recovery

8
Llevaba varios días ausente. Liz, mi última paciente a la que estaba tratando había fallecido de cáncer de pulmón hacía apenas unas semanas. Esto es lo que tiene ser terapeuta de enfermos con cáncer en un hospital, que te pasa factura de unas maneras inimaginables. La vida es muy injusta y siempre se llevan a los mejores. En estos momentos me dirigía al pabellón de oncología del hospital. Odiaba y amaba aquel lugar al mismo tiempo. Amaba estar ahí para los que no tenían a nadie que les escuchara, pero odiaba como la vida de algunos de ellos iba apagándose con el paso del tiempo, aunque lo peor de todo es que no podías hacer nada para evitarlo. Fue allí donde conocí a Nana Sheeran, era una tarde gris de invierno parecía no prometer nada en especial. Allí estaba su expediente, encima de mi escritorio, junto con los demás. Lo tomé, era pesado y grueso, más de lo normal. Deslicé mis dedos sobre él, la curiosidad me mataba, quería abrirlo, pero me contuve. Primero era mejor conocerla antes de llevarme una primera impresión de ella. Caminaba por el pasillo donde se encontraba la habitación de mi nueva paciente. Llevaba conmigo mi cálida sonrisa de siempre. Toqué y abrí la puerta, ella se encontraba medio sentada con su portátil encima de sus piernas. Sus ojos cristalinos reposaban en la pantalla luminosa y su cabello castaño con reflejos dorados caía sobre su hombro peinado con una fina trenza de espiga. Su piel era pálida, parecía de porcelana, tanto que daba la sensación que si la tocabas se rompería en cualquier momento. Levantó la mirada hacia mis oscuros ojos castaños y de nuevo la bajó, ignorándome completamente. - Buenos días Nana, yo soy Miguel Ángel, tu nuevo terapeuta, aunque me puedes llamar Mangel.- dije apretando mi carpeta al pecho para mostrar una actitud amistosa. - Hola. Eres tú el que va a hacerme sentir mejor, ¿no?- dijo demasiado cortante. No me desanimé. Ya había visto esa actitud en otros pacientes, estaba acostumbrado. Era normal tener ese comportamiento, no es nada fácil que venga alguien cualquiera diciéndote que te conoce, que puedes contarle lo que sea y que todo iba a salir bien, que no te preocuparas. - Solo quiero hablar. Hacerte sentir mejor es trabajo de las pastillas. Su cara seguía sin ninguna expresión. Me miraba fijamente. Admito que esos ojos cristalinos me intimidaban un poco. Me acerqué a sentarme, pero no sin antes pedirla permiso.

Upload: josemariaiglesias

Post on 14-Feb-2017

282 views

Category:

Education


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Recovery

Llevaba varios días ausente. Liz, mi última paciente a la que estaba tratando había fallecido de cáncer de pulmón hacía apenas unas semanas. Esto es lo que tiene ser terapeuta de enfermos con cáncer en un hospital, que te pasa factura de unas maneras inimaginables. La vida es muy injusta y siempre se llevan a los mejores. En estos momentos me dirigía al pabellón de oncología del hospital. Odiaba y amaba aquel lugar al mismo tiempo. Amaba estar ahí para los que no tenían a nadie que les escuchara, pero odiaba como la vida de algunos de ellos iba apagándose con el paso del tiempo, aunque lo peor de todo es que no podías hacer nada para evitarlo.

Fue allí donde conocí a Nana Sheeran, era una tarde gris de invierno parecía no prometer nada en especial.

Allí estaba su expediente, encima de mi escritorio, junto con los demás. Lo tomé, era pesado y grueso, más de lo normal. Deslicé mis dedos sobre él, la curiosidad me mataba, quería abrirlo, pero me contuve. Primero era mejor conocerla antes de llevarme una primera impresión de ella.

