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IES EL CALERO DPTO DE LATÍN PLAN LECTOR 4º ESO Faetón y el carro del Sol En el Lejano Oriente hay un palacio de muros de oro. Se trata de la casa de Febo, el dios de ojos Pensó en la envidia que sentirían sus amigos cuando supieran que había conducido el carro del Sol, pacíficos a quien debemos la claridad del día. Cada mañana, cuando la Aurora tiñe de rojo el horizonte, Febo abandona su palacio y parte cielo arriba a bordo de un carro de oro del que tiran cuatro caballos voladores. Durante todo el día, atraviesa el cielo en dirección al oeste, mientras va iluminando pueblos y ciudades, bosques y llanuras con su llameante corona de fuego. Febo vuela tan alto, y despide una luz tan intensa, que los hombres no logramos distinguir su figura, y lo único que vemos en el cielo es un círculo dorado al que llamamos «el Sol». El viaje dura hasta el atardecer, la hora en que Febo alcanza el fin del mundo. Su carro baja entonces por el horizonte hasta hundirse en el Océano, donde los cuatro caballos alados descansan zambulléndose en el agua, mientras la noche vuelve a adueñarse del cielo y la luna se enciende en las alturas. Poco después, Febo regresa al Oriente, pero lo hace por un camino subterráneo para no desbaratar la oscuridad de la noche. Cuando llega a su palacio, consciente de que la Aurora volverá pronto, no se permite nunca un sueño profundo. Febo conoce bien su obligación y no quisiera incumplirla por nada del mundo, pues sabe que si un día se olvidara de alumbrar la Tierra, los hombres y las bestias enloquecerían de terror. Una noche, mientras descansaba en su palacio, Febo recibió una visita inesperada. Un joven alto y delgado, entró en el salón del trono. Aunque hacía mucho que Febo no lo veía, lo reconoció al instante: aquel muchacho era su hijo. Cuando le sonrió, el joven Faetón permaneció muy serio. Había viajado hasta el Lejano Oriente en busca de una respuesta, y quería obtenerla cuanto antes. Se plantó, pues, delante de Febo y le preguntó a bocajarro: — ¿Es verdad que no soy hijo tuyo? Febo quedó desconcertado. — ¿A qué viene esa pregunta? —replicó—. ¡Por supuesto que eres

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IES EL CALERO DPTO DE LATÍN

PLAN LECTOR 4º ESO

Faetón y el carro del Sol

En el Lejano Oriente hay un palacio de muros de oro. Se trata de la casa de Febo, el dios de ojos Pensó en la envidia que sentirían sus amigos cuando supieran que había conducido el carro del Sol, pacíficos a quien debemos la claridad del día. Cada mañana, cuando la Aurora tiñe

de rojo el horizonte, Febo abandona su palacio y parte cielo arriba a bordo de un carro de oro del que tiran cuatro caballos voladores. Durante todo el día, atraviesa el cielo en dirección al oeste, mientras va iluminando pueblos y ciudades, bosques y llanuras con su llameante corona de fuego. Febo vuela tan alto, y despide una luz tan intensa, que los hombres no logramos distinguir su figura, y lo único que vemos en el cielo es un círculo dorado al que llamamos «el Sol». El viaje dura hasta

el atardecer, la hora en que Febo alcanza el fin del mundo. Su carro baja entonces por el horizonte hasta hundirse en el Océano, donde los cuatro caballos alados descansan zambulléndose en el agua, mientras la noche vuelve a adueñarse del cielo y la luna se enciende en las alturas. Poco después, Febo regresa al Oriente, pero lo hace por un camino subterráneo para no desbaratar la oscuridad de la noche. Cuando llega a su palacio, consciente de que la Aurora volverá pronto, no se permite nunca un sueño profundo. Febo conoce bien su obligación y no quisiera incumplirla por nada del mundo, pues sabe que si un día se olvidara de alumbrar la Tierra, los hombres y las bestias enloquecerían de terror.

