que me bese con besos de su boca…” reflexiones … · reflexiones acerca del placer y el...
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TOMO II: Revista Digital Non Nobis; Tradición, Filosofía Y Enigmas ISSN – 0719-33964
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I “QUE ME BESE CON BESOS DE SU BOCA…” REFLEXIONES ACERCA DEL PLACER Y EL EROTISMO EN EL ENCUENTRO CON EL “OTRO AMADO” EN LA MÍSTICA MEDIEVAL Y SU ACTUALIDAD.
Jorge Omar Silva Flores*
Resumen: el texto que presento, no es ni pretende ser un estudio acerca de los místicos y místicas del medioevo, son solo unas reflexiones, realizadas desde la experiencia de encuentro con “Lo Divino” y del acercamiento a los textos que nos han legado estos hombres y mujeres, que en tiempos, que muchos consideran “oscuros”; salieron por los caminos, quizás no geográficos, pues muchos nunca dejaron sus monasterios, o las ciudades en que habitaron, sino los caminos del espíritu, aquellos que recorrían tantos y tantas que no tenían los medios para ir a Jerusalén, a Roma o a Compostela, pero que soñaban con mayores alturas, sin otra luz ni guía, sino la que ardía en sus corazones inquietos, inflamados de amor a Dios y su creación.
Hombres y mujeres, de diversas edades, clérigos, monjes, monjas, laicos, nobles, y siervos, la experiencia mística no hace distinciones, y es en este “espacio”, situado fuera del tiempo y del espacio normal del ser humano, situado en el eterno presente del hoy de Dios, donde estos hombres y mujeres, viven la plenitud de la libertad, y una experiencia de amor, de “placer divino”, que a ojos de muchos de sus contemporáneos seguramente parecía más cercana a la herejía y al pecado, que al encuentro con Dios.
Estas son unas breves reflexiones, que buscan encontrarse con esas experiencias, y tomar algo de ellas, para nuestro presente.
* Jorge Omar Silva Flores, Teologo por la Pontificia Universidad Catolica de Chile, Tesista del programa de Magister en Historia, mencion Historia de Chile de la Universidad de Santiago de Chile. [email protected]
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El hombre o la mujer que vive una experiencia de cercanía con “Lo Divino”, de ver
como Moisés a Dios en la zarza ardiente, o como el profeta de ser testigo del paso de Dios
en una brisa suave, que experimenta el fenómeno místico, “el alma”, en la tradición cristiana
se identifica con dos figuras femeninas, María Magdalena y la esposa del Cantar de los
Cantares, ambas por tradición o por lo que nos presenta la sagrada escritura, figuras
cargadas de sensualidad y erotismo.
Esta identificación se refleja en el lenguaje de quienes viven una experiencia mística,
quienes desafiando estereotipos epocales, de género, relacionales, dan nuevos sentidos a
palabras y acciones; en nuestra época cargada de un fuerte erotismo sin sentido, donde lo
religioso aparece como extemporáneo, la recuperación del lenguaje simbólico erótico –
amoroso de la mística, puede representar una oportunidad para resignificar nuestras propias
experiencias de lo amoroso, de igual manera, puede ayudarnos en la recuperación del
significado profundo de la vivencia del placer de los sentidos como parte de la experiencia
de encuentro con “Lo Divino” y a partir de allí, construir nuevas formas de hacer y ser
historia y vivir nuestra humanidad en mayor plenitud.
Si bien el alma busca encontrarse con el amado, que es el absolutamente otro, al
producirse el encuentro toma un papel pasivo, que en las concepciones tradicionales de
género se identifica con lo femenino, así como Cristo en la cruz asume nuestra debilidad, los
místicos hombres asumirán la, aparente, debilidad del género femenino, para ir al encuentro
de lo divino.
