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Julie De Grandy Quiero ser escritor

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Julie De GrandyQuiero ser escritor

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Índice

Prólogo del editor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11Capítulo I. Pautas generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17Capítulo II. El despertar de los sentidos . . . . . . . . . . . . 27Capítulo III. Tú y tus circunstancias . . . . . . . . . . . . . . . 39Capítulo IV. Dilemas del escritor . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

Disfruta el ejercicio de escribir . . . . . . . . . . . . . . . . . 56Capítulo V. Géneros de ficción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

El cuento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62El teatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63La novela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

Capítulo VI. La narrativa de ficción . . . . . . . . . . . . . . . 71Los principios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71El cuerpo del libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76Camino al final . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

Capítulo VII. Estilos de narrativa: las puertas . . . . . . . . 87Exposición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88Descripción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89Acción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90Diálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

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Pensamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93Capítulo VIII. Cómo crear personajes efectivos . . . . . . . 99

Nombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108Capítulo IX. El diálogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113Capítulo X. Las revisiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

Los correctores profesionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141El formato del manuscrito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147

Capítulo XI. Dónde buscar ideas . . . . . . . . . . . . . . . . . 151La mente y la naturaleza del escritor . . . . . . . . . . . . 151Indentifica tus valores y tus creencias . . . . . . . . . . . 156Haz tuya la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

Capítulo XII. Publicación y difusión de tu obra . . . . . . 167Los concursos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 168El agente literario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169Las grandes editoriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 171La autoedición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .1724La coedición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 176Editoriales en internet . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178

Capítulo XIII. Creer en ti mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . 181Que nada te detenga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181Los escritores somos distintos . . . . . . . . . . . . . . . . . 183

Nota aclaratoria:Para mayor claridad y agilidad en la lectura, utilizo “escritor” para referir-me a un escritor y/o a una escritora. Soy una mujer segura y mis lectoras sinduda lo serán también. Igualmente, en las referencias a “la hoja de papel”incluyo la pantalla de ordenador.

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Prólogo del editor

Quiero ser escritor es un título raro para un libro. De hecho, esuna frase extraña en cualquier ámbito, al punto de que Julieasegura no haberla escuchado nunca de labios de un niño, noobstante esa otra, mucho más frecuente y celebrada (y sobrecuyo origen convendría preguntarse), según la cual la vida deuna persona no está completa hasta que tenga un hijo, planteun árbol... y escriba un libro.

Lo cierto es que el oficio de escritor es extraño en sí mismo:los escritores (y las escritoras, pues, y a la muy sensata nota dela autora me remito) no tienen vacaciones, no dejan de traba-jar ningún día, pero con frecuencia se los considera unos vivi-dores, y así, aunque gozan de un misterioso prestigio, casi nadierespeta verdaderamente su trabajo; nunca ganan el dinero sufi-ciente para vivir muy bien, pero muestran una dedicación y unentusiasmo sólo comparables al de otros artistas... En efecto,son raros. Y necesarios.

El escritor nace, pero también se hace. Y ése es el motivoque impulsó a Julie a preparar esta joya, este manual impres-cindible para que todo aquel que siente (o sufre) la necesidadimparable de contar historias encauce esa extraña vocación,

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para que se forme, para que no se desanime ni se sienta solo,para que aprenda trucos, estrategias y métodos de trabajo, paraque se acostumbre a perseguir a la inspiración y no espere aque ella venga a visitarlo...

A todos ellos está dedicado este libro. Seguro que dará frutos.

nuevosescritores

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No se descubren nuevas tierras sin estar dispuestos a perder de vista la orilla por mucho tiempo.

André Gide

Introducción

Así que quieres ser escritor. ¡Enhorabuena! Querer es poder.Leer este libro es un paso positivo hacia tu meta. Pero ni ésteni ningún libro te transformará en escritor por arte de magia.Sólo tu voluntad, entrega y perseverancia te pueden llegar aconvertir en escritor.

El mejor consejo que se le suele dar a un escritor es: “escri-be”. El verdadero escritor es el que escribe por compulsión; tie-ne necesidad de hacerlo. Es aquel que se siente impulsado aescribir, se siente feliz escribiendo, no puede dejar de escribiry cuando no escribe experimenta un desaliento angustioso yuna profunda ansiedad.

¿En qué momento se nos ocurre la idea de ser escritor? Usual-mente nadie nace con esa vocación. Si le preguntas a un niñoqué quiere ser cuando sea grande, las respuestas son muy varia-das. Puede contestar policía, bombero, médico como papá, maes-tra como mamá o un sin número de posibilidades de aquellasprofesiones que reconoce o le llaman la atención en su entorno.

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Pero nunca he escuchado a un niño responder: “Cuando seagrande quiero ser escritor”.

Esto me resulta muy curioso, pues el niño tiene contacto conla labor del escritor desde su más tierna infancia. A casi todoslos niños les leemos cuentos infantiles. Los libros de cuentos amenudo son sus tesoros, y ellos piden que se los lean una y otravez. Sin embargo, el niño no parece ser consciente de que unapersona, un escritor, escribió esos libros que tanto le fascinan.Tampoco he escuchado a un niño decirle a mamá o papá: “Cóm-prame libros de Los Hermanos Grimm” o de cualquier otrorenombrado autor de cuentos infantiles. Lo más cercano que heescuchado es “cómprame un libro de Walt Disney”. Sin embar-go Walt Disney, siendo un genio de la creación, no era escritor.

