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CAPÍTULO V LA REvoLUc1óN CIENTÍFICA 1. LA REvoLUcióN c1ENTí1=icA: RAsoos GENERALES 1.1. La revolución científica: los cambios que produce El período de tiempo que transcurre aproximadamente entre la fecha de publicación del De Revolutionibus de Nicolás Copérnico, en 1543, has- ta la obra de Isaac Newton, cuyos Philosophiae Naturalis Principia Mathe- matica fueron publicados por primera vez en 1687, se acostumbra a deno- minar en la actualidad como «período de la revolución científica». Se trata de un poderoso movimiento de ideas que adquiere en el siglo xvii sus rasgos distintivos con la obra de Galileo, que encuentra sus filósofos desde perspectivas diferentes en las ideas de Bacon y de Descartes, y que más tarde llegará a su expresión clásica mediante la imagen newtoniana del universo, concebido como una máquina, como un reloj. En este proceso conceptual, resulta sin duda determinante aquella revolución astronómica cuyos representantes más prestigiosos son Copér- nico, Tycho Brahe, Kepler y Galileo, y que confluirá en la física clásica de Newton. Durante este período, pues, se modifica la imagen del mundo. Pieza a pieza, trabajosa pero progresivamente, van cayendo los pilares de la cosmología aristotélico-ptolemaica. Por ejemplo, Copérnico pone el Sol -en lugar de la Tierra- en el centro del mundo. Tycho Brahe, aunque es anticopernicano, elimina las esferas materiales que en la antigua cosmolo- gía arrastraban con su movimiento a los planetas, y reemplaza la noción de orbe (o esfera) material por la moderna noción de órbita. Kepler brin- da una sistematización matemática del sistema copernicano y realiza el revolucionario paso desde el movimiento circular (natural y perfecto, se- gún la vieja cosmología) hasta el movimiento elíptico de los planetas. Galileo muestra la falsedad de la distinción entre física terrestre y física celeste, demostrando que la Luna posee la misma naturaleza que la Tie- rra, y apoyándose -entre otras cosas- en la formulación del principio de inercia. Newton, con su teoría gravitacional, unificará la física de Galileo y la de Kepler. En efecto, desde el punto de vista de la mecánica de Newton se puede afirmar que las teorías de Galileo y de Kepler son correctas aproximaciones a determinados resultados obtenidos por Newton. Sin 171

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CAPÍTULO V

LA REvoLUc1óN CIENTÍFICA

1. LA REvoLUcióN c1ENTí1=icA: RAsoos GENERALES

1.1. La revolución científica: los cambios que produce

El período de tiempo que transcurre aproximadamente entre la fechade publicación del De Revolutionibus de Nicolás Copérnico, en 1543, has-ta la obra de Isaac Newton, cuyos Philosophiae Naturalis Principia Mathe-matica fueron publicados por primera vez en 1687, se acostumbra a deno-minar en la actualidad como «período de la revolución científica». Se tratade un poderoso movimiento de ideas que adquiere en el siglo xvii susrasgos distintivos con la obra de Galileo, que encuentra sus filósofos desdeperspectivas diferentes en las ideas de Bacon y de Descartes, y que mástarde llegará a su expresión clásica mediante la imagen newtoniana deluniverso, concebido como una máquina, como un reloj.

En este proceso conceptual, resulta sin duda determinante aquellarevolución astronómica cuyos representantes más prestigiosos son Copér-nico, Tycho Brahe, Kepler y Galileo, y que confluirá en la física clásica deNewton. Durante este período, pues, se modifica la imagen del mundo.Pieza a pieza, trabajosa pero progresivamente, van cayendo los pilares dela cosmología aristotélico-ptolemaica. Por ejemplo, Copérnico pone el Sol-en lugar de la Tierra- en el centro del mundo. Tycho Brahe, aunque esanticopernicano, elimina las esferas materiales que en la antigua cosmolo-gía arrastraban con su movimiento a los planetas, y reemplaza la nociónde orbe (o esfera) material por la moderna noción de órbita. Kepler brin-da una sistematización matemática del sistema copernicano y realiza elrevolucionario paso desde el movimiento circular (natural y perfecto, se-gún la vieja cosmología) hasta el movimiento elíptico de los planetas.Galileo muestra la falsedad de la distinción entre física terrestre y físicaceleste, demostrando que la Luna posee la misma naturaleza que la Tie-rra, y apoyándose -entre otras cosas- en la formulación del principio deinercia. Newton, con su teoría gravitacional, unificará la física de Galileo yla de Kepler. En efecto, desde el punto de vista de la mecánica de Newtonse puede afirmar que las teorías de Galileo y de Kepler son correctasaproximaciones a determinados resultados obtenidos por Newton. Sin

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La revolución científica

embargo, durante los 150 años que transcurren entre Copérnico y Newton,no sólo cambia la imagen del mundo. Entrelazado con dicha mutación seencuentra el cambio -también en este caso, lento, tortuoso, pero decisi-vo- de las ideas sobre el hombre, sobre la ciencia, sobre el hombre deciencia, sobre el trabajo científico y las instituciones científicas, sobre lasrelaciones entre ciencia y sociedad, sobre las relaciones entre ciencia yfilosofía y entre saber científico y fe religiosa.

1) Copérnico desplaza la Tierra del centro del universo, con lo quetambién quita de allí al hombre. La Tierra ya no es el centro del universo,sino un cuerpo celestial como los demás. Ya no es, en especial, aquelcentro del universo creado por Dios en función de un hombre concebidocomo culminación de la creación y a cuyo servicio estaría todo el universo.Y si la Tierra ya no es el lugar privilegiado de la creación, si ya no sediferencia de los demás cuerpos celestes, ¿no podría ser que existiesenotros hombres, en otros planetas? Y si esto fuese así, ¿cómo compaginarlocon la verdad de la narración bíblica sobre la paternidad de Adán y Evacon respecto a todos los hombres? ¿Cómo es que Dios, que bajó a estaTierra para redimir a los hombres, podría haber redimido a otros hombreshipotéticos? Estos interrogantes ya habían aparecido con el descubrimien-to de los «salvajes» de América, descubriendo que, además de provocarcambios políticos y económicos, planteará inevitables cuestiones religiosasy antropológicas a la cultura occidental, colocándola ante la experienciade la diversidad. Y cuando Bruno haga caer las fronteras del mundo yconvierta en infinito al universo, el pensamiento tradicional se verá obli-gado a hallar una nueva morada para Dios.

2) Cambia la imagen del mundo y cambia la imagen del hombre. Másaún: cambia paulatinamente la imagen de la ciencia. La revolución cientí-fica no sólo consiste en llegar a teorías nuevas y distintas a las anteriores,acerca del universo astronómico, la dinámica, el cuerpo humano, o inclusosobre la composición de la Tierra. La revolución científica, al mismo tiem-po, constituye una revolución en la noción de saber, de ciencia. La ciencia-y tal es el resultado de la revolución científica, que Galileo hará explícitocon claridad meridiana- ya no es una privilegiada intuición del mago oastrólogo individual que se ve iluminado, ni el comentario a un filósofo(Aristóteles) que ha dicho la verdad y toda la verdad, y tampoco es undiscurso sobre «el mundo de papel», sino más bien una indagación y unrazonamiento sobre el mundo de la naturaleza. Esta imagen de la cienciano surge de golpe, sino que aparece gradualmente, mediante un crisoltempestuoso de nociones y de ideas donde se combinan misticismo, her-metismo, astrología, magia y sobre todo temas provenientes de la filosofíaneoplatónica. Se trata de un proceso realmente complejo cuya consecuen-cia, como decíamos hace un momento, es la fundación galileana del méto-do científico y, por tanto, la autonomía de la ciencia con respecto a lasproposiciones de fe y las concepciones filosóficas. El razonamiento cientí-fico se constituye como tal en la medida en que avanza -como afirmóGalileo- basándose en «experiencias sensatas» y en las «necesarias demos-traciones». La experiencia de Galileo consiste en el experimento. La cien-cia es ciencia experimental. A través del experimento, los científicos tien-den a obtener proposiciones verdaderas acerca del mundo. Esta nuevaimagen de la ciencia, elaborada mediante teorías sistemáticamente con-

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troladas a través de experimentos, «representaba el certificado de naci-miento de un tipo de saber entendido como construcción perfectible, quesurge gracias a la colaboración de los ingenios, que necesita un lenguajeespecífico y riguroso, que requiere para sobrevivir y crecer en sí mismoinstituciones específicas propias (...). Un tipo de saber (. . .) que cree en lacapacidad de crecimiento del conocimiento, que no se fundamenta en elmero rechazo de las teorías precedentes, sino en su substitución a travésde teorías más amplias, que sean más fuertes desde el punto de vistalógico y que tengan un mayor contenido controlable» (Paolo Rossi).

3) Con la revolución científica «se abrieron camino las categorías, losmétodos, las instituciones, los modos de pensar y las valoraciones que serelacionan con aquel fenómeno que, después de la revolución científica,acostumbramos a denominar ciencia moderna» (Paolo Rossi). El rasgomás peculiar del fenómeno constituido por la ciencia moderna consisteprecisamente en el método: éste exige, por una parte, imaginación y crea-ción de hipótesis, y por la otra, un control público de dicha imaginación.La ciencia en su esencia es algo público; es pública por razón de su méto-do. Se trata de una noción de ciencia regulada metodológicamente y pú-blicamente controlable, que exige nuevas instituciones científicas: acade-mias, laboratorios, contactos internacionales (piénsese en la gran cantidadde importantes epistolarios). Es sobre la base del método experimentaldonde se fundamenta la autonomía de la ciencia: ésta halla sus verdadescon independencia de la filosofía y de la fe. No obstante, esta independen-cia muy pronto se transforma en colisión, enfrentamiento que en el «casoGalileo» se convierte en tragedia. Cuando Copérnico publica su De Revo-lutionibus, el teólogo luterano Andreas Osiander se apresura a redactarleun Prólogo en el que afirma que la teoría copernicana, contraria a lacosmología que aparece en la Biblia, no debe considerarse como unadescripción verdadera del mundo, sino más bien como un instrumentopara efectuar previsiones. Tal será la idea que sostendrá también el carde-nal Belarmino con respecto a la defensa del copernicanismo que realizaGalileo. Lutero, Melanchthon y Calvino se opondrán de forma tajante ala concepción copernicana. La Iglesia católica procesará en dos ocasionesa Galileo, quien se verá condenado y obligado a una abjuración. Entreotros factores, nos encontramos ante un enfrentamiento entre dos mun-dos, entre dos modos de contemplar la realidad, entre dos maneras deconcebir la ciencia y la verdad. Para Copérnico, para Kepler y para Gali-leo, la nueva teoría astronómica no es una simple suposición matemática,no es un mero instrumento de cálculo, útil en todo caso para perfeccionarel calendario, sino una descripción verdadera de la realidad, que se logra através de un método que no mendiga garantías en el exterior de sí mismo.El saber de Aristóteles es una pseudofilosofía y las Escrituras no tienencomo función informarnos sobre el mundo, sino que se trata de una pala-bra de salvación cuyo objetivo es brindar un sentido a la vida de loshombres.

4) Junto con la cosmología aristotélica, la revolución científica provo-ca un rechazo de las categorías, los principios y las pretensiones esencialis-tas de la filosofía de Aristóteles. El viejo saber pretendía ser un saber deesencias, una ciencia elaborada con teorías y conceptos definitivos. Encambio, el proceso de la revolución científica confluirá en la noción de

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Galileo, quien escribe: «El escudriñar la esencia, lo tengo por empresa nomenos imposible y por tarea no menos vana en las substancias elementalespróximas, que en las remotísimas y celestiales: y me parece que ignoro porigual la substancia de la Tierra y la de la Luna, la de las nubes elementalescomo la de las manchas del Sol (...). (Empero), aunque sea inútil preten-der investigar la substancia de las manchas solares, ello no impide quenosotros podamos aprehender algunas de sus afecciones, como el lugar, elmovimiento, la figura, la magnitud, la opacidad, la mutabilidad, la pro-ducción y la desaparición.›› En consecuencia, la ciencia ya no versa sobrelas esencias o substancias de las cosas y de los fenómenos, sino sobre lascualidades de las cosas y de los acontecimientos que resulten objetiva ypúblicamente controlables y cuantificables. Tal es la imagen de la cienciaque se configura al final del largo proceso de la revolución científica. Yano se trata del «qué››, sino del «cómo»; la ciencia galileana y postgalileanaya no indagará sobre la substancia, sino sobre la función.

5) Si bien el proceso de la revolución científica constituye asimismoun proceso de rechazo de la filosofía aristotélica, no debemos pensar enabsoluto que carezca de supuestos filosóficos. Los artífices de la revolu-ción científica estuvieron ligados también con el pasado, y de diversasformas: se remontan, por ejemplo, a Arquímedes y a Galeno. La obra deCopérnico, la de Kepler o la de Harvey, por ejemplo, están llenas devestigios de la mística hermética o neoplatónica referente al Sol. Y el grantema neoplatónico del Dios que hace geometría y que al crear el mundo leimprime un orden matemático y geométrico que el investigador debe des-cubrir, caracteriza gran parte de la revolución científica, como por ejem-plo la investigación de Copérnico, Kepler o Galileo.

6) Por lo tanto, el neoplatonismo -podemos afirmar con cierta caute-la- constituye la filosofía de la revolución científica. En cualquier caso, essin duda el supuesto metafísico que sirve de eje a la revolución científica,es decir, a la revolución astronómica. Sin embargo, las cosas son aún máscomplejas de lo que hasta ahora hemos ido exponiendo. En efecto, lareciente historiografía más actualizada (Eugenio Garin, por ejemplo, oFrances A. Yates) ha puesto de relieve con abundantes datos la notablepresencia de la tradición mágica y hermética en el interior del proceso queconduce a la ciencia moderna. Sin duda alguna, habrá quien -como porejemplo Bacon o Boyle- critique con la máxima aspereza la magia y laalquimia, o quien -como Pierre Bayle- lance invectivas contra las supers-ticiones de la astrología. Sin embargo, en todos los casos, magia, alquimiay astrología constituyen ingredientes activos en aquel proceso que es larevolución científica. También lo es la tradición hermética, es decir, aque-lla tradición que, remontándose a Hermes Trismegistos (recordemos queMarsilio Ficino había traducido el Corpus Hermeticum), poseía comoprincipios fundamentales el paralelismo entre macrocosmos y microcos-mos, la simpatía cósmica y la noción de universo como ser viviente. En eltranscurso de la revolución científica, algunos temas y nociones de carác-ter mágico y hermético -según el diferente contexto cultural en que vivano revivan- serán utilizados en el origen y el desarrollo de la ciencia moder-na. A pesar de todo, esto no siempre era posible o no siempre ocurría. Larevolución científica, en resumen, avanza en un marco de ideas que nosiempre resultaron funcionales o no lo fueron del todo para el desarrollo

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de la ciencia moderna. Así, por ejemplo, si Copérnico se remite a laautoridad de Hermes Trismegistos (y también a la filosofía neoplatónica)para legitimar su heliocentrismo, Bacon reprocha a Paracelso (que sinembargo, como veremos, posee ciertos méritos) no tanto el haber deserta-do de la experiencia, como el haberla traicionado, el haber corrompido lasfuentes de la ciencia y el haber despojado a las mentes de los hombres. Demanera similar los astrólogos reaccionaron violentamente ante el «nuevosistema del mundo». El mundo, gracias a los descubrimientos de Galileo,se volvió más grande, y la cantidad de cuerpos celestes aumentó de mane-ra repentina y muy notable. Este hecho conmocionaba los fundamentosmismos de la astrología, y en consecuencia los astrólogos se rebelaron.Véase a este respecto la carta que el mecenas napolitano G.B. Manso,amigo de Porta, dirige a Paolo Beni, profesor de griego en la universidadde Padua, quien le había puesto al corriente sobre los maravillosos descu-brimientos efectuados por Galileo con su telescopio: «Escribiré tambiénun durísimo reproche que me manifiestan todos los astrólogos, y granparte de los médicos; los cuales, al añadirse tantos planetas nuevos a losque ya antes se conocían, creen que por fuerza la astrología quedarádestruida y gran parte de la medicina también caerá, puesto que queda-rían eliminadas desde la raíz la distribución de los signos del Zodiaco, susdignidades esenciales, la cualidad de las naturalezas de las estrellas fijas,el orden de las crónicas, el gobierno de las épocas humanas, los meses dela formación del embrión, las razones de los días críticos, y más de cien ymás de mil otras cosas, que dependen del número septenal de los plane-tas.›› En realidad, la gradual consolidación de la visión copernicana delmundo reducirá cada vez más el espacio de la astrología. No obstante,también tuvo que luchar contra la astrología. Todo esto implica que laciencia moderna, autónoma con respecto a la fe, con controles públicos,regulada mediante un método, perfectible y progresiva, con un lenguajeespecífico y claro, y con sus instituciones típicas, es de veras la consecuen-cia de un proceso largo e intrincado, en el que se entrelazan la místicaneoplatónica, la tradición hermética, la magia, la alquimia y la astrología.La revolución científica, en definitiva, no es una marcha triunfal. Y mien-tras se van distinguiendo e investigando sus senderos racionales, es precisotener siempre en cuenta las eventuales contrapartidas místicas, mágicas,herméticas y ocultistas de dichos senderos.

1.2. La formación de un nuevo tipo de saber, que exige la uniónde ciencia y técnica

El resultado del proceso cultural que llamamos «revolución científica»-es una nueva imagen del mundo que, entre otras cosas, plantea problemasreligiosos y antropológicos de envergadura. Al mismo tiempo es la pro-puesta de una nueva imagen de la ciencia: autónoma, pública, controlabley progresiva. Sin embargo, la revolución científica constituye precisamen-te un proceso, y para comprenderlo hay que distinguir en él sus diversoscomponentes: la tradición hermética, la alquimia, la astrología o la magia,que fueron siendo sucesivamente abandonadas por la ciencia modernapero que para bien o para mal actuaron sobre su génesis y, por lo menos,

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sobre su evolución inicial. Empero, hay que seguir avanzando, porqueotro rasgo fundamental de la revolución científica lo constituye la forma-ción de un saber -la ciencia- que, a diferencia del saber precedente, elmedieval, reúne teoría y práctica, ciencia y técnica, dando origen así a unnuevo tipo de sabio muy distinto al filósofo medieval, al humanista, almago, al astrólogo, o incluso al artesano o al artista del renacimiento. Estenuevo tipo de sabio, engendrado por la revolución científica, ya no es elmago o el astrólogo poseedor de un saber privado y para iniciados, nitampoco el profesor universitario que comenta e interpreta los textos delpasado, sino el científico que crea una nueva forma de saber, público,controlable y progresivo, una forma de saber que para resultar válidanecesita un control continuo que proceda de la praxis, de la experiencia.La revolución científica crea al científico experimental moderno, cuyaexperiencia es el experimento, que cada vez se vuelve más riguroso graciasal empleo de nuevos instrumentos de medida cada vez más exactos. Elnuevo sabio actúa muy a menudo desde fuera (si no lo hace en contra) delas viejas instituciones del saber, como por ejemplo las universidades. Enefecto, «durante los siglos xvi y xvii las universidades y los conventos ya noson, como había sucedido en el medievo, las únicas sedes en las que seelabora y se produce cultura; el ingeniero o el artista-ingeniero que pro-yecta canales, diques, fortificaciones, llega a asumir una posición de pres-tigio igual o superior a la del médico, del astrónomo de la corte o delprofesor universitario. Las condiciones de existencia y el papel social deartistas, artesanos y científicos de diversas clases sufren, a lo largo de estossiglos, una serie de profundas modificaciones» (Paolo Rossi). Antes delperíodo que estamos tratando, las artes liberales (el trabajo intelectual) sehabían distinguido de las artes mecánicas. Estas últimas son bajas, viles,implican un trabajo manual y un contacto con la materia; se identificancon el trabajo servil constituido por las operaciones manuales. Las artesmecánicas son indignas de un hombre libre. No obstante, durante el pro-ceso de la revolución científica desaparece tal separación: la experienciadel nuevo científico consiste en el experimento, y éste exige una serie deoperaciones y de medidas. El nuevo saber y la unión entre teoría y prácti-ca -que a menudo desemboca en una cooperación entre científicos poruna parte, y artesanos superiores (ingenieros, artistas, técnicos en hidráu-lica, arquitectos, etc.) por la otra- son, por lo tanto, una misma cosa. Setrata de la misma noción de saber experimental, públicamente controla-ble, que modifica el status de las artes mecánicas.

