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FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LAS EDUCACIÓN UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Trabajo Fin de Grado Psicobiología del Aprendizaje y la Memoria: sustratos de la memoria del miedo y su extinción. Estudiante: Laura Pérez Martos Tutorizado por: Ángeles Agüero Zapata Departamento: Psicología Julio, 2015

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UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

Trabajo Fin de Grado Psicobiología del Aprendizaje y la

Memoria: sustratos de la memoria del miedo y su

extinción.

Estudiante: Laura Pérez Martos Tutorizado por: Ángeles Agüero Zapata Departamento: Psicología

Julio, 2015

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Resumen:

El presente trabajo tiene como objetivo introducir los conceptos de aprendizaje y memoria en

relación a su dinámica temporal dentro de la estructura del sistema nervioso y a las

características de los distintos sistemas en que se divide la memoria, para centrarnos después

en los aspectos moleculares, neuroanatómicos y neurofisiológicos de la formación de

fenómenos como el miedo y su extinción. Todo esto a través de una perspectiva integral y

teniendo en cuenta los distintos estudios realizados en la materia, basados en diferencias

individuales y contextuales. Además, realizamos un recorrido por la influencia concreta de

estos fenómenos en la práctica clínica, explorando, desde factores farmacológicos a terapias

tan consolidadas como la cognitivo-conductual.

Palabras clave: aprendizaje, memoria, potenciación a largo plazo, miedo condicionado,

extinción, amígdala, hipocampo, TEPT, exposición, plasticidad sináptica.

Abstract:

This review aims to introduce the concepts of learning and memory in relation to its temporal

dynamics within the structure of the nervous system and the characteristics of the different

systems where the memory is divided, to focus then on the molecular, neuroanatomical and

neurophysiological aspects, of the formation of phenomena such as fear and extinction. All

this through a holistic perspective and taking into account the various studies on the subject,

based on individual and contextual differences. In addition, we conducted a tour of the actual

influence of these phenomena in clinical practice, exploring, from pharmacological factors to

consolidated therapies as the cognitive behavioral.

Key words: learning, memory, long-term potentiation, conditioned fear extinction, amygdala,

hippocampus, PTSD, exhibition, synaptic plasticity.

3

ÍNDICE:…………………………………………………………………………………..3

1. Introducción:

1.1. ¿Cuándo hablamos de aprendizaje?...................................................……...5

1.2. Interdependencia entre aprendizaje y memoria.…………………………....5

1.3. La plasticidad cerebral y su relación con los procesos de aprendizaje y

memoria: Potenciación a largo plazo..……………………………………..6

1.4. Taxonomía de la memoria.

- Memoria implícita, no declarativa o procedimental………………............8

- Memoria explícita o declarativa..…………………………………………8

- Memoria de trabajo.………………………………………………………9

1.5. Reconsolidación, extinción y olvido.………………………………………9

2. Formación de la memoria del miedo:

2.1. ¿Dónde residen los recuerdos del miedo?

- La amígdala..………………………………………………..……………10

- El hipocampo..……………………………………………………………11

2.2. Estabilización de la memoria del miedo.

- Síntesis iniciales..………………………………………………………….12

- Transcripción y expresión génica..………………………………………..13

- Regulación post-traducción..………………………………………..…….14

2.3. Reconsolidación de la memoria del miedo..………………………………..15

2.4. Estudio de las diferencias individuales en el aprendizaje del miedo..……...15

2.5. Influencia de fuentes genéticas y ambientales en el condicionamiento del

miedo..……………………………………………………………………....17

3. Formación de la extinción de la memoria del miedo:

3.1. Características de comportamiento y teorías de la extinción..……...............18

3.2. Estructuras cerebrales implicadas..…………………………………………20

3.3. Neurotransmisión..………………………………………………………….21

3.4. Principales cascadas de señalización..………………………………………23

3.5. Expresión génica..…………………………………………………………..24

4. El miedo y la extinción como procesos fundamentales en la psicoterapia de

trastornos de ansiedad y fobias.

4.1. Reconsolidación y extinción en los trastornos de ansiedad humanos................24

4

4.2. Terapia de exposición y extinción del miedo..………………………………...26

4.3. Efectos de la oxitocina en la reconsolidación de la memoria del miedo...........27

4.4. La teoría de preparación de fobias..…………………………………………...28

4.5. Interacción entre miedo, extinción y sueño..…………………………………..29

5. Conclusiones..…………………………………………………………………………..31

6. Bibliografía..…………………………………………………………………………....33

5

1. INTRODUCCIÓN:

1.1. ¿Cuándo hablamos de aprendizaje?

Hablar de aprendizaje se trata de hablar de aquellos procesos que afectan al sistema

nervioso (SN) de forma duradera, y en los cuales nuestra conducta se va modificando a lo

largo del tiempo con razón de una adaptación a los cambios que se van produciendo en el

ambiente en el que estamos inmersos. Es una de las capacidades que, en mayor o menor

medida, poseen todas las especies, de ahí la importancia de su estudio. No obstante, el ámbito

del aprendizaje es muy extenso, y con éste, sus distintas modalidades, que incluyen desde

procesos muy elementales a otros extremadamente complejos, como el aprendizaje del

lenguaje en humanos (Aguado Aguilar, 2001).

La adaptación de la conducta a las modificaciones en el medio, viene determinada por

procesos tanto perceptivos, como cognitivos y motores. Nuestro cerebro es el encargado de

procesar todos aquellos estímulos que vienen del exterior, comparar el resultado de ese

procesamiento con la información de la que disponíamos anteriormente y establecer un

“output” o “salida” de esa nueva información a través de una respuesta motora. Dicha

utilización de la información aprendida se puede dar a nivel mental (recuerdo de un

acontecimiento, concepto, dato), o instrumental (realización manual de una tarea) (Flórez,

2005).

En relación a esta salida de información, cabe señalar que no todo aprendizaje se

traduce en actuación, existen aprendizajes silenciosos y que pueden no dar lugar a un cambio

conductual observable que nos confirme que, efectivamente, dicho aprendizaje se ha

producido. Igualmente, no todo cambio en la actuación es consecuencia del aprendizaje. Un

ejemplo de esto serían fenómenos como la maduración en el individuo, los cambios

estimulares en el ambiente o la fatiga muscular o sensorial. (Rosas, García y Callejas, 2005).

1.2. Interdependencia entre aprendizaje y memoria.

Aprendizaje y memoria son dos funciones psicológicas superiores que están

íntimamente relacionadas al constituir dos momentos temporales distintos de una serie de

procesos dados en el manejo y organización de la información que llega a nuestros sistemas

sensoriales. Por lo tanto, el aprendizaje subraya la adquisición de conocimientos y destrezas, y

el de memoria, la retención, codificación, consolidación y almacenamiento de esa

información. Sólo podemos determinar si alguien ha aprendido algo, observando si más tarde

6

lo recuerda y sólo podemos recordar un episodio o acontecimiento concreto, si almacenamos

información sobre su datación y características para futuras ocasiones.

Por lo tanto, inferimos el proceso de memoria a través del aprendizaje, dotando así de

un sentido de continuidad a nuestras vidas y definiendo lo que cada uno de nosotros somos.

1.3. La plasticidad cerebral y su relación con los procesos de aprendizaje y memoria:

Potenciación a largo plazo.

Tras el análisis de los fundamentos clave del aprendizaje, llegamos a la conclusión de

que cuánto más cambiante es el entorno en el que nos movemos, más plástica y amoldable

deberá ser nuestra conducta. Así, organismos que viven en medios diferentes y con

características determinadas, presentan también grados de plasticidad conductual diferentes.

Esto es reflejo de lo que ocurre a su vez en los circuitos neuronales del sistema nervioso.

Cuanto más plástico sea nuestro cerebro, mayor capacidad de aprendizaje tendrá un ser vivo.

Por lo tanto, la plasticidad en el número y fuerza de las conexiones neuronales se

asienta como la base física del aprendizaje y como soporte de la memoria (García Almudéver,

2008).

Ya a finales del siglo XIX, científicos como Cajal (1852-1934) estudiaron el número

de neuronas existentes en el cerebro adulto, pensando que en la formación de la memoria se

daría un posible incremento de producción de estas. Al no producirse dicho incremento, vino

la necesidad de explicar cómo la memoria podría formarse en ausencia de nuevas neuronas

que la respaldasen. Empezó a considerarse entonces que la solución radicaba en la fuerza y

efectividad de estas conexiones y no tanto en la cantidad.

Haciéndose eco de estos descubrimientos, en 1949, Donald Hebb, considerado

iniciador de la biopsicología, propuso la teoría Hebbiana, postulado de aprendizaje de Hebb o

teoría de la Asamblea Celular, donde se describe la plasticidad sináptica como mecanismo

básico por el que las neuronas pre y postsinápticas permanecerían conectadas al dispararse

juntas, y esto podría modificar determinadas estructuras del cerebro.

Más tarde, en 1966, a través de una serie de experimentos en el laboratorio de Per

Andersen, en Oslo, se realizaron estimulaciones entre células presinápticas de la vía

perforante y células granulares postsinápticas de la circunvolución dentada del hipocampo,

obteniendo un potencial postsináptico excitatorio. Siguiendo con dichos experimentos, años

más tarde, y en el mismo laboratorio, Lomo y Timothy Bliss, descubrieron que este potencial

podía ser prolongado por un largo periodo de tiempo si dichas estimulaciones se realizaban de

7

forma continua y con una alta frecuencia, lo que se conceptualizó como potenciación a largo

plazo (PLP).