¿Cuándo tomamos conciencia del escritor que yace detrásdel libro? Suele ser en nuestra adolescencia cuando nos fasci-na algún libro y buscamos percibir las mismas sensaciones através de otros libros del mismo autor. Ése es el momento enque descubrimos a un Robert Louis Stevenson con su Isla delTesoro o su Dr. Jekyll y Mr. Hyde, cuando Jonathan Swift nos des-lumbra con Los viajes de Gulliver, cuando nos adentramos al fas-cinante mundo de la ciencia ficción de la pluma de Julio Verneo Isaac Asimov, cuando jugamos a investigar los crímenes quenarra Agatha Christie o cuando soñamos con el idílico amordulzón dentro de las novelas románticas. Es en esta época cuan-do los autores nos hacen adictos a su prosa y leyéndola viajamoscon entusiasmo por el mundo de la fantasía, experimentandolas más deliciosas sensaciones y emociones.

A partir del momento en que convertimos a nuestros escrito-res predilectos en héroes personales, nace en algunos de nosotros

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ese secreto deseo de poder escribir libros tan cautivadores comolos que ellos que han escrito; libros capaces de fascinar a lec-tores como ellos nos han fascinado a nosotros. Este deseo dellegar a ser escritor debe nacer del genuino amor por las letrasy la necesidad imperante de contar las historias que nos moti-van y brotan de nuestra imaginación. No podemos albergar estedeseo por la vanidad de llegar a ser famosos o por la potencialrecompensa económica. Todo lo contrario.

El verdadero escritor no compite con otros escritores, sinoconsigo mismo. Hay lectores para todo tipo de literatura. Nosiempre los escritores más venerados son los más populares. Lalectura es un pasatiempo donde el lector tiene que sentirsecómodo y disfrutar de su íntima conexión con la obra. Muchasveces quienes no tienen una gran formación académica o sofis-ticación intelectual, no disfrutan la bella pero compleja prosade grandes autores. Más bien esa lectura les resulta tortuosa ydifícil de comprender. Sin embargo, esas personas tienen ima-ginación y sentimientos, y pueden experimentar placer con unalectura más sencilla, sin que por eso deje de ser buena. Por tan-to, el escritor no debe medirse con otros escritores. Además,hay lectores para todo tipo de temas y cada escritor tendrá suspropias preferencias argumentales, pues cada uno es un artistaoriginal y único en su especie, y, como tal, debe sentirse cómo-do consigo mismo, con su obra y con su particular manera deexpresarla.

Cada obra que nos lanzamos a escribir constituye un nue-vo reto. Si tuvimos éxito con una obra, nos hemos colocado ellistón muy alto, y por esa medida se juzgará nuestra próximaobra. Por tanto, es vital que no nos endiosemos al punto de

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creer que todo lo que escribimos va a ser genial. Siempre habráobras más leídas, más populares o que reciban mejores críticasque otras. Por eso debemos siempre mantenernos humildes,pues lo que denominamos inspiración o musa muchas veces escaprichosa y no siempre viene a nosotros cuando más la dese-amos. Con el tiempo y la práctica vamos adquiriendo oficio. Senos hace más fácil narrar nuestras ideas e historias. Pero hayque partir del principio de que tenemos algo que contar.

Un amigo corrector de libros me hizo una observación muycuriosa:

—Hay mucha gente que escribe muy bien pero no tiene nadaque decir.

Confieso que la frase me chocó, pues pensaba que cuandose escriben palabras sobre papel algo se dice. Sin embargo, estehombre leía a diario libros de escritores y aspirantes a escrito-res que enviaban sus libros con el deseo de publicarlos. Lamen-tablemente, pocos llegaban a conseguirlo. Por tanto, tomé sucomentario muy en serio y finalmente comprendí lo que que-ría decir. Es mucho más importante contar una historia queescribir bonito.

He conocido a numerosos escritores a través de los años,por eso de que Dios los crea y ellos se juntan. Casi siempredentro de un gremio sus miembros buscan colegas con quie-nes compartir afinidades e inquietudes. Quizás porque nosiempre quise ser escritora, en el momento que decidí escri-bir una novela busqué libros y personas con experiencia queme pudiesen guiar y compartir conmigo la fórmula secretapara lograr escribir un buen libro. En aquel entonces no encon-tré ningún libro que me orientara y diera respuesta a algunas

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de mis innumerables preguntas. Todo lo que me decían otrosescritores me parecía demasiado abstracto. Hasta llegué a pen-sar que, si alguien había descubierto los secretos, no los iba acompartir con una neófita. Por eso, después de mucho andarcon algunos aciertos e innumerables tropiezos, desilusiones,inseguridades y miedos dentro del mundo de las letras, deci-dí escribir este libro de manera sencilla para todo aquel, quecomo yo, un día descubrió dentro de sí mismo el deseo de serescritor.