1.3. Científicos y artesanos

E. Zilsel sostuvo que «durante el siglo xvi, bajo la presión del desarro-llo tecnológico, comenzó a agrietarse el muro que desde la antigüedadvenía separando las artes liberales de las mecánicas». El saber que posee uncarácter público, participativo y progresivo, habría nacido primero entrelos artesanos superiores (navegantes, ingenieros constructores de fortifi-caciones, técnicos artilleros, agrimensores, arquitectos, artistas, etc.) y, acontinuación, habría influido sobre la transformación de las artes libera-les. Ahora bien, el contacto o, mejor dicho, el enfrentamiento entre saber

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científico y técnico, entre el intelectual y el artesano, es un hecho que seda en la revolución científica. Lo que importa, sin embargo, es la naturale-za de dicho contacto. ¿Fueron los artesanos quienes brindaron el nuevotipo de saber a quienes practicaban las artes liberales? ¿O fue acaso lasociedad, es decir, la clase burguesa en ascenso, la que impuso como sabergeneral el que era específico de los artesanos superiores? Por lo que serefiere al nexo entre ciencia y sociedad, sirve muy poco el proclamar suexistencia, «y tampoco parece demasiado útil en vista de una posible solu-ción el desenfado de quienes pretenden agotar todo trabajo posible enesta línea, etiquetando como “burgués” a cualquier intelectual que lehaya tocado vivir en el amplio período de tiempo que transcurre entreGuillermo de Ockham y Albert Einstein. Investigar las conexiones entrela relatividad galileana, la doctrina cartesiana de los vértices o los axiomasnewtonianos del movimiento, y las condiciones sociales y la evolucióntecnológica de la sociedad italiana, francesa e inglesa del siglo xvn, carecede un sentido específico. La introducción de la pólvora y la aparición delcañón no sirven, sin duda, para explicar el nacimiento de la nueva cienciadinámica, ni las necesidades de la navegación o las exigencias de la refor-ma del calendario dan razón de los siete axiomas de la astronomía coper-nicana, al igual que la revolucionaria novedad de las teorías de Galileo ode Newton no está motivada por las visitas de Galileo al arsenal de Vene-cia, por la constatación de que una bomba no puede elevar el agua porencima de treinta pies, o por la actividad de Newton en la casa de lamoneda de Londres» (Paolo Rossi).

Examinemos la tesis de quienes afirman que la ciencia que halla enGalileo su típico investigador práctico y en Bacon y Newton sus teorizado-res metodológicos y sus filósofos, sería la ciencia del artesano o del inge-niero, del homo faber del renacimiento «dominador de la naturaleza»,del hombre que coloca la vida activa en el lugar de la vida contemplativa.Esta tesis la defienden, en el marco de pensamientos muy diferentes,L. Laberthonnière y Edgard Zilsel. A ella se opone otra tesis según la cual«la ciencia no fue hecha por ingenieros y por artesanos», sino por científi-cos: Kepler, Galileo, Descartes, etc. Esto es lo que afirma A. Koyré: «Lanueva balística no fue inventada por operarios o artilleros, sino en contrade ellos. Y Galileo no aprendió su profesión de la gente que trabajaba enlos arsenales y en los astilleros de Venecia. Al contrario: se la enseñó aellos.›› Naturalmente, añade Koyré, «la ciencia de Galileo y de Descartesfue de una grandísima importancia para la ingeniería y para la técnica; enconclusión, produjo una revolución en la técnica; no obstante, fue creaday desarrollada por teóricos y por filósofos, no por técnicos e ingenieros».Al subrayar el papel de los artesanos en la formación de la noción de unaciencia perfeccionable (y por lo tanto, progresiva), que fue obra de gene-raciones enteras de investigadores, «Zilsel prestó (. . .) una escasa conside-ración al hecho de que esa misma idea se había ido consolidando a travésde empresas con un carácter más académico» (A.C. Keller). En cualquierhipótesis, no fueron los técnicos del arsenal quienes crearon el principiode inercia. Sin duda, Galileo frecuentaba el arsenal, y las conversacionescon los técnicos que allí trabajaban -como dice él mismo- «me han ayuda-do en diversas ocasiones para investigar la razón de efectos no sólo mara-villosos, sino también recónditos y casi inimaginables». Las técnicas, los

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hallazgos y los procesos que se dan en el arsenal ayudan a la reflexiónteórica de Galileo. Asimismo, le plantean nuevos problemas: «Es verdadque a veces me ha llevado a la confusión y a la desesperación el no darmecuenta de cómo puede ser aquello que, alejado de toda opinión mía, lossentidos me demuestran que es cierto.›› Los ópticos fueron quienes descu-brieron el hecho de que, si se colocan de forma oportuna dos lentes, lascosas que están lejos se acercan, pero por qué funcionan así las lentes fuealgo que no descubrieron los ópticos, y tampoco Galileo: fue Kepler quiencomprendió las leyes del funcionamiento de las lentes. Tampoco los técni-cos que excavaban pozos comprendieron por qué las bombas no elevabanel agua por encima de los diez metros y treinta y seis centímetros. Tuvoque ser Torricelli quien demostrase que la longitud máxima de 34 pies(= 10,36 m) de la columna de agua en el interior de un cilindro revelasencillamente la presión total de la atmósfera sobre la superficie del pozo.¿Y cuántos navegantes expertos tuvieron que luchar con las mareas altas ybajas? Sin embargo, únicamente con Newton se llegó a una correcta teoríasobre las mareas (Kepler, sin embargo, la había vislumbrado; hay querecordar que Galileo ofreció una explicación equivocada). Se trata, pues,de dos tesis sobre un solo hecho, la aproximación entre técnica y saber,entre artesanos e intelectuales, fenómeno típico de la revolución cien-tífica.

En nuestra opinión, esta aproximación, esta fusión entre técnica ysaber, constituye precisamente la ciencia moderna. Una ciencia que sebasa sobre el experimento exige, en sí misma, técnicas de comprobación,aquellas operaciones manuales e instrumentales que sirven para controlaruna teoría. Requiere, por lo tanto, saber unido con tecnología. Entonces,empero, ¿quién creó la ciencia? La respuesta más plausible parece ser lade Koyré: los científicos fueron quienes crearon la ciencia. Sin embargo,ésta surgió y se desarrolló porque encontró también toda una base tecno-lógica, una serie de máquinas y de instrumentos que constituían para ellauna especie de base empírica para la prueba, que ofrecían técnicas decomprobación y que en ocasiones planteaban nuevos problemas, profun-dos y fecundos. Galileo no aprendió la dinámica de los técnicos del arse-nal, al igual que Darwin más adelante no aprenderá de los criadores deanimales la teoría de la evolución. Empero, así como Darwin hablaba conlos criadores, Galileo visitaba el arsenal. No se trata de un hecho banal.El técnico es aquel que sabe «qué», y a menudo, también sabe «cómo››. Elcientífico, sin embargo, es el que sabe «por qué». En nuestros días, unelectricista sabe muchas cosas sobre las aplicaciones de la corriente eléctri-ca y sabe cómo construir un aparato, pero ¿qué electricista sabe por quéla corriente funciona como funciona o sabe algo sobre la naturaleza de laluz?

1.4. Una nueva forma de saber y una nueva figura de sabio

En sus Discursos en torno a dos nuevas ciencias, Galileo escribe: «Pa-réceme, señores venecianos, que la práctica frecuente de vuestro famosoarsenal, abre un amplio campo al filosofar de los intelectos especulativos,en particular en lo que se refiere a la mecánica; allí, gran número de

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artífices ponen continuamente en ejercicio toda clase de instrumentos y demáquinas, y entre ellos -gracias a las observaciones hechas por sus antece-sores, así como a las que realizan continuamente por su cuenta- es obliga-do que haya hombres de enorme pericia y de un razonamiento muy per-feccionado.›› De igual modo, «hombres de enorme pericia y de razona-miento muy perfeccionado» se ponen de manifiesto a través de «losescritos de Brunelleschi, Ghiberti, Piero della Francesca, Leonardo, Celli-ni, Lomazzo, las obras sobre arquitectura de Leon Battista Alberti, deFilarete y de Francesco de Giorgio Martini, el libro sobre máquinas milita-res de Valturio de Rimini (impreso por vez primera en 1472), el tratado deDurero sobre las fortificaciones (1527), la Pirotechnia de Biringuccio(1540), la obra sobre balística de Niccolò Tartaglia (1537), los tratados deingeniería minera de Georg Agricola (1546 y 1556), las Diversas y artifi-ciosas máquii as de Agostino Ramelli (1588), los tratados sobre el arte dela navegación de William Barlow (1597) y Thomas Harriot (1594), la obrasobre la declinación de la aguja magnética del ex marino y constructor debrújulas Robert Norman (1581)›› (Paolo Rossi). La ciencia es obra de loscientíficos.,La ciencia experimental adquiere validez a través de los expe-rimentos. Estos consisten en técnicas de comprobación como resultado deoperaciones manuales e instrumentales que se llevan a cabo medianteobjetos y sobre éstos. La revolución científica constituye precisamente unproceso histórico del que emerge la ciencia experimental, es decir, unanueva forma de saber, nueva y distinta del saber religioso, del metafísico,del astrológico y mágico, y también del técnico y artesanal. La cienciamoderna, tal como se configura al final de la revolución científica, hadejado de ser el saber de las universidades, pero no puede reducirse tam-poco a la mera práctica de los artesanos. Se trata de un saber nuevo que,uniendo teoría y práctica, sirve por una parte para poner en contacto lasteorías con la realidad, volviéndolas públicas, controlables, progresivas yparticipativas. Por otro lado, introduce en el saber y en el conocimiento(en cuanto banco de pruebas de las teorías y de sus aplicaciones) diversoshallazgos de las artes mecánicas y artesanales, confiriendo a éstas un nue-vo status epistemológico e incluso social. Resulta evidente que la génesis,el desarrollo y el éxito de esta nueva forma de saber son paralelos a lospropios de una nueva figura de sabio y, asimismo, a nuevas institucionesque se proponen como mínimo controlar los diversos segmentos de estesaber en formación: «En aquella época, para llegar a ser “científicos” nose requerían el latín o la matemática, ni un conocimiento amplio de loslibros, ni una cátedra universitaria. Publicar en las actas de las academiasy la pertenencia a las sociedades científicas estaba abierto a todos, profe-sores, experimentadores, artesanos, curiosos y aficionados» (Paolo Ros-si). Se trata de un proceso complicado que a menudo se lleva a cabo fuerade las universidades, «ajenas -sigue diciendo Rossi- a las doctrinas de lanueva filosofía mecánica y experimental que iba difundiéndose a través delos libros, las publicaciones periódicas, las cartas privadas, las actas de lassociedades científicas, pero no ciertamente a través de los cursos universi-tarios. Los observatorios, los laboratorios, los museos, los talleres, loslugares de discusión y de debate a menudo nacieron fuera de las universi-dades y, en algún caso, en contra de ellas». Sin embargo, a pesar de estaruptura, no debemos olvidar aquellos elementos de continuidad que enla-

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zan la revolución científica con el pasado. Se trata de un retorno a autoresy a textos que resultan aprovechables en beneficio de la nueva perspectivacultural: Euclides, Arquímedes, Vitrubio, Herón, etc.

1.5 . La legitimación de los instrumentos científicos y su uso

El nexo que se establece entre teoría y práctica, entre saber y técnica,da cuenta de otro fenómeno evidente creado por la revolución científica yque en parte se identifica con aquél. Nos estamos refiriendo a aquel fenó-meno mediante el cual comprobamos que el nacimiento y la fundamenta-ción de la ciencia moderna se ven acompañados por un repentino creci-miento de la instrumentación, en el sentido de que a la fase de constanteperfeccionamiento y de lenta evolución de los instrumentos (por ejemplo,el compás, la balanza, los relojes mecánicos, los astrolabios, los hornos,etc.) que había sido típica del pasado le sigue, en el siglo xvii, «de formacasi imprevista, una fase de rápida invención» (Paolo Rossi). A principiosdel siglo xvl la instrumentación se reducía a unos cuantos elementos liga-dos con la observación astronómica y con los relevamientos topográficos;en mecánica, se utilizaban palancas y poleas. En pocos años, empero,aparecen el telescopio de Galileo (1610): el microscopio de Malpighi(1660), de Hooke (1665) y de van Leeuwenhoek; el péndulo cicloidalde Huygens se remonta a 1673; en 1638 Castelli describe el termómetro deaire galileano; en 1632 Jean Rey crea el termómetro de agua y en 1666Magalotti inventa el termómetro de alcohol; el barómetro de Torricelli esde 1643; Robert Boyle describe la bomba neumática en 1660.

Empero, lo que interesa a efectos de una historia de las ideas no estanto una enumeración de instrumentos -que podría ser muy larga- sinomás bien comprender que los instrumentos científicos, en el transcurso dela revolución científica, se convierten en parte integrante del saber cientí-fico: no existe el saber científico por una parte y, junto a él, los instrumen-tos. El instrumento está dentro de la teoría; se convierte él mismo enteoría. En una nota manuscrita de Vincenzo Viviani, miembro de la Acca-demia del Cimento de Florencia, leemos lo siguiente: «Preguntar al Gonfia(un hábil soplador de vidrio): Cuál es el líquido que se eleva con másrapidez por la acción del calor, al recibir el calor del ambiente.›› Másadelante, en estas mismas páginas, veremos la valiente operación de Gali-leo, que logró llevar a través de un mar de inconvenientes una serie de«viles mecanismos» como el telescopio al interior del saber, utilizándoloscon finalidades cognoscitivas, si bien al principio les hace propagandamencionando sus objetivos prácticos, por ejemplo, de carácter militar.Por su parte, en la introducción a la primera edición de los Principia,Newton se opuso a la distinción que los antiguos efectuaban entre unamecánica racional y una mecánica práctica.

Profundicemos en cierta medida en la teoría, o en las teorías, de losinstrumentos que se encuentran en el interior de la revolución científica.La primera idea acerca de los instrumentos que aflora en los escritos dealgunos grandes exponentes de la revolución científica afirma que el ins-trumento es una ayuda y una potenciación de los sentidos. Galileo sostie-ne que en la utilización de las máquinas antiguas, como la palanca o el

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Rasgos generales

plano inclinado, «la ventaja mayor que nos aportan los instrumentos me-cánicos consiste en algo que sirve al moviente (...) como cuando emplea-mos el curso de un río para hacer girar un molino, o la fuerza de un caballopara hacer algo que no podrían lograr cuatro o seis hombres». El instru-mento, pues, se nos presenta aquí como una ayuda a los sentidos. En loque respecta al telescopio, Galileo escribe que «es algo hermosísimo ymuy atrayente de contemplar, poder mirar el cuerpo lunar, que está a unadistancia de nosotros de casi sesenta semidiámetros terrestres, desde tancerca como si sólo nos separasen de él dos semidiámetros». Hooke semueve en la misma línea, cuando afirma que «lo que primero hay quehacer con relación a los sentidos es un intento de suplir su debilidad coninstrumentos, agregando órganos artificiales a los naturales».

Por otra parte, interpretaciones que utilizan un aparato técnico máscomplejo -como la que efectúa A.C. Crombie- han demostrado que algu-nas de las «experiencias sensatas» de Galileo (por ejemplo, los experimen-tos sobre la ley de la caída de los graves) implican un uso del instrumentono como una potenciación de los sentidos, sino como un ingenioso medio«para correlacionar magnitudes esencialmente distintas (es decir, no ho-mogéneas y, por lo tanto, no comparables según los cánones de la antiguaciencia), como por ejemplo el espacio y el tiempo, a través de una diferen-te concepción de las representaciones espaciotemporales, y la idea decorrelacionar sus medidas» (S. D'Agostino).

Al hablar de la instrumentación científica, no se puede dejar de men-cionar el hecho de que la utilización de instrumentos ópticos como elprisma o las láminas delgadas se ve acompañada por reflexiones -en New-ton, por ejemplo- que consideran que el instrumento no es tanto unapotenciación del sentido como un medio que sirve para liberarse de losengaños oculares: «Un ejemplo representativo consiste en el uso newto-niano del prisma como instrumento que, a diferencia del ojo, distingueentre colores homogéneos (los colores puros) y no homogéneos, el verde(puro) espectral de aquel que resulta de la composición entre azul y amari-llo» (S. D”Agostino). En este sentido, pues, el instrumento aparece comomedio que, adentrándose en los objetos y no sólo aplicándose a másobjetos, garantiza una mayor objetividad en contra de los sentidos y sustestimonios.

Las cosas no quedarán aquí, sin embargo. En la importante polémicaque se produce entre Newton y Hooke acerca de la teoría de los colores yacerca del funcionamiento del prisma aparece otro elemento de la teoríade los instrumentos, elemento que estaría destinado a ejercer una funciónde primer orden en la física contemporánea. Se trata del tema del instru-mento como perturbador del objeto investigado y, por consiguiente, eltema del posible control del instrumento perturbador. Hooke apreciabalos experimentos de Newton con el prisma, debido a su precisión y suelegancia, pero lo que le discutía era la hipótesis según la cual la luz blancaposeía una naturaleza compuesta y que, en cualquier caso, ésta pudieseser la única hipótesis correcta. Hooke no creía que el color constituyeseuna propiedad originaria de los rayos de luz. En su opinión, la luz blancaestá producida por el movimiento de las partículas que componen el pris-ma. Esto significa que la dispersión de los colores sería consecuencia deuna perturbación provocada por el prisma. Hoy diríamos que «el prisma

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analiza en la medida en que modula» (S. D'Agostino). Para concluir,digamos que en el transcurso de la revolución científica vemos cómo en-tran los instrumentos dentro de la ciencia: la revolución científica legitimaa los instrumentos científicos. Por una parte, se concibe a algunos instru-mentos en tanto que potenciación de nuestros sentidos. Por otro lado,surgen dos nuevos temas: el instrumento contrapuesto a los sentidos y elinstrumento como perturbador del objeto que se investiga. Estos dos últi-mos temas se volverán a plantear con frecuencia en la posterior evoluciónde la física.

