis aprobado mediante Acuerdo Nro. 316 de 2009 de

Corantioquia.

El área ubicada en jurisdicción de Jericó y que pertenece al DMI Distrito de

Manejo Integrado Las Nubes La Trocha La Capota, con un área de 3.450

hectáreas hace parte de la cuenca hidrográfica del río Cauca.

b) Lugares de interés paisajístico y recreativo: se entiende por tales las áreas o

zonas naturales o intervenidas que por sus características topográficas, naturales,

fenoménicas (neblinas, sonidos de la naturaleza, tránsito de especies,

posibilidades de apreciación del firmamento o similares), además de su valor

natural o intervenido ofrecen condiciones especiales y adecuadas para el disfrute

del paisaje y el esparcimiento contemplativo (EOT, 2010). Son ellos:

Las Cascadas y chorros de Las Brisas en la vereda La Pradera.

El Alto de Marita en la vereda La Pradera.

El alto del Reten entre las veredas la Pradera y Volcán Colorado.

La Horqueta de Juan B. en la vereda Volcán Colorado.

El Monte de Santa Clara entre las veredas la Aguada y la Raya.

El Alto La Raya en la vereda del mismo nombre.

El Alto de la Selva, en la vereda del mismo nombre.

El Alto del Comino entre las veredas Quebradona, Palocabildo y Rio Frío.

La Montaña de La Aurora en el corregimiento de Palocabildo.

El Alto de La Mama entre las veredas Vallecitos y La Soledad.

El Mirador de la vereda La Hermosa en toda su extensión y conformado por

la confluencia del abismo que separa el cañón del Rio Cauca de la zona de

relieve ondulado de la vereda La Hermosa.

69

El Mirador de la vereda La Soledad en toda su extensión y conformado por

la confluencia del abismo que separa el cañón del Rio Cauca y el sector de

Palermo de la zona de relieve ondulado de la vereda La Soledad y el sector

de La Mama. .

La Laguna, o humedal de montaña de la vereda La Cascada.

Los Montes y el Balneario Natural del Río Frío en la vereda Río Frío.

El Balneario Natural Las Playas en las veredas La Aguada y La Selva.

La Cascada de los Baños en la vereda La Raya.

Las Cascadas y caídas del río Piedras en la vereda La Cabaña.

El Cañón del Río Piedras desde el puente de la carretera Palosanto –

Cestillala, hasta su desembocadura en el rio Cauca.

Las riberas del río Cauca.

Las caídas de agua y los chorros de las Quebrada, La Leona y Los

Arrayanes (Art.21, EOT, 2010).

Si bien Jericó es referenciado como “municipio verde” con diversas áreas

declaradas por su interés ambiental, a excepción de los dos Distritos de Manejo

Integrado, no se cuenta con una asignación presupuestal para la ejecución de

planes de manejos específicos para las demás zonas (UMATA, 2012), por lo que

desde la Mesa Ambiental de Jericó manifiestan “haber solicitado constantemente a

la autoridad ambiental de Corantioquia se realice vigilancia y control con el

acompañamiento de un guardabosques”. Cabe señalar que ha existido en la

historia reciente del municipio (mediados de la década del 90´) una labor educativa

ambiental y ecológica que se expresa en los grupos organizados y en muchos de

los programas de las administraciones locales y varias de sus instituciones, donde

han incluido lo ambiental como un eje de aporte a la construcción de una sociedad

equitativa adoptando los temas ambientales locales como parte fundamental de su

actividad cotidiana (Despierta Jericó, 2013:10).

70

CAPÍTULO 2. Estrategia Teórica

Como se ha expuesto en el capítulo I la extracción y exportación de recursos

naturales en América Latina parte de un proceso crónico que lleva siglos, no

obstante desde que se implementaron las políticas económicas neoliberales a

partir del último cuarto del siglo XX se ha venido dando una expansión de la

frontera extractiva minera (también de hidrocarburos y monocultivos), en los

distintos países de la región, originando un proceso de degradación

socioambiental que afecta los ecosistemas, los territorios y a las poblaciones

locales. Con la instalación y proliferación de megaproyectos mineros en pequeñas

comunidades rurales, promovido por unas elites políticas nacionales y

desarrollados a su vez por grandes corporaciones transnacionales, los territorios

en América Latina son concebidos como proveedores de materia y energía para

abastecer los centros de poder y el mercado global.

La violencia con la cual suele imponerse en los territorios el desarrollo de

megaproyectos mineros también es una violencia que se ejerce recíproca y

directamente sobre los cuerpos (Machado, 2014). La actividad de la megaminería

además de las afectaciones al agua, el suelo, el subsuelo –el ecosistema en

general–, conforma un nuevo escenario socioterritorial, tanto en el plano macro de

las instituciones y variables político-económicas, como en nivel micro de las

subjetividades, es decir, en el plano de los cuerpos, las emociones y las

experiencias de la vida cotidiana. En el presente capítulo se describe desde

autores como Machado y Svampa, los impactos que en los cuerpos y en los

territorios ocasiona la expansión y consolidación del régimen minero-neoliberal en

América Latina; las resistencias y motivaciones de los actores comunitarios en los

conflictos socioambientales originados por el desarrollo de megaproyectos

mineros; las disputas por la apropiación y significación del territorio que se derivan;

y las nuevas gramáticas, narrativas o lenguajes en común que identifican y

recorren las luchas sociales, ambientales y territoriales en los países

latinoamericanos. Finalmente, en este capítulo se alude a los conceptos de “Ciclo

71

Hidrosocial” y “Paisajes Hídricos”, que permiten entender cómo el agua, está

incorporada e influida por relaciones de poder, discursos e interés dispares.

2.1 Cuerpos y Territorios en procesos de expropiación por mega-minería

En cada una de las localidades donde se instala un proyecto para exploración y

explotación minera como es el estudio de caso que se analiza en esta tesis, se

abre una nueva arena política de disputa por el dominio del territorio, en la que se

juegan significados diferentes: del lado de las corporaciones empresariales una

inversión de capitales con expectativa rápida de ganancias; del lado de las

comunidades su territorio, su vida social y su cultura. Los procesos de resistencia

a la minería extractiva que crecen y se articulan en Colombia y en América Latina

tienen en común un llamado a la defensa del territorio (Toro, 2012). El territorio

concebido como “hábitat y comunidad de vida” (Svampa, 2011) se ha constituido

en el punto de partida de los reclamos de las movilizaciones campesinas e

indígenas y también de nuevos movimientos socioambientales urbanos y rurales.

Desde la Ecología Política se asume el territorio como una forma de producción

social del espacio, en la que intervienen de manera relevante relaciones de poder

y sistemas de significación, esto es, territorialidades que especializan la política y

las identidades socioculturales involucrando activamente los elementos geofísicos,

la cultura material y los cuerpos (GET, 2014). En esta perspectiva el territorio es

más que un espacio físico, puesto que está determinado y delimitado por y a partir

de relaciones de poder que se establecen sobre el espacio y entre los actores que

lo ocupan, lo significa y utilizan en un momento histórico.

Para Vasco (2002) las formas de ocupación y poblamiento, los modos de

apropiación a través de formas de trabajo, autoridad y pensamiento, los sitios y las

fronteras, las actividades que sobre el territorio se desarrollan, las modalidades de

recorrerlo, creencias y concepciones asociadas; todo ello constituye ese vasto

conglomerado de relaciones sociales que hacen de un espacio sobre la tierra, el

territorio de una sociedad en un momento de su historia (Vasco, 2002).

72

El territorio tiene expresión en distintas escalas como región, lugar o localidad, las

cuales integran elementos constitutivos diversos, tales como fronteras y paisajes;

además de ser fuente de recursos, al concebirlo como espacio socializado, da

cuenta de una apropiación simbólica de una colectividad. El territorio es entonces

la plataforma donde se desenvuelve la energía y la información social, se proyecta

la acción de los sujetos, y un elemento básico de la identidad cultural frente a los

demás (Vasco 2002; Bello 2011); en el territorio se realiza la transferencia de

saberes, se ejerce la soberanía y provee las condiciones necesarias para la

subsistencia.

Dentro de los debates de la Antropología y la Ecología Política se hace énfasis

sobre la manera como cada sociedad o grupo social puede tener una forma propia

de categorizar el mundo, es decir, diferentes nociones de naturaleza. “Estas

diferentes nociones de naturaleza se plasman de manera más clara en las formas

cómo los diferentes grupos y sociedades se apropian de ella y, específicamente,

en las formas de definición del espacio, el tiempo, el ser y el estar (identidad)”

(Aja, 2010:74). Desde estas cuatro dimensiones es que se puede explicar y

entender el territorio como una categoría central, a partir de la cual se dan los

procesos sociales, históricos, políticos, económicos y ambientales.

Para Machado (2011) un análisis sobre los efectos e implicaciones de la

relocalización de las industrias extractivas –en particular lo que respecta al

carácter emblemático de la minería transnacional–, permite identificar la diversidad

de dimensiones que implican los procesos expropiatorios del neocolonialismo

contemporáneo. Esquemáticamente los complejos dispositivos de esta

expropiación involucran cuatro dimensiones fundamentales: la dimensión

geográfica, la económica, la ecológica y la propiamente política11. Analíticamente

distinguibles, aunque prácticamente inseparables, estas dimensiones se concretan

en la radical escisión Territorio/Cuerpos como base de todas las expropiaciones

(Machado, 2011:166).

11

Subrayado propio

73

La expropiación de los territorios (base y fuente de los medios-de-vida/formas-de-

vida) es necesariamente correlativa de la expropiación de los cuerpos. El territorio,

forma concreta de la existencia, espacio de materialización de una forma-de ser

determinada, da cuenta de las fuentes y medios de vida que hacen materialmente

posible la existencia, sin esas fuentes y medios de vida, los cuerpos se ven

expropiados de la posibilidad de ser y hacer. De tal modo que la expropiación de

los territorios con los bienes y servicios comunes de la naturaleza (agua, suelo-

subsuelo, aire, energía) -que nos hacen cuerpos- es, lisa y llanamente,

expropiación de los propios cuerpos (Machado, 2011).

La expropiación geográfica opera fundamentalmente destruyendo la coherencia

local de los territorios, enajenando el propio espacio de vida, desarticulando los

flujos socio-productivos endolocales y rearticulándolos como fragmentos

territoriales subordinados a procesos productivos de alcance global comandados a

distancia bajo la dirección y el control del capital transnacional. Los proyectos

extractivos producen una sustancial transformación del espacio local; éste pierde

progresivamente densidad como ámbito de vida de relaciones horizontales y pasa

a ser reconfigurado como un fragmento socio-territorial económicamente

subordinado y tecnológicamente dependiente de cadenas mundializadas de valor

(Machado, 2011:167).

La dimensión estrictamente económica de la expropiación, tiene que ver con la

fenomenal transferencia de recursos financieros que involucra la localización de

las operaciones mineras en las condiciones geográficas y político-institucionales

establecidas. Los dispositivos extractivos instalados en las geografías nacionales

(que intervienen territorios) a través de las mega-infraestructuras (carreteras,

oleoductos, hidroeléctricas), en ocasiones no se diseña para dinamizar la

productividad local y nacional, sino que por sobre todo está para el servicio de los

flujos de energía y materiales destinados a la exportación, permitiendo así la

transmisión de grandes flujos financieros o la transferencia de grandes tasas de

rentabilidad de unas sociedades a otras. Los procesos de expropiación económica

también están vinculados con las reformas exigidas en el rol del Estado, sus

74

instituciones y políticas que funcionan como componente indispensable de la

ecuación de rentabilidad de los grandes capitales (Machado, 2011).

La dimensión ecológica de los procesos expropiatorios contemporáneos hace

referencia a las dinámicas de apropiación diferencial de bienes y servicios

ambientales (de las fuentes proveedoras de nutrientes). Existe una geografía de la

extracción de recursos mineros muy diferente de la geografía del consumo de

minerales, hay una clara diferenciación en los índices de extracción y consumo

entre los países del Sur y los del Norte geopolítico. Lo que se va con las

exportaciones mineras no sólo son minerales sino una gran cantidad de bienes y

servicios ambientales; la exportación no implica sólo la transacción “económica”

de la sola mercancía objeto del comercio exterior, sino que implica también la

transferencia “ecológica”. Los principales bienes y servicios ambientales que son

objetos de transferencia ecológica, y por tanto, de apropiación indirecta por parte

de los países importadores de tales recursos, son el agua, la energía y la

capacidad de sumidero (Machado, 2011). En muchas ocasiones el agua y la

energía que consumen las empresas mineras en los territorios, es agua y energía

que es negada y expropiada a las propias poblaciones locales y los ecosistemas

donde habitan.

La expropiación política de los procesos neocoloniales tiene que ver, en su

dimensión biopolítica, con la expropiación de los medios que nos hacen cuerpos:

el agua, el aire, el suelo-subsuelo, en suma, el territorio. El desconocimiento de

esos cuerpos como portadores de derechos no es más que el despojo de sus

condiciones socio-psico-físico-biológicas, aquello que nos hace “cuerpos-

humanos”, “Sujetos”, “gente” (Scribano, 2007). Desde el punto de vista político, la

lógica de la expropiación se materializa tanto a través de la degradación de los

cuerpos de las poblaciones, como a través de la alteración de la lógica formal de

las instituciones democráticas; en este punto la expropiación política tiene que ver

con la configuración de una democracia colonial, en la que los gobiernos

“representativos” asumen como propios los planes de desarrollo de los

inversionistas, aún en contra de la voluntad de las poblaciones (Machado, 2011).

75

Los proyectos extractivos mineros son posibles gracias al papel activo de unas

élites políticas latinoamericanas que los avalan, los promueve y ejecuta a pesar de

que en el grueso de casos solo figuran como copartícipe menor del gran capital

internacional (Delgado, 2010). Un país no produce minerales, los extrae; la

extracción y transferencia de minerales de los países llamados periféricos hacia

los países centrales hegemónicos (principalmente consumidores) en esencia se

aprecia como un proceso similar al saqueo colonial, con la diferencia de que hoy

por hoy, no es un proceso de coerción directa-militar, sino que se sostiene bajo el

ropaje del imperioso y urgente crecimiento económico, el “libre mercado” y la

participación “competitiva” en el comercio internacional, todo visto como una

condición natural de existencia (Delgado, 2010).

A lo largo de los diferentes regímenes de producción que se distinguen en la

historia del capitalismo, las modalidades y características propias de los procesos

de expropiación han ido mutando conforme ocurren cambios en el esquema global

de la división territorial del trabajo (sistema geo-económico); emergencias de las

resistencias sociales; y las transformaciones tecnológicas y sus correlativos

patrones energéticos. En los procesos contemporáneos de acumulación global, el

fenómeno de la mega-minería ejerce un rol central. La extracción de recursos

minerales en América Latina –dado la naturaleza y características tecnológicas de

las explotaciones mineras–, pone de manifiesto de manera paradigmática, la

complejidad e intensidad de los nuevos dispositivos expropiatorios; donde la

expropiación/apropiación de territorios se constituye como la fuente y base de

todas las demás expropiaciones: geográfica, ecológica, económica y política

(Machado, 2011).

2.2 La “Mineralización” de los cuerpos y las emociones

A partir de la base teórica de los estudios sociológicos sobre los cuerpos y las

emociones propuesto por Scribano (2007); los aportes de la Ecología Política

sobre los territorios; y teniendo en cuenta diversas investigaciones desde las

76

ciencias sociales realizadas sobre distintos aspectos del fenómeno de la minería

transnacional, en temas como: las reformas político-institucionales y legislativas

que posibilitan el nuevo auge minero; de los impactos a nivel micro/macro

económico, geopolítico y ecológico; y de estudios sobre la conflictividad

desencadenada vinculada a la minería transnacional, sus implicaciones y

consecuencias culturales, Machado (2014) analiza las condiciones y efectos de la

minería en el plano de los cuerpos, las emociones y los sentimientos, tanto de los

individuos como de las comunidades, procurando trazar una cartografía de las

afecciones corporales y emocionales que este tipo de explotaciones genera.

La capacidad transformadora del moderno régimen minero ha dado lugar a la

conformación de un nuevo escenario tanto en el plano macro de las instituciones y

variables estructurales, como en nivel micro, de las subjetividades y las

experiencias de la vida cotidiana (Machado, 2014:58). Para que los proyectos

mineros sean soportables por las comunidades locales donde estos se instalan, se

precisa de una cuidadosa tarea de regulación de las emociones y las sensaciones

que el autor denomina como un proceso de “mineralización social”. Es decir, de

acostumbramiento (de acostumbrarse), de aceptación y adaptación a nuevas

formas de violencia y de destructividad –social y ambiental–, a fin de volver

“tolerable” la vida en un entorno minero. Para ello, los núcleos del poder minero

(empresas, gobiernos, medios de comunicaciones afines) despliegan una política

de las emociones y las sensaciones que se torna en un factor clave para la

viabilidad y la prosperidad de las explotaciones.

Las grandes corporaciones mineras basados en una visión desarrollista y a partir

de sofisticadas tecnologías de penetración sociocultural tales como: el discurso

persuasivo de la “responsabilidad social empresarial” (que deja como único criterio

de negociación, la lógica mercantil de las “compensaciones” y las “reparaciones”);

a través de la cooptación de medios de comunicación, pautas publicitarias,

marketing y diseños de imagen que presentan a la minería como una “oportunidad

de empleo local” y “superación de la pobreza”; a través del apoyo y mejoramiento

de pequeñas obras de infraestructura local, festival de donaciones, oportunidades

77

de negocio, realización de actividades culturales, deportivas y hasta religiosas; y

desde luego a través de los estrechos vínculos con todo el espectro de la clase

política (gobiernos locales, regionales y nacionales). La minería transnacional por

medio de estos métodos, busca hacer de las poblaciones intervenidas “sociedades

y sujetos mineralizados”, con un ámbito socioterritorial signado por una nueva

forma de ocupación neocolonial (Machado, 2014).

Lo que se pretende con la mineralización de las poblaciones es que éstas sean

incapaces de percibir y de sentir el dolor social de la dominación. Los proyectos

mineros para fabricar sus entornos de aceptabilidad a través de su poder van

lixiviando mercantilizando las subjetividades y las sociabilidades, van creando y

“educando” sujetos cuyas sensibilidades están crecientemente moldeadas bajo la

lógica del interés, subjetividades que viven plenamente en el mundo del “progreso

y el desarrollo”, en plena aceptación de la lógica del sacrificio y de las

compensaciones (Machado, 2014).

“Los procesos mineros precisan –para mantener el control sobre los entornos

territoriales que intervienen–, crear corporalidades especialmente sensibilizadas

por la dinámica de la producción-acumulación. Y, recíproca y proporcionalmente,

especialmente insensibilizadas ante las formas (diversificadas y crecientes) de

devastación de la vida” (Machado, 2014:64).

Los mecanismos de las compensaciones o reparaciones en los contextos de los

proyectos mineros funcionan como anestesias sociales que hacen soportable el

dolor de la amputación territorial. De esta forma las compañías mineras produce –

como condición necesaria de la viabilidad de su negocio– “la mineralización de las

emociones y los sentimientos”; crea, de un lado, subjetividades que apoyan

fervientemente su permanencia y desarrollo, que viven bajo la excitación de la

“fiebre del oro”; pero del otro lado, surgen también grupos de vecinos que viven y

sienten la minería como una gran agresión y amenaza a sus territorios y a sus

formas de vida (Machado, 2014).

Para entender la “mineralización de la condición humana” hay que retroceder

hasta la época de la “fiebre del oro”, la especificidad histórica de la minería que da

78

inicio a la era moderna del capital, tiene que ver, en principio, con la intensa

sobrevaloración que determinados sujetos históricos le otorgan al oro como

representación social por excelencia de la “riqueza” (Machado, 2014).

Independientemente de las enormes diferencias que existen entre aquella primera

modalidad de minería surgida en los albores del orden colonial y la que se practica

en los contextos neocoloniales actuales, hay una fundamental continuidad y

semejanza que las identifica como fenómenos estructuralmente equivalentes. Esto

tiene que ver con el fenomenal influjo sensorial-afectivo-motivacional que la fiebre

del oro despertó y sigue despertando en las subjetividades moderno-

contemporáneas. Pues el encantamiento del oro produce –como efecto

biopolítico– “la progresiva mineralización de la condición humana”, una especial

sensibilidad hacia los metales preciosos, expresión por excelencia del “valor”

(Machado, 2014:63).

En los contextos donde se desarrolla los proyectos de megaminería la

mineralización de los sujetos alude a los complejos procesos a través de los

cuales los territorios intervenidos por la modernización minera, provocan la

remodelación de las sensibilidades y las sociabilidades, a fin de ajustar los habitus

(esquemas de obrar, pensar y sentir) de los sujetos-cuerpos a los requerimientos

de la viabilidad extractivista, es decir, adaptar y aceptar el nuevo orden minero

(Machado, 2014). De esta forma la “mineralización social” remite entonces a un

proceso de colonización/mercantilización de la esfera íntima de las emociones y

los sentimientos humanos.

“La mineralización es así, expropiación ecobiopolítica. Es decir, es expropiación

política de las condiciones ecológicas de la vitalidad corporal: expropiación del

suelo, del agua, del aire y la biodiversidad; expropiación de nutrientes y de la

salubridad. Es devastación de los ecosistemas que se torna inevitable e

irreversiblemente en degradación de los cuerpos; contaminación ambiental que

afecta la materialidad de los organismos físico-vivientes; extrañamiento de las

energías psíquico-corporales de los sujetos” (Machado, 2014:66).

79

La lógica moderna de extracción de minerales accionada por gobiernos y

empresas transnacionales configura los espacios locales como “territorios de

saqueo”, donde opera una dinámica de vaciamiento material y simbólica de

cuerpos y territorios, es decir, una expropiación ecobiopolítica. Mientras que en el

pasado la violencia de las explotaciones mineras operaba directamente sobre la

subordinación de los cuerpos, usados como medios de explotación de los suelos,

hoy se invierte bajo la forma de tecnologías altamente destructivas aplicadas

directamente sobre los territorios, como medios de disposición de los cuerpos

(Machado, 2014:64).

La minería transnacional enfocada a la exportación llevada a cabo en los países

latinoamericanos, ha minimizado las consecuencias ambientales, sociales,

políticas, económicas y culturales que de ello se derivan. Las características y

condiciones tecnológicas de este tipo de explotaciones, en particular, la

destrucción de hábitats y biodiversidad, el consumo gigantesco de agua y energía

y la descomunal producción de desechos y efluentes de alta toxicidad hacen que

la actividad de la mega-minería se presente como excluyente e incompatible con

las actividades socioproductivas locales y preexistentes en los territorios

(Machado, 2014). Es por ello, que ante el inusitado auge que en las últimas dos

décadas experimenta la minería transnacional a gran escala en América Latina –

motivada por la ejecución de las políticas neoliberales–, ha detonado también en

una fuerte resistencia y conflictividad social, expandida a la par y al ritmo de la

propia actividad en cuestión.

2.3 El poder y la resistencia social desde el sentir, el hacer y el decir

En La voluntad de saber, Michel Foucault realiza una serie de proposiciones

acerca del poder, para el autor el poder no es ni un aparato, institución o

estructura, el poder es ante todo una relación particular de fuerzas, un asunto de

estrategia y tácticas, de allí que sea más conveniente hablar de relaciones de

poder que de poder a secas. Desde este enfoque el poder debe ser visto como un

80

resultado analítico de las relaciones sociales, en este sentido no es una sustancia,

por lo que debe tenerse cuidado en no otorgarle un estatuto independiente de las

relaciones entre individuos (Foucault, [1977] en Yepes, 2010:2). Desde la

perspectiva de Foucault, expone Yepes (2010), el carácter general del poder está

dado por su ubicuidad a lo largo y ancho de los grupos sociales y actúa en cada

lugar en que se establece una relación de subordinación entre individuos o

colectivos. La forma local del poder depende de la relación de poder específica

que se configure y sólo existe cuando se pone en acción.

La particularidad del poder en la modernidad según Foucault es que se trata de un

poder sobre la vida: un biopoder. El biopoder se desarrolla a través de dos formas:

la primera mediante aquello que el autor denomina como “poder disciplinario”, con

el que a través de un conjunto de técnicas y dispositivos, el cuerpo se disciplina y

es asumido como máquina; el cuerpo ha de hacerse productivo y para ello, desde

instancias tales como la escuela, la milicia, el taller, etc., el cuerpo se educa, se

perfecciona su utilidad y docilidad. La segunda de estas formas en que se ejerce

el biopoder, se centra no en el cuerpo individual, sino en una biopolítica del ser

humano asumido como especie: cuerpo-especie; se trata ya no de la formación de

cuerpos dóciles individuados, sino de la regulación de la especie a partir de

mecanismos de control y seguridad que tienen por objeto-sujeto a la población

(Foucault, [1977] en Yepes, 2010).

El poder no es simplemente negativo, no opera sólo y ante todo constriñendo o

restringiendo las posibilidades de acción de los individuos, sino produciendo a

éstos, en función de las relaciones productivas que el sistema requiere. Esta forma

de poder (biopoder) se aplica a la inmediata vida cotidiana que categoriza al

individuo, asignándole y atándole a una determinada individualidad e identidad,

imponiéndole una ley de verdad sobre sí, que está obligado a reconocer y que

otros deben reconocer en él. De este modo el poder debe ser entendido como un

modo de sujeción, una sujeción que es en la modernidad, captura de las fuerzas

vitales de los cuerpos (Foucault, [1977] en Yepes, 2010).

81

En la teorización de Foucault preguntarse por el poder implica a su vez

preguntarse por la resistencia, en todos los actos de ejercicio del poder (el cual

produce sujetos, discursos, saberes, verdades y realidades), aparece la

resistencia. Para Foucault la resistencia es complementaria y condición necesaria

para que exista el poder, la resistencia al igual que el poder no existen más que en

acto, como despliegue de relaciones sociales de fuerzas, esto es, como disputa,

como lucha. Las resistencias surgen o aparecen como oposición a la forma

hegemónica del poder, su función es develar al poder, modular o transformar las

practicas del mismo. En el sujeto y el poder, Foucault habla de tres tipos de lucha,

tres grandes ámbitos en los que se ha ejercido la resistencia:

“Resistencias contra la explotación, en el sentido marxista de la separación del

individuo de aquello que produce y la consecuente apropiación del valor que de

ello se deriva; resistencias contra la dominación, entendiéndose esta última como

las relaciones de poder inequitativas basadas en determinaciones raciales,

religiosas, o sociales; y la resistencias contra la sujeción, es decir, contra aquello

que ata al individuo a sí mismo y de esta forma lo subordina o somete a otros

individuos” (Foucault, [1999] en Yepes, 2010:5).

La resistencia desde la perspectiva de Foucault surge como uno de los términos

en una relación de poder, en la que el elemento sometido se subleva o enfrenta al

término que lo domina o somete. Para Foucault la resistencia en las sociedades

capitalistas modernas adquiere un sentido emancipatorio, de liberación de las

relaciones que someten y, sobre todo, de liberación de las sujeciones que anclan

a los individuos a relaciones productivas específicas. En la medida en que el poder

moderno es ante todo un biopoder, aquello que se libera es la vida o las fuerzas

vitales del cuerpo (Foucault, [1999] en Yepes, 2010).

Desde otra perspectiva en el libro Los dominados y el arte de la resistencia, Scott

(2000) plantea que, frente al poder, la desigualdad y la dominación, los sectores o

grupos subordinados apelan a una resistencia que se manifiesta en formas

encubiertas del lenguaje y de la acción, a través de la producción de aquello que

el autor denomina como “los discursos ocultos”. El discurso oculto se expresa en

82

el rumor, el sarcasmo, el chisme o las bromas, pero también mediante otras

formas más elaboradas de la cultura popular, tales como la danza, los rituales, las

canciones populares, los cuentos, los carnavales o el teatro. El “discurso oculto”

no sólo contiene actos de lenguaje, sino también una amplia gama de prácticas

como el hurto pequeño, la evasión de impuestos o el sabotaje a la factoría, etc.

(Scott, 2000).

Los “discursos ocultos” 12 que buscan negar la hegemonía de los discursos de las

elites constituyen la “infrapolítica de los desposeídos” un conjunto de gestos,

dichos, expresiones, conductas, prácticas, formas festivas y guiños de complicidad

que manifiestan por lo general, de manera encubierta o disimulada, cierto

cuestionamiento o resistencia a la dominación. La resistencia en el sentido de

Scott, no se limita así a la obtención de recursos materiales o políticos, es una

lucha en la que se disputan los significados en el campo de la cultura. El autor

argumenta que las comunidades locales pueden resistir desde las luchas

discursivas y los espacios cotidianos con prácticas tradicionales que protegen su

dignidad y autonomía (Scott, 2000).

En contextos de conflictividad ambiental Alier (2004) expone que los “pueblos del

Sur” asumen la resistencia como un camino hacia la sustentabilidad; mediante

ésta confrontan la apropiación estatal o privada de los bienes naturales comunes,

al igual que las leyes y políticas que impulsa el Estado las cuales amenazan sus

formas tradicionales de vida y sus territorios. Entre tanto Svampa (2012) propone

que ante las desigualdades ambientales, políticas y económicas, las resistencias

locales en América Latina posibilitan germinar discursos y prácticas que ponen en

cuestión las estructuras del poder mundial, generando reflexiones sobre las

implicaciones que tienen para sus vidas y territorios las dinámicas geopolíticas y

geoeconómicas que operan a nivel global pero que impactan profundamente la

vida local-regional. Para Svampa la acción de la resistencia de los grupos locales

y movimientos sociales en Latinoamérica amplía los horizontes de la sensibilidad

12

Scott sostiene que tanto quienes dominan, como quienes son dominados mantienen un “discurso oculto” y un “discurso público” (Scott, 2000).

83

mental y corporal, contribuyendo a develar los mecanismos de expropiación de las

herencias coloniales a las que históricamente ha estado sometida América Latina,

lo que se conoce entre la propuesta epistémica y política del Programa

Modernidad/Colonialidad como la colonialidad del poder, del saber y del ser.

La práctica de la resistencia es asumida como un contener, bloquear o mantener a

raya todo aquello que no permite a una comunidad desarrollar sus formas de vida

y su cultura (Roa, 2012:400). Tomando en cuenta las investigaciones realizadas

por distintos autores sobre la conflictividad que surge con la profundización de la

minería transnacional en América Latina (Bebbington, Svampa, Alier) y el malestar

social suscitado ante el masivo desarrollo de proyectos mineros en el territorio

colombiano, Roa (2012) reflexiona sobre los procesos de resistencia a la gran

minería, destacando las diferentes estrategias, argumentos y lenguajes que

utilizan las comunidades y los movimientos sociales para hacer frente a las

empresas y sus proyectos, así como a las políticas mineras y sus promotores.

Para estos autores, en el caso específico de las resistencias a la extracción

minera se manifiestan de manera reiterada algunas nociones como territorio,

agua, cultura, identidad, soberanía o movilización. En particular, la imagen del

derecho al territorio y el agua tiene preponderancia porque la gran minería

representa una grave amenaza para cualquiera de ellos (Roa, 2012).

El desarrollo de megaproyectos mineros que se están llevando a cabo en

Colombia –en general en América Latina–, ha generado una nueva forma de

asumir estas economías extractivas; la gente se refiere al conflicto, a los actores y

al territorio con nuevos lenguajes, valores y narrativas (Svampa, 2012; Roa 2012).

Las luchas sociales y ambientales que se derivan de la exploración o explotación

minera incorporan en sus prácticas y discursos nuevos y alternativos marcos de

sentido, interpretación y relacionamiento con la naturaleza, el territorio y la cultura.

A medida que se consolida una consciencia de la resistencia esta se asume desde

otros lenguajes que buscan reivindicar las ancestralidades de las comunidades,

sus saberes y sus oficios, por lo que se elaboran también reflexiones, actitudes y

discursos con un fuerte contenido político y ambiental que permite otras formas de

84

relatar los conflictos y las luchas. Es así que, por ejemplo, se empieza a hablar de

territorio en lugar de terreno o tierra, de seres vivos en lugar de recursos naturales,

de reexistir en vez de resistir, de alternativas al desarrollo más que alternativas de

desarrollo (Roa, 2012; Serje, 2010).

Las comunidades que resisten son, ante todo, estructuras sensibles, corporal y

mentalmente, que soportan desde la trinchera de lo perceptivo y de los afectos

(Roa, 2012:401), desde la alternativa y la posibilidad de otras formas de ser, de

pensar, de habitar y de vivir; desde una corporalidad y con un pasado cargado de

tradiciones, lo que reclaman es que su territorio siga siendo su espacio de vida,

por ello se movilizan y resisten, porque sufren las afectaciones e impactos que se

ocasionan sobre el territorio, ven y sienten las agresiones a los territorios como

agresiones a los propios cuerpos; pues “se es” “cuerpo y territorio”.

