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Relaciones Estados Unidos-América Latina: una nueva dirección para una nueva realidad

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Relaciones Estados Unidos-América Latina: una

nueva dirección para una nueva realidad

Patrocinado por el Council on Foreign Relations

Relaciones Estados Unidos-América Latina: una

nueva dirección para una nueva realidad

Informe de un Grupo de Trabajo Independiente

El Council on Foreign Relations (CFR) es una organización independiente no partidista, conformada por un grupo de expertos y editora dedicada a servir como fuente de ideas para sus miembros, funcionarios de gobierno, ejecutivos corporativos, periodistas, pedagogos y estudiantes, líderes cívicos y religiosos y otros ciudadanos interesados, con el objetivo de ayudarles a entender mejor el mundo y las opciones de política exterior que se plantean a Estados Unidos y otros países. Fundado en 1921, el CFR no adopta ninguna postura institucional sobre temas de política. El Council lleva a cabo su misión manteniendo una afiliación diversa; convocando a reuniones; apoyando un programa de estudios que fomenta la investigación independiente; publicando Foreign Affairs, la revista más importante en asuntos internacionales y en política exterior estadounidense; tutelando grupos de trabajo independientes, y proporcionando información y análisis actualizados sobre los acontecimientos mundiales y la política exterior estadounidense en su sitio web CFR.org. EL CONSEJO NO ADOPTA NINGUNA POSTURA INSTITUCIONAL SOBRE TEMAS DE POLÍTICA NI TIENE AFILIACIÓN CON EL GOBIERNO ESTADOUNIDENSE. TODAS LAS DECLARACIONES DE HECHO Y EXPRESIONES DE OPINIÓN CONTENIDAS EN SUS PUBLICACIONES SON RESPONSABILIDAD ABSOLUTA DEL AUTOR O AUTORES. El Consejo patrocina a un Grupo de Trabajo Independiente cuando surge un tema de importancia crítica para la política exterior estadounidense, y parece que un grupo diverso en formación y perspectivas puede sin embargo ser capaz de llegar a un consenso político significativo mediante deliberaciones privadas e independientes. A los miembros del Grupo de Trabajo se les pide formar un consenso que significa que avalan “el objetivo de política general y juicios alcanzados por el grupo, aunque no necesariamente cada conclusión y recomendación”. También se alientan las opiniones individuales y desacuerdos que acentúan las diferencias de análisis y recomendaciones. Una vez formados, los grupos de trabajo son independientes. Al llegar a una conclusión, un Grupo de Trabajo emite un informe, que el CFR publica y coloca en su sitio web. Los presidentes, directores y miembros son los únicos responsables del contenido de sus informes. Para mayor información sobre el CFR o este Grupo de Trabajo, favor de escribir a: Council on Foreign Relations, 58 East 68th Street, New York, NY 10065, o llamar al Director de Comunicaciones, teléfono 212-434-9400. Visite nuestro sitio web, en: CFR.org. Copyright © 2008 Council on Foreign Relations, Inc. Todos los derechos reservados Printed in the United States of America / Impreso en Estados Unidos. Este informe no puede ser reproducido en todo o en parte, en cualquier forma más allá de la reproducción permitida por las secciones 107 y 108 de la Ley del Copyright de Estados Unidos (17 U.S.C. Secciones 107 y 108) y pasajes citados por reseñistas en la prensa pública, sin permiso escrito expreso del Council on Foreign Relations. Para información, escribir a: Publications Office, Council on Foreign Relations, 58 East 68th Street, New York, NY 10065. Este informe está impreso en papel certificado por el Consejo de Administración Forestal, que promueve el manejo ambientalmente responsable, socialmente beneficioso, y económicamente viable de los bosques del mundo.

Presidentes del Grupo de Trabajo

Charlene Barshefsky

James T. Hill

Directora del proyecto

Shannon K. O’Neil

Consejera Principal

Julia E. Sweig

Miembros del Grupo de Trabajo

Charlene Barshefsky

R. Rand Beers

Alberto R. Coll

Margaret E. Crahan

Lorne Craner

Jose Fernandez

Francis Fukuyama

Peter Hakim*

James A. Harmon

John G. Heimann

James T. Hill

Donna Hrinak

Jim V. Kimsey

Jim Kolbe

Kellie Meiman

Shannon K. O’Neil

Maria Otero

Arturo Porzecanski

Susan E. Rice

David J. Rothkopf

Roberto Suro

Julia E. Sweig

* El individuo ha respaldado el informe y ha presentado una postura adicional.

Índice

Prólogo xi

Agradecimientos xiii

Mapas xvi

Lista de siglas y acrónimos xix

Informe del Grupo de Trabajo 1

Resumen ejecutivo 3

Introducción 5

Pobreza y desigualdad 14

Seguridad pública 26

Integración mediante la migración 41

Energía 52

Recomendaciones 61

Postura Adicional 84

Miembros del Grupo de Trabajo 85

Observadores del Grupo de Trabajo 92

Prólogo

América Latina nunca ha importado más a Estados Unidos. La región es el mayor

proveedor de petróleo de Estados Unidos y un socio fuerte en el desarrollo de

combustibles alternativos. Es uno de los socios comerciales de Estados Unidos de más

rápido crecimiento, así como su principal abastecedor de drogas ilícitas. América Latina

es también la fuente más importante de inmigrantes en Estados Unidos, documentados o

no. Todo esto hace que los vínculos estadounidenses—estratégicos, económicos y

culturales—con la región se refuercen profundamente, pero también surgen hondas

preocupaciones.

El informe deja en claro que la era de Estados Unidos como la influencia

dominante en América Latina ha llegado a su fin. Los países de la región no sólo se han

fortalecido, sino que han ampliado sus relaciones con otros, como China e India. En años

recientes, la atención estadounidense también se ha dirigido a otras partes, sobre todo a

los desafíos existentes en Medio Oriente. El resultado es una región que moldea su futuro

mucho más de lo que moldeó su pasado.

Al mismo tiempo que América Latina ha hecho progresos sustanciales, también

enfrenta persistentes desafíos. La democracia se ha propagado, las economías se han

abierto y sus poblaciones son cada vez más móviles. Pero muchos países han batallado

para reducir la pobreza y la desigualdad y para proporcionar seguridad pública.

El Council on Foreign Relations creó un Grupo de Trabajo Independiente con el

propósito de hacer un balance de estos cambios y evaluar sus consecuencias para la

política estadounidense hacia América Latina. El Grupo de Trabajo considera que el

antiguo enfoque sobre comercio, democracia y drogas, aunque relevante aún, resulta

insuficiente. El Grupo de Trabajo recomienda reestructurar la política en torno a cuatro

áreas críticas—pobreza y desigualdad, seguridad pública, migración y seguridad

energética—que son de preocupación inmediata para los gobiernos y ciudadanos de

América Latina.

xi

xii

El Grupo de Trabajo recomienda que los esfuerzos estadounidenses por atacar

estos desafíos se hagan en coordinación con las instituciones multilaterales, las

organizaciones de la sociedad civil, los gobiernos y los líderes locales. Al concentrarse en

áreas de interés común, Estados Unidos y los países de América Latina pueden llevar

adelante una asociación que apoye las iniciativas regionales y el progreso de los propios

países. Tal asociación promovería también los objetivos estadounidenses de fomentar la

estabilidad, la prosperidad y la democracia en todo el hemisferio.

En nombre del Council on Foreign Relations, deseo agradecer a los directores del

Grupo de Trabajo Charlene Barshefsky y James T. Hill, dos distinguidos funcionarios

públicos que conocen a profundidad la región. Su inteligencia y capacidad de

organización guiaron hábilmente el Grupo de Trabajo hacia el consenso. Asimismo, el

Council está en deuda con los miembros del Grupo de Trabajo, un grupo heterogéneo

conformado por muchos académicos preeminentes de la nación, directivos empresariales

y profesionales de la política que se ocupan en América Latina. La aportación y

sagacidad de cada miembro contribuyeron de manera decisiva en la elaboración del

informe. Por último, deseo agradecer a Julia E. Sweig, investigadora senior Nelson and

David Rockefeller y directora de Estudios Latinoamericanos en el CFR, por brindar

generosamente su apoyo y orientación, y a Shannon K. O’Neill, investigadora de

Estudios Latinoamericanos en el Council, por dirigir este proyecto con habilidad y

profesionalismo. El difícil trabajo de todos los participantes ha producido un informe

confiable que examina los cambios en América Latina y en la influencia estadounidense

en la zona, y a la vez toma en cuenta la importancia duradera de la región para Estados

Unidos. Espero que su agenda en torno a un compromiso estadounidense renovado

influya en la política durante la próxima transición presidencial y en los años por venir.

Richard N. Haass

Presidente

Council on Foreign Relations

Mayo de 2008

Agradecimientos

Poco después de ingresar al CFR como miembro, fue para mí un gran placer aceptar la

dirección de este Grupo de Trabajo Independiente sobre las relaciones entre Estados

Unidos y América Latina.

Con el atrevido objetivo de crear un nuevo proyecto sobre las relaciones

hemisféricas, el Grupo de Trabajo se benefició enormemente del liderazgo de sus dos

eminentes presidentes, Charlene Barshefsky y James T. Hill. No sólo aportaron sus

importantes experiencias y conocimientos sobre la región, sino que también condujeron

con pericia al resto del grupo en el intercambio de ideas y en la labor por lograr el

consenso en una amplia variedad de temas. Julia E. Sweig, asesora principal y editora

ejecutiva del proyecto, contribuyó decisivamente a dar forma a este informe,

proporcionando ideas, conducción y apoyo durante el año en que se reunió el Grupo de

Trabajo.

Además de nuestros distinguidos miembros y observadores del Grupo de Trabajo,

este informe se benefició de la información y las opiniones que compartieron con

generosidad muchos individuos durante varios viajes a Bolivia y Brasil. El embajador

Gustavo Guzmán, Iván C. Rebolledo y Eduardo A. Gamarra fueron de especial ayuda

cuando viajamos a Bolivia, así como Paulo Sotero cuando visitamos Brasil. El Grupo de

Trabajo también recibió un gran aporte de las conversaciones y exposiciones de Jorge

Castañeda, Wolf Grabendorff, Rebeca Grynspan, Peter Hakim, Celso Lafer, Luiz Felipe

Lampreia, Doris M. Meissner, Maria Otero, el embajador Antonio Patriota, Arturo C.

Porzecanski, David J. Rothkopf, el embajador Arturo Sarukhan, el almirante James G.

Stavridis y Roberto A. Suro.

El éxito de este esfuerzo dependió en gran medida del personal del CFR.

Sebastian Chaskel y Jacyln Berfond realizaron con gran destreza la extensa investigación

para dar fundamento a las conclusiones, y Michael Bustamante y Daniel Kurtz Phelan

redactaron cada uno fragmentos del informe. Dan también merece ser reconocido por su

magistral trabajo de edición, y Sebastian por guiar el Grupo de Trabajo durante el

xiii

xiv

proceso de las muchas revisiones y el lanzamiento y la distribución del informe. Leigh

Gusts y el personal bibliotecario nos ayudaron a encontrar mucha de la información

necesaria para el escrito, y los miembros del Council, Laurie A. Garrett, Michael A. Levi

y David G. Victor, brindaron sus conocimientos en momentos importantes. Lee Feinstein

y Lindsay Workman y después Anya Schmemann y Swetha Sridharan condujeron

hábilmente el Grupo de Trabajo de principio a fin, proporcionando una mirada crítica

cuando fue necesario y coordinando acuciosamente los diversos departamentos del

Council. Una vez terminado, Patricia Lee Dorff y Lia Norton se encargaron del

documento escrito y lo pulieron hasta conformar el informe del Grupo de Trabajo.

Durante el proceso, Irina A. Faskianos condujo el Programa Nacional del Council

en coordinar las reuniones que se dieron en seis ciudades, de Los Angeles a Boston,

mientras Nancy D. Bodurtha y Kay King dirigieron los departamentos de Reuniones para

la organización de los actos preliminares de exposición y presentación para los miembros

del Council en Nueva York y Washington, DC. Lisa Shields y el equipo de

Comunicaciones y los programas Corporativo y de Trabajo Social Voluntario trabajaron

arduamente para poner el informe en las manos adecuadas, como lo hicieron Kay y su

apto equipo de Washington, DC.

Agradecemos especialmente al presidente del CFR, Richard N. Haass, por

convocar a este Grupo de Trabajo y al director de Estudios del mismo, Gary Lamore,

quien apoyó esta iniciativa, la cual nos permitió trabajar estrechamente con muchos

directivos y miembros del Council y la más amplia comunidad política en el esfuerzo por

construir un sustancial replanteamiento de las relaciones entre Estados Unidos y América

Latina.

Este proyecto fue posible por el apoyo de David M. Rubenstein al programa del

Grupo de Trabajo. El CFR también expresa su agradecimiento a la Fundación Ford y a la

Fundación W.K. Kellogg por su respaldo al programa de Estudios Latinoamericanos.

Ahora terminado, esperamos que este informe dé fundamento a nuevas conversaciones, y

nuevas políticas estadounidenses, que transformen para bien las relaciones entre Estados

Unidos y América Latina.

Shannon O’Neil

Directora del proyecto

América del Sur

Fuente: CIA World Factbook, https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/reference_maps/ south_america.html.

México, América Central y el Caribe

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xix

Lista de siglas y acrónimos

AIE Agencia Internacional de Energía ALCA Área de Libre Comercio de las Américas BID Banco Interamericano de Desarrollo DEA Fuerza Administrativa Antidrogas [siglas en inglés de Drug

Enforcement Administration] DHS Departamento de Seguridad Interna Nacional [siglas en inglés de

Department of Homeland Security] DR-CAFTA Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana,

Centroamérica y Estados Unidos de América [siglas en inglés de Dominican Republic and Central America Free Trade Agreement]

FARC Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FinCEN Red de Aplicación de las Leyes contra los Delitos Financieros [siglas

en inglés de Financial Crimes Enforcement Network] FMI Fondo Monetario Internacional G20 Grupo de los 20 GNL gas natural licuado IRCA Ley de Reforma y Control de la Inmigración [siglas en inglés de

Immigration Reform and Control Act] IVA impuesto al valor agregado MCA Cuenta del Desafío del Milenio [siglas en inglés de Millennium

Challenge Account] NAEWG Grupo de Trabajo de Energía de América del Norte [siglas en inglés de

North America Energy Working Group] OCDE Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico OEA Organización de los Estados Americanos OMS Organización Mundial de la Salud ONG Organización no gubernamental PDVSA Petróleos de Venezuela, S.A. Pemex Petróleos Mexicanos PIB Producto interno bruto TLCAN Tratado de Libre Comercio de América del Norte USAID U.S. Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional [siglas

en inglés de U.S. Agency for International Development]

Informe del Grupo de Trabajo

Resumen ejecutivo

Este Grupo de Trabajo hace un balance de la situación actual de América Latina y los

principales desafíos y oportunidades para las relaciones entre Estados Unidos y América

Latina. En años recientes, la apertura democrática, políticas económicas estables y el

crecimiento cada vez más elevado han beneficiado mucho a América Latina. Muchos

países están sacando provecho de estos avances para consolidar las instituciones

democráticas, ampliar las oportunidades económicas y servir mejor a sus ciudadanos.

Pero las naciones latinoamericanas enfrentan retos tremendos a medida que se integran a

los mercados globales y luchan por fortalecer unas instituciones estatales históricamente

débiles. Estos retos importan cada vez más a Estados Unidos, pues la profundización de

los lazos económicos y sociales vincula el bienestar estadounidense con la estabilidad y

el desarrollo de la región.

Éste no es un estudio exhaustivo de las relaciones y políticas entre Estados

Unidos y América Latina, por lo que este informe no repite muchas de las viejas

iniciativas o los entresijos de cada relación bilateral. Tampoco, considerando la

complejidad y el nivel de desarrollo de América Latina, busca definir la posición

estadounidense respecto a ella con una grandiosa idea general. En vez de ello, el Grupo

de Trabajo identifica cuatro temas críticos y cuatro relaciones estratégicas que merecen

especial atención en estos momentos. La pobreza y la desigualdad, la seguridad pública,

la movilidad humana y la seguridad energética representan desafíos y oportunidades

fundamentales para la región y para las relaciones entre Estados Unidos y América

Latina. Estos factores inciden en los objetivos tradicionales estadounidenses de

promoción de la democracia, la expansión económica y la lucha contra el narcotráfico.

Reflejan, asimismo, nuevos temas de política que surgen de la integración social y

económica del Hemisferio Occidental. Además, el Grupo de Trabajo recomienda que se

profundice en las relaciones de Estados Unidos con México y Brasil, y que se redefinan

las relaciones con Venezuela y Cuba.

3

Al perseguir sus objetivos a través de las recomendaciones concretas de política

presentadas en este informe, Estados Unidos debe concentrar sus esfuerzos y recursos en

ayudar a que América Latina fortalezca las instituciones públicas necesarias para atacar

los desafíos identificados en este informe. Para hacerlo, Washington debe trabajar en

asociación con las naciones latinoamericanas a través de organizaciones multilaterales

como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo

Monetario Internacional (FMI), la Corporación Financiera Internacional y la

Organización de los Estados Americanos (OEA). También debe continuar colaborando

estrechamente con organizaciones de la sociedad civil y empresas nacionales e

internacionales para crear oportunidades económicas y sociales, y políticas más

incluyentes para los países de América Latina y sus ciudadanos, lo cual beneficiará los

objetivos de política estadounidenses.

Lograr los ambiciosos objetivos de fortalecer las instituciones y mejorar las vidas

de los latinoamericanos requerirá esfuerzos de largo plazo por parte de muchos

participantes, sobre todo y en el grado más importante, de los propios gobiernos y

sociedades latinoamericanos. Sin embargo, Estados Unidos tiene un importante papel

secundario en ello. La expansión de su marco político y la concentración en asociaciones

estratégicas regionales promoverán mejor los intereses estadounidenses, aumentando la

estabilidad, la seguridad y la prosperidad por todo el hemisferio.

4

Introducción

Durante más de 150 años, la Doctrina Monroe ofreció los principios rectores de la

política de Estados Unidos hacia América Latina, afirmando la primacía estadounidense

en los asuntos exteriores de la región. En las dos últimas décadas, esos principios han ido

cayendo en la obsolescencia. Sin embargo, el marco político básico de Washington no ha

cambiado lo suficiente para reflejar la nueva realidad. La política estadounidense ya no

puede basarse en el supuesto de que Estados Unidos es el actor externo más importante

en América Latina. Si existió una era de hegemonía estadounidense en América Latina,

ésta ha llegado a su fin.

En la mayoría de los aspectos, este cambio refleja modificaciones positivas dentro

de América Latina. La región ha experimentado una transformación histórica en materia

política, por la cual gobiernos militares autoritarios cedieron el paso a una democracia

vibrante, aunque imperfecta, en casi cada nación. En materia económica, América Latina

es hoy una de las regiones de mercados más abiertos del mundo y un decisivo proveedor

global de energía, minerales y alimentos. Nada de esto quiere decir que América Latina

haya superado del todo su historial de disturbios políticos o que haya hecho lo suficiente

para aliviar la pobreza, mejorar la competitividad y el capital humano o corregir la

desigualdad extrema. Pero significa que los formuladores de políticas estadounidenses

deben cambiar su modo de pensar sobre la región. No está en manos de Washington

perder a América Latina; tampoco salvarla. El destino de América Latina está

principalmente en sus propias manos.

La incapacidad de reconocer cómo los latinoamericanos definen sus propios

desafíos ha originado nuevas tensiones políticas en años recientes. También ha causado

que los formuladores de políticas estadounidenses no tomen en cuenta las formas en que

Estados Unidos puede contribuir significativamente al progreso de América Latina,

afianzando al mismo tiempo los propios intereses estadounidenses. Si empieza a

comprometerse realmente con América Latina en los propios términos de ésta,

5

Washington puede hacer que inicie una nueva era en las relaciones entre Estados Unidos

y América Latina.

Es un lugar común lamentarse por la falta de interés de los estadounidenses en

América Latina. De todos modos, este desinterés sigue causando irritación en virtud de la

proximidad de la región con Estados Unidos y la notable interconexión de sus respectivas

economías y sociedades. En años recientes, mientras la atención de Washington ha estado

concentrada en crisis en otras partes del mundo, las conexiones sólo se han profundizado.

De 1996 a 2006, el total del comercio de mercancías estadounidenses con América Latina

creció 139 por ciento, en comparación con 96 por ciento con Asia y 95 por ciento con la

Unión Europea (UE).1 En 2006, Estados Unidos exportó un valor de 223,000 millones de

dólares en bienes a consumidores latinoamericanos (en comparación con los 55,000

millones de dólares a China).2 América Latina es la fuente externa de petróleo más

importante de Estados Unidos, representando casi 30 por ciento de las importaciones (en

comparación con 20 por ciento de Medio Oriente), así como su principal fuente de

narcóticos ilegales. Y debido a las condiciones de América Latina y a la demanda de

trabajadores en Estados Unidos, la emigración de la región se ha acelerado. Hoy, los

latinos representan 15 por ciento de la población estadounidense, casi 50 por ciento del

reciente crecimiento demográfico del país, y una porción cada vez mayor del electorado;

ello permite cada vez más que los votantes latinos moldeen la agenda política

estadounidense. La comunidad transfronteriza y los vínculos familiares, así como los

medios de comunicación en español, indican que América Latina sigue siendo parte de la

vida cotidiana y de los intereses de muchos latinos. Por todas estas razones, el bienestar

de América Latina afecta directamente a Estados Unidos.

Pero incluso con tal integración, la apertura de las economías de América Latina y

la globalización de sus sociedades indican que la política estadounidense es ahora sólo

uno de varios factores que compiten y son capaces de influir en la región. Los estados

latinoamericanos, sobre todo los más grandes, no creen que sus intereses estén

determinados principalmente por los vínculos diplomáticos, comerciales o de seguridad

1 J.F. Hornbeck, “U.S.-Latin America Trade: Recent Trends,” Congressional Research Service, 18 de mayo de 2007, disponible en http://www.nationalaglawcenter.org/assets/crs/98-840.pdf. 2 “Trade in Goods (Imports, Exports and Trade Balance) with China,” Foreign Trade Statistics, U.S. Census Bureau, disponible en http://www.census.gov/foreign-trade/balance/c5700.html#2006.

6

con Estados Unidos. Brasil ha incursionado en agrupaciones como el Diálogo Sur-Sur

con Sudáfrica e India y el Grupo de los Veinte (G-20), mientras países como Chile y

México han concluido acuerdos de comercio e inversión con la UE y varios países

asiáticos, sobre todo con China.

La diversificación económica y política de América Latina también se ve

reflejada en sus actitudes. En la memoria reciente, la estima por la conducción global y

hemisférica por parte de Estados Unidos se encuentra en su nivel más bajo en la región.

En 2002, de acuerdo con el Pew Global Attitudes Project, 82 por ciento de los

venezolanos, 34 por ciento de los argentinos y 51 por ciento de los bolivianos tenían una

opinión favorable de Estados Unidos; para 2007 tales cifras habían caído a 56, 16 y 43

por ciento. El número de latinoamericanos que aprobaron las ideas estadounidenses sobre

la democracia disminuyó de 45 por ciento en 2002 a 29 por ciento en 2007.3 Esta

desconfianza general hacia Estados Unidos ha permitido que los presidentes Hugo

Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador e incluso

Felipe Calderón de México busquen elevar el apoyo popular interno con sus críticas a

Washington. La mayoría de los latinoamericanos aún prefiere una relación productiva y

de respeto mutuo con Estados Unidos, pero es probable que los factores que animan el

deseo latinoamericano de una mayor independencia moldeen la postura de la región hacia

Estados Unidos en el futuro.

Política estadounidense hacia América Latina: Pasado, presente y futuro

Cuando a finales de los ochenta la Guerra Fría iba cediendo, el centro de atención de

Washington en América Latina cambió de la contención del comunismo y el combate de

las insurgencias izquierdistas a tres nuevas prioridades: apertura de mercados,

fortalecimiento de la democracia y contención del flujo de drogas ilegales. Estas

prioridades han permanecido notablemente constantes y en gran medida han disfrutado

del apoyo bipartidista [estadounidense] durante las últimas dos décadas.

3 “Rising Environmental Concern in 47-Nation Survey: Global Unease with Major World Powers,” The Pew Global Attitudes Project, Pew Research Center, 27 de junio de 2007, disponible en http://pewglobal. org/reports/pdf/256.pdf.

7

Al principio, el énfasis en la apertura económica se centró en acuerdos como la

Iniciativa de la Cuenca del Caribe (1983), la Ley de Preferencias Arancelarias Andinas

(1991) y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 1993); las

negociaciones para el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que empezaron

en 1994, siguen en marcha. Los esfuerzos estadounidenses por fortalecer la democracia

en América Latina empezaron con el papel que desempeñó el presidente George H.W.

Bush en la adopción de la Resolución 1080 en la Organización de los Estados

Americanos (OEA), que consolidó el apoyo multilateral para la democracia en la región.

Tanto el discurso como la sustancia de la promoción de la democracia continuaron con el

presidente Bill Clinton, con quien las políticas estadounidenses tendieron a fomentar una

mayor participación política y el desarrollo de la sociedad civil. En 1994, el gobierno de

Clinton envió 20,000 soldados estadounidenses bajo los auspicios de las Naciones Unidas

para reestablecer en su cargo al presidente haitiano elegido por procesos democráticos,

Jean-Bertrand Aristide. Durante esa década, también participó activamente en los

esfuerzos diplomáticos para impedir las amenazas directas a la democracia en Guatemala

(1993), Paraguay (1996) y Ecuador (2000).