2. LA REvoLUCIóN CIENTÍFICA Y LA TRADICIÓN MÁG1Co-HERMÉTICA

2.1. Presencia y rechazo de la tradición mágico-hermética

Todo lo que hemos venido diciendo aquí sobre la magia no debe hacerpensar que, durante el período que analizamos ahora, la magia haya idopor un lado y la ciencia por otro. La ciencia moderna -con la imagen quede ella brindará Galileo y que consolidará Newton- y tal como se ha dichoantes, es un resultado del proceso de la revolución científica. En el trans-curso de tal proceso, a medida que va tomando consistencia esta nuevaforma de saber que es la ciencia moderna, la otra forma de saber -esto es,la magia- será gradualmente calificada de pseudociencia y de saber espu-rio, y se luchará en contra de ella. Sin embargo, los lazos entre filosofíaneoplatónica, hermetismo, tradición cabalística, magia, astrología y alqui-mia, junto con las teorías empíricas y la nueva idea de saber que se vaabriendo camino en este tejido cultural, sólo pueden irse desatando conlentitud y esfuerzo. En efecto, prescindiendo del componente neoplatóni-co que está en la base de toda la revolución astronómica, en la actualidadya no se puede negar el peso relevante que ha ejercido el pensamientomágico-hermético incluso en los exponentes más representativos de larevolución científica. Además de astrónomo, Copérnico también fue mé-dico y practicó la medicina por medio de la teoría de los influjos astrales.No es que exista un Copérnico médico que se comporte como astrólogo yun Copérnico astrónomo que se conduzca como un científico puro (en laforma en que nosotros concebimos al científico): cuando Copérnico sepropone justificar la centralidad del Sol en el universo, se remite asimismoa la autoridad de Hermes Trismegistos, que llama «Dios visible» al Sol.Por su parte, Kepler conocía bien el Corpus Hermeticum; buena parte desu labor consistió en compilar efemérides; y cuando contrajo matrimonioen segundas nupcias, tomó consejo de sus amigos, pero también consultóa las estrellas. En especial, su concepción de la armonía de las esferas sehalla colmada de misticismo neopitagórico. En el Mysterium Cosmogra-phicum, con respecto a su investigación referente «al número, la extensióny el período de los orbes», sostendrá: «La admirable armonía de las cosasinmóviles -el Sol, las estrellas fijas y el espacio- que se corresponden conla Trinidad de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo me dio ánimosen este intento.›› El maestro de Kepler, Tycho Brahe, también estabaconvencido del influjo que los astros tenían sobre la marcha de las cosas ysobre los acontecimientos humanos; en la aparición de la estrella nova de

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Tradición mágico-hermética

1572 vio paz y riqueza. Los horóscopos de Kepler eran muy estimados,pero también Galileo tenía que elaborar horóscopos en la corte de losMedici. William Harvey, el descubridor de la circulación de la sangre, enel prólogo a su gran obra De motu cordis atacó con gran rigor la idea deque había espíritus que regían las distintas operaciones del organismo(«Suele suceder que, cuando los necios e ignorantes no saben cómo expli-car un hecho, entonces apelan a los espíritus, causas y artífices de todo,que salen a escena como resultado de extrañas historias, como el Deus exmachina de los poetastros››). Empero, siguiendo las huellas de la concep-ción solar de la tradición neoplatónica y hermética, escribe que «el cora-zón (...) bien puede ser designado como principio de la vida y el Sol delmicrocosmos, de forma análoga a como puede designarse corazón delmundo al Sol». También en el pensamiento de Newton estarán presentesel hermetismo y la alquimia.

Por lo tanto, constituye un hecho indudable la presencia de la tradiciónneoplatónica y de la neopitagórica, del pensamiento hermético y de latradición mágica a lo largo del proceso de la revolución científica. Una vezestablecido esto, veremos cómo algunas de estas ideas son aprovechablespara la creación de las ciencias: pensemos en el Dios que hace geometríadel neoplatonismo; la naturaleza que se manifiesta a través de los númerosde los pitagóricos; el culto neoplatónico y hermético al Sol; la nociónkepleriana de la armonía de las esferas; la idea del contagium de Fracasto-ro; la concepción del cuerpo humano como un sistema químico, o la ideade la especificidad de las enfemedades y de sus remedios correspondien-tes, que fueron propuestas y defendidas a través de la iatroquímica deParacelso, etc. Por otro lado, el proceso de la revolución científica -quelleva a su madurez, en la praxis y en la teoría, a aquella única forma desaber que es la ciencia moderna- de una forma gradual va detectando,criticando y suprimiendo el pensamiento mágico. Por ejemplo, Keplermanifiesta una lúcida conciencia acerca de que, mientras el pensamientomágico queda apresado en el torbellino de los «tenebrosos enigmas de lascosas», «en cambio yo me esfuerzo por llevar a la claridad del intelectolas cosas que están envueltas en obscuridad». Según Kepler, la tenebrosi-dad es el rasgo distintivo del pensamiento de los alquimistas, los herméti-cos y los seguidores de Paracelso, mientras que el pensamiento de losmatemáticos se distingue por su claridad. Boyle también atacará a Para-celso. Y aunque Galileo se viese obligado a redactar horóscopos, en susescritos se muestra del todo ajeno al pensamiento mágico. Lo mismo hayque decir de Descartes,

Pierre Bayle (1647-1706), en sus Diversos pensamientos sobre el come-ta (1682) efectuó un riguroso ataque contra la astrología: «Sostengo quelos presagios específicos de los cometas, al no apoyarse en otra cosa que enlos principios de la astrología, no pueden ser más que extremadamenteridículos (...) sin que haya que repetir todo lo que ya he dicho sobre lalibertad del hombre (y que sería suficiente para decidir nuestra cuestión),¿cómo se puede imaginar que un cometa sea la causa de guerras queestallan en el mundo uno o dos años después de que el cometa hayadesaparecido? ¿Cómo puede ser que los cometas sean causa de la prodi-giosa diversidad de acontecimientos que se producen a lo largo de unaguerra prolongada? ¿No es bien sabido, acaso, que si se intercepta una

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carta puede fracasar todo el plan de una campaña de operaciones? ¿O queuna orden que se ejecute una hora más tarde de lo necesario hace que fra-casen proyectos laboriosamente elaborados? ¿O que la muerte de un solohombre puede variar el signo de una situación, y que a veces una tontería-la más fortuita que pueda darse- hace que no se gane una batalla, lo cualprovoca una infinidad de males? ¿Cómo puede pretenderse que los áto-mos de un cometa, que giran en el aire, produzcan todos estos efectos?››Las reglas de la astrología, en opinión de Bayle, son sencillamente misera-bles. Más tarde, también Bacon se mostró muy duro en contra del pensa-miento mágico. Según este autor, «los métodos y los procedimientos delas artes mecánicas, y sus rasgos de progresividad y de intersubjetividadproporcionan el modelo al que se ajusta la nueva cultura» (Paolo Rossi).En opinión de Bacon, la ciencia está formada por aportaciones individua-les que, integrándose en el patrimonio cognoscitivo de la humanidad,ayudan al éxito y al bienestar de ésta. Por ello, Bacon no condena los finesnobles de la magia, la astrología y la alquimia, pero rechaza con decisiónsu ideal del saber, que pertenecería a un individuo iluminado, y por lotanto es ajeno al control público de la experiencia, mostrándose arbitrarioy obscuro. A la genialidad incontrolada Bacon opone la publicidad delsaber; al individuo iluminado, contrapone una comunidad científica queactúa según reglas reconocidas por todos; a la obscuridad, la claridad; a lasíntesis apresurada, la cautela y el paciente control. «Esta imagen de laciencia, y la ética que de ella se derivaba, fue compartida en grados diver-sos por los iniciadores de la ciencia moderna. Para Boyle y para Newton,para Descartes y para Galileo, para Hooke y para Borelli, el rigor lógico,la publicidad de los métodos y de los resultados, la voluntad de claridadfueron cosas que había que afirmar dentro de un mundo y de una culturaque no las aceptaba como cosas obvias, en los cuales prosperaban creen-cias, actitudes y visiones del mundo que manifestaban un contraste radicalcon la ciencia, y que parecían constituir frente a ella una alternativa realpara la cultura» (Paolo Rossi).

2.2. Las características de la astrología y de la magia

En el marco de las ideas del siglo xvi, resulta imposible delimitar lasdistintas disciplinas científicas, cosa que más tarde sí se hizo posible. En lacultura del xvI tampoco se puede trazar una separación demasiado nitida«entre el conjunto de las ciencias, por un lado, y la reflexión especulativay mágico-astrológica por el otro. La magiay la medicina, la alquimia y lasciencias naturales, y hasta la astrología y la astronomía actúan en unaespecie de simbiosis estrecha, en la que se entrelazan mutuamente, de unmodo con frecuencia inextricable, prácticas investigadoras que en laactualidad valoraríamos de maneras muy diferentes, desde un perfil teori-co epistemológico. No sorprenderá a nadie, entonces, que muchos estu-diosos de esa época pasen con notable facilidad desde el ámbito de investi-gaciones definibles como científicas, a ámbitos disciplinares de un tipodistinto, que no se ajustan a los criterios modernos de cientificidad»(C. Vasoli). Entre el medievo y la edad moderna, el renacimiento colocóideas de la tradición neoplatónica, ideas procedentes de la cabala y de la

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Astrología y magia

tradición hermética, e ideas mágicas y astrológicas, con mucha frecuenciavinculadas con el pasado. Se trata de nociones que la historiografía másactual reconoce como ingrediente imposible de eliminar de la revolucióncientífica. Vemos, así, que cada disciplina o conjunto de teorías (en unsentido moderno) posee su contrapartida ocultista. Sin lugar a dudas, unade las consecuencias más maduras de la revolución científica consistirá enla gradual (y, en cierto modo, nunca total ni definitiva) expulsión de lasideas mágico-hermético-astrológicas del seno de la ciencia. No obstante,se plantea también otro problema: ¿habría surgido acaso la ciencia moder-na, si no se hubiese producido la ruptura que dichas ideas implicaron conrespecto al mundo medieval? Dentro de poco veremos de qué manera larevolución astronómica hallará su garantía filosófica en el platonismo y enel neoplatonismo. ¿Acaso no resultó fecundo para la ciencia el programade Paracelso, que veía el cuerpo humano como un sistema químico? Nosiempre los principios no científicos, las fantasías absurdas y los sistemasque parecen apoyarse en el vacío constituyen obstáculos para el desarrollode la ciencia. Existen ideas no científicas que se muestran fecundas para laciencia, que influyen positivamente sobre su evolución. Y aunque una delas características de la ciencia moderna sea su lenguaje claro, específico,controlable, no cabe excluir que ciertas ideas confusas puedan resultarútiles para la génesis de algunas teorías científicas. En la época actual, hahabido quien ha puesto de manifiesto los méritos de la confusión; enrealidad, puede suceder que la claridad sea quizás el último refugio dequien no tiene nada que decir. A finales del siglo xix, el filósofo norteame-ricano Charles S. Peirce escribió: «Dadme un pueblo cuya medicina origi-naria no esté mezclada con la magia y los encantamientos, y hallaré unpueblo carente de toda capacidad científica.››

1) La astrología, de origen egipcio y caldeo, era para los hombres delos siglos xv y xvi una ciencia, es decir, auténtico saber. Desde la antigüe-dad están ligadas astrología y astronomía. Ptolomeo, como sabemos, fueautor de un famoso y enormemente influyente tratado de astronomía, elAlmagesto. Sin embargo, también escribió un voluminoso tratado de as-trología (el Tetrabiblon). Estaba convencido de que «existe una ciertainfluencia del cielo sobre todas las cosas que pasan en la Tierra». Laestrecha unión que encontramos en la antigüedad entre astrología y astro-nomía llega hasta la edad media, la volvemos a encontrar en la época delhumanismo y del renacimiento y, a veces, aún más adelante. El astrólogoes aquel que, a través de la observación de los astros compila las efeméri-des, es decir, aquellas tablas en las que se detalla la posición que asumencada día los diversos planetas. Tomando como base estas configuracionesy posiciones de los astros, el astrólogo trataba los temas de nacimiento:fijaba qué astros habían estado más cerca de una persona en la fecha de sunacimiento, para a continuación establecer su influjo positivo o negativosobre la persona, elaborando así el horoscopo de ésta. Entre paréntesisdigamos que el actual término «influencia›› se origina en este contexto.Durante los siglos xv y xvi, la astrología judicial tuvo gran éxito. Era laastrología que se proponía desvelar el juicio de los astros sobre las perso-nas y, al mismo tiempo, sobre los acontecimientos. El astrólogo, en defini-tiva, escudriñaba en las conjunciones de los astros la marcha de la salud yel destino de las personas, pero también la marcha de las estaciones, las

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conmociones populares, la suerte de los monarcas, las políticas y las reli-giones, así como las guerras futuras. El astrólogo era quien contemplaba ysabía estas cosas tan importantes, y por ello no hubo príncipe o poderosoque no tuviese su astrólogo de palacio. A la astrología se agregaron otrasprácticas adivinatorias, como la fisiognómica. En el De Fato (V,10) Cice-rón habla del fisonomista Zopiro, que afirmaba conocer el carácter de unhombre a través de un examen de su cuerpo y, más en particular, median-te el examen de sus ojos, su frente y su rostro. Durante el renacimiento secultivó este arte con mucha frecuencia y con indudable éxito. GiovanBattista della Porta, en 1580, publicó su libro Sobre la fisiognómica huma-na. También en el siglo xvIII -recuérdese a Lavater- estuvo presente lafisiognómica, y sus huellas se descubren hasta en nuestros días. Otrasformas de adivinación fueron la quiromancia (la previsión del futuro deuna persona a través de las líneas de su mano) y la metoposcopia (laprevisión del futuro a través de las arrugas de la frente).

2) El paralelismo entre macrocosmos y microcosmos, la simpatía cós-mica y la concepción del universo como un ser viviente son los principiosfundamentales del pensamiento hermético, que Marsilio Ficino relanzócon su traducción del Corpus Hermeticum. De acuerdo con dicho pensa-miento, está fuera de toda duda el influjo de los acontecimientos celestia-les sobre los sucesos humanos y terrenos. Puesto que el universo es un serviviente en el que cada parte afecta al resto, cualquier acción e interven-ción humana producirá sus propios efectos y consecuencias. Por eso, si laastrología es la ciencia que pronostica el curso de los acontecimientos, lamagia es la ciencia de la intervención sobre las cosas, sobre los hombres ysobre los acontecimientos, con objeto de dominar, dirigir y transformar larealidad según nuestros deseos. La magia es el conocimiento de la maneraen que puede actuar el hombre para hacer que las cosas vayan en elsentido que a él le plazca. De este modo se configura en la mayoría de loscasos como una ciencia que integra en sí el saber astrológico: la astrologíaindica el curso de los acontecimientos (favorables y desfavorables), y lamagia brinda instrumentos de intervención sobre este curso de los aconte-cimientos. La magia interviene para cambiar aquellas cosas que estánescritas en el cielo y que la astrología ha leído. Evidentemente, la in-tervención sobre el curso de los acontecimientos presupone un conoci-miento sobre dicho curso. De esto dependía el prestigio y el enorme éxitode la figura del astrólogo mago, el sabio que domina las estrellas.

2.3. J. Reuchlin y la tradición cabalística; Agrippa: magia blancay magia negra

La primera figura de mago que posee un cierto interés, el alemánJohann Reuchlin (1455-1522), está relacionada con la cábala. La cábala-que quiere decir «tradición››- es la mística hebraica que, mediante unaarticulada y compleja simbología, contempla los fenómenos humanos co-mo reflejo de los divinos. Reuchlin (o Capnion, que fue la forma en quehelenizó su nombre) conoció en Italia a Pico de la Mirándola. Quizás hayasido éste quien le introdujo en los estudios cabalísticos. Profesor de griegoen la universidad de Tubinga, Reuchlin es autor de un De arte cabalística.

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Reuchlin y Agrippa

Reuchlin cree que en la cábala se da una revelación divina inmediata; lacábala es la ciencia de la Divinidad: «La cábala es una teología simbólicaen la cual no sólo las letras y los nombres, sino también las cosas sonsignos de las cosas.›› Y el conocimiento de estos símbolos puede obtenersea través del arte cabalístico, el cual -puesto que eleva a quien lo practica almundo suprasensible, del cual dependen las cosas sensibles- permiteobrar cosas milagrosas. El cabalista -escribe Reuchlin en Capnion sive deverbo divino- es un taumaturgo que, si posee una fe intensa, puede obrarmilagros en nombre de Jesucristo.

Según el médico, astrólogo, filósofo y alquimista Cornelio Agrippa deNettesheim (nacido en Colonia en 1486 y fallecido en Grenoble en 1535),las partes del universo se hallan en relación entre sí a través del espírituque anima al mundo en su totalidad. Al igual que una cuerda en tensiónvibra toda ella cuando se la toca en un punto, del mismo modo el universo-escribe Agrippa en su De occulta philosophia- si es tocado en uno de susextremos resuena en el extremo opuesto. El hombre se halla situado en elcentro de aquellos tres mundos que, según la cábala y tal como afirmabantambién Pico de la Mirándola y Reuchlin, son el mundo de los elementos,el mundo celestial y el mundo inteligible. En cuanto microcosmos, conocela fuerza espiritual que penetra y une al mundo, y se sirve de ella parallevar a cabo acciones milagrosas. En esto consiste, pues, la magia que es«la ciencia más perfecta». Esta, en efecto, convierte al hombre en amo delas potencias ocultas que actúan sobre el universo. La ciencia del mago serefiere tanto al mundo de los elementos como al mundo celestial y alinteligible. Como consecuencia, Agrippa habla de tres tipos de magia. Laprimera es la magia natural: lleva a cabo acciones prodigiosas, empleandoel conocimiento de las fuerzas ocultas que animan a los cuerpos materia-les. La segunda es la magia celestial: es un conocimiento y control de losinflujos ejercidos por los astros. La tercera es la magia religiosa o ceremo-nial, que se propone mantener a raya y poner en fuga a las fuerzas demo-níacas. La magia natural y la magia celestial fueron denominadas «magiablanca». La magia religiosa o ceremonial es aquella que también recibe elnombre de «magia negra» o «nigromántica››. Según Agrippa, además, elprincipio y la clave de toda la actividad mágica consistía en la dignificacióndel hombre, dignificación por la cual el hombre se separa de la carne y delos sentidos, y se eleva mediante una repentina iluminación hasta aquellavirtud divina que permite conocer las obras secretas. Esta sabiduría reve-lada debe permanecer en secreto: el mago tiene la obligación de no divul-gar a nadie «ni el lugar, ni el tiempo, ni la meta que se persigue». El sabioiluminado no debe confundirse con los necios y, por consiguiente, escribeAgrippa, «hemos utilizado un estilo que sirve para confundir al necio yque, en cambio, es comprensible con facilidad por la mente iluminada».El ideal del saber de Agrippa no es en absoluto el de un saber público,claro y controlable. Es el ideal de un saber privado, oculto y que debeocultarse, que carece de un método y de un lenguaje rigurosos y públicos.Se trata de un ideal de saber distinto y muy alejado del de la cienciamoderna. Durante los últimos años de su vida, Agrippa -en el De vanitateet incertitudine scientiarum (1527)- condenó el saber y exaltó la fe. Sinembargo, dos años antes de su muerte mandó publicar de nuevo su Deocculta philosophia.

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2.4. El programa iatroquímico de Paracelso

Sin ninguna duda Paracelso (1493-1541) fue la figura de mago másimportante que existió en la época. Theofrasto Bombast von Hohenheim,hijo de médico, y médico él mismo, cambió su nombre por el de PhilippusAureolus Theophrastus Bombastus Paracelsus. Se cambió el nombre porel de Paracelso porque se consideraba más grande que el médico romanoCelso. En 1514 trabaja en las minas y los talleres metalúrgicos de Segis-mundo Fugger, banquero alemán que también es alquimista. Estudió me-dicina en Basilea, donde enseñó después durante dos años. La ruptura deParacelso con la tradición se pone de manifiesto con toda evidencia apartir de la época en que se dedicó a la docencia: pronunció sus leccionesen alemán y no en latín; invitó a ellas a los farmacéuticos y los barberos-ci-rujanos de Basilea; y al igual que Lutero había quemado la bula pontífi-cial, Paracelso inauguró sus enseñanzas quemando los libros de las dosauctoritates en el terreno médico: las obras de Galeno y de Avicena. Poreso se le llamó el «Lutero de la química». Paracelso también fue un granviajero y tuvo un gran prestigio. Las polémicas que estimuló, provocó opadeció fueron de una enorme ferocidad.

