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PRESENTACIÓN Por el Dr. Ricardo E. Alegría Han pasado 32 años desde aquel día en que el reverendo Padre Robert Pinchón muy emo- cionado me informaba de su idea de organizar una reunión de estudiosos de la arqueología antillana, que el se proponía citar en la Martinica. El Padre, con quien había intercambiado correspondencia sobre los indios caribes, y a quien hacía años había visitado en su isla, me informaba que junto a otros de los más conocidos estudiosos que desde la década del 40, hace casi medio siglo, veníamos estudiando las culturas aborígenes antillanas, se me había designa- do Miembro de Honor del Congreso. Hoy al celebrarse el XV Congreso de la Asociación Internacional de Arqueología del Caribe, quisiera hacer un breve recuento de esa época en la historia de la arqueología antillana. Durante las décadas del 40 y 50 los estudios de la arqueología antillana no habían alcanza- do el auge y popularidad que habrían de cobrar algunos años más tarde. Durante los años 40 éramos un pequeño grupo de estudiosos antillanos los que practicábamos la arqueología. En Cuba soresalían entre otros, Fernando Ortiz, José A. Cosculluela, José García Robiou, Oswaldo Morales Patino, René Herrera Fritot, Fernando Royo Guardia, Pedro García Valdés, José Alva- rez Conde, Manuel Rivero de la Calle y comenzaba a llamar la atención un joven que tenía gran preocupación por la espeleología, Antonio Núñez Jiménez. La publicación del Grupo Guama y la Revista de Antropología, Etnología e Historia de la Junta Nacional de Antropología eran los únicos órganos responsables para divulgar los resultados de la investigación arqueológica en dicho país. Este grupo de estudiosos de la arqueología cubana llamó en 1949 a una reunión en la Haba- na para intentar establecer una terminología uniforme para las culturas aborígenes antillanas. Vano empeño. Allí sometí por primera vez un sistema taxonómicoque agrupaba éstas en tres grandes complejos culturales, siguiendo la norma que se había usado en el Mediano Oeste de los Estados Unidos. Desde entonces el término complejo se ha seguido usando en la arqueolo- gía antillana, pero sin el mismo significado. La reunión de Cuba culminó en la creación de la Sociedad de Arqueología del Caribe. De su directiva quedamos tres sobrevivientes: el Dr. Irving Rouse, el Dr. José Cruxent y yo. En la República Dominicana la situación en los años 40 era más limitada. El danés Gud- mund Hatt había estudiado la cerámica aborigen en los 30. La actividad arqueológica giraba alrededor del ingeniero Emile Boyre-Moya, por cuya iniciativa se había creado el Instituto de XVII

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PRESENTACIÓN

Por el Dr. Ricardo E. Alegría

Han pasado 32 años desde aquel día en que el reverendo Padre Robert Pinchón muy emo­cionado me informaba de su idea de organizar una reunión de estudiosos de la arqueología antillana, que el se proponía citar en la Martinica. El Padre, con quien había intercambiado correspondencia sobre los indios caribes, y a quien hacía años había visitado en su isla, me informaba que junto a otros de los más conocidos estudiosos que desde la década del 40, hace casi medio siglo, veníamos estudiando las culturas aborígenes antillanas, se me había designa­do Miembro de Honor del Congreso.

Hoy al celebrarse el XV Congreso de la Asociación Internacional de Arqueología del Caribe, quisiera hacer un breve recuento de esa época en la historia de la arqueología antillana.

Durante las décadas del 40 y 50 los estudios de la arqueología antillana no habían alcanza­do el auge y popularidad que habrían de cobrar algunos años más tarde. Durante los años 40 éramos un pequeño grupo de estudiosos antillanos los que practicábamos la arqueología. En Cuba soresalían entre otros, Fernando Ortiz, José A. Cosculluela, José García Robiou, Oswaldo Morales Patino, René Herrera Fritot, Fernando Royo Guardia, Pedro García Valdés, José Alva­rez Conde, Manuel Rivero de la Calle y comenzaba a llamar la atención un joven que tenía gran preocupación por la espeleología, Antonio Núñez Jiménez. La publicación del Grupo Guama y la Revista de Antropología, Etnología e Historia de la Junta Nacional de Antropología eran los únicos órganos responsables para divulgar los resultados de la investigación arqueológica en dicho país.

