reflexiones sobre la carpintería española

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Reflexiones sobre la carpintería española Enrique Nuere Matauco ANTECEDENTES Hasta la mitad de mi vida mi trabajo nada tenía que ver con la investigación histórica, proyectaba y cons- truía edificios como cualquier arquitecto. Pero un buen día una inesperada visita desencadenó una serie de acontecimientos que acabarían dando un giro de 180º a mi actividad profesional. Mi relación con la madera Es cierto que una serie de circunstancias me habían predispuesto a apreciar la madera, especialmente un año y medio de trabajo en Alemania mientras acaba- ba mis estudios de arquitectura, y sobre todo la posi- bilidad de rehabilitar una casa de mi mujer en la la- dera segoviana de la sierra de Guadarrama, lo que me hizo pasar muchas horas de charla con una fami- lia de carpinteros, de los de armar, de los que aprendí cuestiones elementales de la madera, de las que ja- más me habían hablado en la escuela de arquitectura. Pronto tuve ocasión de poder realizar una casa de madera, para cuya prefabricación había preparado unos detallados planos, tal como aprendí de los con- cienzudos alemanes. Pero mis amigos carpinteros me veían demasiado joven e inexperto como para confiar en unos planos, que a saber cuántos errores conte- nían. Naturalmente tuve que oír la manida frase «el papel lo aguanta todo, pero la obra es otra cosa muy distinta». Y la «prefabricación» se hizo in situ, a 80 km del taller, sin contar con las adecuadas herra- mientas, etc. etc. Aquello no llegó a ser un desastre pero poco le faltó. En los setenta, había hecho una pequeña reforma doméstica a unos amigos, usando madera y tableros, algo que en aquellos años aun no era habitual en nuestro país, y casualmente un cuñado de mi amiga, consejero delegado de Alena, (la mayor fábrica de ta- blero contrachapado que entonces había en España), quien esperaba la vuelta de Estados Unidos de uno de sus ingenieros, con quien pretendía poner en mar- cha un programa de fabricación de casas a la ameri- cana, que potenciara la venta no sólo de sus tableros contrachapados, sino también los de la nueva fábrica de tablero aglomerado que acaban de inaugurar en Cuellar, y como para el proyecto necesitaban un ar- quitecto, le pareció buena idea escoger uno que había comprobado que estaba acostumbrado a manejarla. En aquella ocasión tuve que aprender toda la téc- nica americana de construcción de viviendas unifa- miliares, y cuando ya teníamos varios prototipos dis- puestos para su construcción, llegó inesperadamente la independencia de Guinea, Alena perdió todas sus explotaciones, y tan sólo dos años después se arruinó y desapareció. Naturalmente aquellas casas no se construyeron, pero aprovechando la ocasión, había comprado todos los tableros necesarios para realizar el proyecto de mi segunda residencia segoviana, que inicialmente había pensado fuera enteramente de ma- dera, pero como mi idea era la de auto construirla, una vez evaluadas las posibilidades reales de conse- Libro 1 Congreso.indb 1 Libro 1 Congreso.indb 1 28/09/15 12:52 28/09/15 12:52

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Reflexiones sobre la carpintería española

Enrique Nuere Matauco

ANTECEDENTES

Hasta la mitad de mi vida mi trabajo nada tenía que ver con la investigación histórica, proyectaba y cons-truía edificios como cualquier arquitecto. Pero un buen día una inesperada visita desencadenó una serie de acontecimientos que acabarían dando un giro de 180º a mi actividad profesional.

Mi relación con la madera

Es cierto que una serie de circunstancias me habían predispuesto a apreciar la madera, especialmente un año y medio de trabajo en Alemania mientras acaba-ba mis estudios de arquitectura, y sobre todo la posi-bilidad de rehabilitar una casa de mi mujer en la la-dera segoviana de la sierra de Guadarrama, lo que me hizo pasar muchas horas de charla con una fami-lia de carpinteros, de los de armar, de los que aprendí cuestiones elementales de la madera, de las que ja-más me habían hablado en la escuela de arquitectura.

Pronto tuve ocasión de poder realizar una casa de madera, para cuya prefabricación había preparado unos detallados planos, tal como aprendí de los con-cienzudos alemanes. Pero mis amigos carpinteros me veían demasiado joven e inexperto como para confiar en unos planos, que a saber cuántos errores conte-nían. Naturalmente tuve que oír la manida frase «el papel lo aguanta todo, pero la obra es otra cosa muy distinta». Y la «prefabricación» se hizo in situ, a 80

km del taller, sin contar con las adecuadas herra-mientas, etc. etc. Aquello no llegó a ser un desastre pero poco le faltó.

En los setenta, había hecho una pequeña reforma doméstica a unos amigos, usando madera y tableros, algo que en aquellos años aun no era habitual en nuestro país, y casualmente un cuñado de mi amiga, consejero delegado de Alena, (la mayor fábrica de ta-blero contrachapado que entonces había en España), quien esperaba la vuelta de Estados Unidos de uno de sus ingenieros, con quien pretendía poner en mar-cha un programa de fabricación de casas a la ameri-cana, que potenciara la venta no sólo de sus tableros contrachapados, sino también los de la nueva fábrica de tablero aglomerado que acaban de inaugurar en Cuellar, y como para el proyecto necesitaban un ar-quitecto, le pareció buena idea escoger uno que había comprobado que estaba acostumbrado a manejarla.

En aquella ocasión tuve que aprender toda la téc-nica americana de construcción de viviendas unifa-miliares, y cuando ya teníamos varios prototipos dis-puestos para su construcción, llegó inesperadamente la independencia de Guinea, Alena perdió todas sus explotaciones, y tan sólo dos años después se arruinó y desapareció. Naturalmente aquellas casas no se construyeron, pero aprovechando la ocasión, había comprado todos los tableros necesarios para realizar el proyecto de mi segunda residencia segoviana, que inicialmente había pensado fuera enteramente de ma-dera, pero como mi idea era la de auto construirla, una vez evaluadas las posibilidades reales de conse-

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guirlo, sensatamente cambié el proyecto a uno de muros y forjados tradicionales que hicieron albañiles, proporcionándome una cascara que me permitiera terminar el trabajo protegido de las inclemencias del tiempo, sin prisas, en los ratos libres disponibles. (fi-gura 1) La casa aun la estoy terminando…

Lo más importante de aquella experiencia fue que aparte de lo que aprendí enfrentándome a la madera, pude disponer de un taller propio con au-ténticas máquinas industriales con las que poder acometer cualquier trabajo por complejo que fuera, y ese taller finalmente tuvo un papel crucial en los acontecimientos que dieron el radical cambio que he mencionado de mi vida profesional.

