reflexiones en el camino de la meditación

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PRIMERA PARTE

Aproximarse al Camino

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uede resultar tentador pensar que comprendemos la reli-gión, puesto que está profundamente arraigada en nues-tro acervo cultural. No obstante, sería bueno reflexionar

sobre su verdadero propósito, su meta o su finalidad. Hay quienes consideran la religión como una creencia en uno

o varios dioses, con lo cual la religión se identifica con la acti-tud teísta como una forma o convenio religioso determinado. Amenudo, las religiones teístas estiman que el budismo es una re-ligión atea y, a veces, ni siquiera una religión. Se lo consideracomo una filosofía o una psicología porque no tiene un punto devista teísta. El budismo no está basado en opiniones metafísicaso doctrinales, sino en una experiencia que es común a toda la hu-manidad: la experiencia del sufrimiento. La afirmación budistaes que mediante la reflexión, la contemplación y la comprensiónde la experiencia humana común, podemos trascender todos losengaños mentales que originaron el sufrimiento humano.

La palabra “religión” viene de la palabra latina “religio”, quesignifica vínculo. Sugiere un vínculo con lo divino en el que seengloba todo nuestro ser. Una persona verdaderamente religiosaes aquélla que se vincula con lo divino, o con la realidad última,comprometiendo todo su ser con ese vínculo hasta el punto dehacer posible una realización última. Todas las religiones tienenpalabras como “liberación” y “salvación”. Las palabras de estanaturaleza expresan la liberación del engaño –una libertad com-pleta y total– y la comprensión absoluta de la realidad última. Enel budismo lo llamamos Iluminación.

1. ¿Es el Budismo una Religión?

PP

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Reflexiones en el Camino de la Meditación

Comprender la naturaleza del sufrimiento

Lo que el budismo nos propone es la reflexión en la expe-riencia del sufrimiento, puesto que el sufrimiento es lo que te-nemos en común todos los seres. El sufrimiento no se refiereúnicamente a las grandes tragedias o desgracias, sino también aldescontento, la infelicidad y la decepción que experimentamostodos los seres humanos en multitud de ocasiones a lo largo denuestras vidas. El sufrimiento es común a hombres y mujeres, aricos y pobres. Cualquiera que sea nuestra raza o nacionalidad,ése es nuestro vínculo común.

Por tanto, en el budismo al sufrimiento se le llama verdad no-ble. No es una verdad última. Cuando el Buda enseñó el sufri-miento como una verdad noble, no era su intención que nos atá-ramos al sufrimiento y que creyéramos en él ciegamente comosi fuera una verdad última. En su lugar, nos enseñó a utilizarlocomo una verdad noble en la que reflexionar. Contemplamos:¿Qué es el sufrimiento?, ¿cuál es su naturaleza?, ¿por qué su-fro?, ¿en qué consiste el sufrimiento?

Entender la naturaleza del sufrimiento es una comprensiónimportante. Contempla el sufrimiento de acuerdo con tu propiaexperiencia de la vida. ¿Cuánto tiempo dedicas a tratar de evitaro deshacerte de algo desagradable o indeseable? ¿Cuánta ener-gía dedica nuestra sociedad a la búsqueda de la felicidad y elplacer, intentando apartarse de todo lo que resulta desagradablee indeseable? Puede que a veces experimentemos una felicidadmomentánea, o nos quedemos extasiados por un momento; a es-to lo llamamos no sufrimiento: la excitación, el romance, laaventura, los placeres sensuales, la comida, escuchar música olo que sea. Pero todo esto no es más que un intento de apartar-nos de nuestros propios temores, de nuestro descontento, ansie-dad y preocupación –todo lo que atormenta la mente humana os-curecida–. La humanidad continuará obsesionada y atemorizadapor la vida mientras permanezca en su ignorancia y no se es-fuerce por observar y comprender la naturaleza del sufrimiento.

Comprender el sufrimiento significa aceptarlo, en lugar detratar de librarse de él, negarlo o culpar de él a alguien. Podemos

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ver que el sufrimiento ha sido causado, que depende de ciertascondiciones que nosotros mismos hemos creado o que nuestrafamilia y cultura nos han inculcado. La experiencia de nuestravida y ese proceso que nos condiciona empiezan el día en quenacemos. La familia, el grupo con el que vivimos, nuestra edu-cación, todos ellos inculcan en nuestra mente diversos prejui-cios, propensiones y opiniones –algunos buenos y otros no tanbuenos–.

