proyecto terre: territorios, resistencias y escuela …
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Mesa: Pedagogías Descolonizadoras
PROYECTO TERRE: TERRITORIOS, RESISTENCIAS Y ESCUELA
UNA PRÁCTICA PEDAGÓGICA EMANCIPADORA PARA HACER FRENTE AL
EXTRACTIVISMO1.
Josué Libardo Sarmiento Lozano
IPARM. Universidad Nacional de Colombia
“En los años 60, América Latina vivió un idilio con la educación: en aquella época se pensó que la
educación era la palanca de la transformación revolucionaria. El comienzo de los años 70 se
presenta con su análisis del aparato ideológico y de la reproducción ideológica a través de la
escuela, de la educación, y América Latina cayó en una especie de desesperación...”
P. Freire
Introducción
Usualmente las propuestas y experiencias de educación para la liberación, emancipación, la
superación del colonialismo y la transformación social, se asocian a procesos organizativos
populares de base o movimientos sociales organizados, en mayor o menor escala,con
carácter étnico, gremial o territorial, pero casi siempre por fuera del campo de la educación
formal. Nuestro continente ha sido pionero en este tipo de experiencias dadas sus
condiciones objetivas de exclusión, explotación y dominio colonial, materializadas en el
dominio deoligarquías históricamente constituidas, que han venido refinando sus estrategias
de dominación y consolidándose con el capitalismo periférico.
La presente ponencia presenta una experiencia pedagógica con perspectiva descolonizadora
en la escuela formal, en el nivel de educación media, como se conoce en Colombia a la
educación que antecede la formación universitaria.
La clave central de esta experiencia consiste en llevar a cabo con los estudiantes de ultimo
año, una salida de campo de diez días de duración hacia el corazón del emporio de minería
de carbón a cielo abierto más grande de América Latina, entre los departamentos del Cesar
y la Guajira, al norte de Colombia. Lo especial del asunto no es el viaje en si, sino el
carácter, el sentido del mismo, en tanto los estudiantes entran en relación directa con los
pobladores campesinos negros, de herencia cimarrona, que resisten tenazmente contra la
1Se autoriza la publicación en los medios que el comité organizador considere.
expansión minera, eje del modelo extractivista en este país. Un encuentro crucial por
distintos motivos, como veremos adelante.
1. Un país que se vende... pueblos que resisten y luchan
Colombia como muchos otros países de nuestra américa y del mundo, no ha sido ajena a los
procesos de transformación capitalista global, que han impuesto a nuestros países el rol de
abastecedores de “recursos naturales” o “humanos”, bajo un modelo global de acumulación
por desposesión. La contemporánea ideología del desarrollo “reorganizó al mundo,
relegitimando la división internacional del trabajo en el contexto capitalista, mediante un
enorme conjunto de discursos y prácticas… el desarrollo nos ata a un instrumento
tecnocrático, cuantitivista y economicista… y perpetúa la desvalorización de múltiples
modos de vida y relacionamientos sociales y saberes existentes en el Sur como
`atrasados´…” (Lang;. 2011. P. 13 y 14).
Para nadie es un secreto el fracaso de la promesa del desarrollo que ofrecía progreso y
niveles de consumo iguales a los de los países del norte, como ya lo había anunciado
Furtado hace 40 años. Sin embargo, el poder colonial sigue empeñado en profundizar este
modelo, con consecuencias desastrosas para el planeta y sus habitantes, en especial, en este
lado del mundo.
El extractivismo como expresión del colonialismo materializa lo que se ha denominado la
“paradoja de la abundancia”, según la cual la pobreza se extiende más fácilmente en los
países con existencia de abundantes “recursos naturales”. Colombia cumple con las
condiciones necesarias para ser catalogada como una nación en manos del extractivismo, ya
que predomina la apropiación masiva de la naturalezacon fines de exportación, la
generación de economías de enclave, una inserción subordinada en el mercado mundial, la
transnacionalización y la subordinación estatal; todo ello sin estar limitado a los minerales
sino también en el tema agrario, con la palma de aceite y la producción de biocombustibles.
En los últimos años, ha aumentado la importancia del sector minero en la economía
colombiana.Según la información que dan las propias empresas multinacionales del sector,
“la minería representó en 2011 el 24.2% de las exportaciones; el 2.4% del PIB; 20% del
total de la inversión extranjera directa…”2. Esa misma fuente señala que en Colombia, la
2(http://www.ccx.com.co/es/nuestros-negocios/Pages/sector-mineria-colombia.aspx#sthash.GbuC8izl.dpuf)
producción de carbón es de “74 millones de toneladas al año, lo que ubica a Colombia
como el décimo productor de carbón del mundo con un 1.2% de la producción mundial…
El carbón proporciona el 29.6% de las necesidades mundiales de energía primaria y
genera el 42% de la electricidad del mundo”.Dentro del sector minero colombiano el
carbón representa el 88% de la extracción minera del país, pagando regalías por 1.2 billones
de pesos3.