Morgado (2003) señala que:

“Diferentes trabajos actuales sobre iniciación y mantenimiento de la plasticidad

sináptica en el hipocampo muestran que tanto el aprendizaje como la PLP

artificialmente inducida producen cambios morfológicos en las espinas dendríticas,

que podrían constituir la base estructural de la memoria.

En definitiva, para establecer el aprendizaje, el SN utiliza parte de los mismos

mecanismos que conforman la estructura básica de las neuronas durante el

desarrollo embrionario. La activación de los receptores NMDA promueve la

dinámica de la actina y los consecuentes cambios en el citoesqueleto que,

estabilizados posteriormente por la inducción de nuevos receptores AMPA que se

insertan en la membrana, mantienen la PLP y hacen posible la consolidación de la

memoria.” (p. 289-290).

1.4. Taxonomía de la memoria.

Innumerables intentos clasificatorios de la memoria se han realizado en base a dos

aproximaciones: la dimensión temporal de la memoria (a corto o largo plazo) y los contenidos

de la misma (declarativa o no declarativa; ambas relacionadas a su vez con la memoria a largo

plazo). Nos centraremos ahora, en analizar las más importantes atendiendo a sus

características conductuales y a las estructuras cerebrales implicadas. Dicha clasificación

queda abajo reflejada en la Figura 1.

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Figura 1. Taxonomía de la memoria según Jesús Flórez, Director del Laboratorio de

Neurobiología del Desarrollo, Universidad de Cantabria (2005).

Memoria implícita, no declarativa o procedimental:

Se trata de la información basada en experiencias previas y hábitos, tanto cognitivos

como motores, que ayudan en la ejecución de una tarea, sin que exista una percepción

consciente de la existencia de esas experiencias. Su expresión es, por lo tanto, automática,

inconsciente y difícil de verbalizar. Se adquiere gradualmente y se caracteriza por ser rígida y

duradera, derivada de aprendizajes como la habituación y la sensibilización, el aprendizaje

perceptivo-motor, o el condicionamiento clásico e instrumental. Es altamente influenciable

por predisposiciones biológicas y nos permite realizar actividades tan sencillas como ir en

bicicleta, conducir un coche o aprender un idioma sin que tengamos que pensar

conscientemente los pasos a seguir para realizarlas. Se fundamenta en estructuras

subcorticales, como el neoestriado (caudado y putamen). Además, destacamos el importante

papel de la amígdala en relación al miedo condicionado y al procesamiento de estímulos

emocionales, procesos fundamentados en este tipo de memoria.

Memoria explícita o declarativa:

Se trata de la información basada en hechos o conocimientos adquiridos (memoria

semántica) y eventos personales, que construyen nuestra historia (memoria episódica). Se

expresa conscientemente y es fácil de declarar verbalmente o por escrito. Es, por lo tanto, de

rápida adquisición, flexible, promiscua y cambiante. Respecto a la localización, según

(Morgado, 2005): “Generalmente se relaciona con el sistema hipocampal y otras estructuras

del lóbulo temporal medial del cerebro, aunque su almacenamiento definitivo parece residir

en diferentes áreas de la corteza cerebral. También lo asocia al aprendizaje relacional, que

consiste en analizar, comparar y contrastar diferentes tipos de información. Un buen ejemplo

de este aprendizaje es el que nos permite orientarnos en el espacio.”

“Cabe destacar en este sentido, el conocido caso del paciente epiléptico HM, cuya

extirpación bilateral del hipocampo en 1953, le produjo una grave amnesia retrógrada,

específica para aprendizajes relacionales, que dejó intactos los de naturaleza implícita.

Como demuestra el déficit de este paciente, que puede leer todos los días el mismo periódico

como si fuese nuevo, el hipocampo parece especialmente relacionado con la consolidación de

la memoria explícita desde un corto a un largo plazo.” (Passig, 1995).

9

Memoria de trabajo:

Es un tipo de memoria de corto plazo en la que interviene la corteza prefrontal, sede

de las funciones ejecutivas. Nos permite integrar percepciones instantáneas producidas en

períodos cortos y combinarlas con el recuerdo de experiencias pasadas (Kandel, 2007; citado

en.Guillén, 2013), con lo que es imprescindible en tareas cotidianas como mantener una

conversación, sumar números o leer una frase. Resulta fundamental para la reflexión y la

resolución de problemas porque permite combinar la información que nos llega del entorno

con la almacenada en la memoria a largo plazo.

Según Baddeley (1974) (citado en Aguado-Aguilar, 2001), se compone de tres

elementos principales: el bucle fonológico, la agenda visuoespacial y el ejecutivo o

procesador central. Mientras que el bucle fonológico conserva temporalmente huellas

acústicas de estímulos lingüísticos y se hace cargo del “repaso” articulado y encubierto de la

estimulación fonológica, la agenda visuoespacial tiene una función equivalente de

mantenimiento y repaso activo de información perteneciente a los dominios visual y espacial.

Finalmente, el ejecutivo central es unsistema hipotético de control atencional que administra

diversos recursos cognitivos, fundamentalmente atencionales, y controla las estrategias que

van a adoptarse durante la realización de diversas tareas (Aguado-Aguilar, 2001).

1.5. Reconsolidación, extinción y olvido.

Según Morgado (2003): “los estímulos que elicitan el recuerdo podrían tener efectos

diferentes según su duración. Los breves tienden a iniciar un proceso hipotético en el que una

memoria ya consolidada se reactiva, se vuelve nuevamente lábil y capaz de alterarse o

recomponerse si en ese momento se introduce nueva información o algún tratamiento

específico.” Este fenómeno es denominado reconsolidación de la memoria y se establece,

pues, como un mecanismo útil en el tratamiento de trastornos por estrés post-traumático.

Respecto a la extinción, sería aquel caso en el que los estímulos recordatorios son de

mayor duración y se inicia un proceso de desaparición de la respuesta previamente aprendida.

Un ejemplo sería el caso del miedo condicionado en ratas, el cual produciría normalmente una

respuesta de inmovilidad, pero que poco a poco y con la no presentación del estímulo

condicionado (p. ej. luz o sonido) junto al estímulo incondicionado (p. ej. choque eléctrico en

las patas), iría extinguiéndose. El mecanismo de extinción es útil, tanto en tratamientos de

estrés inapropiado, como en tratamientos de fobias específicas.

10

Por último, según Vianna, Igaz, Coitinho, Medina, e Izquierdo (2003), una pérdida

real de la memoria podría deberse a la falta de uso de las sinapsis involucradas o a la pérdida

física de esas sinapsis o las neuronas que las sustentan. Sin embargo, suele ocurrir que las

memorias aparentemente perdidas vuelven a ser accesibles cuando cambia el contexto externo

o interno del sujeto. Con frecuencia, la expresión de la memoria depende de la presencia o la

representación cognitiva total o parcial de las condiciones en que tuvo lugar el aprendizaje

original.

2. FORMACIÓN DE LA MEMORIA DEL MIEDO:

Neurobiológicamente, el miedo es definido como el entramado de conexiones

neuronales establecidas en circunstancias de peligro o amenaza (Sánchez-Ramírez e Uribe

Velásquez, 2010). Esa capacidad reactiva propicia un ahorro de tiempo en momentos que

requieren una rápida respuesta, pudiendo ser determinante para un desenlace a favor o en

contra de la supervivencia de cada especie. Por ello, esta emoción está encaminada a proteger

al organismo de posibles daños. Sin embargo, sumado a esto, es importante ir haciendo más

eficientes las reacciones emocionales en situaciones posteriores, en las que se presenta el

mismo estímulo o un contexto similar; pues de no ser así, se correrían repetidamente los

mismos riesgos, al no sacar provecho de la experiencia previa.

En los últimos años, ha habido una explosión de interés en la base neural de la

emoción. Gran parte de este entusiasmo ha sido provocado por los estudios de la amígdala y

su contribución al temor. Estos estudios han demostrado que la amígdala detecta y organiza

las respuestas a peligros naturales (como los depredadores) y aprende sobre nuevas amenazas

y los estímulos que predicen su aparición. Este último proceso ha sido ampliamente estudiado

usando un procedimiento llamado condicionamiento clásico del miedo. Vamos a centrarnos,

por tanto, en la comprensión de las bases neuronales que rigen dicho miedo.

2.1. ¿Dónde residen los recuerdos del miedo?

La amígdala:

La búsqueda para el locus de la emoción comenzó en la década de 1920 con Walter

Cannon y Phillip Bard implicando el hipotálamo y sus proyecciones. Más tarde, en 1937,

James Papez extendió este circuito emocional para incluir estructuras del lóbulo temporal

(Orsini y Maren, 2012). Posteriormente, Paul MacLean lo revisó, incluyendo la corteza

11

prefrontal y la amígdala, etiquetándolo como "sistema límbico" (MacLean, 1949). Pero la

prueba más convincente para el papel de la amígdala en las emociones, en particular el miedo,

vino de la obra de Kluver y Bucy (1937), los cuales encontraron que la eliminación bilateral

de los lóbulos temporales mediales en monos rhesus daba como resultado una conducta

emocional anormal. Antes de la lobectomía temporal, los monos eran temerosos y se retiraban

de sus adiestradores; después de la cirugía, los monos ya no temían a los seres humanos y no

mostraban ira o agresión. Es importante destacar, que también mostraron un ávido interés en

la exploración de los objetos del entorno, sin importar si representaban una amenaza. Estos

primeros estudios proporcionan evidencia irrefutable de que la amígdala es crucial para la

atribución de significado emocional a situaciones y para la regulación del comportamiento de

miedo.