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Los grandes pensamientos se conciben andando.Friedrich Nietzsche

Capítulo I. Pautas generales

Quizás aún no te consideres escritor, pero sin duda has escri-to. Probablemente has expresado tus sentimientos, has conta-do anécdotas a través de cartas o correos electrónicos dentrodel moderno universo de internet. Tal vez has releído una car-ta de amor tiempo después de haberla escrito y te ha sorpren-dido tu propia narrativa y capacidad de expresión. Si bien escri-bir cartas no nos convierte en escritores, es un medio en queexpresamos nuestros pensamientos libremente sin tener el jui-cio de aquel a quien va dirigida nuestra misiva. Es dentro deesa intimidad, cuando conversamos con nuestro interlocutordistante, cuando brotamos de manera genuina. Además, hayalgo muy importante en una carta y es que sabemos con certe-za que alguien va a leer con interés aquello que hemos escrito.Escribimos con naturalidad, sin preocuparnos de la forma, yaque es el contenido lo que importa.

Hay quienes han sabido escribir cartas tan hermosas e impor-tantes que forjaron la literatura epistolar, que han tenido un papel

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relevante dentro de las letras. Las cartas que Madame de Sevig-né escribía a su hija contándole las anécdotas y aconteceres den-tro de la corte de Luis XIV han sido el testimonio más comple-to y fidedigno del mundo del Rey Sol. En el caso de Madame deSevigné, las cartas eran reales, pero otros autores han elegidoeste estilo para narrar sus novelas; recordemos la famosa nove-la Les Liasons Dangereuses (Las amistades peligrosas) escrita en elsiglo XVII por el escritor francés Pierre Choderlos de Laclos, dela cual hace unos años se hizo una fantástica película.

Puede que en algún momento de tu vida hayas escrito undiario. Si lo has hecho, regresa a sus páginas y relee con inte-rés lo que allí plasmaste. No importa la edad que tuvieses alhacerlo, lo que descubrirás en él es la candidez y honestidadcon que fuiste capaz de narrar tus sensaciones confiando en quepodías abrirte sin temor, porque nadie iba a leer tus más ínti-mos sentimientos. Con esa misma entrega y honestidad debe-rás siempre escribir para llegar a tu lector. Tu lector es un serpensante capaz de sentir la misma amplia gama de emocionesque tú. La honestidad y candidez con que Ana Frank plasmósu encierro y los terribles eventos a su alrededor convirtieronsu diario en uno de los más importantes y conmovedores tes-timonios del horror de la persecución de los judíos por el régi-men nazi de Adolf Hitler. El diario de Ana Frank se ha tradu-cido a múltiples idiomas y posteriormente se llevó al cine.

No importa si lo que escribes es ficción. La ficción repro-duce la vida y la realidad. Cuando un lector lee ficción adquie-re el tácito compromiso con el autor de que va a creer lo queestá leyendo. Sólo así puede llegar al pleno disfrute de la lec-tura y experimentar las emociones que allí se encierran. Como

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espectadores, cuando vemos una película o una obra de teatro,también accedemos a jugar el juego de la verdad y nos creemosque la trama que estamos presenciando es real. Por supuesto,sabemos que estamos viendo a actores representar una histo-ria. Pero durante las horas que dura el espectáculo, no los vemoscomo actores, sino como los personajes que representan den-tro de la trama. Cualquier cosa que hayas escrito impartiéndo-le tu sello personal y vertiendo en ella lo mejor de tu energíacreativa, ha sido un ejercicio preliminar dentro del oficio deescritor.

Descubrí mi habilidad para escribir prosa por motivos equi-vocados. Sucedió en mi último año de bachillerato que meenamoré perdidamente de mi profesor de literatura. Era unhombre que había tenido una vida fascinante. Alemán de ori-gen, de adolescente estuvo preso en un campo de concentra-ción en Auschwitz y aún mostraba en su brazo el tatuaje delnúmero con que identificaban a los prisioneros judíos. Fue delos afortunados que salió vivo y luego partió para Estados Uni-dos en busca de una nueva vida. Era moreno, de ojos verdes,con voz de barítono aterciopelada. Yo me quedaba boquia-bierta con sus disertaciones sobre la obra de grandes escrito-res. A mis 17 años me parecía el hombre más culto y fasci-nante que había conocido.

En dicha clase teníamos que leer obras de importantes auto-res y luego hacer análisis y comentarios sobre el contenido dedichas obras partiendo a menudo de una tesis personal. Yo que-ría impresionar al profesor y que desarrollara por mí aunquefuese un ápice de la admiración que yo sentía por él. Me esfor-zaba por hacer trabajos excelentes en los que consistentemente

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sacaba un sobresaliente. Pero, más que eso, él me escribía notasal margen acerca de mis acertados comentarios, mi profundi-dad de análisis y mi agudo entendimiento de los significadosde las obras. Yo interpretaba estos comentarios como una espe-cie de clave entre nosotros. Dentro de mi alma romántica deadolescente estaba convencida que ésta era su manera de enviar-me mensajes secretos manifestándome el hecho que yo no leera indiferente. Posiblemente esto te cause risa, pero en aquelentonces yo me lo tomaba muy en serio.

Producto de ese esfuerzo por ganar sus laudes, estudié seria-mente la literatura y aprendí a escribir con fluidez y profundi-dad. Entiendo que seducir al profesor no debía haber sido elfin de mis trabajos de clase, pero años después, al releer estostrabajos, me sorprendió mi propia habilidad para la prosa y mipersonal manera de expresión narrativa.

