rastreando - aepes · 2018. 1. 17. · página 3 boletín nº11, octubre 2011 el día 28 de agosto...
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BOLETÍN Nº11, OCTUBRE 2011
Encuentros AEPES Contenido:
Encuentros AEPES 1
Adios, Urane 2
AEPES en la Feria de Caza de Tárrega 2
Campeonato del mundo de rastro de sangre de la WUT 3
Sección mensual de AEPES en “Caza Mayor” 3
Nuestro foro 4
Nuestros socios 4
Lectura recomendada 4
Las fotos de nuestros socios 4
Artículo de fondo 5
Actividades para los próximos meses 3
Rastreando
Boletín de la Asociación Española del Perro de Sangre
Página 1 Boletín nº11, Octubre 2011
Cada vez se están celebrando con más frecuencia encuentros de socios más o menos próximos geográficamente, que acuden con sus perros para compartir una jornada de campo. Los más experimentados trazan rastros artificiales para los demás, y les aconsejan en el camino más adecuado para preparar sus jóvenes perros de sangre. A estas reuniones en el campo las hemos denominado “Encuentros AEPES”.
A la celebrada en el mes de abril por nuestros socios catalanes (de la que dimos cumplida información en el boletín anterior), se han sumado en estos últimos meses otras dos convocatorias, con gran éxito de asistencia.
Los días 9 y 10 de julio se reunieron en Fajao (Portugal) socios de ambos lados de la frontera hispano-lusa, por iniciativa de nuestro delegado en Portugal Luis Barata. No solo se trazaron y ejecutaron con los perros algunos rastros artificiales trazados por Luis y Carlos Cayuela, también hubo ocasión de rastrear un jabalí herido la noche anterior.
En otro punto de la geografía ibérica, en Valdés (Asturias), nuestro vicepresidente Gerardo Pajares y los conductores acreditados Óscar López-Cancio y Rubén Rubio organizaban el día 11 de octubre otro de estos encuentros, que contó con una nutrida asistencia de socios y simpatizantes de AEPES.
Asistieron a esta convocatoria 17 personas acompañadas de 15 perros de varias edades, en su gran mayoría teckel de pelo duro.
Se trabajó sobre rastros de sangre artificial, demostrando tanto perros como conductores una gran afición y buenas condiciones, que auguran un nutrido grupo de conductores de perros de sangre en Asturias en muy poco tiempo.
Es intención de la dirección de AEPES promover este tipo de encuentros, a través de sus delegados territoriales. Constituyen la mejor manera de promover la formación de nuevos equipos de rastreo.
Para el mes de noviembre hay convocado un nuevo encuentro, esta vez en Burgos, organizado por nuestro delegado en Castilla y León Federico Sáez-Royuela, del que informaremos en el próximo boletín.
Solo unos días antes de publicar este boletín nos llegaba la terrible noticia de
la muerte de Urane, hembra de Sabueso de Baviera propiedad de nuestro
amigo, mentor y conductor honorífico Jean-Guy Gendrás. Un desgraciado
accidente durante el remate de un jabalí, que Urane había rastreado y bloqueado en una zona de espesas zarzas, acababa con unas muy graves heridas producidas por esquirlas de una bala que finalmente condujeron a la muerte de la perra la noche del 16 de octubre.
En sus ocho años de vida Urane había cobrado, conducida por Jean-Guy, nada menos que 213 piezas de caza mayor. Ahora le toca el relevo a Azba, una joven sabuesa que estamos seguros estará a la altura de su maestra fallecida y
de su gran conductor. Recibe un fuerte abrazo, Jean-Guy, y descansa, Urane.
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Adios, Urane.
AEPES en la Feria de Caza de Tárrega
Nuestra delegación catalana, sin lugar a dudas las más activa de todas, “echó el resto” en el mes de septiembre y montó un magnífico stand en la Feria de Caza de Tárrega (Lérida). El día 15 de septiembre acudieron a esta feria 15.000 visitantes, muchos de los cuales se acercaron por el stand de AEPES y fueron atendidos por el que ya se está empezando a llamar “Catalunya Team”, un grupo de entusiastas socios catalanes capitaneados por nuestro delegado Félix Peláez y su gran colaborador y conductor acreditado Iñaki Cenizo.