En las últimas tres décadas, los investigadores han hecho grandes avances en el

descubrimiento de las conexiones extrínsecas de la amígdala subyacente al condicionamiento

del miedo. Entre ellos, se ha establecido el núcleo lateral de la amígdala como la interfaz

sensorial primaria de ésta. El trabajo de LeDoux, Iwata, Cicchetti, y Reis (1988) ha

establecido que el núcleo geniculado medial transmite directamente información auditiva al

núcleo lateral durante el condicionamiento del miedo. Como tal, la interrupción de la

comunicación entre el núcleo geniculado medial y la amígdala da como resultado déficits en

la adquisición del miedo (Iwata et al., 1986; citado en Royer, Martina y Pare, 2000).

Es importante destacar también, que se ha demostrado que después de la estimulación

del núcleo geniculado medial, las neuronas del núcleo lateral de la amígdala son muy

sensibles a los estímulos auditivos y de visualización (Bordi y LeDoux, 1992; citado en Orsini

y Maren, 2012), lo que produce aumentos en la descarga neuronal, así como en la

potenciación a largo plazo. Esta evidencia sugiere que la amígdala está dotada de múltiples

rutas por las cuales la información temerosa puede ser procesada y retenida indefinidamente.

El hipocampo:

Es bien sabido que durante el condicionamiento del miedo, las claves contextuales

están asociadas con el estímulo aversivo. El hipocampo es responsable del montaje de una

representación contextual del ambiente condicionado para, posteriormente, transmitir esta

representación a la amígdala (Fanselow y Poulos, 2005; Maren, 2001; citado en Orsini y

Maren, 2012). Algunas de las primeras investigaciones de la función del hipocampo en el

aprendizaje aversivo comenzaron por evaluar los efectos de las lesiones electrolíticas del

12

hipocampo dorsal en el condicionamiento del miedo contextual. Estas lesiones provocan

efectos semejantes a los efectos amnésicos vistos en los seres humanos con el daño del lóbulo

temporal medial. Los efectos de las lesiones del hipocampo dorsal también son dependientes

del tiempo, por lo que el déficit observado disminuye conforme éste va transcurriendo.

Con un hipocampo intacto, los organismos son capaces de utilizar una estrategia

configuracional en la que se reúnen los muchos elementos sensoriales de la situación en una

representación contextual coherente. La evidencia de esto proviene de la observación de que

si un animal se coloca en una cámara e inmediatamente es conmocionado, éste no aprende la

asociación entre el contexto y el shock (Fanselow, 1986, 1990; citado en Orsini y Maren,

2012). Si las ratas se someten a pre-exposición al contexto antes de la descarga, este déficit se

alivia, lo que sugiere que el hipocampo requiere una cierta cantidad de tiempo para formar

una representación del medio ambiente.

En conjunto, los datos acumulados durante la última década, demuestran que el

hipocampo es importante para el aprendizaje del miedo al contexto, pero en su ausencia, es

posible para otras estructuras neurales compensar esta pérdida.

Es importante destacar que muchos laboratorios han demostrado también, que la vía

ventral del hipocampo es necesaria para la adquisición de miedo, tanto auditivo, como

contextual. El hipocampo ventral tiene conexiones recíprocas con la amígdala, por lo que está

perfectamente situado para regular la actividad en ambas estructuras durante el aprendizaje

aversivo. Concluimos pues, que más que ser una estructura homogénea, el hipocampo puede

ser empaquetado en subregiones distintas, cada una con sus propios patrones de expresión

génica. Como resultado, cada subcampo del hipocampo interviene en diferentes aspectos de la

conducta.

2.2. Estabilización de la memoria del miedo.

Síntesis iniciales:

A fin de mantener los recuerdos de miedo recién adquiridos mencionados

anteriormente, ya sean contextuales o auditivo-visuales, durante un periodo de tiempo más

largo, la nueva información debe ser estabilizada o consolidada de una forma más

permanente. En última instancia, la consolidación de estos recuerdos de miedo requiere una

nueva síntesis de proteínas. En relación a esto, existen varias cascadas de señalización

moleculares dentro de la amígdala y el hipocampo, que son cruciales para la síntesis de

13

nuevas macromoléculas. Muchas de estas cascadas son iniciadas por la afluencia de calcio a

través de los receptores NMDA y AMPA. Una de esas cascadas es la de Ca2+, proteína

dependiente de la calcio calmodulina quinasa II (CaMKII).

Durante la estabilización de la memoria, el calcio también puede interactuar con otras

proteínas quinasas, tales como la proteína quinasa C (PKC), y el adenosín monofosfato cíclico

(AMPc) dependiente de la proteína quinasa A (PKA). Una vez activado, ambas quinasas están

involucradas en una variedad de acciones que median el mantenimiento de la memoria a largo

plazo y la plasticidad sináptica. Específicamente, la activación de estas quinasas se cree que

altera la actividad transcriptora dentro del núcleo. La evidencia de su participación en la

memoria de formación proviene de estudios usando manipulaciones farmacológicas o

genéticas.

Estas proteínas quinasas pueden, a su vez, regular y actuar sobre otras quinasas. De

hecho, CaMKII, PKC y PKA convergen en la vía MAPK, íntimamente involucrada en la

regulación de la transcripción de genes relacionados con la plasticidad.

Transcripción y expresión génica:

Las diferentes cascadas de señalización activadas convergen con factores de

transcripción dentro del núcleo, como la proteína de unión CREB, factor de transcripción

responsable de la regulación de la síntesis de proteínas. La fosforilación de CREB se produce

cuando las cascadas de señalización, tales como la vía MAPK, se activan por estimulación

celular (Hernández y Abel, 2008; citado en Orsini y Maren, 2012).

El AMPc activa CREB a través de PKA o MAPK. Esta proteína CREB, junto con

otros factores de transcripción activadores e inhibidores, causa expresión de los genes CRE,

codificando enzimas, receptores, proteínas citoesqueléticas, factores de transcripción y de

crecimiento. Dentro de los factores inhibidores, está la proteína de represión temprana de

AMPc (ICER), que es un potente represor endógeno de los genes CRE por su afinidad a los

dominios del ADN, causando su apagado. El balance entre CREB/ICER modula la síntesis

proteica. El aumento de ICER disminuye la potenciación a largo plazo, atenuando el

aprendizaje y la memoria, con consecuencias negativas, especialmente frente aquellos

estímulos débiles, y positivas, pues evita el exceso de plasticidad neuronal que conduciría a

exageradas memorias de miedo o epileptogénesis. Esto indica que la inhibición acontece en

varios momentos para regular los cambios a largo plazo, incluso, cuando tales reacciones en

cadena han sido desatadas, estableciendo un rango funcional, en el cual un evento culmina o

14

no con una nueva síntesis molecular. En contraste, un estudio reportó que la disminución de

CREB no repercute sobre el condicionamiento contextual de miedo, pero sí sobre el

condicionamiento aversivo a sabores. Ese hallazgo sugiere que en el condicionamiento del

miedo pueden existir otras vías que agrupan factores diferentes a CREB (Sánchez-Ramírez y

Uribe-Velásquez, 2010).

Las vías alternas de CREB pueden darse por medio de otra proteína de unión a CREB

(la CBP); esta unión favorece la acetilación de histonas con la consecuente expresión

genética. La proteína CBP es un coactivador de la proteína CREB involucrada en la

formación de memoria a largo plazo. CBP activa la maquinaria general para la transcripción

genética al interactuar con múltiples reguladores transcripcionales y enzimas como la histona

acetil transferasa, y a su vez, también puede cumplir esa acción enzimática de acetilación por

sí mismo. Al final, igual a como lo hace CREB, el estado natural silente de la cromatina es

removido, al alterarse su estructura reprimida epigenéticamente mediante la modificación de

la carga de las histonas, colocándolas en estado activo. Por ello, la disminución de CBP altera

el condicionamiento contextual dependiente del hipocampo (Sánchez-Ramírez y Uribe-

Velásquez, 2010).

Regulación post-traducción:

La regulación y estabilización de los cambios producidos tras el proceso de

transcripción es realizado mediante la función de las proteínas Rap 1 y Rap 2, ambas ubicadas

pre y postsinápticamente. Su activación se da por factores como Epac (un tipo de factor de

intercambio de nucleótidos activado por AMP cíclico) o por disminución de la actividad

sináptica. Participan en la depresión a largo plazo (la cual revierte el fenómeno de

potenciación a largo plazo). Rap 1 se encarga de remover los receptores AMPA de la

membrana postsináptica, promoviendo la internalización del receptor y su degradación, efecto

que se verá reflejado en una menor transmisión glutamatérgica y menores potenciales

excitatorios postsinápticos. Rap 2, por su parte, se encarga de reducir la fosforilación de

ciertas quinasas reguladas por señales extracelulares. .

