relatos del paÍs de los saharauis iii

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Relatos del País de los saharauis. Libro IIIDe Varios autores.Autor de portada: Moulud YeslemSelección y presentación: Xabier SusperregiCon la colaboración de Haiyu Sahara y Joves Saharauís a CatalunyaColección: Literatura, historia y tradiciones saharauis. Libro VIIEdita: Biblioteca de las Grandes Nacionesbibliotecadelasgrandesnaciones.blogspot.com/

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- Título: Relatos del País de los saharauis. Libro III

- Varios autores.

- Autor de portada: Moulud Yeslem

- Selección y presentación: Xabier Susperregi

- Con la colaboración de Haiyu Sahara y Joves Saharauís a Catalunya

- Colección: Literatura, historia y tradiciones saharauis. Libro VII

- Edita: Biblioteca de las Grandes Naciones bibliotecadelasgrandesnaciones.blogspot.com/

- Correo de contacto y colaboraciones: [email protected]

Libro 21º

Oiartzun, noviembre de 2013

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RELATOS

DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS

LIBRO III

Pintura de portada de Moulud Yeslem

Selección de Xabier Susperregi

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Ve descalzo hasta encontrar sandalias

proverbio saharaui

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¿DÓNDE ESTAMOS?

Por Limam Boisha

Esta pantalla blanca, este libro nos necesita.

Necesita nuestros garabatos negros, necesita nuestra tos, y

angustia, nuestra rabia, nuestras anécdotas, vivencias, y reflexiones.

Nuestra prosa y poesía. Nuestra lucha lo necesita y mucho; y que

hablemos de literatura saharaui oral o escrita, real o inventada.

Nuestra literatura desconocida, nos pide, nos ruega que actuemos,

porque ella quiere salir de la superficie para ser conocida. Ella es el

rostro de un pueblo, sus heridas viejas, y es su "sangre que corre a

borbotones". Ahora.

Allá abajo está muy presente, brota desde los poros o labios de

nuestra gente. Es un fardo frágil, un caudal que hay que dejar que

navegue en este vasto océano llamado internet, y que alimente

curiosas mentes o accidentales, o mentes ya comprometidas para

conocer más a fondo la cultura saharaui.

"La poesía es una carta dirigida a todo el mundo con amor"

Charles Chaplin

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LA PULSERA DE RABAT

Por Conxi Moya

Llevaba treinta años buscando a quién regalar la pulsera que

había realizado con sus propias manos tanto tiempo atrás. A veces

pensaba en aquella búsqueda como en la del zapato de Cenicienta,

¿para qué mujer sería aquella joya tan especial?

Fue orfebre durante varios años en El Aaiun, capital del Sahara

Occidental, la ciudad de los manantiales, víctima de décadas de

opresión por una injusta ocupación militar. Se consideraba un

enamorado del pueblo saharaui, de quienes aprendió muchas cosas: su

humanidad, la milenaria hospitalidad del desierto, el valor de la

amistad... Ellos también le enseñaron sus formas tradicionales de

trabajar la plata para hacer anillos, las bellas pulseras para el tobillo

llamadas jaljal, tocados para el pelo, y tbalich, los delicados

brazaletes saharauis. Sus joyas tradicionales eran muy solicitadas, y

había conseguido algo muy difícil, dominar las técnicas para trabajar

la plata a la manera típica del Sahara.

Los años que vivió en El Aaiun pudo comprobar que la convivencia

era buena, había casos de extranjeros que se mezclaban con la

población atraídos por el misterio de los hombres desierto,

accediendo a las familias y a sus casas. A los saharauis les agradaban

los españoles que se esforzaban en chapurrear su idioma hasania,vestían en las fiestas la ropa tradicional que les regalaban o comían el

cuscús con la mano compartiendo una misma fuente. Siempre recordó

aquella etapa como una época muy feliz para él, incluso cuando las

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cosas se complicaron, cuando empezaron a llegar malos vientos del

norte y el clima se enrareció en El Aaiun. A pesar de comentarios y

rumores nunca llegaron a imaginar cómo acabaría todo, con España

saliendo de aquella vergonzosa manera, Marruecos y Mauritania

invadiendo el territorio, bombardeos, familias enteras huyendo

despavoridas, y el caos, la destrucción y la muerte cayendo encima de

los saharauis como una maldición.

Coincidiendo con la época en que la situación empezó a agitarse,

él comenzó uno de sus trabajos más ambiciosos, un brazalete de plata,

con cierre y cadena, diferente de lo que había hecho hasta entonces.

Incluyó como adornos una mano de Fatma, un camello y otros relieves

tradicionales, empleando muchas horas, trabajo y plata en aquella

pulsera, realmente espectacular. No dio tiempo a que nadie la

adquiriera, ningún próspero comerciante la compró para su esposa,

ninguna novia pudo lucirla el día de su boda, no hubo ninguna saharaui

que la paseara orgullosa por la Plaza de España.

Buscó y buscó y buscó durante treinta años a la que sería dueña

de la pulsera. No pensaba en una mujer saharaui porque se había

alejado de todo lo que tuviera que ver con el Sahara durante mucho

tiempo, para él era demasiado triste siquiera recordarlo. Sentía tanta

vergüenza que no se atrevía a enfrentarse con los posibles reproches

que le hicieran los saharauis, no tenía argumentos para defenderse,

España en este terrible asunto no tenía defensa. Lo ocurrido pesaba

toneladas sobre su conciencia porque la traición le había roto el alma,

y aunque la política la hacen los gobiernos se consideraba cómplice por

huir en aquellos días de infamia sin luchar por lo que él había

considerado su casa.

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El brazalete siempre estuvo presente en su vida, pese al muro

de olvido que se había impuesto todos aquellos años y, cuando pasado

el tiempo se atrevió por fin a bajar a los campamentos de refugiados,

lloró por los bravos hijos de la nube encerrados en aquel inmenso

pedregal, volvió a escuchar su delicioso español con perfume saharaui

y se le derrumbó la esperanza de encontrar a antiguos amigos y

conocidos, todo era muy distinto a sus recuerdos del Sahara, aunque

la esperanza y fortaleza de los saharauis, y en especial de las mujeres,

seguía intacta pese a los años de infernal destierro.

Encontró valerosas mujeres que sacaban adelante a sus familias.

Ancianas que habían luchado por la independencia de su tierra,

combatientes, enfermeras, poetisas, universitarias, valientes madres,

hijas y esposas llenas de sacrificio y fervor. Conoció mujeres muy

cultas. Se reunió con mujeres analfabetas que se esforzaban por

aprender. Habló con jóvenes modernas, guardianas de las tradiciones.

Halló las más bellas flores creciendo en el infierno de la hamada,

apoyándose unas a otras en su desgracia. Comprobó que los saharauis

en los campamentos vivían una situación penosa, pero llena de dignidad,

y la colectividad impuesta por siglos de dura vida en el desierto se

había trasladado al refugio.

Aún así regresó de los campamentos con la pulsera en la mochila,

además de grandes amigas y muchos ejemplos a seguir. El viaje le

sirvió para retomar su contacto con el Sahara y descubrió que en la

amada tierra que a él también le arrebataron, miles de saharauis

seguían resistiendo y luchando por la libertad.

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Seguía sin encontrar a quién entregar la pulsera hasta que

conoció a Rabab en Madrid. La joven, estudiante universitaria de las

zonas ocupadas, había salido con muchas dificultades a través del

consulado de un país del norte de Europa, para dar a conocer la

represión que se vivía en el Sahara. En sus conferencias habló con

pasión de su pueblo y su lucha pacífica por la libertad, por la tierra y

por el respeto a los seres humanos y, a través del testimonio de vida

que ofreció Rabat, él pudo acercarse a la realidad de los saharauis que

resisten en las ciudades ocupadas. Desaparecidos, cárcel, torturas,

humillaciones, familias separadas, violaciones, juicios sin ninguna

garantía, discriminación, muerte y expolio ante la más cruel

indiferencia del mundo. Una resistencia de más de treinta años

silenciada por la codicia y la indignidad de los poderosos. Rabab nació

cuando España llevaba una década fuera del territorio y creció bajo

las garras de un sultán temible y sanguinario. Ahora vivía bajo la

opresión de otro dictador revestido de democracia por gobiernos sin

escrúpulos. En el Sahara ser saharaui era un problema y luchar por la

libertad un crimen.

En su primer encuentro pudo ver una mujer joven, de frágil

belleza de sultana de las mil y una noches. Delgada y sutil, se

esforzaba por sonreír constantemente, hablaba hasania pero ellos se

entendieron en inglés, pronunciado por Rabab con voz cristalina y

firme. Fruto de la política marroquí de borrar cualquier huella que

recordara a la antigua metrópoli, Rabab no sabía español, aunque

recitaba de corrido, entre risas y con voz infantil, una curiosa

cantinela que su madre les contaba cuando eran pequeños: “- ¿Cómo

está tu madre? ¿Todavía está en el hospital? - Sí, pero su corazón

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está mejor”, texto rescatado por su madre de su época de estudiante

en la que fuera provincia 53 de España.

Viendo reír a la dulce Rabab resultaba difícil pensar en las

vejaciones y el sufrimiento que padecía en el Sahara ocupado, aunque

en ocasiones, cuando pensaba que nadie la miraba, las preocupaciones

se reflejasen en su cara y unas sombras oscuras rodearan sus ojos

negros, triste resultado de todo lo que estaba viviendo.

En las distintas conferencias en las que participó, Rabab afrontó

con valentía y aplomo las duras vivencias que le tocó relatar:

“Los estudiantes saharauis tenemos que estudiar en

universidades de Marruecos. Si en los colegios del Sahara nos

acorralan, humillan y acosan, estando en nuestra tierra, imaginad lo

que ocurre con nosotros en el propio Marruecos. Estamos

discriminados, no quieren que estudiemos, si nos sorprenden hablando

nuestra lengua nos golpean e insultan y tampoco podemos llevar la

melhfa o la darra, las ropas que siempre hemos vestido los saharauis.

Hace unos meses comenzamos sentadas y manifestaciones pacíficas

para protestar por nuestras condiciones, y respondieron con decenas

de policías que se emplearon salvajemente contra nosotros”, contaba

Rabab. “A una compañera le acuchillaron en el vientre, a un chico le

rompieron las piernas, a mí me llenaron el cuerpo de moratones por los

golpes que me propinaron, y una de mis amigas perdió un ojo, un policía

le estalló el globo ocular con una porra”. En ese punto le dijeron que

parara si no podía seguir con su relato pero Rabat continuó: “No

recibió atención correcta en el hospital, no recibió más que patadas e

insultos, ¡en un hospital!, ¿entendéis lo que eso significa? Ahora ha

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perdido el ojo y tiene machacado el pómulo, sufre dolores terribles y

si no se le atiende correctamente quedará para siempre desfigurada.

Una chica estudiosa, valiente y tan bella, con el rostro desfigurado

para siempre”.

Rabab hizo una breve pausa y continuó: “Nos odian porque no han

podido corrompernos ni someternos. Nunca podrán borrar nuestra

esencia, somos saharauis y siempre lo seremos. El Sahara es nuestro y

el día en que se marcharán está muy cerca. Lo que siento es rabia,

impotencia y desesperación, aunque confío que nuestra lucha

despierte vuestras conciencias para que comprendáis la sensación de

abandono, olvido y destierro que sufrimos todos los saharauis”.

La historia de la larga búsqueda finaliza aquí. El brazalete

adorna desde entonces la delicada muñeca de Rabab, para alegría del

orfebre, quien también comprendió que no hay una única dueña de la

pulsera, que en realidad las destinatarias de la hermosa joya son todas

aquellas mujeres entregadas a luchar contra la colosal injusticia que

les quiere borrar como pueblo. La lucha de Rabab y sus compatriotas

no tiene de momento fin. El Sahara es para los saharauis una inmensa

cárcel, una macabra fosa común donde quieren hacerlos desaparecer.

Pero la liberación del Sahara es tan cierta como que todas las mañanas

sale el sol. Y los bellos, dolientes y bravos ojos de Rabab lo verán.

Inchalá.

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EXILIADOS (1): MAIMUNA. ÉRASE UNA RONDA DE TÉ

Por Chejdan Mahmud

¿De mujer? Pues puede ser.

Que mueras de su mordida;

¡Pero no empañes tu vida

Diciendo mal de mujer!

José Martí

Momentos dispares y palabras jocosas entremezclados con

fogosos sorbos de té a lo largo de un día, son más que cotidianos en la

vida de un saharaui; entonces la vida adquiere sentido y sabor, las

carcajadas somníferas y variopintas y entrecruzadas van y vienen,

acto seguido sin reflexionar, al oír las murmullos que dan rienda suelta

a la imaginación. El acento llano del hablante que nunca denota ira, se

codea con una frágil verdad, adyacente a la indiferencia o la mentira.

Si ese té, se contaminara de mujer, la frágil postura del hablante se

transforma en dardos místicos y las palabras se fraguan en deseo. De

las mujeres, que muerden trágicamente, no se cansa el feudal

caballero que de antaño supo que tenía el deseo aplazado.

De las saharauis, nada está dicho, ni mucho menos escrito. Ellas

mismas aún se entregan a un vacío terco, que en algún tiempo era

impuesto, pero que ahora ya se les ha puesto demasiado pesado. ¿Y

qué dirán si hablaran?, es una cuestión que más de una respondiera,

pero otras, se retractarían por las que hablasen. El arte lo llevan en su

mirada, sin duda; así expresan su deseo y sus ganas. En sus actos

impera el silencio del guiño que, los hombres dan por válido y

romántico. Pero el vacío de sus demandas agranda el retraso en sus

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reivindicaciones. No seré yo quien no las ame y las cobije -esto es un

inciso personal que no puedo dejar de decir, como narrador-, tampoco

toleraré que las menosprecien o desacrediten. En algún momento

serán lo que ellas quieran ser, no lo que son o deben ser.

(continuará...)

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SIDATI SALAMI: UNA MANERA DE CONTAR

Por Mohamidi Fakal-la

El modo de vida operada en la sociedad a causa del flujo

mediático y la nueva visión que azota el mundo ha dejado algunas

costumbres y tradiciones en la cuneta del olvido. De ello no se salva la

narrativa oral que hoy en día se lame las heridas de la decepción y el

desinterés. Sin embargo esta manera de expresión tan antigua como

actual, al menos aquí sigue en las buenas manos de un brillante poeta

saharaui que la guarda con amor y coherencia indeleble como algo muy

personal y de interés general.

Un hombre majestuoso en el aspecto, en la expresión y en la

manera de hacer llegar la palabra hasani como eco cultural al margen

de la dualidad y los entresijos, en un pacto carnal y espiritual, de

vuelta hacia atrás a la memoria social, a fin de asomarse al futuro en

escala inmediata en el presente, atiborrado de contradicciones

permanentes que a veces perturban el natural sosiego que bebe de la

benevolencia de la identidad y el desarrollo cultural.

No era fácil el reto pero parece ser que la voluntad se había

sumado aprisa al ímpetu de este pionero de la radio de El Aaiun,

sonrisa a flor de boca y una poblada barba gris que compagina con el

atuendo tradicional que exhibe con elegancia particular, sin duda es un

hombre de su época y un Mualem de generaciones. Privado de la vista a

temprana edad sin que el corazón nunca haya dejado de sentir con

preocupación la melodía y el ritmo que le sopla al oído sigilosamente

una fiel musa que reúne en su instinto la danza, la trova y las

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alabanzas que azuzan el sentimiento y la emoción del hombre de las

tierras inhóspitas.

Para Sidati Salami Lehbib llegar a viejo es cuando ya no hay

alguien que encomienda a velar por el patrimonio cultural tanto oral

como material que dibuja la huella del porvenir, que en realidad no es

más que el presente que nunca acaba. Por ello no debe faltar nunca la

aureola de los adagios, refranes y proverbios que continúan

despertando en la sucesión del tiempo una buena manera de contar,

una enseñanza moral y un apego del individuo a ese amor frenético,

noble y audaz, en una simbiosis donde la tierra, los animales, el agua y

la luz entran como vivencia de libertad expresa que repele con

modestia todo alboroto y cacofonía de una conjura que no se detiene

en estar braceando contra el medio y la idiosincrasia del hombre del

desierto.

En esta concatenación de elementos se destaca la identidad

como medio de existencia que rehúye, para no perecer de molicie y

lujuria en un hábitat bien determinado, honesto y parco, como prueba

de desarrollo de cultura y sociedad, lejos de toda postración y

costumbres perniciosas.

Una narrativa milenaria donde no falta la nostalgia y el tórrido

deseo hacia parajes, montes y páramos que no desbordan los limites

de Tiris y Zemur, escenario por la supervivencia de algunos animales

personalizados de la fauna que encarnan la guerra, la pena, la alegría,

la paz, el trabajo, la sequía y la abundancia de los habitantes del

desierto. Toda esta representación va desde el erizo pasando por el

zorro hasta el temible "GARFAF". Una verdadera fábula donde el bien

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y el mal no coinciden nunca y donde el misterio y la mitología aportan

más virtudes que quimeras, e insuflan valor y determinación a grandes

y chiquitines, aunados por una llana narrativa popular y por mucho

más...