Ahora bien, si no observamos detenidamente estas cualida-des de la mente y no examinamos lo que son de verdad, inter-pretaremos las experiencias de nuestra vida según nuestros pro-pios prejuicios. Pero si observamos la verdadera naturaleza delsufrimiento, si examinamos, por ejemplo, el temor y el deseo,descubrimos que nuestra verdadera naturaleza no es deseo, no estemor. Nuestra verdadera naturaleza no está condicionada pornada en absoluto.

Lo condicionado, lo incondicionado y la consciencia

Todas las religiones señalan la relación entre lo mortal, ocondicionado, y lo incondicionado. Es decir, que si profundizasen cualquier religión hasta llegar a su mismísima esencia, verásque todas apuntan hacia donde lo mortal –lo condicionado y lovinculado al tiempo– cesa. En esa cesación está la realización yla comprensión de lo incondicionado. En la terminología budis-ta se dice: “Existe lo incondicionado; si no existiera lo incondi-cionado, no podría existir lo condicionado”. Lo condicionadosurge y cesa de lo incondicionado, y por tanto, podemos esta-blecer una relación entre lo condicionado y lo incondicionado.Puesto que hemos nacido con un cuerpo humano, tenemos quevivir esta vida bajo las limitaciones y las condiciones del mun-do sensorial. El nacimiento implica que surgimos de lo incondi-cionado y que nos manifestamos con una forma condicionadaseparada. Y esta forma humana implica una consciencia.

La consciencia siempre determina una relación entre objetoy sujeto y, en el budismo, la consciencia está considerada como

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una función discriminativa de la mente. Compruébalo ahoramismo. Estás aquí sentado, prestando atención a estas palabras.Ésta es la experiencia de la consciencia. Puedes sentir la tempe-ratura de la habitación, puedes ver lo que te rodea, puedes oírdistintos sonidos. Todo esto implica que has nacido con un cuer-po humano y que mientras tu cuerpo viva, tendrá sensaciones ytu consciencia seguirá manifestándose. La consciencia crea lasensación de un sujeto y un objeto, así que, cuando no investi-gamos, cuando no observamos la verdadera naturaleza de las co-sas, estamos atados a la visión dualista de “yo soy mi cuerpo, yosoy mis sensaciones, yo soy mi consciencia”.

Por tanto, la actitud dualista surge de la consciencia. Y lue-go, con nuestra habilidad mental para concebir, recordar y per-cibir, creamos una personalidad. A veces, disfrutamos de ella;otras veces, nos infunde un temor irracional, visiones erróneas yansiedades.

La aspiración de la mente humana

Actualmente, mucha de la angustia y la desesperación que seexperimentan en cualquier sociedad del mundo materialista sonconsecuencia de la carencia de una relación con algo que sea su-perior a nuestro planeta y a nuestro propio cuerpo. La aspiraciónde la mente humana a una realización última, a la Iluminación,no está realmente promocionada o fomentada en la sociedadmoderna; a menudo parece que se desaconseja.

Sin esta relación con una verdad superior, nuestras vidas sevuelven insignificantes. Si no podemos relacionarnos con nadaque esté más allá de las experiencias de un cuerpo humano en unplaneta que gira en un universo misterioso, nuestra existencia sereduce a un pasar el tiempo desde el nacimiento hasta la muer-te. Y si es así: ¿Cuál es, pues, el propósito de nuestra existen-cia?, ¿cuál es su significado? ¿Y por qué hemos de preocupar-nos?, ¿por qué necesitamos un propósito?, ¿por qué tiene que te-ner la vida algún sentido? ¿Y por qué queremos que tenga algúnsentido?, ¿por qué tenemos palabras, conceptos y religiones?,

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¿por qué tenemos ese deseo o esa aspiración en nuestra mente sitodo cuanto existe, o todo lo que podrá existir es esta experien-cia basada en la visión del yo? ¿Es posible que este cuerpo hu-mano, con su proceso condicionante, haya caído fortuitamentesobre nosotros en un sistema universal que se encuentra fuera denuestro control?

