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El Nobel de Medicina premia a los padres de la telomerasa, la enzima de la juventud celular El galardón recae sobre una australiana, una estadounidense y un británico Sus trabajos han permitido relacionar el envejecimieno con patologías como el cáncer

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El Nobel de Medicina premia a los padres de la telomerasa, la enzima de la juventud celular El galardón recae sobre una australiana, una estadounidense y un británico Sus trabajos han permitido relacionar el envejecimieno con patologías como el cáncer

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Actualizado lunes 05/10/2009 12:45 (CET)

MARÍA SAINZ | MARÍA VALERIOMADRID.- El Premio Nobel de Medicina 2009, que concede el Instituto Karolinska de Estocolmo, ha recaído este año en los descubridores de los telómeros y la enzima telomerasa. El jurado ha valorado los trabajos de Elizabeth H. Blackburn, Carol W. Greider y Jack W. Szostak, en este campo cuyas implicaciones afectan tanto al proceso del envejecimiento como del cáncer.

Los telómeros son una estructura que protege el extremo de los cromosomas humanos y los protege del proceso de envejecimiento, es decir, se encargan de dar estabilidad a los cromosomas.

A medida que las células se van dividiendo, los telómeros (del griego 'telos', final; y 'meros', parte) se van acortando, algo que, por ejemplo, las células cancerosas contrarrestan produciendo una enzima denominada telomerasa, que les permite seguir sobreviviendo.

"Los descubrimientos de Blackburn, Greider y Szostak han añadido una nueva dimensión para la comprensión de la célula, han arrojado luz sobre los mecanismos de enfermedades y han estimulado el desarrollo de potenciales nuevas terapias", ha destacado sobre ellos el Instituto Karolinska.

Se da la circunstancia de que los científicos que descubrieron su existencia allá por los años 30, Hermann Joseph Muller y Barbara McClintock, también recibieron el premio Nobel, aunque por motivos diferentes de éste.

Aunque no fue hasta varias décadas después cuando Greider, entonces estudiante de doctorado, y su tutora, Blackburn, descubrieron la enzima telomerasa. A partir de ese hallazgo, Szostak identificó células de levadura con mutaciones que provocaban una reducción gradual de los telómeros, mientras Blackburn hizo mutaciones en el ARN (ácido ribonucleico) de la telomerasa y observó efectos similares en la tetrahymena (un tipo de protozoo), informa EFE. "La enzima telomerasa es un mecanismo básico para la vida", explica María Blasco, directora de Oncología Molecular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y especialista en este mismo campo. "No hay vida sin telomerasa, porque se encarga de mantener a la célula joven. Pero al mismo tiempo, esto que no es malo por sí mismo, también le permite mantener joven a una célula mutada, como lo son las tumorales".

Algunos investigadores comparan los telómeros con los extremos de los cordones de zapatos, el plástico que evita que se deshilachen, hasta que, con el uso, lentamente se van gastando y acortando.

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Perfil de los premiadosLos tres premiados, cuyos nombres llevan años sonando en las quinielas para el Nobel, tienen pasaporte estadounidense, aunque son nacidos en Tasmania, California y Londres, respectivamente.

Una de las premiadas, Elisabeth Blackburn (nacida en 1948 en Tasmania, Australia) es profesora de Bioquímica de la Universidad de California, en San Francisco (EEUU). Fue elegida por la revista 'Time' dentro de sus listados anuales de las 100 personas más influyentes del mundo. En 2006 ganó el Premio Albert Lasker de Investigación Médica Básica junto a otro de los ahora premiados (Szostak) y ya en 2007 sonó como una de las candidatas a llevarse el Nobel.

Greider (a la derecha) y Blackburn. (Foto: AP)

La estadounidense Carol W. Greider (California, 1961), de la Escuela de Medicina de la Universidad de Johns Hopkins (Baltimore, EEUU), ha trabajado estrechamente con Elizabeth H. Blackburn, una de sus maestras. Se licenció en la Universidad de California (Berkeley), donde comenzó sus trabajos de investigación en 1984. El día de Navidad de ese mismo año, Greider identificó una nueva enzima, la telomerasa, que era responsable del mantenimiento cromosómico.

Por su parte, el único de los varones en la terna de premiados, el británico Jack Szostak (nacido en Londres en 1952), es considerado uno de los líderes en el campo de los estudios genéticos desde su laboratorio en el Instituto Howard Hughes de EEUU.