Caminaba por el pasillo donde se encontraba la habitación de mi nueva paciente. Llevaba conmigo mi cálida sonrisa de siempre. Toqué y abrí la puerta, ella se encontraba medio sentada con su portátil encima de sus piernas. Sus ojos cristalinos reposaban en la pantalla luminosa y su cabello castaño con reflejos dorados caía sobre su hombro peinado con una fina trenza de espiga. Su piel era pálida, parecía de porcelana, tanto que daba la sensación que si la tocabas se rompería en cualquier momento. Levantó la mirada hacia mis oscuros ojos castaños y de nuevo la bajó, ignorándome completamente.

- Buenos días Nana, yo soy Miguel Ángel, tu nuevo terapeuta, aunque me puedes llamar Mangel.- dije apretando mi carpeta al pecho para mostrar una actitud amistosa.

- Hola. Eres tú el que va a hacerme sentir mejor, ¿no?- dijo demasiado cortante.

No me desanimé. Ya había visto esa actitud en otros pacientes, estaba acostumbrado. Era normal tener ese comportamiento, no es nada fácil que venga alguien cualquiera diciéndote que te conoce, que puedes contarle lo que sea y que todo iba a salir bien, que no te preocuparas.

- Solo quiero hablar. Hacerte sentir mejor es trabajo de las pastillas.

Su cara seguía sin ninguna expresión. Me miraba fijamente. Admito que esos ojos cristalinos me intimidaban un poco. Me acerqué a sentarme, pero no sin antes pedirla permiso.

- ¿Puedo?- pregunté. Ella solo encogió los hombros. Me lo tomé como un sí.- Bueno, ¿quieres hablar, o solo debo sentarme aquí hasta que termine la hora?- no recibí respuesta. Abrí mi pequeña mochila y saqué un libro con el título de “Efecto Mariposa”.

Miré el reloj, ya era la hora. Guardé el libro de donde lo había sacado. Me dirigía hacia la puerta pero la voz de Nana me detuvo.

- Creo que debería haber elegido sacrificar a Arcadia Bay en vez de a Chloe. Todo trata sobre cómo le salva la vida numerosas veces.

- ¿Qué?- pregunté con confusión.- El final, cuando Max decide sacrificar a Chloe para salvar al pueblo del tornado causado por sus poderes.-

me miró por un instante y volvió a fijarse en la pantalla.- Por eso se llama el libro “Efecto Mariposa”, porque Max al cambiar el pasado, crea un presente totalmente diferente.- Esa fue la única vez que hablamos durante la hora.

- Gracias arruinarme el libro.- Ella rió. Su sonrisa era hermosa. Pero, ¿qué me estaba pasando? Solo es una paciente, hay que ser profesional.

Page 2: Recovery

Salí de allí. Me quedé observándola unos segundos a través del cristal que daba a su habitación. La muerte le había consumido. Daba la sensación de que había mirado hacia el futuro y había aceptado su destino.

Octubre 14

Era nuestra cuarta sesión. No habíamos avanzado mucho que digamos.

- ¿De qué quieres hablar?- me preguntó.- Háblame sobre ti.- Aún no te has leído mi expediente, ¿verdad?- yo solo negué con la cabeza.- No me gusta tener una primera impresión equivocada de las personas.- pareció convencerla mi respuesta.- Bueno, empecemos.- saltó- Estás aquí para sacarme de una depresión porque al parecer, un tumor cerebral

benigno me está matando y me quedan apenas unos 3 meses de vida.- sentí una especie de tristeza en el corazón.

- Parece que te has dado por vencida.- agaché la mirada a mis manos, las cuales en ese momento estaban entrelazadas.

- Mangel, yo me di por vencida cuando me lo detectaron. Ese mismo día, en ese mismo instante ya estaba muerta.

Sus ojos desprendían tristeza y cómo su corazón roto caía a pedazos, poco a poco, mientras la vida se le escapaba de las manos.