El magnífico stand montado por AEPES en la feria contaba con mucho material gráfico de rastreos y todo el equipo necesario para nuestro trabajo, incluido el ya famoso remolque de nuestros socios Félix e Iñaki, que podéis ver en la foto.
Se realizaron además varias demostraciones de rastro artificial H24, que fueron seguidas con mucho interés por los visitantes.
Sin lugar a dudas otro gran paso adelante de nuestra delegación en Cataluña, y la mejor forma de dar a conocer nuestra filosofía a muchos cazadores, en un solo día.
Gracias a todos los socios que habéis dedicado mucho tiempo y mucha ilusión para que este fuera un día grande para la Asociación.
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El día 28 de agosto se celebraba en Aesch (Suiza) el campeonato del mundo de rastro de sangre sobre pista de 20 y 40 horas, organizado por la Welt Union Teckel (WUT). En representación del Teckel Club de España acudieron al mismo dos conductores acreditados por AEPES: Rubén Rubio y Óscar López Cancio, con sus teckels Anca de Fojanes (H20) y Sol (H40), respectivamente.
Las condiciones previas a la prueba, con una lluvia persistente que borró los rastros, hizo que tan solo dos de los quince equipos que participaron (todos ellos experimentados) superaran la prueba.
Campeonato del mundo de rastro de sangre de la W.U.T.
Actividades para los próximos meses
Desde el mes de septiembre nuestra asociación cuenta con una sección fija en la revista de tirada nacional “Caza Mayor” editada por Grupo V. Esta revista llega a las casas de 25.000 cazadores cada mes, constituyendo sin duda un gran escaparate para promocionar el rastreo con perros de sangre. Está
elaborada por nuestro presidente, Álvaro García Mateu, y el formato es de pregunta-respuesta, tocando en cada número algunos aspectos de interés para cazadores y futuros conductores. Aprovechamos para
agradecer a esta revista, y más concretamente, a su director José María García, todo el apoyo que ha prestado a nuestra asociación desde sus orígenes.
Sección mensual de AEPES en “Caza Mayor”
La dirección, delegados y socios de AEPES siguen trabajando en nuevas actividades para los meses venideros. Los días 24 y 25 de octubre la delegación asturiana impartirá un curso organizado por el Gobierno de Asturias y dirigido a la guardería del Principado. Su título,
“El cobro de piezas heridas mediante el uso de perros de rastreo de sangre”. Gerardo Pajares,
Óscar López-Cancio y Rubén Rubio serán los ponentes de este interesante seminario.
A finales del mes de noviembre o principios de diciembre (estamos decidiendo las fechas en estos días) se celebrará una prueba de acreditación de equipos de rastreo en Cataluña. Probablemente se haga otra en los próximos meses en la zona Norte de España. Anunciaremos las fechas con suficiente antelación para que todos aquellos conductores que quieran acreditarse puedan saberlo con tiempo suficiente.
Estamos también ultimando los programas, ponentes y fechas para los Cursos Básicos de Rastreo que venimos realizando todos los años. El primero de ellos será en la zona Centro-Sur (probablemente en Ciudad Real) y el segundo en Navarra, en colaboración con la
Asociación de Cazadores Navarros (ADECANA).
Cena de Navidad Nuestro secretario, Herminio Baldó, está organizando una cena de Navidad para todos aquellos socios que quieran compartir mesa y mantel charlando sobre perros, rastros y lo que se tercie.
La cena tendrá lugar en el restaurante madrileño José Luis (c/.Rafael Salgado, 11) el día 15 de dieciembre y el precio por cubierto será de 25 €.
Los que queráis asistir, dirigid un correo
de confirmación a Herminio en [email protected].
Boletín nº 10, Julio 2011
Nuestros socios
Con las altas y bajas del tercer trimestre de 2011 somos ya 164 socios, repartidos por Comunidades Autónomas como sigue: Andalucía: 14 Aragón: 7 Asturias: 12 Cantabria: 4 Castilla-La Mancha: 3 Castilla y León: 14 Cataluña: 10
Ceuta y Melilla: 1 Comunidad Valenciana: 8 Extremadura: 12 La Rioja: 1 Madrid: 59 Murcia: 1 Navarra: 2
País Vasco: 7 También seguimos contando con nuestros socios en: Portugal: 5 Francia: 1 Principado de Andorra: 2 Alemania: 1
Nuestro Foro En el tercer trimestre de 2011 se han dado de alta en el foro 25 nuevos usuarios, con lo que ya hay 342 usuarios registrados.
