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Pronombres de primera persona y tipos de narrador en ((La Araucana)) En memoria de mi maestro Hernando Balmori I. El pronombre' yo. Al proponernos el estudio del narrador en La Araucana de Ercilla, convino a nuestro interés la observación de los usos pro- nominales vinculables con el hablante ficticio del poema (1). Des- de fines del siglo pasado, el análisis de obras literarias compren- didas en el género épico toma en cuenta como elemento organi- zador del texto a la persona ficticia llamada narrador. N o co- rresponde a nuestro interés actual valorar ni historiar los aportes que se han hecho desde entonces a la consideración y clasificación de ese recurso (2). Conviene a él, en cambio, destacar la índole (r) El que aquí se publica es parte de un trabajo monográfico que realizamos en Madrid bajo la dirección del doctor Rafael Lapesa Melgar, para su cátedra de Historia del Español (el trabajo completo comprende la observación de todos los usos pronominales de la primera persona singu- lar y de la primera plural vinculables al narrador de La Deseamos, ante todo, rendir nuestro agradecimiento a! maestro Lapesa, de cuya sabia vigilancia y generoso estímulo se beneficia este trabajo. Y al Instituto de Cultura Hispánica, que, al hacer posible nuestra estadía en Madrid, nos permitió iniciar nu-estro doctorado español bajo tan alta di- rección. (2) Remitimos, de entre la copiosa bibliografía sobre la materia, a la

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Pronombres de primera persona y tipos de narrador en ((La Araucana))

En memoria de mi maestro Hernando Balmori

I. El pronombre ' yo.

Al proponernos el estudio del narrador en La Araucana de Ercilla, convino a nuestro interés la observación de los usos pro­nominales vinculables con el hablante ficticio del poema (1). Des­de fines del siglo pasado, el análisis de obras literarias compren­didas en el género épico toma en cuenta como elemento organi­zador del texto a la persona ficticia llamada narrador. N o co­rresponde a nuestro interés actual valorar ni historiar los aportes que se han hecho desde entonces a la consideración y clasificación de ese recurso (2). Conviene a él, en cambio, destacar la índole

(r) El que aquí se publica es parte de un trabajo monográfico que realizamos en Madrid bajo la dirección del doctor Rafael Lapesa Melgar, para su cátedra de Historia del Español (el trabajo completo comprende la observación de todos los usos pronominales de la primera persona singu­lar y de la primera plural vinculables al narrador de La Arat~cana) .

Deseamos, ante todo, rendir nuestro agradecimiento a! maestro Lapesa, de cuya sabia vigilancia y generoso estímulo se beneficia este trabajo. Y al Instituto de Cultura Hispánica, que,, al hacer posible nuestra estadía en Madrid, nos permitió iniciar nu-estro doctorado español bajo tan alta di­rección.

(2) Remitimos, de entre la copiosa bibliografía sobre la materia, a la

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ficticia del narrador y distinguir los grados "de credibilidad" que merecen los distintos planos de su fingido discurso. Para ello descansamos sobre la consistente base teórica provista por Mar­

tínez Bonati al análisis de la literatura. En . seguimiento de este autor concebimos al texto literario como un discurso ficticio que "significa inmanentemente su propia situación comunicativa",

cuyos términos -hablante o narrador, oyente o "lector"- son igualmente ficticios (3).

N o obstante la notoria limitación que supone observar la pre­sencia del narrador sólo donde aparece señalada por pronombres personales, el procedimiento probó ser un método eficaz de reco­nocimiento de los diversos tipos de hablante ficticio que ocurren en la obra.

La intención inmediata del trabajo presente (no satisfecha por completo) es la de examinar entre los usos del pronombre de pri­mera persona los que no sean exigidos o acreditados por el sis­tema y la norma lingüísticos, a ver si ellos expresan la especial gravitación de uno u otro tipo de narrador en el poema. Incidental­mentf acotamos aquí hechos gramaticales y literarios que atrajeron nuestra atención y que en la mayoría de los casos confiamos en que aporten elementos de juicio a una futura mostración de la indole fundamental y predominantemente Jíteraria de Lrz Araucana.

obra de Bertil Romberg, Studies in the narrative technique of the first­person novel, Almqvist and ~Wiksell, Stockholm, 1962, en la que puede hallarse información suficientemente amplia y actualizada. (Véanse, espe­cialmente, los tres primeros capítulos y el apéndice.) Disentimos con el autor en cuanto a sus reiteradas afirmaciones de que es posible la presencia expresa en la obra literaria de un yo "non fictitious or real, which belongs to the author" (pág. 8) y con su consecuente apreciación de la Divina Comedia, en la medida en que estima que el autor "does not create any first-person narrator to represent him; instead, the author is himself the main character and narrator" (íb.). Es verdad que Romberg reconoce que "Dante outside the fiction and Dante within the fiction are not identical" (pág. 9), pero su restringido distingo no proviene de la comprensión exacta de la índole de todo narrador.

(3) Martínez Bonati, Félix, La estructura de la obra literaria, Edicío· nes de la Universidad de •Chile, Santiago de Chile, 1900, pág. 101 (véanse en general los capítulos I, II y IV de la Tercera parte).

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PRONOMBRES DE PRIMERA PERSONA EN «LA ARAUCANA» 299

I. Pronombre de primera persona singular yo. 1.1 Exigido. l. I I Por la indeterminación personal del infinitivo español.

El único uso exigido es el que ofrece el verso XVII, 49·5 (4) (Cf. 1.21):

Y sin saber yo cómo, en un momento, De la fiera Belona arrebatado, En· la más a,lfa cumbre dél me puso, Quedando delío atónito y confuso.

El pronombre señala necesariamente quién es el que 'no supo cómo' : el narrador y no Beiona. (El gerundio del verso 8 exi­

giría lo mismo, si no fuese porque el género de los adjetivos con­textuales evita la ambigüedad.)

De acuerdo con su grado de p(];Tticipadón en los sucesos que narra, el hablante del poema puede clasificarse en narrador protagonista, personaje secundario· y testigo. El fraccionamiento del texto, consecuencia de nuestro método actual, da lugar a distinguir estos tipos en fun­ción de los sucesos particulares señalados por la pre­sencia del pronombre. Razones cuya mención excede el espacio de la presente publicación nos aconsejan reunir estas tres clases de narrador en la categoría indistinta de narrador personafe . Obsérvese, no obstante, que en la si­tuación mostrada por el ejemplo, la frase es atribuible a un narrador protagonista.