- ¿Sabes lo que es estar cada día contando los meses y días que te quedan? Saber que hagas lo que hagas nada va a importar, que sucederá y todo esto llamado vida se terminará. No. No lo sabes.- No sabía que decirla, solo se me ocurrió una pregunta.

- ¿Qué se siente?- la miré directamente a los ojos.- Es como… que te intentas convencer de que todo va estar bien, que todo pasará y ya, pero por dentro te

duele, y mucho. Como si te rompieses, tratas de repararlo, pero lo empeoras.- paró un instante para proseguir- Morir es como tirarte al vacío, ves el fondo y sabes que la caída va a ser dura, pero no cuánto.

- Eso no significa que no puedas disfrutar al máximo la caída.

Dejó caer su cabeza en la almohada mientras miraba al techo. Sabía que este tema le retorcía en el interior. No sé si sus ojos lloraban, pero estaba seguro de que su corazón sí.

(…)

Ya había llegado a casa. Me dirigía a la ducha, pase por mi habitación y vi el expediente. Ya era hora de leerlo. Iba hoja por hoja hasta que mis ojos se detuvieron. Intento de suicidio. Autolesión. Sobredosis… Nana, ¿pero qué hiciste?

Octubre 29

Las sesiones estaban mejorando. Mentiría si dijera que no me estaba enamorando de ella y de sus ojos cristalinos. Nos habíamos abierto más el uno con el otro. Ella me había contado sobre su familia y amigos y yo sobre el linfoma que tuve a los 9 años.

Últimamente llevábamos saliendo mucho del hospital. Hoy nos iríamos a una cafetería ambientada en los años 50 a tomarnos unos batidos.

- Es todo muy rosa y yo odio el rosa.-soltó Nana justo en el momento que pasamos por la puerta del lugar.

Page 3: Recovery

- Venga Nana… Sé que no te gusta el rosa. Solo te he traído aquí para que probases los batidos que tienen, están de muerte.- se le cambió la cara, parecía que le había convencido.

Nos sentamos en una mesa con sillones azules y rápidamente vino una camarera a atendernos.

- Buenas tardes, ¿qué desean?- nos preguntó amablemente.- Pues yo un batido de vainilla y unas tortitas con nata.- pedí. Mientras, Nana se comía con los ojos las fotos

que habían en la carta.- ¿Y usted señorita?- Mmmm… Yo un batido de fresa y un gofre con sirope de chocolate.- Para que no te guste el rosa, bien que te pides un batido de fresa.- sonreí.- Los batidos de fresa son mi fuerte.- y ambos echamos a reír. - Ahora mismo se lo traigo.- la camarera se giró y gritó- ¡Ryan! ¡Un gofre con sirope, tortitas con nata y dos

batidos, uno de fresa y otro de vainilla para el chico y su novia!

A Nana se le subió la sangre a las mejillas y se tapó la cara con la carta. Yo solo reí, aunque había un poco de tensión. Le prefería así antes que su mirada perdida llena de tristeza y su rostro serio. Valía más de lo que creía.

- Estás muy guapa con esos coloretes.- reí. Lo hice para fastidiar. Realmente se veía preciosa así.- Oye, no te rías.- me pegó en el brazo.- Es gracioso.- ¿Sabes qué es gracioso?- preguntó con voz suave- En este mismo momento del año pasado pensábamos

que eran migrañas.

No sabía que decirla. Pasaron unos minutos. No encontraba las palabras adecuadas.