En el departamento del Cesar, en la región caribe al norte del país, la minería de carbón a
cielo abierto ha venido creciendo en los últimos 20 años, de la mano del aumento de la
demanda internacional y la flexibilización de los requisitos ambientales y tributarios, con
consecuencias dramáticas para el medio ambiente y la población de la zona. La explotación
minera en el departamento esta concentrada en tres grandes empresas multinacionales:
Drummond, empresa familiar norteamericana;Glencore, de Suiza y CNR, del grupo
Goldman Shachs de EEUU. Entre las tres controlan diferentes minas que en conjunto
extraen al año cerca de 40 millones de toneladas.
Desde el propio estado colombiano algunas voces se han levantado para llamar la atención
ante la inconveniencia de estos proyectos por los efectos ambientales que producen
“Este escenario climático de largo plazo lleva a cuestionar el desarrollo de
proyectos mineros en zonas que están en proceso de desertificación y en las cuales
los escenarios de cambio climático indican que va a disminuir la precipitación
entre el 10% y el 30% respecto a la precipitación promedio actual. Un ejemplo de
ello es el desarrollo de proyectos mineros a cielo abierto en la zona central del
Cesar que abarcan un área de 90.000 hectáreas, localizados en la zona intermedia
entre la serranía del Perijá y el complejo de humedales de Zapatosa que
interrumpen el flujo de agua superficial y subterráneo, lo que afectará la zona por
disminución del recurso hídrico en el futuro cercano” (Contraloría. 2013. P. 94).
De acuerdo con los datos de la Contraloría General de la nación, el departamento del Cesar
tiene un área de cerca de dos millones de hectáreas, de las cuales 220 mil están
concesionadas a empresas mineras en 10 títulos. Las solicitudes de nuevas titulaciones para
el 2012 abarcaban un área de 342 mil hectáreas, un 150% más de lo que ya tienen, hasta
completar un 25% del territorio del departamento. Las exportaciones de carbón del Cesar
33http://www.ccx.com.co/es/nuestros-negocios/Pages/sector-mineria-colombia.aspx#sthash.GbuC8izl.dpuf
suman a la fecha cerca de 400 millones de toneladas (desde 1990 hasta 2011) “y si ello se
vincula con la relación carbón/descapote que es de cerca de 1 a 10”, se tendría que la
explotación de carbón en el Cesar habría generado 4.000 millones de toneladas de
escombros y residuos rocosos potencialmente contaminantes (Contraloría. 2013: 97 y ss).
El carácter del modelo extractivistaes advertido por la Contraloría así: “Más del 99% de la
producción de oro y el 92% de la de carbón son exportados sin generar encadenamientos
productivos, lo cual convierte al país en un exportador neto de materias primas y en un
acumulador de residuos contaminantes”.(Contraloría. 2013. P. 119).
Uno de los efectos ambientales mas graves tiene que ver con el agua. De un lado, la
explotación minera requiere inmensas cantidades de agua, que en el caso del carbón, es
utilizada para regar caminos y mitigar la nube de polvo que se levanta por esta actividad“El
Cerrejón (2011) publicó que su proyecto de expansión significaría la necesidad de uso del
agua para la aspersión de vías y cargue de carbón (17.000 m3 de agua al día en la
actualidad)… lo cual significa que el proyecto gastaría el agua equivalente al consumo de
2 millones de personas” (Contraloría. 2013. P 103).
De otro lado la explotación carbonífera a cielo abierto, realiza excavaciones de cerca de
200 mts de profundidad provocando el descenso del nivel freático del suelo, lo cual se
traduce en que las corrientes subterráneas de agua se secan, contaminan o se profundizan.
Estas corrientes subterráneas son la fuente de agua potable de más de la mitad de los
municipios guajiros, un departamento que se caracteriza por su ambiente árido y
semidesértico.
En el Cesar la explotación carbonífera a cielo abierto ha desviado ríos para extraer el
carbón de su lecho, ha contaminado sus aguas las cuales van directo al complejo de
ciénagas de La Zapatosa, en la cuenca del río Magdalena el más grande del país.