Quinielas

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Jack Szostak (Foto: AP)

El año pasado, los laureados fueron tres científicos seleccionados por su contribución en el descubrimiento de dos virus: el del VIH y el del papiloma humano.

El Karolinska tuvo en cuenta hace ahora un año los trabajos de los franceses Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi por el descubrimiento "del virus de la inmunodeficiencia humana" (VIH), así como al alemán Harald zur Hausen, cuya elección fue algo más polémica por tratarse del descubridor del papilomavirus, cuyas vacunas han generado amplios beneficios a varias compañías farmacéuticas.

Antes que ellos, en la ilustre lista del Nobel de Medicina figuran Mario Capecchi, Oliver Smithies y Sir Martin Evans, por sus trabajos con ratones de laboratorio; Andrew Fire y Craig Mello, descubridores del ARN de interferencia; o Barry Marshall y Robin Warren, los 'padres' de la principal bacteria intestinal, el Helicobacter.

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OPINIÓN REPORTAJES

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17/11/2009

Premio Nobel de Fisiologia o Medicina, 2009: Telómeros y TelomerasaLos científicos Elizabeth H. Blackburn, Carol W. Greider y Jack W. Szostak han sido galardonados con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por descubrir cómo los cromosomas están protegidos por los telómeros y la enzima telomerasa.

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María Elisa Varela Sanz Investigadora en el grupo de Telómeros y Telomerasa Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas

A principios del siglo XX, Hermann Müller trabajando con la mosca del vinagre (Müller, 1938) y Barbara McClintock con el maíz (McClintock, 1939), propusieron la existencia de una estructura especial en los extremos de los cromosomas que impedía que éstos se fusionaran entre sí, asegurando la segregación correcta del material genético durante la división celular. Estas estructuras que Müller denominó telómeros (del griego telos, final y meros, parte), conferían identidad al extremo de los cromosomas, haciendo posible que la célula los distinguiera de los fragmentos generados por roturas del ADN, que sí deben ser fusionados para mantener la integridad del material genético. 

En los años 60 Hayflick descibrió que el número de veces que las células humanas en cultivo podían dividirse estaba limitado (Hayflick y Moorhead, 1961). De hecho, esta es otra particularidad de los telómeros, la longitud telomérica determina el número de divisiones celulares ya que en cada ciclo se pierde una porción de los telómeros, hasta llegar a una longitud mínima crítica que causa senescencia y muerte celular. En los años 70, Alexei Olovnikov y James Watson propusieron que la causa del acortamiento telomérico era que los extremos de los cromosomas no podían ser copiados por la maquinaria de replicación. A este efecto se le llamó "el problema de la replicación terminal" (Olovnikov, 1971 y 1973; Watson, 1972).

La solución al problema de la replicación terminal llegó tras varios años de investigación. Elizabeth Blackburn, estudiando los cromosomas de Tetrahymena(un organismo unicelular ciliado) encontró unas secuencias de ADN repetidas, localizadas en los extremos de los cromosomas, cuya función era desconocida (Blackburn y Gall, 1978). Independientemente, Jack Szostak había observado que al introducir en la levadura moléculas de ADN lineal, conocidas como minicromosomas, éstas eran completamente degradadas. En 1980, Blackburn presentó su descubrimiento en un congreso, al que también asistía Szostak. Decidieron fusionar las secuencias repetidas de Tetrahymena en los extremos de los minicromosomas e introducirlo en la levadura. El resultado fue increíble, estos minicromosomas no eran degradados. El telómero de un organismo (Tetrahymena) protegía a los minicromosomas insertados en otro organismo, la levadura (Szostak y Blackburn, 1982). 

Blackburn también había notado que los telómeros de Tetrahymena experimentaban cambios en su tamaño, con contracciones y expansiones, lo cual sugería que Tetrahymena podía crear ADN nuevo. Esto chocaba con la visión del momento: un individuo nace y muere con la misma cantidad

Los descubrimientos de E. Blackburn, C Greider y J. Szostak

han sido cruciales para entender la relación

entre la estructura de los cromosomas, el

cáncer, el envejecimiento y la

biología de las células madre

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de ADN. Blackburn y Carol Greider, que entonces era estudiante predoctoral, decidieron investigar la existencia de un enzima capaz de añadir ADN nuevo en los telómeros. En 1985, Greider, detectó actividad enzimática en extractos deTetrahymena y purificó un enzima al que denominaron telomerasa (Greider y Blackburn, 1985). El uso de la telomerasa para resolver el problema de la replicación terminal está conservado en casi todos los organismos eucariotas. Greider y Blackburn mostraron que la enzima telomerasa tenía un componente proteico y otro de RNA que servía de molde para añadir ADN en el telómero (Greider y Blackburn, 1987). Posteriormente, la identificación de mutantes defectuosos en los componentes de la telomerasa en levadura (Lundblad y Szostak, 1989) y la generación del ratón transgénico desprovisto del componente de RNA de la telomerasa (Blasco y cols., 1997), demostraron que la telomerasa es necesaria para prevenir el deterioro telomérico de las células y el envejecimiento del organismo. 

