reflexiones sobre la resurrección de cristo por la sierva de dios madre mercedes de jesús, monja...
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Reflexiones sobre la
Resurrección de
Cristo
por la Sierva de Dios
Madre Mercedes de
Jesús,
Monja
Concepcionista
de Alcázar de San
Juan.
La Resurrección de Cristo ha
rasgado el cielo para el hombre y lo ha puesto en sus manos. Porque “tanto
amó Dios al mundo
que entregó a su
Hijo único”.Resurgiendo de la tumba, Jesús lo transformó
todo…
Los árboles, los pájaros, el aire, la luz, todo nos habla de Dios, de su amor y misericordia, de su designio salvador sobre el hombre que apunta a la transformación en Él.
Si miramos las cosas desde el fondo del corazón a la luz de la resurrección toda la creación se nos manifiesta radiante…
La noche de la Resurrección de Cristo
se volvió clara como el día. Toda la creación, el cielo, la aurora, el abismo,
el mar, la tiniebla, todo se convierte en un abrazo divino lleno de luz que lo
abarca todo, lo penetra todo, vivificando con su presencia nuestro caminar hacia Él.
¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto! Mira si mi camino se desvía, guíame por el camino
de tu luz eterna, de tu resurrección…
El encuentro con Cristo glorioso, el
encuentro Pascual, nos da la victoria
sobre el mal. Es un encuentro de
amor y de vida resucitada.Cristo Vencedor
completa su obra haciéndose compañero nuestro, convirtiéndose
en bienhechor, en alcázar,
en baluarte donde el hombre
se pone a salvo, porque después del pecado no
era bueno que el hombre
continuasecaído, derrotado.
Cristo, Mesías, Rey y Sacerdote es nuestra Pascua, es decir, es nuestro paso de la esclavitud del pecado a la
libertad de los hijos de Dios, es nuestro paso de la tierra al cielo.
Tiempo Pascual significa nueva vida.Nueva vida sacada de la Resurrección
de Cristo que nos ha de transformar
como transformó a los apóstoles.
Y nosotros… ¿nos dejamos transformar por ella?
Los apóstoles quedaron
transformados ante la
presencia de Jesús resucitado,
y el testimonio de su vida, que
fue muy dura.
De hombres miedosos, cobardes, pues huyeron todos la noche del prendimiento del Maestro; de hombres desunidos, como lo atestigua la ausencia de Tomás el día de la primera aparición del Resucitado a los apóstoles; de hombres incrédulos ante el testimonio de las mujeres que les anunciaron la Resurrección de Cristo, pasaron, a ser hombres valientes, predicando a Cristo sin miedo a la muerte. Pasaron a ser una comunidad unida, que llegaban con facilidad a un común sentir y hacer. Pasaron a ser signos vivos del desprendimiento y del amor: “vendían lo que poseían y lo entregaban a los apóstoles”.
¿Se puede pedir más?
Por eso todos gozaban de gracia singular, o sea, que a cada uno
le desbordaba la gracia del Resucitado, convirtiéndose en fuente de vida, de alegría y de
paz para los demás. Y, ¡sobre todo,
de fe!
La respuesta sería
la santidad, pero
una santidad desbordante que acabase
con todo el pecado en nosotros…
con todo egoísmo, con toda fuerza
negativa, con toda resistencia a la gracia y al amor de Dios y
de unos con otros.
Vida nueva de gracia, sin pecado, cuyo
primer fruto es María Inmaculada, la siempre limpia de
pecado, la pura y santa.
“Yo soy el Alfa y la Omega”.
Jesús es el que ha hecho la nueva creación,
con su vida, redención y resurrección.
Y es Él, por medio de los
Sacramentos, por medio de su
Iglesia, el que nos da a “beber el
agua de la vida”.Su gracia y su
espíritu, su “amor nuevo” nos hace ver nuevas todas las cosas. Verlas con los ojos de Dios, limpios y
puros.
Aprenderemos a ver la nueva creación, a verlo todo con la mente de Dios, a
verla con los ojos con que fue creada, ojos que nos da el espíritu de la
Resurrección de Jesús.
Veremos que la muerte a uno mismo es para nosotros
la resurrección, porque es vivir la vida en el espíritu,
en el de Jesús, en el que ha dicho: “He aquí que hago nuevas todas las cosas”.
Las humillaciones, la renuncia, la muerte al propio egoísmo, son vida para nosotros, porque “ya está hecho así”, ya está transformado por Cristo que es el Alfa y la Omega, el principio y fin de las cosas, de
todo.
Está transformada la humillación
desde que Él se humilló y la convirtió en
ejemplo de vida. Igualmente la mortificación y renuncia. Está
transformada la incomprensión, el
fracaso y la muerte, en vida,
porque para Cristo la Cruz no fue
figura de muerte, sino de vida, pues
en ella nos redimió.
Y esto vivirlo con paz… porque permanecer en su
amor nuevo es nuestra victoria.