1.12. Por la indeterminación -personal del gerundio. Son exigidos los casos de los versos XXVI, 40.2 ; XXVII,

57·7; XXXII, 31.1 ; XXVI, 14.5 y XXVII, 61.5. En los tres primeros casos, la posposición del pronombre al gerundio impide el

error posible de atribuir el yo como sujeto a un verbo en modo personal próximo a él. En los dos últimos ha de reconocerse, como Lapesa nos advierte, el modelo de fórmulas habituales en roman­ces, tales como "Yo me estando en Barbadillo", "Yo me estando en Giromena", etc. I.I2I Antepuesto al gerundio.

(4) Cito de BibAE, XVII, 1945 ; el número romano indica el canto; y

los arábigos, la estrofa y el verso.

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XXVI, 14.5 Y o pues a la sazón a pie arribando Donde estaba la gente recatada, ] uan Rernón que me vio luego de frente Quiso obligarme allí públicamente:

.XXVII, 61 ·5 Y o tras ella los prestos pies batiendo Luego de mi caballo fue alcanzada i

1.13 Por la indeterminación personal de construcciones ab­solutas.

1.13 1. Con "presente".

XXXV, 4·7 Presente yo y atento a las señales Las palabras que dijo fueron tales.

Lo destaco porque recuerda construcciones del tipo 'sujeto + participio presente'. Acaso sea reminiscencia de una fórmula do­cumental de notarios. Véase también el verso XXII, 46.2. Claro está que e! pronombre se halla modificado a la-- vez por ambos adjetivos (presente y atento). Éstos asumen la significación ver­bal de 'esta;r presente y atento .. .' (cf. XII, 69.2; XVI, 83 .2 ; XXXIV, 31.4). Se trata, por supuesto, de una construcción ab­soluta (5).

1.14 Por la indeterminación personal de oraciones no verbales. La estrofa 28 del canto XIII refiere que "La gente principal...

Salieron de los Reyes una tarde". El primer verso de la estrofa siguiente dice:

7 o con ellos también, 'que en el servicio Vuestro empecé y acabaré la vida,

El mismo sintagma (Y o· con ellos también) aparece en XVII, 19.7:

Ciento y treinta mancebos florecientes Fueron en nuestro campo apercibidos,

(S) v ease Lapesa, Rafael, "Los casos latinos : restos sintácticos y sus­titutos", en BRAE. t. XLIV, c. CLXXI, enero-abril, 1if>4, pág. 100, § 27

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PRONOMBRES DE PRIMERA PERSONA EN « LA ARAUCANA» 301

De armas y de instrumentos convenientes Secreta y sordamente prevenidos : Y o con ellos también, que vez ninguna Dejé de dar un tiento a la fortuna .

En el primer ejemplo, yo . . . también implica 'salir de los Re­yes' con (o entre) la "gente principal"; en el segundo, 'ser aper­cibido y prevenido ... ' junto con (o entre) los "Ciento y treinta mancebos florecientes" (a levantar un fuerte en el cerro de Penco). Ausente el verbo (suplido con el contexto), el uso del pronombre resulta indispensable. Véase también el verso XXIII, 30.8.

Estos ejemplos nos sugieren dos acotaciones de mayor o menor importancia literaria :

(I.I4I) que el sintagma observado ofrece al narrador un medio elegante ('modesto') de señalar, pospuesta, su participación en los sucesos que narra, protagonizados por gente principal y escogida;

(1.142) que las proposiciones subordinadas a la repe­tida oración no verbal (limítrofes entre subordinadas ad­jetivas y subordinadas adverbiales causales) aproximan (y acaso identifican) dos motivaciones del espíritu de con­quista: el fiel servicio del rey y la constante provocación de la fortuna.

1.15 Por ser antecedente de proposiciones relativas.

Así en los versos XVIII, 29.3; XVIII, 73·5; XX, 26.1; XX, 33·3; XXIII, 55.r; XXVI, IJ.I; XXVI, 29,1 ; XXVII, 2.1; XXVIII, 43.1; XXVIII, 49.1; XXXII, 40.5; XXXVI, 19.1; XXXVI, 26.r; XXXVII, 76.r.

Sin detenerse en el análisis de cada uno de estos ver­sos, resulta interesante destacar:

(r.rsr) que, si bien es cierto que el uso del pronombre resulta indispensable en construcciones de este tipo, la elección de ellas no parece insignificante: resulta un modo, muy favorecido por el autor, de que el narrador destaque su presencia;

( 1.1 52) que, de los catorce ejemplos, en ocho de ellos aparece el pronombre como primera palabra del verso; de estos ocho, siete ocurren en el verso primero de la estrofa; el restante, en el verso quinto (segundo en la preferencia del autor); seis veces aparece el pronombre

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como segunda palabra del v:erso : tres precedido por '.'Mas", una por "Y", una por "Pues" y una por "Cuan~ do" (adviértase que, en la posición que ocupa, el pro­nombre resulta necesariamente tónico);

(1.153) que estos usos parecen propiciados por un esquema métrico del autor o por un modelo vigente sólo a partir de la composición de la segunda parte del poema.

1.16 Por ser antecedente 'de sintagmas con valor de predicativo, circunstancial o absoluto.

Ocurre en los versos XV, 3.1; XVII, 34.1 ; XVII, 43.1; XX, .28.1; XXIII, 23.1; XXIII, 26.1; XXIII, 28.5; XXIII, f'Ó.I; XXIV, 8.1; XXVI, 45.1; XXVIII, 3.1; XXVIII, 44.1; XXXVI, 28.1 y (los destacamos a propósito) XXVI, 23.1 y XXXII, 47·5·

Unas veces por razones expresivas y otras por la afición re­nace~tista 'al hipérbaton, dichos sintagmas preceden al verbo en modó personal y siguen al pronombre. El pronombre modificado (o ca-modificado) por ellos resulta de empleo imprescindible. N os interesa acotar :

(1 .161) que para estos ejemplos valen las observacio­nes hechas en 1.151 y 1.15:2;

(1.162) que, en cuanto a lo afirmado en 1.153, entre los ejemplos actuales se registra uno (XV, 3.1) ocurrido en el último canto de la primera parte del poema ;

(1.163) que los versos destacados en la lista de estos ejemplos muestran una sugestiva semejanza con los tra­tados en 1.121, de los cuales se diferencian porque el pronombre es en ellos sujeto de un predicado con verbo en modo personal :

XXVI, 23.1

XXXII, 47·5

Y o a la sazón al señalar llegando De la cruda sentencia condolido, Salvar quise uno dellos... (Cf. XXVI, 14.5)

Y o pensando también con divertirme Que la cuerda al trabajo algo aflojase, Los quise complacer ...