La “guerra contra las drogas” se intensificó durante la presidencia de Ronald

Reagan, y llevó a la creación de la Estrategia Nacional para el Control de Drogas de la

Casa Blanca en 1998, y continuó recibiendo financiamiento significativo con los

gobiernos de los presidentes Bush y Clinton. Durante la primera administración Bush,

tropas estadounidenses invadieron Panamá para capturar al Jefe de Estado Manuel

Noriega por estar involucrado en el narcotráfico; apoyaron la persecución de Pablo

Escobar por parte del Estado colombiano y su lucha contra otros cárteles de droga; y

comenzó el proceso de certificación para asegurar que gobiernos extranjeros cooperaban

con los esfuerzos estadounidenses de lucha contra el narcotráfico. El presidente Clinton

dio comienzo al Plan Colombia con 1,300 millones de dólares de ayuda en 2000, con el

objetivo de eliminar no sólo la producción de cocaína, sino también de reforzar las

acciones del gobierno colombiano para derrotar a una insurgencia guerrillera que contaba

con financiamiento de los narcotraficantes.

Cuando fue elegido en 2000, el presidente George W. Bush prometió hacer de

América Latina una prioridad de la política exterior. Anunció varias iniciativas nuevas de

8

primer orden, de las cuales una, la más importante, era una reforma migratoria de amplio

espectro que sería central para la relación entre Estados Unidos y México. Sin embargo,

tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la atención estadounidense se ha

desviado hacia otras partes, lo que ha suscitado la acusación—también hecha a sus

predecesores—de que la administración Bush ha pasado por alto las necesidades de

América Latina. Los tres pilares de la política estadounidense hacia la región

permanecieron, pero las iniciativas estadounidenses han tenido resultados encontrados. El

Congreso ratificó tratados comerciales con Chile (2004), República Dominicana y

América Central (DR-CAFTA, 2007) y Perú (2007), pero las esperanzas en un área de

libre comercio hemisférica han retrocedido y los acuerdos con Colombia y Panamá se

han empantanado en la política interna estadounidense. Los esfuerzos de destrucción y

erradicación de estupefacientes han seguido, con una inversión adicional de 4,000

millones de dólares por virtud del Plan Colombia, pero los flujos de droga no han

disminuido y la violencia relacionada con el narcotráfico en México se ha intensificado

drásticamente; ello incitó la propuesta, en octubre de 2007, de un paquete de ayuda de

1,400 millones de dólares al gobierno mexicano. La participación estadounidense en la

Carta Democrática Interamericana, de 2001, brindó más respaldo multilateral para la

democracia, pero un año después Estados Unidos se encontraba solo en el hemisferio

avalando, al parecer, un golpe militar en contra del presidente Hugo Chávez de

Venezuela, quien había sido elegido por la vía democrática. Ello agravó las tensiones

entre Estados Unidos y Venezuela y—junto con declaraciones públicas de embajadores

estadounidenses en Bolivia y Nicaragua que fueron percibidas como intentos de

intervención en el proceso democrático—socavaron la credibilidad de los esfuerzos

estadounidenses en la promoción de la democracia.

El éxito limitado de muchas iniciativas de política exterior estadounidense

amenaza los intereses del país. La persistente pobreza y las débiles instituciones estatales

han permitido que siga prosperando la industria ilegal de los narcóticos, mientras que el

delito se ha intensificado en gran parte de la región. (Las tasas de homicidios se han

duplicado desde los ochenta, y las tasas de delitos violentos son ahora seis veces más

9

altas en América Latina que en el resto del mundo.)4 La aparente incapacidad de los

gobiernos democráticos liberales en América Latina de brindar seguridad, oportunidad y

prosperidad equitativa ha amenazado con socavar la confianza pública en la democracia

representativa, alentando así que crezca el número de políticos que prometen cambios

políticos y económicos radicales. Gran parte de esta preocupación se ha dirigido al

presidente Chávez de Venezuela. Desde su elección en 1998, ha aprovechado las

utilidades petroleras para financiar proyectos públicos de alto perfil y programas de

asistencia social, mientras gobierna por decreto y elimina de manera sistemática cualquier

contrapeso a su propio poder. De mayor preocupación en el contexto regional, Chávez

también ha emprendido una campaña para distanciar a América Latina de Estados Unidos

y ha promovido políticas exteriores que podrían desestabilizar la región (como la

insistencia en el reconocimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia

[FARC] como organización política en vez de terrorista).

Las recientes tensiones en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina,

aunque reales, se deben menos a supuestos defectos de la política estadounidense que a

transformaciones más profundas: mientras los principios fundamentales de la política

estadounidense no han cambiado, América Latina sí los ha cambiado. La apertura de las

economías, el fortalecimiento de las democracias y la lucha contra la producción y el

tráfico de drogas siguen siendo prioridades importantes. Pero el continuar construyendo

la política estadounidense hacia América Latina sólo sobre estos pilares pone de

manifiesto una percepción errónea de lo que la política estadounidense puede lograr de

manera realista, así como la incapacidad de descubrir dónde puede Washington reforzar

significativamente los esfuerzos latinoamericanos por mejorar su propia calidad de vida

para proporcionar así un nuevo fundamento para las relaciones entre Estados Unidos y

América Latina. Lograr los objetivos y proteger los intereses de Estados Unidos en el

Hemisferio Occidental requiere una evaluación objetiva y basada en la realidad de los

complejos y dinámicos cambios que se están llevando a cabo en América Latina y en las

relaciones entre ésta y Estados Unidos, y de las formas en que Estados Unidos puede

influir en dichos cambios para obtener mejores resultados.

4 4 Jorge Sapoznikow et al., “Convivencia y Seguridad: Un reto a la gobernabilidad,” Banco Interamericano de Desarrollo, 2000.

10

El Grupo de Trabajo ha identificado cuatro nuevas y urgentes prioridades, que

deben constituir la base de la política estadounidense hacia América Latina: 1) pobreza y

desigualdad; 2) seguridad de los ciudadanos; 3) migración, y 4) seguridad e integración

energética. Estas cuatro prioridades afectan directamente los intereses estadounidenses,

pues lo que de ellas derive tiene repercusiones en la estabilidad regional, la consolidación

democrática, el crecimiento y el desarrollo económicos y los esfuerzos en la lucha contra

el narcotráfico. Igual de importante es que estas cuatro prioridades también representan

oportunidades significativas para la región y para la política estadounidense, pues abren

vías de diálogo en temas de interés mutuo para América Latina y Estados Unidos.

Pese a la extendida liberalización de los mercados latinoamericanos y el inicio de

programas específicos de ayuda para el desarrollo, cerca de 200 millones de

latinoamericanos—37 por ciento de la población de la región—aún viven en la pobreza, y

la región sigue siendo una de las más desiguales del mundo en cuanto a ingresos. Las

barreras socioeconómicas resultantes son un obstáculo para los intereses estadounidenses,

pues engendran polarización política y trastornos sociales, que ponen de manifiesto la

vulnerabilidad de las ya de por sí débiles instituciones estatales,5 alimentan la violencia y

entorpecen el crecimiento económico. La pobreza y la desigualdad también han socavado

el apoyo a la democracia, ya que el énfasis tradicional de Washington en elecciones libres

y justas en sus esfuerzos de promoción de la democracia ha sido insuficiente para atacar

problemas fundamentales sobre la seguridad económica y física. Los ciudadanos de

América Latina esperan con razón que la democracia les proporcione más igualdad,

justicia social y prosperidad, y no sólo la representación formal.

Asimismo, el énfasis de poner recursos de seguridad estadounidenses en la

erradicación y destrucción de las drogas ha hecho poco por enfrentar los factores

subyacentes que impulsan la producción, el tráfico y el consumo de estupefacientes.

Después de muchos años y miles de millones de dólares, la política estadounidense ha

sido relativamente ineficaz en reducir la oferta o la demanda de drogas, mientras en

América Latina la inseguridad pública ha aumentado pronunciadamente. La delincuencia

y la violencia son ahora dos de las amenazas más críticas en la mayor parte de la región.

5 “Social Panorama of Latin America 2007,” Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2007, disponible en http://www.eclac.org/id.asp?id_30309.

11

Estados Unidos no puede resolver estos problemas, pero puede ayudar a fortalecer

las instituciones públicas y a reforzar las iniciativas latinoamericanas para manejarlos.

Los intereses estadounidenses se verán beneficiados si se admite explícitamente la

existencia de estos retos tan arraigados y se colabora más estrechamente con el sector

privado, la sociedad civil, las instituciones multilaterales y los gobiernos

latinoamericanos para que los ataquen. El Grupo de Trabajo considera que se necesitan

instituciones fuertes cuyo propósito sea reducir la pobreza y la desigualdad y mejorar la

seguridad ciudadana de los latinoamericanos así como para la consecución de los

principales objetivos estadounidenses en la región: la democratización, el crecimiento

económico y la erradicación del narcotráfico. Aunque el fortalecimiento de las

instituciones es ante todo un tema que debe quedar en manos de los gobiernos

latinoamericanos, Estados Unidos puede desempeñar un papel de importancia al brindar

asistencia en formas específicas.

Casi 18 millones de inmigrantes procedentes de América Latina, con documentos

en regla o sin ellos, viven hoy en Estados Unidos, y el ritmo de la inmigración—

impulsado en gran medida por la falta de oportunidades económicas en sus países—se ha

acelerado en los últimos 20 años, pese a las políticas migratorias estadounidenses

dedicadas oficialmente para frustrarla. Porcentajes sustanciales de la población de

México y muchos países de América Central y el Caribe residen y trabajan en Estados

Unidos; los vínculos transnacionales formados por individuos y comunidades constituyen

una integración de facto entre Estados Unidos y América Latina. La importancia cada vez

mayor de los recursos energéticos ha profundizado aún más los vínculos entre Estados

Unidos y América Latina, al tiempo que incrementa la preocupación sobre el creciente

“nacionalismo de recursos” en países como Venezuela, Bolivia y Ecuador. América

Latina ya suministra más petróleo a Estados Unidos que el Medio Oriente, y la región

tiene gran potencial de ser el mayor proveedor de fuentes de combustibles alternativos, lo

que aumenta la seguridad energética estadounidense y regional a través de la

diversificación. El Grupo de Trabajo considera que los temas migratorios y de seguridad

energética no sólo representan retos de política exterior, sino también oportunidades

para Estados Unidos y para profundizar los vínculos entre Estados Unidos y América

Latina. Estados Unidos puede desempeñar un papel positivo en el desarrollo de los

12

mercados latinoamericanos de energía tradicional y alternativa, incrementándose en el

proceso la seguridad energética estadounidense, mientras que una verdadera reforma de

su política migratoria brindaría ventajas económicas y, a través de la cooperación,

aumentaría la seguridad fronteriza tanto de Estados Unidos como de América Latina.

Si bien muchos asuntos de política exterior abarcan todo el hemisferio, también es

preciso dirigir la atención a las relaciones bilaterales particulares. Aunque todos los

países de América Latina presentan retos y oportunidades extraordinarios, el Grupo de

Trabajo se concentra en las complejas relaciones bilaterales con cuatro naciones: Brasil,

México, Venezuela y Cuba. El Grupo de Trabajo considera que la profundización de las

relaciones estratégicas con Brasil y México, y la reformulación de los esfuerzos

diplomáticos con Venezuela y Cuba, no sólo establecerán más interacciones fructíferas

con estos países, sino que también transformarán positivamente las relaciones más

amplias de Estados Unidos y América Latina.

Las realidades de la pobreza y la desigualdad, la seguridad pública, la movilidad

humana y la energía requieren un tratamiento más acucioso respecto de América Latina,

en el que se admita la urgencia de estos esfuerzos, así como la primacía de los gobiernos

latinoamericanos en ellos. Igualmente claras son las limitaciones que tiene la política

exterior estadounidense, ya que estas cuatro áreas exigen esfuerzos concertados entre los

gobiernos locales, estatales, nacionales e internacionales; el sector privado; las

organizaciones de la sociedad civil, y las instituciones multilaterales. De igual

importancia es que estos temas presentan oportunidades reales para comprometer a los

países latinoamericanos como aliados en problemas de interés mutuo. Este marco

ampliado de política exterior, junto con una mayor atención hacia asociaciones

estratégicas regionales, proporcionará un fundamento más eficaz para los objetivos

estadounidenses en política exterior: la estabilidad, la seguridad y, por último, la

prosperidad para Estados Unidos y sus vecinos

13

Pobreza y desigualdad

En comparación con la “década perdida” de los años ochenta y las bajas tasas de

crecimiento de los noventa, el desempeño económico en los primeros años del siglo XXI

ha sido sólido.6 En conjunto, la región creció 5.6 por ciento en 2007, el cuarto año

consecutivo de crecimiento de más de 4 por ciento—la expansión económica más fuerte

desde la década de 1970. Panamá, Argentina y Venezuela fueron a la cabeza en

crecimiento del producto interno bruto (PIB), con 11.2, 8.7 y 8.4 por ciento,

respectivamente, mientras otros países—Colombia, República Dominicana, Perú y

Uruguay—crecieron 7 por ciento o más. Incluso Cuba, según estimaciones

estadounidenses, creció 8 por ciento, debido a los altos precios del níquel y el cobalto, así

como al turismo.

Otros indicadores económicos también han sido positivos. La inflación regional

fue de 5.4 por ciento en 2007, un logro notable si se considera el historial

hiperinflacionario de la región. En Perú y Brasil, por ejemplo, la inflación había pasado

de más de 3,000 por ciento a finales de los ochenta y principios de los noventa a 1.8 y 3.6

por ciento, respectivamente, en 2007. La sana administración fiscal en muchos países ha

hecho que casi cada gobierno tenga una sólida posición fiscal, y América Latina en

conjunto tiene una cuenta corriente superavitaria de casi 4 por ciento del PIB. La razón

deuda externa-PIB también ha descendido considerablemente—función tanto del

crecimiento como de la administración económica eficaz—a un promedio regional de 22

por ciento del PIB en 2006. La tasa de pobreza regional ha declinado de 48 por ciento en

los noventa a 37 por ciento en la actualidad, aunque el número de personas que viven en

la pobreza (debido al crecimiento demográfico) permanece en esencia sin alteración.

Aun así, el panorama económico regional, pese a la mejora durante las dos

últimas décadas, deja mucho que desear—en particular cuando se compara con otras

partes del mundo en desarrollo. Si bien América Latina creció en un promedio anual de 6 Los siguientes datos, a menos que se indique lo contrario, provinieron de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, Anuario Estadístico, 2997; CEPAL, Panorama Social de América Latina, 2007), el Banco Mundial (Indicadores del Desarrollo Mundial, 2008) y el Fondo Monetario Internacional (Perspectivas Económicas del Hemisferio Occidental, abril de 2008; Perspectivas de la Economía Mundial, abril de 2008).

14

2.1 por ciento entre 1995 y 2005, fue superada por África Subsahariana (3.8), Asia del

Sur (5.8) y Asia del Este y el Pacífico (7).7 Incluso la relativamente fuerte tasa de

crecimiento de 2007 fue excedida por África Subsahariana (6.1), Asia del Sur (8.4) y

Asia del Este y el Pacífico (10), y el Banco Mundial prevé que esta disparidad persistirá

en los próximos años.8 La competitividad de América Latina, según la midió el proyecto

“Doing Business” del Banco Mundial, va también atrás de sus competidores.9 En el

Informe de Competitividad Global, del Foro Económico Mundial, sólo Chile se ubica

entre los 30 más avanzados de 131 países, y Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Paraguay

están cerca del fondo de la lista. China e India se ubican en los lugares 34 y 48, muy

arriba de México (52), Brasil (72) y Argentina (85).10

Pero más preocupante que el panorama de crecimiento total es el lento progreso

de América Latina en la reducción de la pobreza y la desigualdad. La tasa de pobreza

regional de 37 por ciento no es mucho más baja que la cifra de 1980 (40 por ciento),

mientras que de hecho el número de pobres en América Latina se ha incrementado, de

136 millones en 1980 a cerca de 200 millones en la actualidad. (Estas cifras, por

supuesto, enmascaran grandes diferencias subregionales: tanto Chile como Uruguay han

reducido la pobreza muy por debajo de 20 por ciento, cuando las tasas de pobreza de

Honduras y Nicaragua están cerca de 70 por ciento.) En 1990, 28 por ciento de la

población en América Latina y el Caribe vivían con menos de dos dólares por día; hacia

2005 la tasa siguió en 22 por ciento. Asia del Este, en contraste, ha reducido el porcentaje

de su población que vive con menos de dos dólares diarios por 67 puntos desde 1990 al

29 por ciento.

7 “Global Economic Prospects 2008,” Banco Mundial, 2008, disponible en http://siteresources.worldbank. org/INTGEP2008/Resources/complete-report.pdf. 8 Idem. 9 En promedio, la clasificación de los países latinoamericanos está en el lugar de 87 de entre 178 países en términos de la facilidad de hacer negocios, atrás de Asia del Este y el Pacífico (77), así como Europa del Este y Asia Central (76), aunque arriba de Medio Oriente y África del Norte (96), Asia del Sur (107) y África Subsahariana (136). “Doing Business 2008,” Grupo del Banco Mundial, 2008, disponible en http://www.doingbusiness.org/. 10 “Informe de competitividad global, 2007–2008,” Foro Económico Mundial, disponible en http://www. gcr.weforum.org/.

15

La desigualdad en América Latina, mientras tanto, sigue siendo extrema. Si bien

en algunos países ha habido leves mejoras en el coeficiente de Gini,11 la cifra para

América Latina en conjunto es aún de 0.52—comparada con 0.46 de África

Subsahariana, 0.41 de Estados Unidos. 0.40 de Asia del Este, y entre 0.25 y 0.35 de los

países europeos. En Brasil, el país más grande de América Latina, el coeficiente de Gini

es de 0.60; el 40 por ciento más pobre de la población representa sólo poco más de 8 por

ciento del ingreso nacional, mientras el 20 por ciento más rico representa casi 70 por

ciento. En toda la región, estas cifras implican realidades estructurales más profundas,

como son la distribución desigual de la tierra y la discriminación.

Tal desigualdad extrema y persistente tiene una variedad de ramificaciones

negativas para América Latina y Estados Unidos: ramificaciones que, si no son atendidas,

amenazan con socavar a los gobiernos latinoamericanos y los intereses estadounidenses

en la creación de una mayor estabilidad económica y política de la región. La disparidad

está estrechamente ligada con el acceso desigual a la asistencia médica, la educación y el

crédito, y así, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo han

demostrado, dificulta la productividad del trabajador, la movilidad social y el crecimiento

general. Mientras la región ha logrado algún progreso en términos de asistencia médica

(la mortalidad infantil ha descendido un medio y la expectativa de vida ha aumentado seis

años, a 75 años, desde 1980),12 las ganancias se han concentrado, en muchos casos, entre

las porciones más ricas de la población. En Bolivia, por ejemplo, 98 por ciento de las

personas en el quintil de ingresos más alto ha tenido acceso a los servicios de asistencia

médica, mientras que sólo 20 por ciento de las que están en el quintil más bajo goza de él.

Enfermedades infecciosas antes controladas, como la fiebre amarilla, el dengue, la tos

ferina, el sarampión y hasta el virus machupo, están reapareciendo; los Centros para el

Control y la Prevención de Enfermedades estiman que unos 13 millones de personas de la

región están infectadas con chagas, una enfermedad fatal propagada por insectos.

Un círculo vicioso de pobreza y desigualdad económica plantea una desventaja en

la mayoría de los países latinoamericanos, que socava su capacidad de competir con éxito 11 La desigualdad en el ingreso suele medirse con el coeficiente de Gini, una escala entre cero y uno, donde cero corresponde a la igualdad de ingreso perfecta (todos tienen el mismo ingreso) y uno corresponde a la desigualdad de ingreso perfecta (una sola persona tiene todo el ingreso del país). 12 The World Bank Annual Report 2007, Banco Mundial, 2007, disponible en http://siteresources. worldbank.org/EXTANNREP2K7/Resources/English.pdf.

16

y financiar con eficacia y proporcionar servicios gubernamentales, entre ellos la

seguridad pública, en un mundo cada vez más globalizado. Según un estudio del Banco

Mundial, una disminución de 10 por ciento en los niveles de pobreza puede aumentar el

crecimiento en 1 por ciento, y un incremento de 10 por ciento en los niveles de pobreza

puede disminuir la tasa de crecimiento en 1 por ciento y reducir la inversión en hasta 8

por ciento del PIB.13 Los efectos de la desigualdad étnica y racial son aún más fuertes: un

estudio ha demostrado que las economías de Bolivia, Brasil y Guatemala podrían crecer

potencialmente en 37, 13 y 14 por ciento, respectivamente, si se pusiera fin a la duradera

exclusión social de los descendientes de africanos y los grupos indígenas.14

La pobreza y la desigualdad tienen también repercusiones potencialmente

problemáticas para el desarrollo democrático. Con una mayor representación democrática

y elecciones regulares en América Latina, aquéllas se han convertido en temas políticos

primordiales. En efecto, el tan mencionado “giro a la izquierda” en las elecciones

latinoamericanas de 2005-2007 pusieron de manifiesto la realidad económica y las

preocupaciones del votante medio. La mayor disparidad en los salarios, el creciente

desempleo entre los jóvenes, la débil aplicación de la protección en la fuerza laboral y la

persistente pobreza han hecho que muchos ciudadanos se desilusionen de la democracia.

Un estudio de opinión realizado por Latinobarómetro, una compañía encuestadora

latinoamericana, de un total de 19,000 individuos en 18 países latinoamericanos muestra

que entre 1997 y 2007 quienes percibían que “la democracia es preferible a cualquier otra

clase de gobierno” cayó de 63 a 54 por ciento en general. El apoyo a la democracia era

mayor en países con un desempeño económico sólido, y menor en países con resultados

económicos más débiles. Los venezolanos se encontraban entre los más satisfechos con

su democracia, en gran medida porque percibían que el gobierno estaba “atendiendo sus

necesidades”. En contraste, los salvadoreños tuvieron una de las opiniones más bajas

sobre su situación económica actual y futura y registraron según ello tanto una baja

satisfacción con la democracia como una baja aprobación a su gobierno.

13 Guillermo E. Perry et al., “Poverty Reduction and Growth: Virtuous and Vicious Cycles,” Banco Mundial, 2006, disponible en http://siteresources.worldbank.org/EXTLACOFFICEOFCE/Resources/ 870892-1139877599088/virtuous_circles1_complete.pdf. 14 Jonas Zoninsein, “The Economic Case for Combating Racial and Ethnic Exclusion in Latin American and Caribbean Countries,” Banco Interamericano de Desarrollo, mayo de 2001.

17

El Grupo de Trabajo considera que pese a las recientes tendencias positivas,

América Latina todavía está rezagada en relación con otras regiones del mundo en sus

esfuerzos para reducir la pobreza y la desigualdad económica. Estas barreras representan

no sólo retos fundamentales para los ciudadanos latinoamericanos, sino que también

impiden el desarrollo económico de América Latina, su competitividad y la consolidación

democrática. En consecuencia, la pobreza y la desigualdad también representan retos

fundamentales para los objetivos estadounidenses en la región. Un progreso mayor hacia

esos objetivos requerirá que Estados Unidos ponga condiciones económicas y políticas

básicas en el centro de sus estrategias políticas.

Esfuerzos de Política exterior: Asistencia, comercio y lucha contra la informalidad

De los años cincuenta a los setenta, los esfuerzos de organizaciones internacionales y de

países desarrollados para alentar el desarrollo y reducir la pobreza en las naciones

pobres—incluida la mayor parte de América Latina—se concentraron en una

combinación de ayuda y préstamos. Como consecuencia de la crisis de la deuda en los

ochenta, el énfasis cambió de alguna manera a un enfoque sobre la promoción del

crecimiento macroeconómico mediante paquetes de “ajuste estructural”. Esta estrategia

de desarrollo—en general llamada el Consenso de Washington—promovió la liberación

comercial y de mercado, así como políticas fiscales específicas. Los formuladores de

política exterior se concentraron con frecuencia en los beneficios del libre comercio. En

Estados Unidos, los defensores del libre comercio esperaban que la apertura de mercados

proveyera no sólo beneficios para las empresas y los consumidores estadounidenses sino

también oportunidades económicas generalizadas para América Latina y una reducción

en la inmigración ilegal a Estados Unidos. El presidente Clinton, por ejemplo, sostuvo en

1993 que el TLCAN significaría “más ingresos disponibles [para los mexicanos] para

comprar más productos estadounidenses, y habría menos inmigración ilegal porque más

mexicanos estarían en condiciones de mantener a sus hijos al quedarse en casa”.

Desde los ochenta, la apertura de mercados y los tratados comerciales formales

entre Estados Unidos y los países latinoamericanos han aumentado el comercio y han

proporcionado una variedad de otros beneficios en ambos lados. Con el TLCAN, el

18

comercio entre Estados Unidos, Canadá y México se ha casi triplicado. México se ha

convertido en el tercer socio comercial de Estados Unidos y el segundo mayor comprador

de exportaciones estadounidenses, mientras las reglas y regulaciones del TLCAN han

fortalecido la protección de la propiedad intelectual, los mecanismos de resolución de

controversias y las salvaguardas de normas laborales y ambientalistas en México.

Tratados comerciales más nuevos, como el DR-CAFTA y más recientemente con Perú,

prometen aumentar también las oportunidades económicas.