Como muchos jóvenes, durante mi adolescencia escribí poe-mas motivados por idílicos amores y emociones fuertes. Lue-go, algunos compositores musicalizaron mis poemas y tambiényo empecé a ponerle letras a sus melodías. Creía que tanto poe-mas como letras de canciones eran bastante fáciles de escribiry sobre todo relativamente rápidas de terminar. Escribía porimpulso de la inspiración, completando mis pequeñas obras enapenas horas. Toda mi vida he sido bastante vaga y me gustaterminar cualquier trabajo rápidamente. Por eso me sentía felizal lograr pequeñas obras en tan poco tiempo. Me aportaban unsentido de realización, me reportaban felicitaciones y no mecostaban demasiado esfuerzo. Un buen día hasta recopilé unacolección de mis poemas que se publicaron en un libro titula-do Sentimientos de Alma Vivas.

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Con el tiempo me fue gustando la idea de escribir y decidíadentrarme en el mundo de la dramaturgia. El teatro ha sido par-te intrínseca de mi vida, pues provengo de una familia artística devarias generaciones. Mis bisabuelos y abuelos paternos eran acto-res y cantantes de zarzuela, con carreras exitosas que pasearon pormuchos países en giras teatrales. También mis padres son actoresdestacados con una larga trayectoria en el teatro, la televisión y elcine. Por tanto, desde mi tierna infancia he pasado muchas horasen teatros, corriendo entre bambalinas, durmiendo en los came-rinos, conviviendo con tramoyistas, actores y directores. Así quedesde muy niña aprendí a conocer y amar al teatro .

Como conocía el teatro desde dentro y fuera, no me fue difí-cil ampliar mis dimensiones creativas comenzando a escribirobras de teatro. Latían dentro de mí los ritmos, tiempos y ele-mentos del escenario, además estaba muy familiarizada con latécnica del diálogo. Una vez que me surgía la idea, era capaz dedesarrollarla con fluidez.

Después de haber escrito comedias, dramas y hasta musi-cales, teniendo la suerte de verlas representadas en varias ciu-dades, seguí buscando otros caminos de expresión dentro delmundo de las letras. En aquel entonces estaba pasando por unacrisis de identidad. Dentro de los años de mi niñez y adoles-cencia viví a caballo entre dos culturas diametralmente opues-tas: la cubana y la americana. Para saber qué influencias pesa-ban más sobre mí, tuve que hacer un análisis de toda mi vida,desde mi tierna infancia. Pensé que lo mejor para ordenar misideas sería escribirlas. Así que, sin proponérmelo realmente,me encontré escribiendo un ensayo basado en mis experienciasdentro de estos dos mundos que titulé La Generación Puente.

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Cuando comencé a escribir este ensayo no tenía verdaderaintención de publicarlo. Una de las razones radicaba en queésta no era una obra de ficción, donde me podía esconder detrásde la fantasía. En este trabajo tuve que desnudarme emocio-nalmente para poder llegar a sanar todas mis heridas. Creo quees lo más valiente que he escrito y aún cuando lo releo me sor-prende hasta qué punto fui honesta. Después de terminado,dudaba si a alguien verdaderamente le interesaría este libro. Migran sorpresa fue que el libro tuvo una acogida maravillosa ysobre todo que los miembros de mi generación venían a míemocionados diciéndome siempre lo mismo, que al leer el libroles parecía estar leyendo sus propias vidas. Con esto sí que nocontaba, y aprendí algo muy valioso. Siempre que partimos denosotros mismo y contamos anécdotas, sufrimientos y luchas dela vida real, hay quienes han pasado por lo mismo, y verse refle-jados en otra historia les ayuda a comprender la suya propia.

Todos los que tienen el valor de escribir libros donde denun-cian los males de su vida y su época, ofrecen una especie de tera-pia a otros que han pasado cosas similares y no se atreven a reve-larlo. Esto les merma la soledad y sentido de incomprensión.Muchos luego tienen el valor de abrirse y confesar a su entornolo que ellos padecieron. Sólo cuando superamos catárticamen-te nuestras tragedias personales, logramos liberarnos de su pesoy nos purificamos para escapar de la cárcel de culpabilidad enque la incomprensión de los hechos a menudo nos encierra.

A veces necesitamos ver nuestros problemas desde fuera,presentados por otra persona u obra, para enfrentarnos a loque tenemos demasiado cerca para poder ver en adecuadaperspectiva.

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Si bien me costó trabajo escribir este ensayo por lo íntimo ydoloroso de su contenido, su redacción tampoco fue difícil, puesse trataba de plasmar recuerdos reales de mi vida y complemen-tarlos con mi análisis y opiniones posteriores. Digamos que eneste trabajo no tenía que inventar sino contar cosas que sabía.Por tanto, creo que el ensayo no es tan difícil de escribir como laficción, donde creamos de la nada. La dificultad del ensayo radi-ca en ordenar nuestras ideas y comunicarlas de una manera cla-ra, coherente, honesta y, si es posible, amena para el lector.

En muchas ocasiones he conocido a personas que saben demi trayectoria como escritora. A menudo sucede que alguno deellos se me acerca para decirme que la historia de su vida cons-tituiría un gran libro y que, si alguna vez quisiera escribirlo,ellos me la contarían. Mi respuesta siempre ha sido la misma:¿Por qué no lo escribes tú? A lo que usualmente replican con-testando que no son escritores.

