primera meditacion metafisica

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8/19/2019 Primera Meditacion Metafisica

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Meditaciones metafísicas.

Descartes.

Primera meditaciónDe las cosas que se pueden poner en duda

Hace ya algún tiempo que me di cuenta de que, desde mi infancia, había tenido por verdaderas numerosasopiniones falsas, y que lo construido posteriormente sobre principios tan poco firmes no podía dejar deser altamente dudoso e incierto; de modo que debía emprender seriamente por una vez en mi vida la tareade deshacerme de todas las opiniones que había tomado hasta entonces por verdaderas, y comenzar

completamente de nuevo, desde los cimientos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias.Pero, pareci ndome demasiado grande esta empresa, esper a haber alcanzado una edad que fuese losuficientemente madura como para no poder esperar otra despu s de ella que fuese m!s propicia paraejecutarla; lo que me ha hecho diferirla tanto que en adelante creería cometer una falta si encimaemplease en deliberar el tiempo que me queda para actuar. "hora, pues, que mi espíritu est! libre de toda

preocupaci#n, y que me he procurado un reposo tranquilo en una apacible soledad, me aplicarseriamente y con libertad a destruir de un modo general todas mis antiguas opiniones.

Pero, para cumplir tal designio, no ser! necesario probar que son todas falsas, lo que quiz! nuncaconseguiría; sino que, del mismo modo que la raz#n me persuade ya de que debo impedirme dar cr dito alas cosas que no son enteramente ciertas e indudables, con el mismo empe$o que pondría ante aquellasque nos parecen manifiestamente falsas, el menor motivo para dudar que encontrara en ellas serviría parahac rmelas rechazar todas. % por eso no es necesario que las e&amine particularmente una a una, lo quesería un trabajo infinito; sino que, ya que la ruina de los cimientos entra$a necesariamente la de todo eledificio, me concentrar primero en los principios sobre los que todas mis antiguas opiniones se habíanfundado.

'odo lo que hasta el presente he tenido como lo m!s verdadero y seguro lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos( ahora bien, a veces he e&perimentado que esos sentidos eran enga$osos, y es prudente no

fiarse nunca por completo de quienes nos han enga$ado una vez.

Pero, aunque los sentidos nos enga$en a veces, en lo referente a cosas poco perceptibles y muy alejadas,hay quiz! muchas otras de las que no se puede razonablemente dudar, aunque las conozcamos a trav s deellos( por ejemplo, de que estoy aquí, sentado cerca del fuego, vestido con una bata, sosteniendo este

papel entre mis manos, y otras cosas de esta naturaleza. )% c#mo podría negar que estas manos y estecuerpo sean míos, si no es quiz!s igual!ndome a esos insensatos cuyo cerebro est! de tal modo turbado yofuscado por los negros vapores de la bilis, que aseguran constantemente que son reyes, cuando son muy

pobres; que est!n vestidos de oro y de púrpura, cuando est!n completamente desnudos; o que se imaginan

ser un c!ntaro, o tener un cuerpo de vidrio*. )Pero qu * +llos est!n locos, y no sería yo menose&travagante si me guiase por sus ejemplos.

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o obstante, tengo aquí que considerar que soy hombre y, en consecuencia, que tengo costumbre dedormir y de representarme en mis sue$os las mismas cosas, o algunas menos verosímiles, que esosinsensatos cuando est!n despiertos. )-u!ntas veces he so$ado, durante la noche, que estaba en este lugar,que estaba vestido, que estaba cerca del fuego, aunque estuviese completamente desnudo en mi cama* e

parece ahora que no miro este papel con ojos somnolientos; que esta cabeza que muevo no est!adormilada; que e&tiendo esta mano intencionadamente y con un prop#sito deliberado, y que la siento( loque ocurre en un sue$o, sin embargo, no parece ser tan claro ni tan distinto como todo esto. Pero,

pens!ndolo cuidadosamente, recuerdo haber sido a menudo enga$ado, mientras dormía, por semejantesilusiones. % deteni ndome en este pensamiento, veo tan manifiestamente que no hay indiciosconcluyentes, ni se$ales suficientemente seguras por las que se pueda distinguir claramente la vigilia delsue$o, que me quedo totalmente asombrado; y mi asombro es tal, que es casi capaz de persuadirme deque duermo.