En el organismo adulto la telomerasa está inactivada en la mayor parte de las células (excepto en las células madre y germinales). Por tanto, cuando éstas se dividen, sus telómeros se acortan causando el envejecimiento del organismo. Pero la ausencia de telomerasa funciona como un mecanismo antitumoral, ya que los ratones desprovistos de telomerasa son resistentes a la formación de tumores (Blasco y cols., 1997). De acuerdo con este hecho, no es sorprendente que el 90% de los tumores presenten una actividad telomerasa anormalmente alta comparada con tejido sano. Actualmente se está estudiando la telomerasa como diana para tratamientos terapeúticos.

En resumen, los descubrimientos de E. Blackburn, C Greider y J. Szostak han sido cruciales para entender la relación entre la estructura de los cromosomas, el cáncer, el envejecimiento y la biología de las células madre. En sus laboratorios se han formado científicos de reconocido prestigio internacional. En España contamos con uno de ellos, María A. Blasco, que realizó su postdoctorado en el laboratorio de Greider y desde entonces continúa investigando los telómeros y su implicación en cáncer, envejecimiento y en las células madre.

Un premio con mucho olfatoLa Academia Sueca otorgó el Nobel de Medicina y Fisiología a los estadounidenses Richard Axel y Linda Buck por sus descubrimientos sobre los receptores del olfato y la organización del sistema olfatorio.

Por Susana Gallardo (*)

  Los investigadores estadounidenses Linda Buck (57) y Richard Axel (58) obtuvieron el Premio Nobel 2004 de Medicina y Fisiología por sus descubrimientos sobre la base genética de la identificación de los olores. En efecto, estos científicos determinaron, en experimentos con ratones, que hay unos mil genes involucrados en este sentido tan importante para la supervivencia en los animales.

  Según la Academia sueca, el olfato «ha sido durante mucho tiempo el más enigmático de nuestros sentidos. Se desconocían los principios

Linda Buck.

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básicos para reconocer y recordar alrededor de 10.0000 diferentes olores. Los laureados en Fisiología y Medicina de este año han resuelto este problema y en una serie de estudios pioneros clarificaron cómo funciona nuestro sistema olfatorio. Hallaron una gran familia de genes, alrededor de mil, que dan lugar a un número equivalente de tipos de receptor». Estos receptores son proteínas localizadas en las células olfatorias, ubicadas en la parte superior del epitelio nasal, que se encargan de detectar las moléculas olorosas inhaladas.

  «Lo que descubrieron estos investigadores fue que cada uno de los mil genes codifica para una proteína en especial, y que cada aroma puede activar un conjunto de proteínas», explica Ana Belén Elgoyhen, investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (INGEBI). La codificación del olor está dada por el conjunto de proteínas de estos receptores que son activados por un aroma. «Cada receptor -destaca- puede ser activado por varias moléculas y a su vez cada molécula puede activar un conjunto diferencial de receptores.»

  Buck y Axel observaron que la familia de receptores puede dividirse en subfamilias cuyos miembros poseen secuencias parecidas; y las moléculas olorosas detectadas por los mismos receptores tienen estructuras relacionadas entre sí. De este modo, cada subfamilia estaría dedicada a la detección de una clase particular de aromas. Esto sin embargo no impide que un tipo de olores pueda ser detectado por diversas subfamilias de receptores.

  Por otro lado, los genes de los receptores olfativos pueden hallarse en diferentes sitios de los cromosomas, pero aquellos que están estrechamente relacionados entre sí se ubican, por lo general, en el mismo lugar, lo que indicaría que distintas partes del genoma se encuentran involucradas, en cierto modo, en el reconocimiento de variados tipos de olores.

