¿quién se ha llevado mi queso? - spencer johnson

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¿Quién se ha llevado mi queso? - Spencer johnson

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Había una vez dos ratoncitos y doshombrecillos que vivían en unlaberinto. Estos cuatro personajesdependían del queso paraalimentarse y ser felices. Comohabían encontrado una habitaciónrepleta de queso, vivieron durante untiempo muy contentos. Pero un buendía el queso desapareció... Estafábula puede aplicarse a todos losámbitos de la vida. Con palabras yejemplos comprensibles, nos enseñaque todo cambia, y que las fórmulas

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que sirvieron en su momento puedenquedar obsoletas. El queso del relatorepresenta cualquier cosa quequeramos alcanzar 'felicidad','trabajo', 'dinero', 'amor' y ellaberinto es la realidad, con zonasdesconocidas y peligrosas,callejones sin salida, oscurosrecovecos... y habitaciones llenas dequeso. Escrito por un autor de famainternacional, este relato estáprologado por un renombradoconsultor empresarial. Susenseñanzas han servido de

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inspiración en todo tipo decompañías y organizacionesempresariales.

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Johnson Spencer¿Quién se ha llevado

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mi queso?Una manera sorprendente de afrontarel cambio en el trabajo y en la vida

privada

ePUB v1.0Nexus 11.11.11

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Título original: Who moved my chess?Traducción: José M. PomaresEditorial: Ediciones Urano S.A., 2000 ISBN: 842267842XSpencer Johnson, 1998

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Dedicado a mi amigo el doctorKenneth Blanchard,

cuyo entusiasmo por esta narraciónme animó a escribir este libro,

y cuya ayuda ha permitido que llege atantas personas.

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Los planes mejor trazadosde hombres y ratones

suelen salir mal.

ROBERT BURNS, 1759-1796

La vida no es un pasillo recto y fácilque recorremos libres y sin

obstáculos,sino un laberinto de pasadizos,en el que tenemos que buscar

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nuestro camino,perdidos y confundidos, una y otra

vez atrapadosen un callejón sin salida.

Pero, si tenemos fe, Dios siemprenos abrirá una puerta

que aunque tal vez no sea la quequeríamos,

al final será buena para nosotros.

A. J. CRONIN

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LA HISTORIA QUEHAY DETRAS DEL

CUENTO

Me encanta poder contaros "lahistoria que hay detrás del cuento"¿Quién se ha llevado mi queso?,porque eso significa que el libro yaestá escrito y todos podemosacercarnos a él para leerlo,disfrutarlo y comentarlo con losdemás.

Esto es algo que yo siempre

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había querido que ocurriera, desde laprimera vez que Spencer Johnson,hace ya años, me contó su fantásticahistoria del "queso", antes de queescribiéramos juntos El ejecutivo alminuto.

Recuerdo que pensé lo bueno queera el relato y lo útil que sería paramí desde aquel momento.

¿Quién se ha llevado mi queso?es un cuento sobre el cambio quetiene lugar en un laberinto dondecuatro divertidos personajes buscanqueso. El queso es una metáfora de

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lo que uno quiere tener en la vida, yasea un trabajo, una relación amorosa,dinero, una gran casa, libertad, salud,reconocimiento, paz interior oincluso una actividad como correr ojugar al golf.

Cada uno de nosotros tiene supropia idea de lo que es el queso, yva tras él porque cree que le hacefeliz. Si lo consigue, casi siempre seencariña con él. Y si lo pierde o selo quitan, la experiencia sueleresultar traumática.

En el cuento, el "laberinto"

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representa el lugar donde pasas eltiempo en busca de lo que deseas.Puede ser la organización en la quetrabajas, la comunidad en la quevives o las relaciones que mantienesen tu vida.

En mis charlas por todo el mundonarro la historia del queso y muchasveces la gente me dice lo mucho queles ha cambiado la vida.

Lo creas o no, este relato hasalvado carreras, matrimonios eincluso vidas.

Uno de los muchos ejemplos

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reales es el de Charlie Jones, elrespetado locutor de la cadenatelevisiva NBC, quien confesó queescuchar el cuento ¿Quién se hallevado mi queso? salvó su carrera.

Lo que ocurrió fue lo siguiente:Charlie se había esforzado mucho yhecho un buen trabajo retransmitiendo las pruebas de atletismo de unosJuegos Olímpicos. Por eso, cuandosu jefe le dijo que había sidoapartado de esa especialidaddeportiva y que en los siguientesJuegos tendría que encargarse de las

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retransmisiones de natación y saltos,se quedó muy so rprendido y seenfadó.

Como no conocía tan bien esosdeportes, se sintió frustrado. Elhecho de que no reconocieran quehabía realizado una buena labor loirritó. Le parecía injusto, y la iraempezó a afectar todo lo que hacía.

Entonces le contaron el cuento¿Quién se ha llevado mi queso?

Después de oírlo, se rió de símismo y cambió de actitud.. Advirtióque lo único que había ocurrido era

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que su jefe "le había movido elqueso", y se adaptó. Aprendió sobreesos dos nuevos deportes y, en elproceso, descubrió que hacer algonuevo lo rejuvenecía.

Su Jefe no tardó en reconocer suactitud y energía nuevas y enaumentar sus retribuciones. Disfrutóde más éxito que nunca y se hizo unaexcelente reputación comocomentarista.

Esta es una de las innumerableshistorias reales que he oído acercadel impacto que ha tenido este cuento

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en muchas personas, en todos losámbitos de la vida, desde elprofesional hasta el amoroso.

Tengo tanta fe en la fuerza de¿Quién se ha llevado mi queso? quehace poco regalé un ejemplar de unaedición previa del libro a todas laspersonas (unas 200) que trabajan ennuestra empresa. ¿Por qué?

Porque, como toda empresa queaspire no sólo a sobrevivir, sino aser competitiva, Blanchard TrainingDevelopment está cambiandoconstantemente. Nos mueven "el

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queso" sin parar. Mientras que en elpasado queríamos empleados leales,hoy necesitamos personas flexiblesque no sean posesivas con "lamanera de hacer las cosas aquí".

Y, como todos sabemos, vivir enuna permanente catarata de cambiossuele ser estresante, a menos que laspersonas tengan una manera de ver elcambio que las ayude acomprenderlo. Y aquí esprecisamente donde entra en acciónel cuento del "queso".

Cuando les hablé a mis amigos

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del cuento y lo leyeron, casi noté queempezaban a desprenderse deenergía negativa. Una tras otra, todaslas personas de la empresa seacercaron para darme las gracias porel libro y para decirme lo mucho queles había ayudado a contemplardesde una perspectiva diferente loscambios que se producían en nuestraempresa. Esta breve parábola se leeen muy poco tiempo, pero su impactopuede ser muy profundo.

El libro está dividido en trespartes. En la primera, la reunión,

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unos antiguos compañeros deinstituto hablan de cómo afrontan loscambios que se producen en susrespectivas vidas. La segunda partees el cuento en sí, El cuento: ¿Quiénse ha llevado mi queso?" yconstituye el núcleo del libro.

En la tercera parte, "El debate".la gente comenta lo que el cuento hasignificado para ella y cómo va autilizarlo en su trabajo y en su vida.

Algunos lectores del manuscritoprefirieron detenerse al final delcuento y no leer "El debate", a fin de

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interpretar el significado por símismos. Otros disfrutaron leyéndoloporque les estimuló a pensar sobrecómo poner en práctica en susituación lo que les había enseñadoel relato.

En cualquier caso, espero quecada vez que releas ¿Quién se hallevado mi queso? encuentres algonuevo y útil en el cuento, tal comome ocurre a mí y que eso te ayude aafrontar el cambio y a tener éxito, sealo que sea el éxito para ti.

Con mis mejores deseos, espero

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que disfrutes con lo que encuentres.Ah, y recuerda: ¡muévete cuando semueva el queso!

KEN BLANCHARD San Diego,1998

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La reunión

Un soleado domingo, en Chicago,varios antiguos compañeros de claseque habían sido buenos amigos en laescuela se citaron para almorzardespués de haber asistido la nocheanterior a la reunión de su escuelasuperior. Deseaban saber másdetalles sobre lo que sucedía en lavida de cada uno de ellos. Despuésde no pocas bromas y un copiosoalmuerzo, iniciaron una interesante

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conversación. Angela, que había sido una de

las alumnas más populares de laclase, dijo:

–Desde luego, la vida resultóser muy diferente a como creí quesería cuando estaba en las escuela.Han cambiado muchas cosas.

–Ciertamente –asintió Nathan.Todos sabían que se había hechocargo del negocio de la familia, quefuncionaba del mismo modo y queformaba parte de la comunidad localdesde que tenían uso de razón. Por

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eso se sorprendieron al comprenderque parecía preocupado–. Pero ¿oshabéis dado cuenta de que noqueremos cambiar cuando las cosascambian?

–Supongo que nos resistimos alcambio porque le tenemos miedo –Observó Carlos.

–Carlos, tú fuiste el capitán delequipo de fútbol –intervino Jessica–.¡Nunca creí posible oírte decir quetienes miedo!

Todos se echaron a reír al darsecuenta de que, a pesar de haber

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seguido direcciones muy diferentes,desde trabajar en casa hasta dirigirempresas, experimentaban unossentimientos muy similares.

Todos trataban de afrontar losinesperados cambios que les estabanocurriendo en los últimos años. Y lamayoría admitía no conocer unabuena forma de manejarlos.

–A mí me daba miedo cambiar–dijo entonces Michael–. Cuando sepresentó un gran cambio en nuestraempresa, no supimos que hacer. Asíque no nos adaptamos y estuvimos a

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punto de perderla. Pero entoncesoímos contar un divertido y brevecuento que lo cambió todo.

–¿De veras? –preguntó Nathan. –Bueno, el caso es que esa

narración transformó mi forma deconsiderar el cambio, de modo queen lugar de verlo como laposibilidad de perder algo, empecé averlo como la oportunidad de ganaralgo y comprendí cómo hacerlo.Después de eso, las cosas mejoraroncon rapidez, tanto en el trabajo comoen mi vida personal.

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“Al principio, me molestó la

evidente simplicidad del relatoporque parecía algo que bienpudieran habernos contado en laescuela.

“Fue entonces cuando me dicuenta de que, en realidad, me sentíamolesto conmigo mismo, por nohaber visto lo evidente ni haberhecho lo que verdaderamentefunciona cuando cambian las cosas.

“Al comprender que los cuatropersonajes de ese cuento representan

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las diversas partes de mí mismo,decidí cómo quería actuar y cambié.