Dentro de las carreras universitarias no existe precisamentela carrera de escritor. Lo más próximo es un título en lengua oliteratura, presuponiendo que dichas carreras proveen al estu-diante de las herramientas para llegar a ser un buen escritor.Esto no siempre es cierto. A veces la osadía es una cualidadmucho más útil para llegar a crear que el exceso de conoci-miento. Quizás el que mucho sabe de un oficio adquiere un res-peto tan enorme por el mismo que termina obrando en su con-tra. Al profundizar en estudios sobre literatura o música llega-mos a conocer las creaciones y obras de los mejores y comete-mos el error de querernos medir con ellos.

Nunca se nos ocurre que los creadores que triunfan posible-mente no eran tan buenos en sus inicios y se fueron depurando

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por el camino. Los niños suelen dar unos primeros pasos tam-baleándose y sujetando la mano de mamá o agarrándose a pare-des y muebles hasta tomar confianza y caminar sin apoyo. Lue-go poco a poco va aumentando dicha confianza y, sin darsecuenta, un día comienzan a correr. Por el camino se caen muchasveces. A veces la caída es dolorosa y lloran, o la caída puedeser catastrófica y requerir atención médica. Sin embargo, noconozco a nadie que no camine de adulto simplemente por-que se cayó una cuantas veces de niño, se hizo algunos chi-chones o se partió unas cuantas veces la boca. Gran parte deeso se debe a que, a pesar del susto momentáneo de la caída,todo su medio lo alienta y apoya a dar el próximo paso.

Si el creador tambaleante y torpe tuviese el mismo tipo dealiento y apoyo en sus dudosos primeros pasos, quizás muchosmás seguirían el camino hasta lograr una creación equilibraday eficaz. Lo importante es seguir adelante agarrándose de lo quesea y con un maletín espiritual de primeros auxilios para curarlas heridas del ego.

Si lees un libro que enseñe a nadar, por muy clara que seala explicación, no serías capaz de nadar como un pez la primeravez que te tires al agua. Las teorías son muy válidas y sirven deguía, pero sólo sumergiéndose en el medio, sólo lanzándose alagua se aprende a nadar. Igualmente, para aprender a escribirhay que comenzar a escribir. Es dentro de las aguas profundasde la narrativa que nos enfrentamos a nuestras dificultades,nuestras deficiencias y nuestros miedos, que se pueden ir supe-rando con paciencia, entrega y perseverancia.

Una de las grandes preocupaciones del que empieza a escri-bir es la perfección gramatical. Los errores gramaticales son

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corregibles, hay correctores y editores que depuran los libros.Por mucho que revisemos un texto, a todos se nos escapan erro-res gramaticales y tipográficos. Prácticamente todos los escri-tores, aun los famosos, pasan por correcciones de prueba y esti-lo. Sin mencionar nombres, he conocido a correctores de famo-sos escritores que confirman los vicios y enormes errores gra-maticales que cometen, que son corregidos antes que el librose imprima.

Otra gran preocupación del escritor neófito es el querer tenerun estilo. Todos tenemos un estilo de andar, de hablar o hastade nadar. Quizás no sea el más estético, pero es el nuestro. Elestilo se adquiere sin procurarlo. Todos somos individuos, y ala larga vamos a hacer las cosas a nuestra manera muy particu-lar. Aun quienes no se proponen tener un estilo llegan a mos-trar ciertas características comunes en sus obras por el simplehecho de que todas están escritas por la misma persona. Igual-mente, todos tenemos nuestro propio idiolecto. El idiolecto esel conjunto de palabras que una persona utiliza comúnmenteen su expresión oral o escrita. Este idiolecto se va ampliandocon los años, la educación académica, la lectura y la búsquedadentro de la literatura. Pero siempre quedarán trazos de nues-tras palabras favoritas, nuestras analogías predilectas y nuestrasmetáforas más comunes. Nuestras obras llevarán nuestro sellomediante la manera particular de tejer las palabras para crearla idea. Es prematuro y absurdo pensar en estilos cuando seirrumpe en la literatura. El estilo surgirá por sí mismo.

Tanto la preocupación por el conocimiento de la correctaestructura gramatical como la obsesión por el estilo son excu-sas que utiliza el aspirante a escritor para ocultar sus miedos.

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Y sin duda muchos no llegarán a concluir su primera páginadándole incesantes vueltas a estas preocupaciones, al igual quemuchos se quedarán al borde de la piscina autoconvenciéndo-se de que el agua está demasiado fría para meterse ese día. Elprimer impacto con el agua fría nos choca a todos, pero biensabemos que a los pocos segundos el cuerpo se va acostum-brando a esa temperatura y que, si comenzamos a nadar, vamosentrando en calor.

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Lo que importa no es lo que miras, sino lo que ves.Henry David Thoreau

Capítulo II. El despertar de los sentidos

Hasta ahora te has sentido cómodo en tu papel de lector de estelibro. Leer, eso lo sabes hacer bien, ¿verdad? Y hasta es posibleque hayas estado de acuerdo con algunas premisas, asintiendocon la cabeza. Pero como hemos mencionado anteriormente,el mero hecho de leer este libro o cuantos libros quieras no teva a convertir en escritor. Para ser escritor hay que escribir. Porlo tanto vas a tener que poner un poquito de tu parte.