- Eso no me parece gracioso.- conseguí decir al fin. Ella solo soltó una pequeña carcajada.- No, pero queda mejor que decir “sabes que es lo malo”, ¿no?- por una parte tenía razón, pero no me

gustaba nada como se maltrataba recordándose continuamente que tenía cáncer.- ¿Cómo fue?- agaché la mirada, sus profundos ojos me intimidaban, y más si estaban llenos de dolor.- Espera que haga memoria. Ah sí.- hizo una palmada, pero no fue sonora- Estaba sentada en la sala de

espera mientras que mi madre hablaba con el médico. Después de unos 5 minutos, me hicieron pasar. Encontré a mi madre sentada en una silla, apoyando la cara en la camilla y llorando. En ese momento lo supe, mis días estaban contados.- hizo una pausa y prosiguió- El médico me dijo que me sentase y me lo declaró calmadamente. Lo diagnosticaron a tiempo, pero eso no sirvió de nada, moriría igual de todos modos.

La camarera le interrumpió trayendo nuestro pedido. Aunque a ella no le importó lo más mínimo. Tomó un sorbo de su batido de fresa y siguió.

- En ese momento estaba saliendo con Eren. Desaparecí de la vida de todos, me alejé. Eso fue egoísta, lo sé, pero prefería ser egoísta antes que hacerles sufrir por mi muerte. Eren intentaba contactar conmigo de todas las maneras posibles, aunque no quise, terminé dañándolo.

- ¿Qué es de ti?- la dije, peguntándome en qué momento me empecé a preocupar mucho por ella.- No quiero salir con nadie.- suspiró- Sería injusto, no puedo darle a una persona el tiempo que merece… no

el tiempo suficiente. - No quieres porque tienes miedo a lastimarlo.

Page 4: Recovery

- Llevo todo el año pasado asegurándome que no de que no quede nadie a quien pueda lastimar.- sus palabras me llegaron a doler.

- No solucionas nada alejándoles. Ellos quieren estar contigo, la gente se preocupa.- No deberían hacer eso.

No lograba decirla nada, las palabras se quedaron estancadas en mis labios. Ella estaba rompiéndose y de alguna manera yo con ella. Era porque yo quería tomar todo su dolor y permitirle vivir de nuevo. No me estaba rompiendo, me estaba enamorando de ella. No. Ya estaba enamorado.

Noviembre 16

Estaba muy pero que muy asustado. Por la noche casi no dormía, me levantaba a las tantas con un dolor muy fuerte en el pecho, sudando y casi sin poder respirar. Llevaba así casi dos semanas, tenía miedo de que se repitiera la pesadilla que hace años tuve. Aquella misma mañana me levanté y lo primero que hice fue llamar a mi doctor. El doctor López era mi doctor de confianza, fue quien me diagnosticó el linfoma cuando tenía 9 años.

Dijo que me podía atender en aquel momento, asique fui hacia su consulta. Me hicieron un par de pruebas y hoy o mañana tendrían los resultados. Lo que más miedo me daba es el cómo se lo diría a mi familia y amigos, pero sobretodo cómo iba a reaccionar Nana. Sería todo muy duro. Era mejor no montarse películas o acabaría peor de lo que me encontraba.

Noviembre 17

Era por la mañana, las 9 o así. Estaba en la ducha preparándome antes de ir al hospital a ver a Nana hasta que mi móvil sonó. Salí lo más rápido que pude y me paré en seco al ver quién me estaba llamando. Era el doctor López, seguramente con los resultados de las pruebas. Mi corazón empezó a palpitar más rápido de lo normal. No sabía si estaba preparado para saber la verdad.

- Buenos días doctor.- saludé amablemente aunque con temor.- Buenos días Mangel. Le llamo para decirle los resultados de sus pruebas.- por el tono de su voz me pareció

que para él también era duro.- Me temo que tengo malas noticias.- Déjese de rodeos y dígamelo de una vez por todas.- dije cortante.- Hijo, lo siento…-hizo una pausa y suspiró- Linfoma no-Hodgkins en pulmones, huesos...- sentía como poco a

poco el mundo se caía y yo con él.- Cállese y responda. ¿En qué fase está?- Fase 4...- no había nada que se pudiese hacer. Mi propia tumba ya estaba preparada y lista.