“Más tarde, se lo conté aalgunas personas de nuestra empresa,y ellas se lo contaron a su vez aotras, y el negocio no tardó enmejorar considerablemente, gracias aque la mayoría de nosotrosaprendimos a adaptarnos mejor alcambio. Y, lo mismo que me sucedea mí, son muchos los que afirman quetambién los ha ayudado en su vidaprivada.

“Por otro lado, fueron pocas las

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personas que dijeron no habersacado nada en limpio de estanarración. O bien conocían ya laslecciones y las vivían y ponían enpráctica o, lo que era más habitual,creían saberlo todo y no deseabanaprender. No se daban cuenta de larazón por la que tantos otros sebenefician de ella.

“Cuando uno de nuestros altosejecutivos, que tenía problemas paraadaptarse, dijo que el relato sólo erauna pérdida de su valioso tiempo,otros se burlaron de él, diciendo que

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sabían muy bien qué personajerepresentaba en el cuento,refiriéndose con ello al que noaprendía nada nuevo y no cambiaba.

–¿Pero cuál es ese cuento? –preguntó Angela.

–Se titula ¿Quién se ha llevadomi queso?

Todos se echaron a reír. –Creo que esto ya empieza a

gustarme –dijo Carlos–. ¿Teimportaría contárnoslo? Quizápodamos sacarle partido.

–Pues claro –contestó

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Michael–. Me encantará y, además,no se necesita mucho tiempo.

Y así fue como empezó acontarlo.

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La Narración

Erase una vez, hace muchotiempo, en un país muy lejano, vivíancuatro pequeños personajes querecorrían un laberinto buscando elqueso que los alimentara y loshiciera sentirse felices.

Dos de ellos eran ratones y sellamaban “Fisgón” y “Escurridizo”, ylos otros dos eran liliputienses, serestan pequeños como los ratones, perocuyo aspecto y forma de actuar se

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parecía mucho a las gentes de hoydía. Se llamaban “Hem” y “Haw”.

Debido a su pequeño tamaño,sería fácil no darse cuenta de lo queestaban haciendo los cuatro. Pero sise miraba con la suficiente atención,se descubrían las cosas másextraordinarias.

Cada día, los ratones y losliliputienses dedicaban el tiempo enel laberinto a buscar su propio quesoespecial.

Los ratones, Fisgón yEscurridizo, que sólo poseían

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simples cerebros de roedores, peromuy buen instinto, buscaban un quesoseco y duro de roer, como suelenhacer los ratones.

Los dos liliputienses, Hem yHaw, utilizaban su cerebro, repletode convicciones y emociones, parabuscar una clase muy diferente deQueso, con mayúscula, que estabanconvencidos los haría sentirse felicesy alcanzar éxito.

Por muy diferentes que fuesen losratones y los liliputienses, teníanalgo en común: cada mañana, se

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colocaban sus atuendos y suszapatillas de correr, abandonaban susdiminutas casas y se ponían a correrpor el laberinto en busca de su quesofavorito.

El laberinto estaba compuestopor pasillos y cámaras, algunas delas cuales contenían un quesodelicioso. Pero también habíarincones oscuros y callejones sinsalida que no conducían a ningunaparte. Era un lugar donde cualquierapodía perderse con suma facilidad.

No obstante, el laberinto contenía

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secretos que permitían disfrutar deuna vida mejor a los que supieranencontrar su camino.

Los ratones, Fisgón yEscurridizo, utilizaban el sencillométodo del tanteo para encontrar elqueso. Recorrían un pasadizo y, si loencontraban vacío, se daban mediavuelta y recorrían otro. Recordabanlos pasadizos donde no había quesoy, de ese modo, pronto empezaron aexplorar nuevas zonas.

Fisgón utilizaba su magníficanariz para husmear la dirección

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general de donde procedía el olordel queso, mientras que Escurridizose lanzaba hacia delante. Seperdieron más de una vez, como nopodía ser de otro modo; seguíandirecciones equivocadas y a menudotropezaban con las paredes. Pero alcabo de un tiempo, encontraban elcamino.

Al igual que los ratones, Hem yHaw, los dos liliputienses, tambiénutilizaban su capacidad para pensar yaprender de experiencias del pasado.No obstante, se fiaban de su

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complejo cerebro para desarrollarmétodos más sofisticados deencontrar el Queso.

A veces les salía bien, pero enotras ocasiones se dejaban dominarpor sus poderosas convicciones yemociones humanas, que nublaban suforma de ver las cosas. Eso hacíaque la vida en el laberinto fuesemucho más complicada y desafiante.

A pesar de todo, Fisgón,Escurridizo, Hem y Haw terminaronpor encontrar el camino hacia lo queandaban buscando. Cada uno

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encontró un día su propia clase dequeso al final de uno de lospasadizos, en el depósito de QuesoQ.

Después de eso, los ratones y losliliputienses se ponían cada mañanasus atuendos para correr y se dirigíanal depósito de Queso Q. Así, notardaron mucho en establecer cadauno su propia rutina.

Fisgón y Escurridizo continuaronlevantándose pronto cada día pararecorrer el laberinto, siguiendosiempre la misma ruta.

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Una vez llegados a su destino, losratones se quitaban las zapatillas decorrer, las ataban juntas y se lascolgaban del cuello, para poderutilizarlas de nuevo con rapidez encuanto las necesitaran. Por último, sededicaban a disfrutar del queso.

Al principio, Hem y Hawtambién se apresuraban cada mañanahacia el depósito de Queso Q, paradisfrutar de los jugosos nuevosbocados que los esperaban.

Pero al cabo de un tiempo, losliliputienses establecieron una rutina

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diferente.Hem y Haw se levantaban cada

día un poco más tarde, se vestían conalgo más de lentitud y, en lugar decorrer, caminaban hacia el depósitode Queso Q.

Después de todo, ahora ya sabíandonde estaba el Queso y cómo llegarhasta él.

No tenían la menor idea de dondeprovenía el Queso ni de quién loponía allí.

Simplemente, suponían queestaría donde esperaban que

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estuviese.Cada mañana, en cuanto llegaban

al depósito de queso Q, se instalabancómodamente, como si estuvieran ensu casa. Colgaban los atuendos decorrer, se quitaban las zapatillas y seponían las pantuflas. Ahora quehabían encontrado el Quesoempezaban a sentirse muy cómodos.

–Esto es fantástico –dijo Hem–.Aquí hay Queso suficiente para todala vida.

Los liliputienses se sentíanfelices; tenían la sensación de haber

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alcanzado el éxito y creían estarseguros.

Hem y Haw no tardaron enconsiderar que el Queso encontradoen el depósito de Queso Q era de supropiedad. Allí había tantas reservasde Queso que finalmente trasladaronsus hogares para estar más cerca ycrear su vida social alrededor de eselugar.

Para sentirse todavía máscómodos, Hem y Haw decoraron lasparedes con frases y hasta dibujaronimágenes del Queso a su alrededor,

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lo que los hacia sonreír.Una de aquellas frases decía:

Tener Quesote hace feliz

A veces, Hem y Haw invitaban asus amigos para que contemplaran sumontón de Queso en el depósito dequeso Q, lo mostraban con orgullo ydecían: “Bonito Queso, ¿verdad?”.Algunas veces los compartían consus amigos. Otras veces no.

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–Nos merecemos este Queso –dijo Hem, al tiempo que tomaba untrozo de queso fresco y se lo comía–.Sin duda tuvimos que trabajar duro ydurante mucho tiempo paraencontrarlo.

Después de comer, Hem se quedódormido como solía sucederle.

Cada noche, los liliputiensesregresaban lentamente a casa,repletos de Queso, y cada mañanavolvían a buscar más, sintiéndosemuy seguros de sí mismos.

Así se mantuvo la situación

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durante algún tiempo.Poco a poco, la seguridad que

Hem y Haw tenían en sí mismos sefue convirtiendo en la arroganciapropia del éxito. Pronto se sintierontan sumamente a gusto, que nisiquiera se dieron cuenta de lo queestaba sucediendo.

Por su parte, Fisgón yEscurridizo continuaron con su rutinaa medida que pasaba el tiempo. Cadamañana llegaban temprano,husmeaban, marcaban la zona e ibande un lado a otro del depósito de

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queso Q, comprobando si se habíaproducido algún cambio con respectoa la situación del día anterior. Luego,se sentaban tranquilamente a roer elqueso.

Una mañana llegaron al depósitode Queso Q y descubrieron que nohabía queso.

No se sorprendieron. Desde queFisgón y Escurridizo empezaron anotar que la provisión de quesodisminuía cada día que pasaba, sehabían preparado para lo inevitable ysupieron instintivamente qué tenían

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que hacer.Se miraron el uno al otro,

tomaron las zapatillas de correr quellevaban atadas y convenientementecolgadas del cuello, se las pusieronen las patas y se anudaron loscordones.

Los ratones no se entretuvieronen analizar demasiado las cosas.

Para ellos, tanto el problemacomo la respuesta eran bien simples.La situación en el depósito de QuesoQ había cambiado. Así pues, Fisgóny Escurridizo decidieron cambiar.

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Ambos se quedaron mirandohacia el inescrutable laberinto.Luego, Fisgón levantó ligeramente lanariz, husmeó y le hizo señas aEscurridizo, que echó a correr por ellaberinto siguiendo la indicación deFisgón, seguido por éste con toda larapidez que pudo.

Muy pronto ya estaban en buscade Queso Nuevo.

Algo más tarde, ese mismo día,Hem y Haw llegaron al depósito deQueso Q.

No habían prestado la menor

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atención a los pequeños cambios quese habían ido produciendo cada día,así que daban por sentado que allíencontrarían su Queso, comosiempre.

No estaban preparados para loque descubrieron.

–¡Qué! ¿No hay Queso? –gritóHem, y siguió gritando–: ¿No hayQueso? ¿No hay nada de Queso?, –como si el hecho de gritar cada vezmás fuerte bastara para quereapareciese.

¿Quién se ha llevado mi Queso?

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–aulló.Finalmente, puso los brazos en

jarras, con la cara enrojecida, y gritócon toda la fuerza de su voz:

–¡No hay derecho!Haw, por su parte, se limitó a

sacudir la cabeza con incredulidad.El también estaba seguro deencontrar Queso en el depósito deQueso Q. Se quedó allí de piedurante largo rato, como petrificadopor la conmoción. No estabapreparado para esto.

Hem gritaba algo, pero Haw no

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quería escucharlo. No quería tenerque enfrentarse con esta nuevasituación, así que hizo oídos sordos.

El comportamiento de losliliputienses no era precisamentehalagüeño no productivo, aunque sícomprensible.

Encontrar el Queso no les habíaresultado fácil, y para losliliputienses significaba mucho másque, simplemente, tener cada día quécomer.