Como acabo de mencionar, creo que fue en torno a 1979 cuando todo empezó, y el papel que jugó mi ta-ller carpintero fue el de llamar la atención del enton-ces director del Museo Nacional de Arte Hispanomu-sulmán, quien por circunstancias que no hacen al caso llegó una tarde a mi casa de la mano de mi sue-gro.

Hacia uno o dos meses que una de las hijas de Gó-mez-Moreno me había regalado el facsímil del ma-nuscrito de López de Arenas publicado por su padre pocos años antes de morir, (figura 2) y que mejor ocasión que aquella inesperada visita, para ver si un experto en arte islámico podía aclararme algo de aquel críptico manuscrito.

Y tan sólo me aclaró una cosa, pero tan absurda que no consiguió convencerme. Pasó un tiempo y el

mencionado director tenía un problema en el museo que estaba instalando: su arquitecto se negaba a colo-car una de las armaduras de la iglesia del convento de la Merced, que fueron desmontadas tras nuestra guerra civil al instalar en dicho convento el Gobierno Militar de la región correspondiente, y se acordó del arquitecto que había conocido en la vertiente sego-viana de la sierra madrileña, que trabajaba la madera y además conocía el manuscrito de López de Arenas sobre la carpintería de lo blanco y pensó que esa per-sona tal vez pudiera resolverle su problema.

El manuscrito cobraba un importante valor, ya que en el fondo allí estarían las reglas a conocer para abordar aquel potencial trabajo, pero su sentido se-guía siendo demasiado enrevesado para sacar conclu-

Figura 1Esta es mi segunda residencia en la vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama, donde llevo a cabo mis trabajos de carpintería

Figura 2Libro que contiene el facsímil del primer manuscrito sobre la carpintería de lo blanco, escrito por Diego López de Are-nas en 1619. La edición realizada por Gómez-Moreno fue de tan sólo 500 ejemplares, lo que no ayudó a su posible di-fusión

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siones prácticas. Al menos, el texto de D. Manuel in-cluía una cita a pie de página que hacía referencia a un artículo sobre la carpintería hispano musulmana de Antonio Prieto y Vives, publicado en 1932 en la revista del Colegio de Arquitectos de Madrid, y cuyo texto aclaraba todo lo suficiente como para poder en-frentarme al trabajo (figura 3).

Eso me tranquilizó enormemente, y ya sin el ago-bio de tener que entender aquel manuscrito, me en-tretuve viendo algunos aspectos del mismo que pare-cían tener sentido. Lo sorprendente es que empecé a descubrir que la transcripción de Gómez-Moreno era incompleta, en un caso concreto suprimía parte del texto alegando su intrascendencia, y sin embargo, lo suprimido invalidaba su razonamiento. A mi modesto entender, los inexistentes signos de puntuación que D. Manuel añadió en la transcripción, en ocasiones cambiaban el sentido del manuscrito, y eso me hizo revisar una parte concreta del texto original del que se deducía algo muy simple, y que tenía enorme sen-tido: la relación entre los tres cartabones de armadu-ra (figura 4), clave que hizo posible la incorporación de la lacería a las estructuras de nuestros carpinteros medievales.

Al descubrir ese detalle cité al director granadino que a la sazón se encontraba en Madrid para contarle lo que había descubierto, y al terminar mi exposi-ción, que él pareció entender, reaccionó con cierto

asombro de que algo tan simple no lo hubiera descu-bierto Gómez-Moreno. Mi explicación fue elemen-tal: era imposible de que lo D. Manuel lo pudiera en-tender, pues no sólo había mal interpretado el texto, sino que había ignorado completamente el dibujo que lo aclaraba, y además, el texto que en su trans-cripción había eliminado por considerarlo intrascen-dente, aun evidenciaba más el error de D. Manuel

Eso cambió la opinión de mi interlocutor, y mien-tras me daba la espalda y se alejaba le oí decir: «Pues yo me quedo con D. Manuel». Eso podía poner en peligro el prometido y atractivo encargo, y algo de-bería hacer para subsanar la incómoda situación sur-gida.

Como para tratar de entender algo más del manus-crito me había fabricado unos juegos de cartabones de metacrilato, se me ocurrió que podría mostrarle la posibilidad de trazar ruedas de lazo usando los carta-bones, algo que sin necesidad de conocer la forma ortodoxa de hacerlo siempre es posible, y le invité a otra comida serrana en la primera ocasión que estu-viera de nuevo en Madrid, lo que aceptó encantado diciéndome que eso le interesaba enormemente.

Pero llegado el día en cuestión, su anfitrión, me llamó media hora antes de servir la mesa para decir-me «que nuestro común amigo tenía cosas más im-portantes que hacer y que no podía perder el tiempo

Figura 3El artículo que Prieto y Vives publicó en 1932 en la revista del Colegio de Arquitectos de Madrid, me introdujo en el mundo de la carpintería de lazo, hasta entonces totalmente ignorado por mí

Figura 4La relación existente entre los tres cartabones que usaban los carpinteros para construir sus armaduras de cubierta, fue lo que posibilitó el previo diseño de los faldones, algo imprescindible para que la carpintería de lazo se pudiera llevar a cabo con enorme facilidad

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acudiendo a la cita» comentario que a mi mujer no le sentó excesivamente bien, por lo que me prohibió que le explicara más cosas al tal personaje.

Mi problema fue que para entonces ya había trans-crito una buena parte del manuscrito, y había descu-bierto más lagunas en lo publicado por Gómez-Mo-reno, por lo que pensé en completar la transcripción, y paso a paso, con la ayuda del glosario preparado por Mariátegui, en la tercera edición del libro impre-so de López de Arenas, revisado y ampliado por D. Manuel en su edición facsímil del manuscrito, pero sobre todo con la ayuda de los textos de Prieto y Vi-ves, pude ir desentrañando sus dibujos mucho más sugerentes que el tosco texto que intentaba explicar-los, propio de un personaje cuyas dotes didácticas dejaban mucho que desear.