1.17 Por homomorfia en desinencias verbales de primera y ter­cera personas.

Versos : IV, 7·5; XII, 72. r ; XV, 5·5; XX, 4.8; XXI, 10.5;

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XXII, 2 .1; XXIII, 31.8 ; XXIII, 57·7 ; XXIII, 84.6; XXIV, 9{).1; XXVI, 3.2; XXVII, 6u; XXVIII, 4(}.1 ; XXIX, 32.7 ; XXXII, 10.6; XXXIV, 31.7; XXXIV, 45.1.

De estos dieciséis ejemplos puede considerarse que sólo en cuatro la presencia del pronombre ha sido impuesta única-te pa~a suplir la falla del sistema desinencia!. Son ellos los cuatro primeros de cuantos se transcriben a continuación.

XXIV, 9{).1 Estaba yo con gran contento viendo

En este verso, el narrador, protagonista de visiones mágicas en la cueva de Fitón, debe distinguir las referencias verbales a su propia participación en el suceso, de las que corresponden al mago o a los personajes que muestra la redoma.

XXIII, 57·7 Visto por mi apacible compañero (Guaticolo) La coyuntura y tiempo favorable, Pues el viejo tan áspero y severo (Fitón) Se mostraba doméstico y tratable, Se detuvo mirándome primero Con un comedimiento y muestra afable, Por ver si responderle yo quería;

Suprimido el pronombre yo, la forma verbal quería puede atribuirse a la persona de Fitón y el enclítico -le a la de Gua­ticolo.

XXIX, 32.7 Salióle al fiero Rengo favorable Aquel furor y acelerado brío, Que la ferrada maza irreparable El grueso estremo descargó en vacío : Fue el golpe aunque furioso tolerable, Quitándole la fuerza el desvarío, Que a cogerle de lleno, yo creyera Que con él el combate feneciera.

En este ejemplo, el más evidente de los cuatro, la supresión de yo permitiría· la atribución del verbo a la tercera persona (la que corresponde al personaje de Rengo).

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XXI, ro.s Y no pudiendo más, no perdonaba Al afligido rostro ni al cabello Y aunque yo de estorbarlo procuraba Apenas era parte en defendello.

(Tegualda)

La ausencia del pronombre de primera persona permitiría que se atribuyesen a Tegual da (contradictoriamente, es cierto) todas las acciones relatadas. Hay, es verdad, además, un atisbo de oposición entre lo que hace el personaje señalado en tercera persona y lo que cumple el señalado por la primera. Este tipo de oposición se da perfectamente definido en los ejemplos que si­guen (se trata, claro, de un nuevo valor, sobrepuesto a la función necesaria del pronombre):

XV, 5·5

XX, 4.8

Pues como otros han hecho, yo pudiera Entretejer mis fábulas y amores; Y dando gusto, yo le recibiera?

En las próximas citas, la presencia del pronombre resulta jus­tificada por la homomorfia verbal, si bien se advierte intención de énfasis:

XXVI, 3.2

XXVIII, 26.1

XXVII, 6I.I

Que, como os dije, el escuadrón postrero Adonde por testigo yo venía Sabed, sacro señor, que yo· venía Iba yo en la vanguardia descubriendo

El concepto de énfasis (próximo al de afectividad e involucra­do en él) nos parece todavía pendiente de que se lo precise, y de que se diferencien y clasifiquen sus mátices. ·Para nuestro inte­rés actual, consideramos énfasis el hecho de realzar el narrador su participación en lo narrado.

Igualmente debiera precisarse el concepto de ritmo. A los efectos del trabajo presente, entendemos por ritmo 'el hecho fónico resultante de la concurrencia del metro y los acentos en el verso'.

Los restantes ejemplos pertenecen a casos en los cuales la in­equivocidad proveniente del contexto hace no imprescindible el

empleo del pronombre.

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La presencia ·de éste puede atribuirse a motivos . de én­fasis o de ritmo : las fronteras entre ambas posibles atri­budones se nos esfuman a menudo.

I .2 Pronombre no exigido, en cuanto el contexto evita la anfi­bología, verbal.

Puede considerarse que el pronombre es· exigible siempre que exista anfibología verbal, aun en los casos en que el contexto su­ple esa falta de determinación de las personas gramaticales. Opta­mos, sin embargo, por pensar que, en tales casos, no resulta exigi­do el uso pronominal y sí atribuible a motivos de énfasis o de ritmo.

1.21 Uso atribuible a énfasis.

XVI, 83.2 Hallándome cotL otros yo presente

El en~lítico -me basta a señalar la primera persona. Puede pen­sarse que el énfasis de subrayar el narr,ador su propia presencia (entre las otras) o bien el modelo (¿notarial?) yo presente hayan decidido el empleo del yo. También pudieran alegarse razones de ritmo.

Los dos ejemplos siguientes son de los pocos en los que se pue­de afirmar sin duda que el yo no fue empleado por razones rít­micas:

XII, 72.1 Si causa me incitó a que yo escribiese

XXXII, 10.6 Y así aunque yo apresure más la mano, No puedo proseguir, que me divierte Tanto golpe, herida, tanta muerte.

Por el contrario, la omisión del pronombre evitaría, en ambos ejemplos, sinalefas impropias (diptongo y trip­tongo que desatienden la tonicidad de la primera vocal) : "incitó a", "así aunque". En el segundo ejemplo, la ausencia del yo eliminaría, además, la sinalefa "yo apre­sure".

Con el empleo del pronombre el narrador enfatiza, en el pri­mer ejemplo, . su valoración (¿retóricamente?) . negativa de sus

J O

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dotes poéticas: que sea él -y no otro más dotado- quien escribe o narra el poema. En el segundo, su voluntad (ineficaz) de prose­guir el relato.

En el ejemplo que sigue, el yo evidencia, sin duda, lo decisiva que, en opinión del narrador, hubiese sido su presencia en el su­ceso que narra (se entiende que nos referimos a "su presencia" como personaje). Hay también posibilidad de reconocer en el empleo del pronombre una op€>sición (no del contexto literal sino del situacional) entre el narrador, en:tanto personaje, y el perso­naje (Reinoso) responsable de la violenta ejecución de Caupolicán:

XXXIV, 31.7 Deste bárbaro caso referido, Al cual, señor, no estuve yo presente

Que si yo a la sazón allí estuviera La cruda ejecución se suspendiera.