“Que me bese con besos de su boca, porque mejor es tu pecho que el vino…”,
“porque mejores que el vino son tus amores…” (Según otra traducción), así se inicia el libro
denominado “canticum canticorum”, algo así como “el cantico más grande entre los
canticos” o el “cantico más hermoso entre los canticos” atribuido por la tradición a
Salomón, personaje arquetípico de la sabiduría en Israel.
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Salomón y la reina de Saba, obra de Pellegrino Tibaldi, circa 1586
Biblioteca de san Lorenzo de El Escorial
Este “Canticum canticorum” resulta un fenómeno curioso en medio de los textos
bíblicos del Antiguo Testamento, es extraño encontrarse con esta serie de poemas
amorosos, eróticos, que parecen tener ninguna referencia al Dios de Israel, algún tipo de
enseñanza moral, o religiosa, sino que tan solo nos presentan el drama, siempre actual, de
dos enamorados: la búsqueda que la “Amada” hace de su “Amado” y el deseo, similar a ese
“Desiderio desideravit”1 de Cristo en la fiesta de la pascua (Lc. 22, 15), por encontrarse, por
unirse con aquel que es “Amado”; búsqueda similar a la de Marida de Magdala, que va y
viene desde y hacia el sepulcro la mañana del día de la resurrección, en busca del cuerpo,
que ella cree, sin vida, de su bien amado Rabbuni, de su “Maestro”.
Del mismo modo que el cantar de los cantares se apropia de una forma de escritura
que quizás podríamos calificar de “pagana”, los místicos y las místicas del Medioevo se
apropian del lenguaje “cortes” para dar cuenta de sus experiencias, un lenguaje amoroso, de
conquista, de aventura por alcanzar el objeto del amor, muchas veces también de erotismo;
la experiencia mística es una experiencia profundamente humana, enraizada en el
corazón del hombre, que lo lleva a buscar la unión con el absoluto.
Sin duda ese gran anhelo – deseo de encontrarse con el amado, no es ni puede ser
solo espiritual, sino también físico, el ser humano no es solo espíritu es también una
1 Et ait illis: “Desiderio desideravi hoc Pascha manducare vobiscum, antequam patiar. Dico enim vobis: Non manducabo illud, donec impleatur in regno Dei” / “… y les dijo a ellos: “he deseado con un gran deseo comer esta pascua con ustedes. Porque les digo a ustedes: no volveré a comer de ella, hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lc. 22, 15) [la traducción es mía]
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corporalidad, del mismo modo que Cristo se hace “Carne”, su búsqueda no puede ser
desencarnada, como se nos muestra en el dialogo entre Jesús resucitado y Magdalena
en el huerto fuera del sepulcro, Magdalena quiere abrazar a su Señor, quien se lo impide,
“noli me tenere”2 – “no me toques” – se trata de un encuentro deseado, que al concretarse,
involucra el gozo de los sentidos, el placer de la plenitud del sentirse amado, de ser
transformado(a) en el amor de quien sabemos nos ama, Juan de la Cruz, a medio camino
entre el Medioevo y los tiempos modernos, nos dirá que es:
“amada en el amado transformada”
o como nos relatara Hadewijch de Amberes las palabras de un ángel que le habla en
una visión:
“ahora mírame unido en unidad a tu amado, y tu eres mi amada, amada conmigo”
(Hadewijch, Visiones 4, lin. 72 – 82)
“Noli me tangere” obra de Tiziano, circa 1512
2 Dicit ei Iesus: “Mulier, quid ploras? Quem quaeris?”. Illa, existimans quia hortulanus esset, dicit ei: “Domine, si tu sustulisti eum, dicito mihi, ubi posuisti eum, et ego eum tollam”. Dicit ei Iesus: “Maria!”. Conversa illa dicit ei Hebraice: “Rabbuni!” — quod dicitur Magister. Dicit ei Iesus: “Iam noli me tenere, nondum enim ascendi ad Patrem; vade autem ad fratres meos et dic eis: Ascendo ad Patrem meum et Patrem vestrum, et Deum meum et Deum vestrum” / “Dijo Jesus a ella: “mujer, que lloras? Que quieres?. Ella, pensando que era el que cuidaba ese jardín, le dice: “Señor, si tu lo tomaste, dimelo, donde lo pusiste, y yo me lo llevo. Jesus le dice a ella: “Maria!”. Dandose cuenta ella le dice en hebreo “Rabunni”- que significa Maestro – Jesus le dice “no me retengas que aun no he ascendido al padre; ve donde mis hermanos y diles a ellos: “Subo a mi Padre y Padre de ustedes, mi Dios y Dios de ustedes” [la traducción es mia] (Juan 20, 15 – 17), μὴ μoυ ἅ πτoυ en el texto griego, algo asi como “no me retengas”