En breve te voy a pedir que hagas algo peligroso, arriesga-do, insólito y atrevido. Te voy a pedir que escribas. A través deeste libro encontrarás varios ejercicios en los que deberás escri-bir. Te recomiendo que los hagas, pues sólo así podrás sacar elmayor provecho de todo lo que aquí te expongo y estudiar tupropia evolución. Con tu ayuda, convertiremos estas teorías enprácticas útiles y reveladoras. Deberás escribir sobre papel envez de en el ordenador o la máquina. Trata de utilizar un cua-derno de anillas para ir acumulando los ejercicios de este libro,ya que retomaremos algunos de los escritos más de una vez.

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Como ya te he contado, al iniciarme en la literatura seguíuno de los más antiguos consejos que se la da a los escritores:“escribe de lo que conoces”. Te conté que he escrito mucho tea-tro por el vínculo que mi vida ha tenido con este medio. Te con-té que plasmé mis vivencias de niña a adulta en un ensayo auto-biográfico que resaltaba los aspectos de mi vida relacionadoscon mi crianza entre dos culturas.

Ahora enfoquémonos en ti y en tu vida. Quizás pienses ¿aquién le interesa mi vida o mis cosas? Pues si a ti te ha intere-sado la vida o las anécdotas de tantos otros escritores, no veoporqué no haya otras personas a quienes les interese lo que tútienes que contar.

EJERCICIO:

Imagínate sentado en tu dormitorio observándote a ti mismocuando te despiertas. Describe lo que ves en tercera persona.Te daré un ejemplo:

El odioso sonido agudo del despertador irrumpió enel silencio de la oscura y quieta alcoba. Julie exten-dió la mano y sin abrir los ojos pulsó el botón que laliberaba de la agonía del estridente ruido. Nuevamentesu cuerpo se transformó en un ovillo bajo las man-tas. Hizo un ruido gutural y se volvió a quedar quie-ta. A los pocos minutos abrió los ojos súbitamente ymiró el reloj.

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En esta descripción sólo se menciona lo que ve el observador dela escena. Describamos la misma escena como si el observadorpudiese además mirar dentro de Julie y lo que está sintiendo.

El odioso sonido agudo del despertador irrumpió en elsilencio de la oscura y quieta alcoba. Julie soñaba queestaba dentro del aula de su antiguo colegio escuchan-do al profesor Cabrera explicando la lección de álgebra.Incorporó aquel timbre a su sueño, como si se tratarade la campana que anunciaba el final de clase. Pero alinstante se dio cuenta de que lo que sonaba era su detes-table despertador. Julie extendió la mano y, sin abrir losojos, pulsó el botón que la liberaba de la agonía del estri-dente sonido. Odiaba ese ruido que anunciaba, de mane-ra desagradable, el comienzo de otro rutinario día. Deseóque fuese sábado para poder dormir unas horas más.Le encantaba dormir por la mañana. No se acordabaexactamente de qué día era. Trató de buscar en su memo-ria los hechos del día anterior hasta llegar a recordarque ayer había sido martes y por tanto hoy era el ama-necer del miércoles. Contó mentalmente los días quefaltaban hasta el fin de semana. Le parecieron dema-siados, y con disgusto se volvió a hacer un ovillo deba-jo de las mantas rebelándose a la implícita orden deldespertador de levantarse de la cama. Hizo un ruidogutural pensando en el disgusto que le provocaba tenerque madrugar cinco días a la semana y se volvió a que-dar quieta, presa del sopor. A los pocos minutos abriólos ojos súbitamente creyendo que se había quedado

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dormida y llegaría tarde al trabajo. Miró el reloj. Sólohabían pasado diez minutos desde que sonara el fasti-dioso timbre del despertador. Suspiró sintiéndose ali-viada de que aún le quedara tiempo para prepararse yllegar puntual a la oficina. No le gustaba llegar tarde,pues su jefe ponía mala cara y entonces pasaba el restodel día de mal humor.

Ahora inténtalo tú. Describe tu despertar, ya sea como meroobservador o como narrador que conoce tus sensaciones y pen-samientos en cada paso del despertar. Alarga la descripción todolo que quieras. No continúes leyendo hasta haber terminado elejercicio. Toma tu cuaderno y manos a la obra.

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¿Te pareció difícil? ¿Recordabas bien tu despertar de hoy? Sinduda mañana cuando despiertes estarás mucho más atento a tualrededor, de cada uno de tus gestos y de tus pensamientos yreacciones. Esto también es parte de la misión de un escritor:observar su mundo.

Una vez impartí un taller de actuación a unos jóvenes aspi-rantes a actores que pertenecían a un grupo teatral de aficio-nados. Al igual que el escritor, el actor también tiene que adqui-rir una capacidad especial para observar la vida. Únicamenteasí se puede luego reproducir la vida con autenticidad sobre unescenario o frente a una cámara.

En ese taller, yo les iba pidiendo a cada uno de los partici-pantes que ejecutara acciones cotidianas de su vida. Le pedí a

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uno de los chicos que se afeitara imaginariamente tal como lohacía todos los días. Tendría que visualizar su baño y todos losutensilios que utilizaba para llevar a cabo tan común ritual.