Las fotos de nuestros socios
Este mes no hemos tenido ninguna duda sobre la mejor foto que nos ha llegado de nuestros socios. De n u e v o n u e s t r o c o n d u c t o r acreditado y celador de la Reserva Regional de Caza de Benasque (Huesca), Luis Palacio, nos envía esta espectacular foto de su perra Tuca (cedida por AEPES en 2009). Sobran los comentarios.
Lectura recomendada
Un libro que nos ayudará en la relación con nuestros perros, y nos permitirá dar un paso más en la comprensión del comportamiento animal. El etólogo y premio Nóbel de Medicina Konrad Lorenz, escribió en 1950 “Cuando el hombre encontró al perro”, un ensayo plagado de anécdotas, de fácil e interesante lectura.
El autor acuña frases como “… un buen perro puede
ocasionalmente morder, pero el hombre dispara siempre con
una sonrisa”.
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Nuestra Asociación
Artículo de fondo
Mis teckels en la caza Henri Fuster
Fragmento del libro “Le Chien de Sang” (“El Perro de Sangre”) del francés Henri Fuster, traducido hace ya algunos años por Enrique Calvo. Narra algunas anécdotas entretenidas de sus inicios con los teckel y en el mundo de la búsqueda de piezas de caza heridas.
Al lector que, respondiendo a la invitación hecha al principio de esta obra, me haya seguido en este preludio a la gran y excitante aventura de la busqueda de sangre, que constituyen las fases de educación del perro y la reglamentación de pruebas que la consagran, disfrutará de los relatos que le propongo, antes de ponerlo sobre la pista roja real, aquella cuyo trazado no se debe a la esponja o a la botellita. Le haré pues partícipe de las alegrías que me han proporcionado mis teckels en el curso de los últimos quince años.
Cuando por primera vez llevé a Usa de caza al bosque, ambos fuimos blanco de las risas de mis colegas, habituados a utilizar grandes corniauds de fuerte boca pero cuya eficacia normalmente dejaba bastante que desear. Es preciso reconocer, en defensa de estos perros, que carecen de la indispensable selección en todo perro de caza digno de tal nombre.
Cuchufletas y bromas clásicas, a veces no muy finas, brotan al ver a mi compañero, comparado con una salchicha con patas o con un pequeño banco. Sólo Maurice G., nuestro guarda de caza, al que acompaño frecuentemente en sus desplazamientos de observación, no participa en el crítico debate sobre el particular, y hace gala de una sonrisa socarrona mientras me lanza guiños cómplices. En efecto, tres semanas antes, juntos habíamos constatado la intrepidez de mi joven teckel con ocasión de un suceso que no habíamos juzgado oportuno divulgar, por estar cerrada la veda. Hoy, habiendo prescrito la falta, puedo contároslo sin que ello pueda acarrearme algún problema.
Llevamos caminando ya tres horas. El día va abriendo y el sol empieza a brillar, cuando llegamos a una meseta en el bosque donde los jabalíes habían hozado durante la noche. Usa me sigue, con su nariz pegada a mi bota izquierda.
Dos huellas de paso frescas, impresas en el suelo blando de un lindazo entre dos parcelas. Maurice y yo nos arrodillamos con el fin de examinarlas más de cerca, quedando impresionados por el tamaño que debía tener el propietario de tal huella. El teckel, considerando sin duda que no le prestábamos la más mínima atención, se despide a la francesa, guiado por los agradables efluvios que emanan del rastro de huida de los jabalíes. A veinte metros de allí levanta a los animales, que estaban tan tranquilos bajo el matorral cerrado, y que arrancan con un estrépito impresionante. Casi inmediatamente después sentimos el ferme rabioso y violento, que rápidamente desemboca en pelea... Sin duda el jefe del clan, cuya huella admirábamos antes, se está encargando de hacer pagar su audacia al teckel, pues...¡los ladridos llenos de rabia se entrecortan ahora con aullidos de dolor!.