Una noche, mientras descansaba en su palacio, Febo recibió una visita inesperada. Un joven alto y delgado, entró en el salón del trono. Aunque hacía mucho que Febo no lo veía, lo reconoció al instante: aquel muchacho era su hijo. Cuando le sonrió, el joven Faetón permaneció muy serio. Había viajado hasta el Lejano Oriente en busca de una respuesta, y quería obtenerla cuanto antes. Se plantó, pues, delante de Febo y le preguntó a bocajarro:

— ¿Es verdad que no soy hijo tuyo? Febo quedó desconcertado.— ¿A qué viene esa pregunta? —replicó—. ¡Por supuesto que eres mi hijo!—Mi amigo Épafo dice que soy hijo de un hombre y no de un dios...— ¡Y qué sabrá Épafo de tu vida! Seguro que habéis discutido y te ha soltado el primer disparate que le ha pasado por la cabeza. Venga, muchacho, deja de pensar en tonterías y ven aquí para que te abrace...Febo se quitó su corona de fuego para que Faetón pudiera acercarse, pero el joven no se movió. La duda había calado tan hondo en su alma que no parecía fácil diluirla. Febo, decidido a animarlo, le preguntó con ternura:—Dime, muchacho, ¿qué puedo hacer para que alegres esa cara? Pídeme lo que quieras y te lo concederé.A Faetón le relumbraron los ojos. Había algo que deseaba desde siempre, pero nunca se había atrevido a confesarlo porque le parecía una ilusión irrealizable. Aquella noche, sin embargo, Febo se mostraba tan complaciente que Faetón se atrevió a pedir lo imposible.—Quiero que me dejes llevar tu carro —dijo. A Febo se le descompuso el rostro.— ¿Mi carro de oro? —exclamó—. Pero ¡eso no es posible, hijo mío! ¡Sabes que lo necesito para iluminar el mundo! ¡Sería una locura jugar con algo así...!

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— ¡Yo no quiero jugar! —Protestó Faetón, rojo a la vez de irritación y de vergüenza—. Tan sólo deseaba conducir tu carro por un día. Pero, puesto que no confías en mí, olvídalo ahora mismo.— ¡Por supuesto que confío en ti!— ¡Pues deberías demostrarlo!—Escúchame, hijo: mi carro no es fácil de manejar. Los caballos que lo arrastran tienen tanta fuerza que a mí mismo me cuesta controlarlos algunas veces. Compréndelo, Faetón: si dejara el carro en tus manos, pondría en peligro tu vida y la de todos los hombres...— ¡Déjate de excusas y habla a las claras! Confiesa que te parezco muy poca cosa para conducir tu carro. O a lo mejor lo que pasa es que mi amigo Epafo tiene razón y no soy hijo tuyo. En fin, no merece la pena discutir. Está claro que nunca llegaremos a entendernos...

Faetón estaba tan furioso que dio media vuelta y se dispuso a irse. Febo trató de que recapacitara, pero fue en vano, y entonces sintió que una batalla sorda comenzaba a librarse en lo más hondo de su alma. Febo sabía muy bien cuál era su deber, y temía equivocarse, pero estaba dispuesto a lo que fuese con tal de no defraudar a su hijo...—Está bien —dijo al fin—, te dejaré conducir mi carro.Faetón enloqueció de alegría. Dio media vuelta, corrió hacia su padre y lo abrazó con la mayor ternura. Un instante después, los dos se hallaban frente al carro de oro, en las caballerizas del palacio. Faetón quedó maravillado al ver lo fuertes que eran los cuatro caballos alados de su padre. Tenían fuego en las entrañas y se notaba, pues cada vez que soltaban un relincho, calentaban el aire con su aliento.—Escúchame bien —dijo Febo en tono muy serio—. Estos caballos adoran la carrera, así que no se te ocurra espolearlos* para que corran. Al contrario: tendrás que refrenarlos si no quieres que se desboquen.* Verás que en el centro del cielo hay una senda estrecha que lleva al oeste: síguela en todo momento, sin desviarte nunca, pues, si el carro pasara por debajo del camino, se acercaría demasiado a la Tierra y la quemaría, y si subieras mucho, abrasarías las estrellas. Me has entendido, ¿verdad? —Sí, padre. No te preocupes, que todo saldrá bien. —Entonces sube al carro, que es hora de partir. La roja Aurora ya tiñe el cielo, y la húmeda noche empieza a desvanecerse. Sé cauteloso y pídele a la Fortuna que te ayude, pues hoy serás tú quien lleve la luz al mundo.

