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1 PRINCIPIO CREADOR, EL G:.A:.D:.U:. Por el Q:. H:. José Luis Najenson Israel Siendo ésta la quinta plancha que se me ha solicidado sobre temas en torno al GADU, es como subir una escalera de caracol, que pasa inevitablemente por algunos tópicos pero cada vez más arriba, en otro círculo, desde el que, mirando hacia abajo, siempre cambia la perspectiva aunque algunas cosas permanezcan iguales. Tampoco parece que la escalera tuviera fin. Hasta ahora he tratado el concepto de GADU diferenciando las premisas religiosas strictu sensu sobre la Divinidad, de las masónicas, porque la Masonería, a mi juicio, no es una religión ni un credo. Posteriormente, he relacionado dicho concepto con la noción filosófica de libertad y con la libertad de culto de que goza el masón individualmente. En otra oportunidad, creo haber puesto en tela de juicio la acusación de dogmatismo que algunos masones deístas del siglo XVIII y XIX (así como sus epígonos más recientes) hicieron sobre lo que ellos llamaban “teísmo masónico”, que nunca existió como corriente en sí y cuyo término es un invento de los propios masones deístas, tomado de los filósofos deístas no masones, que querían diferenciar su noción de Dios de las de las religiones, retomando la antigua idea mitológica griega (sobre todo platónica) del “Demiurgo”, como “Ordenador del Cosmos”, o la del Dios prescindente del gnosticismo de la era cristiana, que después de crear el universo se encierra en su ámbito trascendente y absoluto sin intervenir en los asuntos humanos. El tema de esta plancha nos enfrenta directamente con la idea del GADU como Principio Creador, y por ende Ser Supremo, explícita en los landmarks de la Masonería Regular, así como la creencia en la inmortalidad del alma, ligada con lo anterior . Pero a este último tema no entraremos aquí, porque ha sido objeto de otra plancha , en uno de los recovecos de la alegórica escalera de caracol, y quizá me aguarde aún en un escalón del futuro. Tampoco nos detendremos en el problema de los landmarkas como tales, que también ha sido discutido varias veces en nuestra Logia. Más bien, trataremos de ahondar en la idea de Creador y Creación. El concepto de Gran Arquitecto del Universo es asimismo, como casi todo en Masonería, un símbolo, y como tal vela y desvela. ¿Qué velamos al acentuar el aspecto arquitectónico del GADU, muy propio y previsible, empero, al provenir de

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PRINCIPIO CREADOR, EL G:.A:.D:.U:.

Por el Q:. H:. José Luis Najenson Israel

Siendo ésta la quinta plancha que se me ha solicidado sobre temas en torno al GADU,

es como subir una escalera de caracol, que pasa inevitablemente por algunos tópicos

pero cada vez más arriba, en otro círculo, desde el que, mirando hacia abajo, siempre

cambia la perspectiva aunque algunas cosas permanezcan iguales. Tampoco parece

que la escalera tuviera fin.

Hasta ahora he tratado el concepto de GADU diferenciando las premisas religiosas

strictu sensu sobre la Divinidad, de las masónicas, porque la Masonería, a mi juicio,

no es una religión ni un credo. Posteriormente, he relacionado dicho concepto con la

noción filosófica de libertad y con la libertad de culto de que goza el masón

individualmente. En otra oportunidad, creo haber puesto en tela de juicio la acusación

de dogmatismo que algunos masones deístas del siglo XVIII y XIX (así como sus

epígonos más recientes) hicieron sobre lo que ellos llamaban “teísmo masónico”, que

nunca existió como corriente en sí y cuyo término es un invento de los propios

masones deístas, tomado de los filósofos deístas no masones, que querían diferenciar

su noción de Dios de las de las religiones, retomando la antigua idea mitológica

griega (sobre todo platónica) del “Demiurgo”, como “Ordenador del Cosmos”, o la

del Dios prescindente del gnosticismo de la era cristiana, que después de crear el

universo se encierra en su ámbito trascendente y absoluto sin intervenir en los

asuntos humanos.

El tema de esta plancha nos enfrenta directamente con la idea del GADU como

Principio Creador, y por ende Ser Supremo, explícita en los landmarks de la

Masonería Regular, así como la creencia en la inmortalidad del alma, ligada con lo

anterior . Pero a este último tema no entraremos aquí, porque ha sido objeto de otra

plancha , en uno de los recovecos de la alegórica escalera de caracol, y quizá me

aguarde aún en un escalón del futuro. Tampoco nos detendremos en el problema de

los landmarkas como tales, que también ha sido discutido varias veces en nuestra

Logia. Más bien, trataremos de ahondar en la idea de Creador y Creación.