No aguanto más y, a pesar de los consejos de prudencia de Maurice, me deslizo a cuatro patas bajo la abundante vegetación y avanzo hacia el lugar del agarre para defender a mi perro con las manos desnudas o casi, porque mi única arma es una varita flexible destinada a apartar alguna víbora de mal humor. Al cabo de unos treinta metros percibo, muy cerca, una imponente masa negra que,
cerdas erizadas y jeta al sol, parece buscar alguna cosa, ¡pero del perro, ni rastro! Temo lo peor cuando, de pronto, el teckel sale de un pequeño espino y como una bala se abalanza sobre el jabalí ‐ por lo menos veinte veces mayor que él ‐ salta sobre su jeta y hace presa con toda la fuerza de sus mandíbulas. El enorme jabalí, con dos balanceos de cabeza, lanza a Usa por los aires, más exactamente a los resalvos (arbolitos que quedan tras una entresaca). Apenas toca el suelo sale de nuevo a la carga, para ser propulsado de nuevo. Intervengo pues llamando al perro que, después de muchas reticencias, consiente en abandonar y viene en mi busca... seguido de su contrincante (visita de la cual yo prescindiría de buena gana, vista la debilidad de mi armamento). En cuanto el perro llega detrás de mí retrocedo suavemente sin perder al jabalí de vista, esperando contar con la eficaz ayuda y protección de San Huberto en este difícil momento. Llego así, reculando, hasta el lugar en que Maurice – que parece no percatarse de la situación creada a raíz de mi intervención – me espera. Me levanto suavemente para poder reaccionar a una posible carga intempestiva, localizando sin más demora un árbol con ramas bajas susceptible de ser escalado.
El jabalí se para al mismo tiempo que yo y... nos observamos con cierta intensidad. Pese a que mi situación no era muy cómoda, tengo tiempo de admirar sus defensas... ¡Qué bello armamento y qué espléndido animal!. ¡Nunca he vuelto a tener un encuentro así con un arma en las manos! Nos miramos durante por lo menos diez minutos, uno y otro como fascinados. Después el adversario recula algunos metros y es absorbido por la abundante vegetación, gruñendo su disgusto. Nos acompañará hasta el lindero del bosque, invisible. Allí examino a Usa y descubro que tiene tres buenos tajos que cose con arte y pasión, pues es cazador, un amigo médico (es domingo y no hay aún veterinarios de guardia en esta época) sacado de la cama prematuramente.
Desde aquella aventura Usa ha mostrado siempre odio por los jabalíes, que ha cazado con un coraje y una pasión ejemplar. Esto llevó a sus detractores iniciales a la admiración, al tiempo que provocó la adquisición de un segundo teckel, Iván, que, aún mostrando menos odio en presencia del Sus scrofa, no alcanzará menos fama como cazador muy seguro sobre el rastro. Sin embargo – y aunque, para esta segunda adquisición me dirigí a un criador especializado – Usa será siempre la jefa del grupo, haciendo gala de mayor pundonor que su compañero.
Mal entrenados para el rastreo, consecuencia de la falta de diligencia de su conductor, no rindieron nunca en esa faceta de su trabajo todo lo que su potencial les hubiera permitido. Sin embargo, Usa me conduciría en una ocasión hasta un jabalí herido, al que mantuvo parado en una espesa maleza hasta que, gracias al apoyo de otro perro alertado por el tumulto, hizo salir al animal. Lo desagradable fue que lo hizo salir por el arroyo en el que yo estaba apostado, lo que me proporcionó en la rodilla derecha un magistral hocicazo del jabalí, que me dejo cojo durante una semana. El jabalí, al que logré parar de un balazo a pesar de ese accidente, era una hembra de unos 70 kg que, hasta su último suspiro, tenía intenciones de atacarme, intentando morderme en el momento en el que me disponía a desangrarla con el fin de abreviar su agonía.
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Iván por su parte me permitió encontrar el emplazamiento, al borde de un camino, en el que murió un corzo herido... pero que había desaparecido sin duda alguna.