Febo abrazó a su hijo y le ciñó a la cabeza su brillante corona de llamas de fuego. No sabía si alegrarse por la responsabilidad que Faetón estaba asumiendo o sufrir por los peligros que sin duda le esperaban. Desbordado por el entusiasmo, Faetón saltó al interior del carro y agarró las riendas con fuerza. Los caballos, todavía soñolientos, aletearon con desgana, pero les bastó un leve esfuerzo para levantar el vuelo. Mientras traspasaban las nubes más bajas, Faetón se dejó llevar por la euforia. Pensó en la envidia que sentirían sus amigos cuando supieran que había conducido el carro del Sol, y disfrutó al notar que su corona de fuego disipaba las nieblas del alba y ponía en fuga a las últimas estrellas de la noche. Cuando miró hacia abajo, se asombró de lo pequeña que se veía la Tierra. Las ciudades parecían diminutas motas de polvo, y el mar tenía el ridículo tamaño de los charcos que deja la lluvia.

En aquel momento, controlar a los caballos resultaba muy fácil. El camino iba cuesta arriba y los animales aún tenían sueño en las alas, así que avanzaban poco a poco. En cambio, cuando la pendiente se acabó, empezaron a galopar a una velocidad desorbitada. Como

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Faetón pesaba mucho menos que su padre, los caballos iban más rápido que nunca, y el carro daba bandazos como una nave sin lastre.* En cierto momento, subió más de la cuenta, y Faetón soltó las riendas. Así, casi por azar, empezó la tragedia. Los caballos, al sentirse libres, se pusieron a dar grandes brincos, y acabaron por salirse del camino acostumbrado. Faetón trató de recuperar las riendas, pero el carro daba unos saltos tan grandes que se le escapaban una y otra vez. Cuando por fin las alcanzó, intentó frenar a los caballos, pero constató que ya no le obedecían. Se sentían libres por vez primera en muchos años, y deseaban explorar a fondo el territorio ilimitado del cielo. Subieron tan arriba que las estrellas más lejanas se revolvieron de calor. Faetón notó entonces que las piernas le temblaban: acababa de comprender lo difícil que era conducir el carro de su padre. Pidió ayuda a los dioses, pero nadie acudió a socorrerlo. Los caballos, entusiasmados con su libertad, bajaron en picado, y se acercaron tanto a la Tierra que la corona de Faetón derritió las nieves de las cumbres, incendió las copas de los árboles y carbonizó manadas de toros y rebaños de ovejas. La gente, al ver el Sol tan cerca, abandonaba sus casas a todo correr, y fueron muchos los que murieron asfixiados por los copos de ceniza que inundaban el aire. Todo en el mundo eran gritos de horror y carreras de pánico. Las náyades* lloraban de desesperación al ver que los ríos donde siempre habían vivido se evaporaban de pronto y que los bosques de las orillas quedaban arrasados por las llamas. Faetón, sobrepasado por el desastre, se hundió en un mar de dudas. No sabía de qué modo interrumpir la espiral de destrucción que él mismo había causado. De repente, notó que una negra columna de humo rodeaba su cuerpo. Miró hacia abajo, y entonces descubrió que el propio carro estaba en llamas. Trató de sofocar el fuego con unos cuantos pisotones nerviosos, pero enseguida asumió que la tragedia era inevitable. Más pronto que tarde, el carro acabaría por estrellarse contra el suelo, y el fuego consumiría todos los rincones del mundo. Gea, la Tierra, previendo el desastre, levantó su rostro reseco hacia las alturas y, con los ojos llenos de lágrimas, empezó a decir:

—Escúchame, Júpiter, sé que en otro tiempo fuimos enemigos, pero tú venciste y yo acepté mi derrota. Desde entonces, nunca más he violado tus leyes. ¿Por qué insistes, pues, en castigarme? ¿A qué viene esta lluvia de fuego que me calcina la piel? ¿Así premias la paciencia con que soporto la herida del arado y las patadas del buey? ¿O es que has decidido que el fuego debe devorar el mundo para que todo vuelva al Caos originario?

Júpiter comprendió entonces que la travesura de Faetón había llegado demasiado lejos. El mundo corría peligro, y era preciso obrar con rapidez para salvarlo. Júpiter barajó varias opciones, y asumió que la única eficaz era la más dolorosa. Levantó, pues, su poderoso brazo y buscó a Faetón con los ojos. Cuando descargó el rayo, el universo entero se estremeció. Decidido y perfecto, aquel dardo de luz azulada atravesó columnas de humo y nubes de ceniza y desbarató el silencio celeste antes de alcanzar el pecho indefenso de Faetón. El impacto fue tan devastador que los cuatro caballos alados se desengancharon del carro. Faetón, convertido en una roja llamarada, se precipitó hacia la Tierra en medio del dolor insoportable que convulsionaba sus piernas y sus brazos. El carro de oro, abandonado a su suerte, se estrelló contra el suelo y, en el mismo instante, el cadáver carbonizado de Faetón se hundió con un crudo silbido en las aguas silenciosas del río Po.