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LA LLEGADA

Por Limam Boisha

Era principios del verano y en las horas que llevaba de camino el

abuelo no había vislumbrado rastro alguno del animal que buscaba, ni

las huellas de ningún otro. Todo estaba limpio como si no fuera el

viento sino una mano invisible la que se había encargado de borrarlo.

Atravesaba la llanura que se extendía hasta alcanzar el corazón de

Miyek y continuaba más allá en el horizonte. Andaba el abuelo con la

vista ya cansada bajo los rayos del sol que apuntaban sin clemencia a

su cráneo, cuando bajó la cabeza y vio algo en la arena. No eran huellas

de personas ni de animales. ¿Qué serían?

De nuevo fijó su vista en la pista: eran dos líneas rectangulares

que se proyectaban sin interrumpirse hasta el infinito.

“¿Qué serán esas huellas?”, se preguntó una y otra vez. Su

rostro se comprimió, primero de curiosidad y después de preocupación.

“¿Qué señal nos envía ahora la Providencia? ¿Será una bendición o una

maldición?” Ante esas interrogantes le embargaron unas impresiones

sombrías e intuía que aquello iba a cambiar su vida para siempre.

Bismilahi rahmani rahim, (En el nombre de Dios) pronunció la frase-

amuleto, mientras saltaba por encima de las huellas sin tocarlas, como

temiendo contagiarse por una maldición.

Cerca de ahí a unos pocos kilómetros, bajo la sombra de unas

acacias espinosas descansaban varios hombres que atravesaban el

desierto del Sahara en sus flamantes Land-Rovers. Eran los primeros

vehículos que nuestro abuelo iba a ver en su vida.

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EL ZORRO, LA HIENA...

(A todos los niños saharauis y a quienes alguna vez lo fueron)

Por Xabier Susperregi

El anciano empezó a narrar el cuento, de cómo el zorro sediento

se acercó al pozo y encontró una polea con un cubo y pensando y

pensando se las ingenió para descender y saciar su sed rápidamente,

pero pronto se dio cuenta de que no había forma de salir de allí, a no

ser que...

Entonces fue interrumpido por los niños pues aquel cuento ya lo

habían escuchado muchas veces. Sin embargo, el anciano les aseguró

que aquel cuento no lo habían escuchado jamás, aunque creyeran lo

contrario.

Pensó el zorro pues que solamente si engañaba a alguien para que

descendiera en el cubo que había subido al bajar él, podría salir de

aquel agujero. Entonces se puso a cantar, lo más fuerte que pudo.

- ¡Qué alegría, qué gozo,

que por fin hallé el pozo;

por el túnel secreto,

yo salgo y me meto.

No mucho tiempo después, atraído por la voz del zorro, se

acercó la hiena al pozo y allí se lo encontró cantando, más mal que bien,

pero la letra gustaba mucho a la hiena, porque de ser verdad que el

zorro había encontrado un túnel por el que acceder al pozo, aquella

era una maravillosa noticia.

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La hiena se asomó y le preguntó si era aquello cierto.

- Claro que es cierto, pero por qué iba a desvelarte la

entrada, queda lejos del pozo pero es fácil de encontrar

una vez de que la conoces. Además, si te digo por dónde

entrar, vendrías rápidamente y además tratarías de

acabar conmigo.

- ¡Oh, no! ¡Palabra de hiena! Si me dices por dónde se entra,

te prometo no hacerte ningún mal –decía toda seria la

hiena mientras pensaba en que de una tacada iba a comer y

beber hasta hartarse.

El zorro se hizo el convencido y después le dijo:

- Será más fácil que te subas al cubo que hay delante de ti y

desciendas por aquí, después de beber cuanto quieras,

saldremos juntos por el túnel secreto y conocerás

entonces su entrada.

Y eso hizo la confiada hiena, que no se esperaba ver al zorro

ascender en otro cubo, mientras ella iba para abajo, comprendiendo

entonces el engaño y artimaña del astuto zorro.

- ¡Hijo de zorros! –gritó la hiena.

Entonces, el zorro se asomó al pozo y le dijo:

- Si encuentras otro tonto como tú, aprovecha para subirte

el cubo lleno de agua, como hice yo.

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La hiena quedó pensativa y se dio cuenta de que el zorro tenía

razón en lo último que le había dicho. Era buena idea y también la

había tenido en la forma de engañarle, por lo que pensó que lo mejor

sería, hacer exactamente lo mismo que había hecho el zorro y se puso

a cantar:

- ¡Oh qué alegría, qué alegría!

¡Oh qué..., ninguna alegría!

Pues olvidé la letra

y también la melodía.

Pensaba la hiena que ningún otro tonto iba a asomarse y dejarse

engañar. Continuó cantando malamente y también gritaba. Más aún,

cuando escuchó ruidos e incluso vio un poco de humo, como si alguien

estuviera preparando fuego. Y he aquí que quién fue a aparecer, pues

no otro que Shartat. La hiena pensó que sus deseos se habían cumplido.

- ¿Qué haces ahí abajo, hiena? –dijo Shartat.

- Encontré el túnel secreto para acceder al pozo y estoy

hartándome de beber.

- Pues yo capturé una ovejita y estoy a punto de darme un

festín. Lástima que tengo mucha sed.

A la hiena se le iluminaron los ojos, pues ya se imaginó el

banquete que iba a darse al subir, además, con su cubo lleno de agua,

si conseguía engañarle. Y como quiera que le contó lo mismo que

hiciera el zorro, no tardó la hiena en comenzar a subir. Apenas podía

contener la risa. Pero su semblante cambió al llegar a la altura del

otro cubo y darse cuenta que Shartat no bajaba sino una enorme

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piedra en su lugar. Al llegar arriba, el bruto de Shartat lo cogió del

cuello y a la pobre hiena tan sólo le dio tiempo de ver que junto al

fuego, preparándolo, no había ninguna ovejita muy muerta sino un

zorro muy vivo. Entonces gritó:

- ¡Hijo de zorros!

Y Shartat y el zorro se dieron un banquete con carne de hiena y

bebieron del agua que su víctima les proporcionó. Entonces Shartat le

dijo al zorro:

- Hice bien en perdonarte la vida cuando te atrapé saliendo

del pozo. Creo que vamos a ser buenos amigos.

¡Buen provecho, Shartat!

Y buena improvisación la de aquel anciano saharaui.

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EXILIADOS (2): MAIMUNA. DIOSA DEL HOGAR

Por Chejdan Mahmud

¿Del error? Pues del error

di el antro, di las veredas

oscuras: di cuanto puedas

del tirano y del error.

José Martí

Maimuna no podía dormir, esperaba en su jaima como cada noche

a su marido, que como siempre llegaba tarde de jugar a las cartas con

sus amigos o sabrá Dios lo que hacía, pero eso era lo que le decía

cuando llegaba. Se inquietaba con cada palabra y gesto suyo y cada

vez más, la idea de tramar algo le iba colmando del todo y, tiempo

tenía para ello, ya que las soledades perpetuas a las que estaba

sometida, le iban pesando más y más. Casi tenía claro que hiciera lo

que hiciera era mejor que no hacer nada, se le estaba agotando su vida

y más su paciencia. Más todo, su vida conyugal, propiamente dicha,

nunca había funcionado.

El drama de su vida era demasiado pesado e insoportable como

para aguantar algo más. Este hecho, que llevaba tiempo soportando –

tiempo del alma, que multiplica por mil el tiempo físico-, en definitiva

era la punta del iceberg, era la gota que iba a colmar el vaso, una vaso

que de antemano ya estaba frágil, porque las calamidades que llevaba

soportando eran eso, quizás en mayúscula, calamidades. Maimuna había

pasado muchos años... estudiando lejos de su familia, en otro país y

otra cultura. Disciplinadamente había pasado de curso en curso con

buenas notas, sufrió los desmanes propios de un becario que vivía

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internado en un albergue estudiantil, inclusive hizo más; estudió

idiomas, para afrontar con mejor currículum su futuro. Pasó el

bachiller. Pero, hasta aquí terminó su periplo por la enseñanza. Ni

siquiera tuvo la oportunidad de ir a la universidad. Su familia la

reclamó para sí, como si de una propiedad se tratara, sencilla y

llanamente porque ya estaba en la edad de casarse y, como manda la

tradición hay que obedecer y punto. Con ello, acababa todo sueño

posible. Maimuna había concebido su vida para algo, creía que podía

servir para algo más que traer hijos. Lamentablemente su familia le

tenía preparados otros planes, sin contar con ella siquiera.

No supo nada de la intención de su familia para con ella, hasta

que volvió a su casa.

Una boda la esperaba. Con sus ritos y pachangas. Un marido

risueño y predispuesto que había movido cielo y tierra, la aguardaba.

Era su primo, un treintañero elegante y fútil, que jadeó hasta la

insaciedad con su familia un día y otro, para conseguir el visto bueno a

sus planes: una boda que solo él tenía en mente. Para ella, su futuro

marido aún rondaba en algunas páginas de Shakespeare.

La gracia y misericordia de una y otra velada alrededor de un

sustancioso té, hizo de testigo en las patrañas del afable futuro

marido, hasta que consiguió su objetivo y, la mano de Maimuna se le

sirvió en bandeja. Mas, el té se consagró “una vez más”, en la cultura

saharaui más allá de la religión. Luego, él la esperó. Y ella llegó y, se

tragó la novela, sin más.

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Se hizo la boda tal como se planeó a su espalda. Desde entonces,

su vida se tornó un infierno. Empezó a sembrar odio. Ella misma

entonces era la niña convertida en mujer, se embuchó

irremediablemente la osadía de ser la “Diosa de su hogar”, “este hogar

que le acaban de regalar”. El marido, se hizo el hombre fanfarrón y

tacaño y muy poco resuelto. Él satisfacía su deseo y rumiaba su suerte.

Ella nadaba en un mar de indiferencia. Una espiral sentimental

mundana irrumpió en su conciencia. Y entonces odió. Odió a su familia

primero y luego a su marido y a sí misma, quizás. Pero la vida es llana

siempre y, algún atardecer hermoso propiamente dicho, tendrá que

vérselas con la triste y engañada muchacha.

En una noche ligeramente fría se fue. Sólo se encomendó a Dios,

porque aún estaba en tierra de Dioses de mil caras.

El desierto, es la génesis de la existencia y no te regala nada y a

la vez te ofrece todo. En su brisa está el bienestar, en sus entrañas

los dulces y panes de cada día y en su cálido paisaje el sopor de la vida

misma. Es en definitiva un camino y un cobijo, es metal y es aserrín

que con un soplo se esparce por la atmósfera. Para andar el desierto

son necesarios el día y la noche multiplicados por la esperanza. Y aún

si piensas desandar el camino, en algún momento las huellas te

hablarán con los ojos abiertos y muy seriamente y te parecerán

fantasmas y de un instante a otro o, te aniquilarán o, te amputarán los

patas irremediablemente.

Y si eres hijo del mismo desierto, sabes que no te tendrá piedad

y el horror de perderse en él, equivale a un viaje sin retorno, a veces

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largo a veces corto. Y ahí, es donde la suerte, la real suerte es

mecenas.

Pero el desierto también hace Dios a todo ser que en él habita y

la ley de ayudar al prójimo se convierte en la virtud innata de todos y

cada uno, como Dioses que son. Porque el desierto es implacable y uno

por sí solito, deja de ser Dios, para volver a serlo cuando es otro el

que está en apuros.

Maimuna cuando salió de su jaima se cobijó en la jaima de su

amiga de toda la vida, Minatu. Ella, la que un día le mordisqueó la oreja

para que contara con ella en caso de peligro. Iba y venía por ella todos

los santos y diableados días, hasta que el malogrado esposo le prohibió

volver a su jaima.

Minatu que sí la comprendía le dio cobijo inmediatamente sin

peros y desafiando a todos, inclusive a la mismísima religión y a la

cultura y a la tradición. Sabía que esto podría pasar, más pronto que

tarde. Dos almas se esconden ahora de todo en un escondrijo

indiscreto. Dos miradas asustadas que recelan del mismísimo aire que

respiran, dos almas que desafían almaktuba.

El saludo inicial pasó y el obligado agasajo al huésped también y,

pasaron largos minutos hasta que alguien rompiera el hielo, y la

sombra de la mímica desapareció para esconderse en la falda de la

jaima porque tan pronto se distraen volverá vestida o, de cólera o

pesadumbre.

Page 30: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

30

- No es justo –balbuceó Minatu entristecida y con la mirada

esquiva como si no fuera con ella

- Ya –respondió Maimuna también triste- jamás pasó por mi

cabeza esto que me está pasando, y mira que esto es

frecuente en nuestra cultura, ¡pero a mí! –y se le cambia la

cara, adquiriendo ahora una cara vacía por dentro y por

fuera, pero dando más tono a sus palabras.

- ¿Te acuerdas de Halima, que le pasó lo mismo que a ti?

- No paro de pensar en ella, y de lo que hizo al final, que es

nada, la verdad que nos decepcionó... y pensar que ahora

tiene cuatro críos... y lo mal que lo pasó al principio, no

paraba de llorar... Mírela ahora, hasta feliz se le ve –

Maimuna fraseaba y tomaba su tiempo entre frase y frase,

como si dudara de algo, quizás del mismísimo omnipotente.

- No sé hermanita, yo no creo que seamos iguales, pero me

da igual, a lo hecho pecho. Creo, – prosigue después de una

pausa, en la que Minatu no tenía intención de decir nada-

que sólo me quedan dos caminos –no cambia ni un gesto en

su cara, aún sabiendo de la gravedad de su confesión- o

ser una puta o no volver a querer más nunca a ningún

hombre.

Un aire fresco recorrió esos instantes la jaima y a lo lejos se

divisó una silueta encaminada hacia ellas, lo que de inmediato

interrumpe el momento y Minatu se apresuró a esconder a su amiga.

La visita fue breve y se reanudó la charla casi de inmediato sin

siquiera preguntar o tomar el asunto de la visitante.

- Oye Maimuna y tu familia, ¿qué les dirás?

Page 31: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

31

- La verdad, son lo menos que me importa ahora... No sé,

pasan por mi cabeza muchas cosas –prosigue- sólo sé que

aquí no estaré mucho tiempo.

Y de repente Maimuna suelta un dardazo. Una confesión de esas

que se dicen sin calcular bien su dimensión o alcance. Porque la

tristeza de uno es su tristeza y tiene que cargar con ella, pero

también es cierto que le hace a uno valiente, cómo no.

- ¿Y si me voy de aquí, de los campamentos?, ¿a España por

ejemplo? –lo soltó así sin titubear, mientras le clavaba los

ojos a Minatu.

Minatu, tampoco creía descabellada la idea y su atención no

cambió y tampoco replicó nada, ni siquiera hizo ademán de

interrumpirla, por lo que Maimuna al notarla así de relajada, prosiguió

aún con más vehemencia en su confidencia.

- Conozco a una familia española, quizás me ayudan, ¡boh,

estoy soñando! –le espeta a su amiga, al verla no reaccionar

ni decir nada.

- No sé, tú dirás, yo sólo te escucho detenidamente, es más,

creo que no estás mal encaminada, la verdad que tu caso

es grave, pero... no te desanimes, yo conozco a muchas

chicas que lo han hecho –le confesó para bajar un poco

cierta tensión, que se notaba, iba a tomar forma- aunque

los casos no son como el tuyo, pero al fin y al cabo se

fueron a España o a Francia y tú también las conoces.

Page 32: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

32

Y entonces Maimuna aprovecha las propias palabras de su amiga

y le suelta otro dardazo, pero esta vez, bien intencionado o sea,

mirando muy bien la diana.

- ¿Te vienes conmigo Minatu?

Y la pregunta sonó en los rincones de la jaima como si de un eco

se tratara. Retumbó en los tímpanos de los abuelos de Minatu que

viven en otra wilaya y, el presumido marido de Minatu, le confesó, si te

hubieses ido con ella yo no te hubiera conocido; esta confesión

romántica, tenía menos valor que la darraa insípida que llevaba encima.

Entonces el desierto. Tan luego. Le sonó a Minatu. Y un perfume

muy oloroso ahora inunda la silueta sin melhfa de Maimuna. Atrás

quedó una vida, una amiga y una tierra. Inclusive para una “Diosa del

hogar”, los caminos de Dios son infinitos.

(continuará)

(Esta historia es ficción. Toda es imaginación del autor. Cualquier semejanza con la

realidad, ya sea nombre, lugar o hecho, es mera coincidencia. Claro está, esta obra

esta dada a crítica.)

