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  • DOCENCIA N 37 MAYO 200926

    R E F L E X I O N E S P E D A G G I C A S

    Fotografa Unesco

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    SMemoria, oralidad

    y escrituraUna mirada diferente y desafiante es la que nos entrega en este artculo el destacado

    acadmico de Historia y Antropologa, Jos Bengoa, quien nos invita a reflexionar sobre la relacin entre el trascendental rol de la oralidad para los pueblos originarios y los efectos

    que ha conllevado, tanto para la historia como para la educacin, el intentar traspasar esos saberes al testimonio escrito, bajo la mirada de la cultura occidental.

    Jos Bengoa1

    Quisiera tratar la compleja relacin entre memoria, oralidad y escritura, en par ticular cuando se plantea el tema de la Educacin Intercultural Bilinge en Chile. Me apasiona el tema por varios motivos. Uno evidente es que la Antropologa se ha dedicado histricamente al estudio de los pueblos y sociedades que no tienen tradicin escrita sino oral o predominantemente oral, por lo tanto me preocupa comprender la relacin entre la palabra escrita, en

    par ticular la memoria plasmada en la escritura y la oralidad, la memoria reproducida oralmente. Para iniciar estas reflexiones, uno se puede preguntar si en estos tiempos de globalizaciones, modernizacin compulsiva de nuestras sociedades, hay espacio para la oralidad pura, para la transmisin oral de la memoria o, por el contrario, estas sociedades grafas estn condenadas a reemplazar su oralidad por la memoria o el testimonio escrito.

    MEMORIA, ORALIDAD Y ESCRITURA

    1 Jos Bengoa, estudi filosofa y postgrados en Antropologa y Ciencias Sociales. Actualmente es profesor de las escuelas de Antropologa e Historia de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Santiago de Chile. Ha sido profesor invitado en la Universidad Catlica del Per, Catlica de Quito, Autnoma de Mxico, Indiana (Estados Unidos), Cambridge (Inglaterra). Ha dictado ctedra en la Universidad de Pars, y desde el ao 2000 dicta clases en el Master de Estudios Amerindios de la Universidad Complutense de Madrid. El ao 2009 ha ejercido en la Universidad de Leiden en Holanda. Entre sus libros se encuentra, Historia del pueblo mapuche (Lom Ediciones. 7, Edicin, 2008), La emergencia indgena en Amrica Latina (Fondo de Cultura Econmica, 2 Ed. 2007), Historia de los antiguos mapuches del sur (Catalonia, 2 Ed. 2007.), La Comunidad reclamada (Catalonia, 2006), El Tratado de Quiln (Catalonia, 2007), e Historia de un Conflicto, los mapuches y el estado nacional (Editorial Planeta, 3 Ed. corregida y aumentada, Santiago, 2008).

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    Un segundo motivo para incursionar en este tema es la exigencia que se les plantea a muchas cul-turas tradicionales, como las indgenas de nuestro pas, de traspasar los lmites de la oralidad y pasar a formas escritas de comunicacin, o a lo menos buscar com-binaciones entre ambas. En la medida que existe una demanda de, por ejemplo, educacin intercultural y bilinge, se requieren textos de estudio; es necesario incluso inventar un alfabeto, publicar textos escolares, esto es, estamos presenciando una de las grandes transformaciones que ha tenido la humanidad, el paso de la oralidad a la escritura, y todo a nuestra vista y paciencia.

    Pero para complejizar ms an la cuestin, todo este proceso se produce en un contexto marcado quiz por el ocaso del monopolio del libro como so-porte de la escritura. Digo monopolio, no porque el libro vaya a desaparecer, sino que se resignifica frente a la aparicin de los medios audio-visuales, la escritura rpida y des-echable del chateo por Internet, y la neo oralidad de la televisin, los megatextos y la popularizacin (democratizacin tambin) del fenmeno visual digital. El libro y el peridico se refugian en las elites, volviendo en una suerte de revisita fantasmal del pasado, al tiempo de los mandarines en que la escritura era el monopolio de las elites del poder, y la lectura de los libros de las personas de la alta cultura.

    Voy a tratar de sealar, en primer lugar, la resis-tencia de los pueblos indios frente a la escritura y en particular al libro como fuente nica de transmisin de la memoria. En un segundo momento, el triunfo y la primaca de la historia escrita y la sumisin de las memorias subalternas y, a veces olvidadas en los m-bitos de resistencia y del privado. Y en un tercer mo-mento, que lo estamos viviendo, la recuperacin de los fragmentos de la memoria oral y su necesario traspaso a la oralescritura; la recuperacin de la memoria y su inevitable fijacin en el texto escrito. Pienso que la an-tropologa que ha acompaado en sus fases silenciosas a las culturas grafas tiene una enorme responsabilidad y desafo en esta aventura que se abre a nuestra vista.