Durante el resto del día, el mundo permaneció a oscuras, iluminado tan sólo por el resplandor amarillento de los miles de incendios que arrasaban prados y colinas, bosques de almendros y viejos nogales. Las ninfas que vivían en las aguas del Po rescataron el cadáver de Faetón y le dieron sepultura a orillas del río, y las cinco Helíades, hermanas del difunto, acudieron a la tumba para llorar por la tragedia. Se pasaron allí cuatro meses, consumidas por un llanto imparable. La propia naturaleza se conmovió con su pena, y los dioses decidieron convertir a las Helíades en árboles para que sufrieran menos. De ese modo, a orillas del Po floreció una hilera de altos sauces que murmuraban al viento su tristeza infinita. Todavía

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siguen allí. A las lágrimas que brotan de sus troncos, el sol las convierte en duras gotas de ámbar.

Mientras tanto, los caballos alados habían regresado al Lejano Oriente, donde Febo languidecía de pena. Sabía que había cometido un grave error al dejar el carro de oro en manos de su hijo, pero lo que más le irritaba era la violencia desproporcionada que había ejercido Júpiter contra el desdichado Faetón. Traspasado por un dolor vivo y ardiente, Febo salió a las puertas de su palacio y gritó a los cuatro vientos:—Dime, Júpiter, ¿acaso era necesario matar a mi hijo para salvar al mundo? ¿Por qué me pagas tan mal todos los sacrificios que he hecho por los hombres? ¡Eres injusto, Júpiter, así que nunca más volveré a conducir el carro de oro! ¡A partir de mañana, tendrás que encargarte tú mismo de alumbrar la Tierra!

Al día siguiente, en efecto, Febo no salió de su palacio. Los dioses, alarmados por la perduración de la oscuridad, viajaron al Lejano Oriente para consolarlo, y el mismo Júpiter le pidió perdón por la muerte de su hijo. Al final, Febo comprendió que no le quedaba otro camino que la resignación, y volvió a su tarea de siempre. Desde entonces, la luz del Sol es algo menos intensa, porque la pena la atenúa. En ocasiones, cuando el recuerdo de Faetón se vuelve más hiriente, Febo azota a sus caballos hasta dejarles el lomo en carne viva, y hay días en que el dolor de su alma se hace tan insoportable que se esconde con su carro tras las nubes para llorar sin que nadie lo vea.

ACTIVIDADES DE MOTIVACIÓN

OBJETIVOSConocer el mito de Febo y Faetón.Descubrir la explicación mitológica del día y la noche en la antigüedad.Comparar la actitud del joven Faetón y su actitud actual.

CONTEXTUALIZACIÓNAntes de la lectura, se le anticipa al alumnado que el mito que vamos a trabajar y conocer hoy, tiene mucho que ver con sus propias actitudes de adolescente. Hay que recordarles que, siempre detrás de un mito, leyenda o fábula mitológica hay siempre un trasfondo que hay que descubrir. Tienen que estar atentos a la lectura para ver cuál es en este caso.

ACTIVIDADES DE CONOCIMIENTOS PREVIOS

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¿QUÉ SABEMOS DEL TEMA?Los alumnos deben decir a través de sus conocimientos previos en primer lugar, el origen del día y de la noche para luego contrastarlo con la explicación mitológica del tema de la lectura. Se hace una lluvia de ideas y se relaciona con materias como CCSS (oriente y occidente) o la luz y la oscuridad (Física y Química).¿Qué dioses de la mitología griega conocen? Análisis del título previo a la lectura. ¿Qué nos querrá decir? ¿Qué tiene que ver un carro en todo esto?Localizar el significado de las palabras en negrita y con asterisco que aparecen en el texto. Contextualizarlas en el mismo.

ACTIVIDADES DE ANTICIPACIÓN Y DE DESCUBRIMIENTO DEL TEXTO

PREDICCIÓN DE PARTES

Damos una lectura rápida al texto e intentamos localizar nombres propios, lugares geográficos, puntos cardinales y todos aquellos datos relevantes para unir elementos comunes que sean significativos para la comprensión del texto. Descubrir a través de los distintos párrafos los giros argumentales que nos ofrece el texto (Siempre teniendo en cuenta que no se ha leído el texto con detenimiento).Lectura de las últimas líneas del texto y hacer una lluvia de ideas sobre el pronóstico de lo que ha podido pasar a lo largo de él.