Este grupo de estudiosos de la arqueología cubana llamó en 1949 a una reunión en la Haba­na para intentar establecer una terminología uniforme para las culturas aborígenes antillanas. Vano empeño. Allí sometí por primera vez un sistema taxonómicoque agrupaba éstas en tres grandes complejos culturales, siguiendo la norma que se había usado en el Mediano Oeste de los Estados Unidos. Desde entonces el término complejo se ha seguido usando en la arqueolo­gía antillana, pero sin el mismo significado. La reunión de Cuba culminó en la creación de la Sociedad de Arqueología del Caribe. De su directiva quedamos tres sobrevivientes: el Dr. Irving Rouse, el Dr. José Cruxent y yo.

En la República Dominicana la situación en los años 40 era más limitada. El danés Gud-mund Hatt había estudiado la cerámica aborigen en los 30. La actividad arqueológica giraba alrededor del ingeniero Emile Boyre-Moya, por cuya iniciativa se había creado el Instituto de

XVII

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XVIII PRESENTACIÓN

Investigaciones Antropológicas en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. No había para entonces arqueólogos profesionales en la Isla y tampoco había enseñanza formal en arqueolo­gía. Durante esa década llegó a Santo Domingo, el cubano René Herrera Fritot quien hizo importantes excavaciones en la isla y contribuyó notablemente al desarrollo de la arqueología en ella. Los otros estudiosos de las culturas aborígenes eran historiadores y coleccionistas.

En Haití, siempre por razones políticas, el desarrollo de los estudios arqueológicos no han alcanzado el desarrollo y potencialidad que merecen. Durante los años 40, la actividad se limi­taba a los estudios que realizaba el Bureau de Ethnologie y donde sobresalía Michael Aubourg y Edmund Mangonese. El austríaco Kurt Fisher, también participaba activamente en la inves­tigación arqueológica y más tarde fue el representante extraoficial de Haití en las reuniones internacionales de arqueólogos. El antropólogo Remy Bastien, mientras pudo vivir y trabajar libremente en Haití, también realizó investigaciones arqueológicas en su país.

Las investigaciones arqueológica de Irving Rouse en Ft. Liberte y que culminaron en su tesis doctoral en la Universidad de Yale (1934), así como las del Dr. Cornelious Osgood en Cuba y Haití eran los principales estudios científicos de dicho país. Lo siguen siendo, pues es muy poco lo que desde entonces se ha publicado sobre la arqueología haitiana.

En Puerto Rico, el principal estudioso lo era Adolfo de Hostos quien había publicado una serie de importantes estudios sobre arte y arqueología en revistas antropológicas de Inglaterra y Estados Unidos durante las primeras décadas del siglo, aunque ahora su actividad investiga-tiva se había limitado a la historia y al mantenimiento de su rica colección arqueológica. Otros importantes coleccionistas lo eran el Dr. L. Montalvo-Guenard, Benigno Fernández García, José de Castro, Robert Junghamns y otros. Fue en esos años, (1947) que regresé al país después de terminar mis estudios graduados en Antropología y Arqueología en la Universidad de Chica­go y de llevar a cabo investigaciones de campo en el sur de Illinois con mi compañero de estu­dios Richard McNeish. En la Universidad de Puerto Rico reorganize el modesto museo que mi viejo profesor Rafael W. Ramírez mantenía como complemento de su clase de historia de Puer­to Rico desde mis días de estudiante. Al reorganizar y ampliar el Museo lo llamé Museo de Antropología, Historia y Arte. Allí logré reunir las principales colecciones arqueológicas del país, evitando que se vendieran al extranjero. Entre estas las de Montalvo-Guenard, Hostos, De Castro, Fernández García y otras. En la Universidad de Puerto Rico fundé el Centro de Investi­gaciones Arqueológicas y Etnológicas, que aún subsiste. Durante el curso de mis investigacio­nes descubrí el yacimiento arqueológico de la Cueva María de la Cruz donde encontré la prime­ra evidencia irrefutable de las culturas pre-cerámicas y pre-agrícolas en Puerto Rico. También descubrí y excavé el yacimiento de Hacienda Grande en Loíza donde se encontró la más anti­gua evidencia de los indios saladoides, demostrando que la cerámica con diseños de finas lí­neas entrecruzadas, no era intrusiva como se había postulado, sino parte del depósito más antiguo de los primeros indios agricultores que poblaron las Antillas.