1.3 Pronombre no exigido: formas verbales en las que el sistema desinencia] no da lugar a anfibología.

1.31 Uso atribuible a énfasis.

XXXIV, 31.4 Deste bárbaro caso referido, Al cual, señor, no estuve yo presente

El énfasis, en este verso de la estrofa ( cf. supra), recae en el no estar presente el personaje-narrador en el suceso que narra, pero no parece enfatizar las consecuencias que su presencia en la ocasión hubiera tenido, sino lo indirecto de su testimonio (el li­mitado valor testimonial de su relato). Comparable con éste es el ejemplo, más evidente, del verso

XII, 6<).2 Hasta aquí lo que en suma he referido, Y o no estuve, señor, presente a ello,

En este caso, el yo enfatiza la escrupulosidad del narrador en advertir a su interlocutor ficticio que· cuando lleva narrad'> hasta ese verso (como si lo hubiese presenciado) ocurrió antes de su presencia (como personaje) en el país de la epopeya. La escru­pulosa declaración se complementa con la (también pronominal­mente enfática) de la estrofa siguiente:

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XII, 70.3 Prosiguiendo adelante, yo me obligo Que irá la historia más autorizada: Podré ya discurrir como testigo Que fui presente a toda la jornada, Sin cegarme pasión, de la cual huyo, Ni quitar a ninguno lo que es suyo.

Compárese también con la escrupulosidad de cronista, enfati­zada por el uso pronominal, en IX, 4·5 :

En contar una cosa estoy dudoso, Que soy de poner dudas enemigo, Y es un estraño ca8o milagroso Que fue todo un ejército testigo; Aunque yo soy en esto escrupuloso Por lo que dello arriba, señor, digo, No dejaré en efeto de contarlo, Pues los indios no dejan de afirmarlo.

El narrador es escrupuloso en asentar un hecho que no pre­senció y ·que, por su carácter sobrenatural, se presta a no ser creído : la aparición de la Virgen (¿y San José?), que Ercilla, el autor, no presenció, pero que los indios atestiguan (y ·fechan: 23/IV /1554 -,-véase !'!strofa 18-, lo que nos procura el conoci­miento de la fecha del canto IX: "A veinte y tres de abril, que hoy es mediado,/ Hará cuatro años ... ").

A la escrupulosidad de cronista, el narrador une la ( caballeres­ca) de omitir algunas especificaciones que pueden dañar honras.

IV, 23.2 Aunque allí un español desfigurado, Que yo no digo aquí cuál dellos era

El pronombre enfatiza la discreta omisión. Del mismo modo se subraya, en XII, 83.1, la norma de conducta que se siente como constante:

Dar mi decreto en esto yo no puedo, Que siempre en casos de honra lo rehúso :

Los ejemplos hasta aquí analizados (bajo 1.31) y el oportunamente tratado (1.21) verso XII, 72.1, caracteri­zan al hablante · ficticio del poema como un responsable y escrupuloso cronista. No es ésta la oportunidad de de-

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tallar y fundamentar nuestra clasificación de los diversos tipos de narrador que concurren en el hablante ficticio del poema ; sólo nos interesa destacar, incidentalmente, que la imagen de narrador-cronista creada por estas fra­ses se adecua a la identificación de narrador y ootor, y a la concepción del poema como si fuese una crónica ri­mada. La imagen y función de este tipo de narrador di­fieren nítidamente de las de los demás que ocurren en el poema, entre los cuales éste aparece esporádicamente y en la menor proporción.

El narrador destaca a veces, con pronombre pleonástico, su condición de 'testigo de vista' de Jo que narra. Tal nos parece el caso de XV, 16.1:

Yo vi entre muchos jóvenes valientes

verso en el que se interrumpe la descripción del combate entre Andrea y Rengo, para pasar a referir, con testimonio personal, la fortaleza mostrada por el genovés en ocasiones anteriores.

IV, 3.1 No quiero yo decir que a.cada paso Traiga el hierro en la mano la justicia.

El pronombre enfatiza que el narrador limita los alcances de cuanto viene afirmando en modo impersonal y general (que la justicia ataja males cuando castiga a tiempo: estrofas 1 y 2 . del canto IV). Del mismo modo, personaliza y restringe las afirmacio­nes precedentes el verso XXXVII, 20.1 :

No quiero yo decir que no es gran cosa La clemencia, virtud inestimable:

El narrador moralista, cuya imagen crean estas frases, se halla mucho más abundantemente representado por formulaciones en modo impersonal. Las frases que propo­nen esta imagen suelen interpretarse como ética del autor.

Otros usos pleonásticos del yo aparecen en frases apelativas, dirigidas al oyente ficticio que representa a Felipe II.

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XVI, 3·3 Que si decirse es lícito, yo entiendo Que a vuestra voluntad todo es suj eto;

El canto XVI es el primero de la segunda parte del poema. La primera parte, como es sabido, termina ex abrupto, sin empleo de alguna de las fórmulas utilizadas para clausurar los cantos; se describe una fuerte tormen­ta y la amenazada nave capitana (en la que viene Ercilla) de la armada española, procedente de Perú, próxima a la costé!- chilena. En el primer canto de la segunda parte, el narrador se dir.ige a su interlocutor ficticio, Felipe, y, mediante el recurso retórico de identificar la nave con el poema mismo, pide al rey que atienda su canto, pues la atención del príncipe calmará la tormenta, y que vuelva la vista hacia la nave, lo que bastará para salvarla.

El pronombre subraya que el narrador se hace responsable del exceso de su invocación puesta .a uh ñ_ivel que la asimila a las tradicionales invocaciones a los dioses. (Visto d~sde otra perspec­tiva, puede entenderse que el narrador destaca como suya la exce­siva cortesía o cortesanía de su recurso literario) .

Estas frases que apelan al interlocutor ficticio se dan, en el mayor número de casos, como fórmulas de inicio y de clausura de cantos. Su hablante ficticio, claramente distinto de los tipos de narrador que antes hemos consi­derado, puede calificarse de narrador a·edo, pues sus ca­racterísticas configuran una imagen literaria del antiguo cantor épico (aunque el autor vacile entre las referencias al canto y las menciones de la mano y la pluma).