La resistencia de las comunidades rurales ante la imposición de las políticas de

desarrollo económico y ocupación territorial como son los proyectos de mega-

minería, es una lucha porque los territorios, los cuerpos, la naturaleza, la cultura y

la vida primen por sobre lo monetario, por sobre el capital. Desde los espacios

cotidianos las comunidades y los movimientos sociales a través de sus saberes y

prácticas tradicionales desafían los modelos de desarrollo hegemónico los

paradigmas dominantes, revalorizando el medio ambiente y contraponiendo sus

formas de vida. En palabras de Alier (2004:51), “se trata de superar la obsesión

por considerar a la naturaleza en términos monetarios y, por el contrario,

reconocer en ella, la existencia de múltiples valores, incorporando nuevos

lenguajes de valoración”.

2.4 Los Conflictos Socioambientales

El conflicto social refiere en general a una situación de insatisfacción, oposición o

desacuerdo, dada las diferentes posiciones, intereses y necesidades frente a

elementos materiales y/o simbólicos ya sea entre personas, grupos o instituciones.

El conflicto comienza cuando un actor sea persona natural o jurídica, de modo

85

intencional o no, invade o afecta negativamente algún aspecto físico, psicológico,

o territorial de la otra parte. Para que se configure un conflicto se requiere que éste

adopte un estado público, involucre más de un actor y se vean implicadas

acciones colectivas (Santandreu y Gudynas 1998). Para Santandreu y Gudynas el

conflicto ambiental es un tipo particular de conflicto social, en donde la temática en

disputa son los impactos sobre los condiciones de los recursos naturales que

afectan la vida de las personas.

En la presente investigación se asume el conflicto ambiental como un conflicto

socioambiental, entendiéndolo como una disputa entre actores en condiciones de

relaciones de poder asimétrica respecto al acceso, uso, aprovechamiento y control

de los recursos naturales y el territorio, y en donde se encuentran enfrentadas

cosmovisiones de vida. En los llamados conflictos socioambientales –definición

gestada desde el campo de la Ecología Política–, se asume que la oposición a los

proyectos (aun cuando puedan existir actores exógenos: activistas y

organizaciones), proviene principalmente de las comunidades directamente

afectadas por los impactos producidos del crecimiento y acumulación de capital

económico que conlleva la extracción de recursos. Desde esta perspectiva se

afirma que para las comunidades rurales latinoamericanas que no tienen sus

necesidades básicas cubiertas, el ambiente no es necesariamente un lujo post-

material como ocurre en las sociedades industrializadas, sino que es la base

material de sustento, el espacio necesario para la vida (Walter, 2009).

Los megaproyectos de extracción minera necesariamente producen resistencias

que derivan en conflictos, para el Observatorio de Conflictos Mineros de América

Latina (OCMAL, 2014), las causas más recurrentes que propician la conflictividad

entre las compañías mineras y las comunidades afectadas son: I) la degradación

ecológica o impacto ambiental, es decir, la contaminación de las aguas, del aire,

del suelo, del bosque, la fauna, la erosión; II) los problemas territoriales ligados en

muchos casos a la falta de una consulta previa libre e informada; III) la violación

de los derechos humanos que trae consigo estos megaproyectos; IV) la falta de

cumplimiento de las políticas de responsabilidad social empresarial, sumada a la

86

lucha por mayores beneficios económicos; y V) una combinación de las causas

anteriores.

La controversia y disputa por el control y uso de las reservas estratégicas de los

recursos naturales (petróleo, gas, carbón, oro, cobre, hierro etc.), están

determinados por un ámbito global de relaciones asimétricas de poder entre las

naciones –y dentro de las naciones– lo cual genera una proliferación de conflictos

que impactan social y ambientalmente los ámbitos locales y socio-territoriales. Una

de las consecuencias de la actual inflexión extractivista en Colombia y América

Latina, ha sido la “explosión” de conflictos socioambientales, así como el

surgimiento de nuevas formas de movilización y participación ciudadana,

centradas en la defensa de lo cultural, de los bienes naturales, la biodiversidad y el

ambiente. Según Svampa (2012) los conflictos socioambientales son entendidos

como:

“Aquellas disputas ligadas al acceso y control de los recursos naturales y el

territorio, que suponen, por parte de los actores enfrentados, intereses y valores

divergentes en torno de los mismos, en un contexto de gran asimetría de poder.

Dichos conflictos expresan diferentes concepciones sobre el territorio, la

naturaleza y el ambiente, así como van estableciendo una disputa acerca de lo

que se entiende por desarrollo y, de manera más general, por democracia”

(Svampa, 2012:19).

En la medida en que los diferentes proyectos extactivistas avanzan de modo

vertiginoso y tienden a reconfigurar el territorio en su globalidad, afectando tanto la

dimensión biótica, física como cultural, ponen en jaque no solo las formas

naturales, económicas y sociales existentes, sino también el alcance mismo de la

democracia, pues se imponen sin el consentimiento o consenso de las

poblaciones locales, generando profundas divisiones en la sociedad, y una espiral

de criminalización y represión de las resistencias que se traduce muchas veces en

la judicialización de las luchas socioambientales y en graves violaciones de los

derechos humanos (Svampa, 2012).

87

Los conflictos sociambientales donde están involucradas comunidades locales-

rurales y empresas transnacionales han tomado un creciente interés para diversos

ámbitos de la gestión pública, la política y la investigación científica. Estos

contextos de disputas material y simbólica, “constituyen procesos complejos que

desencadenan un creciente acervo de representaciones sociales que se traducen

en un aumento de la capacidad de las comunidades locales para erigir o construir

imaginaros territoriales y para luchar por ellos” (Pengue, 2014). Al mismo tiempo

que las comunidades o grupos sociales se apropian y significan el territorio,

también motorizan la construcción de conocimiento colectivo, no solo popular, sino

académico, social e institucional respecto a las funciones y servicios de los

elementos naturales y ecosistemas impactados en los proyectos, como son el

agua, los bosques, el aire, la biodiversidad, el suelo y el subsuelo (Pengue, 2014).

Los conflictos socioambientales entendidos como el resultado de la disparidad de

visones e intereses en el acceso, conservación, usufructo, explotación o

distribución de los bienes y servicios que la naturaleza y el territorio proporcionan,

se han incrementado progresivamente conforme las economías de los países

latinoamericanos profundizan sus políticas de “acumulación” basadas en la

extracción de recursos naturales. Como se ha expuesto, en los últimos años en

América Latina existe una creciente atracción de flujos de inversión extranjera

directa (IED), principalmente capitales concentrados en actividades extractivas

como el petróleo y la minería, lo que ha redundado en una “explosión” de

conflictos socioambientales. Los más perjudicados por la expansión de este

modelo de acumulación por desposesión en países como Colombia suelen ser los

pueblos campesinos, indígenas y afrodescendientes, sin embargo, el escenario

actual:

“Aparece marcado también por el surgimiento de nuevos movimientos

socioambientales, rurales y urbanos (en pequeñas y medianas localidades), de

carácter policlasista, caracterizados por un formato asambleario y una importante

demanda de autonomía. En este nuevo entramado juegan un rol no menor ciertas

organizaciones no gubernamentales ambientalistas (muchas de las cuales

combinan la política de lobby con una lógica de movimiento social) y diferentes

88

colectivos culturales en los cuales abundan intelectuales y expertos, que no sólo

acompañan la acción de las organizaciones y los movimientos sociales, sino que

en muchas ocasiones forman parte de ellos (…) Así, el proceso de

ambientalización de las luchas incluye un enorme y heterogéneo abanico de

colectivos y modalidades de resistencia, que va configurando una red cada vez

más amplia de organizaciones” (Svampa, 2012:20).

La resistencia al modelo de ocupación extractivista minero ya no es solo un asunto

de campesinos e indígenas o movimientos rurales, sino que incluye un espacio

cada vez más amplio en el cual se encuentran medianas localidades, colectivos

culturales, ONG ambientalistas con una lógica del movimiento social, las mujeres y

los jóvenes cuyo rol es crucial. Y cada vez más intelectuales y expertos se

involucran en dichas luchas, esto no es un tema menor puesto que los conflictos

socioambientales requieren de la generación de un saber especializado-científico

que sea independiente de los grandes poderes económicos y políticos, pero que

permita articularse en un diálogo horizontal con los saberes ancestrales y

populares (Svampa, 2012). Este “saber experto independiente” se ha

transformado en un rasgo constitutivo de este tipo de conflictos, es construido

sobre la base de una racionalidad ambiental-ecológica, en contraposición a la

racionalidad meramente economicista que subyace la expansión de la

megaminería. También es el resultado de un proceso de indagación y aprendizaje

de los mismos ciudadanos sobre conocimientos técnicos y legales del problema

en cuestión, entrelazado con saberes populares (Bottaro; Alex; Sola, 2014).

Una característica de los conflictos socioambientales es la multiescalaridad,

concepto que hace referencia a la reformulación de escalas en los diversos

procesos de globalización y alude por ello al involucramiento de un entramado

complejo de actores sociales, económicos, políticos, locales, regionales, estatales

y globales (Sassen, 2007; en Svampa, 2012:20). Para el caso de las industrias

extractivas, la dinámica entre “lo global” y “lo local” se presenta como un proceso

en el que se materializan, por un lado, alianzas entre empresas transnacionales y

Estados (en sus diferentes niveles) que promueven y alientan un determinado

modelo de desarrollo; y, por otro lado, resistencias provenientes de las

89

comunidades y movimientos sociales, que cuestionan tal modelo, y reclaman su

derecho a vivir y decidir en función de otras cosmovisiones.

La gran asimetría que se instala en el marco de dichas luchas es un rasgo que

describe los conflictos socioambientales, en lo general –por no decir siempre– a lo

que se asiste es a la oposición entre pobladores locales, organizaciones y/o

movimientos sociales que cuestionan los proyectos de desarrollo extractivista

(dado los impactos sociales y ambientales que los afectan), versus las grandes

corporaciones trasnacionales o grandes actores económicos nacionales, muchas

veces en alianzas con los gobiernos nacionales y/o locales. Los conflictos

socioambientales son primordialmente conflictos territoriales, distributivos y

políticos, se definen pues como la disputa que hay por la calidad, disponibilidad,

control, uso y acceso de lo que denominamos como recursos naturales

(naturaleza, biodiversidad o ambiente) y que supone criterios enfrentados entre sí,

esto es, intereses, representaciones y lenguajes de valoración divergentes

(Svampa, 2012).

Los actores locales y comunitarios involucrados en un conflicto socioambiental

tienen una forma particular de leer la situación así como nociones y parámetros

propios para entender la confrontación, y por tanto para definir qué es lo que está

en juego, sus implicaciones, como resolverlo (Serje, 2010). El abordaje de los

conflictos socioambientales permite visibilizar las representaciones en disputa y

disenso, los enfrentamientos entre diferentes procesos de apropiación de los

territorios y sus recursos, de cómo determinadas actividades productivas –como

es el caso de la minería extractiva de oro y asociados– genera nuevos espacios

de resistencia, formas de organización y una participación social activa donde a

través de la articulación de discursos y prácticas, las comunidades visibilizan y

defienden todo aquello que consideran significativo para sus vidas.

90

2.5 Conflictividad y Territorialidades en disputa por actividad minera

La territorialidad, expone Bucio (2013), es el proceso a través del cual el espacio

se constituye en territorio; refiere a la valoración, dominación y apropiación

material y simbólica de un individuo o grupo sobre un área geográfica (gente,

elementos y sus relaciones). La territorialidad da cuenta de la compleja manera en

que el espacio y las relaciones sociales están entretejidos, de las estrategias

empleadas por organizaciones y grupos sociales para el uso y control del territorio

con fines políticos, sociales y económicos. Como pertenencia territorial, la

territorialidad implica procesos de identificación y de representación colectiva e

individual (Bucio, 2013).

En los conflictos socioambientales derivados por minería se asiste a una

disparidad de narrativas que se manifiestan en una disputa por la concepción

alrededor del territorio. En los contextos de conflictos socioambientales mineros

los actores que convergen (las empresas mineras, el gobierno en sus tres niveles

y las comunidades que de manera local y regional están siendo directamente

afectadas por la industria minera), se apropian y valoran el territorio de manera

antagónica. De modo esquemático puede afirmarse que existen diferentes lógicas

de territorialidad: los grandes actores económicos (corporaciones, élites); los

Estados (en sus diversos niveles); y los diferentes actores sociales organizados

y/o implicados en el conflicto (Svampa, 2012).

En el marco de estos conflictos o disensos mientras que las lógicas territoriales de

las corporaciones y las élites económicas se enmarcan en un paradigma

economicista, que señala la importancia de transformar aquellos espacios donde

se encuentran los recursos naturales considerados estratégicos en territorios

eficientes y productivos; la lógica Estatal en sus diversos niveles, suele insertarse

en un espacio de geometría variable, como un agente productor y/o

metaregulador, y en ciertos casos como un agente redistributivo (Svampa, 2012).

Entre tanto, las comunidades en resistencia despliegan territorialidades fundadas

en horizontes colectivos en torno a nociones como el territorio, la democracia, la

naturaleza y la cultura, a su vez que hacen visible la destrucción ecológica, la

91

explotación material y la marginación social y política que acarrea este tipo de

mega emprendimientos (Bucio, 2013).

La apertura o ampliación de las fronteras de modernización como son los

proyectos mineros (también los monocultivos agroindustriales y las mega-

hidroeléctricas), transforman rápida y ostensiblemente los espacios; estas

transformaciones exigen a su vez de la aplicación coordinada de capital y poder

estatal. Existe una lógica moderna de apropiación de territorios, paisajes, lugares y

entornos históricos, así como de saberes y tecnologías locales, que está orientada

netamente a la maximización de las ganancias y la creación y acumulación de

capital financiero. Esta lógica de extracción y apropiación, contrasta

cualitativamente con la de otras sociedades y grupos que usan los recursos de

acuerdo a lógicas de reciprocidad, solidaridad y respeto con la vida (Serje, 2010).

En los conflictos derivados por minería se entrecruzan lógicas de acción y

racionalidades portadoras de valoraciones diferentes, mientras las comunidades

apelan a otras formas de relacionamiento con la naturaleza, a la conservación del

(agua, fauna, bosque etc.), a la defensa de sus sistemas agropecuarios, a la

pertenencia al territorio como un espacio-tiempo donde se desenvuelve la vida en

todas sus manifestaciones –tierra cargada de afecto, trabajo, significado e

historia–. La representación que tiene muchas de las corporaciones sean

nacionales o multinacionales y algunos gobiernos de Estado, es una territorialidad

fundada en una visión eficientista, productivista, que apunta a valorizar en

términos de capital los bienes que se encuentran en un determinado espacio, para

ello los promotores del modelo minero utilizan los discursos del empleo, el

desarrollo, el progreso y la riqueza derivada de su explotación (Machado, 2011).

Es a partir de la representación productivista netamente economicista que se

reconfiguran los territorios en función de los grandes capitales, en el caso

particular de la minería se instala las “zonas de sacrificio”, es decir, aquellas áreas

que pueden ser arrasadas o devastadas. Resulta que en la “necesidad” de obtener

(extraer) la “rentabilidad” transferida en los minerales depositados en el subsuelo,

ello implica inevitablemente generar graves impactos ambiéntales y sociales que

92

perduraran en el tiempo, creando aquello que Mantilla (2013) designa como

“espacios basuras”; donde las empresas, el Estado y los gobiernos conciben los

territorios como sitios que simplemente se usan y desechan, esto es, llegan

megaproyectos de diversa índole extraen y utilizan la naturaleza, a sus pobladores

y cuando se agota su margen de ganancia solo se van y se abandona. Es

justamente contra esa lógica de “sacrificio” que va en detrimento de diversas

formas de vida, que surgen nuevas gramáticas, nuevos lenguajes de valoración de

los territorios en contraposición a esas territorialidades excluyentes.

Para satisfacer la demanda del mundo “moderno civilizado” y las necesidades

crecientes creadas por la sociedad de consumo, cualquier sacrificio es válido. Por

eso se llega a considerar que el oro o el carbón contenidos en una montaña, valen

más que la montaña entera, incluyendo sus aguas, sus ecosistemas y sus

eventuales pobladores (Fierro, 2012:190). Las comunidades locales que se

oponen al modelo de ocupación territorial que impone la minería transnacional, no

suelen ver la megaminería como una actividad que se inserta en un territorio con

aguas, ecosistemas, geoformas y seres humanos, sino que tiene una visión de

una actividad con una enorme influencia política y un gran poder económico, para

la cual lo más importante es la extracción del recurso y viabilidad del enclave

minero.

En aquellos contextos en los que se establece habitualmente la actividad minera

las grandes empresas tienden a convertirse en un “actor social total” (Svampa,

2011). Los megaproyectos de las corporaciones mineras suelen reconfigurar

repentina y bruscamente las vidas locales existentes, reorientando las actividades

socioproductivas de las comunidades en función de sus intereses mineros para así

expandir y crear nuevos enclaves de exportación. Con la exploración y explotación

estos proyectos producen también un impacto negativo en términos ambientales y

sanitarios que repercute sobre las condiciones de vida de las poblaciones locales.

Y a través de la llamada responsabilidad social empresarial, es decir, el poder del

dinero, “las empresas procuran ampliar su esfera de acción, convirtiéndose en

93

agentes de socialización directa, mediante una batería múltiple de acciones

sociales, educativas y comunitarias” (Svampa, 2011:199).

La situación de conflictividad estructural que se instala en cada población donde

se radica un mega-proyecto minero, además de desencadenar una disputa

territorial, implica también una conflictividad tanto en la dimensión ecológica y

económica, como en la faceta política y cultural. La dimensión económico-

ecológica tiene que ver con la apropiación/degradación de la base material de vida

de las poblaciones locales, esto es, la afectación, acceso y disposición de los

bienes naturales, en cuanto medios de vida. Como conflictos políticos, los

conflictos mineros expresan disputas en torno a la capacidad y legitimidad de

decidir sobre quién-cómo habitar/producir el territorio. Y en su dimensión cultural,

los conflictos mineros se presentan como producto de representaciones

antagónicas del mundo; significaciones y visiones contrapuestas sobre la

naturaleza, sobre los vínculos, las relaciones sociales y la vida en general

(Machado, 2014:61).

Los escenarios de conflictividad socioambiental que trae la expansión del modelo

de desarrollo extractivista minero, en combinación con los procesos históricos de

cada región, abren el camino hacia una reconfiguración de procesos que se

construyen a partir de una diversidad de visiones y actitudes frente a la minería,

dentro de los que aparecen nuevas formas de organización, redes, liderazgos y

discursos renovados que plantean comprensiones alternativas de la sociedad, la

democracia y el territorio (Toro, 2012). El surgimiento de nuevos lenguajes

comunes en Colombia y América Latina da cuenta de una nueva gramática de las

luchas socio-ambientales, en este sentido se asiste a aperturas cognitivas y

disputas por la significación, a la construcción de una subjetividad común donde

categorías u horizontes alternativos al desarrollo como los del buen vivir, los

planes de vida, los derechos de la naturaleza, los bienes comunes y la justicia

ambiental, entre otros, develan y afirman que el llamado desarrollo se hace a

costa de sus territorios y formas de vida (Roa; et al., 2012).

94

2.6 El Giro Ecoterritorial: ideas movilizadoras que recorren las luchas

socioambientales en América Latina

La expansión y dinámica de los conflictos socioambientales en América Latina ha

venido asentando la base de lo que Svampa (2012) denomina el “giro

ecoterritorial”, esto es, la emergencia de una narrativa o lenguaje común que da

cuenta del cruce innovador entre la matriz indígena-campesina comunitaria, la

defensa del territorio y el discurso ambientalista, lo que ha posibilitado que emerja

un pensamiento socioambiental latinoamericano con reflexión propia. En este

sentido, puede hablarse de la construcción de marcos comunes de explicación y

acción colectiva, es decir, representaciones sociales las cuales funcionan no sólo

como esquemas de interpretación alternativos, sino como productoras de una

subjetividad colectiva. Algunos de los tópicos que expresan este cruce entre

matrices diferentes y que incluso se han logrado instalar en las agendas públicas

nacionales (caso específico de Ecuador y Bolivia), fruto de la presión ejercida por

las organizaciones sociales, son: Bienes Comunes, Soberanía Alimentaria,

Justicia Ambiental, Los Derechos de la Naturaleza y el “Buen Vivir” (Svampa,

2012).

En el marco del “giro ecoterritorial” los bienes naturales no deben ser

comprendidos como commodities, esto es, como pura mercancía; pero tampoco

exclusivamente como recursos naturales estratégicos, por encima de las

diferencias, uno y otro lenguaje imponen una concepción utilitarista que implica el

desconocimiento de otros atributos y valoraciones que no pueden representarse

mediante un precio de mercado (incluso aunque algunos lo tengan). En

contraposición a esta visión, la noción de Bienes Comunes integra visiones

diferentes que afirman la necesidad de mantener fuera del mercado aquellos

bienes que, por su carácter de patrimonio natural, social y cultural, poseen un

valor que rebasa cualquier precio (Svampa, 2012).

El concepto de Bienes Comunes refiere entonces a los sistemas sociales y

jurídicos para la administración de los recursos compartidos de una manera justa y

sustentable (Bollier, 2008). En el contexto latinoamericano la referencia recurrente

95

a los bienes comunes aparece ligada a la noción de territorio o territorialidad.

Ciertamente, la denominación alude a aquellos bienes que garantizan y sostienen

las formas de vida en un territorio determinado, como el agua. Así, no se trata

exclusivamente de una disputa en torno a los “recursos naturales”, sino de una

disputa por la construcción de un determinado “tipo de territorialidad” (Svampa,

2012).

El tópico de la Soberanía Alimentaria afirma el derecho de los pueblos a producir

alimentos y el derecho a decidir lo que quieren consumir y cómo y quién lo

produce. Dicho concepto fue desarrollado por Vía Campesina y llevado al debate

público con ocasión de la Cumbre Mundial de la Alimentación en 1996. Sin duda,

conlleva el reconocimiento de los derechos de los “campesindios” que

desempeñan un papel esencial en la producción agrícola y en la alimentación.

Desde entonces, y en un contexto en el cual los gobiernos latinoamericanos han

optado masivamente por consolidar un paradigma agrario basado en los

transgénicos y los monocultivos, la Soberanía Alimentaria atraviesa el debate

agrario internacional (Vía Campesina, 2004).

La noción de Justicia Ambiental implica el derecho a un ambiente seguro, sano y

productivo para todos, donde el medio ambiente es considerado en su totalidad,

incluyendo sus dimensiones ecológicas, físicas, sociales, políticas, estéticas y

económicas. El movimiento de justicia ambiental es un enfoque que pone el

énfasis en la desigualdad de los costos ambientales (las externalidades), la falta

de participación y de democracia, y en el racismo ambiental hacia los pueblos

originarios despojados de sus territorios, que son, en fin, la injusticia de género y

la deuda ecológica (Svampa, 2012).

Los Derechos de la Naturaleza aparece por primera vez en la nueva

Constitución Ecuatoriana e ilustra el desplazamiento desde una visión

antropocéntrica de la naturaleza hacia otra “biocéntrica” (Gudynas, 2009). En

dicha Constitución la naturaleza aparece como sujeto de derechos: esto incluye “el

derecho a que se respete integralmente su existencia, y el mantenimiento y

regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos”

96

(Artículo 71). La naturaleza posee así valores intrínsecos (también llamados

valores propios), que están en los seres vivos y en el ambiente, y que no

dependen de la utilidad o consideración humana.

El “Buen Vivir” es una de las consignas que ha otorgado mayor vitalidad al actual

giro ecoterritorial, vinculado a la cosmovisión indígena andina suma kausay o

suma qamaña (en Quechua y Aymara respectivamente), es sin duda uno de los

tópicos de origen latinoamericano más movilizadores que tiende puentes entre el

pasado y el futuro, entre la matriz comunitaria, el lenguaje territorial y la mirada

ecologista (Svampa, 2012). El buen vivir es un concepto en construcción que se va

constituyendo en una hoja de ruta. Para el boliviano Xavier Albó (2009) detrás del

concepto está la lógica de las comunidades de muchos pueblos indígenas

originarios, contrapuestos a las sociedades y poderes dominantes. Para

Magdalena León (2009), la noción de buen vivir se sustenta “en reciprocidad, en

cooperación, en complementariedad” y aparece ligada a la visión ecofeminista de

cuidado de la vida, de cuidado del otro; es una ética que ordena la vida de la

comunidad.

Respecto al tema Farah y Vasapollo, (2011) indican que el Vivir Bien implica una

serie de aristas, entre ellas desarrollar capacidades y potencialidades; una buena

convivencia, acceso y disfrute a bienes materiales e inmateriales; reproducción

bajo relaciones armónicas entre las personas orientadas a la satisfacción de las

necesidades humanas y naturales; relaciones armónicas entre las personas y la

naturaleza y entre las personas mismas; realización afectiva y espiritual de las

personas en asociación familiar o colectiva y en su entorno social amplio;

reciprocidad y complementariedad en las relaciones de intercambio y gestión local

de la producción; visión cosmocéntrica de la vida (Farah y Vasapollo, 2011).

Floresmilo Simbaña (2011) recuerda cómo la noción del “Buen Vivir” permitió al

movimiento indígena y otras organizaciones sociales, durante el ajuste estructural

que se dio en Suramérica en la década de 1990, enfrentar el despojo que significó

y significa el neoliberalismo, comprendido éste como un proyecto neocolonial

orientado a ensayar nuevas estrategias de subalternización de poblaciones,

97

territorios y recursos, a través de mecanismos tales como privatizaciones, tratados

de libre comercio, mega-minería, entre otros. El movimiento indígena y campesino

al que se sumaron intelectuales de distintas corrientes, tuvo que denunciar y

combatir este discurso alrededor del cual desplegó sus propuestas alternativas

fundándose en los principios comunitarios y cosmovisiones andinas de los pueblos

ancestrales indígenas; proponiendo así importantes conceptos políticos como el

de plurinacional, que se dio en el marco de lo que fue la Asamblea Constituyente

ecuatoriana (Simbaña, 2011).

Las resistencias y luchas socioambientales que se libran contra los poderes

hegemónicos giran entonces alrededor de la defensa de la naturaleza, las tierras y

los valores culturales de los pueblos, elementos todos característicos de una

memoria histórica latinoamericana. En éste sentido, estas resistencias son unos

discursos y unas prácticas con una lógica de supervivencia, orientadas a la

salvaguarda de los recursos que determinan la subsistencia; dichas luchas ponen

de manifiesto que “el poder para explotar el medio ambiente está estrechamente

relacionado con el poder para explotar seres humanos” (Carvajal, 2013:155). Las

apuestas integrales de los movimientos sociales son por tanto ecológicas y

anticapitalistas en la medida que tratan de sacar a la naturaleza de las

imposiciones mercantiles, posibilitando entender y ubicar la problemática

ambiental como un asunto político.

2.7 El Ciclo Hidrosocial y los Paisajes Hídricos: las aguas fluyen en dirección

al poder y el capital

Partiendo de la idea de que los flujos de aguas en el subsuelo y la superficie

terrestre son radicalmente afectados por la actividad humana, se sugiere cada vez

más en la literatura científica crítica que el agua circula dentro de un ciclo

“hidrosocial, construido en oposición al uso convencional del ciclo hidrológico que

prosigue eternamente con o sin actividad humana” (Swyngedouw, 2004, en

Larsimont, et. al. 2014:4). El ciclo hidrosocial representa y analiza la naturaleza

98

socio-ecológica del agua, reconociendo que los procesos hidrológicos son

moldeados por las actividades e instituciones humanas, y que los datos y

conocimientos hidrológicos son construidos de manera subjetiva. De esta manera

además de examinar cómo el agua fluye dentro del ambiente físico (atmósfera,

superficie, subsuelo, biomasa), el ciclo “hidrosocial” también considera cómo el

agua es manipulada a través de factores tales como obras hidráulicas,

legislaciones, instituciones, prácticas culturales y significados simbólicos

(Larsimont, et. al. 2014). Al entender el agua como un recurso que incorpora las

relaciones sociales, es que se sugiere en consecuencia que el agua circula dentro

de un ciclo “‘hidrosocial”.

El análisis del ciclo “hidrosocial” da cuenta de la importancia de considerar los

caudales físicos en conjunto con las relaciones sociales que influyen y a su vez

son influidos por estos flujos de agua, tanto material como discursivamente

(Budds, 2012b). El “ciclo hidrosocial” ofrece una mirada más crítica hacia la

relación entre los usuarios y el agua, permitiendo considerar por ejemplo la

escasez de agua más allá de solo la disponibilidad física, sino que además indaga

cómo el agua se ha vuelto escasa en determinado contexto, y cómo y por qué los

diferentes interesados, consideran y explican la escasez. Cabe señalar que la

escasez del agua suele ser definida normalmente en términos de su disponibilidad

física, omitiendo en diversas ocasiones cómo se vuelve escaso este recurso, “que

muchas veces tiene tanto (o incluso más) que ver con las relaciones sociales que

determinan el cómo, por qué y quiénes están utilizando el agua, que por factores

propiamente hidroclimáticos” (Budds, 2012:170).

En contextos de conflictividad socioambiental por exploración o explotación minera

el agua está mediada por asimétricas relaciones de poder, donde los actores más

influyentes, como son las grandes compañías mineras, buscan garantizar a través

de unas prácticas y discursos sus intereses en el territorio. Budds citando a

Swyngedouw (2004) plantea que las relaciones de poder social que están

embebidas en el control del agua forman lo que se denomina como “paisajes

hídricos”, esto es, los flujos físicos y las cuestiones que surgen en torno a ello, los

99

usos, modos de acceso, debates políticos y la infraestructura. Para Budds (2012)

mediante el examen de las características de los paisajes hídricos se puede

descubrir la dinámica del poder que está en juego, las cuales suelen reflejar los

intereses de los actores más poderosos. Las relaciones de poder se hacen

evidentes al analizar el paisaje hídrico en sí mismo, es decir: “los patrones de

acceso y exclusión, cómo fluye el agua físicamente en el espacio, la presencia de

obras hidráulicas, la naturaleza de los marcos regulatorios y los discursos que, en

modos específicos, representan las cuestiones de agua” (Swyngedouw, 2004, en

Budds, 2012:5).

Los mecanismos de acceso y exclusión del agua, el cómo, por qué y quiénes

están utilizando el agua establecen relaciones patentes de poder económico,

político y posiciones de poder social y cultural. El agua dentro del marco de

análisis de la ecología política no es vista como un recurso meramente natural,

sino uno que es siempre modificado y definido de distintas maneras por los

interesados, y, por lo tanto, siempre influido por relaciones de poder político y

económicas; para Budds (2010):

“Estas relaciones de poder social serán aparentes tanto en los elementos

materiales como en los elementos discursivos del paisaje hídrico: por ejemplo, en

los usos del agua que se reflejan en el paisaje (minería, agricultura, ciudades,

etc.), en la presencia de infraestructura hidráulica (represas, canales), en las

modalidades de acceso y exclusión al agua (suministro diferencial a barrios ricos y

pobres), en los modos de administración (privatización, comunitaria), y en los

debates alrededor de la gestión y gobernanza del agua (por ejemplo, las ideas

acerca de una crisis de agua)” (Budds, 2010:41).

En el marco de la Ecología Política, la cual estudia las representaciones, disputas

y relaciones de poder en torno de la naturaleza, o si se quiere, en torno de los

ecosistemas o el paisaje, las formas contemporáneas del discurso sobre la

naturaleza (Palacio 2006), Swyngedouw (2004) propone analizar la producción de

“paisajes hídricos” a partir de un nexo conceptual entre el agua, el capital y el

poder, en el que el agua funciona como un “lubricante” de procesos de

100

acumulación de capital. El autor afirma que el agua se convierte en un recurso

sumamente estratégico que produce luchas o conflictos cuando los grandes

capitales privados buscan controlarla para satisfacer sus intereses y demandas,

muchas veces apoyado también por el Estado (Swyngedouw, 2004, en Budds,

2010:41).

Los flujos del agua, los del dinero y del poder se encuentran materialmente

relacionados (Swyngedouw, 2004:2). En la producción de paisajes hídricos se

considera entonces que el proceso de acumulación de capital está

intrínsecamente vinculado a las relaciones sociales de poder en juego; dado que

el agua es esencial en cualquiera de los procesos productivos modernos, ésta se

convierte en un motor crucial del proceso de desarrollo económico, lo que hace

que sea un recurso necesario que los grupos económicos más poderosos se

esfuerzan en controlar, pero ocasionando a su vez profundas desigualdades, y

transformaciones sociales y ambientales en los territorios y ecosistemas

(Swyngedouw, 2004, en Budds, 2010:41).

A partir del nexo conceptual de agua, capital y poder desde la Ecología Política

Budds (2012) analiza y examina los desafíos y las implicaciones socio-

ambientales que tiene la expansión de la mega-minera para el agua en los países

andinos, señalando como para la extracción y procesamiento de minerales se

requiere de significativos volúmenes de agua por lo que las industrias extractivas

provocan cambios importantes en los paisajes hídricos, en donde se va

imponiendo en los territorios una construcción hegemónica del agua, esto es, se

decide sobre sus significados, sobre los usos, sobre las instituciones, las leyes y

autoridades que se encargaran de gestionarla.