Para ellos, encontrar el Quesoera su forma de conseguir lo que

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creían necesitar para ser felices.Tenían sus propias ideas acerca delo que el Queso significaba paraellos, dependiendo de su sabor.

Para algunos, encontrar Quesoequivalía a tener cosas materiales.Para otros, significaba disfrutar debuena salud o desarrollar un sentidoespiritual de bienestar.

Para Haw, por ejemplo, el Quesosignificaba sentirse seguro, teneralgún día una familia cariñosa y viviren una bonita casa de campo en laVereda Cheddar.

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Para Hem, el Queso significabaconvertirse en un Gran Quesero quemandara a muchos otros y en serpropietario de una gran casa en loalto de Colina Camembert.

Puesto que el Queso era tanimportante para ellos, los dosliliputienses emplearon bastantetiempo en decidir qué hacer. Loúnico que se les ocurrió fue seguirmirando por los alrededores deldepósito Sin Queso, para comprobarsi el Queso había desaparecidorealmente.

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Mientras que Fisgón yEscurridizo se habían puesto enmovimiento con rapidez, Hem y Hawseguían con sus indecisiones yexclamaciones.

Despotricaban y desvariaban antela injusticia de la situación. Hawempezó a sentirse deprimido. ¿Quéocurriría si el Queso seguía sin estarallí a la mañana siguiente?Precisamente había hecho planespara el futuro, basándose en lapresencia de ese Queso.

Los liliputienses no podían creer

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lo que estaba ocurriendo. ¿Cómopodía haber sucedido una cosa así?Nadie les había advertido de nada.No era justo. Se suponía que lascosas no debían ser así.

Hem y Haw regresaron aquellanoche a sus casas hambrientos ydesanimados.

Pero antes de marcharse, Hawescribió en la pared:

Cuanto más importante es elQueso para ti,

tanto más deseas

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conservarlo.

Al día siguiente, Hem y Hawabandonaron sus hogares yregresaron de nuevo al depósito SinQueso, confiando, de algún modo, envolver a encontrar Queso.

Pero la situación no habíavariado; el Queso ya no estaba allí.Los liliputienses no sabían que hacer.Hem y Haw se quedaron allí,inmovilizados como dos estatuas.

Haw cerró los ojos con toda lafuerza que pudo y se cubrió las

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orejas con las manos. Lo único quedeseaba era bloquear todo tipo depercepciones. No quería saber que laprovisión de Queso había idodisminuyendo gradualmente. Estabaconvencido de que habíadesaparecido de repente.

Hem analizó una y otra vez lasituación y, finalmente, sucomplicado cerebro, con su enormesistema de creencias, se afianzó en sulógica.

–¿Por qué me han hecho esto? –preguntó–. ¿Qué está pasando aquí?

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Haw abrió los ojos, miró a sualrededor y dijo:

–Y, a propósito, ¿dónde estánFisgón y Escurridizo? ¿Crees queellos saben algo que nosotros nosepamos?

–¿Qué demonios podrían saberellos? –replicó Hem con sorna–. Noson más que simples ratones.Escasamente responden a lo quesucede.

Nosotros, en cambio, somosliliputienses. Somos más inteligentesque los ratones. Deberíamos poder

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encontrar una solución a esto.–Sé que somos más inteligentes –

asintió Haw–, pero por el momentono parece que estemos actuandocomo tales. Las cosas estáncambiando aquí, Hem.

Quizá también tengamos quecambiar nosotros y actuar de mododiferente.

–¿Y por qué íbamos a tener quecambiar? –replicó Hem–. Somosliliputienses.

Somos seres especiales. Este tipode cosas no debería habernos

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ocurrido a nosotros y, si nos hasucedido, tendríamos que sacarle almenos algún beneficio.

–¿Y por qué crees quedeberíamos obtener un beneficio? –preguntó Haw.

–Porque tenemos derecho a ello–afirmó Hem.

–¿Derecho a qué? –quiso saberHaw

–Pues derecho a nuestro Queso.–¿Por qué? –insistió Haw–Pues porque no fuimos nosotros

los causantes de este problema –

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contestó Hem–. Alguien lo haprovocado, y nosotros deberíamosaprovecharnos de la situación.

–Quizá lo que debamos hacer –sugirió Haw– sea dejar de analizartanto las cosas y ponernos a buscaralgo de Queso Nuevo.

–Ah, no –exclamó Hem–. Estoydecidido a llegar hasta el fondo deeste asunto.

Mientras Hem y Haw seguíantratando de decidir que hacer, Fisgóny Escurridizo ya hacia tiempo que sehabían puesto patas a la obra.

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Llegaron más lejos que nunca en losrecovecos del laberinto, recorrieronnuevos pasadizos y buscaron elqueso en todos los depósitos deQueso que encontraron.

No pensaban en ninguna otra cosaque no fuese encontrar Queso Nuevo.

No encontraron nada durantealgún tiempo, hasta que finalmentellegaron a una zona del laberinto enla que nunca habían estado conanterioridad: el depósito de QuesoN.

Lanzaron grititos de alegría.

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Habían encontrado lo que estabanbuscando: una gran reserva de QuesoNuevo.

Apenas podían creer lo que veíansus ojos. Era la mayor provisión dequeso que jamas hubieran visto losratones.

Mientras tanto, Hem y Hawseguían en el depósito de Queso Q,evaluando la situación. Empezaban asufrir ahora los efectos de no tenerQueso. Se sentían frustrados ycoléricos, y se acusaban el uno alotro por la situación en que se

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hallaban.De vez en cuando, Haw pensaba

en sus amigos los ratones, en Fisgóny Escurridizo, y se preguntaba siacaso habrían encontrado ya algo dequeso. Estaba convencido de quedebían de estar pasándolo muy mal,puesto que recorrer el laberinto de unlado a otro siempre suponía un tantode incertidumbre. Pero también sabiaque, muy probablemente, esaincertidumbre no les duraría mucho.

A veces, Haw imaginaba queFisgón y Escurridizo habían

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encontrado Queso Nuevo, del que yadisfrutaban. Penso en lo bueno quesería para él emprender una aventurapor el laberinto y encontrar QuesoNuevo. Casi lo saboreaba ya.

Cuanto mayor era la claridad conla que veía su propia imagendescubriendo y disfrutando delQueso Nuevo, tanto más seimaginaba a sí mismo en el acto deabandonar el despósito de Queso Q.

–¡Vámonos! –exclamó entonces,de repente.

–No –se apresuró a responder

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Hem–. Me gusta estar aquí. Es unsitio cómodo.

Esto es lo que conozco. Además,salir por ahí fuera es peligroso.

–No, no lo es –le replicó Haw–.En otras ocasiones anteriores yahemos recorrido muchas partes dellaberinto y podemos hacerlo denuevo.

–Empiezo a sentirme demasiadoviejo para eso –dijo Hem–. Y creoque no me interesa la perspectiva deperderme y hacer el ridículo. ¿Acasoa ti te interesa eso?

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Y, con ello, Haw volvió aexperimentar el temor al fracaso y sedesvaneció su esperanza de encontrarQueso Nuevo.

Así que los liliputiensessiguieron haciendo cada día lomismo que habían hecho hastaentonces. Acudían al depósito deQueso Q, no encontraban Quesoalguno y regresaban a casa cargadosúnicamente con sus preocupaciones yfrustraciones.

Intentaron negar lo que estabaocurriendo, pero cada noche les

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resultaba más difícil dormir, y al díasiguiente les quedaba menos energíay se sentían más irritables.

Sus hogares ya no eran loslugares acogedores y reconfortantesque habían sido en otros tiempos.Los liliputienses tenían dificultadespara dormir y sufrían pesadillas porno encontrar ningún Queso.

Pero Hem y Haw seguíanregresando cada día al depósito deQueso Q, donde se limitaban aesperar.

–¿Sabes? –dijo un día Hem–, si

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nos esforzásemos un poco más quizádescubriríamos que las cosas no hancambiado tanto. Probablemente, elQueso esta cerca. Es posible que loescondieran detrás de la pared.

Al día siguiente, Hem y Hawregresaron provistos deherramientas. Hem sostenía el cincelque Haw golpeaba con el martillo,hasta que, tras no poco esfuerzo,lograron abrir un agujero en la pareddel depósito de Queso Q. Seasomaron al otro lado, pero noencontraron Queso alguno.

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Se sintieron decepcionados, peroconvencidos de poder solucionar elproblema. Así que, a partir deentonces, empezaron a trabajar máspronto y más duro y se quedaronhasta más tarde. Pero, al cabo de untiempo, lo único que habíanconseguido era hacer un gran agujeroen la pared.

Haw empezaba a comprender ladiferencia entre actividad yproductividad.

–Quizá debamos limitarnos apermanecer sentados aquí y ver que

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sucede –sugirió Hem–. Tarde o temprano

tendrán que devolver el Queso a susitio.

Haw deseaba creerlo así, demodo que cada día regresaba a casapara descansar y luego volvía demala gana al depósito de Queso Q,en compañía de Hem.

Pero el queso no reapareciónunca.

A estas alturas, los liliputiensesya comenzaban a sentirse débiles acausa del hambre y del estrés. Haw

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estaba cansado de esperar, pues susituación no mejoraba lo másmínimo. Empezó a comprender que,cuanto más tiempo permanecieran sinQueso, tanto más difícil sería lasituación para ellos.

Haw sabía muy bien que estabanperdiendo su ventaja.

Finalmente, un buen día, Haw seecho a reír de si mismo.

–Fíjate. Seguimos haciendo lomismo de siempre, una y otra vez, yencima nos preguntamos por que nomejoran las cosas. Si esto no fuera

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tan ridículo, hasta resultaríadivertido.

A Haw no le gustaba la idea detener que lanzarse de nuevo aexplorar el laberinto, porque sabíaque se perdería y no tenía ni la menoridea de donde podría encontrarQueso. Pero no pudo evitar reír de suestupidez, al comprender lo que leestaba haciendo su temor.

–¿Dónde dejamos las zapatillasde correr? –le preguntó a Hem.

Tardaron bastante enencontrarlas, porque cuando habían

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encontrado Queso en el depósito deQueso Q, las habían arrinconado encualquier parte creyendo que ya novolverían a necesitarlas.

Cuando Hem vio a su amigocalzándose las zapatillas, lepreguntó:

–No pensarás en serio en volvera internarte en ese laberinto ¿verdad?¿Por qué no te limitas a esperar aquíconmigo hasta que nos devuelvan elQueso?

–Veo que no entiendes nada –contestó Haw–. Yo tampoco quise

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verlo así, pero ahora me doy cuentade que nadie nos va a devolver elQueso de ayer. Ya es hora deencontrar Queso Nuevo.