Además de la afectación de las fuentes de agua, la afectación del aire es evidente y supera
las concentraciones máximas, aceptables para el ser humano. Los pobladores se quejan de
enfermedades respiratorias en niños/as y adultos, “en algunos casos nos toca almorzar a la
carrerita, porque la comida se llena de polvillo gris…”. Al respecto la ausencia de estudios
independientes y confiables es dramática. Solo las empresas carboneras han hecho algunos
estudios al respecto, pero no son nada confiables. La red hospitalaria local no brinda
información al respecto y tampoco cuentan con los equipos necesarios para diagnosticar y
atender este tipo de afecciones a la salud.
La contaminación por voladuras es supremamente alta. “De acuerdo con información de la
propia Drumond, en la mina de La Loma “se extraerán 21.443.000 toneladas de carbón,
con un descapote de 180.312.000 toneladas. En este caso se usarían cerca de 50.000
toneladas de nitrato de amonio/año y un millón de galones de ACPM. Con estos datos,
cada tonelada de carbón extraída requeriría el uso de 2,3 kg de nitrato de amonio y 0,17
litros de ACPM”.(Contraloría. 2013: 105).
En Colombia no existen a la fecha estudios confiables acerca de la afectación a la salud de
pobladores y empleados por cuenta de la actividad minera a cielo abierto, los instrumentos
de medición de calidad del aire –según los pobladores- son instalados y manipulados por
las empresas a su conveniencia, la red hospitalaria es precaria y no cuenta con los
mecanismos ni las posibilidades para diagnosticar ni atender estos casos.
El conjunto de afectaciones y daños ambientales producidos por la minería, pone en riesgo
la salud y la supervivencia en su territorio de comunidades campesinas, negras e indígenas,
incluso su soberanía alimentaria.
Minería y conflicto armado
En un reciente informe la ONG holandesa PAX documentó las denuncias contra la minera
norteamericana Drummond en su operación en el Cesar durante la ultima década,
denunciando con documentos y testimonios, las conexiones de la empresa con el proceso de
surgimiento y expansión del proyecto paramilitar en el Cesar, ante lo cual el estado
colombiano se hizo el de la vista gorda.
PAX asume “un estimado prudente de 2.600 víctimas de asesinatos selectivos, 500 víctimas
de masacres, y 240 víctimas de desapariciones forzadas” atribuidas a un frente paramilitar
de las AUC que según los indicios recogidos en el informe, fue fundado y financiado
directamente por la empresa Drummond para proteger y favorecer sus intereses y negocios
en la zona. “Adicionalmente, la violencia paramilitar causó al menos 59.000 víctimas de
desplazamiento forzado en la zona minera del Cesar. De estos estimados, hemos podido
identificar por nombre y apellido a 865 víctimas de asesinatos selectivos, masacres y
desapariciones forzadas…” (Moor, Marianne y van de Sandt, Joris. 2013: 22).
Con todo esto, la justicia colombiana ha sido incapaz de adelantar las respectivas
investigaciones, al punto que las víctimas han tenido que acudir a la justicia
norteamericana, donde libran actualmente una batalla legal contra Drummond, con escasas
probabilidades de éxito, dado el poder inmenso que detenta.
Para completar este panorama de impunidad y desidia estatal, recientemente se ha
agudizado la persecución contra las comunidades, los activistas sociales y ambientalistas,
que han liderado con algún éxito la confrontación al modelo extractivista, eufemísticamente
denominado por el gobierno santos como “la locomotora del progreso”. En diarios
nacionales han aparecido columnas contra los ambientalistas, en la más reciente se les
acusa de “extremistas”, de “culpables del atraso del país” y de “enemigos del progreso”,
concluyendo de forma temeraria que “Si los fundamentalistas del medio ambiente quieren
vivir en la selva o con taparrabos, están en su derecho, pero que no se olviden de los
derechos de los demás”4. Estas acusaciones se suman a las sufridas por los defensores de
DDHH en el pasado cercano y dan cuenta también del descrédito generalizado de las
empresas mineras multinacionales en nuestro país.
2. El pueblo de “La Sierra” y la resistencia campesina
En pleno corazón del enclave minero del Cesar, existe un pequeño poblado campesino
afrodescendiente, que desde siempre han asumidocomo bandera la defensa del derecho a
permanecer dignamente en sus territorios, frente a terratenientes y mineras. Hace cerca de 4
años tuvimos la oportunidad de encontrarnos en el camino y de sentir idénticas preguntas y
necesidades. Nos juntó la indignación por lo que sucedía en el departamento con la minería
a cielo abierto, con los cultivos de palma africana, con la ganadería extensiva, con la
situación de marginalidad y precariedad de los pobladores campesinos.