Ejemplos análogos se dan en los versos XXI, 59·7 y XXXVI,

42·7= Más yo me esforzaré, si puedo tanto, Que os venga a contentar el otro canto. Mas yo procuraré deciros cosas Que valga por disculpa el ser gustosas.

Uno y otro empleo pleonástico ponen de relieve el empeño del. a.edo por satisfacer el gusto del oyente imaginario.

1.32 Uso pleonástico del pronombre atribuible a oposición y otras relaciones similares.

1.321 Oposición.

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XX, 79.6 Entre tanto también razón sería, Pues que todos descansan y yo canto

XXV, 78.7 Que ni el valor de Ongolmo allí bastaba, Ni del fuerte Lincoya la pujanza; Ni yo basto a contar de una vez tanto, Que es fuerza diferirlo al otro canto.

En ambos ejemplos, la proposición coordinada que incluye al pronombre complementa, mediante el uso pronominal, la oposi­ción planteada entre los verbos: el narrador (aedo) opone su ac­ción de cantar (o contar) a la participación qúe cabe a personajes en el suceso que narra.

El texto hace contiguos el tiempo-espacio de lo · na­rrado y el tiempo-espacio del narrador. En el primer ejemplo, los verbos predicados en oposición, ambos en tiempo presente, suscitan una exacta simultaneidad entre las dos circunstancias: el canto del aedo es paraspectivo. con la acción épica, como si el hablante en el momento de la comunicación ficticia estuviese presente en el lugar de la acción 'comunicada' (creada por él). Este artificio literario no nos parece identificable (aunque pueda pen­sarse que la representa literariamente) con la afirmación prologal de Ercilla de que el poema, "porque fuese más cierto y verdadero, se hizo en la misma guerra y en los mismos pasos y sitios" (6). (Compárese también con el ejemplo, analizado bajo el 1.21, del verso XXXII, 10.6).

La actitud del narrador aedo es largamente distante y distinta de la del narrador cronista. Las frases que lo implican y lo caracterizan son las más artificiosas y retó­ricas del pOema, si bien en algunas de ellas la crítica cree reconocer formulaciones de la poética del poema. Por lo demás, la 'presencia' del aedo en el tiempo-espacio de los personajes del poema es un récurso que no puede con­fundirse con el hecho de la presencia del narrador como personaje (protagónico, secundario o aun testigo) en el mundo de La Araucana . . No es esta la oportunidad de fundamentar nuestro criterio distintivo (7), pero sí la de manifestar que los primeros tipos de narrador mencio~

(6) Ercilla y iZúñiga, Alonso de, La Arat,camz, Biblioteca de Autor-:s Españoles, tomo XVII, Madrid, I945 [Prólogo], pág. 3.

(7) Martínez: Bonati, op. cit., págs. so-ór, fundamenta este distingo. Véase lo que acotamos en nuestro texto a 2 .2, y nuestra nota II.

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PRONOMBRES DE PRIMERA PERSONA EN «LA ARAUCANA)) JI I

nados (los que llamamos moralista, cronista y ·aedo) co­rresponden a un mismo plano de la estructura de la obra, distinto del que ocupan los que se llaman narrador prota­gonista, personaje secundario y testigo.

En el segundo ejemplo, la diferencia entre los tiempos verbales restringe -aunque en poca medida- la apro­xim.ación entre el tiempo-espacio del narrador y el del suceso narrado. Se advierte el carácter retrospectivo de la narración.

I .322 Relaciones similares a la de oposición.

VI, 3· 1 Con más valor que yo sabré decillo El pequeño escuadrón ligero cierra;

La frase parece susceptible de dos exégesis distintas : 'Con .-más valor que el que yo sabré describir. . .' o 'Con más valor com­bativo que mi valor expresivo'. (En la primera lección, creemos que el enclítico -lo ·señala a "valor"; en la segunda, a la entera descripción -futura- del suceso de armas). No imposible pa­rece la segunda interpretación, eh la cual valor debe entenderse ~n dos acepciones distintas. En tal caso, la presencia del pronombre complementa la comparación 'de desigualdad' entre el valor de combatir de los personajes y el valor de narrar del narrador (y, para nuestros hábitos lingüísticos actuales, el pronombre parece implicar el concepto 'aquél con el cual yo', mientras el que resulta puramente comparativo; lo que sería lo mismo que admitir una función anafórica de yo respecto de "valor" y aun cierta connota­ción posesiva --como si se dijese 'con más valor que m4 valor para decirlo').

Inncidentalmente atrae nuestra at~nción el cotejo de los tiempos verbales con los que se refieren la acción de narrar y la acción narrada. El presente de la acción na­rrada sitúa al narrador en el tiempo-espacio de lo que narra (o narrará) : se siente al narrador como paraspec­tivo con lo que narra; y, sin embargo, el narrador decla­ra en futuro su insuficiente descripción del suceso: en cierto plano, el narrador se reconoce como retrospectivo (mira al presente, desde el futuro, como pasado).

Estuvieron el tiempo en Santiago Que yo dellos mención aquí no hago

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312 130l.ETÍN DE LA RE.\L .-\CADEML\. ESPA.\'OLA

La proposición adjetiva (que modificcl al núcleo del circunstan­c;jal de tiempo) incluye un valor comparativo 'de igualdad' en la medida temporal o, si se prefiere, de simultaneidad entre las ac­ciones predicadas (la estadía de los personajes en Santiago y la falta de mención de ellos por el narrador). El pronombre refuer.ia el vínculo establecido entre el plano del narrador y el de lo narra­do, a la vez que los tiempos verbales afirman la ilusión de simul­taneidad entre el tiempo del narrador y el tiempo de lo narrado.

1.33 Uso pleonástico del pronombre atribuible a motivos de ritmo.

En poesía medida, el metro y los acentos del verso están (en cierto modo) predeterminados: hay paradigmas rítmicos que pre­siden la concepción del verso. En el caso que nos ocupa, el modelo rítmico del endecasílabo propone al autor determinadas normas. Y, en los hechos concretos que ahora analizamos, podrá pensarse que la inclusión o exclusión del pronombre yo se relaciona con la cantidad de sílabas propias del metro elegido, y que la presencia de un yo tónico o de un yo átono depende de la acentuación ca­racterístic.a del verso. Es más justo admitir que el poeta piensa rít­micamente. Por otra parte, la afirmación de que el empleo del pronombre responde a causas rítmicas supone como contraprue­ba (cuyo valor científico y artístico no nos satisface) la sustitución de palabras en el verso de modo de satisfacer la exigencia del ritmo sin la utilización del pronombre.