Pero sus dibujos, especialmente en los trazos auxi-liares realizados con punta seca, en algunos casos apenas perceptibles, dejaban traslucir su buen oficio, completando lo que sus explicaciones eran incapaces de expresar, y página a página, sin pasar a la siguien-te hasta que la anterior estuviera convincentemente entendida, discurrió el mes de agosto hasta dejar todo el manuscrito inteligible.

Sucesos encadenados

La primera casualidad que iba a influir en todo lo que después sucedió fue una vista a mi suegro del Dr. Winkelmann, entonces director del Instituto Arqueo-lógico de Bonn, a quien tuve ocasión de mostrar el trabajo que llevaba realizado y me encomendó al Dr. Christian Ewert, de la filial madrileña del Instituto, a quien el trabajo interesaría especialmente. Mi idea era publicar mi investigación, pero me tuve que con-formar con un simple artículo en Madrider Mitteilun-gen, la revista del Instituto Arqueológico Alemán que recogía las colaboraciones recibidas en su filial ma-drileña (figura 5).

Poco después el Colegio de Arquitectos madrileño, en sus habituales premios anuales, incluyó por pri-mera vez uno referido a la investigación, y aunque lo gané, la publicación tampoco fue posible, pero no cundió el desánimo, ya que iniciado el siguiente año, el Ministerio de Cultura creó un nuevo premio de in-vestigación, en honor del Marqués de Lozoya, sobre artesanías presentes o pasadas, y entre sus bases esta-ba la publicación de la investigación realizada (figura

6), premio que obtuve afortunadamente, y finalmente logré mi propósito de publicar el trabajo.

Pero también fue una importante casualidad que en el jurado del premio se encontrara Natacha Sese-ña, experta ceramista, pero desconocedora de la car-pintería de lo blanco, quien pidió consejo a María Te-resa Pérez Higuera, medievalista reconocida, quien acababa de organizar un simposio internacional en Teruel, precisamente sobre carpintería mudéjar, y que no dudó en invitarme para exponer una ponencia sobre cualquier aspecto de la investigación realizada, en cuyo acto, al finalizar mi intervención, Manuel Casamar, uno de los asistentes me ofreció el libro pu-blicado por Báez Macías sobre el manuscrito de fray Andrés de San Miguel, el otro importante texto exis-tente sobre la carpintería de lo blanco.

Disponer de un segundo texto, escrito en América sin posibles influencias mutuas, y con un enfoque ra-dicalmente distinto del sevillano fue providencial

Figura 5Sorprendentemente mi primera publicación tuvo lugar en Alemania

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para confirmar lo averiguado, así como para corregir malas interpretaciones, pero la publicación carecía de una buena reproducción de los dibujos del manus-crito americano, por lo que inicialmente no pude sa-car demasiado en limpio del regalo recibido.

Aquel simposio de Teruel fue el primero de varios que se celebraron alrededor del arte mudéjar, a los que también fui invitado, y sin yo proponérmelo me introdujo en el mundo de la investigación universita-ria, descubriendo un ambiente en el que las opiniones siempre estaban coartadas por el principio de autori-dad y el miedo a las posibles repercusiones de las discrepancias con lo establecido en la promoción fu-tura de quien así opinara, algo que nunca me afectó al ser independiente del mundo universitario, algunos de cuyos miembros se escandalizaban con mis opi-niones de mero aficionado, sin currículum de histo-riador profesional.

No puedo dejar de mencionar el importante papel que en mi trabajo tuvo quien después sería mi socio,

José Luís Aranzadi, fallecido apenas hace un año, in-geniero de caminos, director de una empresa cons-tructora que incidentalmente abordaba negocios in-mobiliarios en los que fui su arquitecto, y que estaba fascinado por los trabajos de investigación de las ar-maduras que hube de recomponer para el malogrado Museo Nacional de Arte Hispanomusulmán de la Al-hambra. Tanto que cuando aquel proyecto se hizo realidad se presentó al concurso, arriesgando en su oferta por el enorme interés que tenía en ganarlo, ya que amigos comunes de otras empresas, como Huar-te o Dragados, ya me avisaron que aunque se presen-tarían por no hacerme un feo, su baja sería testimo-nial pues no veían claro que mi proyecto pudiera llevarse a cabo en el precio y plazo previsto.

Sin embargo el proyecto se culminó con éxito y Aranzadi acabó convenciéndome de que debíamos formar una sociedad para dedicarnos a vender techos

Figura 6Publicación tras recibir el Premio Nacional de Artesanía Marqués de Lozoya

Figura 7Folleto publicitario de Taujel, sociedad formada con José Luís Aranzadi, tras la intervención de su empresa en las obras de recuperación de varias armaduras en el que iba a haber sido el Nuevo Museo Nacional de Arte Hispanomu-sulmán de los altos del Generalife, en la Alhambra de Gra-nada

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de lacería a los árabes, producto que nos los quitarían de las manos y sería un gran negocio (figura 7). No estuvo nada acertado en el pronóstico, pero de esa idea nació Taujel, empresa carpintera que aun me obligó a trabajar con más motivación en nuestra pe-culiar carpintería histórica.

La primera cuestión que surgía de forma lógica era investigar que podía facilitar el incipiente mun-do de la informática aplicada a la fabricación de piezas repetitivas, que precisaban la máxima preci-sión en su ejecución, lo que requería mucho tiempo de mano de obra cuidadosa. Lógicamente, una car-pintería basada en unas leyes geométricas inaltera-bles, tendría que ser perfectamente compatible con una fabricación controlada por ordenador. Eso me hizo profundizar en las leyes del trazado de las om-nipresentes ruedas de lazo, hasta llegar a poder pro-gramarlas para que los complejos dibujos se pudie-ran hacer con la inestimable ayuda del ordenador. El primer logro fue conseguir que un plotter HP DIN A4 de dos plumillas dibujara una rueda de lazo y su desculatada en tan sólo veinte minutos…. Con ese primer programa y el mismo plotter se dibuja-ban y definían las coordenadas de cada punto que describía matemáticamente cada pieza, a fin de que en un taller mecánico, en los que ya existía el con-trol numérico, nos fabricaran plantillas de acero que permitían copiar las piezas con la precisión necesa-ria y en un tiempo record.