En opinión de Paracelso, la alquimia era la ciencia de la transforma-ción de los metales groseros que se encuentran en la naturaleza, en pro-ductos acabados que resulten útiles para la humanidad. No creía que laalquimia pudiese producir oro o plata; según él, es una ciencia de lastransformaciones. Su noción de alquimia «abarca todas las técnicas quími-cas y bioquímicas. El fundidor que transformaba los minerales en metalesera alquimista, y también lo eran el cocinero y el panadero que prepara-ban los alimentos con carne y con trigo» (S.F. Mason). Interesado por lamagia natural, Paracelso reestructuró la medicina. Rechazó la idea de quela salud o la enfermedad dependiese del equilibrio o del desorden en loscuatro humores fundamentales y propuso la teoría de que el cuerpo huma-no es un sistema químico en el que desempeñan un papel fundamental losdos principios tradicionales de los alquimistas: el azufre y el mercurio, alos que Paracelso añade un tercero, la sal. El mercurio es el principiocomún a todos los metales; el azufre es principio de la combustibilidad; lasal representa el principio de inmutabilidad y de resistencia al fuego. Lasenfermedades aparecen como consecuencia del desequilibrio entre estostres principios químicos y no por la falta de armonía entre los humores,que mencionaban los galénicos. Tanto es así que, en opinión de Paracelso,puede restablecerse la salud a través de las medicinas de naturaleza mine-ral, y no de naturaleza orgánica. (No olvidemos que, todavía en 1618, laprimera farmacopea londinense enumeraba, entre los medicamentos quehabía que suministrar por vía oral, la bilis, la sangre, los gorgojos y lascrestas de pollo.) Con Paracelso, pues, nació y se impuso la iatroquímica.Los iatroquímicos lograron a veces grandes éxitos, si bien las justificacio-nes de sus teorías -vistas con los ojos de la ciencia actual- parecen bastan-te fantasiosas. Por ejemplo, basándose en la idea de que el hierro estáasociado a Marte, el planeta rojo, dios de la guerra cubierto de sangre y dehierro, administraron con éxito -y hoy conocemos las razones científicasde dicho éxito- sales de hierro a enfermos de anemia. En la medicina deParacelso se mezclan elementos teológicos, filosóficos, astrológicos y al-

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Paracelso

químicos, pero lo importante -importante por lo que vendría a continua-ción- es que del crisol de ideas de Paracelso haya surgido el programa deinvestigación centrado en la idea de que el cuerpo humano es un sistemaquímico. El paso desde un sistema de ideas hasta otro sistema no se pro-duce de golpe: suele ser lento y laborioso. Una idea acertada necesitatiempo para crecer y consolidarse. Al final las ideas iatroquímicas deParacelso se mostraron más fecundas y más útiles para la ciencia que lasconstituidas por la teoría de los humores. Paracelso se consideraba unrevolucionario que restauraba la doctrina hipocrática en toda su pureza, ylos médicos galénicos -según él- «ignoran por completo los grandes secre-tos de la naturaleza que en estos días de gracia me han sido reveladosdesde lo Alto». A propósito del revolucionario programa de Paracelso, elepistemólogo contemporáneo Paul K. Feyerabend ha escrito reciente-mente: «Innovadores como Paracelso son los que volvieron a ideas ante-riores y perfeccionaron la medicina. La ciencia se enriquece en todaspartes con métodos no científicos y con resultados no científicos, mientrasque procedimientos que a menudo eran considerados como partes esen-ciales de la ciencia, son tácitamente suspendidos y cambian de dirección.»Otra idea interesante que forma parte del programa iatroquímico de Para-celso es la siguiente: las enfermedades son procesos muy específicos, paralas que son útiles remedios también específicos. Esta noción rompía con latradición en la que se administraban remedios que se suponían buenospara todas las enfermedades y que contenían muchos elementos. Paracel-so defendió y practicó la administración de fármacos específicos para en-fermedades específicas. También en este caso, aunque la noción de espe-cificidad de las enfermedades y de los remedios se convertirá en una ideatriunfante, no tan triunfadora será la justificación en que la base Paracel-so. La enfermedad es específica porque cada ente, cada cosa que existe enla naturaleza es un ser viviente autónomo. Puesto que Dios crea las cosasde la nada, las crea como semillas en las que «está grabado desde elprincipio el objetivo de su utilización y de su función». Cada cosa sedesarrolla «a partir de aquello que es en sí misma». Paracelso llama «ar-queo›› a aquella fuerza que, en el interior de las diversas semillas, estimulasu crecimiento. El arqueo es una especie de forma aristotélica materializa-da. El arqueo es el principio vital organizador de la materia, y Paracelsocompara su acción con la del barniz: «Fuimos esculpidos por Dios y colo-cados en las tres substancias. A continuación, fuimos barnizados de vida.››Como cabe apreciar, también en el caso de la idea de especificidad de lasenfermedades y de los correspondientes remedios -noción que más ade-lante se convertirá en algo fecundo desde el punto de vista científico- sujustificación se halla muy alejada de la ciencia, si la contemplamos desdela perspectiva de la ciencia moderna. Como ocurre a menudo en la histo-ria de la ciencia, también aquí una idea metafísica se revela como madremala (incontrolable) de hijos buenos (teorías controlables). Paracelso,pues, sigue siendo un mago. Pero su magia contiene proyectos cognosciti-vos positivos: su iatroquímica quiere revelar los procesos secretos de lanaturaleza, pero también pretende completarlos artificialmente.

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2.5. Tres magos italianos: Fracastoro, Cardano y Della Porta

Gerolamo Fracastoro (1478-1553) fue médico, astrónomo y poeta. Deorigen noble, siempre vivió en una villa propiedad suya en Verona. Estu-dió en Padua, donde conoció a Copérnico y trabó amistad con él. En laobra De sympathia et antipathia Fracastoro defiende el influjo recíprocoentre las cosas; afirma que se da una atracción entre las cosas semejantes yuna repugnancia entre las diferentes. En su opinión, los flujos de átomosson los que establecen las relaciones existentes entre las cosas, de modoque ninguna acción puede llevarse a cabo sin contacto. En 1495, cuandoCarlos VIII, rey de Francia, sitió la ciudad de Nápoles, se manifestó unaenfermedad nueva y terrible: la sífilis. Se dijo que dicha enfermedad habíasido llevada a España por Colón y que los españoles la habían llevadodespués a Nápoles. Los españoles de Nápoles, luego, la habrían transmiti-do a los franceses, que llamaron «napolitana›› a dicha enfermedad, mien-tras que para los españoles era el «mal francés». Fracastoro fue el primeroque usó el nombre de «sífilis››. En 1530 publicó el poema titulado Syphylissive morbus Gallicus. Sífilo, pastor mitológico, provocó la ira de los diosesy fue castigado con una enfermedad contagiosa y repugnante. El poemano tiene una trama en sentido estricto y la figura de Sífilo no es más que unpretexto que le sirve a Fracastoro para describir la sífilis y el tratamientode la enfermedad, por medio de mercurio y de guayaco -o palo santo-, unremedio que también se había importado de América, junto con la en-fermedad. Fracastoro no sólo se ocupó de la sífilis; también logró aislar eltifus exantemático. En 1546 publicó su obra maestra de medicina, el Decontagione, donde se escriben tres modos de infección: por contacto direc-to, por «fomes›› (a través de la ropa, etc.) o a distancia (como ocurría, ensu opinión, con la viruela o la peste). Fracastoro desarrolla su obra desdeuna perspectiva filosófica (basada esencialmente en Empédocles). Se tratade una obra «con una magnífica modernidad y, aunque en aquella épocano se conocía la existencia de los microbios, Fracastoro admite la existen-cia de partículas invisibles o seminaria, las simientes de la enfermedad,que se multiplican con rapidez y que propagan sus semejantes. Tuvie-ron que pasar siglos antes de que ideas tan iluminadas adquiriesen conse-cuencias prácticas, pero ello no quita que Fracastoro deba ser consideradocomo el fundador de la moderna epidemiología» (D. Guthrie).

Gerolamo Cardano es otro médico mago que hay que recordar. Nacióen Pavía en 1501, fue profesor de medicina en Padua y en Milán, y murióen Roma en 1576. Autor de una autobiografía (De vita propria), nos dejódiversos escritos, los más importantes de los cuales son el De Subtilitate(1547), el De varietate rerum (1556) y los Arcana aeternitatis. Se trata de«escritos carentes de organización y llenos de digresiones; una especie deenciclopedias sin ningún plan unitario» (N. Abbagnano). Cardano fue unescritor muy fecundo, como lo atestigua su Opera omnia en diez volúme-nes densamente impresos. En su tratado de álgebra Ars Magna (1545)expone el método para resolver las ecuaciones de tercer grado, que enrealidad había descubierto su rival Tartaglia. Famoso matemático, treceaños después del Ars Magna, Cardano publica un libro de naturaleza muydiferente sobre la metoposcopia, la interpretación de las líneas de la cara.Se hizo muy popular su obra De Subtilitate, que un especialista contempo-

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ráneo (Douglas Guthrie) ha definido como una especie de «enciclopediacasera» donde puede uno encontrar un poco de todo: cómo marcar la ropablanca doméstica, la forma de recuperar navíos hundidos, cómo seleccio-nar hongos, el origen de las montañas, el señalamiento por medio deantorchas, o la junta universal que se conoce con el nombre de «juntacardánica». Su autobiografía es un libro que, aún hoy, se lee con muchoagrado. Cardano se presenta a sí mismo como un hombre excepcional,con poderes sobrenaturales que lo sitúan por encima de los demás morta-les; los sucesos de su vida nos lo muestran como alguien siempre acompa-ñado por lo milagroso y lo extraordinario. «Su vida es una de las mássingulares de las que se tenga noticia. Mientras oscila de uno a otro extre-mo, y de contradicción en contradicción, se mezclan en él una sublimesabiduría y absurdos increíbles» (H. Morley). Su infeliz niñez y su durajuventud, la batalla contra la pobreza, la triste experiencia de médicorural, el ascenso a la universidad, la gloria, los descubrimientos matemáti-cos, la celebridad como médico, la ejecución de su hijo condenado porasesinato, la vejez como pensionista del pontífice en Roma, son cosastodas ellas que Cardano describe en el De vita propria liber (1575), libroque merece ponerse al mismo nivel que aquel otro excepcional documen-to, la autobiografía de Benvenuto Cellini (D. Guthrie).

He aquí unas pinceladas de la obra, que sirven para darse una idea desu tono. «Durante muchos años me he dedicado a ambos juegos: el aje-drez durante más de cuarenta, y a los dados alrededor de veinticinco, ydurante tantos años -no me avergüenza el decirlo- he jugado todos losdías.›› Añade que ha dedicado un libro al ajedrez, en el cual -declara- «hedescubierto varios problemas notables». Básicamente misántropo, confie-sa: «Si miro al alma, ¿qué animal resulta más malvado, engañador y des-leal que el hombre?›› Después de la ejecución de su hijo, Cardano noencuentra la paz, por todas partes ve enemigos y conjuras, y no logradormir: «En 1560, en el mes de mayo, como consecuencia del dolor por lamuerte de mi hijo, perdí poco a poco el sueño (...). Pedí entonces a Diosque tuviese misericordia de mí: en efecto, corría el riesgo de que aquelininterrumpido insomnio me llevase a la muerte o a la locura (...). Lerogué entonces que me hiciese morir, lo cual se le concede a todos loshombres, y fui a tenderme sobre el lecho.›› Al dormirse, Cardano oyó unavoz que le dice que llevara a la boca la esmeralda que le colgaba delcuello. Realizó esta operación y de inmediato se le pasó el dolor y elpenoso recuerdo. Esto sucedía mientras llevaba en la boca la esmeralda;sin embargo, nos narra, «cuando comía o daba clase, y no podía disfrutardel auxilio de la esmeralda, me retorcía de dolor hasta sudar mortalmen-te››. Cardano también cuenta que aprendió milagrosamente el latín, elgriego, el francés y el castellano; dice que gracias a un zumbido en el oídose daba cuenta de que alguien estaba tramando algo en contra suya; escri-be asimismo: «Entre los acontecimientos naturales de los que he sidotestigo, el primero y el más excepcional fue el de haber nacido en estaépoca nuestra, en la que ha llegado a ser conocido todo el mundo porprimera vez.›› Célebre médico, en 1552 Cardano fue llamado a consulta enEscocia, para curar al arzobispo Hamilton, cuyo asma trató «en una líneaextraordinariamente moderna y con resultados bastante brillantes, ya queel infeliz arzobispo sobrevivó durante veinte años, hasta que fue condena-

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do a muerte por traición» (D. Guthrie). Durante su viaje a Escocia Carda-no conoció en París al médico Jean Fernel (que será criticado por Harvey,a causa de su teoría sobre los espíritus del organismo) y al anatomistaSylvius; en Zurich se encontró con el naturalista Conrad Genser; en Lon-dres trabó conocimiento con el rey Eduardo vi. Cardano también escri-bió un librito de preceptos para sus hijos, uno de los cuales -como yahemos dicho- será ajusticiado por asesinato. En este Praeceptorum FiliisLiber hallamos consejos como los siguientes: «No habléis a los demás devosotros mismos, de vuestros hijos, de vuestra esposa»; «jamás acom-pañéis a extraños en una vía pública››; «si habláis con un hombre malo odeshonesto, no le miréis la cara', sino las manos». Contra el ideal del sabery del sabio que Cardano profesaba y defendía (un saber de iniciados,colmado de maravillas y de milagros), Bacon arremetió con fuerza. Ennombre de un saber público, claro y que se incrementa mediante la parti-cipación de los demás, Bacon calificará a Cardano de afanoso constructorde telarañas. El mismo Bacon dirá que Paracelso es un monstruo quecolecciona fantasmas, y Agrippa, un bufón trivial.

Cultivador de la óptica fue el napolitano Giovan Battista Della Porta(1535-1615), autor del De refractione, obra dedicada precisamente a laóptica, y de un libro muy afortunado: la Magia naturalis sive de miraculisrerum naturalium (1558). Aquí distingue entre magia diabólica (la que sesirve de las acciones de los espíritus inmundos) y la magia natural: éstaconsiste en la perfección de la sabiduría, el punto más alto de la filosofíanatural. La Magia naturalis «es un libro extraño, en el cual, aprovechandouna infinidad de elementos físicos y naturalistas, se describen numerosostrucos y efectos que sirven para atraer la curiosidad del lector o paraexcitar su asombro» (V. Ronchi). Nos dan una idea de lo que es este libro-del que se hicieron 23 ediciones del original latino, diez traduccionesitalianas, ocho francesas, y otras traducciones castellanas, holandesas eincluso árabes- los títulos de sus veinte partes: 1) Causas de las cosas; 2)Cruzamientos de animales; 3) Modos de producir nuevas plantas; 4) Eco-nomía doméstica; 5) Transformación de metales; 6) Adulteración de pie-dras preciosas; 7) Maravillas del imán; 8) Experiencias médicas; 9) Cos-mética femenina; 10) Las destilaciones; 11) Los ungüentos; 12) El fuegoartificial; 13) El tratamiento del hierro; 14) Arte culinario; 15) La caza;16) Las claves cifradas; 17) Las imágenes ópticas; 18) La Mecánica; 19)Aerología (De pneumaticis); 20) Varios (Chaos). En definitiva, se trata deuna auténtica enciclopedia. En realidad, «él prefería seguir su propia pa-sión de conocimientos, sin olvidar jamás que estaba relacionada con unaesfera más amplia de pasiones e intereses. Sobre éstos le informaban latradición que daba pie a sus investigaciones y a la sociedad que le rodeaba,los asentimientos, las expectativas y las desconfianzas que suscitaba suobra (. . .). Indudablemente, al hacer ciencia tenía presentes muchas cosas:lo útil y lo superfluo, lo absolutamente verdadero y lo vagamente proba-ble, el éxito de público y el tribunal de la Inquisición, la tradición mágica ylos experimentos de Arquímides (...). Muchas de estas referencias ya nolas encontraremos en la síntesis racional que efectuó la ciencia moderna(...). Della Porta, en consecuencia, se dedicó con morosidad al teatro denuestra vida, de nuestras pasiones y de nuestra muerte. El juicio resultairreversible para todo aquello que ocurrió mientras tanto y, en particular,

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para lo que ha sido el curso de la ciencia después de él. Lo cual no esningún óbice para que su obra aún suscite nuestra curiosidad, incluso ensus aspectos arcaicos›› (L. Muraro).

3. NicoLAs CoPERNIco Y EL NUEvo PARADIGMA DE LA rEoRíA HELIQCENTRICA

3.1. El significado filosófico de la revolución copernicana

«Mientras la Tierra se mantuvo firme, la astronomía también se man-tuvo firme››: son palabras de Georg Lichtenberg, a propósito de Copérni-co. En realidad, al haber situado al Sol en el centro del mundo, en el lugarocupado antes por la Tierra, y al afirmar que ésta es la que gira alrededordel Sol y no al revés,,Copérnico volvió a poner en movimiento la investi-gación astronómica. Esta adquirió un ritmo tan veloz que, cuando Newton-150 años después de Copérnico- otorgó a la física la forma que hoyconocemos con el nombre de «física clásica», ya no quedaba casi nada delas concepciones de Copérnico, salvo la idea de que el Sol está en el centrodel universo. En efecto, Kepler -a pesar de proclamarse copernicano-publica en 1609 su Astronomía nueva. En aquel momento, cuando aún nohabían pasado sesenta años desde la aparición del De Revolutionibus deCopérnico, «el avance de la astronomía ya ha abandonado en la obscuri-dad del pasado las órbitas circulares de las que trató la obra de Copérnicoa lo largo de toda su vida, para substituirlas por las órbitas planetariaselípticas. Las novedades se suceden rápidamente, una tras otra: el desple-garse del mundo cerrado de Copérnico -aunque fuese vastísimo- hasta ununiverso infinito; el descubrimiento de un elemento dinámico en el movi-miento de los cuerpos celestes, que ya no se consideran móviles a lamanera copernicana en virtud de su misma forma esférica. En el transcur-so de un siglo y medio, el sistema de Newton -que concluye una etapa deaquel camino que Copérnico había hecho tomar a la astronomía- contieneya muy poco del sistema copernicano; quizás únicamente el heliocentris-mo» (F. Barone). Sin duda, «el primer significado de la revolución coper-nicana es (...) el de una reforma de las concepciones fundamentales de laastronomía» (T.S. Kuhn), pero el alcance del De Revolutionibus va mu-cho más allá de una mera reforma técnica de la astronomía. Al desplazarla Tierra del centro del universo, Copérnico cambió también el lugar delhombre en el cosmos. La revolución astronómica implicó también unarevolución filosófica: «Los hombres que creían que su morada terrestre noera más que un planeta, que giraba ciegamente en torno a una entrebillones de estrellas, evaluaban su posición en el esquema cósmico de unmodo muy distinto a sus predecesores, que veían la Tierra como únicocentro focal de la creación divina» (T.S. Kuhn). Al desplazar la posiciónde la Tierra, Copérnico expulsó al hombre del centro del universo.

En su conocido libro La revolución copernicana (1957), Kuhn afirmatambién lo siguiente: «Su doctrina planetaria y la concepción ligada a ellade un universo centralizado en el Sol fueron instrumentos para el paso de'la sociedad medieval a la sociedad occidental moderna, en la medida enque afectaban (...) la relación del hombre con el universo y con Dios.Iniciada como una revisión estrictamente técnica de la astronomía clásica,

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con alto despliegue matemático, la teoría copernicana se convirtió en cen-tro focal de terribles controversias en el terreno religioso, filosófico y delas doctrinas sociales, que -a lo largo de los dos siglos siguientes al descu-brimiento de América- determinaron la orientación del pensamiento eu-ropeo.›› En resumen, la revolución copernicana fue una revolución en elmundo de las ideas, una transformación en las ideas inveteradas y venera-bles que el hombre tenía sobre el universo, sobre su relación con éste ysobre su puesto en él. Actualmente, «nada nos parece más lejos de nues-tra ciencia que la visión del mundo de Nicolás Copérnico» y, sin embargo,sin la concepción de Copérnico «jamás habría existido nuestra ciencia»(A. Koyré). Como tampoco habría existido, para decirlo con palabras deAntonio Banfi, «el hombre copernicano», es decir, el hombre «que se haliberado de la ilusión de estar en el centro del universo y, junto con ella,ha perdido también muchos otros mitos que se habían entretejido en susaber» (F . Barone). Este es el sentido en el cual, todavía hoy, Copérnicorepresenta una innovación radical y revolucionaria. En efecto, incluso ennuestros días se suele utilizar la expresión «revolución copernicana» o«giro copernicano» para dar a entender un cambio notable y significativo.Tampoco podemos olvidar que, cuando Kant contemple la profundatransformación que había provocado también él en el ámbito de la teoríadel conocimiento, hablará de ella calificándola de «revolución coper-n1C3na››.