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Del texto del Cantar beberán la mayor parte de los y las místicas del Medioevo,
primero aquellos que cercanos o pertenecen al mundo cisterciense, luego dominicos y
franciscanos y sus “órdenes terceras”; y luego (ya a medio camino hacia los tiempos
modernos) aquellos que se sitúan en torno al Carmelo teresiano – sanjuanista; y con la
amada del Cantar y la Magdalena, amante y penitente, se identifica la mujer o el hombre
que vive una experiencia mística, ese encuentro con el “absolutamente otro”, en que se
conjugan el gozo del encuentro y el dolor de la búsqueda que parece hacerse eterna.
“¿Adónde te escondiste, amado, y me dejaste con gemido? Como el ciervo huiste, habiéndome herido;
salí tras ti, clamando, y eras ido”
(Juan de la Cruz, Cantico, estrofa 5)
Como en la vida y la experiencia de amor, los momentos de “encuentro” y de
gozo suelen ser breves, seguidos por sequedades y dolores; es indudable que cuando se
produce el encuentro y el alma que ama llega a ser, como dice san Juan de la Cruz,
“amada en el amado transformada”, se produce una experiencia de placer sensorial –
sensual, que a muchos, quizás desde ópticas conservadoras, les podría parecer
escandalosa y alejada de lo que se espera, o de lo que se supone, debe ser la experiencia
mística o de “santidad”, se produce la compresión de la voluntad del amado, pero también
se experimentan los más grandes y peores momentos de desolación, el mismo Amado se
lo manifiesta a Hadewijch de Amberes:
“Te daré la comprensión de mi voluntad y el arte del verdadero amor y de sentirte
unida a mí, a veces, en las tormentas de Amor”
(Hadewijch, Visiones,1, lin. 386 – 389)
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La experiencia amorosa, de sentirse amado o amada, sin merecerlo, es tan diversa
como diversas son las vivencias de quienes llegan a encontrarse con el Amado, “Lazo”,
“Luz”, “Carbón”, “Fuego”, “Roció”, “Fuente viva”, “Infierno”, según Hadewijch, en
consonancia con Beatriz de Nazaret, son los 7 modos del amor, 7 nombres, 7 experiencias.
La Beata Ludovica Albertoni, en extasis. Obra de Bernini, que adorna el sepulcro de la Beata,
en la Iglesia de San Francesco A Ripa, en Roma.
La desolación que se produce después de haber experimentado la plenitud del amor
y del placer del encuentro con el amado, es tan profunda y tanto el dolor del alma
amante de no encontrarse con aquel que es el fin último de su búsqueda, que la misma
Hadewijch señala que el séptimo nombre del amor, y el más alto, es “infierno”:
“El Séptimo nombres es Infierno
De este amor del que experimento el tormento
Pues no hay nada que amor no engulla y dañe.
Y nadie que en él cae
Y que él atrapa puede librarse
Pues no acuerda gracia alguna.
Y como el infierno todo lo arruina,
no se alcanza en el amor otra cosa
Que tortura sin piedad,
ni un instante de reposo,
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Siempre un nuevo asalto, persecución nueva
Ser devorado por completo, engullido
En su esencia abismal
Encontrarse incesantemente en el ardor y el frio
En la profunda y alta tiniebla del amor
Esto supera los tormentos del infierno
En que ha conocido a amor y sus idas y venidas
Ha experimentado y puede entender
Porque es verdaderamente apropiado
Que Infierno sea el más alto de los nombres de Amor.”