El concepto de Gran Arquitecto del Universo es asimismo, como casi todo en

Masonería, un símbolo, y como tal vela y desvela. ¿Qué velamos al acentuar el

aspecto arquitectónico del GADU, muy propio y previsible, empero, al provenir de

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organizaciones de constructores, como las de la Masonería Operativa? Precisamente

su atributo de Ser Supremo y Creador.

Pero antes, hay que lidiar con la noción de Principio, que tiene, en este caso, dos

facetas no contrapuestas, una lógico-ontológica, en el sentido de fundamento, causa, y

otra en el sentido de Origen, aunque se lo conciba como intemporal, o atemporal. La

metáfora de Gran Arquitecto, o Gran Artesano, no era un problema para los

presbiterianos padres fundadores de la Masonería especulativa, porque estaba en la

Biblia, y sobre todo en el Antiguo Testamento que ellos conocían tan bien;

verbigracia, en la visión del Profeta Amos: “...he aquí que el Señor estaba de pie en un

muro, hecho con el nivel y, en su mano, había un nivel. Y el Eterno me dijo: ¿ qué

estás viendo, Amós? Y yo le dije: veo un nivel. Y el Señor dijo: Pondré el nivel en

medio de mi pueblo de Israel; no seguiré perdonándolo”. También en el Libro de Job

hay un pasaje donde Dios habla con él y afirma “que construyó el universo con sus

manos”, mostrándole la gran distancia que existe entre El y el hombre. Asimismo, las

fuentes cristianas aluden a este aspecto, como en una carta de Clemente de Roma a los

corintios: “Que el Artesano del Universo mantenga en la tierra el número contado de

sus elegidos. El nos llevó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al conocimiento”.

Y en un himno que data de conienzos del sigloV, la iglesia de Epifanio de Salamina

es calificada de “paraíso del Gran Arquitecto”

En cuanto a la idea de Creación del universo y de la humanidad, aunque existe en

muchos mitos y creencias antiguas, sólo se enfrenta al pensamiento griego clásico

desde la tradición judeo-cristiana. La mayoría de los filósofos helénicos, de Platón a

Plotino -un neoplatónico por excelencia- no conciben la Creación, porque para ellos el

Cosmos es algo increado que existió siempre. Por eso muchos de ellos, además de

Platón y Plotino, y a excepción de Aristóteles -que sólo adhiere a la concepción

común del universo eterno, sin interrupción- adoptaron la idea del demiurgo cual un

semidiós mítico, recuperada, como dijimos, por la Gnosis, y, más tarde, por los

deístas, siendo a menudo esclavos de un filósofo que no conocían. Ese dios mutilado,

del cual se excluye la Creación y la Revelación, acerca al deísmo al materialismo y al

panteísmo que es también, en última instancia, una especie de materialismo sui-

generis. Erradicando la Creación y la Revelación, se soslaya también toda creencia en

la Redención, cuya visión no está reñida con las esperanzas masónicas en el

perfeccionamiento creciente de la humanidad.

Al irrumpir el cristianismo en la filosofía helénica, trajo consigo la judaica

concepción de un Dios Creador (El Boré), que genera el universo en un acto creador,

un “fiat”, y con ello, el terrible concepto de la “nada” absoluta (no meramente

espacial), que tampoco pueden dilucidar los griegos clásicos, problema que pasa al

pensamiento cristiano ulterior y que ya bullía en la Cábala, sobre todo en la Cábala

Luriánica , y aun perdura en ciertas corrientes existencialistas, si bien con matices

más semiológicos que metafísicos.

Los forjadores de la Masonería Especulativa introdujeron el referido landmark de la

creencia en el GADU como Ser Supremo y Principio Creador, no sólo porque creían

en él, sino, quizá, para complementar el significado mayormente arquitectural de la

expresión. No quisieron cambiar esas cuatro palabras por su peso tradicional, y

porque GADU es una locución polisémica, es decir, de múltiples sentidos, que puede

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adaptarse a la gran diversidad de creencias y opiniones entre los HH de todo el

mundo.