Pero si ya existía un control numérico para el tra-bajo en acero, ¿por qué no intentar encontrarlo para la madera?, por el momento era algo que aun no existía en el mercado hispano. En la primera feria de Valencia a la que acudimos apareció algo que tenía cierta relación con lo que buscábamos, pero destina-do a la fabricación de armarios modulares, pensada para trabajos de pequeña entidad, imposibles de adaptar a nuestras necesidades. Fue en la feria del si-guiente año donde vimos una máquina italiana que con ciertas transformaciones podría manejar nuestros maderas de seis o siete metros, y sus técnicos se ofre-cieron a tratar de adaptarse a nuestras necesidades. Fue un año de intercambios de faxes proponiendo ideas cuya viabilidad consideraban los italianos y poco a poco fue tomando forma la máquina que bau-tizaron como «la de hacer iglesias» (figura 8), y que finalmente un buen día llegó a España y que se cos-teó gracias al crédito de mi socio y especialmente a su entusiasmo y fe en nuestro futuro.

La realidad es que sufrimos las consecuencias de adelantarnos a los acontecimientos. Es cierto que la máquina reproducía a la perfección las piezas que Au-tocad dibujaba (figura 9), pero la entrada de datos era una tarea súper penosa. El contorno de la pieza había que introducirlo punto a punto en el ordenador de la propia máquina, algo que había que hacer en el taller escribiendo las coordenadas x e y de cada punto del contorno, añadiendo la velocidad de corte hasta el si-guiente punto y eligiendo el cabezal fresador que debía intervenir, lo que aparte del enorme tiempo requerido, era casi imposible de llevar a cabo sin cometer algún error, que después había que detectar en el programa, corregirlo y rezar para que no hubiera nuevos errores.

Figura 8Gracias a la colaboración de un fabricante italiano conse-guimos una máquina de control numérico, bastante adapta-da a nuestras necesidades para la realización de armaduras de lacería

Figura 9 Uno de los faldones del primer techo realizado con la má-quina de control numérico fabricada en Italia

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Nos pusimos en contacto con programadores que pudieran resolver el paso del dibujo de cada pieza al programa que manejaba la máquina, pero todo lo que conseguíamos es que nosotros les diéramos el dibujo de cada pieza que nos convertirían en el adecuado programa por un considerable precio para cada pieza a fabricar. El único problema es que dicha programa-ción costaba mucho más que nuestro hipotético bene-ficio. Tuve que dedicarme a desentrañar los archivos dxf de Autocad hasta que conseguí realizar nuestro propio programa de transformación de los dibujos en algo que la máquina comprendiera sin crear errores de introducción de datos. Es cierto que aquello fue un enorme trabajo adicional, pero finalmente la má-quina pudo llegar a amortizarse

Entre tanto, de nuevo la casualidad proporcionó una ocasión de poder conseguir una copia original del manuscrito americano, había recibido el encargo

de ocuparme de la parte dedicada a la carpintería para una exposición sobre el mudéjar, en dos salas del recién reconstruido Palacio de los Córdova en Granada, edificio que había recuperado una extraor-dinaria colección de sus artesonados originales. Se trataba del primer evento de los que se hicieron para conmemorar el 5º centenario del descubrimiento de América (figura 10), y qué mejor tema que mostrar las ilustraciones del manuscrito de fray Andrés, como ejemplo de las enseñanzas que los españoles llevaron al nuevo mundo, idea que fue muy bien acogida.

Pero a la vuelta del verano recibí la desagradable noticia de que todo el aparato institucional del esta-do, no había sido capaz de conseguir la copia del ma-nuscrito, por lo que en el escaso margen de tiempo disponible (la exposición como no podía ser de otra manera, se inauguraba el 12 de octubre), tuve que improvisar una maqueta didáctica del techo de la sala (figura 11) y una serie de paneles que explicaban como se pudo construir, precisamente el techo que cobijaba la sala en cuestión.

Una vez superado aquel evento, y ya con más tran-quilidad escribí a un compañero de mi hijo que había empezado un curso en una universidad californiana, para que me informara de los trámites que tendría que hacer para conseguir la anhelada copia del ma-nuscrito, y cuál no sería mi sorpresa cuando, apenas transcurridas un par de semanas, recibía, directamen-

Figura 10. Catálogo de la exposición realizada en Granada para iniciar los actos conmemorativos del Quinto Centenario del Descu-brimiento de América

Figura 11En el taller de San Rafael tuve que improvisar la construc-ción de una maqueta didáctica, que junto a una serie de pa-neles que incluían piezas de la misma, explicaba el sistema constructivo de la techumbre de la sala dedicada a la car-pintería mudéjar

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te enviado por la directora de la biblioteca Netti Lee Benson, de la Universidad de Austin, un microfilm del manuscrito, con la única condición de que en caso de publicar algo que hiciera referencia al mismo les enviara un ejemplar para su biblioteca (figura 12).

Poco a poco me empezaron a encargar restauracio-nes de artesonados de lacería, generalmente en obras de restauración de otros arquitectos que no habían in-cluido esos trabajos, o que estaban en marcha y no habían contemplado la restauración de alguna de es-tas obras carpinteras, por considerarlas excesivamen-te complejas.

También es cierto que fue una época en la que la madera apenas se apreciaba, aunque lógicamente no era el caso de la carpintería de lazo, pero ese escaso aprecio hacia la madera había hecho que la mayoría de los arquitectos no estuvieran preparados para afrontar su restauración, y cuando lo hacían conside-raban que la madera tan sólo era una carga muerta

que había que suspender de alguna estructura auxi-liar, generalmente metálica, sin pensar en su posible recuperación estructural.