Pero en la creación de empleos y la mitigación de la pobreza todas estas medidas

han incidido menos de lo que se esperaba inicialmente. La apertura de las economías

latinoamericanas, la corrección acertada de los desequilibrios macroeconómicos y la

reforma de las estructuras de gestión económica no han reducido sustancialmente la

pobreza ni la desigualdad estructural.15 (Muchos sostienen que, de hecho, las políticas

fiscales y económicas del Consenso de Washington han aumentado la desigualdad en la

región, porque las políticas promulgadas no atacaron las desigualdades estructurales ni

los cuellos de botella de nivel micro.) Parte de la explicación de estos defectos radica en

el mantenimiento de políticas del gobierno estadounidense—a saber: subsidios agrícolas

y limitaciones a las reglas de origen sobre productos de indumentaria—que obstaculizan

las exportaciones latinoamericanas precisamente en las áreas en que la región tiene una

ventaja relativa. Al mismo tiempo, sin embargo, muchos gobiernos latinoamericanos no

han puesto en práctica las políticas internas necesarias para asegurar que los beneficios de

los mercados abiertos se distribuyan más equitativamente. Estos obstáculos internos,

políticos e institucionales—tanto en Washington como en América Latina—, han tenido

un efecto corrosivo en el apoyo a la globalización y a la reforma comercial.

Al mismo tiempo, en América Latina la naturaleza del empleo ha cambiado de

manera preocupante. Si bien la tasa oficial de desempleo ha caído en los últimos años,

con un promedio actual aproximado de 9 por ciento en toda la región, las ganancias

provienen sobre todo de un crecimiento en los mercados de trabajo informal. El sector

informal incluye a muchos trabajadores autónomos—como artesanos, técnicos, taxistas y 15 En realidad, Brasil puede haber bajado la desigualdad por la apertura de su economía en los años noventa, pero esto es independiente. Ver Francisco H.G. Ferreira, Phillippe G. Leite y Matthew Wai-Poi, “Trade Liberalization, Employment Flows and Wage Inequality in Brazil,” World Bank Policy Research Working Paper 4108, enero de 2007, disponible en http://www-wds.worldbank.org/servlet/WDS ContentServer/WDSP/IB/2007/01/09/000016406_20070109094309/Rendered/PDF/wps4108.pdf.

19

vendedores ambulantes—, así como trabajadores informales asalariados, como los

empleados domésticos, los trabajadores de microempresas y quienes laboran en empresas

más grandes con acuerdos de trabajo informales. En conjunto, se estima que

aproximadamente 50 por ciento de la mano de obra en la región tiene empleos en el

sector informal. (Las cifras nacionales van de 32 por ciento en Chile y 43 por ciento en

México a más de 60 por ciento en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Paraguay.) El empleo

informal ha ofrecido a algunos trabajadores—en particular mujeres y trabajadores no

calificados, en general—una forma de crear riqueza y aliviar la pobreza extrema.16 Pero

los trabajadores informales asalariados ganan menos, promediando entre 40 y 66 por

ciento de los empleados formales asalariados, y la propagación de la informalidad ha

limitado la capacidad del Estado para proveer servicios básicos al dejar fuera del régimen

fiscal a buena parte de la economía. Como resultado, esto deja a una proporción

sustancial de trabajadores sin acceso a los programas de la red de protección social o

asistencia médica. Para los pobres—quienes más probablemente están en el sector

informal—esto limita las oportunidades y la productividad en el más largo plazo.

El Grupo de Trabajo considera que el comercio—que ha impulsado el

crecimiento regional—y la ayuda al desarrollo por sí solos no han conducido, y no

pueden hacerlo, a las reducciones suficientes de la pobreza y la desigualdad económica

en América Latina. El crecimiento del sector informal, aunque a menudo logra

incrementar los ingresos para los pobres, socava la base económica de los países

latinoamericanos y la eficacia de las instituciones estatales, que son cruciales para

atacar los retos fundamentales de la región.

Soluciones latinoamericanas para problemas de América Latina

Algunos países han roto el círculo de la pobreza. El ejemplo más notable es Chile, cuyo

crecimiento promedio ha sido de 5.6 por ciento desde 1990. Se ha beneficiado de un

compromiso fuerte y duradero con políticas macroeconómicas congruentes, mercados

abiertos, expansión de los programas sociales y fortalecimiento institucional, que todo el

espectro político comparte desde su transición a la democracia en 1990. Chile ha 16 “Poverty and the Informal Sector,” United Nations Economic and Social Council, 2 de octubre de 2006, disponible en http://www.unescap.org/pdd/CPR/CPR2006/English/CPR3_1E.pdf.

20

reducido sus niveles de pobreza de más de 40 por ciento a finales de los ochenta a

alrededor de 14 por ciento en 2006 (casi igual a las tasas estadounidenses). El número

absoluto de ciudadanos considerados como pobres cayó de cerca de cinco millones a

finales de los ochenta a poco más de dos millones a finales de 2006. Chile ha tenido

menos éxito en reducir su alta tasa de desigualdad en los ingresos, aunque ésta también

haya caído ligeramente durante los últimos años.

Otras experiencias latinoamericanas muestran que la reducción de la pobreza y la

desigualdad no dependen totalmente del crecimiento económico ininterrumpido. Brasil,

por ejemplo, ha reducido la pobreza y la desigualdad durante las dos últimas décadas

pese a la falta de un fuerte crecimiento constante: al controlar la inflación, logró bajar las

tasas de pobreza de un alto 48 por ciento en 1990 a 36 por ciento en 1996. Aunque las

tasas de pobreza volvieron a subir a 39 por ciento en los primeros años de la década de

2000, un modesto crecimiento económico combinado con programas de transferencia

condicional de efectivo en años recientes han ayudado a reducir la pobreza a 33 por

ciento en 2006. Asimismo, Brasil ha logrado comenzar a bajar sus notoriamente altos

niveles de desigualdad en los ingresos en los últimos años. En México, transferencias de

efectivo similares, junto con baja inflación, ayudaron a reducir los niveles de pobreza de

47 por ciento en 1990 a 32 por ciento en 2006.

Estos logros ponen de manifiesto los esfuerzos de política interior—con gobiernos

democráticos civiles—para atender preocupaciones críticas de la población votante e

indican las verdaderas mejoras en la vida de millones de ciudadanos en toda América

Latina. Estas experiencias muestran que las soluciones de cada país, que a veces adaptan

modelos extranjeros al ambiente local, pueden ser eficaces. Los programas de

transferencia condicional de dinero en efectivo se han propagado en la región, entre ellos

Oportunidades en México (que fue mencionado recientemente por el alcalde Michael

Bloomberg como un modelo para un programa piloto en la ciudad de Nueva York),

Familias en Acción en Colombia y Bolsa Familia en Brasil. Dichos programas

proporcionan subsidios en efectivo a los pobres a cambio de una combinación de

asistencia regular de sus hijos a la escuela y el uso de la asistencia médica preventiva. Las

21

pruebas muestran que estos programas contribuyen decisivamente a reducir la pobreza y

a aumentar la asistencia escolar primaria y secundaria, al menos en el corto plazo.17

Otro desarrollo prometedor es la difusión de las microfinanzas. Los

latinoamericanos han sufrido históricamente por el acceso desigual a los servicios

financieros. Sólo 14.5 por ciento de las familias pobres en América Latina y el Caribe

tiene una cuenta de ahorros y poco más de 3 por ciento tiene acceso a las instituciones

financieras crediticias formales o semiformales,18 lo que limita la capacidad de los pobres

de acumular activos, manejar los riesgos con eficacia o apalancar sus destrezas y

capacidades empresariales. El crecimiento en la financiación de las microempresas y las

empresas pequeñas ocasionado por organizaciones privadas de ayuda, gobiernos locales e

internacionales, instituciones internacionales y mercados de capital privados ha

empezado a reducir esta discriminación y a promover la creación de empleos. Los bancos

latinoamericanos de microfinanzas tienen en la actualidad de cuatro a cinco millones de

clientes. Si bien el acceso se amplía, su disponibilidad debe acelerarse para apoyar a una

porción significativa de las aproximadamente 50 millones de microempresas en América

Latina.

Individuos y familias latinoamericanas—más que los gobiernos o las

organizaciones de ayuda—han adoptado otra “solución” contra la pobreza: la emigración.

Como se detallará más adelante, la emigración dentro del Hemisferio Occidental ha

estallado en los últimos veinte años. Mientras las poblaciones y los países dependen de la

presión producida por la demanda de empleos, la persistente pobreza y la carencia de

oportunidades económicas han presionado a muchos a buscar trabajo en el extranjero, ya

sea en países vecinos, Europa o Estados Unidos. La emigración ha reducido la presión en

el mercado receptor de trabajo local cuando a menudo proporciona flujos de ingresos

estables (en la forma de remesas) a los miembros de la familia que se quedaron en casa.

Estos fondos se inyectan en las economías locales a través de los gastos básicos de las

familias y, a veces, a través de la inversión en negocios locales y bienes inmuebles. 17 Algunos ponen en duda si estas ganancias son sustentables en el largo plazo, ya que normalmente no se concentran en la creación de empleos ni se dirigen a la calidad de la educación. Ver Fernando Reimers et al., “Where is the ‘Education’ in Conditional Cash Transfers in Education?,” Instituto de Estadística de la UNESCO, Montreal, 2006. 18 Luis Tejerina et al., “Financial Services and Poverty Reduction in Latin America and the Caribbean,” Banco Interamericano de Desarrollo, 2006, disponible en http://www.iadb.org/sds/doc/POV-FSPoverty Reduction.pdf.

22

Si bien muchos gobiernos latinoamericanos están dedicados a combatir la pobreza

y la desigualdad, subsisten barreras esenciales. La falta de registros adecuados de crédito

y de propiedad, de servicios bancarios y de regulaciones para la industria dificulta el

acceso financiero. Aunque los registros crediticios existen en América Latina desde hace

mucho tiempo, con frecuencia carecen de la información necesaria para analizar los

historiales crediticios de los clientes potenciales. En muchos países, no se hace un

mantenimiento correcto de los registros de propiedad, haciendo difícil a la población

utilizar la propiedad como garantía. También faltan financiamiento en las áreas rurales y

conocimientos técnicos entre las poblaciones que podrían beneficiarse más del acceso a

recursos monetarios. Por último, las regulaciones financieras a menudo excluyen el

micropréstamo y desalientan la expansión del capital privado (además de la dotación de

recursos del gobierno y de organizaciones no gubernamentales [ONG]) para pequeños

préstamos.

En la base de estos desafíos en América Latina existe una carencia general de

recursos públicos. La naturaleza regresiva de los sistemas impositivos latinoamericanos y

la informalidad de grandes sectores de la economía a menudo significan que el Estado

simplemente carezca de dinero para políticas eficaces contra la pobreza. Los sistemas

impositivos latinoamericanos dependen sobre todo de impuestos al valor agregado (IVA),

en vez de combinaciones de impuestos sobre los ingresos personales, sobre la propiedad

y las corporaciones. Además, ya que la recaudación de impuestos varía, los gobiernos

latinoamericanos recaudan en promedio sólo 17 por ciento del PIB en impuestos, en

comparación con los niveles de 35 por ciento de la Organización para el Desarrollo y la

Cooperación Económica (OCDE).19

El Grupo de Trabajo considera que atender las altas tasas de pobreza y

desigualdad representa un reto crítico para los gobiernos de la región, en el que el

gobierno estadounidense, las organizaciones no lucrativas y las instituciones

multilaterales pueden desempeñar un papel secundario. En la actualidad existen varios

ejemplos “locales” de políticas esperanzadoras, entre ellas las transferencias

19 Brasil es una excepción: su recaudación fiscal se acerca a 40 por ciento del ingreso. Desafortunadamente, para el tema que aquí nos ocupa, la mayor parte de su gasto social se asigna regresivamente, para los programas de las clases media y alta, tales como pensiones públicas. “Latin America Economic Outlook 2008,” OCDE, 2008, disponible en http://www.oecd.org/dataoecd/61/44/39563883.pdf.

23

condicionales de efectivo y los préstamos a la microempresa y a los negocios pequeños,

pero la expansión de estos programas y la creación de una red de protección social eficaz

dependerá tanto del incremento de los recursos públicos como de aumentar la capacidad

del Estado.

La actual política estadounidense hacia América Latina

A lo largo de los noventa, el comercio y la apertura de mercados dominaban en general la

agenda para Estados Unidos y América Latina. Si bien la apertura cada vez mayor ha

acentuado el crecimiento agregado, los programas específicos dirigidos a la pobreza

siguen siendo críticos. Lamentablemente, la ayuda orientada a la pobreza en la región,

administrada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional

(USAID, por sus siglas en inglés), ha permanecido fija en 600 millones de dólares para

toda la región durante la última década, colocándola en aproximadamente un tercio de los

niveles de 1980 en términos reales. (Para poner en perspectiva esta cantidad, debe

señalarse que los gobiernos mexicano y brasileño gastan cada uno más de 2,500 millones

de dólares por año en los principales programas sociales.) Esta disminución es

especialmente notable por el aumento del financiamiento para otras iniciativas, las más

notorias son las relacionadas con la lucha contra el narcotráfico, que a la fecha recibe

aproximadamente 1,200 millones de dólares por año (sobre todo para la erradicación y

destrucción de las drogas).

La Cuenta del Desafío del Milenio (MCA, por sus siglas en inglés), plan del

presidente Bush para incrementar la asistencia al desarrollo, no compensa estos defectos.

Como las subvenciones de la MCA se destinan a los países mucho más pobres, sólo siete

en América Latina tienen derecho a ellas: se han firmado acuerdos con Nicaragua,

Honduras, Paraguay y El Salvador, y Guyana, Paraguay y Perú están recibiendo fondos

como parte del Programa Umbral de la MCA. Pero por la estructura de la MCA

comunidades de millones de personas en la pobreza, en particular en países más grandes,

como Brasil y México, no son candidatos.

En 2007, la administración Bush expresó una nueva preocupación sobre las

condiciones socioeconómicas de América Latina, en parte debido al desafío percibido de

24

mandatarios como el presidente Chávez. La administración comenzó a acentuar el interés

de Estados Unidos en la “justicia social” en sus declaraciones públicas cuando se reunía

con gobernantes latinoamericanos, y envió al USS Comfort en un viaje de cuatro meses

por 12 naciones de América Latina y el Caribe para proporcionar servicios y asistencia

médicos primarios. El presidente Bush anunció la creación de un centro de capacitación

profesional de asistencia médica en Panamá, que servirá para toda América Central, junto

con algún apoyo de crédito para empresas pequeñas y medianas. Lamentablemente,

Estados Unidos no ha dado seguimiento al gran compromiso de proporcionar nuevos

recursos a otros países latinoamericanos, en franco contraste con los casi 9,000 millones

de dólares que Venezuela prometió en 2007 para financiamiento, dotación de recursos

para energía y programas de bienestar.20

El Grupo de Trabajo considera que las autoridades políticas estadounidenses

deben atacar mejor los temas de la persistente pobreza y la desigualdad de ingresos más

allá de basarse tan sólo en confiar, como suele hacerse, en el comercio y la

democratización. Si no se reconocen y atacan mejor estos problemas los objetivos más

amplios de la política estadounidense se verán socavados.

20 La cifra aproximada de 9,000 millones de dólares proviene de Natalie Obiko Pearson e Ian James, “Chávez Offers Billions in Latin America,” Associated Press, 26 de agosto de 2007. Incluye un valor de 1,000 millones de dólares de bonos argentinos que Venezuela prometió comprar en 2007, pero no incluye otros 4,000 millones de dólares de bonos argentinos que Venezuela pretende haber comprado en los dos últimos años.

25

Seguridad Pública

América Latina presenta una extraña paradoja: si bien es una de las regiones más

pacíficas del mundo en términos de violencia transfronteriza, diversas formas de

violencia no estatal son tan frecuentes como graves. La Organización Mundial de la

Salud (OMS) clasifica a América Latina como la región más violenta del mundo, por

tener una tasa de homicidios que triplica el promedio global. La mayoría de los conflictos

civiles de la región, causados por motivos políticos y que fueron el azote de muchas de

las sociedades latinoamericanas de los sesenta a los noventa, han terminado o están

bajando su intensidad. Pero otras formas de violencia—de la generada por las

organizaciones del narcotráfico y los cárteles criminales transnacionales a las pequeñas

redes y bandas de delincuentes locales—se han propagado de manera alarmante,

poniendo en entredicho las predicciones de que el crecimiento económico y una

población que envejece mejorarían tales problemas.

De acuerdo con Latinobarómetro, para 17 por ciento de todos los

latinoamericanos la falta de seguridad personal es uno de los problemas más importantes

en su sociedad (sólo superado por el desempleo); esta cifra casi se duplicó entre 2003 y

2006. En muchos países—entre ellos Brasil, Colombia, El Salvador, Guatemala y

Venezuela—la seguridad personal es el desafío más directo que enfrenta la sociedad.

Según un estudio realizado conjuntamente por el BID y universidades en seis países

latinoamericanos, las tasas de criminalidad violenta y de delitos en contra de la propiedad

son ahora seis veces más altas en América Latina que en el resto del mundo. Más de

cuatro de cada diez personas asesinadas con armas de fuego en el mundo mueren en

América Latina, aun cuando la región representa menos de 10 por ciento de la población

mundial.

Aparte de las pérdidas humanas, el costo económico de la violencia es

impresionante. Las mediciones del impacto económico directo e indirecto varían, pero

estudios del BID lo consideran equivalente a 14 por ciento del PIB total en América

Latina El Informe sobre el desarrollo mundial del Banco Mundial indica que 50 por

ciento de las empresas encuestadas en América Latina dijo que la criminalidad era un

26

serio obstáculo para su capacidad de hacer negocios. El BID concluyó: “La violencia es,

sin ninguna duda, la principal limitación para el desarrollo económico en América

Latina”.

En síntesis, la inseguridad pública podría socavar el progreso en varios otros

frentes si no se atiende de manera urgente y adecuada. Como declaró a últimas fechas

Francisco Santos, vicepresidente de Colombia: “La criminalidad es el problema más

grande de la próxima década. Entorpecerá el turismo, la inversión, y amenazará la

democracia”.21 También es un reto que afecta profundamente en la relación de la región

con Estados Unidos. La producción y el tráfico de drogas han estado desde hace mucho

tiempo entre los temas que definen las relaciones Estados Unidos-América Latina. Más

recientemente, dados los lazos económicos y los persistentes flujos migratorios, la

amenaza que representan las bandas transnacionales ha puesto de relieve una conexión

profunda entre la seguridad estadounidense y la latinoamericana.

En última instancia, el problema de la seguridad pública radica en la intersección

de otros varios problemas en América Latina: la pobreza, la discriminación económica, el

débil estado de derecho, la corrupción y la impunidad, así como las tendencias

migratorias.22 Atacar el problema de la criminalidad y la seguridad pública es, por lo

tanto, crucial para el crecimiento y la estabilidad de la región.

Tendencias preocupantes, círculos viciosos

Durante muchos años, Colombia fue el país más afectado por la violencia en América

Latina. El conflicto armado en Colombia tenía orígenes políticos, pero desde hace mucho

tiempo se transformó en algo impulsado mucho más por el narcotráfico que por la

ideología, sumiendo al país en un remolino de violencia criminal e insurgente que lo

convirtió en uno de los países más peligrosos del mundo. En los últimos cinco años, sin

embargo, las tasas de homicidios han caído más de un tercio en el plano nacional, e

incluso más en Bogotá, Medellín y Cali, las principales ciudades del país, y el secuestro

21 Andrew Bounds, “Violent crime called ‘biggest threat’ to Latin America,” Financial Times, 19 de septiembre de 2006. 22 Outsiders? The Changing Patterns of Exclusion in Latin America and the Caribbean 2008,” Informe sobre el Progreso Económico y Social, Banco Interamericano de Desarrollo, 2007.

27

se ha reducido en aproximadamente 80 por ciento. Hoy, el Estado está presente en

muchas regiones antes controladas por grupos armados ilegales, reestableciendo los

gobiernos elegidos, construyendo y reconstruyendo la infraestructura pública, y

afirmando el estado de derecho. Las elecciones regionales de octubre de 2007 fueron las

menos violentas de los últimos diez años. Estas mejoras sustanciales se deben a esfuerzos

concertados por el gobierno colombiano, con la ayuda de Estados Unidos a través del

Plan Colombia. Colombia aún tiene problemas de seguridad muy graves y ni la

insurgencia de izquierda ni las fuerzas paramilitares de derecha (ambas alimentadas por

la droga y en extremo violentas) han sido eliminadas, pero se han hecho importantes

avances.

Buena parte del resto de la región ha presenciado un aumento en la violencia o

está atrapada en un inaceptablemente alto nivel de violencia. Por supuesto, existe una

variación significativa en toda América Latina. En los Andes y partes de América

Central, por ejemplo, la tasa de homicidios está por arriba de 40 por cada 100,000

personas; en el Cono Sur, fuera de Brasil, está en menos de 10 (en comparación con una

por cada 100,000 personas en los países industrializados). Un puñado de países, en

especial Chile, Uruguay y Costa Rica, tiene niveles de criminalidad y violencia

comparables con los países desarrollados.

En América Central la creciente preponderancia de la violencia es causa de seria

preocupación, aun cuando las guerras civiles que asolaron la región en los noventa han

terminado. En Guatemala y El Salvador, las tasas de homicidios son más altas hoy de lo

que fueron durante las guerras civiles de esos países; de acuerdo con estadísticas

gubernamentales, la tasa de homicidios se ha duplicado en Guatemala desde 1999. El

director ejecutivo de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito

resumió recientemente la variedad y la magnitud de los desafíos a la seguridad de

América Central: “Donde imperan el crimen y la corrupción y el dinero del narcotráfico

pervierte la economía, el Estado ya no tiene el monopolio del uso de la fuerza y los

ciudadanos ya no confían en sus gobernantes e instituciones públicas”. Otros tres países

muestran también tendencias preocupantes: Brasil, México y Venezuela. Los altos

niveles de narcoviolencia asolan tanto a Brasil como a México, con bandas que venden

drogas en ciudades brasileñas y narcotraficantes en toda la frontera norte de México que

28

amenazan el control del gobierno en muchas áreas. En Brasil, en 2007, una batalla entre

bandas de narcotraficantes y la policía en São Paulo convirtió a la ciudad en una zona de

guerra durante días, en la que murieron muchas personas. En México, ese mismo año más

de 2,500 personas fueron asesinadas debido a la narcoviolencia. La criminalidad urbana

en Venezuela también se incrementó en grado importante en años recientes; según

algunas mediciones, Caracas se convirtió en la ciudad más peligrosa de América Latina.

La preponderancia de la violencia no estatal pone de relieve el hecho de que

algunos Estados no pueden controlar o gobernar su territorio nacional con eficacia. Esto

no sólo contempla áreas remotas como el sur y el este de Colombia y el Amazonas

brasileño, sino también algunas áreas pobres de las megaciudades latinoamericanas, entre

ellas las favelas de Rio de Janeiro o los ranchos de Caracas, donde el gobierno a menudo

es incapaz de hacer aplicar la ley y los servicios judiciales más fundamentales. La

creciente privatización de la seguridad en muchos lugares ha agravado esta ya de por sí

débil capacidad del Estado, lo que ha alentado a los ciudadanos a depositar su confianza

en comunidades protegidas por vigilantes y guardianes de seguridad privados en vez de

en los sistemas policiacos y judiciales del Estado. Según ciertas mediciones, en América

Latina existe en la actualidad más de medio millón de personal de seguridad privado.

Estos problemas reflejan la incapacidad fundamental del Estado de mantener el

monopolio sobre el uso de la fuerza y dar cumplimiento al contrato social básico con sus

ciudadanos. Hasta cierto punto, esto es consecuencia de la desigualdad económica de

América Latina y la extendida exclusión social: con oportunidades limitadas de

educación y avance económico legal; los jóvenes son más proclives a llevar una vida de

delincuentes. La débil capacidad del Estado también está en entredicho: los gobiernos

locales y nacionales, a menudo con financiamiento insuficiente, mal administrados y

plagados de corrupción, tienen poca capacidad para controlar las calles de las ciudades e

impedir que las poderosas redes criminales se apoderen de ellas.

El grado de impunidad es también alarmante. Un estudio realizado por un

importante centro de investigación mexicano encontró que en México 96 por ciento de

los crímenes quedan impunes, mientras que los funcionarios creen que 75 por ciento de

los delitos ni siquiera son denunciados. En Brasil, menos de 10 por ciento de los

homicidios son condenados. Los sondeos muestran consistentemente que entre un cuarto

29

y la mitad de los latinoamericanos tienen poca confianza en los sistemas policiacos y

judiciales, lo que provoca una denuncia de los delitos que no revela la magnitud real de la

criminalidad, contribuyendo así a la impunidad y alentando los tipos de hacer justicia por

la propia mano y del paramilitarismo que agravan el problema original. En muchos

países, los ciudadanos ven a la policía como parte del problema, más que parte de la

solución. En parte, esto es resultado de la insuficiencia de financiamiento y la mala

administración, así como de la corrupción y los abusos del poder por parte de quienes

aplican la ley. De acuerdo con Latinobarómetro, en 2007, 19 por ciento de los

latinoamericanos informaron que en los últimos 12 meses ellos o alguien de su familia

habían presenciado un acto de corrupción. El Barómetro Global de la Corrupción,

encuesta dirigida por Transparencia Internacional, encuentra consistentemente que no

menos de 10 por ciento de los latinoamericanos ha pagado sobornos en el último mes y

ubica a la mayoría de los países latinoamericanos en la mitad inferior de su índice de

percepción de la corrupción.