/upongamos ahora, pues, que estamos dormidos, y que todas esas particularidades, a saber( que abrimoslos ojos, que movemos la cabeza, que e&tendemos las manos, y cosas semejantes, no son m!s que falsasilusiones; y pensemos que quiz!s nuestras manos, y todo nuestro cuerpo, no sean tales como los vemos.

o obstante, hay que confesar al menos que las cosas que se nos representan en el sue$o son comocuadros y pinturas, que no pueden estar hechas m!s que a semejanza de algo real y verdadero; y que así,al menos, esas cosas generales, a saber( los ojos, la cabeza, las manos, y todo el resto del cuerpo, no soncosas imaginarias, sino verdaderas y e&istentes. "sí, ciertamente, los pintores, incluso cuando se empleancon el mayor artificio en representar sirenas y s!tiros mediante formas e&tra$as y e&traordinarias, no les

pueden atribuir, sin embargo, formas y naturalezas completamente nuevas; simplemente hacen una cierta

mezcla y composici#n con los miembros de diversos animales; o bien, si acaso su imaginaci#n fuera losuficientemente e&travagante como para inventar algo nuevo, tal que jam!s hubi ramos visto nadasemejante, y que así su obra nos representara algo puramente fingido y absolutamente falso, al menos escierto que los colores que lo componen serían verdaderos. % por la misma raz#n, aunque esas cosasgenerales, a saber, los ojos, la cabeza, las manos, y otras semejantes, pudieran ser imaginarias, es precisosin embargo confesar que hay cosas todavía m!s simples y m!s universales que son verdaderas ye&istentes; de cuya mezcla, al igual que de la de algunos colores verdaderos, est!n formadas todas lasim!genes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, sean verdaderas y reales, o bien fingidas yfant!sticas.

0e ese tipo de cosas es la naturaleza corporal en general, y su e&tensi#n; como lo es la figura de las cosase&tensas, su cantidad o magnitud, y su número; y el lugar en el que est!n, el tiempo que mide su duraci#n,y otras semejantes.

Por ello, no ser!, quiz!s, err#nea nuestra conclusi#n si decimos que la física, la astronomía, la medicina ytodas las dem!s ciencias que dependen de la consideraci#n de cosas compuestas son altamente dudosas einciertas; mientras que la aritm tica, la geometría, y las dem!s ciencias de esta naturaleza, que s#lo tratande cosas muy simples y generales, sin preocuparse mucho de si se dan o no en la naturaleza, contienenalgo de cierto e indudable. Pues, tanto si estoy despierto como si duermo, 1 y 2 sumar!n siempre cinco, y

el cuadrado nunca tendr! m!s de cuatro lados; y no parece posible que verdades tan manifiestas puedanser sospechosas de ninguna falsedad o incertidumbre.

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o obstante, hace mucho tiempo que tengo en mi mente cierta opini#n según la cual hay un 0ios quetodo lo puede, y por quien he sido creado y producido tal como soy. Pero )qui n podría asegurarme queese 0ios no ha hecho que no e&ista ninguna tierra, ningún cielo, ningún cuerpo e&tenso, ninguna figura,ninguna magnitud, ningún lugar, y que sin embargo yo tenga la percepci#n de todas esas cosas, y que todoeso no me parezca que e&ista de otro modo que yo lo veo* + incluso, como juzgo que a veces los dem!sse equivocan, aun en las cosas que creen saber con mayor certeza, podría ocurrir que hubiera querido queyo me equivoque cada vez que sumo 1 y 2, o cuento los lados de un cuadrado, o considero cualquier cosaaún m!s f!cil, si es que podemos imaginar algo m!s f!cil que eso. Pero quiz!s 0ios no ha querido quefuese enga$ado de tal modo, ya que es llamado soberano bien. /in embargo, si eso repugnara a su bondad,el haberme hecho tal que me equivocase siempre, parecería tambi n serle contrario el permitir que meequivocara a veces, de lo que sin embargo no puedo dudar que lo permite.