–Pero ¿y si resulta que ahí fuerano hay ningún Queso? –replicóHem–. Y

aunque lo hubiera, ¿y si no loencuentras?

–Pues no sé –contestó Haw.El también se había hecho esas

mismas preguntas muchas veces yexperimentó de nuevo los temoresque le mantenían donde estaba.

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“¿Dónde tengo másprobabilidades de encontrar Queso,aquí o en el laberinto?”, se preguntóa sí mismo.

Se hizo una imagen mental. Sevio a sí mismo aventurándose por ellaberinto, con una sonrisa en la cara.

Aunque esta imagen lesorprendió, lo cierto es que le hizosentirse bien. Se imaginóperdiéndose de vez en cuando en ellaberinto, pero experimentaba lasuficiente seguridad en sí mismo deque encontraría finalmente Queso

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Nuevo y todas las cosas buenas quelo acompañaban. Así que, finalmente,hizo acopio de todo su valor.

Luego, utilizó su imaginaciónpara hacerse la imagen másverosímil que pudiera concebir,acompañada por los detalles másrealistas, de sí mismo al encontrar ydisfrutar con el sabor del QuesoNuevo.

Se imaginó comiendo sabrosoqueso suizo con agujeros, quesocheddar de brillante coloranaranjado, quesos estadounidenses,

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mozzarella italiana, y elmaravillosamente pastoso camembertfrancés, y…

Entonces oyó a Hem decir algo ytomó conciencia de hallarse todavíaen el depósito de Queso Q.

–A veces, las cosas cambian y yanunca más vuelven a ser como antes–dijo Haw–. Y ésta parece ser unade esas ocasiones. ¡Así es la vida!Sigue adelante, y nosotrosdeberíamos hacer lo mismo.

Haw miró a su demacradocompañero y trató de infundirle

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sentido común, pero el temor de Hemse transformó en cólera y no quisoescucharle.

Haw no tenía la intención de sergrosero con su amigo, pero no pudoevitar echarse a reír ante la estupidezde ambos.

Mientras se preparaba paramarcharse, empezó a sentirse másanimado, sabiendo que finalmentehabía logrado reírse de sí mismo,dejar atrás el pasado y seguiradelante.

Haw se echo a reír con fuerza y

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exclamó:–¡Es hora de explorar el

laberinto!Hem no se rió ni dijo nada.Antes de partir, Haw tomo una

piedra pequeña y afilada y escribióun pensamiento muy serio en lapared, para darle a Hem algo en loque pensar. Tal como era sucostumbre, trazó incluso un dibujo dequeso alrededor, confiando en queeso le ayudara a Hem a sonreír, atomarse la situación más a la ligera yseguirle en la búsqueda de Queso

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Nuevo. Pero Hem no quiso mirar loescrito, que decía:

Si no cambias,te puedesextinguir.

Luego, Haw asomó la cabeza porel agujero que habían abierto y miróansioso hacia el laberinto. Pensó encomo habían llegado a esta situaciónsin Queso.

Durante un tiempo había creídoque bien podría no haber nada de

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Queso en el laberinto, o que quizá nolo encontrara. Esas temerosasconvicciones no hicieron sinoinmovilizarlo y anularlo.

Sonrió. Sabía que, interiormente,Hem seguía preguntándose “¿Quiénse ha llevado mi queso?”, pero Haw,en cambio, se preguntaba: “¿Por quéno me levanté antes y me moví con elQueso?”

Al empezar a internarse en ellaberinto, miró hacia atrás, endirección al lugar donde habíavenido y donde tantas satisfacciones

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había encontrado. Casi notaba comosi una parte de sí mismo se sintieraatraída hacia atrás, el territorio quele resultaba familiar, a pesar de queya hacía tiempo que no encontrabaallí nada de Queso.

Haw se sintió más ansioso y sepreguntó si realmente deseabainternarse en el laberinto. Escribióuna frase en la pared, por delante deél, y se quedó mirándola fijamentedurante un tiempo:

¿Qué harías si no tuvieras

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miedo?

Pensó en ello.Sabía que, a veces, un poco de

temor puede ser bueno. Cuando seteme que las cosas empeoren si no sehace algo, puede sentirse unoimpulsado a la acción.

Pero no es bueno sentir tantomiedo que le impida a uno hacernada.

Miró a la derecha, hacia la partedel laberinto donde nunca habíaestado, y sintió temor.

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Luego, inspiró profundamente,giró hacia la derecha y empezó ainternarse en el laberinto, caminandolentamente en dirección a lodesconocido.

Mientras trataba de encontrar sucamino, Haw pensó que quizá habíaesperado demasiado tiempo en eldepósito de Queso Q. Hacia ya tantosdías que no comía Queso que ahorase sentía débil. Como consecuenciade ello, le resultó más laborioso ycomplicado de lo habitual el abrirsepaso por el laberinto. Decidió que, si

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volvía a tener la oportunidad,abandonaría antes su zona decomodidad y se adaptaría con mayorrapidez al cambio. Eso le facilitaríalas cosas en el futuro.

Luego, esbozó una suave sonrisaal tiempo que pensaba: “Más valetarde que nunca”.

Durante algunos días fueencontrando un poco de Queso aquí yallá, pero nada que durase muchotiempo. Había confiado en encontrarQueso suficiente para llevarle algo aHem y animarlo a que lo acompañara

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en su exploración del laberinto.Pero Haw todavía no se sentía

bastante seguro de sí mismo. Teníaque admitir que experimentabaconfusión en el laberinto. Las cosasparecían haber cambiado desde laúltima vez que estuvo por allí fuera.

Justo cuando creía estar haciendoprogresos, se encontraba perdido enlos pasadizos. Parecía como siefectuara su progreso a base deavanzar dos pasos y retroceder uno.Era un verdadero desafío, pero debíareconocer que hallarse de nuevo

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en el laberinto, a la búsqueda delQueso, no era tan malo como en unprincipio le había parecido.

A medida que transcurría eltiempo, empezó a preguntarse si erarealista por su parte confiar enencontrar Queso Nuevo. Se preguntósi acaso no abrigaba demasiadasesperanzas. Pero luego se echó areír, al darse cuenta de que, por elmomento, no tenía nada que perder.

Cada vez que se notabadesanimado, se recordaba a sí mismoque, en realidad, lo que estaba

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haciendo, por incómodo que fuese enese momento, era mucho mejor queseguir en una situación sin Queso. Almenos ahora controlaba la situación,en lugar de dejarse llevar por lascosas que sucedían.

Entonces, se dijo a sí mismo quesi Fisgón y Escurridizo habían sidocapaces de seguir adelante, ¡tambiénpodía hacerlo él!

Más tarde, al considerar todo loocurrido, comprendió que el Quesodel depósito de Queso Q no habíadesaparecido de la noche a la

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mañana, como en otro tiempocreyera. Hacia el final, la cantidadde Queso que encontraban había idodisminuyendo y lo que quedaba sehabía vuelto rancio. Su sabor ya noera tan bueno.

Hasta era posible que en elQueso Viejo hubiera empezado aaparecer moho, aunque él no sehubiera dado cuenta. Debía admitir,no obstante, que si hubiese querido,probablemente habría podidoimaginar lo que se le venía encima.Pero no lo había hecho.

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Ahora se daba cuenta de que,probablemente, el cambio no lehabría pillado por sorpresa si sehubiese mantenido vigilante ante loque ocurría y se hubiese anticipadoal cambio. Quizá fuera eso lo quehicieron Fisgón y Escurridizo.

Decidió que, a partir de ahora, semantendría mucho más alerta.Esperaría a que se produjese elcambio y saldría a su encuentro.Confiaría en su instinto básico parapercibir cuando se iba a producir elcambio y estaría preparado para

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adaptarse a él. Se detuvo paradescansar y escribió en la pared dellaberinto:

Olfatea el Queso confrecuencia

para saber cuando comienzaa enmohecerse.

Algo más tarde, después de nohaber encontrado Queso algunodurante lo que le parecía muchotiempo, Haw se encontró finalmente

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con un enorme depósito de Quesoque le pareció prometedor. Al entraren él, sin embargo, se sintió muydecepcionado al descubrir que sehallaba completamente vacío.

“Esta sensación de vacío me haocurrido con demasiada frecuencia”,pensó. Y

sintió deseos de abandonar labúsqueda.

Poco a poco, perdía su fortalezafísica. Sabía que estaba perdido ytemía no poder sobrevivir. Pensó endarse media vuelta y regresar hacia

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el depósito de Queso Q. Al menos, silograba llegar hasta él y Hem seguíaallí, no se sentiría tan solo.

Entonces se hizo de nuevo lamisma pregunta: “¿Qué haría si notuviera miedo?”.

Haw creía haber dejado el miedoatrás, pero en realidadexperimentaba miedo con muchamayor frecuencia de lo que legustaba tener que admitir, inclusopara sus adentros. No siempre estabaseguro de saber de qué tenia miedo,pero, en el debilitado estado en que

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se hallaba, ahora ya sabía que setrataba, simplemente, de miedo aseguir solo. Haw no lo sabía, pero seretrasaba debido a que sus temerosasconvicciones todavía pesabandemasiado sobre él.

Se preguntó si Hem se habríamovido de donde estaba o continuabaparalizado por sus propios temores.Entonces, recordó las ocasiones enque se sintió en su mejor forma en ellaberinto. Eran precisamenteaquellas en las que avanzaba.

Consciente de que se trataba más

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de un recordatorio para sí mismo,antes que de un mensaje para Hem,escribió esperanzado lo siguiente enla pared:

El movimiento hacia unanueva dirección

te ayuda a encontrar QuesoNuevo.

Haw miró hacia el oscuropasadizo y percibió el temor quesentía. ¿Qué habría allá delante?

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¿Estaría vacío? O, lo que era peor,¿le acechaban peligros ignotos?

Empezó a imaginar todas lascosas aterradoras que podíanocurrirle. El mismo se infundía unmiedo mortal.

Entonces, se echó a reír de símismo. Se dio cuenta de que sustemores no hacían sino empeorar lascosas. Así pues, hizo lo que haría sino tuviera miedo. Echó a caminar enuna nueva dirección.

Al iniciar el descenso por eloscuro pasadizo, sonrió. Todavía no

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se daba cuenta, pero empezaba adescubrir que era lo que nutría sualma. Se dejaba llevar y confiaba enlo que le esperaba más adelante,aunque no supiera exactamente quéera.

Ante su sorpresa, Haw empezó adisfrutar cada vez más. “¿Cómo esposible que me sienta tan bien? –sepreguntó–. No tengo Queso alguno yno sé a donde voy” Al cabo de pocotiempo, supo por que se sentía bien.