El sistema penitenciario de muchos países latinoamericanos agrava aún más el

problema de la seguridad. En muchos países, las cárceles están atestadas en alto grado,

hacen poco esfuerzo por la rehabilitación y son controladas por bandas—convirtiendo a

los pequeños malhechores en delincuentes más violentos que a menudo llegan a

participar en grandes redes criminales nacionales e incluso transnacionales. Entre otras

preocupaciones se encuentran el apoyo público a respuestas extralegales, como las

técnicas de aplicación coercitiva de la ley y de interrogatorio, justicia de patrullas

vecinales en países como Haití, Guatemala, Perú y Bolivia, y un persistente

paramilitarismo en Colombia y Brasil.

El Grupo de Trabajo considera que muchos países latinoamericanos, entre ellos

Brasil, México, Venezuela y la mayor parte de los centroamericanos, están atrapados en

un círculo vicioso en el que la corrupción y la débil capacidad del Estado—en particular

en la aplicación de la ley y las instituciones judiciales—ayudan a impulsar la violencia y

la criminalidad. Esta dinámica también amenaza a los intereses de la política exterior

estadounidense para reducir el narcotráfico y promover la estabilidad en la región.

30

Amenazas transnacionales

En estas condiciones, ha prosperado una variedad de amenazas transnacionales, y algunas

de ellas son de preocupación especial para Estados Unidos: drogas, cárteles criminales

internacionales, bandas y terrorismo.

Drogas

Gran parte de la violencia en América Latina está conectada directa o indirectamente con

el comercio de drogas. Dada la cantidad de dinero ilícito involucrado en relación con el

tamaño de las economías legales en la región, no es de sorprender que el narcotráfico

tenga una poderosa capacidad de socavar al Estado. De acuerdo con el Informe mundial

sobre las drogas de 2007, de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el

Delito, América Latina produce casi 1,000 toneladas métricas de cocaína cada año, y

abastece drogas al mercado estadounidense con un valor mayor de 60,000 millones de

dólares, así como cantidades importantes de heroína, marihuana y metanfetamina. La

gran magnitud del comercio de drogas ha tenido un efecto masivo en la situación de

seguridad en cada país implicado, en especial Bolivia, Colombia y Perú, los tres

principales países productores de drogas, y Brasil, el Caribe, América Central, México y

Venezuela, todos los cuales son parte de las rutas de tráfico (y son asolados también por

el cada vez mayor consumo de drogas). Puesto que gran cantidad del valor agregado de la

droga se acumula durante la fase del contrabando, es igual de probable que en un país el

tráfico cause tanta violencia como la producción.

El objetivo indicado del paquete de ayuda de 5,000 millones de dólares conocido

como Plan Colombia era apoyar los esfuerzos de la lucha contra las drogas en Colombia,

la cual, se calculó en ese entonces, suministraba aproximadamente 90 por ciento de la

cocaína del mundo y una porción considerable de la heroína que llega a Estados Unidos.

Esta ayuda ha sido indispensable para contribuir al fortalecimiento de las instituciones

estatales en Colombia. Estas mejoras han sido decisivas para que el Estado colombiano

tenga la capacidad de mejorar la seguridad pública de sus ciudadanos con el

mantenimiento policiaco del orden.

31

Si bien los logros alcanzados en la seguridad pública son indiscutibles, también es

cierto que el Plan Colombia no ha contenido los flujos de droga hacia Estados Unidos.

Los precios de la cocaína y la heroína son tan bajos o más bajos que nunca. En el caso de

la cocaína, el precio de un gramo en las calles es, según datos proporcionados por la

ONU y el gobierno estadounidense, de alrededor de un tercio de lo que costaba en los

ochenta, antes de que Washington destinara miles de millones de dólares a la guerra

contra las drogas, y la pureza es mayor. Además, pese a la considerable cantidad de

fumigaciones aéreas sobre los cultivos de coca y a los decomisos sin precedentes de

cocaína, la narcoproducción en la región andina se ha estabilizado en aproximadamente

1,000 toneladas métricas. Las reducciones del suministro de Colombia en los últimos

años han ido acompañadas de aumentos en la producción en Perú y Bolivia.23

Mientras en Colombia la narcoviolencia ha disminuido, en México ha aumentado

de manera considerable. Esto se debe, en parte, a la importancia cada vez mayor de

México como ruta del tráfico y a la competencia creciente entre las diferentes

organizaciones de narcotraficantes. También se debe a la mayor producción en México,

donde los productores crean drogas sintéticas, como la metanfetamina, que luego son

llevadas a Estados Unidos. Las propias fuerzas de seguridad mexicanas no han podido o

no han estado dispuestas a enfrentarse a los bien financiados y bien armados cárteles

mexicanos, y en muchos casos han sido corrompidas por éstos. El presidente Felipe

Calderón ha hecho del combate al problema de la droga uno de los objetivos principales

de su administración (y asignó la tarea a las fuerzas armadas, reconociendo así que la

policía de México ha sido incapaz de lograr mucho progreso), con promesas de una

considerable asistencia financiera y técnica por parte de Washington. En tanto que el

resultado inmediato de la táctica de Calderón ha sido con más frecuencia la destrucción,

aún no queda claro si su administración demostrará más eficacia que la de su predecesor

en el control del problema, en especial dado el valor de las ganancias de la droga que

llegan a las manos de los cárteles.

En esta década, la asistencia a México para la seguridad ha sido insuficiente.

Mientras Colombia recibió más de 500 millones de dólares cada año, de 2000 a 2007,

23 “World Drug Report 2007,” United Nations Office on Drugs and Crime, 2007, disponible en http://www. unodc.org/pdf/research/wdr07/WDR_2007.pdf.

32

México recibió menos de 40 millones por año. La Iniciativa Mérida promovida por la

administración Bush en octubre de 2007 aborda esta problemática proponiendo un

programa de asistencia de 1,400 millones de dólares para los próximos tres años (que

incluye sumas modestas que se destinarían a América Central). Si bien la iniciativa

reconoce la necesidad de una mayor inversión en la promoción del estado de derecho y la

seguridad en ambos lados de la frontera, su enfoque inicial en proporcionar armamento

significa que ello puede no hacer lo suficiente en el tema más importante de la

construcción y el fortalecimiento de las instituciones, un logro destacado del Plan

Colombia.

El consumo de drogas, visto desde hace mucho como acotado a Estados Unidos,

también ha aumentado en muchos países latinoamericanos, creando un problema de salud

pública cada vez más inquietante y contribuyendo a un crecimiento tanto de la

delincuencia menor como de la más grave. El consumo de cocaína también se ha

incrementado en Europa. De las 1,000 toneladas métricas producidas cada año en la

región, poco más de la mitad se destina hoy a áreas fuera de América del Norte.

La política estadounidense se concentra principalmente en la erradicación y la

destrucción en los países de origen, pero hay estudios que muestran que los cultivadores

en los países productores responden con rapidez a la presión estadounidense sembrando

más de lo que demanda el mercado, sabiendo que parte de su producción será destruida o

decomisada. Como una parte sustancial del valor agregado de las drogas ilícitas está en el

tráfico, perder un porcentaje del producto en las primeras etapas del proceso no implica

una pérdida económica significativa para los cárteles de la droga. Se calcula que cada

dólar colocado en la aplicación interna de la ley en Estados Unidos es tres veces más

eficaz en la reducción del consumo estadounidense que una inversión similar en

disminuir la producción en el país de origen. Esto es especialmente cierto en cuanto a las

drogas que ahora son populares y tienen mercados en expansión, como la metanfetamina.

Para drogas con “mercados más maduros”—como la cocaína—, la aplicación de la ley

interna no es tan útil, ya que los traficantes son rápidamente sustituidos y los adictos, en

general, están dispuestos a pagar cualquier precio para satisfacer su adicción. El

33

tratamiento y la rehabilitación son más rentables que la aplicación de la ley interna o que

la erradicación y destrucción en el país de origen.24

El Grupo de Trabajo considera que el narcotráfico prospera a partir de una

combinación volátil de condiciones socioeconómicas negativas en los países productores

y de tráfico asociada con la alta demanda de narcóticos en Estados Unidos y Europa, y

cada vez más en la propia América Latina. Enfrentar con eficacia el narcotráfico

requerirá no sólo hacer esfuerzos de erradicación y destrucción, sino también políticas

en América Latina que ataquen las condiciones subyacentes y la débil gobernabilidad

que permite que el comercio prospere. De igual importancia, las políticas estadounidense

y europea deben atacar la demanda de drogas en sus países, que crea mercados tan

lucrativos que rebasan incluso los esfuerzos bien financiados y bien diseñados de

seguridad y erradicación.

¿Nuevas amenazas para Estados Unidos? Bandas y terrorismo

Buena parte del reciente interés despertado por las amenazas transnacionales en América

Latina proviene de temores de que la región pueda servir de base o caldo de cultivo para

organizaciones terroristas. Este temor fue destacado cuando se supo que algunos de los

implicados en un intento de atentado terrorista en el aeropuerto John F. Kennedy de

Nueva York provenían de Guyana y Trinidad y Tobago. La atención también se

concentró en el área de la Triple Frontera, donde se tocan Argentina, Brasil y Paraguay, y

que alberga una actividad criminal considerable y con niveles relativamente bajos de

control gubernamental. Hay algunos indicios de que Hezbollah ha tenido una presencia

limitada en el área para propósitos de lavado de dinero, pero hasta la fecha no hay

pruebas sólidas de que agentes terroristas de Medio Oriente hayan tenido mucho éxito

para efectuar incursiones en América Latina. Del mismo modo, aunque los lazos de Hugo

Chávez con Irán y sus provocadoras declaraciones sobre Estados Unidos hayan levantado

inquietud en muchos círculos, hay pocas pruebas de que Venezuela represente en la

actualidad un refugio para el terrorismo islámico. Sin embargo, como expresó ante el

24 Jonathan P. Caulkins, “How Goes the ‘War on Drugs’?: An Assessment of U.S. Drug Problems and Policy,” RAND Drug Policy Research Center, 2005, disponible enhttp://www.rand.org/pubs/ occasional_papers/2005/RAND_OP121.pdf.

34

Congreso a principios de este año el almirante Stavridis, comandante del Comando Sur

de Estados Unidos, mientras el narcoterrorismo (del que hablaremos más adelante) es una

lucha constante para la región, “el terrorismo radical islámico es una fuerza mucho menos

inmediata en la región, pero tiene el potencial de volverse una mayor preocupación para

nosotros”.

De mayor peso en lo inmediato son las bandas transnacionales que han sido

señaladas como una seria amenaza emergente para la seguridad hemisférica. Las dos

bandas más prominentes y peligrosas, la M-18 y la MS-13, tienen entre 50,000 y 100,000

miembros distribuidos en varios países centroamericanos (sobre todo, Guatemala, El

Salvador y Honduras) y en Estados Unidos. El Servicio de Investigación del Congreso

informó recientemente que más de 1,300 miembros de la MS-13 han sido arrestados en

Estados Unidos en los últimos dos años y medio. Desde varios puntos de vista, el origen

de las bandas transnacionales provino de la liberación de decenas de miles de

delincuentes, deportados de Estados Unidos a los países de América Central, donde a

menudo los gobiernos receptores no estaban informados sobre los antecedentes delictivos

de los deportados, provocando que sus sistemas judiciales y penitenciarios fueran

incapaces de controlarlos.

Las dependencias estatales de América Central y Estados Unidos han hecho un

esfuerzo concertado para entender y atacar la amenaza. En 2004, el FBI creó una fuerza

de trabajo especial para lidiar con las bandas, que colabora con los gobiernos

centroamericanos. El Departamento de Estado, el Departamento de Seguridad Interna

Nacional (DHS, por sus siglas en inglés), la Agencia de los Estados Unidos para el

Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) y el Departamento de Justicia

también han promovido iniciativas que apoyan y colaboran con gobiernos

centroamericanos en problemas relacionados con las bandas y sus amenazas. El BID y la

USAID han financiado diversos programas juveniles y educativos para tratar de disuadir

a los jóvenes centroamericanos de pertenecer a bandas. También ha habido reuniones

entre policías locales estadounidenses y sus homólogas centroamericanas para facilitar la

coordinación y el intercambio de información.

No puede exagerarse la importancia que plantea la amenaza de las bandas

transnacionales, como se ha hecho en los últimos años en algunos de los análisis más

35

tendenciosos del problema. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el

Delito encontró que, si bien las bandas en América Central “representan una fuente de

criminalidad, no parecen ser responsables de una porción especialmente

desproporcionada de los asesinatos en los países donde proliferan. Su participación en el

narcotráfico […] es también dudosa”.25 Sin embargo, las bandas sí contribuyen a las ya

altas tasas de delincuencia y socavarán aún más la débil gobernabilidad en varios países

centroamericanos; si no son enfrentadas con estrategias eficaces contra el delito en

América Latina y con una continua coordinación entre los gobiernos centroamericanos y

de Estados Unidos, tales bandas podrán convertirse en una amenaza cada vez más

problemática para la seguridad y la estabilidad.

El Grupo de Trabajo considera que Estados Unidos debe estar alerta hacia las

amenazas emergentes sin permitirles obstaculizar la política estadounidense en otras

áreas críticas. Además, las afirmaciones de que los terroristas están utilizando a América

Latina como plataforma de lanzamiento para atacar a Estados Unidos hasta ahora son

infundadas.

Amenazas transfronterizas

Las amenazas transfronterizas entre países de América Latina en la actualidad han

disminuido mucho, gracias a la desaparición de los gobiernos militares en la región, los

niveles relativamente bajos de los gastos en defensa, las pocas amenazas externas

significativas, la solución o la discusión de la mayoría de las principales controversias

fronterizas, la influencia de Estados Unidos y de otros miembros de la comunidad

internacional y los mejores mecanismos de cooperación regional a través de la OEA y

otros organismos regionales y subregionales. Preocupan, sin embargo, las compras

internacionales de armas por parte de Venezuela, que aumentaron de aproximadamente

71 millones de dólares entre 2002 y 2004 a 4,000 millones de dólares entre 2005 y 2007,

gastos no incluidos en el presupuesto militar oficial del país.26 Si bien los gastos en

25 “Crime and Development in Central America: Caught in the Crossfire,” Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, mayo de 2007. 26 “The List: The World’s Biggest Military Buildups,” Foreign Policy, noviembre de 2007, disponible en http://www.foreignpolicy.com/story/cms.php?story_id_4051.

36

defensa de toda América Latina permanecen entre los más bajos de las regiones del

mundo como porcentaje del PIB, los aumentos sustanciales venezolanos deben vigilarse.

Además, la crisis de marzo de 2008 tras el ataque colombiano a un campamento

perteneciente al grupo terrorista FARC en territorio ecuatoriano—en el que perdió la vida

Raúl Reyes, el número dos de las FARC—indica la persistencia de fuerzas

desestabilizadoras en la región. El gobierno colombiano afirmó que el ataque fue en

defensa propia; el presidente Chávez, el presidente Correa y varios otros jefes de Estado

se apresuraron a condenar las acciones de Colombia. En lo que pronto se convirtió en la

crisis diplomática más tensa que los Andes habían experimentado en décadas, Ecuador

rompió relaciones con Colombia, y tanto Ecuador como Venezuela expulsaron a los

embajadores colombianos de sus capitales y movilizaron a sus fuerzas armadas a la

frontera colombiana.

La resolución pacífica de la crisis en la Cumbre de Rio en República Dominicana

mostró, por una parte, la importancia de los mecanismos institucionales y legales de

cooperación para la seguridad y la resolución de controversias, en especial los de la OEA.

Pero en general esos mecanismos aún son débiles, y mejorarlos y profundizarlos será

decisivo para impedir en el futuro crisis como ésa. Otros foros de cooperación regional y

subregional, aunque no dedicados específicamente a la cooperación en seguridad (como

Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones), han sido provechosos en la reducción y

el manejo de tensiones interestatales. Otros foros de seguridad propuestos o incipientes,

como el Consejo de Defensa Sudamericano y la policía regional Ameripol, podrían

también desempeñar un papel positivo. Suscrito en 1967, el Tratado de Tlatelolco ha

logrado, hasta ahora, comprometer a toda la región latinoamericana a permanecer libre de

armas nucleares. Si bien estos mecanismos, en conjunto, no constituyen un sistema

regional especialmente robusto para manejar los conflictos interestatales, sí cuentan con

un sistema de normas y prácticas cuyo objetivo es la resolución de esas controversias, y

ofrecen una plataforma sobre la cual se puede construir.

Si bien la incursión transfronteriza de Colombia provocó una crisis diplomática

regional, también sacó a la superficie las preocupaciones de muchos de los gobiernos de

la región aparte de Colombia—entre ellos Argentina, Brasil, México, Panamá y Perú—

sobre la persistencia de las FARC y los posibles esfuerzos de actores regionales para

37

incitar y prolongar la presencia desestabilizadora de aquéllas. El gobierno colombiano ha

declarado que encontró tres computadoras laptop en el sitio donde mataron a Raúl Reyes,

que contenían pruebas del apoyo a las FARC por parte de los gobiernos venezolano y

ecuatoriano. El supuesto apoyo incluía un fondo de 300 millones de dólares que el

gobierno de Chávez iba a crear para las FARC y la aceptación del gobierno ecuatoriano

de la presencia de las FARC en su territorio. De ser autentificada por la Interpol, la

información obtenida de varios discos duros en los próximos meses podría probar las

acusaciones del apoyo deliberado de Venezuela a las FARC, a las que Estados Unidos, la

Unión Europea y Canadá consideran una organización terrorista. El gobierno colombiano

encontró, asimismo, 30 kilogramos de uranio empobrecido cerca de Bogotá, y aduce iban

a ser entregados a las FARC, provocando temores de que éstas tengan interés en obtener

material nuclear.

Aun cuando las Fuerzas Armadas de Colombia continúan debilitando a las FARC

en términos militares y psicológicos, el incidente puso de manifiesto que las FARC

siguen buscando establecer lazos internacionales y destacó la necesidad de una mayor

cooperación regional para poner fin al grupo insurgente más antiguo de la región. El

Grupo de Trabajo considera que las dimensiones regionales del conflicto colombiano

siguen siendo importantes y requieren mayor disciplina y cooperación entre los países

latinoamericanos a fin de enfrentar con éxito el desafío compartido que plantean las

organizaciones criminales violentas y los grupos insurgentes que aprovechan la

debilidad de las instituciones y el contrabando para desestabilizar a los gobiernos de la

región.

También es problemático el enorme número de armas de fuego en la región, que

en su mayoría no tienen registro. En América Central, los cálculos aproximados oscilan

entre dos millones y cuatro millones (muchas de ellas sobrantes de las guerras civiles y

conflictos anteriores), y menos de 800,000 tienen registro ante el gobierno. Estados

Unidos es otra fuente importante de armas de fuego y armamento sofisticado ilegales.

Más de 10 por ciento de las armerías estadounidenses están ubicadas cerca de la frontera

mexicana y estos negocios venden en promedio el doble de armas que sus homólogos

más distantes de la frontera.

38

El contrabando de armas a México, país que tiene estrictas leyes sobre armas de

fuego, puede ser un negocio muy rentable: el precio de un AK-47 en Estados Unidos es

de 500 dólares, y en México puede venderse a unos 1,500 dólares.27 Si bien México sólo

tiene 6,000 armas registradas legalmente en el país, cada año el gobierno confisca entre

5,000 y 10,000 armas de fuego ilegales, más de 90 por ciento de las cuales se rastrea

hasta Estados Unidos. Entre enero y octubre de 2007, el gobierno mexicano confiscó

6,000 armas, 470 granadas y 552,000 cargas de munición.28 Un hecho que pone de

manifiesto el abundante suministro de armas en el país es que los delincuentes han estado

dejándolas recientemente en la escena del crimen.

El poder de las organizaciones narcotraficantes internacionales no sólo reside en

armas poderosas, sino también en el dinero del narcotráfico proveniente de Estados

Unidos y otros países consumidores. La Fuerza Administrativa Antidrogas (DEA, por sus

siglas en inglés) [de Estados Unidos] estima que las organizaciones mexicanas y

colombianas de narcotráfico lavan entre 8,000 millones de dólares y 25,000 millones de

dólares cada año. La mayor parte proviene de las ventas en todo Estados Unidos, desde

donde las utilidades se transfieren a pueblos fronterizos (sobre todo a través de giros

telegráficos) y luego sacadas del país, por lo general mediante el contrabando de grandes

cantidades de dinero a través de la frontera sur. Una vez que el dinero llega a México, se

esconde para la futura financiación de las organizaciones criminales internacionales, se

lleva más al sur, se deposita en casas de cambio o bancos, o se transporta de regreso a

Estados Unidos en vehículos blindados o por servicios de mensajería. Este sofisticado

sistema de contrabando permite a las organizaciones criminales reclamar los fondos

como depósitos legítimos en bancos y dificulta rastrear el dinero hasta el narcotráfico. El

procurador general de justicia mexicano estima que aproximadamente 10,000 millones de

dólares del dinero del narcotráfico blanqueado en México termina cada año en bancos

estadounidenses.

Estos fondos blanqueados y las armas pasadas de contrabando sostienen y

refuerzan el poder de las organizaciones criminales internacionales, al ayudarles a poner 27 Sam Logan, “Guns: The Bloody U.S.-Mexico Market,” ISN Security Watch, 31 de octubre de 2007, disponible en http://www.isn.ethz.ch/news/sw/details.cfm?id_18300. 28 Manuel Roig-Franzia, “U.S. Guns behind Cartel Killings in Mexico,” Washington Post, 29 de octubre de 2007, disponible en http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2007/10/28/AR200710280165 4.html.

39

en peligro o dominar a los gobiernos latinoamericanos. El Grupo de Trabajo considera

que la amplia disponibilidad de pistolas y armas cortas, y el financiamiento abierto del

lucrativo comercio de drogas, contribuyen a la criminalidad transnacional. La

cooperación regional es decisiva para obtener respuestas eficaces, ya que las

organizaciones ilegales no estatales y las redes criminales no operan dentro de las

fronteras nacionales o internacionales, ni las respetan.

40

Integración mediante la migración

Más de 100 millones de latinoamericanos han abandonado sus hogares desde la Segunda

Guerra Mundial. Si bien tres cuartas partes de los emigrantes latinoamericanos se

trasladan hoy a Estados Unidos, también se da una migración considerable a otras

regiones y dentro de la misma América Latina. El volumen de tal movimiento ha sido una

fuerza primaria en la integración del Hemisferio Occidental en las últimas décadas, por la

cual se han reestructurado sus economías y sociedades. La política pública ha sido

incapaz de mantenerse al ritmo.

En la actualidad, en Estados Unidos viven 45 millones de latinos,29 de los cuales

18 millones nacieron en el extranjero. De este total, 71 por ciento son centroamericanos y

mexicanos; 18 por ciento, caribeños (en su mayoría de República Dominicana, Haití y

Cuba), y 11 por ciento, sudamericanos (principalmente de Colombia, Ecuador y Perú). En

algunos casos, esto representa una porción considerable de la población del país de

origen: los 11 millones de mexicanos en Estados Unidos, por ejemplo, constituyen

aproximadamente 10 por ciento de la población de México y 15 por ciento de su mano de

obra. El Salvador, Guatemala y Honduras tienen un millón, 750,000 y 400,000 de sus

respectivos ciudadanos que viven en Estados Unidos, representando 35 por ciento, 19 por

ciento y 15 por ciento de su mano de obra, respectivamente.30

La población activa estadounidense, por su parte, se ha vuelto cada vez más

dependiente de estos trabajadores. Entre mediados de 2005 y mediados de 2006, los

latinos representaron 37 por ciento del aumento total de trabajadores en Estados Unidos.

Hoy en día, constituyen alrededor de 13 por ciento de la mano de obra estadounidense, y

29 Para los objetivos de este informe, el término “latinos” se utilizará para referirse tanto a los latinoamericanos como a sus descendientes que viven en Estados Unidos. 30 La mano de obra de El Salvador es de 2.865 millones de trabajadores; la de Guatemala, 3.958 millones, y la de Honduras, 2.489 millones. The World Factbook 2008, Agencia Central de Inteligencia (CIA), disponible en https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/index.html.

41

más de un cuarto de la fuerza laboral en estados como Arizona.31 Representan 41 por

ciento del empleo total en agricultura, pesca y silvicultura, 25 por ciento en el sector de la

construcción y 28 por ciento en limpieza y mantenimiento.32 Si bien los inmigrantes con

documentos en regla se dividen equitativamente entre hombres y mujeres, cerca de 60 por

ciento de los inmigrantes indocumentados son varones. Estos trabajadores tienden a ser

más pobres y con menor escolaridad que los trabajadores estadounidenses nativos o los

inmigrantes de otras regiones. Setenta y nueve por ciento de los inmigrantes asiáticos y

87 por ciento de los inmigrantes africanos de más de 25 años han completado la

secundaria, en comparación con sólo 44 por ciento de los inmigrantes latinoamericanos

en el mismo rango de edad. Como resultado, los inmigrantes latinoamericanos entran en

los sectores menos calificados de la economía estadounidense. Aunque el tema sea muy

debatido, la mayoría de los analistas encuentran que el impacto económico neto de los

inmigrantes en la economía estadounidense es moderadamente positivo. El Council of

Economic Advisers de Estados Unidos ha encontrado que los inmigrantes “en general

tienen un efecto positivo en los ingresos de los trabajadores nativos”,33 en gran parte

porque los inmigrantes, cuando cuentan con años de educación formal, se concentran en

los extremos de la escala educacional, y complementan así a los trabajadores

estadounidenses que están agrupados en medio del espectro.