La Masonería como tal carece de un discurso propio y específico sobre Dios, de una

metafísica o una teología particular, y de cualquier otra ideología al respecto. No

porque sea agnóstica, sino porque intenta no ser dogmática. Deja libre a cada masón

para introducir su concepción de la Divinidad o de la Naturaleza dentro de la elástica

fórmula de Gran Arquitecto del Universo. Y fue precisamente, a mi juicio, en la época

de relativa predominancia del pensamiento deísta entre los masones, que se pretendió

fijarle una connotación singular, eliminando la dimensión creadora del Ser Supremo;

lo cual era embarcarse en la nave de una filosofía de moda, efímera como todas las

modas, que convertía esa fómula abierta en un dogma, aunque este dogma no se

equiparase al de una religión sino al de una corriente específica de pensamiento; ya

que no sólo la religión contiene dogmas, sino toda ideología como tal. La Masonería

no constituye tampoco un privilegiado grupo de intérpretes de la naturaleza de Dios ni

de su relación con los hombres.

Ahora bien, el nudo del problema, un verdadero nudo “gordiano”, está también

entrelazado con el debate acerca de la Masonería regular e irregular.

En 1877, el Convento del Gran Oriente de Francia eliminó del Segundo Párrafo del

Artículo Primero de sus Estatutos la referencia al GADU, y en otro párrafo la alusión

a la inmortalidad del alma. Pronto se manifestaron las protestas, las divisiones y la

resistencia a reconocer al Gran Oriente Francés por parte de muchas obediencias en

todo el mundo. Dentro de la Orden se vivieron tiempos difíciles y episodios de gran

confusión.

Ya antes de ello, la Masonería Francesa había aceptado miembros ateos, como el

pensador y activista político Pierre Joseph Proudhon. Cuando éste narra su propia

iniciación a la Logia “Sinceridad, Perfecta Unión y Constante Amistad”, en 1847, se

refiere a las tres preguntas consabidas que debió contestar: 1. ¿Qué debe a sus

semejantes?; 2. ¿Qué debe a su país?; y 3. ¿Qué debe a Dios?, el célebre ideólogo

anarquista responde: 1: justicia a todos los hombres; 2: dedicación a mi país; 3: la

guerra a Dios. Su ejemplo ahuyentó a muchos sinceros masones de fe religiosa, y la

actitud del Gran Oriente Francés fue divisionista; ya que, con el pretexto de eliminar

todo credo religioso entre sus adeptos, le hizo adoptar otro credo expresado a través

de una negación. La exclusión es más fuerte que la inclusión; la “guerra a Dios” es

una postura exclusivista que no da pie a la duda y rechaza de antemano la opción

agnóstica (es decir, la que plantea que no se puede saber si Dios existe o no); quizá

temerosa de aquel aserto que afirma: “toda duda es ya la mitad de la creencia”.

En la actualidad, y en líneas generales, con ciertas excepciones, podríamos decir que

dentro de la Masonería Regular, de influencia inicial británica, predominan los

ingredientes iniciáticos y esotéricos; mientras que en la Masonería Irregular, de corte

francés, predominan los ingredientes socio-políticos. Lamentablemente se dan

también en el ámbito masónico logias que se han convertido en un mero club social y

en una sociedad de beneficencia, por un lado, o en un grupo parapolítico por otro. No

voy a dar ejemplos para no herir susceptibilidades, y, como profilaxis, podríamos

citar algunas opiniones de la Masonería Italiana, que pueden resultar interesantes, por

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su equidistancia relativa, como contrapunto para reflexionar sobre el dilema del

GADU, en tanto Principio Creador.

Dijo el H. Guido Lej, Gran Maestro del Gran Oriente de Italia en 1945, año del

triunfo contra el nazismo y el fascismo: “Lo que queremos es afirmar la Causa

Primera, el Infinito Creador, no interpretarlo. Existe, decir cómo sea o cuál sea, es

algo que tiene que ver con la fe de cada conciencia individual. Nos basta con afirmar

al Creador junto con la compleja manifestación de lo creado. Para nosotros, toda fe

profesada y vivida sinceramente, que guíe y mantenga al hombre durante su vida, nos

merece todo respeto ( En: José Ullate Febo: “El secreto masónico desvelado”)

El H. Ugo Lenzi, afirma en 1949: “Entre el orden universal y la perfectibilidad de la

humanidad sólo aparece un vínculo, un fin presupone otro, y ambos exigen la

existencia de un orden y una perfección absolutos. Por eso se dice que no somos

estúpidos ateos, sino libres creyentes, y esta libertad ha sido la constante de la

Masonería Italiana, como lo demuestra el pensamiento de nuestros más grandes e

ilustres HH. Mazzini puso el concepto de Dios en la cima de todas sus doctrinas y

dejó escrito que: ...Quien en medio de una noche estrellada o sobre la tumba de sus

padres no hubiese sentido vibrar en el alma la fe en lo Divino, ése no podría ser sino

un infeliz o un culpable” (cita textual,.op. cit. Ullate Febo).