Ciertamente, estos resultados más que modestos no me avalan a poner a mis primeros perros por las nubes, cosa que por otra parte no es mi intención. Sin embargo, me instruyeron y me hicieron conocer al dedillo todas las dificultades inherentes a la educación del perro y de su conductor, en la busca de sangre: coraje, perseverancia, disponibilidad, abnegación, etc. Y, sobre todo, me permitieron prepararme para el futuro, porque… ¡soy muy tenaz!.
También pude descubrir con ellos que un teckel es capaz de grandes hazañas cinegéticas, y tiene además una notable capacidad de adaptación a diversas disciplinas venatorias. Naturalmente, no pretendí enseñar a Usa ni a Iván a cazar la becada en un territorio en el que abundaban liebres y corzos, pero ¿qué pasaba cuando venteaban una de estas damas del pico largo? ¿Se comportaban como perros de muestra, quedándose junto a la escopeta independientemente de la intensidad de la emanación de su rastro? ¡Ni mucho menos! Era mejor que la becada se olvidara de apeonar y levantara urgentemente el vuelo, so pena de ser prendida por los perros. Esto me permitió en varias ocasiones tirarlas a una buena distancia.
Además, cuando empecé a frecuentar las exposiciones y pruebas de trabajo, fui descubriendo que un teckel puede ser al mismo tiempo un excelente cazador y un perro muy bello. Los míos no eran muy bellos. Iván tenía incluso un tinte de monstruo... en referencia al estándar de la raza.
Usa e Iván se encuentran ya en los territorios de caza de nuestro gran patrono San Huberto, reunidos en el paraíso de los perros de caza con la imprudente e indómita Feodora, y después con nuestra inolvidable pequeña Manzana, que fue un verdadero personaje al mismo tiempo que el terror de las perdices y conejos que poblaban aún algunas zonas de la región.
Con los conocimientos adquiridos en estas primeras experiencias, a finales de 1977 compré a Nickel, que sería el compañero con quien iba a vivir con pasión la aventura embriagadora y maravillosa de la búsqueda de caza mayor herida.
A veces se necesita un guiño de la suerte.
En cuanto se adaptó a su nueva condición, Nickel comenzó a recibir su educación. Proveniente de excelentes ancestros, este cachorro merecía que su amo – que en este punto estaba un poco menos solicitado por sus quehaceres profesionales – hiciera el esfuerzo de darle una formación de alto nivel.
No es mi intención ofreceros un tratado de adiestramiento para la búsqueda de sangre. Por otra parte, no me gusta en este caso utilizar el término “adiestramiento” prefiero el término “educación”. Y puesto que la meta que persigo, más modesta, es intentar despertar vocaciones por la búsqueda de la caza mayor herida, me contentaré con decir que entonces perseguía el ambicioso proyecto de concurrir con Nickel a todas las pruebas de trabajo a las que pudiera ir un teckel standard de pelo duro, en el plazo de tres años.
Paralelamente a la evolución psíquica de Nickel, que a pesar de su corta edad ya dejaba adivinar una condición prometedora, vigilaba también con atención sus “carrera” en exposiciones de belleza. Todo ello en persecución de lograr un perro “bonito y bueno”, no siendo ambas cualidades incompatibles sino complementarias.
Así, durante tres años los desplazamientos a grandes distancias en coche, con destino a una exposición de belleza o a una prueba de trabajo se alternaron – con un ritmo particularmente sostenido – con entrenamientos de toda naturaleza, tanto en la planicie a la búsqueda de una liebre, como en bosques con maleza enmarañada, sobre rastros de sangre artificiales o en el aire sobrecalentado de una madriguera artificial.
Las esperas bajo fuertes diluvios sucedieron a las largas sesiones de bronceado involuntario en periodo canicular, o a las jornadas infernales en una exposición de belleza. Los fracasos se alternaron con los éxitos, y el desánimo dejó sitio a la esperanza. Recuerdo haber llegado al punto de abandonar las pruebas de trabajo, descorazonado, por culpa de una negra y tenaz mala suerte. Juzgad si no.
Conociendo los importantes porcentajes de fracaso en las pruebas de rastro de sangre, así como la causa principal de dichos fracasos (una preparación insuficiente), no inscribí a Nickel sino después de largas sesiones de entrenamiento muy sosegado, en el curso de las cuales habíamos sobrepasado largamente los límites de 1.200 metros de recorrido, con rastros de más de 24 horas.