La función de ambas consiste entonces en refinar las conexiones nerviosas de acuerdo

con su frecuencia de actividad durante el desarrollo y vida de los animales, particularmente

Rap 2, influyendo en el crecimiento y retracción de dendritas y axones.

15

2.3. Reconsolidación de la memoria del miedo.

Después de varios días, los recuerdos se vuelven resistentes a los agentes amnésicos

que deterioran la consolidación. Sin embargo, si estos recuerdos estabilizados se recuperan,

pueden volver a convertirse en lábiles de nuevo. Esta necesidad de re-estabilización o

reconsolidación, llegó cuando Nader, Schafe, y Le Doux (2000) demostraron que después de

la recuperación, recuerdos auditivos del miedo fueron nuevamente sensibles a la síntesis de

proteínas inhibidoras entre 24 horas y 2 semanas después de la formación.

Aunque parece que hay muchas similitudes entre la consolidación y la

reconsolidación, es importante tener en cuenta que hay algunas diferencias. Lee et al. 2004;

citado en Orsini y Maren, 2012) reportaron una doble disociación entre los requisitos

moleculares para los dos procesos en el hipocampo. Específicamente, el factor neurotrófico

derivado del cerebro, se encontró que era importante para la consolidación, pero no para la

reconsolidación de recuerdos del miedo contextual. También parece haber discrepancias entre

la consolidación y reconsolidación dependiendo de la especie, tarea de comportamiento y

región del cerebro. Por ejemplo, la síntesis de proteínas del hipocampo es necesaria para la

consolidación, pero no para la reconsolidación de la evitación inhibitoria (Taubenfeld et al.,

2001; citado en Orsini y Maren, 2012). Resultados similares se encontraron con las proteína

inhibidoras de la síntesis en el núcleo accumbens con tareas instrumentales de aprendizaje

(Hernández et al., 2002; citado en Orsini y Maren, 2012).

Para concluir, algunos autores creen que la reconsolidación es un proceso mediante el

cual la memoria se actualiza con nueva información, mientras que otros sugieren que la

reconsolidación permite a la memoria inicial fortalecerse, sin cambios en la naturaleza

asociativa subyacente de la memoria, es decir, no se obtendría nueva información vinculada o

asociada con la memoria original.

2.4. Estudio de las diferencias individuales en el aprendizaje del miedo.

La evidencia sugiere que las diferencias individuales en las distintas respuestas de

miedo son estables y hereditarias. Es importante destacar que estas diferencias podrían estar

asociadas con la resistencia o vulnerabilidad a los trastornos de ansiedad. Es decir, las

personas cuyo circuito neuronal les predispone a recordar el miedo más fácilmente podrían

tener más probabilidades de desarrollar psicopatologías relacionadas con el trauma si se

exponen a un evento traumático. En las últimas dos décadas, los trabajos en neuroimagen han

generado una comprensión detallada de cómo la respuesta de miedo es adquirida en el cerebro

16

humano. Sin embargo, la mayoría de estos trabajos se han centrado en los aspectos comunes a

través de los participantes, buscando identificar las regiones neurales implicadas en las

respuestas de miedo “típicas”, no teniendo en cuenta la variación interindividual en la

condicionabilidad (MacNamara, Rabinak, Fitzgerald, Joe Zhou, Shankman, Milad y Luan

Phan, 2015).

El objetivo del estudio analizado fue, pues, profundizar en la investigación del

mecanismo cerebral subyacente a la variación interindividual de la condicionabilidad al

miedoSe ha utilizado, pues, una muestra simultánea de n=49 voluntarios sanos con un

procedimiento de condicionamiento pavloviano del miedo, en el que estímulo neutral o

estímulo condicionado (una farola) se combina con un estímulo incondicionado (suave

descarga eléctrica) en algunos ensayos (EC+) y otros no (EC-). Para evaluar la conciencia de

contingencia durante el aprendizaje del miedo, a los participantes se les pidió que evaluasen la

tasa de esperanza de aparición del EI en cada ensayo (antes de la aparición de éste).

Trabajos anteriores han implicado a la amígdala, la ínsula y al cuerpo calloso en el

aprendizaje del miedo, y a la amígdala, la ínsula, el cerebelo, la corteza prefrontal medial, la

circunvolución precentral y la circunvolución temporal superior, en la expresión de miedo

condicionado. Por lo tanto, la hipótesis era que los individuos con mayor condicionabilidad al

miedo (medido a través de cantidad de EC+ frente a EC-) mostrarían una mayor activación

neuronal en estas regiones.

Los resultados sugieren que la ínsula responde preferentemente a las amenazas en

comparación con el condicionamiento a estímulos no amenazantes, pero que es insensible a

las diferencias individuales en la fuerza de estas asociaciones condicionadas. La amígdala, sin

embargo, se activó diferencialmente dependiendo del grado en que los participantes mostraran

evidencia del miedo a responder, a pesar de que no se activase la asociación (EC+) (EC-) en

los participantes a través de los diferentes ensayos. Por lo tanto, la actividad de la amígdala

podría seguir un mecanismo cerebral asociado a diferencias individuales en el

condicionamiento del miedo, sirviendo como endofenotipo para la susceptibilidad a los

trastornos de ansiedad o afectivos en el contexto de las experiencias de vida estresantes o

traumáticas.

17

2.5. Influencia de fuentes genéticas y ambientales en el condicionamiento del miedo.

El miedo condicionado es un modelo tradicional para la adquisición de miedos y

fobias. Los estudios sobre la arquitectura genética del condicionamiento del miedo pueden

aportar datos a su vez, a la investigación de genes implicados en los trastornos de ansiedad.

El objetivo del estudio analizado (Hettema, Annas, Neale, Kendler y Fredrikson,

2003) fue determinar si fuentes genéticas y ambientales en el condicionamiento del miedo

podrían influir o no en diferencias individuales concretas a través de muestras de gemelos.

Por medio de un procedimiento de condicionamiento clásico, se estudió de forma

experimental a 173 pares de gemelos del mismo sexo (90 monocigóticos y dicigóticos). El

método utilizado fue la presentación de secuencias de miedo relevante a nivel evolutivo

(como serpientes y arañas) y la presentación de secuencias de miedo irrelevante (como

círculos y triángulos). Una serie de estímulos pictóricos servían como estímulos

condicionados emparejados con una leve descarga eléctrica que hacía de estímulo

incondicionado. La medida del resultado fue la respuesta de conductancia de la piel a través

de una prueba electrodérmica. También se aplicaron métodos de modelado de ecuaciones

estructurales para las 3 fases de condicionamiento: habituación, adquisición y extinción; para

determinar así, el grado en que los factores genéticos y ambientales subyacen a la variación

individual en el aprendizaje asociativo y no asociativo.

Los resultados obtenidos fueron que todos los componentes del proceso de miedo

condicionado en los seres humanos confirmaron un factor de heredabilidad moderada, en un

intervalo de 35% a 45%. El análisis de modelos multivariados sugiere que 2 conjuntos de

genes pueden ser la base del condicionamiento del miedo: unos que afectan más fuertemente a

los procesos de habituación no asociativos, que también se comparte con la adquisición y

extinción; y unos segundos que aparecen relacionados con procesos asociativos de

condicionamiento del miedo.

La confirmación del hallazgo de que las medidas experimentales de condicionamiento

del miedo pueden ser heredables y que poseen estimaciones de heredabilidad que están en el

mismo rango que las encontradas en estudios de gemelos con trastornos de ansiedad, tiene

implicaciones potencialmente importantes. Se ha sugerido que los fenotipos clínicos medidos

por auto-informe pueden no reflejar los procesos fisiopatológicos subyacentes implicados en

la etiología de los trastornos psiquiátricos y, por lo tanto, no pueden proporcionar objetivos

óptimos para las distintas estrategias en investigación de genes. Un enfoque para superar esta

limitación es investigar posibles endofenotipos que reflejen robustamente procesos más

18

próximos a la expresión génica y que estén involucrados en el desarrollo de estados de

ansiedad patológicos. En este sentido, un endofenotipo que ya está siendo explorado es el

aumento de la sensibilidad al pánico en la inhalación de dióxido de carbono en pacientes con

trastornos de pánico.

3. FORMACIÓN DE LA EXTINCIÓN DE LA MEMORIA DEL MIEDO:

Aunque una gran cantidad de información se ha estudiado acerca de las bases neurales

del condicionamiento del miedo, los mecanismos de su extinción subyacente no están tan bien

definidos. Cierto es que estudios previos han mostrado que el proceso de extinción no borra la

memoria del miedo de forma total, pero sí que crea una nueva memoria responsable de la

sensación de seguridad. En relación a esto, destacan sus significativas implicaciones para las

intervenciones clínicas en el tratamiento de trastornos de ansiedad, fobias y trastornos de

estrés postraumático, por ello, investigaciones recientes se han dedicado al desarrollo de un

marco más claro para la comprensión de los procesos de extinción.

3.1. Características de comportamiento y teorías de la extinción.

Para empezar, es importante tener en cuenta que la extinción no es lo mismo que el

olvido (Myers y Davis, 2007). El olvido implica que hay una disminución en la respuesta de

miedo debido al paso del tiempo. De hecho, las memorias del miedo son resistentes a olvidar,

ya que pueden persistir durante más de un año (Gale et al., 2004; citado en Orsini y Maren,

2012). Sin embargo, la extinción específicamente se refiere a un decremento en el

comportamiento debido a la presentación del EC sin el EI.