Se detuvo para escribir de nuevosobre la pared:

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Cuando dejas atrás tustemores,

te sientes libre.

Haw se dio cuenta de que habíapermanecido prisionero de su propiotemor. El hecho de moverse en unanueva dirección lo había liberado.

Ahora notó la brisa fría quesoplaba en esta parte del laberinto yque le refrescaba. Respiróprofundamente y se sintió vigorizadopor el movimiento. Una vez superadoel miedo, resultó que podía disfrutar

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mucho más de lo que hubiera creídoposible.

Haw no se sentía tan bien desdehacia mucho tiempo. Casi se le habíaolvidado lo muy divertido que podíaser lanzarse a la búsqueda de algo.

Para mejorar aún más las cosas,empezó a formarse de nuevo unaimagen en su mente. Se vio a símismo con gran detalle realista,sentado en medio de un motón de susquesos favoritos, desde el cheddarhasta el brie. Se imaginó comiendotanto queso como quisiera y se

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regodeó con esa imagen. Luego,pensó en lo mucho que disfrutaríacon estos exquisitos sabores.

Cuanto más claramente concebíala imagen de sí mismo disfrutandocon Queso Nuevo, tanto más real yverosímil se hacía ésta. Estabaseguro de que terminaría porencontrarlo.

Escribió entonces:

Imaginarme disfrutando deQueso nuevo

antes incluso de encontrarlo

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me conduce hacia él.

Haw siguió pensando en lo quepodía ganar, en lugar de detenerse apensar en lo que perdía.

Se preguntó por que siempre lehabía parecido que un cambio leconduciría a algo peor. Ahora sedaba cuenta de que el cambio podíaconducir a algo mejor.

“¿Por qué no me di cuentaantes?”, se preguntó a sí mismo.

Luego, siguió caminando

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presuroso por el laberinto, infundidode nueva fortaleza y agilidad. Alcabo de poco tiempo distinguió undepósito de Queso y se sintió muyanimado al observar pequeños trozosde Queso Nuevo cerca de la entrada.

Encontró tipo de Queso quenunca había visto con anterioridad,pero que ofrecían un aspectomagnífico. Los probó y le parecierondeliciosos. Se comió la mayor partede los trozos de Queso Nuevo queencontró y se guardó unos pocos paracomerlos más tarde y quizás

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compartirlos con Hem. Empezó arecuperar su fortaleza.

Entró en el depósito de Quesosintiéndose muy animado. Pero, parasu consternación, descubrió queestaba vacía. Alguien más habíaestado ya allí, dejando sólo unospocos trozos de Queso Nuevo.

Llegó a la conclusión de que, sihubiera llegado antes, muyprobablemente habría encontrado unabuena provisión de Queso Nuevo.

Decidió regresar para comprobarsi Hem se animaba a unirse a él en la

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búsqueda de Queso Nuevo.Mientras volvía sobre sus pasos,

se detuvo y escribió en la pared:

Cuanto más rápidamente teolvides del Queso Viejo,

antes encontrarás el QuesoNuevo

Al cabo de un rato, Haw inició elregreso al depósito de Queso Q yencontró a Hem, a quien ofreció unostrozos de Queso Nuevo, que éste

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rechazó.Hem aprecio el gesto de su

amigo, pero le dijo:-No creo que me vaya a gustar el

Queso Nuevo. No es a lo que estoyacostumbrado. Quiero que medevuelvan mi propio Queso, y no voya cambiar hasta que no consiga loque deseo.

Haw se limitó a sacudir lacabeza con pesar, decepcionado.Algo más tarde, de mala gana, volvióa marcharse solo. Mientras regresabahasta el punto más alejado que había

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alcanzado en el laberinto, echó demenos a su amigo, pero esospensamientos desaparecieron encuanto se dio cuenta de lo mucho quele agradaba lo que estabadescubriendo. Antes incluso deencontrar lo que confiaba fuese unagran provisión de Queso Nuevo, si esque la encontraba alguna vez, yasabía que no era únicamente el tenerQueso lo que le hacía sentirse feliz.

Se sentía feliz por el simplehecho de no permitir que el temordictaminara sus decisiones. Le

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gustaba lo que estaba haciendoahora.

Consciente de ello, Haw no sesintió tan débil como cuando estabaen el depósito de Queso Q, sinQueso. Experimentó la sensación detener nuevas fuerzas por el simplehecho de saber que no iba a permitirque su temor le detuviera, y quehabía tomado una nueva dirección,alimentado por ese conocimiento.

Ahora, estaba convencido de queencontrar lo que necesitaba sólo eracuestión de tiempo. De hecho, tuvo la

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impresión de haber descubierto ya loque andaba buscando.

Sonrió al darse cuenta:

Es más seguro buscaren el laberinto quepermanecer en una

situación sin Queso.

Tal como le sucediera antes,comprendió que aquello de lo que setiene miedo nunca es tan malo comolo que uno se imagina. El temor que

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se acumula en la mente es muchopeor que la situación que existe enrealidad.

Al principio de su nuevabúsqueda experimentó tanto miedode no encontrar nunca Queso Nuevoque ni siquiera deseó empezar abuscarlo. Pero lo cierto es que,desde que iniciara su viaje, habíaencontrado en los pasadizos Quesosuficiente para continuar labúsqueda. Ahora, esperaba conilusión encontrar más. El simplehecho de mirar hacia delante ya

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resultaba estimulante.Su antigua forma de pensar se

había visto nublada por suspreocupaciones y temores. Antessolía pensar en no tener Quesosuficiente o en que éste no durasetanto como deseaba. Pensaba más enlo que pudiera salir mal que en loque podía salir bien.

Pero eso cambio por completodesde que saliera por primera vezdel depósito de Queso Q.

Antes pensaba que nuncadeberían haberles cambiado el

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Queso de sitio y que ese cambio noera justo.

Ahora se daba cuenta de que eranatural que el cambio se produjesecontinuamente, tanto si uno loesperaba como si no. El cambio sólole sorprende a uno si no lo espera nicuenta con él.

Al comprender repentinamenteque habían cambiado susconvicciones, se detuvo para escribiren la pared:

Las viejas convicciones

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no te conducen al QuesoNuevo

Haw no había encontrado aúnQueso, pero mientras recorría ellaberinto pensó en todo lo aprendidohasta entonces.

Ahora comprendía que susnuevas convicciones estabanfavoreciendo la adopción de nuevoscomportamientos. Se comportaba demodo muy diferente a como lo hacíacuando regresó al depósito sinQueso, en busca de Hem.

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Sabía que, al cambiar lasconvicciones, también se cambia loque se hace.

Uno puede estar convencido deque un cambio le causará daño yresistirse por tanto al mismo; o bienpuede creer que encontrar QuesoNuevo le ayudará, y entonces aceptael cambio.

Todo depende de lo que unoprefiera creer. Así que escribió en lapared:

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Al comprender quepuedes encontrar

Queso Nuevo ydisfrutarlo, cambias el

curso que sigues.

Haw sabía ahora que habríaestado en mejor forma si hubieraafrontado el cambio mucho másrápidamente y abandonado antes eldepósito de Queso Q. Se habríasentido más fuerte de cuerpo yespíritu y podría haber afrontadomucho mejor el desafío de encontrar

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Queso Nuevo. De hecho, quizá ya lohabría encontrado a estas alturas sihubiese esperado el cambio ypermanecido atento, en lugar dedesperdiciar el tiempo negando queese cambio ya se había producido.

Utilizó de nuevo su imaginación yse vio a sí mismo descubriendo ysaboreando el Queso Nuevo. Decidiócontinuar por las zonas másdesconocidas del laberinto yencontró pequeños trozos de quesoaquí y allá. Haw empezó a recuperarsu fortaleza y seguridad en sí mismo.

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Al pensar en el lugar del queprocedía, se sintió contento de haberescrito frases en la pared, en tantoslugares diferentes de su andadura.Confiaba en que eso sirviera comouna especie de sendero marcado queHem pudiera seguir a través dellaberinto, si es que alguna vez sedecidía a abandonar el depósito deQueso Q.

Haw sólo confiaba en estardirigiéndose en la dirección correcta.Pensó en la posibilidad de que Hemleyera las frases escritas en la pared

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y encontrara su camino.Escribió en la pared lo que venía

pensando desde hacia algún tiempo:

Observar pronto lospequeños cambios teayuda a adaptarte alos grandes cambios

por venir.

Para entonces, Haw ya se habíadesprendido del pasado y se estabaadaptando con efectividad al

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presente.Continuó por el laberinto con

mayor fortaleza y velocidad. Y,entonces, no tardó en suceder lo quetanto anhelaba.

Cuando ya tenía la impresión deestar perdido en el laberinto desdehacía una eternidad, su viaje, o almenos esta parte del mismo, terminófelizmente y con sorprendenterapidez.

Haw siguió por un pasadizo quele resultaba nuevo, dobló una esquinay allí encontró el Queso Nuevo en el

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depósito de Queso N.Al entrar en él, quedó asombrado

ante lo que vio. Allí amontonadoestaba el mayor surtido de Queso quehubiera visto jamás. No reconociótodos los que vio, ya que algunasclases eran nuevas para él.

Por un momento, se preguntó sise trataba de algo real o sólo era elproducto de su imaginación, hastaque descubrió la presencia de susviejos amigos Fisgón y Escurridizo.

Fisgón le dio la bienvenida conun gesto de la cabeza, y Escurridizo

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hasta lo saludó con una de sus patas.Sus pequeños y gruesos vientresdemostraban que ya llevaban allídesde hacía algún tiempo.

Haw los saludó con rapidez ypronto se dedicó a probar bocadosde cada uno de sus Quesos favoritos.Se quitó las zapatillas de correr, lesató los cordones y se las colgó alcuello por si acaso las necesitaba denuevo. Fisgón y Escurridizo seecharon a reír. Asintieron con gestosde cabeza, como muestra deadmiración. Luego, Haw se lanzó

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hacia el Queso Nuevo. Una vez quese hartó, levantó un trozo de Quesofresco e hizo un brindis.

–¡Viva el cambio!Mientras disfrutaba del Queso

nuevo, reflexionó sobre lo que habíaaprendido.

Comprendió que en aquellosmomentos en los que temía cambiar,no había hecho sino aferrarse a lailusión de que el Queso Viejo ya noestaba allí.

Entonces, ¿qué le había hechocambiar? ¿Acaso el temor de morir

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de hambre?No pudo evitar una sonrisa al

pensar que, en efecto, eso le habíaayudado.

Luego se echó a reír al darsecuenta de que había empezado acambiar en cuanto aprendió a reírsede sí mismo y de todo lo que haciamal. Comprendió que la forma másrápida de cambiar consistía en reírsede la propia estupidez, pues sólo asípuede uno desprenderse de ella yseguir rápidamente su camino.