El origen de “La Sierra” en la memoria colectiva se remonta a la colonia:“Mi abuela
Bartola me cuenta que aquí supuestamente en la época de la colonia, pasaban los negros
arrieros de ganadería. Algunos, como eran esclavos… quedó gente por aquí liberta en esta
zona. Entonces debido a ese asentamiento estamos nosotros aquí” (Umaña, 2013: 3).Su
4http://www.elespectador.com/opinion/ambientalistas-extremos-columna-524195http://www.semana.com/nacion/articulo/la-polemica-por-el-papel-de-los-ambientalistas/408350-3
historia es un relato animado de acciones colectivas en defensa de las sabanas comunales,
del modo de vida campesino, de las tradiciones cimarronas que son la raíz de su cultura:
“…esta tambora era la señal para que el pueblo de La Sierra se preparara para
desalambrar y “picarle la línea” a los ricos que intentaban apropiarse de las
sabanas… Entonces nos poníamos de acuerdo, y el domingo en la madrugadita, a
las cinco o seis de la mañana, se tocaba la tambora nuevamente y todo el mundo
venía con hachas, machetes, los burros para traerse la leña de las vigas que
cortaban, piedra y rula. Antes picaba uno con una piedra y una rula, ponía la
piedra abajo y “pam” al alambre. Entonces iban unos adelante picando alambre, y
otros atrás cortando las astillas para traer su carga de madera. Y eso se hacía con
todo el que quisiera adueñarse de las sabanas” (Umaña, 2013: 3).
Así, entre tamboras y alboroto, los serranos y serranas han asumido la defensa de su
territorio, acciones en las cuales las mujeres han tenido gran protagonismo en un contexto
tradicionalmente machista: “Mi mamá fue una líder comunal o comunitaria como llamamos
nosotros aquí. (…) Mi mamá se llamaba Dima Matilde Castañez, que es el nombre de mi
hija. Entonces ella comenzó a liderar ese proceso, de que teníamos que organizarnos y
pelear la tierra, porque eso es de nosotros. Y como este pueblo siempre ha tenido ese
arraigo de negro, de rebeldes y revolucionarios…” (Umaña, 2013: 4)
Ha sido tal, la fortaleza de esta comunidad, que en las épocas más fuertes del
paramilitarismo, el pueblo logró enfrentar con éxito la amenaza “de los armados”. Hacia
finales de la década del 90 empezaron las incursiones paramilitares en la región para
hacerse con las vidas, las casas, las tierras y las ideas de la gente. “Y lo hacían a través del
miedo”. Sus conexiones y vínculos llegaban a casi toda la institucionalidad estatal en
distintos niveles. Sabían cuántas hectáreas y cabezas de ganado tenía cada quién, cobraban
un impuesto a quienes tuvieran de 100 ha en adelante y lograban la titulación de tierras que
habían robado y saqueado, a sangre y fuego en el departamento y en general, en el caribe
colombiano5.
El día que llegaron a La Sierra “Vinieron buscando a un muchacho, que supuestamente
robaba: le quemaron su casa de palma, le metieron candela. Pero el pueblo se levantó: se
5 Ver a este respecto los diferentes informes que sobre el paramilitarismo en la zona ha producido el portal www.verdadabierta.como la Revista Semana en www.semana.com
oían los gritos de “Pueblo, Pueblo!”, los pasos de gente corriendo a reunirse, el motín y
la balacera. Ese día los paramilitares se fueron y nunca más dejamos que volvieran”.
La gente se organizó autónomamente, como siempre lo han hecho, para defender sus vidas
y sus tierras, las que han heredado por la tradición y han ocupado históricamente desde
épocas de la colonia. De este modo, organizaron grupos de vigilancia por sectores “No se
iban a dejar matar como estaba pasando en otros lugares… los paramilitares no son la ley,
no pueden juzgar a nadie, no van a mandar sobre el pueblo”
La resistencia armada impidió que los paramilitares tomaran control sobre el
corregimiento:“pasaban por las cercanías, hacían reuniones con los ganaderos, pero
nunca pudieron apoderase de La Sierra, ni de sus tierras. Quizá sin eso, hoy La Sierra
sería como los demás pueblos: lugar de despojo, desplazamiento y muerte, sin sabanas
comunales, sin caminos, sin vida”. (Umaña, 2014: 10).
En los últimos años, a pesar que la guerra parece haberse detenido, se perciben sus estragos
y los factores de amenaza contra los territorios de las comunidades campesinas no han
cesado: la expansión de las minas y de las haciendas de palma sigue siendo un riesgo. Es
así que la conformación del Consejo Comunitario en el 2012-como figura organizativa
amparada por la ley para las comunidades negras- puede ser un instrumentoeficaz de
gobierno propio para evitar la expansión minera, defender las sabanas comunales que
siguen libres, recuperar las tierras comunales usurpadas en el pasado y restaurar la dinámica
hídrica de los ríos que bañan la región, de la cual depende sueconomía campesina.