Una propiedad importante de la extinción es su dependencia del contexto. Un ejemplo

ilustrativo de esto es el efecto de renovación, que se refiere a la devolución del miedo

condicionado cuando el EC se presenta en un contexto diferente de aquel en el que se produjo

la extinción (Bouton, 2004; Bouton y Bolles, 1985; citado en Orsini y Maren, 2012). Es

importante destacar que la renovación no es debido al condicionamiento contextual

excitatorio o inhibitorio que ocurre durante el condicionamiento del miedo y la extinción,

respectivamente. Más bien, el contexto viene a modular o "establecer la ocasión" para las

distintas asociaciones EC-EI. Como tal, después de la extinción, el EC tiene dos posibles

significados: 1) el EC predice los EI y 2) el EC predice la ausencia del EI. El contexto en el

que se presenta el EC, por lo tanto, en última instancia, determina qué asociación se recupera

y determina si el miedo se expresa o no.

19

Respecto a otra propiedad importante, la extinción no es la pérdida permanente de la

respuesta condicionada, es decir, las respuestas de miedo aprendido se apresuran a volver si

hay un retraso entre la extinción y las pruebas de retención, lo que es denominado como

recuperación espontánea (Rescorla, 2004; citado en Rosas et al, 2005). . Similar a la

renovación, la recuperación espontánea también puede ser explicada por la modulación

contextual. En lugar de un cambio en señales espaciales, el paso del tiempo crea un cambio en

el "contexto temporal" (Bouton, 1993). Curiosamente, si hay a la vez un cambio físico y

temporal, hay aún más recuperación mejorada que la observada con cada cambio de contexto

solo (Rosas y Bouton, 1998; citado en Rosas et al., 2005).

Teniendo en cuenta estas propiedades, han sido postuladas diferentes teorías sobre lo

que se aprende durante la extinción. Robert Rescorla y Alan Wagner establecen el modelo

asociativo de aprendizaje, el cual describe la extinción como una pérdida de la fuerza

asociativa que un EC había acumulado durante el condicionamiento; es decir, la extinción es

una forma de desaprendizaje (Delamater, 2004; Miller et al., 1995; Rescorla y Wagner, 1972;

citado en Orsini y Maren, 2012). La clave de su modelo de aprendizaje asociativo, afirma que

el aprendizaje de extinción se determina por la esperanza de aparición de un EI. Según este

punto de vista, las presentaciones de un EC solo, conducen a una consecuencia sorprendente:

la ausencia del EI; dando lugar así, a una disminución de la fuerza asociativa del EC.

Después de esto, surgieron otros planteamientos que propusieron que la extinción es

en realidad una forma de nuevos aprendizajes, una noción que se apoya en las propiedades

observadas de extinción (Bouton, 2004; Pearce y Hall, 1980; Konorski, 1967; citado en Orsini

y Maren, 2012), así como en el hecho de que el miedo puede ser readquirido rápidamente

después de la extinción (Bouton, 2004). Según este punto de vista, una nueva asociación

inhibitoria entre el EC y el EI se forma durante la extinción y coexiste/compite con la

memoria original (Konorski, 1967; Bouton, 1993; Myers y Davis, 2007; citado en Orsini y

Maren, 2012). Después de la extinción, la suma neta de cada asociación es cero; claves

contextuales posteriores, ya sean temporales, interoceptivas o espaciales, hacen que la

asociación se recupere y en última instancia, sea expresada.

Otros teóricos han sugerido que la extinción es una forma de aprendizaje no

asociativo. Por ejemplo, la extinción ha sido comparado con el proceso de habituación, en el

que hay una disminución en la respuesta a un estímulo cuando el estímulo se presenta

repetidamente durante un largo período de tiempo (McSweeney y Swindell, 2002; Storsve et

al. 2010; citado en Orsini y Maren, 2012). Aunque la habituación y la extinción tienen algunas

20

características en común (McSweeney y Swindell, 2002; citado en Orsini y Maren, 2012), la

habituación no tiene en cuenta la dependencia del contexto que se da en la extinción, por lo

que en última instancia concluimos, que múltiples procesos parecen contribuir a la

adquisición de esta última.

3.2. Estructuras cerebrales implicadas.

Al igual que en el condicionamiento del miedo, la extinción no está mediada por una

región específica del cerebro. Más bien, la extinción depende de la plasticidad dentro de una

red neural distribuida. La amígdala, la corteza prefrontal y el hipocampo, han sido todos

implicados en la adquisición, consolidación y recuperación de la extinción del miedo

condicionado. Específicamente, se cree que la amígdala es el sitio de adquisición y

almacenamiento de la memoria de extinción; la corteza prefrontal, concretamente el área

infralímbica, la que media su consolidación; y por último, el hipocampo, desempeña un papel

en la expresión dependiente del contexto.

Hay conexiones recíprocas sólidas entre la amígdala y el hipocampo (Canteras y

Swanson, 1992; Pitkanen et al., 2000; citado en Orsini y Maren, 2012). En concreto, las

proyecciones del hipocampo a la amígdala se presentan en el subículo ventral/región ventral

CA1 del hipocampo y atraviesan el haz angular ventral. Dadas estas fuertes conexiones entre

las dos áreas, es posible comunicarse la una con la otra. Esta comunicación parece que es

especialmente importante para la recuperación de un contexto específico de extinción. De

hecho, se ha demostrado que el hipocampo regula disparos del contexto específico dentro de

la amígdala después de la extinción (Maren y Hobin, 2007). También es posible que la

comunicación entre estas dos estructuras esté involucrada además, en el aprendizaje de

extinción, ya que la inactivación del hipocampo deteriora la adquisición de la extinción

(Corcoran et al., 2005; citado en Orsini y Maren, 2012).

Al igual que la amígdala, la corteza prefrontal es un objetivo importante de las

proyecciones del hipocampo (Jay y Witter, 1991; Vertes, 2004; Cenquizca y Swanson, 2007;

Swanson, 1981; citado en Orsini y Maren, 2012). La corteza prefrontal está compuesta de

varias subregiones, pero las que han sido específicamente implicadas en la extinción son las

prelímbica e infralímbica, ubicadas en el área ventromedial. Tanto la prelímibica como la

infralímbica reciben información del subículo ventral y de CA1 ventral (Hoover y Vertes,

2007). La estimulación eléctrica de baja frecuencia del hipocampo dorsal atenúa la

potenciación a largo plazo relacionada con la extinción dentro de la corteza prefrontal

21

(Farinelli et al., 2006; citado en Orsini y Maren, 2012) y perjudica, por lo tanto, su recuerdo.

Por el contrario, la estimulación de alta frecuencia del hipocampo restaura esta potenciación a

largo plazo dentro de la corteza prefrontal y facilita su recuerdo.

3.3. Neurotransmisión.

De forma similar a como ocurre en las memorias del miedo, la formación de las

memorias de extinción es dependiente de canales NMDA. De hecho, infusiones sistémicas de

antagonistas de NMDA, bloquean la extinción del miedo condicionado (Baker y Azorlosa,

1996; Cox y Westbrook, 1994; Langton et al., 2007; Liu et al., 2009; Santini et al., 2001;

citado en Orsini y Maren, 2012). Por otra parte, las infusiones de antagonistas de NMDA

directamente en la sustancia blanca en la pre-extinción producen los mismos déficits en la

extinción (Falls et al., 1992; Laurent et al, 2008; Lin et al, 2003c; Walker y Davis, 2002;

Zimmerman y Maren, 2010; citado en Orsini y Maren, 2012).

Varias líneas de evidencia demuestran que subunidades de NMDA como el GluN2B

en la sustancia blanca, están involucradas específicamente en la adquisición de la extinción.

Por ejemplo, la sobreexpresión a subunidades GluN2B da como resultado una extinción más

rápida (Tang et al., 1999). Adicionalmente, infusiones de ifenprodil en la sustancia blanca, un

antagonista GluN2B, en la pre-extinción, también deterioran la extinción (Sotres-Bayon, Bush

y Ledoux 2007), mientras que las infusiones posteriores a la extinción no lo hacen (Sotres-

Bayon et al., 2009; citado en Orsini y Maren, 2012).

Aunque los canales de calcio dependientes de voltaje tienen un papel inequívoco en la

adquisición de recuerdos del miedo, hay menos consenso con respecto a su participación en la

extinción del miedo condicionado. Inicialmente, se demostró que las inyecciones sistémicas

de dos antagonistas de estos canales, como nifedipina y nimodipina, ponen en peligro la

extinción del miedo auditivo y contextual en ratones (Caín et al, 2002, 2005; Suzuki et al,

2004; citado en Orsini y Maren, 2012). Sin embargo, estudios posteriores reportan los datos

que están en marcado contraste con estos resultados iniciales. Por ejemplo, se ha demostrado

que los ratones con un knock-out de ifenprodil en la corteza prefrontal previenen la

recuperación de los recuerdos de extinción, mientras que las infusiones en pre-extinción no

tienen ningún efecto; esto indica que estas subunidades en la corteza prefrontal median la

consolidación de la extinción (Sotres-Bayon et al., 2009; citado en Orsini y Maren, 2012).

