ramón e. azócar a.sobre el poemario aciago

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«El escritor es un creador de universos. La sola atinada reflexión de la palabra involucra decantar quimeras de sensibilidad, en donde la autodefinición y la autoproclamación son la única oratoria que trasciende» (Ramón E. AZÓCAR A.)

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Page 1: Ramón e. Azócar a.sobre El Poemario Aciago

Sobre Aciago:

JIMÉNEZ URE ENTRE LA SOLEDAD Y LA DESGRACIA

(Edición de la Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela, 1995)

Por Ramón E. AZÓCAR

Page 2: Ramón e. Azócar a.sobre El Poemario Aciago

Alberto JIMÉNEZ URE (Tía Juana, Edo. Zulia, 1952) se ha constituido -desde

1976- en uno de los escritores más representativos de la Moderna Narrativa

Venezolana. No es la prolongación de una generación de autores que puedan

identificarse con algún «espectro literario», sino la autonomía intelectual de un

escritor que se ha forjado con elementos de la realidad para edificar un mundo de

imaginación y superposición de valores.

Una de sus más recientes obras, Aciago (Edición del Rectorado de la Universidad

de Los Andes, 1995), es la revelación de un hombre que -a través de la palabra-

nos sumerge en un ambiente de esencia y soledad: bajo el estigma de un oficio de

escritor que tiene como búsqueda al Universo Fértil. En una palabra, Aciago es una

de las fases de sus lucubraciones acerca de la tragedia y soledad en el Hombre.

JIMÉNEZ URE siempre ha confrontado en sus escritos una gran proyección

filosófica-esencialista; abarca un grado de reflexión que hace coincidir a sus

lectores con el hecho de estar ante la presencia de un escultor de vibraciones. Cada

palabra utilizada en Aciago es potencia, fuerza, vitalidad; temblor, movimiento

[…] Son destellos fulgurantes de reacciones humanas que, al encontrarse

atrapadas, no ven otra vía de escape que la de cambiar su influencia externa: que

no es más que el Universo Estéril y producto de simulaciones. Podemos sentir esa

fuerza acusadora y rebelde en versos como: «[…] Tengo una habitación seca,

iluminada, ventilada y limpia:/Un cubículo dotado de todo y de nada./De aparatos

electrodomésticos y mecánicos, de papeles y libros./Pero, a la vez, sin cuanto

ilimitadamente amo: mis hijas […]» (Ob. cit., p. 9).

En un marco esencialista, JIMÉNEZ URE anuncia su gran batalla: «[…] Dentro de

mí se libra una lucha suprema bajo el influjo exterior […]» (Idem., p. 13). ¿Cuál es

el influjo exterior para él? -Simplemente, el Universo Estéril; pero, no se trata de

buscar definiciones simbólicas al lenguaje jiménez-urerista sino mostrar pequeñas

frases que delineen una búsqueda y una lucha por la vida.

El escritor es un creador de universos. La sola atinada reflexión de la palabra

involucra decantar quimeras de sensibilidad, en donde la autodefinición y la

autoproclamación son la única oratoria que trasciende: «[…] Soy un benévolo sin

credencial de hipócritas congregaciones […]» y, mostrando más destellos aún

«[…] Es cierto: la Literatura me redimirá» (Ibídem., p. 23)

Ahora bien; JIMÉNEZ URE, como buen enamorado de la sabiduría, deja

evidencias de una remarcada voz cartesiana: «[…] Pero, no soy testigo porque no

experimenté el instante de mi creación o fecundación» (Cfr., p. 31). Aquí captamos

dos secuencias del Empirismo Metodológico: la experiencia y la fecundación,

contrastadas con un término («creación») teológico que deja entrever las raíces

cristianas del autor.

Se me ha intentado persuadir en relación a que no debo dar importancia a los

términos utilizados en la Creación Poética, pero es imposible desligar la palabra

huérfana de cualquier preposición o elemento de oración: de ese sentido

trascendental que intenta dar el autor. Me decía hace algunos años el maestro y

escritor Renato RODRÍGUEZ que quien escribe lo hace para transmitir algo y, en

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eso, cuando paso de escritor a lector, es en lo que más me fijo para poder

comprender el sentido intuitivo de quien edifica un universo literario.

Aciago es la obra de JIMÉNEZ URE que más concentra un mensaje: el Hombre,

entre la soledad y la desgracia, busca, afanoso, al Universo Fértil y superior donde

los sentimientos abarcarían el infinito de las verdades. Alberto JIMÉNEZ URE ha

legado con Aciago una obra que resume un gran llamado: «[…] Pido que me dejen

en paz porque he muerto al Universo Estéril» (Supra, p. 35)