Vivimos en un universo que es incomprensible para nosotros.Sólo podemos ponerlo en cuestión, intuirlo, contemplarlo. Perono podemos introducirlo en una pequeña cápsula. No podemosdarle forma en nuestra mente. Por lo tanto, las tendencias mate-rialistas de nuestra mente nos impulsan a no plantearnos siquie-ra tales cuestiones y nos hacen interpretar todas las experienciasde la vida de un modo lógico o racional de acuerdo con los va-lores del materialismo y la ciencia empírica.

La experiencia del despertar

El budismo habla de la experiencia universal, la experienciaque es común a todos los seres conscientes: el sufrimiento. Tam-bién propone un modo de salir del sufrimiento. El sufrimiento esla experiencia que nos despierta. Cuando sufrimos, empezamosa hacernos preguntas. Empezamos a observar, analizar, pregun-tar y tratar de encontrar respuestas.

El príncipe Sidarta (el nombre del Buda antes de que alcan-zara la Iluminación) vivía absolutamente rodeado de placeres,belleza, bienestar y toda clase de ventajas sociales –lo mejor quela vida puede ofrecer–. Pero a los veintinueve años, según cuen-ta la leyenda, salió del palacio para ver lo que había al otro ladode sus muros y conoció a los mensajeros de la vejez, de la en-fermedad y de la muerte.

Quizá pensamos que Sidarta debió de conocer la vejez, la en-fermedad y la muerte antes de los veintinueve años, porque ennuestra cultura sabemos perfectamente, ya desde muy pequeños,que todo el mundo envejece, enferma y muere. No obstante, elpríncipe estuvo protegido de estas situaciones y su realizaciónno despertó en su mente hasta que tuvo una experiencia directade ellas.

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De forma parecida, nosotros también podemos pasarnos lavida entera bajo la suposición de que todo va bien. Puede que in-cluso la infelicidad y los desengaños que normalmente experi-mentamos no consigan despertarnos. Quizá nos cuestionamosun poco sobre nuestro sufrimiento, pero ¡hay tantas oportunida-des para no observarlo!, ¡para no advertirlo! Es más fácil echarla culpa a los demás, ¿no es cierto? Podemos culpar al gobierno,a nuestro padre o a nuestra madre, a nuestros amigos o enemi-gos, a las fuerzas externas. Pero el despertar de la mente a la ve-jez, a la enfermedad y a la muerte ocurre cuando somos real-mente conscientes de que nosotros y todos los seres humanosvamos a pasar por esas mismas experiencias. Y esa realizaciónno sólo aparece como una idea abstracta, sino como un instintovisceral, como un conocimiento intuitivo de que esto es lo queles ocurre a todos los seres humanos: todo lo que nace envejece,degenera y muere.

El cuarto mensajero que vio el Buda era un samana. Un sa-mana es un monje o un buscador religioso, alguien que está ex-clusivamente dedicado a la búsqueda de la realidad última, de laverdad. El samana que se describe en la leyenda era un monjecon la cabeza rapada que vestía un hábito.

Estos son los cuatro mensajeros para seguir el simbolismobudista: la vejez, la enfermedad, la muerte y el samana. Repre-sentan el despertar de la mente humana a una meta religiosa, aesa aspiración del corazón humano a la realización de la reali-dad última que es la liberación de todos los engaños y todos lossufrimientos.

La práctica budista

A veces, en la actualidad se tiende a describir la meditaciónbudista como una práctica en la que uno se aparta del mundo ydesarrolla un estado mental muy concentrado que depende decondiciones minuciosamente controladas. Así pues, en EstadosUnidos y en otros países donde la popularidad de la meditaciónbudista está aumentando progresivamente, son muchas las per-

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sonas que están convencidas de que se trata de un estado mentalconcentrado, en el cual, la técnica y el control son muy impor-tantes.

Este tipo de técnica es perfectamente correcta, pero si desa-rrollas tu capacidad mental de reflexión, no será necesario –nisiquiera aconsejable– que dediques tu tiempo a tratar de purifi-car tu mente de todo aquello que pudiera resultar grosero o de-sagradable. Es mejor abrir la mente a toda su capacidad y sensi-bilidad, y saber que en este momento presente, las condicionesde las que eres consciente –lo que sientes, lo que ves, oyes, hue-les, gustas, tocas y piensas– son transitorias.