Como se cree que la extinción es una forma de aprendizaje inhibitorio, no es de

extrañar que el neurotransmisor GABA esté involucrado. En uno de los primeros estudios

22

sobre la función del GABA en la extinción, Harris y Westbrook 1998; citado en Orsini y

Maren, 2012) informaron de que las inyecciones sistémicas de antagonistas GABA deterioran

la adquisición y expresión de la extinción dependiente del contexto. Por el contrario, las

infusiones de los agonistas de GABA en la zona infralímbica o en la sustancia blanca,

facilitan la extinción (Akirav et al., 2006: citado en Orsini y Maren, 2012). Esto sugiere que

se requiere de una inhibición mediada por GABA para la supresión del miedo condicionado.

Consistente con esto, la adquisición de la extinción está asociada con una regulación al alza

de una variedad de genes GABA, ARNm y proteínas en la amígdala (Chhatwal et al., 2005;

Heldt y Ressler, 2007; citado en Orsini y Maren, 2012).

En la última década, la investigación en extinción también se ha centrado en el

neurotransmisor endocannabinoide. Dentro de este sistema, hay dos receptores principales de

cannabinoides endógenos: CB1 y CB2. El primero se encuentra principalmente en todo el

sistema periférico y en el sistema nervioso central, mientras que el segundo se expresa

altamente en el sistema inmune (Chhatwal y Ressler, 2007). Como la gran parte de la

literatura respecto a los cannabinoides y su relación con la extinción, implican el receptor

CB1, nos centraremos en este receptor específico en lugar de en los receptores CB2. El

receptor CB1 es un receptor acoplado a una proteína G que se expresa presinápticamente; son

activados por transmisión retrógrada de los cannabinoides endógenos, tales como la

anandamida. Es importante destacar que la activación del receptor CB1 produce una

disminución de la excitabilidad de la neurona presináptica, que posteriormente resulta en una

disminución en la liberación de neurotransmisores. Los receptores CB1 están expresados en

altos niveles en la amígdala, el hipocampo y la corteza (Chhatwal y Ressler, 2007,

Herkenham et al, 1990; Katona et al., 2001; citado en Orsini y Maren, 2012). En concreto,

estos receptores se han encontrado tanto en neuronas glutamatérgicas como en neuronas

GABAérgicas, especialmente en neuropéptidos como la colecistoquinina (CKK) (Azad et al.,

2008; Katona et al., 2001; Marsicano y Lutz, 1999; citado en Orsini y Maren, 2012).

Basándonos en estas características, parece que los receptores CB1 tienen un crítico papel en

la extinción del miedo. Sin embargo, varios estudios sugieren lo contrario. En primer lugar,

Lin, Mao, Chen, y Gean (2008) han informado de que la administración crónica de agonistas

CB1 retarda la formación inducida por la extinción en la reducción del miedo y resulta en una

disminución en los niveles de los receptores CB1 en el área infralímbica. Esto sugiere que

aunque el tratamiento agudo con agonistas CB1 puede facilitar la extinción, la exposición a

largo plazo puede comprometer sus efectos. En segundo lugar, se ha postulado que en lugar

23

de su contribución inhibidora al aprendizaje asociativo durante la extinción, los receptores

CB1 median la extinción a través de un proceso como la habituación (Kamprath et al., 2006;

citado en Orsini y Maren, 2012).

Otro neurotransmisor que ha recibido considerable atención en el contexto del

aprendizaje y consolidación de la extinción es la dopamina. Los primeros estudios han

demostrado que la cocaína (Willick y Kokkinidis, 1995; Borowski y Kokkinidis, 1998; citado

en Orsini y Maren, 2012) y la anfetamina (Borowski y Kokkinidis, 1998; citado en Orsini y

Maren, 2012), que causan la liberación de dopamina, atenúan la retención de la extinción del

sobresalto al miedo potenciado. Por otra parte, el agonista específico del receptor D1, SKF

38.393, da como resultado déficits similares en el recuerdo de la extinción (Borowski y

Kokkinidis, 1998; citado en Orsini y Maren, 2012). En contraste, sin embargo, otros han

informado que, o bien la eliminación genética de los receptores D1 (El-Ghundi et al., 2001;

citado en Orsini y Maren, 2012) o la pérdida de dopamina en la corteza prefrontal (Fernández

Espejo, 2003) dio lugar a la perseveración del miedo contextual y es una de las principales

causas del retraso en su extinción. Aunque no está claro lo que da cuenta de estos resultados

contradictorios, los últimos resultados son consistentes con más evidencia reciente que

muestra que las infusiones de un antagonista del receptor D1 en el área infralímbica,

deterioran la consolidación de la extinción del miedo (Hikind y Maroun, 2008).

Curiosamente, la infusión del mismo antagonista D1 en la sustancia blanca, deteriora la

adquisición, pero no la consolidación de la extinción, lo que demuestra una disociación

funcional entre el papel de estos receptores en la corteza prefrontal y la amígdala.

3.4. Principales cascadas de señalización.

De forma similar a la formación de los recuerdos del miedo, las cascadas moleculares

implicadas en la extinción son proteínas quinasas tales como PKA, CAMK y

fosfatidilinositol-3 (PI3K), las cuales participan en la estabilización de los recuerdos de ésta

(Bevilaqua et al, 2006; Mueller et al., 2008; Szapiro et al., 2003; Yang y Lu, 2005; citado en

Orsini y Maren, 2012). De las muchas quinasas, la cascada de señalización MAPK se ha

encontrado en la amígdala, la corteza prefrontal y el hipocampo y parece desempeñar un papel

importante en la extinción del miedo condicionado. De hecho, las infusiones de antagonistas

MAPK en la sustancia blanca reducen la respuesta de sobresalto (Lin et al, 2003c.; Lu et al.,

2001; citado en Orsini y Maren, 2012). Consistente con esto, la extinción del miedo auditivo

resulta en un aumento en MAPK en la sustancia blanca, lo que indica que esta vía de

24

señalización es específicamente activada durante la extinción (Herry et al., 2006; citado en

Orsini y Maren, 2012).

3.5. Expresión génica.

En el aprendizaje de la extinción convergen, en última instancia, factores de

transcripción a través de los cuales se modula la síntesis de proteínas. Por ejemplo, trabajos

previos han demostrado que la activación del factor de transcripción CREB aumenta dentro

de la amígdala y la corteza prefrontal y que su bloqueo menoscaba la supresión del miedo

(Mamiya et al., 2009: citado en Orsini y Maren, 2012). Es importante destacar que genes que

regulan y codifican la síntesis de proteínas son requeridos para la extinción del miedo

condicionado. Por ejemplo, Herry y Mons (2004; citado en Orsini y Maren, 2012)

demostraron que la extinción se acompaña de un aumento en C-Fos y Zif268 en la corteza

prefrontal y de C-Fos en la sustancia blanca. Sin embargo, la extinción incompleta, como se

evidencia por una alta tasa de recuperación espontánea después de la extinción, se asoció con

impedimentos en la expresión de genes de expresión inmediata temprana estas regiones del

cerebro.

4. EL MIEDO Y LA EXTINCIÓN COMO PROCESOS FUNDAMENTALES EN LA

PSICOTERAPIA DE TRASTORNOS DE ANSIEDAD Y FOBIAS:

4.1. Reconsolidación y extinción en los trastornos de ansiedad humanos.

Como se mencionó anteriormente, la comprensión de los mecanismos biológicos de la

reconsolidación de la memoria del miedo y su extinción pueden tener relevancia clínica en el

tratamiento de los trastornos de ansiedad humanos tales como el trastorno de estrés

postraumático. Pacientes con TEPT muestran fuertes recuerdos traumáticos que se recuperan

de forma continua de manera intrusiva, causando re-experimentación del acontecimiento

traumático y el aumento de la excitación y la respuesta de estrés. La persistencia del trastorno

de estrés postraumático puede ser explicada en términos de fortalecimiento inducido por el

trauma en la huella de la memoria o el fracaso en la extinción del miedo condicionado

(Alberini y LeDoux, 2013; Van Elzakker et al, 2014; citado en Baldi y Bucherelli, 2015).

Las interferencias farmacológicas podrían ser útiles para reducir la expresión de la

memoria del miedo. Por ejemplo, el propranolol adrenérgico sería efectivo en el tratamiento

para dirigir la reconsolidación de la memoria del miedo. La administración de propranolol

25

antes de la experiencia de miedo en sujetos humanos sanos reduce la respuesta de miedo

condicionado significativamente durante la prueba 24 horas más tarde y ha impedido que el

miedo volviese a aparecer (Kindt et al., 2009; citado en Baldi y Bucherelli, 2015). Por otra

parte, el mismo tratamiento farmacológico en pacientes que sufren de trastorno de estrés

postraumático redujo los parámetros psicológicos del miedo cuando los sujetos describen de

nuevo la experiencia traumática una semana más tarde (Brunet et al., 2008; citado en Baldi y

Bucherelli, 2015). Recientemente, la rapamicina en combinación con la reactivación de un

recuerdo traumático fue usada en un estudio piloto. Los resultados mostraron que los sujetos

tratados con rapamicina informaron de una experiencia menos intensa en relación a los

síntomas del TEPT 1 mes después, aunque los efectos no persistieron a los 3 meses (Suris et

al., 2013); citado en Baldi y Bucherelli, 2015).

