primeras verdades

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Filosofía Moderna Alumno: Enrique Sotomayor G. W. Leibniz Resumen Primeras verdades (First Truths) El texto posee una estructura que, partiendo de un axioma de identidad, junto con la tesis de que todas las verdades se pueden reducir a más simples mediante axiomas y definiciones, deriva un conjunto de principios o verdades más complejas. Inicia mencionando que las primeras verdades son aquellas que afirman algo sobre sí mismas o niegan algo de su opuesto. Son simples pues no pueden ser reducidas a verdades aun más simples a través de definiciones. Por su parte, para obtener verdades derivadas, requerimos de las verdades obtenidas a través del axioma de identidad (alguna de sus manifestaciones) y del uso de alguna definición. A partir de lo señalado hasta ese punto, Leibniz plantea una teoría general de verdad por la cual en toda proposición verdadera el predicado se encuentra contenido en el sujeto. Mientras que en las identidades, la conexión sujeto- predicado es explícita, en los demás casos dicha conexión es implícita y se muestra a través de un análisis de nociones. Precisamente en este tipo de derivación a partir de definiciones y axiomas, consisten las demostraciones a priori. Con estos primeros elementos, se derivan un conjunto de otras verdades que pueden comprenderse como principios. En concreto tenemos al Principio de Razón Suficiente (PRS), el de Identidad de los Indiscernibles (PII), la tesis de que no existen denominaciones puramente extrínsecas, la tesis de que toda sustancia individual contiene en su noción completa al universo entero y todo lo que existe en él (pasado, presente y futuro), la hipótesis de la concomitancia, así como otras tesis complementarias. En primer lugar, el PRS se deriva del axioma de identidad y de la teoría de la verdad antes expuesta. En una de sus formulaciones establece que “nada es sin una razón”. Si ello fuera falso, habría una verdad que no se puede probar a priori, es decir, que no se puede analizar mediante una descomposición en identidades simples. En la medida que contradice el concepto de verdad propuesto, podemos concluir que el PRS se sigue del concepto de verdad. A continuación Leibniz deriva el principio de que cuando hay simetría en lo dado, habrá simetría en lo desconocido. Ello en la medida que cualquier razón para una asimetría en lo desconocido se debería derivar de lo dado, y si en un caso particular comenzamos con algo simétrico, no hay razón para derivar de ello un desconocido asimétrico. El PRS es necesario para obtener el PII pues si dos cosas comparten todas sus propiedades, entonces han de ser idénticas y no hay razón para hacer una distinción numérica entre ellas. En ese sentido, la distinción presupone que podemos identificar diferencias cualitativas en las cosas, y si este no es el caso, no hay fundamento para concluir que difieren solo en número (formalmente: (F)(Fx Fy) x = y ). Finalmente, el PII tiene dos corolarios: (i) que las semejanzas exactas sólo se encuentran en nociones incompletas y abstractas (p.ej. sólo consideramos la forma de algo) como la de 2 triángulos iguales en geometría, pues nunca encontraremos dos cosas materiales triangulares iguales; y (ii) que nuestra creencia errónea sobre dos cosas cualitativamente iguales se debe a que desconocemos diferencias que nuestros sentidos no pueden detectar. A continuación Leibniz deriva del PII, la tesis de que no existen denominaciones puramente extrínsecas, es decir, que no tengan fundamento en la cosa denominada. El argumento para ello se puede reconstruir señalando que el concepto de “sujeto denominado” debe contener la noción de predicado, que a su vez se aplica tanto a predicados relacionales como cualitativos. Si ello es así, siempre que la denominación de una cosa cambia, ha de producirse una alteración en la cosa misma. Una siguiente tesis defendida por Leibniz es la de que toda sustancia individual contiene en su noción completa al universo entero y todo lo que existe en él (pasado, presente y futuro). Ello es así porque para un par de cosas dadas, siempre hay una proposición verdadera sobre la forma en la que estas se relacionan. Pero si no existen denominaciones extrínsecas, ello implica que cualquier verdad relacional refleja verdades no relacionales acerca de las cosas relacionadas. Además, lo anterior nos lleva a ver que toda sustancia individual ejerce acción sobre todas las demás y, por ende, cualquier cambio en una sustancia conlleva a cambios en todas las demás. Este argumento requiere una aclaración pues para Leibniz no se ejerce - entre las sustancias - una acción metafísica o transferencia de energía entre ambas (no hay un accidente que viaja entre sustancias). En su lugar, se recurre a la tesis de que no existen denominaciones puramente extrínsecas para señalar que todos los estados de las cosas se siguen de su propia y completa noción y que lo que llamamos causa es un requerimiento concurrente. Un corolario es que, asumiendo que cuerpo y alma son distintos, podemos explicar su unión sin apelar a la idea de un influjo que viaja de uno a otro. En su lugar tenemos a la hipótesis de la concomitancia, por la cual todo lo que pasa en una sustancia (en y por sí misma) corresponde perfectamente a lo que ocurre en otra. Finalmente, junto con otras verdades derivadas en las que no nos detendremos, Leibniz plantea (i) que no hay vacío, pues de acuerdo al PII, si hubiese espacio vacío dos partes de él podrían ser similares e indistinguibles una de la otra y sólo diferir en número. Esta conclusión sería absurda, por lo que, por reducción al absurdo, se niega la hipótesis. Mediante un razonamiento análogo (ii) se concluye en que el tiempo no es una cosa.