(Hadewijch, Poemas en rima mixta, 16, lin. 149 – 168)
La experiencia amorosa, se vive como una constante persecución, encuentros y
partidas, gozos y dolores, “como todo placer una vez acabado da dolor…” nos dirá siglos
más tarde Jorge Manríquez, todo se contiene en el instante supremo, situado quizás fuera del
tiempo y del espacio humanos, pero no ajeno a ellos, en un lugar espacio temporal del eterno
presente de la divinidad, un “kairos” de encuentro y unión, la transverberación, ese éxtasis
especie de experiencia orgásmica, que Teresa de Ávila describe diciendo que un ángel “de
los muy subidos le atraviesa el corazón con una saeta encendida y al retirarla le arranca las
entrañas”, quizás una experiencia parecía haya sido vivido Francisco de Asís al recibir los
estigmas, similar es la descripción que nos deja la “Vita” de Beatriz de Nazaret, que
coincide con el éxtasis de Teresa de Ávila, conocido como la Transverberación:
“… tras permanecer un rato allí en paz de corazón y dulzura de la mente, al
irrumpir el canto del aleluia, el Señor de eterna misericordia atravesó de pronto su
alma con el fuego de su amor con una lanza ardiente, y con la gran fuerza de la
embestida la penetro como con una espada llameante y la voz del Señor alcanzo
clamorosa su alma, dándole a conocer por indicios seguros que había sido
especialmente escogida…”
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(Beatriz de Nazaret, Vita, II, 9, 170)
Representación litográfica de la experiencia narrada por Beatriz de Nazaret
La Transverberación de Teresa de Ávila
Obra de Bernini
“Nos creaste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no repose en
ti…” nos dice san Agustin, sin lugar a dudas los místicos, sean ortodoxos o heterodoxos,
como Teresa de Ávila, Beatriz de Nazaret, Hadewijch, Hildegard, Juan de la Cruz,
Francisco de Asís, Aelredo, los místicos de la tradición del Cristianismo Oriental, así
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como toda la humanidad van buscando ese encuentro con el amor, siguiendo por la
misma ruta de encuentro, de gozo, compartido con sequedades, dolores y abandonos,
su experiencia en determinado momento solo puede desembocar en un Silentium misticum:
“NIHIL, NIHIL, NIHIL” anotara Juan de la Cruz en el único camino que conduce a la
cumbre del Carmenlo, “donde solo habita la gloria de Dios”; o como nos dice Matilde de
Magdeburgo:
“las voces del amor y el dulce sonido del corazón deben ser silenciados, pues no
hay mano humana que pueda describirlo”
(Matilde de Magdeburgo)
Santa Matilde de Magdeburgo o de Hackemborn, Abadesa del monasterio cisterciense de Helfta, hermana de santa Gertrudis la
Grande.
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A modo de conclusión
El gozo y el dolor son experiencias que todo ser humano ha vivido, son
experiencias que nos marcan, son experiencias que muchas veces están asociadas a
momentos en que nuestras vidas se encuentran con la mano poderosa de Dios que
interviene en nuestras historias, las alegrías, las tristezas, el dolor, la esperanza, el amor,
aparecerán asociados a la experiencia de encuentro entre Dios y el ser humano.
Sin embargo resultaría interesante preguntarnos acerca del “porque” conceptos
como cuerpo, erotismo, sexualidad, sensualidad, sexo, placer, suelen aparecer en la
tradición cristiana como sinónimos de pecado, como conceptos lejanos de aquello que es
bueno y querido por Dios, como realidades alejadas de la santidad y por lo tanto del
encuentro con “lo Divino”, y más bien cercanas a la corrupción del cuerpo, a la
animalidad, y a la condenación; y es más siendo utilizados de manera tal que sirven para
desprestigiar a personas o instituciones.