En fin, consideramos aceptables como ejemplos de uso del pronombre motivado por el ritmo a los que quedan sin justificar por las razones alegadas antes.

IX, 37.2

XIII, 20.1

XIII, 22.5

XV, 47-4

De nuestra gente y pueblo destrozado Gran descuido en hablar he yo tenido

Cosas destas yo pienso que ninguna Os puede derribar ele vuestro estado ;

¡Oh Arauco! yo te juzgo por perdido.

Y o tengo para mí que se hartaran

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PRONOMBRES DE PRIMER\ PERSONA EN «LA ARAUCANA» 313

XXXII, 49.1 Y pues de aquí al presidio ya no hallo Cosa que sea de gusto, ni contento,

El último ejemplo nos sugiere una acotación que aun­que (más que otras) alejada del estudio de los pronom­bres, viene a completar el relevamiento de los tipos de narrador presentes en el texto. El verso corresponde a una de las octavas agregadas por Ercilla después de la primera edición de las tres partes de La. Araucana (8). Bajo 1.16.hemos citado ya un verso de la estrofa 47, inme­diata anterior a las ·agregadas. Corresponde, al igual que el que ahora acotamos, a la ocasión en que, de regreso al fuerte, el personaje Ercilla "iba con los soldados pla­ticando", nombró a Dido como "casta" y, ante la obje­ción que a ello le puso uno de sus hombres, decidió ha­cerles un relato en defensa de Di do (el tema tópico no necesita de nuestro comentario). )!!teresa aquí la obser­vación de que el ejemplo antes citado y el acotado ahora tienen por hablante ficticio a un narrador protagonista limítrofe con el aedo; puesto que, en cuanto asume la actitud 'profesional' de narrar, el narrador cambia de índole. Así, en 48.1 ("Cuento una vida casta, una fe pura") y en 53·5 (" Preste pues atención y_grato oído"), frases propias del narrador aedo (9) . Interesa, además, observar que la historia de Dido es, simultáneamente, un monólogo del personaje Ercilla dirigido a otros pe~sona-

"' jes y una narración secundaria (enmarcada en la funda­mental) dirigida, expresamente, al oyente ficticio Fe­lipe II.

2. Presencia y ausencia de uso pronominal enfatizante, en re­lación con los tipos de narrador que presenta La Araucana.

2.1 Tipos de narrado?' cuya presencia se halla subrayada por el uso pleonástico de yo.

(8) Advertencia de Rosell en nota bibliográfica, pág. 2 de la edición de La Araucana que citamos.

(9) Estas fórmulas, propias del narrador aedo al iniciar su narración, nos indujeron a observar en contigJiiidad las estrofas en que ellas aparecen, como si la 48 precediese inmediatamente a la 53. Quitada de su sitio la 48, 1'!-s octavas 47 y 49 muestran una continuidad de pensamiento que la 48 impide sin motivo evidente. Y ésta, en su nueva situación, sucede razona­blefllente a la 52 y antecede con lógica a la 53. Asentamos aquí la sugeren­cia de que tal debió ser el orden de agregación de las estrofas innovadas, cuya refutación o comprobación quedan pendientes de mejores fundamentos .

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314 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

No cabe en la extensión de este trabajo el inventario detallado de los usos del pronombre yo en relación con los distintos tipos de narrador que hemos determinado. Cabe sí, sin embargo, con­signar que el uso pronominal enfatizante se da, casi exclusivamente (en los demás ocurre por excepción), en casos en que el hablante aparece caracterizado como n.arrador cronista, aedo, moralista. Puede pensarse que, con enfatizar la presencia de tales tipos de narrador, el autor ha subrayado lo que su obra tiene de histórica, de retórica, de ética. Son estos narradores, como hemos acotado en su momento, los que la crítica suele identificar con el autor (al­gunas de sus pseudofrases suelen ser entendidas como frases de la persona histórica don Alonso de Ercilla : las del cronista, como expresiones de la actitud historiográfica de Ercilla; las del aedo, como expresión de los ideales y de la actividad poéticos que orga­nizan la concepción del poema; las del morahsta, como expresión de la ética personal de don Alonso). A quien lea la obra como si se tratase simplemente de una crónica de la conquista de Chile, las frases de estos narradores le merecerán tanto crédito como .el que les merezca lapersona histórica del autor. No dudamos de que el poema pudo ser leído y puede serlo como si fuese una crónica: pién~e en el conflicto que motivó la escasa relevancia que en él tiene la figura de don García Hurtado de Mendoza (proporción excusable, acaso, en la economía de la epopeya ercillana); adviér­tase que citas del poema se exhiben en estudios genealógicos his­panoamericanos. Sin duda pueden extraerse de La Araucana datos corroborables (o, si se prefiere, históricos).

Leída La Arauc(MI(J como obra literaria (10), tales pseudofra-

(IO) Es decir, no concebida como historia, sino como literatura. L.. oposición poesía/ historia en su interpretación aristotélica pudo servir a críticos tempranos para excluir a La Arau,ana del ámbito de la literatura (sin embargo, es posible ·que exista una lección del texto de Aristóteles que no autorice esa exclusión). Para Martínez Bonati, el hablm1te de los tex­tos históricos está subordinado al autor ; sus frases son frases del autor "o pseudofrases que representan frases reales auténticas del autor" (o p. cit., pág. II4): es decir que no son objeto de contemplación, sino lenguaje (co­municativo, no enajenado en literatura).

N o es ésta la ocasión de ponderar (como sagazmente recomienda A valle­Arce) en qué medida obedece La Araucana a los dictados de la tradición verista española (definitivamente mostrada por Menéndez Pida!) y en cuánto