  Lo cierto es que los mil genes hallados proveen las instrucciones para la fabricación de mil proteínas receptoras que, combinadas, permiten identificar, en forma específica, unos diez mil olores. Claro, los mil genes fueron hallados en ratas. «En el hombre, serán alrededor de 300 o 350 genes», indica Elgoyhen.

  En efecto, un perfume, un vino añejado, o el pescado que perdió su frescura, activan un grupo de receptores que son específicos para cada conjunto de moléculas olorosas. Pero los olores también pueden activar recuerdos lejanos de la infancia, de momentos agradables o desagradables. El narrador de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, inicia su relato a partir de los recuerdos que desencadena el hecho de mojar una magdalena en la leche.

  Por otra parte, la pérdida del sentido del olfato no sólo nos quita la posibilidad de disfrutar de las cualidades de una buena comida, sino que también nos impide detectar señales de advertencia, por ejemplo el olor a gas o humo, en el caso de un incendio.

  Para los animales, la supervivencia puede depender de la posibilidad de identificar, por el olfato, una hierba venenosa o un trozo de carne podrida.

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  La Academia Sueca, en su comunicado de prensa, enfatizó que el olfato es esencial en las crías de los mamíferos para identificar las mamas de su madre y obtener su alimento fundamental, la leche. Sin el olfato, y sin ayuda, los cachorros recién nacidos no podrían sobrevivir. En los animales adultos, la importancia del olfato reside en que a través de este sentido ellos pueden interpretar lo que los rodea. En efecto, las feromonas, moléculas olorosas que producen muchos animales, son herramientas de comunicación entre muchos de ellos, como por ejemplo en las abejas y las hormigas.

  Richard Axel, que trabaja actualmente en la Universidad de Columbia en Nueva York, y Linda Buck, del Centro de Investigación sobre Cáncer «Fred Hutchinson» de Seattle, ambos en los Estados Unidos, publicaron su trabajo fundamental en 1991. A partir de entonces trabajaron en forma separada, pero siguieron realizando aportes a la clarificación del sistema olfativo.

  «Este trabajo se produjo en un momento de expansión de la biología molecular en que distintos grupos de investigación clonaron un gran número de receptores, por ejemplo para el amino ácido glutamato, principal neurotransmisor excitatorio del sistema nervioso central», dice Elgoyhen.

  Sin embargo, no deja de llamar la atención la gran cantidad de receptores olfativos hallados. «Si bien no hay un único receptor para neuro-transmisores como el glutamato, la acetilcolina, o los del gusto, la enorme cantidad de receptores para el olfato es curiosa y cumple una función biológica importante», reflexiona la investigadora.

Cómo es el mecanismo del olfato

  Cuando una molécula olorosa se disuelve en la membrana olfativa, se une a un receptor específico que, a su vez, activa a una proteína G. Esta, a continuación, estimula la formación de AMP cíclico, molécula que funciona como mensajero para desencadenar una serie de reacciones que contribuyen a amplificar la señal. «Buck y Axel descubrieron el receptor que hace la transducción entre la señal química, es decir, la molécula olorosa, y una señal eléctrica que llega al sistema nervioso central», explica Elgoyhen, quien estudia los mecanismos por los cuales se produce la audición.

  Cada receptor está conformado por una cadena de aminoácidos que se halla en la membrana celular. Cuando la molécula olorosa se une al receptor, éste modifica su forma y, de este modo, activa a la proteína G. Lo que demostraron los laureados con el Nobel fue que las proteínas encargadas de detectar los olores pertenecen a una gran familia de receptores acoplados a la proteína G.

Richard Axel.

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  La mayoría de los olores se componen de numerosas moléculas olorosas, y cada una de ellas activa un grupo de receptores olfativos. El hecho de que cada receptor olfativo sea específico para cada molécula olorosa fue un hecho inesperado.

  Por otra parte, Axel y Buck determinaron que otro grupo de receptores acoplados a la proteína G se encarga de detectar las feromonas, moléculas que cumplen un rol importante en la conducta social en los animales. También en el sentido del gusto participan receptores de un tipo similar.

  A veces atribuimos sensaciones de gusto al olfato; decimos que un perfume es dulce, agrio, o amargo. Asimismo, decimos, por ejemplo, que al-go tiene gusto a tierra, sin que jamás la hallamos probado. Lo que sucede es que el olfato y el gusto están íntimamente unidos. «La combinación de olfato y gusto son componentes esenciales del sabor, pero hay otros, como la viscosidad, la temperatura y la dureza que son de orden táctil», señala la doctora Miguelina Guirao, directora del Laboratorio de Investigaciones Sensoriales, del Conicet.