En el cristianismo parece no existir una real y positiva valoración de la sexualidad
y de la corporalidad; olvidando que Cristo, el verbo de Dios se hizo “CARNE” semejante en
todo a nosotros, incluyendo nuestras pasiones, salvo en el pecado. Este rechazo dista mucho
de las experiencias de estos hombres y mujeres, que, ya sea, en las incipientes ciudades, en
la soledad del monasterio, en medio del camino a Jerusalén o a Compostela, participan de la
experiencia de un encuentro cercano y amoroso, con el Dios de la vida, al respecto el
teólogo Mike Van Treek, en su tesis acerca del “placer en la Biblia hebrea”, nos dice:
… en las escuelas de teología como en las iglesias, no se ha valorado a qué nivel la
sexualidad – en el sentido amplio del término – es crucial para la humanización del
ser humano. Más bien se ha sospechado – porque ella es fuente del placer – de ser
el lugar donde el ser humano es remitido a la animalidad que hay en él. Esta
sospecha es más bien el velo detrás del cual se esconde el miedo a la libertad
interior que despierta y sustenta la exultación del encuentro autentico en el cuerpo
a cuerpo con el otro…
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(Mike Van Treek Nilson, 2010, pág. 10)3
Un reencuentro con la experiencia mística de amar y sentirse amado, de gozar del
placer divino del encentro con otro que “sabemos nos ama”, y que también sabemos se hace
presente en la experiencia de encuentro con otro semejante a nosotros en humanidad, nos
podría ayudar a tener una valoración positiva, sin sospechas, sin velos, en nuestras iglesias,
en el mundo cristiano, acerca de todo lo que tiene relación con el placer, con el cuerpo, con
los sentidos, y asi evitar que se nos señale como unos moralistas que condenan en los demás
como pecadores y pervertidos, mientras ocultamos perversiones, estas si peligrosas y
dañinas, de los que forman parte de las filas de las jerarquías eclesiásticas, como ha
ocurrido en la actualidad con la Iglesia católica4.
Un reencuentro con la mística cortes del medioevo, nos ayudaría a pensar al ser
humano en su complejidad, sin intentar separar cuerpo y espíritu, ya que sobre todo las
mujeres misticas nos enseñan que el encuentro con Dios no puede excluir la dimensión
corporal, el gozo que podemos apreciar en las representaciones de la transverberación de
santa Teresa de Jesús, las enfermedades que afectaban a Hildegard cuando no obedecía con
prontitud una orden divina.
Debemos dejar de temar a las demostraciones de los afectos, el cisterciense san
Aelredo aconsejaba a sus monjes tomarse las manos y abrazarse; en medio de nuestra
sociedad llena de ruidos debemos dejar de temer a los silencios en que Dios habla a los seres
humanos, o esos silencios en que simplemente nos ama, y en que los seres humanos nos
amamos entre nosotros; debemos dejar de temer, dejarnos Amar, dejar de “hacer” y dejar
que Dios haga, debemos, como estas mujeres de la edad media, cesar toda actividad, para
dejar que Dios actue.
Quizás así podamos pensar y pensarnos de maneras distintas, relacionándonos con lo
divino desde lo que somos, no desde lo que suponemos deberíamos ser, en y con la libertad
de los Hijos de Dios, con la libertad de los místicos del medioevo, de los monjes, de las
3 El texto de Mike Van Treek, “Expresión literaria del placer en la biblia hebrea”, es citado de acuerdo a una copia que me fuera entregada de manera personal por el autor, por lo cual la numeración de sus páginas seguramente difiere del texto publicado por Editorial Verbo Divino, España, al que no he tenido acceso. 4 Es importante distinguir o quizás aclarar, el concepto de “Iglesia” en su sentido más amplio y profundo hace referencia a todo el grupo de los convocados por Dios a vivir la experiencia salvífica de encontrarse con él, en un sentido más restrictivo haría referencia a aquellos que han sido bautizados y profesan su fe en una determinada “iglesia”, y de forma aún más restrictiva podría entenderse por “iglesia” a la estructura jerárquica de la organización, y principalmente a los miembros de esta estructura jerárquica.
