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EL HUMANISMO DEMOCRATICO. RESUMEN En segundo lugar, el fin prospectivo de la educación. La educación tiene la responsabilidad de acercar el futuro al presente. Todo docente tiene que convertirse en un líder prospectivo para que pueda anticipar los problemas y asuma el cambio como una necesidad perentoria del sistema educativo. El mejor docente, en ese sentido, no es el que resuelve los problemas sino el que los anticipa. En su momento el maestro Prieto nos advertía la vocación prospectiva de la educación de la siguiente manera: “El Estado educa, en primer lugar, para que adquieran armónico desenvolvimiento las virtualidades positivas del hombre (...) la educación pública en todos los grados y formas de sus tres ciclos tiene que preparar el espíritu de las nuevas generaciones para que sean capaces de integrarse a la cultura de su época.” (Idem) Los fines de humanismo democrático apuntan hacia una educación prospectiva, en donde propiciemos una formación para la comprensión del mundo, y no el fomento de filosofías trasnochadas, ya superadas en el contexto mundial. La diferencia estriba entre el formar prospectivamente y el formar mirando por el espejo retrovisor de la historia. No hay que confundir el formar con sentido histórico y el formar con criterios trasnochados; cada época puede estudiar a los griegos de la antigüedad, y no por eso pretendamos ser como Tales de Mileto o como Anaxágoras, y menos como Anaximandro. En tercer lugar, el principio de formación integral. Este quizá sea uno de los postulados más importantes de la filosofía educativa prietofiguereana, no sólo porque apuntaba hacia una función administrativa que unificaba los diferentes subsistemas de educación, sino porque establecía

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EL HUMANISMO DEMOCRATICO.

   

RESUMEN

      En segundo lugar, el fin prospectivo de la educación. La educación tiene la responsabilidad de acercar el futuro al presente. Todo docente tiene que convertirse en un líder prospectivo para que pueda anticipar los problemas y asuma el cambio como una necesidad perentoria del sistema educativo. El mejor docente, en ese sentido, no es el que resuelve los problemas sino el que los anticipa. En su momento el maestro Prieto nos advertía la vocación prospectiva de la educación de la siguiente manera: “El Estado educa, en primer lugar, para que adquieran armónico desenvolvimiento las virtualidades positivas del hombre (...) la educación pública en todos los grados y formas de sus tres ciclos tiene que preparar el espíritu de las nuevas generaciones para que sean capaces de integrarse a la cultura de su época.” (Idem) Los fines de humanismo democrático apuntan hacia una educación prospectiva, en donde propiciemos una formación para la comprensión del mundo, y no el fomento de filosofías trasnochadas, ya superadas en el contexto mundial. La diferencia estriba entre el formar prospectivamente y el formar mirando por el espejo retrovisor de la historia. No hay que confundir el formar con sentido histórico y el formar con criterios trasnochados; cada época puede estudiar a los griegos de la antigüedad, y no por eso pretendamos ser como Tales de Mileto o como Anaxágoras, y menos como Anaximandro. 

      En tercer lugar, el principio de formación integral. Este quizá sea uno de los postulados más importantes de la filosofía educativa prietofiguereana, no sólo porque apuntaba hacia una función administrativa que unificaba los diferentes subsistemas de educación, sino porque establecía una antropología filosófica centrada en la formación integral. Por eso manifestaba que “la preocupación dominante en los enunciados de los principios del humanismo democrático se aplicaba a lo largo de todo el proceso educativo. Formar hombres íntegramente capacitados para el desempeño útil dentro de las colectividades era un objetivo no descuidado en ningún momento. No era el propósito que los campesinos aprendieran a discurrir como Erasmo o como Bembo, sino que junto con la capacitación para sus tareas específicas de sembrador o de criador, adquirieran también las nociones indispensables para conservar la salud, mejorar su medio y contribuir con sus vecinos a las obras exigidas por una vida solidaria y libre (...,)   más que el aprendizaje de lectura y escritura, tiende a hacer del hombre una persona humana, consciente de sus deberes y derechos y capacitada para ejercerlos, capaz de integrarse conscientemente con su medios para transformarlo o para mejorarlo.” (Prieto, “El Humanismo Democrático”,  Conferencia dictada en Costa Rica, 1957) El principio de formación integral en el mandamiento prietofiguereano sigue siendo actuante. Hoy la educación apuesta a la integración del hombre con el cosmos, a la biodiversidad biológica, al cultivo de los postulados de una paideia que va de la física a la poesía; desde

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poetas como Octavio Paz hasta santones como Santha Sai Baba, todos tienen un espacio en la galaxia pedagógica. El camino no se cierra al final, y los cercados están minados, cada vez más se impone una integración del pensamiento científico con el alternativo; una epistemología de la tolerancia cobija el espectro intelectual. En su momento, el maestro Prieto nos demostró que tuvo capacidad de tolerancia epistemológica, pues integró el concepto de persona humana propio de la filosofía neotomista de Jacques Maritain. En la filosofía educativa prietofiguereana el concepto de persona humana es medular. Como corolario podríamos preguntarnos ¿acaso estamos siendo prietofiguereanos en la filosofía educativa actual?               

