quirón enseña de nuevo

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 Quirón enseña de nuevo. Para Abelardo Gómez Molina, amoroso intérprete y albacea oculto de la obra del maestro. Leer cualquier ensayo de Eduardo López Jaramillo es enfrentarse al inminente érti!o de una epifan"a. #u obra ensay"stica aparece en una época en que la sociedad del e$e cafetero, como la i!lesia de Pedro Abelardo, necesitaba aprender a pensar, y necesitaba sobre todo compre nde r que pensar no cons ist "a en sentar se dur ant e tenues ata rde cer es con ce%o cailoso y mirada sesuda a recitar los lu!ares comunes del parnaso local& sino que el santo y se%a para entrar en s" mismo, para pensar'se, radicaba en la posibilidad de obserarnos desde la atalaya de la totalidad de la cultura occidental, desde eso que (an dado en llamar ) no sin pretensión' uniersalidad. Es este uno de los ras!os caracter"sticos de la obra !eneral del pereirano y en particular de su ens ayi smo. #us bra zos lit erar ios , como los de los noe lis tas fra nce ses del *+*, abar caron mul tip lic ida d de temas y aut ore s. Por e$empl o la poes "a de ese !ra nadi no alucinado que el franquismo se encar!ó de (acer mrtir, -ederico Garc"a Lorca& as" como la  poética de nuestro bardo nacional, José asunción #ila a quien el destino siempre ebrio y risue%o quiso (acer que se suicidara por deudas para lue!o inmortalizarlo en la marc(ita !loria de los billetes de cinco mil pesos. raduce a A/(enaton, improbable fundador del monote"smo y al nostl!ico ale$andrino 0os tantinos 0a afis& el mar qué s de #ade ser fantasma tut elar y per manente de las ocupaciones creatias del ensayista& escudri%ar la filosof"a escolstica a traés de los fértiles o$os del eunuco Pedro Abelardo y beber por medio de los o"dos de Jo(ann #ebastian 1ac( el !enio musical barroco. odo esto en medio de unas monta%as de erde  pol"cromo, e2uberante y no pocas eces apabullante que initan ms a la metaf"sica o la teolo!"a que al pensamiento ri!uroso y la cr"tica mesurada. 3omo los !rades ensayistas Eduard o López Ja ramillo busca destilar la et er ni dad en el instante , sublimar lo inconmensurable de nuestra condición en las pocas p!inas de un ensayo. Cuan do esc uches de grandes amor es , no es otra cosa que el afortunado e$ercicio de mos trarnos el pai sa$ e mor al del medioe o cri sti ano mediante la (is tor ia de amor de Abelardo y Eloisa, as" como de tomarle el pulso al si!lo *4+++ al traés de la amorosa  partitura te$ida por 1ac( y Ana Ma!dalena. 567 esto para qué8 Para radio!rafiar las actuales arquitecturas de nuestros deseos, anidades y ambiciones. Es preciso decirlo de una ez, en la obra del maestro López Jaramillo los ensayos son la medida de profundidad de la condición (umana. 3osmopolita a la manera que lo quisieron sus amados !rie!os, este  pereirano uniersal lo!ra (acer del ensayo escalpelo del ser (umano y de su época. #olo lo anterior basta para (acer de nuestro escritor un ensayista de consideración, pero la cuestión de 5qué lo ubica en el camino de Montai!ne8 es una pre!unta ms abarcadora y merece especial atención en estas l"neas.

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Ensayo de crítica literaria donde se valora la obra ensayística del escritor pereirano Eduardo Lopez Jaramillo

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Quirn ensea de nuevo.Para Abelardo Gmez Molina, amoroso intrprete y albacea oculto de la obra del maestro.Leer cualquier ensayo de Eduardo Lpez Jaramillo es enfrentarse al inminente vrtigo de una epifana. Su obra ensaystica aparece en una poca en que la sociedad del eje cafetero, como la iglesia de Pedro Abelardo, necesitaba aprender a pensar, y necesitaba sobre todo comprender que pensar no consista en sentarse durante tenues atardeceres con ceo caviloso y mirada sesuda a recitar los lugares comunes del parnaso local; sino que el santo y sea para entrar en s mismo, para pensar-se, radicaba en la posibilidad de observarnos desde la atalaya de la totalidad de la cultura occidental, desde eso que han dado en llamar no sin pretensin- universalidad.Es este uno de los rasgos caractersticos de la obra general del pereirano y en particular de su ensayismo. Sus brazos literarios, como los de los novelistas franceses del XIX, abarcaron multiplicidad de temas y autores. Por ejemplo la poesa de ese granadino alucinado que el franquismo se encarg de hacer mrtir, Federico Garca Lorca; as como la potica de nuestro bardo nacional, Jos asuncin Silva a quien el destino siempre ebrio y risueo quiso hacer que se suicidara por deudas para luego inmortalizarlo en la marchita gloria de los billetes de cinco mil pesos.Traduce a Akhenaton, improbable fundador del monotesmo y al nostlgico alejandrino Kostantinos Kavafis; el marqus de Sade ser fantasma tutelar y permanente de las ocupaciones creativas del ensayista; escudriar la filosofa escolstica a travs de los frtiles ojos del eunuco Pedro Abelardo y beber por medio de los odos de Johann Sebastian Bach el genio musical barroco. Todo esto en medio de unas montaas de verde polcromo, exuberante y no pocas veces apabullante que invitan ms a la metafsica o la teologa que al pensamiento riguroso y la crtica mesurada. Como los grades ensayistas Eduardo Lpez Jaramillo busca destilar la eternidad en el instante, sublimar lo inconmensurable de nuestra condicin en las pocas pginas de un ensayo.Cuando escuches de grandes amores, no es otra cosa que el afortunado ejercicio de mostrarnos el paisaje moral del medioevo cristiano mediante la historia de amor de Abelardo y Eloisa, as como de tomarle el pulso al siglo XVIII al travs de la amorosa partitura tejida por Bach y Ana Magdalena. Y esto para qu? Para radiografiar las actuales arquitecturas de nuestros deseos, vanidades y ambiciones. Es preciso decirlo de una vez, en la obra del maestro Lpez Jaramillo los ensayos son la medida de profundidad de la condicin humana. Cosmopolita a la manera que lo quisieron sus amados griegos, este pereirano universal logra hacer del ensayo escalpelo del ser humano y de su poca.Solo lo anterior basta para hacer de nuestro escritor un ensayista de consideracin, pero la cuestin de qu lo ubica en el camino de Montaigne? es una pregunta ms abarcadora y merece especial atencin en estas lneas. Que lo hace ensayista? No sus opiniones ni su conocimiento, sino como se relaciona con el lector, el punto de vista que asume y la entonacin que le da a su discurso; en este sentido busca la complicidad con el lector con su propia visin, no el pasmo frente a su erudicin, ni el tedio de una prosa glida de acadmico. Se autorretrata en este gnero. Aparecen entonces varias facetas:

1. El educador: la pedagoga en l es un gesto, una disposicin de carcter nunca una teora. El magisterio tambin se ejerce desde el ensayo y las columnas de opinin.2. El erudito: la erudicin en l es su destino y vocacin, por lo tanto constituye su sintaxis pero nunca su estilo.