Colgué antes de que continuase. Apoyé mi espalda contra la pared y me fui deslizando lentamente hacia el suelo. Mientras, lágrimas saladas con un toque de amargura salían desesperadamente de mis ojos hasta acabar en el frío suelo de mármol.

Noviembre 19

Me tomé dos días libres. Llamé al hospital para decir que no podía ir por motivos personales. Nana me envió varios mensajes, no estaba listo aún para poder hablar con ella, pero tenía que afrontarlo. No iba a perder mis últimos meses de vida lamentándome, no ahora. Cogí el valor suficiente y me dirigí al hospital. Durante el camino, mi mente estaba formando una y otra vez las palabras exactas que iba a decir. Caminar hacia la

Page 5: Recovery

habitación de Nana fue una de las cosas más aterradoras que había hecho en mi vida. Tenía un nudo en la garganta, podía sentir mi pulso en los oídos y las manos me temblaban. Hasta que me encontré frente a su puerta. Mi mente se quedó en blanco y entré en pánico. Conté hasta tres y abrí la puerta. Ella se encontraba ahí, con su mirada perdida, envuelta en sus sábanas blancas, con el portátil en sus piernas. Sus ojos parecían tener un brillo especial, poco a poco se estaba recuperando de la amargura.

- Hola Nana.- rápido fijó sus ojos cristalinos en los míos y su cara cambió.- ¿Dónde estabas? ¿Porqué no respondías a mis mensajes?- estaba desesperada.- Nana tengo que decirte algo.- suspiré- No puedo aguantar más.- Mangel…- Y-y-yo…- tartamudeé- No se suponía que ibas a ser tan especial para mí. No tenía planeado que te

necesitaría hasta el punto de no poder vivir sin ti. Que pasar un día sin ver tus ojos cristalinos y tus sonrisas… Me mata por dentro. El cómo dices mi nombre crea una sensación en mí que es imposible de describir. Una vez dijiste que morir era como caerse, y ahora entiendo lo que querías decir con aquello. Es como si… Como… Como que todo cayera. Que tus emociones cayeran y estuvieras esperando a que tu cuerpo toque fondo. Quiero caer contigo, quiero que toquemos fondo juntos. Nana, me estoy muriendo.- ella abrió mucho los ojos- Linfoma no-Hodgkin, en fase 4.

Hice una pequeña pausa y lágrimas salieron sin avisar. Ella seguía inexpresiva. Sus ojos estaban más cristalinos de lo normal.

- Te necesito, te necesito más de lo que tú me necesitas a mí. Quiero cada minuto que puedas darme, cada segundo, cada sonrisa, cada lágrima. Quiero tus malos y tus días buenos. Te seguiré queriendo hasta en los días que ya no recuerdes ni cómo me llamo. Antes de conocerte estaba en una burbuja, flotando por ahí. No sabía lo que estaba haciendo ni hacia dónde iba. Y tú… Tú diste sentido a mi vida.

No podía entender la expresión de su rostro, era como un océano de emociones abstractas en su mirada. Me derrumbé. Lágrimas y más lágrimas salían de mis ojos. Me deslicé por la fría pared de la habitación hasta caer en el suelo, como hace dos días. Me tapé la cara con mis manos temblorosas. Sentí en mi hombro una mano cálida y segundos después unos frágiles brazos rodear mi cuello.

- Mangel. Yo te amo. Te amo como a nadie en esta vida. Te amaba, te amo y te amaré.- posó su mano en mi barbilla y levantó delicadamente mi cabeza. Estaba llorando. Cogió y me besó. En ese momento lo sabía. Tal vez no sólo estaba reparando a Nana, ella me estaba salvando a mí.- Te amaré por todos los días de mi vida.

Nuestras lágrimas caían como la lluvia cae y muere en el asfalto. En un mundo en que la muerte y el caos abrazan a los más débiles.

Page 6: Recovery