La emigración dentro de América Latina también es significativa y está creciendo.

Según estadísticas oficiales, el número de latinoamericanos que viven fuera de sus países

de origen pero dentro de la región es de cinco millones; sin embargo, hay pruebas

considerables que indican que la cifra real es mucho mayor, pues la porosidad de las

fronteras, la informalidad de las economías y el insuficiente personal en las burocracias

hacen difícil seguir la pista de los emigrantes. Argentina, Costa Rica y Venezuela son los

destinos principales. Argentina es el hogar de números significativos de bolivianos,

chilenos y paraguayos; Costa Rica, de unos 500,000 nicaragüenses, y Venezuela de

varios cientos de miles de colombianos. De Bolivia, en contraste, han emigrado unos dos

31 “Arizona: Population and Labor Force Characteristics 2000-2006,” Pew Hispanic Center, 23 de enero de 2008, disponible en http://pewhispanic.org/files/factsheets/37.pdf. 32 Ibid., y Rakesh Kochhar, “Latino Labor Report, 2006: Strong Gains in Employment,” Pew Hispanic Center, 27 de septiembre de 2006, disponible en http://pewhispanic.org/files/reports/70.pdf. 33 “Immigration’s Economic Impact,” Council of Economic Advisers, 20 de junio de 2007, disponible en http://www.whitehouse.gov/cea/cea_immigration_062007.pdf.

42

millones de personas—20 por ciento de su población—en los últimos años. Pruebas

recientes indican, también, que la composición de tal emigración dentro de América

Latina está cambiando, con una porción cada vez mayor de emigrantes calificados que se

trasladan a otros países de la región. Cerca de la mitad de los emigrantes que van a Chile,

México y Panamá tienen una escolaridad de doce o más años.

En décadas anteriores, los latinoamericanos solían emigrar debido a la agitación

política o a conflictos violentos. Hoy, la emigración está motivada por la economía. El

salario mínimo estadounidense, de cerca de siete dólares por hora, es seis o siete veces

mayor que el de México, el cual, a su vez, es más alto que el de la mayor parte de

América Central. El PIB per cápita estadounidense es de más de 43,000 dólares, en

comparación con 11,000 dólares de México, 5,500 dólares de El Salvador y 4,300 dólares

de Guatemala. En Estados Unidos hay también una gran demanda de trabajadores

inmigrantes latinoamericanos: en el segundo trimestre de 2006, la tasa de desempleo de

latinos nacidos en el extranjero era de 3.9 por ciento, cifra idéntica a la de la población

blanca no latina nacida en Estados Unidos.34 La emigración presenta la misma dinámica

dentro de América Latina: el PIB de Costa Rica, por ejemplo, es más de cuatro veces el

de Nicaragua, lo que contribuye a explicar la cantidad de nicaragüenses que viven en

Costa Rica. Un factor adicional para determinar los patrones migratorios son las actuales

redes de emigrantes: los lazos familiares o comunitarios ya establecidos de oleadas

migratorias anteriores preparan el alojamiento, el empleo y el apoyo general, facilitando

así que persistan los flujos aun cuando disminuyan los incentivos económicos.

El Grupo de Trabajo considera que las tendencias demográficas, las

oportunidades económicas y las redes de inmigrantes establecidos son las causas

principales de las actuales tendencias migratorias, al alentar a hombres y mujeres a buscar

mejores oportunidades en el extranjero. Mientras se mantengan estos factores

subyacentes, continuará una emigración sustancial dentro de la región y de ésta a Estados

Unidos, incluso en contra de políticas migratorias restrictivas.

34 Idem.

43

Remesas y emigración circular: ¿Herramientas de desarrollo económico?

Las remesas se han convertido en una fuente mayúscula de ingresos para muchos países

en desarrollo. En 2007, más de 66,500 millones de dólares fueron transferidos a América

Latina y el Caribe, de los cuales aproximadamente tres cuartas partes provinieron de

Estados Unidos.35 Esto equivale a 80 por ciento de toda la inversión extranjera directa en

la región: México recibió los flujos transfronterizos más grandes—alrededor de 24,000

millones de dólares—, mientras las remesas a El Salvador y Honduras excedieron 20 por

ciento del ingreso nacional. En Estados Unidos, 73 por ciento de los inmigrantes adultos

latinoamericanos—unas 13 millones de personas—envían remesas con regularidad a sus

familias en sus países de origen y se piensa que cerca de 10 por ciento del total de los

500,000 millones de dólares que ganan cada año estos trabajadores son enviados como

remesas. Más de la mitad de estos expedidores de remesas tienen menos de 35 años, y

casi dos tercios son considerados por las normas estadounidenses como “trabajadores

pobres” o de la “clase media más baja”, con ingresos anuales menores de 30,000 dólares.

Si bien a algunos investigadores les preocupa que las remesas provoquen un ciclo

de dependencia, la mayoría piensa que las remesas pueden desempeñar un papel positivo

en el desarrollo latinoamericano. Según un importante estudio sobre quienes reciben

remesas en América Latina, 80 por ciento de ellos gasta ese dinero en alimentos, 48 por

ciento en medicamentos, 38 por ciento en educación, 13 por ciento en pagos de hipotecas

y 9 por ciento los ahorra.36 Incluso los gastos en la canasta básica de los hogares pueden

fortalecer las economías locales.37 Pero algo más importante, los estudios indican que los

niños de las familias que reciben remesas tienen una probabilidad mayor de permanecer

35 “Remittances 2007: A Bend in the Road or a New Direction?,” Banco Interamericano de Desarrollo, marzo de 2008, disponible en http://idbdocs.iadb.org/wsdocs/getdocument.aspx?docnum_1381109. 36 Orozco et al., “Transnational Engagement, Remittances and their Relationship to Development in Latin America and the Caribbean: Final Report,” Institute for the Study of International Migration at Georgetown University, julio de 2005, disponible en http://isim.georgetown.edu/Publications/LindsayPubs/Rockefeller%20Report.pdf. 37 David Seddon, “South Asian remittances: implications for development,” Contemporary South Asia, vol. 13, núm. 4, diciembre de 2004, disponible en http://www.ingentaconnect.com/content/routledg/ccsa/2004/ 00000013/00000004/art00005.

44

en la escuela, independientemente del nivel educativo de los padres, factor decisivo en el

desarrollo.38

Algunas remesas también se destinan a inversiones productivas, en forma de

capital de apertura de pequeños negocios, que es un uso especialmente positivo de los

fondos.39 Un estudio de 2001 mostró que casi una quinta parte del capital invertido en

microempresas en el México rural era de las remesas procedentes de Estados Unidos.40

Un estudio reciente de Bendixen and Associates afirma que hoy en México casi 40 por

ciento de los fondos de las remesas se está destinando a la inversión (la cifra de Colombia

es de 32 por ciento, y la de Guatemala, de 25 por ciento).41 Con el tiempo, estos gastos

deberían tener efectos significativos de nivel macro.

Otro factor potencialmente positivo para el desarrollo es la emigración no

permanente. Los avances en las comunicaciones y los viajes permiten más “emigración

circular”, en la cual la gente emigra durante periodos más cortos o se mueve de un lado a

otro repetidamente. En América Latina, esa emigración continua se ha vuelto una

estrategia cada vez más común en las últimas seis décadas con el propósito de aumentar y

diversificar el ingreso familiar. En el largo plazo, esto también significa que los

emigrantes vuelven a sus países de origen con nuevo capital financiero y humano. Por

ejemplo, los emigrantes que retornan tienen, según la reciente investigación, más

probabilidades de dedicarse a la actividad empresarial. Se ha documentado que los

mexicanos que vuelven de un programa de trabajadores agrícola-estacionales en Canadá

invierten en la tierra y en pequeños negocios en sus países.42 También existen pruebas de

que los salvadoreños y los dominicanos abren microempresas a su regreso de Estados

Unidos.43 Las emigraciones circulares podrían tener un impacto especialmente positivo si

38 Ernesto López-Córdova, “Improving health and education,” ID 21 Insights, vol. 60, enero de 2006, disponible en http://www.id21.org/insights/insights60/art02.html. 39 Ibid., y Richard H. Adams Jr., “Remittances, Poverty, and Investment in Guatemala,” en International Migration, Remittances, and the Brain Drain, editado por Çaglar Özden y Maurice Schiff (Washington, DC: Banco Mundial; Nueva York: Palgrave Macmillan, 2006). 40 Christopher Woodruff y Rene Zenteno, “Remittances and Microenterprises in Mexico,” informe de trabajo, Center for U.S.-Mexican Studies, University of California, San Diego, 2001. 41 Exposición ante los representantes del Banco Mundial, Bendixen and Associates, 14 de enero de 2008. 42 Tanya Basok, “Mexican Seasonal Migration to Canada and Development: A Community based Comparison,” International Migration, vol. 41, núm. 2, 2003. 43 José Itzigsohn, Carlos Dore Cabral y Esther Hernández Medina, “Mapping Dominican Transnationalism: Narrow and Broad Transnational Practices,” Ethnic and Racial Studies, vol. 22, núm. 2, 1999, y Patricia Landolt, “Salvadoran Economic Transnationalism: Embedded Strategies for Household Maintenance,

45

se extendieran a los emigrantes con mayor educación formal. Aunque algunos han

sostenido que América Latina se ve perjudicada por la emigración de trabajadores con

altas calificaciones, investigaciones recientes en China e India demuestran que los países

pueden obtener un beneficio real de la emigración de profesionales altamente calificados,

al producir la “circulación de cerebros”, por la cual los emigrantes que vuelven traen

consigo capital humano y tecnología, más que causar la “fuga de cerebros”.44 Los

avances tecnológicos indican el nuevo potencial de los países latinoamericanos si pueden

asegurar el regreso de sus emigrantes cada vez más calificados. Sin embargo, las

restrictivas leyes de inmigración que prohíben a los inmigrantes ir a sus países y volver

libremente, y los cambiantes mercados laborales que les proporcionan más empleos

permanentes durante todo el año, pueden estar reduciendo las ventajas potenciales de la

emigración.

El Grupo de Trabajo considera que la emigración y las remesas benefician a los

hogares latinoamericanos al incrementar el poder adquisitivo y la inversión, pero podrían

resultar riesgosos en el largo plazo si los trabajadores calificados emigran en forma

definitiva. Las políticas interior y exterior que promuevan la emigración circular y la

inversión productiva de las remesas pueden maximizar el impacto positivo de la

emigración para los países de origen.

Reacciones de la política latinoamericana ante la emigración

Las naciones latinoamericanas entienden que el flujo de mercancías y personas están

inextricablemente unidos. Por consiguiente, los esfuerzos hacia la integración económica

han ido a la par de los esfuerzos de administrar y facilitar la inmigración, con nuevas

leyes internas y nuevos acuerdos migratorios bilaterales y multilaterales. La Comunidad

Andina de Naciones, por ejemplo, considera esencial el libre movimiento de personas

para formar un Mercado Común Andino. Los países participantes han colaborado en la

creación de medidas que fomenten disposiciones complementarias de seguridad social

Immigrant Incorporation, and Entrepreneurial Expansion,” Global Networks: A Journal of Transnational Affairs, vol. 1, núm. 3, 2001. 44 David Zweig et al., “Globalization and Transnational Human Capital: Overseas and Returnee Scholars to China,” China Quarterly, vol. 179, 2004.

46

entre ellos, con el propósito de que a los trabajadores se les acrediten los pagos hechos en

cualquier parte de la Comunidad Andina. Los países del Mercosur (Brasil, Argentina,

Uruguay y Paraguay) también han suscrito Acuerdos Multilaterales de Seguridad Social

para garantizar los derechos de todos los residentes del Mercosur en la subregión. En

2003 se aprobó la Visa Mercosur, aunque todavía no se pone en práctica.

Argentina, el país sudamericano que recibe el mayor número de inmigrantes, ha

emprendido por su cuenta iniciativas adicionales para atender los flujos de inmigración.

En 2003, incorporó la legislación del Mercosur que prohíbe la discriminación basada en

el origen nacional y garantiza un mayor acceso a la asistencia médica y la educación.

Asimismo, ha suscrito acuerdos migratorios bilaterales y memorandos de entendimiento

con Bolivia y Perú para facilitar la emigración circular. México, por su parte, ha ajustado

sus políticas para los cientos de miles de jubilados estadounidenses que han emigrado al

sur en años recientes. Por ejemplo, hoy extiende visados específicamente para jubilados

extranjeros que les dan acceso al sistema de asistencia médica de México por una prima

anual de 300 dólares. También modificó su legislación para permitir que los extranjeros

puedan tener propiedad cabal de tierras en vez de mediante fideicomisos, como antes se

requería.

Al mismo tiempo, a falta de acuerdos bilaterales y multilaterales que se apliquen a

la emigración dirigida a Estados Unidos, los gobiernos latinoamericanos han empezado a

crear sus propias políticas, concentradas en especial en las formas de alentar la

emigración circular y los flujos de remesas. Si bien sólo cuatro países latinoamericanos

reconocieron la doble nacionalidad en 1990, hoy al menos once países la aceptan. A los

expatriados colombianos se les permite elegir representantes en la legislatura colombiana;

los dominicanos pueden postularse como candidatos en República Dominicana aun

cuando su residencia principal esté en el extranjero, y hoy los peruanos y los mexicanos

pueden votar en las elecciones de sus países de origen desde el exterior. Muchos

gobiernos también han puesto en marcha programas para alentar a sus emigrantes a

invertir en su país y finalmente volver. Colombia y Uruguay han establecido incentivos

para que los estudiantes y científicos vuelvan a su país. El gobierno mexicano estableció

el Programa para Comunidades Mexicanas en el Extranjero, que ofrece asesoría en los

campos de salud, educación y legal a los emigrantes y a las organizaciones del país de

47

origen y alienta el envío de remesas para proyectos de desarrollo. Algunos estados

mexicanos también han establecido fondos complementarios para que las remesas

destinadas a proyectos de desarrollo sean igualadas por los estados y los municipios. En

la actualidad, el gobierno salvadoreño tiene un viceministro de Relaciones Exteriores

para los salvadoreños en el exterior, cuya oficina asiste a los emigrantes que se

encuentran en el exterior y facilita su vuelta al país.

El Grupo de Trabajo considera que los gobiernos latinoamericanos están dando

impulso a políticas concretas que manejan el movimiento acelerado de personas dentro

de la región y que aprovechan la emigración hacia Estados Unidos. Estos esfuerzos de

los gobiernos latinoamericanos ayudan a mantener los vínculos entre los emigrantes y sus

países de procedencia, y ciertas políticas alientan a los emigrantes a enviar remesas y

finalmente volver a sus países de origen. Las políticas estadounidenses están muy

rezagadas frente a las de los gobiernos latinoamericanos en cuanto a adaptarse a la

realidad de la creciente movilidad humana.

Política de inmigración estadounidense

En 2006, el gobierno estadounidense autorizó alrededor de 1.3 millones de visas de

inmigrantes, entre ellas aproximadamente 800,000 para inmigrantes patrocinados por

familiares y 160,000 para inmigrantes que llegan por motivos de empleo. Unos 300,000

más recibieron visas por otras razones, por ejemplo, por su condición de refugiados o de

asilados. Ese año, poco más de 800,000 personas regularizaron su situación migratoria y

se convirtieron en residentes legales permanentes. Como a menudo se afirma, Estados

Unidos siempre ha sido una nación de inmigrantes. Las leyes de inmigración, sin

embargo, han variado drásticamente con el tiempo, desde las políticas bastante abiertas

del siglo XIX y principios del XX hasta, a partir de la década de 1920, políticas más

restrictivas con base en cuotas nacionales y dirigidas a limitar la inmigración, en especial

de Asia y del este y sur de Europa. Desde 1952, cuatro principios han guiado la política

estadounidense: la reunificación de las familias; la admisión de inmigrantes que ofrecían

las destrezas necesarias; la protección de refugiados y la diversidad de admisiones por

país de procedencia.

48

Hoy, la política de inmigración en Estados Unidos se caracteriza por sus leyes

rigurosas y su débil aplicación. En 1986, la Ley de Reforma y Control de la Inmigración

(IRCA, por sus siglas en inglés) otorgó la amnistía a inmigrantes indocumentados que

habían ingresado al país antes del 1 de enero de 1982, y penalizó la contratación de

trabajadores sin documentos, responsabilizando por primera vez a los empleadores. Pero

la ley no se hizo cumplir ni disuadió a los patrones de contratar inmigrantes

indocumentados. Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el gobierno

federal reestructuró la burocracia de inmigración, reemplazando el Servicio de

Inmigración y Naturalización, que formaba parte del Departamento de Justicia, con el

Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, una rama del recién creado Departamento

de Seguridad Interna Nacional (DHS, por sus siglas en inglés). Este cambio, que

combinaba un ordenamiento antiterrorista con la responsabilidad de controlar la

emigración hacia Estados Unidos, ocasionó que se aumentaran los recursos para el

patrullaje fronterizo y el equipo de vigilancia. En conjunto, las políticas vigentes crearon

impedimentos sustanciales para la inmigración legal. Como resultado, alentaron a los

latinoamericanos (y a otros) a ingresar ilegalmente a Estados Unidos. Y una vez que

están en Estados Unidos, es más probable que los inmigrantes se queden ahí, ya que

entrar al país es costoso y peligroso. En la actualidad, hay aproximadamente 12 millones

de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.

La revisión general de la política de inmigración propuesta en 2007 habría

proporcionado un medio para legalizar a estos inmigrantes. También habría eliminado el

sistema que daba prioridad a la unificación familiar y habría cambiado por uno que se

basara en puntos que reflejaran las calificaciones, el dominio del inglés, los vínculos

familiares y las necesidades económicas de Estados Unidos. Habría establecido un

programa más amplio de trabajadores huésped y aumentado la seguridad fronteriza. Se

habría dado a los empleadores la responsabilidad de comprobar la situación legal de los

trabajadores. Pero a pesar del importante impulso por parte de la administración Bush y

del apoyo de personalidades distinguidas de ambos partidos, la propuesta no aguantó el

escándalo político ni los cuestionamientos de cuán eficaz habría sido en controlar la

inmigración o disciplinar a los empleadores. Con el fracaso de la legislación reformista

en el Congreso en 2007, y el hecho de que no sea probable ninguna reforma amplia hasta

49

después de la elección presidencial de 2008, los gobiernos estatales y locales han creado

cada vez más sus propias políticas para manejar a los inmigrantes—en algunos casos

abandonando sus procedimientos anteriores para acoger a los inmigrantes, en otros

buscando ser más restrictivos. A pesar de que se ha visto que algunas de estas políticas

son inconstitucionales, es probable que esta tendencia continúe.

Los fracasos de la política de inmigración estadounidense afectan la seguridad

nacional, el crecimiento económico y las relaciones exteriores. El statu quo ni siquiera

puede cumplir los objetivos más básicos de garantizar la documentación adecuada a los

visitantes y a los residentes no ciudadanos. Se concentra casi únicamente en la frontera

entre Estados Unidos y México, pese al hecho de que casi la mitad de los trabajadores no

autorizados que ingresan a Estados Unidos lo hacen legalmente a través de otros puertos

y se quedan más tiempo de lo que les permiten sus visas. También falla en manejar el

hecho de que, con las históricamente bajas tasas de desempleo y una población que

envejece, Estados Unidos necesitará más trabajadores para ocupar (y mantener) los

empleos en la economía interna. Esta escasez de mano de obra no hará sino agudizarse en

las próximas décadas, conforme se vayan jubilando las personas nacidas en el periodo

inmediato posterior a la Segunda Guerra Mundial. Para mantener el crecimiento del PIB,

será necesario un número considerable de trabajadores inmigrantes en todos los niveles

de calificaciones.

Por último, los fracasos de la política de inmigración estadounidense se han

convertido en un problema de política exterior. En Estados Unidos son muchos los que

consideran que la inmigración es un tema de política interna. Pero dado el profundo

impacto que tiene la política de inmigración estadounidense en muchos países

latinoamericanos, es natural que se le considere un tema esencial en sus relaciones con

Estados Unidos. El tenor de los recientes debates sobre inmigración y la incapacidad de

aprobar una significativa reforma de inmigración han dañado la reputación

estadounidense en la región, ya que muchas naciones latinoamericanas (entre ellas

algunas que no tienen un gran número de personas en Estados Unidos) perciben las leyes

vigentes como discriminatorias e injustas hacia sus ciudadanos.

El Grupo de Trabajo considera necesaria una amplia reforma sobre inmigración

para crear un sistema que proteja mejor los intereses estadounidenses de seguridad,

50

economía y política exterior, y que debe ser una prioridad para la siguiente

administración. Un sistema que ofrezca incentivos para inmigrar legalmente, trabajar

duro y adquirir destrezas mientras se está en Estados Unidos, y volver finalmente a los

países de origen con el capital y las habilidades adquiridos, no sólo beneficiaría a Estados

Unidos, sino también fomentaría el desarrollo económico y político en América Latina.

51

Energía

Las preocupaciones estadounidenses por la dependencia de recursos energéticos del

extranjero suelen concentrarse en Medio Oriente, pero Estados Unidos depende del

Hemisferio Occidental (incluido Canadá) para casi la mitad de su petróleo.45 En fechas

recientes, el renaciente nacionalismo en torno a los recursos, los cuellos de botella en la

producción y la politización del comercio energético han provocado inquietudes de que

América Latina pueda volverse un proveedor menos confiable y haga subir los precios

energéticos globales. Al mismo tiempo, la región presenta abundantes oportunidades para

nuevas inversiones en recursos energéticos tradicionales y alternativos, lo que hace

imprescindible que los gobiernos estadounidense y latinoamericanos encaren juntos el

desafío energético y aprovechen la oportunidad de una mayor cooperación.

Suministros de energía tradicionales: Estancamiento de la producción e integración

América Latina abastece casi 30 por ciento del petróleo extranjero de Estados Unidos.

México—que, a través de su compañía estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), cuenta con

alrededor de 1 por ciento de las reservas conocidas de crudo del mundo y produce unos

tres millones de barriles diarios—es la tercera fuente más importante de petróleo de

Estados Unidos, después de Canadá y Arabia Saudita. En la actualidad, representa 11 por

ciento de las importaciones estadounidenses de petróleo. Sin embargo, la creciente

demanda interna, el descenso en la productividad y el agotamiento de las reservas

amenazan la posición del país como una nación exportadora de energía. El yacimiento

petrolero Cantarell encara fuertes bajas en la producción, y la insuficiente inversión

impide nuevas exploraciones. Más de 60 por ciento de los ingresos de Pemex van a dar al

presupuesto del gobierno, y las inversiones privadas y/o extranjeras en el sector petrolero

siguen en gran parte prohibidas (de acuerdo con la Constitución mexicana), lo que deja

sólo oportunidades limitadas para la participación extranjera. En el corto plazo, parece 45 “U.S. Imports by Country of Origin,” Energy Information Administration, disponible en http://tonto.eia. doe.gov/dnav/pet/pet_move_impcus_a2_nus_ep00_im0_mbbl_m.htm.

52

improbable que el dividido Congreso mexicano apruebe la inversión del sector privado,46

y aun si el gobierno reformista de Calderón fuera capaz de moderar las restricciones

actuales, habrán de pasar años para que la nueva producción esté disponible. Sin cambios

significativos, prevén algunos analistas, México puede convertirse en un importador neto

de petróleo en sólo diez años. Para Estados Unidos, este suceso obligaría a un cambio

drástico y difícil en la adquisición de energía.

Existen también, sin embargo, algunas tendencias positivas en la relación

energética entre Estados Unidos y México. La integración energética en América del

Norte ha continuado. Las extensas redes transfronterizas de modernos ductos y líneas de

tendido eléctrico, el comercio sin aranceles a través de las fronteras, el intercambio de

tecnología y un contacto constante entre los funcionarios de energía en ambos países han

facilitado el comercio fluido y el diálogo constante. El Grupo de Trabajo de Energía de

América del Norte (NAEWG, por sus siglas en inglés), organización de funcionarios de

carrera de nivel medio de México, Estados Unidos y Canadá establecida en 2001, ha

patrocinado varios valiosos estudios regionales sobre energía, compiló estadísticas

estandarizadas sobre la materia y comenzó a buscar contacto con diversos grupos

interesados, públicos y privados, en industrias pertinentes.

Venezuela, el noveno productor más grande de petróleo en el mundo y cuarto

mayor proveedor de Estados Unidos, y el país que tiene 6.6 por ciento de las reservas

mundiales probadas, también enfrenta desafíos. Desde 2001, el presidente Chávez ha

procurado utilizar su enorme riqueza nacional de energéticos para programas públicos y

para sus propias ambiciones al fortalecer el control gubernamental sobre la compañía

petrolera estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), limitando la propiedad extranjera de

empresas conjuntas, y exigiendo pagos más altos de derechos de las compañías petroleras

extranjeras. Al participar en los altos precios del petróleo, Venezuela ha dedicado la

mayor parte de sus ingresos petroleros al financiamiento de programas gubernamentales e

iniciativas de política exterior—subvencionando directamente el abasto a países con los

que simpatiza, sobre todo en América Central y el Caribe—más que a una robusta

reinversión. Si bien estas opciones pueden incrementar la popularidad de Chávez en su

46 David Shields, “Pemex en el contexto de su crisis de reservas y producción,” Foreign Affairs en Español, julio-septiembre de 2007.