3.2. Nicolás Copérnico: su formación científica

Nicolás Copérnico (Niklas Koppernigk) nació en Torun (pequeña po-blación polaca a orillas del Vístula, en Pomerania, llamada Thom enalemán), el 19 de febrero de 1473. Fue hijo de Nicolás, comerciante y juezde paz, y de Barbara Watzenrode. Tuvo tres hermanos: Andrzej, canónigode Varmia, que falleció antes de 1518; Bárbara, que tomó el hábito bene-dictino en el convento de Chelm, y Catalina, que contrajo matrimonio conun comerciante de Torun y tuvo cinco hijos, de los que Nicolás se ocupóhasta su muerte. En otoño de 1491 -el año anterior al descubrimiento deAmérica- Nicolás se matriculó en la Universidad Jagellonica de Cracovia,en la Facultad de Artes, como consta en el libro de matrículas: «NicolausNicolai de Thorunia.›› Permanece en Cracovia hasta mediados de 1495 yestudia «bajo la dirección de Wojciech de Brudzewo, Wojciech de Szamo-tuly, Jan de Glogow y otros famosos miembros de la escuela astronómicade Cracovia» (Z. Wardeska). En Cracovia aprende geometría, trigonome-tría, cálculo astronómico y los fundamentos teóricos de la astronomía.Nos lo atestiguan también los libros que adquirió durante, aquel período yque han llegado hasta nosotros: los Elementos de Euclides en la ediciónveneciana de 1482; la Astrología de Abenragel, publicada en 1485; lasTablas Alfonsíes (las tablas de los movimientos planetarios que habíamandado elaborar Alfonso x el Sabio, monarca de León y de Castilla, enel siglo XIII), editadas en 1492; las Tablas de las direcciones y de las proyec-ciones de Johann Müller -el Regiomontano- en la edición de 1490. Ahorabien, hay que advertir que en Cracovia, al igual que en las demás universi-dades europeas, los fundamentos teóricos de la astronomía se exponían

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Copérnico

mediante dos tipos distintos de enseñanza, según fuesen tratados por losnaturales -es decir, los cosmólogos físicos- o por los mathematici, es decir,los astrónomos interesados en el cálculo de las posiciones de los cuerposcelestes y en el control de las previsiones a través de la observación. Ladiversidad existente entre las enseñanzas de los naturales y de los mathe-matici consistía en el importante hecho de que los naturales se inspirabanfielmente en Aristóteles y, por lo tanto, en el sistema (revisado por losárabes) de las esferas homocéntricas. Los mathematici, en cambio, se mos-traban fieles al Almagesto de Ptolomeo, a aquel sistema de cálculo -tam-bién retocado por los astrónomos posteriores a Ptolomeo- conocido con elnombre de «sistema de los excéntricos y de los epiciclos». En el sistema delas esferas homocéntricas, la octava esfera portadora de estrellas fijas giracada día de Este a Oeste, alrededor del propio eje, con una velocidaduniforme, y este movimiento explicaría los movimientos aparentes de lasestrellas, su salida, su ocaso, etc. Los movimientos aparentes del Sol y delos demás planetas, más complejos e irregulares, «eran explicados hacien-do que cada uno de estos cuerpos celestes fuese llevado por un sistema deesferas concéntricas con la esfera de las estrellas fijas, pero cada una deellas tenía el eje con la inclinación adecuada, un sentido rotatorio específi-co y la oportuna velocidad (angular) uniforme» (F. Barone). En cambio,en el sistema ptolemaico de los excéntricos y los epiciclos los movimientosplanetarios se explicaban «con mayor fidelidad a las observaciones, ha-ciendo en general que el cuerpo celeste girase sobre la circunferencia deun círculo (el epiciclo), cuyo centro giraba a su vez a lo largo de la circun-ferencia de otro círculo (el excéntrico), el centro del cual no coincidía conel centro de la Tierra» (F. Barone). Sin duda, entre ambos sistemas,además de las diferencias, existían núcleos comunes y núcleos tan impor-tantes como para que pueda hablarse de un sistema aristotélico-ptolemai-co. Consistían en lo siguiente: a) la Tierra está en el centro del universo yéste se halla limitado por la esfera de las estrellas fijas; b) el movimientonatural de los cuerpos celestes (las esferas, y por lo tanto los planetas,entre los cuales se cuenta la Luna) es el circular uniforme, a diferencia delmovimiento de los cuerpos en el mundo sublunar, que no es circularuniforme, sino un movimiento rectilíneo acelerado de caída hacia el cen-tro de la Tierra, en el caso de los cuerpos pesados. Ambos sistemas po-seían fuerza explicativa, pero cada uno de ellos mostraba también puntosdébiles. Por ejemplo, aunque el sistema de las esferas homocéntricas seconfiguraba en su conjunto como una discreta teoría física (no olvidemosque las esferas están compuestas de éter) que aspira a explicar los movi-mientos celestes, no lograba sin embargo dar razón del hecho de que losplanetas aparezcan alternativamente más lejanos o más cercanos a la Tie-rra. Se trataba sin duda de un acontecimiento problemático y desconcer-tante, dado que el sistema de las esferas homocéntricas implicaba unadistancia constante entre los planetas y la Tierra. A su vez, el sistema delos excéntricos y los epiciclos trataba de ser fiel a las observaciones, perodicha fidelidad entre otros defectos había que pagarla al alto precio de lacontinua introducción de hipótesis ad hoc para «salvar los fenómenos», esdecir, para englobar en el sistema todas aquellas desviaciones de los cuer-pos celestes y todas las predicciones que no coincidían con el sistema. Tales, en pocas palabras, la situación ante la cual se hallaba Copérnico. Por lo

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Nicolás Copérnico (1473-1543): es el constructor del «paradigma›› de la teoría heliocéntrica

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general, sus contemporáneos aceptaban el sistema aristotélico en cuantodescripción verdadera del sistema del mundo, y el sistema ptolemaico, encuanto instrumento de cálculo para explicar y prever los movimientoscelestes. Como es obvio, se admitían los núcleos comunes a ambos siste-mas: la inmovilidad y centralidad de la Tierra, la perfección del movimien-to circular, la finitud del universo, nociones todas éstas que se enmarca-ban en el supuesto de que Dios había creado un universo al servicio de unhombre que se hallaba colocado en el centro de todo. La grandeza y «elcarácter excepcional de Copérnico, quizá desde los años de Cracovia,residen (...) precisamente en no haber aceptado este compromiso de unaforma pasiva» (F. Barone).

3.3. Copérnico: un hombre comprometido socialmente

Por iniciativa de su tío materno Lukasz Watzenrode, Copérnico viaja aItalia en 1496, para proseguir sus estudios jurídicos. Su tío, que era obispode Varmia, se proponía que el sobrino siguiese una carrera eclesiástica.Mientras tanto, en 1497, Copérnico había recibido una canonjía en ladiócesis de Varmia. Desde 1496 hasta 1501, estudió en Bolonia no sóloderecho canónico sino también astronomía: colabora en las investigacio-nes realizadas por el famoso astrónomo boloñés Domenico Maria Novara.La observación de la estrella Aldebarán en la constelación de Tauro,efectuada en Bolonia el 9 de marzo de 1497, fortalece en el joven Copérni-co la idea de la necesidad de investigar con respecto a un nuevo sistemaastronómico, que pudiese dar cuenta de los fenómenos observados.

En 1500 se celebra un año jubilar y Copérnico lo pasa en Roma, dondees muy probable que se haya dedicado a realizar prácticas legales en laCuria romana. Regresa a Varmia en 1501 y el 28 de julio de ese año elcapítulo catedralicio le autoriza a proseguir sus estudios en el extranjero.Vuelve a Italia y en Padua -donde enseñan Montagnana, Gerolamo Fra-castoro, G. Zerbi y A. Benedetti- sigue cursos de medicina. Por lo quesabemos, «durante su estancia en Padua (. . .) Copérnico consolidó de ma-nera definitiva su idea de basar el nuevo sistema del universo sobre elprincipio de la movilidad de la Tierra» (Z. Wardeska). En la primavera de1503 viaja a Ferrara, donde después de aprobar los exámenes correspon-dientes se doctora en derecho canónico. De regreso en Varmia en el otoñode 1503, Copérnico asume las funciones de secretario y médico de con-fianza de su tío, el obispo Watzenrode. Junto con su tío, político influyen-te, participa en numerosas misiones diplomáticas, en los congresos de losEstados de Prusia. Cuando fallece su tío, Copérnico ocupa el cargo decanónigo en Frombork (Frauenburg), donde adquiere la torre norocci-dental de las murallas de la fortaleza, para emplearla como observatorio.Es nombrado administrador de los bienes comunes del capítulo catedrali-cio de Varmia, con residencia en Olsztyn. En su labor como administra-dor, hace que se vuelvan a cultivar las tierras baldías y asigna las hereda-des abandonadas a campesinos polacos procedentes de Mazuria. Conobjeto de mejorar las relaciones económicas, promueve una reforma mo-netaria basada en limitar la emisión de moneda, revaluar ésta y unificar elsistema monetario de Prusia y del reino de Polonia. Es interesante señalar

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que Copérnico formula la ley -que después será llamada «ley de Gres-ham››- según la cual la moneda más débil, es decir, la que contiene unmenor porcentaje de metal precioso, elimina a la más fuerte. Médicoprestigioso, Copérnico asiste a las poblaciones afectadas por la epidemiaen 1519. No obstante, sus «méritos polacos» van mucho más allá, con suinfatigable actividad en contra de las invasiones y las ocupaciones perpe-tradas en los territorios de Varmia por los militares de la Orden Teutóni-ca. En 1520, Olsztyn se ve amenazada por los Caballeros Teutónicos.Copérnico organiza la defensa de la ciudad, ayudado por la caballeríalituano-rutena y por tropas polacas bajo el mando de N. Peryk. Se lograrechazar al peligroso enemigo. El 16 de noviembre de 1520, en medio dela guerra, Copérnico envía una carta pidiendo ayuda al rey Segismundo 1.Dicha carta acaba con las siguientes manifestaciones: «Queremos (...)comportarnos como corresponde a hombres buenos, honrados y devotosde Vuestra Majestad, aunque tengamos que morir. Recurriendo a la pro-tección de Vuestra Majestad, entregamos y confiamos todos nuestros bie-nes, así como nuestros cuerpos. Siervos devotísimos, canónigos y capítulode la Iglesia de Varmia.»

3.4. La «Narratio prima» de Rheticus y la interpretación instrumentalistaque Ósiander formula con respecto a la obra de Copérnico

A pesar de todas estas obligaciones y tareas, Copérnico no descuidasus estudios de astronomía y hacia 1532 acaba su obra más célebre, lasRevoluciones de los cuerpos celestes (De Revolutionibus orbium celes-tium). Mientras tanto, la fama del astrónomo de Frombork había traspa-sado las fronteras de Polonia. A través de una carta fechada el 1.” denoviembre de 1536, el arzobispo de Capua, Nicolás Schönberg (fallecidoen 1537), le ruega que le envíe un ejemplar de su obra y añade: «Te ruegode forma muy calurosa que des a conocer tus descubrimientos a los estu-diosos.» No obstante, Copérnico solía decir que custodiaba su secreto«como los seguidores de Pitágoras» y que mantenía el libro «encerrado enun escondrijo». En mayo de 1538 llega a Frombork, para conocer a Co-pérnico y su obra, Georg Joachim Lauschen (1516-1574; fue llamado Rhe-ticus, ya que procedía de la antigua provincia de los romanos denominadaRhetia). Rheticus, profesor de la universidad de Wittenberg, se gana laconfianza de Copérnico y en muy poco tiempo entusiasmado con las teo-rías de su maestro, prepara un resumen de ellas que se imprime enGdansk en 1540 y al año siguiente en Basilea, con el título de Narratioprima. Rheticus logra convencer a Copérnico de que publique el De Revo-lutionibus. De la impresión del manuscrito de Copérnico se ocupó el teó-logo protestante Andreas Osiander (Andreas Hosemann, 1498-1552),quien, sin autorización del autor, colocó antes del texto un prólogo anóni-mo, titulado Al lector, sobre las hipótesis de esta obra. En él Osianderdefiende una interpretación no realista, sino instrumental, de la teoría deCopérnico: «La tarea del astrónomo consiste en (...) elaborar, medianteuna observación diligente y hábil, la historia de los movimientos celestes ybuscar sus causas, o bien -si no es posible establecer de ningún modocuáles son las verdaderas causas- imaginar c inventar hipótesis sobre cuya

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base, tanto en relación con el futuro como en relación con el pasado,puedan calcularse con exactitud aquellos movimientos, en conformidadcon los principios de la geometría. Estas dos tareas las ha realizado de unamanera sobresaliente el autor de esta obra. En efecto, no es preciso queestas hipótesis sean verdaderas, y ni siquiera verosímiles, sino que bastacon lo siguiente: que ofrezcan cálculos conformes a la observación.›› Co-mo vamos a comprobar en las páginas dedicadas a la controversia entre elrealista Galileo y el instrumentalista cardenal Belarmino, ni GiordanoBruno ni Kepler ni Galileo aceptaron la interpretación instrumentalista dela teoría copernicana, según la cual las teorías de Copérnico no seríanverdaderas descripciones de la realidad, sino únicamente útiles instrumen-tos para efectuar previsiones y dar una explicación con respecto a lasposiciones de los cuerpos celestes. Antes que nadie el propio Copérnicojuzgó errónea la interpretación de Osiander: «Todas las esferas giran alre-dedor del Sol como punto central y por lo tanto el centro del universo estáen el Sol (...). Por consiguiente el movimiento de la Tierra basta por sísolo para explicar todas las irregularidades que aparecen en el cielo.››Copérnico murió el 24 de mayo de 1543 «debido a una hemorragia, perohacía ya mucho tiempo que había perdido la memoria y el conocimiento».El día de su muerte Copérnico recibió el primer ejemplar impreso del DeRevolutionibus. Los despojos mortales de Copérnico fueron inhumadosen la catedral de Frombork.

3.5 . El realismo y el neoplatonismo de Copérnico

Algunos años antes de la publicación del De Revolutionibus, Copérni-co había hecho circular entre sus amigos un breve compendio de su obra,llamado el Commentariolus. Sin embargo, como confiesa Copérnicoen lacarta de dedicatoria al papa Paulo 111 que precede al De Revolutionibus,«mi larga vacilación y hasta mi resistencia fueron vencidas por personasamigas (... una de las cuales) de forma repetida me alentó y llegó a exigir-me la publicación de este libro, que había quedado suspendida no sólodurante nueve años, sino durante más de tres veces nueve años (...). Meexhortaban a no negar más mi obra, a causa de mis temores, al patrimoniocomún de los estudiosos de la matemática».

Lo primero que perturba a Copérnico es la novedad de su propiateoría heliocéntrica, tan nueva que a la mayoría le parecerá absurda. En lamisma carta de dedicatoria a Paulo III, se afirma: «Santísimo Padre, me esfácil pronosticar que algunos -apenas hayan sabido que en estos librosmíos, acerca de las revoluciones de las esferas del universo, atribuyo de-terminados movimientos al globo terráqueo- de inmediato exigirán congrandes voces que sea proscrito, por sostener tal opinión.›› Copérnicosabía muy bien que se había «atrevido a ir en contra de la opinión estable-cida de los matemáticos y del sentido común mismo», hasta el punto deque, en palabras suyas, «el menosprecio que temía me causase la novedady lo absurdo de la idea casi me había convencido de abandonar el proyectoemprendido».

En segundo lugar, hay que reiterar -si es que se considera necesariohacerlo una vez más- que en la carta de dedicatoria de la obra se comprue-

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ba con toda claridad la concepción realista que Copérnico defiende, enrelación con su teoría: «Es tarea (del filósofo) buscar la verdad en todaslas cosas, hasta donde Dios haya concedido a la razón humana»; «conside-ro (...) que hay que refutar las ideas absolutamente contrarias a la ver-dad». Por otro lado, Copérnico se declara convencido de que, con lapublicación de sus comentarios, «se habría podido descorrer el velo de loabsurdo, a través de demostraciones clarísimas››. En pocas palabras: Co-pérnico, debido a la situación desastrosa por la que pasaba la astronomíade su época, buscaba «un sistema que respondiese con seguridad a losfenómenos».

Un tercer elemento, que no puede olvidarse, es la metafísica de cuñoplatónico y neoplatónico que se halla tras la empresa científica de Copér-nico. «A finales del siglo xv se hacía difícil para un estudioso que vivieseen Italia y estuviese abierto a los valores del humanismo no experimentarel atractivo del resurgimiento de las doctrinas platónicas y neoplatónicas»(F. Barone). Copérnico, como sabemos, fue discípulo en Bolonia deDomenico Maria Novara. Este estaba vinculado con la escuela neoplató-nica de Florencia; había estudiado a los neoplatónicos, entre ellos a Pro-clo, y junto con Proclo creía que la matemática era la clave para la com-prensión del universo. En opinión de los neoplatónicos, las propiedadesmatemáticas constituyen los rasgos verdaderos e inmutables de las cosasreales, que profundizan mucho más allá de las apariencias. Si se contem-plan los cielos desde la perspectiva neoplatónica, se hace evidente que loscálculos que especifican posiciones y movimientos de los cuerpos celestesno constituyen meros artificios de utilidad, sino que revelan las estructurasordenadas y las inmutables simetrías que el Dios geómetra ha dejadoimpresas en el mundo. Cabe afirmar que «también en Copérnico, más quecálculos y observaciones rigurosas, se halla el eco de un culto solar» (temaneoplatónico, mediante el cual se identifica simbólicamente a Dios con elSol). Al mismo tiempo, empero, aunque el mito neoplatónico de la cen-tralidad del Sol haya podido sugerir a Copérnico su nueva teoría astronó-mica, hay que reconocer que Copérnico, en virtud de los temas neoplató-nicos y en el interior de éstos, efectúa numerosos cálculos y lleva a cabo yordena numerosas observaciones. Si así no fuese, señala Francesco Baro-ne, «resultaría difícil (...) detectar qué es lo que distingue por ejemplo elDe Revolutionibus del Liber de Sole de Marsilio Ficino». Copérnico escri-be: «Muy grande es, sin duda, la obra divina del Perfecto Creador Supre-mo.» Sostiene, asimismo, que los astrónomos que le han precedido, conlos medios teóricos de que disponían, no estaban en condiciones de com-prender siquiera lo más importante: «es decir, la forma del universo y lainmutable simetría de sus partes.›› El Dios del platonismo y de los neopla-tónicos es un Dios geómetra: debido a ello, el universo es simple y estáordenado geométricamente. Por consiguiente, el investigador se proponepenetrar y descubrir este orden, estas estructuras simples y racionales,esta simetría inmutable. En opinión de Rheticus, esto fue lo que hizoCopérnico: «Como demuestra Copérnico, todos estos fenómenos (movi-miento directo, estacional y retrógrado de los planetas) pueden explicarsea través del movimiento uniforme del globo terráqueo. Es suficiente consuponer que el Sol se halla inmóvil en el centro del universo y que laTierra gira alrededor del Sol en un círculo excéntrico que Copérnico deno-

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minó orbe magno. El verdadero entendimiento de las cosas celestes vienea depender así de los movimientos uniformes y regulares que efectúaúnicamente el globo terráqueo: en éste, sin duda, está presente algo divi-no (...). Mi maestro se dio cuenta de que sólo así era posible que elconjunto de las revoluciones y movimientos de los orbes sucediesen conregularidad y proporción alrededor de sus propios centros, como ocurreen los movimientos circulares. Los matemáticos, al igual que los médicos,deben coincidir con lo que enseña Galeno en sus escritos: la naturaleza nohace nada que carezca de sentido, y nuestro Creador es tan sabio que cadauna de sus obras no tiene un solo objetivo, sino dos, tres y a veces más.»Por lo tanto, Rheticus habla con claridad de la estructura organizada,simple y geométrica del universo, y de la fuerza que posee la teoría de sumaestro Copérnico, teoría que refleja fielmente la simplicidad y la organi-zación racional de la creación divina. Rheticus agrega, de una maneramuy significativa: «Ahora bien, puesto que comprobamos que medianteeste único movimiento de la Tierra hallan explicación una cantidad casiinfinita de fenómenos, ¿por qué no atribuir a Dios, creador de la naturale-za, la habilidad que observamos en los simples fabricantes de relojes?Estos ponen gran cuidado en evitar que en sus mecanismos haya ruedeci-llas inútiles, o cuya función pueda ser desempeñada mejor por otra rueda,en virtud de un pequeño cambio de posición. ¿Qué podía inducir a mimaestro, que era un matemático, a no adoptar la conveniente teoría delmovimiento del globo terráqueo?››

3.6. La problemática situación de la astronomía precopernicana

Realista y neoplatónico, convencido de la novedad de su propia teoría,Copérnico no ignoraba el enfrentamiento que habría podido estallar entreciertas interpretaciones de determinados pasajes de la Biblia y su teoríaheliocéntrica. Da la sensación de que se evade de este problema con unascuantas salidas ingeniosas: «Si aparecen por ventura gandules que, aun-que sean totalmente ignorantes de la matemática, se arroguen el derechode juzgar mi obra, y basándose en algún pasaje de la Escritura, interpreta-do erróneamente según su propio interés, osan criticar y escarnecer miproyecto, no me preocuparé por ellos: por lo contrario, despreciaré suopinión por ser temeraria.›› Copérnico aduce el ejemplo de Lactancio: «Séque Lactancio, ilustre escritor pero poco versado en matemática, se expre-sa en términos pueriles acerca de la forma de la Tierra, poniendo enridículo a aquellos que han afirmado que la Tierra tiene la forma de unaesfera. Por lo tanto, no debe soprender a los estudiosos que alguien seme-jante también se mofe de mí. La matemática está hecha para los matemá-ticos y a ellos -sino voy errado- les parecerá que mis trabajos contribuyenun poco incluso al gobierno de la Iglesia, de la que Vuestra Santidad esahora príncipe.›› A este respecto, Copérnico menciona la gran cuestión dela reforma del calendario. En consecuencia, Copérnico detecta y mencio-na el eventual conflicto entre su teoría heliocéntrica y ciertos pasajesbíblicos. Se evade del problema con pocas consideraciones, pero muypenetrantes.