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Page 1: Primeras verdades

Filosofía Moderna Alumno: Enrique Sotomayor

G. W. Leibniz Resumen Primeras verdades (First Truths)

El texto posee una estructura que, partiendo de un axioma de identidad, junto con la tesis de que todas las verdades se pueden reducir a más simples mediante axiomas y definiciones, deriva un conjunto de principios o verdades más complejas. Inicia mencionando que las primeras verdades son aquellas que afirman algo sobre sí mismas o niegan algo de su opuesto. Son simples pues no pueden ser reducidas a verdades aun más simples a través de definiciones. Por su parte, para obtener verdades derivadas, requerimos de las verdades obtenidas a través del axioma de identidad (alguna de sus manifestaciones) y del uso de alguna definición.

A partir de lo señalado hasta ese punto, Leibniz plantea una teoría general de verdad por la cual en toda proposición verdadera el predicado se encuentra contenido en el sujeto. Mientras que en las identidades, la conexión sujeto-predicado es explícita, en los demás casos dicha conexión es implícita y se muestra a través de un análisis de nociones. Precisamente en este tipo de derivación a partir de definiciones y axiomas, consisten las demostraciones a priori.

Con estos primeros elementos, se derivan un conjunto de otras verdades que pueden comprenderse como principios. En concreto tenemos al Principio de Razón Suficiente (PRS), el de Identidad de los Indiscernibles (PII), la tesis de que no existen denominaciones puramente extrínsecas, la tesis de que toda sustancia individual contiene en su noción completa al universo entero y todo lo que existe en él (pasado, presente y futuro), la hipótesis de la concomitancia, así como otras tesis complementarias.

En primer lugar, el PRS se deriva del axioma de identidad y de la teoría de la verdad antes expuesta. En una de sus formulaciones establece que “nada es sin una razón”. Si ello fuera falso, habría una verdad que no se puede probar a priori, es decir, que no se puede analizar mediante una descomposición en identidades simples. En la medida que contradice el concepto de verdad propuesto, podemos concluir que el PRS se sigue del concepto de verdad.

A continuación Leibniz deriva el principio de que cuando hay simetría en lo dado, habrá simetría en lo desconocido. Ello en la medida que cualquier razón para una asimetría en lo desconocido se debería derivar de lo dado, y si en un caso particular comenzamos con algo simétrico, no hay razón para derivar de ello un desconocido asimétrico.

El PRS es necesario para obtener el PII pues si dos cosas comparten todas sus propiedades, entonces han de ser idénticas y no hay razón para hacer una distinción numérica entre ellas. En ese sentido, la distinción presupone que podemos identificar diferencias cualitativas en las cosas, y si este no es el caso, no hay fundamento para concluir que difieren solo en número (formalmente: (∀F)(Fx ↔ Fy) → x = y ). Finalmente, el PII tiene dos corolarios: (i) que las semejanzas exactas sólo se encuentran en nociones incompletas y abstractas (p.ej. sólo consideramos la forma de algo) como la de 2 triángulos iguales en geometría, pues nunca encontraremos dos cosas materiales triangulares iguales; y (ii) que nuestra creencia errónea sobre dos cosas cualitativamente iguales se debe a que desconocemos diferencias que nuestros sentidos no pueden detectar.

A continuación Leibniz deriva del PII, la tesis de que no existen denominaciones puramente extrínsecas, es decir, que no tengan fundamento en la cosa denominada. El argumento para ello se puede reconstruir señalando que el concepto de “sujeto denominado” debe contener la noción de predicado, que a su vez se aplica tanto a predicados relacionales como cualitativos. Si ello es así, siempre que la denominación de una cosa cambia, ha de producirse una alteración en la cosa misma.

Una siguiente tesis defendida por Leibniz es la de que toda sustancia individual contiene en su noción completa al universo entero y todo lo que existe en él (pasado, presente y futuro). Ello es así porque para un par de cosas dadas, siempre hay una proposición verdadera sobre la forma en la que estas se relacionan. Pero si no existen denominaciones extrínsecas, ello implica que cualquier verdad relacional refleja verdades no relacionales acerca de las cosas relacionadas. Además, lo anterior nos lleva a ver que toda sustancia individual ejerce acción sobre todas las demás y, por ende, cualquier cambio en una sustancia conlleva a cambios en todas las demás. Este argumento requiere una aclaración pues para Leibniz no se ejerce - entre las sustancias - una acción metafísica o transferencia de energía entre ambas (no hay un accidente que viaja entre sustancias). En su lugar, se recurre a la tesis de que no existen denominaciones puramente extrínsecas para señalar que todos los estados de las cosas se siguen de su propia y completa noción y que lo que llamamos causa es un requerimiento concurrente. Un corolario es que, asumiendo que cuerpo y alma son distintos, podemos explicar su unión sin apelar a la idea de un influjo que viaja de uno a otro. En su lugar tenemos a la hipótesis de la concomitancia, por la cual todo lo que pasa en una sustancia (en y por sí misma) corresponde perfectamente a lo que ocurre en otra.

Finalmente, junto con otras verdades derivadas en las que no nos detendremos, Leibniz plantea (i) que no hay vacío, pues de acuerdo al PII, si hubiese espacio vacío dos partes de él podrían ser similares e indistinguibles una de la otra y sólo diferir en número. Esta conclusión sería absurda, por lo que, por reducción al absurdo, se niega la hipótesis. Mediante un razonamiento análogo (ii) se concluye en que el tiempo no es una cosa.