Page 33: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

33

EL ÚLTIMO VIAJE

Por María Jesús Alvarado

I

El sonido de los motores del avión obligaba a los pasajeros a

hablar en voz alta. La algarabía del encuentro después de las

vacaciones, los comentarios, las anécdotas de sus respectivos viajes

lejos de la tierra a la que volvían, hacían el vuelo especialmente corto

y animado. Pero, sobre todo, se palpaba la alegría de volver. Miraban

curiosamente por las ventanillas cada pocos minutos, hasta que las

islas quedaban atrás y se divisaba el contorno de la costa, la espumosa

y brillante línea donde el mar refresca el ardiente desierto.

Para Violeta comenzaba en ese momento lo que ella llamaba “el

baile”. Constituía para ella un ritual de bienvenida seguir el movimiento

que la pequeña sombra del avión ejecutaba sobre el luminoso mar de

dunas que ahora se extendía bajo sus pies. En su mente, música y

tambores acompañan el alegre baile del avioncillo, saltando de duna en

duna, bajando, subiendo, arrastrándose sensual sobre la arena... y por

un momento sentía que era ella misma quien bailaba, envuelta en

melfas de colores, haciendo pareja con el viento sobre aquella fina y

ondulante alfombra, feliz de regresar a su adorado y cálido mundo de

arena, de reencontrarse con aquel irrepetible, único, inmenso silencio...

Page 34: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

34

II

Ocurría siempre lo mismo un par de veces al año desde mucho

antes de que tuviera uso de razón.

Hasta aquel verano de sus quince años en que el avión despegó

con las maletas cargadas de tristeza e incertidumbre. Esta vez

Violeta no sabía cuándo estaría de vuelta. O mejor dicho, no sabía si

habría vuelta. Esta vez el baile no tenía música; los tambores se

quedaron mudos, no había palmas ni gritos; sólo aquel movimiento

sensual sobre la arena, el adiós sin palabras, la suave caricia de la

despedida. No separó los ojos de tierra hasta que sólo el mar se

extendía bajo el ruidoso fóker y la línea de la costa quedó muy atrás,

hasta que no pudo ver ni intuir nada que no fuera el intenso azul. Esta

vez nadie alzaba la voz, nadie reía, nadie parecía tener nada que

contar. Y el sonido de los motores del avión convertía el silencio en un

lamento que a Violeta se le hacía insoportable.

Acarició la pequeña bolsa de tela en la que guardaba un puñado

de arena fina y blanca que había recogido la noche anterior. Se llevaba

así con ella un poquito de aquella vida que perdía para siempre.

Page 35: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

35

DESDE MI VENTANA

Por Zahra Hasnaui

"Despierta, despierta, te necesito". El martilleo incesante en

mis sienes me impide ubicar a la autora de la llamada apremiante. "He

oído rumores, hay cambios y muy buenos", comenta intrigante,

"préstame tus ojos".

Apenas puedo abrirlos, pienso con dificultad. La huella del

escaso descanso en mi castigado cuerpo influye negativamente en mi

tiempo de reacción. Decididamente, tengo que pedir un cambio de

horario laboral.

Me arrastro pesadamente en busca de mi moreno favorito...

bendito aroma. Mi discernimiento agradece el efecto milagroso de la

cafeína. Ya reconozco el origen de la voz: mi desvalida curiosidad. "¡Mi

reino por unos ojos!". ¿Lo ha dicho realmente? Desconocía su afición

por Shakespeare.

Accedo a su desesperada petición, asomándome por la ventana.

No observo nada inusual. La algarabía de los niños de camino al colegio,

el ajetreo del mercadillo callejero, asesino impune de mi sueño

matutino, la omnipresente contaminación acústica, irradiando desde

todos los ángulos, la siniestra sombra de los bloques de oficinas, el

zumbido de los aspersores en los jardines...

Enfoco mis ojos miopes hacia el fondo del cuadro. Nada.

Page 36: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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Después de un largo lapso de contemplación en vano, vuelvo a por

más ayuda. Un té, esta vez. Un té saharaui cargado. Sí, saharaui. No

se asombre, querido/a lector/a. Ah, perdone mi falta de modales. Soy

una mujer saharaui de edad... provecta, que trabaja en un programa de

madrugada de la Radio Nacional del Sahara.

El líquido espumoso (en el Sahara, es de ley servir el té con

espuma) consigue abrir definitivamente mis ojos a la situación

saharaui actual. El anhelo por una realidad diferente ha anegado

nuestra razón, desorientándonos tanto a mí como a mi ciega

compañera.

No hay bloques de oficinas, ni jardines, ni ajetreo mercantil. Veo

a un pueblo luchar por su supervivencia en un entorno hostil, árido, el

desierto de la Hamada, organizado en campamentos de refugiados.

Veo edificaciones de adobe hechas por ellos mismos. Veo tiendas de

lona desvencijadas por el inclemente sol. Veo huertos pequeños de

diferentes hortalizas que han conseguido arrancar al tacaño desierto

hamadeño, y ansío la envolvente contaminación, los impersonales

bloques de oficinas, hasta el supuesto criminal causante de mi vigilia,

porque todo ello supondría una cotidianidad imperfecta, pero más

justa de la que los saharauis nos vemos privados.

El tesón y la esperanza triunfante reflejados en las caras de los

transeúntes, tantas veces desalentados por la intransigencia marroquí,

me animan a escribir en este mismo instante una carta al Secretario

General, exigiendo al Reino de Marruecos el cumplimiento de las

resoluciones de las Naciones Unidas sobre el conflicto del Sahara

Occidental. Estimado señor Annan: ...

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37

PALABRAS DE UNA EX-REFUGIADA, DESEOS DE UNA EXILIADA.

PRIMERA PARTE

Por Afaf Malainin Talebuya

A menudo recuerdo mi infancia y me asombro del giro que ha

dado mi vida. ¿Quién me diría a mi hace 12 años, aún siendo una niñita

inocente, que acabaría viviendo en otro país? Un país totalmente

diferente, situado en otro continente diferente, con un idioma y

letras diferentes, rodeada de gente y costumbres tan diferentes a

las mías…

Hace más de una década para Afaf era normal vivir en un campo

de refugiados. Ella, como otros miles niños saharauis, había nacido

refugiada, sin agua, sin luz y sin las necesidades básicas para un ser

humano; pero como era lo único que conocía no le parecía nada extraño.

Su vida no tenía nada que ver con la de sus futuros amigos

occidentales y seguramente ellos nunca se habrían imaginado que algún

día conocerían a una saharaui, que les contaría que Marruecos había

invadido su país y que debido a eso ella había nacido en una tienda de

campaña (en medio de uno de los peores desiertos del mundo) y que

como no tenía juguetes, ella y los demás niños saharauis buscaban

huesos de cabras muertas para hacer muñecas. Los amigos

occidentales de Afaf tampoco sabían que de pequeña hacía coches con

latas de atún, que les llegaban de la ayuda humanitaria, y televisiones

con cajas de cartón.

Afaf había escuchado incontables historias acerca de su Sahara

pero no entendía por qué Marruecos era “malo” y no dejaba a su

pueblo ser libre. Deseaba con todas sus fuerzas poder abrazar a la

Page 38: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

38

familia que nunca conoció y de la que, sin embargo, había oído hablar

tanto. Soñaba, y sueña, con poder derrumbar el peligroso muro que

atraviesa su país, con exterminar las millones de minas que lo rodean y

con hacer desaparecer a los miles de soldados que lo vigilan.

De pequeña le decían que en el Sahara había mar y que cuando

fueran libres iba a poder meterse al agua cada vez que hiciera calor.

Afaf no sabía lo que era el mar pero se imaginaba un terreno igual de

grande que su tienda de campaña o su habitación de adobe pero lleno

de agua. Para ella eso era más que increíble, no se imaginaba tanta

agua junta.

Sus mayores también le contaban que en el Sahara había ríos,

palmeras, muchos peces nadando en el mar (lo más parecido a un pez

que la niña había visto eran sardinas enlatadas procedentes de las

caravanas solidarias) y pozos llenos de agua.

Durante los 8 años que Afaf estuvo en aquellos campos de

refugiados fue construyendo un mundo de fantasía en el que todos los

saharauis no volverían a pasar sed durante la dura época del verano en

el desierto argelino, ya que ella confiaba plenamente en que algún día

serían libres y que podrían disfrutar de todas las maravillas que

existían en su tierra.

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EL PANADERO MOULUD

Por Mohamidi Fakal-la

Las buenas espigas de la adorable Tadjist, sureste de El Aaiun,

habían despertado en el panadero Moulud un amor eterno hacia esa

profesión que defendió con creces, hasta que no pudo introducir la

paleta de madera en el interior de la boca del horno para sacar el pan.

El resultado del empeño con el que ganaba la vida con fe de

satisfacción, era un pan de harina natural cocido a base de leña del

indomable izik, cuyas graras parecen ser un cinturón de vida verde que

acorralan a una ciudad en la que su gente y su historia siguen

dispersos.

El calor humano sorprendía a la entrada de una estrecha

callejuela de los barrios emergentes de Colominas, donde se

destacaba una casa-favela de construcción humilde, afeada por una

rehabilitación posterior, laberíntica e iluminada a la hora del trabajo

por una llama tenue dentro de un agujero, el horno. Sus pasillos

retenían como una caricia el olor crujiente de la pasta amasada con

delicia por las manos de Moulud, quien trabajaba pensando siempre en

los lugareños y en los niños curiosos que traían el pan ácimo para

hornear.

Los chavales vivían la vida con intensidad y años después aún

recuerdan el esfuerzo de ese hombre genial, aferrado continuamente

a su tarea en aras de mitigar el hambre de los demás.

El horno lo levantó con piedra, hierba y arcilla, mixtura de

esfuerzo de un hombre sin sosiego que amaba su profesión. De

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40

aspecto impresionante, voz casi inaudible, enjuto y misterioso para

muchos que no conocían el secreto y el misterio del panadero, haría

falta mucha imaginación para reconstruir los lugares que recorrió en

su faena para conquistar el pan. Muchos se han olvidado de él, pero

algunos todavía recuerdan vagamente aquella enseñanza que repetía a

diario en el horno: que todo lo que se hace con amor, con corazón,

tiene que salir bien.

Moulud hacía las cosas muy bien, era honesto, auténtico,

resultado de su gente y de su paisaje, un hombre firme, lejos de ser

veleidoso para no volverse hostil con el paso del tiempo, temía a los

pies de barro, como la traición y la mentira, porque sabía que no

llevarían lejos.

Los últimos años una enfermedad sin reparos le robó parte de

ese ímpetu y energía para dejarle inmóvil, impedido de recorrer las

zigzagueantes estelas de una ciudad que le llevó a la prosperidad y al

cariño.

La embriaguez de felicidad sigue patente a su manera, los ojos

no lo ocultan y tampoco las pálidas manos, que de un momento a otro

viajan con dificultad para reencontrarse con las ruedas de caucho de

la antigua silla que alguien dejó a su paso, y que constituye hoy sin

embargo un eficaz medio con el que se menea de un lado para otro sin

cambiar de posición.

Por ello y por todo el esfuerzo, el corazón de este hombre sigue

latiendo para sus adentros, sin haber soñado nunca con el estrellato,

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sólo con vivir como un simple panadero a la altura del señor Suilem y el

noble Manolo.

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LA PELEA DE SHARTAT

(A todos los niños saharauis)

Por Xabier Susperregi

Otra vez más, Shartat estaba tan hambriento que volvería a

intentar comerse a su suegra si le fuera posible. Su estómago cantaba

la habitual melodía y entonces...

Pues entonces observó a lo lejos una extraña bestia que jamás

había visto antes. Como se encontraba a cierta distancia, fue

acercándose poco a poco para observar mejor al animal y comprobar

su tamaño para decidir después si enfrentarse a él o no. Avanzaba

despacio mientras que su contrincante no se movía de aquel lugar,

aunque parecía también estar a la expectativa.

Cuando ya se encontró cerca, continuó dudando porque el

aspecto de su rival no le daba buena espina y su tamaño, además, era

considerable.

Pero el hambre es el hambre y si no, que se lo digan a Shartat,

quien tomó carrerilla, cerró los ojos y se lanzó a toda velocidad contra

su adversario. El encontronazo fue terrible y a Shartat le fue bien y

le fue mal.

Le fue bien porque hizo trizas a su enemigo y le fue mal porque

su enemigo no era otro que un espejo que al romperse en mil y un

pedazos, la mayor parte de ellos fue a incrustarse en el maltrecho y

dolorido cuerpo de nuestro amigo. ¡Hasta pronto, Shartat!

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HIJA DE LAS NUBES

Por Benda Beirouk

Soy una chica cualquiera de veintipocos años, que intenta

aprovechar las oportunidades que le da la vida, disfrutar del día a día

y hacer las cosas lo mejor posible.

Intento llevar adelante mis objetivos para ser útil y calmar la

rabia y la impotencia que me recuerdan cada día la desdicha en la que

he nacido, para aliviar el dolor que me causa el olvido y la indiferencia

de un mundo hostil, indiferente e injusto.

Uno de mis mayores deseos es poder usar mis manos para poder

cambiar la parte de mundo que me toca, moldearla y decorarla hasta

verla mejor.

Llevo tanto tiempo fuera de mi hogar que no lo conozco.

He nacido en el curso de una guerra, en medio de un desierto

árido, a miles de kilómetros de mi origen y cerca de una ciudad

militar...

Cuando pienso en mis primeros años de memoria, aparecen de

repente: arena y alegría.

En mis recuerdos no hay ninguna carencia, recuerdo dormir

pegada a mi abuela o a mi abuelo, las personas más importantes y

sabias del mundo.

Recuerdo los desayunos alrededor de la tabla de té, metiendo el

pan en el vaso ¡qué delicia, qué manjar mojar el pan en el té caliente!

Page 44: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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Así comenzaban los días, todos juntos en la jaima, de buena

mañana, justo cuando el sol brilla con una intensidad que sólo puedes

ver en ese preciso instante, con el olor del incienso de fondo y el peso

de las mantas sobre el cuerpo, tiene un color verdaderamente especial,

como si quisiera acaparar la atención de todo el que abra los ojos en

ese momento.

Recuerdo perderme contando estrellas, que parecían caerse del

cielo de lo cerca que estaban. Y la claridad de las noches de luna llena,

como única dueña de ese abandonado desierto.

Dormir en una noche de verano bajo ese cielo es uno de los

mayores placeres, comparable a pocas cosas.

Recuerdo el suelo y las piedras bajo mis pies descalzos,

recordándome la libertad bajo la que he nacido.

Pero, a pesar de las maravillas creadas en la nada, hay una

sensación inevitable, de la que nadie puede escapar: la provisionalidad

de esa situación, que te lleva a saber que no eres de allí y nunca lo

serás, que tu lugar no está ahí y que esa estancia tiene fecha de

caducidad.

Ahora que regreso al presente, noto una cicatriz que no sé

cuándo fue herida.

Sé que crucé un puente que sin saber cómo, me trajo a otro

mundo que alguna vez quise hacer mío, un viaje confuso del que apenas

recuerdo mucho.

Olvidé mi lengua.

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No podría negar que no me haya pesado, con el paso de cada uno

de esos años, la brecha de la distancia y la cultura, porque la he

sentido, la he sufrido tanto, me ha confundido tantas y tantas veces,

la he intentado tapar y disimular de tantas maneras, hasta

comprender que por muchos caminos que recorra, por muchos lugares

y hogares que conquiste, si olvido mi verdadero origen estaré perdida.

Y sólo ahora entendí que no tengo más futuro que mañana, ni

pasado más que ayer, quizá en eso consista ser hija de las nubes, en

ser nómada sin destino, pero caminando con certeza cada paso.

Tengo un origen que no me deja olvidar quién soy, también tengo

una patria que desconozco y un pasaporte que no me define.

Recorro un camino que mis padres no entienden y mis hijos no

conocerán.

He crecido entre la amargura de lo que pudo y no fue y la

esperanza de lo que puede pero no sé si será.

Mientras tanto, siembro semillas en un desierto sin saber

cuándo florecerá, busco primaveras en las dunas y albergo ilusiones en

los nuevos vientos que soplan.

Al fin y al cabo, en eso consiste ser hija de las nubes, en divagar

por este mundo con la convicción de saber quién eres.

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AMIGOS DE SIEMPRE

Por Ricardo Acra Caudet

Tarek y Ahmed nacieron en la misma kabila. Sus padres eran

hermanos y ellos, primos y amigos desde pequeños. Habían pasado toda

la vida juntos y compartieron mil aventuras que recordaban, entre

risas y bromas, cuando se sentaban junto a la hoguera del campamento

para descansar.

Decidieron hacer un viaje de peregrinación a La Meca y habían

empezado hacia cinco días montados en sus respectivos camellos,

Baraka y Sirocco. Eran dos animales magníficos, fuertes y resistentes

al duro clima de desierto, pero eran totalmente opuestos... Baraka era

un mehari, un camello blanco.... Y Sirocco era assmar, un camello

oscuro, casi negro.

Tanto Tarek como Ahmed presumían de ser buenos jinetes y

tener las monturas más rápidas y fuertes del Sahara y nunca

perdieron una carrera, porque siempre llegaban los primeros, pero

entre ellos no había más diferencia que el pique de amigos de verdad.