A la vez que me iniciaba en la restauración monu-mental, iba comprobando que las estructuras de ma-dera eran recuperables con relativa facilidad, y dado que era una práctica que apenas otros hicieran, me fui convirtiendo en un raro especialista de una car-pintería más rara todavía, hasta entonces apenas apreciada, salvo algunos ejemplares de todos bien conocidos. Conforme se iba descubriendo un patri-monio más abundante de lo esperado, sentía la nece-sidad de realizar su inventario, algo que en el Minis-terio de Cultura tuvo una buena acogida, pero que

Figura 12Una vez dispuse del microfilm del manuscrito americano de fray Andrés de San Miguel, era necesario proceder a su estudio, tal como había llevado a cabo el del texto andaluz, trabajo que publicó el Colegio de Arquitectos de Málaga

Figura 13Antes de poder realizar un inventario de armaduras de lace-ría era imprescindible llevar a cabo una búsqueda bibliográ-fica y documental de cuantos datos pudieran orientar sobre la entidad de los objetos a inventariar, así como de su locali-zación

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planteaba un serio problema: el total desconocimien-to de cuanto material había que inventariar.

Por pura lógica el trabajo se limitó a establecer las bases para poder realizar dicho inventario (figura 13), en principio de armaduras de lacería, algo que sacó a relucir cientos y cientos de armaduras de todo tipo, especialmente repartidas por el que fue el reino de Castilla (figura 14). No menos sorprendente fue constatar que tan sólo en la provincia de Lugo apare-cieron más de 1.200 techumbres de madera realiza-das para quedar vistas. Aquello me demostró que a pesar del desconocimiento de la espectacular carpin-tería de lazo, aun más desconocida era nuestra car-pintería histórica, totalmente ignorada y que requería un estudio sin el cual era imposible entender como algo tan especial pudo haber surgido en nuestro país.

Una vez realizadas las bases del inventario, el si-guiente trabajo sería iniciarlo, distribuyéndolo entre las distintas comunidades que acababan de formarse, pero éstas, en vez de colaborar preferían hacer las cosas a su manera, pero sobre todo, lo menos posible que viniera impuesto por la administración central.

Figura 14Los resultados del trabajo del preinventario desvelaron que el reino de Castilla poseyó una enorme riqueza de este tipo de patrimonio, dato hasta entonces prácticamente descono-cido

Figura 15La carpintería de lazo era el principal objeto de los estudios realizados, pero su inventario, sin conocer a qué técnica carpintera correspondía no tenía mucho sentido. Era evi-dente que quienes fueran a trabajar en el previsto inventario deberían tener unos mínimos conocimientos de nuestra car-pintería histórica. Con ese fin se preparó este libro

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Pero al menos, se había planteado como parte del mismo la necesidad de escribir un libro, que además de introducirnos en la ignorada carpintería histórica, sirviera de manual a quienes fueran a acometer los trabajos del pretendido inventario, y ese fue mi pri-mer trabajo dedicado al conjunto de nuestra carpinte-ría de armar (figuras 14, 15), tarea en la que una par-te importante, y ciertamente compleja, fue la de componer un léxico de carpintería que tratara de reu-nir los términos ya conocidos, con muchos ignorados

encontrados en textos antiguos, actas notariales, etc. que en ocasiones cobraban un significado claro y en otras era imposible determinar con certeza a que se referían (figura 16), pero al menos se dejaba constan-cia de sus posibles significados en función del texto en el que se encontraban.

Mientras tanto acudía a cuantas restauraciones su-piera que incluían la presencia de un artesonado, ya fuera contratado para ello, o como simple curioso, haciendo kilómetros y kilómetros, tratando de apren-

Figura 16Un importante contenido del libro era un léxico que tratara de unificar o aclarar el sentido de muchos términos, cuyo uso veíamos con frecuencia incorrectamente utilizados

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der cuanto fuera posible de nuestra peculiar carpinte-ría, y en cada nueva armadura que veía aprendía algo de lo que hasta entonces no tenía la menor noticia (figura 17). Eran demasiados siglos de ejercer un oficio para que todo se hiciera según las reglas que nos legó López de Arenas.

En los comienzos de mis investigaciones también sufrí un serio percance que estuvo a punto de llevar-me de este mundo. Una intervención quirúrgica en la que apareció un estafilococo dorado con aviesas in-tenciones. Logré superarlo tras pasar un par de veces más por los quirófanos, estando casi un año recluido entre mi casa y las clínicas de rehabilitación, pero al menos en ese tiempo pude hacerme con cuantos li-bros tratasen de la para mi recién descubierta carpin-tería, intentando entender su aparente relación con la cultura árabe, de la que todos los historiadores afir-maban que procedía.

Y lo más sorprendente es que cuanto más investi-gaba, menos relación encontraba entre nuestra car-

pintería y lo realizado en los territorios del Islam. Es innegable que la geometría empleada en su decora-ción tenía su origen en la Turquía seleucida, pero poco más. Y por el contrario, encontraba enormes si-militudes con la carpintería realizada en el norte de Europa.

Al comentar esto último con el arquitecto sevilla-no Rafael García Diéguez, se acordó de un libro suyo, escrito por un carpintero inglés en las primeras décadas del siglo XX (figura 18), en el que recorda-ba haber visto algo similar a la forma de trazar una armadura según las recetas de López de Arenas que yo le contaba, y tras fotocopiarme el texto en cues-tión pude comprobar que hasta aquel momento los carpinteros ingleses usaban los mismos métodos que nuestros carpinteros de los siglos XVI y XVII, algo que no podía ser una mera coincidencia.

Por aquel entonces la Universidad de Alcalá que ha-bía recuperado su docencia, había recibido un impor-tante conjunto de edificios que, o habían sido ocupa-

Figura 17Para poder explicar la carpintería que investigaba necesité realizar muchos dibujos, para los que tenía que imaginar la técni-ca constructiva empleada en función de los textos estudiados. Este dibujo despertó el interés de la Consejería de Cultura de Castilla y León hasta el punto de promover la restauración de la armadura representada. Cuando ésta se produjo acudí a ver las obras para poder comprobar la fiabilidad del dibujo realizado, al que tan sólo tuve que añadir la pieza de madera que unía la cúspide de la armadura con el centro de su almizate

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dos hasta entonces por el ejército, o se encontraban en ruinas, y fui requerido para intervenir en varias de sus estructuras de madera, restaurando artesonados o sim-ples estructuras de cubierta, en mejor o peor estado, o incluso proponiendo nuevas soluciones para proble-mas de lo más diverso, pero siempre con la madera como protagonista (figura 19). También se me pidió que impartiera en la capilla de San Ildefonso el primer curso monográfico sobre armaduras de lacería, que re-petiría más o menos ampliado, en Quito, en Cartagena de Indias, en La Laguna, o en la Habana, y por su-puesto me tocó intervenir en cuanto máster de restau-ración fue surgiendo por toda España.