3. Proyecto TERRE, una practica pedagógica emancipadora en clave decolonial
En países como los nuestros, con las contradicciones que afrontamos, es imposible
mantenerse al margen de los conflictos que nos aquejan. En contravía del discurso oficial
que pregona un ejercicio aséptico y apolítico de la docencia, realizar practicas pedagógicas
comprometidas con una praxis de descolonización, es un imperativo ético“…es la Ética
que restituye la palabra negada y silenciada de los pobres, de los desarrapados del mundo,
de los “condenados de la tierra” (Fernández Moujan, Sf: 1).
Es común encontrar que el espacio de la escuela formal con su estructura vertical, su
modelo administrativo gerencial y sus rituales de dispositivo de dominación colonial, es
poco fecundo para practicas pedagógicas emancipatorias en clave decolonial, las cuales han
tenido lugar históricamente en el seno de los movimientos sociales que han construido sus
propios procesos educativosal calor de la lucha; de este modo, han promovido practicas
pedagógicas decoloniales por fuera de la institución escolar6.
Este texto no pretende hacer la defensa de la escuela en tanto dispositivo e institución, sino
más bien de las prácticas pedagógicas que un sinnúmero de docentes comprometidos con la
transformación social, podemos desarrollar eficazmente desde la escuela y a pesar de ella.
Es el resultado de una búsqueda personal y colectiva en pos de una ruta pedagógica capaz
de articular la práctica docente formal, con el activismo social y la practica política. De ahí
surgió el “Proyecto Terre”.
El Origen…
La problemática con que nos encontramos al asumir la cátedra de Ciencias Sociales en el
ultimo grado de educación media de un colegio publico en Bogotá, se relacionaba con la
existencia de un currículo “asignaturista”, que parcela el conocimiento y un plan de
estudios atiborrado de contenidos e información, ambos enmarcadosdesde el enfoque
dominante moderno/colonial y por ello, desconectado del mundo propio y sus problemas7.
Al tiempo, existía un compromiso vital de nuestra parte, con las comunidades campesinas
del centro del Cesar, lo cual nos colocaba en la situación de ir y venir frecuentemente desde
Bogotá al Cesar (cerca de 1000 km) cada fin de semana, con la frecuencia que lo permitiera
el bolsillo y los compromisos laborales.
El sentido…
De unos años para acá fue tomando forma el “Proyecto Terre”, un proyecto de aula en que
cumple con dos condiciones básicas: de un lado, intervino el currículo y el plan de estudios
del área en grado 11, paraconstruir un problema de estudio queenfocara el proceso de
formación de los estudiantes en el campo de las ciencias sociales; de otro lado,el abordaje
de este problema de estudio, responde a algunas de las necesidades planteadas por las
6Son numerosas y bastante conocidas las experiencias de educación popular, educación emancipatoria o
practicas pedagógicas decoloniales, desarrolladas en las ultimas décadas en nuestro continente, que tienen
como lugar de construcción el seno mismo de los movimientos sociales, bien sea porque se trata de educación
de adultos o bien porque se hacen en contravía de la institución escolar formal. 7Habíamos comenzado desde antes a intervenir el currículo en el área de las ciencias sociales, a partir de una
propuesta de “núcleos problémicos” que habíamos discutido en el año 2000 con los profesores Restrepo y
Ramos, sin embargo la construcción de tales núcleos no dejaba de ser un ejercicio intelectual, no lograba
construir una perspectiva distinta, más aterrizada.Ver al respecto Sarmiento Lozano, Josué L; Restrepo,
Gabriel y Ramos Reyes, Javier A. (2000).
comunidades y el movimiento social con quienes estamos comprometidos. Es así como
tomo forma y sentido lo que llamamos una “salida de campo” que nos llevara al corazón de
la contradicciones generadas por la “herida colonial” y nos pusiera en situación de palpar el
modelo extractivista en toda su dimensión, con el fin de conectar eso que discutíamos en
clase, con los sujetos de “carne y hueso” que lo vivían en su cotidianidad y lo
dimensionaban de una forma diferente.
Nuestra experiencia se fundamenta en diferentes rupturas que tuvimos que realizar:
- Ruptura con la idea de que el Aula es el espacio educativo por excelencia, de que el
maestro es el que sabe, de la clase magistral y de que solo los especialistas y doctos
en las disciplinas son los dueños del conocimiento.