Lo primero que hizo fue inclinarse y mojarse la cara conel agua del lavabo. Yo le dije que primero tendría que abrir elgrifo antes de poder mojarse la cara. Después de repetir laacción abriendo el grifo primero, procedió a echarse espumasobre la cara. También le detuve y le dije que no había cogi-do el bote de espuma y apretado el botón que la hacía salirsobre su mano para luego poder untársela en la cara. Nueva-mente repitió los movimientos con más precisión. Luego pro-cedió a tomar la cuchilla y rasurase, pero no pasó la cuchillapor el grifo para quitarle la espuma acumulada en ningúnmomento, ni tampoco hizo esas muecas y gestos que tan amenudo he visto a los hombres hacer para estirar mejor la pielen la áreas más difíciles de afeitar. Cuando concluyó su afei-tado imaginario, los demás chicos le hicieron éstas y otrasobservaciones respecto a los “errores” que captaron en su ejer-cicio. Él estaba sorprendido de cuantos errores había cometi-do al reproducir un rito tan común en su vida como es el deafeitarse.

Así fueron representando el resto de los integrantes del gru-po actos como maquillarse, cambiar una neumático pinchadode un auto, etc. Después de cada intervención, los otros hací-an las respectivas críticas, y cada vez sus observaciones era másdetalladas y precisas.

Este tipo de ejercicio se lleva a cabo para entrenar al actor a sermás consciente de las cosas comunes y corrientes de la vida y paraque agudice su sentido de observación, ya que luego tendrá que

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reproducir estos actos y movimientos con autenticidad en susactuaciones. De igual manera, el escritor tendrá que ser un buenobservador de todo su entorno para poder luego describir converacidad las acciones de sus personajes.

Hay otro ejercicio muy antiguo que obligan a hacer a losguardaespaldas y a investigadores privados. Consiste en entraren una habitación desconocida y pasar unos minutos dentro;luego tienen que salir y describir todo lo que se encuentra enella. De esta manera van tomando conciencia de su entorno yagudizando su sentido de la observación y su memoria.

Basándonos en esto, me gustaría que ahora hiciésemos otroejercicio. Quiero que describas el salón de tu casa con el mayordetalle posible, sin levantarte para ir a mirarlo. Si te encuentrasahora en el salón, describe entonces tu dormitorio u otra estan-cia de tu hogar. Puedes hacerlo de manera directa o introdu-cirle comentarios a tu antojo.

EJERCICIO:

Ejemplo directo:Según se entra hay un sofá color beige a la izquierdacon cojines azules, burdeos y dorados. Sobre el sofáhay colgados varios cuadros. En la pared de enfrentehay unas puertas correderas de cristal que dan a unaterraza. En la pared de la derecha hay un librero empo-trado con libros, fotografías y adornos.

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Ejemplo más amplio:

El salón es cuadrado con suelo de parquet pulido.Las paredes están pintadas de un amarillo mostazaque le dan un aspecto lumínico y cálido a la estan-cia. Sobre el largo sofá tapizado en seda color crudoreposan una serie de cojines de vivos colores. Coji-nes cuadrados de color burdeos con remate en pielde leopardo, cojines redondos entretejidos con hilosdorados y cojines azul eléctrico. Los cojines tieneslos mismos tonos que la alfombra que reposa deba-jo de la mesa de cristal, frente al sofá. Sobre el sofáestán colgados tres cuadros al óleo de distintos tama-ños. El mayor de los cuadros, pintado en un estiloimpresionista, refleja una mujer de espaldas sentadaen un balcón mirando el mar. Otro de los cuadros esun paisaje campestre lleno de flores naranjas pinta-das con espátula. Debajo de este cuadro se encuen-tra un retrato antiguo de una mujer de porte elegantecon largo cuello y distinguidas facciones. Las enor-mes puertas de cristal de corredera se abren haciauna terraza llena de plantas, con maceteros de cerá-mica de distintos colores…

Ahora escribe tú, de memoria, la descripción de tu estancia ele-gida. Visualízala en tu mente y narra lo que ves y recuerdas.

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Una vez que termines tu escrito, levántate y ve a la habitación quehas descrito. Obsérvala detalladamente como si la estuvieses vien-do por primera vez. (Si no estás cerca de la habitación descrita,continúa este ejercicio cuando entres nuevamente en ella.) Enton-ces, lee tu descripción de la misma y compárala con lo que ves.

¿Qué tal?¿Crees que con tu descripción un lector podría haber ima-

ginado una habitación parecida?¿Te sorprendió cuántos detalles olvidaste de un sitio que te

es tan familiar?Estoy segura de que de ahora en adelante tendrás más en

cuenta tu entorno. Empezarás a entrenar tu ojo de escritor paraver las cosas de manera diferente. Igual que un pintor ve la luz,los volúmenes y las perspectivas de otra manera para poderrepetir los efectos sobre un lienzo, tú también tendrás que desa-rrollar tu ojo para mirar y observar los ambientes de maneraque luego puedas describirlos con eficacia. El pintor pinta lospaisajes con pinceles y colores, tú tendrás que pintarlos tam-bién para tu lector utilizando las palabras. Tu escritura seránlos ojos de la imaginación del lector.

Te recomiendo que repitas el ejercicio de describir cualquierotra habitación donde hayas estado, cualquier restaurante, par-que o lugar sin previamente haber regresado a él. Luego, cuan-do lo visites nuevamente, compara lo que ven tus ojos con loque vieron los ojos de tu memoria. Éste es un ejercicio exce-lente para desarrollar tu narrativa y tu poder de observaciónagudizando tu memoria.