Habían empezado su peregrinación cinco días atrás, empezaba a

escasear el agua.... El pozo más cercano estaba todavía a dos días de

camino. Y como hombres del desierto, resistieron las incomodidades y

compartieron sus reservas, hasta que...

Dos días y medio después....

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... al subir hasta la cresta de una duna, pudieron ver el deseado

oasis, y rápidamente, con un grito de ánimo, seguido de risas a

carcajadas, lanzaron a correr a sus monturas... entusiasmados con

saciar su sed, Tarek dijo...

- Juro por el desierto, que cuando lleguemos al oasis, te

regalo mi camello.

- Yo, también -contestó Ahmed.

Pero, al darse cuenta de lo que acababan de prometer, un

absurdo juramento, frenaron su camino hacia el oasis. Ambos

valoraban sus monturas, y estaban orgullosos de ellas, y no querían

cambiarlas, por otro lado, habían hecho un juramento que no podían ni

querían cumplir.

Sentados en la arena, muertos de sed y con la vista perdida en

el cercano oasis, pensaban en cómo solucionar el problema. Y no vieron

que se acercaba un peregrino hasta que se paró enfrente de ellos,

saludando con la zalema. Entrechocaron manos y las llevaron hasta sus

respectivos pechos y se sentaron de nuevo a hablar, contándole el

absurdo problema que tenían ambos amigos por una impulsiva alegría.

El hombre sonrió y dijo sólo tres palabras. Después, se levantó y

desapareció detrás de una duna, dejando a Tarek y Ahmed que

decidieran.

Las tres palabras del hombre fueron.... “Nada es tuyo”.

Y los dos amigos, riendo se dieron un abrazo y montaron en el

camello del otro para llegar al oasis y... a saciar la sed. Cumplir la

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promesa que habían hecho, regalando su montura al otro. Y si nada era

propiedad de nadie, es porque en el desierto hay que compartir todo, y

si no lo haces, el desierto te cobrará la deuda.

Creo que Tarek y Ahmed siguen montando a Baraka y Sirocco,

recorriendo los caminos invisibles del desierto, ya que el viento...

¡borra en el olvido sus huellas!

Pero siguen siendo... Amigos de siempre.

Y comparten todo como Hermanos.

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EXILIADOS (3): MAIMUNA. LOS CAMINOS DE DIOS

Por Chejdan Mahmud

Esta tierra en la que sueña ahora, tiene toda de desierto, aún

camuflado de espigas y por el norte es un acaudalado edén de las una y

mil ninfas. De costumbres y de religión que huelen a reconquista y a

azar; viste de zángano y se transparenta como la medusa.

El desierto que la vio nacer tiene de espinas como España de

moros, porque ella es mora y es puta, y las putas como las espinas

están en cualquier sitio.

La estatura de Maimuna, poco más de un metro sesenta no

desentona con el resto de su cuerpo. La cara redonda igual que sus

piernas y caderas, sus pechos y ojos también redondos. Toda en sí era

redonda. A pesar de este aspecto, era atractiva la mayoría del tiempo

y, simpática siempre. En su cara risueña dejaba entrever restos de

tristeza de antaño y de hoy, también un poco de infantilismo

irreverente, pero es más su ansia de vivir y disfrutar sin tapujos de la

vida lo que la hacía más interesante y hasta heroica...

La sensación de vivir por vivir simplemente, la extasiaba y, es

que tenía la libertad y, podía decidir por sí misma lo que le plazca,

“siempre ente comillas”. Cuando se lanzó a la aventura lo hizo sola,

aunque nunca lo estuvo, empezó de cero, como quien dice; ni siquiera

tenía la más mínima idea del idioma español. Aquellos suspiros de

palabras en castellano que aprendía cada verano se multiplicaban por

cero en el resto de las estaciones, cada verano que volvía se le había

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olvidado lo aprendido el año anterior, sólo algún balbuceo o frases mal

entonadas le quedaban.

Los Martínez, fueron los primeros conocidos, con los que

Maimuna tuvo contacto en España. Le habían mandado ropa y dinero

durante largos años ininterrumpidamente y la habían ayudado también

a llegar a España. La acogieron en principio, sin interés alguno más que

ayudarla como siempre, y pensando que venía a quedarse con ellos.

Nadie como ellos la apoyó tanto, a excepción de Minatu claro está, y

hasta hizo la batalla suya de todos los modos posibles, incluso, casi, la

indiscreción rozó el desafío y el escándalo. Pero todo acabó

mansamente y Maimuna tomó el penúltimo helado, en el patio de la

casa de su familia de acogida, que tantos recuerdos y vivencias

encierra para ella.

Estando con los Martínez, se regocijaba en la penumbra de la

incertidumbre cada instante, como quien está preso de su propia

conciencia y tiene los días, a menudo, tan oscuros como la noche. Y se

creía y se convencía de que tenía claro que escapaba de su pasado, no

añoraba su futuro, además, ¿qué futuro?, es eso lo de la lucha interna

lo que la hacía sacar conclusiones y aprensiones como sea, aunque sólo

sea para reconciliarse con la providencia, por si acaso. Y por eso se

entregó a fomentar el arte de la aventura o mejor dicho, la

supervivencia, sin percatarse de ello. Sus dotes y no tan dotes se

fueron descubriendo al mundo y a ella misma y el idioma dejó de ser

barrera para tener otras. El legado de su perdida tradición de vez en

cuando se le asomaba en las tertulias y luego le resonaba en algún que

otro paisano o paisana que, indiscretamente la remira en la calle. Nada

esperaba de la vida ni menos de las personas más afines, por el simple

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hecho de no saber quién era, en definitiva. Esfumarse, nunca mejor

dicho, a una sociedad más liviana de la que proviene, aunque más pícara,

pero más mundana, no contaba con ello en sus paseos allá por la cálida

Argelia, cuando era una simple estudiante que rebosaba de imaginación.

Pero después del suceso, este camino era una solución. ¿La solución?

¡Quién sabe! Más acá de soluciones está la emergencia, la emergencia

por vivir más allá de cuatro días. Anduvo por ciudades y barrios

husmeando en sus plazas y rinconcitos y, nadie nunca creyó que estaba

dudando de sí misma y de toda esta felicidad y libertad que

experimenta a cada suspiro.

Sin darse cuenta, el rosario de los días, los meses y los años se

fue multiplicando, hasta convertirse todo su pasado en anécdota. Y se

hizo a la mar y al campo y vividora se hizo y mimada. Se hizo el tiempo

como una pelota que se infla y desinfla, que vuela y se arrastra, tal

como su vida. Y sin ganas de estar peloteada y cansada de ir sin

rumbo –al menos eso creía y decía, en sus arrebatos internos y, cuando

la diversión era dolorosa- se recostó por última vez en la barandilla de

la diminuta escalera de apenas tres escalones que daba a la puerta de

su casa: estaba saliendo maleta en mano, aunque el grueso de su

infinito equipaje, el cúmulo de años, se lo dejó, para algún día

recuperarlo.

Su guerra interior, al final de los días con los Martínez, estaba

tomando matices claroscuros.

En un ataque de valentía, le explicó a la familia Martínez que,

tenía otros planes, y que, por el momento, no podía comentarles nada

más. Les agradeció por los días y los años que la acomodaron y por

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abrirle las puertas de una nueva vida y por enseñarle dónde estaban

las ventanas para que las abriera ella misma, -y así lo hizo con el paso

del tiempo, aunque se dejó algunas. Esas palabras las había fraseado

Maimuna en el discurrir de los días, cada frase era un guiño y cada

guiño era un tormento para todos.

Cruzó la puerta y pasó la mano por la diminuta barandilla, por

última vez, y no estaba llena de polvo de la calle o la humedad de la

noche.

Maimuna cuando era pequeña, venía a pasar los veranos con ellos,

gracias a un programa de solidaridad con los niños de refugiados

saharauis y, desde la primera vez que fue, ya la tenían como una hija

más y se preocupaban por ella como tal, hasta el más mínimo detalle.

Pero de aquellos años de infancia a hoy, distaba bastante, ahora a sus

veintiséis años, quería valerse por sí misma, labrar su propio futuro de

alguna manera.

Deshecha por fin de la incrédula familia de acogida, respiró un

aire que, parecía atormentado, y que se le restregaba por los cuatro

costados. Aspiró lo que pudo inconscientemente y removió con las

manos su cabello una y otra vez, cosa que no era de su costumbre,

pero estaba aturdida e incómoda, pero ni en eso, reparaba y, en su

cara redonda aún no se perfilaba ningún gesto, quizás por pena, la

invadía un sentimiento de culpa inevitable. El trasluz, de vez en cuando

difuminaba su contorno. Pronto sintió un escalofrío, el claxon de un

autobús la despertaba de una enajenación sentimental.

Page 53: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

53

Se hizo a la calle, en busca un nuevo hogar donde velar sus penas,

más nada. Se instaló en Valencia, en casa de Maaluma, que tantas

veces le rogó que fuera a donde ella en caso de necesidad y a pesar de

ello, con el tiempo se había enfriado demasiado su relación y Brahim

tuvo que ver mucho con eso, pero Maaluma fiel a sí misma, le dio

cobijo y la ayudó a encontrar un trabajo, a pesar de no tener papeles.

-Ésta era precisamente, una de las ventanas que no abrió en su

momento-. Esa ventana de doble rasero, que es pesada y da recelo

acercarse a ella. Pudo trabajar, al fin y al cabo, porque siempre la

razón, colma a la verdad o viceversa, donde, la razón es vivir y la

verdad es hacerlo dignamente. Trabajando, al menos ya tenía algo de

dinero para desplazarse sobre todo y dedicarse en exclusiva a

obtener su documentación, un trámite imprescindible e ineludible para

cualquier inmigrante o/y emigrante.

A los Martínez se les olvidó, tal vez no, que la niña necesitaba

documentación y en ellos estaba, pero nunca la obtuvo. Y la niña

tampoco se recriminó a sí misma tal hecho ni a ellos tampoco: ¿de qué

manera lo haría?

(continuará...)

Page 54: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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UN CARTEL EN EL DESIERTO

Por Limam Boisha

Estábamos sentados en la habitación charlando y riéndonos,

cuando entró por la puerta una mujer de edad avanzada, cojeaba un

poco, saludó y se quedó parada en medio de la habitación; como por

casualidad, levantó sus cansados ojos hacia el cartel que colgaba en la

pared, lo observó detenidamente, con evidente e inusual curiosidad.

El cartel era la publicidad de una película en la que la pareja

protagonista se daba un apasionante beso en la boca.

La mujer extendió el dedo hacia el cartel y preguntó:

- Y estos ¿qué hacen?

Hubo un silencio, y alguien del grupo le dijo:

- Se susurran algo en la boca.

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MÁS QUE UN AMIGO

Por Monina Nayem Mohamed

- ¡Cómo cambia todo contigo! Puede caerse el cielo, pueden

cubrirnos las nubes pero te miro a los ojos y veo salir el

sol... Gracias por luchar por mi sueño, porque yo sé que te

costó mucho mi visado para venir a España, y sé que lo has

hecho porque sabes mi historia y sabes del renacer de mi

gran ilusión -dijo el abuelo con la voz temblorosa y con los

ojos en las puertas del llanto.

Todas estas palabras tienen un origen, un comienzo y un por qué.

Todo empezó en la ciudad del Aaiún, en un desierto lejano y seco, el

rubor de una amistad entre un español, que era el capitán Braulio

Jiménez y un saharaui, que era mi abuelo.

Él era Mulay, un hombre de altura media, moreno, de ojos

grandes y negros, sonrisa amigable, nariz larga y mirada familiar, hijo

de Mohamed Mahmud nacido en Amgala en el año 1928 en el Sahara

Occidental. Era un joven beduino que no le daba a nada más interés

que a su rebaño y a sus estudios de Corán que le enseñaba su padre

Mahmud todas las tardes en la parte trasera de la casa ya que por las

mañanas salía con su rebaño y su perro guardián Lubi y no regresaba a

casa hasta pasado el medio día para comer, en lo que más tarde daría

clases de una hora y luego saldría a charlar con sus amigos los

españoles, en especial su gran amigo el capitán Braulio.

Éste era según las descripciones del abuelo un hombre alto, de

cabellos dorados, ojos amielados, nariz chata y boca ancha, tenía el

Page 56: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

56

brazo izquierdo lleno de marcas por la guerra ya que cuando era cabo

había sufrido un ataque. Era un hombre humilde, valiente y demasiado

generoso. Los dos eran inseparables, tenían planes de futuro juntos,

Braulio le iba a enseñar al abuelo, Toledo que era su ciudad natal y el

abuelo le enseñaría a Braulio el árabe. Pero todo cambió cuando

comenzó la marcha negra, más conocida como la marcha verde. Una

noche el abuelo y Braulio fueron atacados por unos marroquíes

mientras daban un paseo ordinario que hacían cada noche después de

cenar. Los amordazaron y los metieron en una camioneta vieja que olía

a gasolina derramada.

Los llevaron a un colegio apartado de la ciudad donde había

mujeres de todas las edades, niños y niñas, incluso bebés y hombres,

los golpearon y los encerraron en un aula. Y así estuvieron días enteros,

sin comer, ni beber y sin ver la luz del sol. El abuelo se apoyaba en

Braulio y lo defendía ya que algunos hombres que estaban con ellos lo

atacaban sin piedad diciendo que es culpa de España y mi abuelo les

replicó que los españoles no son el gobierno y que dejaran al capitán

tranquilo, que no les había hecho nada y que el enemigo eran los

marroquíes.

Así siguieron días enteros, hasta que ya no podían más, estaban

marchitados, hundidos, débiles, sin fuerzas pero conservaban lo más

importante, la ilusión, la esperanza, que los mantenía a flote. Días y

noches sin comer ni beber y respirando todos el mismo aire, hasta ese

momento, cuando entraron soldados marroquíes y empezaron a

ponerlos en fila recta, los contaron y les empezaban a hacer preguntas,

entre las cuales preguntaban dónde se esconden los rebeldes, quiénes

eran los que realizaron el ataque de la noche anterior y más tarde

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57

entró un hombre vestido con traje y empezó a preguntar por sus

nombres y a escribir cada palabra que decían. Hasta que llegó a

Braulio y se quedaron anonadados, no entendían qué hacía un español

ahí, el soldado enfureció y mandó llamar a los que los secuestraron y

los empezó a gritar y luego a golpear mientras los llamaba ineptos e

incompetentes, mientras que el hombre de traje se llevó a Braulio y ya

más no supo nada de él el abuelo.

Hasta una noche que estaban todos agotados, intentado

conciliar el sueño que habían perdido desde la noche del ataque,

empezaron a escuchar ruidos detrás de la puerta que estaba cerrada

con dos candados, se escuchaban golpes, gritos y algunos disparos y de

repente se abre la puerta y entran siete españoles y dos saharauis,

había mucho ruido y afuera se escuchaban más gritos y disparos, y de

entre tanta gente aparece Braulio, el capitán Braulio, con su traje y

una pistola, a pesar de lo nervioso que se le notaba no perdía la fuerza

que entonaban sus ojos marrones que brillaban con la luz de la lámpara

que entraba a través de la vieja puerta rota. Fue directo hacia el

abuelo, lo levantó y lo abrazó, más tarde se llevaron todas las

personas que había y cuando salieron al pasillo vieron cómo abrían más

aulas donde había más gente que al igual que ellos llevaban días

encerrada ahí.

El abuelo se subió al coche de Braulio con dos soldados más y

empezaron a conducir sin pausa, parecía que no tenían rumbo fijo. Al

amanecer llegaron a una casa abandonada a las afueras de la ciudad, le

dieron de comer al abuelo, le dieron ropa para que se cambiase y

siguieron su camino sin parar a descansar. Y así siguieron dos días,

viajando en el desierto, no se veía nada más que arena conquistadora y

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58

dueña del horizonte. El abuelo había recuperado las fuerzas, y estaba

hablando entretenidamente con los soldados en lo que consigue ver

seis coches y una camioneta vieja que viajaban juntos y parecían llevar

más pasajeros de los que sus límites permitían. Se acercan hasta la

multitud y para y se bajan Braulio y el abuelo, éste se queda ausente

ya que no comprendía nada, hasta que escucha a lo lejos la voz de su

padre Mahmud llamándolo, se gira y lo ve, se dan un gran y cálido

abrazo, lleno de añoranza y cariño. Mahmud le explica que Braulio fue

a verlos una noche mientras estaban escondidos en una granja de

animales en el barrio viejo, Braulio les ofrece su ayuda para cruzar la

frontera con Argelia, además les proporciona vehículos para que así

puedan seguir a los demás hasta su destino, Tinduf, para sobrevivir a

los ataques de los marroquíes, siguiendo así a los tantos saharauis que

han huido al desierto argelino para salvarse.