Organizados en equipos de trabajo, durante los cuatro primeros meses de clase preparamos
nuestro recorrido acercándonos con los estudiantes al problema desde diferentes esquinas,
indagando, preguntando, recopilando información de fuentes y formatos diversos, pero en
especial, de la experiencia, los insumos, materiales y piezas comunicativas que los grupos
de años anteriores han elaborado, con el fin de ir perfilando el proyecto de cada equipo.
Con una intensa preparación previa, iniciamos un recorrido de más de 2000 km, que nos
lleva a visitar diferentes comunidades campesinas e indígenas del departamento del cesar
en pleno corazón del modelo extractivista. Allí llegamos cargados de preguntas y cada uno
con su proyecto.
- Una Ruptura Epistemológica: con la idea de que el conocimiento científico es
único, neutral y bueno “por naturaleza”.
Compartimos los planteamientos del giro descolonialque defiende una pedagogía abierta a
“rutas de pensamiento y prácticas alternativas focalizadas en el interés de reconocer la
herida colonial y de reivindicar, en esta perspectiva, los saberes, tradiciones, identidades,
memorias y posicionamientos ontológicos de quienes históricamente han sido vulnerados
por la irrupción colonial” (Días. 2010. P 220).
Al asumir el estudio del modelo extractivista, desde sus diferentes expresiones y
contradicciones, capital - trabajo, capital – naturaleza, europeo-no europeo, etc, nos
proponemos analizar las economías de enclave aun presentes en Colombia: los enclaves
petroleros y mineros, las condiciones de vida de los trabajadores, de los pobladores, los
efectos socioambientales de los megaproyectos minero-energéticos, las relaciones
geopolíticas asociadas a estos, el papel de las multinacionales, el rol del estado, la violencia
social y el conflicto armado. Todo ello sin necesidad de fragmentarlo, nos permitió contar
con un problema de estudio desde una perspectiva otra.
Además de lo anterior, el contacto estrecho con las comunidades en su contexto de
resistencia, las conversaciones, intercambios, entrevistas y caminatas que realizamos
conjuntamente estudiantes y lideres/liderezas comunitarios/as, se convirtió en un rico
ejercicio de intercambio y camaradería, difícilmente posible en un país como Colombia
signado por la segregación social, con múltiples y variadas exclusiones.
Poner en situación de interlocución a dos mundos, aparentemente distantes: de un lado, un
grupo de jóvenes urbanos, cachacos (como en el caribe colombiano nombran a los del
interior del país), ajenos -por efecto de los distintos dispositivos ideológicos existentes- a
las problemáticas del resto del país; y del otro lado, la comunidad campesina de La Sierra,
de profunda raigambre costeña, que se autoreconoce como gente negra: “pelionera, que no
se deja joder…”; es el gran aporte de este proyecto, en tanto que el fruto de este encuentro
es el intercambio generoso, solidario, de saberes y experiencias, del reconocimiento y de la
certeza que hacemos parte del mismo mundo y que los otros no son éstos que están aquí a
nuestro lado, sino los otros, los causantes del desastre ambiental del cual todos aquí somos
victimas.
- Ruptura con el currículo y el plan de estudios dominante,
- Ruptura con el rol docente tradicional:apolítico, a lo sumo gremialista pero neutral
frente al conocimiento, burócrata y tecnócrata, distante.
- Ruptura con el papel pasivo del estudiante, no tanto como sujeto que conoce sino
como ser político, capaz de producir y actuar.
Durante la visita a la Sierra realizamos diferentes actividades. Conversamos con el comité
de jóvenes del Consejo Comunitario, que nos hablan de sus sueños y frustraciones, nos
enseñan sus juegos, sus bailes y sus casas; también conversamos con los hombres y mujeres
que lideran el proceso organizativo, al tiempo que atienden labores de casa, parcelas y
huertas. Ellas y ellos nos cuentan de cómo y por que se organizaron, como era su vida
antes, cuando nadie pasaba hambre y las sabanas se recorrían libres para cazar y pescar,
cómo defendieron las tierras comunales de las pretensiones de los hacendados que
intentaban cercarlas, “entonces iba todo el pueblo a picarlesla cerca”. Recorremos las
vastas sabanas comunales de la mano de los viejos, quienesno paran de contar historias, al
tiempo que identifican y clasifican especies de animales y plantas, vaticinan el clima, nos
enseñan y dan a probar los frutos de la sabana que sirven para calmar la sed y el hambre o
las matas que sirven para hacer leña, nos cuentan de sus faenas de caza, de su niñez, de sus
viajes por esa entramada red de caminos que solo ellos y ellas conocen y transitan.