53

país y ganarle aliados regionales, han disminuido la eficacia de PDVSA y provocado

bajas en la producción. En respuesta a las demandas del gobierno de Chávez de una

participación mayoritaria en todas las empresas conjuntas petroleras, algunas

multinacionales privadas han reducido su inversión en la explotación de las reservas de

crudo, de difícil acceso pero potencialmente lucrativas, y otras han decidido cerrar

totalmente sus operaciones. Empresas conjuntas establecidas con compañías estatales de

China, Irán, Brasil y otros países pueden ayudar a llenar este vacío, pero las perspectivas

sin cambio de mediano plazo y la creciente demanda interna probablemente limitarán el

crecimiento de las exportaciones (y quizás resulten en disminuciones) en los próximos

años.

Dada la importancia de Venezuela como proveedor, cualquier disminución en sus

exportaciones tendría repercusiones problemáticas para Estados Unidos. El presidente

Chávez también ha amenazado reiteradamente con desviar hacia China porciones

importantes del petróleo venezolano contempladas para ser llevadas a Estados Unidos.

Sin embargo, las simetrías existentes y los bajos costos de transporte entre la producción

venezolana de crudo pesado y las refinerías en Estados Unidos hacen poco probable que

en un futuro próximo se dé un cambio tan drástico. De hecho, aun cuando la producción

venezolana ha caído desde 2001, las exportaciones petroleras a Estados Unidos han

permanecido relativamente estables (con la excepción de una huelga de dos meses en

2002-2003 durante la cual el sector petrolero prácticamente cerró).47

Ecuador y Brasil son o podrían ser otras fuentes importantes de petróleo para la

región y para Estados Unidos. En Ecuador, la agitación política y el renaciente

nacionalismo sobre los recursos han creado un ambiente incierto para la inversión. Las

relaciones con Washington han sido especialmente tensas desde que el gobierno tomó a

su cargo las operaciones de la empresa Occidental Petroleum y cuando Rafael Correa fue

elegido presidente en 2006. Brasil ha incrementado la exploración, gracias en gran parte a

la pericia de la empresa controlada por el estado Petróleo Brasileiro (Petrobrás) y a las

condiciones amistosas ofrecidas a los inversionistas extranjeros. El reciente

descubrimiento petrolero de Tupi—estimado entre 5,000 millones y 8,000 millones de

47 “Energy Security: Issues Related to Potential Reductions in Venezuelan Oil Production,” United States Government Accountability Office, junio de 2006, disponible en http://www.gao.gov/new.items/ d06668.pdf.

54

barriles—podría colocar a Brasil por delante de Canadá y México en términos de

reservas, sólo después de Venezuela en el hemisferio. Otros descubrimientos hasta la

fecha no medidos pueden incrementar aún más las reservas de Brasil. En gran parte ya

autosuficiente en energía, un aumento en las exportaciones brasileñas de petróleo podría

beneficiar sustancialmente no sólo a Brasil sino también a Estados Unidos.

Los recursos de gas natural de América Latina también tienen el potencial de

desempeñar una parte importante en la seguridad energética estadounidense en los

próximos años. Estados Unidos es hoy capaz de cubrir la mayoría de sus necesidades de

gas natural. Pero debido a las ventajas que ofrece el gas natural para el medio ambiente y

a los ahorros en los costos de procesamiento y transporte del gas natural licuado (GNL),

es probable que la demanda se incremente en forma considerable—0.6 por ciento por año

a partir de 2004 hasta 2030, según el informe International Energy Outlook 2007, de la

Agencia Internacional de Energía (AIE)—, a un grado que ni los proveedores

estadounidenses ni canadienses serán capaces de cubrir. Con reservas iguales a las de

América del Norte, el mercado de gas natural de América del Sur se convertirá en una

importante fuente de energéticos del extranjero.

Perú ya está a punto de aprovechar estos avances, con la próxima puesta en

operación de las ambicionadas exportaciones de GNL de las reservas de Camisea en el

sur, y con varios compromisos de Perú, ya en marcha, para exportar GNL a la Costa

Oeste estadounidense y a México. En otras partes, sin embargo—Bolivia es el caso más

notable—, la agitación política frustra el potencial de más altas producción y exportación

de gas natural. Las potenciales exportaciones bolivianas a Chile y Estados Unidos han

sido retrasadas por la animadversión hacia Chile y el nacionalismo sobre los recursos.

(Las protestas que siguieron a una inversión de 2003 y la propuesta de exportación

contribuyeron a la destitución de un presidente.) La nacionalización boliviana de 2006

causó problemas a los importadores, en especial Brasil y Argentina, y el incierto

ambiente de explotación impidió que hubiera nuevas inversiones en el sector del gas

natural. Otras propuestas de integración energética regional, como el Gasoducto del Sur,

un ducto de 9,000 kilómetros que une los futuros yacimientos venezolanos de gas natural

55

con los mercados de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay y, tal vez, hasta de Chile,

también están a la espera.48

El ascenso del nacionalismo sobre los recursos representa un difícil desafío para

Estados Unidos y para los países de América Latina. Uno de sus efectos secundarios ha

sido la disminución de los foros multilaterales de alto nivel sobre energéticos, lo que ha

reducido aún más la probabilidad de tratar con el suficiente empuje otros impedimentos

políticos, financieros y medioambientales. En particular, la terminación de las reuniones

de los ministros de Energía del Hemisferio Occidental (que se llevaron a cabo

anualmente entre 1999 y 2004 bajo la conducción de Estados Unidos y la rúbrica del

proceso de la Cumbre de las Américas) ha dejado un vacío. Si bien los mandatarios

sudamericanos prometieron, en una cumbre regional sobre energía en abril de 2007,

iniciar un Consejo Energético Sudamericano, el éxito de este esfuerzo dista mucho de ser

seguro. Las carencias en infraestructura son otro obstáculo. Según la Agencia

Internacional de Energía (AIE), a fin de cubrir mayores demandas de energía, América

Latina requerirá cerca de 1.3 billones de dólares de inversión total en el sector energético

entre 2001 y 2030, el equivalente de 1.5 por ciento del PIB por año.49 La sola magnitud

de la carencia debería alentar a los gobiernos latinoamericanos a ajustar sus marcos

regulatorios y proporcionar oportunidades para la inversión pública y privada de Estados

Unidos y de todo el mundo.

El Grupo de Trabajo considera que América Latina sigue siendo una región

productora de petróleo relativamente estable y una importante fuente potencial de

exportaciones de gas natural, aunque la propiedad estatal y la agitación política limitan

la participación de los sectores internacional y privado en algunos países, cosa que

impide la eficacia y el crecimiento. La producción futura dependerá de inversiones

sustanciales en la exploración y la producción, lo que favorecerá a los sectores

48 Otro importante gasoducto de gas natural propuesto—conocido como anillo gasífero sudamericano (sugerido ante la agitación política de Bolivia desde 2000)—transportaría gas desde Camisea en Perú alrededor de Bolivia para abastecer el mercado del Cono Sur, lo que potencialmente podría socavar la posición estratégica de Bolivia en la región. Aparte de las dificultades políticas que tal plan causaría (el proyecto podría unir a Camisea en el sur peruano con el norte chileno, directamente a través del territorio que Bolivia busca para su corredor hacia el mar), también está plagado de varias dificultades logísticas, financieras y técnicas. 49 Verónica Prado, “Energy Infrastructure in the Western Hemisphere,” Energy Cooperation in the Western Hemisphere: Benefits and Impediments, compilado por Sidney Weintraub et al. (Washington, DC, Center for Strategic and International Studies, 2007), p. 406.

56

energéticos en países más abiertos a la inversión, de una mayor colaboración y del

comercio. En estos países, en especial Brasil, México y Perú, el nivel de diálogo y

colaboración que se da entre México, Canadá y Estados Unidos debe servir de ejemplo

positivo. Ampliar y estabilizar el comercio energético en toda la región arrojaría

importantes beneficios para el desarrollo económico, la estabilidad política y la relación

entre Estados Unidos y América Latina.

Nuevas direcciones: Promoción de fuentes de energía alternativa

Como Estados Unidos y otros países buscan diversificar sus fuentes de energía y reducir

la dependencia del petróleo, América Latina presenta una oportunidad excepcional de

compromiso y cooperación. América Latina ya supera a Estados Unidos en la producción

y el uso de la energía hidroeléctrica, que suministra 23 por ciento de sus necesidades

energéticas (en comparación con menos de 3 por ciento en Estados Unidos).50 La región

también ha invertido en tecnologías impulsadas con energía solar y eólica, en especial

Argentina, Brasil y Chile. La cooperación en investigación y producción de energía

alternativa podría convertirse en un componente importante de las relaciones entre

Estados Unidos y América Latina en los años por venir. La asociación con países

latinoamericanos en el desarrollo de fuentes de energía alternativas permitiría a Estados

Unidos construir y profundizar las relaciones diplomáticas mediante iniciativas conjuntas

sobre desarrollo, cambio climático y sustentabilidad medioambiental. Dos áreas en

especial—biocombustibles y energía nuclear—presentan oportunidades importantes e

inmediatas.

Apenas en los últimos años la escasez en los mercados petroleros, la conciencia

medioambiental, los avances científicos y las políticas proactivas de subvenciones se

combinaron para hacer que los biocombustibles, sobre todo el etanol y el biodiesel,

fueran competitivos en cuestión de precios con productos del petróleo en una escala más

amplia. Hoy, los biocombustibles proporcionan una oportunidad para que América Latina

y Estados Unidos asuman el papel de conducción global en un sector de futuro valor

50 “Statistical Review of World Energy,” British Petroleum, 2007, disponible en http://www.bp.com/ productlanding.do?categoryId_6848&contentId_7033471.

57

competitivo y medioambiental (a saber, la disminución de las emisiones de gas de

invernadero).

En la actualidad, Brasil y Estados Unidos son los mayores productores de etanol

en el mundo (con 38 y 50 por ciento, respectivamente, de la producción global en

2007).51 Brasil se ha convertido en un líder global en la promoción del uso de etanol

derivado del azúcar mediante la implementación de tecnología flexible en combustibles

(flex-fuel), mezclas obligatorias de combustible y la inversión en infraestructura. En

2006, el consumo interno de etanol representó casi la mitad del suministro de

combustible para los vehículos de pasajeros brasileños por volumen (en Estados Unidos,

la cifra fue de 4 por ciento). Hoy, cerca de 90 por ciento de todos los automóviles nuevos

producidos en Brasil utiliza la tecnología flexible en combustibles.

Otros países que siguen el ejemplo de Brasil consideran su propio potencial en

esta área: Guatemala, Costa Rica y El Salvador tienen el clima apropiado e industrias

azucareras bien desarrolladas, mientras Honduras y Colombia buscan producir biodiesel

derivado de la palma.

Después de una serie de reuniones de alto nivel entre los presidentes Bush y Lula

da Silva, Estados Unidos y Brasil emprendieron una Asociación para Biocombustibles en

abril de 2007, con la promesa de ampliar la asistencia técnica a países de América Central

y el Caribe con el objetivo de hacer del etanol una mercancía básica, primero en la región

y luego en todo el mundo.

El proteccionismo sigue siendo un reto significativo para construir un mercado

global de biocombustibles; sin embargo, las consecuencias negativas de la dependencia

del petróleo externo han hecho que algunos se concentren en incrementar la

autosuficiencia energética mediante el desarrollo de industrias locales de

biocombustibles, e introduciendo subsidios, alicientes fiscales y aranceles. En Estados

Unidos, los esfuerzos se han dirigido al etanol derivado del maíz, sobre el cual muchos

piensan que es menos costoso y más eficiente en cuanto a consumo de energía que las

técnicas de producción basadas en el azúcar.52 Sin embargo, la industria del maíz goza de

51 “Industry Statistics,” Renewable Fuels Association, disponible en http://www.ethanolrfa.org/industry/ statistics. 52 Se requieren 0.74 BTU de combustible fósil para producir 1 BTU de etanol derivado del maíz, mientras sólo se requieren 0.12 BTU de combustible fósil para producir 1 BTU de etanol derivado del azúcar. Los

58

gran apoyo gubernamental, así como de una importante protección arancelaria por parte

de sus competidores brasileños.53 Estas políticas pueden dificultar el desarrollo de

mercados más libres de materias primas de biodiesel, al desalentar las inversiones de más

largo plazo.

En América Latina también ha renacido el interés en la energía nuclear. Hace

poco más de 40 años, parecía haber un auténtico riesgo de una carrera armamentista

nuclear en la región; tendencia que fue interrumpida por el establecimiento de una Zona

Libre de Armas Nucleares mediante el Tratado de Tlatelolco de 1967. Desde entonces,

Argentina, Brasil y México han construido siete centrales nucleares, aunque sólo

Argentina ha establecido una fuerte capacidad técnica en esta área—capacidad que

recientemente fue aprovechada por Venezuela para explorar el posible desarrollo de un

programa de energía nuclear propio. Hoy existe un argumento convincente para expandir

la energía nuclear, que proporciona la energía básica con cero emisiones de gas de

invernadero, como lo atestiguan la construcción brasileña de nuevos reactores y el uso de

submarinos de propulsión nuclear. Sin embargo, lograr tal expansión requiere que

América Latina aborde los complejos desafíos de manejar y eliminar uranio y residuos

nucleares y cubrir las normas internacionales (en especial por las preocupaciones

surgidas por el deseo de Chávez de la capacidad de enriquecimiento nuclear y una

relación con Irán).

El Grupo de Trabajo considera que, aunque los biocombustibles no desplazarán

al petróleo y al gas, pueden contribuir a diversificar las opciones energéticas, reducir la

intensidad de energía de las economías nacionales, disminuir las emisiones de gas de

invernadero y fomentar una mayor seguridad energética para todo el hemisferio. Al ser

conscientes de la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria, diversificar las fuentes

de energía podría ser un impulsor importante del desarrollo económico en América

Latina mientras la región se convierte en un eje de tecnología, producción e investigación

en el desarrollo de largo plazo de un mercado global de biocombustibles. La expansión

costos del etanol derivado del maíz son de 1.14 dólares por galón, mientras el del etanol derivado del azúcar es de 0.83 dólares por galón. 53 Una cantidad pequeña de etanol brasileño todavía entra directamente en Estados Unidos o a través de países caribeños, donde pasa por un proceso de refinación final, y luego puede entrar en el mercado estadounidense sin impuestos por virtud del DR-CAFTA o la Iniciativa de la Cuenca del Caribe, hasta una cuota establecida.

59

de la energía nuclear haría avanzar los esfuerzos hacia la diversificación energética. La

cooperación en esos temas proporciona una oportunidad excepcional para Estados Unidos

y así volver a comprometer a América Latina de manera proactiva, al compartir los

problemas medioambientales y energéticos para profundizar las relaciones

diplomáticas.54

54 La mayor parte de la producción de biocombustibles en América Latina requiere hoy mucha mano de obra. La expansión de las industrias de biocombustibles, por lo tanto, creará probablemente empleos en la agricultura y el transporte. Sin embargo, algunos activistas se preocupan de que la mayoría de los empleos esté, por su propia naturaleza, mal remunerada, asegurando que las condiciones de calidad sean inferiores. Incrementar la mecanización, como en la industria estadounidense, probablemente limitaría la demanda de mano de obra.

60

Recomendaciones

La proximidad geográfica, la integración económica, social y los valores democráticos

compartidos unen inextricablemente a Estados Unidos y América Latina, influyendo en la

sociedad estadounidense y afectando directamente los intereses nacionales. La siguiente

administración y el Congreso tendrán una oportunidad decisiva para transformar y

redirigir las relaciones estadounidenses con la región. La intención de este informe es

guiar a la política hacia las cuatro áreas cruciales aquí esbozadas: la pobreza y la

desigualdad, la seguridad pública, la emigración y la seguridad energética. Al hacerlo,

Estados Unidos promoverá mejor sus objetivos tradicionales de expansión económica,

consolidación democrática y limitar el narcotráfico en la región.

Al replantear sus políticas, Estados Unidos debe reconocer sus propias

limitaciones. Los recursos y las herramientas de políticas estadounidenses no pueden

reconvertir las políticas y economías internas de América Latina. Pero para dirigir mejor

sus recursos, Estados Unidos puede ayudar a los propios intereses latinoamericanos y

promover al mismo tiempo los intereses estadounidenses en la seguridad y la

prosperidad de toda la región.

El Grupo de Trabajo subraya la importancia de América Latina para Estados

Unidos independientemente de temas prioritarios de política exterior en otros sitios, e

impulsa al próximo presidente estadounidense a comprometerse a trabajar de forma

cooperativa con todos los países latinoamericanos—y Canadá—para atacar los desafíos

compartidos. Para hacerlo, el Grupo de Trabajo recomienda que la política

estadounidense hacia la región debe complementar las iniciativas dirigidas por América

Latina para mitigar la pobreza e incrementar la seguridad pública. Es vital una reforma

total de la ley de inmigración estadounidense, y la cooperación mutua hacia la energía

alternativa es una propuesta en la que todos saldrán ganando.

61

Disminución de la pobreza y desigualdad estructural

Reducir la pobreza y mejorar el acceso a las oportunidades de mercado en América

Latina son pasos esenciales para los objetivos estadounidenses de promover gobiernos

democráticos estables, fomentar la expansión económica y ofrecer alternativas a las

actividades económicas ilegales. Conviene a los intereses estadounidenses apoyar a los

gobiernos latinoamericanos que procuran disminuir la pobreza y la desigualdad

estructural.

Apoyo a las soluciones locales y regionales

El Grupo de Trabajo exhorta a la próxima administración a convocar una cumbre

pública/privada sobre la pobreza y la desigualdad durante su primer año en el gobierno

a fin de revisar las “mejores prácticas” en la región y poner de relieve el compromiso

estadounidense de colaborar con los gobiernos latinoamericanos y otros grupos de

interés en el abordaje de estos problemas. Este foro reuniría a funcionarios de gobierno,

empresas privadas, instituciones multilaterales y ONG de países latinoamericanos,

Estados Unidos y otros países involucrados, entre ellos la Unión Europea y China.

Aumento de los ingresos públicos

Los gobiernos latinoamericanos deben establecer la infraestructura institucional necesaria

para elevar los ingresos públicos si es que han de enfrentar con éxito los problemas

sociales y económicos. Además de alentar una cada vez mayor recaudación fiscal a través

de nuevas medidas administrativas y de imposición, Estados Unidos debe animar a los

países a instituir sistemas tributarios más progresivos, apartándose de depender

principalmente de los impuestos al valor agregado (IVA) cíclicos y regresivos y en los

derechos de importación, hacia una mezcla más progresiva de impuestos a la propiedad,

personales, corporativos, impuesto sobre las ganancias de capital y otros. Las prácticas de

ayuda de la UE han comenzado a mostrar tales preocupaciones. El Grupo de Trabajo

recomienda a los funcionarios estadounidenses que alienten al Fondo Monetario

Internacional y otras instituciones financieras multilaterales a incorporar la naturaleza

62

redistributiva de los sistemas tributarios y de recaudación de impuestos en sus revisiones

de la política fiscal y sus acuerdos con países que solicitan préstamos. El Grupo de

Trabajo también apoya la idea de incrementar la ayuda y los conocimientos

especializados de Estados Unidos para asistir en la reestructuración de sistemas

tributarios y la construcción de la infraestructura y la capacidad judicial necesaria para

aumentar la recaudación de impuestos y limitar la evasión fiscal.

Estados Unidos también debe alentar la formalización de empresas informales.

Aunque el fomento de empresas es ante todo un asunto interno de los gobiernos

latinoamericanos, Estados Unidos debe ofrecer, mediante instituciones multilaterales

como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, asistencia técnica

para ayudar a reformar las estructuras reguladoras, hacer más eficientes los registros de

las empresas y los requisitos para la constitución de sociedades, integrar a la fuerza

laboral y mejorar los registros de crédito y de la propiedad. Esta formalización

beneficiará a los trabajadores y aumentará los ingresos fiscales, y así proporcionará a los

gobiernos una mayor capacidad para atender las necesidades de sus ciudadanos.

Promoción de un comercio más abierto

Los 600 millones de dólares que cada año Estados Unidos destina a América Latina para

la reducción de la pobreza, palidecen al compararlos con los 555,000 millones de dólares

del comercio anual. A través del comercio, por consiguiente, Estados Unidos tiene una

importante oportunidad para elevar el desarrollo económico. Si bien los tratados

comerciales previos han proporcionado beneficios mutuos, la protección y/o la

subvención, a menudo inflexibles, de algunos sectores económicos estadounidenses han

limitado el crecimiento económico y los efectos que el comercio tiene en la reducción de

la pobreza y, en algunos casos, han aumentado los desequilibrios asociados con la

apertura económica. Estados Unidos debe promover un comercio más abierto en áreas

latinoamericanas con ventajas comparativas como un paso importante para reducir la

pobreza y la desigualdad en la región, que ampliará cada vez más las oportunidades

económicas de largo plazo de América Latina y Estados Unidos.

63

Si bien reconoce los desafíos políticos y la importancia de las soluciones

multilaterales, el Grupo de Trabajo recomienda que la próxima administración apoye de

manera dinámica la liberalización de las políticas textil y agrícola, contando en ello la

reducción y a la larga la eliminación de aranceles y subsidios en los productos agrícolas

básicos, entre ellos los aranceles sobre el etanol, y la flexibilización de los requisitos

para las reglas de origen de los productos textiles. Una mayor apertura estadounidense

en estas áreas pondría a Estados Unidos en situación de buscar que se abran más los

sectores económicos de América Latina que son importantes para los negocios

estadounidenses, como el de servicios. También reduciría los costos totales para los

consumidores estadounidenses.55 Para lograrlo, Estados Unidos debe colaborar con

Brasil, otros países latinoamericanos y europeos para impulsar la Agenda de Desarrollo

de Doha.

Al mismo tiempo, Estados Unidos no puede hacer caso omiso del ímpetu de la

globalización. Todos los países aprovechan los programas que reducen los

desequilibrios originados por el cambio tecnológico y la apertura de mercados. Estados

Unidos debe ser anfitrión de una conferencia hemisférica sobre globalización, comercio,

tecnología y apoyo social a fin de explorar los mejores modos de construir redes de

seguridad social apropiadas para la economía actual.

Estados Unidos debe aprobar también acuerdos pendientes de libre comercio con

Colombia y Panamá. El libre comercio sigue siendo un importante instrumento de

política para ampliar las oportunidades económicas en la región y en Estados Unidos. El

rechazo de estos acuerdos dañaría seriamente a aliados cercanos, enviaría una señal

negativa a otros países de la región, acrecentaría la percepción de que Estados Unidos no

es un socio confiable y fortalecería a los países de la región que alimentan el sentimiento

antiestadounidense. Estados Unidos debe extender también las preferencias comerciales

a Bolivia y Ecuador como una forma de sostener relaciones útiles con estos complejos

países. Cortar bruscamente estos lazos tendría rápidamente el efecto de alejar aún más a

estos países de Estados Unidos en términos diplomáticos, y podría desestabilizar las ya

débiles instituciones en países que padecen turbulencias políticas.

55 Arvind Panagariya, “Liberalizing Agriculture,” Foreign Affairs, diciembre de 2005, y Jessica X. Fan et al., “Are apparel trade restrictions regressive?,” Journal of Consumer Affairs, vol. 32, núm. 2, invierno de 1998.

64

Aumento y replanteamiento de la asistencia identificada

El financiamiento de Estados Unidos para la asistencia identificada y los programas

contra la pobreza deben reflejar las prioridades de los gobiernos latinoamericanos (como

quedó establecido en la primera la cumbre público/privada contra la pobreza) y también

implicar la reestructuración e integración de los programas de varias dependencias

gubernamentales estadounidenses para concentrarse en áreas de crisis en la región.

El Grupo de Trabajo recomienda que la próxima administración estadounidense

y el Congreso continúen y expandan su asistencia identificada en las siguientes formas:

• Financiar totalmente la Cuenta del Desafío del Milenio.

• Complementar estos programas con nuevas iniciativas que lleguen a las

regiones pobres de países grandes de ingreso medio—como Brasil y México—

que actualmente no son candidatos para la asistencia de la MCA. En el marco

de ellas y de los programas de la MCA, abordar tanto la mitigación de la

pobreza como la construcción de instituciones.

• Cambiar las reglas de implementación de los programas de ayuda en el

Congreso para permitir que las ONG y los contratistas de los países

receptores, con adecuadas supervisión y rendición de cuentas, elaboren y

pongan en marcha programas de ayuda, y así proporcionar más empleos y

oportunidades en los países de destino.

• Dirigir más ayuda para la lucha contra el narcotráfico hacia el desarrollo de

oportunidades alternativas a la producción de drogas.

• Utilizar la influencia estadounidense en las instituciones multilaterales, en

especial el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y la

Overseas Private Investment Corporation, para promover la inclusión

financiera mediante la expansión de las microempresas y la financiación de

pequeños negocios. Ello debería incluir programas de formación en finanzas,

65

así como asistencia técnica en cuanto a los marcos regulatorios y los sistemas

de información necesarios para que los bancos privados entren en estos

mercados.

Ampliación de la seguridad en el hemisferio

Estados Unidos puede apoyar esfuerzos latinoamericanos para enfrentar las amenazas a la

seguridad ofreciendo recursos y destreza encauzados a mejorar la aplicación de la ley, las

instituciones judiciales y la transparencia pública y la rendición de cuentas.