Era consciente de haber

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aprendido algo útil de sus amigosratones, Fisgón y Escurridizo, algoimportante sobre seguir adelante.Ellos procuraban que la vida fuesesimple. No analizaban en exceso nisupercomplicaban las cosas. Encuanto cambió la situación y elQueso cambió de sitio, ellos tambiéncambiaron y se trasladaron con elQueso. Eso era algo que nuncaolvidaría.

Haw también había utilizado sumaravilloso cerebro para haceraquello que los liliputienses saben

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hacer mejor que los ratones.Se imaginó a si mismo, con todo

detalle realista, encontrando algomejor…, mucho mejor.

Reflexionó sobre los errores quehabía cometido en el pasado y losutilizó para planificar para el futuro.Ahora sabía que se puede aprender aafrontar el cambio.

Se puede ser más consciente dela necesidad de procurar que lascosas sean simples, de ser flexible ymoverse con rapidez.

No hay necesidad alguna de

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supercomplicar las cosas o deconfundirse uno mismo contemerosas creencias.

Hay que permanecer atento paradetectar cuando empiezan lospequeños cambios y estar así mejorpreparado para el gran cambio quepuede llegar a producirse.

Conocía ahora la necesidad deadaptarse con mayor rapidez, pues siuno no se adapta a tiempo, es muyposible que ya no pueda hacerlo.

Debía de admitir que el mayorinhibidor del cambio se encuentra

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dentro de uno mismo, y que nadapuede mejorar mientras no cambieuno mismo.

Y, quizá lo más importante, sedio cuenta de que siempre hay Quesonuevo ahí fuera, tanto si uno sabereconocerlo a tiempo como si no. Yque uno se ve recompensado con élen cuanto se dejan atrás los temores yse disfruta con la aventura.

También sabía que es necesariorespetar algunos temores, capaces deevitarle a uno el verdadero peligro.Pero ahora comprendía que la

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mayoría de sus temores eranirracionales y que le habíanimpedido cambiar cuando más lonecesitaba.

En su momento no le gustóadmitirlo, pero sabía que el cambiohabía resultado ser una bendicióndisfrazada, puesto que le condujo aencontrar un Queso mejor.

Había descubierto incluso unamejor parte de sí mismo.

Al recordar todo lo aprendido,pensó en su amigo Hem. Se preguntósi habría leído algunas de las frases

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escritas en la pared del depósito Q ya lo largo de todo el camino seguidoa través del laberinto.

¿Había tomado Hem la decisiónde desprenderse del pasado y seguiradelante? ¿Había entrado en ellaberinto y descubierto que podíamejorar su vida?

¿O se encontraba todavíaparalizado porque no queríacambiar?

Haw pensó en regresar aldepósito de Queso Q, para ver sipodía encontrar a Hem, confiando en

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su capacidad para regresar de nuevohasta aquí. Penso que si hablaba conHem podría mostrarle como salir dela difícil situación en que se hallaba.

Pero entonces comprendió que yahabía intentado que su amigocambiara.

Hem tendría que encontrar supropio camino, ir más allá de suspropias comodidades y temores. Esoera algo que nadie podría hacer porél, de lo que nadie podríaconvencerlo. De algún modo teníaque comprender la ventaja de

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cambiar por sí mismo.Haw sabía que había dejado

atrás un rastro para Hem, y que siéste quería, encontraría el caminolimitándose a leer las frases escritasen la pared.

Se acercó ahora a la pared másgrande del depósito de Queso N yescribió un resumen de todo loaprendido. Dibujó primero un grantrozo de queso y en su interiorescribió las frases. Luego, al repasarlo escrito, sonrió:

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El cambio ocurreEl Queso no cesa de moverse

Anticípate al cambioPrepárate para cuando se

mueva el Queso

Controla el cambioOlfatea el Queso con

frecuenciaPara saber cuando se vuelve

rancio

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Adáptate al cambio conrapidez

Cuanto más rápidamente teolvides del Queso Viejo,

antes podrás disfrutar delQueso Nuevo

CambiaMuévete con el Queso

¡Disfruta del cambio!Saborea la aventura y

disfruta del sabor del Queso

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Nuevo

Prepárate para cambiar conrapidez y para

disfrutarlo una y otra vezEl Queso no cesa de moverse

Haw comprendió lo lejos quehabía llegado desde la última vezque estuviera con Hem, en eldepósito de Queso Q, pero sabía quele resultaría muy fácil volver atrás sise dormía en los laureles. Así que

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cada día inspeccionaba con atenciónel depósito de Queso N, paracomprobar en que estado seencontraba su Queso. Estabadispuesto a hacer todo lo que pudierapara evitar verse sorprendido por uncambio inesperado.

Aunque disponía de un gransuministro de Queso, realizófrecuentes salidas por el laberinto,dedicándose a explorar zonasnuevas, para mantenerse en contactocon lo que estaba sucediendo a sualrededor. Sabía que era mucho más

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seguro conocer lo mejor posible lasverdaderas alternativas de quedisponía, antes de aislarse en su zonade comodidad.

En una de tales ocasiones,escuchó lo que le pareció el sonidode un movimiento allá al fondo, enlos recovecos del laberinto. Amedida que el sonido se hizo másintenso, se dio cuenta de que seacercaba alguien.

¿Podía ser Hem, quellegaba?¿Estaría a punto de doblar laesquina más cercana?

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Haw rezó una breve plegariapara sus adentros y se limitó aconfiar, como tantas veces hicieraúltimamente, en que quizá, por fin, suamigo fuera finalmente capaz de…

¡Moverse con elqueso y disfrutarlo!

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Un debate

Algo más tarde, ese mismo día

Varios le dieron las gracias y leaseguraron que sacarían buenprovecho de aquella narración.

–¿Qué os parecería si nosreuniéramos más tarde paracomentarla un poco? –

le planteó Nathan al grupo.La mayoría de ellos contestaron

que les encantaría hablar sobre lo

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que acababan de escuchar, así quedispusieron encontrarse más tardepara tomar una copa antes de cenar.

Esa noche, reunidos en el salóndel hotel, empezaron a bromear unoscon otros acerca de encontrar su“Queso” y verse a sí mismos metidosen el laberinto.

Entonces, con toda naturalidad,Angela preguntó a los miembros delgrupo:

–Y bien, ¿quiénes erais cada unode vosotros en la narración?¿Fisgón,Escurridizo, Hem o Haw?

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–Precisamente esta tarde medediqué a pensar en eso –contestoCarlos–.

Recuerdo con claridad unaépoca, antes de que iniciara miempresa de artículos deportivos, enla que tuve un duro encontronazo conel cambio.

“En aquella situación no fuiFisgón, desde luego, porque nohusmeé la situación ni detecté atiempo el cambio que se estabaproduciendo y ciertamente tampocofui Escurridizo: no entré en acción

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inmediatamente.“Más bien fui como Hem, que

quería permanecer en territorioconocido. Lo cierto es que… Locierto es que no quería tener nadaque ver con el cambio. Ni siquieradeseaba verlo.

Michael, para quien el tiempo noparecía haber transcurrido desde losaños que él y Carlos fueron tanbuenos amigos en la escuela,preguntó:

–¿De qué estas hablando, amigo?–De un inesperado cambio de

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trabajo –contestó Carlos.–¿Te despidieron? –preguntó

Michael echándose a reír.–Bueno, digamos que no quería

salir ahí fuera a buscar QuesoNuevo. Creí tener una buena razónpor la que el cambio no me ocurriríaa mi. Así que, cuando sucedió, mesentí bastante alterado.

Algunos de los antiguoscompañeros, que habían guardadosilencio al principio, se sintieronmás cómodos ahora y empezaron ahablar, incluido Frank, que

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pertenecía a las Fuerzas Armadas.–Hem me recuerda a un amigo

mío –dijo Frank–. Iban a cerrar sudepartamento, pero él no quiso darsepor enterado. No hacían más queresituar a su gente en otrosdepartamentos. Todos tratamos deconvencerlo de las múltiplesoportunidades que existían en laempresa para quienes estuvierandispuestos a ser flexibles, pero a élno le pareció necesario cambiar. Fueel único sorprendido cuandofinalmente cerraron su departamento.

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Ahora lo esta pasando muy mal,tratando de adaptarse a un cambioque no creía que pudiera producirse.

–Yo tampoco creía que pudierasuceder a mí –dijo Jessica–, pero locierto es que también han cambiadomi “Queso” de sitio en más de unaocasión, sobre todo en mi vidapersonal, aunque de eso podemoshablar más tarde si queréis.

Algunos del grupo se echaron areír, excepto Nathan.

–Quizá se trate precisamente deeso –dijo Nathan–. El cambio es algo

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que nos ocurre a todos. Me habríagustado que mi familia escucharamucho antes esta fábula del Queso.Lamentablemente, no quisimos verlos cambios que se nos avecinabanen nuestro negocio y ahora ya esdemasiado tarde, porque vamos atener que cerrar muchas de nuestrastiendas.

La noticia sorprendió a muchosmiembros del grupo, convencidos deque Nathan era muy afortunado pordirigir un negocio en cuyosbeneficios y buena marcha podía

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confiar, año tras año.–¿Qué ocurrió? –quiso saber

Jessica–Nuestra cadena de pequeñas

tiendas se quedó repentinamenteanticuada cuando llegaron losgrandes supermercados a la ciudad,con sus enormes existencias y bajosprecios. Simplemente, no pudimoscompetir con ellos.

“Ahora me doy cuenta de que, enlugar de ser como Fisgón yEscurridizo, fuimos como Hem. Nosquedamos donde estabamos y no

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cambiamos. Tratamos de ignorar loque estaba sucediendo y ahora nosvemos metidos en graves problemas.

Podríamos haber aprendido unbuen para de lecciones de Haw yaque, ciertamente, no fuimos capacesde reírnos de nosotros mismos ycambiar lo que estabamos haciendo.

Laura, que había llegado aconvertirse en una importante mujerde negocios, había escuchado conatención, pero sin intervenir. Ahoradijo:

–Esta tarde también he pensado

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en esa narración. Me pregunté comopodía ser más como Haw y ver queestaba haciendo mal, reír de mimisma, cambiar y conseguir que lascosas fuesen mejor. Sientocuriosidad –añadió tras una pausa–

¿Cuántos de los presentes tenéismiedo al cambio? –Nadie respondió,así que sugirió–: ¿Qué os parece silevantáis la mano?

Sólo se levantó una mano.–Bueno, por lo menos contamos

con una persona sincera en el grupo –dijo Laura–. Quizá os guste más la

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siguiente pregunta: ¿cuántos, de losaquí presentes, creen que los demásle tienen miedo al cambio?