En las pequeñas huertas caseras que las mujeres serranas han ido sembrando, gracias a la
dinámica generada por las cajas de ahorro,los/as jóvenes de la Sierra guían a los/as
“cachacos” que caminan entre frutales, hortalizas, plantas medicinales, flores, plátano, yuca
y maíz, ante la mirada atenta de la dueña de la huerta, siempre lista a contestar alguna
pregunta y a aconsejar sobre su uso. Allí, además de distinguir cada planta, aprendemos
historias de cómo llego a la región, que enfermedades cura, como se usan y para que sirven.
Estamos en una “clase de etnobotánica”, dirían algunos.
En otro momento, en el patio de una casa rodeado de arboles de tamarindo, cerdos y
animales de cría, los/as jóvenes serranos/as hacen gala de sus aptitudes para el baile de la
tambora, cantan los versos que sus viejos les cantaban en los que cuentan las historias de
las “picas”, nombran a los héroes populares que han defendido las sabanas, derrochan
alegría y hospitalidad. Los/as“cachacos/as” observan y tratan de aprender los pasos
arrebatados de la música negra, cimarrona.
En la tarde, recorremosen bus durante más de dos horas la zona del llamado “corredor
minero” y observamoscon nuestros propios ojos la dimensión del despojo y del daño
ambiental que causa la explotación de carbón a cielo abierto, en los inmensos cráteres y
montañas de “material estéril”. Es el emporio de Drummond, CNR y Prodeco. También
podemos ver la miseria reinante en los alrededores de las minas (en los poblados de La
Loma, Boquerón, Plan Bonito y el Hatillo), que contrasta totalmente con las comodidades
que gozan los ingenieros y el personal ejecutivo de la mina (energía eléctrica permanente,
instalaciones con aire acondicionado, agua potable, lujosas viviendas, vehículos y
oficinas,etc)8
. Tienen hasta batallones enteros del ejercito de Colombia!. Durante
kilómetros y kilómetros de recorrido, vemos la inmensa infraestructura para excavaciones y
8Las instalaciones del Cerrejonen la Guajira tienen además de lo nombrado aquí: cancha de golf, colegio
bilingüe para los hijos de los empleados, supermercados, bancos y aeropuerto privado.
transporte, es el despojo en plena acción en medio de un paisaje lunar que hace doler la
vista y hasta la respiración.
Regresamos a la Sierrita para hablar con los líderes y liderezas del Consejo Comunitario.
Bajo la sombra de un quiosco empajado, como manda la tradición campesina de la zona, el
Consejo Comunitario responde las preguntas que a quemarropa van lanzando los visitantes:
¿Cómo se originó el poblado?, ¿como funciona el Consejo Comunitario?, ¿cómo es eso de
las tierras comunales?, ¿de que manera los afecta la minería…? ¿cómo se afecta la vida
campesina, los bosques y los ríos con la minería? Es un coro polifónico de preguntas y
afirmaciones, de reflexiones y propuestas. Por ultimo: ¿Cómo podemos hacer para frenar la
locomotora minera? ¿Qué podemos hacer nosotros?
4. Conclusiones: Encuentros y proyecciones
En Colombia, sólo el 22,7% (4.9 millones de ha) de las tierras con vocación agrícola es
utilizada para cultivos (Acción Colombia. 2013: 3), el restante esta ocupada en ganadería y
monocultivos para producir biocombustibles. La mitad de la población vive en 5 ciudades;
la población negra, indígena y campesina, no llega al 10 o 12 %, padecen los peores índices
de NBI y su número tiende a disminuir por efecto del conflicto armado (desplazamiento
forzado); la tenencia de la tierra está concentrada dramáticamente (menos del 5% de la
población posee el 70% de las tierras productivas) y la economía se sostiene del sector
primario y del sector servicios.
La gran mayoría de los colombianos no conoce ni se imagina los efectos del modelo
extractivista y del colonialismo. Estos temas se quedan en un estrecho grupo de expertos e
ilustrados que de vez en cuando debaten en universidades, periódicos o programas de
opinión, escasamente vistos. El movimiento social esta fragmentado por intereses y
disputas complejas y diversas: campesinos vs indígenas en el Cauca, sindicatos vs
pobladores en las zonas mineras, reina la desconfianza y la imposibilidad de elaborar
alianzas políticas estratégicas entre las izquierdas, predomina una cultura política
tradicional, entre otras situaciones, han impedido la amplia difusión y convocatoria hacia
un movimiento social fuerte que –como ocurre en otros lugares del continente- asuma el
liderazgo y confronte directamente el modelo.