Entre abrazos y lágrimas se despiden Braulio y el abuelo y éste

se lamentaba de no poder cumplir su promesa de enseñarle el árabe y

no poder ver Toledo. Más que un gran amigo fue su salvador y por eso

hoy se lo agradezco a los nietos de Braulio, con los cuales comimos el

abuelo y yo ayer en Robledo Del Mazo, el pueblo natal de Braulio,

aunque a mi abuelo se le llenaron los ojos de lágrimas al ver que los

sueños pueden hacerse realidad, pero le faltaba algo importante, la

presencia de su gran amigo y salvador Braulio, ya que su familia nos

recibió con una gran mala noticia, la muerte de Braulio a los 58 años

por cáncer en el pulmón. Una noticia triste para un día perfecto, de

sueños cumplidos y de ilusiones realizadas.

En memoria de la persona gracias a la cual hoy puedo contar

este relato.

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SHARTAT Y LAS TRES OVEJAS

Por Xabier Susperregi

A todos los niños saharauis

Érase una vez Shartat que iba caminando sumido en sus

pensamientos cuando empezó a imaginarse que se le aparecían tres

ovejas delante suyo, pero no era su imaginación pues caminando y

caminando fue a tropezarse con ellas.

Entonces, dándose cuenta de la maravillosa oportunidad que se

le presentaba, dijo:

- Voy a comerme a una de vosotras pero necesito vuestra

ayuda para elegir cuál comer.

- ¡Ésta! –dijo la primera señalando a la segunda-, es la más

grandota y la que más bocados te va a dar.

Shartat empezó a acercarse a la segunda que viéndose en aquel

terrible aprieto, dijo:

- ¡No, debes comer ésta! –mientras señalaba a la tercera-,

es la más jovencita y tiene la carne tierna, tierna, tierna.

Y Shartat se dirigió rápidamente a donde la tercera que para

escapar de aquella situación comprometida, dijo atropelladamente:

- ¡De eso nada! –y señalando a la primera...- debes comerte a

ésta, que siempre nos está empujando para comerse los

mejores brotes y seguro que su carne es la mejor.

Shartat quedó pensativo un instante y finamente decidió hacer

caso a las tres.

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EL CARTERO

Por Mohamidi Fakal-la

Decían que eran buenos tiempos pero, sin lugar a dudas, todo

tiempo pasado fue mejor y de esa bonanza apareció del sur,

enigmático, cabellera de tiempos de Hércules, tez morena con tinte de

mar y de sol. Lo llamaron El Zorro, pero fue siempre Ahmed. Zorro

únicamente por su inteligencia y nada más. Fue bautizado por sus

progenitores el séptimo día de su nacimiento. Él prefería que así lo

llamaran, mientras que el otro apelativo le causaba timidez sobre todo

en las horas fuera de trabajo. Humilde como aquellos tiempos,

tranquilo en el habla y honesto con todos y con aquellos que hicieron

de él un verdadero mensajero paradigmático que aproximaba la

distancia cambiante, una vez con su toque de alegría y en otras con su

tristeza, donde lo humano siempre estaba presente, todo ello

encerrado en un sobre acuñado recientemente al otro lado del planeta.

Todos los jueves de la semana se le veía inquieto, nervioso, en la

pista sin pavimentar del único aeródromo en vísperas del aterrizaje

forzoso del viejo Junker, proveniente de las Canarias que trasportaba

el correo y los víveres para el Askar del Sahara. De esta manera tan

singular comenzaba la jornada con el reparto de las cartas de grosor

de cartulina; todas selladas con la esfinge de un ciervo extinguido y el

valor de 50 céntimos de peseta. La tranquilidad de Ahmed se acababa

en el momento en que cogía el bulto de correspondencia sin que las

hélices del motor hubieran perdido fuerza, era el primor del cartero.

Poseía particular manera de trabajar, iba entregando las cartas

por orden jerárquico, después de haberlas clasificado en la estrecha

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casita de adobe de techo abovedado y paredes interiores de cal. Los

reclutas amanecían sin perder la esperanza de que el buzón tragase

unas líneas de verso escrito de muy lejos.

El cartero vivía en la parte baja del poblado colindante al frig de

tropas nativas y se encontraba hermanado con la única estafeta que

se había fundado sobre los surcos del huerto de Abdalahe uld Bhay y

donde por mera casualidad se levantó el vivac de la mia de camellos a

su retorno triunfante por haber alcanzado y no morir la ciudad santa

de Smara, entonces, corría el año 1934, y la tropa la encabezaba el

capitán Bullón, El Kaid y el Chej Mohamed Fadel.

En estas tierras del desierto, el correo nace como una

necesidad imperiosa a fin de unir las fronteras fragmentadas de la

metrópoli siguiendo el ejemplo de Francia con su "correo del sur" que

enlazaba las colonias francófonas del África noroccidental y donde

por excelencia Antoine de Saint Exupéry desempeñó un papel

trascendental fijando la punta de avanzada de su escuadrilla aérea en

Tarfaya, Cabo Juby, la otra frontera arrebatada a los saharauis en

1958, Saint Exupéry seguía el trayecto de otro francés, Vicente

Latécoère y su aeropostal que después de África se trasladó a

América Latina con una escala casi segura en la ciudad natal de Ahmed,

Dajla.

Ahmed vino ligero de equipaje de esa ciudad, optando por el

oasis y la fuente de la Saguia; donde casi moría apenas llegando el mar,

pero él tenía el sur como vértice y ni podía olvidar sus primeros pasos

sobre la fina arena de oro y los mansos delfines jugueteando en agua

Page 62: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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tibia que empujaban majestuosamente el buen pescado en las redes de

los legendarios Amraguen.

La villa natal de Ahmed fue gestionada mucho antes por la

compañía hispano-africana que ancló en 1886 para consagrar la

presencia colonial y mercantil en la zona por iniciativa de la Sociedad

Geográfica de Madrid. Ahmed llegó a viejo como su ciudad. Entonces

ya nadie escribía cartas de amor ni de exaltación de la distancia. Se

arropó de tristeza, lo acompañó la pena y el olvido, se encerró en un

antiguo edificio colonial que sus inquilinos abandonaron y sus

arrendadores tomaron otro camino opuesto sin haber dejado dirección

alguna ni haber fijado tiempo de regreso.

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EXILIADOS (4): MAIMUNA. PUTA

Por Chejdan Mahmud

Ser o no ser una cosa, en este caso, verdaderamente no es la

cuestión. A estas alturas de la vida no cuenta nada, ni el respeto al

prójimo siquiera y, en el mundo, la insignificancia de las almas es

cuestión de aspirar y expirar. Las personas se multiplican por uno o

por nada para, al menos, sobrevivir dignamente. Esto, y por cuánto,

Maimuna estaba en el umbral de la perdición, y se hizo puta,

queriéndolo. Y si no lo hiciera, también, a ojos de otros, lo sería.

Se hizo puta y ganó mucho dinero. Tanto, que se regocijó de su

suerte. Ja ja ja, aquí y allí merecidamente, -sí señor- y, las cosas

fueron por su cauce, largo cauce. Los Martínez se repugnaron de vez

en cuando de su conducta, pero no tanto para entrometerse, al final y

al cabo, los buenos modales y buenas conductas, para quien sea, se

escriben en el ondoso e intrínsico laberinto del cerebro, cuando éste,

aún se es inmaculado y libre.

La primera vez que Maimuna se dio cuenta que era presa de sus

actos sexuales, se mandó a repasar y reiterar su vida tranquila,

cuando su alma juvenil, suplicaba por un trozo de libertinaje, aunque

sea a costa de sus pechos o sus labios o su trasera y, sonrió...

Para cuando se paró a pensar, las águilas ya zumbaban cada día

tras su rastro. Y las azucenas y las orquídeas se embriagaban de su

halo a cada turbulencia en el cielo de los hedores. Para tanto, el amor,

ya estaba cautivo en el recóndito cofre de los horrores, ese que ve a

diario y que cuando no se ignora da pereza fijarse en él. Sí, Maimuna,

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una y otra vez suplicó severamente al viento alzando la mirada, incluso

más allá de las nubes y de las estrellas, queriendo ser, amorosa. Y

finalmente se despertaba la enésima vez de sus enajenaciones y,

seguía siendo puta.

Maaluma, era una persona, tremendamente quieta, que no

molestaba ni para hablar, pero tenía una cara atrayente que, más de

una vez se empapó de atormentadas lágrimas. En una de esas

susceptibles luchas, secando unas lágrimas imaginarias, se topó de

cara con Maimuna, que la venía a saludar. No se conocían de nada. Pero

los rasgos llevaron una a la otra impulsivamente, y nada más verse, se

fundieron en un abrazo, como si se conocieran de toda la vida. Y sin

sopesar nada, estaban caminando y hablando distendidamente.

Málaga, entonces, fue un mar de risas. Y las gaviotas del

mediterráneo se zamparon los peces y los pesos. Maimuna era “hija”

de esa ciudad y Maaluma apenas la conocía. De vez en cuando asomaba

por allí, a casa de un pariente, que evidentemente Maimuna no conocía.

Pero Maaluma se iba y tan pronto luego volvía, para reencontrar a su

amiga y entonces, una hacía y deshacía y la otra, también. Porque, en

cada reino, uno, es rey.

En una tarde de invierno, cuando las nubes empezaban a

juntarse, para enfriar aún más la tarde y congelar la noche, Maimuna

estaba esperando a Maaluma, en la estación de tren, cuando una voz la

hacía girarse, le estaban saludando en su idioma con voz ruda y jocosa

y, ella devolvió el saludo amablemente. Entonces, Brahim se sentó a su

lado y directamente empezó a interrogarla y, cada vez más, las

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preguntas, se transformaban en conversación, mientras, el frío los

abrazaba y sus cuerpos se acechaban y se enamoraban más y más.

Salieron de la estación rato más tarde y sin Maaluma. Maimuna,

le dijo que su amiga sabía a dónde tenía que ir y que no le preocupaba

en absoluto no esperarla. Brahim, que nada tenía de qué preocuparse,

se dispuso a remarcar un plan. Un plan que iba trazando a medida que

iba alargándose y relajándose el momento.

Sin duda, alguno de los dos o ambos, se apremiaba de su suerte y,

se regocijaba de la alegría del otro y, ambos seguían la senda que

ninguno trazó. Mas, llegó la noche y la oscuridad que vino sin avisar, se

adueñó de todo y de todos y, las farolas de la calle, que apenas había

una cerca, proyectaban sus luces más allá del silencio tímido de los

recién estrenados amantes. Y las alegres sombras que los encubrían se

fraguaron con la imaginación desde la primera sospecha.

En un jubiloso césped, se consagró la pareja. Ella le entregó su

cuerpo y su alma, y él se afanó más aún y quiso dar algo más de lo que

ella dio: su palabra y su honor, como hombre ideal para ella. El

chasquido de las hojas secas, hacía de fondo melodioso, mientras sus

bocas se relamían jadeantes de éxtasis, y, el desenfreno subía de

tono a ritmo de esas hojas muertas y el placer de vivir en las entrañas

de otro se hacía sublime.

El día siguiente pasó como pasan los días más felices de

cualquier pareja de enamorados, viviéndolos a todo pulmón y, sin

importar nada. Los días sucesivos, también volaron los pájaros y, el

severo frío dio paso a la apacible primavera y luego llegó el verano. Los

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66

momentos de la pareja, se entrecortaban por tiempo indefinido,

porque él, iba a resolver un y mil problemas suyos y de otros. Ella se

quedaba siempre en Málaga y frenaba a toda costa a sus desatendidos

amigos de la cartera e intentaba sobre todo, conciliar su mente con su

alma. Y por fin llegó el siguiente invierno, que ella decidió, lavarse su

conciencia y volver a rehacer su vida en otro lugar y ¿quién sabe?,

quizás con Brahim.

(continuará...)

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AL OTRO LADO DE LAS REJAS

Por Xabier Susperregi

Bachir ha perdido ya la cuenta del tiempo que lleva encerrado en

aquella celda. Cada día se sienta en el mismo lugar, apoyado en la

pared y mira desde allí a través de las rejas de la ventana.

El guardián siempre observa desconcertado a Bachir porque en

aquel rincón sentado, muchas son las veces que lo ve sonreír. No sabe

el motivo pero le gustaría saber por qué se repite una y otra vez

aquella escena.

Bachir cada día tose más y esa tos seca ya la conoce el guardián

pues la ha visto en otras ocasiones y esas neumonías en esas cárceles

siempre terminan igual.

Aquel día permaneció Bachir mucho tiempo tumbado y apenas se

incorporaba, tan sólo cuando le daba algún ataque fuerte de tos.

Aquel día el guardián que le doblaba en años al reo y por edad

bien hubiera podido ser su padre, al ver que Bachir se incorporaba

para ir a sentarse en su rincón y volver a mirar sonriente hacia la

ventana, no pudo resistirlo y sabedor de que a Bachir tan sólo le

quedarían horas o tal vez días de vida, se le acercó y con sinceridad le

dijo:

- ¿Qué es lo que miras Bachir?

- Veo el cielo –le contestó- y también un lugar arenoso.

Page 68: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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Fueron suficientes palabras como para que el guardián

comprendiese por qué sonreía Bachir.

- Siento que no recobres la libertad –dijo sincerado, aunque

en voz baja el guardián.

- No debes preocuparte por mí, yo soy libre. Deberías

preocuparte más por ti.

El guardián, que lo veía moribundo, no se enfadó, más bien pensó

que podría estar delirando. Pero quedó pensativo. Después le dijo:

- Pero cómo vas a estar libre si estás ahí entre rejas.

- Abre la puerta –dijo Bachir.

El guardián quedó extrañado y luego miró en los pasillos de la

cárcel para ver si había algún otro guardián, pensando en cumplir el

último deseo de Bachir que seguro sería el salir unos minutos de su

encierro.

Abrió la puerta y cuál la sorpresa de que Bachir salió pero para

quedarse junto a las rejas. Entonces pidió al guardián que entrara y le

dijese lo que veía desde adentro.

Eso hizo y qué fue a ver, pues lo mismo que veía desde el otro

lado.

- Yo soy saharaui y mi mente y espíritu son libres aunque mi

cuerpo no pueda acompañarlos. Tengo la fortuna de que

moriré libre, muy pronto además.

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El guardián estaba pensativo y el joven Bachir continuó hablando:

- Lo siento por ti pues estás preso y lo peor de todo, es que

no te das ni cuenta, eres preso de lo que te digan y

ordenen y lo acatarás sí o sí. Y morirás sin llegar a saber

que un pueblo que oprime a otro no puede ser libre y sus

gentes tampoco y morirás sin saber que llamáis rey al

mayor enemigo de vuestra propia libertad.

El guardián regresó al lugar de las rejas que acostumbraba, sin

mediar palabra.

Cuando el guardián se acercó a la celda por la mañana, encontró

a Bachir muerto, sentado, apoyado en la pared, en el rincón donde

solía ver el Sahara, su familia, su cielo y sus dunas aunque fuera de

noche.

El guardián comprendió entonces que Bachir murió libre y que él

jamás lograría serlo.

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LOS SECRETOS PERDIDOS EN EL SAHARA

Por Haizea López Martínez

¡Hay tantas maravillas recónditas en este universo!

Yo atesoro una de ellas en los recuerdos de mi alma... Es tan

bello que me da miedo hasta relatároslo, no vaya ser que se quede

plasmado en palabras y se borre de mi agraciada memoria.

Llegué a él por error; el susurro melancólico del viento contra

las dunas creo que me embrujó. Había tantas que mi mirada se perdía

entre la arena, apreciando la forma de luna que las llamadas barhanexhibían.

¿Y las caravanas que no paran? Hombres de bien por el desierto

navegan, ¡y es increíble todo lo que aquellos pobres sobrellevan! El

cielo en fuego se torna y el calor abrasa hasta la piel más bella... El

agua escasea, pero... ¿Saben qué? ¡Ellos resisten cuanto venga!

Pero aquello no fue lo que impactó en mi alma. Y si queréis saber

lo que enterneció mi ser tendréis que visitar el mismísimo Sahara,

porque las palabras no expresan con claridad lo que allí te aguarda.

Aunque os hablaré un poco de Smara, yo la llamo la ciudad de las

lágrimas. Pero no piensen mal, amigos, es una ciudad Santa donde las

sonrisas el territorio entero abarcan. Debes tener cuidado si no

quieres perderte entre jaimas, pero si te pierdes, tranquilo; no pasa

nada. Hay hermosos ojos que te observan con atención, te abren las

puertas de su alma y estiran sus brazos para recibirte con buena

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gana... ¿Sabes qué es lo más curioso? Que esos ojos acuosos y esas

sonrisas perdidas, no poseen nada. Pero aun así, ¡te regalan hasta su

alma!

¿No es increíble que alguien que no posee nada te regale lo más

profundo de su ser? ¡Ah, y tú con esa mochila repleta que no sueltas,

sinvergüenza! Yo me pregunto... ¿Por qué unos tanto y otros tan poco?

Resulta que un niño me hechizó con su mirada; unos ojos

profundos que emanaban la paz más absoluta. Y cuando me senté junto

a él, susurró en mi quemada piel:

- A mi madre se la llevó ayer un ángel de la guarda, ¿Crees

que también regresará a por mí?