Al comienzo de la primavera de 1979 le inscribí en la prueba de Arc‐en‐Barrois. Cuando nos presentamos los siete participantes, llueve. Una lluvia que dura ya más de 24 horas. El responsable de la organización de la prueba, desconsolado, nos confirma que las pistas han sido trazadas bajo un diluvio que no ha cesado desde entonces.
En la pista no hay ni un solo indicio visible, todo ha desaparecido bajo el diluvio. Por el contrario la caza, cuya densidad es excepcionalmente alta, no teme el aguacero y se pasea por delante de los perros mientras estos se encuentran “manos a la obra”. Resultado: de siete candidatos, siete fracasos.
Pero, a pesar del fracaso, hice de tripas corazón y me inscribí en una segunda prueba para el otoño, junto con otros dos de los compañeros menos descorazonados. Y llegó septiembre. La prueba se desarrollaba en Alsacia, en la región de Rouffach, sobre un territorio donde abundan los corzos. Si en la primavera en Arc‐en‐Barrois llovía, esta vez hacía un insoportable calor de final de verano. Si es por eso, que no quede. Hemos entrenado bajo todas las condiciones, incluso las menos propicias, y Nickel está por fin listo.
En pista el número 1 todo comienza bien. El terreno se parece al que utilizamos para practicar habitualmente, la temperatura ambiente es aún agradable y el perro trabaja con aplicación.
Llegados a mitad del recorrido, el perro recula de pronto aullando, titubea, y parece encontrarse mal, enfermo. Me precipito, pensando en una picadura de víbora, aunque el organizador me dice que ‐ no siendo inverosímil – le extraña porque este reptil no abunda en la región. Uno de nuestros acompañantes, forestal de profesión, recomendando la inmovilidad de las personas presentes se aproxima al lugar del drama y provoca el vuelo de un enjambre de avispas, al posar accidentalmente el pie sobre el nido al borde del cual el perro había reconocido una mancha de sangre desgraciadamente puesta allí.
Nickel, cuya trufa se hincha a ojos vista, intenta entretanto seguir la pista ‐ tanto por pasión como para complacer a su conductor ‐ pero sufre mucho para continuar. Lo paro pues, mientras que nuestro presidente del Club, que había venido como observador, me invita a seguirlo hasta su coche en el que tiene lo preciso para unos cuidados sanitarios eficaces.
El perro, en mi coche, se queda dormido durante todo el día. Después de media tarde, cuando el sol está ya bajo en el horizonte, el jefe del jurado me propone trabajar la pista de reserva, lo cual no me parece particularmente razonable con un perro estresado. Ante su insistencia, acepto con reticencia. Acabaremos, bien caída ya la noche, jueces y seguidores desparramados por el bosque en busca de las balizas de localización de la pista, conductor y perro avanzando sin control posible. Inútil tentativa, que el espíritu deportivo exigía sin embargo, entendiendo que un resultado positivo en esas condiciones no me dejaría más que medianamente satisfecho, por la excesiva influencia del azar en este caso.
En efecto, en esta prueba, la busca de la sigla SchwHK era para mí
complementaria a la certeza de que Nickel era capaz de triunfar en condiciones difíciles, para convertirse en un verdadero perro de sangre, operativo en cualquier situación.
Confieso haber hecho aquella noche un viaje de vuelta más bien triste. Estaba descorazonado por ese segundo fracaso, imputable también a la mala suerte. En ese momento consideré abandonar todo proyecto de búsqueda de caza mayor herida.
No obstante, tres días más tarde estábamos Nickel y yo sobre un rastro de entrenamiento donde, gracias a Dios, ningún insecto picador ni reptil venenoso alguno (de los cuales en nuestra región no estamos exentos) se manifestó para obstaculizar nuestra preparación a la prueba de la próxima primavera.
En esa ocasión se desarrollaba de nuevo en Arc‐en‐Barrois – territorio espléndido para la caza que alberga una excepcional densidad de suidos y grandes cérvidos. Finalmente superamos la prueba, a pesar de un fuerte viento noroeste seco que desplazaba las hojas secas que recubrían el suelo sobre el que estaba trazado el rastro. Llegamos por fin a reencontrar la suerte que, desde ese día, nos acompaña con sus guiños, estado de gracia necesario, cuando no imprescindible, para todo conductor. La prueba de ello ha tenido lugar, una vez más, el pasado mes de mayo.