Rescaté las plazas ceremoniales de Caguana, Utuado, adquiriendo para el Estado los terre­nos donde estaban ubicadas y comenzé desde 1949 su re-excavación y restauración. En la Uni­versidad inicié los primeros cursos sobre las culturas aborígenes de las Antillas.

En las Islas Vírgenes los estudios arqueológicos solo se limitaban a la obra que allí llevaban a cabo algunos coleccionistas y no había de ser hasta la década del 50 cuando la Universidad de Florida auspiciara los trabajos de Ripley Bullen y Frederick Sleight. Hasta entonces los trabajos del danés Gudmund Hatt y Herbert Kriger en los años 30 era lo único que había.

En las Antillas Menores durante las décadas del 40 y 50 participaban en la investigación arqueológica estudiosos como el Padre Robert Pinchón, Jacques Pititjean-Roget y Edgar Clerc, quienes más tarde contaron con el apoyo de Mario Mattioni. En las islas inglesas sobresalía Earle Kirby en St. Vicent y Eric Branford y Leslie Sutty en St. Lucía, entre otros. En todas había coleccionistas y gran interés por conocer más sobre los legendarios indios caribes que las ha­bían poblado.

En Venezuela sobresalía la labor en el campo de la arqueología y la etnografía que llevaba a cabo un profesor español que allí se había refugiado durante la Guerra Civil española, José Cruxent.

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ACTAS DEL XV CONGRESO INTERNACIONAL DE ARQUEOLOGÍA DEL CARIBE XIX

No podemos continuar este rápido y somero recuento de la situación de los estudios ar­queológicos en las Antillas sin hacer mención de la contribución que a estos han hecho los arqueólogos norteamericanos. No cuento con el tiempo para aludir a la labor pionera de estos durante las primeras décadas del siglo con la participación de Jesse Walter Fewkes, John Alden Mason, Samuel Lothrop, Herbert Spinden, Mark Harrington, Thomas Huckerby, Theodore De Boy, Herbert Krieger, y muchos otros que hicieron importantes contribuciones a los estudios arqueológicos en las Antillas, entre 1902 y 1940s.

Durante las décadas del 30 y 40, la Universidad de Yale lanzó un vasto programa de investi­gaciones arqueológicas en las Antillas Mayores y Venezuela. En este habrán de participar entre otros: Froelich Rainey, Cornelius Osgood e Irving Rouse. Estos trabajaron en Haití, Cuba y Puerto Rico. George Howard y Alfred Kidder II llevaron a cabo investigaciones en Venezuela. Todas estas investigaciones han tenido una gran trascendencia en los estudios de las culturas aborígenes de las Antillas y Venezuela.

Más entre todos estos destacados arqueólogos sobresale la labor del Dr. Irving Rouse. Rouse se inició en la arqueología en Haití en 1935 y hoy 58 años más tarde sigue contribuyendo al mejor conocimiento de las culturas indígenas del área antillana. Ningún estudioso del pasado o del presente ha tenido la oportunidad del doctor Rouse de excavar en casi toda el área antillana y en sus fronteras norte y sur. Rouse ha excavado en Florida, las Bahamas, Cuba, Haití, Puerto Rico, las Antillas Menores y Venezuela.