Las investigaciones académicas sugieren que frecuentemente las industrias

mineras logran configurar un “paisaje hídrico” y adaptar un “ciclo hidrosocial” en

función de sus interés, consiguiendo tomar control de los recursos hídricos de las

comunidades rurales (en su mayoría campesinos e indígenas), a través de

distintas estrategias materiales y discursivas tales como: la compra de tierras en

zonas estratégicas de las cuencas; la injerencia y participación en debates

101

políticos que tienen la intención de reformar la legislación y las instituciones para

la gobernanza del agua; con la solicitud de licencias y concesiones de agua

(autorización de uso de nuevas fuentes como son las aguas subterráneas); con la

construcción de obras hidráulicas; con una permanente interacción con agencias

estatales y las propias comunidades para adquirir el líquido; y a través de

discursos de nuevas tecnologías que prometen un uso eficiente del agua dentro

de la industria minera moderna, a la vez que señalan el desperdicio de agua por

los campesinos debido a sus métodos tradicionales de riego (Budds, 2012).

Las substanciales transformaciones que el extractivismo minero genera en las

aguas, “ciclo hidrosocial” y los “paisajes hídricos” –por tanto en los modos de vida

de las poblaciones locales– no deben ser interpretados sólo como un recurso que

es afectado o como simples efectos de los impactos de los proyectos mineros, el

cual puede mitigarse o compensarse; sino que desde la Ecología Política se

plantea entender dichos cambios e impactos como estrechamente ligados con las

relaciones dispares (locales y globales) de poder, en sus formas tanto materiales

como discursivas, y que están embebidos en el control del agua, produciendo

territorios con características específicas (Budds, 2012).

102

CAPÍTULO 3. Estrategia Metodológica

Esta investigación se enmarca en un diseño de corte cualitativo, en la que la

muestra, recolección y análisis son etapas que se realizan prácticamente de

manera simultánea. El método utilizado es el etnográfico que resulta apropiado

cuando lo que interesa es el significado de las experiencias y los valores humanos

en el ambiente natural en que ocurre el fenómeno estudiado. A través del método

etnográfico, con la observación y recopilación descriptiva de datos, situaciones,

eventos, personas, interacciones y comportamientos se procura un mejor

entendimiento de la organización y construcción de significados por los distintos

grupos o sociedades (Hernández; et al., 2010).

En el proceso investigativo se procuró hacer en el trabajo de campo una

aproximación al enfoque de la Investigación y Acción Participativa (IAP), el cual

combina dos procesos: el de conocer y el de actuar, implicando en ambos a la

población cuya realidad se aborda. La Investigación y Acción Participativa

propende por una combinación entre la teoría y la praxis; un aprendizaje y un

actuar orientados a estimular la toma de conciencia crítica de la población sobre

su realidad, su empoderamiento, el refuerzo y ampliación de sus redes sociales, la

movilización colectiva y su acción transformadora (Eizagirre; Zabala, 2000).

A través de un proceso de acción-reflexión-aprendizaje se participó de diferentes

actividades convocadas por la población local del corregimiento de Palocabildo y

el municipio de Jericó, así como de eventos realizados por diversas

organizaciones regionales declaradas en oposición activa al desarrollo de

megaproyectos mineros en los municipios del Suroeste Antioqueño. Dichas

actividades de participación consistieron en: marchas, caminatas, recorridos,

plantones, conversatorios, foros, talleres, seminarios, eventos culturales y

ambientales, etc., tanto en el corregimiento de Palocabildo y municipio de Jericó,

como en distintos municipios de la subregión del Suroeste antioqueño (Támesis y

Pueblo Rico), al igual que en la ciudad de Medellín.

103

Analizando el discurso, palabras, escritos, gestos, símbolos de la población

movilizada en oposición al denominado proyecto Quebradona en el municipio de

Jericó y el corregimiento de Palocabildo, se centró y dirigió la atención hacia las

justificaciones y argumentaciones de la comunidad local en el conflicto

socioambiental; la descripción de los hechos y caracterización de los actores; el

relato y postura de los entrevistados; y la importancia que la comunidad local

declarada en resistencia le otorga a los aspectos ecológicos, económicos y

culturales respecto a la ejecución del proyecto minero. Mediante la participación

en las distintas actividades, la observación directa y entrevistas semiestructuradas

realizadas a los campesinos y habitantes del casco urbano, se identificaron las

estrategias de resistencia empleadas por los actores locales en el conflicto

socioambiental, los motivos esgrimidos en la defensa del territorio, la naturaleza y

la cultura, y especialmente, –las Representaciones Sociales del agua–, de cómo el

agua en la disputa con la minera, se constituye en un nodo central –material y

simbólico, social y natural–, eje de movilización y resistencia comunitaria.

3.1 La teoría de las Representaciones Sociales

El concepto de representación social fue propuesto desde el campo de la

psicología social en 1961. Desde entonces, se ha pasado de la elaboración del

concepto a un desarrollo de la teoría de las representaciones sociales que ha

influenciado muchas de las investigaciones de las ciencias sociales puesto que

constituye una nueva unidad de enfoque que unifica e integra “lo individual y lo

colectivo, lo simbólico y lo social; el pensamiento y la acción” (Araya, 2002). De

esta manera “ofrece un marco explicativo acerca de los comportamientos de las

personas estudiadas que no se circunscribe a las circunstancias particulares de la

interacción, sino que trasciende al contexto cultural y a las estructuras sociales

más amplias como son, por ejemplo, las relaciones de poder y de subordinación”

(Araya, 2002:9).

104

Desde la perspectiva desarrollada por Moscovici y los aportes realizados por

autores como Denise Jodelet a dicha propuesta teórica, las representaciones

sociales en tanto que proceso social “aluden a un conocimiento que se construye

en la cotidianidad y por lo tanto están adscritas al sentido común de las personas;

hace referencia a las categorías, clasificaciones y valoraciones de objetos, hechos

o fenómenos elaborados en la práctica cotidiana, lo que las hace un pensamiento

socialmente construido” (Arboleda, 2011:130). Existen entre las ciencias sociales

diferentes definiciones según la posición de cada autor(a), sin embargo, todas las

definiciones guardan en común su referencia a las funciones que cumplen las

representaciones sociales, es decir, su importancia para la comunicación, la

interacción y la cohesión de los grupos sociales (Araya, 2002).

Influenciado por autores como Durkheim, Lévy-Bruhl y Freud, entre otros,

Moscovici se interesó en estudiar el funcionamiento del pensamiento de sentido

común, elaborando la teoría de las Representaciones Sociales subrayando su

importante función simbólica y su poder en la construcción de la realidad

(Solórzano, 2013). Para Moscovici (1979) las representaciones sociales son:

“(…) una modalidad particular del conocimiento, cuya función es la elaboración de

los comportamientos y la comunicación entre los individuos... La representación es

un corpus organizado de conocimientos y una de las actividades psíquicas gracias

a las cuales los hombres hacen inteligible la realidad física y social, se integran en

un grupo o en una relación cotidiana de intercambios, liberan los poderes de su

imaginación” (Moscovici, 1979:17-18, en Araya, 2002:27).

Para Jodelet (1984) el campo de representación designa al saber de sentido

común, por lo que hace alusión a una forma de pensamiento social:

“(las representaciones sociales son)... la manera en que nosotros sujetos sociales,

aprehendemos los acontecimientos de la vida diaria, las características de nuestro

medio ambiente, las informaciones que en él circulan, a las personas de nuestro

entorno próximo o lejano. En pocas palabras el conocimiento “espontáneo”, que

habitualmente se denomina conocimiento de sentido común por oposición al

pensamiento científico. Este conocimiento se constituye a partir de nuestras

105

experiencias, pero también de las informaciones, conocimientos y modelos de

pensamiento que recibimos y transmitimos a través de la tradición, la educación y

la comunicación social. De este modo, ese conocimiento es en muchos aspectos

un conocimiento socialmente elaborado y compartido. Bajo sus múltiples aspectos

intenta dominar esencialmente nuestro entorno, comprender y explicar los hechos

e ideas que pueblan nuestro universo de vida o que surgen en él, actuar sobre y

con otras personas, situarnos respecto a ellas, responder a las preguntas que nos

plantea el mundo, saber lo que significan los descubrimientos de la ciencia y el

devenir histórico para la conducta de nuestra vida, etc.” (Jodelet, 1984:473, en

Araya, 2002:27).

Desde un enfoque estructural Abric (1994) define la teoría de las representaciones

sociales “como conjunto de informaciones, creencias, opiniones y actitudes a

propósito de un objeto determinado”; para el autor la representación, el discurso y

la práctica se generan mutuamente (1994:12). Abric considera que no existe una

realidad objetiva a priori; toda realidad es representada, es decir, apropiada por el

grupo, reconstruida en su sistema cognitivo, integrada a su sistema de valores,

dependiendo de su historia y del contexto ideológico que lo envuelve; y esta

realidad apropiada y estructurada constituye para el individuo y el grupo la realidad

misma (Abric, 1994:78, en Solórzano, 2013:56). Entendidas así, las

representaciones sociales no serían un simple reflejo de la realidad, sino más bien

una organización significante que depende de factores más generales, como el

contexto social, ideológico y cultural, el lugar de los actores sociales en la

sociedad, la historia de los individuos, los grupos y de los intereses en juego

(Solórzano, 2013).

Las representaciones sociales están entonces vinculadas a contextos sociales,

esto es, atadas a grupos y mundos de vida que requieren formas específicas de

pensar, hablar y actuar; son conocimientos prácticos elaborados por un grupo

social en condiciones y experiencias socioculturales concretas; que tienen un

papel en la construcción de la realidad (Banchs, 2000). Las personas al nacer

dentro de un entorno social simbólico lo dan por supuesto de manera semejante

como lo hacen con su entorno natural y físico (Araya, 2002). Igual que como

106

ocurre con la realidad objetiva que nos rodea los ríos, las montañas y los mares,

etc., los lenguajes, las instituciones sociales y las tradiciones forman un panorama

del mundo en que viven las personas, por tanto, ese entorno social simbólico

existe para las personas como su realidad ontológica; sin embargo:

“Las personas también son agentes, tienen maneras específicas de comprender,

comunicar y actuar sobre sus realidades ontológicas. Una vez que comprometen

su pensamiento las personas ya no reproducen su entorno social simbólico de

manera habitual y automática sino que lo incorporan a su esquema cognitivo”

(Araya, 2002:31).

El nivel elemental de la representación social (entendida como fenómeno) es el

acto de pensamiento mediante el cual nos relacionamos activamente con un

objeto, la representación vendría a ser entonces la sustitución cognoscitiva del

objeto, sea éste real, mítico o imaginario (Jodelet, 1986, en Villarroel, 2007:440).

Solórzano (2013) expone algunos elementos que pueden ayudar a entender mejor

esta teoría.

“En primer lugar las representaciones sociales se definen por un contenido:

informaciones, imágenes, opiniones, actitudes, etc., y este contenido se relaciona

con un objeto y un sujeto (…), igualmente aluden a un proceso, es decir,

continuamente transmiten y recrean conocimiento en el acontecer de la

cotidianidad; en segundo lugar, las representaciones sociales conlleva un carácter

significante; en tercer lugar, en el acto de representación siempre hay una

actividad de construcción y re-construcción, además, éstas tienen un carácter

autónomo y creativo, esto quiere decir que las representaciones sociales se

reformulan gracias al lenguaje y comunicación y por supuesto a la agencia de los

individuos o grupos sociales; así, el sujeto es co-productor de sentido (Solórzano,

2013:58).

Las representaciones sociales constituyen en definitiva, modalidades de

pensamiento práctico orientadas hacia la comunicación, la comprensión y el

dominio del entorno social, material e ideal. A partir de las representaciones

sociales las personas producen los significados que se requieren para

comprender, evaluar, comunicar y actuar en el mundo social (Jodelet, 1986). Al

107

concebir a las personas como productoras de sentidos, el análisis de las

representaciones sociales se focaliza en las producciones simbólicas, en los

significados y en el lenguaje a través de los cuales las personas construyen el

mundo en que viven (Araya, 2002:18). Al abordar las representaciones sociales tal

cual ellas se manifiestan en el discurso espontáneo, nos resultan de gran utilidad

para comprender los significados, los símbolos y formas de interpretación que los

seres humanos utilizan en el manejo de los objetos que pueblan su realidad

inmediata (Banchs, 1986:39, en Araya, 2002:28).

El cuerpo teórico desarrollado a partir de los trabajos fundadores de Serge

Moscovici ha permitido entender, no sólo cómo los conocimientos científicos se

difunden e instalan en las sociedades en forma de representaciones, sino en

particular ha recuperado el conocimiento común, el pensamiento de la vida

cotidiana, las mentalidades y los comportamientos de la gente sencilla como

objeto legítimo para la investigación académica. Al mismo tiempo, han puesto en

evidencia el carácter activo e innovador que forma parte del sentido común

(Villarroel; et al., 2007:453).

Epistemológicamente, la teoría de las representaciones sociales se inscribe

dentro de la tradición que enfatiza la interacción entre sujeto y objeto de

conocimiento. Al ser una teoría en constante evolución, se presentan dos

principales enfoques que se han desarrollado en torno a las representaciones

sociales, el pionero de Moscovici (1961) denominado procesual, y el otro, llamado

estructural propuesto por J.C. Abric (1994).

Metodológicamente y para efectos del análisis realizado, se dio prioridad en esta

investigación al enfoque procesual de las representaciones sociales, ya que este

enfoque está centrado más en los aspectos constituyentes, es decir, en la

formación y contenido de la representaciones sociales, que en el aspecto dinámico

de las representaciones sociales (los mecanismos cognitivos) que refiere a la

estructura y dinámica de las mismas (Solórzano, 2013).

108

3.1.1 Enfoque Procesual

El enfoque procesual de las representaciones sociales se origina a partir de

algunos postulados del interaccionismo simbólico y tiene influencia de la literatura

foucaultiana en cuanto al análisis del discurso (Solórzano, 2013:59). El

interaccionismo simbólico es una corriente del pensamiento que se basa en la

comprensión de la sociedad a través de la comunicación (emisor-mensaje-

receptor). Herbert Blumer define al interaccionismo simbólico como “el proceso

según el cual los humanos interactúan con símbolos para construir significados”,

los seres humanos mediante las interacciones simbólicas, adquieren información e

ideas, mediante las cuales logran entender sus propias experiencias y las de los

demás (Inciarte; Hernández; et al., 2011).

Este enfoque procesual de las representaciones sociales conlleva una postura

socio-constructivista, ya que es una actividad de reinterpretación continua que

emerge del proceso de elaboración de las representaciones en un espacio de

interacción. Se caracteriza por considerar que para acceder al conocimiento de las

representaciones sociales se debe partir desde una perspectiva hermenéutica,

entendiendo a una colectividad como productora de sentidos. Es un enfoque

centrado en la diversidad y en los aspectos significantes de la actividad

representativa; tiene un interés focalizado sobre el objeto de estudio en sus

vinculaciones culturales y socio-históricas (Banchs, 2006; en Solórzano, 2013:60).

El procedimiento clásico utilizado por el enfoque procesual para acceder al

contenido de una representación es la recopilación de un material discursivo

producido en forma espontánea (conversaciones), o bien, inducido por medio de

entrevistas o cuestionarios. Los discursos cristalizados en obras literarias,

soportes periodísticos, grabaciones de radio pueden ser también objeto de

análisis. Independientemente de su modo de producción este material discursivo

es sometido a tratamiento mediante las clásicas técnicas de análisis de contenido

(Araya, 2002).

109

Para la construcción de las representaciones sociales, según la visión procesual,

es necesario realizar el proceso de objetivación y de anclaje, los cuales se

explican a continuación:

a) La objetivación

Objetivizar se refiere a poner en imágenes las nociones abstractas, dar una

textura material a las ideas, hacer corresponder cosas con palabras, dar cuerpo a

esquemas conceptuales (Solórzano, 2013). El amor, la amistad, la educación, son

entre otras, muchas de las cosas de las que no se tiene una realidad concreta y,

sin embargo, en forma consuetudinaria las personas las incluyen en sus

comentarios de manera concreta y tangible (Araya, 2002). Esta concretización de

lo abstracto se lleva a cabo por el proceso de objetivación. Por esto, las categorías

intangibles como los sentimientos o los valores pueden ser discernidos y asumidos

como elementos materializables en el diario vivir, al trascender la simple inferencia

o las vagas nociones (Arboleda, 2011).

Por medio del proceso de la objetivación los conceptos o ideas se transforman en

algo ‘real’, la imagen se materializa, se acoplan palabras a las cosas, lo

convencional pasa a ser considerado indicador de fenómenos comprobados, el

símbolo pasa a ser signo, lo invisible se hace visible, perceptible. La objetivación

también tiene una función social que es facilitar la comunicación, simplificar y

expresar de manera sencilla y comprensible conceptos y teorías complejas y

abstractas. “La gente se apropia de un saber para comunicarlo de manera

asequible para él y los demás” (Casado, 2001:34, en Solórzano, 2013:60).

La objetivación conlleva tres fases:

- La construcción selectiva: implica un filtraje de la información disponible

sobre el objeto de la representación. Esta selección depende de un marco

cultural y de los sistemas de valores del grupo social.

110

- El esquema figurativo: para Moscovici todo concepto, teoría o idea se

concreta en una imagen y es ésta la que termina capturando la esencia del

objeto construido, esta imagen tiene sentido y es coherente para los

individuos del grupo social.

- La naturalización: las ideas de la representación se presentan como

herramientas de comunicación entre los individuos del colectivo. Como en

una relación metonímica, las imágenes del objeto representado lo

sustituyen y se convierte en una realidad dentro de las relaciones sociales

cotidianas.

b) El Anclaje

Este segundo proceso se refiere al “enraizamiento social de la representación y de

su objeto” (Jodelet, 1986:286). El anclaje supone “incorporar nuevos elementos

del saber en una jerarquía de valores y a una red de categorías más familiares”

(Casado, 2001:79, en Solórzano, 2013:60). El anclaje hace referencia a la

incorporación de los conceptos a unas categorías o esquemas de pensamiento

social, teniendo en cuenta que a su vez dichos esquemas de pensamiento

condicionan la manera en que se articula el concepto objetivado, es por este

proceso que las representaciones se instrumentalizan como elementos de

comunicación y comprensión (Arboleda, 2011). El proceso de anclaje permite

comprender cómo se confiere el significado al objeto representado; cómo se utiliza

la representación en tanto que sistema de interpretación del mundo social, marco

e instrumento de conducta. El anclaje expresa la identidad de un grupo, contribuye

a construir relaciones sociales (Solórzano, 2013).

El enlace entre estos dos procesos (objetivación y anclaje) es dialéctico. En

efecto, el primer mecanismo describe cómo se forma una representación, y el

segundo cómo es modulada, practicada en función de los grupos sociales, de los

sistemas de pensamiento y de los marcos interpretativos preexistentes (Solórzano,

2013).

111

3.2 La Teoría Fundamentada como estrategia metodológica complementaria

para el análisis de las Representaciones Sociales

La Teoría Fundamentada es uno de los abordajes metodológicos que han sido

utilizados para el estudio de las Representaciones Sociales (Araya, 2002;

Restrepo, 2013). La Teoría Fundamentada (Grounded Theory) tiene sus inicios en

1967 con los trabajos de Glaser y Strauss, se describe como un modo de hacer

análisis, y su objetivo según Strauss es el de generar teoría a partir de textos

recogidos en contextos naturales. La Teoría Fundamentada al igual que la teoría

de las Representaciones Sociales se basa en un método de tipo inductivo, a partir

de la recolección de datos busca construir esquemas de análisis con altos niveles

de abstracción que permitan explicar y comprender un suceso, hecho o fenómeno

social específico a través de la emergencia de significados. Este método de

investigación cualitativo permite construir teorías, conceptos, hipótesis y

proposiciones partiendo directamente de los datos y no de los supuestos a priori,

de otras investigaciones o de marcos teóricos existentes. Datos que son

sistemáticamente recogidos, comparados y analizados (Cuñat, 2007; Ángel,

2011).

La Teoría Fundamentada hace un especial énfasis tanto en el procedimiento de

obtención de los datos (entrevistas, observación directa), como en la codificación

de los incidentes recogidos. La codificación de estos incidentes (que puedes ser

mediante palabras claves), permite posteriormente agrupar los datos en

categorías o constructos para establecer semejanzas y diferencias entre las

categorías identificadas; el termino categoría permite hablar de teoría. Lo que en

este tipo de estudios se llama teoría, es el establecimiento de regularidades y

rasgos significativos que surgen del objeto de la investigación, de manera que no

se pretende elaborar una “teoría social” universal. Se reconoce dos tipos de teoría

emergente: la teoría sustantiva la cual refiere a las explicaciones de los

informantes sobre su forma de percibir la realidad, y la teoría formal derivada del

estudio y mediada por un riguroso proceso de abstracción (Ángel, 2011:16).

112

La Teoría Fundamentada comparte con la hermenéutica el afán por interpretar o

explicar según el fenómeno, por comprender comportamientos o sucesos a partir

de las ideas que tienen los sujetos; tiene como base epistemológica el

Interaccionismo Simbólico de Herbert Blumer y el pragmatismo de la escuela de

Chicago –en las ideas de George Mead y John Dewey– (Ángel, 2011). Las

estrategias para desarrollar la Teoría Fundamentada se centran en el método del

Muestreo Teórico y la Comparación Constante, estos dos procedimientos se

conforman como las contribuciones metodológicas básicas para el desarrollo de

los procesos de investigación social (Cuñat, 2007). A continuación se explican

algunos elementos básicos y distintivos que permitan una mayor comprensión de

esta perspectiva metodológica:

El Muestreo Teórico es el medio o sistema por el que el investigador decide con

base analítica, que datos buscar y registrar, consiste en realizar de forma

simultánea el análisis y la recolección de los datos provenientes de los sujetos y/o

contextos de estudio. Este procedimiento permite al investigador, en la medida

que se van reconociendo los conceptos esenciales, ampliar la muestra cuando se

requiera de más información. Paralelamente la investigación avanza se identifican

los participantes, los tipos de grupos o los nuevos escenarios que deben añadirse

y explorarse para lograr una mejor comprensión de las categorías. El proceso de

recolección y análisis se realiza hasta la denominada saturación teórica, es decir,

cuando la recogida de nuevos datos ya no aporta información adicional o relevante

para explicar las categorías existentes o descubrir nuevas categorías (Vivar;

Arantzamendi; et al., 2010).

El método de la Comparación Constante implica una continua revisión y

comparación de los datos obtenidos para ir construyendo teoría de la realidad, lo

que ayuda al investigador a elaborar y comparar nuevas categorías mentales e

introducir nociones de espacio y tiempo, de oposición y contradicción, que pueden

ser extrañas al pensamiento tradicional. El investigador simultáneamente codifica

y analiza los datos recolectados para desarrollar conceptos; mediante una

comparación continua de incidentes específicos de los datos, refina los conceptos,

113

identifica sus propiedades, explora sus interrelaciones y los integra en una teoría

coherente (Cuñat, 2007). Hacer comparaciones teóricas es un instrumento

esencial para plantear preguntas y descubrir e identificar variaciones de patrones,

propiedades y dimensiones que pueden encontrarse en los datos.

El método de Comparación Constante se basa en un proceso de codificación que

se divide en tres fases: abierta, axial y selectiva. La primera fase, la codificación

abierta, es un análisis descriptivo, el cual consiste en construir códigos abstractos

a partir de datos particulares; mientras que la codificación axial y la codificación

selectiva, es un análisis relacional y su objetivo es establecer relaciones o

conexiones entre los diferentes contenidos que arrojan los resultados descriptivos

(Araya, 2002).

La codificación abierta consiste en dividir y codificar los datos en conceptos y

categorías. Durante esta etapa de análisis, se identifica las palabras o frases

claves que conectan el relato de los informantes con la experiencia bajo

investigación. Posteriormente se lleva a cabo la codificación axial, que consiste en

comparar los nuevos datos con las categorías resultantes de anteriores

comparaciones. Al relacionar las categorías entre sí, se elaboraron hipótesis.

Finalmente se continúa con la codificación selectiva que consiste en integrar las

categorías para reducir el número de conceptos y delimitar la teoría, lo que

permite guiar al investigador en la selección de la categoría central, es decir,

aquella categoría que por su núcleo central explica y da sentido a todos los datos

y sus relaciones, y por lo tanto explica el patrón de comportamiento social objeto

de estudio (Vivar; Arantzamendi; et al., 2010).

Para el desarrollo del análisis relacional (codificación axial y codificación selectiva)

Strauss y Corbin (2002) han propuesto una herramienta metodológica denominada

“paradigma de codificación” que sugiere una lógica de análisis para relacionar la

estructura con el proceso. Esta matriz permite presentar esquemáticamente las

relaciones entre: el fenómeno (contexto de aparición - antecedentes); condiciones

en las que varía; estrategias de acción e interacción de los actores; y las

principales consecuencias (Araya, 2002; Restrepo, 2013).

114

- Fenómeno: se refiere a patrones repetidos de acontecimientos, sucesos o

acciones/interacciones que representan lo que las personas hacen o dicen

en respuesta a problemas y situaciones en las que se encuentran.

- Condiciones: son aquellos acontecimientos o sucesos que crean las

situaciones propias de un fenómeno dado y que explican por qué las

personas responden de determinada manera.

- Acciones/Interacciones: son las tácticas estratégicas o rutinarias a través

de las cuales las personas manejan las situaciones, problemas y asuntos.

- Consecuencias: hace referencia a los efectos de las

acciones/interacciones en el contexto de un conjunto de condiciones

particulares (Strauss & Corbin, 2002; en Restrepo, 2013:127).

Los datos son el recuento que los participantes hacen de acontecimientos o

acciones, pueden ser fuentes directas (entrevistas, conversaciones), o fuentes

indirectas (experiencias, análisis de casos, notas de campo, materiales escritos y

audiovisuales). El concepto es entendido como un fenómeno al que se le puede

asignar una etiqueta o código, es una representación abstracta de un

conocimiento, objeto o acción-interacción que un investigador identifica como

significativo en los datos. Permite agrupar acontecimientos, sucesos u objetos que

poseen características similares bajo un rótulo que los clasifica o categoriza por

aspectos comunes o disímiles. Los memos son la escritura de ideas teóricas

sobre los códigos y sus relaciones, tal como al investigador le surgen en el

proceso de codificación. Ayudan a configurar el mapa de la teoría emergente y son

usados para identificar conceptos y sus propiedades (Cuñat, 2007).

La codificación es referida como el proceso mediante el cual se analiza la

información obtenida durante la investigación, se fragmenta en primer lugar los

datos brutos para luego agrupar dicha información en categorías. Son las marcas

que añadimos a las unidades de datos para indicar la categoría concreta a la que

pertenecen, estas marcas pueden tener un carácter numérico, una frase, palabra o

visual (colores) (Ángel, 2011). Las categorías son unidades de significado que

concentran ideas, conceptos o temas; son descubiertas por el investigador durante

115

el análisis de los datos. Una categoría permite referir situaciones o contextos,

relaciones entre personas, comportamientos, opiniones, sentimientos o

perspectivas sobre un problema. Es a través del análisis de las similitudes,

diferencias y grados de consistencia de los datos procedentes del campo de

estudio que emergen los conceptos, los cuales mediante un proceso de

abstracción, dan lugar a los diferentes tipos de códigos, y a partir de la

comparación entre los códigos, se generan así las categorías centrales (Vivar;

Arantzamendi; et al., 2010).

Los procedimientos metodológicos de la Teoría Fundamentada dado que permiten

que el material cualitativo recolectado en el trabajo de campo pueda ser sometido

a un riguroso modo de análisis, resultan pertinentes para la investigación en el

campo de las Representaciones Sociales (tanto en su enfoque procesual como en

su enfoque estructural), en cuanto posibilita “recoger y organizar sistemáticamente

los datos para describir el contenido de las Representaciones y develar la

estructura y la jerarquía que se establece entre sus elementos, manteniendo

siempre el asiento en los datos” (Restrepo, 2013:131). La Teoría Fundamentada al

procurar generar una teoría que permite al mismo tiempo describir y explicar, se

constituye en una herramienta esencial para el estudio de las Representaciones

Sociales, puesto que permite identificar y estudiar los contenidos de la

Representación y las relaciones entre sus elementos (aspecto descriptivo), e

igualmente estudiar la estructura y la organización (aspecto explicativo) (Restrepo,

2013).

El proceso riguroso de recolección, análisis y codificación de los datos que se

propone desde la Teoría Fundamentada facilita al investigador presentar una

descripción del contexto social en el que se originan, circulan y operan las

Representaciones Sociales; la Teoría Fundamentada también permite una

aproximación al sentido y las significaciones que tienen para las personas un

determinado objeto social, como aspecto constituyente del contenido de las

Representaciones. La identificación del contenido de la Representación mediante

la Teoría Fundamentada se realiza a través de la codificación abierta, la cual

116

permite identificar y describir durante el desarrollo de la investigación, las

categorías emergentes que dan cuenta de las informaciones y las actitudes de los

participantes frente al objeto de representación social. Asimismo, desde la Teoría

Fundamentada se puede proporcionar una explicación sobre las determinaciones

sociales de dichas Representaciones (Restrepo, 2013).

117

CAPÍTULO 4. El Agua es lo Que Hacemos y Decimos de Ella

4.1 Suroeste de Antioquia Territorio Sagrado Para La Vida: las amenazas son

regionales, la resistencia y la defensa también

Las características geológicas de la Cordillera de los Andes con un atractivo

potencial aurífero y demás depósitos minerales, sumado al hecho de las

condiciones favorables que ofrece Colombia para las transnacionales mineras en

materia tributaria, beneficios comerciales, estabilidad jurídica y una laxa política

ambiental, propició que en la primera década del actual milenio en el marco de un

incremento en la demanda y consumo mundial por materias primas, en distintos

departamentos del país –como es el caso de Antioquia y en particular la subregión

del Suroeste–, se otorgara una masiva solicitud de títulos o contratos mineros para

proyectos exploratorios, en su gran mayoría para oro (Fierro, 2012). A partir de allí

muchos de los municipios comenzaron a padecer y afrontar fuertes cambios en los

usos del suelo, pasando de ser territorios con vocación agropecuaria a ser vistos

como zonas estratégicas mineras.

A diferencia del llamado Suroeste cercano en los que están municipios de la

llamada cuenca del sinifaná, donde hay una tradición carbonífera consolidada, en

el Suroeste lejano en municipios como Jericó, Jardín, Andes, Támesis, entre otros,

las actividades económicas que han prevalecido son la caficultura, la agricultura y

el turismo. Ante la titulación y llegada de proyectos mineros a sus localidades, la

ausencia de consulta previa y los perjuicios sociales y ambientales que para los

pobladores implica las actividades de exploración y explotación minera, gran parte

de la sociedad civil y algunas autoridades locales (alcaldes y concejales) de

municipios del Suroeste, han concretado actos de oposición e iniciado procesos de

participación y deliberación pública en defensa del territorio, la naturaleza y la

cultura (González, 2013). Los mecanismos y acciones de resistencia social que se

han emprendido han sido de distinto orden tanto a través de mecanismos jurídicos

como iniciativas de movilización popular. A continuación, se nombran y explican

brevemente algunas de ellas:

118

El primer municipio del Suroeste en realizar una iniciativa dirigida a prohibir la

minería desde lo local fue Támesis; los concejales con el apoyo de la comunidad,

a través del acuerdo municipal 008 del 31 de agosto de 2012, en contravía de lo

planteado en el artículo 37 del Código de Minas (Ley 685 de 2001), aprobaron

declarar como zona de protección especial todo el territorio del municipio y de esta

forma intentar prohibir así la exploración y explotación minera de metales.

Municipios como Urrao y Jardín con el mismo propósito de blindarse de una

masiva extracción de minerales y proteger el patrimonio ambiental, social y

cultural, también aprobarían sus respectivos acuerdos municipales13 (González,

2013).

Otra iniciativa que ha involucrado a las autoridades administrativas han sido los

denominados “Consejo de Concejales del Suroeste”, el cual consiste básicamente

en un encuentro regional de concejales, el primero de ellos se realizó a comienzos

del año 2012, precisamente en el corregimiento de Palocabildo en el municipio de

Jericó, el cual contó con la participación de 36 concejales de los municipios de

Támesis, Jericó, Jardín, Venecia, La Pintada, Valparaíso, Pueblorrico y Tarso. En

estos encuentros los concejales, además de conocer las cifras, impactos y

panorámica de la exploración y explotación minera en sus territorios, han recibido

asesorías como las del abogado ambientalista Rodrigo Negrete, quien ha

expuesto las posibilidades que ofrece el marco legal a los municipios para que a

través de los proyectos de acuerdo municipal y los Planes de Ordenamiento

Territorial- POT, se defienda el territorio, el patrimonio ecológico y la vida de las

comunidades (González, 2013).