Para terminar el raconto, recuerdo a Garibaldi, tan ligado a la historia de la

Independencia Sudamericana y a su Masonería: “Yo soy de la religión de la verdad;

yo soy de la religión de Dios”. (Ibid.)

Con respecto a nuestro REAA, en el Convento Universal de los Supremos Consejos

de Lausana, del 22 de septiembre de 1875, se adoptaron varios textos al respecto, que

me parece oportuno recordar: En un documento titulado “Definiciones” se afirma:

“La Masonería tiene por doctrina el reconocimiento de una Fuerza Superior,

proclamando su existencia bajo el nombre de GADU”. Y en la “Declaración de

Principios”: “La Francmasonería proclama la existencia de un Principio Creador,

bajo el nombre de Gran Arquitecto del Universo”.

En lo que atañe al Volumen de la Ley Sagrada, la postura del escocismo es

igualmente clara: este libro (las Sagradas Escrituras), constituye la Primera de las Tres

Grandes Luces del R.E.A.A.; no sólo como expresión simbólica de la voluntad divina,

sino como símbolo de la más alta espiritualidad humana.

Este es, asimismo, el mejor testimonio de la capacidad del R.E.A.A. de practicar una

verdadera tolerancia activa, también en el campo metafísico. Es un regreso a las

fuentes desde el punto de vista hermenéutico, y el fundamento de la Regularidad de

los masones escocistas.

Cabe destacar aquí otra recomendación del citado Convento de Lausana: “A los

hombres para los que la religión es la consolación suprema, la Masonería les dice:

cultivad sin obstáculo vuestra religión, seguid las aspiraciones de vuestra conciencia;

la Masonería no es una religión, no tiene un culto, su doctrina se encierra

completamente en esta bella prescripción: Ama a tu prójimo como a ti mismo”. El

mismo proverbio del Rabí Hilel y de Jesús de Nazaret. Ahora bien, en el Manifiesto,

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se declara: “Para revelar al hombre a sus propios ojos, para hacerlo digno de su

misión sobre la tierra, la Masonería postula el principio de que el Creador Supremo

ha dado al hombre, como bien más preciado, la Libertad, patrimonio de la

Humanidad entera, don que ningún poder tiene el derecho de suprimir o coartar, y

que es la fuente de sentimientos de honor y dignidad”.

QQ.HH. Este concepto de libertad, es, a mi juicio, el principio básico de la

concepción ecléctica masónica. La afirmación del GADU como Principio Creador,

no se contrapone a la razón ni a la ciencia. La Royal Society de Londres albergaba a

muchos masones destacados en su seno, muchos de ellos creyentes, y los masones

fueron siempre cultores de la razón y de la reflexión filosófica. Pero “el sueño de la

razón engendra monstruos”, como solía repetir Francisco de Goya remedando Hegel,

su contemporáneo. Para ambos, el materialismo a ultranza era uno de estos

monstruos, que hizo mella en toda la así llamada “izquierda hegeliana” de esa

generación, los discípulos radicales de Hegel, como Feuberbach y Marx; aun con la

pretensión de haber “dado vuelta”, o haber puesto “patas arriba”, como ellos

aseveraban, el idealismo de su maestro.

Volviendo a la metáfora del “nudo gordiano”, el nudo de Gordio (una ciudad antigua

de Asia menor), que era imposible desatar, y que Alejandro Magno cortó con un solo

golpe de su espada, la Masonería Regular, iniciática y esotérica por excelencia -que

supuestamente ha heredado la versión menos incompleta de la Sabiduría Ancestral, y

que trata de ir recuperándola hasta donde se pueda, por el arduo camino del estudio de

los signos y símbolos- no puede prescindir, a mi juicio, del GADU como Principo

Creador, porque, como creo haberlo insinuado en otro escalón de la escalera de

caracol que representa esta búsqueda, no puede haber verdadero esoterismo sin Dios,

y agrego ahora, un Dios Creador, ni sin Misterios; ni tampoco sin la esperanza de

una vida ulterior, después de la muerte.

Volver a la Creación, como se ha dicho, era un objetivo de la Cábala -una de las

fuentes del acervo masónico- para lograr la redención humana. Por último, creo que el

dilema entre aceptar y no aceptar al GADU como Principio Creador, es equivalente a

la apuesta de Pascal sobre la existencia de Dios: “Si gano, gano todo, si pierdo, no

pierdo nada”.

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* *