La transitoriedad es una característica común a todos los fe-nómenos: ya sea la creencia en un dios, un recuerdo del pasado,un pensamiento de aversión o un sentimiento de amor; ya seasuperior o inferior, burdo o refinado, bueno o malo, agradable odesagradable. Cualquiera que sea su cualidad, lo estás obser-vando como un objeto. Todo lo que surge, cesa. Es transitorio.Esta abertura de la mente, como un modo de practicar y de re-flexionar acerca de la vida, te permite disponer de cierta pers-pectiva para observar tus emociones e ideas, la naturaleza de tupropio cuerpo y de los objetos de los sentidos.

Volvamos al tema de la consciencia. La ciencia moderna –laciencia empírica– considera el mundo real como el mundo ma-terial que vemos, oímos y sentimos, como un objeto para nues-tros sentidos. Así pues, llama al mundo objetivo, “realidad”. Po-demos ver el mundo material, estar de acuerdo con lo que es,oírlo, olerlo, gustarlo, e incluso coincidir con una percepción oun nombre para él. Pero esa percepción sigue siendo un objeto,¿verdad? Creemos observar algo que está separado de nosotros,cuando, en realidad, es la consciencia quien ha creado la impre-sión de un sujeto y un objeto.

El Buda, mediante su enseñanza, llevó la relación de objetoy sujeto hasta su punto final. Enseñó que todas las percepciones,todas las condiciones que atraviesan nuestra mente, todas lasemociones, todos los sentimientos, todos los objetos del mundomaterial que vemos y oímos, son transitorios. Buda dijo: “Loque surge, cesa” y esto es algo que subrayaba en todas sus ense-

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ñanzas. Desarrollar un conocimiento intuitivo sobre este puntoes muy importante, pues nos libera de toda clase de engaños. Loque surge, cesa.

También podemos definir la consciencia como la habilidadde conocer, la experiencia de conocer. El sujeto conociendo elobjeto. Cuando miramos los objetos y les damos un nombre,pensamos que los conocemos. Pensamos que conocemos a estao a esa persona porque tenemos un nombre o un recuerdo deella. Pensamos que conocemos toda clase de cosas porque las re-cordamos. Nuestra habilidad de conocer es a veces del tipo con-dicionado: conocer acerca de algo en lugar de conocerlo direc-tamente.

La práctica budista es morar en una alerta pura en la que hayeso que llamamos conocimiento intuitivo o conocimiento direc-to. Es un conocimiento que no está basado en una percepción,una idea, una posición o una doctrina, y ese conocimiento sóloes posible mediante la alerta. Cuando hablamos de esta alerta,nos estamos refiriendo a la habilidad de no apegarse a ningúnobjeto, tanto en el mundo material como en el mundo mental.Cuando no hay apego, la mente se encuentra en su estado purode conocimiento, de inteligencia y de claridad. Eso es alerta. Lamente es pura y receptiva, sensible a las condiciones existentes.No es una mente condicionada que reacciona ante el placer y eldolor, la alabanza y la crítica, la felicidad y el sufrimiento.

Por ejemplo, cuando te enfadas, puedes dejarte arrastrar porel enfado, puedes creer en él y continuar creando ese tipo deemoción, o puedes suprimir el enfado tratando de detenerlo, im-pulsado por el temor o la aversión hacia él. No obstante, en lu-gar de emplear esas actitudes, puedes considerar el enfado comoalgo observable. Si el enfado fuera nuestro verdadero yo, no se-ríamos capaces de observarlo; esto es lo que quiero decir con“reflexión”. ¿Qué es lo que puede observar e investigar un sen-timiento, el calor en el cuerpo, o un estado mental? Eso que ob-serva e investiga es lo que llamamos una mente reflexiva. Lamente humana es una mente reflexiva.

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La revelación de la verdad que es común a todas las religiones

Podemos preguntarnos muchas cosas: “¿Quién soy?, ¿porqué he nacido?, ¿en qué consiste la vida?, ¿qué ocurre cuandomorimos?, ¿tiene la vida algún sentido o propósito? Pero comopensamos que otros saben y que nosotros no, a menudo busca-mos las respuestas en los demás en vez de abrir la mente y per-mitir mediante una paciente alerta que la verdad se revele antenosotros. Empleando la alerta y el verdadero conocimiento, larevelación es posible. Esta revelación de la verdad, o esta reali-dad última, es el auténtico significado de la experiencia religio-sa. Cuando nos vinculamos con lo divino y dedicamos todonuestro ser a ese vínculo, permitimos la revelación de la verdad;eso que llamamos el conocimiento intuitivo –un profundo y ver-dadero conocimiento intuitivo sobre la naturaleza de las cosas–.La revelación es asimismo inefable. Las palabras no son real-mente capaces de expresarla. Por eso, las revelaciones puedenser muy diferentes. El modo en que se inician, el modo en quela palabra las presenta, puede ser infinitamente variable.