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monjas, de los caballeros que partieron a Tierra Santa, de las Beguinas, y muchos y muchas
anónimos y anónimas, cuyo destino fue fundirse en el AMOR, de quien sabemos nos AMA.
Sin duda el reencontrarnos con las fuentes de la mística amorosa del medioevo, y
lograr por medio de ella una valoración positiva del placer de los sentidos como una
experiencia de participar anticipadamente del placer que conoceremos al ver a Dios cara a
cara, de nuestros cuerpos como lugares de encuentro con Dios, del amor humano como
participación del único y verdadero AMOR de Dios por su creación; podrá ayudarnos a
comprender el sentido más profundo y autentico de nuestra fe, de nuestras formas de amar,
de nuestro “estar” en este mundo, de esa necesidad de encontrarnos con otro, de sentirnos
amados, que nos lleva en muchos casos a salir por los caminos, como lo dice también Juan
de la Cruz, “sin otra luz ni guía, sino la que en mi corazón ardía…”, y quizás entonces
podamos aplicar correcta y concretamente las palabras que los padres conciliares del
Vaticano II utilizan al iniciar la constitución pastoral Gaudium et spes, que se refiere a la
relación entre la Iglesia y el mundo actual, y descubrir así que para encontrar el rostro
amado de Dios, no es necesario dejar el mundo, sino más bien mirar al mundo:
“Gaudium et spes, luctus et angor hominum huius temporis, pauperum praesertim et
quorumvis afflictorum, gaudium sunt et spes, luctus et angor etiam Christi discipulorum,
nihilque vere humanum invenitur, quod in corde eorum non resonet.”5
(Gaudium et Spes 1)
Miniatura que representa a alguna “Beguinas”
5 “Los gozos y las esperanzas, tristezas y angustias de los hombres de nuestros tiempo, especialmente de los pobres y toda clase de
afligidos, son gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, y nada hay verdaderamente humano, que no resuene
en el corazón de ellos.” [la traducción es mía]
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Bibliografía
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Ed. Ciudad Nueva, 2011, Madrid – España
v Cirlot, Victoria, Gari, Blanca, “La mirada interior. Escritoras místicas y
visionarias en la edad media”, Ed. Martínez Roca, 1999, Barcelona –
España.
v Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral Gaudium et Spes, sobre la
Iglesia en el mundo de hoy”.
v De Hemptinne, Therese, “La autoimagen de las mujeres copistas de libros
en los Países Bajos a fines de la edad media, a la luz de sus colofones”,
texto de conferencia dictada en el Museo Nacional Benjamín Vicuña
Mackenna, 2005.
v Dierkx, Paulo, “El fenómeno de la mistica”, s/e, 1999, Iquique – Chile.
v Dierkx, Paulo, “El mistico camino”, s/e, 1999, Iquique – Chile.
v Duby, Georges, “Mujeres del siglo XII, recordando el linaje femenino”,
Ed. Andres Bello, 1996, Santiago – Chile.
v Padvalskis, Cecilia, “Teresa de Jesús y Etty Hillesum. Dos mujeres
creyentes. Una mirada psicoanalítica desde la perspectiva del género”.
En: Mujeres, género y sexualidad, una mirada interdisciplinar. Calos
Schickendantz (Ed.), Ed. EDUCC, 2003, Córdoba – Argentina.
v Reynaud, Elisabeth, “Teresa de Avila o el placer divino”, Ed. Atlantida,
2000, Buenos Aires – Argentina.
v Van Treek, Mike, “Expresion literaria del placer en la Biblia hebrea”, s/e,
s/f, Santiago – Chile.