La memoria es la facultad que nos permite registrar, alma-cenar y posteriormente evocar o recuperar la información

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almacenada. La memoria episódica almacena los eventos yaconteceres de nuestra vida, todo lo que nos ha sucedido des-de que nacimos.

La memoria semántica reúne nuestros conocimientos. Luegoestá la memoria sensorial, que es la memoria que se recupera enacciones. Por ejemplo, el cuerpo recuerda cómo nadar al tirarseal agua, cómo montar bicicleta o cómo conducir un coche. Elaprendizaje almacenado de ciertas actividades que conllevanmovimiento mecánico y repetitivo se almacena en este registrode memoria sensorial. En el ejercicio de repetir el proceso de afei-tarse, estábamos apelando a la memorial sensorial. Los bailarinesque aprenden una coreografía y la repiten en un espectáculonoche tras noche, la recuerdan a través de su memoria sensorial.

Igual que tendrás que describir ambientes y lugares en tushistorias, también tendrás que describir emociones, sentimientosy estados de ánimo. Muchas veces crearás una situación paraun personaje ajena a tu realidad, una experiencia que tú no hasvivido. Quizás tu personaje está volando en un avión con unloco que anuncia que tiene una bomba y va a hacer explotar elavión si no cumplen con sus demandas. ¿Cómo se siente unapersona en esa situación? ¿Qué experimenta? ¿Qué le pasa porla cabeza? ¿Qué reacciones manifiesta interiormente su cuer-po? No lo sabes con certeza, pues no has estado en esa situa-ción. Sin embargo, alguna vez en tu vida tienes que haber sen-tido miedo, tensión, incertidumbre y quizás hasta un eminen-te peligro. En estos casos recurres a tu archivo de emociones ytratas de acordarte de qué sentías en esos momentos. Debes tra-tar de recordar cómo se manifestaban tus sensaciones externae internamente. Esto entra dentro de la memoria emotiva.

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Los actores hacemos numerables ejercicios de memoria emo-tiva para entrenarnos a reproducir las sensaciones y sentimientosde los personajes que vamos a representar. Quizás tengamosque llorar ante la tristeza de la muerte de un amigo. Puede queen nuestra vida nunca hayamos pasado por ese difícil momen-to, pero quizás se nos murió un perrito al que queríamos muchoo nos abandonó alguien al que amábamos. Podemos remon-tarnos al archivo contenido en nuestra memoria emotiva. Enton-ces somos capaces de revivir esa tristeza y hasta llorar tal y comolo hicimos entonces.

El escritor no tiene que reproducir físicamente las emocio-nes. Pero sí tiene que narrarlas de maneras que evoquen esetipo de recuerdo en su lector. Para eso es importante que sea-mos capaces de sentir la emoción o recordar el sentimiento. Esla única forma de poder describirlo de manera creíble y eficaz.Si tenemos que narrar un pasaje romántico, remontémonos anuestros recuerdos románticos. Si tenemos que narrar ira, deso-lación, temor, ansiedad o cualquier otro sentimiento, busque-mos en el archivo de nuestra memoria emotiva ocasiones don-de hemos sentido algo parecido. Cuando se trate de escribirsobre una situación totalmente ajena (por ejemplo, un hom-bre describiendo dolores de parto), es conveniente hacer unpoco de investigación y hablar con gente que haya pasado porla experiencia.

Cuando escribo, me meto tanto en el estado emotivo de mispersonajes, que termino llorando como una Magdalena en lospasajes tristes o riéndome como una loca en los pasajes decomedia. No a todos les pasará lo mismo. Pero si te contagias,aunque sea un poco, del estado de ánimo que estás creando,

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es un signo muy positivo. Digamos que, si le llega al escritor,le llegará al lector.

En cualquier género de la narrativa de ficción debes crear emo-ción en tu lector. Para que un lector sienta tienes que describir-le la situación hábilmente, dándole tiempo a entrar en el túnelde ese estado de ánimo montado en el vehículo de las palabras.

EJERCICIO:

Quiero que escribas un pasaje de al menos cuatro páginas don-de narres una situación memorable en tu vida, una primera vez.No es que tenga que ser una situación emocionante, pero sí unasituación en que viviste sensaciones y emociones fuertes.

Puedes elegir uno de los temas que te propongo o cualquierotra primera vez significativa en tu vida. Cuéntanos cómo seprodujeron los hechos. ¿Cómo te sentías antes de que sucedie-ra? ¿Cómo te sentías en ese momento? Descríbelo con lujo dedetalles. ¿Qué reacciones manifestó tu cuerpo? ¿Qué pensastedespués? ¿En qué se diferenció lo que ocurrió con lo que túimaginaste que iba a ser? ¿Superó tus expectativas? ¿No fue paratanto? ¿Te decepcionó profundamente? ¿Cómo reaccionaron lapersona o las personas con quienes compartiste ese momento?

Temas propuestos:

La primera vez que me enamoréEl primer beso.

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El primer viaje a una ciudad desconocida.La primera vez que hice el amor.

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Cuando hayas escrito este pasaje, guárdalo. Regresaremos a élmás adelante.

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