Construcción de capacidad y fortalecimiento de la cooperación

El mejoramiento de la seguridad pública requiere fortalecer el estado de derecho en toda

América Latina. Al final, estos cambios deben provenir de los propios gobiernos

latinoamericanos. Sin embargo, Estados Unidos puede desempeñar un papel positivo

ofreciendo apoyo al sector de seguridad y la reforma judicial, la cooperación regional y el

intercambio de información.

El Grupo de Trabajo recomienda que la ayuda estadounidense se concentre en la

aplicación de la ley y la reforma judicial en América Latina. Si bien Estados Unidos ya

está involucrado en algunos de estos programas, debe ampliar tanto su extensión como su

profundidad, para brindar asistencia en la formación de policías, entre otras cosas.

Asimismo, Estados Unidos debe ofrecer más capacitación y conocimientos en

investigación y materia procesal en la transparencia judicial, con el objetivo de alentar la

profesionalización de las instituciones judiciales.

Además, Estados Unidos debe alentar una mayor cooperación internacional en

los ámbitos nacional, estatal y local, mediante la ampliación de los intercambios de

información. Éstos contemplan construir programas experimentales, como el que se da

entre las policías locales de Rio de Janeiro y Boston, que promueven interacciones en el

nivel local entre las fuerzas policiales estadounidenses y latinoamericanas. También se

contemplan intercambios entre los gobiernos latinoamericanos, las entidades de

aplicación de la ley y las organizaciones de la sociedad civil para evaluar programas y

66

prácticas en otros países y regiones, y para promover soluciones innovadoras para los

problemas de seguridad.

Atención al suministro y la demanda en la lucha contra el narcotráfico

Los estupefacientes ilegales representan un complejo desafío social, institucional y legal

en todo el mundo, y son una preocupación de suma importancia para los políticos

estadounidenses. Estados Unidos debe establecer una amplia política contra las drogas

que atienda tanto el suministro como la demanda. Para combatir el suministro, Estados

Unidos debe continuar colaborando estrechamente con los gobiernos latinoamericanos y

las organizaciones regionales para la erradicación y destrucción y, de acuerdo con estas

recomendaciones, dirigiendo la asistencia estadounidense a la construcción de

instituciones, al combate a la corrupción y a los esfuerzos de mitigación de la pobreza.

Estados Unidos debe continuar asistiendo a Colombia en sus iniciativas contra el

narcotráfico y la insurgencia con paquetes de ayuda similares al que aprobó el Congreso

en 2007, que estableció un mejor equilibrio entre la ayuda militar y policiaca y la

asistencia económica y social, en especial con respecto al estado de derecho. Continuar

con el acento del Plan Colombia en llevar a juicio a quienes violen los derechos

humanos y cometan violencia política, contemplando en ello los delitos perpetrados por

antiguos miembros o reincorporados de los grupos paramilitares, ya sea contra

dirigentes laborales o contra cualquier otro miembro de la sociedad civil colombiana,

seguirá siendo decisivo para la creación de un ambiente estable.

Como con todos los delitos, es vital la profesionalización de las instituciones de

aplicación de la ley y judiciales. Sólo arrancando de raíz la corrupción y asegurando que

los delincuentes afronten la justicia se terminará con el círculo de la impunidad. Dada la

importancia de los ejércitos latinoamericanos en las estrategias contra el narcotráfico, la

actual asistencia estadounidense debe continuar. Sin embargo, a la larga los cuerpos

policiales-civiles que operan de manera independiente para combatir el narcotráfico y el

delito son decisivamente importantes para consolidar las instituciones democráticas. Con

el tiempo, las funciones de seguridad en estos países deberían pasar, en grado

significativo, a las instituciones de aplicación de la ley. Para contribuir a este proceso,

67

Estados Unidos debe ofrecer mayor asistencia a los gobiernos latinoamericanos para

capacitar y equipar cuerpos policiacos competentes que asuman las responsabilidades

que en algunos países, en la actualidad, están en manos de las fuerzas armadas.

Estados Unidos debe reconocer que una solución de largo plazo para el problema

de los estupefacientes requerirá reducir la demanda de drogas, así como su suministro.

Mientras exista un lucrativo mercado de drogas estadounidense (estimado en más de

60,000 millones de dólares), el fuerte arrastre de la demanda continuará llevando drogas

ilegales a Estados Unidos. El gobierno estadounidense debe concentrarse en la

prevención, la aplicación de la ley y la rehabilitación en el país. Además, como el

consumo mundial de drogas crece, para Estados Unidos es vital colaborar con otros

países en el combate de esta amenaza transnacional. Estados Unidos debe presionar a la

UE en especial para que comparta la carga financiera y logística de las estrategias

contra el narcotráfico y para ser más eficaces en atacar el lado más amplio de la

demanda de sustancias ilegales. Ello requerirá consultas, intercambio de información y

una ampliación de las prioridades de la política exterior estadounidense.

Control de los flujos de armas y dinero

Los millones de armas de fuego—y sobre todo las ilegales—en manos de

latinoamericanos desgastan el control del estado y aumentan la violencia. Muchas de

estas armas proceden de Estados Unidos. Estados Unidos debe comprometerse mejor en

controlar el flujo de armas hacia América Latina mediante:

El apoyo a un tratado comercial internacional obligatorio de armas que establezca

normas internacionales para reglamentar la transferencia internacional de armas

convencionales, con un verdadero respaldo de los cinco miembros permanentes del

Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y, sobre todo, de Estados Unidos.

• La ratificación y la garantía de cumplimiento con la Convención

Interamericana contra la Fabricación y el Tráfico Ilícito de Armas de Fuego,

Municiones, Explosivos y otros Materiales Relacionados.

68

Además de armas, los narcotraficantes dependen de la capacidad de “lavar” las

ganancias ilegales. Estados Unidos debe fortalecer las iniciativas en vigor contra el

blanqueo de dinero mediante:

• La estrecha colaboración con homólogos latinoamericanos y, en especial, con

las autoridades mexicanas para seguir regulando las agencias de cambio de

divisas, o casas de cambio, que procesan grandes cantidades del dinero

narcotraficante.

• La mejora de la vigilancia de los flujos fronterizos de Estados Unidos a México,

ya que el contrabando de grandes cantidades de dinero es el método principal

de sacar de Estados Unidos el dinero de la droga. Esto debe hacerse en

conjunción con las iniciativas contra el tráfico ilegal de armas.

• La creación de un sistema similar al Centro de Rastreo de Bienes de Terroristas

Extranjeros, dependiente de la CIA, para la diseminación de información de

inteligencia, diplomática, regulatoria y de aplicación de la ley relacionada

con el blanqueo de dinero derivado de los estupefacientes. Toda la

información relativa al financiamiento de narcóticos debe analizarse en un

centro y ser distribuida a todas las autoridades políticas pertinentes.

• La garantía de que la Red de Aplicación de las Leyes contra los Delitos

Financieros (FinCEN, por su acrónimo en inglés), oficina del Departamento

del Tesoro que combate el lavado de dinero y los delitos financieros, tenga

recursos adecuados para atacar el blanqueo de dinero relacionado con los

estupefacientes.

69

Colaboración para desmantelar las bandas transnacionales

Las bandas operan a través de las fronteras en muchos países centroamericanos y Estados

Unidos. Estados Unidos debe colaborar con ellos para impedir la expansión de estas

bandas transnacionales mediante:

• El aumento del intercambio de información con las instituciones investigadoras

y policiacas de América Central y el Caribe, contemplando en ello la

notificación de los antecedentes penales completos de los deportados por

Estados Unidos (no sólo del delito que motivó la deportación), de modo que

los países receptores puedan tomar las medidas necesarias.

• El aumento de los 50 millones de dólares reservados por la Iniciativa Mérida

para los países centroamericanos. Estos fondos deben servir para la

profesionalización de la policía, lo que ayudará en la lucha contra el

narcotráfico y las bandas transnacionales.

Reforma de la política de inmigración

La reforma en materia de inmigración es uno de los temas más apremiantes de política

interna que encara Estados Unidos. También es un tema crítico para las relaciones entre

Estados Unidos y América Latina. La derrota de la reforma de inmigración en el Senado

estadounidense en 2007 indica que en el corto plazo no se espera ningún cambio amplio

de política nacional. Las medidas graduales puestas en práctica por estados y ciudades no

son ningún sustituto de una política federal congruente sobre la inmigración. El próximo

presidente y el Congreso deben afrontar este tema con el propósito de enfrentar mejor los

intereses de seguridad, económicos y de política exterior estadounidenses.

El Grupo de Trabajo exhorta a la próxima administración y al Congreso a

negociar y aprobar una amplia reforma de inmigración en 2009. Una política viable de

inmigración debe mejorar la seguridad y la gestión fronterizas; tomar en consideración la

mano de obra no autorizada que ya está en el país; garantizar la seguridad, la verificación

70

y la responsabilidad de los empleadores, y crear un programa flexible de trabajadores

para cubrir las cambiantes demandas económicas estadounidenses.

Las iniciativas para mejorar la seguridad de la frontera deben manejar el flujo de

mercancías y personas a través de todas las fronteras y puertos de entrada

estadounidenses. Aun cuando no exista este requisito fronterizo, el Grupo de Trabajo

recomienda una cooperación más estrecha con las autoridades mexicanas, en particular

para la destrucción de las ilegales redes criminales y de tráfico humano que operan a lo

largo de nuestra frontera compartida. La ratificación de la Iniciativa Mérida sería un

paso inicial que ayudaría a fortalecer la capacidad de aplicación de la ley mexicana y a

profundizar vínculos formales y la cooperación entre las fuerzas de seguridad de ambos

países.

La reforma de inmigración debe contemplar la regularización de la condición

migratoria de los 12 millones estimados de trabajadores no autorizados que se

encuentran actualmente en Estados Unidos. La deportación o la idea de que la aplicación

de la ley en Estados Unidos presionará a los inmigrantes a volver a sus países de origen

no son opciones realistas para cumplir las metas estadounidenses de mejorar la seguridad

y mitigar las consecuencias para la fuerza de trabajo estadounidense. En cambio, el

Congreso debe permitir una forma de ajuste merecido que dé legalidad a estas 12

millones de personas y sus actividades dentro de Estados Unidos.56

El Grupo de Trabajo cree que Estados Unidos debe reformular su política de

inmigración para alentar la emigración circular. Esto permitiría que los inmigrantes que

llegan a Estados Unidos por un periodo determinado mejoren su propia situación

económica además de contribuir a la economía estadounidense, y luego volver a su país

con un nuevo capital humano y financiero, creando así el potencial para un desarrollo

económico de más largo plazo en sus comunidades y países de origen. Para que eso tenga

éxito, las reformas de política deben:

Proporcionar contratos de trabajo más extensos y flexibles. Para promover la

circularidad, los contratos deben ser lo suficientemente largos para permitir que los

inmigrantes recuperen los costos financieros asociados con la inmigración y ahorren el

56 En la actualidad, el Council on Foreign Relations patrocina la preparación de un informe de un Grupo de Trabajo Independiente sobre la política de inmigración cuya publicación está programada para 2009.

71

dinero suficiente para establecer negocios a su regreso. Las políticas restrictivas, como

las que limitan las estancias de los trabajadores a unos cuantos años, podrían ser

contraproducentes, pues los trabajadores suelen tener fuertes incentivos para quedarse

más tiempo del que les permite su visado.

• Proporcionar opciones para el reingreso de modo que los inmigrantes que

participen en trabajos estacionales puedan viajar entre países durante la

temporada de trabajo, reforzando lazos y la posibilidad de volver.

• Alentar el envío de remesas mediante programas en el sistema bancario formal

para extender los servicios financieros a los inmigrantes. Esto permitirá

medios menos costosos de transferir el dinero y ahorrar para la inversión

productiva en sus comunidades de origen.

• Identificar a los inmigrantes que vuelven a sus países a través de la asistencia

técnica actual de USAID y las instituciones multilaterales y de los programas

de construcción de capacidades, a fin de apoyar sus esfuerzos por

reestablecer los vínculos con su comunidad y por invertir en empresas

locales.

Coordinación con los países de origen para regular los flujos migratorios

Dado el alto porcentaje de inmigrantes procedentes de países latinoamericanos

específicos, Estados Unidos debe buscar acuerdos bilaterales o multilaterales de

inmigración con esas naciones. La cooperación continua en migración debe ser un pilar

de la agenda bilateral entre Estados Unidos y los principales países de origen. Los

acuerdos bilaterales o multilaterales, como los que ya se han elaborado entre los países

latinoamericanos, pueden garantizar que se respeten los derechos de los inmigrantes, que

ellos estén trabajando en sectores que necesitan mano de obra y que no estén planteando

una amenaza a la seguridad del país receptor. Mediante estos acuerdos, Estados Unidos

podría certificar la escasez de mano de obra en sectores específicos de la economía. Los

72

países podrían, a su vez, promulgar medidas que garanticen que los trabajadores

temporales realmente regresen a sus países después de sus estadías. Esos acuerdos

formales deben contemplar estipulaciones para hacer que los beneficios obtenidos en

salud y pensiones sean transferibles, así como proporcionar información a los

trabajadores expatriados sobre proyectos, empleos y otras oportunidades dentro de sus

países para alentarlos a regresar a ellos.

Desarrollo y diversificación de fuentes de energía

En el sector energético existe una oportunidad excepcional de colaboración genuina y

constructiva y cooperación entre las naciones latinoamericanas y Estados Unidos para

encarar los cada vez mayores desafíos de la seguridad energética y el cambio climático.

Promoción de la cooperación y la inversión en fuentes tradicionales de energía

En el sector petrolero y gasífero, los métodos de producción y extracción más eficaces

aumentarán el suministro de energía mundial y presionarán los precios a la baja. Si bien

la influencia estadounidense es limitada (sobre todo por el creciente papel que

desempeñan las compañías petroleras nacionales en la región y en todo el mundo), puede

alentar dos cambios. Primero, el Grupo de Trabajo recomienda apoyar la creación de

grupos de trabajo sobre energía, subregionales y regionales, según el modelo del North

American Energy Working Group. Para despolitizar la cooperación energética, esas

organizaciones deben concentrarse en temas técnicos, como el intercambio de datos, la

conectividad de la electricidad, la calidad de los combustibles, la protección de la

infraestructura, la sustentabilidad medioambiental y las lecciones aprendidas. Segundo, el

Grupo de Trabajo recomienda que Estados Unidos apoye con dinamismo el

financiamiento de la infraestructura de energía ambientalmente sustentable en América

Latina mediante instituciones multilaterales de concesión de préstamos y la inversión

extranjera directa. En especial, Estados Unidos puede facilitar la financiación para las

últimas etapas del proyecto Camisea de gas natural, de Perú.

73

Creación de mercados de energía alternativa

El Hemisferio Occidental produce 80 por ciento de los biocombustibles del mundo, y con

la iniciativa Estados Unidos-Brasil se ha sentado un precedente de dar el ejemplo en la

colaboración que contempla la cooperación en normas para facilitar el comercio, la

distribución de la tecnología y el apoyo para el desarrollo de la producción de

biocombustibles en otros países. La expansión de estas industrias, apoyadas por

incentivos de políticas exterior e interior estadounidenses, puede beneficiar el medio

ambiente, fomentar el desarrollo económico a través de la transferencia de tecnología y la

adaptación, y ayudar en la reducción de la pobreza mediante la creación de empleos en el

hemisferio. El Grupo de Trabajo recomienda basarse en el Pacto de Biocombustibles

Estados Unidos-Brasil para alentar el desarrollo de energía alternativa en la región. Los

pasos más importantes de política son internos, como la eliminación de los desincentivos

a la producción y el comercio hemisféricos en los biocombustibles y la creación de

incentivos a fin de que los distribuidores de gas estadounidenses incrementen la

disponibilidad de los biocombustibles.

El Grupo de Trabajo recomienda, asimismo, que Estados Unidos aliente la

producción de combustibles alternativos y su uso mediante la creación de una iniciativa

que cubra todo el Hemisferio Occidental para una colaboración sustentable y una

cooperación de largo plazo con los socios regionales. Ello contemplaría:

• Crear una Iniciativa Hemisférica de Energía Alternativa para desarrollar

capacidades e infraestructura, alentar la innovación y abordar temas

relacionados con los biocombustibles, como son la seguridad alimentaria y la

protección ambiental.

• Establecer un grupo de trabajo formal con Brasil, Argentina y México para

discutir temas asociados con la expansión de la energía nuclear, de acuerdo

con las reglas de la Agencia Internacional de Energía, y colaborar en

esfuerzos que sean sustentables en términos económicos y medioambientales.

74

• Promover la producción de energías alternativas, como la eólica y la solar, a

través de nuevos incentivos y misiones comerciales patrocinadas por la

secretaría de comercio, y el financiamiento del Banco Mundial, el BID y la

Corporación Financiera Internacional.

Ampliación de la diplomacia

Si bien Estados Unidos mantiene relaciones productivas con una gran mayoría de las

naciones latinoamericanas, hay unas cuantas con las cuales tiene relaciones tensas. El

Grupo de Trabajo considera que Estados Unidos debe reconocer oficialmente a todos los

países de la región y debe colaborar para identificar áreas comunes de interés y

cooperación con el propósito de llevar adelante los intereses estadounidenses,

independientemente de la identidad política de los países; esto incluye a Cuba y

Venezuela.

Estados Unidos debe continuar manifestando un fuerte apoyo a la democracia y

expresar su preocupación cuando perciba que los gobiernos no son capaces de mantener

las instituciones democráticas y las prácticas básicas de los derechos humanos. En esos

casos, sin embargo, no debe romper lazos diplomáticos. Al hacer caso omiso y aislar a

ciertas naciones de nuestro hemisferio, Estados Unidos reduce su propia influencia en

esos países e impide el diálogo mediante el cual pueden tratarse intereses mutuos; al

mismo tiempo, de manera involuntaria ello fortalece los regímenes en esos países, como

lo demuestra ampliamente la experiencia con Cuba. Las relaciones estadounidenses con

Brasil y México también se deben ampliar y solidificar.

Profundización de las relaciones Estados Unidos-Brasil

Brasil es la cuarta mayor democracia y la novena economía más grande del mundo, y se

ha convertido en un actor cada vez más importante no sólo en América Latina sino a

nivel mundial. El Grupo de Trabajo recomienda que Estados Unidos, basado en su

existente y amistosa colaboración con Brasil en el caso del etanol, desarrolle una

asociación más congruente, coordinada y amplia que incorpore una extensa gama de

temas bilaterales, regionales y globales. Un área crucial para la colaboración es la

75

seguridad regional. Para incrementar los actuales esfuerzos de peacekeeping, Estados

Unidos debe ampliar y profundizar la cooperación de seguridad regional con Brasil. El

narcotráfico amenaza la seguridad de Brasil, pues es un país importante de tránsito para

el mercado europeo de drogas y un país que consume cada vez más cocaína y otras

drogas. Incrementar la participación brasileña en la lucha contra las drogas a través de

la cooperación intergubernamental y de iniciativas de seguridad conjunta no sólo

aliviará la carga estadounidense en el combate contra el narcotráfico, sino que hará que

los esfuerzos estadounidenses y brasileños sean más eficaces.

Estados Unidos también debe colaborar estrechamente con Brasil para impulsar

las negociaciones comerciales globales de la Ronda de Doha. Si bien ello significaría

cambiar las políticas agrícolas internas, los negociadores estadounidenses podrían

entonces buscar activamente mercados más abiertos en las áreas de interés

estadounidense. Por último, la energía y el cambio climático proporcionan una amplia

oportunidad para profundizar los vínculos y asegurar mutuas ventajas económicas y

medioambientales. Tanto Estados Unidos como Brasil se están dirigiendo cada vez más

al GNL para satisfacer las futuras necesidades de energía. Estados Unidos también debe

colaborar con Brasil para desarrollar el mercado hemisférico de GNL, aprovechando las

matrices energéticas de ambos países. En cuanto a los biocombustibles, Estados Unidos

debe pugnar por una iniciativa de política conjunta más amplia que promueva el

desarrollo de combustibles alternativos con más respeto al medio ambiente en la región

y en todo el mundo.

Fortalecimiento de la cooperación con México

Pocos países son tan importantes para la seguridad estadounidense como México. México

es el tercer socio comercial más importante de Estados Unidos (después de Canadá y

China), con 330,000 millones de dólares en mercancías que cruzan la frontera cada año.

Es el tercer mayor proveedor de petróleo de Estados Unidos. Casi dos tercios de los 45

millones de latinos en Estados Unidos son descendientes de mexicanos, y México es hoy

la mayor fuente de nuevos inmigrantes, documentados e indocumentados. Aun cuando el

TLCAN ha impulsado la integración económica, las relaciones oficiales entre Estados

76

Unidos y México se han quedado a la zaga de lo que es una integración social y

económica de facto entre ambos países. Estados Unidos tiene un interés vital en la

estabilidad y la prosperidad de México, lo cual, en gran medida, depende de que se sigan

consolidando las instituciones democráticas de México y de que se cierre la brecha en los

niveles de vida entre México y Estados Unidos.

La cooperación en seguridad es cada vez más esencial para las relaciones entre

Estados Unidos y México. De ser aprobada por el Congreso, la recientemente anunciada

Iniciativa Mérida proporcionaría el valor de 1,400 millones de dólares en equipo y

capacitación en los próximos tres años para asistir a México en su lucha contra la

creciente narcoviolencia. Esta propuesta reconoce a México como un socio importante en

el combate al mutuo desafío que es el narcotráfico. El Grupo de Trabajo apoya este

programa, pero recomienda que se amplíe el financiamiento a la reforma policiaca y

judicial y a la capacitación. En particular, debe poner el énfasis en la profesionalización

de las policías estatales y locales (en lugar de la nacional).

La energía sigue siendo un área importante de interés mutuo. Estados Unidos

debe concentrarse en las perspectivas para incrementar la producción del petróleo y el

gas, promoviendo contratos de servicios de compañías estadounidenses (permitidas en la

ley mexicana en vigor) y mediante la asistencia en las aguas ultraprofundas del Golfo de

México. Estados Unidos también debe estar preparado para alentar la inversión en

Pemex cuando y si el gobierno mexicano la busque.

Por último, la política de inmigración estadounidense afecta a México más que a

cualquier otro país. Diez por ciento de los mexicanos vive hoy en Estados Unidos, y más

de seis millones de trabajadores mexicanos carecen de documentación. Dadas la

magnitud de su población migratoria, su proximidad y la importancia de este tema para

la seguridad y para las relaciones Estados Unidos-México, el Grupo de Trabajo

aconseja que se implementen nuevos programas de trabajadores huésped, se regularice

la situación de los inmigrantes indocumentados que residen en Estados Unidos y se

estimule la emigración circular legal, en especial para los trabajadores agrícolas.

77

Tratos con Venezuela a través de las instituciones multilaterales

Las políticas antiestadounidenses del presidente Chávez de Venezuela deben ser tomadas

en serio por los formuladores de políticas de Estados Unidos. Es importante que

Washington observe de cerca a Caracas, y que se monitoreen con cuidado las políticas

potencialmente desestabilizadoras de Chávez en América Latina. Al mismo tiempo, gran

parte del apoyo internacional que tiene Venezuela es limitado a los beneficios concretos

que este país proporciona, como apoyo financiero, petróleo subsidiado y otras inversiones

en infraestructura. Así, según la encuesta más reciente de Latinobarómetro entre

latinoamericanos, el presidente Chávez está ubicado en el fondo de la lista de

mandatarios, sólo un poco arriba de Fidel Castro, que tiene la posición más baja. El Pew

Global Attitudes Project, de 2007, señala que casi 75 por ciento de los brasileños,

peruanos y chilenos dudan que Chávez esté haciendo “lo correcto” en los asuntos

mundiales. Esto sugiere que Estados Unidos debe moderar su atención mediante una

evaluación cuidadosa de la verdadera influencia de Chávez en la región.

La política estadounidense está limitada en su capacidad de hacer cambiar las

políticas exteriores e interiores de Venezuela. Sin embargo, hay acciones que Estados

Unidos debe emprender para proteger más sus intereses en América Latina. Entre ellas

están:

Sostener relaciones oficiales con el gobierno de Venezuela, tanto formales como

informales, con el propósito de mantener abiertos los cauces de comunicación.

• Trabajar a través de las instituciones multilaterales, en especial las Naciones

Unidas y la Organización de los Estados Americanos, para supervisar las

instituciones democráticas y levantar críticas sobre el comportamiento

antidemocrático en Venezuela (y otros países).

• Aumentar el financiamiento a los programas y políticas de “justicia social” en

América Latina. Proporcionar una alternativa apoyada por Estados Unidos a

78

la visión de Chávez, mejorará la posición estadounidense en la región y

promoverá sus intereses.

• Crear incentivos para la inversión del sector privado estadounidense en

infraestructura energética en la región y a la conducción de Estados Unidos

en el desarrollo de combustibles alternativos. Esto podría, a la vez, mejorar

las relaciones diplomáticas con otros países de la región y ayudar a

diversificar el consumo de energía entre los estadounidenses.

• Resistir la tentación de reaccionar unilateralmente a los resultados de las

investigaciones de la Interpol en Colombia. Las medidas emprendidas por

organizaciones multilaterales, como las Naciones Unidas, la Unión Europea,

la OEA, así como los esfuerzos diplomáticos por parte de varios países del

Hemisferio Occidental, serán la vía más eficaz contra cualquier país del que

se sepa que apoya activamente a grupos criminales e insurgentes.