Aún aquellos jóvenes arqueólogos y otros estudiosos, en el ritual tradicional de matar al padre, "al viejo", al intentar "destruir", como dicen algunos, las teorías de Rouse, no pueden intentarlo sin tener que hacer uso de su terminología y conceptos. Y es que Ben Rouse no es solo un arqueólogo, sino un antropólogo de la vieja escuela cuando la formación de estos reque­ría el conocimiento de todas las ciencias afines como la etnología, la lingüística, la antropología física y la antropología social. Rouse es hoy uno de los pocos teóricos de la Arqueología ameri­cana. El no dedica su tiempo a contar fragmentos de caracoles y huesos de peces y pájaros, a hacer elaborada gráficas o ilustrar sus ensayos con impresionantes fórmulas matemáticas que pocos entienden. Sus excavaciones tampoco se hacían para hacer alarde de metodología y téc­nicas, exhibiendo trincheras inmaculas, sino interpretando científicamente el material excava­do. Rouse no solo se ha destacado como el principal y más fecundo investigador del área sino que además ha contribuido a formar académicamente a algunos de los principales estudiosos de la arqueología caribeña y también ha ofrecido su colaboración espontánea y generosa a muchos de los arqueólogos del área.

Y después de esta larga digresión, volvamos al 1er. Congreso que organizó el Padre Pinchón en 1961. Fue el Dr. Irving Rouse uno de los primeros que respondió a su llamado y participó activamente en el mismo, como desde entonces, lo ha estado haciendo en muchos de los Con­gresos, cuando sus ocupaciones no se lo han impedido. Su participación en el 1er. Congreso fue muy importante para la institucionalización de éstos.

Además del Dr. Rouse, el Padre Pinchón y Petitjean-Roget contaron con la participación de otro destacado arqueólogo norteamericano, el Dr. William Hagg, de Tulane University en Lou-siana, que también participó activamente en otros Congresos. Otro importante colaborador de los primeros Congresos lo fue el arqueólogo Dr. Rippley P. Bullen, quien desde los años 50 se había envuelto en la investigación arqueológica de las Islas Vírgenes y las Antillas Menores. Bullen y su esposa Adelaide eran siempre parte importante de los Congresos. El Dr. Bullen contribuyó a institucionalizar los mismos, sirvió de director de varios y de editor de las Actas de éstos.

Otro destacado arqueólogo norteamericano que también dio su apoyo a los primeros Con­gresos lo fue el Dr. Clifford Evans del Smithsonian Institution, quien junto a su esposa la distin­guida arqueóloga Betty Meggers también contribuyó al éxito de los mismos. Cliffor Evans y Betty Meggers siempre se destacaron por la ayuda y colaboración que ofrecieron a los jóvenes estudiosos de la arqueología en varios países de América, incluyendo Puerto Rico y la Repúbli­ca Dominicana, donde han ofrecido seminarios y talleres de adiestramiento. Sus oficinas del

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XX PRESENTACIÓN

Smithsonian Institute siempre han estado abiertas para los estudiosos de la arqueología caribe­ña.

Los jóvenes arqueólogos venezolanos Mario Sanoja y su esposa Iraida Vargas también con­tribuyeron desde bien temprano al éxito de los Congresos y le brindaron todo su apoyo. Fue en Venezuela y por iniciativa de ellos a donde por primera vez se trasladó el Congreso que hasta entonces (1977) solo se había reunido en las Antillas Menores.

En las Antillas Menores, los organizadores del Congreso encontraron bien temprano el apo­yo de otros estudiosos de las culturas aborígenes como Edgar Clerc, Earle Kirby, el Padre Bar-botin y otros. Desde entonces se destacaron los jóvenes Petitjean-Roget. Henry, Hughes y Jac­ques. Su contribución a los Congresos ha sido muy importante.