 

      La Historia de la Educación, en consecuencia, ha tenido que convivir con obstáculos epistemológicos que poco a poco ha intentado superar. Así pues, de las historias de la educación episódicas y literarias se ha pasado a la construcción de una Historia de la Educación con sentido historiográfico; que anclan la investigación en las prácticas educativas y pedagógicas, sustentadas en el trabajo de archivo y fuentes primarias. De la historia de la educación universal se ha pasado a una Historia de la Educación que reivindica la historia nacional y regional. De la historia de la educación con un sentido temporal único y eterno se ha pasado a una Historia de la Educación que confronta los tiempos de larga duración con  el évènementiale, el estructural con el coyuntural, el global con el glocal. De una historia de la educación que centraba la investigación en lo escolar, a una Historia de la Educación que confronta las diversas prácticas educativas; desde la social, la económica, la religiosa, la política, etc. La Historia de la Educación hoy se estudia sin fronteras, los límites han sido minados. 

      En este ínterin la Historia de la Educación y la Pedagogía se nutrió de la Filosofía de la Educación; desde  la filosofía analítica y el positivismo lógico con Popper, y Danto; el neohegelianismo con Condignola, el vitalismo y neocriticismo con Dilthey, y  Larroyo, el marxismo con Makarenko, Manacorda, Suchodolski, y Aníbal Ponce; el historicismo relativista Edward Myers; el neotomismo con Jacques Maritain;  y en esta dirección haríamos una lista interminable.  También implicó  un acuerdo de fondo sobre los métodos y metodologías en los cuales se fundamenta el quehacer histórico-pedagógico, ya sea implícitamente o explícitamente, ej: La historia económica y social (Bloch), la historia epistemológica (Canguilhem), la arqueología (Foucault), la  genealogía (Deleuze), la hermenéutica (Gadamer), los enfoques neomarxistas (de la Escuela de Francfort a la Teoría Crítica de la Sociedad (Habermas); la de base antropológica con orientación a los significados simbólico-culturales y socio-lingüísticos (Bernstein), la etnometodología (Ferraroti) las influencias de la teoría cognitiva (Piaget, Toulmin, Novat, Vygostky, etc), la historia de las mentalidades y representaciones ( Braudel, Le Goff, Vovelle), entre otras. 

      La discusión ya no es cuál es más ciencia si la Historia o la Pedagogía, o si las Ciencias Sociales son más científicas que las Ciencias de la Educación, o bien, si las ciencias "duras" tienen un carácter más objetivo que las ciencias "blandas". Dicha

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polarización ha sido superada, el problema consiste en señalar y advertir los riesgos que corren los saberes que pretendan una hiperespecialización. 

      La epistemología actual nos lleva a replantear el reconocimiento mutuo, invocar la tolerancia epistemológica y la complementariedad de los saberes. En tal sentido, la crítica postmoderna reivindica cada vez más el pensamiento educativo de filósofos, poetas, políticos, sociólogos, científicos, y teólogos,  que desde siempre y en todas las culturas han tenido mucho que decir sobre la educación. Pues "ninguna razón epistemológica o de otra índole, justifica que se los descalifique del panteón de  la 'paideia', al menos tal como ha sido establecido e impuesto por diccionarios y enciclopedias e historias de la educación." (Morsy, Z. 1993, 5) Hoy cada vez tienen que decirnos más sobre la investigación histórico-pedagógica los otrora considerados pensadores débiles, desde poetas como Octavio Paz, filósofos como Krisnnamurti, y santones como Tagore.   

      La investigación histórico-pedagógica  para que pueda servir de acicate a la problemática educacional actual, necesita presentar una visión holística y transdisciplinaria;  los enfoques unidimensionales son cosa del pasado, se impone una especie de coexistencia epistemológica, o lo que llamó Carnap "principio de tolerancia". 

      Hace tiempo que los investigadores de la Historia de la Educación han reconocido la deuda con la Filosofía, en su momento Ernesto Codignola manifiestó: “he procurado conducir siempre las ideas pedagógicas al inmanente pensamiento filosófico que las ha suscitado y nutrido.” (1960:10) Pero el trabajo de Remo Fornaca (1978), La Investigación Histórico-Pedagógica, ha sido el más celebrado y reconocido en este sentido. Al referirse a las ventajas de la interdisciplinariedad para la Historia de la Educación apuntala: “está fuera de discusión la aportación que puedan dar a la investigación histórico-pedagógica la filología y más todavía la lingüística, la filosofía y la lógica, la antropología, los estudios políticos, económicos, jurídicos, la estadística.” (Fornaca, 1978:146).  

      En Venezuela sin duda que ha sido la contribución del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, con el concepto de Humanismo Democrático, el aporte filosófico más significativo a la historia de la educación en Venezuela.

BIBLIOGRAFÍA

Prieto Figueroa, L. (1957) “El Humanismo Democrático”,  Conferencia dictada en Costa Rica, 1957

Proyecto de Ley Orgánica de Educación, 1948