No podía imaginarse la tempestad que setenta años después de su

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muerte se iba a desencadenar alrededor de su teoría, tempestad que llegóa su punto culminante con el drama de Galileo.

Mientras tanto, Copérnico narra al papa Paulo 111 cómo se vio inducidoen contra de la tradición «a concebir que la Tierra se movía» y «a pensaren otro método para calcular el movimiento de las esferas». Según Copér-nico, esto sucedió debido a que llegó a ver con claridad «que los matemáti-cos no poseen ideas claras acerca de estos movimientos». Prescindiendoincluso del hecho de que Copérnico los halla «muy inseguros sobre elmovimiento del Sol y de la Luna, hasta el punto de que no logran siquieraexplicar y observar la longitud constante del año estacional», lo más gravees que «para determinar el movimiento de estos planetas y de los otroscinco, no utilizan los mismos principios ni las mismas demostraciones quese emplean en las revoluciones de los movimientos aparentes». Así, algu-nos utilizan el sistema aristotélico de las esferas homocéntricas (defendidopor ejemplo por Fracastoro y Amici), mientras que otros se sirven deexcéntricos y epiciclos. Por lo tanto, existe una pluralidad de teorías queno puede ser positiva. Más aún: los aristotélicos no aciertan en muchas desus previsiones, «no logran sus objetivos en su integridad››; en cambio, sibien los ptolemaicos consiguen un mayor éxito en sus propósitos, debenpagarlo a un precio demasiado elevado. Copérnico señala que estos últi-mos «se vieron (...) obligados a añadir muchas cosas que parecen que-brantar los principios fundamentales de la uniformidad del movimiento.Tampoco lograron descubrir o deducir lo más importante: la forma delUniverso y la inmutable simetría de sus partes. Les ocurrió lo mismo quele ocurriría a un pintor que tome manos, pies, cabeza y demás miembrosde modelos distintos, y que los dibuje a la perfección, pero no en funciónde un único cuerpo. Dado que todas estas partes para nada se armonizanentre sí, conforman un ser monstruoso y no un hombre, Así, a lo largo dela demostración que llaman método, se descubre que han omitido algoindispensable o bien que han introducido elementos extraños o irrelevan-tes. Cosa que no habría ocurrido, por cierto, si se hubiese ajustado aprincipios seguros. En efecto, si las hipótesis emitidas por ellos no estuvie-sen equivocadas, todo lo que de ellas se sigue hallaría una confirmaciónindudable». La metafísica neoplatónica sostiene la existencia de un mun-do simple, pero el sistema (o los sistemas ptolemaicos) se convierte (o seconvierten) en algo cada vez más complejo (o complejos). El neoplatonis-mo impulsa a Copérnico a rechazar el sistema ptolemaico: «El ordenmatemático de la naturaleza puede resultar difícil de penetrar, pero en símismo es simple; no es lícito aumentar arbitrariamente la cantidad decírculos en el sistema explicativo de los movimientos planetarios, cuandotal sistema se muestre inadecuado para el conjunto de las observaciones.La simplicidad matemática también consiste en la armonía y la simetría delas partes. De aquí procede el rechazo decisivo del sistema ptolemaico, yla necesidad que tiene Copérnico de partir de principios completamentenuevos» (F. Barone). La realidad era que, retocada en ciertos detalles,rectificada en un punto o modificada en el otro, de la teoría del Almagestohabían surgido una docena de sistemas llamados todos ellos «ptolemai-cos», «y su número iba aumentando con rapidez, al multiplicarse los astró-nomos técnicamente preparados» (T.S. Kuhn). La situación se había vuel-to insoportable. Alfonso x en el siglo X111, había declarado -como recuerda

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Kuhn- que si Dios le hubiese consultado mientras creaba el universo,podría haberle dado buenos consejos. Domenico Maria Novara expresó laidea de que un sistema tan farragoso como el ptolemaico no podía poseeruna naturaleza verdadera. Copérnico, por su parte, consideró que la as-tronomía de su época se hallaba en un estado monstruoso. Sin ningunaduda, la crisis del sistema ptolemaico había sido agudizada por muchosfactores: las críticas de los medievales a la cosmología aristotélica, la con-solidación del neoplatonismo, las exigencias de reforma del calendario.Y sin embargo, sus lagunas más peligrosas consistían en las previsiones nocumplidas, a pesar de la hipertrofia de su aparato teórico, contraviniendolas exigencias básicas e irrecusables de la metafísica neoplatónica del Diosgeómetra.

3.7. La teoría de Copérnico

Al hallarse las cosas en una situación tan poco halagüeña, Copérnicoescribe: «Habiendo meditado mucho sobre tal incertidumbre de la tradi-ción matemática, para determinar los movimientos del mundo de las esfe-ras, comenzó a turbarme el hecho de que los filósofos no pudiesen estable-cer con seguridad una teoría con respecto al movimiento del mecanismode un universo creado para nosotros por un Dios que es bondad y ordensupremo, aunque realizasen en cambio observaciones tan cuidadosas en loque concernía a los más mínimos detalles de dicho universo.» Atormenta-do por este problema, Copérnico nos narra que se puso a «releer las obrasde los filósofos» con la intención de ver «si alguno de ellos había pensadoalguna vez que las esferas del universo podían moverse de acuerdo conmovimientos distintos a los que proponen los que enseñan matemáticas enlas escuelas». Descubre que Cicerón cita la opinión de Hicetas de Siracusa(siglo v a.C.), para quien era la Tierra la que se movía. Se encuentra conque tanto el pitagórico Filolao (siglo v a.C.) como Heráclides Póntico yEcfanto el pitagórico (siglo Iv a.C.) han pensado que la Tierra giraba.Alentado por el hecho de que otros antes que él hubiesen sostenido unaidea que a la mayoría le parecía absurda, Copérnico comenzó «a pensar enla movilidad de la Tierra». Por consiguiente, «supuestos (...) los movi-mientos que en la obra atribuyo a la Tierra, a través de muchas y prolon-gadas observaciones he acabado por hallar que, si se relacionan los movi-mientos de las demás estrellas errantes con el circuito de la Tierra, y secalculan de acuerdo con la revolución de cada estrella, no sólo puedenconfirmarse sus fenómenos sino también el orden y la magnificencia detodas las estrellas y esferas, resultando el cielo tan compenetrado que enninguna parte podría desplazarse nada sin engendrar confusión en lasdemás partes y en el todo». Copérnico se siente seguro de la verdad de supropia teoría y por ello afirma que hace públicos sus pensamientos. Noquiere substraerse «al juicio de nadie» y tampoco duda de que «los mate-máticos dotados de ingenio y de cultura coincidirán conmigo, si quierenconocer y apreciar de manera no superficial sino en profundidad -ya queesto es precisamente lo que exige la filosofía- lo que aduzco en esta obracomo demostración de tales cosas». En el primero y fundamental libro delDe Revolutionibus, Copérnico defiende las tesis siguientes: 1) el mundo

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tiene que ser esférico; 2) la Tierra tiene que ser esférica; 3) la Tierra, enunión con el agua, forma una esfera única; 4) el movimiento de los cuer-pos celestes es uniforme, circular y perpetuo, o bien está compuesto demovimientos circulares; 5) la Tierra se mueve en una órbita circular alre-dedor del centro y también gira alrededor de su eje; 6) la enorme vastedadde los cielos, en comparación con las dimensiones de la Tierra. En elcapítulo 7 se discuten las razones por las que los antiguos considerabanque la Tierra se encontraba inmóvil, en el centro del mundo. La insufi-ciencia de dichas razones se demuestra en el capítulo 8. En el capítulo 9 sediscute si a la Tierra se le pueden atribuir otros movimientos, así comotambién se habla del centro del universo. El capítulo 10 está dedicado alorden de las esferas celestes.

3.8. Copérnico y la tensión esencial entre tradición y revolución

Copérnico provoca una conmoción en el sistema del mundo. Y a pesarde ello, en su nuevo mundo subsisten numerosos elementos y diversasestructuras pertenecientes al viejo mundo. El mundo de Copérnico no esun universo infinito; es mayor, por supuesto, que el de Ptolomeo, perocontinúa siendo un mundo cerrado. La forma perfecta es la esférica y elmovimiento perfecto y natural es el circular. Los planetas no se muevenen órbitas; son transportados por esferas cristalinas que efectúan una rota-ción. Las esferas poseen una realidad material. Butterfield ha llegado ahablar del «conservadurismo de Copérnico». Sin lugar a dudas, hallamosen Copérnico todos los elementos del viejo mundo que acabamos de re-cordar y también hallamos vestigios de la tradición hermética. Quien in-gresa a un nuevo mundo, siempre lleva consigo algo más o menos moles-to, que procede del mundo anterior. Lo importante, empero, es que sehaya llegado a un nuevo mundo, que se haya desembarcado en él. Estofue lo que sucedió con Copérnico. Aunque su teoría «no era más perfec-cionada que la de Ptolomeo, y no introdujo ninguna mejora inmediata enel calendario» (T.S. Kuhn), lo cierto es que resultó revolucionaria: rom-pió con una tradición más que milenaria. Copérnico no se limitó -cosa quepodía hacer- a mejorar o retocar en este o aquel aspecto el sistema ptole-maico, que se había transformado en un monstruoso conjunto de teoríasque ya no servían para nada. La grandeza de Copérnico estuvo en tener elvalor suficiente para cambiar de camino: propuso un paradigma o granteoría alternativa, que al principio no parecía aportar demasiadas ventajasy ni siquiera se presentaba como mucho más sencilla que la de Ptolomeo(éste proponía cuarenta círculos, mientras que al final Copérnico tuvo quesuponer la existencia de treinta y seis). No obstante, su teoría no teníanada que ver con las constantes e insuperables dificultades del viejo siste-ma (tenía otras dificultades, pero eran diferentes), y contenía toda unaserie de previsiones (semejanza entre los planetas y la Tierra, las fases deVenus, un universo más grande, etc.) que más tarde resultaron brillante-mente confirmadas por Galileo. El hecho más interesante de la obra deCopérnico consiste en haber impuesto al mundo de las ideas una nuevatradición de pensamiento: «después de Copérnico, los astrónomos vivie-ron en un mundo diferente» (T.S. Kuhn). «Construyó (...) un sistema

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astronómico completo, susceptible de un ulterior desarrollo, apenas hu-biese aparecido un observador infatigable que se plantease la necesidad desometer con perseverancia el cielo a una observación muy minuciosa»(J .L.E. Dreyer). El De Revolutionibus, según Kuhn, «llegó a ser el puntode partida de una nueva tradición astronómica y cosmológica y, al mismotiempo, la culminación de una antigua tradición. Aquellos a quienes Co-pérnico logró convertir a la idea de una Tierra en movimiento iniciaron sulabor de investigación a partir del punto en que se había detenido Copér-nico. Su punto de partida (...) consistía en todo aquello que tomaron deCopérnico, y los problemas a los que se dedicaron ya no fueron los de lavieja astronomía qúe habían ocupado a Copérnico, sino los de la nueva,centrada en el Sol, que fue descubierta por el De Revolutionibus».

Copérnico murió en 1543 y ese mismo año se publicó el De Revolutio-nibus. Los ataques en contra de la nueva teoría no tardaron en producirse.También hubo quien llamó a Copérnico «segundo Ptolomeo». Poco apoco se fue abriendo camino la concepción heliocéntrica. La Narratioprima de Rheticus había difundido la teoría copernicana antes de 1543. En1576, el astrónomo inglés Thomas Digges (aprox. 1546-1596) publica unapopularizada defensa de la teoría copernicana, que ejerció un gran influjoen Inglaterra: propagó la idea de la movilidad de la Tierra y no sólo lo hizoentre los astrónomos. Michael Maestlin (1550-1631), profesor de astrono-mía en la universidad de Tubinga, fue copernicano y Kepler se contó entresus discípulos. A pesar de estos y de otros adeptos, la teoría copernicanano obtuvo de inmediato un gran consenso, ni siquiera entre los astróno-mos: éstos adoptaron el sistema matemático de Copérnico, pero negaronsu verdad física; en definitiva, siguieron el camino que Osiander habíaindicado. De este modo, sin embargo, no se rechazaba a Copérnico; adop-tar los cálculos copernicanos por parte de más de un astrónomo fue algoque permitió que la teoría copernicana se infiltrase en las filas de susadversarios. Y a dicha infiltración se debió la progresiva modificación dela concepción inicial de los astrónomos, para quienes la idea del movi-miento de la Tierra resultaba simplemente absurda. Entre aquellos astró-nomos que se mostraban copernicanos en sus cálculos y anticopernicanosen lo referente al sistema físico, estaba Erasmus Reinhold (1511-1553),que prestó un grandísimo servicio al copernicanismo. En efecto, a él sedeben las Tabulae Prutenicae (1551) que -compiladas según los cálculosde Copérnico- iban a convertirse en un instrumento cada vez más indis-pensable para la cultura astronómica.

4. Tycno BRAHE: YA No Es VALIDA «LA v1EJA DISTRIBUCIÓN ProLEMA1cA» NI«LA MoDERNA 1NNovAc1óN INTRODUCIDA PoR EL GRAN CoPÉRN1co»

4.1. Tycho Brahe: el perfeccionamiento de los instrumentosy de las técnicas de observación

La gran obra de Copérnico vio la luz en 1543. En 1609 Kepler publicósu trabajo sobre Marte, en el que se asestaba otro golpe decisivo a lacosmología tradicional: en efecto, Kepler demostraba que las órbitas de

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Tycho Brahe es un gran astrónomo que propugna una restauracion astronómica, aunquelleva en si los gérmenes de la revolución

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los plane ,is no son circulares, sino elípticas. Sin embargo, entre la obrade Copérnico y la de Kepler se sitúa el trabajo de otro personaje queinfluiría notablemente en la astronomía: el danés Tycho Brahe. Tycho(latinización del nombre danés Tyge) nació tres años después de la muertede Copérnico, en 1546, y murió en 1601. Y al igual que Copérnico fue elastrónomo más importante de la primera mitad del siglo xvi, Tycho Brahefue en astronomía la auctoritas correspondiente a la segunda mitad delsiglo. Federico 11 de Dinamarca fue un gran protector de Brahe, a quienconcedió unos honorarios fijos y la isla de Hven en el estrecho de Copen-hague. En esta isla Brahe mandó construir un castillo, un observatorio,diversos laboratorios, una imprenta privada, y allí, auxiliado por numero-sos colaboradores, trabajó entre 1576 y 1597, recogiendo gran cantidad deobservaciones precisas. A la muerte de Federico 11, su sucesor no se com-portó como un mecenas en relación con Brahe, que en 1599 se trasladó aPraga, al servicio del emperador Rodolfo 11. Brahe llamó a Praga al jovenKepler, quien, al morir Brahe (1601), le sucedió en el cargo de matemáti-co imperial.

A diferencia de Copérnico, Tycho Brahe fue sobre todo un virtuoso dela observación astronómica: transformó las técnicas de observación yde medida, logrando un elevado nivel de precisión; proyectó y construyónuevos instrumentos, más grandes, más estables, y con un mejor ajusteque los precedentes. De esta manera logró corregir numerosos erro-res que estaban causados por la utilización de instrumentos menos perfec-cionados que los suyos. En particular, introdujo la técnica de observar losplanetas mientras éstos se mueven en el cielo. Se trataba de un hechonuevo y de gran relevancia, ya que antes de Brahe los astrónomos solíanobservarlos únicamente cuando se hallaban en una configuración favora-ble. Además, si tenemos en cuenta que Brahe observaba a simple vista,debemos reconocer que sus habilidades de observador fueron realmenteexcepcionales. En efecto, «la observación realizada con telescopios mo-dernos nos muestra que, cuando Brahe puso una particular atención paradeterminar la posición de una estrella fija, sus datos obtuvieron una apro-ximación de hasta un minuto, o incluso menos: lo cual es un resultadoexcepcional para observaciones hechas a simple vista» (T.S. Kuhn).A través de sus precisas observaciones, Tycho Brahe y sus colaboradorespudieron eliminar toda una serie de problemas astronómicos basados pre-cisamente en las erróneas observaciones del pasado.

4.2. Tycho Brahe niega la existencia de las esferas materiales

En 1577 Brahe estudió el movimiento de un cometa; logró medir suparalaje, demostrando así que dicho cometa -que giraba alrededor del Solen una órbita exterior a la de Venus- puesto que tenía una paralaje muypequeña, se hallaba a mayor distancia que la Luna y su trayectoria interse-caba las órbitas planetarias. Esto constituía un resultado desconcertante:significaba que las esferas cristalinas de la cosmología tradicional, conce-bidas como físicamente reales y destinadas a trasladar los planetas, noexistían en realidad. Desaparecía así otro trozo de la vieja imagen delmundo. Brahe le escribió a Kepler lo siguiente: «En mi opinión, la reali-

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dad de todas las esferas (...) debe excluirse de los cielos. Esto lo heaprendido de todos los cometas que han aparecido en los cielos (...). Enefecto, no se ajustan a las leyes de ninguna esfera, sino que actúan másbien en contradicción con ellas (. . .). El movimiento de los cometas pruebacon claridad que la máquina del cielo no es un cuerpo duro e impenetra-ble, compuesto por diversas esferas reales, como hasta ahora habían creí-do muchos, sino que es fluido y libre, está abierto en todas direcciones, demodo que no opone en absoluto el más mínimo obstáculo al libre despla-zamiento de los planetas, regulado de acuerdo a la sabiduría legislativa deDios, sin que haya una maquinaria o un rodamiento de esferas reales (...).De tal modo, no es preciso admitir una penetración real e incoherenteentre las esferas: éstas no existen realmente en los cielos, sino que seadmiten en exclusivo beneficio de la enseñanza y del aprendizaje.›› Des-aparecían así del mundo las esferas materiales, de las que ni siquieraCopérnico se había apartado. Eran reemplazadas por las órbitas, entendi-das en nuestro actual sentido de trayectorias. La capacidad de innovaciónde Tycho Brahe no se detuvo aquí, ya que también puso en crisis la viejaidea de la perfecta naturalidad y circularidad de los movimientos celestes.Esta idea antigua constituía un verdadero dogma, pero Brahe defendió laopinión según la cual el cometa tendría una órbita oval. Esto significaba,asimismo, abrir otra gran grieta en el interior de la cosmología tradicional.Estos son los aspectos innovadores y abiertamente revolucionarios de laobra de Tycho Brahe. Ante la muchedumbre de sistemas que contrasta-ban entre sí, perfeccionó técnicas e instrumentos capaces de establecerdatos más precisos y seguros. Basándose en estas numerosas y exactasobservaciones, logró echar por tierra dos ideas fundamentales de la cos-mología tradicional. Empero, quedaba planteado el problema más consi-derable y más agudo: ¿quién tenía razón, Ptolomeo o Copérnico? Esentonces cuando Tycho Brahe deja de ser un atento y puntilloso observa-dor, para convertirse en hábil teorizador.