En los Congresos pronto se incluyeron temas de la arqueología de Puerto Rico, la República Dominicana, las Bahamas, Jamaica y Florida. También llegaron los nuevos temas y preocupa­ciones de la llamada "nueva arqueología".

La importancia de estos Congresos ya se manifiesta en la celebración del Décimo Quinto de estos, que es algo extraordinario para las reuniones de áreas arqueológicas en América. En otras islas hubo intentos para celebrar reuniones similares pero las mismas no tuvieron conti­nuidad ni la trascendencia de estos Congresos.

El estudio de las Actas de los pasados 14 Congresos nos permite ver como estos crecieron y fueron acogiendo los temas de moda en los años 70, 80 y 90. Los Congresos también han incor­porado asuntos que trascienden de la arqueología prehistórica como la antropología física, la etnología, la etno-historia, la metodología y la arqueología histórica, ya sea para estudiar la colonización europea o para estudiar los yacimientos que nos han dejado los esclavos negros.

En fin que hoy conmemoramos el 32° aniversario de la celebración del Primer Congreso de Arqueología de las Antillas Menores. Estamos recordando un importante evento de la historia de la arqueología de nuestra América que ya cuenta con catorce tomos de Actas que, aparte de los Congresos de Americanistas, pocos otros pueden enorgullecerse de alcanzar ese número de reuniones.

El Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, que desde hace 16 años viene contribuyendo a la formación de jóvenes en el campo de la arqueología, ha querido también rendir homenaje a la organización de estos Congresos y ha publicado un índice Analítico de las 487 ponencias que se han presentado en los 14 Congresos hasta ahora celebrados. Espero que esta Guía habrá de contribuir al reconocimiento de la labor rendida durante estos catorce Con­gresos y de su aportación al conocimiento de la arqueología antillana.

Espero que los jóvenes arqueólogos que en los últimos años se han unido a estos Congresos habrán de asumir la responsabilidad de continuarlos y hacerlos crecer.

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ACTAS DEL XV CONGRESO INTERNACIONAL DE ARQUEOLOGÍA DEL CARIBE XXI

Miguel Rodríguez, declara abierto los trabajos del XV Congreso. En la mesa presidencial, de izquierda a derecha: Marisol Meléndez, arqueóloga del Consejo de Arqueología Subacuática, Carmelo Delgado, direc­tor ejecutivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Ricardo E. Alegría, presidente honorario, Marisol Matos, representante de la Comisión del Quinto Centenario y Alissandra Cummins, presidenta de la Aso­ciación Internacional de Arqueología del Caribe.

Vista parcial del público asistente a los actos inaugurales en el Teatro Tapia

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El artesano Daniel Silva expone una muestra de su trabajo durante la celebra­ción del Congreso.

Venta de carteles, libros y camisetas del XV Congreso.

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ACTAS DEL XV CONGRESO INTERNACIONAL DE ARQUEOLOGÍA DEL CARIBE XXIII

Comité Organizador del XV Congreso. De izquierda a derecha: Rebeca Montañez, Virginia Rivera, Miguel Rodrí­guez, Laura Rodríguez, Vivian Ortiz, Isabel Pérez, Marisol Rodríguez y Carlos Pérez- (Ausentes: Samuel Torres e Israel Rodríguez).

Junta Directiva de la Asociación Internacional de Arqueología del Caribe AIAC/IACCA. De izquierda a derecha: H. Petitjean Roget, Alissandra Cummins (Presidenta), Miguel Rodríguez, Lesley Ann Sutty, Bernard Petitjean Roget, Alberta Zuchi y David Waiters. (Ausente: Peter Harris).

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XXIV PRESENTACIÓN

Arqueólogos y participantes del XV Congreso Internacional de Arqueología del Caribe

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ACTAS DEL XV CONGRESO INTERNACIONAL DE ARQUEOLOGÍA DEL CARIBE XXV

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