La preparación de tantos cursos iba incorporando la experiencia de las intervenciones que realizaba, algo que en poco más de quince años estaba dejando mi libro de la carpintería de armar bastante obsoleto, por lo que no me quedó más remedio que acometer una importante revisión del mismo, cuyo contenido aumento cerca de un cincuenta por ciento, tanto la

parte correspondiente a la descripción de nuestra car-pintería, como la del léxico que contenía (figura 20).

Una experiencia didáctica interesante fue la inter-vención en el Aula de Rehabilitación del Casco His-tórico de Santiago de Compostela, iniciativa del ar-quitecto Xerardo Estevez, cuando era alcalde de la ciudad, donde acudíamos puntualmente cinco arqui-tectos entre los que se encontraba Ricardo Aroca, en-tonces director de la Escuela de Madrid, quien me pi-dió que me incorporara a ella para impartir una asignatura relacionada con la madera, para que los estudiantes empezaran a tener algún contacto con el olvidado material, algo que tanto en restauración mo-numental como en rehabilitación, obligaba a los ar-quitectos a enfrentarse con la madera.

Y allí estuve diez años hasta que nuestro sistema educativo me echó por viejo.

La experiencia de la Escuela me hacía evidente que en nuestros días era muy difícil hacer ver el im-portante papel que el carpintero tuvo en la Edad Me-

Figura 18Esta página de un libro inglés sobre la forma de realizar armaduras de pares mostraba unas enormes coincidencias con lo explicado por López de Arenas o fray Andrés de San Miguel en sus manuscritos

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dia, ya que su papel hoy se asimilaba al del carpinte-ro actual, que tan sólo es uno más de los muchos oficios que intervienen en la construcción. En nues-tro país ha existido una rica tradición carpintera, ló-gicamente surgida en las zonas abundantes en bos-ques, especialmente en el rincón noroeste de nuestra península, tradición que ha convivido con la dedica-da a levantar fábricas, de influencia principalmente romana, más relacionada con nuestras costas medite-rráneas. Por ello, en nuestros territorios, carpinteros y alarifes se repartían las competencias edificatorias, pero entre los carpinteros había que distinguir entre distintos gremios: los de lo blanco, especializados en todo lo relacionado con la construcción de edificios, los ensambladores o entalladores, constructores prin-cipalmente de retablos, los de lo prieto (en su acep-ción de negro), dedicados a la construcción de ca-rros, aperos de labranza, molinos y cuestiones industriales y los vigoleros, o constructores de ins-trumentos musicales.

Y entre los de lo blanco, sólo el grado de geomé-trico, el más alto del escalafón, tenía las competen-cias de los actuales arquitectos e ingenieros. Expli-car cómo se ejercía este oficio en tiempos pasados no era sencillo, precisamente por la imagen que hoy se tiene del carpintero, y era algo que quería dejar escrito. También se me reclamaba la reedición de mi primer libro, la carpintería de lo blanco, algo que me planteaba un problema de difícil solución, ya que cuando lo escribí nada sabía de la carpintería histórica y jamás me hubiera atrevido a discutir lo que López de Arenas, (quien entonces era «mi maestro») planteaba en su manuscrito, algo que hoy puedo juzgar con suficiente conocimiento de causa. Por otra parte, aquella primera edición carecía del facsímil del carpintero sevillano, que la Editora Na-cional se negó a incluir por el hecho de que ya lo había publicado Gómez-Moreno, pero éste tan sólo sacó a la luz quinientos ejemplares, por lo que quien leyera mi texto difícilmente podría conseguir uno de ellos para cotejar los razonamientos directa-mente relacionados con los dibujos del manuscrito, lo que para una nueva edición del trabajo considera-ba imprescindible incluir su reproducción facsímil, tal como hice cuando publiqué el manuscrito de fray Andrés de San Miguel.

Era lógico que emprendiera una revisión de aquel primer texto, y de alguna forma quería aclarar, tanto como fuera posible, el papel del carpintero medie-

Figura 19La Universidad de Alcalá de Henares inició una sistemática recuperación de las estructuras de madera de sus antiguos edificios, y también apostó decididamente por este material en muchos de sus proyectos de rehabilitación

Figura 20Más de diez años realizando restauraciones me proporcio-naron muchos datos desconocidos cuando abordé mi libro sobre la carpintería de armar española. La necesaria revi-sión de una nueva edición aumentó en cerca de un cincuen-ta por ciento el contenido del primer libro

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val. Tenía muchos datos recogidos, pero como no soy historiador, me falta el hábito de apuntar la pro-cedencia de cada dato que encuentro, lo que me ha-cía muy complicado incluir las citas necesarias que refrendaran cada opinión o comentario que quisiera incluir, por lo que decidí renunciar al formato rigu-roso en cuanto a las referencias «ambientales» por más que el texto lo basara en cuantos datos históri-cos habían pasado por mis manos, y junto a cada capítulo destinado a explicar los textos de López de Arenas, o de fray Andrés de San Miguel, me inventé una fantástica historia de la vida de un carpintero, que me permitía, capítulo a capítulo, relacionar el relato inventado de su vida, con el planteamiento técnico. El resultado fue el Nuevo tratado de la car-

pintería de lo blanco y la verdadera historia de Enri-que Garavato, carpintero de lo blanco y maestro del oficio (figura 21), que nada tiene de verdadera, sal-vo por el salpicado de datos que voy introduciendo al hilo del argumento.

Toda la investigación que a lo largo del tiempo me he visto obligado a realizar siempre tuvo una impor-tante ayuda en mi taller carpintero, donde también he construido numerosas maquetas que han sido una ayuda crucial para entender los verdaderos proble-mas del carpintero al ejecutar las obras.