Desde la sociedad civil se ha promovido la realización de conversatorios, foros y

encuentros en los distintos municipios donde han emergido conflictos

socioambientales, los cuales tienen como intención informar y documentar a las

comunidades locales en temas asociados a la defensa del agua y el territorio.

Igualmente se han dictado talleres de capacitación a líderes de la subregión e

13

Un acuerdo municipal, palabras más palabras menos, es la decisión que toman los concejales y alcaldes para regular el territorio desde lo local, se aprueba con el voto por mayoría de concejales y lo firma el alcalde. Cabe señalar que el tribunal administrativo de Antioquia ha declarado inválidos estos acuerdos.

119

iniciado procesos de sensibilización a organizaciones de base y públicos

estratégicos (Educadores, estudiantes, Juntas de Acción Comunal, Mesas

Ambientales), este proceso de capacitación a líderes del Suroeste se le ha

denominado “Escuela de la sustentabilidad” la cual ha sido un proceso pedagógico

de formación jurídico-política (González, 2013).

Otras iniciativas que también se han emprendido desde las organizaciones base

en los distintos municipios han sido las caminatas ecológicas, movilizaciones,

plantones y marchas-carnaval. Como resultado de los diálogos implementados en

foros y espacios de formación ambiental y política se realizó entre los años 2011 y

2012, Cabildos Abiertos en los municipios de Jericó, Támesis y Jardín; además se

han promovido cabildeos ante la asamblea departamental en la ciudad de

Medellín, para visibilizar los conflictos socioambientales regionales que se vienen

presentando (COA, 2012). Desde las comunidades y grupos organizados han

surgido en el Suroeste diversas iniciativas en medios de comunicación alternativos

como periódicos, sitios web, apropiación de los espacios de las emisoras y

canales comunitarios, que ha ayudado desde las localidades a convocar,

fortalecer y concientizar a la opinión pública entorno a la defensa ambiental,

cultural y territorial de la subregión.

Una de las manifestaciones más significativas en la subregión fue la llamada

“Travesía por el Suroeste antioqueño: Un abrazo a la Montaña”. En el que del 20

al 24 de noviembre del año 2012 (retomada cuatro años después del 8 al 14 de

agosto de 2016), se realizó un masivo recorrido de caminantes que abarcó

municipios como Valparaíso, Caramanta, Támesis, Jericó, Pueblorrico, Andes y

Jardín, realizando eventos en los resguardos indígenas, cascos urbanos y áreas

rurales. El “Abrazo a la Montaña” donde se realizaron actividades lúdicas,

performance, académicas, ambientales, políticas y religiosas, estaban orientadas

a promover el sentido de pertenencia y fomentar la unión de los pueblos del

Suroeste antioqueño para estrechar el amor a sus expresiones culturales, fuentes

hídricas, paisajes, alimentos y formas de vida, haciendo un llamado a valorar,

120

proteger y defender el territorio mediante el reconocimiento local y regional

(Rodríguez, 2012).

En el presente los habitantes de los municipios de Urrao, Jardín, Támesis y

Pueblorrico avanzan en la realización de procesos de Consulta Popular, buscando

de este modo garantizar que sean los propios habitantes quienes decidan si

quieren que haya o no y de qué manera, la actividad minera en sus territorios. Si

bien el Tribunal Administrativo de Antioquia se ha pronunciado en contra, la

construcción de estos mandatos populares tiene una trascendencia mayor “puesto

que potencian a mediano y largo plazo la apropiación y el empoderamiento de las

comunidades en un proyecto de defensa integral del territorio” (Colombia Informa,

2015).

4.1.2 Cinturón Occidental Ambiental – COA

En respuesta ante la amenaza que representa el auge de grandes proyectos de

exploración y explotación minera para las poblaciones locales, los territorios y

ecosistemas del Suroeste antioqueño, se constituyó en el año 2011 el Cinturón

Occidental Ambiental – COA, como un movimiento social donde se aglutina gran

parte de las resistencias emergidas en esta subregión. Desde el COA se han

establecido cinco áreas estratégicas para la acción: 1. El Fortalecimiento

organizacional interno 2. Comunicación y divulgación 3. Relaciones

interinstitucionales 4. Investigación y formación y 5. Incidencia y acción política

(Castro, 2014).

El COA está integrado por organizaciones de Jericó (Comité por el Futuro de

Jericó), Támesis (ACATA, Biabuma, CODEATE), Caramanta (ASAP, Asamblea

Municipal Constituyente); los Resguardos Indígenas del Suroeste de la etnia

Emberá Chamí: Karmata Rua (Jardín), Miguel Cértiga Tascón (Támesis),

Marcelino Tascón (Valparaíso), Bernardino Panchí (Pueblorrico) y Hermeregildo

Chakiama (Ciudad Bolívar); El Periódico La Calle 30 y personas naturales de

Tarso, Jardín, Pueblorrico y Andes. Igualmente cuenta con el apoyo de numerosas

121

mujeres, hombres, académicos, lideres, organizaciones y colectivos de la

subregión del Suroeste (González, 2013).

El Cinturón Occidental Ambiental (COA) tanto en el ámbito regional como en las

distintas localidades ha respaldado muchas de las iniciativas, estrategias y

acciones anteriormente mencionadas, convirtiéndose en un espacio de

articulación de personas, organizaciones, entidades y procesos que lo que

pretenden es defender y proteger los recursos naturales, la población y el territorio

de la amenaza que representa el extractivismo minero. El COA, cuyo nombre es

una iniciativa en respuesta al denominado “Cinturón de Oro de Colombia”, desde

su conformación ha contado con el acompañamiento de ONG tales como Censat

Agua Viva, Conciudadanía y el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo,

además de entidades como la Organización Indígena de Antioquia - OIA.

En entrevista realizada a un integrante del Cinturón Occidental Ambiental - COA,

señala que:

“Como movimiento social es necesario fortalecer procesos de investigación y

formación con la finalidad de identificar y caracterizar con criterios históricos,

sociales, culturales, ambientales y normativos las amenazas extractivistas que

recaen sobre el territorio, tales como la mega-minería, los monocultivos y las

hidroeléctricas. (…) sabemos que lo esencial para la defensa de los territorios no

son solo los mecanismos jurídicos o las acciones de las autoridades locales-

institucionales, sino la movilización social-popular, la normatividad es una

herramienta, mientras los procesos comunitarios se van apropiando y

constituyendo como proyectos de vida” (Entrevista a líder del COA, 2014).

Con la intención de construir en colectivo mujeres, hombres, indígenas

campesinos, estudiantes, mayores etc., un nuevo concepto o significado alrededor

del Territorio, que pueda develar una identidad compartida y que se pueda

visibilizar en las instancias jurídicas, populares, académicas, políticas, privadas,

etc., se propuso desde el Cinturón Occidental Ambiental, una estrategia política

denominada “Suroeste Territorio Sagrado Para La Vida” (COA, 2013). Esta

campaña dirigida a fomentar un sentimiento colectivo de pertenencia, parte de

122

comprender en el espacio y el tiempo, y en su sentido más sublime, el patrimonio

natural, cultural, paisajístico, histórico y arqueológico de la subregión,

reconociendo la cosmovisión indígena, resaltando el sentido de las comunidades,

la economía agropecuaria y campesina, despertando la valoración por la

biodiversidad y las fuentes naturales como elementos esenciales para la

reproducción de la vida, apoyando las organizaciones sociales de base y

exaltando el rol y participación propositiva de la mujer y los jóvenes en la

protección de los territorios (COA, 2012; González, 2013).

“En contextos de acumulación por desposesión, caracterizados por la presencia

desmesurada de grandes empresas transnacionales que imponen un

reordenamiento económico y territorial, se potencian las luchas ancestrales por la

tierra de la mano de los movimientos indígenas y campesinos, al tiempo que

surgen nuevas formas de movilización y participación ciudadana centradas en la

defensa de los recursos naturales (definidos como “bienes comunes”), la

biodiversidad y el medio ambiente; todo lo cual va diseñando una nueva

cartografía de las resistencias (…). Esta nueva cartografía de las resistencias va

asentando las bases de un giro ecocomunitario, espacio en el cual convergen cada

vez más la lucha de los movimientos campesinos, poblaciones originarias y

nuevos movimientos socio-ambientales” (Svampa, 2011:185).

En la estrategia “Suroeste Territorio Sagrado Para La Vida”, y en general en las

narrativas, carteles, consignas y escritos exhibidos en los distintos conflictos

socioambientales por minería (también es el caso del corregimiento de

Palocabildo-Jericó), existe una constante alusión alrededor del agua y la montaña

como elementos íntimamente fusionados. Esta relación o vínculo entre agua-

montaña se explica no solo por la conformación de un relieve montañoso y las

numerosas quebradas, Cuenca del río Cauca y niveles de precipitación propia del

Suroeste, sino además por la significación que para sus actividades de la vida

cotidiana ello representa, esto es, en las prácticas agropecuarias; las expresiones

locales artísticas (pintura, escultura, cuento, poesía, música); los eventos

naturales y climatológicos que suceden como avenidas torrenciales y movimientos

de masa de tierras; y el solo hecho de habitar, trabajar, recorrer y significar el

123

entorno; consciente o inconscientemente, hacen de la relación agua-montaña, un

componente central de representación social en la defensa territorial.

Foto No1. Fuente (Periódico La Calle 30). Movilización 8 de febrero 2014 municipio

de Támesis

En palabras de integrantes del Cinturón Occidental Ambiental la auto-construcción

de espacios como “Territorios Sagrados” motiva a tejer relaciones diferenciales a

partir del amor, la solidaridad y la autonomía, fortaleciendo lazos afectivos que

permiten tejer principios de hermandad y dignidad (COA, 2014). Al incorporar e

introyectar colectivamente consignas como “La Vida es Sagrada”, “Agua Sagrada

para la Vida” y “Territorio Sagrado para la Vida”, se convierten en eficaces

dispositivos simbólicos y políticos respecto a los poderes hegemónicos y

racionalidades netamente economicistas, al tiempo que estimulan y legitiman la

lucha por una justicia social y ambiental, en el ámbito local, regional y nacional.

124

Estas nuevas formas de concebir y enunciar promueven marcos alternativos que

desafían a los regímenes de representación dominantes, para plantear una

relación naturaleza y sociedad, económicamente más justa, políticamente más

democrática y ecológicamente más honesta para las generaciones presentes y

futuras (Boelens; et al., 2014:8).

Las poblaciones locales del Suroeste antioqueño que con dignidad están en

resistencia son conscientes de que han sido arrojados a un campo de difícil

disputa y de posiciones de poder político y económico claramente asimétricas, en

el cual los promotores de la minería van consolidando cada vez más una densa

trama articulada, con efectos multiplicadores y complejos, en pos de la

legitimación del modelo minero (Svampa, 2011). No obstante, las comunidades en

resistencia saben que ante los desafíos y la incertidumbre social y ambiental que

significa la masiva titulación y proyectos de exploración-explotación minera, en las

distintas veredas y corregimientos del Suroeste, la defensa y protección de las

poblaciones, los territorios y la naturaleza serán más eficaces si se plantea desde

una unidad regional. Es así que la resistencia comunitaria surgida en Jericó-

Palocabildo se articula y coordina con un proceso regional de movilización y

defensa territorial más amplio, llevado a cabo actualmente por diversas

organizaciones de los municipios del Suroeste.

4.2 La disputa por el agua, los actores y sus estrategias: en Jericó dicen NO

a la Imposición de la minería

Para gran parte de la población Jericoana el tema que sin lugar a dudas

compromete la continuidad ambiental y social del municipio es el Proyecto minero

Quebradona, desarrollado por AngloGold Ashanti (actualmente en fase

exploratoria). Ante el desarrollo de dicho proyecto y los demás títulos mineros que

posee la empresa se ha generalizado en Jericó un inconformismo y malestar

social, tanto entre la población que habita las veredas del corregimiento de

Palocabildo como entre quienes habitan el casco urbano. Diversos actores locales

125

conjuntamente se han expresado en oposición al denominado Proyecto

Quebradona y las políticas mineras, las cuales dicen “son impuestas desde el

gobierno central sin que se tenga en cuenta en lo más mínimo nuestra opinión”.

Quienes en Jericó han realizado una resistencia activa la minería han conformado

desde el año 2012 un espacio llamado “Comité por el Futuro de Jericó”. El comité

cívico pro defensa de Jericó ha sido la organización donde convergen todos los

actores del área rural (campesinos, finqueros) y casco urbano (comerciantes,

profesionales, estudiantes, artistas, personas del clero, personas del común,

jubilados, etc.,). Desde allí se ha promovido y organizado la resistencia social en

defensa del territorio, la cultura y la naturaleza, a través de diversas acciones de

carácter educativo, comunicativo, político y jurídico14.

El “Comité por el Futuro de Jericó” ha convocado (18 de mayo del 2012) a un

cabildo abierto donde se discutió el tema de las implicaciones e impactos que

tiene la minería en el territorio, ha presentado ante el Concejo Municipal proyectos

de acuerdo para proteger los nacimientos y las aguas de la minería, desde este

espacio se han organizado y realizado conversatorios, foros, marchas, actividades

artísticas (danzas, música y oratoria etc.), encuentros veredales, talleres

ambientales en planteles educativos, caminatas por los cerros locales,

microcuencas y otra serie de iniciativas dirigidas a la apropiación y salvaguarda de

las riquezas naturales y culturales del municipio.

Una de las herramientas más eficaces empleadas por el comité cívico pro defensa

de Jericó ha sido la creación en febrero del año 2013 de un periódico local llamado

“Despierta Jericó”, un órgano informativo mensual que ante la cooptación de la

administración local en cabeza del alcalde David Alonso Toro Cadavid 2012-2015,

el canal comunitario y las emisoras locales, por parte de la empresa AngloGold

Ashanti, el periódico “Despierta Jericó” se ha convertido –según los pobladores

14

En el municipio de Jericó también existe una resistencia pasiva. No suele movilizarse a través de marchas o bloqueos, no obstante, es importante por su apoyo moral y económico para ciertas actividades. En los comicios electorales 2016-2019, donde AngloGold Ashanti promocionó abiertamente el candidato de su preferencia, quedó electo como alcalde Jorge Andrés Pérez Hernández (2016-2019), y quien en la campaña fue el único aspirante que se declaró abiertamente opositor al Proyecto Quebradona. Para su elección la resistencia pasiva a la minería -alentada por una resistencia activa- jugó un rol decisivo con su voto.

126

locales–, en un importante medio de denuncia y divulgación sobre todo lo que

acontece en torno al conflicto minero, y demás temas socioambientales del

municipio y la región del Suroeste.

El periódico que saca y reparte 500 ejemplares mensuales y cuyos recursos

económicos provienen todos de aportes voluntarios de la misma comunidad

jericoana, se ha logrado materializar en una importante estrategia comunicativa en

donde permanentemente se informa y denuncian las acciones y omisiones tanto

de la multinacional como de la administración municipal entorno al Proyecto

Quebradona.

Jericó es caracterizado en su historia reciente por ser un municipio pionero a nivel

ambiental, creó en el año de 1992 el "Estatuto del Ambiente", este estatuto tiene la

intención de proteger, preservar y defender el ecosistema y recursos naturales del

municipio, el ponerlo en práctica ha sido una importante instrumento para la

conservación y protección de los recursos naturales que posee el territorio. Debido

al empeño y gestión ambiental realizada por la sociedad civil y grupos

organizados, al igual que el trabajo de algunas de las sucesivas administraciones

se ha logrado declarar dentro del Esquema de Ordenamiento Territorial de Jericó,

varias zonas de protección ambiental, hídrica y paisajística15 (ver capítulo l). Este

proceso ha permitido interiorizar en los discursos y prácticas de gran parte de la

población (de las veredas y la cabecera urbana), unas opiniones y actitudes

ecológicas compartidas de respeto y salvaguardia por el medioambiente, en

especial en lo que corresponde con la protección de las cuencas, aguas y

coberturas vegetales.

Como resultado de ese proceso construcción colectiva de Jericó como un

“municipio verde”, se cuenta oficialmente desde el año 2007 con una Mesa

Ambiental, un espacio que desde la sociedad civil ha propiciado la participación,

diálogo, reflexión y expresión de la población jericoana alrededor de la gestión

15

El municipio de Jericó ha declarado varias áreas de reserva forestal, parques Naturales y Ecosistemas Estratégicos. Por su función reguladora de caudales, sostenimiento e incremento de especies de flora y fauna y corredores biológicos, entre otros, además ha destinado dentro de su EOT zonas y lugares de interés ecológico y paisajístico.

127

ambiental municipal, en temas tales como acopio y recolección de los residuos

sólidos, reforestación, protección e intervención de las cuencas hídricas y

preservación de la flora y fauna entre otros. Ante el conflicto socioambiental

suscitado por el Proyecto Quebradona, la Mesa Ambiental también se ha

constituido en un actor clave promoviendo marchas, foros y acciones jurídicas,

tanto a nivel local, regional y nacional.

Desde la Mesa Ambiental se ha dedicado importantes esfuerzos haciendo

seguimiento y veeduría a los impactos ocasionados por la empresa minera en las

aguas y coberturas vegetales, concientizando a la población en general y

acompañando en particular a los campesinos en sus reclamos y manifestaciones.

Según Fernando Jaramillo, coordinador de la Mesa Ambiental de Jericó, con el

auge de titulación y proyectos de exploración minera en la subregión del Suroeste

antioqueño, se han fortalecido los vínculos entre las mesas ambientales zonales

de municipios que comparten una misma homogeneidad espacial e identidad

cultural como son Caramanta, Valparaíso, Támesis, Pueblorrico y Tarso, los

cuales junto a Jericó conforman lo que se denomina la “Región Cartama”.

El ingreso de la minería con el Proyecto Quebradona desarrollado por AngloGold

Ashanti y sus discursos alrededor del progreso, el desarrollo, la riqueza y el

empleo derivado; han entrado en constante contradicción y pugna con la

representación social que se tiene de un “Jericó municipio verde” que enarbolan y

reivindican los pobladores locales declarados en resistencia y en custodia del

territorio. De esta manera en el conflicto socioambiental por minería son

reiterativas las narrativas que desde la localidad (ruralidad y casco urbano) se

enuncian por el riesgo que constituye para la sostenibilidad socioambiental, la

exploración y una eventual explotación minera en las montañas del corregimiento

de Palocabildo, en especial por los impactos producidos en las aguas.

“Para nosotros los 165 años de fundación e historia que con arduo trabajo,

responsabilidad y honradez nuestros antecesores, y hoy nosotros, hemos

construido y dado un sentido de pertenencia y amor a Jericó, es nuestra mayor

riqueza (…) Por eso, ante la imposición minera y sus impactos sociales y

128

ambientales, defendemos la vida sustentada en el agua, la agricultura y la paz que

tanto nos ha caracterizado” (Despierta Jericó, 2015:32).

Para los habitantes locales agrupados en el “Comité Para el Futuro de Jericó”,

desde donde se ha catapultado las acciones de defensa del territorio, se considera

el desarrollo de actividades de explotación minera incompatible con el bienestar de

la comunidad y el cuidado de la naturaleza. Para ellos resulta inconcebible como

el gobierno central y la empresa multinacional pretenden transformar el Jericó

pacífico y agropecuario en un Jericó minero, pues afirman que “en Colombia no

hay un solo pueblo minero que se escape a la violencia, la delincuencia, el daño

ambiental, la desintegración social, el abandono estatal, la corrupción y la miseria”

(Despierta Jericó, 2013:11).

La llegada de proyectos mineros a poblaciones y territorios que no poseen una

vocación minera, no necesariamente son concebidos como una oportunidad de

empleo o desarrollo, sino que esta apertura minera, puede representar para

muchos lugareños, una amenaza, un brusco choque que altera profundamente las

dinámicas locales, las condiciones culturales, naturales y socioterritoriales a las

que están habituados. En las narrativas locales recopiladas de la resistencia

comunitaria,

“No admitimos que por un afán de lucro, que desde luego no nos beneficiará y se

irá a otros países, se nos venga a imponer con la minería un cambio en los usos

del suelo; una afectación del entorno ecológico y social (…) se nos vulnere el

derecho al agua potable, a gozar de un medio ambiente sano, el derecho a vivir y

trabajar en paz según nuestras costumbres cafeteras y agropecuarias16.

4.3 Los impactos de la “Responsabilidad Social” de AngloGold Ashanti

Sin propiamente haber iniciado una fase de explotación (ya sea a cielo abierto o

por socavón) han sido varios los impactos sociales y ambientales ocasionados por

la empresa. La llegada en el año 2003 de AngloGold Ashanti a Jericó y

16

Base de datos. Entrevistas y conversaciones con actores locales en oposición a la minería (2014-2016).

129

Palocabildo se hizo casi de manera imperceptible hasta el año 2007 que iniciarían

las primeras perforaciones; lo primero que ocurrió fue la división de la comunidad,

quienes se declararon a favor y quienes se declararon en contra. La empresa

minera, bajo el ropaje de la “responsabilidad social empresarial”, llegó ofreciendo

empleo (no especializado) a los habitantes del corregimiento y demás veredas, si

bien los contratos han sido en su mayoría temporales, hubo un momento de la

fase exploratoria (año 2012) que el personal vinculado sobrepasó las 300

personas del corregimiento y veredas. No obstante la contratación laboral ha

oscilado entre la vinculación masiva y los despidos masivos, al año 2014 el

número de personas vinculadas laboralmente de la región era de 150 (AGA,

2014), mientras que para el 18 de diciembre de 2015 la empresa reportó un

despido de más de 100 trabajadores.

Los sueldos pagados por la empresa son de forma regular y en muchas ocasiones

superan el salario mínimo. La población campesina que maneja sus ingresos de

manera cíclica propio del cultivo de café, además de la crisis y bajos precios del

sector y los riesgos propios de la agricultura (costos, plagas, clima), –asumidos

siempre por los cultivadores–, hicieron de la opción de la minería una oportunidad

de estabilidad económica y laboral para varios de los habitantes locales del

corregimiento. En su mayoría fueron los jóvenes quienes ingresaron al proyecto

minero abandonando masivamente las fincas cafeteras de sus padres y familiares

en las cuales trabajaban, por lo que los cultivos de café en tiempos de cosecha se

han visto seriamente amenazados por falta de mano de obra local para colectar el

grano.

Cuentan los pobladores locales que la vinculación laboral inició en el año 2006 y

todo funcionó muy bien hasta el año 2008, cuando con la operación de las

primeras plataformas de perforación se presentó la ruptura de acuíferos (aguas

subterráneas), con la consiguiente disminución de los caudales hídricos de

algunas de las quebradas (aguas superficiales), afectando los acueductos

veredales del corregimiento, por esta situación una decena de trabajadores locales

renunciaron a la empresa al ver los impactos originados en las aguas. Ante un

130

panorama de contaminación y escasez hídrica la mayoría de la población de

Palocabildo comenzó a cuestionar y manifestarse en contra del proyecto, por lo

que los conflictos entre la misma comunidad se agudizaron, por una parte los

trabajadores vinculados y sus familias que defendían el derecho a laborar en la

empresa y el progreso que esto les había significado (la mayoría compró moto), de

otra parte las familias que denunciaban la afectación de las aguas, el territorio y

sus costumbres, dividiéndose la comunidad entre pro-mineros y anti-mineros

surgiendo así acusaciones, señalamientos y posiciones contrarias entre vecinos y

familiares, deteriorando el tejido social17.

Debido a la cada vez mayor participación, organización y permanente movilización

comunitaria en resistencia al Proyecto Quebradona, AngloGold Ashanti comenzó a

emplear una serie de estrategias bajo el lema de “la responsabilidad social

empresarial”, donde el principal protagonista ha sido el factor dinero. En entrevista

con integrantes del Comité por el Futuro de Jericó, afirman que AngloGold Ashanti

ha intentado negociar con los líderes pero la respuesta de la comunidad es que

“Aquí todos somos líderes”; ha financiado actividades públicas que siempre

correspondieron a las administraciones municipales, ha donado dinero y

materiales a casi todas las organizaciones comunitarias, sea Juntas de Acción

Comunal, parroquias, grupos juveniles, del adulto mayor; también ha aportado

dinero para las escuelas, para las carreteras, para celebrar la canonización de la

Madre Laura, para la administración municipal, fiestas etc.; mantiene una

constante publicidad radial, televisiva y escrita en los medios locales de su

supuesta responsabilidad social y ambiental empresarial, a la vez que desacredita

a quienes contradicen sus pretensiones empresariales (Despierta Jericó, 2013:3).

Compañías mineras como AngloGold Ashanti, tanto en el ámbito local como

nacional, han construido y publicitado un discurso frente a esta actividad como

asociada al desarrollo, al futuro del país, al empleo, al progreso y al mejoramiento

de las condiciones de vida de la población, en un esfuerzo por legitimar su

17

Se han tornado situaciones tan conflictivas que incluso se ha llegado a enfrentamientos físicos entre conocidos y familiares.

131

proyecto de apropiación territorial. Para Svampa (2011) la llamada

“responsabilidad social empresarial” utilizada por las transnacionales:

“Forma parte de un dispositivo más amplio que apunta a instalar y legitimar el

nuevo modelo extractivista. Hacia afuera, las empresas se orientan a desarrollar

vínculos estrechos con Instituciones o Universidades a partir de convenios, al

tiempo que desarrollan una intensa publicidad en los más diversos medios de

comunicación, en el marco de un discurso que subraya la opción por una “minería

responsable”. Hacia adentro, en relación a las comunidades en las cuáles se

desarrolla la actividad extractiva, sus efectos son aún mayores, en la medida en

que sus intervenciones focalizadas y el entramado que generan, introducen

cambios sustantivos en la producción y reproducción de la vida de las personas”

(Svampa, 2011:199).

La administración municipal en cabeza del alcalde David Alonso Toro Cadavid

(2012-2015) con constantes alusiones acerca del progreso, desarrollo y empleo

que para el municipio significa el Proyecto minero Quebradona, la mayoría de sus

actuaciones como alcalde han estado parcializadas en favor de los intereses de la

empresa. Preocupada por la imagen que entre los pobladores locales estaba

generando el proyecto, AngloGold Ashanti contrató los servicios de una firma

encuestadora para conocer el sentir de los habitantes y las molestias ocasionadas

(Despieta Jericó, 2014:14).

Algunas de las estrategias o mecanismos de persuasión o seducción empleadas

por la empresa han sido regalos particulares a los presidentes de las Juntas de

Acción Comunal como viajes a Santa Marta (Despierta Jericó, 2014:22); a solicitud

de la administración local (2012-2015), regala pintura, tejas y bultos de cemento a

familias del municipio, aporta recursos materiales para las fiestas de Jericó (El

Festival de La Cometa, realizadas en el mes de agosto), y dona instrumentos

musicales y materiales lúdicos para los estudiantes (ver foto No 2.). La compañía

ha creado además unas visitas programadas al campamento conocidas como “Los

miércoles mineros”, allí se informa de las buenas prácticas de la empresa y los

beneficios de dicha actividad; también tienen un programa llamado “Tula Minera”

en el canal comunitario y en cadena radial, donde a través de sátiras ofenden

132

permanentemente a los líderes de la resistencia social (Despierta Jericó, 2014:22).

En respuesta al periódico “Despierta Jericó”, AngloGold Ashanti creó un periódico

con tiraje a color llamado “El Jericoano”, donde la propaganda a favor de la

administración municipal y la empresa minera son evidentes.

Foto No 2. “Obsequios” de la responsabilidad social empresarial18 suministrados

por AngloGold Ashanti a los estudiantes de Palocabildo

En contextos extractivos las asimetrías propias de la dinámica entre lo local

(movimientos campesinos, indígenas y populares) y lo global (empresas

multinacionales) se exacerban. Las grandes empresas con el fin de conformar

enclaves de exportación, tienden a concentrar un número importante de

actividades, controlando no solo la vida social sino también compitiendo y

subalternizando la economía local. El peso económico de estas empresas es tal,

“que en ocasiones los intereses de las corporaciones atraviesan y hasta sustituyen

18

Foto suministrada el 23 de enero del año 2016 por integrantes del Comité Para el Futuro de Jericó. Dos cuadernos, doce colores, un lápiz y un bolígrafo.

133

al Estado, menospreciando y/o violentando procesos de decisión ciudadana”

(Svampa, 2011:197).

A través del poderoso incentivo del dinero y efectuando donaciones, AngloGold

Ashanti ha buscado ganarse la simpatía de la población, tratando de provocar la

cooptación indirecta de voluntades y la limitación del ejercicio de la opinión de la

comunidad. Si bien no se puede desconocer el beneficio que en materia laboral y

económica el proyecto les ha traído a varias de las personas y familias, ello no

compensa los impactos en las dimensiones cultural y política, puesto que la

empresa ha resquebrajado el tejido social, sobre todo en la población rural

campesina de Palocabildo, confrontándolas, dividiéndolas, apelando a sus

necesidades básicas insatisfechas como empleo, salud y educación, que no sobra

ratificar, son deber misional del Estado y no deberían ser utilizados como

compensación de impactos generados por la intervención minera, menos aún

como lobby para instaurar la imagen de “bienhechora” que pretende instaurar la

empresa.

4.4 El Inicio de las perforaciones mecánicas en el corregimiento de

Palocabildo

Cuentan los lugareños que la primera vez que vieron la llegada de actividades

mineras al territorio fue en el año 2003 con el nombre de KEDAHDA S.A. Los

primeros tanteos se hicieron de bajo perfil y sin ninguna consulta, a través de

recorridos iban sondeando y recolectando por las distintas veredas muestras de

suelo y piedrecitas de los barrancos, los distintos caminos y en los cauces de las

quebradas. A los habitantes locales empezaron a pagarles por muestras de

arenas que extrajeran de los distintos caños y quebradas que hay en el

corregimiento, con la condición de que indicasen la microcuenca y el lugar donde

provenían; posteriormente empezaron masivos sobrevuelos en helicóptero sobre

sitios específicos del municipio y dotados de un extraño aparato, relatan los

pobladores locales (magnetógrafo, detector de metales).

134

Para el año 2007 empezarían las perforaciones manuales, iban a las fincas y con

barrenos extraían pequeñas muestras en diámetro y de profundidades

superficiales. Según los habitantes entre el año 2008 y 2010 se realizaron las

primeras perforaciones mecánicas. Los pobladores locales afirman que fue entre

esa fecha que por primera vez se escuchó el ruido que producía la broca al

perforar el subsuelo, el ruido era de tal magnitud que se escuchaba en todas las

veredas del corregimiento, no obstante, dentro de los reportes de la empresa las

perforaciones exploratorias oficialmente se iniciaron en el año 2012 (AGA, 2015).

Según habitantes de Jericó con el inicio de las perforaciones mecánicas en el año

2008 por parte de AngloGold Ashanti, arribó un contingente de soldados al

corregimiento de Palocabildo, los cuales nunca habían estado pero que desde

dicha época se han instalado de forma permanente en el área rural, justo al lado

de las exploraciones mineras y en predios de una empresa reforestadora de pinos

(Rincco S.A). Lo que extraña a gran parte de la comunidad, es que Jericó y sus

alrededores se han caracterizados por ser pueblos históricamente pacíficos que

jamás han tenido violencia derivada del conflicto armado o el narcotráfico.

Debido a que los soldados llegaron al mismo tiempo que iniciaran las primeras

perforaciones mecánicas y en Jericó nunca había tenido la presencia permanente

de ejército, para integrantes del comité cívico opositores al proyecto minero “la

presencia de los militares tiene como único fin cuidar los intereses de AngloGold

Ashanti” (Despierta Jericó, 2014:17). Cada vez que la comunidad local se moviliza

y de forma pacífica han pretendido llegar a las plataformas de perforación para

dejar constancia con comunicados escritos a los ingenieros de la empresa sobre el

malestar social por los impactos ocasionados en las aguas, los soldados les salen

al paso y les prohíben la entrada (ver foto No 3.), recordándoles que es propiedad

privada, lo mismo hacen funcionarios de la empresa quienes realizan registros

fílmicos de los manifestantes (Despierta Jericó, 2015:31). Cuando los campesinos

bloquean la carretera veredal, la inmediata presencia disuasiva del ejército y la

policía se convierte en un factor atemorizante para los manifestantes.

135

Foto No 3. Fuente: COA. Movilización 24 de enero 2014 - Finca El Chaquiro -

Corregimiento de Palocabildo, Jericó.

En la actividad minera para realizar las perforaciones exploratorias subterránea se

utiliza una perforadora (fuente de energía mecánica), que impulsa una broca

(herramienta que ejerce energía sobre la roca). El principio de la perforación se

basa en el efecto mecánico de percusión y rotación, cuya acción de golpe y

fricción producen el astillamiento y trituración de la roca (CODELCO, 2015). Si

bien en las perforaciones los huecos cilíndrico denominados taladros poseen un

diámetro de 6 pulgadas, estos alcanzan una profundidad en el subsuelo de miles

de metros. En el caso particular del Proyecto Quebradona las perforaciones

alcanzaron profundidades superiores a los 1500m (Balance AGA, 2012).