Así pues, las revelaciones budistas parecen muy budistas ylas revelaciones cristianas parecen muy cristianas, y eso estábien. No hay nada malo en ello. No obstante, tenemos que reco-nocer la limitación de los convenios lingüísticos. Hemos decomprender que el lenguaje no es una verdad última, no es realen última instancia; es un intento de comunicar la inefable rea-lidad a los demás.

Es interesante ver la cantidad de personas que siguen hoy díauna vía religiosa. Un país como Inglaterra es predominantemen-te cristiano, pero ahora se practican muchas religiones en esepaís, se organizan numerosas reuniones entre los distintos cre-dos y hay un gran interés por comprender las otras religiones.Hay quienes se sienten satisfechos sabiendo simplemente, quelos musulmanes creen en Alá, que los cristianos creen en Cristoy que los budistas creen en Buda. Pero lo que a mí me interesaes ir más allá de las convenciones para llegar a una comprensiónprofunda, a esa comprensión profunda de la verdad. Así es co-mo hablan los budistas.

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Hoy día tenemos la oportunidad de comprender esa verdadque es común a todas las religiones; podemos ayudarnos mutua-mente. Tratar de convertir a la gente o competir con otras reli-giones no tiene ningún sentido, no sirve de nada. La religión nosproporciona la oportunidad de despertar a nuestra verdadera na-turaleza, a la verdadera libertad, al amor y la compasión. Es unmodo de vivir con plena sensibilidad, con total receptividad. Asípues, podemos abrirnos al misterio y al prodigio del universo ydeleitarnos en él durante el resto de nuestras vidas.

*********

Pregunta: ¿Es el budismo una religión o filosofía orientadaprincipalmente hacia el interior?Respuesta: Al principio puede parecer así porque en la medita-ción budista te sientas, cierras los ojos y miras hacia tu interior.Pero en realidad, la meditación te permite comprender la natu-raleza de las cosas, la naturaleza de todo.

El cuerpo humano es una forma muy delicada y extremada-mente vulnerable que vive en un sistema universal inmenso eimposible de comprender. Es fácil caer en la trampa de conside-rar el mundo como algo externo. Cuando piensas en términos deinteriorización y exteriorización, la interiorización puede pare-cer menos importante. Eso en lo que te interiorizas resulta pe-queño comparado con el vasto sistema universal exterior.

No obstante, cuando sueltas las percepciones –el estado con-dicionado de tu mente– empiezas a sentir el universo de una for-ma distinta: deja de existir esa apariencia divisible entre sujetoy objeto. No tenemos realmente palabras para describir esa sen-sación; tienes que experimentarla por ti mismo. Como mucho,puedes compararla con la radio y la televisión que son aparatosreceptivos. Nuestros cuerpos son también formas receptivas.Las cosas pasan a través de ellos y se manifiestan de acuerdocon nuestras actitudes, temores y deseos particulares. A medidaque liberamos nuestra mente de las limitaciones de estos estadoscondicionados, empezamos a sentir que estas formas humanasson receptoras de la sabiduría y la compasión.

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Pregunta: Entonces, ¿en qué creen los budistas, si es que creenen algo?Respuesta: Ésta es una pregunta común que no es fácil de res-ponder. Si te digo que no tenemos creencias, dirás: “Así que nocreéis en nada”. Y si te respondo: “No, no es así. Tampococreemos en que no exista nada”, tú replicarás: “Entonces creéisque hay algo; ¿creéis en Dios?”. Y cuando te diga que no consi-deramos necesario creer en Dios, dirás: “Entonces, ¿creéis queDios no existe?”. Y así, podríamos continuar durante horas por-que, para la mayoría de la gente, la religión es creer en doctrinasteístas o defender posturas ateas. Éstos son dos extremos de lamente: creer en lo eterno y creer en la extinción o el aniquila-miento.