Un tema que ahora aflora en las relaciones Estados Unidos-Venezuela es el

reciente anuncio de Hugo Chávez de que Venezuela buscará contar con energía nuclear.

Dada la naturaleza cada vez más autoritaria del gobierno venezolano y sus estrechos

lazos con Irán, este anuncio es especialmente preocupante. En respuesta a Venezuela,

Estados Unidos debe:

• Continuar activamente los esfuerzos ya en marcha, como la colaboración con

los socios de la Agencia Internacional de Energía y el Grupo de Proveedores

Nucleares para fundar reglas universales que contengan la propagación del

enriquecimiento y el reprocesamiento de materiales nucleares. Esto tendrá

más resultados que concentrarse detenidamente en Venezuela, ya que es poco

probable que dicho tratamiento gane el apoyo multilateral necesario para la

consecución de esta meta.

79

• Concentrarse en las partes más sensibles del potencial programa nuclear de

Venezuela—enriquecimiento de uranio y reprocesamiento de plutonio—con el

objetivo de garantizar que ningún programa nuclear venezolano le permita

fortalecerse en cualquiera de estas dos metas.

Apertura de contactos formales e informales con Cuba

Cuba es un estado autoritario culpable de graves violaciones de los derechos humanos.

Las organizaciones de derechos humanos estiman que, en la actualidad, en Cuba hay

entre 100 y 200 prisioneros políticos. A principios de 2008, la Asamblea Nacional cubana

y su Consejo de Estado eligieron a Raúl Castro como presidente del Consejo de Estado y

de la República. Tras ello, dentro del marco del socialismo, se establecieron diversas

medidas para elevar la calidad de vida de la gente y las libertades ciudadanas. Más puede

seguir, en cuanto a reducir el tamaño del Estado y aumentar la productividad y la

creación de riqueza. La renuncia formal de Fidel Castro y la estable sucesión de su

hermano como jefe de Estado han puesto en entredicho la eficacia de medio siglo de

sanciones económicas estadounidenses, ya sea destinadas a desestabilizar o derrocar el

régimen, interrumpir su continuidad o llevar la democracia liberal a la Isla.

Estados Unidos puede desempeñar un papel positivo en la promoción de valores

de una sociedad abierta con políticas que apoyen el mayor aprovechamiento de los

derechos humanos para los cubanos y preparen el terreno para un futuro pluralista en la

Isla. Esto podría facilitarse aumentando los contactos entre los ciudadanos

estadounidenses y cubanos (contemplando en ello los estadounidenses de origen cubano

y sus familias), mediante la reducción de las actuales restricciones que impone el

Departamento del Tesoro a los viajes. Si bien el aumento en el comercio podría canalizar

más recursos al gobierno cubano y fortalecer su permanencia en el poder en el corto

plazo, el aislamiento económico ha proporcionado desde hace mucho a las autoridades de

Cuba un pretexto conveniente para muchos de los problemas fundamentales de la Isla.

Llegó el momento de mostrar al pueblo cubano, sobre todo a las generaciones más

jóvenes, que existe una alternativa a la hostilidad permanente entre estas dos naciones y

que Estados Unidos puede desempeñar un papel positivo en el futuro de Cuba. Por ello,

80

Estados Unidos debe empezar a emprender una serie de medidas con el objetivo de

levantar el embargo contra Cuba. Estados Unidos debe:

• Permitir viajar con más libertad a Cuba y facilitar el comercio con la Isla. La

Casa Blanca debe revocar las restricciones impuestas en 2004 a los cubano-

estadounidenses de viajar con el propósito de visitar a sus parientes y de

mandar remesas.

• Reinstaurar y liberalizar las 13 categorías de intercambio personal “con un

propósito específico” para otros estadounidenses, categorías instituidas por

la administración Clinton durante los preparativos para la visita papal a La

Habana en 1998.

• Entablar conversaciones en temas de interés mutuo para ambas partes, como la

migración, el contrabando de seres humanos, el narcotráfico, la salud

pública, el futuro de la base naval de Guantánamo y la administración

ambientalmente sustentable de los recursos, sobre todo a medida que Cuba

comienza, con varias compañías petroleras extranjeras, la exploración en

aguas profundas en busca de reservas potencialmente importantes.

• Colaborar con más eficacia con los socios del Hemisferio Occidental y Europa

para presionar a Cuba sobre su historial en cuanto a derechos humanos y

para reformas más democráticas.

• Consciente de los últimos 100 años de relaciones entre Estados Unidos y Cuba,

asegurar a los cubanos de la Isla que Estados Unidos seguirá buscando una

prudencial y respetuosa relación con una Cuba democrática.

• Derogar la ley Helms-Burton de 1996, que retiró al poder ejecutivo la mayor

parte de la autoridad de eliminar sanciones económicas. Mientras se deroga

la ley, el Congreso estadounidense debe aprobar medidas legislativas, como

81

lo hizo con las ventas agrícolas, con el propósito de liberalizar el comercio

con Cuba y los viajes a ella, apoyando oportunidades para fortalecer allá las

instituciones democráticas.

82

Conclusión

Para alcanzar la amplia variedad de objetivos estadounidenses a través de las

recomendaciones de políticas concretas planteadas en este informe, Estados Unidos debe

concentrar sus esfuerzos y recursos en ayudar a América Latina a fortalecer las

instituciones públicas necesarias para abordar los desafíos identificados. Al hacerlo,

Washington debe colaborar con las naciones latinoamericanas mediante organizaciones

multilaterales, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo

Monetario Internacional, la Corporación Financiera Internacional y la Organización de

los Estados Americanos. También debe seguir colaborando estrechamente con

organizaciones de la sociedad civil y empresas locales e internacionales para crear

oportunidades más amplias, económicas, sociales y políticas, para los países

latinoamericanos y sus ciudadanos.

Lograr estos ambiciosos objetivos de fortalecimiento de las instituciones y

mejorar la vida de los latinoamericanos requerirá esfuerzos de largo plazo de parte de

muchos participantes, por encima de todo, de los propios gobiernos y ciudadanos

latinoamericanos. Sin embargo, Estados Unidos puede desempeñar un importante papel

secundario. La ampliación de su marco de política y la concentración en asociaciones

regionales estratégicas promoverán mejor los intereses estadounidenses, extendiendo la

estabilidad, la seguridad y la prosperidad en todo el hemisferio.

83

Postura Adicional

Me complace respaldar la mayor parte del análisis y las recomendaciones de este

informe, y en particular me parecen positivas las propuestas de la reforma de inmigración

de Estados Unidos y los cambios de la política estadounidense hacia Cuba. Pensé, sin

embargo, que sería provechoso ofrecer estos comentarios adicionales.

Primero, creo que, para ser eficaz, un cambio de dirección en la política

estadounidense hacia el hemisferio debe ir acompañado de una reestructuración de las

políticas globales de Washington. Las relaciones constructivas con las naciones

latinoamericanas requieren que Estados Unidos respete las normas internacionales y los

acuerdos multilaterales, disminuya la dependencia de la fuerza militar y acabe con el uso

de la tortura (sobre todo cuando predica sobre los derechos humanos).

Segundo, el informe, en mi opinión, subestima los avances económicos y políticos

que la mayoría de las naciones latinoamericanas han obtenido en años recientes, y

sobreestima las contribuciones potenciales que la política estadounidense tendría para un

mayor progreso en muchas áreas.

Tercero, pienso que el informe, si bien se concentra en un conjunto de desafíos

críticos para América Latina, presta insuficiente atención, en primer lugar, a la

importancia del crecimiento económico sustentable y significativo en la región para

abordar todos estos desafíos, y, en segundo, a cómo Estados Unidos puede ayudar a

fomentar el crecimiento necesario mediante una mayor apertura de su economía y la

colaboración para lograr una mayor integración económica regional en comercio,

inversión e infraestructura. Las iniciativas específicas que recomienda el informe serán

útiles, pero Estados Unidos puede contribuir en el máximo grado a las relaciones entre

Estados Unidos y América Latina ayudando a crear y sostener un ambiente más amplio

para el avance económico.

Peter Hakim

84

Miembros del Grupo de Trabajo

Charlene Barshefsky es socia internacional de Wilmer Cutler Pickering Hale and Dorr

LLP (WilmerHale), de Washington, DC. Se unió a esa firma luego de ser representante

comercial de Estados Unidos (USTR, por sus siglas en inglés), de 1997 a 2001, así como

vicesecretaria en funciones del USTR de 1993 a 1996. Pertenece a los consejos de

administración de American Express Company, Estée Lauder Companies Inc., Intel

Corporation, y Starwood Hotels & Resorts Worldwide, Inc. También es miembro del

Council on Foreign Relations.

R. Rand Beers es el actual presidente de la Red de Seguridad Nacional de Estados

Unidos y profesor adjunto sobre terrorismo en la Kennedy School of Government de

Harvard University. En fechas recientes fue consejero de seguridad nacional de la

campaña Kerry-Edwards. Ocupó cuatro cargos en el Consejo de Seguridad Nacional

(NSC, por sus siglas en inglés) de la Casa Blanca durante cuatro gobiernos. Entre sus

funciones estuvieron la de director para contraterrorismo y contranarcóticos, director para

el mantenimiento de la paz, y director senior para programas de inteligencia (1988-1998),

así como secretario adjunto de Estado para asuntos internacionales de narcóticos y

aplicación de la ley (1998-2002) y asistente especial del presidente y director senior para

el combate al terrorismo en el equipo directivo del NSC (2002-2003).

Alberto R. Coll es profesor de derecho internacional del programa europeo de estudios

legales en el DePaul College of Law, en Chicago. Antes de ingresar en DePaul, en 2005,

fue jefe del Departamento de Investigación Estratégica de la U.S. Naval War College en

Newport, Rhode Island, donde también se desempeñó durante cinco años como decano

del Centro de Estudios de Guerra Naval. De 1990 a 1993, el doctor Coll fue principal

asistente del secretario de Defensa, a cargo de la supervisión de la política, la estrategia y

el presupuesto del Departamento de Defensa en las áreas de operaciones especiales y

Nota: Los miembros del Grupo de Trabajo participan de manera individual y no en sus capacidades institucionales.

* El individuo ha respaldado el informe y ha presentado una opinión adicional.

85

conflicto de “baja intensidad”, inclusive contraterrorismo. Recibió por su trabajo la

Medalla del Secretario de Defensa por Servicio Público Sobresaliente.

Margaret E. Crahan es profesora distinguida de la cátedra Kozmetsky y directora del

Kozmetsky Center of Excellence in Global Finance de la St. Edward’s University. De

1994 a 2008 fue profesora de la cátedra Dorothy Epstein en el Hunther College y en el

Graduate Center of the City University of New York, y de 1982 a 1994, profesora de la

cátedra Henry R. Luce de religión, poder y proceso político. Es actual vicepresidenta del

consejo de administración del Instituto Interamericano de Derechos Humanos. La doctora

Crahan ha realizado investigaciones sobre temas que abarcan los siglos XVI a XX y ha

publicado más de un centenar de artículos y libros.

José W. Fernández es socio y copresidente de práctica en América Latina en Latham

&Watkins LLP. Durante casi tres décadas, su trabajo se ha concentrado en América

Latina, trabajando en una amplia variedad de asuntos conforme han evolucionado las

economías de la región. Ha dado asesoría a clientes en los temas de finanzas,

adquisiciones, privatizaciones, emisión de valores y empresas conjuntas en varios países

latinoamericanos. Es miembro del consejo de directores del Dartmouth College, de

ACCION International y del Council of the Americas, entre otros. Ha sido presidente del

Inter-American Law Committee de la ABA y de su Committee on Inter-American Affairs

de la New York State Bar Association. Es copresidente del Cross Border M&A y Joint

Ventures Committee of the New York State Bar Association, y miembro del Latin

America Advisory Council de la ABA.

Francis Fukuyama es profesor de la cátedra Bernard L. Schwartz en la Paul H. Nitze

School of Advanced International Studies (SAIS) de la Johns Hopkins University y

director del programa de desarrollo internacional de la SAIS. También preside el consejo

editorial de una nueva revista, American Interest. El doctor Fukuyama fue miembro del

Council on Bioethics del presidente de Estados Unidos, de 2001 a 2005. Es miembro de

consejos consultivos en la Fundación Nacional para la Democracia, el Journal of

Democracy, y New America Foundation.

86

Peter Hakim* es presidente de Diálogo Interamericano, principal centro estadounidense

de análisis de políticas e intercambio sobre asuntos del Hemisferio Occidental. Fue

vicepresidente de la Fundación Interamericana y trabajó en la Fundación Ford tanto en

Nueva York como en América Latina. Ha dado clases en el Massachusetts Institute of

Technology (MIT) en la Columbia University. Participa en consejos de administración y

de consulta en la Fundación de las Américas, el Banco Mundial, el Banco Interamericano

de Desarrollo, Foreign Affairs en Español, Intellibridge Corporation, y Human Rights

Watch.

James A. Harmon es presidente de Harmon & Co., firma de consultoría financiera

organizada en 2001, y de Caravel Fund (International) Ltd., fondo de mercados

emergentes. Fue presidente, presidente del consejo y CEO del Export-Import Bank de

Estados Unidos de 1997 a 2001. Antes de ingresar al servicio público, fue presidente y

CEO del banco de inversiones Wertheim Schroder. En 2004 fue elegido presidente del

World Resources Institute. Es asesor senior del Grupo Rotschild y miembro de su

Consejo Asesor Europeo. Es miembro del consejo de directores de Questar Corporation y

del consejo de socios capitalistas del Alfa Bank de Moscú. También es miembro de los

consejos de la School of International and Public Affairs (SIPA) en la Columbia

University, de Africare, y del Center for Global Development, así como administrador

emérito de la Brown University y del Barnard College.

John G. Heimann es el presidente fundador del Financial Stability Institute del Bank for

International Settlements y en la actualidad es consejero senior del mismo. Fue socio

fundador de Warburg Pincus & Co., y más tarde presidente del Financial Institutions

Group y miembro del comité ejecutivo de Merrill Lynch & Co. El señor Heimann fue

contralor del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, superintendente de bancos del

estado de Nueva York, y presidente de la Federal Deposit Insurance Corporation. Es

miembro del Grupo de los Treinta.

87

James T. Hill se retiró como general de cuatro estrellas del ejército estadounidense

después de prestar servicio desde 1968. De 2002 a 2004 fue comandante de combate del

Comando Sur de Estados Unidos, al mando de todas las operaciones y relaciones

militares estadounidenses en el Caribe y Centro y Sudamérica. En una misión relacionada

con América Latina, también fue subcomandante general de la Fuerza Multinacional en

Haití (1994-1995) y subdirector asistente para asuntos político-militares en el Estado

Mayor Conjunto (1992-1994). Actualmente es el presidente de JT Hill Group, firma de

consultoría estratégica con sede en Miami, Florida.

Donna Hrinak es directora de asuntos empresariales y gubernamentales en América

Latina de Kraft Foods Inc. Ingresó a esa empresa en 2006, luego de trabajar en la firma

de asesoría internacional McLarty Associates, donde fue directora. De 1974 a 2004, la

embajadora Hrinak fue miembro del Servicio Exterior estadounidense. Completó su

carrera en el Servicio Exterior como embajadora en Brasil y también ocupó ese cargo en

Venezuela, Bolivia y la República Dominicana, además de ser asistente del subsecretario

de Estado para México y el Caribe. En 1994 fue coordinadora de políticas en la Cumbre

de las Américas celebrada en Miami. Además de sus asignaciones en el Servicio Exterior,

ha trabajado en la oficina de la representante Patricia Schroeder bajo una beca de

investigación otorgada por la American Political Science Association. Es miembro de los

consejos del Inter.-American Dialogue y de la Fundación Panamericana de Desarrollo, y

del consejo de consultores de McLarty Associates.

James V. Kimsey creó America Online, Inc., de la cual es presidente emérito. En 1996

lanzó la Fundación Kimsey, que proporciona subvenciones para beneficio de la

comunidad de Washington, DC, abarcando una variedad de temas desde las artes hasta la

educación. Recibió designaciones presidenciales al consejo de administradores del Centro

Kennedy y al consejo de visitantes de West Point. En 2001, el entonces secretario de

Estado Colin Powell lo nombró presidente de la International Commission on Missing

Persons. También es presidente emérito de Refugees International y miembro del consejo

del International Crisis Group.

88

Jim Kolbe fue miembro de la Cámara de Representantes de Estados Unidos de 1985 a

2007, representando a la zona de Tucson, Arizona. El señor Kolbe, republicano, participó

durante veinte años en el House Appropriations Committee de la Cámara. También fue

presidente del Treasury, Post Office, and Realtes Agencies Subcommittee durante cuatro

años, y en sus seis años finales en el Congreso presidió el Foreign Operations, Export

Financing, and Related Agencies Subcommittee. Actualmente es consultor en McLarty

Associates y miembro trasatlántico del Geman Marshall Fund of the United States, así

como profesor adjunto en el College of Business de la Arizona University.

Kellie Meiman encabeza la práctica en Brasil y el Cono Sur de la firma de consultoría

internacional McLarty Associates. En fechas recientes trabajó en la Oficina del

Representante Comercial de Estados Unidos como directora para el Mercosur y el Cono

Sur, donde su responsabilidad primordial fueron Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y

Uruguay. Antes de ese encargo, fue funcionaria del servicio exterior en el Departamento

de Estado estadounidense.

Shannon K. O’Neil es la investigadora del Council on Foreign Relations a cargo de

estudios sobre América Latina. Antes de ingresar en el consejo, era miembro sobre

justicia, bienestar y economía, miembro del comité ejecutivo y asociada titulada en el

Weatherhead Center for International Affairs en la Harvard University. También fue

becaria Fulbright en México y Argentina. Previo a su trabajo académico, la doctora

O’Neil trabajó en el sector privado como analista de inversiones en Indosuez Capital

Latin America y en Credit Lyonnais Securities.

María Otero es presidenta y CEO de ACCION International. Preside el consejo de

ACCION Investments, es copresidenta de la Coalición de Microempresas, y participa en

los consejos de directores de tres instituciones microfinancieras reguladas en América

Latina. Presidió el consejo de Bread for the World de 1992 a 1997. En 1994, el entonces

presidente Clinton la nombró presidenta del consejo de directores de la Inter-American

Foundation, cargo que ocupó hasta enero de 2000. También ha sido asesora en el

Consultative Group to Assist the Poor del Banco Mundial.

89

Arturo C. Porzecanski es profesor de finanzas internacionales y economista residente

distinguido en la School of Internacional Service de la American University, antes de lo

cual fue profesor en la Columbia University, la New York University y el Williams

College. Es miembro del consejo de directores de la Tinker Foundation y de la

Washington Office on Latin America. Antes de su actual carrera académica, el doctor

Porzencanski trabajó durante casi tres décadas como economista internacional en Wall

Street, comenzando en J.P. Morgan en la década de 1970, donde fue asesor económico

sobre América Latina. Más tarde ascendió a economista en jefe para mercados

emergentes en varias instituciones financieras, la última de las cuales fue el grupo

bancario europeo ABN AMRO.

David J. Rothkopf es presidente y director ejecutivo de Garten Rothkopf, firma

consultora internacional radicada en Washington, DC, que da servicio a las comunidades

de inversión, empresarial y gubernamental. También es académico visitante en el

Carnegie Endowment for International Peace, donde preside la Carnegie Economic

Strategy Roundtable. Es autor de Running the World: The Inside Story of the National

Security Council and the Architects of American Power; The Superclass: The Global

Power Elite and the World They are Making, y de Power, Inc.: The Untold Story of the

Global Power Struggle Between Companies, Countries and Their Leaders, de próxima

aparición. Fue subsecretario de comercio para el desarrollo de políticas de comercio

internacional y más tarde subsecretario de comercio en funciones para comercio

internacional, durante el gobierno de Clinton. Es miembro de los consejos consultivos del

United States Institute of Peace, el Center for Global Development y la Johns

Hopkins/Bloomberg School of Public Health, así como profesor adjunto de asuntos

internacionales en la Columbia University.

Julia E. Sweig fue consultora principal de este informe del Grupo de Trabajo. Es

investigadora senior Nelson y David Rockefeller de estudios latinoamericanos y directora

de estudios latinoamericanos en el Council on Foreign Relations. La doctora Sweig es

autora de Friendly Fire: Losing Friends and Making Enemies in the Anti-American

90

Century y de Inside the Cuban Revolution, así como de numerosos artículos académicos,

artículos de opinión, testimonios ante el Congreso e informes del Council on Foreign

Relations sobre Cuba, Venezuela, los Andes, América Latina y política exterior

estadounidense. Es miembro de consejo editorial de Foreign Affairs en Español y

consultora sobre América Latina del Aspen Institute.

91

Observadores del Grupo de Trabajo

Laurie A. Garrett Council on Foreign Relations

Eric Jacobstein

Subcomité de la Cámara de Representantes para el Hemisferio Occidental

Jamal A. Khokhar Banco Interamericano de Desarrollo

Daniel Kurtz-Phelan

Foreign Affairs

J. Patrick Maher Consejo Nacional de Inteligencia

Carl E. Meacham

Comité del Senado para las Relaciones Exteriores

Janice O’Connell Stonebridge International LLC

Jennifer J. Simon Butler

Comité del Senado para las Relaciones Exteriores

Jason Steinbaum Subcomité de la Cámara de Representantes para el Hemisferio Occidental

David G. Victor

Council on Foreign Relations

Mark Walker Oficina del Representante Daniel Burton

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INFORMES RECIENTES DE GRUPOS DE TRABAJO INDEPENDIENTES PATROCINADOS POR EL COUNCIL ON FOREIGN RELATIONS

U.S.-China Relations: An Affirmative Agenda, A Responsible Course (2007); Carla A. Hills and Dennis C.

Blair, Chairs; Frank Sampson Jannuzi, Project Director National Security Consequences of U.S. Oil Dependency (2006); John Deutch and James R. Schlesinger, Chairs; David G. Victor, Project Director Russia’s Wrong Direction: What the United States Can and Should Do (2006); John Edwards and Jack Kemp, Chairs; Stephen Sestanovich, Project Director More than Humanitarianism: A Strategic U.S. Approach Toward Africa (2006); Anthony Lake and

Christine Todd Whitman, Chairs; Princeton N. Lyman and J. Stephen Morrison, Project Directors In the Wake of War: Improving U.S. Post-Conflict Capabilities (2005); Samuel R. Berger and

Brent Scowcroft, Chairs; William L. Nash, Project Director; Mona K. Sutphen, Deputy Director In Support of Arab Democracy: Why and How (2005); Madeleine K. Albright and Vin Weber, Chairs;

Steven A. Cook, Project Director Building a North American Community (2005); John P. Manley, Pedro Aspe, and William F. Weld, Chairs;

Thomas P. d’Aquino, Andrés Rozental, and Robert A. Pastor, Vice Chairs; Chappel A. Lawson, Project Director; Cosponsored with the Canadian Council of Chief Executives and the Consejo Mexicano de Asuntos Internationales

Iran: Time for a New Approach (2004); Zbigniew Brzezinski and Robert M. Gates, Chairs; Suzanne Maloney, Project Director Renewing the Atlantic Partnership (2004); Henry A. Kissinger and Lawrence H. Summers, Chairs; Charles A. Kupchan, Project Director Nonlethal Weapons and Capabilities (2004); Graham T. Allison and Paul X. Kelley, Chairs; Richard L. Garwin, Project Director New Priorities in South Asia: U.S. Policy Toward India, Pakistan, and Afghanistan (2003); Frank G.Wisner II, Nicholas Platt, and Marshall M. Bouton, Chairs; Dennis Kux and Mahnaz Ispahani, Project Directors; Cosponsored with the Asia Society Finding America’s Voice: A Strategy for Reinvigorating U.S. Public Diplomacy (2003); Peter G. Peterson, Chair; Jennifer Sieg, Project Director Emergency Responders:Drastically Underfunded, Dangerously Unprepared (2003); Warren B. Rudman, Chair; Richard A. Clarke, Senior Adviser; Jamie F. Metzl, Project Director Chinese Military Power (2003); Harold Brown, Chair; Joseph W. Prueher, Vice Chair; Adam Segal, Project Director Iraq: The Day After (2003); Thomas R. Pickering and James R. Schlesinger, Chairs; Eric P. Schwartz, Project Director Threats to Democracy (2002); Madeleine K. Albright and Bronislaw Geremek, Chairs; Morton H. Halperin, Project Director; Elizabeth Frawley Bagley, Associate Director America—Still Unprepared, Still in Danger (2002); Gary Hart and Warren B. Rudman, Chairs; Stephen Flynn, Project Director Terrorist Financing (2002); Maurice R. Greenberg, Chair; William F.Wechsler and Lee S.Wolosky, Project Directors Enhancing U.S. Leadership at the United Nations (2002); David Dreier and Lee H. Hamilton, Chairs; Lee Feinstein and Adrian Karatnycky, Project Directors Testing North Korea: The Next Stage in U.S. and ROK Policy (2001); Morton I. Abramowitz and James T. Laney, Chairs; Robert A. Manning, Project Director The United States and Southeast Asia: A Policy for the New Administration (2001); J. Robert Kerrey, Chair; Robert A. Manning, Project Director Strategic Energy Policy: Challenges for the 21st Century (2001); Edward L. Morse, Chair; Amy Myers Jaffe, Project Director Todas las publicaciones que aparecen en la lista están disponibles en el sitio web del Council on Foreign Relations: CFR.org. Para ordenar copias impresas, favor de llamar a la Brookings Institution Press: 800 537-5487.