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PRONOMBRES DE PRIMER:\ PERSO:-iA E~ «L\ A R.\CC.\X.-\» 3 r 5

ses y sus implícitos o explícitos hablantes ficticios no exigen el

crédito del lector, poseen el grado "inferior de credibilidad '' (lite.-

se asimila a la preceptiva renacentista :y su verosimilismo. Sí nos anticipa­mos a comprometernos con la afirmación de Pierce de que "This narrative verse was very distinctly 'literary' and · marked in its rhetorical charactc­nstlcs. Further more, it was mt~ant for a select and literate minority, who must have regarded La Araucana as remote from what happened in Chile as La Christiada is from the Biblical facts on which it is based'' ("History and poetry in the heroic poem of the Golden Age", en HR, XX, 1952). (Es cierto que la afirmación de Pierce omite considerar la re­acción, acaso excepcional, de la familia Mendoza.) El sabio empleo de ia métrica adecuada a una epopeya, la abundancia de figuras retóricas (entre las cuales, tópicos notorios) bastarían para manifestar la actitud literaria del autor. A tales muestras se suman la de la conciencia 'profesional' del aedo, que reflexiona sobre el propio quehacer, y la alternante mención de la voz y la plunw con que el autor vacila entre fingir la oralidad tradicional de la epopeya y representar la realidad de su trabajo literario. Hay que tener en cuenta la libertad - literaria- con que Ercilla se hace protagonis­ta de hechos fabulosos. Igual libertad preside (aunque menos notable) h narración, en primera persona, de sucesos ocurridos antes de la llegada de! poeta a Chile (por más que el narrador-cronista manifieste oportunamente sus escrúpulos). Igual libertad autoriza también la reconstrucción de am­plias escenas pasadas entre los indios fuera de la vista de los españoles, y la de los discursos puestos en boca de araucanos. Quizá la mayor muestra de esa libertad sea la ubicuidad del narrador, que le permite describir suce­sos ocurridos simultáneamente en dos sitios diversos (y esto ocurre a me­nudo, sin necesidad de que el narrador acuda al auxil io mágico de Fitón) y penetrar recintos de la intimidad de las figuras (como cuando refiere et sueño premonitorio de Lautaro y Guacolda). El narrador es, asimismo, omnisciente (prueba un conocimiento superior al humano) al introducirst! en la conciencia de algunos personajes, cuyos estados de ánimo y propó­sitos secretos nos comunica en su relato.

En nuestra opinión, Ercilla afectó la apariencia de una crónica (o de una carta al rey) en la medida en que su tema lo incitaba a asimilar la obra a la de los cronistas del descubrimiento y la conquista ; su condición de testigo presencial de una parte (la menor) de lo narrado, lo condujo a identificar a la persona del narrador con su propia persona (y, hacia el fina[ de la obra, lo incitó a representar su propia 'información de méritos y servicios'). Naturalmente, no niego - lo repito- la historicidad ele muchos de los hechos referidos en el poema; pero creo, con Pierce, que tales hechos han sido vistos casi siempre en actitud poética. Y que una misma materia -aunque sea histórica- puede ser enfrentada en las actitudes, claramente distintas y alternativas, del historiador o del poeta. También con P ierce (La poesía épica del Siglo de Oro, Gredas, Madrid, rg6r) no nos parece

*

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raria): se sitúan en el plano no mimético de la estructura de la obrá '(II). A este hecho aludimos en una acotación (v. 1.321) oca­sional. (Incluimos, sin embargo, en el plan de nuestra incipiente investigación literaria, el cotejo de los discursos atribuibles a los tres tipos de hablantes de frases no miméticas con las normas 'his­toriográficas', literarias y éticas de la época de Ercilla).

2.2 El narrador-personaje. Su 'presencia' (no enfatizada prono­minahnente) en el mundo del poema.

razonable renovar la proscripción impuesta a La Araucana de la categoría de epopeya: hay sin duda una epopeya renacentista española que merece su propia caracterización genérica. Lamentablemente, como ha manifestado Avalle-Arce en su reseña (Modern Language Notes, vol. 78, núm. 2, ·March, 1963) al libro de Pierce, la epopeya del Siglo de Oro queda todavía sin caracterizar (págs. 2o6-7).

El tema de nuestra tesis, que hemos iniciado bajo la dirección del doctor Lapesa, procurará situar a La Araucana en la épica renacentista y describir, como quiere Avalle-Arce, el desdoblamiento "en narrador y

protagonista" con sus consecuencias "que afectan la tradicional estructura y am;ladura" .(nota en pág. 209).

(II) De acuerdo con 'Martínez Bonati, en la 'lógica' del lector de una obra literaria, "sólo la frase mimética del narrador es objeto de ... acepta­ción inmediata. No así sus otras afirmaciones, las no narrativo-descripti\"as (generalizaciones, sentencias, creencias, normas morales; juicios teóricos, universales y particulares no miméticos), de las cuales se toma nota ... con reserva. Estas afirmaciones se deponen en otro plano lógico de validez ; son opiniones, ideas propias del narrador; ... y no es imagen del mundo lo que fluye de estas frases, sino imagen del narrador, pues tales juicios generales se presentan y quedan como tales, como juicios, pensamiento, interioridad, y como lenguaje, acto, expresión" (o p. cit., pág. 54).

Puede afirmarse que las frases de La Araucana que atribuimos al narrador cronista, al moralista .(y aun al aedo) constituyen las principales trasgresiones de Ercilla a la preceptiva aristotélica, pues, como aclara 'Mar­tínez Bonati en nota al párrafo últimamente citado: "Estas determinaciones permiten, me parece, una comprensión del siguiente pasaje de Aristóteles en la Poética (146o a, 5 y sigs.) .. . : 'Homero, digno de alabanza en muchas otras cosas, lo es en ésta, puesto que él solo, entre los poetas, sabe lo que él, m persona, debe hacer. Que el poeta mismo ha de hablar lo menos po­sible por cttenta propia, pues así no sería imitador' ... ". El "por cuenta pro­pia" y ei "en persona" (subrayados por Martínez Bonati) no se traducen. claro está, en la teoría que seguimos, como presencia lingüística del autor en el texto. Véase nuestra nota 2.

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PRONOMBRES DE PRIMERA PERSONA EN «LA ARAUCANA» 317

La función esencial del hablante ficticio es la mimética, la de cTear el mtmdo de la obra literaria. En cuanto se distrae de esa función emite frases que "no se enajenan en mundo de la ficción" y nos retienen en el plano del narrador (y, en ocasiones, de su lec­tor imaginario).

Hay narraciones en que el hablante ficticio participa, como personaje, de los sucesos que narra. En tales casos, los pronombres de primera persona, las correspondientes desinencias verbales y aun los demostrativos concurren a señalar la presencia expresa del hablante en el texto. Hay, pues, entre estas señales lingüísti­cas un yo que corresponde, simultáneamente, al narrador y a uno de los personajes de la obra. Para que este yo se clasifique en la categoría de narrador-personaje es necesario que el discurso que lo incluye sea mimético, describa un suceso del que el hablante participa. De este modo distinguimos al narrador-personaje de l~s tipos de narrador observados antes. Y distinguimos las frases del narrador-personaje, de las que el mismo personaje emite en 'comuniéación' con las otras figuras de la obra, es decir, en el plano monológico-dialógico. "El lenguaje de los personajes que se des­arrolla como taÍ, y no como narración, carece de un rango egregio de credibilidad, es un acto de personas del mundo" (12). Sólo que, en el caso en que un personaje extiende su monólogo hasta que adquiere las características y proporciones de una narración secun­daria, su discurso se hace mimético, ocupa el plano pertinente y se despega del plano monológico-dialógico (véase nuestra acota­ción a 1.33).