¡Oh, amigos! ¿Cómo no querer a aquellos que dan sin recibir nada?

¿Y por contaros lo que vi recibiré yo algo? Quédenselo ustedes,

o ayuden a ese niño que cautivó mi alma; creo que la pesadumbre me ha

robado su mirada.

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MI HERMANA DE PIES

Por Limam Boisha

- ¿Cuál es tu número de calzado?- Preguntó Emilia a Said, un

muchacho saharaui, con Síndrome de Down.

- El treinta y nueve - respondió Said.

- Usas la misma talla de calzado que yo -le dijo Emilia.

- ¿De veras?

- Sí.

- ¡Entonces, somos hermanos de pies! -Exclamó Said con

alegría.

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EL BURRITO Y SHARTAT

(A todos los niños saharauis)

Por Xabier Susperregi

El burrito, harto de aguantar las pesadas cargas y el mal trato

de su dueño, un día fue y se escapó, aunque con tan mala fortuna de

toparse con Shartat al poco de iniciar su camino.

- Te voy a comer o ahora o antes que después –dijo Shartat.

- ¡Espera! Dijo el burrito.

Le pidió que esperase porque sabía exactamente lo que tenía que

hacer para librarse del peligro que le acechaba. Recordaba

perfectamente lo que hizo su primo para librarse de la amenaza del

lobo y si aquel burro había engañado a un lobo, más fácil le iría a

resultar a él, deshacerse de Shartat. Entonces le dijo:

- Puedes comerme si quieres, estoy de acuerdo, pero seguro

que te interesa leer antes lo que está escrito bajo mis

patas.

El burrito estaba listo para darle tal coz que seguro dejaría la

cabeza de su adversario bien lejos de su cuerpo.

- ¡No sé leer! –sentenció Shartat.

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EXILIADOS (5): MAIMUNA. LOS PAPELES

Por Chejdan Mahmud

Los papeles para los extranjeros son más importantes que la

comida y la ropa. Se enfrascan tanto en ellos que, hasta se les olvida

su dignidad, muchas cosas cotidianas y perecederas se dejan a un lado

hasta cuando se pueda. Y los que les rodean también se impregnan de

su situación, hasta comen y respiran de ella. El extranjero se

convierte en víctima de su situación, ya le teme a todo y a todos y su

propia familia se hace su enemigo número uno irremediablemente, le

hacen sentir el don nadie, el inútil, el débil, porque si fulano pudo, o

aquel hizo esto o hizo lo otro y mengano se fue a tal lugar y sobornó a

aquel y compró aquello y le dieron los papeles, ¿por qué él no? Mas aquí

cerca, los que le rodean le ven como el desdichado y dirán: “¡bah, lo

que le espera!, no será fácil y, se alejan de él, nunca le acompañarán a

nada porque no tienen tiempo y, como aún no trabaja ni tiene dinero,

recibirá sin remedio todas las broncas necesarias e innecesarias y solo

él beberá de sus penas y, tiene que buscarse el momento adecuado, la

hora precisa para contarlas, en ese momento, cuando encuentra la

persona adecuada para desahogarse, verá en su cara, la pena que le da

y... enseguida se apresta a decirle: “ahora pago yo, no te preocupes, ya

algún día pagas tú”; “ojala” -responde el desdichado foráneo en

silencio.

Pero, el que los consigue, no termina allí su historia ni mucho

menos. Ahora le espera una infinita carrera hacia la meta deseada,

ahora que todo parece terminado después de conseguir los papeles, es

cuando empieza la verdadera lucha por la vida, la supervivencia, el

bienestar y un sin fin de sueños, la mayoría ya concebidos en su tierra

Page 75: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

75

natal. La guerra ahora es jodidamente dura y larga y sólo acaba con la

última bocanada de aire.

Y esa guerra es contra mil enemigos con mil caras, contra la

xenofobia, los tópicos, el sexo, la indiferencia, etc. Y, siempre se dará

cuenta de todo ello, poco a poco, hasta que llega el momento definitivo

de percatarse de una vez por todas, que, simplemente todo es más

sencillo de lo que se piensa y, entonces se encomienda a la suerte, y ya

lo que busca en ese instante es sobrevivir y tantear cuantas veces

pueda a la dichosa suerte. Todo lo demás, le salpica y él sólo puede dar

un par de brochazos al aire y luego limpiarse él mismo las salpicaduras.

Esto sólo es algo de los tantos rompecabezas que sufren los

inmigrantes, que siempre de una manera u otra se atendrán a sufrir

más. Pero aún así todos se meten de cabeza a la aventura sin dudarlo.

Maimuna se adentró en una sociedad extranjera, con todos sus

pros y contras. El cambio fue aún más difícil, por el hecho de que ella

procede de una cultura que, en algunas cuestiones es intransigente,

porque entre otras mil razones, ahora está forzada a ejercer algo que

en su tierra es intolerable, más que eso, irreconocible y, mantener en

la medida de lo posible aquello que atañe a sus costumbres y

tradiciones que, ya estaban ligados a ella, porque las mamó de niña.

Pero ella entonces, puta se hizo y de lo que cosechó aparte, también.

Todo quizás en venganza. Todo, tal vez, es represalia. Será todo eso o

simplemente, ser puta es un placer.

El miedo propio de un “Sin Papeles” acompañó a Maimuna en su

primer viaje a una delegación del gobierno para entregar su petición

Page 76: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

76

del permiso de residencia y trabajo. Su amiga le había dicho que tenía

que irse a Badajoz, que es donde es más fácil conseguirlos, ya que en

Valencia era una pérdida de tiempo, -le decía- aquí mandan los

políticos más extremistas del país y ni pierden el tiempo en

documentar a extranjeros. Y la verdad que no era eso último, sino, que

los rumores, con respecto a los papeles, ahora vienen de tierras

extremeñas, como antes de Jaén y en su momento de Barcelona. Y el

comentario de lo de Valencia, no era más que un inciso, que cualquiera

contando algo se permita esa licencia de agregar, modificar u obviar

algún que otro detalle.

Llegó bien temprano a la sede de la delegación del gobierno de

Badajoz y ya había gente antes que ella con los mismos propósitos -

sabe Dios si vienen por el mismo rumor, aunque seguramente que sí,

porque los vientos que corren en la estepa española llegan a todos los

inmigrantes por igual, con o sin matices-. Ante sus ojos se levantaba

un edificio de dos plantas recién remodelado, ya por enésima vez en la

fachada a lo que se refiere, que conserva como tal su aspecto

neoclásico, pero que por dentro, es otra cosa, es totalmente diferente,

moderno e irreverente, donde se nota claramente la norma, neo-

construcción: espacio-función.

Una barrera de seguridad y un escáner presidían su entrada,

escoltados por sendos policías y un par de vigilantes de seguridad un

poco más atrás. A la entrada se ven las paredes revestidas con

escayola, lisas de color blanco inmaculado, el techo, o falso techo, está

formado por cuadrados que van simétricamente a todos los lados

hasta perderse de la vista; la iluminación se ajustaba a las funciones y

dimensiones de cada estancia. Todo estaba adaptado a las necesidades

Page 77: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

77

del inmueble. El edificio parecía una figura tridimensional rellena con

infinidad de paneles luminosos informativos, y otro tanto de círculos y

cuadrados en el techo, en los que se alojaban la luz, los altavoces, los

sistemas de ventilación y de incendio etc. Mesas atestadas de dípticos

y trípticos informativos en varios idiomas, salas de espera enumeradas

de diferentes colores, mobiliario hermético y uniforme, cables

esparcidos por doquier, ordenadores y, un sin fin de máquinas

electrónicas; también carteles informativos de todos los tamaños y

colores pegados en las paredes y paneles dispersos por todo el recinto.

Y en el patio interior, había una gran sala donde se alineaban infinitas

sillas para los usuarios. Al sentarse en esas sillas y mirar alrededor, se

veía una infinidad de pasillos y puertas que ninguna era la de los baños,

que debían de estar escondidos en un sitio recóndito.

Los funcionarios que allí trabajan, incluidos los de seguridad,

siempre tienden a ser apáticos, excepto uno o una, que todos, saben

cuál era y en qué mesa solía estar, o en qué posición solía estar, si es

guardia o policía, por lo que todos quieren que les atienda, porque

siempre resuelve las dudas con gran profesionalidad, pero a la vez con

una afabilidad exquisita y todo porque sí. Las personas inmigrantes, en

sus rasgos se marca con claridad su origen, pero por sus

indumentarias, todos denotan el toque de moda más actual y, algunos

que otros vienen acompañados de oriundos. Y, no falta nunca el

presumido o presumida de turno.

En esta situación, Maimuna se disponía a entregar su dossier sin

ni siquiera saber lo que tenía que hacer o, si tenía los documentos

necesarios. Pero, al menos estaba en el sitio adecuado para un primer

paso. Los nervios y la incertidumbre la acosaban en todo momento.

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78

Hasta que al fin entró a la gran sala de espera donde reinaban el

silencio, las miradas y remiradas, allí esperaría otro tanto hasta que

por fin la llamasen para ser atendida.

Entregar los papeles, no significa nada, pero ese hecho por

primera vez, a un inmigrante le parece haber cruzado una línea

imposible e incierta en otro momento anterior. Recibe un resguardo

con su foto, un cuño redondo de color fucsia y otro cuadrado del

mismo color generalmente, con una infinidad de números y barras.

Este papel se convierte en una especie de salvoconducto dentro del

país, que le sirve como identificación ante las autoridades. Ahora,

parece más integrado, pero no, quizás ahora ese papel sea el principio

de una expulsión, pero no antes de una interminable carrera hasta que

termine todo y se demuestre algo, a favor o en contra. La carrera

hacia la legalización definitiva puede llegar a durar más de tres años o

más de diez. Mientras, sus endebles almas se retuercen entre las

ganas y los deseos, pero qué más da, lo importante es sobrevivir al

incordio y la marginalidad. Maimuna acababa de iniciar su propia

carrera de fondo donde puede llegar o morir en el intento, ahora que

la suerte se implique. Ya la familia Martínez le había advertido que en

cualquier momento podía contar con ellos incluso en el tema de los

papeles, cosa que recuerda constantemente y dado el momento que

estaba viviendo ahora, no era mala idea recurrir a ellos, vamos, ni

mucho menos. Mas ella volvió a Valencia a casa de la amiga para

reemprender el trabajo que había dejado.

Pero ni encontró a Maaluma, ni se reincorporó al trabajo, porque

ya la habían sustituido por otra persona. Sólo había estado ausente

Page 79: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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tres días, en los que apenas durmió o comió. El cansancio le pudo y esa

noche se quedó dormida en un banco cercano a su ya ex domicilio.

(continuará...)

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SHARTAT HAMBRIENTO

(A todos los niños saharauis)

Por Xabier Susperregi

Estaba Shartat en su jaima tan hambriento que no paraba de

gritar:

- ¡Me voy a comer al primer animal que encuentre en cuanto

salga!

Una y otra vez repetía:

- ¡Me voy a comer al primer animal que encuentre en cuanto

salga!

Cuando ya se disponía a salir para cumplir sus propósitos, no se

dio cuenta de que junto a la entrada se encontraba enfurecido el león

escuchándole.

- ¡Me voy a comer al primer animal que encuentre en cuanto

salga!

Y al decir aquello levantó la cabeza viendo de pronto la

sombra del furioso león y entonces añadió:

- Cuando vaya a cazar con mi gran amigo, el poderoso

rey león.

Salvando así la vida, en el último instante.

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WARDA

Por Ricardo Acra Caudet

La pequeña historia comienza en la bruma del pasado, allí donde

se mezclan, sin posible distinción... el recuerdo... el sueño... el deseo...

la fantasía... el corazón...

Los ojos negros del hombre resbalaban, sobre los objetos que

llenaban los rincones del pequeño bazar Amal, en el viejo zoco Nounm,

sin detenerse en ninguno. Alfombras de lejanos países, cueros

repujados de calidad artesana, telas brillantes con variados colores,

anaqueles llenos de figuras talladas en madera, en piedra... cestos con

mil cachivaches para adornar, cimitarras afiladas, reflejando en sus

hojas desnudas, las tambaleantes llamitas de los candiles, repartidos

por aquel espacio rebosante de ofertas, que no conseguían captar la

atención del hombre... hasta que, junto a una urna de cristal, con

trabajos de los mejores maharreros de la ciudad, descubrió un objeto

que le hizo dibujar una sonrisa en sus labios. Se acercó despacio sin

atreverse a tocarlo. Era una pequeña caja de palo de rosa. Estaba

tallada con símbolos curvos entrelazados, que sugerían formas de

corazones sin principio ni fin. La sonrisa de Raschid se hizo más

grande al pensar que aquella cajita tenía el mismo color que la piel de

su esposa Salima y, un velo de tristeza apagó el alegre brillo de su

mirada, al recordar que ella estaba enferma en casa.

Raschid cogió entre sus manos, con suma delicadeza, la pequeña

caja, y descubrió que, no sólo tenía el color de la piel de Salima,

también tenía la misma suavidad y tersura. Cerró los ojos, para que los

sentidos le enseñaran las cualidades del hallazgo.

Page 82: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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Sus dedos recorrieron las caras y aristas grabadas... el aroma a

madera encerada, pulida y brillante... La acercó a su oreja, agitándola

despacio y.... algo sonó en su interior. Abrió los ojos asombrado, y

buscó el modo de abrirla, pero no encontró la manera de conseguirlo.

Intentó separarla en dos partes y... ¡Nada! Intrigado, se volvió hacia el

mercader, que estaba sentado entre almohadones y puffs, junto a la

puerta del bazar, tomando té y fumando una aromática argila. El

comerciante, que había estado observando a Raschid, al ver el interés

que el objeto despertaba, viendo negocio, incrementó el precio, para

entrar en el placer del regateo, pero... Raschid tenía prisa, sacó unas

monedas de los pliegues de sus ropas y pagó sin discutir el excesivo

precio.

Cualquier regalo para Salima... no tenía precio, con tal de ver su

sonrisa.

Salió del bazar, con paso rápido, alejándose del zoco y caminó

por las estrechas callejuelas de la Kashbah, hasta llegar a la

Mahdrassa, donde vivía el médico. Llamó a puerta y esperó a que un

asistente le precediera hasta la consulta del doctor, y una vez allí....

- ¿Cómo está Salima? -preguntó el viejo médico.

- Mi esposa Salima se consume de tristeza, se ahoga en el

llanto y ha perdido la ilusión por vivir, y yo me desespero,

pues a pesar de mis cuidados, no quiere comer nada y se

pasa el día acostada en la oscuridad de nuestra habitación.

Mucho me temo que...- Raschid no terminó la frase.

Page 83: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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- ¡Tranquilo Raschid! Mis conocimientos no tienen la solución

a la enfermedad de Salima, no hay medicina para curar

algo que está roto dentro de ella, pero no es una herida

con sangre, no es una fiebre que la consume, es... Es ella

quien tiene la solución, recuperando la alegría de la vida, la

única mejoría debe salir de ella misma. Tiene que llenarse

de ilusión... -dijo el anciano.

- La ilusión, como sabes, la perdió con el hijo que tanto

deseábamos... La verdad es que todos los días intento

infundirle ánimos, arrancar una sonrisa de sus labios,

incluso... le hago regalos que recibe con indiferencia, y

sufre más, porque sabe que se los hago para demostrarle

mi amor, pero creo que se da cuenta de que yo estoy tan

triste como ella... Mira, ahora vengo del zoco y le he

comprado esta cajita que me ha gustado y... es misteriosa,

he tratado de abrirla y no he sabido cómo hacerlo. Creo

que encierra un secreto... -dijo Raschid dando la pequeña

caja al doctor.

Tomó la caja entre sus manos y la agitó. Sonrió al escuchar el

ruido de su interior y con un giro de las muñecas... separó la caja en

dos partes. Dentro había una bolita rugosa.

- ¡Estás bajo el influjo de la Baraka! Amigo Raschid, el

destino te ha entregado la solución al problema de Salima.

Allah kibbir! Allah Kerimm! ¿Tú no sabes lo que es esta

bolita? -preguntó sonriendo el anciano médico, ante el

asombro de Raschid.

Page 84: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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Incrédulo y asombrado, contestó con un encogimiento de

hombros y...

- Esta bolita rugosa es una semilla. Es de una planta mágica.

Brota después de la lluvia en el peor de los desiertos,

Drhaa, y sólo vive unas horas, porque el calor abrasador, la

mata. Tiene sólo la oportunidad de la noche, y que alguien

la vea poco antes de amanecer. Es entonces cuando deja

caer la semilla y... la planta muere, a pesar de su nombre...

Hayyatt! Alguien recogió la semilla y te ha hecho el mejor

de los regalos... Deja que te explique y no pongas esa cara...

Es sencillo...

El viejo medico se inclinó hacia Raschid, para descubrirle el

secreto de la semilla y con voz baja le contó...