Buena parte de la población permanece ajena-alienada, inconforme y preocupada porque
sabe que algo no anda bien, pero rápidamente es absorbida por la cotidianidad urbana, los
horarios de trabajo extenuantes, las largas horas para llegar a casa apretados en un bus y el
bombardeo mediático de la sociedad de consumo que ofrece/promete ilusiones, modela el
deseo y domestica el pensamiento.
Por todo esto, en Colombia este tipo de prácticas y de ejercicios pedagógicos es bastante
escaso, casi inexistente. Y la pregunta de ¿qué podemos hacer nosotros? toma sentido de
nuevo. Como pobladores urbanos, como jóvenes que poseemos unos saberes prestados y
otros apropiados, algo podemos hacer. De este modo, durante el segundo semestre del año,
nos damos a la tarea de materializar en los grupos de trabajo, los proyectos que
vislumbramos antes de la salida, a manera de piezas comunicativas dirigidas al colombiano
promedio endiversos formatos.
En los últimos dos años se han producido 3 revistas (1 impresa y 2 virtuales), 3 videos-
documentales, 8 series de comics e historietas, 4 crónicas, varios ensayos cortos, una puesta
en escena de danza-teatro, un programa de radio transmitido por la emisora de la
Universidad, varias galerías fotográficas, entre otros productos; todo lo cual están siendo
montado en la web del ProyectoTERRE, para que este abierto al publico general, para que
pueda ser empleado como material pedagógico en talleres con comunidades o escuelas.
Absolutamente todos los productos o piezas comunicativas, han sido diseñadas, construidas
y montadas por los estudiantes mismos, sin intervenciones de especialistas o técnicos
externos, con la orientación de algunos docentes del IPARM que, como acompañantes de la
salida, terminaron compartiendo y apropiándose de esta idea. Nuestra apuesta es llegarle a
un público al cual el discurso intelectual no le llega, comunicar por distintos mediosenlos
lenguajes cotidianos de la gente, de pueblo a pueblo.
Por esto y por muchas cosas más que por espacio no caben en esta ponencia, es que
consideramos que la nuestra, es una práctica pedagógica “en clave descolonial”, porque
asumimos una comprensión crítica de la historia, reposicionamos prácticas educativas de
carácter emancipatorio, nos descentramos de la teoría tradicional, nos abrimos a otras
perspectivas de saber, no solo en cuanto a los contenidos sino también a las didácticas, en
consonancia con lo que proponen algunos autores (Días. 2010. P 221), pero sobre todo, en
consonancia con el contexto y los tiempos en que estamos viviendo.Esta es una
invitaciónque en palabras de Catherine Walsh, hacemos a todos y todas aquellos
maestros/as militantes“comprometidos en cuerpo, alma y mente con la vida, con las
posibilidades de un otro vivir” (Walsh. 2013. P. 62)
5. Bibliografía
Alimonda, Héctor. Comp. (2011). La naturaleza colonizada. Ecología política y
minería en américa latina. Clacso. Buenos Aires.
Contraloría General de la Republica. (2013). Minería en Colombia. Fundamentos
para superar el modelo extractivista. Bogotá.
Díaz, Cristhian. (2010). “Hacia una pedagogía e, clave decolonial: Entre aperturas,
búsqueda y posibilidades”. En revista Tabula Rasa, Num 13. Jul-Dic 2010.
Universidad Colegio mayor de Cundinamarca. Colombia.
Dussel, Enrique. (1994). 1492: el encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito
de la modernidad UMSA. La Paz.
DANE. Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas. (2013). “Cesar.
Pobreza monetaria 2012”. Bogotá.
Lang, Miriam y Mokrani, Dunia. Comp. (2011) Más allá del Desarrollo. Grupo
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Rosa Luxemburg. Quito-Ecuador.
Lander, Edgardo. (Comp). (1993). La colonialidad del saber: eurocentrismo y
ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Clacso. Buenos Aires.
Moor, Marianne y van deSandt, Joris(2014). El lado oscuro del carbón. La violencia
paramilitar en el Cesar, Colombia. Utrech-Bélgica. 2014.
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Sf. Mimeo.
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Tierra en Colombia: Entre el despojo y el negocio. Bruselas - Belgica.
Sarmiento Lozano, Josué L; Restrepo, Gabriel y Ramos Reyes, Javier A. (2000).
Hacia unos fundamentos de la enseñanza y el aprendizaje de las ciencias sociales en
la educación media. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.
Walsh, Catherine. Ed. (2013). Pedagogías decoloniales. Prácticas insurgentes de
resistir, (re)existir y (re)vivir. Quito.
Umaña, Nadia. (2013). “La Sierra es una tierra de rebeldía. Apuntes sobre la acción
colectiva en defensa del territorio de las comunidades afrodescendientes en el
Cesar”. Mimeo.