ACTIVIDADES PARA MANTENER LA ATENCIÓN

Se comienza la lectura con detenimiento, leyendo varios alumnos a elección del profesor. A través de este método de lectura, el alumnado intenta estar más atento porque en cualquier momento puede ser su turno de lector activo. Se observa los distintos tipos de lectura (silabeo, rápido, lento,…) tono y timbre de voz de cada uno de ellos, etc. Se intenta

DURANTE LA LECTURA

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mezclar la lectura por parte de chicos, chicas para que no sea muy monótona la misma.Puesto que el texto elegido en este caso puede considerarse extenso (aunque apropiado para un 4º de Secundaria), se hacen pautas de comprensión por párrafos. Se contextualiza en la pizarra, escribiendo aquellos nombres propios que ya inicialmente señalaron y que ahora se descubre su parentesco.A su vez, como el texto tiene un diálogo entre los personajes principales, se dramatizará entre dos alumnos para darle más interés al resto del alumnado que no lee. Ello propicia un tono distendido en la clase que suele provocar más interés en la lectura.

DESPUÉS DE LA LECTURA

ACTIVIDADES PARA ELABORAR Y REORGANIZAR LA INFORMACIÓN

Una vez leído el texto, que no deja indiferente a nadie, se dice en voz alta su primera impresión: incredulidad, desconfianza, apatía, emoción, tristeza,…. No todos reaccionarán igual e incluso se pueden mezclar todas ellas.Se concreta la idea general y se da explicaciones sobre el por qué del título, el por qué de sus conocimientos previos en cuanto a los puntos cardinales, salida del sol y la luna, etc.Se pone en orden el contenido del texto, introducción, nudo y desenlace para finalizar con la reflexión implícita del mito. El padre Febo, presionado por el hijo al que apenas ve (como puede ocurrir a cualquiera de los adolescentes del aula), con un afán de compensar dichas ausencias, se deja convencer por Faetón (igual que hoy en día se deja que conduzca el coche antes de tener permiso de conducir, o cualquier otro capricho desproporcionado con su edad). El joven Faetón, como cualquier joven arrogante, desea ser como un dios, desea ser famoso y rico, poderoso sin estar capacitado. Es incapaz de reconocer 0dónde reside su talento por sí mismo o simplemente carece de aspiraciones que no sean las que le vienen heredadas. El protagonista se siente seducido por una vida brillante y le aterroriza la perspectiva de una vida banal, sin caer en la cuenta de que sin tener habilidades (en este caso el conducir el carro del Sol) o sin una verdadera vocación basada en un verdadero talento, puede constituir una alternativa peligrosa.

Este mito, en definitiva, nos habla de que el carro del sol no se encuentra más allá de nuestro alcance. En la palestra del mundo podemos aspirar a convertirnos en nosotros mismos.

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Centro: IES EL CALERO Área: LATÍNProfesora: IRENE DELGADO LUZARDO Curso: 4º ESO

FUENTEAUTOR OVIDIO (ADAPTACIÓN AGUSTÍN SÁNCHEZ AGUILAR)TÍTULO METAMORFOSIS

EDITORIAL/WEB VICENS VIVESAÑO 2010

PÁGINA 72-79ISBN 978-84-316-9411-1

ESTRATEGIAS DE LECTURAActividades de motivación:

¿Por dónde sale el sol?a) Orienteb) Occidentec) Sur

¿Qué marca de coches tiene el modelo faetón?a) Fordb) Opelc) Wolsvagen

Actividades para activar conocimientos previos:

¿Qué dioses de la mitología griega conocen? Análisis del título previo a la lectura. ¿Qué nos querrá decir? ¿Qué tiene que ver un carro en todo esto?

Actividades de anticipación:

Localizar el significado de las palabras en negrita y con asterisco que aparecen en el texto y contextualizarlas en el mismo

Nos adentramos en el final del texto, leemos las tres últimas líneas y ¿qué podemos intuir?

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Actividades para descubrir la estructura del texto:

Localización de nombres propios, lugares geográficos, puntos cardinales y todos aquellos datos relevantes para unir elementos comunes que sean significativos para la comprensión del texto.