Cuando hablamos del budismo, no podemos aplicar todos losconceptos que tenemos sobre otras religiones, porque no enca-jan. La perspectiva budista toma un ángulo distinto. No estamosdispuestos a creer en doctrinas o enseñanzas o cosas que vienende otros. Queremos descubrir la verdad por nosotros mismos.

La verdad de las cosas ha de ser accesible. De otro modo, noseremos más que seres perdidos y desamparados en un universomisterioso, sin ningún modo de comprender lo que nos ocurre nila razón por la que las cosas son como son. ¿Somos un simpleaccidente cósmico, o es que hay algo más? Los seres humanossienten que tras la apariencia del mundo sensorial hay algo. Enlas sociedades primitivas y en las modernas encontramos unsentimiento religioso, una sensación de movimiento o de eleva-ción hacia algo. Estamos todos implicados en un vasto misterioy queremos saber cómo relacionarnos con él.

Así pues, ¿qué podemos hacer en la situación en la que nosencontramos, encarcelados en un cuerpo humano durante sesen-ta, setenta, ochenta, noventa años? Si existe la verdad, induda-blemente debemos ser capaces de abrirnos a ella y conocerla. Delo contrario, si estamos continuamente atrapados en la ilusión,nuestra existencia será desesperada y carecerá de sentido. Sin laverdad, la vida no significa nada y no importa lo que hagamos,la vida no tiene ningún valor. No obstante, si uno decide aceptarla visión nihilista en la que la vida no tiene sentido, no podrá es-

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tar seguro de su posición, ¿no es cierto? Puede que prefiera creerque la vida no tiene ningún sentido, antes de creer que sí lo tie-ne, pero todavía sin saberlo. Lo único que puede saber ahora esque no sabe, lo único que puede saber es que en este momento,éste es el modo de ser de las cosas.

Hay conocimiento, ¿verdad? Hay inteligencia. Hay una ten-dencia hacia lo bueno y lo bello. Hay un deseo de separarse delo doloroso y lo desagradable. Los seres humanos siempre he-mos tenido aspiraciones. Nos detestamos cuando vivimos unavida envilecida, desenfrenada y fea. Hay un sentimiento de ver-güenza cuando hacemos cosas mezquinas o malvadas: confia-mos en que nadie se entere nunca de ciertas cosas que hemos he-cho. Si la vida no tuviera ningún sentido, no habría razón paraavergonzarse de nada. Podríamos hacer lo que fuera y daría lomismo. No obstante, puesto que tenemos el sentimiento de quealgunas cosas que hacemos no son ni dignas ni sabias, aspiramosa elevarnos por encima de los instintos del cuerpo y la mente.

Tenemos una inteligencia humana; podemos pensar en losconceptos más elevados; podemos concebir en nuestra mente loque es más adecuado. La democracia, el socialismo, el comu-nismo, han surgido de pensar, con lo mejor de nuestras capaci-dades, en la forma de gobierno más sublime y justa. Esto noquiere decir que nuestros gobiernos consigan gran cosa, pero almenos lo intentan. También está nuestro aprecio por todo lo quees estéticamente refinado: la belleza en la música, el arte y el usodel lenguaje. Todo esto indica que la humanidad aspira a lo quees más selecto y mejor. Podemos aspirar a una visión del mun-do más sublime y universal: un planeta, un tipo de sistema eco-lógico, una familia humana. Todas estas ideas son ahora cadavez más comunes. En muchos sentidos, la humanidad se ha con-vertido en una familia global: lo que pasa en Mongolia o en Ar-gentina afecta a todo el planeta.

Podemos ampliar nuestra habilidad para percibir, cambiandoel punto de vista del individuo que únicamente se ocupa de símismo, por esa visión global en la que incluimos en nuestra fa-milia a todos los seres humanos. A medida que expandimosnuestra consciencia, nuestras percepciones y conceptos, se im-

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pregnan más y más de amor y compasión, van más allá del me-ro cuidado de nosotros mismos como individuos, más allá delsimple cuidado de nuestra familia, grupo, clase o raza. Podemosdilatar nuestra consciencia hasta incluir a todos los seres huma-nos y, después, a todos los demás seres, y transformarla en unaconsciencia universal.

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ISBN: 84-46615-57-7