4.3. Ni Ptolomeo ni Copérnico

A lo largo de toda su vida, Tycho Brahe se opuso al copernicanismo, y«su inmenso prestigio hizo que se retrasase la conversión de los astróno-mos a la nueva doctrina» (T.S. Kuhn). Sin lugar a dudas, Brahe era muyconsciente de que, como él mismo escribe, «la moderna innovación intro-ducida por el gran Copérnico» permitía «evitar sabiamente todo lo queresulta superfluo e incoherente dentro de la disposición ptolemaica, sincontravenir los principios de la matemática». Sin embargo, se mostró anti-copernicano: «se hallaba aún demasiado familiarizado con el modo depensar aristotélico como para poder evadirse del influjo de los argumentosen contra de la posibilidad de un movimiento de la Tierra, que habían sidoadoptados por Ptolomeo y refutados por Oresme y Copérnico» (E.J.Dijksterhuis). He aquí algunos de sus argumentos anticopernicanos:«Puesto que (la innovación de Copérnico) establece que el cuerpo de laTierra, voluminoso, torpe e inhábil para moverse, es movido por un movi-miento que ya no forma parte (más bien, es un movimiento triple) del delos demás astros etéreos, (dicha innovación) no sólo chocaba con los prin-

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cipios de la física, sino también con la autoridad de las Sagradas Escritu-ras, que confirman en diversos pasajes la estabilidad de la Tierra, para nohablar del espacio vastísimo que se interpone entre el orbe de Saturno y laOctava esfera, que esta doctrina deja vacío hasta las estrellas, y otrosinconvenientes que acompañan esta especulación.›› En el epistolario -muyrico- que Tycho Brahe intercambió con el astrónomo copernicano alemánChristopher Rothmann (astrónomo del landgrave Guillermo Iv de Hesse),especificó una argumentación anticopernicana que estaría destinada másadelante a convertirse en una objeción muy popular: si fuese cierto que laTierra gira desde occidente hacia oriente, entonces -según la objeción deBrahe- el trayecto de una bala disparada por un cañón hacia el Oestetendría que ser más largo que el de una bala disparada por el mismo cañónhacia el Este. La razón sería que, en el primer caso, la Tierra se moveríaen dirección opuesta a la bala, mientras que en el segundo la Tierra semovería en la misma dirección que la bala, de modo que el recorrido deésta tendría que ser más corto que el de la bala disparada hacia el Oeste.Sin embargo, dado que en la práctica no se registra esta previsible diferen-cia de longitud en los recorridos, Brahe concluía que la Tierra permaneceinmóvil. Por consiguiente, el sistema copernicano no es válido, según elcriterio de Tycho Brahe. No obstante, en su opinión tampoco es válido elsistema ptolemaico. Aunque en Brahe no se dé el pathos neoplatónico queanima los escritos de Copérnico y que a continuación guiará la obra deKepler, no es tan ingenuo como para no darse cuenta de «que la viejadistribución ptolemaica de los orbes celestes no era lo bastante coherente,y resultaba superfluo recurrir a tan numerosos y tan grandes epiciclos, pormedio de los cuales se justifican los comportamientos de los planetas conrespecto al Sol, sus retrocesos y sus detenciones, y sus otras aparentesirregularidades».

4.4. El sistema de Tycho Brahe: una restauración que contiene losgérmenes de la revolución

En consecuencia, ni Ptolomeo ni Copérnico. Entonces, sostiene Brahe,«habiendo comprendido bien que ambas hipótesis admitían absurdos no-tables, me puse a meditar en mi interior con profundidad, para tratar deencontrar una hipótesis que no se hallase en contraste con la matemáticani con la física, y que no tuviese que ocultarse de las censuras teológicas yque, al mismo tiempo, satisficiese del todo las apariencias celestes». «Fi-nalmente, de un modo casi inesperado -prosigue Brahe- me vino a lamente cuál era la forma en que había que disponer oportunamente elorden de las revoluciones terrestres, para eliminar cualquier ocasión enque se pudiesen presentar todas estas incongruencias.›› Llegamos, así, alsistema tychónico.

En este sistema del mundo la Tierra se halla en el centro del universo.Sin embargo, está en el centro de las órbitas del Sol, de la Luna y de lasestrellas fijas; el Sol, en cambio, está en el centro de las órbitas de loscinco planetas. Para una idea del sistema de Brahe, véase la figura 1,donde se aprecia entre otras cosas que al intersecarse las órbitas en variospuntos, era necesario que las esferas perdiesen su carácter material. En la

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figura 2 aparece la representación del sistema copernicano, de un modo enel que se hacen visibles las diferencias con el de Tycho Brahe.

La Tierra permanece en el centro del universo: «Más allá de cualquierduda, pienso que se debe afirmar -junto con los astrónomos antiguos y loscriterios que hoy aceptan los físicos, y con el testimonio ulterior de lasSagradas Escrituras, que la Tierra que nosotros habitamos ocupa el centrodel universo, y no la mueve en círculo ningún movimiento anual, comoquería Copérnico.›› El Sol y la Luna giran alrededor de la Tierra: «Consi-dero que los circuitos celestes están gobernados de un modo tal que sólolos dos luminares del mundo [el Sol y la Luna], que presiden la discrimina-ción del tiempo, y junto con ellos la lejanísima y octava esfera [de lasestrellas fijas], que contiene a todas las demás, miran hacia la Tierra comocentro de sus revoluciones.›› Los otros cinco planetas giran alrededor delSol: «Afirmo además que los cinco planetas restantes [Mercurio, Venus,Marte, Júpiter, Saturno] cumplen sus propios giros alrededor del Sol, encuanto guía y rey de ellos, y que siempre lo observan cuando se coloca enel espacio intermedio de sus revoluciones.»

El sistema tychónico no convenció ni a Kepler ni a Galileo. En el lechode muerte Brahe confió su sistema a su joven ayudante Kepler, pero éstese hallaba demasiado atraído por la gran simetría de Copérnico. En cam-bio, el sistema de Brahe no estaba estructurado de una forma simétrica:por ejemplo, el centro geométrico del universo ya no constituye el centrode la mayoría de los movimientos celestes. Galileo, por su parte, en elDiálogo sobre los dos sistemas máximos, confrontará el sistema aristotéli-co-ptolemaico con el copernicano y ni siquiera tomará en consideración«el tercer sistema del mundo», el de Tycho Brahe. Sin embargo, tuvo un

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V ,_ IV Martis bima revolutio O~ V Telluris cum orbe .

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Saturno

Esfera de las estrellas

Figura 1. Sistema tychónico (cf. Thomas Figura 2. Sistema copernicano (cf. PaoloS. Kuhn, La rivoluzione copernicana, Rossi, La rivoluzione scientiƒica da Co-tradf it., Einaudi, Turín 1972) pernico a Newton. Loescher, Turín

1973)

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Johannes Kepler

éxito importante: fue abrazado por la mayor parte de los astrónomos nocopernicanos que se sentían descontentos con el sistema ptolemaico. Enrealidad, el sistema de Brahe se hallaba configurado ingeniosamente: con-servaba las ventajas matemáticas del de Copérnico y además evitaba lascríticas de carácter físico y las acusaciones de orden teológico. El éxito delsistema thychónico es el éxito de un compromiso. Y aunque tal compromi-so tenía el aspecto de una restauración, no podía ignorar sin embargo larevolución que se había producido: incluso Tycho Brahe negó el sistemaptolemaico y afirmó que la Tierra no era el centro en torno al cual girabantodos los planetas. Por último, hay que formular dos observaciones. EnUraniborg, en la isla de Hven, además de su observatorio Brahe tenía unlaboratorio químico. Y aunque criticaba las prácticas astrológicas, «estabaconvencido de que existía una esencial afinidad entre los fenómenos celes-tes y los acontecimientos terrestres» (E.J . Dijksterhuis). Esta creencia deorigen estoico en la existencia de una relación entre todas las cosas, afirmatambién Dijksterhuis, ha sido una creencia que constituye fuente de inspi-ración para muchos grandes científicos.

5. JoHANNEs KEPLER: EL PAso DEL cíRcULo A LA EL1PsE Y LA s1sTEMAT1zAc1óNMATEMATICA DEL s1srEMA coPERN1cANo

5.1. Kepler, profesor en Graz: el «Mysterium cosmographicum»

Kepler nació el 27 de diciembre de 1571 en Weil, cerca de Stuttgart.Hijo de Enrique, funcionario de religión luterana al servicio del duque deBrunswick, y de Catalina Guldenmann, hija de un posadero, JohannesKepler nació prematuramente (septem mestris sum, escribió de sí mismo)y siempre tuvo una salud enfermiza. En su infancia padeció la viruela, quele dejó las manos tullidas y la vista debilitada. Su padre también fuesoldado mercenario. Dejando a su hijo a los abuelos, Enrique, en com-pañía de su mujer, fue a combatir en el ejército del duque de Alba contralos belgas. Al volver de la guerra en 1575, los padres de Kepler abrieronuna hostería en Ellmendingen (Baden). En la hostería paterna el pequeñoKepler -apenas pudo hacerlo- se encargaba de lavar los vasos, y luegotenía que ayudar a servir las mesas y a trabajar en el campo. En 1577empezó a frecuentar la escuela de Leonberg. Se mostró muy inteligente einteresado por los estudios, de modo que sus padres decidieron enviarloen 1584 al seminario de Adelberg. De aquí pasó al de Maulbronn, desdedonde, cuatro años después, ingresó en la universidad de Tubinga. Allítiene como maestro al astrónomo y matemático Michael Maestlin, quienlo convence de la bondad del sistema copernicano. En aquellos años arre-ciaba mucho la lucha entre católicos y protestantes. Kepler, protestante,consideraba que tales luchas eran absurdas. Y permaneciendo en aquellalibertad en la cual le había hecho nacer Dios, atribuía «a la necedad deeste mundo (. . .) las persecuciones que llevaban a cabo los partidos religio-sos; la presunción de que sus labores fuesen también las de Dios; la arro-gancia de los teólogos, a quienes había que creer ciegamente y, finalmen-te, la petulancia con que condenaban a aquellos que hacen uso de lalibertad evangélica» (G. Abetti).

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A los veintidós anos Kepler abandonó la teología y, al mismo tiempo,la idea de dedicarse a la carrera eclesiástica. Recibió una oferta de enseñarmatemática y moral en un centro docente de enseñanza secundaria, enGraz. Una de sus tareas consistió en preparar el calendario para Estiriacorrespondiente al año 1594. Dicha preparación implicaba también untrabajo de previsión, referente por ejemplo a la mayor o menor crudezadel invierno, las agitaciones campesinas, etc. En 1596 Kepler publicó elProdromus o Mysterium cosmographicum, en el que -como veremos ense-guida- ponía en relación los cinco sólidos regulares (el cubo, el tetraedro,el dodecaedro, el octaedro y el icosaedro) con la cantidad y las distanciasde los planetas entonces conocidos. El libro, que fue publicado con unprólogo de Maestlin, se envió de inmediato a Tycho Brahe y a GalileoGalilei. Brahe contestó a Kepler invitándole a contemplar la eventualrelación existente entre los descubrimientos del Prodromus y el sistema deBrahe. El 4 de agosto de 1597 desde Padua Galileo respondió a Keplercon una carta en la que, entre otras cosas, se lee: «También te agradezco,y de un modo muy particular, que te hayas dignado concederme unaprueba tal de tu amistad. De tu obra hasta ahora sólo he visto el prólogo, através del cual he podido comprender tu intención, y me siento de verassatisfecho de tener un aliado de esta clase en la indagación de la verdad yun amigo así de ésta. Es deplorable que sean tan pocos los que combatenpor la verdad y que no siguen una vía errónea en el filosofar. No es éste,empero, el lugar para deplorar la miseria de nuestro siglo, sino por locontrario de congratularme contigo por las bellas ideas que expones comoprueba de la verdad (...). He escrito mucho para dar pruebas que aniqui-len los argumentos contrarios a la hipótesis copernicana, pero hasta ahorano me he atrevido a publicar nada, atemorizado por lo que le sucedió aCopérnico, nuestro maestro, que se ganó fama inmortal entre algunos,mientras que infinidad de otros -tan grande es el número de los necios- leridiculizaron y le criticaron. Me atrevería a comunicar abiertamente mispensamientos, si hubiesen muchas personas como tú, pero como esto noes así, debo aplazarlo.››

5.2. Kepler, matemático imperial en Praga: la astronomía nueva y ladióptrica

En 1597 Kepler contrae matrimonio con Barbara Müller von Muhlek,una rica y joven viuda, de veintitrés años. Mientras tanto, después de lavisita del archiduque Fernando al papa Clemente VIII, todos los no católi-cos fueron expulsados de Estiria. Kepler, a través de su viejo maestroMaestlin, se esfuerza por conseguir trabajo en la universidad de Tubinga,pero no lo consigue. Entonces se presenta una solución inesperada: Braheinvita a Kepler a que le visite al castillo de Benatek, en las cercanías dePraga. El 1.° de agosto de 1600 son expulsados de Estiria más de un millarde ciudadanos. Kepler confía a Maestlin que jamás hubiese creído quehabría que soportar tantos sufrimientos, abandonar la casa y los amigos,perder los propios bienes, por motivos religiosos y en nombre de Cristo.En Praga Tycho Brahe toma a Kepler como ayudante suyo. Poco después,el 24 de octubre de 1601, y cuando sólo contaba con 55 años de edad,

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fallece Brahe. Entonces el emperador Rodolfo 11 nombra a Kepler mate-mático imperial, con una retribución que ascendía a la mitad de la querecibía Brahe y encargándole que llevase a buen término las Tablas ru-dolfinas.

En 1604 Kepler publica el volumen Ad Vitellionem paralipomena. Setrata de una obra de óptica geométrica, que señala una fecha relevantepara la historia de la ciencia. La obra consta de once capítulos. En ella sereiteran conceptos ya expresados por Alhazín y por Vitellio, y se encuen-tran nociones muy semejantes a las de Francesco Maurolico (1494-1577).El capítulo v del libro posee una gran importancia: «Aquí, por vez prime-ra después de dos mil años de estudios en torno a la visión, se hace llegarel estímulo luminoso hasta la retina; se reconoce que la figura así proyec-tada sobre la retina está invertida, pero no se considera perjudicial dichainversión, porque -como es el ojo quien se encarga de la localización delas imágenes que están fuera de él- el problema está en determinar cuál esel criterio con que debe actuar dicho ojo para colocar la imagen, cuandorecibe un estímulo en particular. Por lo tanto, el criterio es el siguiente:cuando el estímulo sobre el fondo del ojo se halla abajo, la figura que seve fuera debe estar arriba, y viceversa; así, cuando el estímulo sobre laretina se encuentra a la derecha, la figura vista desde fuera debe estar a laizquierda, y viceversa» (V. Ronchi). Además, en el capítulo primero Ke-pler ofrecía una definición de la luz en términos completamente nuevos:1) «A la luz le compete la propiedad de afluir o de ser lanzada desde suorigen hacia un lugar lejano»; 2) «Desde un punto cualquiera, la afluenciade la luz se produce a través de una cantidad infinita de líneas rectas››;3) «En sí misma considerada, la luz es apta para avanzar hasta el infinito»;4) «Las líneas de estas emisiones son rectas y se llaman rayos». VascoRonchi comenta que en estas cuatro proposiciones se encuentra la defini-ción del rayo luminoso, que más tarde adoptará definitivamente la ópticageométrica.

En 1609 se publica la Astronomía nueva que, junto con una carta dededicatoria fechada el 29 de marzo, Kepler envía al emperador Rodolfo I1.Se trata de la obra más memorable de Kepler. Se establecen en ella dosprincipios fundamentales de la astronomía moderna (las dos primeras le-yes de Kepler, sobre las que volveremos de inmediato). Estudia el movi-miento de Marte y Kepler acaba por declararse vencedor sobre el dios dela guerra. Podía, pues, entregar el planeta que había convertido en prisio-nero, a los pies del emperador. No obstante, Marte tiene muchos parien-tes: Júpiter, Satumo, Venus, Mercurio, etc., que también es preciso com-batir y vencer. Para proseguir la batalla se necesita disponer de medios yKepler pide dinero al emperador.

En marzo de 1610 Galileo entrega a la imprenta el Sidereus Nuncius,que, dada la gran cantidad de descubrimientos astronómicos que conte-nía, suscitó el máximo interés en el mundo científico. Galileo envió unejemplar a Kepler, a través de Giuliano dei Medici, embajador de Tosca-na en Praga. Como respuesta a Galileo, Kepler escribe su Dissertatio cumNuncio Sidereo, en la que hace constar sus propias dudas, sobre todo conrespecto a la existencia de los satélites de Júpiter. El místico neoplatónicoque era Kepler, para quien «el Sol era el cuerpo más hermoso» y «el ojodel mundo», no podía admitir que Júpiter tuviese satélites y que reclamase

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una dignidad análoga a la del Sol. Además, «no se comprende bien porqué (dichos satélites) habrían de existir, cuando en ese planeta no haynadie que admire tal espectáculo». Más tarde, utilizando un buen anteojo-el que Galileo había enviado a Ernesto de Baviera, príncipe elector delSacro Romano Imperio en Colonia, y que éste había cedido a Kepler-Kepler se convierte a la opinión de Galileo y publica la Narratio de obser-vatis a se quatuor Jovis satellitibus erronibus. Mientras tanto, Martin Hor-ky de Lochovic -que había asistido a las demostraciones que Galileo habíarealizado con su anteojo en Bolonia, hacia finales de abril de 1610, en casade Antonio Magini, profesor de matemática en Bolonia y adversario deGalileo- había escrito a Kepler una carta sobre la ineficacia del anteojo:In inferioribus ƒacit mirabilia; in coelo fallit quia aliae stellae fixae duplica-tae videntur. Habeo testes excellentissimos viros et nobilissimos doctores() omnes instrumentum fallere sunt confessi. At Galileus obmutuit, et die26 () tristis ab Illustrissimo D. Magino discessit. Horky también escribióun libelo en contra de los recientes descubrimientos de Galileo: Brevissi-ma peregrinatio contra Nuncium sidereum, y el 30 de junio de 1610 se loenvió a Kepler. Este, aunque quizá con cierto retraso, reprobó la obra deHorky. Como constataremos en las páginas dedicadas a él, Galileo intro-dujo el anteojo -instrumento que entonces era considerado como un obje-to típico de los «viles mecánicos» e indigno de los «filósofos››- en el inte-rior de la ciencia. Kepler, por su parte, era la persona que poseía lapreparación matemática más adecuada para estudiar y desarrollar la teo-ría de dicho aparato. En efecto, en la primavera de 1611 apareció enAugsburgo la Dióptrica, o «demostración de aquellas cosas, antes nuncavistas por nadie, que se observan con el anteojo». La Dióptrica, escribeKepler, es importante porque ensancha las fronteras de la filosofía. Y conrespecto al anteojo, afirma: «El sabio tubo óptico es tan precioso como uncetro: quien observa a través de él se convierte en rey y puede comprenderla obra de Dios. A él se aplican las palabras: sometes a la inteligenciahumana, los confines del cielo y el camino de los astros.›› Puede afirmarse,sin duda, que la Dióptrica constituye «el inicio y el fundamento de unaciencia óptica capaz de explicar el funcionamiento de las lentes y de susdiversas combinaciones, del tipo de las utilizadas en el anteojo galileano oen el kepleriano, también llamado “astronómico”» (G. Abetti).