La instalación de las plataformas de perforación según los pobladores locales se

realizó en tres tipos de predios, en tierras de campesinos, en terrenos de una

empresa reforestadora de pinos Rincco S. A (ver foto No 4.), y en un predio

136

municipal llamado El Poleal (en donde según los discursos de los pobladores

locales se afectaron los acuíferos). El Poleal había sido adquirido en pasadas

administraciones con el fin específico de preservar las fuentes hídricas, sin

embargo a pesar de que este predio es un área de importancia hídrica y una zona

de sotobosque nativo (ver foto No 5.), con ejemplares arbóreos como Tabaquillo,

Roble, Guacamayo, Punta de Lanza, Laureles, Barcinos, Siete Cueros, Carates y

Encenillos, para poder instalar algunas de las plataformas e introducir la

maquinaria a lomo de mula, fue necesario abrir caminos entre dicha vegetación.

Afirman los habitantes de Jericó que la administración municipal de ese entonces

(año 2008), jamás manifestó algún reparo absoluto respecto al riesgo que en las

aguas y la vegetación podría ocasionar la instalación de plataformas mineras

dentro del predio El Poleal.

Foto No 4. Fuente (AGA, 2012). Predio el Chaquiro (Reforestadora Rincco), lugar en

donde se instaló una plataforma de perforación.

137

En la finca El Chaquiro (sembrada en pinos), según reportes de AngloGold Ashanti

las perforaciones realizadas suman 9.986 metros (Despierta Jericó, 2014:19). A

partir de la instalación de las plataformas de exploración minera y los impactos

ocasionados, se comenzó generalizar un malestar social entre los distintos

habitantes del municipio, como lo relata en entrevista (2015) un líder integrante del

comité para el futuro de Jericó:

“Cuando empezamos a ver que los trabajos de abrir caminos para construir las

plataformas y entrar las maquinarias de perforación requerían talar árboles, que a

esas máquinas había que alimentarlas con agua de las quebradas y mezclarla con

lubricantes, que de ellas salían lodos contaminados, que el ruido que producían

espantaban todos los animales, y sobre todo cuando rompieron los acuíferos del

subsuelo, secándose los nacimientos y mermándose el caudal de algunas

quebradas. La mayoría supimos que algo grave estaba pasando en el territorio y

entonces ejercimos el derecho a la movilización y protesta democrática”

(Entrevista, Comité por el Futuro de Jericó, 2015).

Foto No 5. Fuente: Isaza, 04/04/2015. Predio El Poleal, corregimiento de Palocabildo

138

4.5 El Agua, origen de la discordia

En el corregimiento de Palocabildo, en su parte más alta, se encuentra ubicado El

Parque Municipal Natural Las Dantas, un área referenciada dentro del Esquema

de Ordenamiento Territorial de Jericó como de interés ecológico y suelo de

protección ambiental (EOT, 2010). Por su importancia ambiental y paisajística, es

altamente valorado a nivel local no solo por los campesinos de Palocabildo sino

por los habitantes del casco urbano del municipio, pues además de albergar

bosque nativo allí nacen muchas de los afluentes del corregimiento. Es justamente

en la parte superior de la montaña, declarada como parque natural municipal, en

donde nacen las aguas que abastecen los acueductos del corregimiento (La

Soledad, La Hermosa, Vallecitos, Palocabildo y Quebradona), de la vereda de

Pradera y Buga, y de algunas fincas ubicadas en la ribera del río Cauca, al igual

que varias veredas del corregimiento de Palermo, jurisdicción del municipio de

Támesis.

Muchas de las plataformas de perforación fueron ubicadas en la parte alta de

Palocabildo, si bien las perforaciones no se realizaron específicamente en los

predios del Parque Municipal Natural Las Dantas, con el consentimiento de la

administración municipal, sí se realizaron en otras partes altas del corregimiento,

concretamente en el predio El Poleal, –propiedad del municipio, área destinada a

la protección hídrica, y a la conservación y reforestación de vegetación nativa–. Al

poco tiempo del inicio de las perforaciones mecánicas en este sitio los habitantes

campesinos de las 5 veredas de Palocabildo, de otras veredas del municipio como

Buga y del corregimiento de Palermo (municipio de Támesis), comenzaron a

percibir19 y apreciar una significativa reducción de las aguas superficiales de

algunas de las quebradas del territorio que surten los acueductos, sobre todo en

tiempos de sequía o verano llegando inclusive a perder totalmente sus aguas; algo

19

En la generación de conflictos ambientales el daño puede ser considerado como real, cuando es objetivamente comprobable o bien puede ser percibido por los actores receptores y que se sienten afectados, “daño subjetivo”.

139

que nunca había ocurrido, relatan los campesinos de más edad20 (RED

audiovisuales, 2013; RAFE, 2015).

Foto No 6. y Foto No 7. Fuente: (Fotos sumnistradas por la Mesa Ambiental de

Jericó, 2015). Afluente de la quebrada el Poleal sin flujo de agua superficial.

Así mismo que advertían la merma atípica de los caudales también se observó

que en ocasiones las aguas bajaban de otro color. Preocupados por la situación

que acontecía con las aguas en su territorio los campesinos acompañados por

distintas organizaciones y dos delegados de Corantioquia realizarían un masivo

recorrido (Acto de Veeduría, 2012), en el cual se comprobó las afectaciones que

en las aguas subterráneas había ocasionado las plataformas de exploración

minera en el predio El Poleal. Cuentan antiguos trabajadores de la empresa que

cuando estaban haciendo las perforaciones en esos sitios empezó a emanar

bastante agua con una fuerte presión, la empresa intentó taponar la salida de

agua del subsuelo pero ésta siguió saliendo por la pendiente de la montaña (Acto

de Veeduría, 2012).

20

https://www.youtube.com/watch?v=-K6vjGt1kCY

140

La afectación de las aguas subterráneas fue corroborado por un campesino

exempleado de la empresa quien en entrevista señaló que “con la perforación en

el Poleal en el año 2008 pincharon lo que llaman un acuífero, eso empezó a salir

un chorro de agua de la tierra, la empresa nos dijo que no dijésemos nada, pero al

ver que iban a acabar con las aguas y la vereda, yo me salí de trabajar de la mina,

volví a coger café y ahora defiendo el territorio”. Este testimonio remite a una

representación del agua y el territorio como elemento y espacio de vida que hay

que defender, el cual se antepone incluso por sobre los réditos económicos que a

corto plazo una actividad como la minería les pueda generar, pero la cual muchos

pobladores locales perciben como una seria amenaza socioambiental. En el

recorrido realizado (Acto de Veeduría, 2012), también se evidenciaría la reducción

de manantiales y caudales de otros arroyos y riachuelos, al igual que una notoria

disminución de las aguas de la cuenca que surte una pequeña laguna llamada La

Mama. Cabe señalar que a noviembre de 2015 aún sigue saliendo agua del

subsuelo de las dos plataformas abandonadas.

Al mismo tiempo que la empresa realizaba las perforaciones exploratorias en el

predio municipal “El Poleal” alterando las aguas subterráneas y los habitantes

locales asentados en la parte media y baja del corregimiento observaran la merma

en el caudal de las quebradas, afectando por tanto sus acueductos comunitarios,

teniendo incluso que racionalizar el agua, un hecho que nunca antes había

ocurrido. AngloGold Asahnti a su vez aspiraba expandir la zona de exploraciones

mineras pretendiendo realizar perforaciones en el predio La Aurora, un área que la

empresa siempre ha pretendido intervenir y la cual se ha convertido en un

referente clave en la defensa de las aguas y el territorio por parte de la resistencia

social Jericoana.

La Aurora es una hacienda de propiedad de la comunidad de los sacerdotes

Benedictinos ubicada en el corregimiento de Palocabildo, su importancia radica en

que hace parte del Parque Municipal Natural las Dantas (EOT, 2010), de allí la

oposición a que se explore este sitio, pues es apreciado entre los habitantes por

su alta riqueza hídrica y ambiental. La hacienda la Aurora está ubicada justo en la

141

parte inferior del Parque Municipal Natural Las Dantas (ver fotos No 8 y 9), y en su

parte contigua se encuentra el predio “El Poleal”; lo que aducen los campesinos es

que si se llegase a realizar actividades de exploración o explotación minera en la

hacienda La Aurora (tal como ocurrió en el predio “El Poleal”), inevitablemente se

verían aún más afectadas las aguas (subterráneas y superficiales), por lo cual se

pondría en total riesgo el suministro de la misma para el uso doméstico y las

actividades agropecuarias.

Foto No 8. Fuente: Isaza, 04/04/2015. Parte alta, Parque Natural las Dantas; parte

baja, Hacienda la Aurora.

Al estar “La Aurora” ubicada en un área estratégica para la regulación del recurso

hídrico y destinada para el consumo humano, además de estar en una zona de

protección ambiental municipal, fue entonces que los campesinos junto a otros

actores de Jericó se declararían en resistencia activa al proyecto minero al

considerarlo una grave amenaza ambiental y social para el territorio. A partir de allí

se agudizarían los conflictos no solo entre la empresa minera y la población

142

declarada en oposición (Comité por el Futuro de Jericó), sino entre la comunidad

que se encuentra en resistencia y la administración local 2012-2015 (alcalde y

algunos concejales); al igual que se profundizarían las diferencias entre

integrantes de la misma comunidad, quienes están vinculados laboralmente a la

empresa y quienes desde la reivindicación de sus actividades campesinas y

agropecuarias se encuentran en oposición al proyecto minero.

Foto No 9. Fuente: Isaza, 05/04/2015. Parte alta del corregimiento de Palocabildo

(Parque Natural las Dantas y Hacienda la Aurora).

En entrevista con el Obispo de Jericó, Noel Londoño Buitrago, cuenta que la

comunidad religiosa de los benedictinos compró el predio “La Aurora” porque

vieron allí el lugar más indicado para construir su monasterio, el retiro que ofrece,

las vidas tranquilas de los que serían sus vecinos campesinos, la naturaleza que

lo rodea, la riqueza en aguas y las posibilidades agrícolas que les permitiría una

autosuficiencia alimentaria hacía de ése el lugar idóneo. No obstante, comprado el

terreno se enteraron de que en la parte aledaña, en el predio “El Poleal”, se

143

realizarían exploraciones mineras. En consecuencia, “ellos se asesoraron

científicamente de los impactos que podría ocasionar una explotación minera y

con base en eso decidieron desistir de la construcción del monasterio”, afirma el

Obispo.

Al apreciar la merma de las aguas en las fuentes hídricas del territorio y observar

como la empresa pretendía expandir las exploraciones mineras con la anuencia de

la administración municipal (2012-2015), sin adquirir ningún compromiso o hacer

algún tipo de consulta con la comunidad, no solo en la parte alta del corregimiento

(hacienda la Aurora), sino también hacia otras veredas del municipio, habitantes

campesinos de Palocabildo y otras veredas comenzaron a expresar y materializar

su insatisfacción y desacuerdo con el proyecto minero, este malestar se

extendería rápidamente entre diversos actores y habitantes del casco urbano, al

igual que entre campesinos del corregimiento de Palermo (municipio de Támesis),

quienes también vieron afectadas las aguas (COA,2012).

A través de diversas acciones y reuniones de concientización orientadas por el

Comité por el Futuro de Jericó –colectivo donde se agrupa la resistencia–, tanto en

el área rural (veredas) como en el casco urbano, se fueron sumando diferentes

actores –campesinos, jóvenes, estudiantes, mayores, educadores, artistas,

ambientalistas, parte del clero, comerciantes y algunos concejales– que según

integrantes del comité, ha permitido gestar una oposición activa, unificar y

fortalecer un discurso de resistencia no solo alrededor del denominado Proyecto

Quebradona y la presencia de AngloGold Ashanti en el territorio, sino también ante

las políticas impulsada por el gobierno nacional, que impone y prioriza el

desarrollo y la actividad minera en menoscabo de la autonomía de las entidades

territoriales, de la productividad agraria-cafetera, de la pervivencia de las culturas

rurales y la sostenibilidad de los ecosistemas naturales.

Con el impacto de las actividades exploratorias mineras en términos de

acaparamiento, disminución, pérdida y contaminación de las fuentes hídricas, gran

parte de la población comenzó a poner en duda y en cuestión a la empresa

minera. A partir de la ruptura de los acuíferos y de que hubiese una merma en los

144

acueductos comunitarios, la población local se organizó y movilizó políticamente,

justo allí surgiría realmente el movimiento actual de resistencia en Jericó,

consolidándose progresivamente con el paso del tiempo.

“Cuando la vida de la comunidad está seriamente comprometida, ejercer la

democracia significa la participación colectiva directa, pues es indispensable hacer

entender a quienes afectan el medio ambiente y los modos locales de vida, que el

interés colectivo prima sobre el interés individual” (Despierta Jericó, 2014:13).

Las distintas acciones de manifestación como marchas, cabildos, foros, etc., pero

sobre todo los continuos mecanismos de presión emprendidos por los campesinos

del corregimiento de Palocabildo, en compañía de los campesinos del

corregimiento de Palermo y con el apoyo material y moral de distintos actores del

casco urbano de Jericó, a través de movilizaciones y bloqueos a la carretera

veredal han impedido en varias oportunidades la circulación de los vehículos y la

entrada del personal al campamento minero (El Colombiano, RCNradio, El

Mundo), lo que ha permitido que la resistencia local reivindique como un

importante conquista el que después de sucesivos bloqueos y manifestaciones se

le tenga prohibido a la empresa minera cualquier actividad exploratoria y tránsito

de sus vehículos por las partes altas de las veredas del corregimiento.

Respecto a la constante situación de acciones directas o vías de hecho AngloGold

Ashanti ha desistido de expandir por ahora sus exploraciones mineras,

concentrando sus actividades únicamente en la vereda Quebradona y dos fincas

particulares conocidas como el Chaquiro y la Coqueta ubicadas en la vereda la

Estrella. La finca el Chaquiro, sembrada en su totalidad de pinos es propiedad de

la empresa maderera Rincco21, por lo que ambas empresas han pactado un

acuerdo para permitir las exploraciones dentro de la plantación de pinos (ver foto

21

La empresa maderera Rincco S.A. llegó a Jericó en el año 2007 comprando predios en las partes altas de las veredas de Río Frío, La Estrella y en la microcuenca de la quebrada El Borrachero, sumando según la asociación de madereros de Jericó más de 3000 hectáreas sembradas en pino (Plan Territorial de Salud Jericó 2008 – 2011). Con la progresiva extensión en los últimos años de este monocultivo no solo se ha afectado el paisaje, flora, fauna y ecosistemas locales, sino que estas plantaciones forestales también demandan gran cantidad de agua, afectando los niveles freáticos, los nacimientos y las micro cuencas, pues no se está respetando las rondas de retiro de los cauces (Despierta Jericó, 2014:15)

145

No 4.). El principal motivo del conflicto por actividades exploratorias en la vereda la

Estrella reside en que allí nacen las aguas que abastecen el acueducto de la parte

baja del municipio de Jericó, un barrio llamado Palo Santo, el cual surte más de

200 familias, lo que ha aumentado el malestar social en el casco urbano.

Para la población campesina del corregimiento de Palocabildo declarada en

oposición al Proyecto Quebradona, resulta inadmisible que las montañas que

durante generaciones les han proporcionado la vida con sus tierras fértiles donde

sembrar y sus aguas puras para tomar, hoy se vean amenazadas no solo por el

ingreso de la mega-minería encabezada por AngloGold Ashanti, sino también por

la progresiva expansión del monocultivo de la especie arbórea pino-patula. Ante la

minería de oro y los monocultivos de pinos, afirman los lugareños en Jericó:

“Hoy más que nunca es que estamos en defensa de nuestra caficultura, medio

ambiente, el agua, la tierra, el aire, la fauna y nuestro paisaje, pues las actividades

de la minera y la pinera representan una amenaza para nuestros modos de vivir”

(Despierta Jericó, 2013:11).

Para algunos habitantes campesinos y del casco urbano, la presencia y recíproca

convivencia entre estas dos actividades extractivas en el territorio, minería y

monocultivo, es la consecuencia –entre otras–, de la cada vez mayor

concentración de la tierra y la paulatina desaparición del minifundio en Jericó,

fenómeno que también ocurre en los demás municipios de la subregión del

Suroeste antioqueño, por actividades entre otras como la ganadería extensiva. En

entrevista con integrantes del COA y el comité por el futuro de Jericó, la situación

regional de acumulación de tierra por actividades como los monocultivos y la

ganadería, favorece el arribo de la mega-minería, dado la cada vez mayor

ausencia de comunidad rural campesina que sienta y defienda el territorio.

146

4.6 El control hegemónico de un “Ciclo hidrosocial” y la construcción de un

“Paisaje hídrico” en el corregimiento de Palocabildo por AngloGold Ashanti

Debido a su poder político y económico la presencia de AngloGold Ashanti en el

corregimiento de Palocabildo y en Jericó ha venido configurado en el territorio con

respecto al agua un “Paisaje Hídrico” y un “Ciclo Hidrosocial” a la conveniencia de

sus intereses, a través de diversos mecanismos y estrategias (materiales y

discursivas) tales como: la legalización de títulos mineros; compra de predios

estratégicos en las veredas; sucesivas concesiones de aguas (otorgadas por la

autoridad ambiental); con el vertimiento, contaminación, acceso y uso de grandes

volúmenes de agua; con la aplicación de tecnologías que alteraron las aguas

superficiales y subterráneas; con la construcción de infraestructura que les ha

permitido abastecerse directamente de las fuentes hídricas; y a través de

narrativas de la reutilización y el buen manejo del agua, publicitados

constantemente en los medios de comunicación local. Le ha posibilitado a la

compañía ir imponiendo un “paisaje hídrico”, donde si bien no se desconoce la

importancia que refiere el agua, en la práctica se concibe como un recurso

mediado por la economía, que debe ser aprovechado y estar al servicio de los

proceso de extracción minera.

En las veredas del corregimiento mucha de la infraestructura (equipamiento),

como son los acueductos, el alumbrado público, mejoramiento de vías, la placa

polideportiva, adecuación de la escuela entre otros, se han sacado adelante

gracias al trabajo comunitario y la capacidad de gestión de sus líderes ante el

municipio y distintas entidades. Específicamente en cuanto a la construcción de

los acueductos veredales, estos fueron posibles en buena medida gracias al

apoyo económico propiciado por los comités cafeteros, según cuentan los

mayores alrededor de 30 años. Debido al paso del tiempo y el crecimiento

poblacional, los acueductos comunitarios requieren periódicamente, para poder

garantizar su funcionamiento, de mejoras técnicas en la infraestructura (bocatoma,

tuberías, válvulas, plantas de potabilización, tanques de almacenamiento). No

obstante, dentro de las juntas administradoras de los acueductos, forma de

147

organización comunitaria empleada en el corregimiento de Palocabildo, no suele

disponerse de los suficientes recursos económicos para poder reparar las averías

técnicas.

AngloGold Ashanti a través de algunas de las personas que integran las Juntas de

Acción Comunal y que están vinculadas laboralmente al Proyecto Quebradona, ha

ofrecido mejorar las instalaciones del acueducto (vereda Palocabildo y

Quebradona) con dineros de la empresa minera. Este ofrecimiento económico que

se produjo bajo el rotulo de la responsabilidad social empresarial, ocasionó al

interior de la comunidad una intensa discusión, sin embargo, después de una

asamblea auto convocada la mayoría de la población votaría por la inconveniencia

de aceptar la propuesta, puesto que a través de ese tipo de iniciativas la empresa

podría controlar políticamente a futuro las decisiones dentro de las juntas

administradoras del acueducto y de este modo socavar la autonomía comunitaria.

Algunos títulos de exploración solicitados por las compañías mineras en el

Suroeste fueron otorgados en las áreas donde nacen las principales fuentes de

agua de varias de las localidades. Por ejemplo: entre Caramanta y Támesis en la

parte al de la cuenca del Rio Conde a 3.200 m.s.n.m. le fueron otorgados títulos

mineros a la empresa Solvista Gold. En los nacimientos de los afluentes de La

Linda, el Río Claro y el San Juan, en el municipio de Jardín, los títulos otorgados

fueron a Continental Gold Jupiter S.O.M. Mientras que algunos de los títulos

mineros de la empresa AngloGold Ashanti, comprenden áreas de los nacimientos

del Rio Frío y La Guamo en la localidad de Támesis y de las quebradas de El

Chaquiro, la Yolombala22, y Quebradona en el municipio de Jericó (Castro, 2014).

En el municipio de Jericó - corregimiento de Palocabildo, la autoridad ambiental de

Corantioquia (Territorial Cartama), ha otorgado varias concesiones de agua a la

empresa para sus exploraciones mineras. Por ejemplo, el 7 de marzo de 2011 se

otorgó un caudal total de 1.736 L/s [Litros por segundo] para ser utilizados en 7

plataformas y con 6 puntos de vertimientos (Despierta Jericó, 2014:22). Ese

22

La microcuenca de La Yolombala, drena en la microcuenca del afluente Quebradona, que a su vez es afluente del Rio Piedras (principal Rio de Jericó), que a su vez desemboca en el Río Cauca.

148

mismo año la multinacional minera tenía una solicitud en el Chaquiro y La Coqueta

por 3.02 L/s (expediente CA1-11-115). En los afluentes de San José, La Lucía y la

Coqueta en noviembre de 2012 Corantioquia admitió una solicitud de 4.8 L/s a la

minera Quebradona S.A., (expediente CA1-12-115); En las quebradas Poleal,

Yolombala y Quebradona tienen una concesión de aguas por 6.28 L/s, y les fue

adicionada 7.82 L/s más (Corantioquia expedientes CA1-10-134, 11-77 y 11-78).

Con las diversas concesiones de agua solicitadas y otorgadas para la necesaria

operación y funcionamiento de los taladros en la fase exploratoria, AngloGold

Ashanti ha requerido de considerables cantidades de agua, las cuales han sido

mezcladas con lubricantes (aceites), generando residuos y vertimiento en los

afluentes. Los vertimientos producidos se han dado en ocasiones sin el permiso

de la autoridad ambiental, significándole a la empresa el inicio de un trámite

sancionatorio por parte de Corantioquia, Acto Administrativo No. 130 CA 1411-

13759 del 12 de noviembre de 201423 (Despierta Jericó, 2014:22). En entrevista

con los campesinos siempre fueron reiterativos en mencionar que cuando ellos

piden una merced de aguas, Corantioquia muchas veces se las niega o se les

demora demasiado en darles una respuesta.

En las plataformas de perforación minera se suele dirigir el taladro en distintas

direcciones, alturas, profundidades, por lo que las brocas atraviesan corrientes

subterráneas de agua, lo cual hace que ésta se profundice o escape hacia la

superficie afectando las aguas subterráneas y superficiales. En el año 2012

cuando estaba en pleno auge las actividades de perforación minera en Jericó, el

laboratorio del Grupo de Ingeniería y Gestión Ambiental de la Universidad de

Antioquia realizó un estudio de la calidad fisicoquímica y microbiológica de las

quebradas Higuerillos, Quebradona, La Fea, y Zacatín, en el cual se indicó que:

“El índice de calidad del agua determinado [en esas quebradas] es buena según

los parámetros... sin embargo, las concentraciones de cianuro registradas indican

23

Es de resaltar que el proceso sancionatorio que inicia Corantioquia como autoridad ambiental, se originó por la visita de control que hizo la Contraloría General de la Nación el 31 de marzo y el 2 y 3 de abril de 2014 a Corantioquia - Territorial Cartama, con sede en Jericó, en la cual fue fundamental la gestión realizada por el Comité por el futuro de Jericó (Despierta Jericó, 2014:22).

149

que estas aguas no son aptas para el consumo humano teniendo en cuenta los

reconocidos efectos adversos que esta sustancia tiene sobre la salud humana”

(Expediente Corantioquia CA7-2011-4) (Despierta Jericó, 2013:6).

Dadas las características políticas, geo-económicas y tecnológicas de la minería

metalífera actual, esta se ha convertido en un importante factor de reasignación de

las dotaciones hídricas de los territorios y en nuevas formas de desigualdad

ecológica (Machado, 2011). Desde la fase de exploración minera mediante

diversas prácticas y mecanismos, AngloGold Ashanti va asegurando su provisión

de agua en detrimento de los habitantes locales. Con la afectación en la calidad,

cantidad y disponibilidad de las aguas se altera no solo el ciclo hidrológico, sino

también el llamado “ciclo hidrosocial” local. A partir de una racionalidad basada en

el conocimiento técnico y la eficiencia del agua, el amparo en un marco normativo

institucional, sumado a un enorme despliegue de capital y poder, la empresa cada

vez va haciéndose al control y uso de los flujos del agua en el territorio,

produciendo un paisaje hídrico en función de sus intereses y en el que se genera

una relación asimétrica de ganadores y perdedores, de poseedores y

desposeídos, intensificando así las disputas o conflictos por el agua entre

comunidades, empresa y gobiernos.

4.7 Clasificación y Análisis de los Actores del Conflicto Socioambiental

Se procedió a clasificar los actores que se han visto inmiscuidos en el conflicto

socioambiental en Jericó-Palocabildo a partir de la de clasificación de actores

propuesta por Gudynas y Santandreu (1998), según la cual:

150

TIPOS DE

ACTORES

GENERADORES

Aquellas personas naturales o jurídicas que al

desarrollar determinadas actividades generan

problemas ecológicos que afectan a un grupo

determinado de personas, ejemplo: constructores

de un proyecto, gobiernos, administraciones

municipales, empresas.

RECEPTORES

Conjunto de elementos o personas que se

consideran afectadas (incluyendo a las personas

jurídicas) por un impacto ambiental directa o

indirectamente, ejemplo: personas, organizaciones,

flora, fauna y ecosistemas.

INICIADORES

Es el grupo de personas naturales o jurídicas que

enteradas del impacto ambiental generado o a

generarse, inicia y desarrolla formalmente el

conflicto. Los iniciadores del conflicto suelen ser los

receptores del impacto directo del problema

ambiental causado por los generadores, ejemplo:

actores comunitarios.

REGULADORES

Entidades que desempeñan funciones públicas

relacionadas con la administración, control y

vigilancia de los recursos naturales. Autoridad con

la facultad para conocer, resolver y decidir. No se

refiere al manejo de conflicto sino que trata del

cómo se gestionan los bienes ambientales,

ejemplo: Ministerio, Autoridades ambientales,

Autoridades municipales

Cuadro No 4. Fuente: (Santandreu y Gudynas, 1998). Tipos de actores en el

conflicto Socioambiental.

Con el objetivo de reconocer los actores, posición frente al conflicto, intereses,

roles (acciones) y alianzas existentes, el análisis se complementó con el modelo

del Iceberg, en el que:

151

El Actor: es el conjunto de personas u organización con intereses

homogéneos. Los distintos grupos de actores sociales involucrados y que

determinan las características del mapa del conflicto socioambiental,

poseen diferencias en los conocimientos, jerarquización de su poder,

recursos y aspectos culturales. Aunque los actores se identifican como

entes colectivos con intereses comunes, a su interior también puede existir

variedad de intereses que están en tensión o en negociación.

Posición frente al conflicto: se las expresa como determinadas posturas,

una frente a otra y que generalmente no se prestan a discusión. Las

posiciones tienden a ocultar las causas reales y los verdaderos intereses de

los involucrados: a favor, indiferente y opositor (pasivo-activo).

Intereses: son lo que las partes o actores dentro de un conflicto están

tratando de conseguir del otro, objetivo personal, motivo por el cual se

involucran.

Roles o acciones desempeñadas: conductas, estrategias, medios, o

recursos de los actores dirigidos hacia la implementación de sus intereses u

objetivos. Funciones que desempeña cada actor y el objetivo que persigue

con su accionar.

Alianzas existentes: capacidad del actor de realizar y consolidar vínculos

estratégicos con otros actores en los niveles local, regional, nacional e

internacional (alto - medio - bajo).

Partiendo de la clasificación propuesta por Gudynas y Santandreu (1998), se pudo

identificar en el conflicto socioambiental en Jericó-Palocabildo los siguientes

actores:

GENERADORES

- Empresa AngloGold Ashanti: con sede en Johannesburgo Sudáfrica, es una

compañía gold mining, ello quiere decir una minería que es productora de oro a

nivel global, con operaciones en distintos continentes y que cotiza en bolsas de

valores (New York, Londres). Esta empresa es la tercera productora de oro en el

mundo y tiene asignados 406 títulos mineros en el país, distribuidos en cinco

152

proyectos que abarcan 781 hectáreas divididas así: La Colosa en el Tolima,

Quebradona y Gramalote en Antioquia24, Salvajina en el Cauca, la Llanada en

Nariño, Chaparral en el Tolima y Rio dulce en Antioquia (Rugele, 2013).

AngloGold Ashanti no solo es la minera más grande en Colombia sino que opera a

través de distintas filiales, o tiene contratos de riesgos compartidos con otras

mineras tales como Glencore, B2Gold, Greystar y Goldfields. La empresa se dio a

conocer en Colombia en 2007, con el anuncio del descubrimiento de La Colosa en

el departamento del Tolima, sin embargo, antes operaba en el país a través de

una empresa satélite llamada Sociedad Kedhada S.A., fundada en 2003 y creada

en las Islas Vírgenes Británicas (Pulido, 2011).

Uno de los conflictos socioambientales mineros más álgidos en el país se

encuentra precisamente con el proyecto minero La Colosa en el municipio de

Cajamarca-Tolima, en donde poblados aledaños como Piedras y la capital

departamental Ibagué, han protagonizado grandes manifestaciones y acciones

populares con una gran resonancia a nivel nacional en contra de las políticas

mineras impulsadas por el gobierno, el proyecto y la empresa. La hegemonía de

AngloGold Ashanti se manifiesta mediante un despliegue de poder político-

económico a través de lazos con las instituciones del Estado, el gobierno

(nacional, departamental y local), partidos políticos, las universidades, actores

comunitarios y la fuerza pública.

- Gobierno Nacional: en cabeza del Presidente de la republica Juan Manuel

Santos (2010-2014 y 2014-2018), de acuerdo con su visión y plan de desarrollo,

es el principal promotor e impulsor (al igual que los gobiernos que lo

antecedieron), del desarrollo o proyectos de extracción minera en el país, bajo dos

principios de carácter constitucional: el Estado es propietario del subsuelo y de los

recursos naturales no renovables conforme al artículo 332 de la Constitución

Política; y la declaratoria de utilidad pública e interés social de la industria minera,

efectuada a través del artículo 13 del Código de Minas (Ley 685 de 2001). Usando

24

AngloGold Ashanti menciona en su página web que en Colombia “tiene una posición significativa de la tierra” (holds a significant land position) y que ha hecho dos descubrimientos mineros importantes: Quebradona en el municipio de Jericó – Antioquia y La Colosa en el municipio de Cajamarca – Tolima.

153

ambos principios, el ejecutivo o gobierno de turno decide sobre el lugar de los

títulos mineros, qué es y en quién se encarna –empresas multinacionales– el

interés público para extraer el subsuelo.

- El gobierno departamental: como es sabido, la descentralización político

administrativa (entidades territoriales) tiene sus limitaciones, no es autónoma, en

virtud de que los planes, programas, proyectos y acciones de carácter

departamental y municipal deben estar sujetos y acordes con el plan de desarrollo

nacional, en este sentido, el gobernador Sergio Fajardo 2012-2015. Al eludir,

evitar y rehusar hablar del tema minero cuando los campesinos y la comunidad lo

interrogan (aduciendo es un tema que le compete al gobierno nacional), se

convierte para las personas movilizadas en Jericó en un actor que contribuye a

agravar el conflicto.

- La administración municipal (alcalde y concejales): El alcalde David Alonso

Toro Cadavid (periodo 2012-2015) y la mayoría de concejales, son abiertos

promotores y defensores del Proyecto Quebradona. En reuniones de socialización

pactadas previamente entre los actores movilizados (la comunidad en general), la

alcaldía y directivos de la empresa, donde los funcionarios de AngloGold Ashanti

no asisten a pesar de comprometerse, el alcalde David Alonso Toro en dichas

reuniones asume insistentemente una defensa de la empresa por los réditos

económicos y la fuente de generación de empleo que representa el Proyecto

Quebradona para el municipio y el corregimiento de Palocabildo.

- Procuraduría General de la Nación: en cabeza de Alejandro Ordóñez 2009-

2016, con sus conceptos sobre la inconveniencia de que las entidades territoriales

decidan en sus jurisdicciones sobre el tema minero, funcionarios de la

procuraduría de Antioquia, a solicitud del alcalde David Alonso Toro Cadavid

(2012-2015), se han pronunciado en contra de la propaganda “No a la minería, Si

al Agua” que los opositores mineros ubicaron en los espacios públicos de Jericó.