- Esta semilla tiene un poder mágico y curativo. Es una

leyenda que viene del pasado más remoto y está

condicionada a un proceso riguroso. Se deben hacer los

pasos por orden y siempre con el convencimiento, la

decisión, la esperanza y la confianza en que todo saldrá

como deseamos, sin dudar en ningún momento de cuál es el

mayor de nuestros deseos y... como tu mayor deseo es la

recuperación de Salima... confía en mí y haz exactamente

lo que te voy a decir. Escúchame con atención y sigue paso

a paso, todo el proceso. Tienes que ir a tu casa, moldeando

la semilla con el calor de tus manos y la caricia de tus

dedos hasta que se quiten las arrugas y quede lisa y suave.

Entonces, en un recipiente de cristal, con arena de duna,

debes plantar la semilla, y ponerla en la habitación de

Page 85: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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Salima, debajo de su cama. Todos los días, cuando vayas a

dar la comida a Salima, debes regar la arena, deseando que

crezca la planta, con el mismo cariño que esperas la

mejoría de Salima. ¡Todos los días! ¡Ah! Salima no debe

saber nada de esto. Y, cuando brote la flor, debes venir a

verme rápido. ¡Salaam Raschid!

El anciano le despidió, recostándose, adormilado, como si

estuviese muy cansado.

Raschid salió de la Mahdrassa, se dirigió a su casa con las

palabras del anciano, repitiéndose en su cabeza. Con cuidado realizó

todo el proceso. Moldeó la semilla hasta dejarla lisa y suave. Cogió un

recipiente de cristal y puso la arena de duna, plantó la semilla, preparó

la cena de Salima y, despacio para no despertarla, puso el recipiente

debajo de la cama, después de haberlo regado, despertó a su esposa y

le dio la cena.

Y así estuvo haciendo durante dos semanas, hasta que una

mañana, cuando llevó el desayuno a Salima, la encontró sentada en la

cama, sonriendo. Salima prefirió tomar el desayuno en el jardín de la

casa. Raschid, feliz de su mejoría, la ayudó a salir al patio y volvió

rápido al cuarto para regar la arena. Y al sacar el recipiente de debajo

de la cama, vio que había brotado un pequeño tallo y tenía una delicada

flor violeta con ribetes naranjas. Dejó la maceta debajo de la cama y

salió corriendo hacia la Mahdrasssa.

Nada más verle, tan sofocado por la carrera, el anciano médico,

sonrió y dijo...

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86

- ¿Ha mejorado Salima, verdad? Pues ahora sólo queda el

último paso y es el más sencillo. Creo que cuando salgas de

aquí, ya habrá sucedido. Salima debe descubrir tu regalo,

tiene que encontrar la flor que ha brotado. Le dará un

beso y, con él, entregará su enfermedad. La flor morirá,

guardando para siempre el secreto misterio de su mal. Y la

flor al morir se convierte en piedra. Salaam alekum,Sahabi dialy –se despidió el anciano.

Raschid salió sin despedirse, por la prisa con la que corría hacia

su casa. Cuando llegó no la encontró en su habitación, pero encima de

la mesita junto a la cama, estaban la cajita de palo de rosa ... ¡Una rosa

del desierto!

Escuchó la llamada de Salima desde el jardín y le esperaba con

los brazos abiertos para compartir el más cálido de los abrazos y el

más dulce de los besos... ¡Abrazo y beso de Amor!

No sé si esta historia es real o inventada, pero Raschid y Salima

se la cuentan a sus nietos, en las noches estrelladas de desierto, que

son hijos de su hija, a la que pusieron por nombre...

Warda que en árabe significa Flor.

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¿VERDE, ESPERANZA O INDEPENDENCIA?

Por Hagunia Rasd

Mi abuelo Mohamed, es un señor que hace 38 años vivía en la

región de Río de Oro, en el Sahara Occidental. Este territorio estaba

bajo el protectorado español y posteriormente fue invadido de forma

ilegal por Marruecos. Mohamed, se vio obligado a dejarlo todo y huir,

exiliándose así junto a toda su familia en la Hammada argelina, que es

el peor desierto, árido y rocoso.

Él desde siempre fue un beduino, amante de la naturaleza y del

verde de la naturaleza. Era nómada, iba de un sitio a otro según el

verde, hecho que dependía de la lluvia: Es un hijo de las nubes. Hoy

tiene más de cien años de edad, sigue manteniéndose gracias a la

leche de camello, cabra y oveja.

A pesar de su vejez, no pierde la esperanza, está totalmente

convencido de que algún día vivirá en su tierra libre y verde.

El verde es el color de los saharauis, porque representa la esperanza

de la que viven día a día, y les lleva a luchar con el objetivo de la

independencia, que está representada con este mismo color en su

bandera, por lo que representa la paz y felicidad.

(Poco después de recibir este texto, su autora me escribía contandoque su abuelo había muerto sin poder ver su país libre. Descansa enpaz hermano.)

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LA DAMA DEL DESIERTO

Mohamidi Fakal-la

Un viejo proverbio decía que la mujer es la mitad de cielo, pero

para nosotros y otros tantos, Aminetu lo es todo. La gallardía de una

mujer nos hizo reflexionar durante más de treinta días de huelga de

hambre, en que los verdaderos causantes de la desgracia general

habían preescrito que el catorce de noviembre se marcaría en la

historia como un referente nefasto en la memoria colectiva de los

saharauis. De hecho, la réplica sísmica de los acuerdos de Madrid

sigue sintiéndose con más fuerza, a pesar del paso del tiempo.

Pues se deduce, que no se operó cambio alguno en lo

concerniente a los derechos humanos, la autodeterminación y el

cumplimiento de la legalidad internacional; valores universales que es

necesario hoy más que nunca defender con primor contra viento y

marea. Sin embargo, lejos de toda esa objetividad quimérica, la vara

de doble medir sigue siendo la receta inadecuada que rige hoy las

relaciones internacionales. No hay duda que la víctima continúa

debatiéndose en el lado del sufrimiento, las capitales que provocaron

la inacabable tragedia de los saharauis no han cambiado de nombre ni

de postura, cara a una verdad apaciguada por artimañas e intereses

bien tangibles como los que figuran en los acuerdos del catorce de

noviembre.

El catorce de noviembre los pequeños Haiat y Mohamed se

levantaron temprano con la ingenua esperanza infantil para que les

cobijase de nuevo el calor materno. La madre regresaba de un viaje

por el exterior donde fue galardonada por su acción en pro de los

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derechos humanos. Por desgracia, el reencuentro añorado se

transformó en una pesadilla. En el aeropuerto de El Aaiun los

gendarmes marroquíes aguardaban impacientes el arribo del vuelo

procedente de Las Palmas en el que viajaba Aminetu. Una travesía

aérea que cuyo número de vuelo quedó grabado con el nombre de

Aminetu. Tanto en El Aaiun como en el exterior la gente vivió largas

jornadas de expectativas y decepción. Pilotos y pasajeros se quedaron

sorprendidos por el hecho. No hubo entonces, reencuentro alguno, ni

abrazos, ni flores, ni caramelos para los niños.

Lágrimas de mayores y pequeños por lo acontecido a Aminetu en

los pasillos del aeropuerto. Un secuestro de la dama del desierto y un

procedimiento injusto que se tramó en su ausencia, pero la mujer

estaba consciente más que nunca de haber emprendido de nuevo el

batallar por la esperanza y la dignidad. La dama del desierto, sin

miedo alguno, levantó frente al gendarme la misma bandera que tejió

de los hilos de su atuendo, sin temblor de manos ni de voz.

No cedió, la obligaron a un destierro espinoso para que se

encontrase con la muerte. De terminal a terminal, como si no

existieran fronteras entre países ni protocolos que regulen la

emigración. Ante el desorden y la ausencia de papeleo y la complicidad,

la gente de bien se irguió como clamor de viento ante la injusticia y

por el regreso de Aminetu. Más de treinta días de tensión y

desencanto frente a la aberrante amalgama de soberbia. Sin embargo,

el espíritu de Aminetu sólo era comparable con la acción de El

Mahatma Ganhdi y contra todos aquellos que pretenden menospreciar

la vida y la dignidad. El tiempo pasaba lentamente con hambre y sed de

libertad, sin que la dama del desierto levantara el pañuelo blanco de la

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rendición. El mundo contemplaba a una mujer al borde del abismo. Sin

duda, por parte de algunos, hubo indiferencia, mas se levantaron

barreras análogas a la anaconda de arena y piedra que cargó con la

vida, la gente y la tierra en estos últimos treinta y cuatro años de

impedimento de reencuentro. Cargaron los arcabuces de la infamia

contra el endeble e indómito cuerpo de Aminetu, pero la dama del

desierto con voz inaudible a causa del cansancio, optó por la

continuidad de la vida o que envolvieran su cuerpo en un sudario de

colores de la bandera, sin que arrojasen en su ausencia flores

marchitas de noviembre.

29 mayo 2010

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EL ECLIPSE

Por Limam Boisha

La noche del viernes todos los maestros habían ido a ver a sus

familias. Era extraño que aquella noche, después de la siempre

tenebrosa hora del Magreb, no se escuchara el inconfundible sonido

del generador que abastecía al internado de luz. Habían colocado unos

candiles que desprendían un horroroso olor a aceite quemado o algo

parecido, en algunas esquinas del comedor. Fuimos a cenar a oscuras y

en medio de aquella oscuridad muchos perdimos el apetito. Salí hacia

afuera sólo, y deambulé por el enorme patio de la escuela. Alguien

habló de que la luna estaba "tomada". ¿Por quién? todos nos

preguntábamos sin encontrar una respuesta. Algún "iluminado" habló

con dramatismo de que había llegado la hora del "Juicio Final". Tuve

mucho miedo y deambulé en busca de compañía. Busqué la de mi

querida hermana mayor, para que "el Juicio Final" me pillara en

protectora compañía. Otros sin saber qué hacer se refugiaron en las

aulas. Hubo quien corrió a ver si podía abordar un coche a las afueras,

para llevarlo a su familia.

No había ni una persona adulta. Una hora después apareció

Suadah. Los niños se alegraron y muchos formaron un círculo

alrededor de él. Todos hablaban y preguntaban al hombre qué era lo

que pasaba con la luna. Cuando Suadah, que era el encargado de la

lavandería, comenzó hablar todos los niños callaron. Suadah, era un

hombre enorme, fuerte como un león. Habló con voz firme y serena, y

dijo:

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- Hijos míos deben tranquilizarse, eso es una "operación"

hecha por los americanos, para demostrar su poderío al

mundo, han tapado una parte de la luna con una toalla.

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BUBISHER

(A todos los niños saharauis)

Por Xabier Susperregi

Shartat vio aparecer a Bubisher y se incorporó feliz pensando

en que habría de traerle buena suerte. Al ponerse de pie alcanzó a ver

a la oveja.

La oveja, ¡qué bueno!, pues también vio a Bubisher y claro,

también pensó que iría a traerle buena suerte, sin saber que Shartat

se le acercaba peligrosamente.

Bubisher echó a volar y al hacerlo, llamó la atención del pastor

que se incorporó también con alegría, pensando en la buena suerte que

le esperaba. Al levantarse acertó a ver a Shartat, a punto de atrapar

a la oveja.

Cuando salió volando Bubisher, también Shartat lo siguió con la

vista, logrando por ello, darse cuenta de la cercanía de su gran

enemigo, el peligroso pastor.

Quiso el destino que al marchar Bubisher, también la oveja lo

viera, cruzando entonces también su mirada con la figura de Shartat.

Así que Shartat logró huir del pastor, el pastor logró salvar su

oveja de Shartat y la oveja por su parte, logró salvar su vida.

Y felices continuaron aquel día los tres protagonistas, felices

con la buena suerte que les había traído Bubisher.

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PALABRAS DE UNA EX-REFUGIADA, DESEOS DE UNA EXILIADA.

SEGUNDA PARTE

Por Afaf Malainin Talebuya

A los 8 años, gracias al proyecto solidario “Vacaciones en Paz”,

Afaf viajó junto con miles de niños saharauis a Europa, donde pasaría

el verano con una familia occidental. La niña estaba entusiasmada con

conocer ese continente porque había oído a los niños mayores que ella

(que ya habían disfrutado del verano fuera de lo campamentos de

refugiados) hablar sobre los aviones, la piscina, los muchos caramelos

que comían, los helados y otras muchas palabras que para ella aún eran

desconocidas.

Aún recuerdo el día en el que la niña tuvo que marcharse, me

acuerdo de que sus tías la ducharon bien, le pusieron su mejor vestido

y le hicieron un moño elegante; todo con el objetivo de que la chica

impresionara a su nueva familia adoptiva, para darles buena imagen. Y

vaya que lo hizo, todavía recuerdo las palabras de los occidentales

cuando la vieron bajar del avión “qué guapa es esta chiquilla”, “parece

una princesita”, “qué mona es”. Sus tías lo hicieron bien, buen trabajo.

Pero eso no viene a cuento, a ella lo que todavía la emociona es

recordar las lágrimas que derramó su abuela en el aeropuerto de

Tinduf, cuando los argelinos cerraron las verjas del aeropuerto y los

niños se quedaron aislados de sus familias esperando subir al avión.

Afaf metió la mano entre los barrotes y agarró la de su abuela; la niña

ya no se quería ir, empezó a asustarse y comenzó a llorar también. Su

abuela, que es una mujer valiente y luchadora (sinceramente, jamás he

visto a nadie igual, es una persona admirable), la empezó a tranquilizar

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y a besar la mano. Qué duro es despedirse de los seres queridos,

¿verdad? Pues es más duro todavía cuando uno es un niño, un crío.

Después de bajarse del avión, a Afaf todo le pareció increíble:

los asientos, los cinturones de seguridad (que no sabía ni que existían),

las luces de las calles, las aceras, los pisos, los ascensores, las

escaleras (que por cierto, no sabía bajarlas y le parecía muy divertido

aprender a hacerlo), la comida, el baño, el váter, las duchas, la

televisión en color y con mando a distancia, la piscina y sobretodo, ¡el

mar! “¿así de grande será el mar de mi Sahara?”- se preguntaba la

niña. “Ojalá mi abuela estuviera aquí”- pensaba. Y una de las cosas que

más le sorprendió a la niña eran los grifos ¡qué divertido era tener

todo el agua que ella deseara! Sólo tenía que abrir y cerrar. Nada

tenía que ver con su vida de refugiada. En los campamentos de

refugiados saharauis de Tinduf, Afaf tenía que ir con su familia a una

zona determinada a llenar los baldes de agua, para que pudieran

beber, cocinar y asearse. Era un trabajo muy duro y cansino; por eso,

su abuelo construyó un pozo cerca de la jaima (tienda de campaña),

para ahorrarse a él y a su familia la tarea de desplazarse tan lejos en

busca de agua. Además, en la casa de los occidentales había lavadoras

y Afaf ya no tenía que lavar su ropa a mano ¡cuánta comodidad de

repente! No se lo podía creer. Es más, la sed o el calor ya no le

preocupaban: cada vez que tenía sed se llenaba un vaso de agua fría (lo

podía hacer las veces que ella quería porque el agua nunca se acababa

“¡qué maravilla!”-pensaba) y como iba todos los días a la playa o a la

piscina nunca tenía calor. De todas formas, para ella las temperaturas

en Alicante no eran altas, ella estaba acostumbrada a los 55ºC bajo la

sombra, 30ºC no eran nada comparados con el clima en los

campamentos de refugiados. Podría contar infinidad de experiencias y

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sensaciones pero no quiero aburrir a los lectores, que creo bastante

tienen ya con haber llegado hasta aquí. Sólo añadir antes de acabar

con este párrafo, que agradezco a todas aquellas familias que acogen o

que han acogido a niños saharauis en verano, les cambian la vida de una

forma impresionante. Y yo desde aquí, agradezco de todo corazón la

acogida y el cariño que recibí de mi familia de Alicante. Gracias, en

nombre de todos los niños saharauis.

Cuando acabó el verano, Afaf fue una excepción y en vez de

volver a los campamentos de refugiados como los demás niños, se

quedó a vivir con sus padres biológicos en un pueblo de Burgos. Ahí fue

cuando verdaderamente la vida de esta ex-refugiada empezó a

cambiar. Tuvo que adaptarse a un estilo de vida totalmente diferente

al suyo: colegio nuevo, amigos nuevos, idioma y letras nuevos,

profesores nuevos… Nada era igual. Afaf recuerda que una de las

cosas que más le desconcertaba era que sus compañeros de clase le

preguntaran de donde era y ella responderles: “del Sahara

Occidental” y a continuación cuando le decían que les contara cómo

era su país, ella les respondía:” no lo sé, nunca he estado” y los niños

añadir: “¿entonces dónde has estado?” Y ella a continuación: “en

campos de refugiados, en Argelia”. Los niños: “¿Pero tú no decías que

eras del Sahara?” Y la niña: “Sí, pero Marruecos ocupó mi país”. Los

niños: “¿Por qué?” “No lo sé” –respondía Afaf con los hombros

encogidos.