Reservamos, entonces, a la categoría de narrador-personaje las frases en que el hablante ficticio menciona su participación (protagónica, secundaria o testimonial) en el suceso que esas mis­mas frases narran.

En las frases correspondientes al narrador-personaje de La Amuca.na no se da (sino en alguna excepción dudosa) el uso enfá­tico del pronombre yo. En cuanto a que esas pseudo.frases repre­scr;ten la presencia del autor como personaje de la conquista de Chile (materia de interés para historiadores), deseamos destacar que, de los sucesos descritos por el hablante ficticio en situación

(r2) Martínez Bonati, op cit., pág. 53·

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JI8 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

de narrador-protagonista, sólo sugieren la posibilidad de ser histó­ricos (en el inventario de ejemplos limitado por nuestra observa­ción actual) los que se mencionan a continuación:

(2.21) (XXVI, 13.1 y 14.5) combate en el que puede advertirse ac­

ción preponderante del personaje Ercilla, aunque disimulada (pre­sumiblemente) por la modestia del autor;

(XXVI, 23.1 y 29.1) intervención del personaje Ercilla en el episodio de Galvarino;

(XXXVI, 19.1; 26.1 y 28.1) incursiones que el personaje Er­cilla realiza, por propia iniciativa, en el Archipiélago.

Los demás (treinta y cuatro) ejemplos sitúan al personaje Erci­lla en situaciones evidentemente imaginarias :

(2.22) (2.221) En episodios sentimentales, socorriendo caballerescamen­te a las da:nws indígenas en desgracia creadas por el autor: Te­gualda, Glaura, Lauca.

No decimos que no hayan podido extstlr históricamente en aquel lugar y época mujeres araucanas de nombre parecido al de estos personajes del poema: sostenemos que, aun en el caso de que su existencia y conocimiento hubiesen inspirado al autor versos que las evoquen; la evocación no ofrece aspecto de testimo­nio histórico. Es verdad que, según contexto, de la existencia de Tegualda podría haber dado testimonio el nobilísimo conquistador don Simón Pereira (XXI, 77.2). Se dice de ella que es "hija del cacique Brancol" y mujer de "Crepino". Con respecto a Glaura, la existencia de su "nuevo esposo" ("Cariolano") (13) podría ha­ber sido atestiguada por Francisco Osorio y por Acevedo

(13) No es éste el momento de revisar las opiniones sobre los nombres araucanos del poema recogidas por José Toribio Medina. Sin embargo, n.:>s atrae la hipótesis de que este nombre, modificado como tantos otros por su audición por el autor, por aproximarlo a formas conocidas en el mundo latino, y aun por satisfacer exigencias de rima, representa un auténtico antropónimo araucano, acaso Kariilan ('muerte súbita, violenta, prematura') o algún otro, compuesto de Karii ('verde, no maduro') y otra voz apocopada (lo que es corriente en la antroponomástica mapuche).

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(XXVIII, 47.6). La de Lauca ("hija de Millalauco" (r4), perso­naje otras veces mencionado en el poema), por una "escuadra de pláticas soldados" que hacía escolta al personaje Ercilla en el mo­mento en que Lauca aparece. Recuérdese que todos estos perso­najes femeninos cuentan su desgracia en largos monólogos con­vencionales (y, no menos convencionalmente, formulados en len­gua española y a nivel literario). Al episodio de Tegualda perte­necen nuestros ejemplos tomados de XX, 26.r; 28.r; 33·3; 35·5; 76.6; XXI, ro.5. Al de Glaura: XXVIII, 43.1; 44.1; 46.1; 49.1 Al de Lauca: XXXII, 3I.I; 40.5. La historicidad de estos episo­dios caballerescos no nos parece mayor que la de la historia de Dido, cuya reputación, también cortésmente, defiende el personaje Ercilla conforme a tradiciones conocidas. No es de creer siquiera que el autor haya tenido intención de referirlos como histórica­mente reales.

(2.222) En el 'sueño' por el que Belona muestra San Quintín al personaje Ercilla, y una mujer vestida de blanco le profetiza la historia futura d; España hasta Lepanto, le anticipa el encuentro con Fitón y lo s:túa en el locus amoenus (donde está, entre otras damas, la futura mujer de Ercilla). Los ejemplos observados co­rresponden a los versos XVII, 34.1 ; 34-4; 43.1; 49·5; XVIII,

29·3; 73·5· (2.223) En los encuentros con el mago Fitón : (2.2231) El que le da ocasión de describir la batalla de Le­

panto (XXIII, 23.1; 26.r; 28.5; 30.8; 31.8; 55.1; 57·7; 76.r; 84.6; XXIV, 8.1 y 96.r);

(2.2232) el que le ofrece la visión mapamundi del canto XXVII (XXVI, 40.2 y 45.1).

(2.223) Ante su auditorio de soldados, incipiente narrador secundario de la historia de Dido (XXXII, 47·5 y 49.1).

Podemos, pues, afirmar que (en nuestro restrictivo inventario de narradores en cuyas frases se lee el pronombre yo) el narra-

(q) Este nombre sin duda fue adaptado de un antropónimo mapuch;: : el prefijo Milla- ('oro') entra en la composición de nombres araucanos. Existe, desde luego, el nombre Millalonko ('cabeza de oro') que se da a un pillaii (divinidad que se supone originada en el culto de algún antepasado notable). No creemos que Lauca pudiese ser el nombre de una araucana (aunque coincida, lo que ha de ser fortuito) con una voz mapuche.

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dar-protagonista llamado Ercilla aparece en episodios a los que corresponde (y correspondía) ser leídos como literatura. Creemos que ésta es la lectura que exige y que merece la obra entera. Poner de relieve el artificio de su composición (o, si se quiere, el arte con que ha sido estructurada) es la tarea que estas páginas preceden.

CARLOS ALBARRACÍN-SARMIENTO .

La Plata, Rep. Argentina.