5.3. Kepler en Linz: las «Tablas rudolfinas» y la «Armonía del mundo»

En 1611 el emperador Rodolfo 11 se vio obligado a abdicar en favor desu hermano Matías. Kepler, que ya había tenido que luchar inútilmentepara recibir su salario, comprendió que permanecer en Praga no seríademasiado prudente. En consecuencia, se pone al servicio del gobernadorde la Alta Austria, trasladándose a Linz para completar las Tablas rudolfi-nas y para dedicarse a sus estudios de matemática y filosofía. No obstante,la suerte sigue siéndole desfavorable: muere su hijo predilecto a causa dela viruela; poco después fallece su esposa. Su salud empeora, y no sóloesto: el pastor protestante Hitzler se encarniza con él, como sospechosode herejía. Para tener una prueba de su ortodoxia, el consistorio de Stutt-gart obliga a Kepler a firmar la llamada «fórmula de concordia». Sin

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embargo, Kepler no quería aceptar en conciencia la fórmula luteranaortodoxa, que afirmaba la presencia corpórea de Dios. En su opinión,esto se oponía a la idea de la sublimidad de Dios. Ante su reticencia losteólogos suabos decretaron que si Kepler no firmaba sería expulsado co-mo si fuese calvinista. Hitzler le negó los sacramentos. Kepler había teni-do que escapar de Graz porque le perseguían los católicos, y ahora en Linzeran los protestantes quienes renegaban de él.

Al quedar viudo y teniendo que ocuparse de sus hijos pequeños, Ke-pler decidió volver a casarse. Existe una extensa carta dirigida al barónStrahlendorf, presidente del Consejo Imperial en Praga, en la cual Keplerinvita al barón a su boda y le narra el modo en que llegó a la decisión.Había once candidatas; éstas fueron examinadas una a una, discutiendosus méritos y las probabilidades de triunfar como esposa. La primeracandidata, viuda, con dos hijas casaderas y un hijo, convenía en ciertosaspectos a un filósofo que ya no era un mozalbete; sin embargo, y entreotras, la mujer no tenía buena salud. La segunda candidata fue descartadapor su excesiva juventud y su afición a los lujos. Descartada una terceraopción, también por motivos económicos, se llega a la cuarta candidata:ésta, alta y atlética, no podía ir bien, dada la baja estatura de Kepler. Laquinta era una mujer pobre, y Kepler no quiso decidirse enseguida.La sexta era demasiado pobre, al igual que la quinta. Los amigos le desa-consejaron la séptima. Por motivos religiosos descartó a la octava mujer.La novena también era pobre y de escasa salud, también rechazada porKepler. La décima era pequeña, demasiado gorda y muy fea. Entonces,un amigo le propuso la undécima, que era demasiado joven. A esta altura,Kepler vuelve sobre sus pasos, se decide por la quinta y se casa con ella.Se trataba de Susana Reutlinger, una hermosa y atractiva muchacha, po-bre pero de buena familia. La elección de Kepler enseguida se revelócomo adecuada.

En 1613 Kepler entrega a la imprenta su Nova stereometria doliorumvinariorum. En ella resuelve un problema práctico que en aquellos tiem-pos no carecía de importancia: cómo determinar el contenido de los tone-les de vino. La cuestión tenía su importancia porque el contenido de lostoneles se medía entonces introduciendo en ellos un bastón. Este, conve-nientemente inclinado, indicaba el número de cántaros que había en eltonel. Como es obvio, se trataba de una medición aproximativa. Y esinteresante advertir que Kepler soluciona el problema a través de procedi-mientos muy parecidos a los del cálculo infinitesimal. En 1616, mientrastanto, da comienzo la desdichada aventura de la infeliz madre de Kepler,que se vio acusada de brujería y sometida a un proceso interminable, enel que también interviene la facultad de derecho de Tubinga. Kepler secomprometió a fondo en defensa de su madre y al final tuvo éxito. En1621 la madre de Kepler queda libre de la acusacion. Sin embargo, sea porlo avanzado de su edad o por el encarcelamiento y el proceso, la pobremujer falleció en abril de 1622. Al mismo tiempo, entre 1618 y 1622,Kepler había publicado en Linz su tratado de astronomía en siete libros:Epitome astronomiae copernicanae. Mientras tanto, en los primeros mesesde 1619 aparecía en Augsburgo la obra Harmonices mundi libri V, en laque nos detendremos dentro de un momento. Se trata del «acto final de lafecunda vida de Kepler» (J .L.E. Dreyer). Aparecen finalmente en 1627

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las Tablas rudolfinas: allí se encuentran las tablas de logaritmos, las tablaspara calcular la refracción y un catálogo de las 777 estrellas que TychoBrahe había observado, cifra que se eleva hasta 1005, al agregar las obser-vaciones realizadas por Kepler. Gracias a estas tablas, «durante más de unsiglo los astrónomos pudieron calcular con suficiente exactitud -jamáslograda antes de Kepler- las posiciones de la tierra y de los diversosplanetas con respecto al Sol» (G. Abetti). En 1628 Kepler regresa a Praga,desde donde pasa a Sagan -pequeña ciudad de Silesia, entre Oreste yWroclaw- al servicio de Albrecht Wallenstein, duque de Friedland. Estehabía prometido a Kepler pagarle los 12 OOO florines de atrasos que se ledebían por sus anteriores trabajos. Kepler, por su parte, habría entregadolas efemérides calculadas hasta 1626. Sin embargo, haciendo caso omisodel ofrecimiento de Wallenstein, Kepler decidió trasladarse a Ratisbonacon el propósito de conseguir de la Dieta el pago de los salarios atrasados.El viaje, a lomos de un asno enclenque -del que Kepler se deshizo por dosflorines, apenas llegó a su destino- fue realmente desastroso. La fiebrehizo presa en él y, a pesar de las sangrías que se le efectuaron, nada seconsiguió. Murió el 15 de noviembre de 1630, lejos de su hogar y de susseres queridos. Tenía 59 años de edad. Fue enterrado fuera de los murosde la ciudad, en el cementerio de San Pedro, ya que no se acostumbraba adar sepultura dentro de la ciudad a los luteranos. Hubo unos funeralesmuy solemnes y el sermón fúnebre se basó en un versículo del evangeliosegún san Lucas (11,28): «Bienaventurados aquellos que escuchan la pala-bra de Dios y la ponen en práctica.››

5.4. El «Mysterium cosmographicum»: a la caza del divino ordenmatemático de los cielos

Si Tycho fue siempre un anticopernicano, Kepler siempre fue coperni-cano: «Durante toda su vida se refirió a la pertinencia del papel queCopérnico le había atribuido al Sol, con el tono entusiástico del neoplato-nismo renacentista» (T.S. Kuhn). Kepler fue un neoplatónico matemáticoo un neopitagórico que creía en la armonía del mundo. Por esto no pudoapreciar el escasamente armónico sistema de Brahe. Kepler creía que lanaturaleza se hallaba ordenada por reglas matemáticas, que el científicotiene el deber de descubrir. Cuando en 1596 Kepler publicó el Mysteriumcosmographicum, creyó haber cumplido con ese deber, por lo menos enparte. En esta obra se conjugan la fe en el sistema copernicano con la feneoplatónica en una Razón matemática divina, que ha presidido la crea-ción del mundo. Después de haber desarrollado ampliamente -utilizando

4> ¿L \!¢1^ <%(cf. Thomas S. Kuhn, La rivoluzione copernicana, o.c.)

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dibujos detallados- los argumentos en favor del sistema copernicano, Ke-pler afirma que el número de los planetas y la dimensión de sus órbitaspodían comprenderse siempre que se hubiese comprendido la relaciónque existe entre las esferas planetarias y los cinco sólidos regulares, plató-nicos o cósmicos. Estos sólidos, ya mencionados con anterioridad, son elcubo, el tetraedro, el dodecaedro, el icosaedro y el octaedro. Como esfácil de apreciar, si se observa la figura 3, estos poliedros tienen la propie-dad de que todas sus caras son idénticas, y están constituidas por figurasequiláteras. Desde la antigüedad se sabía que sólo había cinco cuerposque poseyesen tales características, los cinco indicados, que aparecen en lafigura 3. En su trabajo, Kepler sostuvo que si la esfera de Saturno circuns-

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tres, sus famosas tres leyes de los planetas. En todo caso, «la convicciónde que el mundo posee una estructura matemática definible, que hallabasu formulación teológica en la creencia de que Dios se había guiado porconsideraciones matemáticas durante la creación del mundo; la inamovi-ble certidumbre de que la simplicidad constituye un signo de la verdad yde que la simplicidad matemática se identifica con la armonía y con labelleza; y, finalmente, la utilización de la sorprendente circunstancia deque existan exactamente cinco poliedros que satisfacen las más rigurosasexigencias de regularidad y que por lo tanto deben tener por fuerza unvínculo con la estructura del universo: todos éstos son síntomas inequívo-cos de una concepción del mundo pitagórico-platónico, que se nos aparecemás viva que nunca. Este era el estilo de pensamiento del Timeo, el cual-después de haber desafiado el predominio del aristotelismo a través detodo el medievo- se hace fuerte una vez más, siguiendo una tradicióncontinuada, aunque a veces resulte invisible» (E.J. Dijksterhuis).

5.5. Del círculo a la elipse. Las tres leyes de Kepler

La ciencia necesita mentes creativas (de hipótesis, de teorías), tienenecesidad de imaginación y al mismo tiempo de rigor en el control de estashipótesis. En la historia del pensamiento científico no ha existido quizásotro científico que haya poseído tanta fuerza imaginativa como Kepler yque al mismo tiempo haya asumido -como lo hizo él- una actitud tancrítica con respecto a sus propias hipótesis. Más tarde, se reveló que erainsostenible la idea de una relación entre los planetas y los poliedros.Empero, lo que ésta expresaba era un programa de investigación que aúntenía que demostrar toda su fecundidad. Ptolomeo no había sido capaz deexplicar el irregular movimiento de Marte y ni siquiera Copérnico lo habíalogrado. Tycho Brahe había llevado a cabo innumerables observaciones alrespecto, pero incluso él había tenido que ceder ante las dificultades.Después de la muerte de Brahe, Kepler afronta el problema. Trabajó enél alrededor de diez años. El propio Kepler nos informa sobre este trabajoagotador, del que nos dejó una apasionante y detallada descripción. Losintentos se suceden unos a otros y todos son en vano. No obstante, através de esta larga serie de ensayos fallidos, Kepler llega a la conclusiónde que era imposible resolver el problema apelando a una determinadacombinación de círculos: todas estas combinaciones no se correspondíancon los datos observables, y por lo tanto las órbitas propuestas quedabaneliminadas. Además de círculos utilizó en sus ensayos figuras ovales. Unavez más las observaciones no concedieron validez a las propuestas teóri-cas. Finalmente cayó en la cuenta de que teoría y observaciones podíanconjugarse, si los planetas se movían en órbitas elípticas a velocidadesvariables que se podían determinar de acuerdo con una sencilla ley. Fueun descubrimiento sensacional: quedó definitivamente superado el anti-guo y ya venerable dogma de la naturalidad y la perfección del movimien-to circular. Mediante un sencillísimo procedimiento matemático se podíadominar, dentro de un universo copernicano, una cantidad indeterminadade observaciones y podían efectuarse previsiones (y postvisiones) segurasy precisas. De este modo, «introduciendo su propia hipótesis elíptica en el

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lugar del plurisecular dogma de la circularidad y la uniformidad de losmovimientos planetarios, (Kepler) llevó a cabo un giro profundamenterevolucionario en el interior de la revolución copernicana misma» (A.Pasquinelli). Estas son las dos leyes que contienen la solución final delproblema, que sigue siendo válida en la actualidad. Primera ley: Las órbi-tas de los planetas (Marte) forman elipses, uno de cuyos focos está ocupa-do por el sol (véase la figura 5). Segunda ley: La velocidad orbital de cadaplaneta varía de forma tal que la línea que une al Sol con el planeta cubre,en intervalos de tiempo iguales, porciones iguales de la superficie de laelipse (véase la figura 6; ambas figuras han sido tomadas de Kuhn, o.c.).

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Figura 5 Figura 6

¬2 siLa substitución de las órbitas circulares de Ptolomeo, de Copérnico e

incluso de Galileo, mediante la elipse (1.*' ley); y la substitución del movi-miento uniforme alrededor de un centro, mediante la ley de las superficiesiguales (2.“ ley), son suficientes para eliminar toda la multitud de losexcéntricos y los epiciclos. «Por primera vez, una única curva geométrica,no combinada con otras curvas, y una única ley del movimiento son sufi-cientes para poder prever la posición de los planetas. Y por primera vezestas previsiones resultan tan precisas como las observaciones. El sistemaastronómico copernicano que ha heredado la ciencia moderna, por lotanto es un producto conjunto de la obra de Kepler y de Copérnico» (T.S.Kuhn).

En 1618, en el Epitome astronomiae copernicanae, Kepler extiendeestas dos leyes a otros planetas, a la Luna y a los cuatro satélites de Júpiterque habían sido descubiertos pocos años atrás. En 1619, en las Armoníasdel mundo, Kepler anuncia su Tercera ley: Los cuadrados de los períodosde revolución de los planetas se hallan en la misma relación que los cubosde sus respectivas distancias al Sol. Si T, y T, son los períodos de tiemponecesarios para que dos planetas den una vuelta completa a sus órbitas; ysi R1 y R2 son las respectivas distancias medias entre los planetas y el sol,entonces la relación entre los cuadrados de los períodos orbitales es igual ala relación existente entre los cubos de las distancias medias al sol:(T1/T2)2 = (R1/R2)3. Se trata de «una ley llena de fascinación, porqueestablece una regla que nunca había sido observada antes en el sistemaplanetario» (T.S. Kuhn). Sin embargo, lo fundamental consistía en quelos principios de la cosmología aristotélica eran arrancados de raíz: «en sulugar, se colocaban relaciones matemáticas racionales» (C. Singer). Enefecto, a partir de ahora el sistema solar se había desvelado a través detoda una red de claras y sencillas relaciones matemáticas, y «sus compo-

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Johannes Kepler

nentes por primera vez habían sido conectados mediante la ley que es-tablecía una relación entre las distancias con respecto al Sol y los períodosde revolución» (J .L.E. Dreyer).

5.6. El Sol como causa de los movimientos planetarios

Misticismo, matemática, astronomía y física -escribe Dijksterhuis- seencuentran estrecha o, mejor dicho, inextricablemente asociados en lamente de Kepler. En la Armonía del mundo, habla de un frenesí divino yde un rapto inefable a través de la contemplación de las armonías celestia-les. En las Armonías del mundo es donde Kepler pone de manifiesto másque en ningún otro sentido su fe en las armonías, en el orden matemáticode la naturaleza. En esta armonía el Sol desempeña un papel fundamen-tal. Sin- ninguna duda. el modo en que Kepler describe el logro de suprimera ley se ensalza en nuestros días como ejemplo perfecto de procedi-miento científico. Existe un problema: las irregularidades en el movimien-to de Marte. Se elabora toda una serie de conjeturas, como ensayos desolución del problema. Sobre este conjunto de conjeturas se dispara elmecanismo de la prueba selectiva, descartándose todas aquellas hipótesisque no resisten el contraste con las observaciones empíricas, hasta llegar ala teoría correcta. No sólo se considera que el procedimiento constituyeun modelo de investigación científica, sino que también se valora muchoel relato que Kepler ofrece acerca de la manera en que llegó hasta la ley.Comprobamos la pasión ante un problema que persiguió a Kepler durantediez años, y en compañía de éste pasamos por las esperas gozosas y lasamargas desilusiones, las reiteradas batallas y los sucesivos fracasos, loscallejones sin salida a los que llegó, la tenacidad con que emprende eldesarrollo de cálculos dificultosos, su constancia y su perseverancia en- labúsqueda de un orden que debe existir, porque Dios lo ha puesto allí: esuna auténtica lucha con el Angel, que al final no le niega su bendición.Nos encontramos ante la descripción de una investigación donde la retóri-ca de las conclusiones está substituida por el pathos de la más noble de lasaventuras: el pathos de la búsqueda de la verdad. _

Sin embargo, la manera en que Kepler obtiene su segunda ley, de laque además depende la primera, no resulta menos interesante e instructi-va. En el cuarto capítulo de la Astronomia nova, Kepler describe el Solcomo el «único cuerpo apto, en virtud de su dignidad y potencia (paramover los planetas en sus órbitas), y digno de convertirse en morada delmismo Dios, por no decir el primer motor». En el Epitome astronomiaecopernicanae leemos lo siguiente: «El Sol es el cuerpo más hermoso; encierta manera, es el ojo del mundo. En tanto que fuente de la luz o fanalresplandeciente, adorna, pinta y embellece los demás cuerpos del mundo(...). En lo que respecta al calor, el Sol es el hogar del mundo, que sirvepara calentar los globos existentes en el espacio intermedio (...). En loque respecta al movimiento, el Sol es la causa primera del movimiento delos planetas, el primer motor del universo, a causa de su propio cuerpo.››En Kepler hay una metafísica del Sol. Los planetas ya no se mueven conun movimiento natural circular. Recorren elipses y, en consecuencia,¿qué es lo que los mueve? Son movidos por una fuerza motriz como la

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La revolución científica

fuerza magnética, fuerza que emana del Sol. Nos hallamos ante una intui-ción metafísica que hace referencia al mundo físico, de acuerdo con la cuallos planetas recorren sus órbitas impulsados por los rayos de un animamotrix, provenientes del Sol. Según Kepler, estos rayos actúan sobre elplaneta; la órbita de éste, empero, es elíptica; por tal motivo, los rayos delanima motrix que caen sobre un planeta que se encuentra a una distanciadoble del sol se reducirán a la mitad, y por consiguiente la velocidad delplaneta también disminuirá a la mitad, en comparación con la velocidadorbital que posee cuando se halla más cerca del Sol. Kepler supuso que«en el Sol existía un intelecto motor capaz de mover todas las cosas alrede-dor de él, pero sobre todo las más cercanas, debilitándose en cambio conrespecto a las más distantes, ya que al aumentar las distancias se atenúa suinfluencia». La figura 7 (tomada también de Kuhn) ilustra gráficamente laidea de Kepler. La fe neoplatónica lleva a Kepler hasta su segunda ley:

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«Él creía que las leyes matemáticamente simples estaban en la base detodos los fenómenos naturales y que el Sol era la causa de todos losfenómenos físicos» (T.S. Kuhn). Acerca de esta última convicción, influi-do también por la lectura del De Magnete, que había publicado en 1600 elmédico inglés William Gilbert (1540-1603), Kepler esboza una teoría mag-nética del sistema planetario. Habla de la fuerza con la que la Tierra atraelos cuerpos, y en la introducción a la Astronomia nova habla también deuna atracción recíproca. En las notas a su Somnium (redactado entre 1620y 1630), atribuye las mareas «a los cuerpos del Sol y de la Luna que atraenlas aguas del mar con una fuerza parecida a la magnética». Algunos hanquerido ver en estas ideas una anticipación de la teoría de la gravitación deNewton. Con toda verosimilitud, esto no es así. Es verdad, sin embargo,que la sistematización matemática del sistema copernicano y el paso desdeel movimiento circular (natural y perfecto) hasta el elíptico, planteabaproblemas que Kepler advirtió, aisló y trató de resolver. Junto a los resul-tados obtenidos Kepler dejó en herencia estos problemas a la generaciónsiguiente. El falleció en 1630 y a principios del 1642 moría Galileo. En esteúltimo año, en Woolsthorpe, condado de Lincoln (Inglaterra), nació IsaacNewton, el hombre que -recogiendo los resultados logrados por Kepler yGalileo- estaba destinado a resolver los problemas que éstos habían deja-do abiertos y a dar así a la física la estructura que hoy conocemos con elnombre de «física clásica». En realidad, como escribió W. Whewell, «si losgriegos no hubiesen estudiado las secciones cónicas, Kepler no habríasubstituido a Ptolomeo; si los griegos hubiesen desarrollado la dinámica,Kepler hubiese podido anticiparse a los descubrimientos de Newton».

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