  «Conocer los mecanismos del olfato es muy importante ya que éste se aplica a la producción de alimentos, la perfumería y la farmacología, entre otras áreas. Respecto de la elaboración de medicamentos, el gusto es importante pues puede haber sabores que los pacientes rechacen», explica Guirao.

  Por su parte, Elgoyhen señala: «haber descubierto los receptores del olfato es muy importante, como haber descubierto los del gusto o del dolor. Sin embargo, todavía hay muchos que se desconocen, como los de la audición. El mecanorreceptor que produce la transducción de la señal sonora en señal eléctrica todavía no se conoce».

  El 10 de diciembre Buck y Axel, miembros de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, recibirán del Nobel. Y compartirán una recompensa de 1,1 millón de euros.

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Los mecanismos sensoriales

  En todos los mecanismos sensoriales intervienen procesos químicos. Sin embargo, se reserva la denominación de sentidos químicos para el olfato y el gusto. Ambos sistemas tienen un papel fundamental en la conducta humana y animal. La ingestión de alimentos, la reproducción, la comunicación, la agresión y la defensa están regulados por el olfato y por el gusto. El sistema olfatorio interviene en la búsqueda de la pareja sexual en muchas especies. Desde el punto de vista filogenético, los sentidos químicos pueden considerarse como los sistemas sensoriales más antiguos. Las bacterias y los protozoarios pueden distinguir una variedad de sustancias químicas, según se ha observado a partir de su conducta de aproximación o huida hacia ellas.

  La nariz es un verdadero laboratorio químico, y es tan aguda su sensibilidad que los cromatógra-fos de gases no alcanzan a igualar el umbral mínimo de detección de olores. Los sensores olfatorios están colocados a la entrada del sistema respiratorio, y controlan la calidad del aire que respiramos. Cualquier indicio de sustancias nocivas es transmitido al sistema nervioso a fin de iniciar reacciones de alarma, bloqueo o expulsión mediante el estornudo.

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Las sensaciones olfatorias y gustativas a menudo van acompañadas de un componente afectivo. El aroma de una flor, la emanación de las aguas servidas, el olor de una comida, de un perfume o de la transpiración, incitan reacciones positivas o negativas que tienen influencia en las emociones de las personas.

Fuente: Guirao, Miguelina. Los sentidos. Base de la percepción. Alham-bra Universidad. Madrid, 1980.

obel de Medicina por descifrar el enigma del olfatoEl Premio Nobel de Medicina y Fisiología 2004 fue otorgado a los científicos estadounidenses Richard Axel y Linda B. Buck, por sus investigaciones para desentrañar el misterio del sentido del olfato.

Richard Axel y Linda B. Buck, comparten el Nobel de Medicina.

¿Cómo recordamos el aroma de un perfume y cómo distinguimos una fruta fermentada de otra que no lo está? El ser humano es capaz de recordar olores mucho tiempo después de haberlos percibido gracias a uno de los sentidos más complejos: el olfato. Los investigadores estadounidenses Richard Axel y Linda Buck fueron distinguidos con el máximo galardón internacional de la medicina en reconocimiento a su labor pionera al descifrar el enigma del olfato y aclarar cómo un ser humano es capaz de distinguir entre diez mil distintos olores y recordarlos después.

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Un sólo olor puede evocar la infancia de una persona, puede provocar recuerdos positivos o negativos cargados de emoción. “Hasta que Axel y Buck realizaron sus estudios, el olfato era un misterio”, señaló el comité del Instituto Karolinska de Estocolmo.Receptores altamente especializados

Ratones de laboratorio.

Mientras que los peces cuentan con un centenar de receptores olfativos, los ratones, objeto de estudio de los investigadores, poseen más de mil. Los seres humanos tienen menos receptores olfativos que los ratones pues buena parte se ha perdido a lo largo de la evolución humana. Los investigadores descubrieron que alrededor de mil genes, un 3% del genoma humano, son responsables de la configuración de dichos receptores altamente especializados. Éstos son capaces de reconocer y memorizar unas 10.000 sustancias odoríficas.Cuando un olor activa uno de estos receptores, éste produce un impulso eléctrico que llega al cerebro a través del sistema nervioso. Cada neurona receptora se vincula con una llamada 'proteína G', que a su vez estimula la creación de moléculas olfativas que se anclan a la membrana celular y la atraviesan siete veces. Decir que olemos con la nariz, es como decir que escuchamos con los lóbulos de las orejas, pues la nariz sirve tan sólo para tomar y conducir el aire que contiene las moléculas olorosas.