154

RECEPTORES

Pequeños campesinos cafeteros: Jericó cuenta con 21.670,5 ha, distribuidas en

2.092 predios. De estos el 74,12% de los predios son de tamaño muy pequeño

menores a 5 ha; 16,26% son entre 5 y 20 ha; el 4,44% entre 20 y 50 ha; el 4,49%

entre 50 y 200 ha; y el 0,67% de los predios son mayores a 200 ha; en este

sentido predominan los minifundios de pequeños y medianos productores, de

predios con vocación cafetera, siendo la pequeña caficultura el rubro más

representativo de la economía campesina (Plan de Desarrollo Municipal 2016 –

2019).

Los pequeños campesinos se caracterizan por que trabajan, poseen y viven de la

tierra (ámbito rural), habitan en las veredas del corregimiento y los domingos

suelen bajar al pueblo hacer mercado, son dueños de pequeñas parcelas

cafeteras (con sembrados de plátano y pancoger), tienen una alta dependencia del

predio (menor a 5 hectáreas) y del trabajo familiar (esposas e hijos). Sus ingresos

económicos dependen de las actividades prediales y extra-prediales asociadas

básicamente a las actividades cafeteras, agrarias y en menor medida en

actividades pecuarias, también se emplean en las fincas aledañas. La población

campesina que dice ser afectada directamente por la merma de los caudales de

las quebradas que abastecen los acueductos, son los que más se movilizan

activamente en el conflicto.

Campesinos del corregimiento de Palermo – Támesis: sus actividades

económicas son las mismas que la de sus vecinos cafeteros de Jericó, los cuales

obtiene su sustento principalmente de las actividades asociadas a la recolección

del grano. Cuando hay cosecha cafetera en Jericó, estos mismos campesinos de

Támesis trabajan como recolectores en Palocabildo. Los campesinos del

corregimiento de Palermo se han movilizado en conjunto con los de Palocabildo,

pues también han percibido que desde que AngloGold Ashanti inició las

perforaciones mecánicas en el cerro que divide los dos municipios (Parque Natural

Municipal las Dantas), las aguas que drenaban en abundancia hacia la vertiente

de Támesis y surtían algunos acueductos, se han visto notoriamente disminuidas.

155

Medianos cultivadores cafeteros: anteriormente algunos eran pequeños

caficultores, pero gracias a la constancia y el trabajo se lograron convertir en

medianos productores (son generadores de empleo rural en el territorio). El café

les ha permitido educar los hijos como profesionales y ser poseedores por ejemplo

de vehículos particulares tipo camperos, en donde bajan la carga de café al

pueblo. Están vinculados a la Federación Nacional de Cafeteros (predios menores

de 20 hectáreas), dado que la economía cafetera les ha permitido tener una

condición de vida estable, e incluso tener otro tipo de cultivos (aguacate,

invernaderos), estos actores ven en el proyecto minero, en la escasez y

contaminación del agua un riesgo a sus intereses.

Pequeños ganaderos de la parte alta: la ganadería de leche que es practicada

por algunas familias locales en la parte alta de Jericó, (que también se emplean en

las actividades cafeteras), con predios menores de 20 ha, la mayoría se oponen a

la exploración minera en el territorio. Los pequeños ganaderos lecheros del

corregimiento de Palocabildo han dado testimonio de la merma del caudal de las

quebradas y de la Laguna la Mama, lugar en donde bebe el ganado. Aducen que

una escasez mayor de agua, pondría en alto riesgo las actividades pecuarias de

las cuales depende su sustento.

Ganadero latifundista - parte baja: ganadero de la zona baja en el Rio Cauca

que se han unido a la oposición minera en Jericó, desde una oposición pasiva

apoya la resistencia mediante el apoyo de recursos materiales. Aduce que el agua

que desciende del sector de Palocabildo se ha visto mermada desde las

exploraciones mineras, afectando al ganado, y teniendo que hacer inversiones

económicas en acequias para los semovientes.

Propietarios de finca de recreo: aunque viven en Medellín, la mayoría de

propietarios son originarios del municipio de Jericó o tiene alguna relación familiar

con habitantes del municipio, viajan los fines de semana en plan de recreo y

descanso (en las fincas hay cultivo de café). Con la irrupción del proyecto minero y

las afectaciones en las aguas, suelos, coberturas vegetales, paisaje etc., sus

fincas y predios se podrían ver desvalorizados. Muchos de estos propietarios

156

participan en actividades puntuales los fines de semana como foros convocados

por la resistencia.

Indígenas de la etnia Emberá Chamíes del Resguardo Miguel Cértiga Tascón

en Támesis y del resguardo Bernardino Panchí (municipio Pueblorrico): La

denominación Chamí como subgrupo Emberas, refiere más bien a una distinción

del área geográfica habitada por ellos. El Chamí es una extensa región que limita

con Antioquia por el nudo del Paramillo y comprende desde el nacimiento del Río

San Juan (en el Chocó), hasta la unión de éste con el río Agüita. Las comunidades

Embera Chamí de comienzos del siglo XVI a la llegada de los españoles se

encontraban organizadas en varias provincias (Nohanamá, Poya, Tatamá, Citará –

cuenca del Río San Juan y Río Tatamá). El proceso colonizador obligó a los

indígenas Emberá a efectuar migraciones a diversas regiones, entre ellas el

Suroeste Antioqueño. Los Chamí del suroeste antioqueño son migrantes de la

zona noroccidental del departamento de Risaralda (Gonzáles, 2013).

En el marco de la resistencia regional a la titulación y proyectos mineros que se

adelantan en el Suroeste, los indígenas Embera Chamí se han vinculado de forma

activa a la defensa cultural y territorial con la denominada Guardia Indígena. En

las acciones desarrolladas en Jericó en particular, integrantes y líderes del

reguardo Miguel Cértiga Tascón en Támesis, y de una forma más pasiva los

indígenas de la etnia Emberá Chamí del resguardo Bernardino Panchí en

Pueblorrico, participan desde sus propias cosmovisiones en las movilizaciones y

discusiones que se realizan sobre los impactos que ocasiona la minería en la

cultura y ecosistemas.

Personas naturales del casco urbano: son en general habitantes mujeres y

hombres que participan periódicamente de las actividades convocadas por el

Comité por el Futuro De Jericó (espacio que articula la resistencia de los actores

de las veredas del corregimiento y del casco urbano), se emplean en las distintas

actividades de servicios en el pueblo (tiendas, papelerías, museos, peluquerías,

hoteles, etc.,) estas personas que ejercen una oposición pasiva se solidarizan con

los campesinos de Palocabildo ya que son sus conocidos de toda la vida, o en

157

otros casos existe algún tipo de vínculo familiar. Las personas del municipio desde

sus propios discursos perciben la actividad minera como una amenaza, sobre todo

con respecto a dos temas: la contaminación y escasez del agua en el municipio; y

el deterioro en materia de seguridad, que aducen implicaría una explotación

minera en Jericó, el cual describen como pueblo tranquilo y pacífico.

Jubilados: son personas que desde sus tiempos libres y dedicados ya a sus

actividades de placer, contribuyen con actividades de comunicación y logística en

la resistencia socioambiental, dado su experiencia y conocimientos se convierten

en actores locales claves. Algunos jubilados y exprofesores universitarios que

viven en el casco urbano de Jericó o en casafincas ubicadas en las veredas,

manejan el lenguaje técnico-científico de los impactos mineros (hidrogeológicos) y

los temas ecológicos, por lo que son en muchas ocasiones interlocutores o

voceros en actividades específicas programadas por la resistencia social, algunos

viven continuamente entre Medellín y Jericó.

Educadores locales: algunos profesores de los distintos planteles educativos

locales, en su mayoría oriundos del mismo Jericó, participan activamente en las

actividades desempeñadas por los opositores mineros, transmitiéndoles en el

proceso educativo información a los estudiantes (también a los padres de familia),

sobre los impactos de la minería en general y las aguas en particular.

Activistas ambientales: integrantes en su mayoría de la Mesa Ambiental de

Jericó, son personas con un interés definido por las temáticas ambientales, unos

viven en las veredas otros en el casco urbano de Jericó. Dada la experiencia y la

formación académica y jurídica, algunos de ellos conocen sobre los impactos

ecológicos y culturales de los proyectos mineros y las estrategias de penetración

cultural que despliegan las empresas en los conflictos. Estos actores

constantemente realizan diversas actividades asociadas a la resistencia y

promueven la veeduría comunitaria respecto al manejo que del recurso agua hace

el Proyecto Quebradona. Poseen alianzas con otros actores claves de

organizaciones regionales y nacionales vinculados a otros conflictos mineros en el

país, son los que apareen como voceros ante los medios de comunicación

158

regionales y nacionales, y trabajan de la mano con los campesinos liderando los

recorridos de monitoreo por las microcuencas del área de influencia del proyecto

minero.

Comerciantes: son personas dueñas de restaurantes, una marroquinería,

cafeterías en el parque, una tienda o pequeños hoteles y hostales en el pueblo y

que están en oposición al Proyecto Quebradona, cuelgan en sus establecimientos

las banderas en rechazo a la minería, así como reparten el periódico “Despierta

Jericó” (editado por la resistencia social de sentido crítico y al servicio de las

causas ambientales locales y regionales del Suroeste). Estos actores anhelan que

el municipio continúe con su economía y dinámica cafetera y de turismo religioso y

patrimonial, la cual por supuesto los beneficia. Aunque ejercen más una oposición

pasiva más que una movilización activa, en momentos que los campesinos y otros

actores, realizan plantones marcha etc., los comerciantes aportan importantes

recursos en especie (alimentos).

Obispo de Jericó y parte del clero: una parte de la comunidad religiosa de

Jericó (hermanitas Laura), en particular el Obispo de Jericó Noel Londoño Buitrago

con su activa y abierta oposición al Proyecto Quebradona y desde su condición de

religioso y referente espiritual, se ha convertido en un vocero y líder clave para los

demás integrantes de la oposición minera, haciendo eco de la encíclica del Papa

Francisco titulada Laudato Si' sobre “el cuidado de la casa común” (Planeta

Tierra), reflexionando en su prédica sobre la conservación del medio ambiente, el

ánimo de lucro que caracteriza a las multinacionales mineras, las afectaciones y

riesgos a las que son sometidos los campesinos en particular y la población en

general con la contaminación y escasez del agua.

Conductores o transportadores: son los choferes inter-veredales y de los buses

o microbuses Medellín-Jericó (Transportes Jericó), que anhelan seguir viendo el

pueblo con su vocación agropecuaria cafetera y de turismo religioso. Los

transportadores de los carros de las veredas del corregimiento, suelen disponer

sus vehículos para facilitar el desplazamiento de manera gratis a las personas que

participan en las actividades convocadas por la resistencia social a la minería.

159

Estudiantes universitarios de Jericó: sus padres son los comerciantes o

medianos cafeteros. Estudian en Medellín entre semana y viven en Jericó con sus

familias los fines de semana (ingenieros, abogados, comunicadores, etc., de

universidades públicas y privadas), mujeres y hombres en edad joven que deciden

participar en la resistencia, en mayor o menor medida, y aportar desde sus

disciplinas en formación. Son sensibles respecto a la problemática hídrica que

afronta el municipio en general y los campesinos en particular.

Los jóvenes: son estudiantes del municipio en su mayoría de secundaria o del

SENA, otros integran bandas musicales (de rock), grupos de danza, escultura o

teatro (con edades inferiores a los 20 años). Algunos de estos jóvenes crearon en

el contexto de la disputa con AngloGold Ashanti, un colectivo juvenil llamado

“Amigos del Agua”, en donde han gestionado apoyo del SENA y Corantioquia con

recursos técnicos y capacitación para el monitoreo de cuencas, convirtiéndose en

una especie de guardianes y custodios del territorio junto a los ambientalistas y

campesinos.

Artistas: son los artistas oficiales del municipio vinculados a la resistencia social,

algunos desde la pintura, escultura, música y poesía expresan sus creaciones

alrededor de las temáticas mineras y la conservación del medio ambiente, sea en

el parque principal, el Museo Municipal de Historia y Arqueología MAJA, el Museo

Religioso u otros espacios. Una de las estrategias de AngloGold Ashanti ha sido

financiar con recursos las diversas actividades culturales que se realizan en el

municipio, por lo que entre la comunidad artística se ha generado una división

entre quienes reciben estos apoyos (dinero, instrumentos musicales, uniformes,

transporte) y quienes deciden no aceptarlos.

Algunos integrantes del concejo (periodo 2012-2015): aunque son solo 2

integrantes, están en abierta oposición al Proyecto Quebradona y a la gestión del

alcalde David Alonso Toro Cadavid 2012-2015, no piensan sólo en los réditos

económicos o regalías que eventualmente podría traer un proyecto minero a las

finanzas del municipio, sino que en sus discursos hablan de la conservación del

agua y las costumbres agropecuarias y cafeteras que caracterizan el pueblo en el

160

cual viven y crecieron. Aunque son minoría en el concejo, estos concejales se

convierten en la voz de la resistencia comunitaria en el recinto oficial, los

concejales ven en los grupos de oposición minera, también un importante caudal

electoral para futuras elecciones y sus aspiraciones políticas locales.

Integrantes del Cinturón Occidental Ambiental COA: (movimiento social que

agrupa las diversas resistencias surgidas en los municipios de la región del

Suroeste). Los líderes del COA son activistas del movimiento social que viven en

los diversos municipios de Suroeste que con un cierto grado de protagonismo

personal, frecuentemente viajan organizando y alentando las distintas actividades

e iniciativas enmarcadas en la oposición a las titulaciones y proyectos de

exploración y explotación minera que se llevan a cabo en la subregión, como

ocurre en Jericó. Estos líderes son los que constantemente aparecen en los

medios de comunicación como representantes del movimiento explicando la

problemática minera.

Corporación Conciudadanía, Censat Agua Viva, OIA, Colectivo de Abogados

José Alvear Restrepo, Corporación La Ceiba: a través de sus integrantes

(algunos nacidos en la Subregión), estas organizaciones se vinculan a través de

acciones puntuales con asesorías, talleres, suministro de información y difusión

regional y nacional. También ayudan a divulgar la información sobre todo lo que

acontece en el municipio respecto al Proyecto Quebradona, además de servir

como puentes o enlaces con otros actores claves nacionales e internacionales

referidos a la temática minera.

INICIADORES

- Los pequeños campesinos caficultores de Palo Cabildo: a partir de la

afectación del agua con las exploraciones mineras, los habitantes campesinos

mediante el aviso o queja con la autoridad ambiental y la administración municipal,

y mediante notificaciones a los ingenieros de AngloGold Ashanti y constantes

movilizaciones, sobre todo bloqueos en la vía del corregimiento en donde por

161

varios días se impidió el paso de vehículos y el personal de la empresa,

oficialmente dieron inicio en el año 2012 de manera pública al conflicto

socioambiental.

- Los activistas ambientales de Jericó: desde el primer momento acompañaron

a los campesinos y fueron quienes difundieron los impactos sociales y ambientales

entre la población jericoana del casco urbano, tales como: la ruptura de aquello

que los habitantes locales llaman acuífero, la contaminación y escasez hídrica en

algunas quebradas, el daño en las coberturas vegetales, la masiva área de títulos

otorgados en el municipio, la interrupción de pasos de servidumbre, y la compra

masiva de predios en las cuencas.

REGULADORES

- Autoridad Ambiental Corantioquia: La jurisdicción de Corantioquia alcanza 36

mil km2, y está conformada por 80 municipios del centro de Antioquia, equivalente

a un 66% de los municipios del departamento. Con el fin de realizar la gestión de

una manera integral Corantioquia ha dividido su jurisdicción en 8 oficinas

territoriales que agrupan a los municipios socios de la corporación, obedeciendo a

criterios de funcionalidad administrativas y características biogeográficas; las

denominaciones de estas unidades regionales, se hizo a partir de los nombres de

los pobladores prehispánicos.25 En lo que corresponde a la Territorial Cartama

con oficina o sede en Jericó, está integrada por 11 municipios: Jericó, Caramanta,

Fredonia, La Pintada, Montebello, Pueblorrico, Santa Bárbara, Támesis, Tarso,

Valparaíso y Venecia (Corantioquia, 2015).

Corantioquia - territorial Cartama le ha exigido (aunque no de manera rigurosa),

estudios hidrogeológicos y manejo de vertimiento de aguas a AngloGold Ashanti,

además de iniciar tramites sancionatorios por vertimientos, no obstante en

25

Nombres y sedes de las territoriales de Corantioquia: Panzenú (Caucasia); Zenufaná (Puerto Berrío); Tahamíes (Santa Rosa); Hevéxicos (Santa Fe de Antioquia); Aburrá Norte (Medellín), Aburrá Sur (Medellín); Citará (Hispania); y Cartama (Jericó) (Corantioquia, 2015).

162

entrevista con los campesinos ha otorgado diversas concesiones de agua a la

empresa. La relación de Corantioquia con los actores en resistencia ha sido de

acuerdos y desacuerdos, en tanto acompaña ciertas actividades de veeduría, pero

a la vez evita los temas gruesos referidos a los impactos hídricos y las áreas de

interés ambiental donde están ubicados los títulos mineros, para algunos actores

del conflicto, por la permisividad en el manejo de impactos ambientales que

Corantioquia le otorga a la empresa, podría ser en sí, también un actor generador

del conflicto.

- Contraloría General de la República: en el periodo de Sandra Morelli como

Contralora General de la Nación (2010-1014), la Contraloría Nacional respaldó

estudios en temas sociales, jurídicos, económicos y ecológicos sobre el tema

minero en Colombia. En el marco de las denuncias realizadas por algunos actores

comunitarios respecto a las afectaciones ocasionadas con el agua, los

funcionarios departamentales de esa entidad, el contralor delegado para el medio

ambiente en Antioquia, en marzo y abril de 2014 realizaron una visita de control a

Corantioquia - Territorial Cartama - sede Jericó. La visita de la Contraloría según

lo relatan los mismos pobladores, sirvió para que la autoridad ambiental fuese más

rígida en relación a la veeduría que estaba ejerciendo con la empresa minera.

163

4.7.1 Tabla de Síntesis de Actores, Roles, Intereses y Alianzas

ACTORES GENERADORES

Actor

Posición frente al conflicto

Intereses

Roles o Acciones

Alianzas existentes

AngloGold Ashanti

A favor del Proyecto

Quebradona

Extracción

del material, rentabilidad económica,

interés corporativo y

de sus accionistas

Responsabilidad social empresarial,

generación de empleo, despliegue de poder político-

económico. Argumenta que

mejorará las condiciones de vida y la infraestructura

local

Alta: Gobierno nacional,

regional y local, Instituciones Estatales, actores comunitarios,

Universidades

Gobierno Nacional

A favor del proyecto

Obtención de

regalías

Apegado a un marco legislativo, decide

donde y quién explota los

yacimientos; direcciona la Política Pública; promueve e incentiva la actividad

minera

Alta: Empresa, Instituciones

del Estado, Universidades

Gobierno departamental

Evitación/

Indiferencia

Incremento del desarrollo

económico para el

departamento

Como administración

municipal el Gobernador dice

“asumir un rol neutral”, cobro y

beneficio de regalías

Alta: Funcionarios de la

secretaria de minas, Empresa, Gobierno

nacional y local, Universidades.

Administración municipal (alcalde y

concejales

A favor del proyecto

Beneficios económicos

para el municipio

Apoyo logístico e institucional a la

iniciativa empresarial,

beneficio de regalías

Media: Gobierno Nacional, Empresa, Actores

Comunitarios

Procuraduría General de la

Nación

A favor del proyecto

Defensa de los derechos

económicos

Su concepto ha sido que las actividades

de extracción de minerales es una actividad que le

compete

Alta:

Gobierno nacional, regional y local

Instituciones Estatales y ministerios

164

“exclusivamente” a la Presidencia y no a los entes territoriales

Tabla No 1. Fuente: elaboración propia. Actores Generadores del Conflicto

Socioambiental en Jericó Palocabildo, Posición frente al conflicto; Intereses; Roles;

Alianzas existentes.

ACTORES RECEPTORES

Actor

Posición frente al conflicto

Intereses

Roles o Acciones

Alianzas existentes

Pequeños

campesinos cafeteros

Opositor Activo al “Proyecto

minero Quebradona”

Productividad de

sus parcelas; pervivencia socio-ambiental y de la

economía cafetera en el

territorio

Realizan marchas y manifestaciones

públicas, bloqueos en la carretera, plantones en la

alcaldía y permanentes

recorridos monitoreando las microcuencas de

influencia del proyecto minero

Media: activistas, indígenas,

habitantes del casco urbano,

concejales, ONG, y demás actores en

oposición a la minería

Campesinos del corregimiento de Palermo –

Támesis

Opositor al proyecto

Pervivencia de la economía

cafetera en el territorio

Acompañan y participan de las

acciones realizadas por los campesinos

de Palocabildo y Támesis

Baja: pequeños

campesinos cafeteros de Palocabildo

Medianos cultivadores

cafeteros

Opositor al proyecto

Mantener la

productividad económica de sus parcelas

cafeteras

Participación en marchas y foros;

realizan Lobby en el municipio con actores de la

administración municipal

Media: con los demás actores en

oposición a la minería, medios de

comunicación regional

Pequeños ganaderos de la

Opositor al proyecto

Conservar la economía

cafetera en el territorio, los

Participación en foros, talleres y

Baja: pequeños

campesinos cafeteros de

165

parte alta pastos y el agua para alimentar las

vacas

marchas Palocabildo

Algunos

ganaderos latifundistas -

parte baja

Opositor pasivo al proyecto

productividad ganadera

Participación en

foros y conversatorios

Baja: con los

demás actores en oposición a la

minería

Propietarios de finca de recreo

Opositor pasivo al proyecto

Evitar la desvalorización de sus predios

privados

Participación en

foros y conversatorios

Baja: los demás actores en

oposición a la minería

Indígenas Emberá Chamíes

Resguardo Miguel Cértiga

Tascón (Támesis) y Bernardino

Panchí, (Pueblorrico)

Opositor al proyecto

Conservar desde sus cosmogonías

la naturaleza, propender por la ampliación de su

territorios (resguardo), y sus formas de

producción agropecuarias

Participación en

Jericó con la denominada

Guardia Indígena en la logística y

seguridad de las movilizaciones,

también en foros y marchas

Media: los demás

actores en oposición a la minería, ONG.

Personas naturales del casco urbano

Opositor al proyecto

Conservar la vocación

agropecuaria (cafetera) y

turística de Jericó

Nutren las actividades

programadas en Jericó

(conversatorios, movilizaciones), en

sus casas cuelgan la propaganda

antiminera. Algunos conforman el comité

editorial del periódico “Despierta

Jericó”

Baja: los demás actores en

oposición a la minería

Jubilados

Opositor activo al proyecto

Altruismo, conservar la

tranquilidad del pueblo en el que

viven.

Participan como líderes y logística en

las actividades convocadas por la resistencia social.

Algunos conforman el comité editorial del periódico local “Despierta Jericó”

Baja: los demás

actores en oposición a la

minería

Educadores locales

Opositor al proyecto

Conservar la

dinámica

Participación en conversatorios, publican en el periódico local

Baja: los demás

actores en oposición a la

166

sociocultural del pueblo

“Despierta Jericó” minería

Activistas ambientales

Opositor Activo al proyecto

Conservar los elementos

naturales (medio ambiente);

mantener su estilo de vida

Escriben en el periódico local y son

parte del comité editorial; presentan amparos judiciales;

organizan las movilizaciones,

manejan los medios digitales; trabajan

junto a los pequeños campesinos e

indígenas; confrontan con

acciones individuales a la administración

municipal; gestionan recursos

Alta:

demás actores en oposición a la minería, ONG,

Cinturón Occidental

Ambiental, medios de comunicación regional, diversas

organizaciones ambientalistas, y actores claves de otros conflictos

mineros en el país

Comerciantes

Opositor pasivo al proyecto

Mantener los ingresos

económicos que les provee una

dinámica turística y cafetera

Reparten el periódico “Despierta

Jericó”; aportan recursos

económicos y en especie

Baja: los demás

actores en oposición a la

minería

Obispo de

Jericó y parte del clero

Opositor activo al proyecto

Conservar el

medio ambiente y mantener la

dinámica parroquial-

tradicional del pueblo

En las acciones colectivas el Obispo habla y pregona en

favor del medio ambiente y la

vocación cafetera que caracteriza al

municipio

Media: los demás actores en

oposición a la minería, actores

del casco urbano y rural, otros actores religiosos a nivel

regional

Conductores o

transportadores

Opositor al proyecto

Conservar la dinámica cafetera

y turística

Transportan gratis en sus vehículos a

las personas movilizadas

Baja: los demás actores en

oposición a la minería

Estudiantes

universitarios de Jericó

Opositor al proyecto

Defender la economía de sus

familias; conservar el

medio ambiente

Participación en

foros y conversatorios

Baja: los demás actores en

oposición a la minería, actores

académicos urbanos

Los Jóvenes

Opositor Activo al proyecto

Conservar el medio ambiente,

y evitar la transformación del municipio

hacia un “pueblo

Participación en las marchas y actividades culturales,

elaboración de carteles y pancartas

Baja: los demás

actores en oposición a la

minería

167

minero”

Artistas

Opositor al proyecto

Conservar el

medio ambiente, y la dinámica

sociocultural que caracteriza a

Jericó

Dinamizan desde las acciones culturales (música, pintura,

escultura, poesía), las actividades

convocadas por la resistencia

Baja: los demás actores en

oposición a la minería

Algunos integrantes del

concejo (periodo 2012-

2015)

Opositor al proyecto

Aprovechar el caudal electoral

local que representa la resistencia municipal; y conservar la

vocación agropecuaria (cafetera) y

turística de Jericó

Dan resonancia en el recinto del

concejo municipal a los reclamos de la resistencia local. Participan en la

región del Suroeste de eventos entorno

a los impactos mineros

Alta: los demás actores en

oposición a la minería; concejales de los municipios vecinos; partidos

políticos; la comunidad en

general

Integrantes del Cinturón

Occidental Ambiental COA

Opositor Activo al proyecto

Conservar la dinámica

ambiental y social del Suroeste;

potencializar una agenda con

intereses personales

Promueven las movilizaciones y foros regionales, acompañan las

acciones en Jericó, gestión de recursos logísticos, figuran

ante los medios de comunicación

Alta: los demás actores en

oposición a la minería, ONG,

medios de comunicación,

otras organizaciones, actores de otros

conflictos mineros en el país

Corporación Conciudadanía,

Censat Agua Viva, OIA,

Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, Corporación La

Ceiba

Opositor al proyecto

Conservar la dinámica

ambiental y social del Suroeste;

generar aliados locales que

repliquen sus agendas

organizativas

Aportan recursos logísticos,

contribuyen con la difusión nacional

sobre la problemática local,

aportan su experiencia como organizaciones

Alta: actores en resistencia social,

académicos, medios de

comunicación, actores de otros

conflictos mineros en el país y en el

ámbito internacional

Tabla No 2. Fuente: elaboración propia. Actores Receptores del Conflicto

Socioambiental en Jericó Palocabildo, Posición frente al conflicto; Intereses; Roles;

Alianzas existentes.

168

ACTORES REGULADORES

Actor

Posición frente al conflicto

Intereses

Roles o Acciones

Alianzas existentes

Autoridad Ambiental

Corantioquia

Regulador

Ejercer sus

funciones de autoridad

ambiental, evitar conflictos con los interés de

los gobernantes y la empresa

minera

otorgar concesiones y permisos, ejecuta sanciones sobre el manejo del agua, seguimiento del manejo de los

recursos naturales (agua, cobertura

vegetal) realizados por el Proyecto

Quebradona

Alta: Gobierno nacional, regional y local, instituciones Estatales, actores

comunitarios y Empresa

Contraloría General de la

República

Regulador

Análisis e investigación de los asuntos de política pública sobre el tema

minero-energética en

Colombia

Facultades institucionales de

ejercer control de los entes ajenos a la entidad. Visitas a

Corantioquia-Territorial Cartama

Alta: Gobierno

nacional, regional y local, instituciones

Estatales, Autoridad Ambiental y actores

comunitarios

Tabla No 3. Fuente: elaboración propia. Actores Reguladores del Conflicto

Socioambiental en Jericó Palocabildo, Posición frente al conflicto; Intereses; Roles;

Alianzas existentes.

4.8 La Construcción Conjunta de la Representación del Agua

En el conflicto suscitado entre la población en oposición al proyecto de exploración

minera y la empresa, los diversos actores (receptores e iniciadores) ante el

enorme poder político y económico de AngloGold Ashanti y demás agentes

gubernamentales promotores del desarrollo minero, se ven en la necesidad –a

pesar de sus diferencias–, de generar alianzas entre sí, que les permita robustecer

y legitimar la oposición local a la minería y de esta manera la defensa de sus

propios intereses. Entre los actores receptores (e iniciadores) en Jericó-

Palocabildo, existen diferencias en el nivel de conocimientos sobre la actividad de

169

la minería, diferencias en el poder, recursos y en las condiciones socioculturales.

No obstante, todo lo referido acerca de las afectaciones o impactos respecto al

agua en el Proyecto Quebradona, constituye para todos los actores receptores, un

tema de vital importancia.

El arribo de un actor al territorio como es la empresa minera AngloGold Ashanti,

introduciendo un nuevo uso del suelo, lo cual desde la perspectiva de los distintos

actores receptores amenaza o pone en riesgo sus intereses, ha permitido u

obligado a estos actores –con posturas políticas y filosóficas diferentes– a

establecer alianzas y consolidar una posición conjunta en defensa de la naturaleza

y la cultura. En el contexto del conflicto y la disputa discursiva con los funcionarios

de AngloGold Ashanti el Ministerio de Minas, el alcalde David Alonso Toro Cadavid

y demás promotores de la minería, los actores opositores incorporan otras

visiones del mundo y maneras de actuar colectivas, en contraposición a aquellas

nociones desarrollistas (hegemónicas) y de grupos que consideran poderosos.

Si bien entre los actores receptores existen distintas motivaciones e intereses, en

lo que acontece al agua esta se convierte en un elemento de identificación grupal

en el conflicto. A partir de actividades artísticas y culturales (disfraces y

representaciones teatrales), actuaciones musicales “canto al agua”, las consignas,

frases escritas en las pancartas, de las actividades programadas como foros,

talleres, conversatorios, reflexiones en plenaria, marchas y caminatas en donde

participan en mayor o menor medida los distintos actores: campesinos, medianos

caficultores, activistas, educadores, pequeños ganaderos, el Obispo, jubilados,

jóvenes, comerciantes, indígenas, integrantes de ONG, propietarios de fincas,

concejales opositores, etc. Se construye colectivamente una valoración discursiva

sobre la importancia del agua en donde se reafirma como un bien común.

En el contexto del conflicto socioambiental la construcción discursiva del agua

además de un vínculo o reconocimiento para el consumo humano y las

actividades económicas productivas locales, en la disputa material y simbólica que

se da entre los actores opositores y los promotores mineros, se acude por parte de

los primeros (de manera estratégica u oportunista), a la apropiación de distintos

170

discursos alternativos sobre la representatividad del agua o la naturaleza, tales

como:

El discurso ambientalista o ecológico, que valora el agua de acuerdo a su

función vital para el mantenimiento de los ecosistemas.

El discurso de la cosmovisión indígena sobre la representación del planeta

tierra como la “madre tierra” y su referencia a ciertos lugares de la

naturaleza como sitios sagrados.

A la encíclica Laudato si' sobre el cuidado de la “Casa Común” con el que el

Papa Francisco intenta abogar por una consciencia o “conversión ecológica

global”.

Al discurso de los derechos humanos que reconoce el acceso al

saneamiento y agua potable.

También se expresan discursos poéticos; además de aquellos provenientes

de la academia o pensamiento crítico; así como los jurídico-políticos

invocando a la Constitución.

Esta amalgama de discursos específicos que destacan ciertos elementos y otros

no, son reforzados a su vez por las narrativas del agua que desde sus propios

saberes o conocimientos enuncia cada actor. En Jericó, los discursos o puntos de

vista particulares sobre el agua (las maneras de gestionarla), la naturaleza y las

relaciones humanidad-naturaleza, son estratégicamente movilizados por los

actores receptores en consonancia con sus intereses.

La interacción física entre los diversos actores que están en resistencia en Jericó-

Palocabildo (Subregión del Suroeste), así como la circulación de marcos de

referencia o discursos alternativos expresados incluso por sus “mismos

representantes”, es decir, los propios indígenas de la etnia Emberá Chamíes del

Resguardo Miguel Cértiga y sus narrativas de la madre tierra; el Obispo Noel

Londoño Buitrago que como representante de la iglesia católica difunde la

encíclica papal; los activistas y los discursos de la ecología y el ambientalismo; los

abogados en relación a la leyes y la normatividad ambiental; los discursos políticos

y de los Derechos Humanos manifestados por integrantes del COA. Posibilitan

171

que en el marco del conflicto y la disputa con los actores generadores, emerja a

modo de herramienta política, una nueva representación en torno al agua, a la

cual se le otorga una valoración ambiental, cultural y emocional.