Respecto al tratamiento del TEPT utilizado en la terapia de exposición, en la cual nos

centraremos en el siguiente apartado, se ha descubierto que la cicloserina, un antibiótico con

indicación en contra de la bacteria causante de la tuberculosis en humanos (como tal se

administra en segunda línea en aquellos casos en los que medicamentos de primera línea no

pueden ser usados), es también un buen potenciador de la extinción muy utilizado y adjunto a

esta psicoterapia (Davis, 2011. Hofmannet al, 2013; citado en Baldi y Bucherelli, 2015). En

estudios clínicos, la cicloserina es administrada antes de las sesiones de exposición y mejora

la respuesta a las terapias en acrofobia o miedo a las alturas (Ressler et al., 2004; citado en

Baldi y Bucherelli, 2015); en el trastorno de ansiedad social (Hofmann et al., 2013; citado en

Baldi y Bucherelli, 2015); y el trastorno de pánico (Otto et al., 2010; citado en Baldi y

Bucherelli, 2015) Sin embargo, parece ser menos eficaz en el tratamiento del TEPT (De

Kleine et al, 2012, Litz et al, 2012; citado en Baldi y Bucherelli, 2015).

En los roedores, otras drogas, se mostraron como facilitadoras de la extinción y

podrían ser también útiles en seres humanos. Estas incluyen los glucocorticoides y los

agonistas de los cannabinoides. Pacientes con TEPT han reducido los niveles circulantes de

cortisol (Yehuda, 2001) y se ha demostrado que los síntomas han reducido su gravedad con

la administración de hidrocortisona.

Para finalizar, la relación entre farmacología y tratamiento seguro en terapias de

exposición, bajo algunas circunstancias, constituye un límite, por la doble utilidad de algunos

fármacos como el mencionado propanolol, tanto en la reconsolidación y fortalecimiento de

ciertas respuestas de miedo, como en su posterior extinción. Debido a estos resultados

inconsistentes, se indica la necesidad de una mayor investigación para la mejora de las

26

intervenciones, que conduzcan a nuevos tratamientos terapéuticos de los recuerdos de miedo

patológicos.

4.2. Terapia de exposición y extinción del miedo.

En relación con la ansiedad patológica, todas las hipótesis acerca del cambio

conductual asumen que el ingrediente de eficacia conlleva una cuota de contacto con el

elemento ansiógeno. Por lo tanto, la exposición no sólo es una técnica, es un fenómeno común

en el desarrollo, aparentemente responsable de la pérdida de temores biológicamente

facilitados.

A este respecto, la terapia de exposición, se basa conceptualmente en la extinción del

miedo, pero es necesario dejar claro que la terapia de exposición no conduce al olvido del

miedo, que no es un desaprendizaje del miedo y que no anula ni hace desaparecer el

aprendizaje del miedo. La terapia de exposición nos conduce a nuevo aprendizaje: la propia

extinción. Este aprendizaje de extinción debe competir con el aprendizaje del miedo

previamente establecido, lo que aporta una doble función al estímulo que genera dicho miedo,

una función excitatoria y otra inhibitoria. De acuerdo a varias investigaciones respecto a las

sutilezas de cómo funciona la extinción, Craske et al 2014; citado en Maero, 2014), proponen

una serie de recomendaciones clínicas para trabajar con exposición.

1) Violación de expectativas: esta estrategia consiste en diseñar exposiciones que

principalmente violen las expectativas respecto a la frecuencia o intensidad de los

resultados negativos. Es decir, en lugar de que la exposición se sostenga hasta que el

miedo baje, es preferible que se sostenga hasta tanto las expectativas sobre el estímulo

sean violadas, hasta que el paciente aprenda algo nuevo. Craske lo ejemplifica de esta

manera: “para personas que tienen miedo de tener un ataque cardíaco en un ascensor,

la exposición puede ser llevada a cabo en ensayos de exposición cada vez más

prolongados en el ascensor aunque el miedo no disminuya en cada ensayo”.

Básicamente, la idea es enfatizar la diferencia entre expectativas y experiencia.

2) Extinción profundizada: cuando sea posible, se combinan varios estímulos que han

pasado por un proceso de exposición en un solo ensayo. Por ejemplo, si estamos

trabajando con miedo a las arañas, podemos exponer primero a un tipo de araña, luego

a otro tipo de araña, y luego (extinción profundizada), exponer con ambos tipos de

araña a la vez.

27

3) Extinción ocasionalmente reforzada: requiere un poco más de experiencia para llevar a

la práctica y consiste en provocar (o permitir), que durante el período de extinción

haya nuevas oportunidades de experimentar la respuesta problemática. Por ejemplo,

inducir nuevamente síntomas de pánico en situaciones que han pasado por exposición

y ya no generan respuestas de evitación.

4) Prevención o remoción de señales de seguridad: se trata de remover todo objeto o

conducta que sirva para señalar que el sujeto está “a salvo del miedo” durante la

exposición.

5) Variabilidad: implica volver un poco más impredecible el estímulo de la exposición.

“En exposición variable, ésta es llevada a cabo con los ítems de la jerarquía en un

orden aleatorio, sin importar los niveles de miedo o la reducción de miedo (…)

Llevamos a cabo exposición con estímulos variables, con duraciones variables y con

niveles de intensidad variables” (Craske, 2014; citado en Maero, 2014).

6) Múltiples contextos: similar a la anterior, consiste en llevar a cabo la exposición en el

mayor número posible de contextos distintos en lugar de hacerlo sólo en la consulta.

La idea aquí es generalizar el aprendizaje a situaciones distintas para fortalecerlo y

volverlo más disponible.

7) Reconsolidación: consiste en presentar brevemente el estímulo condicionado antes de

la exposición, por ejemplo, presentar la araña durante unos segundos, una media hora

antes de empezar con la exposición. Se basa en los planteamientos que sugieren que

cada vez que un recuerdo es recuperado, se vuelve a escribir en la memoria a largo

plazo; por lo tanto, introduciendo nueva información cuando ese recuerdo se recupera,

se podría modificar el recuerdo en sí. Carece de evidencia empírica.

4.3. Efectos de la oxitocina en la reconsolidación de la memoria del miedo.

El miedo es un estado emocional normal que sirve para adaptar los organismos a su

medio ambiente. Sin embargo, el miedo y la ansiedad son desadaptativos cuando se

convierten intrusivos, crónicos y muy angustiantes, como en el trastorno de estrés

postraumático (TEPT). La evidencia muestra que la memoria a largo plazo se vuelve lábil una

vez que ésta ha sido consolidada. Esta memoria lábil requiere reconsolidación para persistir

en el cerebro. Intervenir en la reconsolidación puede alterar los recuerdos de miedo por el

tratamiento de recuperación de la memoria con drogas o procedimientos no farmacológicos.

28

En relación a esto, la oxitocina, a menudo llamada “hormona del amor” debido a su

papel crucial en las relaciones madre-hijo, la vinculación social y la intimidad (los niveles se

disparan durante el sexo), parece tener también un efecto ansiolítico significativo. Un gran

número de estudios sugieren que la oxitocina desempeña un papel en los procesos de

aprendizaje y memoria en animales y humanos. Para comprobarlo, se realizó un estudio

donde se determinó si una sola inyección sistémica de oxitocina tenía efectos sobre la

reconsolidación de recuerdos del miedo (Hou, Zhao, Zhang y Ding, 2015). Se encontró, que

la reactivación posterior a la administración de la oxitocina perjudica la reconsolidación de

estas memorias y el efecto de deterioro es dependiente de la reactivación. La reactivación

posterior de recuerdos de miedo a corto plazo y el aprendizaje de nuevas memorias de miedo

no se vieron afectados por la administración de oxitocina. El estudio demuestra la efectividad

de la oxitocina de forma persistente menoscabando la retención de la memoria del miedo

mediante el bloqueo de la reconsolidación en ratas. Estos resultados podrían abrir una nueva

vía para el tratamiento de trastornos patológicos relacionados con la memoria también en

humanos.

4.4. La teoría de preparación de fobias.

Los organismos tienden a ser precavidos en su trato con situaciones potencialmente

fatales (Hendersen, 1985; Mineka, 1992; citado en Öhman y Mineka, 2001). Dadas las

consecuencias negativas que están al acecho de determinados fallos para provocar respuestas

de miedo, se cree probable que los organismos aprendan rápidamente a tener miedo a

estímulos potencialmente mortales. Estas premisas se incorporaron en una teoría de la

adquisición del miedo descrita por Seligman (1970, 1971; citado en Öhman y Mineka, 2001).

Esta teoría ha combinado la idea de que el miedo intenso puede resultar del condicionamiento

pavloviano, de la evolución en la exigencia de contingencias de supervivencia y del hecho

empírico de que las fobias se producen principalmente a estímulos que son relevantes en la

supervivencia.

Desde una perspectiva evolutiva, se supone que las presiones ambientales han ido

predisponiendo a los primates a acondicionar el miedo más fácilmente a los estímulos

relacionados con amenazas recurrentes a su supervivencia (miedo relevante), que a estímulos

que nunca han amenazado la supervivencia (miedo irrelevante) o que a pesar de ser

relevantes, surgieron recientemente en la historia (armas y enchufes eléctricos). Seligman

(1970) propuso además, que asociaciones preparadas no sólo deben ser fáciles de adquirir (a

29

menudo en tan poco como un ensayo), también deben obedecer a diferentes leyes del

aprendizaje igual que lo hacen las asociaciones no preparadas. Por ejemplo, propuso que las

asociaciones preparadas, en relación a las no preparadas, deberían ser más resistentes a la

extinción. Seligman y Hager (1972) (citado en Öhman y Mineka, 2001) añaden que los

diferentes mecanismos cognitivos y sustratos fisiológicos también varían con la dimensión de

la preparación; las asociaciones preparadas suelen ser menos "cognitivas" (menos

influenciadas por la entrada de información racional) y están mediadas por áreas del cerebro

de origen evolutivo más antiguo.