Esperaba, en Arc‐en‐Barrois a un joven conductor al que había ayudado en la preparación de su primera prueba de búsqueda de sangre sobre rastro artificial. Llegados a pie de obra, nos enteramos que las tres primeras pistas han sido trazadas la víspera, bajo una lluvia incesante (lo que me trae ciertos recuerdos). En el sorteo, mi joven camarada saca el número 7, y es una gran suerte para él. El número 1 es asignado a un candidato que se retrasaba, de hecho no llegó a presentarse. Los dos candidatos siguientes serán eliminados después de media hora de trabajo, no pudiendo perro ni conductor encontrar el menor indicio útil.
El candidato número 4 superará con éxito la prueba, mientras que los números5 y 6 suspenderán al poco de comenzar por causa de una preparación insuficiente. Mi pupilo, beneficiándose de una breve salida del sol que hace exhalar el olor de la pista, supera la prueba con 100 puntos y un primer premio.
Que San Huberto acompañe a quienes de entre mis lectores, estén convencidos de la necesidad de la búsqueda de la caza mayor herida, y prosigan la labor emprendida para la renovación de la caza en Francia.
Por consejo de un amigo, juez de pruebas de trabajo y conductor de perro de sangre, Nickel no ha concursado nunca en la prueba de caza en bosque y adiestramiento (St.), a fin de evitar que adquiera malas costumbres. Estando su palmarés suficientemente abultado, ha participado en los campeonatos de Francia con un cierto éxito y se ha consagrado en la búsqueda de mayor herida, con una pasión que no tiene igual, si exceptuamos la que anima a su maestro.
Una búsqueda peligrosa.
Hace un tiempo espléndido este lunes de mitad de noviembre de 1981, cuando me dirijo a una masa forestal donde abundan los ciervos, con el fin de realizar un control de tiro sobre la sangre de un animal no identificado que entra en el territorio de caza de un amigo. Durante el trayecto paro en casa de C.B., agente forestal, para prevenirle de mi posible incursión en una reserva del Estado próxima al lugar de mi intervención.
C.B. me recibe encantado y me dice inmediatamente: “Llegas a tiempo, hace 10 minutos intenté hablar contigo por teléfono. Al final de la mañana he parado a dos jóvenes cazadores que, fuera de su territorio, parecían buscar algo. Ellos me han dicho que estaban buscando un jabalí herido la víspera, y ya entonces perseguido hasta caer la noche. He puesto fin a su labor, en espera de poderte llamarte a ti.”
La situación es un poco embarazosa. En efecto, son las 14 horas y ya tengo dos búsquedas pendientes. Esto supone una gran carga, más
aún dado que el único compañero conductor de perros de sangre de la vecindad está ausente durante quince días. Decido pues hacer en primer lugar, rápidamente, el control de tiro en el territorio de mi amigo G.T., que me acompaña, y me cito con C.B. a las 16 horas sobre el terreno, encargándose él de localizar a los dos jóvenes cazadores que nos guiarán hasta el rastro de huida del jabalí. El control de tiro es negativo sobre unos 2.000 metros, no encontrando ningún nuevo indicio de herida. Así pues, llegamos al lugar de la segunda cita antes de lo previsto. Felizmente, alrededor de las 15.30 horas los dos jóvenes cazadores llegan y me informan de que el jabalí, herido con escopeta, es enorme y que ellos lo han perseguido hasta caer la noche, con más cazadores, hasta la carretera en la que nos encontramos. Muy dañado, el jabalí atravesó la carretera perdiendo mucha sangre y ha continuado su huida durante la noche.
Son ya las 16 horas cuando los dos jóvenes me muestran el rastro de huida atravesando la carretera. La hemorragia es importante, aunque el animal hubiera recorrido ya más de un kilómetro desde el anschuss. Contrariamente a los principios de la búsqueda, y teniendo en cuenta lo tardío de la hora, decido comenzar mi intervención a partir de la carretera, entrando el rastro en una espesa repoblación de hayas, llena de zarzas, en la que bien podría estar encamado (o muerto) el jabalí.