Los diversos discursos que son puestos en escena y debatidos de manera pública

y privada en el marco del conflicto, son apropiados y filtrados en función del agua

por los actores movilizados, surgiendo una nueva representación, la cual es

asumida de forma conjunta por el llamado Comité por el Futuro de Jericó. En el

conflicto los actores que están activamente en resistencia recurren a una narrativa,

lenguaje y simbología asociada al agua que tiene como fin establecer entre los

actores receptores una “identidad en clave de agua”, así como motivar a la

población en general hacia la re-significación, apropiación y defensa del líquido, y

de esta manera del territorio y las actividades productivas locales. Aun cuando la

población movilizada en oposición al proyecto minero son actores colectivos no

homogéneos, el tema de la revaloración del agua se convierte en un referente o

lugar de enunciación común.

En Jericó-Palocabildo entre las actuaciones y discursos de los actores opositores

al Proyecto Quebradona hay una intención manifiesta de llevar al debate público,

aquello que consideran una contradicción entre el “agua versus oro”; “café versus

minería”. En este conflicto socioambiental, además de un choque o disputa por los

usos del agua, de formas distintas de pensar y sentirla; se encuentran a su vez

enfrentadas cosmovisiones ambientales y de vida; por un lado, el medio ambiente

equivale o es visto por la empresa minera como un recurso económico o lugar

donde están los recursos naturales, y por otro lado, el territorio y el medio

ambiente corresponde para los actores movilizados –por lo menos en el contexto

del conflicto– a “espacios y escenarios de vida”.

4.9 “Agua SI minería NO”

Cuando la minería vulnera el derecho al agua afectando tanto la calidad como la

disponibilidad, puede llegar a unir las demandas incluso de poblaciones urbanas y

172

rurales; de comunidades campesinas, indígenas y propietarios de extensas tierras

(Roa, 2012). En Jericó, campesinos del corregimiento y ganaderos (de la zona

baja del rio Cauca) han dado testimonios de la merma en las fuentes de agua que

han afectado los acueductos, los cultivos y el ganado. En relato de los

campesinos, que si bien no omiten otros factores como el cambio climático o el

aumento en la demanda de agua por crecimiento demográfico y nuevos cultivos,

responsabilizan a las “heridas causadas en la tierra por las plataformas de

perforación minera”, como la principal causante de la contaminación y pérdida de

las fuentes hídricas en el territorio.

Algunas acciones representativas en defensa del agua en el contexto del conflicto

socioambiental con la minera, ha sido la creación entre la comunidad joven de

Jericó, de un colectivo denominado “Amigos del Agua”, donde han realizado una

completa caracterización de la cuenca del río Piedras, con la flora, la fauna,

vertimientos, medición de caudales y recolección de residuos abandonados en el

río. A partir de esa iniciativa se adelantó una campaña de educación ambiental

con el apoyo de Corantioquia y el acompañamiento de la Mesa Ambiental, que

consistió en la instalación de canastas y canecas a lo largo del río para que sean

depositadas allí las basuras, dicha caracterización permitió a su vez que

Corantioquia tomara correctivos respecto a la protección de la ronda hídrica del

Río Piedras que no estaba siendo respetada por la empresa maderera Rincco S.A.

(Despierta Jericó: 2014:17).

Con la intención de monitorear el estado de las quebradas y caños habitantes de

las veredas y del casco urbano periódicamente programan masivos recorridos y

caminatas26 por las microcuencas de influencia del área de exploración minera, en

donde se registra mediante videos y testimonios, los vertimientos y modificaciones

que la empresa hace a las quebradas, los cuales se publican en el periódico

Despierta Jericó así como en internet, además de entregar los registros de los

26

En el predio El Chaquiro, corregimiento de Palocabildo, el 28 de febrero de 2016, en un recorrido por el territorio, habitantes locales comprobaron un nuevo vertimiento de aguas contaminadas al afluente Quebradona, tal como se aprecia en el video hecho por la comunidad: https://www.youtube.com/watch?v=f35SMswoEvc&feature=share

173

impactos encontrados a la autoridad ambiental Corantioquia. También se ha

presentado ante el Concejo Municipal proyectos de acuerdo para volver un

patrimonio municipal el agua, y de esta manera protegerla de los posibles

impactos mineros.

En Palocabildo se programó dentro de la resistencia contra el proyecto de

explotación minera “El Foro Campesino por la Defensa del Agua” (Despierta

Jericó, 2013:10), este evento dictado por personas con conocimientos expertos en

los impactos mineros en el recurso hídrico (Censat Agua Viva), y masivamente

concurrido por la población campesina, permitió incorporar en el conocimiento y

discursos campesinos una serie de nuevos saberes, términos y conceptos que

han sido apropiados por los habitantes locales, tales como justicia hídrica,

acuíferos, aguas subterráneas, cianuro, hidrogeología, ciclo hídrico, nivel freático,

acidificación, etc., que a su vez ha servido como importantes herramientas

simbólicas y políticas en la disputa con la empresa minera.

En el corregimiento de Palocabildo - Jericó (en general en la región del Suroeste

antioqueño donde se desarrollan proyectos de exploración minera), una de las

principales consignas de defensa del territorio ha sido “si al agua no a la minería”.

En palabras de la población jericoana organizada y movilizada:

“El agua es el sustento primordial de la vida, sin agua todos sabemos que la vida

es imposible, por eso la primera condición para establecer una vivienda es dotarla

de acceso a la misma; y también es el motivo para que las leyes otorguen

privilegio al consumo del agua doméstico sobre el uso industrial; y es la razón para

que todos estemos obligados a protegerla, desde sus nacimientos hasta su

integración con el mar. Puesto que la minería afecta el agua se hace entonces una

obligación ética defenderla” (Despierta Jericó, 2014:20).

Ante un escenario que la población local considera es una injusticia hídrica, –por

tanto, también una injusticia social y ambiental–, efecto de las exploraciones

mineras, se tomó la iniciativa de ubicar banderas con la leyenda “No a La Minería”

y “Si al Agua” fijadas en las fachadas y ventanas de las casas, comercios, iglesias,

museos y amarradas a los postes como una expresión de inconformismo y

174

malestar social. Esta iniciativa descrita por los pobladores locales como un signo

de protección y amor a Jericó, resultó ser una campaña de gran eficacia simbólica

y publicitaria a favor de la resistencia socioambiental.

Foto No 10. Fuente: Isaza, 03/17/2015. Casa de Jericó con las banderas “No a la

minería, Si al agua”

Como lo manifiestan integrantes de la resistencia local Jericoana “para nosotros lo

expresado en la bandera y pasacalles significa el clamor del pueblo, es el sentir,

es la forma silenciosa y respetuosa de expresar una opinión, un deseo de

conservar nuestro territorio”. Dado que la iniciativa tuvo gran éxito, pues las

banderas como símbolo de resistencia se divulgaron entre las casas de familia, no

solo del corregimiento sino en las del casco urbano. Esto generó, según

integrantes del comité por el futuro de Jericó, molestia en la administración

municipal por la imagen que se estaba proyectando a los turistas. Fue entonces

que aduciendo requerimientos superiores de la Procuraduría General de la

Nación, desde la alcaldía se informó a través de una circular el 06 de junio de

175

2014 y repartida junto con el cobro de servicios públicos, que dichas banderas

constituían una contaminación visual, una propaganda política no autorizada y una

publicidad contra la minería, actividad legalmente constituida (Despierta Jericó,

2014:17). A partir de entonces algunos de los habitantes en temor a una

represalia, quitaron las banderas del comercio y de las casas.

Para los actores que habitan en el casco urbano y las veredas declarados en

resistencia esta iniciativa surge de la necesidad de conservar el patrimonio cultural

y ambiental que le pertenece a todos los habitantes del municipio, del sentimiento

de pertenencia y respeto por el legado histórico, la vocación agropecuaria y

cafetera; elementos que según los jericoanos se ven amenazados por la gran

minería. Por lo que respecto al recurso simbólico como es la bandera “Si al agua

No a la minería”, desde un interés general se le ha exigido a las autoridades

concernientes, se les respete el ejercicio del derecho fundamental a la libre

expresión y difusión de pensamiento y opinión consagrada en el Artículo 20 de la

Constitución Política de Colombia.

4. 10 La Justicia Hídrica

La Alianza Justicia Hídrica es una alianza internacional amplia integrada por un

grupo de investigadores, activistas y profesionales de diferentes disciplinas, que a

través de la investigación, acción y combinación de trabajo temático-conceptual

con casos de estudio en países Latinoamericanos y otros continentes, tienen como

objetivo analizar y comparar los mecanismos de acumulación de agua y conflictos,

así como apoyar a los grupos de usuarios de agua más vulnerable mediante la

difusión e incidencia política y la combinación de medios de comunicación

virtuales con eventos reales (Pagina Web Alianza Justicia Hídrica, 2016). Desde

esta óptica –organizado por el Nodo Justicia Hídrica Medellín–, se realizó en esta

misma ciudad del 10 al 12 de Abril del año 2015, el “Curso - Taller Agua: territorios

de vida”; con el apoyo del Instituto de Estudios Regionales de la UdeA; el Grupo

de Investigación Territorio de la UPB; Censat Agua Viva; y Red Andina del Agua.

176

“El Curso – Taller: Agua territorios de vida” que contó con la participación de

integrantes de las poblaciones rurales, habitantes de los barrios periféricos de

Medellín, de diversos movimientos sociales, académicos, estudiantes y ONG; tuvo

como fin visibilizar las problemáticas en relación al agua que vienen

experimentando las poblaciones locales en distintas regiones del departamento de

Antioquia e incluso de Colombia, generadas por proyectos de desarrollo

extractivos (mineros, agroindustriales, hidroeléctricos y urbanos). Con una alta

participación de distintos habitantes de los municipios de la subregión del Suroeste

antioqueño, entre los que se encontraron personas en oposición al proyecto

minero en el corregimiento de Palocabildo-Jericó, se dialogó entorno a la

construcción de la justicia hídrica en los territorios.

En la caracterización del concepto de justicia hídrica los derechos de propiedad,

los procesos de asignación, distribución y administración del agua son un punto

clave para la definición; desde la Alianza de Justicia Hídrica dicha noción se

encuentra relacionada con el abastecimiento y distribución equitativa del agua, con

procedimientos de asignación democráticos y con prácticas de uso sostenibles

que aseguren su disponibilidad y conservación (Zwarteveen; Boelens, 2011).

Desde esta perspectiva el derecho al agua está íntimamente relacionado con otros

derechos tales como los económicos, sociales, culturales, colectivos y del

medioambiente. No obstante, se reconoce que en la búsqueda por la equidad y

justicia en el uso del agua (su distribución y gestión), algunos actores están mejor

posicionados que otros para garantizar el acceso al agua, para controlar los

recursos hídricos, y para determinar los discursos del agua.

La justicia hídrica no puede ser analizada al margen de sus conexiones con un

importante número de otros fenómenos culturales, políticos y económicos. Más

que una teoría general o una definición sobre lo que es la justicia hídrica se

propende por una comprensión de la seguridad y la justicia del agua como algo

articulado, experimentado y percibido por los diferentes actores en un contexto

específico. En este sentido en el conflicto socioambietal en Jericó Palocabildo los

actores locales que se encuentran en resistencia: campesinos, medianos

177

caficultores, integrantes de la Mesa Ambiental, universitarios, jubilados, hombres y

mujeres del casco urbano y de las veredas, en sus narrativas relacionan la justicia

hídrica con:

La cantidad y calidad del agua.

La autonomía local en el manejo del territorio.

La producción de cultivos (alimentos).

El trabajo y los sistemas agropecuarios (café y ganadería).

La sostenibilidad ambiental y conservación de la naturaleza.

La higiene y salud del cuerpo.

La satisfacción de las necesidades básicas.

4.12 Agua, Territorio, Poder e Identidad

Como se indicó en la estrategia metodológica, la representación en el enfoque

procesual se construye en fases, la primera que se refiere a la objetivación y la

segunda al anclaje fueron ambas construidas a partir del enfoque metodológico de

la teoría fundamentada, en donde la sistematización de los datos obtenidos en las

salidas de campo permitió una aproximación al contenido central de las

representaciones sociales en términos de su sentido y significación. De acuerdo

con la clasificación y análisis de los datos mediante la aplicación de ésta

metodología, se pudieron identificar cuatro categorías nodales: Agua, Territorio,

Poder e Identidad. Si bien estas cuatro categorías se correlacionan todas entre sí,

algunas de ellas se encuentran más imbricadas, como la relación agua – territorio;

el territorio como un espacio significado y el agua concebido como un elemento

que enlaza lo natural y los social, son apropiados y representados desde unos

conocimientos y saberes locales. Estas dos categorías íntimamente

interrelacionadas son enunciadas por los pobladores movilizados en oposición al

Proyecto Quebradona con frases como:

“Conservar y proteger el agua, es conservar y proteger el territorio, si la

minera nos despoja del agua, nos despoja también del territorio y de esa

178

manera de nuestros modos de vida campesino y pueblerino” (testimonio

campesino en Palocabildo, 2015).

Las otras dos categorías (poder e identidad) son de carácter político y cultural

respectivamente, referidas a la apropiación, uso y manejo de las dos primeras

categorías. El poder se entiende como la capacidad de acción desarrollada por un

grupo social sobre otra entidad, sea humana o no humana (Aja, 2010). En el caso

particular de AngloGold Ashanti el poder se materializa mediante un entramado de

relaciones político económicas que involucran al Estado como promotor y aliado,

facilitándole a la compañía en buena medida, la cooptación de los diferentes

espacios de gobernanza y gestión del agua y del territorio. Entre tanto, la

categoría identidad, es el resultado de un proceso de interacción continua entre el

espacio, el tiempo, el ser y el estar, estos elementos permiten explicar y entender

el territorio como una categoría en la cual convergen los procesos culturales y

ambientales. Ante las actividades de exploración y pretensiones de explotación de

la empresa minera, la población en resistencia reivindica constantemente una

identidad colectiva asociada a un conjunto de atributos, propiedades particulares,

una historia compartida y un sentido de pertenencia y arraigo al territorio.

Agua

Para Zwarteveen y Boelens (2011) los conflictos por el agua implican cuatro tipos

de luchas relacionadas entre sí: las luchas por el acceso al recurso agua (donde

también se ve implicado la tierra, medios financieros y la tecnología); una segunda

lucha que involucra los contenidos o criterios de las leyes, normas y reglas sobre

la asignación y distribución del agua; una tercera lucha que hace referencia a la

autoridad, en cuanto al poder de los actores, intereses y los espacios de toma de

decisiones; y finalmente una lucha sobre los discursos en términos de

conceptualización, regímenes de representación del agua, así como de sus

problemas y soluciones asociadas (Zwarteveen; Boelens, 2011).

En los conflictos socioambientales por megaminería las luchas por la significación

y apropiación del agua, es decir, los procesos físicos, las prácticas materiales y

179

culturales, así como las construcciones discursivas e ideológicas en torno al valor

del agua ejercen un rol central, en dichos contextos el agua se erige como un

elemento material y simbólico en disputa. En estos espacios de conflictividad

minera la defensa del agua por los actores comunitarios suele constituirse en un

referente de unificación y movilización social. En el municipio de Jericó,

corregimiento de Palocabildo, ante la exploración minera llevada a cabo por

AngloGold Ashanti con el Proyecto Quebradona, una de las principales consignas

de defensa del territorio ha sido mediante la valoración y resignificación del agua.

En palabras de la población jericoana organizada y movilizada:

“La defensa del agua es la defensa de la vida, si no hay agua no hay nada,

todos sabemos en resumidas cuentas que si hablamos de agua hablamos

de vida (…) las montañas de Palocabildo son agua, si AngloGold Ashanti

continua con la explotación de las montañas entonces mermará y

contaminará más las fuentes de agua que hay en el territorio, y no permitirá

el buen beneficio del café, llevando a un desestimulo de esta y otras

actividades agropecuarias, lo que conduce a mayor desempleo y a la

pérdida de la vocación agraria que nos ha caracterizado y permitido vivir

con dignidad en los 165 años de vida jericoana”.

En términos antropológicos el agua no es una mismidad, no es un núcleo cultural

inamovible (Espinoza, 2012), distintos grupos, actores y culturas manejan

visiones, valoraciones, prácticas de gestión y apropiaciones diferentes, unas veces

complementarias, otras en franco antagonismo en torno al uso y significado del

agua, –tal como ocurre en el conflicto socioambiental en Jericó-Palocabildo con

los distintos agentes involucrados que la utilizan, representan y regulan (Estado,

actores comunitarios, AngloGold Ashanti, gobiernos nacional y local, autoridad

ambiental Corantioquia). Si bien el agua es una sustancia físico-natural que existe

y cumple con muchas funciones climáticas y ecosistémicas diferentes27, el agua es

27

Desde una mirada ecológica el agua en la biosfera transporta materia y energía. El agua participa en los procesos geológicos mediante la circulación de nutrientes, sedimentos y residuos, su capacidad de transporte y arrastre de nutrientes le confiere un papel determinante en el estado y la evolución de los ecosistemas terrestres y acuáticos. Gracias a los materiales que le procura su capacidad de erosión física y

180

también un recurso cultural que encarna significados, de allí que simultáneamente

sea considerada como social y natural: un recurso que es al mismo tiempo de

naturaleza material y social, es decir, fusiona la naturaleza y la sociedad de

manera inseparable (Budds, 2010).

El agua es un elemento que incorpora y refleja las relaciones sociales que la

modifican materialmente y la representan simbólicamente, es una cosa ‘híbrida’

que captura y encarna procesos que son a la vez materiales, discursivos y

simbólicos, tanto por las maneras en que es formada por las acciones humanas

(ej. Represas, trasvases, acueductos), como por las maneras en que es

conceptualizada (H2O, un derecho, bien económico, bien común, recurso hídrico,

materia prima, sagrada, patrimonial, etc.) (Swyngedouw, 2004; Budds, 2012). La

naturaleza social del agua significa no que la sociedad produzca el agua, sino que

la sociedad produce el agua en tanto la usa, la significa, la valora y le confiere

potencialidades (Linton, 2010).

Desde esta perspectiva existen dos dimensiones en el proceso de apropiación del

agua por una sociedad (Aja, 2010), la material en la que es fundamental el trabajo

de los seres humanos (la construcción de presas, canales, acequias, riegos,

acueductos, pozos, colocación de mangueras, albercas, reservorios, canecas o

múcuras, entre otros), y la intangible o simbólica en la cual los sistemas de

creencias, percepciones, conocimientos, imaginarios, narrativas, representaciones

y significados nos hablan del valor y lugar que una sociedad ha asignado a un

elemento en su sistema ideológico. La manera de percibir, usar, relacionarse e

interpretar el agua es lo que Shiva (2010) denomina la “cultura del agua”.

Lo social es una propiedad que se imprime en determinados objetos con base en

la naturaleza de la relación que se establece con ellos, y es precisamente la

naturaleza de esa relación la que es definitoria de lo social (Araya, 2002). La

“entidad social del agua” para los habitantes campesinos de Palocabildo se

química, poco a poco va transformando irremisiblemente el relieve (Burgos, 2013). Asimismo, el agua a través del transporte de energía también contribuye a la regulación térmica planetaria. La crisis del clima que afecta a todas las formas de vida, se manifiesta a través de multitud de fenómenos relacionados con el agua, como las inundaciones, los huracanes, las olas de calor y las sequias (Shiva, 2004).

181

establece a partir de la relación de dependencia no solo para suplir las

necesidades básicas, sino para las actividades agropecuarias cotidianas, así como

de una infraestructura gestionada y construida desde una iniciativa local

(acueductos veredales), además de la forma de organización y gobernanza del

agua (Juntas Administradoras de los Acueductos).

Los habitantes del corregimiento de Palocabildo emplean el agua para las

prácticas domésticas (alimentación, limpieza de la casa, lavado de ropa, higiene y

aseo personal); para las actividades pecuarias como es la alimentación y crianza

del ganado, los animales domésticos como equinos, gallinas, perros, gatos,

conejos; y también en las actividades agrícolas como es la huerta familiar (donde

se cultiva hortalizas, verduras y legumbres), los cultivos de café, aguacate hass,

tomate de árbol y gulupa (este último en invernadero), y en los denominados

cultivos de pancoger (frijol, maíz, yuca y plátano). En entrevista con los

caficultores locales, las actividades de beneficio del café en varias de las etapas

de producción como es el despulpe, fermentación, clasificación y lavado del grano

demandan un importante consumo de agua.

El Proyecto Quebradona que se lleva a cabo por AngloGold Ashanti en el

corregimiento de Palocabildo se desarrolla en un contexto donde un eventual

escenario de agudización en la escasez y/o contaminación del agua, implicaría

para la población rural la imposibilidad de seguir desarrollando una vida

campesina-agropecuaria, además de poner en riesgo el suministro de agua en el

casco urbano de Jericó. De allí que tras los impactos ocasionados en las aguas

gran parte de la población se haya unificado y movilizado políticamente para la

defensa y protección del recurso hídrico.

“A la empresa minera no le importa el agua para la producción de

alimentos, ni el consumo humano o de animales, sino para poder explotar el

oro del subsuelo, el cual requiere para ser extraído de cantidades

gigantescas de agua que terminarán contaminadas (…) Por la importancia

que significa No podemos negociar la contaminación y escasez de las

aguas, de ello depende la vida local (humana y no humana, presente y

182

futura). Por eso nuestra lucha es por el agua, el suelo, el aire los recursos

naturales, las costumbres campesinas y pueblerinas, nuestra vocación

cafetera y economía agropecuaria, para que siga siendo un territorio

tranquilo, de paz” (Comité por el futuro de Jericó, 2014).

Las poblaciones rurales, especialmente las comunidades campesinas que

dependen económicamente del trabajo y la producción del predio y de trabajos

extraprediales como el jornaleo, son dependientes en gran medida de las

condiciones de los ecosistemas y de los recursos naturales que les son

disponibles –fundamentalmente el agua– pues su contaminación y disponibilidad

afecta el campo en diferentes renglones como la agricultura. Los campesinos en

Palocabildo, en general las comunidades campesinas, por el hecho de vivir y

trabajar el campo, cotidianamente “dialogan con la naturaleza” a través de la

práctica de la agricultura, la recolección, los recorridos cotidianos por los predios y

las veredas. Para las poblaciones campesinas, cuya principal actividad económica

de subsistencia son las actividades agrícolas y pecuarias, tierra y agua generan

una relación recíproca e indisoluble, en la que a su vez basan su fundamento de

vida. Para la agricultura y los agricultores, el agua y el suelo son un insumo

fundamental, los reparos a la industria minera como potencial contaminador de

estos se encuentran técnicamente sustentados y han sido documentados de

manera extensa en zonas con minería (Fierro; et al., 2012). De allí que entre gran

parte de los habitantes de Jericó, se considere la extracción de oro como una

actividad de alto impacto hídrico y ambiental.

En el contexto del conflicto socioambiental los valores asociados al agua de la

población declarada en resistencia, están directamente correlacionadas con el

paisaje de relieve montañoso que los rodea y unas prácticas y modos de vida que

refieren a una vocación agropecuaria, con un gran arraigo por la producción y

tradición cafetera, hecho que según relatan los pobladores “ha permitido

consolidar un tejido social en torno a la agricultura y los valores de la caficultura”.

Para la población campesina que habita el corregimiento de Palocabildo el agua

desempeña una función ecológica, de subsistencia –esencial para sus vidas– y

183

cumple un papel fundamental en la organización de sus actividades productivas,

toda vez que del acceso a ella (su escorrentía) y de los regímenes de lluvias,

depende la buena o mala cosecha de café y de los cultivos de pancoger.

Territorio

Como se expuso en el capítulo II (Estrategia Teórica), el territorio involucra

activamente los elementos geofísicos, la cultura material y los cuerpos,

interviniendo de manera relevante relaciones de poder y sistemas de significación

(GET, 2014). El territorio como espacio apropiado por las diferentes sociedades

para su reproducción biológica y cultural, donde se encuentran elementos

históricos, simbólicos, políticos y económicos es el lugar donde se plasman las

diferentes visiones del agua. Como se ha venido exponiendo existe en el

corregimiento de Palocabildo y el municipio de Jericó, una abierta tensión y

disputa territorial que se manifiesta en la forma como la comunidad local

movilizada y la compañía minera apropian y representan el agua.

Las diversas visiones del agua están inmersas en las visiones de naturaleza y

desarrollo que tienen los diferentes actores que definen los usos y manejos del

territorio (Aja, 2010). La noción de agua para la comunidad campesina del

corregimiento de Palocabildo está completamente correlacionada con una

territorialidad en la cual territorio y naturaleza son entidades inexorablemente

vinculadas. Para poder garantizar una sostenibilidad social y ambiental en el

territorio, la defensa y cuidado de los cerros, las coberturas vegetales, las

microcuencas hídricas, es un asunto de vital importancia.

Cuando se habla de la relación agua y territorio se alude a las necesidades

básicas y las actividades productivas, y de esta manera a los cuerpos; en la lógica

de lo planteado por Machado (2011) en los proyectos extractivos de las

transnacionales mineras (o sus subsidiarias nacionales), la expropiación de los

territorios con los bienes y servicios comunes que provee la naturaleza (agua,

suelo-subsuelo, aire, bosque, energía) es, en suma, una expropiación de los

184

propios cuerpos. Con la ejecución de megaproyectos mineros el poder para

explotar y devastar el medio ambiente está estrechamente relacionado con el

poder para explotar seres humanos, dejándolos en igualdad de condiciones con

respecto a los bienes y servicios comunes (Carvajal, 2013). Desde esta lógica

cuando se hace mención a la relación agua y territorio, se alude simultáneamente

a los cuerpos sometidos a las prácticas de la minería.

Los elementos con los cuales la comunidad local de Jericó y Palocabildo definen

el territorio en el conflicto socioambiental están determinados por la referencia a

una historia colectiva, unos modos de vida y un entorno físico:

“En el territorio se encuentran las montañas, las fuentes de agua, el aire, la

biodiversidad, el paisaje, la agricultura alimentaria y las relaciones sociales”;

“Nosotros somos los dueños del territorio y el agua, porque aquí vivimos,

porque lo trabajamos, porque aquí están enterrados nuestros ancestros, y

crecen nuestros hijos y nietos”; “nosotros amamos, cuidamos y defendemos

nuestro terruño, que es cafetero y agropecuario, No minero” (Despierta

Jericó, 2013:6).

Estos enunciados sobre el territorio están cargados de afecto, la tierra deja de ser

un simple espacio físico para convertirse en significados e historias que dan

sentido a la defensa por la permanencia.

En las narrativas de la población campesina el componente más recurrente que

relaciona el territorio, entendido como categoría, como “unidad de sentido”, es el

elemento tierra. La tierra (suelo) en conformidad con una vida rural-agraria, se le

vincula con una herencia familiar que fue recibida de sus padres y abuelos, la cual

debe ser conservada de la misma forma para sus hijos, con la fertilidad de los

nutrientes dado la buena producción en las cosechas cafeteras y los cultivos de

pancoger que se obtienen en el corregimiento. En la disputa con la minera los

campesinos vinculan explícitamente la tierra con el agua, se resalta la amenaza

que significan las perforaciones y vertimientos mineros para la calidad y cantidad

de las fuentes hídricas que recorren el territorio y con ello la afectación en las

185

actividades agrícolas. En la lógica y discursos de los campesinos agricultores,

“tierra y agua es igual a alimento”, por eso ambas se vinculan como fundamento

de vida.

En Palocabildo una territorialidad basada en el modo de vida rural, campesina,

agropecuaria (esencialmente caficultores), es la que se contrapone al desarrollo

del Proyecto Quebradona y los impactos sociales y ambientales que para los

pobladores significa el cambio en el uso del suelo, de agrario-cafetero a minería

de oro y asociados, una actividad que en el territorio la mayoría consideran

foránea. La caficultura como es el principal renglón económico de la localidad se

convierte en un componente esencial en la territorialidad de los jericoanos. En el

conflicto la categoría territorio también se concibe a partir de la afectación de unos

sitios específicos, que entre los jericoanos consideran lugares proveedores de

agua, como el Parque municipal Natural Las Dantas, El predio el Poleal, hacienda

La Aurora, que con las actividades de perforación minera, los lugareños sienten

que están siendo perjudicados y con ello sus modos de vida.

Ante el masivo auge de proyectos de exploración minera en muchos de los

municipios de la subregión antioqueña, la estrategia “Suroeste Territorio Sagrado

Para La Vida” que se ha visibilizado en los distintos conflictos socioambientales de

la subregión, ha sido incorporada en Jericó-Palocabildo (al igual que en otros

municipios), con la intención de reafirmar y legitimar el agua y el territorio como

derechos sagrados, supremos, autónomos y colectivos por encima de los réditos

económicos que puedan dejar los proyectos mineros. Para muchos de los

pobladores locales la apropiación, contaminación y disminución de las fuentes de

agua es un elemento central en el despojo territorial, por eso en el conflicto en

Jericó el agua se ha convertido en un símbolo del territorio. Desde la óptica local

suelos fértiles y agua limpia son el sustento de los alimentos que proporcionan la

vida, si la empresa minera merma y contamina las fuentes de agua, entonces el

186

territorio como espacio donde se desenvuelve la vida se convierte en un “territorio

sediento, espacio de muerte”28.

Con la instalación de los megaproyectos extractivos mineros como se expuso en

el capítulo II, se manifiesta un escenario de conflictividad estructural en torno al

territorio como espacio de vida, en donde las explotaciones mineras interrumpen

bruscamente los flujos energéticos territoriales. Para Machado (2014) no puede

existir un territorio sin sujeto que lo politice y apropie material y simbólicamente a

través del trabajo, la energía psíquica, corporal y social; pero de la misma manera

no hay sujeto (cuerpo), cuyo proceso de vida pueda dejar de prescindir de los

flujos energéticos que lo “atan” a un determinado espacio geofísico-biológico-

proveedor. De esta manera se puede señalar que hay un flujo energético que va

del cuerpo hacia el territorio en forma de trabajo, y en la vía opuesta, un flujo

energético que va del territorio hacia el cuerpo en forma de nutrientes-alimentos

(Machado, 2014).

Desde dicha perspectiva existe en los territorios rurales de las comunidades

campesinas un flujo energético (el campesino lo sabe), que va del trabajo

realizado en la tierra (parcela), “sudándola”, cultivando y produciendo los

productos agrícolas y criando los animales domésticos (café, maíz, frijol, plátano,

tomate, frutales, gallinas, cerdos, vacas y sus derivados, etc.,) y que retorna en

forma de alimentos (nutrientes) a los cuerpos. Esta reciprocidad es un flujo

material y energético entre cuerpo-trabajo-territorio-alimento, (flujo que es mediado

por el lenguaje simbólicamente) (Machado, 2014). En este flujo material y

energético, la sustancia agua es el lubricante esencial que todo lo permea y le da

vida, de tal modo que si el Proyecto minero Quebradona llegase a contaminar y

hacer escasear el agua, entonces simple y llanamente, interrumpe el flujo

energético en el territorio y con ello la trama existencial local.

28

Base de datos. Entrevistas y conversaciones con actores locales en oposición a la minería (2014-2016).

187

Poder

El Proyecto Quebradona es parte de un juego de relaciones de poder asimétricas

entre por un lado los actores locales movilizados, como son los habitantes del

casco urbano y los campesinos (enmarcados en una vida rural cafetera), y del otro

lado unas dinámicas globales que caracterizan la economía-mundial-capitalista, en

las que operan multinacionales respaldadas por acuerdos comerciales

internacionales y relaciones de dominación y poder hegemónico de unos países

sobre otros y de unas culturas sobre otras. La evidencia más clara de ello es la

denominación actual de espacios geográficos donde están identificados los

yacimientos de los recursos minerales como “Cinturones de Oro”, que representan

y significan la consiguiente proliferación de proyectos extractivos, como es el caso

de la región del Suroeste antioqueño que incluye al corregimiento de Palocabildo.

La designación de territorios como “Cinturones de Oro” por los gobiernos

nacionales y las empresas transnacionales, debido a sus potencialidades

auríferas, –como ocurre con el “Cinturón de Oro del Cauca Medio”, que

comprende el municipio de Jericó-Palocabildo. Tiene como propósito la

apropiación material y simbólica de los territorios y la revalorización y expansión

del capital, para ello se recurre a la intervención del conocimiento científico y a la

aplicación de un poder hegemónico mediante la expedición de leyes, publicidad,

fuerza pública, tecnología e infraestructura, que termina por reconfigurar los

espacios y jerarquizar sus habitantes. La denominación de “Cinturones de Oro”

responde también a la histórica y permanente fijación, demanda, especulación

financiera y acumulación que existe del oro desde los centros de poder, donde se

controlan las transacciones y ganancias del capital, y cuya representación social

emana directamente y es difundida y respaldada por los Estados, dependientes al

sistema monetario mundial.