Esta teoría sobre la adquisición del miedo propuesta por Seligman, nos ofrece la base

de la comprensión de muchas de las fobias a determinados estímulos que encontramos en la

práctica clínica, relacionando un determinado miedo, por ejemplo, el miedo a volar o

aerofobia, con asociaciones preparadas entre EC-EI y establecidas en la mente del sujeto de

forma tan automática y consistente, que no llegan a procesarse de forma racional y, como se

ha mencionado anteriormente, se hacen mucho más resistentes al proceso de extinción en el

tratamiento.

4.5. Interacción entre miedo, extinción y sueño.

Los estudios publicados sobre las interacciones del sueño con el condicionamiento del

miedo y su extinción se han multiplicado en la última década. Se han revisado los patrones de

activación en el cerebro emocional durante pruebas de sueño y se ha señalado que el sueño

REM puede ser de particular importancia para el procesamiento de la memoria emocional.

Concretamente, pacientes con trastorno de estrés postraumático (TEPT), en

comparación con sujetos sanos expuestos también a una situación traumática, extinguen peor

sus recuerdos temidos (Blechert et al. 2007; citado en Pace-Schott, Germain y R. Milad,

2015). Pacientes con TEPT también muestran anomalías estructurales y funcionales en

regiones límbicas asociadas con la extinción del recuerdo, incluyendo la corteza cingulada

anterior perigenual, amígdala e hipocampo (Milad et al., 2013; citado en Pace-Schott, et al.,

2015).

Cabe destacar que tanto las redes de memoria de la extinción como de la expresión del

miedo, se encuentran dentro de las regiones reactivadas selectivamente en la transición del

sueño REM, lo que sugiere que las alteraciones de sueño REM pueden contribuir al deterioro

de la extinción en el TEPT. De hecho, un reciente meta-análisis encontró que el aumento del

número medio de movimientos oculares rápidos por minuto en el sueño REM (densidad

30

REM), junto con el aumento de la Etapa 1 NREM y la disminución del sueño de ondas lentas

(SWS), fueron las alteraciones más consistentes de sueño en el TEPT en comparación con los

grupos control (Kobayashi, et al., 2007; citado en Pace-Schottet al., 2015). Por otra parte,

como se detalla anteriormente, tanto SWS y el sueño REM se han relacionado,

experimentalmente, con la consolidación de la memoria de extinción. Curiosamente, las

repetitivas pesadillas, altamente verídicas del TEPT podrían desempeñar un papel importante

en el equilibrio relativo del miedo y la memoria de extinción en estos pacientes, por ejemplo,

mediante el refuerzo del miedo condicionado través de la retraumatización (Levin y Nielsen,

2007; citado en Pace-Schott et al., 2015).

Una limitación importante de la investigación del sueño en el TEPT ha sido el enfoque

en sujetos masculinos, una limitación que se extiende a la literatura en animales, donde los

estudios de condicionamiento del miedo y la extinción se llevan a cabo principalmente en los

machos (Lebron-Milad y Milad, 2012; citado en Pace-Schott et al., 2015). Sin embargo, las

diferencias de género en la relación entre el TEPT y el sueño han comenzado a ser analizadas

recientemente (Kobayashi, Cowdin, y Mellman, 2012; Kobayashi y Mellman, 2012; Richards

et al, 2013) (citado en Pace-Schottet al., 2015). Por ejemplo, las diferencias sexuales

observadas en los síntomas de sueño en el TEPT pueden variar con los niveles hormonales y

la fase del ciclo menstrual en las mujeres (Kobayashi et al., 2012; citado en Pace-Schott et al.,

2015). Además, el control de las alteraciones del sueño REM es mayor en mujeres, mientras

que las anormalidades durante el sueño de ondas lentas (SWS) son más pronunciados en los

hombres (Richards et al., 2013; citado en Pace-Schott et al., 2015). Estos hallazgos podrían,

en el futuro, ayudar a comprender mejor las diferencias de sexo en la prevalencia de este

trastorno.

Las alteraciones del sueño, o bien preceden o siguen a las experiencias traumáticas,

por lo que pueden predecir el desarrollo posterior de TEPT (Babson y Feldner, 2010;

Mellman y Hipólito, 2006. Wright et al, 2011; citado en Pace-Schott et al., 2015). Por

ejemplo, los sobrevivientes de accidentes de vehículos de motor que luego desarrollaron

TEPT, a diferencia de los sobrevivientes que no lo hicieron, tenían trastornos del sueño más

graves que no lograron normalizar en el tiempo (Koren et al., 2002; citado en Pace-Schott,

Germain y R. Milad, 2015). Del mismo modo, Mellman et. al., (2002) mostraron que el

insomnio, la gravedad y las anomalías en el sueño REM, especialmente su fragmentación en

las pesadillas subjetivas, en los primeros momentos después de una lesión traumática,

predijeron más tarde el desarrollo de trastorno de estrés postraumático (Mellman et al, 2002;

31

Mellman y Hipólito, 2006; Mellman, Knorr, Paloma, Leiter, y Akay, 2004. Mellman et. al.,

2007; citado en Pace-Schott, Germain y R. Milad, 2015) Dicha interrupción del sueño puede

impedir el procesamiento normal de los recuerdos emocionales después de un traumatismo

(Mellman y Hipólito, 2006; citado en Pace-Schott, Germain y R. Milad, 2015), incluyendo la

capacidad de consolidar la memoria para la extinción del miedo asociado a los recuerdos

traumáticos, y esto puede ser un mecanismo por el cual la interrupción del sueño contribuye al

desarrollo de este trastorno. Sin embargo, serán necesarios estudios longitudinales futuros de

sueño en las personas traumatizadas para establecer firmemente los vínculos causales entre la

interrupción del sueño, la extinción y el trastorno de estrés postraumático.

5. CONCLUSIONES:

En los últimos años, han sido numerosos los estudios centrados en la explicación de

las bases neurobiológicas que rigen la memoria del miedo y su extinción, principalmente por

su interés en aplicaciones clínicas e intervenciones en trastornos de ansiedad patológica.

Destacamos el papel especialmente importante de la amígdala y el hipocampo en la

codificación de eventos aversivos. Dentro de estas estructuras, se producen diversos cambios

celulares que permiten la estabilización de estas memorias. Por ejemplo, la formación de la

memoria auditiva de miedo dentro de la amígdala requiere potenciación a largo plazo

dependiente de NMDA, lo que resulta en la activación de cascadas de señalización y la

posterior transcripción y traducción de nuevas proteínas. Los cambios estructurales y

sinápticos en las dendritas, tales como la inserción del receptor AMPA, también acompañan a

la formación de la memoria del miedo.

Esta considerable acumulación de conocimiento sobre la formación de la memoria del

miedo nos ha permitido poder especular con más confianza sobre las bases neuronales de

trastornos psiquiátricos como el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otros trastornos

de ansiedad. Del mismo modo, el aumento de la investigación sobre los mecanismos

neuronales de la extinción ha permitido postular que este proceso implica un aprendizaje

inhibitorio mediado por un circuito neuronal muy distribuido, entre el que se incluyen áreas

como la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo. Es importante también destacar que

la extinción implica una reorganización de la memoria del miedo original a lo largo de esta

red, lo cual puede implicar tanto aumentos en la fuerza sináptica, como una despotenciación

de ciertas sinapsis. El resultado global es una supresión del miedo condicionado no

permanente y que es dependiente del contexto. Esto es especialmente relevante para las

32

intervenciones terapéuticas en pacientes con trastornos como el TEPT, ya que sugiere que la

terapia de exposición es un proceso bastante frágil que es muy susceptible a la interrupción

por claves contextuales, aunque han surgido a este respecto, nuevas estrategias basadas, no en

la eliminación del miedo de forma total como se venía creyendo desde hace años, si no en la

transformación de este miedo en otro más adaptativo y con el que el paciente sienta cierta

seguridad y control.

Afortunadamente, han surgido también ciertos tratamientos farmacológicos que

parecen facilitar la extinción de recuerdos del miedo. Por ejemplo, drogas como la cicloserina

que se ha probado para mejorar la extinción en ratas, también se ha encontrado útil como

complemento de la terapia de exposición en pacientes con miedo a las alturas. Aunque es

importante dejar claro que los tratamientos farmacológicos no son la única salida, ya que, en

algunas circunstancias, no se obtienen los resultados esperados en la mejora de los pacientes

con trastornos como el TEPT, al poder llegar a fortalecer ambiguamente la reconsolidación en

lugar de la extinción.

Para finalizar, destacar la relación del sueño con la consolidación del miedo

condicionado y su extinción, debido a su importante papel en las memorias emocionales. Las

zonas activadas durante el sueño REM son las mismas que las implicadas en este tipo de

memorias, por lo que alteraciones en el sueño pueden influir de forma clara y perjudicial en

trastornos como el TEPT, lo cual puede ser utilizado como un buen predictor del desarrollo

del propio trastorno y de su tratamiento.

33

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