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Filetes de pescado.

Los olores marcan el comportamiento

La mayoría de los olores están conformados por numerosas moléculas olorosas, sin embargo cada una de estas moléculas activa a un receptor individual. Así se crean patrones olfativos comparables con los colores de un mosaico o un caleidoscopio. Los investigadores también descifraron la estructura bajo la cual el cerebro almacena y reconoce los olores, de manera que un solo marisco echado a perder puede marcar el comportamiento alimenticio de una persona y provocar que evite todo platillo preparado con mariscos incluso mucho tiempo después.Hasta que Axel y Buck presentaron los resultados de sus investigaciones en 1991, el olfato era uno de los sentidos más enigmáticos. Iniciaron sus estudios en equipo cuando ella era investigadora pos doctoral en el grupo de Axel en la Universidad de Columbia, y decidieron estudiar los genes responsables de dar información a las proteínas receptoras de olores. Su descubrimiento sirvió de base para reconocer los genes y las proteínas receptoras de otras especies.

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La investigadora estadounidense, Linda B. Buck.

Después de publicar su estudio conjunto, los galardonados con el Nobel continuaron sus trabajos por separado. Richard Axel, de 58 años, es profesor de patología y bioquímica y ejerce en el Instituto Médico Howard Hughes, en la Universidad de Columbia en Nueva York, mientras que Linda B. Buck, un año más joven que su colega, es profesora de microbiología e inmunología y ejerce en el departamento de neurobiología de Harvard, en Boston.

Gertrude Belle ElionGertrude Belle Elion

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Gertrude Belle Elion (Nueva York, 23 de enero de 1918-Carolina del Norte, 21 de febrero de 1999) fue una bioquímica y farmacóloga estadounidense, que recibió en 1988 el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por su "descubrimientos de los principios clave sobre el desarrollo y el tratamiento de medicamentos"1

Biografía[editar]

Nacida en la ciudad de Nueva York, hija de emigrantes judíos, se licenció en el Hunter College en 1937 y en la Universidad de Nueva York en 1941. Impedida de obtener un puesto de investigadora debido a su condición de mujer, trabajó como asistente de laboratorio y profesora de instituto, antes de convertirse en asistente deGeorge H. Hitchings en la compañía farmacéutica Burroughs-Wellcome (actualmente GlaxoSmithKline). Nunca obtuvo un título formal de doctora,2 pero posteriormente fue reconocida con un título honorario por la Universidad George Washington. Enseñó en la Universidad de Duke.

Trabajando en solitario o simultáneamente con Hitchings, Elion desarrolló gran cantidad de nuevos fármacos, valiéndose de nuevos e innovadores métodos de investigación que posteriormente conducirían al desarrollo del fármaco AZT para el tratamiento del sida. Antes que basarse en el método de ensayo y error, Elion y Hitchings utilizaron las diferencias bioquímicas entre células humanas normales y patógenas (agentes causantes de enfermedades) para diseñar fármacos que pudieran eliminar o inhibir la reproducción de patógenos particulares sin dañar las células huéspedes.

Molécula de Mercaptopurina, uno de los descubrimientos de Belle Elion.

Los descubrimientos de Elion incluyen:

6-mercaptopurina  (Purinetol), el primer tratamiento contra la leucemia. [1]

Azatioprina  (Imuran), el primer agente inmunosupresor, usado en los trasplante de

órganos.

Alopurinol  (Zyloprim), contra la gota.

Pirimetamina  (Daraprim), contra la malaria.

Trimetoprim  (Septra), eficaz frente a las meningitis bacterianas y algunos tipos

de septicemia, e infecciones bacterianas del tracto urinario y respiratorio.

Aciclovir  (Zovirax), contra virus Herpes.

En 1988 Elion recibió el Premio Nobel de Medicina, conjuntamente con Hitchings y Sir James Black. Otros premios que recibió son la Medalla Nacional a la Ciencia(1991) y el Premio

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Lemelson-MIT al logro de toda una vida (1997). En 1991 se convirtió en la primera mujer perteneciente al National Inventors Hall of Fame.

Gertrude Elion murió por causas naturales en Carolina del Norte en 1999, a la edad de 81 años. Permaneció soltera y nunca tuvo hijos.