El conflicto socioambiental suscitado en Jericó-Palocabildo se desenvuelve en un

contexto de enorme asimetría en el acceso a la información y a los recursos de

poder e influencia entre la empresa y la comunidad local. Mientras que la

compañía transnacional puede y de hecho ha desplegado un enorme poder a

188

través de una amplia estrategia con la puesta en marcha de la denominada

“responsabilidad social empresarial”, con el cabildeo y ejecución de grandes

cantidades de dinero, y presiones políticas, jurídicas y publicitarias en las

diferentes instancias del orden institucional, tanto a nivel local, departamental,

como nacional. De otro lado la comunidad local movilizada, además de soportar

los imponderables de la vida cotidiana, se ve en la necesidad de desplegar

enormes esfuerzos de recursos económicos (que son escasos), humanos y

políticos, que les permita agruparse para defender el territorio en el que

históricamente han vivido y el cual sienten amenazado; no obstante a pesar de las

asimetrías, los pobladores locales de Jericó y Palocabildo para resistir a la minería

han ejercido el poder que les confiere habitar y trabajar diariamente el territorio,

utilizando recursos políticos como la identidad cultural, mecanismos jurídicos y

acciones colectivas (movilizaciones, marchas, protestas).

Los conflictos socioambientales por minería en Latinoamérica expresan disputas

históricas sobre la expropiación de recursos que constituyen la matriz esencial de

las comunidades rurales tales como el agua, la tierra y la autonomía alimentaria

(Toro, 2012). El acceso de un actor hegemónico a un recurso como es el suelo y

el agua redefine el acceso y uso de otros actores dentro del mismo espacio

geográfico, es decir, el uso de recursos del suelo y del subsuelo por una

transnacional minera dentro de un mismo espacio geográfico, compite con quienes

en ese mismo espacio habitan y realizan actividades agropecuarias, por lo que se

genera una disputa y competencia entre la explotación de minerales (recursos

ubicados en el subsuelo) y la agricultura que depende del suelo debajo del cual

yacen dichos minerales (Budds, 2012). En el caso específico del agua el resultado

en muchos casos es la sustracción del líquido vital para actividades agrícolas y

pecuarias e incluso para el consumo humano, todo en aras de asegurar el

abastecimiento para la extracción del mineral.

Mientras las relaciones entre gobierno y empresa suelen ser relaciones que en

apariencia guardan cierta simetría o por lo menos son más horizontales en tanto

se enmarcan en acuerdos preestablecidos para la explotación, las relaciones que

189

se generan entre gobierno – comunidad y empresa – comunidad, son relaciones

verticales. En los conflictos socioambientales por minería, –como ocurre en el

Proyecto Quebradona–, se evidencia un profundo desbalance de poder

económico, influencia política y disparidad de prácticas culturales entre las elites

gobernantes y empresa, y los actores o grupos sociales que ejercen resistencia.

Las disputas por el agua y el territorio en el conflicto minero corresponden

entonces a un marco de poderes asimétrico y discursos e identidades

contrapuestas entre los actores involucrados, que luchan por controlar el agua y el

territorio para garantizar sus propios intereses.

Identidad

La reivindicación de una identidad grupal asociada a un territorio agropecuario y a

la caficultura, como un elemento cultural en el conflicto socioambiental en el

municipio de Jericó y el corregimiento de Palocabildo, se ha constituido en una

eficaz herramienta política para los actores movilizados. Además de una

identificación con las actividades cafeteras, en el contexto del conflicto

socioambiental se recurre a la exaltación simbólica y afectiva de un conjunto de

propiedades y atributos que buscan marcar una frontera entre un “nosotros”, esto

es los jericoanos del casco urbano y campesinos de las veredas que habitan,

trabajan y quieren el territorio, y un “ellos o los otros” representado en los

promotores de la minería, como es la compañía extranjera AngloGold Ashanti,

además de ciertos agentes públicos.

En las narrativas asociadas a la identidad que se emite entre la población local

declarada en oposición a la minería aflora una filiación colectiva por los

componentes o valores estéticos, simbólicos, históricos y naturales con los cuales

se caracteriza o se describe el territorio de Jericó-Palocabildo:

Un patrimonio arquitectónico colonial y religioso con las casas, calles e

iglesias.

190

Una fuerte tradición cristiana católica, reforzada con el hecho de “ser la

casa natal de la Santa Madre Laura” (sobre todo entre la población mayor

del casco urbano).

La denominación de Jericó como “la Atenas del Suroeste” (un atributo de

“pueblo culto de Antioquia”, dado los museos, las actividades culturales y

artísticas permanentes que se programan y realizan en el municipio.

Con una existencia pacífica y tranquila en la cual transcurre la vida social y

familiar: en Jericó-pueblo y las veredas.

Con las actividades económicas productivas como son la caficultura

orgánica, la marroquinería y el turismo (religioso, ecológico y de aventura).

Con 165 años de historia (y lo que denominan “vida digna”).

Y con un paisaje y relieve natural de montaña y abundantes fuentes

hídricas, sumado al hecho de reconocerse colectivamente como “municipio

verde”, con extensas zonas para la conservación del agua, la flora y la

fauna29.

Todos estos referentes identitarios que dan cuenta de un sentido de pertenencia,

un contenido simbólico y una historia compartida, son los que los pobladores

movilizados perciben o sienten que están en riesgo con la llegada de la minería.

En el marco del conflicto socioambiental suscitado en Jericó-Palocabildo ante las

posibles transformaciones en las dinámicas sociales, paisajísticas, ambientales,

económicas y culturales que para muchos pobladores locales traerá el Proyecto

Quebradona, se construye y reivindica una identidad colectiva basada en

elementos territoriales, socioculturales y físico-naturales. Esta identidad erigida en

un contexto de resistencia se convierte en fuente fundamental de significado

social, constituyéndose así en una herramienta política ante las prácticas y

narrativas que buscan legitimar el desarrollo minero e imponer una nueva

identidad minera en el territorio.

29

Base de datos. Entrevistas y conversaciones con actores locales en oposición a la minería (2014-2016).

191

Si se asumen las premisas de que primero, el agua es un elemento que se mueve

en el eje de las actividades de adaptabilidad ecológica, en el eje de las actividades

subsistencia y en el eje de las actividades productivas (Espinoza, 2012) por eso su

apropiación y gestión es vital en la conformación de territorios por los seres

humanos. Segundo, que en el territorio se encuentran los espacios comunes

(materiales y simbólicos), todo aquello que da lugar a la construcción de la

identidad individual o colectiva. Y tercero, que la manera en que el agua es

utilizada en el territorio por las comunidades campesinas constituye un aspecto

inherente del aspecto cultural de estos grupos sociales. Se puede inferir entonces

que la defensa del agua ante la posible contaminación y escasez por actividad

minera en el municipio de Jericó y el corregimiento de Palocabildo, es en esencia

la protección de los sistemas económicos locales, la identidad y el territorio.

4.12 “Si a la vida, al agua, al territorio”

En el análisis del esquema figurativo es claro que al compás de la expansión

minera se ha venido generando en diferentes regiones de Colombia una

proliferación de conflictos socioambientales en los que el agua en términos de uso,

cantidad, calidad, acceso y contaminación se ha destacado como nodo central y

común denominador en las protestas y acciones desarrolladas por actores y

organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, en estos contextos de

conflictividad minera, además de la competencia por los usos e impactos en las

fuentes hídricas, sobresale la manera como las comunidades locales organizadas

y en resistencia perciben, significan y definen el agua (Budds, 2012). En la lógica

de los actores comunitarios que encarnan las luchas socioambientales se invoca

fuertemente el significado simbólico del agua, la existencia del agua es simultánea

con la vida misma, un derecho universal, natural, del cual nadie puede prescindir.

En todas las referencias que los habitantes movilizados en Jericó y Palocabildo

hacen del agua en las entrevistas, declaraciones públicas, materiales difundidos,

conclusiones de eventos, videos, artículos del periódico Despierta Jericó –el cual

192

provee un registro de palabras y acontecimientos significantes–, afiches, los

carteles que son portados en las marchas anti mineras, las consignas y en general

en sus discursos orales y escritos, existe una preocupación generalizada por la

contaminación, la vulnerabilidad y escasez del agua que ocasiona la actividad

minera; esta preocupación central por la fragilidad del recurso hídrico es

enmarcada en términos de una relación simbólica discursiva entre agua y vida,

además de la mención al agua como elemento nodal del territorio. La lucha por la

defensa del agua es también la lucha por la defensa de la vida, esta lucha se

concatena con la de los derechos territoriales, es decir, los discursos sobre la

defensa y protección del agua/vida se resignifican y amplifican en una entidad

mayor: la defensa del territorio en tanto espacio-tiempo que alberga recursos,

tradiciones y formas de vida.

“Es importante defender el agua porque el agua es la vida y el territorio es

la raíz donde estamos, el territorio es la raíz y el agua es la vida que

sostiene la raíz” (testimonio campesino en Palocabildo, 2015).

Foto No 11. Fuente: Isaza, 08/02/2015. Momentos previos a una movilización

en Jericó

193

En las narrativas locales de resistencia que circulan en el municipio, la relación

simbólica entre agua-vida-territorio, se fundamenta en la categoría cuerpo: “el

agua es como la sangre y el territorio como el cuerpo”; “El agua es el sistema

sanguíneo del planeta”; “El agua subterránea funciona igual que como las venas

de nuestro cuerpo”; “Somos agua y tierra”. Estos lenguajes populares o metáforas

relacionales de agua-territorio-cuerpo-vida, para explicar y argumentar los

impactos que generan las plataformas de perforación del Proyecto Quebradona,

no son simples metáforas o triviales alegorías, son profundas explicaciones

filosóficas, poéticas y científicas de todo lo que les rodea y los sucesos y eventos

que les acontecen.

La continuidad discursiva de agua y vida en la disputa con AngloGold Ashanti, se

fundamenta en el hecho emblemático de que el agua es un elemento vital,

esencial en el funcionamiento de los procesos metabólicos de los seres vivos. En

los lenguajes locales referidos a la valoración del agua, el enaltecimiento de las

funciones ecológicas del agua, esto es, la regulación y mantenimiento de los

ecosistemas (plantas, animales y seres humanos) juega un rol central en la

argumentación colectiva. Además de lo imprescindible en las actividades

biológicas, la relación agua-vida en el conflicto socioambiental en Palocabildo, se

valoriza a partir de un modo de vida agrario campesino, por eso se resalta la

apropiación del agua como un insumo básico en la producción de alimentos,

principalmente para la caficultura y los cultivos de pancoger, también para la

crianza de animales domésticos.

En el conflicto socioambiental el discurso de agua y vida que se exalta entre la

población declarada en oposición a la exploración minera tiene una eficacia

política, ya que puesto en escena acompaña la reivindicación de los derechos

humanos y territoriales. Los gobiernos local, regional y nacional y las empresas no

pueden omitir o negar completamente la importancia de proteger el agua, y esa

apertura es clave para la productividad de los discursos de los movimientos y

actores que resisten (Bottaro, 2014), de allí que la enunciación o utilización del

agua como bien común o derecho comunitario, al igual que el apoyo en la

194

normatividad y legislación vigente del agua (nacional o internacional), puede

obligar a los Estados y a las empresas a tener que rendir cuentas y reconocer y

garantizar el derecho humano - comunitario, del acceso al agua potable en una

democracia (Shiva, 2004).

Cuando los habitantes campesinos en las veredas y en Jericó-pueblo, opositores

al Proyecto Quebradona, elevan el agua al plano moral de la vida, a su vez están

también cuestionando la legitimidad de los derechos de uso y propiedad sobre el

agua: de cómo y por qué, un actor considerado foráneo en el territorio como es

AngloGold Ashanti, pretenden gestionar y usufructuar el agua a costa de las

necesidades básicas de los demás. Por otro lado, la retórica simbólica agua-vida

en el conflicto socioambiental, también está en consonancia con elementos como

la salud humana y el cuidado de la sociedad y la naturaleza. Desde una lógica de

resistencia comunitaria al proyecto minero, el agua pura simboliza “salud y vida”,

mientras que el agua contaminada simboliza “enfermedad y muerte”.

Entre las valoraciones de los actores locales movilizados en Jericó-Palocabildo así

como se construye una racionalidad donde se entreteje el agua y la vida, de la

misma forma aparece los impactos y contaminación minera acompañados también

por la noción de muerte. Para los opositores a la megaminería las sustancias

químicas utilizadas en los procesos mineros (ej. cianuro), los minerales asociados

con el drenaje ácido de los escombros y los socavones dejados por la remoción de

rocas llevan un peso discursivo importante de “figura de muerte” (Bottaro, 2014).

En Jericó la “figura de muerte” vinculada a la minería, se manifiesta en relatos

como:

“El Proyecto Quebradona que hoy se desarrolla en Palocabildo en su fase

de exploración y eventualmente en un futuro en su fase de explotación, con

el impacto en las aguas traerá sed, enfermedad y muerte (…) es que la

minería es sinónimo de violencia y degradación social y ambiental”

(Despierta Jericó, 2013:6).

195

En las narrativas del conflicto socioambiental en Jericó se contrapone el valor de

la vida con el valor del oro, o de los beneficios económicos prometidos por la

compañía minera: “podemos vivir sin oro, pero no podemos vivir sin agua”; “el

agua vale más que el oro”; “Se trata de decidir: ¿Queremos agua o queremos oro?

(Despierta Jericó, 2014:16). A partir de relatos como estos se subraya en la

resistencia local, el contraste ético entre “lucro versus agua”, “oro versus vida”, y

se denuncia el modo como se imponen poderes hegemónicos (económicos y

políticos), por sobre sus territorios, identidad y vidas.

En los textos de los habitantes movilizados en oposición a la minería, existe un

vocabulario, con una carga simbólica negativa, con la cual se describe la relación

y uso que para ellos posee la empresa minera con el agua, tales como: contamina,

perfora, impacta, acapara, merma, acidifica, privatiza, roba, extrae, despoja,

envenena, altera, escasea, apropia, domina, acaba, consume, niega, disputa,

reduce, miente, nociva, “trae injusticia y enfermedad”; “pone en grave riesgo”;

“vierte desechos tóxicos”; “afecta y utiliza grandes cantidades superficiales y

subterráneas de agua”; “pide muchas concesiones”; “perfora las montañas y

rompe acuíferos”30.

En la terminología de los habitantes locales al agua en el conflicto se le atribuye

adjetivos calificativos como fundamental, esencial, primordial, limpia, pura,

potable, libre, fresca, abundante, natural, comunitaria, valiosa, derecho,

doméstica, patrimonial, embellece, armoniza, sana. Las acciones frente al agua

también se describen con verbos: luchar, defender, proteger, sembrar, denunciar,

conservar, cuidar, regular, inventariar, referenciar, aprovechar, disfrutar. Se le

otorga propiedades funcionales: “calma la sed”, “para cultivar y cocinar”, “para la

higiene” “para la fotosíntesis”; se le adjudica propiedades estéticas y afectivas

“embellece el paisaje y el territorio”, “sentimos y nos duele el agua por eso la

defendemos”, “bañarse en el rio produce una sensación de alegría y placer”. Y se

le concede valores espirituales: “el agua es sagrada y mística”; “el agua es

30

Base de datos. Entrevistas y conversaciones con actores locales en oposición a la minería (2014-2016).

196

creación y regalo de Dios”; “el agua es un misterio, baja de la montaña y cae del

cielo”, “el movimiento y el sonido del río es meditación”31.

Para Shiva (2004) las disputas por el agua son conflictos de paradigmas,

conflictos entre formas distintas de entender y sentir el agua. En el escenario

global-mundial existe una confrontación entre las visiones comunitarias-locales y

las privatizadoras dirigidas por el gran capital transnacional. Los conflictos por el

agua que se han multiplicado por todo el orbe, ponen en tensión y disputa las

formas tradicionales y aun convencionales de representaciones, acceso y manejo

del agua, con los sofisticados esquemas modernos de apropiación de los sistemas

hídricos. Según Shiva estos conflictos tienen dos dimensiones: en primer lugar, la

guerra material (con armas bélicas) que ha surgido entre algunas naciones y

grupos por el control de fuentes y recursos hídricos; y en segundo lugar la guerra

simbólica entre las representaciones del mundo, entendidas como “las formas de

vivir y percibir el agua” (Shiva, 2004).

Mientras la comunidad movilizada en oposición al proyecto minero construye y

asume una imagen representacional del agua-vida que está asociada a nociones

como: la sostenibilidad territorial; la calidad y producción de los alimentos; la salud

corporal y de la comunidad; a la pervivencia de las futuras generaciones; la justicia

y los derechos; y a la conservación del paisaje y la naturaleza –concepción no

antropocéntrica del agua, puesto que no solo está para el servicio y supervivencia

humana sino también para la supervivencia de otros seres vivos–. Por su parte

AngloGold Ashanti posee su propio régimen de representación del agua, la cual se

encarga de reproducir e imponer en el territorio.

La compañía minera legitima y materializa su control y acceso diferencial del agua

por medio de un entramado de dispositivos de poder como es la tecnología

invasiva, la construcción de infraestructura, un marco legal, influencia política,

despliegue económico y una racionalidad basada en la ciencia, el desarrollo, el

progreso, la productividad y la eficiencia. Entre los promotores mineros

(empleados de AngloGold Ashanti y funcionarios de la alcaldía 2012-2015), se

31

Base de datos. Entrevistas y conversaciones con actores locales en oposición a la minería (2014-2016).

197

justifica la actividad minera y con ello un uso hegemónico del agua en el territorio,

con argumentos como: “El ser humano sin minería no puede sobrevivir, todos los

aparatos materiales que nos rodean, requiere de minería”; “La minería es una

actividad legalmente constituida, nosotros no estamos cometiendo ningún delito”;

“El Proyecto Quebradona dinamiza la economía en Jericó”, “La agricultura y el

café contamina y desperdicia el agua, incluso más que la minería”.

“En AngloGold Ashanti optimizamos los sistemas de recirculación de agua, fluidos

de perforación y tratamiento de aguas resultantes de los procesos, cuando se

generan vertimientos recirculamos el recurso (…) analizamos las aguas

resultantes de los pozos y hacemos tratamiento con sedimentación, floculación y

clarificación (…) Implementamos un sistema de deshidratación de lodos con

materiales ecológicos que no generan lixiviados o drenajes (…) desde 2012

implementamos un programa de monitoreo ambiental de aguas superficiales en los

ríos y quebradas del área de influencia directa de las operaciones de exploración,

con el fin de tomar muestras y conocer la calidad (…) implementamos medidas

para minimizar impactos en el recurso hídrico” (AGA, 2012).

Existen distintos tipos de discursos o representaciones de las realidades del agua

(con su contenido normativo, cultural y técnico) que se ajustan o sirven a algunos

intereses o propósitos mejor que a otros, en este caso el discurso neoliberal del

agua es idóneo por ejemplo para articular y expresar los problemas de agua en

términos de eficiencia de mercado, competencia y productividad, reflejando unos

valores relacionados con la autonomía empresarial y la racionalidad económica

(Zwarteveen; Boelens, 2011).

Desde la lógica de la empresa el agua se valora desde una noción economicista,

un recurso estratégico para el desarrollo y el beneficio monetario, un objeto o

materia prima para la extracción y procesamiento de minerales, un recurso natural

cosificado que está para el servicio de quien la pueda aprovechar. En una lógica

similar a la de la empresa, para el gobierno nacional el agua es un recurso

estratégico indispensable para sostener el sistema de producción y consumo;

desde esta perspectiva, las fuentes hídricas y los territorios son valorados desde la

producción del capital y el crecimiento económico nacional, a través del manejo

198

tecnocrático del agua y la cuenca, los discursos de desarrollo, científicos, de

sostenibilidad, progreso y utilidad pública.

4.13 Asumir que el agua es la vida

El proceso de naturalización en la representación social, emerge al ver la

apropiación y afectación de las aguas consecuencia de las plataformas de

perforación que genera el daño en aquello que los habitantes locales llaman

“acuíferos”, los vertimientos ocurridos en las quebradas y las diversas concesiones

de agua solicitadas, por todo esto, los pobladores locales movilizados en oposición

a la minería en Jericó-Palocabildo, han resignificado y revalorizado de una nueva

manera el agua. Mediante acciones colectivas, diálogo e intercambio de saberes,

espacios de educación, análisis y discusión como encuentros regionales, foros,

talleres, conversatorios, marchas, recorrido por las cuencas, actividades

ambientales, políticas, jurídicas y artísticas (además de sus conocimientos y

prácticas cotidianas), los actores organizados y movilizados incorporan nuevos

lenguajes de valoración del agua-vida, en conexidad con la defensa y

conservación del territorio, la identidad cultural y la naturaleza.

Ante la inminente vulnerabilidad hídrica por exploración y eventual explotación

minera, el agua en los discursos locales cobra una importancia cardinal. Si bien

previamente del arribo de la minería a Jericó-Palocabildo, el agua siempre había

sido apropiada y gestionada a través de los acueductos comunitarios y los usos

domésticos y agropecuarios, solo a partir de la apropiación, contaminación y

escasez ocasionada por AngloGold Ashanti, la representación del agua como vida

es apropiada y difundida por algunos actores entre la población local.

“Desde que la minera afectó el agua, fue entonces que muchos en el

municipio y aquí en el corregimiento aprendieron a valorarla y a apreciarla,

y ahora vemos el agua diferente a como la veíamos antes” (entrevista

realizada a un mayor campesino en el corregimiento de Palocabildo, 2015).

199

De esta manera lo que anteriormente era un elemento que fluía por el territorio y

que se usaba de forma inadvertida, se transforma así en un tema trascendental de

conciencia colectiva.

En el contexto de resistencia del conflicto socioambiental en el corregimiento de

Palocabildo la representación del agua como vida (en los discursos y en las

prácticas), ha posibilitado que entre los habitantes locales (campesinos y

propietarios de fincas) se identifique y corrija concertadamente algunas acciones

locales inadecuadas que se tienen con los usos del agua, tales como: el

desperdicio por fugas en las conducciones familiares (tuberías) las cuales pueden

evitarse; el uso incorrecto en las actividades domésticas dejando abiertos los

grifos; el abuzo con los agroquímicos que se emplean en los distintos cultivos; el

arrojo de la pulpa a las corrientes de agua cuando hay cosecha cafetera32; y el

control de las rondas hídricas en donde pasta y bebe el ganado. Todas estas

modificaciones en las conductas ahora dirigidas a la protección del agua en el

territorio, han sido posibles gracias a una nueva sensibilización, concientización y

apropiación comunitaria sobre la importancia social y natural del agua, debido a la

amenaza que significa la exploración minera.

La población en resistencia asume entonces que el conflicto socioambiental es en

esencia una disputa material y simbólica por el agua con la compañía minera. La

principal imagen colectiva que emerge del agua es con la vida, enlazada al

territorio, la identidad agraria-cafetera y las montañas-naturaleza –de donde

proviene–, además de otros elementos como el trabajo, el cuerpo, la comunidad,

la salud, la casa, los alimentos, la higiene, el paisaje, el patrimonio y la justicia. De

allí que la consigna expresada en las banderas “No a La Minería, Si al Agua”, el

agua condense y simbolice para la población movilizada todo un tejido natural y

32

Las malas prácticas en épocas de cosecha de café empleadas por algunos campesinos en el corregimiento de Palocabildo hace que la pulpa que resulta del beneficio sea depositada en las corrientes de agua, generando un aumento considerable de la demanda bioquímica de oxígeno, aumento de la carga de sólidos totales, generación de olores y afectación de la fauna acuática e imposibilitando incluso en ocasiones el aprovechamiento de los acueductos. Práctica que en el marco de la disputa con AngloGold Ashanti ha venido siendo corregida debido a la nueva conciencia colectiva en torno al agua.

200

comunitario de vida, mientras que la exploración y explotación minera el despojo

de ello.

4.14 La politización del agua

Alrededor de la representación social agua-vida se ha unificado y fortalecido la

resistencia ejercida por la comunidad jericoana, convirtiéndose el agua, a partir del

conflicto con la empresa, en un importante símbolo cultural y herramienta política

de lucha. Ante la contaminación y escasez por las actividades de exploración de

AngoGold Ashanti, el agua se ha politizado en el conflicto socioambiental. Politizar

significa ejercer acciones para transformar una cuestión particular en un tema y

asunto de interés público, esto es, introducir un tema en la agenda pública local,

regional o nacional ante el que se asume que existen posiciones en conflicto y que

requiere de algún tipo de acción para solucionarlo. La politización implica a su vez

la convocatoria y articulación de diversos actores en organizaciones y

movimientos, hasta la activación de disputas entre saberes contrapuestos, y la

experimentación con nuevas vías de contienda judicial (Bottaro; et al., 2014).

La comunidad local movilizada para convocar, visibilizar y denunciar el uso

hegemónico e impactos sociales y ambientales ocasionados por AngloGold

Ashanti con el Proyecto Quebradona ha politizado el agua, transformándose en

una eficaz práctica de resistencia. El discurso local del agua/vida con las

valoraciones y significaciones propias, es proyectado en espacios

gubernamentales como la alcaldía, concejo, gobernación, Corantioquia y

tribunales judiciales, en espacios académicos (colegios y universidades) y en

espacios públicos, como el parque central municipal, las calles, los andenes y en

foros y encuentros regionales, con la intención de explicar y denunciar las

afectaciones en las aguas y en sus modos de vida. La problematización del agua

en la esfera pública ha permitido intervenir de lleno en el debate político electoral

en Jericó, además de producir alianzas con municipios vecinos, resguardos

201

indígenas y organizaciones civiles como Censat Agua Viva, Conciudadanía y el

Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo.

La importancia y poder simbólico que se le otorga al agua la convierte en la base

para reivindicar una pertenencia territorial, identidad cultural y desempeñar

acciones políticas.

“Queremos dejar constancia expresa que nuestra mayor preocupación está

centrada en las afectaciones que puedan sufrir los recursos naturales de nuestro

territorio, especialmente el agua. Por eso nos hacemos sentir protestando,

rechazando rotundamente que el agua de las quebradas que abastece los

acueductos veredales, incluido el vecino corregimiento de Palermo en Támesis, y

que facilita las labores agropecuarias que son la base del sustento de nuestras

familias, se vean afectadas por la exploración minera de AngloGold Ashanti”

(Despierta Jericó, 2013:11).

El discurso de la población movilizada sobre el uso y significado del agua se da

desde un marco de referencia conocido y preexistente como es la vida campesina

y las actividades de la agricultura, de donde se reafirma la importancia vital que

tiene el agua para la producción de alimentos y el beneficio del café (principal

fuente local de ingresos). A partir de unos saberes y prácticas agropecuarias

locales se resignifica y conceptualiza la importancia del agua para la producción

de alimentos en el territorio, por lo que desde una lógica campesina si se expropia

y contamina el agua-suelo, se esteriliza el territorio e impacta también los cuerpos

de los habitantes. Si el acceso al agua en términos de cantidad y calidad

representa vida, por tanto su escasez y contaminación representa muerte, de allí

consignas comunitarias como “Defender el agua es defender el territorio y nuestra

propia vida”.

En Jericó-Palocabildo la resistencia local en el conflicto socioambiental no

solamente se adhieren a la explicación científica de los impactos mineros (hidro-

geo-química) y su gestión técnica, sino que desde racionalidades alternativas se

entiende que si se priva el acceso al agua en el territorio, se les niega así sus

modos de vida rural, campesino, agrario y cafetero; negación que va en contravía

202

de los principios y los derechos humanos consagrados en la Constitución Política

colombiana.

La llegada al territorio de AngloGold Ashanti con el Proyecto Quebradona ha

conllevado entre los actores locales declarados en oposición –habitantes de las

veredas y del casco urbano (hombres, mujeres, mayores y jóvenes), una nueva

forma de enunciar y darle sentido al agua, ampliando el conocimiento y la

sensibilización comunitaria sobre las amenazas sociales y ambientales que

configura el desarrollo de la mega-minería. En Jericó-Palocabildo la defensa y

conservación del medio ambiente, la identidad cultural agraria y el territorio, ha

tenido en los lenguajes de valoración y re-significación del agua su mayor fortaleza

política. El agua valorada como un bien común es representada entre la población

movilizada como un componente fundamental de la trama de la vida.

El Conflicto socioambiental en Jericó-Palocabildo es en esencia un conflicto en la

disparidad por los usos y significados del territorio y el agua, la disparidad de

noción de territorio entre comunidad local y empresa, se fundamenta en los

significados y usos diferentes del agua. Las narrativas discursivas de agua – vida,

se contrasta cultural y políticamente con la representación del agua que tiene la

empresa minera como objeto, materia prima o recurso. La resistencia comunitaria

contrapone el uso doméstico y agropecuario del agua para producir alimentos

versus el uso industrial minero del agua para extraer y procesar el oro. Tales usos

y representaciones del agua completamente antagónicas lo que denotan es la

naturaleza de la contradicción semiótico-política de fondo que se manifiesta en el

conflicto.

203

Consideraciones Finales:

- Abordar desde la Ecología Política los conflictos socioambientales por

minería en América Latina, permite dar cuenta de las relaciones

hegemónicas de poder –geopolíticas y geoeconómicas–, que operan desde

un nivel global hasta un nivel local, al mismo tiempo que permite estudiar

las estrategias y narrativas de resistencia que emplean los actores

comunitarios. Para diversos actores que se inscriben en este marco teórico

el modelo de desarrollo extractivo-exportador de materias primas que ha

caracterizado históricamente a Latinoamérica, ha tenido como epicentro la

minería, con un alto costo social y ambiental; al ser la mega-minería una

actividad de ocupación y reconfiguración hídrica y territorial, inherentemente

origina conflictividad.

- La denominación como un “Cinturón de Oro” del territorio del Suroeste

Antioqueño, por los promotores mineros en alianza Estado y empresas (en

su mayoría transnacionales), tiene como finalidad la expansión y

acumulación del capital, mediante la apropiación material y simbólica de los

territorios, sus recursos y sus gentes. Para ello, se apela a la intervención

del conocimiento especializado, construcción de infraestructura, tecnología,

expedición de leyes, despliegue de publicidad y fuerza pública, lo que

implica además de resignificar los espacios, reordenar y jerarquizar los

recursos y las personas.

- Estudiar las representaciones sociales del agua en los conflictos

socioambientales por minería, es un abordaje teórico alternativo que

posibilita entender más allá de los impactos físicos, los lenguajes de

valoración, las emociones, saberes e interpretaciones que las poblaciones

de las zonas rurales afectadas por la actividad minera, construyen y

despliegan en torno al agua, y la manera como ésta se vincula y

correlaciona con la protección y defensa de la naturaleza, el territorio y la

cultura.

204

- El agua fluye, “permea” e integra las dimensiones física, bilógica, cultural

económica y política, no es solamente un elemento físico-natural, también

es un elemento socio-natural, que es usado, apropiado y significado por los

actores sociales de distintas maneras, y por lo tanto, influenciado siempre

por relaciones de poder; la idea o imagen que se tiene del agua está

determinada según el contexto social. En la disputa con la compañía

minera, cuando la actores locales ligan el agua con la vida, la convierte en

un símbolo de la defensa territorial; la representación social del agua,

vinculada a la vida y el territorio que emerge entre los campesinos y

habitantes del casco urbano movilizados, tanto en el plano material como

simbólico, potencia la conformación de herramientas políticas de lucha;

activa el sentido de pertenencia entre la comunidad; y favorece alianzas

con otros actores locales, regionales y nacionales.

- El agua para los habitantes del corregimiento de Palocabildo está influida

por significados culturales propios de una vida campesina, cuyas

actividades socioeconómicas se basan en las labores agropecuarias,

principalmente la caficultura. Desde la lógica rural-campesina existe una

relación y dependencia directa del territorio y la cultura con los

componentes orgánicos de la naturaleza (agua-suelo). Los pobladores

locales del corregimiento de Palocabildo en oposición al “Proyecto

Quebradona”, son conscientes de que si la minería modifica o impacta la

naturaleza, esto es, el suelo y las aguas como fuente nutricional, por

consiguiente también se alteran las relaciones que como cultivadores tienen

con el territorio, y de esta forma sus modos de vida.

- El conflicto entre los pobladores locales y la compañía AngloGold Ashanti,

es una disputa por la apropiación material y simbólico-discursiva por el

agua y el territorio, en el que se contraponen distintas maneras de ocupar,

modos de usar y significar. Para la población local, el agua representa la

vida, por tanto su apropiación, escasez y contaminación tiene una figura de

205

“muerte”. Por su parte, para AngloGold Ashanti el agua representa un

recurso necesario para la extracción del oro, un aditivo esencial de su

proceso extractivo. La compañía minera como un actor influyente en lo

político y lo económico, mediante su poder, genera desbalances hídricos y

territoriales, además de disponer de los cuerpos naturales y sociales.

206

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