Prácticamente todos levantaron lamano. Fue entonces cuando seecharon a reír.

–¿Qué nos enseña eso?–Negación –contestó Nathan.–Desde luego –admitió

Michael–. A veces ni siquiera somosconscientes de que tenemos miedo.Yo sé que lo tuve. Al escuchar elcuento por primera vez, me encantóaquella pregunta que Haw se hace en

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un momento determinado: “¿Queharía si no tuviese miedo?”.

–Lo que yo he sacado en claro –dijo Jessica– es que el cambioocurre en todas partes y que harémucho mejor en adaptarme a él conrapidez en cuanto ocurra.

“Recuerdo lo sucedido haceaños, cuando nuestra empresa vendíalas enciclopedias que producíamoscomo un conjunto de más de veintelibros. Una persona intentóconvencernos de que debíamosintroducir toda la enciclopedia en un

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solo disco de ordenador y venderlopor una fracción del precio quecobrábamos. Nos aseguró que de esemodo sería más fácil actualizar, noscostaría mucho menos que fabricar yhabría mucha más gente capaz decomprarla. Pero todos nos resistimosa aceptar la idea.

–¿Por qué os resististeis? –quisosaber entonces Nathan.

–Porque todos estabamosconvencidos de que la espina dorsalde nuestro negocio se encontraba ennuestro gran equipo de ventas,

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dedicado a visitar a la gente puerta apuerta. El mantenimiento del equipode ventas dependía de las grandescomisiones que se ganaban, graciasal elevado precio de nuestroproducto.

Llevábamos haciendo lo mismocon éxito desde hacia muchos años, ycreímos poder seguir haciéndolopara siempre.

–Quizá la historia de Hem y Hawse refiriese a eso cuando habla de laarrogancia del éxito –comentóLaura–. No se dieron cuenta de que

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necesitaban cambiar algo que hastaentonces había funcionado muy bien.

–Y pensasteis que vuestro viejoQueso era vuestro único Queso.

–En efecto, y quisimos aferrarnosa eso.

–Al pensar ahora en lo que nosocurrió, comprendo que no se trataúnicamente de que “nos cambiaran elQueso de sitio”, sino de que elQueso parece tener vida propia y,finalmente, se acaba.

“En cualquier caso, lo cierto esque no cambiamos. Pero un

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competidor si cambió y nuestrasventas se hundieron. Pasamos pormomentos muy difíciles. Ahora seestá produciendo otro gran cambiotecnológico en la industria y parececomo si en la empresa no hubieranadie dispuesto a tomar concienciade ello. Las perspectivas no son nadabuenas y creo que pronto me quedarésin trabajo.

–¡Es hora de explorar ellaberinto! –exclamó Carlos.

Todos se echaron a reír, incluidaJessica. Carlos se volvió hacia ella y

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le dijo:–Es bueno que seas capaz de reír

de ti misma.–Eso fue precisamente lo que yo

saqué en claro del relato –intervinoFrank–.

Tiendo a tomarme demasiado enserio a mí mismo. Observé comoHaw cambió

cuando finalmente pudo reír de símismo y de lo que estaba haciendo.No es nada extraño que lo llamaranHaw.

–¿Creéis que Hem cambió alguna

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vez y encontró el Queso Nuevo? –preguntó Angela.

–Yo diría que sí –contestóElaine.

–Pues yo no estoy tan segura –dijo Cory–. Algunas personas nocambian nunca, y pagan por ello unprecio muy alto. En mi consultamedica veo a gente como Hem. Sesienten con derecho a disfrutar de su“Queso”. Cuando se les arrebata, sesienten como víctimas y le echan laculpa a los otros. Enferman conmucha mayor frecuencia que aquellas

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otras personas que dejan atrás elpasado y siguen avanzando.

Entonces, casi como si hablaraconsigo mismo, Nathan dijo en vozbaja:

–Supongo que la cuestión es: ¿dequé necesitamos desprendernos yhacia qué necesitamos seguiravanzando?

Durante un rato, nadie dijo nada.–Debo admitir –siguió diciendo

Nathan– que me di cuenta de lo queestaba sucediendo con tiendas comola nuestra en otras partes del país,

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pero confiaba en que eso no nosafectaría a nosotros. Supongo que esmucho mejor iniciar el cambiomientras aún se puede, en lugar detratar de reaccionar y adaptarse a éluna vez que ha ocurrido. Quizáseamos nosotros mismos los quedebamos cambiar de sitio nuestroQueso.

–¿Qué quieres decir? –preguntóFrank.

–No dejo de preguntarme dondeestaríamos hoy si hubiéramosvendido la propiedad donde se

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hallaban instaladas nuestras viejastiendas y hubiésemos construido ungran supermercado capaz decompetir con el mejor de ellos.

–Quizá Haw se refirió a eso alescribir en la pared algo así como“Saborea la aventura y muévete conel Queso” –comentó Laura.

–Creo que algunas cosas nodeberían cambiar –dijo Frank–. Porejemplo, deseo aferrarme a misvalores básicos. No obstante, ahoracomprendo que estaría mucho mejor,si me hubiera movido antes en la

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vida, siguiendo al “Queso”.–Bueno, Michael, ha sido una

bonita parábola –intervino Richard,el escéptico de la clase–, pero ¿cómola pusiste en práctica en tu empresa?

El grupo no lo sabia aún, pero elpropio Richard también estabaexperimentando algunos cambios.Recientemente se había separado desu esposa y ahora trataba decompaginar su carrera profesionalcon la educación de sus hijosadolescentes.

–Bueno –contestó Michael–,

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pensé que mi trabajo consistíasimplemente en gestionar losproblemas cotidianos tal como sepresentaban. Lo que debía haberhecho, en realidad, era mirar haciadelante y prestar atención a lo quesucedía a mi alrededor.

“¡Y vaya si gestionaba losproblemas! ¡Durante veinticuatrohoras al día! No resultaba muydivertido estar a mi lado. Meencontraba en medio de unacompetencia feroz de la que no podíasalir.

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–Lo que hacías era gestionar –ledijo Laura–, cuando deberías habertededicado a dirigir.

–Exactamente –asintió Michael–.Entonces, al escuchar el cuento de¿Quién se ha llevado mi queso? , medi cuenta de que mi trabajo debía serel de trazar una imagen del “QuesoNuevo” que todos deseáramosalcanzar, para que pudiéramosdisfrutar cambiando y teniendo éxito,ya fuese en el trabajo o en la vida.

–¿Qué hiciste en el trabajo? –preguntó Nathan.

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–Bueno, al preguntar a la gentede nuestra empresa con quépersonajes de la narración seidentificaban, comprendí que ennuestra organización se hallabanrepresentados los cuatro personajes.Empecé a ver a los Fisgones y a losEscurridizos, a los Hem y los Haw, acada uno de los cuales había quetratar de un modo diferente.

“Nuestros Fisgones eran capacesde olfatear los cambios que seestaban produciendo en el mercado,así que nos ayudaron a actualizar

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nuestra visión empresarial. Losanimamos a identificar en que podíandesembocar aquellos cambios, encuanto a nuevos productos yservicios deseados por nuestrosclientes. Eso les encantó, y noshicieron saber que les entusiasmabatrabajar en una empresa capaz dereconocer el cambio y adaptarse atiempo.

“A los Escurridizos les gustabahacer las cosas, así que se los animóa hacerlas, basándose en la nuevavisión empresarial. Sólo necesitaban

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un poco de control para que no seapresuraran a seguir una direcciónequivocada. Se los recompensóentonces por aquellas acciones quenos aportaban Queso Nuevo, y aellos les encantó trabajar en unaempresa que valoraba la acción y losresultados.

–¿Y que me dices de los Hem ylos Haw? –preguntó Angela.

–Lamentablemente, los Hem eranlas anclas que nos dificultaban elavance –

contestó Michael–. O bien se

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sentían demasiado cómodos o bien letenían demasiado miedo al cambio.Algunos de ellos sólo cambiaroncuando captaron la visión razonableque les presentamos, en la que sedemostraba como el cambiofuncionaría en su propio beneficio.

“Nuestros Hem nos dijeron quedeseaban trabajar en un lugar en elque se sintieran seguros, de modoque los cambios habían de tenersentido para ellos y aumentar susensación de seguridad. Alcomprender el verdadero peligro que

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les acechaba si no cambiaban,algunos lo hicieron y les fue bien. Lavisión empresarial nos ayudó atransformar a muchos de nuestrosHem en Haw.

–¿Qué hicisteis con los Hem queno cambiaron? –preguntó Frank.

–Tuvimos que despedirlos –contestó Michael con pesar–.Queríamos conservar a todosnuestros empleados, pero sabíamosque si nuestro negocio no setransformaba con suficiente rapidez,todos sufriríamos las consecuencias

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y tendríamos graves problemas.“Lo mejor de todo es que, si bien

al principio nuestros Haw semostraron vacilantes, fueron lobastante abiertos para aprender algonuevo, actuar de modo diferente yadaptarse a tiempo para ayudarnos atener éxito.

“Pasaron a esperar el cambio yhasta lo buscaron activamente. Alcomprender la naturaleza humana,nos ayudaron a pintar una visiónrealista del Queso Nuevo. Una visiónque tenia sentido común

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prácticamente para todos.“Nos dijeron que querían trabajar

en una organización que diera a lagente seguridad en sí misma yherramientas para el cambio. Y nosayudaron a conservar nuestro sentidodel humor, al tiempo que íbamos trasnuestro Queso Nuevo.

–¿Y sacaste todo eso de uncuento tan sencillo? –preguntóRichard.

–No fue el cuento, sino aquelloque hicimos de modo diferente,basándonos en lo que tomamos de él

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–contestó Michael con una sonrisa.–Yo soy un poco como Hem –

admitió Angela–, así que, para mí, laparte más poderosa de la narraciónfue el momento en que Haw se ríe desus propios temores y se hace unaimagen en su mente en la que se ve así mismo disfrutando de “QuesoNuevo”. Eso le permitió adentrarseen el laberinto con menos temor ydisfrutar más de la aventura. Yfinalmente le fueron mejor las cosas.Eso es lo que casi siempre deseohacer.

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–De modo que hasta los Hemcomprenden a veces las ventajas delcambio –

comentó Frank con una sonrisaburlona.

–Como la ventaja de conseguir unbuen aumento de sueldo –añadióAngela con picardía.

Richard, que no había dejado demantener el ceño fruncido durantetoda la conversación, dijo ahora:

–Mi director no hace más quedecirme que nuestra empresanecesita cambiar.