Precisamente la maqueta que tuve que improvisar para aquella exposición del arte mudéjar en Grana-da fue la que me mostró una eficaz forma de inves-tigar nuestra carpintería histórica, algo que puse en práctica siempre que surgió la oportunidad. Entre las maquetas realizadas personalmente se encuen-tran la de la armadura que cubre la escalera del ar-chivo histórico provincial de Toledo, la de la nueva techumbre para la iglesia de Macotera en la provin-cia de Salamanca, la de la armadura de cinco paños que describe fray Andrés de San Miguel en su ma-nuscrito, la de la techumbre de mocárabes del Pala-cio del Infantado de Guadalajara (figura 22), dos realizadas para la reconstrucción del chapitel de la Iglesia de la Solana, otra para explicar la técnica constructiva de la carpintería de lazo, en una expo-sición celebrada en el pabellón Villanueva del Jar-dín Botánico, o la última realizada para explicar las

Figura 21Mi nuevo tratado de la carpintería de lo blanco me permitió realizar una revisión de lo escrito hasta entonces, apoyado por más de veinte años de intervenciones en estructuras car-pinteras históricas, y al tiempo tratar de reflejar el impor-tante papel del carpintero en la construcción medieval

Figura 22Techumbre de mocárabes del Palacio del Infantado de Gua-dalajara

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obras de restauración del artesonado del presbiterio de la iglesia del convento de Santa Isabel la Real de Granada, y también la maqueta que explica el siste-ma constructivo de la armadura de la Sinagoga del Tránsito, si bien de esta tan sólo realicé los planos de sus distintos componentes, para que Juan de Dios de la Hoz pudiera llevarla a cabo con su recién estrenado control numérico.

Y como colofón de estas inquietudes un buen día me encontré leyendo un discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, con una nueva reivindicación del papel de los carpinteros en la arquitectura (figura 23), acto que me recuerda que los proyectos de futuro tengo que empezar a susti-tuirlos por los de presente, para los que lamentable-mente ya me va quedando menos tiempo del real-mente creo que voy a necesitar.

PUBLICACIONES

LIBROS

La Carpintería de lo blanco. Lectura dibujada del primer manuscrito de Diego López de Arenas. Madrid: Ministe-rio de Cultura (Premio Nacional de Artesanía Marqués de Lozoya 1981), 1985.

La carpintería de armar española. Madrid: Ministerio de Cultura. Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1989.

La carpintería de lazo. Lectura dibujada del manuscrito de fray Andrés de San Miguel. Málaga: Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Oriental. Delegación de Mála-ga, 1990 (Premio de Investigación y Publicaciones del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid).

La carpintería de armar española. 2a edición, revisada y ampliada. Madrid: Editorial Munilla Lería, 2000.

Nuevo tratado de la carpintería de lo blanco, con la verda-dera historia de Enrique Garavato, carpintero de lo blanco y maestro del oficio. Madrid: Editorial Munilla Lería, 2001 (Premio Internacional De Investigación Gar-cía Diego, 2000 Fundación Juanelo Turriano).

Dibujo, geometria y carpinteros en la arquitectura. Discur-so de Ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid: 2010.

Colaboraciones en libros con otros autores o en actas de congresos

«Restauración de la carpintería mudéjar siguiendo las reglas dictadas por López de Arenas en 1619». En Actas del II Simposio Internacional de Mudejarismo. Instituto De Estudios Turolenses, CSIC. Teruel: 1981.

«Prólogo de la edición facsímil de la Carpintería de lo Blanco de diego López de arenas». (Colección de los diez primeros libros de arquitectura en España). Valencia: Albatros Ediciones, 1982.

«Catálogo sobre la carpintería». Gran Exposición del Arte Mudéjar, celebrada con motivo del Quinto Centenario del Descubrimiento de América. (Granada, Palacio de los Córdova). Granada: 1983.

«Notas para una historia de la carpintería española».En La madera en la conservación y restauración del patrimonio cultural. Madrid: Ministerio de Cultura, 1985.

«Estructuras adinteladas. La madera». En Curso de mecáni-ca y tecnología de los edificios antiguos, ed. por A. Mas-Guindal. Madrid: Colegio Oficial de Arquitectos de Ma-drid, 1987.

«Las cubiertas de madera en los edificios antiguos». En Re-habilitación y ciudad histórica. Sevilla: Colegio Oficial de Arquitectos de Andalucía Occidental, 1988.

Figura 23En mi entrada en la Academia de Bellas Artes no podía de-jar de hacer un homenaje al papel jugado por los carpinte-ros en la construcción histórica

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«La carpintería de madera ejemplos de actuaciones». En Rehabilitación y ciudad histórica. Sevilla: Colegio Ofi-cial de Arquitectos de Andalucía Occidental, 1988.

«La carpintería hispano-musulmana». En Primeras jorna-das de cultura islámica: Al-andalus, ocho siglos de histo-ria (1987). Toledo: Instituto Occidental de Cultura Islá-mica, 1990.

«Influjo del tejido en la decoración musulmana». En Prime-ras jornadas de cultura islámica: Al-andalus, ocho siglos de historia (1987). Toledo: Instituto Occidental de Cultu-ra Islámica, 1990.

«Restauración del Convento de Santa Clara». En Monumen-tos y proyecto. Jornadas sobre criterios de intervención en el Patrimonio Arquitectónico. Madrid: Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, 1990.

«Características intrínsecas de la madera: diseño y cálculo». En Curso sobre la madera y la piedra en los monumen-tos. Dirección General de Cultura de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Comunidades de Cas-tilla la Mancha, 1991.

«Intervención en armaduras resistentes de madera, tipologías y patologías asociadas». En Curso sobre la madera y la piedra en los monumentos. Dirección Gene-ral de Cultura de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, 1991.

«La técnica de la carpintería de lo blanco en España y América». En Formación profesional y artes decorativas en Andalucía y América. Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura y Medio Ambiente, 1991.

«Un ejemplo de rehabilitación de cubiertas: las armaduras del Palacio de Mañara». En I Curso de Construcción en Madera. Sevilla: Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Sevilla, Demarcación en Sevilla del COAAO, 1991.

«Consideraciones sobre la supuesta economía de la carpintería mudejar». En Actas del IV Simposio Interna-cional de Mudejarismo: Economía. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses CSIC, 1992.

«Distribución de techumbres de madera en España». En Ac-tas del IV Simposio Internacional de Mudejarismo: Eco-nomía. Teruel: Instituto de Estudios Turolenses CSIC, 1992.

Artesonados de Toledo. Toledo: Colegio Oficial de Apareja-dores y Arquitectos Técnicos de Toledo, 1992. (En cola-boración con Femando López, Pascual Úbeda, Ventura Rodríguez e Ildefonso Torreño).