    1. El libro y el poder

    El primer desencuentro entre la escritura y la oralidad se produjo en el mundo andino al llegar el Conquistador con su hueste a la ciudad de Cajamarca. Por empinados cerros y piedras que les rompan las herraduras a los caballos, los europeos van ascendiendo a la sierra, anunciados de que el Inca tomaba sus baos en las afamadas aguas cajamarquinas. Llenos de temor por lo desconocido, deciden entrar y, en unas casas frente a la Plaza, se atrincheran, dice Cieza de Len. Voy a omitir las variantes de otros autores, aunque son hermosas y visuales (como la de los dos caballeros Hernando Pizarro y Sebastin de Benalczar que corriendo en sus caballos llenos de cascabeles visitan al Inca en su campamento y sorprenden a los all reunidos con su estrafalario aspecto). Al da siguiente entra el Inca con toda su corte, procesin maravillosa que llena de admiracin a los espaoles

    que observaban desde sus guaridas con las cuerdas de sus mosquetes encendidas. Sigo ahora a Huamn Poma quien nos dice que entra Fray Vicente llevando en la mano izquierda una cruz y en la derecha el breviario, y le dice al dicho Atahualpa Inga que es tambin embajador y mensajero de otro seor muy grande, amigo de Dios, y que fuese su amigo. El Inca, que era muy culto, se compadece de

    que al fraile se le hubiese muerto su Dios en una cruz y le dice con cario y cierto orgullo, que no tiene que adorar a nadie sino al sol que nunca muere (hay una versin que dice que seala hacia el cielo donde estaba el brillante sol de los Andes) y pregunt el dicho Inga a fray Vicente quin se lo haba dicho, responde Fray Vicente que se lo haba dicho el libro y dijo Atahualpa: dmelo a m el libro para que me lo diga, y as se lo dio y lo tom en las manos, comenz a hojear las hojas del dicho libro y dice el dicho Inga: que como no me lo dice ni me habla a m el dicho libro, hablando con grande majestad, asentado en su trono, y lo ech el dicho libro de las manos el dicho Inga Atahualpa.

    El libro tiene algo de mgico. Uno va a las libreras y los hojea buscando que le digan algo, imaginando el momento que lo leer y se le abrir un mundo nuevo. Muchas veces en la historia se han

    ...estas sociedades grafas estn condena-das a reemplazar su ora-lidad por la memoria o el testimonio escrito.

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    quemado libros porque se ha supuesto que van a decirle cosas indebidas a las personas. La historia est llena de Torquemadas.

    El cura Valverde se da vueltas indignado al ver que su libro, el Breviario, ha sido tirado al suelo. Observa a los espaoles que miraban la escena y dice a gritos: Aqu caballeros, con estos indios gentiles, son contra nuestra fe. Pizarro y Almagro dieron voces y dijeron: Salgan caballeros estos infieles que son contra nuestra cristiandad y de nuestro emperador y Rey... demos en ellos. Dice Huamn que comenzaron a matar indios como hormigas.

    Maldita aparicin del libro en Amrica. Va junto, en un sndrome difcil de comprender, con la cruz, la espada y los mosquetes. El poder simblico de la memoria escrita con el poder militar y religioso.

    El baile de los guerreros

    No ha sido cariosa la relacin entre los pueblos grafos y el libro. Ha sido una relacin compleja. Ha habido un permanente menosprecio por parte de la cultura occidental, llena de papeles y documentos, por la memoria oral, considerada dbil, poco segura, ingenua, en fin, primitiva, al decir de las teoras evolucionistas. La historia se fue escribiendo, dejando a la transmisin oral relegada a los rincones del pueblo, a zonas olvidadas, a espacios menospreciados por la alta cultura. Los folkloristas se han dedicado por dcadas a rescatar estas tradiciones no escritas de nuestra cultura. Al hacerlo, por lo general, las momifican, las parcelan, le quitan su fuerza rotunda, la oralidad.

    En los pueblos indios la escritura fue vista como opresin, con desconfianza. Hay un pasaje que siempre me ha impresionado y que relata Gonzlez de Njera. Cuando se han destruido las ciudades del sur de Chile a fines del siglo diecisis, despus del llamado desastre o ahora victoria de Curalava, dice el cronista que los araucanos o mapuches festejan lo ocurrido. Cuenta que usaban para sus bailes unas grandes capas de cuero a las que les pegaban, como plumas de aves, las pginas arrancadas a los breviarios, biblias y misales que haban sacado de las iglesias. Tambin utilizaban en sus trajes los edictos reales, los ttulos de propiedad y de encomiendas que el Rey entregaba por mano

    de sus escribanos a los conquistadores. Uno puede imaginar, esos trajes surrealistas de hojas de papel Biblia, que se movan al ritmo del purrn alrededor del Rehue o en las fogatas que calentaban el fro de las noches en la Araucana.

    Ese baile de los guerreros es un acto de reversin de la primaca de la oralidad sobre la escritura. Se mofan de la escritura, la ven relacionada con el poder, con la Conquista, con la dominacin.

    Porque Historia Oral exista. El Frai