Descubrir a través de los distintos párrafos los giros argumentales que nos ofrece el texto (Siempre teniendo en cuenta que no se ha leído el texto con detenimiento).

Lectura de las últimas líneas del texto y hacer una lluvia de ideas sobre el pronóstico de lo que ha podido pasar a lo largo de él.

DURANTE LA LECTURAActividades para mantener la atención:

Lectura en voz alta por parte del alumnado a elección de la profesora.

Intervención de dos alumnos en la parte de diálogo.

Actividades para ver las carencias/autoevaluación:

¿Por qué la casa de Febo se sitúa en Oriente? Comentario de la primera impresión que causa el texto. ¿Por qué dice que no duerme mucho? Si Febo es el dios del sol, ¿quién sería la de la luna? ¿Cómo se siente Faetón cuando pierde el control de los

caballos?a) Eufórico.b) Tembloroso y eufórico.c) Tembloroso.

Las lágrimas de sus hermanas se convierten en:… ¿Qué hubiera ocurrido si el dios del sol hubiera persistido

en no salir con el carro otra vez?

DESPUÉS DE LA LECTURAActividades para elaborar y reorganizar la información:

Dibuja el árbol genealógico de los personajes del texto. Busca la idea principal del texto. ¿Dónde se sitúa la historia? ¿Cuál es el trasfondo de esta leyenda? ¿Tiene algo que ver contigo? ¿Cómo se deduce que es la relación padre – hijo? ¿Cuál es el principal interés de Faetón en conducir el carro? Cuando dice esto:” Los dioses, alarmados por la

perduración de la oscuridad, viajaron al Lejano Oriente para consolarlo”, ¿qué quiere decir exactamente?

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¿Conoces a algún Faetón? ¿Por qué crees que actúa así?

Cuando dice: Está claro que nunca llegaremos a entendernos..., ¿por qué crees que lo dice? ¿Piensas lo mismo que el joven?

Comenta este trozo: “Pensó en la envidia que sentirían sus amigos cuando supieran que había conducido el carro del Sol.”

Escribe tu propio final en cinco líneas. Formula cuatro preguntas a un compañero para confirmar

la información extraída. Escribe la oración que más te ha gustado del texto y por

qué.

PROCESOS LECTORESRECUPERACIÓN-OBTENCIÓN

DE INFORMACIÓN1 ¿Dónde transcurre la historia?

RESPUESTA En Oriente, en casa del dios Febo y posteriormente el cielo

2 ¿Qué significa “desboquen y espolearlos “

RESPUESTA Desbocar: descontrolarseEspolear: Picar al caballo para que obedezca

COMPRENSIÓN GLOBAL DEL TEXTO

1 Resumen general del texto

RESPUESTA (Respuesta abierta)

2 ¿Qué consecuencias inmediatas tuvo la actitud del joven?

RESPUESTA Montañas quemadas, deshielo de las cumbres, casas ardiendo,…

INTERPRETACIÓN E INTEGRACIÓN DE IDEAS

1 Explica las semejanzas de este mito (en concreto la negativa de Febo de conducir el carro) con el de Ceres

RESPUESTA Ambos dioses, preocupados y llorosos por sus hijos, se negaban a realizar sus funciones que les había encomendado Júpiter: Ofrecer la luz del sol y el calor para que las cosechas florecieran

2 ¿Qué nos quiso decir Ovidio con este mito?

RESPUESTA Por una parte da una explicación poco científica de la sucesión de los días y las noches, y por otra la desobediencia del hijo al padre.

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VALORACIÓN-REFLEXIÓN SOBRE LA FORMA

1 ¿Crees que este mito es aplicable en la actualidad?

RESPUESTA Por el lado científico desde luego que no, pero por el deseo del padre de compensar a su hijo, y por la típica desobediencia del hijo adolescente, sí se puede mantener en la actualidad.

2 ¿Te ha gustado el texto? ¿Y la presentación?

RESPUESTA (Respuesta abierta y personal)

VALORACIÓN –REFLEXIÓN SOBRE EL CONTENIDO

1 ¿Conoces a algún Faetón?

RESPUESTA (Respuesta abierta, pero cualquier amigo que se cree superior por los bienes materiales que puede conseguir a través de sus padres)

2 ¿Por qué crees que actúa así?

RESPUESTA Porque posiblemente carezca de autoestima, de habilidades propias para hacerse valer por sí mismo y necesite, como Faetón, presumir y provocar la envidia, entre sus amigos.