Pienso eso porque supuestamente la persecución del día anterior se detuvo en la carretera, aunque no estoy absolutamente convencido de ello porque conozco muy bien las costumbres del lugar. Sigo pues el rastro, que tiene ya una antigüedad de más de 22 horas, y que además ha sido pataleado evidentemente por una docena de personas que habrán destruido los indicios.
Puesto en pista, Nickel toma el rastro de sangre, que es lo suficientemente visible como para que yo constate que al cabo de 100 metros lo abandona y gira en redondo en el tallar. Le paro para reñirle. Intrigado, interrogo a los dos jóvenes cazadores, que finalmente confiesan haber perseguido al jabalí “hasta la siguiente armada”.
A partir de ese momento, el perro sigue la pista sin dificultad hasta caer la noche, momento en el que suspendemos la búsqueda, tras haber marcado convenientemente nuestro punto de parada. No tengo ni la más remota idea del lugar en que nos encontramos, habiendo avanzado a gatas entre el monte, seguidos de G.T., a quien he tenido que confiar mi carabina porque me molestaba, y de C.B., que afortunadamente conoce muy bien estos pagos. Me confirma que hemos estado todo el tiempo en la misma parcela y que habremos recorrido en dos horas a lo sumo 600 metros.
Nos retiramos, con C.B. en cabeza, y mientras recorremos el lindero de la corta que acabamos de dejar, Nickel me para, “apuntando” una traza de sangre que no es otra que la salida de nuestro jabalí. Balizamiento de la “reapertura” y nos citamos para el día siguiente a las 14 horas, pues en esta zona hace ya mucho frío y la helada no se quitará hasta pasado el mediodía.
Martes 17, nos encontramos tres personas en el punto de cita y atacamos una pista de 46 horas de antigüedad. Es la primera vez que Nickel trabaja en tales condiciones, aún hiela y el sol ha desaparecido ocultándose tras un cielo plomizo. Estoy un poco inquieto, pero debo reconocer que para ser la primera vez el perro trabaja bien.
Hemos recorrido alrededor de 2 kilómetros sobre una planicie y nos acercamos a un valle profundo, cuando C.B. me dice: “¿Sabes que nos aproximamos al campo de tiro de aviación? Del otro lado del valle, estaremos en zona prohibida de lunes a jueves, días de tiro. Deberíamos abandonar la búsqueda antes de arriesgarnos a recibir una ráfaga.” Propuesta razonable que apenas escucho, pues Nickel está trabajando bien. Mientras tanto, los primeros copos comienzan a caer y un velo de bruma invade lentamente las mesetas vecinas. Doy pues mi parecer a C.B., precisando que con una niebla tan baja ningún piloto se arriesgará a perturbar nuestra acción. Continuamos pues, atravesamos el valle próximo y abordamos la meseta prohibida
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donde, enseguida, Nickel manifiesta una agitación que habitualmente, indica que no tardaremos en tener éxito.
De repente, un ruido estridente cae del cielo mientras dos Mirage nos sobrevuelan a baja altitud. C.B. grita: “¡Rápido, al valle! En la próxima pasada disparan y estamos junto al centro del blanco, a unos 400 metros”. Efectivamente, disparos de ametralladora surcan el aire cuando llegamos a media ladera. Sin perder tiempo ‐ incluso el perro parece haber comprendido el peligro ‐ nos lanzamos a un agujero, mientras la ráfaga siega las copas de unos árboles próximos. Lo cierto es que son obuses inertes, pero tienen “peso” y es preferible evitarlos. Por ello nos retiramos desconsolados por haber fracasado teniendo tan cerca la meta. El jabalí sería encontrado por un leñador, dos semanas más tarde, en descomposición. Un bello animal de unos cien kilos.
Los actores de esta aventura resultamos ilesos y nos volvimos más prudentes, aunque lamentamos el desgraciado final. Un comportamiento más racional de los cazadores podría haberlo evitado. En efecto, este jabalí huyó durante unos 5 kilómetros, mientras que si no hubiese sido perseguido “en caliente” se habría encamado probablemente a menos de 1.000 metros del anschuss y habría sido encontrado sin dificultad al día siguiente por el perro de sangre.
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