Habr!, en esto, personas que preferirían negar la e&istencia de un 0ios tan poderoso a creer que todas lasdem!s cosas son inciertas. o les ofrezcamos resistencia por el momento y supongamos, en su favor, quetodo lo que se ha dicho aquí de tal 0ios sea una f!bula. o obstante, sea cual sea la manera por la quesupongan que he llegado al estado y al ser que poseo, sea que lo atribuyan al destino o a la fatalidad, quelo refieran al azar, o bien que prefieran atribuirlo a una continua sucesi#n y uni#n de las cosas, es ciertoque, puesto que errar y equivocarse es una especie de imperfecci#n, tanto menos poderoso ser! el autor alque atribuyan mi origen, cuanto m!s probable ser! que yo sea tan imperfecto que me equivoque siempre.-iertamente, nada tengo que objetar a estas razones, pero me veo obligado a confesar que, de todas lasopiniones que antiguamente había recibido en mi creencia como verdaderas, no hay una siquiera de la queno pueda ahora dudar, no por ninguna falta de consideraci#n o ligereza, sino por razones muy poderosas y

largamente consideradas. 0e modo que es necesario que detenga y suspenda en adelante mi juicio sobreestos pensamientos, y que no les d ya m!s cr dito que el que le daría a las cosas que me parecenevidentemente falsas si deseo encontrar algo de constante y seguro en las ciencias.

Pero no basta haber hecho estas observaciones; he de cuidarme adem!s de recordarlas, ya que aquellasantiguas y comunes opiniones vuelven todavía con frecuencia al pensamiento, d!ndoles el largo y familiar uso que habían tenido en mí derecho a ocupar mi mente, contra mi voluntad, haci ndose casi due$as demi creencia. % nunca perder la costumbre de asentir a ellas, y de confiar en ellas, en tanto las considerecomo ellas son en efecto, a saber, en cierto modo dudosas, como acabo de demostrar, y sin embargo muy

probables, de modo que se tiene m!s raz#n al creerlas que al negarlas. Por ello, pienso que las utilizarm!s prudentemente sí, tomando una posici#n contraria, empleo todos mis cuidados en enga$arme a mímismo, fingiendo que todos esos pensamientos son falsos e imaginarios; hasta que, habiendo niveladomis prejuicios hasta el punto de que no puedan hacer inclinar mi opini#n m!s de un lado que del otro, mi

juicio ya no est dominado por malos usos y desviado del recto camino que le puede conducir alconocimiento de la verdad. Pues estoy seguro, no obstante, de que no puede haber peligro ni error en estecamino, y que no supondría hoy conceder demasiado a mi desconfianza, ya que no es cuesti#n de actuar sino solamente de meditar y conocer.

/upondr que hay, pues, no un verdadero 0ios, que es la soberana fuente de verdad, sino un cierto genio

malvado, no menos astuto y enga$ador que poderoso, que ha empleado toda su industria en enga$arme.Pensar que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas e&teriores que

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vemos no son m!s que ilusiones y enga$os, de los que se sirve para sorprender mi credulidad. econsiderar a mí mismo como carente de manos, de ojos, de carne, de sangre, como carente de sentidos,

pero creyendo falsamente tener todas estas cosas. Permanecer obstinadamente ligado a este pensamiento;y si, de este modo, no est! en mi poder alcanzar el conocimiento de verdad alguna, al menos estar! en mi

poder suspender el juicio. Por ello, evitar cuidadosamente admitir en mi creencia ninguna falsedad, y preparar tan bien a mi mente para todas las astucias de ese gran enga$ador que, por poderoso y astutoque sea, jam!s podr! imponerme nada. Pero este prop#sito es duro y trabajoso, y una cierta pereza mearrastra insensiblemente hacia el curso de mi vida cotidiana. % al igual que un esclavo que gozara en elsue$o de una libertad imaginaria, cuando comienza a sospechar que su libertad no es m!s que un sue$o,teme ser despertado, y conspira con esas ilusiones agradables para permanecer m!s tiempo enga$ado por ellas, así yo regreso insensiblemente, por mí mismo, a mis antiguas opiniones, y temo despertar de estesopor por miedo a que las laboriosas vigilias que sucedan a la tranquilidad de este reposo, en lugar deaportarme algo de luz en el conocimiento de la verdad, no sean suficientes para aclarar las tinieblas de lasdificultades que acaban de suscitarse.

/egún la versi#n de jos maría fouce, para 34a 5ilosofía en el 6achillerato3. /e sigue la traducci#nfrancesa de 789:, del duque de 4uynes, que fue revisada y corregida por 0escartes, quien introdujovariaciones sobre su propia versi#n latina de París de 7897, 3para aclarar su propio pensamiento3, segúnel testimonio de 6aillet, bi#grafo de 0escartes.