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Creo que me quiere dar aentender que soy yo el que necesitacambiar, pero quizá no lo hayaquerido comprender así hasta ahora.Supongo que en ningún momento medi cuenta de que era eso del “QuesoNuevo”, o de lo que el directortrataba de decirme.

Oh, creo que haberlocomprendido me va a venir muy bien.

Una ligera sonrisa cruzó por lacara de Richard, que al cabo de unrato añadió:

–Debo admitir que me agrada esa

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idea de ver “Queso Nuevo” y deimaginarme disfrutando con su sabor.Eso me anima mucho. En cuanto unocomprende como se pueden mejorarlas cosas, se interesa más porconseguir que se produzca el cambio.

Quizá pudiera utilizar eso en mivida personal –añadió–. Mis hijosparecen pensar que nada en su vidadebería cambiar nunca. Supongo queactúan como Hem y que se sientencoléricos. Probablemente, temen loque les depare el futuro. Quizá no leshaya pintado una imagen muy realista

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del “Queso Nuevo”, probablementeporque ni siquiera yo mismo la hepodido ver.

El grupo guardó silencio,mientras varios de los presentespensaban en sus propias vidas.

–Bueno –dijo finalmenteJessica–, la mayoría de la gentehabla sobre puestos de trabajo, peromientras escuchaba contar la historiapensé en mi vida personal. Creo quemi relación actual es “Queso Viejo”que esta muy enmohecido.

Cory se echó a reír, mostrándose

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muy de acuerdo.–A mi me ocurre lo mismo.

Probablemente necesitodesprenderme de una mala relación.

–O, quizá, el “Queso Viejo” nosea más que viejos comportamientos–intervino Angela–. De lo querealmente necesitamosdesprendernos es delcomportamiento que provoca nuestramala relación, y pasar luego a unamejor forma de pensar y de actuar.

–Buena observación –reaccionóCory–. El queso nuevo puede ser una

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relación nueva con la misma persona.–Empiezo a pensar que en todo

esto hay mucho más de lo que meimaginaba

–dijo Richard–. Me gusta la ideade desprenderme del comportamientoantiguo, en lugar de dejar la relación.Repetir el mismo comportamiento nohará sino obtener los mismosresultados.

“Por lo que se refiere al trabajo,quizá en lugar de cambiar de puestode trabajo debería cambiar mi formade hacer el trabajo. Probablemente,

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si lo hubiera hecho antes así, ahoraya ocuparía un mejor puesto” Becky,que vivía en otra ciudad, pero quehabía vuelto para participar en lareunión dijo:

–Mientas escuchaba la narracióny los comentarios que hacíais, no hepodido evitar reír de mi misma. Hesido una Hem durante mucho tiempo,temerosa del cambio. No sabía quehubiera tanta gente que hiciera lomismo. Temo haber transmitido esaactitud a mis hijos, sin siquierasaberlo.

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“Ahora que lo pienso, me doycuenta de que el cambio puedeconducir realmente a un lugar nuevoy mejor, aunque en el momento enque se avecina no lo parezca así ytengamos miedo.

“Recuerdo lo que sucedió el añoen que nuestro hijo ingresó en elprimer curso de la escuela superior.El trabajo de mi esposo nos obligó atrasladarnos desde Illinois a Vermonty nuestro hijo se alteró bastanteporque tenía que dejar a sus amigos.Era muy buen nadador y la escuela

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superior de Vermont no contaba conequipo de natación. Así que se enojómucho con nosotros por obligarlo aacompañarnos.

“Resultó que se enamoró de lasmontañas de Vermont, empezó aesquiar, ingresó en el equipo deesquí del colegio y ahora vivefelizmente en Colorado.

“Si todos hubiéramos disfrutadojuntos de esta historia del Queso,tomando una buena taza de chocolatecaliente, le habríamos ahorradomucho estrés a nuestra familia.

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–En cuanto regrese a casa se lacontaré a mi familia –dijo Jessica–.Les preguntaré a mis hijos quiéncreen que soy, si Fisgón, Escurridizo,Hem o Haw; y quiénes creen serellos mismos. Podemos hablar sobrelo que nuestra familia percibe comoQueso Viejo y cuál podría ser paranosotros el Queso Nuevo.

–Esa si que es una buena idea –admitió Richard, sorprendiendo atodos, incluso a sí mismo.

–Creo que me voy a parecer mása Haw –comentó Frank–. Procuraré

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cambiar de sitio con el Queso ydisfrutarlo. Y también les voy acontar esta narración a mis amigos, alos que les preocupa abandonar elEjercito y lo que ese cambio puedesignificar para ellos. Eso podríaconducirnos a algunas discusionesbastante interesantes.

–El caso es que así fué comomejoramos nuestra empresa –dijoMichael–.

Mantuvimos varias reuniones deanálisis acerca de lo que podíamossacar en limpio de la fábula del

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Queso y como podíamos aplicarla anuestra propia situación.

“Fue estupendo porque, alhacerlo así, tuvimos a nuestradisposición una forma de hablar y deentendernos acerca de cómo afrontarel cambio que hasta resultó divertida.Fue algo muy efectivo, sobre tododespués de que empezara adifundirse más profundamente por laempresa.

–¿Qué quieres decir con eso de“más profundamente”? –preguntóNathan.

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–Bueno, cuanto más lejosllegábamos en nuestra organización,tanta más gente encontrábamos con lasensación de tener menos poder.Comprensiblemente, sentían mástemor ante lo que el cambio pudieraimponerles desde arriba. Por eso seresistían al cambio.

“En resumidas cuentas, que uncambio impuesto despiertaoposición. Pero cuando compartimosla narración del Queso conprácticamente todos los quetrabajaban en nuestra organización,

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eso nos ayudó a transformar nuestraforma de considerar el cambio.Ayudó a todos a reír, o al menos asonreír ante los viejos temores y aexperimentar el deseo de seguiradelante.

“Sólo desearía haberlaescuchado antes –terminó diciendoMichael.

–¿Cómo es eso? –preguntóCarlos.

–Porque resulta que cuandoempezamos a hacer frente a loscambios, el negocio iba ya tan mal

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que tuvimos que despedir a parte delpersonal, como ya he dicho antes,incluidos algunos buenos amigos.Fue algo muy duro para todosnosotros. Sin embargo, los que sequedaron, y también la mayoría delos que tuvieron que marcharse,dijeron que la narración del Quesoles había ayudado mucho a ver lascosas de modo diferente y a afrontarmejor las situaciones.

“Los que tuvieron que marcharsey buscar un nuevo puesto de trabajodijeron que les resultó duro al

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principio, pero que recordar lanarración que les habíamos contadoles había ayudado.

–¿Qué fue lo que más les ayudo?–preguntó Angela.

–Una vez que dejaron atrás sustemores –contestó Michael–, medijeron que lo mejor de todo fue elhaberse dado cuenta que ahí fuerahabía Queso Nuevo que,simplemente, estaba esperando a quealguien lo encontrara.

“Dijeron tener una imagen delQueso Nuevo en su mente, viéndose

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a sí mismos progresando en un nuevopuesto de trabajo, lo que los hizosentirse mejor y les ayudó a realizarmejores entrevistas laborales y aobtener mejores puestos.

–¿Y qué me dices de la gente quepermaneció en tu empresa? –preguntóLaura.

–Bueno –contestó Michael–, enlugar de quejarse por los cambioscuando se producen, la gente selimita a decir ahora “Ya han vuelto allevarse el Queso.

Busquemos el Queso Nuevo”.

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Eso nos ahorra mucho tiempo yreduce el estrés.

La gente que hasta entonces sehabía resistido no tardó encomprender las ventajas de cambiary hasta ayudaron a producir elcambio.

–¿Por qué crees que cambiaron?–preguntó Cory.

–Cambiaron en cuanto varió lapresión de sus compañeros ennuestra empresa. –Después de mirara los presentes, preguntó–: ¿Quécreéis que sucede en la mayoría de

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organizaciones en las que habéisestado, cuando la alta direcciónanuncia un cambio?¿Os parece que lamayoría de la gente dice que esecambio es una gran idea o una malaidea?

–Una mala idea –contestó Frank.–En efecto –asintió Michael–. ¿Y

por qué?–Porque la gente quiere que las

cosas sigan igual –contestó Carlos–,y está convencida de que el cambioserá malo para todos ellos. En cuantoalguien dice que el cambio es una

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mala idea, los demás dicen lo mismo.–Así es. Cabe incluso la

posibilidad de que no sientanrealmente de ese modo

–corroboró Michael–, pero semuestran de acuerdo con tal dellevarse bien con los demás. Esa esla clase de presión de loscompañeros que lucha contra elcambio en cualquier organización.

–¿Cómo cambiaron las cosasdespués de que la gente escucharaesta narración del Queso? –preguntóBecky.

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–La presión de los compañeroscambió –contesto Michael–,¡sencillamente porque nadie queríaparecer un Hem!

Todos se echaron a reír.–Querían husmear los cambios y

detectarlos con antelación, ponerserápidamente manos a la obra en lugarde demostrar indecisión y quedarseatrás.

–Es una buena consideración –dijo Nathan–. En nuestra empresanadie quiere parecer un Hem. Con talde no serlo, hasta puede que

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cambien. ¿Por qué nos has contadoesta fábula en nuestra última reunión?Esto podría funcionar.

–Puedes tener la seguridad deque funciona –reafirmó Michael–.Funciona mejor, claro está, cuandotodos los miembros de unaorganización conocen el relato, tantosi se trata de una gran empresa comode un pequeño negocio o de lafamilia, porque una organizaciónsólo puede cambiar cuando hay enellas suficientes personas dispuestasa cambiar.

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Luego, tras una pausa, les ofrecióuna última idea:

–Al darnos cuenta de lo bien quehabía funcionado para todosnosotros, empezamos a contarle lahistoria a todos aquellos con los quehacíamos negocios, conscientes deque ellos también tenían que vérselascon el cambio. Les sugerimos quenosotros podíamos ser su “QuesoNuevo”, es decir, mejores socios quecontribuyeran a su propio éxito. Yeso, en efecto, nos condujo a nuevosnegocios.

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Aquello le dio a Jessica algunasideas y le recordó que a la mañanasiguiente tenía que hacer variasllamadas de ventas a una hora muytemprana. Miró su reloj y dijo:

–Bueno, creo que ya va siendohora de que me retire de estedepósito de Queso y encuentre algode Queso Nuevo.

Todos se echaron a reír einiciaron las despedidas. Muchos deellos deseaban continuar con laconversación, pero tenían quemarcharse. Al hacerlo, le dieron de

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nuevo las gracias a Michael.–Me alegro mucho de que este

cuento os haya parecido tan útil –lesdijo–, y confío en que pronto tengáisla oportunidad de contárselo a otros.