Realmente la niña no comprendía por qué su país estaba ocupado,

por qué no conocía a la mitad de su familia, por qué había nacido en un

campo de refugiados y no en el Sahara, que era lo normal y lógico.

Afaf no entendía por qué no era igual que sus amigos occidentales,

Page 97: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

97

ninguno de ellos había nacido refugiado, ni separado de su familia ¡y

todos desconocían el estilo de vida que ella había tenido! A la niña

todo le parecía muy complicado, no entendía por qué había tantas

diferencias entre ella y sus nuevos amigos.

Pasaron tres años y Afaf tomó un nuevo rumbo, iba a cambiar de

casa, de amigos y de lugar. Tenía miedo y estaba algo nerviosa, porque

no sabía como iba a ser su acogida en este nuevo sitio, pero se

consolaba pensando que ya lo había hecho otras veces, que sus

antepasados habían sido nómadas y que el nuevo sitio no podía ser tan

horrible. Lo que Afaf no sabía es que en su nuevo hogar, Euskal

Herria, se iba a sentir tan identificada, comprendida y apoyada que se

convertiría en su segundo Sahara, tanto, que incluso cuando viajaba a

los campamentos de refugiados lo echaba de menos, añoraba esa

tierra y a su gente. Pero esa es otra historia ¿no creéis?

(continuará…)

Page 98: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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NAZIHA

Por Limam Boisha

Naziha, era una niña de cuatro o cinco años, que en medio de una

tormenta vio un globo verde. ¡Un globo verde, qué maravilla!, dijo ella,

y salió corriendo tras él. Naziha corrió y corrió, sin poder alcanzarlo.

Cuando se dio cuenta estaba ya lejos de su jaima. Ella no sabía dónde

vivía, ni dónde estaba. Una mujer la recogió, y la llevó a su jaima. La

niña tenía mucha sed, y la mujer le dio agua, agua en un cuenco de

metal. En el fondo del cuenco había tierra y hormigas muertas,

dormidas o desmalladas, a la niña le dio asco, pero tenía tanta sed que

bebió el agua con placer, y bebió las hormigas.

La abuela de Naziha se enteró de su paradero y fue a recogerla,

después de llevar horas buscándola por todas partes. Cuando fueron a

la jaima de la mujer sólo habían hormigas, muchas hormigas, que

rodeaban a una más grande que las demás, su color era verde brillante

como una esmeralda.

La abuela y la mujer miraron y revisaron todos los rincones, la

cocina y el baño, salieron fuera para ver las huellas de Naziha, por si

volvió a salir cuando la mujer la dejó sola para que avisaran a su

familia, pero el viento seguía soplando y todo lo que las personas

escribían con la caligrafía de sus pies se borraba.

La abuela se sentó al lado de las hormigas y con voz dulce les

susurró:

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99

- Hormigas, yo no les voy echar gasolina, ni dejaré que las

gallinas les picoteen, ni derrumbaré vuestro hogar. Yo les

daré azúcar, migas de pan y cuscús, si me dicen dónde está

mi niña.

La tormenta se intensificó, y agitó duramente la jaima, las dos

mujeres se agarraron al palo para sostenerlo y evitar que les aplastara.

La arena se filtraba por todas partes y todo se oscureció. Algún bicho

picó a la abuela, y la mujer buscó a ciegas la linterna que siempre

guardaba al lado de donde apilaba las mantas, y fue hasta el baúl

grande para sacar el viejo botiquín, cuando levantó la tapa del baúl, allí

estaba Naziha acurrucada, medio dormida y abrazada a un globo verde.

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CARTA A LOS HÉROES DE GDEIM IZIK

Por Núria Salamé

¡Compañeros, hermanos!

No me es fácil hablar con vosotros, por lo que os respeto... por

lo que os admiro... por lo que os quiero y por que comparto los

sufrimientos vuestros y de vuestras familias. Quizás sea porque me

tocó vivir de cerca situaciones semejantes, sé el valor que tiene

sentiros acompañados por todos los que desde fuera creemos y

luchamos por vuestra causa.

A partir de la ilegalidad de vuestro juicio y toda la farsa que le

acompaña, a vosotros os acompaña la gloria de ser presos políticos... a

vosotros os han encarcelado porque os tienen miedo. Miedo a vuestros

razonamientos, a vuestras verdades, a vuestros ideales, ¡y eso a las

ratas les duele mucho! ¿Si no, por qué semejante farsa...? ¿Por qué

apartaros de vuestras familias, de vuestro pueblo? Ellos saben que no

defendéis intereses particulares, defendéis a todo un pueblo, al que la

justicia, y la razón le ampara... y que sólo ellos os niegan ese derecho.

Ante esta evidencia, ¿qué puede hacer el invasor? ¿El verdugo?

¡APARTAROS...! Es la única salida para el que tiene que usar la

tortura... para imponer su ley... pero, compañeros, no estáis solos a

vosotros os han quitado la libertad, pero no la fuerza ni la razón...

cada vez que vuestro pueblo recibe un golpe tan duro como el que

habéis recibido vosotros, en la calle gentes de todos los lugares se

multiplican para defenderos a vosotros, a vuestras familias y a

Page 101: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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vuestro pueblo. Somos la voz que os niegan a vosotros y no nos

callaran mientras quede un preso en la cárcel y vuestro pueblo no sea

libre.

Ánimos hermanos, seguimos con vuestra lucha hasta la victoria

final, sois vosotros con vuestro ejemplo los que nos dais la fuerza para

seguir trabajando por vuestra causa que también es la nuestra.

Por un Sahara Libre.

Barcelona 13 de marzo de 2013

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MI CARTA A LOS HÉROES DE GDEIM IZIK

Por Uxía Castro

Hermanos, amigos, compañeros;

Podría escribir durante horas condenando las injustas

sentencias que os han impuesto, no sólo por injustas sino por ilegales.

Por tratarse de sentencias nulas de pleno derecho, por ser el

resultado de un juicio farsa donde ya estabais condenados más de dos

años antes de haber empezado el proceso.

Vuestra condena fue decidida y escrita el 8 de noviembre de

2010, cuando el ejército ocupante al servicio de las ratas alahuitas

asesinas, desmantelaba Gdeim Izik con extrema violencia. En aquella

triste madrugada todxs despertamos con sobresalto, algunxs ya no

dormimos, muchxs nos sentimos dentro de aquellas jaimas que estaban

siendo arrasadas ante el silencio cómplice del mundo. Y todxs aquellxs

y mucha gente más aquí seguimos hoy a vuestro lado.

Yo sé y siempre he estado convencida de que Gdeim Izik es el

principio, el detonante, la chispa verdadera en el camino a la

independencia. En el transcurso de todo este tiempo cada vez mi

convicción es más fuerte y arraigada porque siento que cada día es

mayor el apoyo y el movimiento, porque la razón está de nuestro lado y

una mentira no se convierte en realidad por muchas veces que sea

repetida.

Page 103: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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El 17 de febrero recibimos un duro golpe al conocer las

sentencias que os imponían. Se suponía que serían duras condenas pero

había un atisbo a la esperanza. Se trabajó mucho desde muchos

frentes y la presión internacional fue muy fuerte. Todas las

esperanzas, esa madrugada se desvanecieron.

Pero a la mañana siguiente, al saber que vosotros escuchasteis el

veredicto del juez falsario puño en alto y gritando a la libertad del

pueblo saharaui, aquí todo el mundo se puso en pie de nuevo, se secó

las lágrimas y decidió seguir adelante siendo mucho más fuerte.

Vosotros lo sabéis y yo lo creo a ciegas: el veredicto que se os

aplicó será la tumba de Marruecos ante la opinión pública internacional.

Yo nunca había sentido a la gente tan entregada a una causa como

siento ahora a mis compañerxs. Cada día, gente que no sabía de

vuestro caso hasta el juicio nos pregunta, se interesa, propone, se

implica.

Entre todxs y con mucho esfuerzo hemos conseguido que Gdeim

Izik grite todavía más fuerte con el paso del tiempo.

Yo no creo en las instituciones. No creo que la iniciativa para

vuestra liberación vaya a salir de ellas. Pero sé que cuando el pueblo

habla todo el resto ensordece y que el pueblo hace tiempo empezó a

hablar clarito y a los que mueven los hilos de este injusto mundo no va

a quedarles más remedio que escuchar aunque no lo deseen.

Ayer una mujer de 80 años nos contactaba para poder conseguir

una bandera de la RASD y vuestras fotos.

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También ayer un grupo de estudiantes de la sierra mexicana a

través de su profesora, nos enviaba un mensaje manifestando su

deseo de colaborar con nosotros por vuestra liberación: "... Es

importante apoyar a los pueblos... La memoria es historia y

agradecemos a su merced recordar esto en nosotros. No hablamos

bien castellano, pero si necesita nuestra voz, aquí estamos señorita".

La otra noche un auditorio en la ciudad de Caracas en Venezuela

rompía emocionado en aplausos tras escuchar a Hassanna Aalia en

conexión telefónica llevándoles vuestra voz.

Sólo son tres ejemplos de lo mucho que estáis moviendo la

conciencia y el corazón de mucha gente del pueblo en distintos lugares

del mundo. Sólo tres ejemplos de que el pueblo reivindica vuestra

libertad. Sólo tres ejemplos de que vamos bien y de que este es el

camino a seguir.

Final sólo hay uno posible y se llama independencia. Y hasta el

final, juntos seguimos porque sois nuestro motor y nuestra fuerza,

porque sois inocentes y os necesitamos fuera ya.

LA LUCHA CONTINÚA

¡AMWASLIN!

SAHARA LIBRE SIEMPRE

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CARTA A LOS HÉROES DE GDEIM IZIK

Por Aziza Che Guevarra

Les plus jeunes ont souvent des héros, ils sont généralement

issus des films de sciences fiction ou crées à partir d’un monde

imaginaire. J’ai aussi des héros, mais les miens sont réels, ce sont les

prisonniers politiques de Gdeim Izik.Leur crime: avoir participé au

campement de Gdeim Izik en 2010 pour dénoncer les injustices des

autorités marocaines. En 2013, ils eurent enfin un procès après avoir

passé près de 27 mois en détention arbitraire. Mes héros sont des

civils saharaouis, pourtant leur comparution devant le juge était dans

un tribunal militaire. Ils ont écopé de peines allant de 20 ans de prison

à perpétuité… Toute leur vie ils ont lutté de manière pacifique, mes

héros ne méritent pas cela, ils subissent contre leur grès les

machinations du gouvernement marocain; et les pays occidentaux,

telle la France, fervents défendeurs des Droits de l’Homme restent

muets face à de telles injustices. Complices jusqu’à quand?Mes héros

ont lutté pour voir un jour leur pays libre et indépendant, ils luttent

encore aujourd’hui à travers le peuple saharaoui dans les territoires

occupés du Sahara Occidental, à travers les saharaouis dans les

campements de réfugiés d’ Algérie et à travers ceux éxilés partout

dans le monde, et ils lutteront demain.

Comme dans tous les films, les héros sont toujours les

vainqueurs. Mes héros sortiront vainqueurs de cette noble cause.Main

dans la main nous y parviendront. Je pense fort à vous et prie Dieu

tous les jours pour que l’on se retrouve dans un Sahara libre.

Page 106: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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Los jóvenes a menudo tienen héroes, generalmente derivan de

películas de ciencia ficción o creados a partir de un mundo imaginario.

También tengo héroes, pero los míos son reales, son los presos

políticos de Gdeim Izik. Su crimen: haber participado al campamento

pacifico de Gdeim Izik en 2010 para denunciar las injusticias de las

autoridades marroquíes. En 2013, por fin tuvieron un juicio tras haber

pasado 27 meses en detención arbitraria. Mis héroes son civiles

saharauis, sin embargo su comparecencia delante del juez fue en un

tribunal militar. Cobraron de penas que iban de 20 anos de prisión a

perpetuidad... Durante toda su vida lucharon de manera pacifica y mis

héroes no merecen esto, sufren a sus asperones las maquinaciones del

gobierno marroquí y los países occidentales tal como Francia,

ferviente defensor de los Derechos Humanos, quedan mudos frente a

tales injusticias. ¿Cómplices hasta cuando? Mis héroes han luchado

para ver un día su país libre e independiente, luchan todavía hoy en día

a través del pueblo en los territorios ocupados del Sahara Occidental,

a través de los saharauis en los campamentos de refugiados de

Argelia y a través de los que son exiliados en todo el mundo; también

lucharán mañana.

Como en todas las películas, los héroes siempre son vencedores.

¡Mis héroes serán vencedores de esta causa noble! Mano a mano nos

llegarán allá. Pienso mucho en vosotros y ruego a Dios cada día para

que nos encontremos en un Sahara libre.

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ÍNDICE

1- ¿DÓNDE ESTAMOS? - Por Limam Boisha

2- LA PULSERA DE RABAT - Por Conxi Moya

3- EXILIADOS (1): MAIMUNA. ÉRASE UNA RONDA DE TÉ

Por Chejdan Mahmud

4- SIDATI SALAMI: UNA MANERA DE CONTAR

Por Mohamidi Fakal-la

5- LA LLEGADA - Por Limam Boisha

6- EL ZORRO, LA HIENA... - Por Xabier Susperregi

EXILIADOS (2): MAIMUNA. DIOSA DEL HOGAR -

Por Chejdan Mahmud

7- EL ÚLTIMO VIAJE - Por María Jesús Alvarado

8- DESDE MI VENTANA - Por Zahra Hasnaui

9- PALABRAS DE UNA EX-REFUGIADA, DESEOS DE UNA EXILIADA.

PRIMERA PARTE – Por Afaf Malainin Talebuya

10- EL PANADERO MOULUD - Por Mohamidi Fakal-la

11- LA PELEA DE SHARTAT - Por Xabier Susperregi

12- HIJA DE LAS NUBES - Por Benda Beirouk

13- AMIGOS DE SIEMPRE - Por Ricardo Acra Caudet

14- EXILIADOS (3): MAIMUNA. LOS CAMINOS DE DIOS

Por Chejdan Mahmud

15- UN CARTEL EN EL DESIERTO - Por Limam Boisha

16- MÁS QUE UN AMIGO - Por Monina Nayem Mohamed

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17- SHARTAT Y LAS TRES OVEJAS - Por Xabier Susperregi

18 - EL CARTERO - Por Mohamidi Fakal-la

19- EXILIADOS (4): MAIMUNA. PUTA - Por Chejdan Mahmud

20- AL OTRO LADO DE LAS REJAS - Por Xabier Susperregi

21- LOS SECRETOS PERDIDOS EN EL SAHARA

Por Haizea López Martínez

22- MI HERMANA DE PIES - Por Limam Boisha

23- EL BURRITO Y SHARTAT - Por Xabier Susperregi

24- EXILIADOS (5): MAIMUNA. LOS PAPELES -

Por Chejdan Mahmud

25- SHARTAT HAMBRIENTO - Por Xabier Susperregi

26- WARDA - Por Ricardo Acra Caudet

27- ¿VERDE, ESPERANZA O INDEPENDENCIA?

Por Hagunia Rasd

28- LA DAMA DEL DESIERTO - Mohamidi Fakal-la

29- EL ECLIPSE - Por Limam Boisha

30- BUBISHER - Por Xabier Susperregi

31- PALABRAS DE UNA EX-REFUGIADA, DESEOS DE UNA EXILIADA.

SEGUNDA PARTE – Por Afaf Malainin Talebuya

32- NAZIHA - Por Limam Boisha

33- CARTA A LOS HÉROES DE GDEIM IZIK - Por Núria Salamé

34- MI CARTA A LOS HÉROES DE GDEIM IZIK - Por Uxía Castro

35- CARTA A LOS HÉROES DE GDEIM IZIK - Por Aziza Che Guevarra

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Todos los libros de la colección pueden leerse gratuitamente en el Blog de la

Biblioteca de las Grandes Naciones.

1- CUENTOS TRADICIONALES SAHARAUIS

2- RELATOS DE PAÍS DE LOS SAHARAUIS

3- MIL Y UN POEMAS SAHARAUIS

Page 110: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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4- ANTIGUOS CUENTOS DE ÁFRICA

5- CUENTOS Y LEYENDAS DE ZUGARRAMURDI

6- CUENTOS DE ESCOCIA

Page 111: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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7- XANA

8- TRASGU

9- HADAS DE IRLANDA

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10- RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS. LIBRO II

11- CUENTOS DE PALESTINA

12- FÁBULAS VASCAS

Page 113: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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13- NUESTRAS POETAS DEL MUNDO

14- TRADICIONES NICARAGÜENSES

15- MIL Y UN POEMAS SAHARAUIS(LIBRO II)

Page 114: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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16- NUESTRAS POETAS DEL MUNDO – VOLUMEN II

17- MUJERES EN LA HISTORIA I

18- SAHARAUIS. LA SONRISA DEL SOL.

Page 115: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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19- PALESTINA POEMAS

20- PALESTINA POEMAS II

Page 116: RELATOS DEL PAÍS DE LOS SAHARAUIS III

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