«La carpintería hispanomusulmana en el Renacimiento andaluz». En Arquitectura del Renacimiento en Andalu-cía: Andrés de Vandelvira y su época (exposición). Sevi-lla: 1992.

«Bóveda de madeira da nave da igrexa do Santuario da Virxe das Ermidas en Ourense». En Santuario da Virxe das Ermidas. Cadernos do Restauro, coordinado por Do-lores Vila Jato. Ourense: Xunta De Galicia, 1992.

«Las Armaduras de la Casa de Mañara». En Casa Palacio De Miguel De Mañara. Sevilla: Junta de Andalucía. Consejería de Cultura y Medio Ambiente, 1993.

«La carpintería en España y América a través de los tratados». En Mudéjar Iberoamericano: una expresión cultural de dos mundos. (Monográfica Arte Y Arqueolo-gía Universidad De Granada). I. Henares Y R. López Guzmán, eds. Granada, Universidad de Granada, 1993.

«La carpintería de laceria española». En La Madera. Barce-lona: Blume, 1994.

«Una armadura oculta en Fuentidueña de Tajo». En Libro-guía del visitante de la iglesia de San Andrés Apóstol. Alcalá de Henares: Obispado de Alcalá de Henares y Excmo. Ayuntamiento de Fuentidueña de Tajo, 1994.

«Hipotese sobre o seu estado primitivo» (Del retablo de Cornelis de Holanda de la catedral de Lugo). En O anti-guo Retablo Mayor da Catedral de Lugo (Cadernos Do Restauro). Santiago de Compostela: Xunta de Galicia, 1995.

«La carpintería de armar castellana, su influjo islámico y su exportación al Nuevo Mundo». En Catalogo de la Expo-sición Mudéjar Iberoamericano: Del Islam al Nuevo Mundo. Málaga: 1995.

«Prólogo». En De Ars Lignea. Las iglesias de madera en El País Vasco. Bilbao: Diputación Foral de Vizcaya, 1996.

«La madera y sus sistemas constructivos». En Actas de As Actuacions no Patrimonio Construido, un Diálogo Inter-disciplinar. Santiago De Compostela: Xunta De Galicia, 1996.

«Prólogo». En Armaduras de cubierta por Miguel Fernán-dez Cabo. Valladolid: Colegio Oficial de Arquitectos de León, 1997.

«La madera en las catedrales: estructuras de madera sobre bóvedas». En Jornadas Técnicas de Conservadores de Las Catedrales. Las Catedrales de España. Alcalá de Henares: Máster de Restauración y Rehabilitación del Patrimonio, 1997.

«La madera en la arquitectura». En Master de Restauración y Rehabilitación Arquitectónica del Instituto Español de Arquitectura (Universidades De Alcalá Y Valladolid). Madrid: Munilla Lería, 1999.

«La carpintería de lo blanco y las armaduras mudéjares». En Historia de las Técnicas Constructivas en España. Madrid: Grupo FCC, 2000.

«Prólogo». En De la techumbre mudéjar de la catedral de Tlaxcala, México de Olga Lucía González y Gilberto Buitrago Sandoval. Bogotá: 2000.

«Las estructuras de madera en la época medieval». En Ars Mechanicae. Ingeniería medieval en España. Madrid: Ministerio de Fomento y Fundación Juanelo Turriano, 2008.

«Carpintería de lo blanco». En La catedral de Santa María de Cuenca. Tres décadas de intervenciones para su con-servación. Cuenca: Fundación ACS, 2009.

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«La recomposicion de la armadura de lazo». En Santa Ma-ría del Castillo, Perales de Tajuña. Editorial Ephemera, 2008.

«La carpintería de lo blanco a través de la imagen». En Carpintería de armar. Técnica y fundamentos histórico-artísticos. Málaga: Servicio de Publicaciones de la Uni-versidad de Málaga, 2012.

Artículos en revistas

«Los cartabones como instrumento exclusivo para el traza-do de lacerías». Madrider Mitteilungen 23, 1982: 372-247.

«Design and inlay work by hispanic carpenters». Environ-mental Design (Islamic Environmental Design Research Centre, Roma Carucci Editores) Nº 7, 1987.

«Sobre el pavimento del patio de los leones». Cuadernos De La Alhambra (Patronato De La Alhambra y Generali-fe, Granada) Nº 22, 1987.

«Inventario, catalogo y restauración de la carpintería mudé-jar». Cuadernos De La Alhambra (Patronato De La Al-hambra y Generalife, Granada) Nº 26, 1990.

«Una hipótesis sobre la techumbre de la iglesia de San Mi-llán de Segovia». Estudios Segovianos (Instituto Diego de Colmenares. Excma. Diputación Provincial de Sego-via. CSIC) Tomo 33, Nº 89, 1992.

«La madera. Aspectos positivos y negativos de su empleo en la isla de la Cartuja». Diseño Interior Nº de Mayo de 1992.

«La armadura de lazo de la madrileña iglesia de San Pe-dro». Academia. Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Femando, Nº 79, 1994.

«Geometría del lazo y carpintería». Éntasis. Cuadernos de Arquitectura de la Cátedra Ricardo Magdalena (Institu-ción Fernando El Católico, CSIC), Zaragoza, 1995.

«Tradición innovadora arquitectura moderna y construcción en madera». Arquitectura Viva, Nº 48, 1996.

«El lazo en la carpintería española». Madrider Mitteilun-gen, Nº 40, 1999.

«Mi encuentro con la carpintería hispanomusulmana». Cua-dernos de La Alhambra, Nº 41, 2005.

«Tradición recuperada, la madera en la España actual». Ar-quitectura Viva, Nº 137, 2011.

«Arte en la Industria». Plataforma Open Access De Revis-tas Científicas Electrónicas Españolas E Iberoamerica-nas CSIC. Madrid, 2013

«Visita de Garavato a La Alhambra». Calle Elvira, 2013.«El reto del maestro anónimo». Restauro, Revista Interna-

cional del Patrimonio Histórico, Nº 11, 2013.«Comienzo de los trabajos» (continuación de ‘El reto del

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«Carpinteria, madre de la arquitectura». Seminario Cemco, Madera Construcción Proyecto Y Ejecución De Obras Con Madera. Experiencias En Obra Y Rehabilitación, 2015.

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